• Ecos de un hogar quebrado
    Categoría Original
    Memorias de Jacob y Nyssara.

    Rol: Jacob Alexander Fowler
    Soundtrack: https://www.youtube.com/watch?v=so8V5dAli-Q&list=RDso8V5dAli-Q&start_radio=1

    La lluvia caía sobre los ventanales de la mansión Starfen con un golpe constante y frío, trazando caminos que parecían dibujar la ansiedad de la casa misma. Nyssara, que para ese momento tenía siete años, permanecía en el descanso de la escalera, abrazando un peluche que Elian le había regalado en su cumpleaños número 6. Sus ojos verdes seguían cada movimiento de sus padres y de su hermana, que caminaban por la sala con pasos calculados, gestos medidos, como siempre que querían ocultar algo. Desde hacía meses, la frialdad hacia ella era evidente, miradas cargadas de reproche, palabras cortantes y silencios que la señalaban como responsable de aquel fatídico día.

    Esa noche, sin embargo, había algo más en el aire. Un presagio sutil, un peso que parecía asentarse en los candelabros y en los muebles caros, como si la casa misma contuviera la respiración. Nyssara lo percibió de inmediato, incluso los murmullos de los muertos que la acompañaban se mantenían a distancia, inquietos por lo que estaba por suceder.

    La puerta principal se abrió de golpe. Una ráfaga de viento y lluvia invadió la mansión, arrastrando el olor de tierra mojada. Sus padres entraron primero, impecables y rígidos como siempre, vestidos con ropa cara que brillaba bajo la luz mortecina. Pero no estaban solos.

    Entre ellos apareció un niño. Tenía unos once años, el cabello castaño pegado a la frente por la humedad y unos ojos verdes que recorrían la sala con cautela. Sus pasos eran firmes, seguros de si mismo, como si aquello no fuera más una situación más en su vida.

    —Nyssara —dijo su madre con la sonrisa cuidadosamente medida que siempre llevaba puesta— Este es Jacob. Desde hoy vivirá con nosotros. Él necesitaba un hogar — Su madre continuó hablando con esa suavidad calculada, que ella tan bien conocía— Y nosotros estamos más que gustosos que acogerlo - Nyssara descendió un peldaño, el corazón latiéndole con fuerza. La frase caía ligera, como si envolviera una mentira en terciopelo. Pero Nyssara entendió inmediatamente la verdad. Nadie podría reemplazar a Elian, y ellos lo sabían. Aún así, lo pretendían, y lo peor era que la atención y el afecto de la familia estaban ahora centrados en ese extraño.

    La mirada de la castaña se volvió fría. Ni siquiera hubo una respuesta por su parte, sus labios permanecieron cerrados, y sus ojos se clavaron en él, cargados de acusación muda. Él no era el problema. El problema eran sus padres y su hermana, lo que hacían era la traición misma. "¿Cómo podían...?".

    La voz de su padre se hizo presente, sacándola por completo del bombardeo de pensamientos que estaba teniendo.

    —Jacob, Nyssara y Megara —dijo aquel hombre frío que llamaba padre, rompiendo así el silencio que se había hecho presente en la sala— Dentro de unas horas habrá una escena especial en la que todos participaremos. Nadie se quedará atrás. Todos deben alistarse ahora, sin excepción. Como siempre, recordemos… guardar la compostura- Nyssara apretó los dientes, sus padres no solo habían traído a alguien más para ocupar algo valioso para ella, sino que incluso ese evento especial formaba parte de la puesta en escena de la familia perfecta. Todo debía parecer ordenado, controlado y elegante, como si el dolor, la culpa y la traición fueran irrelevantes.

    A su alrededor, las sombras de los muertos se arremolinaban, inquietas. Una de ellas, una figura borrosa de contornos temblorosos, murmuró cerca de su oído "Los vivos, pequeña… los vivos son los que más daño hacen cuando quieren olvidar..."

    En ese momento, mientras la lluvia seguía cayendo, los dos niños se enfrentaban a la misma verdad, la mansión Starfen ya no era un hogar, sino un laberinto de secretos, culpas y traiciones que recién comenzaban a revelarse.
    Memorias de Jacob y Nyssara. Rol: [Jacob1] Soundtrack: https://www.youtube.com/watch?v=so8V5dAli-Q&list=RDso8V5dAli-Q&start_radio=1 La lluvia caía sobre los ventanales de la mansión Starfen con un golpe constante y frío, trazando caminos que parecían dibujar la ansiedad de la casa misma. Nyssara, que para ese momento tenía siete años, permanecía en el descanso de la escalera, abrazando un peluche que Elian le había regalado en su cumpleaños número 6. Sus ojos verdes seguían cada movimiento de sus padres y de su hermana, que caminaban por la sala con pasos calculados, gestos medidos, como siempre que querían ocultar algo. Desde hacía meses, la frialdad hacia ella era evidente, miradas cargadas de reproche, palabras cortantes y silencios que la señalaban como responsable de aquel fatídico día. Esa noche, sin embargo, había algo más en el aire. Un presagio sutil, un peso que parecía asentarse en los candelabros y en los muebles caros, como si la casa misma contuviera la respiración. Nyssara lo percibió de inmediato, incluso los murmullos de los muertos que la acompañaban se mantenían a distancia, inquietos por lo que estaba por suceder. La puerta principal se abrió de golpe. Una ráfaga de viento y lluvia invadió la mansión, arrastrando el olor de tierra mojada. Sus padres entraron primero, impecables y rígidos como siempre, vestidos con ropa cara que brillaba bajo la luz mortecina. Pero no estaban solos. Entre ellos apareció un niño. Tenía unos once años, el cabello castaño pegado a la frente por la humedad y unos ojos verdes que recorrían la sala con cautela. Sus pasos eran firmes, seguros de si mismo, como si aquello no fuera más una situación más en su vida. —Nyssara —dijo su madre con la sonrisa cuidadosamente medida que siempre llevaba puesta— Este es Jacob. Desde hoy vivirá con nosotros. Él necesitaba un hogar — Su madre continuó hablando con esa suavidad calculada, que ella tan bien conocía— Y nosotros estamos más que gustosos que acogerlo - Nyssara descendió un peldaño, el corazón latiéndole con fuerza. La frase caía ligera, como si envolviera una mentira en terciopelo. Pero Nyssara entendió inmediatamente la verdad. Nadie podría reemplazar a Elian, y ellos lo sabían. Aún así, lo pretendían, y lo peor era que la atención y el afecto de la familia estaban ahora centrados en ese extraño. La mirada de la castaña se volvió fría. Ni siquiera hubo una respuesta por su parte, sus labios permanecieron cerrados, y sus ojos se clavaron en él, cargados de acusación muda. Él no era el problema. El problema eran sus padres y su hermana, lo que hacían era la traición misma. "¿Cómo podían...?". La voz de su padre se hizo presente, sacándola por completo del bombardeo de pensamientos que estaba teniendo. —Jacob, Nyssara y Megara —dijo aquel hombre frío que llamaba padre, rompiendo así el silencio que se había hecho presente en la sala— Dentro de unas horas habrá una escena especial en la que todos participaremos. Nadie se quedará atrás. Todos deben alistarse ahora, sin excepción. Como siempre, recordemos… guardar la compostura- Nyssara apretó los dientes, sus padres no solo habían traído a alguien más para ocupar algo valioso para ella, sino que incluso ese evento especial formaba parte de la puesta en escena de la familia perfecta. Todo debía parecer ordenado, controlado y elegante, como si el dolor, la culpa y la traición fueran irrelevantes. A su alrededor, las sombras de los muertos se arremolinaban, inquietas. Una de ellas, una figura borrosa de contornos temblorosos, murmuró cerca de su oído "Los vivos, pequeña… los vivos son los que más daño hacen cuando quieren olvidar..." En ese momento, mientras la lluvia seguía cayendo, los dos niños se enfrentaban a la misma verdad, la mansión Starfen ya no era un hogar, sino un laberinto de secretos, culpas y traiciones que recién comenzaban a revelarse.
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  • @Macher_

    “The same rare and exotic mind"
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  • “Descenso de la Guardiana Suprema”

    El aire olía a tierra mojada y a magia antigua.
    Un resplandor rasgó el cielo
    una grieta que parecía una herida en el espacio mismo.
    y de ella emergió una silueta envuelta en oscuridad y alas blancas como la luna.

    Albedo descendió con la gracia de una diosa caída, el batir de sus alas levantando una tormenta de polvo dorado. Su mirada, ámbar y profunda, recorrió el extraño paisaje ante ella. No era Nazarick. No sentía la presencia de los Guardianes. Y, lo más inquietante… no sentía a Ainz-sama.

    Sus labios se curvaron en una mueca casi imperceptible.

    —Qué extraño... ¿Acaso este mundo ha osado separarme de Su Excelencia?—

    susurró, su voz como miel venenosa.

    Cerró los ojos, extendiendo sus sentidos demoníacos. El maná de aquel lugar era denso, primitivo, sin control. Podría moldearlo. Podría gobernarlo.

    Ajustó su armadura negra, el oro incrustado brillando con la última luz del crepúsculo.

    —Entonces… si no puedo encontrarlo todavía… haré de este mundo un templo para cuando Él llegue.

    Un brillo maligno cruzó su mirada.
    Sus alas se abrieron de par en par, bañadas por la luna.

    —Que tiemblen los reyes, que se arrodillen los magos…
    Porque donde yo piso, Ainz Ooal Gown reina.

    Y con una sonrisa serena
    demasiado dulce para no ser peligrosa, Albedo dio su primer paso en el nuevo mundo.
    El comienzo de una nueva conquista.
    El nacimiento de un culto.
    El eco de un amor imposible… que ni los universos podían contener.
    “Descenso de la Guardiana Suprema” El aire olía a tierra mojada y a magia antigua. Un resplandor rasgó el cielo una grieta que parecía una herida en el espacio mismo. y de ella emergió una silueta envuelta en oscuridad y alas blancas como la luna. Albedo descendió con la gracia de una diosa caída, el batir de sus alas levantando una tormenta de polvo dorado. Su mirada, ámbar y profunda, recorrió el extraño paisaje ante ella. No era Nazarick. No sentía la presencia de los Guardianes. Y, lo más inquietante… no sentía a Ainz-sama. Sus labios se curvaron en una mueca casi imperceptible. —Qué extraño... ¿Acaso este mundo ha osado separarme de Su Excelencia?— susurró, su voz como miel venenosa. Cerró los ojos, extendiendo sus sentidos demoníacos. El maná de aquel lugar era denso, primitivo, sin control. Podría moldearlo. Podría gobernarlo. Ajustó su armadura negra, el oro incrustado brillando con la última luz del crepúsculo. —Entonces… si no puedo encontrarlo todavía… haré de este mundo un templo para cuando Él llegue. Un brillo maligno cruzó su mirada. Sus alas se abrieron de par en par, bañadas por la luna. —Que tiemblen los reyes, que se arrodillen los magos… Porque donde yo piso, Ainz Ooal Gown reina. Y con una sonrisa serena demasiado dulce para no ser peligrosa, Albedo dio su primer paso en el nuevo mundo. El comienzo de una nueva conquista. El nacimiento de un culto. El eco de un amor imposible… que ni los universos podían contener.
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  • — No estoy ebria, escúchame. A veces quisiera perder todo rastro de sentido humano. Sin ambición, sin juzgar, sin depender de emociones para subsistir.
    Quisiera perderme en la mente de otra persona y...dejar que sus pensamientos me arrastren lejos de los míos. Ser un eco, una sombra que no siente ni recuerda. —

    Parecía que la escuchaban, pero no le entendían.
    — No estoy ebria, escúchame. A veces quisiera perder todo rastro de sentido humano. Sin ambición, sin juzgar, sin depender de emociones para subsistir. Quisiera perderme en la mente de otra persona y...dejar que sus pensamientos me arrastren lejos de los míos. Ser un eco, una sombra que no siente ni recuerda. — Parecía que la escuchaban, pero no le entendían.
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  • ☆☆“El hilo del destino”☆☆

    La noche había sido larga, silenciosa… pero cuando por fin el sueño la alcanzó, no fue el descanso lo que la envolvió, sino algo más profundo.
    Un susurro antiguo, una melodía que parecía venir de dentro de su propio corazón.

    Eliana se encontraba en un lugar sin tiempo.
    Un cielo teñido de violeta y oro se extendía sobre ella, y bajo sus pies no había tierra, sino una superficie líquida y transparente que reflejaba cada emoción.
    La brisa olía a calma, pero también a peligro, a esa atracción innegable que uno siente cuando se aproxima demasiado al fuego sabiendo que va a arder.

    Y entonces lo vio.

    Darkus.

    De pie, a unos pasos, observándola con esos ojos que parecían leer cada pensamiento, cada duda que ella intentaba ocultar.
    No dijo nada, pero su presencia bastó para hacer vibrar el aire.
    Entre ambos, un hilo rojo se tensaba, delgado como un suspiro, brillante como la sangre en el amanecer.

    Eliana bajó la mirada. El hilo nacía de su dedo meñique… y seguía hacia él, envolviendo sus manos, trepando entre sus dedos, uniéndolos.
    Cada movimiento suyo hacía brillar ese lazo etéreo, como si el destino mismo celebrara aquel contacto.

    —¿Por qué… estás aquí? —preguntó ella, con voz quebrada.
    Darkus dio un paso hacia adelante, su sombra cubriendo la distancia entre ambos.

    —Porque tú me llamaste —respondió, y su voz no era solo sonido; era promesa, era eco, era fuego.

    Eliana quiso negarlo, quiso pensar que era solo un sueño, pero cuando él extendió su mano, su cuerpo se movió solo.
    Sus dedos se encontraron en medio del aire, y el hilo se encendió con una luz cálida.
    El toque fue leve, pero suficiente para que el mundo temblara.
    Y en ese temblor, algo dentro de ella se reconoció.

    Las imágenes se fundieron en un torbellino:
    Sus almas girando, las manos entrelazadas, los hilos multiplicándose hasta envolverlos por completo, entrelazando su destino como raíces antiguas.
    No había dolor ni miedo, solo una certeza silenciosa que latía con cada respiración compartida.

    Él la miró con esa calma que siempre la desconcertaba, pero ahora no había distancia, ni juicios, ni barreras.
    Solo la verdad que ambos habían evitado:
    Eliana lo amaba.
    Y en lo más profundo, sabía que él la había sentido desde mucho antes.

    —Esto no puede ser… —susurró, aunque su voz sonaba más como una plegaria que una protesta.
    Darkus sonrió, esa sonrisa casi imperceptible que decía más que mil palabras.

    —No puedes luchar contra lo que ya fue escrito —respondió, acercando su frente a la de ella.
    El contacto los envolvió en luz.
    Todo a su alrededor se disolvía: el cielo, el suelo, incluso el aire… solo quedaban ellos, atados por ese hilo invisible.

    Eliana sintió el pulso de su corazón mezclarse con el de él.
    El hilo se volvió dorado.
    Y en ese instante comprendió: no era solo amor, era decreto.
    Un lazo forjado antes de nacer, sellado entre sombras y destinos cruzados.

    El sueño empezó a desvanecerse lentamente, arrastrando la calidez de su tacto, la voz de Darkus, su mirada…
    Pero incluso al despertar, aún podía sentir el hilo enredado entre sus dedos, como si el universo mismo se negara a soltarla.

    Abrió los ojos en su habitación, el amanecer filtrándose por la ventana.
    Su respiración estaba agitada, y su corazón, demasiado consciente.
    Miró sus manos… vacías, pero extrañamente pesadas.

    Un susurro resonó en su mente, casi inaudible, casi una caricia:

    > “El destino no se elige, Eliana. Solo se recuerda.”



    Y con un estremecimiento, comprendió que lo suyo con Darkus no era casualidad.
    Era el principio de algo que ni siquiera el tiempo podría romper.

    Darküs Volkøv
    ☆☆“El hilo del destino”☆☆ La noche había sido larga, silenciosa… pero cuando por fin el sueño la alcanzó, no fue el descanso lo que la envolvió, sino algo más profundo. Un susurro antiguo, una melodía que parecía venir de dentro de su propio corazón. Eliana se encontraba en un lugar sin tiempo. Un cielo teñido de violeta y oro se extendía sobre ella, y bajo sus pies no había tierra, sino una superficie líquida y transparente que reflejaba cada emoción. La brisa olía a calma, pero también a peligro, a esa atracción innegable que uno siente cuando se aproxima demasiado al fuego sabiendo que va a arder. Y entonces lo vio. Darkus. De pie, a unos pasos, observándola con esos ojos que parecían leer cada pensamiento, cada duda que ella intentaba ocultar. No dijo nada, pero su presencia bastó para hacer vibrar el aire. Entre ambos, un hilo rojo se tensaba, delgado como un suspiro, brillante como la sangre en el amanecer. Eliana bajó la mirada. El hilo nacía de su dedo meñique… y seguía hacia él, envolviendo sus manos, trepando entre sus dedos, uniéndolos. Cada movimiento suyo hacía brillar ese lazo etéreo, como si el destino mismo celebrara aquel contacto. —¿Por qué… estás aquí? —preguntó ella, con voz quebrada. Darkus dio un paso hacia adelante, su sombra cubriendo la distancia entre ambos. —Porque tú me llamaste —respondió, y su voz no era solo sonido; era promesa, era eco, era fuego. Eliana quiso negarlo, quiso pensar que era solo un sueño, pero cuando él extendió su mano, su cuerpo se movió solo. Sus dedos se encontraron en medio del aire, y el hilo se encendió con una luz cálida. El toque fue leve, pero suficiente para que el mundo temblara. Y en ese temblor, algo dentro de ella se reconoció. Las imágenes se fundieron en un torbellino: Sus almas girando, las manos entrelazadas, los hilos multiplicándose hasta envolverlos por completo, entrelazando su destino como raíces antiguas. No había dolor ni miedo, solo una certeza silenciosa que latía con cada respiración compartida. Él la miró con esa calma que siempre la desconcertaba, pero ahora no había distancia, ni juicios, ni barreras. Solo la verdad que ambos habían evitado: Eliana lo amaba. Y en lo más profundo, sabía que él la había sentido desde mucho antes. —Esto no puede ser… —susurró, aunque su voz sonaba más como una plegaria que una protesta. Darkus sonrió, esa sonrisa casi imperceptible que decía más que mil palabras. —No puedes luchar contra lo que ya fue escrito —respondió, acercando su frente a la de ella. El contacto los envolvió en luz. Todo a su alrededor se disolvía: el cielo, el suelo, incluso el aire… solo quedaban ellos, atados por ese hilo invisible. Eliana sintió el pulso de su corazón mezclarse con el de él. El hilo se volvió dorado. Y en ese instante comprendió: no era solo amor, era decreto. Un lazo forjado antes de nacer, sellado entre sombras y destinos cruzados. El sueño empezó a desvanecerse lentamente, arrastrando la calidez de su tacto, la voz de Darkus, su mirada… Pero incluso al despertar, aún podía sentir el hilo enredado entre sus dedos, como si el universo mismo se negara a soltarla. Abrió los ojos en su habitación, el amanecer filtrándose por la ventana. Su respiración estaba agitada, y su corazón, demasiado consciente. Miró sus manos… vacías, pero extrañamente pesadas. Un susurro resonó en su mente, casi inaudible, casi una caricia: > “El destino no se elige, Eliana. Solo se recuerda.” Y con un estremecimiento, comprendió que lo suyo con Darkus no era casualidad. Era el principio de algo que ni siquiera el tiempo podría romper. [Darkus]
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  • Entre la vida y la muerte
    Fandom Universo Propio
    Categoría Aventura
    Tras un accidente os encontráis en una situación de vulnerabilidad, tendidos en una cama.

    Es entonces cuando una silueta con un hacha de dos manos entra en esa misma habitación, parece estar buscando algo ignorandoos completamente, pero al notar que le miráis se gira a vosotros, se acerca alzando su hacha con la intención de asesinaros...y justo cuando cerráis los ojos por desesperación notas una sensación extraña, cuando abrís los ojos veis como el hacha está atravesando vuestro cuerpo.

    Aquella silueta se presenta mejor en una forma de una persona con máscara riendo, "¡Sabía que me veías!" dijo gritando a pleno pulmón, "tranquilo, no has muerto, precisamente por eso estoy aquí, la vida se a aferrado a ti, no era tu hora pero...¿Por qué habrá ocurrido esto?" dijo muy curioso observandoos con cautela y listo para descubrir por qué no habéis muerto, ¿quién será este hombre? ¿estáis vivos realmente? ¿que acaba de pasar con el hacha hace un momento? ¡descúbrelo en esta gran aventura!
    Tras un accidente os encontráis en una situación de vulnerabilidad, tendidos en una cama. Es entonces cuando una silueta con un hacha de dos manos entra en esa misma habitación, parece estar buscando algo ignorandoos completamente, pero al notar que le miráis se gira a vosotros, se acerca alzando su hacha con la intención de asesinaros...y justo cuando cerráis los ojos por desesperación notas una sensación extraña, cuando abrís los ojos veis como el hacha está atravesando vuestro cuerpo. Aquella silueta se presenta mejor en una forma de una persona con máscara riendo, "¡Sabía que me veías!" dijo gritando a pleno pulmón, "tranquilo, no has muerto, precisamente por eso estoy aquí, la vida se a aferrado a ti, no era tu hora pero...¿Por qué habrá ocurrido esto?" dijo muy curioso observandoos con cautela y listo para descubrir por qué no habéis muerto, ¿quién será este hombre? ¿estáis vivos realmente? ¿que acaba de pasar con el hacha hace un momento? ¡descúbrelo en esta gran aventura!
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  • La sala estaba envuelta en penumbra, solo iluminada por los haces de luz que se filtraban entre las grietas del techo. El aire olía a hierro y silencio. En el centro, sobre un trono de piedra tallada, Katarina reposaba como una reina sin corona, pero con más poder que cualquier monarca.

    Sus dagas descansaban en sus manos, girando lentamente entre sus dedos como si fueran una extensión de su pensamiento. Una sonrisa apenas perceptible se dibujaba en sus labios, esa que anuncia peligro antes de que la sangre toque el suelo.

    Había vuelto de otra misión, una más que terminaba con precisión quirúrgica. Y, aunque su cuerpo pedía descanso, su mente seguía despierta, analizando, recordando, esperando. Los enemigos podían esconderse, pero nunca escapar del filo que ella servía con devoción.

    La mirada de Katarina, fría y calculada, se perdió por un instante en el vacío de la habitación. No había gloria en la muerte, ni redención en la sangre. Solo la certeza de que, mientras ella respirara, el nombre Du Couteau seguiría siendo temido.

    Con un leve movimiento, se incorporó, dejando que la luz acariciara su cabello carmesí. Las dagas brillaron, reflejando su resolución.
    —Aún quedan nombres en la lista —susurró.
    La sala estaba envuelta en penumbra, solo iluminada por los haces de luz que se filtraban entre las grietas del techo. El aire olía a hierro y silencio. En el centro, sobre un trono de piedra tallada, Katarina reposaba como una reina sin corona, pero con más poder que cualquier monarca. Sus dagas descansaban en sus manos, girando lentamente entre sus dedos como si fueran una extensión de su pensamiento. Una sonrisa apenas perceptible se dibujaba en sus labios, esa que anuncia peligro antes de que la sangre toque el suelo. Había vuelto de otra misión, una más que terminaba con precisión quirúrgica. Y, aunque su cuerpo pedía descanso, su mente seguía despierta, analizando, recordando, esperando. Los enemigos podían esconderse, pero nunca escapar del filo que ella servía con devoción. La mirada de Katarina, fría y calculada, se perdió por un instante en el vacío de la habitación. No había gloria en la muerte, ni redención en la sangre. Solo la certeza de que, mientras ella respirara, el nombre Du Couteau seguiría siendo temido. Con un leve movimiento, se incorporó, dejando que la luz acariciara su cabello carmesí. Las dagas brillaron, reflejando su resolución. —Aún quedan nombres en la lista —susurró.
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  • -Heh… ¡Oh, sí… esto… esto es ciencia pura!
    ¿Dormir? ¿Comer? ¿Quién necesita eso cuando estás a punto de trascender los límites del entendimiento equino?

    *ríe, tosiendo un poco mientras se limpia la nariz ensangrentada*

    -Solo un pequeño efecto secundario… insignificante.

    -¡Mi cuerpo está perfectamente funcional! …Creo.
    La fórmula número 87 finalmente alcanzó un porcentaje de éxito del 0.2%…
    ¡Eso es un progreso monumental, comparado con el -3% de ayer!

    *alza el tubo de ensayo tembloroso, el líquido burbujea peligrosamente*

    -He aquí la frontera del conocimiento, el punto donde la razón titubea…
    y Tachyon da un paso más allá.


    -Heh… ¡Oh, sí… esto… esto es ciencia pura! ¿Dormir? ¿Comer? ¿Quién necesita eso cuando estás a punto de trascender los límites del entendimiento equino? *ríe, tosiendo un poco mientras se limpia la nariz ensangrentada* -Solo un pequeño efecto secundario… insignificante. -¡Mi cuerpo está perfectamente funcional! …Creo. La fórmula número 87 finalmente alcanzó un porcentaje de éxito del 0.2%… ¡Eso es un progreso monumental, comparado con el -3% de ayer! *alza el tubo de ensayo tembloroso, el líquido burbujea peligrosamente* -He aquí la frontera del conocimiento, el punto donde la razón titubea… y Tachyon da un paso más allá.
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  • ˖ ݁𖥔. ݁ . 𝑬𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒓𝒊𝒐 𝒅𝒆 𝑺𝒄𝒂𝒓𝒍𝒆𝒕𝒕 . ݁.𖥔 ݁ ˖

    𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑰𝑰: 𝑳𝒂𝒔 𝑪𝒂𝒅𝒆𝒏𝒂𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝑳𝒖𝒋𝒐

    Querido diario…

    Hoy he comprendido que no todas las jaulas son de hierro… algunas son de oro, cubiertas de terciopelo y perfumadas con rosas


    En esta casa, el futuro no se elige: se dicta.

    
Cada uno de nosotros tiene un destino cuidadosamente bordado por las manos de mis padres, como si fuéramos piezas en un tapiz que debe mantenerse perfecto, sin hilos fuera de lugar.

    Luca, mi hermano mayor, se casará con la princesa Enyadres de Bélgica.
    Una unión estratégica, dicen.
    La combinación ideal entre el poder de la vieja nobleza italiana y la elegancia de una corona europea.
    Él no protestó.
    Nunca lo hace.

    Sus ojos grises no revelan emoción alguna, pero cada vez que la mencionan, su mandíbula se tensa.

    Yo lo noto.
    Siempre lo noto.

    Adriano, en cambio, se unirá a la princesa Amara de Grecia, una mujer de belleza exótica y sonrisa disciplinada.
    Él finge estar complacido, incluso bromea sobre ello, pero sus manos tiemblan cuando piensa que, al decir “sí”, estará enterrando la libertad que tanto ama.

    Giulia, la joya más preciada de mi madre, sellará su futuro con el Duque Lorenzo di Castellano, un hombre doce años mayor que ella. Un matrimonio de conveniencia, disfrazado de elegancia.

    Dicen que juntos representarán el renacer de la aristocracia italiana.
    A veces veo a Giulia mirarse al espejo por horas, inmóvil, como si tratara de reconocer a la mujer que el destino le impuso ser.

    Y yo…

    Mi futuro también está escrito.
Desde que era niña, he escuchado su nombre en los labios de mis padres, como una profecía que debía cumplirse: el príncipe Nikolai Romanov de Rusia.
    
El más admirado y temido entre los herederos de la nueva nobleza.

    Dicen que su mirada puede congelar la sangre, y que su sonrisa es tan peligrosa como la corona que heredará algún día.

    A los catorce, me dijeron que sería su prometida cuando cumpliera la mayoría de edad.
    
A los quince, me explicaron que mi unión con él no solo uniría dos linajes, sino que también aseguraría la inmortalidad del apellido Moretti.

    Pero nadie me preguntó si quería ser inmortal.

    No quiero un palacio en San Petersburgo ni un trono de invierno.
    
No quiero joyas que brillen más que mi risa ni vestidos tan pesados que ahoguen mi respiración.

    
Quiero… respirar sin permiso.

    Quiero caminar sin que me sigan los pasos del deber.
    Quiero vivir una vida que me pertenezca.

    Esta noche he decidido algo, querido diario.
No puedo seguir viviendo bajo el techo de quienes ya han decidido quién debo ser.
    
La perfección que tanto veneran es una prisión que no me deja existir.

    Mañana, cuando el reloj del vestíbulo marque las tres y trece —esa hora maldita que detiene el tiempo en esta casa—, haré lo que ninguna Moretti se ha atrevido jamás a hacer:

    romper mi destino.

    Quizá el mundo fuera de estas paredes sea cruel.
Quizá nadie recuerde mi nombre.
    
Pero prefiero eso a convertirme en una sombra elegante con un apellido brillante y un corazón vacío.

    Si algún día alguien encuentra estas páginas, quiero que sepa que yo, Scarlett Moretti, nací con un fuego que no puede ser contenido por el mármol ni por los lazos de sangre.

    Esta será la primera noche de mi libertad.




    O la última de mi nombre.



    — 𝑆𝑐𝑎𝑟𝑙𝑒𝑡𝑡 𝑀𝑜𝑟𝑒𝑡𝑡𝑖
    ˖ ݁𖥔. ݁ . 𝑬𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒓𝒊𝒐 𝒅𝒆 𝑺𝒄𝒂𝒓𝒍𝒆𝒕𝒕 . ݁.𖥔 ݁ ˖ 𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑰𝑰: 𝑳𝒂𝒔 𝑪𝒂𝒅𝒆𝒏𝒂𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝑳𝒖𝒋𝒐 Querido diario… Hoy he comprendido que no todas las jaulas son de hierro… algunas son de oro, cubiertas de terciopelo y perfumadas con rosas En esta casa, el futuro no se elige: se dicta. 
Cada uno de nosotros tiene un destino cuidadosamente bordado por las manos de mis padres, como si fuéramos piezas en un tapiz que debe mantenerse perfecto, sin hilos fuera de lugar. Luca, mi hermano mayor, se casará con la princesa Enyadres de Bélgica. Una unión estratégica, dicen. La combinación ideal entre el poder de la vieja nobleza italiana y la elegancia de una corona europea. Él no protestó. Nunca lo hace. Sus ojos grises no revelan emoción alguna, pero cada vez que la mencionan, su mandíbula se tensa. Yo lo noto. Siempre lo noto. Adriano, en cambio, se unirá a la princesa Amara de Grecia, una mujer de belleza exótica y sonrisa disciplinada. Él finge estar complacido, incluso bromea sobre ello, pero sus manos tiemblan cuando piensa que, al decir “sí”, estará enterrando la libertad que tanto ama. Giulia, la joya más preciada de mi madre, sellará su futuro con el Duque Lorenzo di Castellano, un hombre doce años mayor que ella. Un matrimonio de conveniencia, disfrazado de elegancia. Dicen que juntos representarán el renacer de la aristocracia italiana. A veces veo a Giulia mirarse al espejo por horas, inmóvil, como si tratara de reconocer a la mujer que el destino le impuso ser. Y yo… Mi futuro también está escrito.
Desde que era niña, he escuchado su nombre en los labios de mis padres, como una profecía que debía cumplirse: el príncipe Nikolai Romanov de Rusia. 
El más admirado y temido entre los herederos de la nueva nobleza. Dicen que su mirada puede congelar la sangre, y que su sonrisa es tan peligrosa como la corona que heredará algún día.
 A los catorce, me dijeron que sería su prometida cuando cumpliera la mayoría de edad. 
A los quince, me explicaron que mi unión con él no solo uniría dos linajes, sino que también aseguraría la inmortalidad del apellido Moretti. Pero nadie me preguntó si quería ser inmortal. No quiero un palacio en San Petersburgo ni un trono de invierno. 
No quiero joyas que brillen más que mi risa ni vestidos tan pesados que ahoguen mi respiración. 
Quiero… respirar sin permiso. Quiero caminar sin que me sigan los pasos del deber. Quiero vivir una vida que me pertenezca. Esta noche he decidido algo, querido diario.
No puedo seguir viviendo bajo el techo de quienes ya han decidido quién debo ser. 
La perfección que tanto veneran es una prisión que no me deja existir. Mañana, cuando el reloj del vestíbulo marque las tres y trece —esa hora maldita que detiene el tiempo en esta casa—, haré lo que ninguna Moretti se ha atrevido jamás a hacer: romper mi destino. Quizá el mundo fuera de estas paredes sea cruel.
Quizá nadie recuerde mi nombre. 
Pero prefiero eso a convertirme en una sombra elegante con un apellido brillante y un corazón vacío. Si algún día alguien encuentra estas páginas, quiero que sepa que yo, Scarlett Moretti, nací con un fuego que no puede ser contenido por el mármol ni por los lazos de sangre. Esta será la primera noche de mi libertad.
 O la última de mi nombre. — 𝑆𝑐𝑎𝑟𝑙𝑒𝑡𝑡 𝑀𝑜𝑟𝑒𝑡𝑡𝑖
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  • 𝐄staba disfrutando de la brisa matutina del otoño, esa que parece calmar cualquier alma atormentada. El sonido de las hojas secas desprendiéndose de sus tallos, arrastradas por la danza caprichosa del viento, le pareció un bucle melancólico. Caían en espirales juguetones, rendidas al vaivén del aire, sin saber dónde reposarían al final de su breve vuelo.

    𝐏ensó entonces en lo parecida que era su vida a ese ciclo: un giro constante entre el desprenderse y el volver a caer. Cerró los ojos, dejando que un suspiro leve escapara de sus labios, buscando calmar el enredo de pensamientos que su mente tejía sin descanso.

    𝐅ue entonces cuando un maullido quebró el silencio de su contemplación. Abrió los ojos, y al ver al pequeño gato mirándola con inocencia, una sonrisa cálida se dibujó en su rostro.

    — 𝐎h… buenos días a ti también —dijo con ternura—. Déjame adivinar… ¿tienes hambre?

    𝐄l minino respondió con un maullido dulce, como si realmente entendiera cada palabra que le decía, y en ese instante, la quietud del amanecer pareció volverse un poco más amable.
    𝐄staba disfrutando de la brisa matutina del otoño, esa que parece calmar cualquier alma atormentada. El sonido de las hojas secas desprendiéndose de sus tallos, arrastradas por la danza caprichosa del viento, le pareció un bucle melancólico. Caían en espirales juguetones, rendidas al vaivén del aire, sin saber dónde reposarían al final de su breve vuelo. 𝐏ensó entonces en lo parecida que era su vida a ese ciclo: un giro constante entre el desprenderse y el volver a caer. Cerró los ojos, dejando que un suspiro leve escapara de sus labios, buscando calmar el enredo de pensamientos que su mente tejía sin descanso. 𝐅ue entonces cuando un maullido quebró el silencio de su contemplación. Abrió los ojos, y al ver al pequeño gato mirándola con inocencia, una sonrisa cálida se dibujó en su rostro. — 𝐎h… buenos días a ti también —dijo con ternura—. Déjame adivinar… ¿tienes hambre? 𝐄l minino respondió con un maullido dulce, como si realmente entendiera cada palabra que le decía, y en ese instante, la quietud del amanecer pareció volverse un poco más amable.
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