• ⸻Observen con cuidado. A menudo se habla del olvido como un bálsamo, una liberación del peso del pasado. Pero esa es una visión parcial, casi ingenua. En su esencia más profunda, el olvido no conduce a la desesperación; el olvido es la desesperación misma.

    ⸻¿Por qué? Simple. Somos nuestra memoria. La identidad, el sentido de propósito, la conexión con otros y con nosotros mismos… todo se teje con los hilos del recuerdo. La memoria nos da contexto, nos da historia, nos da un ser.

    ⸻El olvido, entonces, no es solo perder detalles. Es la desintegración de esa estructura. Es el borrado sistemático del mapa que nos orienta. Cuando olvidas quién fuiste, qué amaste, qué te hirió y qué aprendiste, ¿qué queda? Queda un vacío. Un presente desconectado, flotando sin ancla. Y esa deriva sin sentido, esa ausencia de significado… eso es, precisamente, la desesperación en estado puro.

    ⸻Y aquí la clave: es inevitable. No es una tragedia personal evitable, es la condición inherente a la existencia finita. El tiempo erosiona, la mente es falible, las conexiones se desvanecen. La lucha por recordar es constante, pero la tendencia natural es hacia la disolución, hacia el olvido. Tarde o temprano, la niebla avanza.

    ⸻Por eso, la desesperación fundamental no reside en el sufrimiento recordado, sino en la nada que impone el olvido. Es la certeza de que todo lo que nos define está destinado a desvanecerse, no solo de la mente de otros, sino de la nuestra propia. Es la comprensión de que al final, solo queda el silencio donde antes hubo una historia. Y esa es la forma más absoluta e inescapable de la desesperación: la que ni siquiera deja rastro de lo que se ha perdido. Es, simplemente, el fin del significado ¿No estas de acuerdo?


    Hablaba hacia los cádaveres de unas personas de un pueblo recondito de una selva los cuales fueron exterminados por un grupo de mercenarios. Un ejemplo vivido de lo que hablaba. Almas las cuales su existencia sera negada.
    ⸻Observen con cuidado. A menudo se habla del olvido como un bálsamo, una liberación del peso del pasado. Pero esa es una visión parcial, casi ingenua. En su esencia más profunda, el olvido no conduce a la desesperación; el olvido es la desesperación misma. ⸻¿Por qué? Simple. Somos nuestra memoria. La identidad, el sentido de propósito, la conexión con otros y con nosotros mismos… todo se teje con los hilos del recuerdo. La memoria nos da contexto, nos da historia, nos da un ser. ⸻El olvido, entonces, no es solo perder detalles. Es la desintegración de esa estructura. Es el borrado sistemático del mapa que nos orienta. Cuando olvidas quién fuiste, qué amaste, qué te hirió y qué aprendiste, ¿qué queda? Queda un vacío. Un presente desconectado, flotando sin ancla. Y esa deriva sin sentido, esa ausencia de significado… eso es, precisamente, la desesperación en estado puro. ⸻Y aquí la clave: es inevitable. No es una tragedia personal evitable, es la condición inherente a la existencia finita. El tiempo erosiona, la mente es falible, las conexiones se desvanecen. La lucha por recordar es constante, pero la tendencia natural es hacia la disolución, hacia el olvido. Tarde o temprano, la niebla avanza. ⸻Por eso, la desesperación fundamental no reside en el sufrimiento recordado, sino en la nada que impone el olvido. Es la certeza de que todo lo que nos define está destinado a desvanecerse, no solo de la mente de otros, sino de la nuestra propia. Es la comprensión de que al final, solo queda el silencio donde antes hubo una historia. Y esa es la forma más absoluta e inescapable de la desesperación: la que ni siquiera deja rastro de lo que se ha perdido. Es, simplemente, el fin del significado ¿No estas de acuerdo? Hablaba hacia los cádaveres de unas personas de un pueblo recondito de una selva los cuales fueron exterminados por un grupo de mercenarios. Un ejemplo vivido de lo que hablaba. Almas las cuales su existencia sera negada.
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  • La venganza es tan seductora y celosa. No deja que mis pensamientos los ocupe otro persona o sentimiento.
    La venganza es tan seductora y celosa. No deja que mis pensamientos los ocupe otro persona o sentimiento.
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  • Eclipse Conjurado

    Fondo Musical:

    https://www.youtube.com/watch?v=H0vMGJXtTLc

    Emblemático, supremo, tan dadivoso que hasta las golondrinas podían sentirlo relucir de entre todos los entramados. Se mueve como una oruga, ondulante y de presteza acérrima; quién sino como en el cómo equilibrar la grandeza de su ensoñación. Eleva la crucialita de la aurora boreal de su rostro. Las gotas de sus cuencas, de vestimenta de bruna osadía, hieden a incienso y candores incorruptos. La rueda del tiempo cabalga sobre su pelvis, corrompida por los laureles que arropan la estructura de su corporeidad.

    Esa tan ajena a lo casual de las bestias y estrellas, sangre y altares que forman los aromas de su cuerpo.

    Se persigna, se persigna, se persigna. Sus treinta y tres extremidades hacen el amor con la anatomía de esa nieve lluvia, garganta, espalda, mano y sien que son sometidas a la tortura de sus ecos nacientes. Cercenadas sus primeras almas decaen en el pozo del purgatorio, como una cascada sobre el embrollo de sus versales, de tan crecientes crisálidas indistintas de parir a la villanía de sus pensamientos: venideros de su imaginación.

    Ondula, rasga, acalla su mudez. Muge, ladra, bala y su voz no perfora la pared de hierro, porque los cordeles del eclipse que lo ha reclamado como suyo, cala por sus huesos. Los clavos de la esclavitud con la que lo han condenado enciende la llamada de a los más santos soñadores.

    Frialdad inevitable, gala presea que degüella la profundidad de sus espejismos.

    Trocean los más inmolados la veintena de sus dedos; quedan otras docenas más por las que repartir entre las crías que escudan sus amainadas promesas. Crecen sus alabeos de desideratas. Decrecen sus solfeos de liras labradas con huesos de sus costillas.

    Dignifican el conjuro sobre el mural del teatro en el que representa la buena obra por la que ha arribado al equilibrio de ese planeta corrompido por sendos exterminios. Es un príncipe o una princesa, no se sabe cuál, a la espera de su propio yo. Corrompida su doblegues de premura acaudala; los primeros ritos, segundos compases, terceros valses provocan el emerger del coseno de su madre en el centro de las entrañas del mismísimo regente amanecido.

    Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne.

    Equilibrio del conjurado que sostiene el machete sobre la bilis que ensucia sus labiales y el tronco de su garganta. Muge, ladra y bala con la espesura de un rosal, al instante en que encalla en las orillas. Le reciben con la locura anunciada a sus abismos de emancipación. Con canela desdobla los puntos de la playa. Crea y ejecuta empinadas obras maestras.

    Chocan y vibran, vibran y chocan en el terrario donde las mariposas son depuestas en frascos que encierran a sus deseos. Su garganta es cercenada y el manantial decae de entre el clamor de la comedia, que se luce en su ser con inevitables capacidades de ser riego de mantos y otros conjuros, que en la aldea se pueden sopesar como una buena nueva para los más propensos a ser nacimiento de esperanza.

    Gracia de lunares, en Fa sostenida. Equilibrio de pastizales sobre el puente de mis mejillas. Tersura de rostros, soy un príncipe de sueños. Un Ángel clandestino en tiempo de obsidianas. Maltrecho de corazón, ruego por nosotros en este orfanatorio de poetas muertos. Quien a la causa ennoblece sus extremidades, las junta con un entramado de prismas.

    Un sollozo de espinas renace de entre sus piernas. Muge, ladra y bala y la música sostiene el terror de su mente, la que te imagina con tu manzana dorada en el contraes del arrullo de tus labios. Arrullas a los gritos de otros prisioneros que se decapitan a sí mismos, con malsana y crudezas agallas.

    El eclipse que anuncia la prontitud de la mortandad, es una vez y sólo una vez, de amalgamas de otros tantos afluentes de libertad. De santos aparecidos. De santos cercenados. De otros tantos que se dan las manos en amaestra hambruna y que hacen el amor para romper la maldición de valles de crisantemos y cardenales de plata.
    Eclipse Conjurado Fondo Musical: https://www.youtube.com/watch?v=H0vMGJXtTLc Emblemático, supremo, tan dadivoso que hasta las golondrinas podían sentirlo relucir de entre todos los entramados. Se mueve como una oruga, ondulante y de presteza acérrima; quién sino como en el cómo equilibrar la grandeza de su ensoñación. Eleva la crucialita de la aurora boreal de su rostro. Las gotas de sus cuencas, de vestimenta de bruna osadía, hieden a incienso y candores incorruptos. La rueda del tiempo cabalga sobre su pelvis, corrompida por los laureles que arropan la estructura de su corporeidad. Esa tan ajena a lo casual de las bestias y estrellas, sangre y altares que forman los aromas de su cuerpo. Se persigna, se persigna, se persigna. Sus treinta y tres extremidades hacen el amor con la anatomía de esa nieve lluvia, garganta, espalda, mano y sien que son sometidas a la tortura de sus ecos nacientes. Cercenadas sus primeras almas decaen en el pozo del purgatorio, como una cascada sobre el embrollo de sus versales, de tan crecientes crisálidas indistintas de parir a la villanía de sus pensamientos: venideros de su imaginación. Ondula, rasga, acalla su mudez. Muge, ladra, bala y su voz no perfora la pared de hierro, porque los cordeles del eclipse que lo ha reclamado como suyo, cala por sus huesos. Los clavos de la esclavitud con la que lo han condenado enciende la llamada de a los más santos soñadores. Frialdad inevitable, gala presea que degüella la profundidad de sus espejismos. Trocean los más inmolados la veintena de sus dedos; quedan otras docenas más por las que repartir entre las crías que escudan sus amainadas promesas. Crecen sus alabeos de desideratas. Decrecen sus solfeos de liras labradas con huesos de sus costillas. Dignifican el conjuro sobre el mural del teatro en el que representa la buena obra por la que ha arribado al equilibrio de ese planeta corrompido por sendos exterminios. Es un príncipe o una princesa, no se sabe cuál, a la espera de su propio yo. Corrompida su doblegues de premura acaudala; los primeros ritos, segundos compases, terceros valses provocan el emerger del coseno de su madre en el centro de las entrañas del mismísimo regente amanecido. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Equilibrio del conjurado que sostiene el machete sobre la bilis que ensucia sus labiales y el tronco de su garganta. Muge, ladra y bala con la espesura de un rosal, al instante en que encalla en las orillas. Le reciben con la locura anunciada a sus abismos de emancipación. Con canela desdobla los puntos de la playa. Crea y ejecuta empinadas obras maestras. Chocan y vibran, vibran y chocan en el terrario donde las mariposas son depuestas en frascos que encierran a sus deseos. Su garganta es cercenada y el manantial decae de entre el clamor de la comedia, que se luce en su ser con inevitables capacidades de ser riego de mantos y otros conjuros, que en la aldea se pueden sopesar como una buena nueva para los más propensos a ser nacimiento de esperanza. Gracia de lunares, en Fa sostenida. Equilibrio de pastizales sobre el puente de mis mejillas. Tersura de rostros, soy un príncipe de sueños. Un Ángel clandestino en tiempo de obsidianas. Maltrecho de corazón, ruego por nosotros en este orfanatorio de poetas muertos. Quien a la causa ennoblece sus extremidades, las junta con un entramado de prismas. Un sollozo de espinas renace de entre sus piernas. Muge, ladra y bala y la música sostiene el terror de su mente, la que te imagina con tu manzana dorada en el contraes del arrullo de tus labios. Arrullas a los gritos de otros prisioneros que se decapitan a sí mismos, con malsana y crudezas agallas. El eclipse que anuncia la prontitud de la mortandad, es una vez y sólo una vez, de amalgamas de otros tantos afluentes de libertad. De santos aparecidos. De santos cercenados. De otros tantos que se dan las manos en amaestra hambruna y que hacen el amor para romper la maldición de valles de crisantemos y cardenales de plata.
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  • Apoyaba su mentón sobre su mano. Estaba perdida en sus pensamientos, no podía concentrase en su alrededor.

    Sentía su corazón preocupado, había hecho enojar al hombre que le gustaba, pero, ahora no sabía cómo arreglarlo.

    —Es la primera vez que me enamoro.
    Apoyaba su mentón sobre su mano. Estaba perdida en sus pensamientos, no podía concentrase en su alrededor. Sentía su corazón preocupado, había hecho enojar al hombre que le gustaba, pero, ahora no sabía cómo arreglarlo. —Es la primera vez que me enamoro.
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  • Mientras que para otros, la ausencia de la pareja significaba desenfreno, un respiro de la rutina, un escape fugaz hacia lo prohibido, para Takeo...
    También significaba un desenfreno, despues de todo, él mismo se llamaba un animal poco racional. Era una rebelión silenciosa, una transgresión cuidadosamente calculada, un acto de insubordinación contra su propia sensatez.

    Lejos de Ohime, lejos de ella y su mirada inquisitiva, de la dulzura que siempre lo anclaba a él a la realidad, Takeo se permitía soñar sin ataduras, sin la prudencia que solía regir sus días. Se convertía en presa fácil de sus impulsos más intensos, de esos deseos que hervían en su interior y que, por más que intentara ignorarlos, seguían tentándolo con una promesa. Sabía que era una locura, que no debía, que no podía… pero aún así, lo hacía, lo imaginaba dia y noche.

    Porque había algo irresistible en la clandestinidad de aquel pensamiento, en la emoción de sumergirse en un deseo oculto, uno que no se atrevía a confesarle a Ohime. Porque era un anhelo egoísta que temía no encontrar eco en su voz. No quería que ella lo juzgara, no quería que lo detuviera, no quería que le preguntara si estaba seguro. Porque no lo estaba. Y, al mismo tiempo, lo estaba más que nunca.

    Cada noche, en la soledad de su habitación, Takeo cerraba los ojos y se permitía imaginarlo: un refugio en medio del bullicio, un lugar donde pudiera estar más cerca de sin las limitaciones de la distancia. Un departamento en Tokio, elegante pero acogedor, donde cada rincón estuviera impregnado de su presencia.

    Era un pensamiento que le aceleraba el pulso, que lo hacía sentir vivo. Era el sabor embriagador de un secreto bien guardado. Era la emoción de un riesgo disfrazado de certeza, el vértigo de tomar una decisión, de anticiparse a su reacción, de apostar todo en una jugada impulsiva.

    Y sin embargo, en el fondo de su ser, Takeo sabía que no era un capricho pasajero. Sabía que, una vez que diera el paso, no habría vuelta atrás. Pero ¿acaso no era eso lo más emocionante de todo?

    Finalmente, lo hizo.

    Firmó los papeles~
    Ahora era el dueño de una casa muy cerca de la Tokio Tower.
    Recorrió cada habitación sintiendo cómo la realidad tomaba forma ante sus ojos. No se quedó solo en la compra; eligió cuidadosamente algunos de los muebles, los detalles que harían de aquel espacio un hogar. Un sofá cómodo donde pudieran acurrucarse, una mesa de madera donde compartir desayunos, estantes que esperaban ser llenados con sus libros y pequeños objetos que hablaran de ellos.

    Era solo el inicio, pero ya podían comenzar a vivir en él. Y cuando Ohime cruzara por primera vez aquella puerta, cuando viera lo que había hecho por ellos, Takeo sabría que todo, cada impulso, cada locura, había valido la pena.
    Mientras que para otros, la ausencia de la pareja significaba desenfreno, un respiro de la rutina, un escape fugaz hacia lo prohibido, para Takeo... También significaba un desenfreno, despues de todo, él mismo se llamaba un animal poco racional. Era una rebelión silenciosa, una transgresión cuidadosamente calculada, un acto de insubordinación contra su propia sensatez. Lejos de Ohime, lejos de ella y su mirada inquisitiva, de la dulzura que siempre lo anclaba a él a la realidad, Takeo se permitía soñar sin ataduras, sin la prudencia que solía regir sus días. Se convertía en presa fácil de sus impulsos más intensos, de esos deseos que hervían en su interior y que, por más que intentara ignorarlos, seguían tentándolo con una promesa. Sabía que era una locura, que no debía, que no podía… pero aún así, lo hacía, lo imaginaba dia y noche. Porque había algo irresistible en la clandestinidad de aquel pensamiento, en la emoción de sumergirse en un deseo oculto, uno que no se atrevía a confesarle a Ohime. Porque era un anhelo egoísta que temía no encontrar eco en su voz. No quería que ella lo juzgara, no quería que lo detuviera, no quería que le preguntara si estaba seguro. Porque no lo estaba. Y, al mismo tiempo, lo estaba más que nunca. Cada noche, en la soledad de su habitación, Takeo cerraba los ojos y se permitía imaginarlo: un refugio en medio del bullicio, un lugar donde pudiera estar más cerca de sin las limitaciones de la distancia. Un departamento en Tokio, elegante pero acogedor, donde cada rincón estuviera impregnado de su presencia. Era un pensamiento que le aceleraba el pulso, que lo hacía sentir vivo. Era el sabor embriagador de un secreto bien guardado. Era la emoción de un riesgo disfrazado de certeza, el vértigo de tomar una decisión, de anticiparse a su reacción, de apostar todo en una jugada impulsiva. Y sin embargo, en el fondo de su ser, Takeo sabía que no era un capricho pasajero. Sabía que, una vez que diera el paso, no habría vuelta atrás. Pero ¿acaso no era eso lo más emocionante de todo? Finalmente, lo hizo. Firmó los papeles~ Ahora era el dueño de una casa muy cerca de la Tokio Tower. Recorrió cada habitación sintiendo cómo la realidad tomaba forma ante sus ojos. No se quedó solo en la compra; eligió cuidadosamente algunos de los muebles, los detalles que harían de aquel espacio un hogar. Un sofá cómodo donde pudieran acurrucarse, una mesa de madera donde compartir desayunos, estantes que esperaban ser llenados con sus libros y pequeños objetos que hablaran de ellos. Era solo el inicio, pero ya podían comenzar a vivir en él. Y cuando Ohime cruzara por primera vez aquella puerta, cuando viera lo que había hecho por ellos, Takeo sabría que todo, cada impulso, cada locura, había valido la pena.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Se ve que ella no te trata bien
    A estas horas porque estás tan solo y no con ella
    Pa' qué sigues engañándote
    Si está claro que la idiota no te sabe ni querer
    Por lo que me cuentas
    No se ha dado cuenta que te va a perder
    Que ella no te complace
    Lo que no te hace yo lo puedo hacer
    Tú sufriendo teniéndome aquí
    Aprovecha que estoy frente a ti
    Si te falta alguien que juegue con tu cuerpo
    Esta noche si tú quieres yo me ofrezco
    Para eso y más
    Tú dímelo no más
    Si te falta alguien que sirva de pretexto
    Para que tú ya la dejes por completo
    Úsame y verás
    No te arrepentirás
    Conmigo no te va a faltar amor
    Y si te falta lo hacemos.
    Se ve que ella no te trata bien A estas horas porque estás tan solo y no con ella Pa' qué sigues engañándote Si está claro que la idiota no te sabe ni querer Por lo que me cuentas No se ha dado cuenta que te va a perder Que ella no te complace Lo que no te hace yo lo puedo hacer Tú sufriendo teniéndome aquí Aprovecha que estoy frente a ti Si te falta alguien que juegue con tu cuerpo Esta noche si tú quieres yo me ofrezco Para eso y más Tú dímelo no más Si te falta alguien que sirva de pretexto Para que tú ya la dejes por completo Úsame y verás No te arrepentirás Conmigo no te va a faltar amor Y si te falta lo hacemos.
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  • —Me escabulli saliendo del recinto abriendo un portal apareciendo en el barrio canibal entre en lo que fue la casa de rose mirando las cosas que me traían recuerdos—

    Hay amiga mía realmente aunque pasamos lo que pasamos aún te extraño ......sabes me hubiera gustado que me vieras y conocieras a mi retoño ya pronto nacerá espero y no te moleste que tome tu hogar aunque creo que dirías que soy bienvenido jajajajaja
    —Me escabulli saliendo del recinto abriendo un portal apareciendo en el barrio canibal entre en lo que fue la casa de rose mirando las cosas que me traían recuerdos— Hay amiga mía realmente aunque pasamos lo que pasamos aún te extraño ......sabes me hubiera gustado que me vieras y conocieras a mi retoño ya pronto nacerá espero y no te moleste que tome tu hogar aunque creo que dirías que soy bienvenido jajajajaja
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  • Aprovecho ese momento.
    Lo aprovecho como no tienes una idea.
    Porque a mi experiencia los detalles no duran, las cosas cambian, quizá evolucionan, pero no duran.
    Sé mis fallos, sé mis pensamientos, a veces veo el futuro, a veces es cierto que es muy incierto.
    Pero aprovecho ese momento, en el cual posiblemente no vuelvan, en el cual sé que no siempre duran, porque soy conciente que así como empiezan... También terminan.

    Aprovecho ese momento. Lo aprovecho como no tienes una idea. Porque a mi experiencia los detalles no duran, las cosas cambian, quizá evolucionan, pero no duran. Sé mis fallos, sé mis pensamientos, a veces veo el futuro, a veces es cierto que es muy incierto. Pero aprovecho ese momento, en el cual posiblemente no vuelvan, en el cual sé que no siempre duran, porque soy conciente que así como empiezan... También terminan.
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  • Solo la fría noche me acompaña, mis pensamientos invaden mi mente y mis huesos. El miedo me carcome por dentro mientras la espera me aniquila completamente.
    Solo la fría noche me acompaña, mis pensamientos invaden mi mente y mis huesos. El miedo me carcome por dentro mientras la espera me aniquila completamente.
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  • Robin se encontraba nuevamente en su habitación, con los brazos cruzados, mirando pensativa por la ventana. La luz de las estrellas caía suavemente sobre la mesa frente a ella, pero sus pensamientos no dejaban de girar en torno a Songster. La percepción que tenía de él, siempre tan serio y contenido, la hacía cuestionarse una y otra vez si su manera de ser, tan abierta y expresiva, estaba generando una presión innecesaria sobre él.

    Sabía que él sentía algo por ella. Podía verlo en los momentos fugaces en los que sus ojos se suavizaban cuando se cruzaban, en los gestos imperceptibles que hacía para protegerla, en la forma en que su atención nunca flaqueaba a pesar de su silencio. Pero cada vez que su propia expresión de afecto se hacía evidente—un toque en su brazo, una sonrisa que esperaba que llegara al fondo de su alma—ella no podía evitar preguntarse si realmente estaba haciendo lo correcto.

    ¿Estaba él sintiendo lo mismo, o le estaba presionando a corresponderle de una forma que no quería o no podía? Robin, siempre tan abierta y efusiva, a veces se preguntaba si su constante necesidad de cercanía lo incomodaba. ¿Se sentía él atrapado en su mar de emociones, incapaz de encontrar una salida sin herirla? A veces pensaba que quizás su falta de expresión, su aparente indiferencia, no era más que una barrera de protección, una forma de evitar que ella se acercara demasiado y lo desbordara con su cariño.

    La duda se anidaba en su corazón, inquietante. Robin quería que él supiera lo mucho que significaba para ella, pero ¿y si, en su intento de demostrarlo, lo estaba alejando más? No podía evitar sentirse insegura en esos momentos, temerosa de que su deseo de conexión, tan evidente y sincero, estuviera creando una distancia entre ellos en lugar de acercarlos.
    Robin se encontraba nuevamente en su habitación, con los brazos cruzados, mirando pensativa por la ventana. La luz de las estrellas caía suavemente sobre la mesa frente a ella, pero sus pensamientos no dejaban de girar en torno a Songster. La percepción que tenía de él, siempre tan serio y contenido, la hacía cuestionarse una y otra vez si su manera de ser, tan abierta y expresiva, estaba generando una presión innecesaria sobre él. Sabía que él sentía algo por ella. Podía verlo en los momentos fugaces en los que sus ojos se suavizaban cuando se cruzaban, en los gestos imperceptibles que hacía para protegerla, en la forma en que su atención nunca flaqueaba a pesar de su silencio. Pero cada vez que su propia expresión de afecto se hacía evidente—un toque en su brazo, una sonrisa que esperaba que llegara al fondo de su alma—ella no podía evitar preguntarse si realmente estaba haciendo lo correcto. ¿Estaba él sintiendo lo mismo, o le estaba presionando a corresponderle de una forma que no quería o no podía? Robin, siempre tan abierta y efusiva, a veces se preguntaba si su constante necesidad de cercanía lo incomodaba. ¿Se sentía él atrapado en su mar de emociones, incapaz de encontrar una salida sin herirla? A veces pensaba que quizás su falta de expresión, su aparente indiferencia, no era más que una barrera de protección, una forma de evitar que ella se acercara demasiado y lo desbordara con su cariño. La duda se anidaba en su corazón, inquietante. Robin quería que él supiera lo mucho que significaba para ella, pero ¿y si, en su intento de demostrarlo, lo estaba alejando más? No podía evitar sentirse insegura en esos momentos, temerosa de que su deseo de conexión, tan evidente y sincero, estuviera creando una distancia entre ellos en lugar de acercarlos.
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