Rol con:
𝐌𝐨𝐧𝐬𝐭𝐞𝐫
Era un día tranquilo, como de costumbre.
La noche llegó, y con ella lo hizo también el silencio. Ozen finalmente volvió a casa, pero no al hogar que tanto echaba de menos en Orth, por mucho que le costara admitirlo, sino a las mismas 4 paredes que la habían tenido encerrada durante todo su viaje.
Tantas personas nuevas. Tantas sonrisas ajenas... ¿Dónde estaba la sonrisa de Ozen?
Hundida en su pecho.
En una tumba en el abismo.
O puede, solo puede que siguiera por ahí. Carcomiendo el interior de Ozen, como siempre hizo.
La pérdida. El sentirse vacía se había vuelto algo normal para ella, pero... ¿Por qué?¿Acaso no lo había superado ya?¿Era Ozen realmente tan inamovible como la describían?
Una mente curtida, un corazón viejo. Ozen no estaba vacía, solamente no dejaba verlo. Cargaba heridas invisibles para todos, quizás incluso para ella.
Porque ella tampoco comprendía su propio dolor.
Llevaba años negándolo, y los años pasan factura.
Ozen tenía 70 años, y sin embargo, nadie la conocía. La única persona que alguna vez se molestó en hacerlo, ya no estaba.
Entró en la habitación con paso lento, con su rostro tan neutro como siempre, tan vacío. Un paso, luego otro. Dejaba caer todo el peso de su cuerpo con cada paso, cosa que causaba un obvio ruido, como quien deja caer algo pesado desde una buena altura.
Se sentó en la cama, un lujo al que aún no se acostumbraba. Colocó sus manos encima de sus piernas y simplemente miró hacia abajo. Quién sabe que cosas se pasarían por su mente, a fin de cuentas...
Ozen siempre fue un enigma, y por eso mismo la llamaban "La soberana Inamovible". Porque no hacía referencia solamente a su fuerza bruta, sino a su mente, algo que muchos describen como una fortaleza inexpugnable.
El aire se tensó ligeramente. Ozen no alzó la mirada, no le hizo falta.
Rol con: [Monster]
Era un día tranquilo, como de costumbre.
La noche llegó, y con ella lo hizo también el silencio. Ozen finalmente volvió a casa, pero no al hogar que tanto echaba de menos en Orth, por mucho que le costara admitirlo, sino a las mismas 4 paredes que la habían tenido encerrada durante todo su viaje.
Tantas personas nuevas. Tantas sonrisas ajenas... ¿Dónde estaba la sonrisa de Ozen?
Hundida en su pecho.
En una tumba en el abismo.
O puede, solo puede que siguiera por ahí. Carcomiendo el interior de Ozen, como siempre hizo.
La pérdida. El sentirse vacía se había vuelto algo normal para ella, pero... ¿Por qué?¿Acaso no lo había superado ya?¿Era Ozen realmente tan inamovible como la describían?
Una mente curtida, un corazón viejo. Ozen no estaba vacía, solamente no dejaba verlo. Cargaba heridas invisibles para todos, quizás incluso para ella.
Porque ella tampoco comprendía su propio dolor.
Llevaba años negándolo, y los años pasan factura.
Ozen tenía 70 años, y sin embargo, nadie la conocía. La única persona que alguna vez se molestó en hacerlo, ya no estaba.
Entró en la habitación con paso lento, con su rostro tan neutro como siempre, tan vacío. Un paso, luego otro. Dejaba caer todo el peso de su cuerpo con cada paso, cosa que causaba un obvio ruido, como quien deja caer algo pesado desde una buena altura.
Se sentó en la cama, un lujo al que aún no se acostumbraba. Colocó sus manos encima de sus piernas y simplemente miró hacia abajo. Quién sabe que cosas se pasarían por su mente, a fin de cuentas...
Ozen siempre fue un enigma, y por eso mismo la llamaban "La soberana Inamovible". Porque no hacía referencia solamente a su fuerza bruta, sino a su mente, algo que muchos describen como una fortaleza inexpugnable.
El aire se tensó ligeramente. Ozen no alzó la mirada, no le hizo falta.