• LA PRINCESA YA VOLVIÓ. Ahora ponte de rodillas y besa mis pies.
    LA PRINCESA YA VOLVIÓ. Ahora ponte de rodillas y besa mis pies.
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  • 𝐒𝐔 𝐑𝐀𝐙Ó𝐍 - 𝐕𝐈𝐈
    𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐡é𝐫𝐨𝐞𝐬 𝐲 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨𝐬

    Se dejó caer de espaldas sobre la cama y se pasó una mano por el rostro agotado. La larga llama dorada de la lámpara de aceite en el tocador parpadeó suavemente, ofreciéndole consuelo. La habitación estaba quieta, el pasillo en silencio; la tranquilidad reinaba en la noche. Soltó un suspiro. Eneas por fin había dejado de llorar.

    La maternidad fue una de las peores batallas que jamás enfrentó. Ni siquiera aquellos meses de diversión junto a Anquises, cuando se hacía pasar por princesa o campesina la habían preparado para los cuidados que exigía la vida mortal. Creía haber aprendido lo esencial: la importancia del descanso, las comidas a tiempo y la fragilidad humana. Le habría gustado decir que lo hizo de maravilla, que fue una nodriza ejemplar y que todo salió bien. Pero nada más lejos de la realidad.

    Con cada día que pasaba, se convencía de que lo hacía terriblemente peor. No tenía un minuto de descanso, el niño siempre necesitaba algo nuevo: cambiar de pañales, dormirlo, apaciguar sus llantos interminables mientras trataba de descifrar si lloraba de hambre o de frío. No era madre primeriza… pero la experiencia de cuidar un bebé mortal no se podía comparar con la de una deidad, era algo completamente distinto.

    A eso se sumaba el hecho de que, además, debía ser cautelosa y medir muy bien cada acción que hiciera para no levantar sospechas. Absolutamente nadie en el palacio debía descubrir que ella no era la nodriza experimentada que decía ser, y mucho menos, que era una diosa.

    A veces ese pensamiento la llenaba de frustración. En ocasiones, por más que meciera a su hijo en brazos, le cantara una canción, lo arropara o lo alimentara, la rabia de sus lagrimas no cesaba. En su interior se agitaba un mar tormentoso de aflicción al que ella no siempre podía oponerse. Su paciencia se evaporaba, y la tentación de encender su Aión, de acceder a su divinidad se volvía casi irresistible. Podría usar su aura sobre él, envolverlo con ella, un truco que llegó a hacer en su momento con sus gemelos divinos para calmarlos. Un atajo que le haría las cosas más fáciles y que, sin embargo, le obligaba a cuestionarse que tan dependiente se había vuelto de su poder.

    Las noches pasaban y aunque Afro había atravesado incontables eventos a lo largo de su vida, ni siquiera la eternidad le pareció tan larga como la infancia de Eneas.

    Eneas odiaba el interior del palacio. Detestaba el sol, pero tampoco soportaba pasar demasiado tiempo bajo la sombra. Protestaba con el aroma del incienso y gritaba cuando ella dejaba de moverse. No le permitía quedarse quieta demasiado tiempo, eso, lejos de ayudar, lo alteraba. Probó suerte con algunos de los consejos de la reina Temiste y de thithē Ligeia, la anciana nodriza de Anquises, pero ninguno dio resultado. Lo único que realmente parecía funcionar eran los paseos por el jardín del palacio, que más que jardín, más bien era un frondoso bosque de hojas verdes escondido entre las murallas y las visitas a la playa. Le encantaba cuando ella le sumergía los pies en la espuma marina que oscurecía la arena al romper las olas, eso lograba arrancarle una sonrisa.

    Sus parpados comenzaban a cerrarse cuando el llanto de Eneas la despertó de golpe. Su pecho se sacudió, se frotó los ojos con los dedos antes de deslizarse fuera de la cama y salir al solitario pasillo. A menudo pensaba en su antigua vida y en todo lo que había dejado atrás al renunciar temporalmente a su divinidad, como en ese instante en el que se acercó a la cuna de su hijo para tomarlo entre sus brazos. Si aún fuera una diosa y no una mortal, aquel cansancio que le pesaba en los hombros y parpados grises no existiría.

    ────Oh, mi dulce príncipe… ¿qué ocurre? Ven, deja que te cargue un poco ─y aun con todo ese agotamiento, no dejó de sonreírle. Jamás dejaría de hacerlo.

    Se aseguró de alimentarlo y permaneció un largo rato junto a él. Le cantó una canción mientras caminaba en la oscuridad, y al recostarlo nuevamente en su cuna, le hizo cosquillas en la pancita. Como respuesta, el pequeño balbuceó algo, le sonrió y rio. Era la risa más preciosa y melodiosa que había escuchado jamás. El cansancio se disipó de su cuerpo; soltó una risa entrecortada y permitió que el sonido de su voz la llenara de fuerza, haciendo brotar desde lo más profundo de su pecho un amor tan intenso que le costaba creer que su corazón pudiera contenerlo sin romperse.

    Entonces comprendió que el amor de una madre no conocía límites. Sería capaz de hacer sangrar a este mundo por su hijo, caminar entre las brasas del fuego con los pies desnudos y desafiar a cualquier monstruo o deidad. Los convertiría en polvo de estrellas y lo esparciría en la inmensidad de la bóveda celeste si eso aseguraba la felicidad y bienestar de su pequeño.

    No advirtió el momento en que se quedó dormida junto a la cuna de su hijo, rodeándola con los brazos. Su corazón mortal latía débilmente, pero en paz.

    El amor que corría por sus venas era de una clase que los dioses no comprendían. No pertenecía a su naturaleza inmortal, tan distante del corazón humano, y sin embargo era la devoción que codiciaban con tanta hambre y anhelo. Un amor que no pedía adoración, ni ofrendas de vino o miel, ni templos con altares humeantes. Era un sentimiento sin medida, sin pausa ni descanso. Le exigía entregarse por completo en cuerpo y alma; exponerla a una peligrosa mezcla entre la ternura y el miedo a no tener nada bajo control, una mezcla tan intensa que la desbordaba cada vez que Eneas la miraba con sus ojitos brillantes, asomando la cabecita curiosa mientras ella preparaba ungüentos, aceites, baños o pañales.

    Sí, añoraba su antigua vida. Era cierto. Y aún así, jamás cambiaría ese cansancio por la calma inmortal que una vez conoció. Haría ese y mil sacrificios más por él.

    Durmió plácidamente en un dulce sueño. Tenía una razón para levantarse y luchar un día más.
    𝐒𝐔 𝐑𝐀𝐙Ó𝐍 - 𝐕𝐈𝐈 🐚 𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐡é𝐫𝐨𝐞𝐬 𝐲 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨𝐬 Se dejó caer de espaldas sobre la cama y se pasó una mano por el rostro agotado. La larga llama dorada de la lámpara de aceite en el tocador parpadeó suavemente, ofreciéndole consuelo. La habitación estaba quieta, el pasillo en silencio; la tranquilidad reinaba en la noche. Soltó un suspiro. Eneas por fin había dejado de llorar. La maternidad fue una de las peores batallas que jamás enfrentó. Ni siquiera aquellos meses de diversión junto a Anquises, cuando se hacía pasar por princesa o campesina la habían preparado para los cuidados que exigía la vida mortal. Creía haber aprendido lo esencial: la importancia del descanso, las comidas a tiempo y la fragilidad humana. Le habría gustado decir que lo hizo de maravilla, que fue una nodriza ejemplar y que todo salió bien. Pero nada más lejos de la realidad. Con cada día que pasaba, se convencía de que lo hacía terriblemente peor. No tenía un minuto de descanso, el niño siempre necesitaba algo nuevo: cambiar de pañales, dormirlo, apaciguar sus llantos interminables mientras trataba de descifrar si lloraba de hambre o de frío. No era madre primeriza… pero la experiencia de cuidar un bebé mortal no se podía comparar con la de una deidad, era algo completamente distinto. A eso se sumaba el hecho de que, además, debía ser cautelosa y medir muy bien cada acción que hiciera para no levantar sospechas. Absolutamente nadie en el palacio debía descubrir que ella no era la nodriza experimentada que decía ser, y mucho menos, que era una diosa. A veces ese pensamiento la llenaba de frustración. En ocasiones, por más que meciera a su hijo en brazos, le cantara una canción, lo arropara o lo alimentara, la rabia de sus lagrimas no cesaba. En su interior se agitaba un mar tormentoso de aflicción al que ella no siempre podía oponerse. Su paciencia se evaporaba, y la tentación de encender su Aión, de acceder a su divinidad se volvía casi irresistible. Podría usar su aura sobre él, envolverlo con ella, un truco que llegó a hacer en su momento con sus gemelos divinos para calmarlos. Un atajo que le haría las cosas más fáciles y que, sin embargo, le obligaba a cuestionarse que tan dependiente se había vuelto de su poder. Las noches pasaban y aunque Afro había atravesado incontables eventos a lo largo de su vida, ni siquiera la eternidad le pareció tan larga como la infancia de Eneas. Eneas odiaba el interior del palacio. Detestaba el sol, pero tampoco soportaba pasar demasiado tiempo bajo la sombra. Protestaba con el aroma del incienso y gritaba cuando ella dejaba de moverse. No le permitía quedarse quieta demasiado tiempo, eso, lejos de ayudar, lo alteraba. Probó suerte con algunos de los consejos de la reina Temiste y de thithē Ligeia, la anciana nodriza de Anquises, pero ninguno dio resultado. Lo único que realmente parecía funcionar eran los paseos por el jardín del palacio, que más que jardín, más bien era un frondoso bosque de hojas verdes escondido entre las murallas y las visitas a la playa. Le encantaba cuando ella le sumergía los pies en la espuma marina que oscurecía la arena al romper las olas, eso lograba arrancarle una sonrisa. Sus parpados comenzaban a cerrarse cuando el llanto de Eneas la despertó de golpe. Su pecho se sacudió, se frotó los ojos con los dedos antes de deslizarse fuera de la cama y salir al solitario pasillo. A menudo pensaba en su antigua vida y en todo lo que había dejado atrás al renunciar temporalmente a su divinidad, como en ese instante en el que se acercó a la cuna de su hijo para tomarlo entre sus brazos. Si aún fuera una diosa y no una mortal, aquel cansancio que le pesaba en los hombros y parpados grises no existiría. ────Oh, mi dulce príncipe… ¿qué ocurre? Ven, deja que te cargue un poco ─y aun con todo ese agotamiento, no dejó de sonreírle. Jamás dejaría de hacerlo. Se aseguró de alimentarlo y permaneció un largo rato junto a él. Le cantó una canción mientras caminaba en la oscuridad, y al recostarlo nuevamente en su cuna, le hizo cosquillas en la pancita. Como respuesta, el pequeño balbuceó algo, le sonrió y rio. Era la risa más preciosa y melodiosa que había escuchado jamás. El cansancio se disipó de su cuerpo; soltó una risa entrecortada y permitió que el sonido de su voz la llenara de fuerza, haciendo brotar desde lo más profundo de su pecho un amor tan intenso que le costaba creer que su corazón pudiera contenerlo sin romperse. Entonces comprendió que el amor de una madre no conocía límites. Sería capaz de hacer sangrar a este mundo por su hijo, caminar entre las brasas del fuego con los pies desnudos y desafiar a cualquier monstruo o deidad. Los convertiría en polvo de estrellas y lo esparciría en la inmensidad de la bóveda celeste si eso aseguraba la felicidad y bienestar de su pequeño. No advirtió el momento en que se quedó dormida junto a la cuna de su hijo, rodeándola con los brazos. Su corazón mortal latía débilmente, pero en paz. El amor que corría por sus venas era de una clase que los dioses no comprendían. No pertenecía a su naturaleza inmortal, tan distante del corazón humano, y sin embargo era la devoción que codiciaban con tanta hambre y anhelo. Un amor que no pedía adoración, ni ofrendas de vino o miel, ni templos con altares humeantes. Era un sentimiento sin medida, sin pausa ni descanso. Le exigía entregarse por completo en cuerpo y alma; exponerla a una peligrosa mezcla entre la ternura y el miedo a no tener nada bajo control, una mezcla tan intensa que la desbordaba cada vez que Eneas la miraba con sus ojitos brillantes, asomando la cabecita curiosa mientras ella preparaba ungüentos, aceites, baños o pañales. Sí, añoraba su antigua vida. Era cierto. Y aún así, jamás cambiaría ese cansancio por la calma inmortal que una vez conoció. Haría ese y mil sacrificios más por él. Durmió plácidamente en un dulce sueño. Tenía una razón para levantarse y luchar un día más.
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  • Del pacto de Zet con Su Ferida Ana nacería una princesa, Zelina Zeilen, el tesoro más valioso del varón Basilio, aunque la relación de Zet y Ana siempre fue caótica, en un punto los cónyuges hicieron un acuerdo, Ana por ambición, Zet por deseo de tener un alguien a quien amar y proteger realmente, en un principio Ana solo deseaba un hijo varón, uno que pudiera llegar al trono, sin embargo el destino fue otro, su disgusto fue tan grande y su amargura tanta que un día pensó en matar a la criatura antes de que naciera, pero aquellos planes llegarían a conocimiento de Elena quien fuera en el momento Reina de Los Basilios ella lo evitaría, después del Caos que fue provocado por Zero el hermano mayor de Zet y la muerte de la reina Elena, Zet quedaría a cargo de su hija, ahora sin ayuda tiene que criar y cuidar a su pequeña princesa, suena fácil cuando eres Rey, pero la educación de los pequeños es un ritual muy importante para los Basilios, en su razonamiento el Basilio decidió dejar Basil, dejando a Cargo a las Feridas la administración del Reino por un tiempo, Ana la madre de Zelina ahora quiere involucrarse en el cuidado de la pequeña, La muerte de Elena dejo un gran vacío en la vida de Zelina, la Reina Celesti había tomado a la pequeña desde su nacimiento cumpliendo a perfección el rol de madre, al no tenerla a su lado la tristeza de la pequeña es notable, es entonces que Ana la observa desde lejos, sintiendo en su corazón un extraño pesar, siempre afirmó no importarle, pero eso era muy fácil, Elena adoraba a Zelina y siempre estaba al cuidado y pendiente de ella, Ana nunca le hizo falta, en toda ocasión que la pequeña Zelina trataba de acercarse a su madre está le decía que no tenía tiempo para ella, Ana estaba centrada siempre en sus labores, ahora todo es distinto, una carta escrita a mano llegó a la cabaña donde ahora habitaba Zet con su hija, de las garras de un Dragón mensajero Basilio, la letra de la carta es facil de reconocer, Ana Vilardi la envía, era algo importante, de lo contrario habría usado un dispositivo electrónico, Zet la lee, con su princesa dormida en su regazo, reposando ambos en una silla mecedora, el Varón tiene su vista en el cielo manteniendo el movimiento de la silla lento y constante para que su pequeña no despierte, después de leerla Zet toma la carta, la dobla y la coloca dentro de un vaso de cristal que contiene agua hasta la mitad .

    - Tu madre .. . .
    Lo pensaré .

    Susurró el Basilio en voz baja dando un beso en la frente a su pequeña .
    Del pacto de Zet con Su Ferida Ana nacería una princesa, Zelina Zeilen, el tesoro más valioso del varón Basilio, aunque la relación de Zet y Ana siempre fue caótica, en un punto los cónyuges hicieron un acuerdo, Ana por ambición, Zet por deseo de tener un alguien a quien amar y proteger realmente, en un principio Ana solo deseaba un hijo varón, uno que pudiera llegar al trono, sin embargo el destino fue otro, su disgusto fue tan grande y su amargura tanta que un día pensó en matar a la criatura antes de que naciera, pero aquellos planes llegarían a conocimiento de Elena quien fuera en el momento Reina de Los Basilios ella lo evitaría, después del Caos que fue provocado por Zero el hermano mayor de Zet y la muerte de la reina Elena, Zet quedaría a cargo de su hija, ahora sin ayuda tiene que criar y cuidar a su pequeña princesa, suena fácil cuando eres Rey, pero la educación de los pequeños es un ritual muy importante para los Basilios, en su razonamiento el Basilio decidió dejar Basil, dejando a Cargo a las Feridas la administración del Reino por un tiempo, Ana la madre de Zelina ahora quiere involucrarse en el cuidado de la pequeña, La muerte de Elena dejo un gran vacío en la vida de Zelina, la Reina Celesti había tomado a la pequeña desde su nacimiento cumpliendo a perfección el rol de madre, al no tenerla a su lado la tristeza de la pequeña es notable, es entonces que Ana la observa desde lejos, sintiendo en su corazón un extraño pesar, siempre afirmó no importarle, pero eso era muy fácil, Elena adoraba a Zelina y siempre estaba al cuidado y pendiente de ella, Ana nunca le hizo falta, en toda ocasión que la pequeña Zelina trataba de acercarse a su madre está le decía que no tenía tiempo para ella, Ana estaba centrada siempre en sus labores, ahora todo es distinto, una carta escrita a mano llegó a la cabaña donde ahora habitaba Zet con su hija, de las garras de un Dragón mensajero Basilio, la letra de la carta es facil de reconocer, Ana Vilardi la envía, era algo importante, de lo contrario habría usado un dispositivo electrónico, Zet la lee, con su princesa dormida en su regazo, reposando ambos en una silla mecedora, el Varón tiene su vista en el cielo manteniendo el movimiento de la silla lento y constante para que su pequeña no despierte, después de leerla Zet toma la carta, la dobla y la coloca dentro de un vaso de cristal que contiene agua hasta la mitad . - Tu madre .. . . Lo pensaré . Susurró el Basilio en voz baja dando un beso en la frente a su pequeña .
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  • " Durante un tiempo el Basilio Rey dejo su palacio a cargo de sus Feridas y se retiró a un lugar más tranquilo, en las montañas de Inglaterra en un bosque profundo construyó una cabaña, en ese lugar decidió vivir un tiempo mientras entrenaba y cuidaba de su hija Zelina, la princesa Zeilen, en aquellos días la pequeña princesa llevaba todo tipo de animales a la cabaña, pero Zet constantemente le repetía que no quería animales en la casa, el Basilio es delicado y los animales que Zelina llevaba a la casa en su mayoría eran cachorros de lobo, de jaguar he incluso algunos monos, por más que le llamara la atención la pequeña seguía haciendo de las suyas, el Basilio no tiene experiencia cuidando niños y se le ha hecho difícil, con el tiempo la cabaña fue creciendo hasta ser un complejo grande de tres pisos y varias habitaciones, un día Zet se ve obligado a a salir a un pueblo cercano en busca de algunas cosas, Zelina estaba muy entretenida pintando los muros de la cabaña y haciendo dibujos en sus columnas de madera, a Zet no le preocupa dejarla sola, los Basilios son muy independientes, especialmente las mujeres, y aún siendo una infante Zelina es la criatura más peligrosa de la montaña, no hay animal que pueda herir a la niña, de igual forma nunca está sola, el espíritu de Nomadachi siempre la acompaña y le cuida desde la sombra, el Basilio se fue tranquilamente, el día transcurrió muy rápido, llegó a casa muy tarde, a unos treinta kilómetros de distancia el varón se pone en alerta, un olor desconocido, proviene de la casa, en segundos Zet estaba en la cabaña, todo parecía muy tranquilo y en orden, entra sigilosamente a la cabaña, el olor se hace más intenso, proviene del sótano, dejo las cosas en la mesa sin hacer ruido, bajo las escaleras muy lentamente, y vaya sorpresa la que se encontraría, su pequeña princesa estaba bien dormida acurrucada bajo el cuidado de una Criatura, una bestia que los Basilios conocen como Dagon, una raza de criaturas extrañas, míticas, poderosas y salvajes, normalmente se alejan de la presencia de los Basilios, pero al parecer este había forjado una amistad con la pequeña Zelina, pero desde cuándo ?? Y como el Basilio Rey nunca se dió cuenta de su existencia, el varón si quedó impresionado con aquello que sus ojos veían, pero no le disgusto, recordó que él en su edad de infante era igual, siempre llevando animales al palacio, aquellos le hace sonreír, subió los escalones en silencio y les dejo dormir, aunque parece peligroso de cierta forma también es algo que la da tranquilidad, bajo el cuidado de esa criatura no hay nada que se le pueda acercar a Zelina con malas intenciones .
    " Durante un tiempo el Basilio Rey dejo su palacio a cargo de sus Feridas y se retiró a un lugar más tranquilo, en las montañas de Inglaterra en un bosque profundo construyó una cabaña, en ese lugar decidió vivir un tiempo mientras entrenaba y cuidaba de su hija Zelina, la princesa Zeilen, en aquellos días la pequeña princesa llevaba todo tipo de animales a la cabaña, pero Zet constantemente le repetía que no quería animales en la casa, el Basilio es delicado y los animales que Zelina llevaba a la casa en su mayoría eran cachorros de lobo, de jaguar he incluso algunos monos, por más que le llamara la atención la pequeña seguía haciendo de las suyas, el Basilio no tiene experiencia cuidando niños y se le ha hecho difícil, con el tiempo la cabaña fue creciendo hasta ser un complejo grande de tres pisos y varias habitaciones, un día Zet se ve obligado a a salir a un pueblo cercano en busca de algunas cosas, Zelina estaba muy entretenida pintando los muros de la cabaña y haciendo dibujos en sus columnas de madera, a Zet no le preocupa dejarla sola, los Basilios son muy independientes, especialmente las mujeres, y aún siendo una infante Zelina es la criatura más peligrosa de la montaña, no hay animal que pueda herir a la niña, de igual forma nunca está sola, el espíritu de Nomadachi siempre la acompaña y le cuida desde la sombra, el Basilio se fue tranquilamente, el día transcurrió muy rápido, llegó a casa muy tarde, a unos treinta kilómetros de distancia el varón se pone en alerta, un olor desconocido, proviene de la casa, en segundos Zet estaba en la cabaña, todo parecía muy tranquilo y en orden, entra sigilosamente a la cabaña, el olor se hace más intenso, proviene del sótano, dejo las cosas en la mesa sin hacer ruido, bajo las escaleras muy lentamente, y vaya sorpresa la que se encontraría, su pequeña princesa estaba bien dormida acurrucada bajo el cuidado de una Criatura, una bestia que los Basilios conocen como Dagon, una raza de criaturas extrañas, míticas, poderosas y salvajes, normalmente se alejan de la presencia de los Basilios, pero al parecer este había forjado una amistad con la pequeña Zelina, pero desde cuándo ?? Y como el Basilio Rey nunca se dió cuenta de su existencia, el varón si quedó impresionado con aquello que sus ojos veían, pero no le disgusto, recordó que él en su edad de infante era igual, siempre llevando animales al palacio, aquellos le hace sonreír, subió los escalones en silencio y les dejo dormir, aunque parece peligroso de cierta forma también es algo que la da tranquilidad, bajo el cuidado de esa criatura no hay nada que se le pueda acercar a Zelina con malas intenciones .
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  • -nyx adoraba los dias asi donde no mostraba su lado de princesa era normal , solo sentada alli en la terraza sin entrenamiento , sin pensar en lo demas solo ella nadie mas.-

    Libre al fin!
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  • - Estaba por escribir un nuevo pergamino, lleno de vida, de colores radiantes, emocionante y un tanto desesperante, luego recordé que soy padre, o Zelina me recordó que soy padre, mis pinceles volaron, mi lienzo se mancho de pintura roja, ahora tengo sus huellas de manos y pies por todo mi salón, vaya lío, que si no fuera mi princesa la regalaría, luego veo su sonrisa, sus ojitos, veo la pureza, el amor más tierno que jamás conocí, entonces me doy cuenta, soy su padre y daría la vida por protegerla, me encantaría que se quedará así, chikita, aunque aveces ponga la casa de cabeza, no puedo juzgar, es hija mía, tiene mi sangre y lo que más me preocupa de todo es que también heredo mis ojos, pero es fuerte y será mejor mucho mejor de lo que pudo llegar a ser su padre alguna vez .
    - Estaba por escribir un nuevo pergamino, lleno de vida, de colores radiantes, emocionante y un tanto desesperante, luego recordé que soy padre, o Zelina me recordó que soy padre, mis pinceles volaron, mi lienzo se mancho de pintura roja, ahora tengo sus huellas de manos y pies por todo mi salón, vaya lío, que si no fuera mi princesa la regalaría, luego veo su sonrisa, sus ojitos, veo la pureza, el amor más tierno que jamás conocí, entonces me doy cuenta, soy su padre y daría la vida por protegerla, me encantaría que se quedará así, chikita, aunque aveces ponga la casa de cabeza, no puedo juzgar, es hija mía, tiene mi sangre y lo que más me preocupa de todo es que también heredo mis ojos, pero es fuerte y será mejor mucho mejor de lo que pudo llegar a ser su padre alguna vez .
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  • La princesa que era murio , ahora soy simpre mente la villana del cuento.
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  • - "Quisiera ser..."
    - "La princesa que siempre vas a amar"
    - "Sin dudarte ni al saber"
    - "Tal cual como eres..."
    - "Quisiera ser..." - "La princesa que siempre vas a amar" - "Sin dudarte ni al saber" - "Tal cual como eres..."
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  • • En el seno de una vasta pradera expuesta al sol matinal, situada fuera de la civilización, Agrias se sienta sobre los restos de una columna, en unas ruinas abandonadas para revisar las últimas cartas dirigidas a ellas. El estado de los sobres además del sello parecía indicar que la correspondencia había atravesado un viaje turbulento para llegar, llevadas por palomas mensajeras.

    – Una carta de Ramza, y otra de Orran. Espero que les vaya bien sin mí.

    • Mientras abre los sobres mediante el cuidadoso corte de una daga afilada, por la mente de la guerrera pasa cómo todos debieron huir de Ivalice, marcados como herejes por la Iglesia de Glabados debido a la Guerra que llevaron a cabo contra los Lucavi, los cuales eran considerados dioses sacros, ignorando la cruda realidad. Una vez con el pergaminos en las manos comienza a leer primeramente la carta de su antiguo compañero de armas.

    “Querida Agrias,

    ¿Cómo ha ido en los últimos meses? Afortunadamente tanto yo como Alma estamos a salvo en otra tierra que no puedo especificar por si nuestros perseguidores interceptan la carta.

    En el lugar donde ahora vivimos llevamos una vida humilde, lejos de la guerra. Alma pronto se va a casar. Yo simplemente no puedo pensar en otra cosa que no sea regresar a Ivalice un día con aliados suficientes para impartir justicia por mi propia mano. La Iglesia no debe continuar aprovechándose de la gente.

    Confío en que continuáis viva, querida amiga. Después de todo vuestra habilidad con la espada difícilmente tiene rival. Lamento la muerte de Ovelia, y lamento más aún saber quién lo hizo. Nunca me habría esperado algo así de Delita.

    Espero vuestra respuesta con paciencia.

    Ramza.”

    • Una leve sonrisa agridulce se dibuja en el rostro de la mujer, con sentimientos encontrados en su interior. A continuación procede a abrir el segundo sobre.

    "Saludos, Lady Agrias.

    Esta carta la estoy escribiendo a toda prisa, pues los Confesores pronto me atraparán si no logro huir de Ivalice.

    Los Documentos Durai de mi autoría explicando la verdad además de limpiar vuestro nombre y el de Ramza fueron clasificados como Prohibidos por la Iglesia. A modo de consecuencia además fui marcado como Hereje.

    Por si es la última vez que puedo comunicarme, deseo que esos mentirosos jamás sean capaces de atraparos con vida. Lo que hicísteis a costa de vuestro honor y tranquilidad personal no ha de caer en el olvido.

    Nuestros caminos se cruzarán de nuevo, en esta vida o en la otra.

    Orran Durai."

    • Agrias siente como el fuego recorre su sangre. Con rabia contenida destruye las cartas para que no puedan ser leídas por nadie más.

    – Todo en lo que se me ha educado y en lo que he creído no fue más que una farsa. La nobleza nunca fue de fiar, la Iglesia de Glabados menos aún con semejante depravación en sus instituciones. A pesar de haber destruído a los Lucavi todavía continúan con sus macabros juegos. Ivalice nunca tuvo solución, es un Estado Fallido.

    • Cierra los ojos por un momento para inspirar, espirar y tratar de calmarse.

    – Por ahora solamente puedo procurar vivir un día más. Princesa Ovelia, os he fallado al final. Algún día podré compensar todo lo que no pude lograr, Ramza. Igual que vos. Lo juro.
    • En el seno de una vasta pradera expuesta al sol matinal, situada fuera de la civilización, Agrias se sienta sobre los restos de una columna, en unas ruinas abandonadas para revisar las últimas cartas dirigidas a ellas. El estado de los sobres además del sello parecía indicar que la correspondencia había atravesado un viaje turbulento para llegar, llevadas por palomas mensajeras. – Una carta de Ramza, y otra de Orran. Espero que les vaya bien sin mí. • Mientras abre los sobres mediante el cuidadoso corte de una daga afilada, por la mente de la guerrera pasa cómo todos debieron huir de Ivalice, marcados como herejes por la Iglesia de Glabados debido a la Guerra que llevaron a cabo contra los Lucavi, los cuales eran considerados dioses sacros, ignorando la cruda realidad. Una vez con el pergaminos en las manos comienza a leer primeramente la carta de su antiguo compañero de armas. “Querida Agrias, ¿Cómo ha ido en los últimos meses? Afortunadamente tanto yo como Alma estamos a salvo en otra tierra que no puedo especificar por si nuestros perseguidores interceptan la carta. En el lugar donde ahora vivimos llevamos una vida humilde, lejos de la guerra. Alma pronto se va a casar. Yo simplemente no puedo pensar en otra cosa que no sea regresar a Ivalice un día con aliados suficientes para impartir justicia por mi propia mano. La Iglesia no debe continuar aprovechándose de la gente. Confío en que continuáis viva, querida amiga. Después de todo vuestra habilidad con la espada difícilmente tiene rival. Lamento la muerte de Ovelia, y lamento más aún saber quién lo hizo. Nunca me habría esperado algo así de Delita. Espero vuestra respuesta con paciencia. Ramza.” • Una leve sonrisa agridulce se dibuja en el rostro de la mujer, con sentimientos encontrados en su interior. A continuación procede a abrir el segundo sobre. "Saludos, Lady Agrias. Esta carta la estoy escribiendo a toda prisa, pues los Confesores pronto me atraparán si no logro huir de Ivalice. Los Documentos Durai de mi autoría explicando la verdad además de limpiar vuestro nombre y el de Ramza fueron clasificados como Prohibidos por la Iglesia. A modo de consecuencia además fui marcado como Hereje. Por si es la última vez que puedo comunicarme, deseo que esos mentirosos jamás sean capaces de atraparos con vida. Lo que hicísteis a costa de vuestro honor y tranquilidad personal no ha de caer en el olvido. Nuestros caminos se cruzarán de nuevo, en esta vida o en la otra. Orran Durai." • Agrias siente como el fuego recorre su sangre. Con rabia contenida destruye las cartas para que no puedan ser leídas por nadie más. – Todo en lo que se me ha educado y en lo que he creído no fue más que una farsa. La nobleza nunca fue de fiar, la Iglesia de Glabados menos aún con semejante depravación en sus instituciones. A pesar de haber destruído a los Lucavi todavía continúan con sus macabros juegos. Ivalice nunca tuvo solución, es un Estado Fallido. • Cierra los ojos por un momento para inspirar, espirar y tratar de calmarse. – Por ahora solamente puedo procurar vivir un día más. Princesa Ovelia, os he fallado al final. Algún día podré compensar todo lo que no pude lograr, Ramza. Igual que vos. Lo juro.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Había una vez...

    ¿Había una vez? Cada historia empieza de esta forma, y está no será la excepción. Que aburrido pensarás, pero estás son las historias que marcaron y guiaron la niñez de muchos, recuerdos olvidados que se desbloquean ya sea por personajes, nombres, oh las dulces melodías que acompañaban las aventuras de estos mismos, Incluso objetos como una brillante zapatilla de cristal, oh una manzana envenenada....

    La historia que les contaré es sobre dos seres de mundos diferentes, uno vivía en el abismo un mundo colmado por seres que codiciaban el dinero y solo se movían por la codicia de obtener MÁS de lo que sus bolsillos podían contener.

    Y del otro lado, en un mundo de ensueño, lleno de riquezas y paz. Ellos, los eternos eran seres de luz guiados por una madre benevolente ella compartía su propia esencia para bendecir a las nuevas generaciones, todos tenían una parte de su poder... Si no más bien, una parte de ella misma.

    Ciclos "eternos", solo hasta que ella agotó su propia esperanza de vida al dar a luz a su primera y única hija, la que tomaría su lugar a partir de ahora.

    Nadie contaba que la poderosa reina muriera solo segundos después de tomar a su hija en brazos, las grietas que protegía el poder de la difunta reina se abrieron tan rápido como un suspiro y la neblina del otro mundo manchaba el cielo de los eternos, en cosa de minutos aquellos seres llenos de la codicia viva habían tomado parte del reino saqueando hogares y llevando a eternos hacia el otro lado, los altos mandos usaron de su poder para luchar, proteger y lograr que la princesa no fuera dañada, aquel poder que se les otorgó ahora lo devolvieron y lograron hacer retroceder a los oscuros.

    Aquel día fue marcado en la historia y el reino de los eternos aún con su mentalidad de paz y armonía tuvieron que rebobinar algunas cosas si bien ellos no eran seres de guerra aquel peligro inminente de los oscuros los hizo temer y el miedo era el peor aliado... Y ellos lo sabían.

    Los eternos que dieron su vida y la energía de la reina habían caído en batalla tras cerrar las grietas, fueron los primeros héroes... Y sus hijos ahora tenían sus antiguos cargos, ellos se convirtieron en guerreros y aprendieron a manipular el poder que ahora la aún joven princesa les otorgo igual que su madre ella estaba dando de su propio ser la luz bendita a quienes necesitaban.

    Era una dulce chica de 19 años y pronto a sus 20 sería coronada ella miraba el mundo con otros ojos, ella deseaba conocer más que solo su pueblo y su armonioso reino, deseaba poder hacer las paces con ese mundo oscuro tras el cielo, pero esa mentalidad la llevo a cometer el pero error de su vida...

    Matar a quien amas, oh ser asesinada por quien amas... Eran solo dos opciones, pero ella tomo una tercera por él... Ella decidió que ambos mundos debían arder, ambos debían desaparecer ¿Cómo llego un alma tan pura en convertirse en algo peor que los mismos oscuros?

    Había una vez... ¿Había una vez? Cada historia empieza de esta forma, y está no será la excepción. Que aburrido pensarás, pero estás son las historias que marcaron y guiaron la niñez de muchos, recuerdos olvidados que se desbloquean ya sea por personajes, nombres, oh las dulces melodías que acompañaban las aventuras de estos mismos, Incluso objetos como una brillante zapatilla de cristal, oh una manzana envenenada.... La historia que les contaré es sobre dos seres de mundos diferentes, uno vivía en el abismo un mundo colmado por seres que codiciaban el dinero y solo se movían por la codicia de obtener MÁS de lo que sus bolsillos podían contener. Y del otro lado, en un mundo de ensueño, lleno de riquezas y paz. Ellos, los eternos eran seres de luz guiados por una madre benevolente ella compartía su propia esencia para bendecir a las nuevas generaciones, todos tenían una parte de su poder... Si no más bien, una parte de ella misma. Ciclos "eternos", solo hasta que ella agotó su propia esperanza de vida al dar a luz a su primera y única hija, la que tomaría su lugar a partir de ahora. Nadie contaba que la poderosa reina muriera solo segundos después de tomar a su hija en brazos, las grietas que protegía el poder de la difunta reina se abrieron tan rápido como un suspiro y la neblina del otro mundo manchaba el cielo de los eternos, en cosa de minutos aquellos seres llenos de la codicia viva habían tomado parte del reino saqueando hogares y llevando a eternos hacia el otro lado, los altos mandos usaron de su poder para luchar, proteger y lograr que la princesa no fuera dañada, aquel poder que se les otorgó ahora lo devolvieron y lograron hacer retroceder a los oscuros. Aquel día fue marcado en la historia y el reino de los eternos aún con su mentalidad de paz y armonía tuvieron que rebobinar algunas cosas si bien ellos no eran seres de guerra aquel peligro inminente de los oscuros los hizo temer y el miedo era el peor aliado... Y ellos lo sabían. Los eternos que dieron su vida y la energía de la reina habían caído en batalla tras cerrar las grietas, fueron los primeros héroes... Y sus hijos ahora tenían sus antiguos cargos, ellos se convirtieron en guerreros y aprendieron a manipular el poder que ahora la aún joven princesa les otorgo igual que su madre ella estaba dando de su propio ser la luz bendita a quienes necesitaban. Era una dulce chica de 19 años y pronto a sus 20 sería coronada ella miraba el mundo con otros ojos, ella deseaba conocer más que solo su pueblo y su armonioso reino, deseaba poder hacer las paces con ese mundo oscuro tras el cielo, pero esa mentalidad la llevo a cometer el pero error de su vida... Matar a quien amas, oh ser asesinada por quien amas... Eran solo dos opciones, pero ella tomo una tercera por él... Ella decidió que ambos mundos debían arder, ambos debían desaparecer ¿Cómo llego un alma tan pura en convertirse en algo peor que los mismos oscuros?
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