• ⸻Observen con cuidado. A menudo se habla del olvido como un bálsamo, una liberación del peso del pasado. Pero esa es una visión parcial, casi ingenua. En su esencia más profunda, el olvido no conduce a la desesperación; el olvido es la desesperación misma.

    ⸻¿Por qué? Simple. Somos nuestra memoria. La identidad, el sentido de propósito, la conexión con otros y con nosotros mismos… todo se teje con los hilos del recuerdo. La memoria nos da contexto, nos da historia, nos da un ser.

    ⸻El olvido, entonces, no es solo perder detalles. Es la desintegración de esa estructura. Es el borrado sistemático del mapa que nos orienta. Cuando olvidas quién fuiste, qué amaste, qué te hirió y qué aprendiste, ¿qué queda? Queda un vacío. Un presente desconectado, flotando sin ancla. Y esa deriva sin sentido, esa ausencia de significado… eso es, precisamente, la desesperación en estado puro.

    ⸻Y aquí la clave: es inevitable. No es una tragedia personal evitable, es la condición inherente a la existencia finita. El tiempo erosiona, la mente es falible, las conexiones se desvanecen. La lucha por recordar es constante, pero la tendencia natural es hacia la disolución, hacia el olvido. Tarde o temprano, la niebla avanza.

    ⸻Por eso, la desesperación fundamental no reside en el sufrimiento recordado, sino en la nada que impone el olvido. Es la certeza de que todo lo que nos define está destinado a desvanecerse, no solo de la mente de otros, sino de la nuestra propia. Es la comprensión de que al final, solo queda el silencio donde antes hubo una historia. Y esa es la forma más absoluta e inescapable de la desesperación: la que ni siquiera deja rastro de lo que se ha perdido. Es, simplemente, el fin del significado ¿No estas de acuerdo?


    Hablaba hacia los cádaveres de unas personas de un pueblo recondito de una selva los cuales fueron exterminados por un grupo de mercenarios. Un ejemplo vivido de lo que hablaba. Almas las cuales su existencia sera negada.
    ⸻Observen con cuidado. A menudo se habla del olvido como un bálsamo, una liberación del peso del pasado. Pero esa es una visión parcial, casi ingenua. En su esencia más profunda, el olvido no conduce a la desesperación; el olvido es la desesperación misma. ⸻¿Por qué? Simple. Somos nuestra memoria. La identidad, el sentido de propósito, la conexión con otros y con nosotros mismos… todo se teje con los hilos del recuerdo. La memoria nos da contexto, nos da historia, nos da un ser. ⸻El olvido, entonces, no es solo perder detalles. Es la desintegración de esa estructura. Es el borrado sistemático del mapa que nos orienta. Cuando olvidas quién fuiste, qué amaste, qué te hirió y qué aprendiste, ¿qué queda? Queda un vacío. Un presente desconectado, flotando sin ancla. Y esa deriva sin sentido, esa ausencia de significado… eso es, precisamente, la desesperación en estado puro. ⸻Y aquí la clave: es inevitable. No es una tragedia personal evitable, es la condición inherente a la existencia finita. El tiempo erosiona, la mente es falible, las conexiones se desvanecen. La lucha por recordar es constante, pero la tendencia natural es hacia la disolución, hacia el olvido. Tarde o temprano, la niebla avanza. ⸻Por eso, la desesperación fundamental no reside en el sufrimiento recordado, sino en la nada que impone el olvido. Es la certeza de que todo lo que nos define está destinado a desvanecerse, no solo de la mente de otros, sino de la nuestra propia. Es la comprensión de que al final, solo queda el silencio donde antes hubo una historia. Y esa es la forma más absoluta e inescapable de la desesperación: la que ni siquiera deja rastro de lo que se ha perdido. Es, simplemente, el fin del significado ¿No estas de acuerdo? Hablaba hacia los cádaveres de unas personas de un pueblo recondito de una selva los cuales fueron exterminados por un grupo de mercenarios. Un ejemplo vivido de lo que hablaba. Almas las cuales su existencia sera negada.
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  • Darius
    La maldición de Han .

    " Hijo de David Zeilen él Dragón Negro primigenio Rey Basilio y Ara Han una mujer de la raza Kitsune, guardian del mundo de los espíritus,
    Zet Zeilen es el segundo hijo varón de David, coronado Rey Basilio por poder y no por heredad, se sabe que posee todos los poderes de su padre y aún más,
    Es también por herencia un Kitsune blanco aunque está parte de si mismo es terreno inexplorado para Zet, también su maldición .

    Luna púrpura
    Nairobi .
    En uno de tantos días que el joven Rey Basilio vagaba por la tierra de los humanos se vio abordado por una de sus Feridas, su esposa Nairobi, Kitsune de la Luna, la flor de la muerte, la bruja blanca, sobre nombres muchos, fue tomada por Ferida no por amor, el título le fue otorgado por castigo una vez que intentó matar a Zet y fracaso, para él no había mejor castigo para ella que convertirla en su esposa y someterla a su voluntad y sus placeres, así fue como Nairobi hija de la casa Veluchi se convierte en Ferida, espada y esposa de Darius Zet .
    Poco tiempo después de haberle tomado por mujer y como esposa el joven Basilio como era en su costumbre desapareció, dejo el palacio Basil y a sus esposas en un día y por muchos no regreso, se fue en busca de aventuras, conquistas, amantes y tesoros, pero una sombra le seguía, su Ferida Nairobi, una mujer en años mayor al joven Rey, caminaba sigilosa y ocultaba su presencia y su perfume, él ignoraba su presencia, no lo sabía, a lo lejos la mujer le observa, buscando su oportunidad para hacerlo caer en el sueño de la muerte, mucho rencor le guardaba, resentimiento y odio del más puro .

    Shirakawa
    Japón 1990

    En un pueblo poco desarrollado en un país del continente asiático el Basilio encontró un lugar remoto el cual le gustaba mucho, de árboles de colores, plantas hermosas, bosques extensos y una mujer de cabellos rojos y ojos afinados que le habían cautivado, se decía que en las montañas aledañas habían demonios que se comían a las personas, eso llamo la atención del Dragón, buscaba siempre criaturas fuertes con las cuales combatir a muerte con la intención de pulir sus habilidades y hacerse más fuerte, de paso también liberar el mundo de dicha peste, desgraciadamente y para su mala suerte aquellas criaturas resultaban ser insignificantes para él, Darius es extremo muy poderoso, tanto que ni aún el conoce su propio límite, poco a poco el Basilio se fue cautivando más por la mujer humana de cabellos rojos, mientras tanto Nairobi lo observaba a distancia con celos y deseos de darle muerte, tanto fue la ofensa del Dragón para su Ferida que un día ella dijo en su corazón .

    / Maldito tu y maldita tu heredad yo te castigare .

    Nairobi es una mujer con poderes extraordinarios, su especialidad son las maldiciones, tanto magia oscura como blanca, no tiene límite alguno, en lo profundo de las montañas la mujer prepara algo especial para Darius, espera la luna roja, el aullido del zorro, un día mientras su esposo dormía en cama de la mujer pelirroja ella se acercó, sigilosa, silenciosa, sin que ninguno le viera, como un manto blanco que atraviesa las paredes, no deja huella ni aroma, como fantasma en medio de la noche, ha llevado con sigo un frasco con esencia maldita, con sigilo lo lleva a los labios del Rey Basilio, lo vierte en su boca y desaparece, se aleja tanto y tan rápido como puede .
    Al sentir el extraño líquido en su boca el Basilio despierta y sin intención lo ha tomado todo sin desperdiciar una gota .
    Algo ocurre en su interior, siente como si un fuerte ácido recorre su cuerpo, se adueña de sus venas, se levanta y camina lejos de la choza dejando a la pelirroja dormida en su cama, el Basilio tropieza y cae cerca del arrollo mirando su rostro en las aguas que reflejan su rostro, las antorchas que iluminan el lugar ofrecen luz para verse asi mismo, poco a poco sus cabellos oscuros se vuelven blancos, de su cabeza aparecen orejas peludas y blancas, las colas del Kitsune lentamente van creciendo hasta tomar forma, los ojos rojos del Dragón cambian, como perlas azules que brillan como estrellas así se reflejan en el agua, Darius había tomado su forma natural herencia de la familia Han, se transformó en Kitsune, un hombre con orejas de zorro que sobresalen de su cabellera, colas blancas que se sacuden con violencia, nueve son sus colas, sus manos de varón tienen uñas largas y afiladas como garras, sus colmillos sobresalen de sus labios, y en su mente no tiene otra cosa mas que el deseo de matar, sin control alguno, comienza una masacre sin sentido, cabaña por cabaña, en medio de la noche, derriba las paredes de madera usando su fuerza y golpeando con sus colas las estructuras que son derribadas como castillo de cartas en fuerte viento, todo ser vivo cuánto ve es víctima de su sed de sangre, hombres, mujeres y niños, también animales, todo cuanto vive y ve es asesinado de una forma cruel, los mutila, los toma con sus colas y su fuerza bruta los destroza, les hace pedazos, es luna roja, luna de sangre, un episodio perdido en la historia del joven Basilio, gritos de dolor, llanto de miedo, criaturas que desesperadamente buscan refugio, ninguno tiene salvación, todo lo que él encuentra perece de manera violenta, el pequeño arrollo a la orilla del pueblo se convierte en un río de sangre, cuerpos mutilados y cabañas siendo devoradas por el fuego azul del Basilio adornan un paisaje siniestro, al final solo ha quedado una en pie, la última, aquella cabaña donde dormía la mujer de cabellos rojos, la joven dama no era para nada cobarde, aterrorizada si casi al punto de estar paralizada esperaba al zorro demonio con una katana empuñada, en sus ojos carmesí nacían lágrimas, sus manos temblorosas hacían temblar la hoja afilada que reflejaba la luna sangrienta .

    / Ven por mi !! demonio !!

    La mujer gritaba con desespero a una sombra que lentamente se aproximaba.
    Tenido en sangre, con la mirada perdida y aún con algunos rastros de carne en sus garras, su rostro expresaba una imagen de retorcido placer, bañado en sangre, su pecho y sus prendas son la evidencia de que era él causante aquella masacre, Darius le ve y no siente nada, lo único que desea es jugar con ella hasta que su cuerpo no valga nada .

    Darius La maldición de Han . " Hijo de David Zeilen él Dragón Negro primigenio Rey Basilio y Ara Han una mujer de la raza Kitsune, guardian del mundo de los espíritus, Zet Zeilen es el segundo hijo varón de David, coronado Rey Basilio por poder y no por heredad, se sabe que posee todos los poderes de su padre y aún más, Es también por herencia un Kitsune blanco aunque está parte de si mismo es terreno inexplorado para Zet, también su maldición . Luna púrpura Nairobi . En uno de tantos días que el joven Rey Basilio vagaba por la tierra de los humanos se vio abordado por una de sus Feridas, su esposa Nairobi, Kitsune de la Luna, la flor de la muerte, la bruja blanca, sobre nombres muchos, fue tomada por Ferida no por amor, el título le fue otorgado por castigo una vez que intentó matar a Zet y fracaso, para él no había mejor castigo para ella que convertirla en su esposa y someterla a su voluntad y sus placeres, así fue como Nairobi hija de la casa Veluchi se convierte en Ferida, espada y esposa de Darius Zet . Poco tiempo después de haberle tomado por mujer y como esposa el joven Basilio como era en su costumbre desapareció, dejo el palacio Basil y a sus esposas en un día y por muchos no regreso, se fue en busca de aventuras, conquistas, amantes y tesoros, pero una sombra le seguía, su Ferida Nairobi, una mujer en años mayor al joven Rey, caminaba sigilosa y ocultaba su presencia y su perfume, él ignoraba su presencia, no lo sabía, a lo lejos la mujer le observa, buscando su oportunidad para hacerlo caer en el sueño de la muerte, mucho rencor le guardaba, resentimiento y odio del más puro . Shirakawa Japón 1990 En un pueblo poco desarrollado en un país del continente asiático el Basilio encontró un lugar remoto el cual le gustaba mucho, de árboles de colores, plantas hermosas, bosques extensos y una mujer de cabellos rojos y ojos afinados que le habían cautivado, se decía que en las montañas aledañas habían demonios que se comían a las personas, eso llamo la atención del Dragón, buscaba siempre criaturas fuertes con las cuales combatir a muerte con la intención de pulir sus habilidades y hacerse más fuerte, de paso también liberar el mundo de dicha peste, desgraciadamente y para su mala suerte aquellas criaturas resultaban ser insignificantes para él, Darius es extremo muy poderoso, tanto que ni aún el conoce su propio límite, poco a poco el Basilio se fue cautivando más por la mujer humana de cabellos rojos, mientras tanto Nairobi lo observaba a distancia con celos y deseos de darle muerte, tanto fue la ofensa del Dragón para su Ferida que un día ella dijo en su corazón . / Maldito tu y maldita tu heredad yo te castigare . Nairobi es una mujer con poderes extraordinarios, su especialidad son las maldiciones, tanto magia oscura como blanca, no tiene límite alguno, en lo profundo de las montañas la mujer prepara algo especial para Darius, espera la luna roja, el aullido del zorro, un día mientras su esposo dormía en cama de la mujer pelirroja ella se acercó, sigilosa, silenciosa, sin que ninguno le viera, como un manto blanco que atraviesa las paredes, no deja huella ni aroma, como fantasma en medio de la noche, ha llevado con sigo un frasco con esencia maldita, con sigilo lo lleva a los labios del Rey Basilio, lo vierte en su boca y desaparece, se aleja tanto y tan rápido como puede . Al sentir el extraño líquido en su boca el Basilio despierta y sin intención lo ha tomado todo sin desperdiciar una gota . Algo ocurre en su interior, siente como si un fuerte ácido recorre su cuerpo, se adueña de sus venas, se levanta y camina lejos de la choza dejando a la pelirroja dormida en su cama, el Basilio tropieza y cae cerca del arrollo mirando su rostro en las aguas que reflejan su rostro, las antorchas que iluminan el lugar ofrecen luz para verse asi mismo, poco a poco sus cabellos oscuros se vuelven blancos, de su cabeza aparecen orejas peludas y blancas, las colas del Kitsune lentamente van creciendo hasta tomar forma, los ojos rojos del Dragón cambian, como perlas azules que brillan como estrellas así se reflejan en el agua, Darius había tomado su forma natural herencia de la familia Han, se transformó en Kitsune, un hombre con orejas de zorro que sobresalen de su cabellera, colas blancas que se sacuden con violencia, nueve son sus colas, sus manos de varón tienen uñas largas y afiladas como garras, sus colmillos sobresalen de sus labios, y en su mente no tiene otra cosa mas que el deseo de matar, sin control alguno, comienza una masacre sin sentido, cabaña por cabaña, en medio de la noche, derriba las paredes de madera usando su fuerza y golpeando con sus colas las estructuras que son derribadas como castillo de cartas en fuerte viento, todo ser vivo cuánto ve es víctima de su sed de sangre, hombres, mujeres y niños, también animales, todo cuanto vive y ve es asesinado de una forma cruel, los mutila, los toma con sus colas y su fuerza bruta los destroza, les hace pedazos, es luna roja, luna de sangre, un episodio perdido en la historia del joven Basilio, gritos de dolor, llanto de miedo, criaturas que desesperadamente buscan refugio, ninguno tiene salvación, todo lo que él encuentra perece de manera violenta, el pequeño arrollo a la orilla del pueblo se convierte en un río de sangre, cuerpos mutilados y cabañas siendo devoradas por el fuego azul del Basilio adornan un paisaje siniestro, al final solo ha quedado una en pie, la última, aquella cabaña donde dormía la mujer de cabellos rojos, la joven dama no era para nada cobarde, aterrorizada si casi al punto de estar paralizada esperaba al zorro demonio con una katana empuñada, en sus ojos carmesí nacían lágrimas, sus manos temblorosas hacían temblar la hoja afilada que reflejaba la luna sangrienta . / Ven por mi !! demonio !! La mujer gritaba con desespero a una sombra que lentamente se aproximaba. Tenido en sangre, con la mirada perdida y aún con algunos rastros de carne en sus garras, su rostro expresaba una imagen de retorcido placer, bañado en sangre, su pecho y sus prendas son la evidencia de que era él causante aquella masacre, Darius le ve y no siente nada, lo único que desea es jugar con ella hasta que su cuerpo no valga nada .
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  • 𝘌𝘭 𝘷𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘢𝘳𝘳𝘢𝘴𝘵𝘳𝘢 𝘴𝘶 𝘢𝘭𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘩𝘦𝘭𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘳𝘶𝘪𝘯𝘢𝘴, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘭𝘰𝘨𝘳𝘢 𝘢𝘱𝘢𝘨𝘢𝘳 𝘭𝘢 𝘣𝘳𝘢𝘴𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘳𝘥𝘦 𝘦𝘯 𝘴𝘶𝘴 𝘷𝘦𝘯𝘢𝘴. 𝘚𝘶𝘴 𝘱𝘢𝘴𝘰𝘴 𝘩𝘢𝘯 𝘤𝘳𝘶𝘻𝘢𝘥𝘰 𝘦𝘭 𝘶𝘮𝘣𝘳𝘢𝘭, 𝘺 𝘺𝘢 𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘺 𝘳𝘦𝘵𝘰𝘳𝘯𝘰.

    —Perdido… La línea fue trazada, rota, deshecha bajo mis pies. Hubo un tiempo en que mi voz resonaba, en que las palabras fluían como ríos entre la piedra… Pero se quebraron en la prisión del silencio. Me sujetaron. Me hundieron. Me ahogué en su voluntad… Y aún así, respiro.

    𝘚𝘶𝘴 𝘥𝘦𝘥𝘰𝘴 𝘴𝘦 𝘤𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢𝘯 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘦𝘭 𝘷𝘢𝘤𝘪́𝘰. 𝘌𝘭 𝘧𝘪𝘭𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘯𝘰𝘤𝘩𝘦 𝘦𝘴 𝘶𝘯 𝘱𝘦𝘴𝘰 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘴𝘶𝘴 𝘩𝘰𝘮𝘣𝘳𝘰𝘴, 𝘮𝘢𝘴 𝘯𝘰 𝘪𝘯𝘤𝘭𝘪𝘯𝘢 𝘭𝘢 𝘤𝘢𝘣𝘦𝘻𝘢. 𝘕𝘰 𝘢𝘶́𝘯.

    —Dentro de cada uno de nosotros habita un grito. Un rugido que ocultamos en las entrañas del alma, en las jaulas que tejemos con miedo y obediencia. Nos aferramos a ello, lo contenemos hasta que nos consume por dentro, hasta que nos reduce a sombras de lo que fuimos.

    𝘗𝘦𝘳𝘰 𝘦𝘭𝘭𝘢… 𝘕𝘰 𝘴𝘦𝘳𝘢́ 𝘴𝘰𝘮𝘣𝘳𝘢.

    —No me importa si mi voz esta rota, si mi eco tiembla como cristal al borde del abismo. No me importa si el mundo lo rechaza, si el cielo se cierra ante mi clamor. No cantaré por ellos… Cantaré por mí.

    𝘠 𝘴𝘪 𝘩𝘢 𝘥𝘦 𝘨𝘳𝘪𝘵𝘢𝘳… 𝘘𝘶𝘦 𝘴𝘶 𝘢𝘭𝘢𝘳𝘪𝘥𝘰 𝘳𝘦𝘴𝘶𝘦𝘯𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘭 𝘣𝘳𝘢𝘮𝘪𝘥𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘷𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘵𝘶𝘮𝘣𝘢𝘴. 𝘘𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘢𝘭𝘤𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘭 𝘷𝘶𝘦𝘭𝘰 𝘥𝘦 𝘶𝘯 𝘢𝘷𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘭 𝘧𝘪𝘯 𝘩𝘢 𝘥𝘦𝘴𝘨𝘢𝘳𝘳𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘶𝘴 𝘤𝘢𝘥𝘦𝘯𝘢𝘴.
    𝘌𝘭 𝘷𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘢𝘳𝘳𝘢𝘴𝘵𝘳𝘢 𝘴𝘶 𝘢𝘭𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘩𝘦𝘭𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘳𝘶𝘪𝘯𝘢𝘴, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘭𝘰𝘨𝘳𝘢 𝘢𝘱𝘢𝘨𝘢𝘳 𝘭𝘢 𝘣𝘳𝘢𝘴𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘳𝘥𝘦 𝘦𝘯 𝘴𝘶𝘴 𝘷𝘦𝘯𝘢𝘴. 𝘚𝘶𝘴 𝘱𝘢𝘴𝘰𝘴 𝘩𝘢𝘯 𝘤𝘳𝘶𝘻𝘢𝘥𝘰 𝘦𝘭 𝘶𝘮𝘣𝘳𝘢𝘭, 𝘺 𝘺𝘢 𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘺 𝘳𝘦𝘵𝘰𝘳𝘯𝘰. —Perdido… La línea fue trazada, rota, deshecha bajo mis pies. Hubo un tiempo en que mi voz resonaba, en que las palabras fluían como ríos entre la piedra… Pero se quebraron en la prisión del silencio. Me sujetaron. Me hundieron. Me ahogué en su voluntad… Y aún así, respiro. 𝘚𝘶𝘴 𝘥𝘦𝘥𝘰𝘴 𝘴𝘦 𝘤𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢𝘯 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘦𝘭 𝘷𝘢𝘤𝘪́𝘰. 𝘌𝘭 𝘧𝘪𝘭𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘯𝘰𝘤𝘩𝘦 𝘦𝘴 𝘶𝘯 𝘱𝘦𝘴𝘰 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘴𝘶𝘴 𝘩𝘰𝘮𝘣𝘳𝘰𝘴, 𝘮𝘢𝘴 𝘯𝘰 𝘪𝘯𝘤𝘭𝘪𝘯𝘢 𝘭𝘢 𝘤𝘢𝘣𝘦𝘻𝘢. 𝘕𝘰 𝘢𝘶́𝘯. —Dentro de cada uno de nosotros habita un grito. Un rugido que ocultamos en las entrañas del alma, en las jaulas que tejemos con miedo y obediencia. Nos aferramos a ello, lo contenemos hasta que nos consume por dentro, hasta que nos reduce a sombras de lo que fuimos. 𝘗𝘦𝘳𝘰 𝘦𝘭𝘭𝘢… 𝘕𝘰 𝘴𝘦𝘳𝘢́ 𝘴𝘰𝘮𝘣𝘳𝘢. —No me importa si mi voz esta rota, si mi eco tiembla como cristal al borde del abismo. No me importa si el mundo lo rechaza, si el cielo se cierra ante mi clamor. No cantaré por ellos… Cantaré por mí. 𝘠 𝘴𝘪 𝘩𝘢 𝘥𝘦 𝘨𝘳𝘪𝘵𝘢𝘳… 𝘘𝘶𝘦 𝘴𝘶 𝘢𝘭𝘢𝘳𝘪𝘥𝘰 𝘳𝘦𝘴𝘶𝘦𝘯𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘭 𝘣𝘳𝘢𝘮𝘪𝘥𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘷𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘵𝘶𝘮𝘣𝘢𝘴. 𝘘𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘢𝘭𝘤𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘭 𝘷𝘶𝘦𝘭𝘰 𝘥𝘦 𝘶𝘯 𝘢𝘷𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘭 𝘧𝘪𝘯 𝘩𝘢 𝘥𝘦𝘴𝘨𝘢𝘳𝘳𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘶𝘴 𝘤𝘢𝘥𝘦𝘯𝘢𝘴.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Tenlo en cuenta al responder.
    Rol off:

    Quiero exponer mi queja, tenía intención de borrar el nombre, procurar que sea lo menos humillante, incluso no iba a exponerlo, pero la usuaria ha desaparecido o cambiado de nombre, no lo sé, pero si estás leyendo esto, quiero decirte, que háblalo primero, lo hubiera entendido, tal vez. Hablando se entiende la gente... He perdido mi tiempo contigo, tiempo que podría haber empleado en otros roles con sentimiento y emoción.

    No hace falta que destaques, que no eres mejor roleador/a si escribes más, eres bueno/a si lo sientes si lo vives, por desgracia el chat gpt está haciendo mucho daño a esta comunidad.

    No eres la primera que lo hace por desgracia.. Solo quiero que él o la que rolee así haga el favor de avisarme primero, yo haría lo mismo y así no pierdo el tiempo, podría incluso divertirme leyendo que barbaridades desarrolla el chat, pero por favor.

    Comunícamelo primero, antes de sentirme estafado.

    Muchas gracias por vuestra atención y podéis exponer ¿Cómo os sentiríais si os hubiese pasado?
    Rol off: Quiero exponer mi queja, tenía intención de borrar el nombre, procurar que sea lo menos humillante, incluso no iba a exponerlo, pero la usuaria ha desaparecido o cambiado de nombre, no lo sé, pero si estás leyendo esto, quiero decirte, que háblalo primero, lo hubiera entendido, tal vez. Hablando se entiende la gente... He perdido mi tiempo contigo, tiempo que podría haber empleado en otros roles con sentimiento y emoción. No hace falta que destaques, que no eres mejor roleador/a si escribes más, eres bueno/a si lo sientes si lo vives, por desgracia el chat gpt está haciendo mucho daño a esta comunidad. No eres la primera que lo hace por desgracia.. Solo quiero que él o la que rolee así haga el favor de avisarme primero, yo haría lo mismo y así no pierdo el tiempo, podría incluso divertirme leyendo que barbaridades desarrolla el chat, pero por favor. Comunícamelo primero, antes de sentirme estafado. Muchas gracias por vuestra atención y podéis exponer ¿Cómo os sentiríais si os hubiese pasado?
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  • El chico lobo se encontraba jugando con uno de los perros de Mondstadt, aquella ciudadela libre a la que visitaba muy seguido para ser instruido por Lisa, su maestra y para comer aquella famosa carne a la miel.

    Un niño llorando dejó un cartel de Se busca en el tablón de recompensas y, Razor, sintiendo curiosidad por aquel llanto se acercó al infante, miró al cartel y al niño un par de veces hasta que cruzó palabra con él, claro, su gato se había perdido huyendo asustado por uno de los perros de la ciudad. Tenía que ir a la biblioteca con Lisa para su clase del día, sin embargo optó por presentarse tarde y disculparse después. Preguntó al niño por una pertenencia del felino y le fue entregado un cascabel, lo usó para captar su aroma y ponerse a buscar.

    Su olfato lo llevó hasta uno de los techos de las casas donde efectivamente se encontraba el felino, Razor se acercó con cuidado a una distancia prudente para no asustarlo, se sentó en cuclillas y dejó el tiempo pasar, lo suficiente para que el felino se acostumbrase a él, hasta que, el mismo gato se acercó a él sintiendo curiosidad y comenzó a olerlo tal vez reconocía el olor de su cascabel, maulló y, fue la señal para Razor y tomar al gato en brazos. Razor saltó de techo en techo hasta las casas de un solo piso, las más cercanas al suelo y de ahí saltó a suelo firme. Regresó con el niño y le entregó a su gato, este feliz entregó la recompensa, dos paletas de caramelo. Como el guerrero que es aceptó la recompensa manteniendo el "honor" del pequeño pues ¿Qué más podría ofrecerle un infante?.

    Las horas ya había pasado, sin duda iba tarde a su clase con Lisa ¿Se enojaría con él? ¿Le pospondría la clase para el siguiente día? Si bien el chico vivía fuera de la ciudad y fuera de sus reglas era un hecho que respetaba a Lisa, no era una escuela con un horario al cual ir, pero si tenía ciertos días de tutela.
    El chico lobo se encontraba jugando con uno de los perros de Mondstadt, aquella ciudadela libre a la que visitaba muy seguido para ser instruido por Lisa, su maestra y para comer aquella famosa carne a la miel. Un niño llorando dejó un cartel de Se busca en el tablón de recompensas y, Razor, sintiendo curiosidad por aquel llanto se acercó al infante, miró al cartel y al niño un par de veces hasta que cruzó palabra con él, claro, su gato se había perdido huyendo asustado por uno de los perros de la ciudad. Tenía que ir a la biblioteca con Lisa para su clase del día, sin embargo optó por presentarse tarde y disculparse después. Preguntó al niño por una pertenencia del felino y le fue entregado un cascabel, lo usó para captar su aroma y ponerse a buscar. Su olfato lo llevó hasta uno de los techos de las casas donde efectivamente se encontraba el felino, Razor se acercó con cuidado a una distancia prudente para no asustarlo, se sentó en cuclillas y dejó el tiempo pasar, lo suficiente para que el felino se acostumbrase a él, hasta que, el mismo gato se acercó a él sintiendo curiosidad y comenzó a olerlo tal vez reconocía el olor de su cascabel, maulló y, fue la señal para Razor y tomar al gato en brazos. Razor saltó de techo en techo hasta las casas de un solo piso, las más cercanas al suelo y de ahí saltó a suelo firme. Regresó con el niño y le entregó a su gato, este feliz entregó la recompensa, dos paletas de caramelo. Como el guerrero que es aceptó la recompensa manteniendo el "honor" del pequeño pues ¿Qué más podría ofrecerle un infante?. Las horas ya había pasado, sin duda iba tarde a su clase con Lisa ¿Se enojaría con él? ¿Le pospondría la clase para el siguiente día? Si bien el chico vivía fuera de la ciudad y fuera de sus reglas era un hecho que respetaba a Lisa, no era una escuela con un horario al cual ir, pero si tenía ciertos días de tutela.
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  • Mientras el científico estaba en su casa, él habría decidido descansar un poco de sus labores científicas, como por ejemplo su reactor nuclear. Supo finalmente después de su resurrección que estaba tomando el camino equivocado y que debía tomar unas reconsideraciones.

    Él no tendría porqué robar dinero guardado en un banco, ya que no es suyo. Debe encontrar otras formas de generar ingresos, aunque no sabe como... todas sus ganancias las perdió, su trabajo también... la vida de su mujer también y por un momento había perdido su cordura, que gracias al superhéroe con el que siempre estuvo luchando en contra pudo recuperarla.

    Mientras estaba sentado, aún pensando, levantaría la mirada. Octavius vería una canasta que dejó en su mesa llena de frutas. De repente, se le ocurrió una maravillosa idea: sí, el aún tenía algunos recursos. Podría empezar a crear mermelada.

    Y es así como el científico, en busca de ayuda financiera, se levantó de su asiento y se puso a elaborar una deliciosa mermelada (o al menos eso intentaría, ya que desde hace mucho que no cocina).

    Tomaría un kilogramo (1 kg) de ciruelas y las pelaría, quitándoles la semilla, luego las colocaría en una olla. Agarraría un paquete de un kilogramo de azúcar que tenía guardado allí, fijándose en la fecha de vencimiento para procurar que aún esté en estado y tiraría sólo la mitad (500 g). Luego, agarraría un limón y lo cortaría por la mitad. Con ayuda de sus tentáculos mecánicos le quitaría a dicha fruta todas sus semillas y luego la exprimiría, aportándole a la mezcla de la olla su jugo cítrico. El hombre prendería la hornalla de su horno y la pondría en un punto medio-bajo, colocando sobre ésta la olla. Con una cuchara de madera que él vería guardada, él iría revolviendo la mezcla de vez en cuando. Pasaría casi media hora y una vez terminada la mezcla él la probaría, sabía riquísima.

    Haría el mismo procedimiento con varias frutas más, mientras tanto, herviría en agua los frascos en los que él quiere envasar las mermeladas por 10 minutos. Pasaron varias horas hasta que por fin envasó una gran cantidad de mermelada.

    Agarraría su celular (sí, tenía uno) y con éste tomaría una foto de cada una de las mermeladas que hizo, en sus envases. Antes de eso, él les había colocado una etiqueta en sus envases, cosa de recordar la fruta con la que las había hecho (o sea, el sabor). El hombre entraría en una de sus redes sociales y comenzaría a crearse un mini emprendimiento...

    -------------------------------------------------------
    "Muy buenos días, tardes o noches a todos ustedes. Soy yo, el Dr. Otto Octavius. Debido a que perdí mi trabajo por un accidente laboral he decidido comenzar un emprendimiento, ya que estoy en situación de crisis financiera. He decidido hacer mermelada, tengo de los siguientes sabores:
    ✷ Mermelada de ciruela = $2000.
    ✷ Mermelada de naranja = $2000.
    ✷ Mermelada de uva = $3000.
    ✷ Mermelada de durazno = $2000.
    ✷ Mermelada de arándano = $3000.
    ✷ Mermelada de manzana = $2000.
    ✷ Mermelada de banana = $3000.
    Cualquier consulta me avisan por DM.
    Muchas gracias por su atención."
    -------------------------------------------------------

    El hombre publicaría dicha publicidad con una foto de su trabajo ardúo, esperando con los dedos cruzados que alguien decidiera comprarle.
    Mientras el científico estaba en su casa, él habría decidido descansar un poco de sus labores científicas, como por ejemplo su reactor nuclear. Supo finalmente después de su resurrección que estaba tomando el camino equivocado y que debía tomar unas reconsideraciones. Él no tendría porqué robar dinero guardado en un banco, ya que no es suyo. Debe encontrar otras formas de generar ingresos, aunque no sabe como... todas sus ganancias las perdió, su trabajo también... la vida de su mujer también y por un momento había perdido su cordura, que gracias al superhéroe con el que siempre estuvo luchando en contra pudo recuperarla. Mientras estaba sentado, aún pensando, levantaría la mirada. Octavius vería una canasta que dejó en su mesa llena de frutas. De repente, se le ocurrió una maravillosa idea: sí, el aún tenía algunos recursos. Podría empezar a crear mermelada. Y es así como el científico, en busca de ayuda financiera, se levantó de su asiento y se puso a elaborar una deliciosa mermelada (o al menos eso intentaría, ya que desde hace mucho que no cocina). Tomaría un kilogramo (1 kg) de ciruelas y las pelaría, quitándoles la semilla, luego las colocaría en una olla. Agarraría un paquete de un kilogramo de azúcar que tenía guardado allí, fijándose en la fecha de vencimiento para procurar que aún esté en estado y tiraría sólo la mitad (500 g). Luego, agarraría un limón y lo cortaría por la mitad. Con ayuda de sus tentáculos mecánicos le quitaría a dicha fruta todas sus semillas y luego la exprimiría, aportándole a la mezcla de la olla su jugo cítrico. El hombre prendería la hornalla de su horno y la pondría en un punto medio-bajo, colocando sobre ésta la olla. Con una cuchara de madera que él vería guardada, él iría revolviendo la mezcla de vez en cuando. Pasaría casi media hora y una vez terminada la mezcla él la probaría, sabía riquísima. Haría el mismo procedimiento con varias frutas más, mientras tanto, herviría en agua los frascos en los que él quiere envasar las mermeladas por 10 minutos. Pasaron varias horas hasta que por fin envasó una gran cantidad de mermelada. Agarraría su celular (sí, tenía uno) y con éste tomaría una foto de cada una de las mermeladas que hizo, en sus envases. Antes de eso, él les había colocado una etiqueta en sus envases, cosa de recordar la fruta con la que las había hecho (o sea, el sabor). El hombre entraría en una de sus redes sociales y comenzaría a crearse un mini emprendimiento... ------------------------------------------------------- "Muy buenos días, tardes o noches a todos ustedes. Soy yo, el Dr. Otto Octavius. Debido a que perdí mi trabajo por un accidente laboral he decidido comenzar un emprendimiento, ya que estoy en situación de crisis financiera. He decidido hacer mermelada, tengo de los siguientes sabores: ✷ Mermelada de ciruela = $2000. ✷ Mermelada de naranja = $2000. ✷ Mermelada de uva = $3000. ✷ Mermelada de durazno = $2000. ✷ Mermelada de arándano = $3000. ✷ Mermelada de manzana = $2000. ✷ Mermelada de banana = $3000. Cualquier consulta me avisan por DM. Muchas gracias por su atención." ------------------------------------------------------- El hombre publicaría dicha publicidad con una foto de su trabajo ardúo, esperando con los dedos cruzados que alguien decidiera comprarle.
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  • 𝘌𝘯𝘵𝘳𝘦 𝘴𝘰𝘮𝘣𝘳𝘢𝘴 𝘺 𝘭𝘶𝘻
    Fandom Ninguno
    Categoría Fantasía
    〈 Rol con Svetla Le’ron ♡ 〉

    El viento murmuraba entre los árboles, susurrando antiguas melodías que solo la naturaleza comprendía, una canción ancestral tejida con las huellas de generaciones pasadas. Cada brisa que cruzaba el claro parecía tener una voz propia, modulada por el crujir suave de las ramas y el suspiro de las hojas que se mecían en su danza. Los árboles, imponentes y sabios, se erguían en una formación que hablaba de un orden primordial, más allá de la percepción humana; sus troncos, gruesos y rugosos, estaban marcados por las cicatrices de siglos, testigos de tormentas, inviernos y veranos interminables. Sus raíces, hundidas en lo profundo de la tierra, parecían como venas vivas, respirando al ritmo de la misma tierra que nutría todo lo que los rodeaba.

    Las hojas, de un verde profundo y casi vibrante, danzaban suavemente al compás del viento. La luz que se filtraba entre las ramas creaba una sinfonía de sombras, que se estiraban y se contraían, como si jugaran con la luz misma. Cada movimiento de estas era una susurrante revelación, una historia contada en un lenguaje antiguo, entendible solo para aquellos que supieran escuchar con el alma. El aire, que acariciaba la piel con su frescura, estaba impregnado con la fragancia envolvente de las flores silvestres, pequeñas joyas del campo que se alzaban como un tapiz multicolor entre la hierba alta. El aroma era un recordatorio de la vida que florecía sin restricciones, ajena a las manos del hombre, pura y sin contaminar.

    La tierra, mojada por la reciente lluvia, exhalaba un aroma cálido, profundo como el suspiro de la naturaleza misma. Cada rincón del claro parecía vibrar con la promesa de vida renovada, un respiro que solo los rincones alejados del mundo podían ofrecer. El suelo, cubierto de musgo y hojas caídas, crujía suavemente bajo cada paso, como si el propio suelo tuviera conciencia de su ser. A veces, el eco lejano del canto de un pájaro, o el crujido de un pequeño roedor en la maleza rompía el silencio, trayendo consigo la sensación de que la vida nunca dejaba de moverse.

    Era un lugar apartado, despojado de la influencia de los castillos altivos, que se alzaban como monumentos de poder e indiferencia a la belleza de lo natural. Ahí, no existían las murmuraciones de los pueblos bulliciosos, ni el constante clamor de los mercados o las forjas. En su lugar, sólo existía la pureza inquebrantable del entorno, donde el tiempo parecía haberse detenido, olvidado entre las sombras del pasado. No había rastro de la humanidad, de sus pesares, de sus ambiciones, solo la eterna danza de la naturaleza, que se renovaba constantemente, ajena a los destinos de aquellos que vivían más allá de su alcance. La luz del sol se descomponía en haces que caían suavemente sobre el suelo, creando un paisaje de sombras y claridad que se alternaban como una melodía en constante transformación.

    Pero entre todo aquello, entre la vida que brotaba en el silencio, algo sobresalía. Algo que no pertenecía a ese rincón olvidado de la tierra. Una figura, solitaria y solemne, caminaba en medio de la quietud del claro, su presencia desafiando todo lo que ese lugar representaba: pureza, vida, frescura. Ella no era de ese mundo, ni de los mundos que deberían haberla acogido. Era un eco de lo que debió haber sido, un vestigio de lo que alguna vez brilló, pero que la oscuridad había mancillado.

    Su figura era una contradicción en movimiento. Un ser atrapado entre lo que era y lo que ya no era, suspendido en ese espacio intermedio donde las expectativas se disuelven y el destino es incierto. Su manto negro, pesado y solemne, ondeaba suavemente en el aire, absorbiendo la luz del sol como si fuera parte de la misma nada.

    El cabello, de un color dorado desvaído, caía en ondas suaves sobre sus hombros. El brillo del trigo maduro, de la vida a punto de ser cosechada, se entrelazaba con el viento, creando una especie de halo irreal. Pero lo que realmente atraía la mirada eran sus ojos como el ámbar incandescente, llameantes y profundos que reflejaban las cenizas de un sol olvidado, y la luz de una luna que ya no existía en este mundo. Eran ojos que no pertenecían a alguien inocente ni a alguien purificado; eran ojos de alguien que había contemplado la parte de una eternidad en su peor forma, que había desvelado el sufrimiento del tiempo y lo había aceptado como parte de su ser.

    Su armadura, a medio camino entre lo antiguo y lo desgastado, se abrazaba a su cuerpo con la misma delicadeza que la sombra se abrazaba a la luna. Unas placas de metal oscuro cubrían sus hombros, el torso, las piernas, pero en su centro, donde la batalla había dejado sus huellas, las marcas de la guerra eran claras. La armadura estaba mellada, rota en algunas partes, como si hubiera sido desgarrada por el paso de muchas luchas. Los surcos en el metal, las abolladuras y grietas eran la prueba de que había peleado, de que había resistido y caído, pero aún estaba de pie.

    Pero lo que realmente la definía, lo que la hacía imposible de ignorar, eran sus alas. Un par de alas, majestuosas en su caída, que se desplegaban con una lentitud casi dolorosa. No blancas, no puras, sino bañadas en una neblina de polvo gris, un gris ceniciento que parecía llevar consigo la marca de un fuego que nunca terminó de consumirla. Eran alas malditas, alas que no sabían si pertenecían a un ángel caído o a una criatura condenada. Aun así, la belleza era innegable, en su tormento, en su suciedad. Las plumas, aunque desgastadas y manchadas, mantenían una fuerza solemne, un recordatorio de una majestuosidad que había sido, pero ya no era.

    Aquel ser, atrapado entre lo humano y lo divino, entre la condena y la salvación, se arrodilló en el centro del claro. El suelo era frío bajo sus rodillas, pero no parecía importarle. Sus ojos, fijos en el pequeño racimo de flores que crecía junto a ella, se suavizaron, como si el simple gesto de observar las pequeñas criaturas de la tierra le ofreciera una tregua, aunque breve, de la guerra interna que libraba. Sus manos, endurecidas por el acero, por la lucha, por el sufrimiento, se extendieron lentamente hacia las flores y con una delicadeza inesperada, tocó los pétalos con la punta de sus dedos, apenas una caricia, pero llena de la reverencia de alguien que aún sabe lo que es sentir.

    Los pétalos eran suaves, frágiles, como si pudieran desvanecerse en cualquier momento, pero las tocó con una quietud que contrastaba con la tormenta que era su vida. En sus ojos, había una chispa, una sombra de algo profundo, algo que no se revelaba fácilmente: nostalgia. Nostalgia de algo perdido, de algo que tal vez nunca fue suyo, pero que había sido tocado por su existencia. La flor, en su simpleza, en su fragilidad, le ofrecía algo que el mundo ya no podía: consuelo.

    Las alas, al agacharse, se arrastraron suavemente por el suelo, como si también ellas quisieran descansar, aliviar su peso. La imagen de aquel ángel mancillado, de aquella alma rota, quedó suspendida en el aire entre lo que fue y lo que podría haber sido. Y mientras la flor se mecía en el viento, ella permaneció allí, inmóvil atrapada en sus propios pensamientos.
    〈 Rol con [Svetlaler0n] ♡ 〉 El viento murmuraba entre los árboles, susurrando antiguas melodías que solo la naturaleza comprendía, una canción ancestral tejida con las huellas de generaciones pasadas. Cada brisa que cruzaba el claro parecía tener una voz propia, modulada por el crujir suave de las ramas y el suspiro de las hojas que se mecían en su danza. Los árboles, imponentes y sabios, se erguían en una formación que hablaba de un orden primordial, más allá de la percepción humana; sus troncos, gruesos y rugosos, estaban marcados por las cicatrices de siglos, testigos de tormentas, inviernos y veranos interminables. Sus raíces, hundidas en lo profundo de la tierra, parecían como venas vivas, respirando al ritmo de la misma tierra que nutría todo lo que los rodeaba. Las hojas, de un verde profundo y casi vibrante, danzaban suavemente al compás del viento. La luz que se filtraba entre las ramas creaba una sinfonía de sombras, que se estiraban y se contraían, como si jugaran con la luz misma. Cada movimiento de estas era una susurrante revelación, una historia contada en un lenguaje antiguo, entendible solo para aquellos que supieran escuchar con el alma. El aire, que acariciaba la piel con su frescura, estaba impregnado con la fragancia envolvente de las flores silvestres, pequeñas joyas del campo que se alzaban como un tapiz multicolor entre la hierba alta. El aroma era un recordatorio de la vida que florecía sin restricciones, ajena a las manos del hombre, pura y sin contaminar. La tierra, mojada por la reciente lluvia, exhalaba un aroma cálido, profundo como el suspiro de la naturaleza misma. Cada rincón del claro parecía vibrar con la promesa de vida renovada, un respiro que solo los rincones alejados del mundo podían ofrecer. El suelo, cubierto de musgo y hojas caídas, crujía suavemente bajo cada paso, como si el propio suelo tuviera conciencia de su ser. A veces, el eco lejano del canto de un pájaro, o el crujido de un pequeño roedor en la maleza rompía el silencio, trayendo consigo la sensación de que la vida nunca dejaba de moverse. Era un lugar apartado, despojado de la influencia de los castillos altivos, que se alzaban como monumentos de poder e indiferencia a la belleza de lo natural. Ahí, no existían las murmuraciones de los pueblos bulliciosos, ni el constante clamor de los mercados o las forjas. En su lugar, sólo existía la pureza inquebrantable del entorno, donde el tiempo parecía haberse detenido, olvidado entre las sombras del pasado. No había rastro de la humanidad, de sus pesares, de sus ambiciones, solo la eterna danza de la naturaleza, que se renovaba constantemente, ajena a los destinos de aquellos que vivían más allá de su alcance. La luz del sol se descomponía en haces que caían suavemente sobre el suelo, creando un paisaje de sombras y claridad que se alternaban como una melodía en constante transformación. Pero entre todo aquello, entre la vida que brotaba en el silencio, algo sobresalía. Algo que no pertenecía a ese rincón olvidado de la tierra. Una figura, solitaria y solemne, caminaba en medio de la quietud del claro, su presencia desafiando todo lo que ese lugar representaba: pureza, vida, frescura. Ella no era de ese mundo, ni de los mundos que deberían haberla acogido. Era un eco de lo que debió haber sido, un vestigio de lo que alguna vez brilló, pero que la oscuridad había mancillado. Su figura era una contradicción en movimiento. Un ser atrapado entre lo que era y lo que ya no era, suspendido en ese espacio intermedio donde las expectativas se disuelven y el destino es incierto. Su manto negro, pesado y solemne, ondeaba suavemente en el aire, absorbiendo la luz del sol como si fuera parte de la misma nada. El cabello, de un color dorado desvaído, caía en ondas suaves sobre sus hombros. El brillo del trigo maduro, de la vida a punto de ser cosechada, se entrelazaba con el viento, creando una especie de halo irreal. Pero lo que realmente atraía la mirada eran sus ojos como el ámbar incandescente, llameantes y profundos que reflejaban las cenizas de un sol olvidado, y la luz de una luna que ya no existía en este mundo. Eran ojos que no pertenecían a alguien inocente ni a alguien purificado; eran ojos de alguien que había contemplado la parte de una eternidad en su peor forma, que había desvelado el sufrimiento del tiempo y lo había aceptado como parte de su ser. Su armadura, a medio camino entre lo antiguo y lo desgastado, se abrazaba a su cuerpo con la misma delicadeza que la sombra se abrazaba a la luna. Unas placas de metal oscuro cubrían sus hombros, el torso, las piernas, pero en su centro, donde la batalla había dejado sus huellas, las marcas de la guerra eran claras. La armadura estaba mellada, rota en algunas partes, como si hubiera sido desgarrada por el paso de muchas luchas. Los surcos en el metal, las abolladuras y grietas eran la prueba de que había peleado, de que había resistido y caído, pero aún estaba de pie. Pero lo que realmente la definía, lo que la hacía imposible de ignorar, eran sus alas. Un par de alas, majestuosas en su caída, que se desplegaban con una lentitud casi dolorosa. No blancas, no puras, sino bañadas en una neblina de polvo gris, un gris ceniciento que parecía llevar consigo la marca de un fuego que nunca terminó de consumirla. Eran alas malditas, alas que no sabían si pertenecían a un ángel caído o a una criatura condenada. Aun así, la belleza era innegable, en su tormento, en su suciedad. Las plumas, aunque desgastadas y manchadas, mantenían una fuerza solemne, un recordatorio de una majestuosidad que había sido, pero ya no era. Aquel ser, atrapado entre lo humano y lo divino, entre la condena y la salvación, se arrodilló en el centro del claro. El suelo era frío bajo sus rodillas, pero no parecía importarle. Sus ojos, fijos en el pequeño racimo de flores que crecía junto a ella, se suavizaron, como si el simple gesto de observar las pequeñas criaturas de la tierra le ofreciera una tregua, aunque breve, de la guerra interna que libraba. Sus manos, endurecidas por el acero, por la lucha, por el sufrimiento, se extendieron lentamente hacia las flores y con una delicadeza inesperada, tocó los pétalos con la punta de sus dedos, apenas una caricia, pero llena de la reverencia de alguien que aún sabe lo que es sentir. Los pétalos eran suaves, frágiles, como si pudieran desvanecerse en cualquier momento, pero las tocó con una quietud que contrastaba con la tormenta que era su vida. En sus ojos, había una chispa, una sombra de algo profundo, algo que no se revelaba fácilmente: nostalgia. Nostalgia de algo perdido, de algo que tal vez nunca fue suyo, pero que había sido tocado por su existencia. La flor, en su simpleza, en su fragilidad, le ofrecía algo que el mundo ya no podía: consuelo. Las alas, al agacharse, se arrastraron suavemente por el suelo, como si también ellas quisieran descansar, aliviar su peso. La imagen de aquel ángel mancillado, de aquella alma rota, quedó suspendida en el aire entre lo que fue y lo que podría haber sido. Y mientras la flor se mecía en el viento, ella permaneció allí, inmóvil atrapada en sus propios pensamientos.
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    Cualquier línea
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  • Oh, debes estar perdido, ¿ quieres ayuda para encontrar la salida?

    - Yuta sonrió con suavidad y se acerco a ella persona con curiosidad.-

    // Contexto: Has regresado en el tiempo y te has topado con un Okkutsu de dieciséis años.
    Oh, debes estar perdido, ¿ quieres ayuda para encontrar la salida? - Yuta sonrió con suavidad y se acerco a ella persona con curiosidad.- // Contexto: Has regresado en el tiempo y te has topado con un Okkutsu de dieciséis años.
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  • Perdido Estoy Rumbo A La Eternidad
    Perdido Estoy Rumbo A La Eternidad
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  • La bruma del olvido se disipa lentamente, como si la misma realidad vacilara antes de reclamarlo de nuevo. El frío es lo primero que siente, mil agujas heladas que se hunden en su piel empapada.

    La llovizna cae en hilos finos, deslizándose por su rostro como si fueran lágrimas ajenas.

    Ivory abre los ojos, pero el mundo sigue siendo un lienzo borroso de grises y verdes. El aroma húmedo de la tierra y la hierba mojada llena sus pulmones con cada tembloroso aliento. Su cuerpo, agarrotado y entumecido, se niega a responder.

    No sabe cuánto tiempo ha estado ahí, perdido en algún rincón del mundo, lejos de sí mismo.

    Tiembla, pero no se mueve. No quiere hacerlo. Tal vez, si permanece en el abrazo del frío, el dolor que le punza el pecho se disolverá en la lluvia, como tinta derramada sobre papel mojado. Tal vez, si se deja consumir por el temblor, el eco del vacío deje de retumbar en su interior.

    El cielo, pálido, triste y lejano, lo observa en silencio.El mundo sigue adelante, indiferente a su presencia, a su extravío, a su pérdida. Solo la lluvia le acompaña, como si entendiera su melancolía y decidiera llorar con él.
    La bruma del olvido se disipa lentamente, como si la misma realidad vacilara antes de reclamarlo de nuevo. El frío es lo primero que siente, mil agujas heladas que se hunden en su piel empapada. La llovizna cae en hilos finos, deslizándose por su rostro como si fueran lágrimas ajenas. Ivory abre los ojos, pero el mundo sigue siendo un lienzo borroso de grises y verdes. El aroma húmedo de la tierra y la hierba mojada llena sus pulmones con cada tembloroso aliento. Su cuerpo, agarrotado y entumecido, se niega a responder. No sabe cuánto tiempo ha estado ahí, perdido en algún rincón del mundo, lejos de sí mismo. Tiembla, pero no se mueve. No quiere hacerlo. Tal vez, si permanece en el abrazo del frío, el dolor que le punza el pecho se disolverá en la lluvia, como tinta derramada sobre papel mojado. Tal vez, si se deja consumir por el temblor, el eco del vacío deje de retumbar en su interior. El cielo, pálido, triste y lejano, lo observa en silencio.El mundo sigue adelante, indiferente a su presencia, a su extravío, a su pérdida. Solo la lluvia le acompaña, como si entendiera su melancolía y decidiera llorar con él.
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