-no entiende que a pasado pero si entiende.... Que no entiende nada . Se lleva una mano en la cabeza ya tiene jaqueca -
En dónde está mi esposo e hijo? No son de dudar perdidos tanto tiempo
La falta de sueño me tiene mal...
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En dónde está mi esposo e hijo? No son de dudar perdidos tanto tiempo
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La encontré entre las ventanas. Una realidad que no debía existir, pero existe. Una madre que no partió en busca de su alma gemela.
Una Jennifer que no olvidó… pero que tampoco recordó lo que la hacía humana.
Al principio, gobernó con justicia, aprendió de otros reinos, mejoró el suyo., pero sin el viaje, sin el dolor, sin el amor perdido… Algo en ella quedó incompleto Y ese vacío se disfrazó de hambre, hambre por saberlo todo.
La Torre del Conocimiento creció como una herida que no cerraba.
Libros, esferas, memorias robadas, personas convertidas en despojos, en bestias sin alma. Todo por llenar su hambre de conocimiento.
Y entonces llegó Ayane. La princesa que buscaba a su madre, Sasha. Jennifer al ver a Ayane quedo cautivada, fue amor a primera vista, Ayane también lo sintió. Porque el amor no entiende de realidades, ni de advertencias.
Estuvieron juntas, rieron, compartieron noches, Ayane creyó en ella, pero un día Ayane llegó a la torre sin que Jennifer lo supiera. El aire era espeso, como si los muros respiraran. Cada paso resonaba con ecos que no eran suyos. Tenía miedo, no por lo que sabía, sino por lo que aún no había visto.
Mientras ascendía por los pasillos de piedra, vio por primera vez a los Despojos. Hombres bestia, deformes, con cabezas de perro y ojos apagados. Algunos arrastraban piedras. Otros simplemente deambulaban. Uno de ellos murmuraba, sin rumbo:
—Tantos esclavos… cada vez son más esclavos… ¿cuándo terminará esta maldita torre?
Ayane se acercó. —¿Quién eres?— Preguntó con voz temblorosa.
El hombre la miró con ojos rotos. —Fui enviado por el reino vecino. Jennifer nos invitó. Pero atrapó a todos mis soldados. No le importó que esto iniciara una guerra.
Luego, con voz quebrada, dijo: —Antes la llamaban la hija del monstruo. Pero cuando selló a su propio padre y tomó el reino, la llamaron Jennifer la sabia… Jennifer la maga… Jennifer la encantadora. Y todo… todo para construir esta torre. Una torre tan alta que pudiera contener todos los conocimientos. Todos los secretos, todas las leyendas, todos los recuerdos. Nada iguala a su biblioteca universal.
—Desde el ocaso de la tierra vieja— Continuó— Los pergaminos sustituyeron las tabletas de arcilla. Los libros a los pergaminos. Y ahora, las esferas mágicas a los libros. Jennifer lo quiere todo. Y cuando un reino se acerca… ya no sale.
—Tiene miles de sortilegios. Convierte a las personas en Despojos. Les roba sus recuerdos, su pasado. Los hace olvidar quiénes fueron. Y les obliga a poner piedra tras piedra. La torre sube. Siempre más alto. Cuando Jennifer obtenga todo el conocimiento… será más poderosa que todos los dioses juntos. Los mismos dioses que su padre eliminó… uno por uno. Todo por eso. Solo por eso.
Ayane no respondió, el hombre transformado en Despojo cerro los ojos, acepto su realidad y el pequeño brillo que poseia en sus ojos se apago y solo siguió caminando. Ayane no pudo hacer nada por el, pero luego la vio... Sasha, su madre.
Deambulaba sin rumbo, como los demás. Pero aún conservaba su forma humana. Sus ojos estaban vacíos, pero su cuerpo no había sido deformado. Ayane corrió hacia ella. La abrazó. Sasha no respondió. Pero algo en su piel, en su calor, le dijo que aún estaba viva. Aún estaba ahí.
Ayane lloró, y en ese momento, supo que ya no podía confiar en Jennifer. Aunque la amara, aunque su corazón se rompiera, la verdad era más fuerte que el amor. Ayane saco a su madre de esa maldita torre, le ordeno a sus soldados que la ocultaran.
Ayane no huyó, no la enfrentó, solo esperó a que cayera la noche, y cuando compartía el lecho con Jennifer aprovecho que esta dormía y le arrancó el corazón con lágrimas, con amor, con culpa.
Jennifer no murió pero quedó en un sueño profundo, sellada en lo más hondo de su torre. Ayane escapó con su madre y cuando pudo regresar a su tierra natal dio a luz a Yuna. unos meses despues.
La hija que, según la profecía, será quien enfrente a Jennifer cuando despierte, tal como está enfrento a su padre Ozma.
Y yo… yo vi todo. Desde mi sala de espejos... Desde mi rincón fuera del tiempo. Esta vez no rei, no hice bromas, solo lloré.
Porque amo a mis madres, Jennifer y Ayane... Y aunque estas no sean las que yo conozco… El dolor es real, el amor también.
Esta historia no es canon en mi mundo.
Pero lo es en otro. Y en la telaraña infinita, todo lo que duele… es verdad en algún lugar.
Bienvenido a la Telaraña de Loki. Hoy no hay juego.
Solo memoria.
La Torre del Olvido.
La encontré entre las ventanas. Una realidad que no debía existir, pero existe. Una madre que no partió en busca de su alma gemela.
Una Jennifer que no olvidó… pero que tampoco recordó lo que la hacía humana.
Al principio, gobernó con justicia, aprendió de otros reinos, mejoró el suyo., pero sin el viaje, sin el dolor, sin el amor perdido… Algo en ella quedó incompleto Y ese vacío se disfrazó de hambre, hambre por saberlo todo.
La Torre del Conocimiento creció como una herida que no cerraba.
Libros, esferas, memorias robadas, personas convertidas en despojos, en bestias sin alma. Todo por llenar su hambre de conocimiento.
Y entonces llegó Ayane. La princesa que buscaba a su madre, Sasha. Jennifer al ver a Ayane quedo cautivada, fue amor a primera vista, Ayane también lo sintió. Porque el amor no entiende de realidades, ni de advertencias.
Estuvieron juntas, rieron, compartieron noches, Ayane creyó en ella, pero un día Ayane llegó a la torre sin que Jennifer lo supiera. El aire era espeso, como si los muros respiraran. Cada paso resonaba con ecos que no eran suyos. Tenía miedo, no por lo que sabía, sino por lo que aún no había visto.
Mientras ascendía por los pasillos de piedra, vio por primera vez a los Despojos. Hombres bestia, deformes, con cabezas de perro y ojos apagados. Algunos arrastraban piedras. Otros simplemente deambulaban. Uno de ellos murmuraba, sin rumbo:
—Tantos esclavos… cada vez son más esclavos… ¿cuándo terminará esta maldita torre?
Ayane se acercó. —¿Quién eres?— Preguntó con voz temblorosa.
El hombre la miró con ojos rotos. —Fui enviado por el reino vecino. Jennifer nos invitó. Pero atrapó a todos mis soldados. No le importó que esto iniciara una guerra.
Luego, con voz quebrada, dijo: —Antes la llamaban la hija del monstruo. Pero cuando selló a su propio padre y tomó el reino, la llamaron Jennifer la sabia… Jennifer la maga… Jennifer la encantadora. Y todo… todo para construir esta torre. Una torre tan alta que pudiera contener todos los conocimientos. Todos los secretos, todas las leyendas, todos los recuerdos. Nada iguala a su biblioteca universal.
—Desde el ocaso de la tierra vieja— Continuó— Los pergaminos sustituyeron las tabletas de arcilla. Los libros a los pergaminos. Y ahora, las esferas mágicas a los libros. Jennifer lo quiere todo. Y cuando un reino se acerca… ya no sale.
—Tiene miles de sortilegios. Convierte a las personas en Despojos. Les roba sus recuerdos, su pasado. Los hace olvidar quiénes fueron. Y les obliga a poner piedra tras piedra. La torre sube. Siempre más alto. Cuando Jennifer obtenga todo el conocimiento… será más poderosa que todos los dioses juntos. Los mismos dioses que su padre eliminó… uno por uno. Todo por eso. Solo por eso.
Ayane no respondió, el hombre transformado en Despojo cerro los ojos, acepto su realidad y el pequeño brillo que poseia en sus ojos se apago y solo siguió caminando. Ayane no pudo hacer nada por el, pero luego la vio... Sasha, su madre.
Deambulaba sin rumbo, como los demás. Pero aún conservaba su forma humana. Sus ojos estaban vacíos, pero su cuerpo no había sido deformado. Ayane corrió hacia ella. La abrazó. Sasha no respondió. Pero algo en su piel, en su calor, le dijo que aún estaba viva. Aún estaba ahí.
Ayane lloró, y en ese momento, supo que ya no podía confiar en Jennifer. Aunque la amara, aunque su corazón se rompiera, la verdad era más fuerte que el amor. Ayane saco a su madre de esa maldita torre, le ordeno a sus soldados que la ocultaran.
Ayane no huyó, no la enfrentó, solo esperó a que cayera la noche, y cuando compartía el lecho con Jennifer aprovecho que esta dormía y le arrancó el corazón con lágrimas, con amor, con culpa.
Jennifer no murió pero quedó en un sueño profundo, sellada en lo más hondo de su torre. Ayane escapó con su madre y cuando pudo regresar a su tierra natal dio a luz a Yuna. unos meses despues.
La hija que, según la profecía, será quien enfrente a Jennifer cuando despierte, tal como está enfrento a su padre Ozma.
Y yo… yo vi todo. Desde mi sala de espejos... Desde mi rincón fuera del tiempo. Esta vez no rei, no hice bromas, solo lloré.
Porque amo a mis madres, Jennifer y Ayane... Y aunque estas no sean las que yo conozco… El dolor es real, el amor también.
Esta historia no es canon en mi mundo.
Pero lo es en otro. Y en la telaraña infinita, todo lo que duele… es verdad en algún lugar.
Bienvenido a la Telaraña de Loki. Hoy no hay juego.
Solo memoria.
Sin tambores o ecos de guerra, con sombras bajos sus pies cubiertas por el enorme manto azul que cuelga detrás de su espalda.
Con un nombre cuyo significado fue la última era de una dinastía ya extinta. Un linaje muerto y una terrible maldición eterna, para alguien como él cuyo significado de la vejez no esta en su vocabulario, aunque quisiera encontrar la muerte.
Algo extraño lo ha traído de las entrañas de la tierra, dejando atrás la tumba de sus antepasados dejando al Rey a quien se supone servía y esperaba que volviera a nacer.
Algo nace... como si gritará sobre un nuevo soberado.
Es así como llego a encontrarse con esa pequeña figura, rubia, elevada entre las estrellas pero también silenciosa. Un hombre que había perdido a quien servir y una mujer que había perdido a sus sirvientes.
━━━ Usted, tiene un terrible parecido con ellos.
Se inclino en una de sus rodillas, reverenciando a la dama frente a sus ojos a quien encontró entre la espesura de un bosque frondoso, iluminado por luciérnagas y slime's, un encuentro...
Sin tambores o ecos de guerra, con sombras bajos sus pies cubiertas por el enorme manto azul que cuelga detrás de su espalda.
Con un nombre cuyo significado fue la última era de una dinastía ya extinta. Un linaje muerto y una terrible maldición eterna, para alguien como él cuyo significado de la vejez no esta en su vocabulario, aunque quisiera encontrar la muerte.
Algo extraño lo ha traído de las entrañas de la tierra, dejando atrás la tumba de sus antepasados dejando al Rey a quien se supone servía y esperaba que volviera a nacer.
Algo nace... como si gritará sobre un nuevo soberado.
Es así como llego a encontrarse con esa pequeña figura, rubia, elevada entre las estrellas pero también silenciosa. Un hombre que había perdido a quien servir y una mujer que había perdido a sus sirvientes.
━━━ Usted, tiene un terrible parecido con ellos.
Se inclino en una de sus rodillas, reverenciando a la dama frente a sus ojos a quien encontró entre la espesura de un bosque frondoso, iluminado por luciérnagas y slime's, un encuentro...
[Underworld.Queen]
— La luz tenue del atardecer apenas lograba perforar la pesada atmósfera de la sala del trono. Artoria, ataviada con su armadura de combate, pero con la capa de piel cubriendo sus hombros para resguardarse del frío que comenzaba a calar, se encontraba reclinada en su asiento. No era el trono formal, sino una silla auxiliar más cómoda, diseñada para los momentos de reflexión o de espera.
Sus ojos, un matiz melancólico de azul, observaban un punto indefinido en la distancia, perdidos en pensamientos que solo ella conocía. El brillo metálico de su armadura, pulida hasta el extremo, contrastaba con la suavidad de la piel de su capa, creando un aura de fuerza y, a la vez, de una cierta vulnerabilidad oculta.
Un leve suspiro escapó de sus labios. La corona, siempre presente, parecía pesar más de lo habitual esta noche. Las decisiones del día, las preocupaciones por el reino y las cargas de su destino se agolpaban en su mente. A pesar de la imponente presencia que irradiaba, había un instante de quietud, una pausa en la eterna vigilancia de la realeza. La imagen de la monarca guerrera, en un raro momento de introspección, llenaba la sala, silenciosa y majestuosa.—
— La luz tenue del atardecer apenas lograba perforar la pesada atmósfera de la sala del trono. Artoria, ataviada con su armadura de combate, pero con la capa de piel cubriendo sus hombros para resguardarse del frío que comenzaba a calar, se encontraba reclinada en su asiento. No era el trono formal, sino una silla auxiliar más cómoda, diseñada para los momentos de reflexión o de espera.
Sus ojos, un matiz melancólico de azul, observaban un punto indefinido en la distancia, perdidos en pensamientos que solo ella conocía. El brillo metálico de su armadura, pulida hasta el extremo, contrastaba con la suavidad de la piel de su capa, creando un aura de fuerza y, a la vez, de una cierta vulnerabilidad oculta.
Un leve suspiro escapó de sus labios. La corona, siempre presente, parecía pesar más de lo habitual esta noche. Las decisiones del día, las preocupaciones por el reino y las cargas de su destino se agolpaban en su mente. A pesar de la imponente presencia que irradiaba, había un instante de quietud, una pausa en la eterna vigilancia de la realeza. La imagen de la monarca guerrera, en un raro momento de introspección, llenaba la sala, silenciosa y majestuosa.—
La decepción es la escarcha que congela el manantial, una grieta profunda que separa el "fue" del "será".
La herida abierta está de la memoria que no sabe perdonar.
La existencia teje el hilo lento de la vida...el Tiempo.
El tiempo no es la cura que borra el tajo,
Sino el orfebre paciente que lo ennoblece,
Convierte la punzada en un rumor más bajo,
Y el dolor agudo en sabiduría que crece.
El tiempo es el silencio que amortigua el grito.
El tiempo es el bálsamo que sella la fisura.
El tiempo es la distancia que hace lo infinito
El ayer que ya no quema, solo murmura.
Y allí, en su suave fluir de arena fina,
La esperanza se sienta con su cirio,
No como un fuego fatuo, una ilusión divina,
Sino como el cimiento que soporta el martirio.
Es la certeza humilde de que todo pasa,
Que el invierno, por más cruel que se demore,
Lleva en sus venas la promesa de casa:
La primavera nueva que siempre florece.
El alma herida, anclada en el calendario,
No espera el milagro que devuelva lo perdido,
Sino la madurez de su propio santuario:
El arte de vivir con lo que ha dolido.
¿Cuánta esperanza puede guardar un alma herida?
La decepción es la escarcha que congela el manantial, una grieta profunda que separa el "fue" del "será".
La herida abierta está de la memoria que no sabe perdonar.
La existencia teje el hilo lento de la vida...el Tiempo.
El tiempo no es la cura que borra el tajo,
Sino el orfebre paciente que lo ennoblece,
Convierte la punzada en un rumor más bajo,
Y el dolor agudo en sabiduría que crece.
El tiempo es el silencio que amortigua el grito.
El tiempo es el bálsamo que sella la fisura.
El tiempo es la distancia que hace lo infinito
El ayer que ya no quema, solo murmura.
Y allí, en su suave fluir de arena fina,
La esperanza se sienta con su cirio,
No como un fuego fatuo, una ilusión divina,
Sino como el cimiento que soporta el martirio.
Es la certeza humilde de que todo pasa,
Que el invierno, por más cruel que se demore,
Lleva en sus venas la promesa de casa:
La primavera nueva que siempre florece.
El alma herida, anclada en el calendario,
No espera el milagro que devuelva lo perdido,
Sino la madurez de su propio santuario:
El arte de vivir con lo que ha dolido.
El no puedo ser el dueño de su querer,Pues no pudo comprender las reglas del amor y termino perdido
En el toxico carrusel .....
https://youtu.be/sGYO5vG6p0A?si=CR2XpOLzcWB1uhj4