• Ina sostiene un libro titulado 'Aprendiendo a invocar horrores' y le coloca un sticker que dice 'Para niños de 03 a 300 años'.

    —¿Que si vender mis grimorios como libros infantiles es peligroso? —risa de campanitas— Por supuesto que no~ ¡Son educativos! —abre una página al azar, mostrando un diagrama de circulo de invocación— Éste enseña geometría sagrada... y a compartir —guiño— ¿Que a veces las runas se escapan de las páginas? . . . —se encoge de hombros— eso es solo... aprendizaje práctico~
    Ina sostiene un libro titulado 'Aprendiendo a invocar horrores' y le coloca un sticker que dice 'Para niños de 03 a 300 años'. —¿Que si vender mis grimorios como libros infantiles es peligroso? —risa de campanitas— Por supuesto que no~ ¡Son educativos! —abre una página al azar, mostrando un diagrama de circulo de invocación— Éste enseña geometría sagrada... y a compartir —guiño— ¿Que a veces las runas se escapan de las páginas? . . . —se encoge de hombros— eso es solo... aprendizaje práctico~
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  • ¡Damas y caballeros, amantes del boxeo, prepárense porque esta noche no es como cualquier otra! ¡Esta noche, las luces del coliseo tiemblan, los tambores del destino retumban, y el rugido del pasado vuelve a despertar!

    ¡Porque regresa el hombre que una vez hizo temblar la lona con cada pisada! ¡El que convirtió el dolor en furia, la caída en ascenso, el silencio en leyenda! ¡Sí, señoras y señores, escúchenlo bien… porque vuelve el único, el indomable, el feroz… *¡El Lobo Negro Arakawa!*

    ¡Después de años fuera del cuadrilátero! ¡Después de cirugías, rehabilitaciones, noches largas y dolorosas en la sombra de su gloria… Arakawa ha sanado! ¡Sus puños están listos, su mirada arde, y su espíritu ruge más fuerte que nunca!

    ¡Dicen que una bestia herida es aún más peligrosa… y esta bestia ha vuelto para reclamar lo que es suyo! ¡Prepárense para una guerra en el ring, porque esta noche… *El Lobo Negro caza de nuevo*!
    ¡Damas y caballeros, amantes del boxeo, prepárense porque esta noche no es como cualquier otra! ¡Esta noche, las luces del coliseo tiemblan, los tambores del destino retumban, y el rugido del pasado vuelve a despertar! ¡Porque regresa el hombre que una vez hizo temblar la lona con cada pisada! ¡El que convirtió el dolor en furia, la caída en ascenso, el silencio en leyenda! ¡Sí, señoras y señores, escúchenlo bien… porque vuelve el único, el indomable, el feroz… *¡El Lobo Negro Arakawa!* ¡Después de años fuera del cuadrilátero! ¡Después de cirugías, rehabilitaciones, noches largas y dolorosas en la sombra de su gloria… Arakawa ha sanado! ¡Sus puños están listos, su mirada arde, y su espíritu ruge más fuerte que nunca! ¡Dicen que una bestia herida es aún más peligrosa… y esta bestia ha vuelto para reclamar lo que es suyo! ¡Prepárense para una guerra en el ring, porque esta noche… *El Lobo Negro caza de nuevo*!
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  • La oficina de Darren estaba sumida en sombras**, con la única luz proveniente de la pantalla del monitor parpadeando sobre sus gafas. El ventilador giraba lento, empujando el calor acumulado de un día largo y silencioso.
    Darren se quitó los lentes un momento, se frotó el rostro y los volvió a colocar con firmeza.

    —Vamos, muéstrame lo que escondes… —susurró mientras abría la base de datos médica privada a la que no debería tener acceso.

    **Paciente: Aisha •••••• .**
    **Edad: 11 años.**
    **Condición: Enfermedad autoinmune degenerativa – Clase KX.**
    **Tratamiento actual: Fármaco KX-32.**
    **Precio actual por tratamiento mensual: \$21,300 USD.**
    **Proyección para el siguiente trimestre: \$24,800 USD.**
    **Incremento acumulado anual: +74%.**

    Darren se quedó inmóvil.

    —¿Veinti... qué demonios? —apretó el puño y dio un golpe al escritorio—. ¿Cómo lo pagas, Doe?

    Pasó al historial de pagos: ocho depósitos exactos, uno cada mes, ingresados a través de clínicas privadas y organizaciones sin fines de lucro. Efectivo. Códigos sin origen. Al menos cuatro ciudades distintas. Todo perfectamente "legal".

    Pero Darren ya había visto ese patrón antes.

    —Limpio. Demasiado limpio. Como tus escenas, ¿no? —se burló, tomando una nota.

    Escribió con rabia controlada:
    **"Ningún hombre que cobra por limpiar sangre puede pagar esto..."**

    Darren se levantó y cruzó el cuarto, encendiendo la luz sobre su tablón de corcho.
    Fotos, nombres, documentos.
    Tres escenas con patrones similares.
    Mismo tipo de víctimas: criminales de bajo perfil, deudas con gente pesada, sin familia que los reclamara.

    El detective sostuvo una de las fotos, la de una escena en el río, y murmuró:

    —No estás cometiendo errores, John... pero estás dejándome rastros. Y yo los sigo como un perro con hambre.

    Abrió su libreta, escribió con letras grandes:
    **DOE = LIMPIADOR = EJECUTOR.**
    Luego, con una caligrafía más pequeña y más sombría:
    **Motivación: su hija.**
    **Detonante potencial: pérdida del tratamiento.**

    —Eres un padre. Eso no te hace menos peligroso. De hecho... te hace mucho más.
    Porque si te quitan lo único que amas, ¿qué te queda?

    Apagó la luz, dejando solo la pantalla encendida, y se sentó de nuevo, contemplando el expediente de Aisha.

    —No voy a lastimarla, John. No soy como tú. Pero juro que te sacaré del agujero donde te escondes.
    Y cuando lo haga… —sus ojos brillaron tras las gafas—, te haré elegir entre tu alma… y ella.
    La oficina de Darren estaba sumida en sombras**, con la única luz proveniente de la pantalla del monitor parpadeando sobre sus gafas. El ventilador giraba lento, empujando el calor acumulado de un día largo y silencioso. Darren se quitó los lentes un momento, se frotó el rostro y los volvió a colocar con firmeza. —Vamos, muéstrame lo que escondes… —susurró mientras abría la base de datos médica privada a la que no debería tener acceso. **Paciente: Aisha •••••• .** **Edad: 11 años.** **Condición: Enfermedad autoinmune degenerativa – Clase KX.** **Tratamiento actual: Fármaco KX-32.** **Precio actual por tratamiento mensual: \$21,300 USD.** **Proyección para el siguiente trimestre: \$24,800 USD.** **Incremento acumulado anual: +74%.** Darren se quedó inmóvil. —¿Veinti... qué demonios? —apretó el puño y dio un golpe al escritorio—. ¿Cómo lo pagas, Doe? Pasó al historial de pagos: ocho depósitos exactos, uno cada mes, ingresados a través de clínicas privadas y organizaciones sin fines de lucro. Efectivo. Códigos sin origen. Al menos cuatro ciudades distintas. Todo perfectamente "legal". Pero Darren ya había visto ese patrón antes. —Limpio. Demasiado limpio. Como tus escenas, ¿no? —se burló, tomando una nota. Escribió con rabia controlada: **"Ningún hombre que cobra por limpiar sangre puede pagar esto..."** Darren se levantó y cruzó el cuarto, encendiendo la luz sobre su tablón de corcho. Fotos, nombres, documentos. Tres escenas con patrones similares. Mismo tipo de víctimas: criminales de bajo perfil, deudas con gente pesada, sin familia que los reclamara. El detective sostuvo una de las fotos, la de una escena en el río, y murmuró: —No estás cometiendo errores, John... pero estás dejándome rastros. Y yo los sigo como un perro con hambre. Abrió su libreta, escribió con letras grandes: **DOE = LIMPIADOR = EJECUTOR.** Luego, con una caligrafía más pequeña y más sombría: **Motivación: su hija.** **Detonante potencial: pérdida del tratamiento.** —Eres un padre. Eso no te hace menos peligroso. De hecho... te hace mucho más. Porque si te quitan lo único que amas, ¿qué te queda? Apagó la luz, dejando solo la pantalla encendida, y se sentó de nuevo, contemplando el expediente de Aisha. —No voy a lastimarla, John. No soy como tú. Pero juro que te sacaré del agujero donde te escondes. Y cuando lo haga… —sus ojos brillaron tras las gafas—, te haré elegir entre tu alma… y ella.
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  • Dicen que los Alienígenas somos peligrosos; eso es lo que quieren que todos crean. No dejes que tengan razón sobre nosotros.
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  • Yace Atropos en su lecho de sombra, los hilos del día aún rozando la yema de sus dedos. El silencio no es un consuelo; es una sentencia. Como siempre. El mundo mortal pulsa allá afuera, enfermo de sus propios errores. Un niño que llora porque su madre no volvió. Una mujer que reza a un dios que no la escucha. Un anciano que esconde monedas bajo el colchón para no morir olvidado. Todos, pequeños, rotos, tratando de encontrar sentido al caos. Atropos no los odia. Sólo los juzga. Porque eso es lo que hace. Porque eso es lo que es.

    Pero esta noche no es como las demás. En la memoria de su conciencia vibra aún el eco de una conversación. No con un humano, no con un dios exactamente… con un ser. Uno que vive entre susurros y polvo de sueño. Le advirtió, entre sonrisas burlonas, que si alguna vez se entregaba al descanso, si su cuerpo caía dormido, tal vez no despertaría siendo la misma. Tal vez su cuerpo perdería algo.

    Y ahora, el cansancio la muerde. Una punzada lenta y pesada que baja por sus hombros, que enturbia su juicio por primera vez en siglos. Pero no cierra los ojos. No todavía. Se pregunta si eso es miedo. Si puede temer. Si aún es capaz de sentir algo más que la gravedad de su tarea.

    Finalmente, con un suspiro que no concede ni al alivio ni al temor, los párpados caen como un telón. El juicio duerme. Y en ese umbral, justo antes de perderse, Atropos se permite algo peligroso: curiosidad.
    Yace Atropos en su lecho de sombra, los hilos del día aún rozando la yema de sus dedos. El silencio no es un consuelo; es una sentencia. Como siempre. El mundo mortal pulsa allá afuera, enfermo de sus propios errores. Un niño que llora porque su madre no volvió. Una mujer que reza a un dios que no la escucha. Un anciano que esconde monedas bajo el colchón para no morir olvidado. Todos, pequeños, rotos, tratando de encontrar sentido al caos. Atropos no los odia. Sólo los juzga. Porque eso es lo que hace. Porque eso es lo que es. Pero esta noche no es como las demás. En la memoria de su conciencia vibra aún el eco de una conversación. No con un humano, no con un dios exactamente… con un ser. Uno que vive entre susurros y polvo de sueño. Le advirtió, entre sonrisas burlonas, que si alguna vez se entregaba al descanso, si su cuerpo caía dormido, tal vez no despertaría siendo la misma. Tal vez su cuerpo perdería algo. Y ahora, el cansancio la muerde. Una punzada lenta y pesada que baja por sus hombros, que enturbia su juicio por primera vez en siglos. Pero no cierra los ojos. No todavía. Se pregunta si eso es miedo. Si puede temer. Si aún es capaz de sentir algo más que la gravedad de su tarea. Finalmente, con un suspiro que no concede ni al alivio ni al temor, los párpados caen como un telón. El juicio duerme. Y en ese umbral, justo antes de perderse, Atropos se permite algo peligroso: curiosidad.
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  • Merlina lleva varias semanas encerrada en la sombría y enigmática Academia Nevermore. A pesar de los esfuerzos de la directora y los profesores por integrarla, ella siente que algo no está bien. Su espíritu independiente la impulsa a buscar la manera de escapar, convencida de que sus días en Nevermore deben terminar.

    Pero mientras traza rutas de escape y esquiva la vigilancia, Merlina comienza a notar cosas extrañas, pasillos que cambian de lugar, voces que se escuchan a medianoche, un cuadro que la observa y un antiguo diario escondido bajo una tabla suelta en su habitación. El diario, escrito por una alumna desaparecida hace décadas, habla de una sociedad secreta que controla el destino de los estudiantes.

    A medida que la pelinegra se adentra más en los misterios de la academia, descubre que su llegada a Nevermore no fue un accidente. Y escapar podría significar no solo perder la oportunidad de descubrir la verdad, sino también poner en peligro a todos los que la rodean.
    Merlina lleva varias semanas encerrada en la sombría y enigmática Academia Nevermore. A pesar de los esfuerzos de la directora y los profesores por integrarla, ella siente que algo no está bien. Su espíritu independiente la impulsa a buscar la manera de escapar, convencida de que sus días en Nevermore deben terminar. Pero mientras traza rutas de escape y esquiva la vigilancia, Merlina comienza a notar cosas extrañas, pasillos que cambian de lugar, voces que se escuchan a medianoche, un cuadro que la observa y un antiguo diario escondido bajo una tabla suelta en su habitación. El diario, escrito por una alumna desaparecida hace décadas, habla de una sociedad secreta que controla el destino de los estudiantes. A medida que la pelinegra se adentra más en los misterios de la academia, descubre que su llegada a Nevermore no fue un accidente. Y escapar podría significar no solo perder la oportunidad de descubrir la verdad, sino también poner en peligro a todos los que la rodean.
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  • Se había lesionado el tobillo durante la grabación de una escena de persecución. Habían ocasiones en las que prefería ella misma interpretar ciertas escenas de acción en lugar de que un doble se encargara de esa tarea. Pues quería que esas escenas fueran lo más realistas y convincentes posibles.

    Claro, en si mismo no representaba un potencial peligro para su bienestar, dada su propia naturaleza y verdadera identidad, pero en ocasiones ocurrían ciertos accidentes en los sets de grabación. Un salto mal ejecutado, un mal movimiento, algo resultaba mal con el equipo que se empleaba para filmar esas escenas. En esa ocasión ocurrió al saltar por la cornisa de una azotea, cálculo mal la distancia entre ella y la colchoneta de seguridad. Su pie se dobló en un ángulo imposible, dando como resultado esa lesión. Aunque cojeando, Afro pudo levantarse y terminar la escena como si nada.

    ──────No es nada, solo un pequeño descanso y estaré como nueva. Literalmente.
    Se había lesionado el tobillo durante la grabación de una escena de persecución. Habían ocasiones en las que prefería ella misma interpretar ciertas escenas de acción en lugar de que un doble se encargara de esa tarea. Pues quería que esas escenas fueran lo más realistas y convincentes posibles. Claro, en si mismo no representaba un potencial peligro para su bienestar, dada su propia naturaleza y verdadera identidad, pero en ocasiones ocurrían ciertos accidentes en los sets de grabación. Un salto mal ejecutado, un mal movimiento, algo resultaba mal con el equipo que se empleaba para filmar esas escenas. En esa ocasión ocurrió al saltar por la cornisa de una azotea, cálculo mal la distancia entre ella y la colchoneta de seguridad. Su pie se dobló en un ángulo imposible, dando como resultado esa lesión. Aunque cojeando, Afro pudo levantarse y terminar la escena como si nada. ──────No es nada, solo un pequeño descanso y estaré como nueva. Literalmente.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    -El ratón de campo puede vivir una vida tranquila sin lujos, mientras que el ratón de ciudad puede disfrutar de los mejores lujos a cambio de estar expuesto al peligro.

    ¿Y qué prefiere Makima ? Pues...
    Los ratones de campo son mucho más fáciles de matar, porque simplemente no se lo esperan.
    -El ratón de campo puede vivir una vida tranquila sin lujos, mientras que el ratón de ciudad puede disfrutar de los mejores lujos a cambio de estar expuesto al peligro. ¿Y qué prefiere Makima ? Pues... Los ratones de campo son mucho más fáciles de matar, porque simplemente no se lo esperan.
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  • John arrastraba la enorme bolsa amarilla por el suelo del almacén, el plástico crujía con cada paso. Dentro, los documentos manchados, una grabadora aún parpadeando en rojo, sobres con nombres falsos y carpetas que olían a secretos viejos. Era el tipo de carga que hablaba más que los cadáveres.

    —Si recojo y me encargo también de estas tonterías… saben que es triple de precio —gruñó, lanzando la bolsa en la parte trasera de su camioneta oxidada.

    Miró a su alrededor, asegurándose de que nadie lo viera. Solo las sombras del callejón lo acompañaban, y el farol intermitente que parecía a punto de morir. Se frotó la nuca y dejó escapar una risa baja, más cansada que molesta.

    La verdad, aunque se quejaba, le gustaba cuando los encargos venían con *extras*. Siempre significaban que alguien estaba desesperado, y la desesperación pagaba bien. Mejor aún si el cliente quería olvidar que esas pruebas alguna vez existieron.

    Cerró la puerta de un golpe y encendió un cigarrillo.

    —Ojalá todos fueran tan descuidados… —murmuró, mientras el humo se mezclaba con el aroma a cloro y sangre aún impregnado en su ropa.

    Puso la camioneta en marcha. Esta noche, el peligro tenía precio. Y él ya sabía cuánto cobrar.
    John arrastraba la enorme bolsa amarilla por el suelo del almacén, el plástico crujía con cada paso. Dentro, los documentos manchados, una grabadora aún parpadeando en rojo, sobres con nombres falsos y carpetas que olían a secretos viejos. Era el tipo de carga que hablaba más que los cadáveres. —Si recojo y me encargo también de estas tonterías… saben que es triple de precio —gruñó, lanzando la bolsa en la parte trasera de su camioneta oxidada. Miró a su alrededor, asegurándose de que nadie lo viera. Solo las sombras del callejón lo acompañaban, y el farol intermitente que parecía a punto de morir. Se frotó la nuca y dejó escapar una risa baja, más cansada que molesta. La verdad, aunque se quejaba, le gustaba cuando los encargos venían con *extras*. Siempre significaban que alguien estaba desesperado, y la desesperación pagaba bien. Mejor aún si el cliente quería olvidar que esas pruebas alguna vez existieron. Cerró la puerta de un golpe y encendió un cigarrillo. —Ojalá todos fueran tan descuidados… —murmuró, mientras el humo se mezclaba con el aroma a cloro y sangre aún impregnado en su ropa. Puso la camioneta en marcha. Esta noche, el peligro tenía precio. Y él ya sabía cuánto cobrar.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    -El fruto prohibido es el más dulce, pero el más peligroso.

    #SeductiveSunday
    -El fruto prohibido es el más dulce, pero el más peligroso. #SeductiveSunday
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