𝐑𝐨𝐥 𝐜𝐨𝐧:
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⸱ㅤ𝘵ℎ𝘦𝑎 <
Otro viaje más para agregar en la lista de James. Junto con sus aliados habían descubierto muchas islas, pequeñas y grandes, con y sin civilización, todo mientras iban rumbo a diferentes partes del mundo. Incluso se encontraron con nuevas personas, algunas pagando por ser transportadas, otras quedándose entre la tripulación. No había nada que no pudieran soportar, que no pudieran superar. Ya tenían experiencia en aguas desconocidas, entre tormentas y tifones.
Esta vez, sin embargo, fue diferente.
James lo presintió incluso antes que llegara: muerte. Estaba muy familiarizado con ella y la presencia de la misma era inconfundible para él. Incluso oyó las voces. Algunas se reían, otras gritaban en desesperación y sufrimiento, ninguna de ellas lo ayudó a calmarse.
—Encontremos tierra firme lo antes posible. —fue su orden, en voz calma, pero con cierta pesadez que hizo que su primer oficial ni siquiera le hiciera una sola pregunta, solo acató.
El cielo empezó a escurecerse, los truenos amenazando con presentar una tormenta intensa, con gotas pesadas y que, muy seguro, darían poca visibilidad. Poco después, el mar pareció inquietarse... o enojarse. Comenzaron como pequeñas olas golpeando el casco como una advertencia para que se prepararan.
──¡Veo tierra! ──mencionó uno de sus hombres. El castaño giró la cabeza enseguida, había una isla no muy lejos. Si llegaban a tiempo podrían pasar tranquilos el temporal.
Por desgracia, eso no estaba en los planes de las aguas.
Sin importar cuánto intentaron, en cuestión de segundos todo empeoró. El cielo estaba oscurecido de manera tal que podrían pensar que de repente cayó la noche, las olas crecieron en tamaño de manera estrepitosa, la lluvia llegó como si quisiera hundirlos en un santiamén, y los rayos... los rayos fueron la última señal para que James supiera que no iban a llegar a la isla.
Volvería a pasar. Después de creer que no tropezaría con la misma piedra.
Pasó demasiado rápido. En un abrir y cerrar de ojos una ola gigantesca se cernió sobre el barco, ni siquiera con sostenerse lo más fuerte posible sería una manera de salvarse. Los golpeó con tanta furia que hizo ver al navío como si estuviera hecho de papel. No solo eso, continuó recibiendo más y más ataques. Debía ser obra de algo más que simple cambio de clima, algo más que mera casualidad.
De repente, el hombre se encontró bajo el agua. No estaba asustado, ya había aceptado el final de la situación mucho antes que cualquier otro. Sin embargo, lo intentó. Quiso salvar a los suyos a toda costa, pero no hubo manera de siquiera avanzar un centímetro sin volver a ser cubierto por olas cada vez que llegaba a la superficie. Por más que moviera sus brazos y manos de manera frenética, en ocasiones ni siquiera tenía tiempo de sacar la cabeza del agua antes que más olas llegaran encima.
Sin verlos, sin escucharlos, supo que, uno a uno, sus vidas se desvanecían. Cada vez que alguien cercano moría era como recibir un mensaje, sus voces dentro de su cabeza que no lo dejaban en paz.
El agua fue demasiado violenta, llenando sus pulmones inmediatamente. Y, mientras su cuerpo reaccionó para toser, un dolor punzante se sintió por todo su pecho, la sensación de sofoco y de terminación lo envolvió una vez más, como la primera vez hace años atrás.
Su vista se volvió borrosa antes que todo a su alrededor oscureciera. Poco a poco, el dolor empezó a desvanecerse y solo sintió... nada. Era obvio, moriría allí, esta vez sin tener la posibilidad de regresar. O esa fue su perspectiva.
𝐑𝐨𝐥 𝐜𝐨𝐧:
> [N0TARTHEMISA] <
Otro viaje más para agregar en la lista de James. Junto con sus aliados habían descubierto muchas islas, pequeñas y grandes, con y sin civilización, todo mientras iban rumbo a diferentes partes del mundo. Incluso se encontraron con nuevas personas, algunas pagando por ser transportadas, otras quedándose entre la tripulación. No había nada que no pudieran soportar, que no pudieran superar. Ya tenían experiencia en aguas desconocidas, entre tormentas y tifones.
Esta vez, sin embargo, fue diferente.
James lo presintió incluso antes que llegara: muerte. Estaba muy familiarizado con ella y la presencia de la misma era inconfundible para él. Incluso oyó las voces. Algunas se reían, otras gritaban en desesperación y sufrimiento, ninguna de ellas lo ayudó a calmarse.
—Encontremos tierra firme lo antes posible. —fue su orden, en voz calma, pero con cierta pesadez que hizo que su primer oficial ni siquiera le hiciera una sola pregunta, solo acató.
El cielo empezó a escurecerse, los truenos amenazando con presentar una tormenta intensa, con gotas pesadas y que, muy seguro, darían poca visibilidad. Poco después, el mar pareció inquietarse... o enojarse. Comenzaron como pequeñas olas golpeando el casco como una advertencia para que se prepararan.
──¡Veo tierra! ──mencionó uno de sus hombres. El castaño giró la cabeza enseguida, había una isla no muy lejos. Si llegaban a tiempo podrían pasar tranquilos el temporal.
Por desgracia, eso no estaba en los planes de las aguas.
Sin importar cuánto intentaron, en cuestión de segundos todo empeoró. El cielo estaba oscurecido de manera tal que podrían pensar que de repente cayó la noche, las olas crecieron en tamaño de manera estrepitosa, la lluvia llegó como si quisiera hundirlos en un santiamén, y los rayos... los rayos fueron la última señal para que James supiera que no iban a llegar a la isla.
Volvería a pasar. Después de creer que no tropezaría con la misma piedra.
Pasó demasiado rápido. En un abrir y cerrar de ojos una ola gigantesca se cernió sobre el barco, ni siquiera con sostenerse lo más fuerte posible sería una manera de salvarse. Los golpeó con tanta furia que hizo ver al navío como si estuviera hecho de papel. No solo eso, continuó recibiendo más y más ataques. Debía ser obra de algo más que simple cambio de clima, algo más que mera casualidad.
De repente, el hombre se encontró bajo el agua. No estaba asustado, ya había aceptado el final de la situación mucho antes que cualquier otro. Sin embargo, lo intentó. Quiso salvar a los suyos a toda costa, pero no hubo manera de siquiera avanzar un centímetro sin volver a ser cubierto por olas cada vez que llegaba a la superficie. Por más que moviera sus brazos y manos de manera frenética, en ocasiones ni siquiera tenía tiempo de sacar la cabeza del agua antes que más olas llegaran encima.
Sin verlos, sin escucharlos, supo que, uno a uno, sus vidas se desvanecían. Cada vez que alguien cercano moría era como recibir un mensaje, sus voces dentro de su cabeza que no lo dejaban en paz.
El agua fue demasiado violenta, llenando sus pulmones inmediatamente. Y, mientras su cuerpo reaccionó para toser, un dolor punzante se sintió por todo su pecho, la sensación de sofoco y de terminación lo envolvió una vez más, como la primera vez hace años atrás.
Su vista se volvió borrosa antes que todo a su alrededor oscureciera. Poco a poco, el dolor empezó a desvanecerse y solo sintió... nada. Era obvio, moriría allí, esta vez sin tener la posibilidad de regresar. O esa fue su perspectiva.