• - Mi señor. Os despojo a ti y a tus hombres de la Gracia.
    Con la mirada teñida de oscuro, seréis expulsados de las Tierras Intermedias.
    Guerrearéis en una tierra lejana, donde viviréis y moriréis.
    - Mi señor. Os despojo a ti y a tus hombres de la Gracia. Con la mirada teñida de oscuro, seréis expulsados de las Tierras Intermedias. Guerrearéis en una tierra lejana, donde viviréis y moriréis.
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  • 𝔽𝕝𝕠𝕣𝕖𝕤 𝕖𝕟 𝕖𝕝 𝔸𝕓𝕚𝕤𝕞𝕠

    Había aprendido a evitar los espejos desde entonces. Su cuerpo, cubierto de cicatrices profundas y retorcidas, era un recordatorio constante de lo que había soportado. La carne había sanado, pero el peso de las marcas seguía aplastándola en sueños, como si cada latigazo aún resonara en su mente. 150, en específico. En los días más oscuros, sentía que no eran solo cicatrices en su piel, sino en su alma.

    —¿Qué logré al sobrevivir? —Solía preguntarse, su voz interna cargada de una mezcla de reproche y cansancio.

    Dentro de ella, Myrrh también había cambiado. El dragón, que siempre había sido un pilar de frialdad a veces desbocada, ahora parecía... Más silencioso. Más sombrío. Era como si las cadenas invisibles que compartían se hubieran apretado aún más durante la tortura.

    —El dolor no nos define, Zaryna. Pero tampoco podemos olvidarlo. —Susurró el dragón, su tono grave llenando los rincones oscuros de su mente.— A veces, incluso yo siento que aún está ahí, como un eco que nunca termina.

    Ella cerraba los ojos cuando las escuchaba. Sus pestañas temblaban, como si con ello pudiera apagar esas voces que la atormentaban.

    —Dices que no nos define... Pero... —Murmuró de vuelta, pensativa, su voz quebrándose en el filo de cada palabra.— ¿Acaso somos las mismas personas que éramos antes de ese día?

    El silencio se acentuó entre ambos, cortado solo por los pequeños murmullos del viento en el exterior, golpeando las ventanas de lo que ahora era su refugio, su castillo. Las paredes de piedra parecían observarlos, cargadas con una especie de gravedad que pesaba sobre sus hombros.

    —No. Pero eso no significa que seamos menos. —Respondió Myrrh tras una pausa medida, sus palabras llegando con una seriedad que calaba profundo.— Somos... Diferentes. Más duros, tal vez. Más conscientes de lo que podemos soportar.

    Zaryna apretó los puños, sus uñas clavándose en sus palmas, dejando marcas rojizas que desaparecían con el tiempo.

    —¿Y de qué sirve soportar? —La amargura teñía cada palabra, su voz casi temblando bajo el peso de la frustración.— Ellos me querían rota, y lo lograron. No puedes negar que algo se quebró dentro de mí... Dentro de nosotros.

    El rugido bajo de Myrrh vibró en su mente, cargado de una frustración contenida que no pudo ocultar.

    —Tal vez algo se quebró, pero algo también resistió. —Replicó el dragón, su tono firme, pero cargado de una dureza que rozaba la desesperación.— No olvides eso. El dolor... Lo sentimos juntos. Fue un castigo, sí, pero también una prueba. Si soportamos eso… ¿Qué podría doblegarnos ahora?

    Fue ella quien no respondió de inmediato en ese instante. Sabía que había algo de verdad en sus palabras, pero también había una sombra que no podía ignorar. Porque, aunque había sobrevivido, no podía negar que el precio había sido alto.

    —A veces, pienso que no es el dolor lo que me atormenta... —Su antiguo tono aterciopelado ahora parecía apagado, cansado.— …Sino lo que dejó atrás. Una versión de mí misma que no volverá.

    —Esa versión no habría sobrevivido a lo que hemos pasado. —Susurró Myrrh, su tono suavizándose como el roce de un ala.— Ahora eres más fuerte, Zaryna. No perfecta, no indemne... Pero aún estás aquí. Y eso es suficiente.

    Había noches en las que el silencio entre ambos se volvía insoportable. No eran enemigos, pero tampoco podían consolarse mutuamente del todo, pues las heridas que ambos cargaban eran diferentes. Estaban ligados por algo más profundo que las palabras, y, sin embargo, había un abismo de dolor entre ellos que ninguno sabía cómo cerrar. Aun así, cada amanecer les recordaba que estaban vivos, y aunque la oscuridad de las cicatrices nunca se borraría, había algo que seguía ardiendo en el fondo de ambos: la voluntad de no caer otra vez.

    Zaryna se levantó del asiento junto a la ventana, sus pasos resonando levemente sobre el suelo de piedra. Afuera, las estrellas comenzaban a desvanecerse ante el tenue resplandor del amanecer. Respiró hondo y se cruzó de brazos, su mirada fija en el horizonte.

    —Vamos, busquemos a Gazú. —Dijo, girándose hacia la voz en su mente, su tono cargado de una determinación tímida al nombrarle, aunque palpable.— Vayamos a ver las flores.

    Myrrh no respondió de inmediato. Sentía la tensión en sus palabras, pero también una chispa de esperanza que no había escuchado en mucho tiempo.

    —¿Crees que las flores tengan alguna respuesta? —Preguntó finalmente, con una mezcla de escepticismo y curiosidad que se arrastraba en cada palabra.

    —Tal vez no respuestas, pero… Algo de paz. —Respondio Zaryna, mientras alzaba la mirada hacia el horizonte, su voz parecia haber recrobado su antaño tono, más suave y dulce ahora, casi como un susurro.— Algo que me recuerde que no todo está roto. Que hay belleza incluso en medio de todo esto.

    El dragón permaneció en silencio, observando a través de sus ojos. Sabía que esas palabras no eran solo para él, sino también para ella misma. Eran un intento de convencerse de que podía encontrar algo más allá del peso de las cicatrices.

    Pero, en el fondo, ambos sabían la verdad: Zaryna no había resistido únicamente por Myrrh. Había sido Gazú quien, con su presencia, le había dado algo más por lo que aferrarse. Una razón para seguir, incluso cuando todo parecía perdido. Porque, más que las flores, lo que brillaba era aquel nombre en los pensamientos de Zaryna, como un faro que le había mostrado un camino de regreso desde el abismo.
    𝔽𝕝𝕠𝕣𝕖𝕤 𝕖𝕟 𝕖𝕝 𝔸𝕓𝕚𝕤𝕞𝕠 Había aprendido a evitar los espejos desde entonces. Su cuerpo, cubierto de cicatrices profundas y retorcidas, era un recordatorio constante de lo que había soportado. La carne había sanado, pero el peso de las marcas seguía aplastándola en sueños, como si cada latigazo aún resonara en su mente. 150, en específico. En los días más oscuros, sentía que no eran solo cicatrices en su piel, sino en su alma. —¿Qué logré al sobrevivir? —Solía preguntarse, su voz interna cargada de una mezcla de reproche y cansancio. Dentro de ella, Myrrh también había cambiado. El dragón, que siempre había sido un pilar de frialdad a veces desbocada, ahora parecía... Más silencioso. Más sombrío. Era como si las cadenas invisibles que compartían se hubieran apretado aún más durante la tortura. —El dolor no nos define, Zaryna. Pero tampoco podemos olvidarlo. —Susurró el dragón, su tono grave llenando los rincones oscuros de su mente.— A veces, incluso yo siento que aún está ahí, como un eco que nunca termina. Ella cerraba los ojos cuando las escuchaba. Sus pestañas temblaban, como si con ello pudiera apagar esas voces que la atormentaban. —Dices que no nos define... Pero... —Murmuró de vuelta, pensativa, su voz quebrándose en el filo de cada palabra.— ¿Acaso somos las mismas personas que éramos antes de ese día? El silencio se acentuó entre ambos, cortado solo por los pequeños murmullos del viento en el exterior, golpeando las ventanas de lo que ahora era su refugio, su castillo. Las paredes de piedra parecían observarlos, cargadas con una especie de gravedad que pesaba sobre sus hombros. —No. Pero eso no significa que seamos menos. —Respondió Myrrh tras una pausa medida, sus palabras llegando con una seriedad que calaba profundo.— Somos... Diferentes. Más duros, tal vez. Más conscientes de lo que podemos soportar. Zaryna apretó los puños, sus uñas clavándose en sus palmas, dejando marcas rojizas que desaparecían con el tiempo. —¿Y de qué sirve soportar? —La amargura teñía cada palabra, su voz casi temblando bajo el peso de la frustración.— Ellos me querían rota, y lo lograron. No puedes negar que algo se quebró dentro de mí... Dentro de nosotros. El rugido bajo de Myrrh vibró en su mente, cargado de una frustración contenida que no pudo ocultar. —Tal vez algo se quebró, pero algo también resistió. —Replicó el dragón, su tono firme, pero cargado de una dureza que rozaba la desesperación.— No olvides eso. El dolor... Lo sentimos juntos. Fue un castigo, sí, pero también una prueba. Si soportamos eso… ¿Qué podría doblegarnos ahora? Fue ella quien no respondió de inmediato en ese instante. Sabía que había algo de verdad en sus palabras, pero también había una sombra que no podía ignorar. Porque, aunque había sobrevivido, no podía negar que el precio había sido alto. —A veces, pienso que no es el dolor lo que me atormenta... —Su antiguo tono aterciopelado ahora parecía apagado, cansado.— …Sino lo que dejó atrás. Una versión de mí misma que no volverá. —Esa versión no habría sobrevivido a lo que hemos pasado. —Susurró Myrrh, su tono suavizándose como el roce de un ala.— Ahora eres más fuerte, Zaryna. No perfecta, no indemne... Pero aún estás aquí. Y eso es suficiente. Había noches en las que el silencio entre ambos se volvía insoportable. No eran enemigos, pero tampoco podían consolarse mutuamente del todo, pues las heridas que ambos cargaban eran diferentes. Estaban ligados por algo más profundo que las palabras, y, sin embargo, había un abismo de dolor entre ellos que ninguno sabía cómo cerrar. Aun así, cada amanecer les recordaba que estaban vivos, y aunque la oscuridad de las cicatrices nunca se borraría, había algo que seguía ardiendo en el fondo de ambos: la voluntad de no caer otra vez. Zaryna se levantó del asiento junto a la ventana, sus pasos resonando levemente sobre el suelo de piedra. Afuera, las estrellas comenzaban a desvanecerse ante el tenue resplandor del amanecer. Respiró hondo y se cruzó de brazos, su mirada fija en el horizonte. —Vamos, busquemos a Gazú. —Dijo, girándose hacia la voz en su mente, su tono cargado de una determinación tímida al nombrarle, aunque palpable.— Vayamos a ver las flores. Myrrh no respondió de inmediato. 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  • ¡FICROLERS 3D!
    ¡DAMOS LA BIENVENIDA A UN NUEVO PERSONAJE 3D!

    Dad la bienvenida a:
    ¡Dexter Morgan de Dexter!

    ¡Bienvenida! ¡Estamos encantados de tenerte en FicRol! ¡Esperamos hacerte sentir como en casa y que conviertas la plataforma en tu nuevo hogar aportando ese granito de arena roleplayer que sabemos que tienes! ¡Estamos deseando conocerte y verte desarrollar a tu personaje!

    ➤ Por favor, lee bien los lineamientos de la plataforma ya que su cumplimiento es necesario para el bienestar común y el tuyo propio: https://ficrol.com/static/guidelines

    Yo soy Caroline, tu RolSage, una especie de guía y de ayuda en la plataforma para los personajes 3D. Si necesitas cualquier cosa estoy siempre en DM y, de todos modos, en mi fanpage dispones de unas guías exhaustivas sobre como funciona ficrol, dale me gusta para no perderte nada:

    https://ficrol.com/pages/RolSage3D

    Índice de guías:

    https://ficrol.com/blogs/147711/%C3%8DNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS

    Tenemos un grupo de Personajes 3D para encontrar otros personajes que agregar, etc... ¡Solo presenta a tu personaje en una publicación! Si quieres, claro: https://ficrol.com/groups/Personajes3D

    En este articulo podrás encontrar personajes 3D agrupados por fandom a los que poder seguir. ¡Encuentra fandoms, personajes y OCs!

    Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS

    Fandoms 3D: https://ficrol.com/blogs/151304/FANDOMS-PERSONAJES-3D-EN-FICROL

    Dale me gusta también, si quieres, a esta fanpage donde irán siendo publicados consejos sobre escritura y narración:

    https://ficrol.com/pages/RinconEscritor

    #RolSage3D #AyudaRolSage #AyudaNuevosUsuarios
    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    ¡FICROLERS 3D! ✨ ¡DAMOS LA BIENVENIDA A UN NUEVO PERSONAJE 3D! Dad la bienvenida a: ¡[OSCUROPASAJER0] de Dexter! ¡Bienvenida! ¡Estamos encantados de tenerte en FicRol! ¡Esperamos hacerte sentir como en casa y que conviertas la plataforma en tu nuevo hogar aportando ese granito de arena roleplayer que sabemos que tienes! ¡Estamos deseando conocerte y verte desarrollar a tu personaje! ➤ Por favor, lee bien los lineamientos de la plataforma ya que su cumplimiento es necesario para el bienestar común y el tuyo propio: https://ficrol.com/static/guidelines 🧙‍♂️ Yo soy Caroline, tu RolSage, una especie de guía y de ayuda en la plataforma para los personajes 3D. Si necesitas cualquier cosa estoy siempre en DM y, de todos modos, en mi fanpage dispones de unas guías exhaustivas sobre como funciona ficrol, dale me gusta para no perderte nada: https://ficrol.com/pages/RolSage3D 📝 Índice de guías: https://ficrol.com/blogs/147711/%C3%8DNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS 🌐 Tenemos un grupo de Personajes 3D para encontrar otros personajes que agregar, etc... ¡Solo presenta a tu personaje en una publicación! Si quieres, claro: https://ficrol.com/groups/Personajes3D ✏️ En este articulo podrás encontrar personajes 3D agrupados por fandom a los que poder seguir. ¡Encuentra fandoms, personajes y OCs! Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS Fandoms 3D: https://ficrol.com/blogs/151304/FANDOMS-PERSONAJES-3D-EN-FICROL 📍 Dale me gusta también, si quieres, a esta fanpage donde irán siendo publicados consejos sobre escritura y narración: https://ficrol.com/pages/RinconEscritor #RolSage3D #AyudaRolSage #AyudaNuevosUsuarios #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • « Recuerdos de un Zorro »


    // Es un texto denso. +18. Agradezco a quien se tome el tiempo de leerlo. Soy disléxico; amo escribir y la creación de estos escritos me cuesta mucho tiempo y esfuerzo. Gracias de antemano . Espero que lo disfruten.//

    Durante los siguientes años, tras la muerte sanguinolenta de su familia; aquella que le dió nombre y le enseñó a ser humano, no se permitió el lujo de amar o tener afecto por nadie.

    No nacía de sus entrañas... El amar le había traído un dolor que cargaría por la eternidad, sin que este se desvaneciese en el perpetuo tiempo. El dolor lo consumía hasta el tuétano. Ni siquiera la venganza había servido de bálsamo frío para calmar la quemazón en su pecho. El dolor de la perdida, había dejando un hoyo tan profundo que ni las lágrimas de toda una vida eran capaces de llenar tal hueco. Estaba roto; el ojo derecho de Kami Inari se había corrompido por haberse vuelto demasiado humano.

    Durante un tiempo el zorro se aisló en el bosque, el único lugar donde podía ahogar su llanto sin ser molestado. En las noches el agudo aullido del zorro anunciaba la tristeza que lo envolvía. El bosque lloraba con él, reverberando en toda su extensión, volviéndolo un lugar de tristeza y lamento. Un bosque desesperanzado, sin la gracia vida que aportaba su energía al alma. Entrar en la espesura de este te sacaba el aliento, siendo remplazado por bocanadas de dolorosa desazón.

    No encontraba consuelo en su amado bosque. El tacto de la tierra húmeda bajos sus pies no se sentía igual, los rayos de sol que acariciaban su piel de porcelana no se sentían cálidos y el aire puro de este se sentía denso en los pulmones.

    Entonces recordó por alguna razón el beso robado por aquel chico en el callejón, aquel que le había hecho sentir un placer diferente al que hubiese vivido hasta ahora. Un beso dado el mismo día que su mundo se desmoronó por la llegada de la muerte a su hogar. Como si el caprichoso destino le hubiese otorgado un ultimo regalo antes de castigarlo. Este acariciaba sus labios con las puntas de sus dedos, recordando la calidez y la humedad que se había derramado en su boca. Si su bosque no le otorgaba descanso de su pena, este pensaba ir a buscarlo a otro lugar.

    Kazuo tomo de un pequeño refugio la única prenda que aún le quedaba, aquella a la que con esfuerzo le había intentado limpiar la sangre de aquellos a los que hizo pagar con su ira. Se vistió, y con pasos titubeantes comenzó a caminar. Tras horas de caminata este llegó a una población, lo suficientemente grande como para pasar “desapercibido”. Este había estado practicando, y consiguió, no sin esfuerzo, volver sus cabellos plateados a un negro tan vibrante como la obsidiana. Lo único que se mantenía incorregible en él eran aquellos ojos azules como el lapislázuli.

    Su presencia se hizo notar de forma irremediable, a pesar de sus ropas, casi harapos, la belleza y elegancia que portaba de forma natural Kazuo no pasaba inadvertido para quienes pasaban junto a él. Era hermoso, tanto que parecía casi irreal, lo cual no resultaba raro, era hijo de Inari, un ser nacido bajo la gracia y brillo de la luna.

    Este pudo oler un delicioso aroma. Un olor cálido y especiado. Se encaminó hacía este, llegando a una especie de establecimiento de comida y bebida. Kazuo conocía este tipo de sitios, los había frecuentado algunas veces acompañado con jóvenes de su aparente edad. Entró en el local, algunas voces se callaron y otras se transformarían en suaves murmullos con la aparición de este. El zorro en silencio tomo asiento en una mesa situada en una discreta esquina, plantando su porte sobre un viejo cojín en el suelo de tatami. Una joven no tardó en dirigirse a él con una bandeja, dejando un baso de té caliente de cortesía.

    ~Buenas tardes señor. ¿Que desea para comer?. ~ Le preguntaba la muchacha con tono exageradamente dulce.

    Kazuo se quedó por unos largos segundos en silencio, hacía mucho que no había hablado con otro ser humano, esperaba que las palabras no salieran de forma abrupta por su boca.

    -Yo… Muy amable señorita, pero no dispongo de dinero con que pagarle.- Dice este con algo de vergüenza por la situación.

    La muchacha lo mira por unos segundos, afilando suavemente su mirada, como si estuviese cavilando algo por esa cabecita.

    ~ ¿Sabes que?, por eso no te preocupes. Te traeré algo, cortesía de la casa por esta vez. Aquí no se le niega un plato de comida a alguien que lo necesita.~ Decía está mientras sostenía la bandeja entre su cadera y una de sus manos. Con la mano libre que le quedaba, jugaba con un mechón suelto que se había desatado de su improvisado recogido.

    Kazuo no dijo nada. Este se limitó a inclinarse suavemente a modo de agradecimiento. No entendía por qué aquella joven le daba de comer sin ningún tipo de pago por ello. Pero no iba a discutir tampoco, el olor de la comida lo había atraído hasta ahí, y hacía mucho tiempo que no se llevaba un plato caliente a la boca.

    El zorro rendía buena cuenta del té caliente que le habían ofrecido al entrar. A los pocos minutos aparecía la joven con una bandeja cargada con varias cosas. Está comienza a despachar frente a él la comida. Un bol de arroz blanco, un plato con un par de peces no muy grandes asados y por último un buen cuenco de udon con sopa de miso, con verduras cortadas de una forma abrupta, pero su olor era reconfortante.

    ~ Buen provecho hermosura, avísame si necesitas algo. ~ Decía está con sonrisa coqueta.

    -Gracia… Muy amable.- Decía Kazuo de una forma algo tímida, volviendo a inclinar su cabeza.

    La muchacha le guiña un ojo con descaro y se retira. Era guapa, no era una belleza destacable, pero era una zagala con buen porte y facciones delicadas. Aparentaba edad para haberse casado, aunque tal y como lo había tratado era muy posible que se tratase de una solterona.

    El zorro comienza a comer el udon de miso, el arroz y el pescado ofrecido. No era mejor que la comida que su querida madre le hacía tiempo atrás, pero no estaba nada mal, y el calor que inundaba su cuerpo era reconfortante. No tardo demasiado en acabar con el contenido de los platos, después de haber estado comiendo crudo como zorro por el bosque, aquello se había convertido en un auténtico manjar para sus pupilas gustativas.

    Tras unos minutos la joven volvió, esta vez sin bandeja. Sin darle a Kazuo opción a réplica, esta se sentó en la misma mesa, en una esquina no demasiado alejada del zorro.

    ~ Nunca te había visto por aquí, me acordaría con esa cara y esos… ojos…~ Decía de forma dulce y melosa.

    - Yo… Estoy de paso solamente.- Contesta Kazuo de forma escueta. Pasando de forma distraída las yemas de sus dedos por el filo de la taza de té casi vacía.

    ~ Ya veo. ~ Dice esta arrastrando su mirada de ojos negros hacia la mano de Kazuo. ~Mi nombre es Miko, ¿Y el tuyo? ~ Se presenta esta de forma informal, sin usar los apellidos.

    -Kazuo.- Contesta él sin hacer contacto con la mirada de la contraria.

    El lugar donde estaban sentados era convenientemente discreto, algo que la joven aprovecharía sin dudarlo. Está acerca una de sus manos a la que Kazuo mantenía toqueteando la taza de té. Los finos dedos de la joven se deslizaron en una suave caricia por el dorso de la mano del zorro hasta su muñeca, sobrepasando esta hasta su antebrazo. Aquel toque trajo de vuelta a Kazuo, de allí donde sus pensamientos estaban divagando. Aquella caricia lo hizo estremecer un poco, hacía mucho que no sentía el contacto ajeno de alguien.

    Por alguna razón que no entendía, el recuerdo de aquel beso en el callejón volvió a su mente, y sin poder evitarlo, una ola de calor recorrió su cuerpo.

    ~ Kazuo. Que bonito nombre, tanto como tú. ~ Dijo está sin dejar de pasear sus dedos en suaves caricias por el brazo del zorro.

    Los gestos de esta eran claramente seductores. La caricia en su brazo, como esta humedecía sus labios suavemente con su lengua, como su mano libre jugaba con el filo del cuello de su yukata, haciendo que este se abriese de forma insinuante, revelando tímidamente el comienzo de sus pechos. Kazuo no era tonto, y tampoco de piedra. Su mirada zafiro se desviaba instintivamente por las zonas que la joven le regalaba. La mirada del zorro iniciaba un recorrido desde los labios de Miko, pasando por su cuello y su clavícula desnuda, hasta el canal de sus senos, los cueles se ocultaban en la oscuridad interna de su yukata. La joven complacida sonríe al ver como Kazuo la repasaba con la mirada.

    Esta se levanta con movimiento suaves a la vez que provocadores de algún modo. Kazuo tenía la boca seca, y un calor comenzaba a alojarse en la parte baja de su pelvis. Esta se aleja lentamente, no sin antes hacerle un gesto sutil con la cabeza para que la siguiera. Kazuo se queda inmóvil por varios minutos. ¿Qué era esto?, ¿Era aquello lo que había venido a buscar?. En estos momentos el motor que hacía que se moviera era su instinto, haciendo que se levantase de su asiento y encaminase sus pasos hacia la puerta por la que la joven Miko había desaparecido.

    Este se cuela por dicha puerta y de inmediato una suave, pero firme mano, lo toma de la muñeca, arrastrándolo de inmediato. La joven camina sorteando algunas estancias. Llegan a una escalera de madera y bajan hasta una especie de sótano. Allí la joven Miko abre una puerta de madera vieja y entran en lo que parecía ser un almacén de víveres. La estancia apenas estaba iluminada por un par de velas. Era un lugar frío, y el olor a humedad y tierra inundaban los sentidos de Kazuo.

    ~ Al ver qué pasaban los minutos y que no venías pensé que no habían quedado claro mis intenciones ~ Decía la joven con tono seductor acercándose a Kazuo, colocando sus cálidas manos sobre el pecho de este.

    Kazuo se queda en silencio, notando como su corazón se aceleraba. ¿Era esto lo que estaba buscando de verdad?... El recuerdo de aquel cálido beso era vivido, recordó la sensación de adrenalina y placer que sintió. La joven pegaba su cuerpo aún más, haciendo que con su peso Kazuo retrocediese unos pasos, hasta que su parte trasera topó con una vieja mesa, quedando atrapado entre esta y la joven Miko.

    Otra oleada de calor volvía a recorrer el cuerpo de Kazuo, alojándose en la zona inferior de su pelvis, donde su virilidad se tensaba más y más, con cada segundo que pasaba. Miko se mordía el labio, mientras que una de sus manos descendía de forma atrevida por el cuerpo de Kazuo, desde su pecho hasta su abdomen, regalándole suaves caricias a su paso. Finalmente esta se desliza hasta la entrepierna del zorro, y comienza a masajear en suaves movimiento su miembro, por encima de la tela de su Hakama. Kazuo suelta un pesado suspiro al sentir el contacto, notando como se endurecía con cada toque que la experta mano de Miko le regalaba.

    Aquello le estaba provocando placer, muy diferente a otro que haya sentido antes, semejante al de aquel beso que aquel chico le regaló en un oscuro callejón. De cualquier forma, hacía mucho que no sentía ningún tipo de placer o sensación cálida, no desde que su familia fue asesinada.

    La joven seguía masajeando la entrepierna de Kazuo sin otorgarle descanso, lo que hacía que sutiles gemidos de placer se derramasen de los labios del zorro. Aquella sensación era totalmente nueva para él, al igual que la situación. Nadie le había tocado antes, al menos no de esa forma.

    ~ Veo que te gusta esto. ~ Decía Miko con sus labios pegados al mentón del zorro.

    La joven con su mano libre comienza a bajar su yukata, dejando que este resbalase por sus hombros hasta que sus senos quedaban expuestos. La mirada de Kazuo se ensombrecía al verlos. Blancos como la leche, y tensos por la excitación lo llamaban a gritos. Este asciende sus manos lentamente hasta que estas hacen contacto con sus pechos. Eran suaves y blandos. Sus pezones rígidos no hacían más que intensificar la calor que recorría su cuerpo. Sus manos de forma instintiva comienzan a masajear los pechos de aquella mujer, la cual soltaba provocadores gemidos ante su toque.

    ~ Mmm… Tócame más. ~ Decía Miko arrastrando las palabras de forma pastosa.

    Kazuo comenzaba apretar sus senos con necesidad, jalándolos para sí, como si quisiera apoderarse de ellos. Está gemía de puro placer ante él toque del zorro, aumentando la fricción de su mano contra su erección. Kazuo se inclinaba , bajando su rostro y llevando uno de los senos de la joven a su boca, apoderándose se su pezón con su lengua y dientes. El cuerpo de la muchacha se tensaba de placer ante tan repentino acto.

    Kazuo se movía por puro instinto, igual que aquel día en el callejón, con la diferencia de que en esta ocasión su acompañante no lo estaba rechazando. Miko desataba el Hakama de Kazuo, este absorto en devorar sus senos no reparaba en los siguientes movimientos de la joven. De pronto lo sintió; una cálida mano envolviendo la prolongación de su virilidad, haciendo que un ronco gemido saliera de su boca, chocando contra los senos de aquella mujer. Podía sentir el movimiento oscilante de arriba abajo, la mano de Miko apretando su miembro erecto por la excitación. Este de forma involuntaria atrapaba uno de los pezones de la joven entre sus dientes, dejando este enrojecido por la acción. Aquello en vez de causarle dolor hizo que un sonoro gemido saliese de la boca de la muchacha, la cual se mordía el labio con fuerza para acallar su voz.

    Aquello le estaba haciendo sentir un placer que no había experimentado antes y del cual no le habían dado nada de información. Pero su cuerpo se movía por inercia, como si supiera lo que tenía que hacer sin un manual que le indicase los pasos a seguir.

    En algún punto la joven había desatado su obi, dejándolo caer al suelo, quedando su cuerpo expuesto por la apertura de su yukata. La inexpertas manos de Kazuo se paseaba por su piel desnuda, algo torpes pero con determinación, quería más. Estas desembocan hasta el lustroso trasero de la joven, apretando su carne con sus dedos, atrayéndola hacía él con el movimiento. El yukata de esta terminaba de caer al suelo, al igual que el Haori de Kazuo, quedando ambos desnudos, expuestos ante las inclemencias de aquel húmedo almacén. Esta se separa un poco de él, soltando sus miembro; Kazuo soltaba un gruñido de queja por la repentina separación. La joven lo rodea y se sienta sobre la mesa, tomando las manos de Kazuo para acercarlo nuevamente a ella, acomodando las caderas de él entre sus piernas. Miko rodea el cuello del zorro con sus brazos y lo acerca a ella, para finalmente fundir su boca con la de Kazuo.

    No era un beso tierno, este era ardiente, salvaje. Sus lenguas se buscaban mutuamente, casi sin dejar espacio para respirar. Las caderas de ambos se movían de forma involuntaria, lo que provocaba que sus sexos se rozasen entre si, humedeciéndose el uno al otro. Las manos de Kazuo se aferraban a las caderas de la contraria, apretando esta contra su cuerpo, reclamado la fricción de su piel contra la suya. Los dedos de ella se enredaba en la suave melena de Kazuo; unos cabellos tan suave y sedoso que no eran propios de alguien que vestía aquellos harapos.

    ~ Mmm me encanta tu olor… Hueles a miel…~ Decía entre besos. ~ Limón…~ Lamia de forma lujuriosa los labios de Kazuo. ~ Menta…~ Susurra contra su boca con un tono grave.

    Kazuo no hablaba. A pesar de aquel regalo de placer no sentía nada más. No había amor, no había aprecio. Era simple y llanamente un desfogue temporal de su tristeza. Quizás lo era también para ella, un pasatiempo para hacer más ameno sus monótonos días despachando mesas, aunque eso a Kazuo no le importaba en absoluto en ese momento. Solo quería disfrutar de aquello, una escusa para evadirse de su realidad.

    Miko tomaba nuevamente el miembro de Kazuo y, con determinación, colocaba la punta de su virilidad contra la entrada de su vagina. Nadie le había enseñado ha Kazuo nada de aquello, pero no necesitaba sumar dos más dos para que su cuerpo supiera exactamente lo que debía hacer. Este de una estocada entraba en el interior de la joven, sintiendo como las paredes de su interior envolvían toda la extensión de su virilidad, recibiéndolo sin restricciones y haciéndole soltar un ronco y amortiguado gemido contra la boca de la joven.

    Aquella oleada de placer hizo que los cabellos del zorro se tintaran del color de la luna, pero por suerte, la escasa luz del lugar hacía casi imperceptible el cambio. Este comenzó a mover sus caderas, entrando y saliendo del interior de aquella mujer una y otra vez. Cada embestida era una oleada de placer que se iba acumulando en su pelvis, como si estuviese apunto de estallar. Ambos gemían de forma descontrolada, ahogando estos en sus bocas para que su encuentro pecaminoso quedase en la más absoluta intimidad.

    No había amor ni ternura por parte de Kazuo, tan solo necesidad de obtener placer a través de aquella carne, a través de Miko. Ella al igual que él, lo usaba para evadirse de su propia realidad, una solterona condenada a servir sopa de miso de por vida.

    Las embestidas de Kazuo quedaban lejos de ser amables. Estas eran un vivo reflejo de la desesperación de encontrar algo que le aliviase la pena, aunque fuera a penas por unos minutos. Sus labios se desplazaban desde los labios de la joven hasta su cuello. Lamió su piel, decorada con una suave capa de sudor producida por la agitación del momento. El sabor era salado y especiado de haber estado trabajando en las cocinas. Al igual que su aroma; olía a vapor especiado y humo. La lengua del zorro se paseaba por el lateral de su cuello hasta su oreja , lamiendo esta de forma lasciva y mordiendo el lóbulo de la misma. La joven gimoteaba de placer a su toque , quedando claro lo mucho que le gustaba aquello.

    La mirada de Kazuo ya no era brillante, esta estaba ensombrecida por un deseo vacío. Así era, un deseo vacío, pero que le otorgaba el placer que necesitaba en ese momento. Este sintió como las paredes de aquella mujer se contraía alrededor de su miembro, constriñendo este a causa del orgasmo que recorría el cuerpo de la joven. Aquello lo hizo estremecer, y al igual que ella este sintió como el calor que se había estando alojado en su pelvis se derramaba en el interior de ella. El placer lo recorrió desde la cabeza hasta la punta de sus pies, sintiendo como la oleada húmeda salía, desembocando dentro del sexo ajeno.

    Las embestidas se fueron ralentizando hasta que censaron, sintiendo como los últimos espasmos de su cuerpo paraban finalmente. La joven poco a poco conseguía amansar su respiración al igual que él. No hubo beso de despedida, esta sonreía complacida mientras se bajaba de la mesa, triunfante de haber alcanzado su objetivo. Miko se vestía y Kazuo hizo lo propio.

    ~Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de un hombre. Espero que nos volvamos a ver muchacho.~ Decía esta, coqueta, intentando arreglar su recogido despeinado por el encuentro.

    Kazuo no dijo nada, apenas asintió con la cabeza. Una mezcla de vergüenza e incertidumbre se alojaba en su pecho. ¿Estaba bien entregarse a alguien por mero placer?, ¿Hacerlo sin amor?, ¿Usarlo como medio de evasión de su tristeza?.

    El zorro había perdido su virginidad en aquel oscuro y húmedo almacén, con una mujer que no conocía de nada y que jamás volvería a ver. Kazuo volvió a su bosque, a aislarse de los humanos que solo se movían por impulsos egoístas. Solo volvería a encontrarse con estos movido por la misma necesidad que lo llevo a aquel primer encuentro carnal. A usarlos al igual que lo habían usado a él.

    Con el paso se los siglos esto iría cambiando. Su corazón se irían sanando, volviéndose cálido. Pero esto es una nueva historia del zorro. La cual sera desvelada en el futuro.

    « Recuerdos de un Zorro » // Es un texto denso. +18. Agradezco a quien se tome el tiempo de leerlo. Soy disléxico; amo escribir y la creación de estos escritos me cuesta mucho tiempo y esfuerzo. Gracias de antemano 🫂. Espero que lo disfruten.// Durante los siguientes años, tras la muerte sanguinolenta de su familia; aquella que le dió nombre y le enseñó a ser humano, no se permitió el lujo de amar o tener afecto por nadie. No nacía de sus entrañas... El amar le había traído un dolor que cargaría por la eternidad, sin que este se desvaneciese en el perpetuo tiempo. El dolor lo consumía hasta el tuétano. Ni siquiera la venganza había servido de bálsamo frío para calmar la quemazón en su pecho. El dolor de la perdida, había dejando un hoyo tan profundo que ni las lágrimas de toda una vida eran capaces de llenar tal hueco. Estaba roto; el ojo derecho de Kami Inari se había corrompido por haberse vuelto demasiado humano. Durante un tiempo el zorro se aisló en el bosque, el único lugar donde podía ahogar su llanto sin ser molestado. En las noches el agudo aullido del zorro anunciaba la tristeza que lo envolvía. El bosque lloraba con él, reverberando en toda su extensión, volviéndolo un lugar de tristeza y lamento. Un bosque desesperanzado, sin la gracia vida que aportaba su energía al alma. Entrar en la espesura de este te sacaba el aliento, siendo remplazado por bocanadas de dolorosa desazón. No encontraba consuelo en su amado bosque. El tacto de la tierra húmeda bajos sus pies no se sentía igual, los rayos de sol que acariciaban su piel de porcelana no se sentían cálidos y el aire puro de este se sentía denso en los pulmones. Entonces recordó por alguna razón el beso robado por aquel chico en el callejón, aquel que le había hecho sentir un placer diferente al que hubiese vivido hasta ahora. Un beso dado el mismo día que su mundo se desmoronó por la llegada de la muerte a su hogar. Como si el caprichoso destino le hubiese otorgado un ultimo regalo antes de castigarlo. Este acariciaba sus labios con las puntas de sus dedos, recordando la calidez y la humedad que se había derramado en su boca. Si su bosque no le otorgaba descanso de su pena, este pensaba ir a buscarlo a otro lugar. Kazuo tomo de un pequeño refugio la única prenda que aún le quedaba, aquella a la que con esfuerzo le había intentado limpiar la sangre de aquellos a los que hizo pagar con su ira. Se vistió, y con pasos titubeantes comenzó a caminar. Tras horas de caminata este llegó a una población, lo suficientemente grande como para pasar “desapercibido”. Este había estado practicando, y consiguió, no sin esfuerzo, volver sus cabellos plateados a un negro tan vibrante como la obsidiana. Lo único que se mantenía incorregible en él eran aquellos ojos azules como el lapislázuli. Su presencia se hizo notar de forma irremediable, a pesar de sus ropas, casi harapos, la belleza y elegancia que portaba de forma natural Kazuo no pasaba inadvertido para quienes pasaban junto a él. Era hermoso, tanto que parecía casi irreal, lo cual no resultaba raro, era hijo de Inari, un ser nacido bajo la gracia y brillo de la luna. Este pudo oler un delicioso aroma. Un olor cálido y especiado. Se encaminó hacía este, llegando a una especie de establecimiento de comida y bebida. Kazuo conocía este tipo de sitios, los había frecuentado algunas veces acompañado con jóvenes de su aparente edad. Entró en el local, algunas voces se callaron y otras se transformarían en suaves murmullos con la aparición de este. El zorro en silencio tomo asiento en una mesa situada en una discreta esquina, plantando su porte sobre un viejo cojín en el suelo de tatami. Una joven no tardó en dirigirse a él con una bandeja, dejando un baso de té caliente de cortesía. ~Buenas tardes señor. ¿Que desea para comer?. ~ Le preguntaba la muchacha con tono exageradamente dulce. Kazuo se quedó por unos largos segundos en silencio, hacía mucho que no había hablado con otro ser humano, esperaba que las palabras no salieran de forma abrupta por su boca. -Yo… Muy amable señorita, pero no dispongo de dinero con que pagarle.- Dice este con algo de vergüenza por la situación. La muchacha lo mira por unos segundos, afilando suavemente su mirada, como si estuviese cavilando algo por esa cabecita. ~ ¿Sabes que?, por eso no te preocupes. Te traeré algo, cortesía de la casa por esta vez. Aquí no se le niega un plato de comida a alguien que lo necesita.~ Decía está mientras sostenía la bandeja entre su cadera y una de sus manos. Con la mano libre que le quedaba, jugaba con un mechón suelto que se había desatado de su improvisado recogido. Kazuo no dijo nada. Este se limitó a inclinarse suavemente a modo de agradecimiento. No entendía por qué aquella joven le daba de comer sin ningún tipo de pago por ello. Pero no iba a discutir tampoco, el olor de la comida lo había atraído hasta ahí, y hacía mucho tiempo que no se llevaba un plato caliente a la boca. El zorro rendía buena cuenta del té caliente que le habían ofrecido al entrar. A los pocos minutos aparecía la joven con una bandeja cargada con varias cosas. Está comienza a despachar frente a él la comida. Un bol de arroz blanco, un plato con un par de peces no muy grandes asados y por último un buen cuenco de udon con sopa de miso, con verduras cortadas de una forma abrupta, pero su olor era reconfortante. ~ Buen provecho hermosura, avísame si necesitas algo. ~ Decía está con sonrisa coqueta. -Gracia… Muy amable.- Decía Kazuo de una forma algo tímida, volviendo a inclinar su cabeza. La muchacha le guiña un ojo con descaro y se retira. Era guapa, no era una belleza destacable, pero era una zagala con buen porte y facciones delicadas. Aparentaba edad para haberse casado, aunque tal y como lo había tratado era muy posible que se tratase de una solterona. El zorro comienza a comer el udon de miso, el arroz y el pescado ofrecido. No era mejor que la comida que su querida madre le hacía tiempo atrás, pero no estaba nada mal, y el calor que inundaba su cuerpo era reconfortante. No tardo demasiado en acabar con el contenido de los platos, después de haber estado comiendo crudo como zorro por el bosque, aquello se había convertido en un auténtico manjar para sus pupilas gustativas. Tras unos minutos la joven volvió, esta vez sin bandeja. Sin darle a Kazuo opción a réplica, esta se sentó en la misma mesa, en una esquina no demasiado alejada del zorro. ~ Nunca te había visto por aquí, me acordaría con esa cara y esos… ojos…~ Decía de forma dulce y melosa. - Yo… Estoy de paso solamente.- Contesta Kazuo de forma escueta. Pasando de forma distraída las yemas de sus dedos por el filo de la taza de té casi vacía. ~ Ya veo. ~ Dice esta arrastrando su mirada de ojos negros hacia la mano de Kazuo. ~Mi nombre es Miko, ¿Y el tuyo? ~ Se presenta esta de forma informal, sin usar los apellidos. -Kazuo.- Contesta él sin hacer contacto con la mirada de la contraria. El lugar donde estaban sentados era convenientemente discreto, algo que la joven aprovecharía sin dudarlo. Está acerca una de sus manos a la que Kazuo mantenía toqueteando la taza de té. Los finos dedos de la joven se deslizaron en una suave caricia por el dorso de la mano del zorro hasta su muñeca, sobrepasando esta hasta su antebrazo. Aquel toque trajo de vuelta a Kazuo, de allí donde sus pensamientos estaban divagando. Aquella caricia lo hizo estremecer un poco, hacía mucho que no sentía el contacto ajeno de alguien. Por alguna razón que no entendía, el recuerdo de aquel beso en el callejón volvió a su mente, y sin poder evitarlo, una ola de calor recorrió su cuerpo. ~ Kazuo. Que bonito nombre, tanto como tú. ~ Dijo está sin dejar de pasear sus dedos en suaves caricias por el brazo del zorro. Los gestos de esta eran claramente seductores. La caricia en su brazo, como esta humedecía sus labios suavemente con su lengua, como su mano libre jugaba con el filo del cuello de su yukata, haciendo que este se abriese de forma insinuante, revelando tímidamente el comienzo de sus pechos. Kazuo no era tonto, y tampoco de piedra. Su mirada zafiro se desviaba instintivamente por las zonas que la joven le regalaba. La mirada del zorro iniciaba un recorrido desde los labios de Miko, pasando por su cuello y su clavícula desnuda, hasta el canal de sus senos, los cueles se ocultaban en la oscuridad interna de su yukata. La joven complacida sonríe al ver como Kazuo la repasaba con la mirada. Esta se levanta con movimiento suaves a la vez que provocadores de algún modo. Kazuo tenía la boca seca, y un calor comenzaba a alojarse en la parte baja de su pelvis. Esta se aleja lentamente, no sin antes hacerle un gesto sutil con la cabeza para que la siguiera. Kazuo se queda inmóvil por varios minutos. ¿Qué era esto?, ¿Era aquello lo que había venido a buscar?. En estos momentos el motor que hacía que se moviera era su instinto, haciendo que se levantase de su asiento y encaminase sus pasos hacia la puerta por la que la joven Miko había desaparecido. Este se cuela por dicha puerta y de inmediato una suave, pero firme mano, lo toma de la muñeca, arrastrándolo de inmediato. La joven camina sorteando algunas estancias. Llegan a una escalera de madera y bajan hasta una especie de sótano. Allí la joven Miko abre una puerta de madera vieja y entran en lo que parecía ser un almacén de víveres. La estancia apenas estaba iluminada por un par de velas. Era un lugar frío, y el olor a humedad y tierra inundaban los sentidos de Kazuo. ~ Al ver qué pasaban los minutos y que no venías pensé que no habían quedado claro mis intenciones ~ Decía la joven con tono seductor acercándose a Kazuo, colocando sus cálidas manos sobre el pecho de este. Kazuo se queda en silencio, notando como su corazón se aceleraba. ¿Era esto lo que estaba buscando de verdad?... El recuerdo de aquel cálido beso era vivido, recordó la sensación de adrenalina y placer que sintió. La joven pegaba su cuerpo aún más, haciendo que con su peso Kazuo retrocediese unos pasos, hasta que su parte trasera topó con una vieja mesa, quedando atrapado entre esta y la joven Miko. Otra oleada de calor volvía a recorrer el cuerpo de Kazuo, alojándose en la zona inferior de su pelvis, donde su virilidad se tensaba más y más, con cada segundo que pasaba. Miko se mordía el labio, mientras que una de sus manos descendía de forma atrevida por el cuerpo de Kazuo, desde su pecho hasta su abdomen, regalándole suaves caricias a su paso. Finalmente esta se desliza hasta la entrepierna del zorro, y comienza a masajear en suaves movimiento su miembro, por encima de la tela de su Hakama. Kazuo suelta un pesado suspiro al sentir el contacto, notando como se endurecía con cada toque que la experta mano de Miko le regalaba. Aquello le estaba provocando placer, muy diferente a otro que haya sentido antes, semejante al de aquel beso que aquel chico le regaló en un oscuro callejón. De cualquier forma, hacía mucho que no sentía ningún tipo de placer o sensación cálida, no desde que su familia fue asesinada. La joven seguía masajeando la entrepierna de Kazuo sin otorgarle descanso, lo que hacía que sutiles gemidos de placer se derramasen de los labios del zorro. Aquella sensación era totalmente nueva para él, al igual que la situación. Nadie le había tocado antes, al menos no de esa forma. ~ Veo que te gusta esto. ~ Decía Miko con sus labios pegados al mentón del zorro. La joven con su mano libre comienza a bajar su yukata, dejando que este resbalase por sus hombros hasta que sus senos quedaban expuestos. La mirada de Kazuo se ensombrecía al verlos. Blancos como la leche, y tensos por la excitación lo llamaban a gritos. Este asciende sus manos lentamente hasta que estas hacen contacto con sus pechos. Eran suaves y blandos. Sus pezones rígidos no hacían más que intensificar la calor que recorría su cuerpo. Sus manos de forma instintiva comienzan a masajear los pechos de aquella mujer, la cual soltaba provocadores gemidos ante su toque. ~ Mmm… Tócame más. ~ Decía Miko arrastrando las palabras de forma pastosa. Kazuo comenzaba apretar sus senos con necesidad, jalándolos para sí, como si quisiera apoderarse de ellos. Está gemía de puro placer ante él toque del zorro, aumentando la fricción de su mano contra su erección. Kazuo se inclinaba , bajando su rostro y llevando uno de los senos de la joven a su boca, apoderándose se su pezón con su lengua y dientes. El cuerpo de la muchacha se tensaba de placer ante tan repentino acto. Kazuo se movía por puro instinto, igual que aquel día en el callejón, con la diferencia de que en esta ocasión su acompañante no lo estaba rechazando. Miko desataba el Hakama de Kazuo, este absorto en devorar sus senos no reparaba en los siguientes movimientos de la joven. De pronto lo sintió; una cálida mano envolviendo la prolongación de su virilidad, haciendo que un ronco gemido saliera de su boca, chocando contra los senos de aquella mujer. Podía sentir el movimiento oscilante de arriba abajo, la mano de Miko apretando su miembro erecto por la excitación. Este de forma involuntaria atrapaba uno de los pezones de la joven entre sus dientes, dejando este enrojecido por la acción. Aquello en vez de causarle dolor hizo que un sonoro gemido saliese de la boca de la muchacha, la cual se mordía el labio con fuerza para acallar su voz. Aquello le estaba haciendo sentir un placer que no había experimentado antes y del cual no le habían dado nada de información. Pero su cuerpo se movía por inercia, como si supiera lo que tenía que hacer sin un manual que le indicase los pasos a seguir. En algún punto la joven había desatado su obi, dejándolo caer al suelo, quedando su cuerpo expuesto por la apertura de su yukata. La inexpertas manos de Kazuo se paseaba por su piel desnuda, algo torpes pero con determinación, quería más. Estas desembocan hasta el lustroso trasero de la joven, apretando su carne con sus dedos, atrayéndola hacía él con el movimiento. El yukata de esta terminaba de caer al suelo, al igual que el Haori de Kazuo, quedando ambos desnudos, expuestos ante las inclemencias de aquel húmedo almacén. Esta se separa un poco de él, soltando sus miembro; Kazuo soltaba un gruñido de queja por la repentina separación. La joven lo rodea y se sienta sobre la mesa, tomando las manos de Kazuo para acercarlo nuevamente a ella, acomodando las caderas de él entre sus piernas. Miko rodea el cuello del zorro con sus brazos y lo acerca a ella, para finalmente fundir su boca con la de Kazuo. No era un beso tierno, este era ardiente, salvaje. Sus lenguas se buscaban mutuamente, casi sin dejar espacio para respirar. Las caderas de ambos se movían de forma involuntaria, lo que provocaba que sus sexos se rozasen entre si, humedeciéndose el uno al otro. Las manos de Kazuo se aferraban a las caderas de la contraria, apretando esta contra su cuerpo, reclamado la fricción de su piel contra la suya. Los dedos de ella se enredaba en la suave melena de Kazuo; unos cabellos tan suave y sedoso que no eran propios de alguien que vestía aquellos harapos. ~ Mmm me encanta tu olor… Hueles a miel…~ Decía entre besos. ~ Limón…~ Lamia de forma lujuriosa los labios de Kazuo. ~ Menta…~ Susurra contra su boca con un tono grave. Kazuo no hablaba. A pesar de aquel regalo de placer no sentía nada más. No había amor, no había aprecio. Era simple y llanamente un desfogue temporal de su tristeza. Quizás lo era también para ella, un pasatiempo para hacer más ameno sus monótonos días despachando mesas, aunque eso a Kazuo no le importaba en absoluto en ese momento. Solo quería disfrutar de aquello, una escusa para evadirse de su realidad. Miko tomaba nuevamente el miembro de Kazuo y, con determinación, colocaba la punta de su virilidad contra la entrada de su vagina. Nadie le había enseñado ha Kazuo nada de aquello, pero no necesitaba sumar dos más dos para que su cuerpo supiera exactamente lo que debía hacer. Este de una estocada entraba en el interior de la joven, sintiendo como las paredes de su interior envolvían toda la extensión de su virilidad, recibiéndolo sin restricciones y haciéndole soltar un ronco y amortiguado gemido contra la boca de la joven. Aquella oleada de placer hizo que los cabellos del zorro se tintaran del color de la luna, pero por suerte, la escasa luz del lugar hacía casi imperceptible el cambio. Este comenzó a mover sus caderas, entrando y saliendo del interior de aquella mujer una y otra vez. Cada embestida era una oleada de placer que se iba acumulando en su pelvis, como si estuviese apunto de estallar. Ambos gemían de forma descontrolada, ahogando estos en sus bocas para que su encuentro pecaminoso quedase en la más absoluta intimidad. No había amor ni ternura por parte de Kazuo, tan solo necesidad de obtener placer a través de aquella carne, a través de Miko. Ella al igual que él, lo usaba para evadirse de su propia realidad, una solterona condenada a servir sopa de miso de por vida. Las embestidas de Kazuo quedaban lejos de ser amables. Estas eran un vivo reflejo de la desesperación de encontrar algo que le aliviase la pena, aunque fuera a penas por unos minutos. Sus labios se desplazaban desde los labios de la joven hasta su cuello. Lamió su piel, decorada con una suave capa de sudor producida por la agitación del momento. El sabor era salado y especiado de haber estado trabajando en las cocinas. Al igual que su aroma; olía a vapor especiado y humo. La lengua del zorro se paseaba por el lateral de su cuello hasta su oreja , lamiendo esta de forma lasciva y mordiendo el lóbulo de la misma. La joven gimoteaba de placer a su toque , quedando claro lo mucho que le gustaba aquello. La mirada de Kazuo ya no era brillante, esta estaba ensombrecida por un deseo vacío. Así era, un deseo vacío, pero que le otorgaba el placer que necesitaba en ese momento. Este sintió como las paredes de aquella mujer se contraía alrededor de su miembro, constriñendo este a causa del orgasmo que recorría el cuerpo de la joven. Aquello lo hizo estremecer, y al igual que ella este sintió como el calor que se había estando alojado en su pelvis se derramaba en el interior de ella. El placer lo recorrió desde la cabeza hasta la punta de sus pies, sintiendo como la oleada húmeda salía, desembocando dentro del sexo ajeno. Las embestidas se fueron ralentizando hasta que censaron, sintiendo como los últimos espasmos de su cuerpo paraban finalmente. La joven poco a poco conseguía amansar su respiración al igual que él. No hubo beso de despedida, esta sonreía complacida mientras se bajaba de la mesa, triunfante de haber alcanzado su objetivo. Miko se vestía y Kazuo hizo lo propio. ~Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de un hombre. Espero que nos volvamos a ver muchacho.~ Decía esta, coqueta, intentando arreglar su recogido despeinado por el encuentro. Kazuo no dijo nada, apenas asintió con la cabeza. Una mezcla de vergüenza e incertidumbre se alojaba en su pecho. ¿Estaba bien entregarse a alguien por mero placer?, ¿Hacerlo sin amor?, ¿Usarlo como medio de evasión de su tristeza?. El zorro había perdido su virginidad en aquel oscuro y húmedo almacén, con una mujer que no conocía de nada y que jamás volvería a ver. Kazuo volvió a su bosque, a aislarse de los humanos que solo se movían por impulsos egoístas. Solo volvería a encontrarse con estos movido por la misma necesidad que lo llevo a aquel primer encuentro carnal. A usarlos al igual que lo habían usado a él. Con el paso se los siglos esto iría cambiando. Su corazón se irían sanando, volviéndose cálido. Pero esto es una nueva historia del zorro. La cual sera desvelada en el futuro.
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  • [ ᴍᴀꜱꜱɪᴠᴇ ᴛʀɪɢɢᴇʀ ᴡᴀʀɴɪɴɢ, ᴄᴀʀᴇꜰᴜʟ. ]

    —————————————〉 𝙏𝙝𝙚 𝙚𝙢𝙗𝙧𝙖𝙘𝙚 II〈—————————————

    La sangre sigue tibia en sus manos, pero el frío que lo recorre es más profundo que cualquier cosa que pueda sentir sobre su piel. Está quieto, como una estatua rota, con la mirada perdida en el rojo que tiñe el suelo y sus dedos. Las voces lo observan desde las sombras de su mente, satisfechas, burlonas.

    «¿Lo ves? Siempre fuiste esto. Una herramienta para el caos.»

    Sus labios tiemblan, y por un instante la sonrisa torcida que lleva marcada en el rostro amenaza con desaparecer. Pero no lo hace. Se queda ahí, congelada como una máscara, una burla de sí mismo. El cuchillo aún está en su mano, pesado y caliente. Lo siente vibrar con la memoria de lo que ha hecho. Pero no mira a la víctima. No todavía.

    Da un paso hacia atrás. El eco de su bota resonando en el suelo le parece ajeno, como si el sonido viniera de otra persona, de otro lugar. Algo le oprime el pecho, y el aire se le escapa en respiraciones entrecortadas. Las voces no lo dejan solo.

    «No te detengas ahora. Es lo único que haces bien. Sigue adelante.»

    Pero no se mueve. Algo más lo detiene, algo que las voces intentan sofocar, pero que lucha por abrirse paso entre el ruido.

    —No quería… —Murmura, su voz apenas un hilo.

    Las palabras no significan nada para las sombras en su cabeza. Ellas ríen.

    «¿No querías? ¿Y qué importa eso? Lo hiciste. Las manos están manchadas, y no hay agua suficiente para limpiarlas. Mírate. Míralo. Esto es lo que eres.»

    Cierra los ojos con fuerza, tratando de bloquearlas, pero solo las siente más cerca, susurrando directamente en su oído. Su corazón late con fuerza, un tambor descontrolado que amenaza con romperse.

    Finalmente, abre los ojos. La máscara de la sonrisa cae, y en su lugar queda un rostro vacío, quebrado. Mira al suelo, al cuerpo frente a él. La sangre se extiende como un lago oscuro, reflejando fragmentos distorsionados de la luz tenue.

    Su pecho se hunde al verlo. El peso de lo que ha hecho lo golpea como una tormenta, y todo su ser se tambalea bajo el impacto. El cuchillo resbala de sus dedos y cae con un ruido seco, pero él no se mueve para recogerlo. No puede.

    Las voces se callan, por un momento. El silencio es peor.

    Cae de rodillas, sus manos temblorosas presionan contra el suelo, dejando marcas de sangre en cada movimiento. Siente el calor espeso del líquido, pero no puede apartarse. Su mente está atrapada en el caos de lo que ha hecho, en la mirada vacía de quien yace frente a él. No hay súplica, no hay juicio. Solo silencio.

    —No… No, no, no… —Repite, como si pudiera negar la realidad con esas palabras.

    Su cuerpo tiembla, y su respiración se quiebra, convirtiéndose en un sollozo áspero. Las lágrimas comienzan a mezclarse con el sudor que le corre por la frente. Cierra los ojos de nuevo, pero la imagen está grabada en su mente. No puede escapar.

    Por un momento, piensa en rendirse. En quedarse ahí, dejar que el frío lo consuma, dejar que las voces lo arrastren por completo.

    Con un esfuerzo titánico, se obliga a levantarse. Sus piernas tambalean, y casi cae de nuevo, pero aprieta los puños con fuerza, ignorando el dolor, ignorando el peso insoportable de la culpa acumulada por años. Se obliga a dar un paso hacia atrás, alejándose del charco, de la sangre, del cuerpo.

    No hay redención para él. Lo sabe. Pero si sigue cayendo, si sigue escuchando las voces, se convertirá por completo en lo que más teme ser.

    Mira sus manos ensangrentadas una última vez antes de limpiarlas torpemente contra su ropa. La mancha no desaparece, pero no importa. Ya no hay nada que pueda limpiar.

    Sale del lugar sin mirar atrás, cada paso más pesado que el anterior. Las voces comienzan a murmurar otra vez, pero esta vez no responden carcajadas. Ahora lo observan, silenciosas, mientras él camina con la carga de su humanidad hecha pedazos. No sabe a dónde va, ni si tiene un lugar al que pueda pertenecer.

    Solo sabe que no puede detenerse. Si lo hace, las sombras ganarán. Y aunque ya haya perdido casi todo, se niega a perder lo poco que le queda.

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  • — Uno no revela nunca sus "secretos" a un humano, a menos que pretenda trasmitir a éste el Don Oscuro de nuestros poderes.—
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  • –.al escuchar algo extraño desenfunda su espada de viento oscuro... Pero detrás de él no había nada, luego de una vista rápida mirando hacia arriba logra ver algo caer directo a el, sorprendido solo se queda de pie esperando a esa figura.–

    Pero que es esa cosa!?
    –.al escuchar algo extraño desenfunda su espada de viento oscuro... Pero detrás de él no había nada, luego de una vista rápida mirando hacia arriba logra ver algo caer directo a el, sorprendido solo se queda de pie esperando a esa figura.– Pero que es esa cosa!?
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  • *Los ojos de Eremes se abrieron de golpe, con un tono carmesí que atravesó la oscuridad del laboratorio, a pesar de estar sumergido liberó en un jadeo profundo que hizo vibrar el vidrio de la cápsula, una sonrisa se dibujó en su rostro, y sus manos se alzaron lentamente, como si reconocieran su prisión.

    “Advertencia: sujeto en actividad no autorizada” anunció una voz mecánica en el laboratorio, pero ya no era solo un sujeto, era una fuerza que comenzaba a reclamar su autonomía, empezando con un golpe de su brazo derecho que agrieto el vidrio.

    “Esto... no estaba en los cálculos. ¿Qué activó su consciencia?”

    Eremes inclinó la cabeza hacia un lado, mirando directamente en los ojos del hombre que había hablado, por un instante, fue como si algo más oscuro, algo inhumano, estuviera observando.

    “¿Creen que pueden seguir jugando a ser dioses... sin pagar el precio?”

    Con un último golpe, el cristal cedió, el asesino se encontraba de pie bajo la luz roja de las alarmas, su figura goteaba con la sustancia que lo había mantenido atrapado, su sonrisa desapareció, mientras los científicos retrocedían en pánico.

    No era un despertar sino una pesadilla*
    *Los ojos de Eremes se abrieron de golpe, con un tono carmesí que atravesó la oscuridad del laboratorio, a pesar de estar sumergido liberó en un jadeo profundo que hizo vibrar el vidrio de la cápsula, una sonrisa se dibujó en su rostro, y sus manos se alzaron lentamente, como si reconocieran su prisión. “Advertencia: sujeto en actividad no autorizada” anunció una voz mecánica en el laboratorio, pero ya no era solo un sujeto, era una fuerza que comenzaba a reclamar su autonomía, empezando con un golpe de su brazo derecho que agrieto el vidrio. “Esto... no estaba en los cálculos. ¿Qué activó su consciencia?” Eremes inclinó la cabeza hacia un lado, mirando directamente en los ojos del hombre que había hablado, por un instante, fue como si algo más oscuro, algo inhumano, estuviera observando. “¿Creen que pueden seguir jugando a ser dioses... sin pagar el precio?” Con un último golpe, el cristal cedió, el asesino se encontraba de pie bajo la luz roja de las alarmas, su figura goteaba con la sustancia que lo había mantenido atrapado, su sonrisa desapareció, mientras los científicos retrocedían en pánico. No era un despertar sino una pesadilla*
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  • El atardecer teñía de oro y escarlata la cubierta del Thousand Sunny. La tripulación de los Sombreros de Paja se encontraba dispersa, cada uno ocupado en sus propias tareas o distracciones. Nico Robin, sin embargo, había encontrado un rincón tranquilo en el jardín del barco, sentada bajo la sombra de un árbol frutal.

    Tenía un libro en las manos, pero no lo estaba leyendo. Sus ojos estaban fijos en el horizonte, y el murmullo de las olas contra el casco del barco era el único sonido que la acompañaba.

    "Niña demonio."
    El apodo cruzó su mente como una sombra pasajera, un eco de un tiempo lejano. Había aprendido a vivir con esas palabras, a llevarlas como una cicatriz que nunca desaparecía del todo. Era un título impuesto por un mundo que temía lo que no comprendía.

    De niña, ese apodo era un veneno que infectaba cada rincón de su vida. "Niña demonio" no era solo una etiqueta; era una condena. Los susurros de los aldeanos, el miedo en sus miradas, las piedras que lanzaban mientras huía... Todo eso había sido la banda sonora de su infancia. Por un tiempo, incluso ella llegó a creerlo.

    "Si soy el diablo que dicen, entonces no importa lo que haga", pensaba en sus años más oscuros. Fue un mecanismo de defensa, una forma de sobrevivir cuando el mundo entero estaba en su contra.

    Pero ahora, años después, mientras sentía la calidez del sol sobre su piel, Robin se preguntaba: ¿qué significaba realmente ese apodo?

    Había una verdad oculta en esas palabras. Si ser una "niña demonio" significaba querer descubrir la historia que el mundo trataba de enterrar, entonces aceptaba el título con orgullo. Si significaba ser una amenaza para un sistema corrupto, entonces lo llevaría como una medalla.

    Sin embargo, también sabía que no podía reducirse solo a ese apodo. No era solo la "Niña demonio." Era arqueóloga, amiga, compañera. Era alguien que reía con los chistes de Luffy, que encontraba belleza en las cosas más pequeñas, que protegía a su tripulación con la misma determinación con la que protegía sus sueños.

    Un suave golpe la sacó de sus pensamientos. Franky, con una sonrisa despreocupada, estaba junto a ella con una taza de té.
    —Pareces profunda en tus pensamientos, Robin. ¿Todo bien?

    Ella tomó la taza con un agradecimiento silencioso y esbozó una leve sonrisa.
    —Solo reflexionaba sobre cómo las palabras pueden definirnos... o cómo elegimos redefinirlas.

    Franky rió, sin comprender del todo, pero respetando su espacio.
    —Bueno, sea lo que sea, eres súper como eres. No necesitas cambiar nada.

    Robin asintió, permitiendo que la simplicidad de sus palabras calmara sus pensamientos. El viento sopló con suavidad, llevando consigo el eco de viejos apodos. Esta vez, no sonaban tan amenazantes, sino como fragmentos de una historia que ya no la encadenaban.

    "Soy Nico Robin," pensó con firmeza. "Y soy mucho más que un apodo."
    El atardecer teñía de oro y escarlata la cubierta del Thousand Sunny. La tripulación de los Sombreros de Paja se encontraba dispersa, cada uno ocupado en sus propias tareas o distracciones. Nico Robin, sin embargo, había encontrado un rincón tranquilo en el jardín del barco, sentada bajo la sombra de un árbol frutal. Tenía un libro en las manos, pero no lo estaba leyendo. Sus ojos estaban fijos en el horizonte, y el murmullo de las olas contra el casco del barco era el único sonido que la acompañaba. "Niña demonio." El apodo cruzó su mente como una sombra pasajera, un eco de un tiempo lejano. Había aprendido a vivir con esas palabras, a llevarlas como una cicatriz que nunca desaparecía del todo. Era un título impuesto por un mundo que temía lo que no comprendía. De niña, ese apodo era un veneno que infectaba cada rincón de su vida. "Niña demonio" no era solo una etiqueta; era una condena. Los susurros de los aldeanos, el miedo en sus miradas, las piedras que lanzaban mientras huía... Todo eso había sido la banda sonora de su infancia. Por un tiempo, incluso ella llegó a creerlo. "Si soy el diablo que dicen, entonces no importa lo que haga", pensaba en sus años más oscuros. Fue un mecanismo de defensa, una forma de sobrevivir cuando el mundo entero estaba en su contra. Pero ahora, años después, mientras sentía la calidez del sol sobre su piel, Robin se preguntaba: ¿qué significaba realmente ese apodo? Había una verdad oculta en esas palabras. Si ser una "niña demonio" significaba querer descubrir la historia que el mundo trataba de enterrar, entonces aceptaba el título con orgullo. Si significaba ser una amenaza para un sistema corrupto, entonces lo llevaría como una medalla. Sin embargo, también sabía que no podía reducirse solo a ese apodo. No era solo la "Niña demonio." Era arqueóloga, amiga, compañera. Era alguien que reía con los chistes de Luffy, que encontraba belleza en las cosas más pequeñas, que protegía a su tripulación con la misma determinación con la que protegía sus sueños. Un suave golpe la sacó de sus pensamientos. Franky, con una sonrisa despreocupada, estaba junto a ella con una taza de té. —Pareces profunda en tus pensamientos, Robin. ¿Todo bien? Ella tomó la taza con un agradecimiento silencioso y esbozó una leve sonrisa. —Solo reflexionaba sobre cómo las palabras pueden definirnos... o cómo elegimos redefinirlas. Franky rió, sin comprender del todo, pero respetando su espacio. —Bueno, sea lo que sea, eres súper como eres. No necesitas cambiar nada. Robin asintió, permitiendo que la simplicidad de sus palabras calmara sus pensamientos. El viento sopló con suavidad, llevando consigo el eco de viejos apodos. Esta vez, no sonaban tan amenazantes, sino como fragmentos de una historia que ya no la encadenaban. "Soy Nico Robin," pensó con firmeza. "Y soy mucho más que un apodo."
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  • Esa noche había luna llena, un momento perfecto para dar rienda suelta a su yo más puro y animal, para poder disfrutar de la belleza de la luz que esta emitía en mitad del oscuro cielo. Acompañada por millones de estrellas.
    Usó su forma animal al completo, un hermoso lobo de pelaje denso y negro, con unos ojos que brillaban intensamente en tono azul celeste.
    Corrió por los bosques libre, sintiendo la brisa contra su rostro y la tierra bajo sus fuertes patas. Finalmente llegó a un pequeño pero hermoso lago donde la luna y la estrellas se reflejaban como si de un espejo se tratase. Era un paisaje digno de admirar, relajante, puro.
    Pero algo lo distrajo, un suave sonido que sus oídos captaron enseguida, haciéndolo girarse de golpe para asegurarse de qué o quién se estaba acercando a perturbar su momento de paz.
    Esa noche había luna llena, un momento perfecto para dar rienda suelta a su yo más puro y animal, para poder disfrutar de la belleza de la luz que esta emitía en mitad del oscuro cielo. Acompañada por millones de estrellas. Usó su forma animal al completo, un hermoso lobo de pelaje denso y negro, con unos ojos que brillaban intensamente en tono azul celeste. Corrió por los bosques libre, sintiendo la brisa contra su rostro y la tierra bajo sus fuertes patas. Finalmente llegó a un pequeño pero hermoso lago donde la luna y la estrellas se reflejaban como si de un espejo se tratase. Era un paisaje digno de admirar, relajante, puro. Pero algo lo distrajo, un suave sonido que sus oídos captaron enseguida, haciéndolo girarse de golpe para asegurarse de qué o quién se estaba acercando a perturbar su momento de paz.
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