• "— Muy buenas gente, el dia de hoy voy a contarles el storytime de la vez que trabaje en un glory hol-"

    *- Antes que terminara de decir la mamada que estaba apunto de decir aparece otro Zack detras de el. -*

    "— ZACK!, YA FALTA POCO PARA NAVIDAD CONCHA TU MADRE!"

    *- Diria Zack (2). Luego, Zack (1) responde. -*

    "— No mames que puto susto!, estaba apunto de contar cuando trabajamos en el Hell paradise que hay en el mundo humano... ¿Y que verga tiene que ya sea navidad?, ni si quiera la celebramos estamos mas solos que la verga."

    "— Espera, ¿Hablas del Hell paradise donde un hijo de su puta madre llego a probar cuantos dildos nos cabian en el orto?."

    "— Simon ese mero, jeje rompimos un record ahi estoy seguro, ni la sucubo mas culo roto del infierno podria soportar 18 dildos de 27 centimetros cada uno, somos la mera verga."


    "— No seas mamon como vas a contar eso publicamente pedazo de idiota!... Como sea, ya va a llegar la navidad y el Zack principal sigue bien muerto y como estamos divididos uno de nosotros tiene que encargarse de repartir regalos... Y ese seras tu."

    "— Que verga, PORQUE!?"

    "— Porque si no mal recuerdo UN ZACK BIEN PENDEJO le disparo a Santa Claus y ahora el pinche gordo mamon no puede caminar!"

    "— Chingada, ya te dije que pense que era un viejo pervertido o violador!"

    "— Me vale verga, ahora a ti te toca repartir regalos este año pinche estupido, y para que te joda mas el castigo vas a repartir regalos por varios universos, y si no lo haces te vamos a meter un palo por el culo!"

    "— Uy premio."

    "— A si?, bueno pues entonces te vamos a obligar a ver todos los videos del tiktok de Kunno, sin parpadear!"

    "— Monstruos... Bien bien lo hare!."

    "— Mas te vale puto... A partir de hoy eres Zack Santa Claus, bien nos vemos putito!."

    *- El Zack desaparece por un portal dejando a nuestro ahora Zack Santa Claus solo. -*

    "— Bueno me va a tocar repartir regalos... Esto va a ser una patada en las bolas para mi cartera... MIERDA!"
    "— Muy buenas gente, el dia de hoy voy a contarles el storytime de la vez que trabaje en un glory hol-" *- Antes que terminara de decir la mamada que estaba apunto de decir aparece otro Zack detras de el. -* "— ZACK!, YA FALTA POCO PARA NAVIDAD CONCHA TU MADRE!" *- Diria Zack (2). Luego, Zack (1) responde. -* "— No mames que puto susto!, estaba apunto de contar cuando trabajamos en el Hell paradise que hay en el mundo humano... ¿Y que verga tiene que ya sea navidad?, ni si quiera la celebramos estamos mas solos que la verga." "— Espera, ¿Hablas del Hell paradise donde un hijo de su puta madre llego a probar cuantos dildos nos cabian en el orto?." "— Simon ese mero, jeje rompimos un record ahi estoy seguro, ni la sucubo mas culo roto del infierno podria soportar 18 dildos de 27 centimetros cada uno, somos la mera verga." :STK-21: "— No seas mamon como vas a contar eso publicamente pedazo de idiota!... Como sea, ya va a llegar la navidad y el Zack principal sigue bien muerto y como estamos divididos uno de nosotros tiene que encargarse de repartir regalos... Y ese seras tu." "— Que verga, PORQUE!?" "— Porque si no mal recuerdo UN ZACK BIEN PENDEJO le disparo a Santa Claus y ahora el pinche gordo mamon no puede caminar!" "— Chingada, ya te dije que pense que era un viejo pervertido o violador!" "— Me vale verga, ahora a ti te toca repartir regalos este año pinche estupido, y para que te joda mas el castigo vas a repartir regalos por varios universos, y si no lo haces te vamos a meter un palo por el culo!" "— Uy premio." "— A si?, bueno pues entonces te vamos a obligar a ver todos los videos del tiktok de Kunno, sin parpadear!" "— Monstruos... Bien bien lo hare!." "— Mas te vale puto... A partir de hoy eres Zack Santa Claus, bien nos vemos putito!." *- El Zack desaparece por un portal dejando a nuestro ahora Zack Santa Claus solo. -* "— Bueno me va a tocar repartir regalos... Esto va a ser una patada en las bolas para mi cartera... MIERDA!" :STK-58:
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  • Había sido un buen día. Tan tranquilo, tan rutinario… casi demasiado. Al regresar a casa, todo parecía normal; las luces de las ventanas, los perros ladrando a lo lejos, el suave rumor del viento.

    Sin embargo, entonces llegó >ese< estruendo.

    Un sonido desgarrador, metálico, como si el mundo se partiera en dos:
    neumáticos chillando, un motor rugiendo con furia, y luego un impacto tan brutal que hizo vibrar los cimientos de todas las casas de la calle.
    Las luces parpadearon… y murieron.

    Los vecinos salieron alarmados, envueltos en sombras, sus linternas temblando en manos que parecían demasiado frágiles.

    Toby no.

    Toby apenas se asomó por la ventana y, al sentir ese escalofrío recorriéndole la columna, retrocedió de inmediato. Cerró la puerta. Puso los cerrojos. Todos. Uno por uno, hasta escuchar el último clic que siempre le daba un poco de calma.

    Buscó la esquina más oscura de su habitación, abrazándose a sí mismo mientras la casa, ahora sumida en un silencio antinatural, parecía respirar con él.

    Afuera, las voces rompían la quietud.
    Discusiones apresuradas.
    Alguien llorando.
    Otra persona gritando: :¡que llamen a una ambulancia !" Y “¡hay demasiada sangre!”.

    Pero entre esas voces normales… había otra.
    Un susurro húmedo, arrastrado, que no sonaba humano.
    Que no venía de ningún frente de la casa.
    Que venía… de arriba, como si caminara por el techo.

    Toby cerró los ojos. No quería escuchar. No quería recordar. No quería ver.
    Porque él ya sabía lo que significaba ese frío helado que empezaba a condensarse en sus paredes.
    Ya lo había vivido antes. Y lo había negado.

    La persona que murió allá afuera no se había quedado en el pavimento.
    Había entrado.
    Y ahora, con un tono quebrado, una voz llena de dientes y huesos rotos, intentaba comunicarse con él.

    ¿Por qué demonios él podía verlos?
    ¿No era suficiente con su PTSD?
    ¿Tenía que cargar también con los muertos… y con lo que quedaba de ellos?

    Un golpe seco retumbó en el pasillo.
    Otro.
    Y luego arrastraron algo…
    O alguien.

    —oye tu… —susurró la voz, desde la puerta misma—... Ayúdame…—

    Él apretó los brazos contra sus piernas, intentando hacerse lo más pequeño posible, temblando, respirando apenas.
    El aire se volvió pesado, como si una presencia enorme se inclinara hacia él.

    —… ya te vi…—

    ¡Ahí viene!
    Hazte bolita, Toby.
    No respires.
    No tiembles.

    Con suerte…
    Con suerte desaparecerá.

    Pero esta noche, algo le dice que no piensa irse tan fácilmente.
    Había sido un buen día. Tan tranquilo, tan rutinario… casi demasiado. Al regresar a casa, todo parecía normal; las luces de las ventanas, los perros ladrando a lo lejos, el suave rumor del viento. Sin embargo, entonces llegó >ese< estruendo. Un sonido desgarrador, metálico, como si el mundo se partiera en dos: neumáticos chillando, un motor rugiendo con furia, y luego un impacto tan brutal que hizo vibrar los cimientos de todas las casas de la calle. Las luces parpadearon… y murieron. Los vecinos salieron alarmados, envueltos en sombras, sus linternas temblando en manos que parecían demasiado frágiles. Toby no. Toby apenas se asomó por la ventana y, al sentir ese escalofrío recorriéndole la columna, retrocedió de inmediato. Cerró la puerta. Puso los cerrojos. Todos. Uno por uno, hasta escuchar el último clic que siempre le daba un poco de calma. Buscó la esquina más oscura de su habitación, abrazándose a sí mismo mientras la casa, ahora sumida en un silencio antinatural, parecía respirar con él. Afuera, las voces rompían la quietud. Discusiones apresuradas. Alguien llorando. Otra persona gritando: :¡que llamen a una ambulancia !" Y “¡hay demasiada sangre!”. Pero entre esas voces normales… había otra. Un susurro húmedo, arrastrado, que no sonaba humano. Que no venía de ningún frente de la casa. Que venía… de arriba, como si caminara por el techo. Toby cerró los ojos. No quería escuchar. No quería recordar. No quería ver. Porque él ya sabía lo que significaba ese frío helado que empezaba a condensarse en sus paredes. Ya lo había vivido antes. Y lo había negado. La persona que murió allá afuera no se había quedado en el pavimento. Había entrado. Y ahora, con un tono quebrado, una voz llena de dientes y huesos rotos, intentaba comunicarse con él. ¿Por qué demonios él podía verlos? ¿No era suficiente con su PTSD? ¿Tenía que cargar también con los muertos… y con lo que quedaba de ellos? Un golpe seco retumbó en el pasillo. Otro. Y luego arrastraron algo… O alguien. —oye tu… —susurró la voz, desde la puerta misma—... Ayúdame…— Él apretó los brazos contra sus piernas, intentando hacerse lo más pequeño posible, temblando, respirando apenas. El aire se volvió pesado, como si una presencia enorme se inclinara hacia él. —… ya te vi…— ¡Ahí viene! Hazte bolita, Toby. No respires. No tiembles. Con suerte… Con suerte desaparecerá. Pero esta noche, algo le dice que no piensa irse tan fácilmente.
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    Al caer la segunda noche, la vuelvo a ver...

    Selin: Déjame que te cuente...

    La Leyenda de Shobu y Xinia

    Eclipses de amor y guerra

    Antes de que el tiempo aprendiera a contarse,
    cuando el cosmos aún era joven y silencioso,
    existió un espíritu solar errante.

    Shobu,
    una chispa viva del Sol,
    no era un habitante como los Phyros,
    sino una de las entidades primordiales,
    un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella.

    Viajaba libre,
    cruzando reinos de fuego, polvo y vacío,
    curioso ante todo aquello que no ardía como él.

    Un día, su luz chocó contra una esfera
    que no quemaba…
    sino que reflejaba.

    Había encontrado la Luna.

    La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa:
    los Elunai, habitantes lunares,
    y los misteriosos Espíritus de la Luna,
    criaturas antiguas como la noche.

    Y entre ellos,
    Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento:

    Xinia,
    espíritu lunar joven,
    una raposa de pelaje blanco y brillo azul,
    nacida de la calma de la Luna
    y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares.

    Su luz no quemaba.
    Su luz acariciaba.

    Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado.


    ---

    El primer lazo entre Sol y Luna

    Xinia se acercó sin temor alguno:
    ella no conocía el fuego,
    solo la quietud luminosa.

    Cuando tocaron sus energías —fuego y plata—
    el cosmos registró un suceso inédito:

    dos espíritus de orígenes contrarios
    hicieron armonía.

    Su unión fue inmediata,
    natural,
    destinada.

    Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol.
    Xinia aceptó, curiosa…
    y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos.


    ---

    La ira de Phyros y Elunai

    Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol:

    Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia:
    ¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol?
    Lo consideraron un sacrilegio.

    Los Espíritus del Sol vieron peligro:
    “lo que es lunar no debe tocar lo solar”.


    Mientras tanto,

    Los Elunai (habitantes de la Luna)
    se sintieron traicionados:
    Shobu había arrebatado a su criatura más pura.

    Y los Espíritus de la Luna,
    orgullosos y fríos,
    declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios.


    Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares—
    tejieron un destino cruel:

    un sello eterno
    que impedía que lo solar tocara lo lunar
    y que lo lunar tocara lo solar.

    Los mundos quedaron separados
    por la fuerza del miedo.

    Y Shobu y Xinia quedaron separados
    por la fuerza del amor.


    ---

    El Primer Eclipse

    Pero el amor, cuando es verdadero,
    rompe incluso las órdenes de los dioses.

    La Luna pasó frente al Sol.
    El Sol abrazó a la Luna por la espalda.

    Y en esa alineación perfecta,
    por primera vez en la historia del cielo,
    nació un camino imposible:

    un puente de fuego y plata,
    creado no por magia solar ni lunar,
    sino
    por la súplica unida
    de dos espíritus que se negaban a olvidarse.

    Xinia cruzó.
    Shobu cruzó.

    Y se encontraron en medio del eclipse,
    en un territorio que no era del Sol ni de la Luna,
    sino del amor prohibido.

    Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas.
    Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos.


    ---

    Los eclipses de amor y guerra

    Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse
    había roto sus prohibiciones,
    nació la primera guerra entre sus pueblos.

    No una guerra de ejércitos,
    sino una guerra de pensamiento:

    unos defendiendo la unión,

    otros exigiendo separación eterna.


    Desde entonces,
    cada eclipse repite la historia:

    cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes;
    cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos.

    Los eclipses son puentes.
    Los eclipses son cicatrices.
    Y en el corazón de cada uno
    late todavía el juramento de Shobu y Xinia,
    el primer amor entre fuego y plata.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Al caer la segunda noche, la vuelvo a ver... Selin: Déjame que te cuente... La Leyenda de Shobu y Xinia Eclipses de amor y guerra Antes de que el tiempo aprendiera a contarse, cuando el cosmos aún era joven y silencioso, existió un espíritu solar errante. Shobu, una chispa viva del Sol, no era un habitante como los Phyros, sino una de las entidades primordiales, un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella. Viajaba libre, cruzando reinos de fuego, polvo y vacío, curioso ante todo aquello que no ardía como él. Un día, su luz chocó contra una esfera que no quemaba… sino que reflejaba. Había encontrado la Luna. La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa: los Elunai, habitantes lunares, y los misteriosos Espíritus de la Luna, criaturas antiguas como la noche. Y entre ellos, Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento: Xinia, espíritu lunar joven, una raposa de pelaje blanco y brillo azul, nacida de la calma de la Luna y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares. Su luz no quemaba. Su luz acariciaba. Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado. --- El primer lazo entre Sol y Luna Xinia se acercó sin temor alguno: ella no conocía el fuego, solo la quietud luminosa. Cuando tocaron sus energías —fuego y plata— el cosmos registró un suceso inédito: dos espíritus de orígenes contrarios hicieron armonía. Su unión fue inmediata, natural, destinada. Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol. Xinia aceptó, curiosa… y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos. --- La ira de Phyros y Elunai Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol: Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia: ¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol? Lo consideraron un sacrilegio. Los Espíritus del Sol vieron peligro: “lo que es lunar no debe tocar lo solar”. Mientras tanto, Los Elunai (habitantes de la Luna) se sintieron traicionados: Shobu había arrebatado a su criatura más pura. Y los Espíritus de la Luna, orgullosos y fríos, declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios. Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares— tejieron un destino cruel: un sello eterno que impedía que lo solar tocara lo lunar y que lo lunar tocara lo solar. Los mundos quedaron separados por la fuerza del miedo. Y Shobu y Xinia quedaron separados por la fuerza del amor. --- El Primer Eclipse Pero el amor, cuando es verdadero, rompe incluso las órdenes de los dioses. La Luna pasó frente al Sol. El Sol abrazó a la Luna por la espalda. Y en esa alineación perfecta, por primera vez en la historia del cielo, nació un camino imposible: un puente de fuego y plata, creado no por magia solar ni lunar, sino por la súplica unida de dos espíritus que se negaban a olvidarse. Xinia cruzó. Shobu cruzó. Y se encontraron en medio del eclipse, en un territorio que no era del Sol ni de la Luna, sino del amor prohibido. Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas. Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos. --- Los eclipses de amor y guerra Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse había roto sus prohibiciones, nació la primera guerra entre sus pueblos. No una guerra de ejércitos, sino una guerra de pensamiento: unos defendiendo la unión, otros exigiendo separación eterna. Desde entonces, cada eclipse repite la historia: cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes; cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos. Los eclipses son puentes. Los eclipses son cicatrices. Y en el corazón de cada uno late todavía el juramento de Shobu y Xinia, el primer amor entre fuego y plata.
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    Al caer la segunda noche, la vuelvo a ver...

    Selin: Déjame que te cuente...

    La Leyenda de Shobu y Xinia

    Eclipses de amor y guerra

    Antes de que el tiempo aprendiera a contarse,
    cuando el cosmos aún era joven y silencioso,
    existió un espíritu solar errante.

    Shobu,
    una chispa viva del Sol,
    no era un habitante como los Phyros,
    sino una de las entidades primordiales,
    un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella.

    Viajaba libre,
    cruzando reinos de fuego, polvo y vacío,
    curioso ante todo aquello que no ardía como él.

    Un día, su luz chocó contra una esfera
    que no quemaba…
    sino que reflejaba.

    Había encontrado la Luna.

    La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa:
    los Elunai, habitantes lunares,
    y los misteriosos Espíritus de la Luna,
    criaturas antiguas como la noche.

    Y entre ellos,
    Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento:

    Xinia,
    espíritu lunar joven,
    una raposa de pelaje blanco y brillo azul,
    nacida de la calma de la Luna
    y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares.

    Su luz no quemaba.
    Su luz acariciaba.

    Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado.


    ---

    El primer lazo entre Sol y Luna

    Xinia se acercó sin temor alguno:
    ella no conocía el fuego,
    solo la quietud luminosa.

    Cuando tocaron sus energías —fuego y plata—
    el cosmos registró un suceso inédito:

    dos espíritus de orígenes contrarios
    hicieron armonía.

    Su unión fue inmediata,
    natural,
    destinada.

    Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol.
    Xinia aceptó, curiosa…
    y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos.


    ---

    La ira de Phyros y Elunai

    Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol:

    Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia:
    ¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol?
    Lo consideraron un sacrilegio.

    Los Espíritus del Sol vieron peligro:
    “lo que es lunar no debe tocar lo solar”.


    Mientras tanto,

    Los Elunai (habitantes de la Luna)
    se sintieron traicionados:
    Shobu había arrebatado a su criatura más pura.

    Y los Espíritus de la Luna,
    orgullosos y fríos,
    declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios.


    Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares—
    tejieron un destino cruel:

    un sello eterno
    que impedía que lo solar tocara lo lunar
    y que lo lunar tocara lo solar.

    Los mundos quedaron separados
    por la fuerza del miedo.

    Y Shobu y Xinia quedaron separados
    por la fuerza del amor.


    ---

    El Primer Eclipse

    Pero el amor, cuando es verdadero,
    rompe incluso las órdenes de los dioses.

    La Luna pasó frente al Sol.
    El Sol abrazó a la Luna por la espalda.

    Y en esa alineación perfecta,
    por primera vez en la historia del cielo,
    nació un camino imposible:

    un puente de fuego y plata,
    creado no por magia solar ni lunar,
    sino
    por la súplica unida
    de dos espíritus que se negaban a olvidarse.

    Xinia cruzó.
    Shobu cruzó.

    Y se encontraron en medio del eclipse,
    en un territorio que no era del Sol ni de la Luna,
    sino del amor prohibido.

    Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas.
    Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos.


    ---

    Los eclipses de amor y guerra

    Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse
    había roto sus prohibiciones,
    nació la primera guerra entre sus pueblos.

    No una guerra de ejércitos,
    sino una guerra de pensamiento:

    unos defendiendo la unión,

    otros exigiendo separación eterna.


    Desde entonces,
    cada eclipse repite la historia:

    cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes;
    cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos.

    Los eclipses son puentes.
    Los eclipses son cicatrices.
    Y en el corazón de cada uno
    late todavía el juramento de Shobu y Xinia,
    el primer amor entre fuego y plata.
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    Selin: Déjame que te cuente...

    La Leyenda de Shobu y Xinia

    Eclipses de amor y guerra

    Antes de que el tiempo aprendiera a contarse,
    cuando el cosmos aún era joven y silencioso,
    existió un espíritu solar errante.

    Shobu,
    una chispa viva del Sol,
    no era un habitante como los Phyros,
    sino una de las entidades primordiales,
    un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella.

    Viajaba libre,
    cruzando reinos de fuego, polvo y vacío,
    curioso ante todo aquello que no ardía como él.

    Un día, su luz chocó contra una esfera
    que no quemaba…
    sino que reflejaba.

    Había encontrado la Luna.

    La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa:
    los Elunai, habitantes lunares,
    y los misteriosos Espíritus de la Luna,
    criaturas antiguas como la noche.

    Y entre ellos,
    Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento:

    Xinia,
    espíritu lunar joven,
    una raposa de pelaje blanco y brillo azul,
    nacida de la calma de la Luna
    y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares.

    Su luz no quemaba.
    Su luz acariciaba.

    Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado.


    ---

    El primer lazo entre Sol y Luna

    Xinia se acercó sin temor alguno:
    ella no conocía el fuego,
    solo la quietud luminosa.

    Cuando tocaron sus energías —fuego y plata—
    el cosmos registró un suceso inédito:

    dos espíritus de orígenes contrarios
    hicieron armonía.

    Su unión fue inmediata,
    natural,
    destinada.

    Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol.
    Xinia aceptó, curiosa…
    y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos.


    ---

    La ira de Phyros y Elunai

    Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol:

    Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia:
    ¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol?
    Lo consideraron un sacrilegio.

    Los Espíritus del Sol vieron peligro:
    “lo que es lunar no debe tocar lo solar”.


    Mientras tanto,

    Los Elunai (habitantes de la Luna)
    se sintieron traicionados:
    Shobu había arrebatado a su criatura más pura.

    Y los Espíritus de la Luna,
    orgullosos y fríos,
    declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios.


    Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares—
    tejieron un destino cruel:

    un sello eterno
    que impedía que lo solar tocara lo lunar
    y que lo lunar tocara lo solar.

    Los mundos quedaron separados
    por la fuerza del miedo.

    Y Shobu y Xinia quedaron separados
    por la fuerza del amor.


    ---

    El Primer Eclipse

    Pero el amor, cuando es verdadero,
    rompe incluso las órdenes de los dioses.

    La Luna pasó frente al Sol.
    El Sol abrazó a la Luna por la espalda.

    Y en esa alineación perfecta,
    por primera vez en la historia del cielo,
    nació un camino imposible:

    un puente de fuego y plata,
    creado no por magia solar ni lunar,
    sino
    por la súplica unida
    de dos espíritus que se negaban a olvidarse.

    Xinia cruzó.
    Shobu cruzó.

    Y se encontraron en medio del eclipse,
    en un territorio que no era del Sol ni de la Luna,
    sino del amor prohibido.

    Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas.
    Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos.


    ---

    Los eclipses de amor y guerra

    Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse
    había roto sus prohibiciones,
    nació la primera guerra entre sus pueblos.

    No una guerra de ejércitos,
    sino una guerra de pensamiento:

    unos defendiendo la unión,

    otros exigiendo separación eterna.


    Desde entonces,
    cada eclipse repite la historia:

    cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes;
    cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos.

    Los eclipses son puentes.
    Los eclipses son cicatrices.
    Y en el corazón de cada uno
    late todavía el juramento de Shobu y Xinia,
    el primer amor entre fuego y plata.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Al caer la segunda noche, la vuelvo a ver... Selin: Déjame que te cuente... La Leyenda de Shobu y Xinia Eclipses de amor y guerra Antes de que el tiempo aprendiera a contarse, cuando el cosmos aún era joven y silencioso, existió un espíritu solar errante. Shobu, una chispa viva del Sol, no era un habitante como los Phyros, sino una de las entidades primordiales, un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella. Viajaba libre, cruzando reinos de fuego, polvo y vacío, curioso ante todo aquello que no ardía como él. Un día, su luz chocó contra una esfera que no quemaba… sino que reflejaba. Había encontrado la Luna. La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa: los Elunai, habitantes lunares, y los misteriosos Espíritus de la Luna, criaturas antiguas como la noche. Y entre ellos, Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento: Xinia, espíritu lunar joven, una raposa de pelaje blanco y brillo azul, nacida de la calma de la Luna y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares. Su luz no quemaba. Su luz acariciaba. Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado. --- El primer lazo entre Sol y Luna Xinia se acercó sin temor alguno: ella no conocía el fuego, solo la quietud luminosa. Cuando tocaron sus energías —fuego y plata— el cosmos registró un suceso inédito: dos espíritus de orígenes contrarios hicieron armonía. Su unión fue inmediata, natural, destinada. Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol. Xinia aceptó, curiosa… y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos. --- La ira de Phyros y Elunai Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol: Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia: ¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol? Lo consideraron un sacrilegio. Los Espíritus del Sol vieron peligro: “lo que es lunar no debe tocar lo solar”. Mientras tanto, Los Elunai (habitantes de la Luna) se sintieron traicionados: Shobu había arrebatado a su criatura más pura. Y los Espíritus de la Luna, orgullosos y fríos, declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios. Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares— tejieron un destino cruel: un sello eterno que impedía que lo solar tocara lo lunar y que lo lunar tocara lo solar. Los mundos quedaron separados por la fuerza del miedo. Y Shobu y Xinia quedaron separados por la fuerza del amor. --- El Primer Eclipse Pero el amor, cuando es verdadero, rompe incluso las órdenes de los dioses. La Luna pasó frente al Sol. El Sol abrazó a la Luna por la espalda. Y en esa alineación perfecta, por primera vez en la historia del cielo, nació un camino imposible: un puente de fuego y plata, creado no por magia solar ni lunar, sino por la súplica unida de dos espíritus que se negaban a olvidarse. Xinia cruzó. Shobu cruzó. Y se encontraron en medio del eclipse, en un territorio que no era del Sol ni de la Luna, sino del amor prohibido. Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas. Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos. --- Los eclipses de amor y guerra Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse había roto sus prohibiciones, nació la primera guerra entre sus pueblos. No una guerra de ejércitos, sino una guerra de pensamiento: unos defendiendo la unión, otros exigiendo separación eterna. Desde entonces, cada eclipse repite la historia: cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes; cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos. Los eclipses son puentes. Los eclipses son cicatrices. Y en el corazón de cada uno late todavía el juramento de Shobu y Xinia, el primer amor entre fuego y plata.
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    // ojalá aparezca un Eddie que decida que Eddie sobrevivió heroicamente a los ataques de los demobats en el Upside Down y lleva sobreviviendo allí desde entonces aunque sus amigos lo dan por muerto.

    BUH qué buena trama. Se la presto a Eddie si aparece.
    // ojalá aparezca un Eddie que decida que Eddie sobrevivió heroicamente a los ataques de los demobats en el Upside Down y lleva sobreviviendo allí desde entonces aunque sus amigos lo dan por muerto. BUH qué buena trama. Se la presto a Eddie si aparece.
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    ㅤㅤㅤ𝑺𝑬𝑫𝑼𝑪𝑻𝑰𝑽𝑬 𝑺𝑼𝑵𝑫𝑨𝒀 ⋆。˚ ✲
    ㅤㅤㅤㅤ— ᴄᴀɴᴛᴀʟᴜɴᴀꜱ ꜱᴇᴅᴜᴄᴛɪᴠᴀ

    ¡Oh! Por la Doncella Lunar, haberme resbalado aquí mismo, en esta playa... que torpeza la mía.
    ㅤㅤㅤ𝑺𝑬𝑫𝑼𝑪𝑻𝑰𝑽𝑬 𝑺𝑼𝑵𝑫𝑨𝒀 ⋆。˚ ✲ ㅤㅤㅤㅤ— ᴄᴀɴᴛᴀʟᴜɴᴀꜱ ꜱᴇᴅᴜᴄᴛɪᴠᴀ ¡Oh! Por la Doncella Lunar, haberme resbalado aquí mismo, en esta playa... que torpeza la mía.
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    La visión de la Madre-Luna

    Esa misma noche, cuando por fin dejo que el cansancio me aprisione, caigo en un sueño extraño, profundo, distinto…
    No hay jardín de sombras, no hay caos, no hay dolor.

    Solo un vasto espacio blanco.
    Una quietud antigua.
    Un silencio que no pesa.

    Y entonces la veo.

    Una figura femenina
    de cabellos rubios que flotan como hebras de sol en el vacío.
    Su piel irradia una luz suave, casi líquida.

    Se parece a mi madre Jennifer…
    pero sus ojos…
    sus ojos son los de Selin.
    Mi abuela.
    La luna en su forma más pura.

    Ella sonríe con una tristeza hermosa.

    Selin:
    “Hija mía…”

    Su voz no suena, resuena en todo mi cuerpo.

    “Todos te han contado cómo fue el día que naciste…
    La luna del esturión…
    Las perseidas cayendo como espadas de plata…
    La noche en que lo imposible se abrió para darte paso.”

    Camina hacia mí, aunque aquí no exista suelo.
    Su mano se estira…
    no para tocarme, sino para sostener mi alma.

    “Ahora deja que yo te cuente
    cómo fue el día que moriste.”

    Mi pecho se oprime.
    Mis dedos tiemblan sin poder levantarme.
    No entiendo.
    No quiero entender.

    Pero ella continúa, con esa serenidad que rompe.

    “Quiero alinear las piezas de nuevo.
    Las tuyas…
    Y las mías…
    Antes de que el caos te reclame por completo.”

    La luz detrás de ella se oscurece.
    Una sombra se forma.
    Mi sombra.
    Veythra.

    El sueño se tensa como una cuerda a punto de romperse.


    ---

    El despertar

    Me despierto de golpe.
    Empapada en sudor, con el corazón retumbando como si aún estuviera cayendo desde un lugar muy alto.
    Miro a mi alrededor: nada ha cambiado…
    pero todo está distinto.

    Ese sueño no ha sido un sueño.

    Algo en mi interior —algo antiguo, algo lunar, algo materno— me lo confirma.

    Me siento en la cama, los pies fríos contra el suelo del castillo.
    Intento cerrar los ojos, pero cada vez que lo hago aparece la mirada de Selin, y detrás, la sombra de Veythra.

    Esa noche no vuelvo a dormir.
    No puedo.
    No debo.

    Solo una frase late dentro de mi cráneo como un tambor:

    “Déjame que te cuente…”
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La visión de la Madre-Luna Esa misma noche, cuando por fin dejo que el cansancio me aprisione, caigo en un sueño extraño, profundo, distinto… No hay jardín de sombras, no hay caos, no hay dolor. Solo un vasto espacio blanco. Una quietud antigua. Un silencio que no pesa. Y entonces la veo. Una figura femenina de cabellos rubios que flotan como hebras de sol en el vacío. Su piel irradia una luz suave, casi líquida. Se parece a mi madre Jennifer… pero sus ojos… sus ojos son los de Selin. Mi abuela. La luna en su forma más pura. Ella sonríe con una tristeza hermosa. Selin: “Hija mía…” Su voz no suena, resuena en todo mi cuerpo. “Todos te han contado cómo fue el día que naciste… La luna del esturión… Las perseidas cayendo como espadas de plata… La noche en que lo imposible se abrió para darte paso.” Camina hacia mí, aunque aquí no exista suelo. Su mano se estira… no para tocarme, sino para sostener mi alma. “Ahora deja que yo te cuente cómo fue el día que moriste.” Mi pecho se oprime. Mis dedos tiemblan sin poder levantarme. No entiendo. No quiero entender. Pero ella continúa, con esa serenidad que rompe. “Quiero alinear las piezas de nuevo. Las tuyas… Y las mías… Antes de que el caos te reclame por completo.” La luz detrás de ella se oscurece. Una sombra se forma. Mi sombra. Veythra. El sueño se tensa como una cuerda a punto de romperse. --- El despertar Me despierto de golpe. Empapada en sudor, con el corazón retumbando como si aún estuviera cayendo desde un lugar muy alto. Miro a mi alrededor: nada ha cambiado… pero todo está distinto. Ese sueño no ha sido un sueño. Algo en mi interior —algo antiguo, algo lunar, algo materno— me lo confirma. Me siento en la cama, los pies fríos contra el suelo del castillo. Intento cerrar los ojos, pero cada vez que lo hago aparece la mirada de Selin, y detrás, la sombra de Veythra. Esa noche no vuelvo a dormir. No puedo. No debo. Solo una frase late dentro de mi cráneo como un tambor: “Déjame que te cuente…”
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    La visión de la Madre-Luna

    Esa misma noche, cuando por fin dejo que el cansancio me aprisione, caigo en un sueño extraño, profundo, distinto…
    No hay jardín de sombras, no hay caos, no hay dolor.

    Solo un vasto espacio blanco.
    Una quietud antigua.
    Un silencio que no pesa.

    Y entonces la veo.

    Una figura femenina
    de cabellos rubios que flotan como hebras de sol en el vacío.
    Su piel irradia una luz suave, casi líquida.

    Se parece a mi madre Jennifer…
    pero sus ojos…
    sus ojos son los de Selin.
    Mi abuela.
    La luna en su forma más pura.

    Ella sonríe con una tristeza hermosa.

    Selin:
    “Hija mía…”

    Su voz no suena, resuena en todo mi cuerpo.

    “Todos te han contado cómo fue el día que naciste…
    La luna del esturión…
    Las perseidas cayendo como espadas de plata…
    La noche en que lo imposible se abrió para darte paso.”

    Camina hacia mí, aunque aquí no exista suelo.
    Su mano se estira…
    no para tocarme, sino para sostener mi alma.

    “Ahora deja que yo te cuente
    cómo fue el día que moriste.”

    Mi pecho se oprime.
    Mis dedos tiemblan sin poder levantarme.
    No entiendo.
    No quiero entender.

    Pero ella continúa, con esa serenidad que rompe.

    “Quiero alinear las piezas de nuevo.
    Las tuyas…
    Y las mías…
    Antes de que el caos te reclame por completo.”

    La luz detrás de ella se oscurece.
    Una sombra se forma.
    Mi sombra.
    Veythra.

    El sueño se tensa como una cuerda a punto de romperse.


    ---

    El despertar

    Me despierto de golpe.
    Empapada en sudor, con el corazón retumbando como si aún estuviera cayendo desde un lugar muy alto.
    Miro a mi alrededor: nada ha cambiado…
    pero todo está distinto.

    Ese sueño no ha sido un sueño.

    Algo en mi interior —algo antiguo, algo lunar, algo materno— me lo confirma.

    Me siento en la cama, los pies fríos contra el suelo del castillo.
    Intento cerrar los ojos, pero cada vez que lo hago aparece la mirada de Selin, y detrás, la sombra de Veythra.

    Esa noche no vuelvo a dormir.
    No puedo.
    No debo.

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    La visión de la Madre-Luna

    Esa misma noche, cuando por fin dejo que el cansancio me aprisione, caigo en un sueño extraño, profundo, distinto…
    No hay jardín de sombras, no hay caos, no hay dolor.

    Solo un vasto espacio blanco.
    Una quietud antigua.
    Un silencio que no pesa.

    Y entonces la veo.

    Una figura femenina
    de cabellos rubios que flotan como hebras de sol en el vacío.
    Su piel irradia una luz suave, casi líquida.

    Se parece a mi madre Jennifer…
    pero sus ojos…
    sus ojos son los de Selin.
    Mi abuela.
    La luna en su forma más pura.

    Ella sonríe con una tristeza hermosa.

    Selin:
    “Hija mía…”

    Su voz no suena, resuena en todo mi cuerpo.

    “Todos te han contado cómo fue el día que naciste…
    La luna del esturión…
    Las perseidas cayendo como espadas de plata…
    La noche en que lo imposible se abrió para darte paso.”

    Camina hacia mí, aunque aquí no exista suelo.
    Su mano se estira…
    no para tocarme, sino para sostener mi alma.

    “Ahora deja que yo te cuente
    cómo fue el día que moriste.”

    Mi pecho se oprime.
    Mis dedos tiemblan sin poder levantarme.
    No entiendo.
    No quiero entender.

    Pero ella continúa, con esa serenidad que rompe.

    “Quiero alinear las piezas de nuevo.
    Las tuyas…
    Y las mías…
    Antes de que el caos te reclame por completo.”

    La luz detrás de ella se oscurece.
    Una sombra se forma.
    Mi sombra.
    Veythra.

    El sueño se tensa como una cuerda a punto de romperse.


    ---

    El despertar

    Me despierto de golpe.
    Empapada en sudor, con el corazón retumbando como si aún estuviera cayendo desde un lugar muy alto.
    Miro a mi alrededor: nada ha cambiado…
    pero todo está distinto.

    Ese sueño no ha sido un sueño.

    Algo en mi interior —algo antiguo, algo lunar, algo materno— me lo confirma.

    Me siento en la cama, los pies fríos contra el suelo del castillo.
    Intento cerrar los ojos, pero cada vez que lo hago aparece la mirada de Selin, y detrás, la sombra de Veythra.

    Esa noche no vuelvo a dormir.
    No puedo.
    No debo.

    Solo una frase late dentro de mi cráneo como un tambor:

    “Déjame que te cuente…”
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La visión de la Madre-Luna Esa misma noche, cuando por fin dejo que el cansancio me aprisione, caigo en un sueño extraño, profundo, distinto… No hay jardín de sombras, no hay caos, no hay dolor. Solo un vasto espacio blanco. Una quietud antigua. Un silencio que no pesa. Y entonces la veo. Una figura femenina de cabellos rubios que flotan como hebras de sol en el vacío. Su piel irradia una luz suave, casi líquida. Se parece a mi madre Jennifer… pero sus ojos… sus ojos son los de Selin. Mi abuela. La luna en su forma más pura. Ella sonríe con una tristeza hermosa. Selin: “Hija mía…” Su voz no suena, resuena en todo mi cuerpo. “Todos te han contado cómo fue el día que naciste… La luna del esturión… Las perseidas cayendo como espadas de plata… La noche en que lo imposible se abrió para darte paso.” Camina hacia mí, aunque aquí no exista suelo. Su mano se estira… no para tocarme, sino para sostener mi alma. “Ahora deja que yo te cuente cómo fue el día que moriste.” Mi pecho se oprime. Mis dedos tiemblan sin poder levantarme. No entiendo. No quiero entender. Pero ella continúa, con esa serenidad que rompe. “Quiero alinear las piezas de nuevo. Las tuyas… Y las mías… Antes de que el caos te reclame por completo.” La luz detrás de ella se oscurece. Una sombra se forma. Mi sombra. Veythra. El sueño se tensa como una cuerda a punto de romperse. --- El despertar Me despierto de golpe. Empapada en sudor, con el corazón retumbando como si aún estuviera cayendo desde un lugar muy alto. Miro a mi alrededor: nada ha cambiado… pero todo está distinto. Ese sueño no ha sido un sueño. Algo en mi interior —algo antiguo, algo lunar, algo materno— me lo confirma. Me siento en la cama, los pies fríos contra el suelo del castillo. Intento cerrar los ojos, pero cada vez que lo hago aparece la mirada de Selin, y detrás, la sombra de Veythra. Esa noche no vuelvo a dormir. No puedo. No debo. Solo una frase late dentro de mi cráneo como un tambor: “Déjame que te cuente…”
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    El regreso

    Regreso a casa con una ilusión que me calienta el pecho.
    Voy pensando en Ryu, en su sonrisa torcida, en su manera torpe de querer, en el café compartido… en esa paz que hacía tanto no sentía.

    Pero al doblar una esquina, el aire se vuelve frío.

    Una de las sombras del Jardín emerge de la pared como arrancada del propio asfalto. Sus ojos vacíos se fijan en mí, y entonces habla, en la lengua que solo lo oculto recuerda:

    Sombra:
    “Tus súplicas fueron escuchadas por la chica…
    mas no quiso volver.
    No hasta hoy.”

    Y desaparece.

    Mi sangre se congela al instante.
    No pienso, solo corro.
    Corro como si mis pulmones ardieran y mis latidos fueran látigos golpeándome por dentro.


    ---

    El reencuentro

    Entro al castillo Queen casi rompiendo las puertas.

    Allí está.
    Sentada junto a Jennifer.
    Akane.

    Jennifer se levanta apenas me ve. No dice nada. No hace falta.
    Se va en silencio, como quien sabe que ese momento no le pertenece.

    Yo me abalanzo sobre Akane antes de que mi mente pueda interponerse.
    Ella me recibe con una sonrisa calmada, elegante, perfecta… como si nunca se hubiera ido. Como si nunca me hubiera dejado con las manos vacías, pidiendo respuestas al viento.

    Nos besamos.
    Nos abrazamos.
    Nos volvemos a mirar, solas… juntas…
    Fue como si el mundo se detuviera para dejarnos respirar la misma nostalgia.

    Akane baja la mirada, suspira, y su voz acaricia y hiere a la vez.

    Akane:
    “Perdóname.
    No volví porque… estaba enfadada.
    La desaparición de Jennifer…
    No supe manejarlo.
    Y lo pagué con ustedes.
    Contigo.
    Pero volví… por ti.”

    Ese “por ti” desarma todas mis defensas.

    No supe castigarla.
    No supe exigirle nada.
    No supe pedir explicaciones.

    Había vuelto.
    Y nada más importaba.
    NADA MÁS.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El regreso Regreso a casa con una ilusión que me calienta el pecho. Voy pensando en Ryu, en su sonrisa torcida, en su manera torpe de querer, en el café compartido… en esa paz que hacía tanto no sentía. Pero al doblar una esquina, el aire se vuelve frío. Una de las sombras del Jardín emerge de la pared como arrancada del propio asfalto. Sus ojos vacíos se fijan en mí, y entonces habla, en la lengua que solo lo oculto recuerda: Sombra: “Tus súplicas fueron escuchadas por la chica… mas no quiso volver. No hasta hoy.” Y desaparece. Mi sangre se congela al instante. No pienso, solo corro. Corro como si mis pulmones ardieran y mis latidos fueran látigos golpeándome por dentro. --- El reencuentro Entro al castillo Queen casi rompiendo las puertas. Allí está. Sentada junto a Jennifer. Akane. Jennifer se levanta apenas me ve. No dice nada. No hace falta. Se va en silencio, como quien sabe que ese momento no le pertenece. Yo me abalanzo sobre Akane antes de que mi mente pueda interponerse. Ella me recibe con una sonrisa calmada, elegante, perfecta… como si nunca se hubiera ido. Como si nunca me hubiera dejado con las manos vacías, pidiendo respuestas al viento. Nos besamos. Nos abrazamos. Nos volvemos a mirar, solas… juntas… Fue como si el mundo se detuviera para dejarnos respirar la misma nostalgia. Akane baja la mirada, suspira, y su voz acaricia y hiere a la vez. Akane: “Perdóname. No volví porque… estaba enfadada. La desaparición de Jennifer… No supe manejarlo. Y lo pagué con ustedes. Contigo. Pero volví… por ti.” Ese “por ti” desarma todas mis defensas. No supe castigarla. No supe exigirle nada. No supe pedir explicaciones. Había vuelto. Y nada más importaba. NADA MÁS.
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    El regreso

    Regreso a casa con una ilusión que me calienta el pecho.
    Voy pensando en Ryu, en su sonrisa torcida, en su manera torpe de querer, en el café compartido… en esa paz que hacía tanto no sentía.

    Pero al doblar una esquina, el aire se vuelve frío.

    Una de las sombras del Jardín emerge de la pared como arrancada del propio asfalto. Sus ojos vacíos se fijan en mí, y entonces habla, en la lengua que solo lo oculto recuerda:

    Sombra:
    “Tus súplicas fueron escuchadas por la chica…
    mas no quiso volver.
    No hasta hoy.”

    Y desaparece.

    Mi sangre se congela al instante.
    No pienso, solo corro.
    Corro como si mis pulmones ardieran y mis latidos fueran látigos golpeándome por dentro.


    ---

    El reencuentro

    Entro al castillo Queen casi rompiendo las puertas.

    Allí está.
    Sentada junto a Jennifer.
    Akane.

    Jennifer se levanta apenas me ve. No dice nada. No hace falta.
    Se va en silencio, como quien sabe que ese momento no le pertenece.

    Yo me abalanzo sobre Akane antes de que mi mente pueda interponerse.
    Ella me recibe con una sonrisa calmada, elegante, perfecta… como si nunca se hubiera ido. Como si nunca me hubiera dejado con las manos vacías, pidiendo respuestas al viento.

    Nos besamos.
    Nos abrazamos.
    Nos volvemos a mirar, solas… juntas…
    Fue como si el mundo se detuviera para dejarnos respirar la misma nostalgia.

    Akane baja la mirada, suspira, y su voz acaricia y hiere a la vez.

    Akane:
    “Perdóname.
    No volví porque… estaba enfadada.
    La desaparición de Jennifer…
    No supe manejarlo.
    Y lo pagué con ustedes.
    Contigo.
    Pero volví… por ti.”

    Ese “por ti” desarma todas mis defensas.

    No supe castigarla.
    No supe exigirle nada.
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    Había vuelto.
    Y nada más importaba.
    NADA MÁS.
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    El regreso

    Regreso a casa con una ilusión que me calienta el pecho.
    Voy pensando en Ryu, en su sonrisa torcida, en su manera torpe de querer, en el café compartido… en esa paz que hacía tanto no sentía.

    Pero al doblar una esquina, el aire se vuelve frío.

    Una de las sombras del Jardín emerge de la pared como arrancada del propio asfalto. Sus ojos vacíos se fijan en mí, y entonces habla, en la lengua que solo lo oculto recuerda:

    Sombra:
    “Tus súplicas fueron escuchadas por la chica…
    mas no quiso volver.
    No hasta hoy.”

    Y desaparece.

    Mi sangre se congela al instante.
    No pienso, solo corro.
    Corro como si mis pulmones ardieran y mis latidos fueran látigos golpeándome por dentro.


    ---

    El reencuentro

    Entro al castillo Queen casi rompiendo las puertas.

    Allí está.
    Sentada junto a Jennifer.
    Akane.

    Jennifer se levanta apenas me ve. No dice nada. No hace falta.
    Se va en silencio, como quien sabe que ese momento no le pertenece.

    Yo me abalanzo sobre Akane antes de que mi mente pueda interponerse.
    Ella me recibe con una sonrisa calmada, elegante, perfecta… como si nunca se hubiera ido. Como si nunca me hubiera dejado con las manos vacías, pidiendo respuestas al viento.

    Nos besamos.
    Nos abrazamos.
    Nos volvemos a mirar, solas… juntas…
    Fue como si el mundo se detuviera para dejarnos respirar la misma nostalgia.

    Akane baja la mirada, suspira, y su voz acaricia y hiere a la vez.

    Akane:
    “Perdóname.
    No volví porque… estaba enfadada.
    La desaparición de Jennifer…
    No supe manejarlo.
    Y lo pagué con ustedes.
    Contigo.
    Pero volví… por ti.”

    Ese “por ti” desarma todas mis defensas.

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