//De nuevo, esto es larguito. Seguimos con el lore de la visión de Dante.
La incesante lucha estaba acabando con sus fuerzas. Heridas que no cesaban de sangrar, varios huesos rotos y los agónicos gemidos y rugidos de los sumidos en la lujuria de sangre, no terminaban nunca.
Una manada de estos logró llevarle hasta una vieja iglesia abandonada. Irónico, ¿verdad? Un lugar antaño santo, plagado por un nido de criaturas infectas y profanas.
La hediondez de aquella zona le le causaba nauseas e incluso mareos. ¿Cómo era posible? ¿De dónde habían salido tantos enloquecidos? Y lo más extraño... Todos y cada uno de ellos supuraban una singular espuma rosácea por la boca.
Siguió usando sus fieles dagas de titanio para rebanar a cada una de esas criaturas y sin embargo, estas no se desintegraban, no convulsionaban hasta morir. No tenía sentido, los sumidos en la lujuria de sangre reaccionaban al titanio como gremlins a la luz solar.
Dante se abría paso como podía hasta que quedó acorralado en el interior la vieja edificación, su espalda chocando con una gigantesca y polvorienta estatua de la virgen María que juraría estaba llorando.
-¡¿De dónde han salido todos estos mal nacidos?!- Escuchó la voz de Rio por allí.
-¡Dante! ¡Más te vale no dejarte acorralar, imbécil!- Nikolai también estaba allí.
-¡¿Y lo dice el que no puede salir de entre los contenedores de basura?! Agh! ¡Mierda!- Tegan se unió pero fue mordido fuertemente por uno de los enloquecidos.
-¡Dante! ¡Dante!- Esa voz... La había escuchado antes. ¿Dónde?
¿Por qué sentía que se le venía el mundo encima al escucharla?
-¡No entres ahí, es demasiado peligroso!- Lucan parecía intentar impedir que esa persona, desesperada, entrase en el edificio en el que Dante se encontraba atrapado por los engendros.
Sin embargo no consiguió sostener a dicha persona. Dante pudo sentir como se le encogía el pecho y se le aceleraban los latidos a un punto que resultaba imposible para él, biológicamente hablando.
Vio una figura en la puerta, una sombra, no sabía quien era.
-Aquí acaba el juego, guerrero...- Una voz femenina resonó con saña de entre las sombras y roció a Dante en un extraño polvo rojizo.
Sin querer lo inhaló. Eso era... ¿Carmesí?
Tosió varias veces mientras se le engarrotaban los músculos y la visión se volvía borrosa. Todo su cuerpo ardía y dolía horrores. La cabeza... Parecía que fuera a estallar de un momento a otro. Nauseas, mal estar y... Sed.
Las criaturas pasaron a centrar su atención el la figura en la puerta, iban a abalanzarse sobre dicha persona pero Dante, aprovechando la poca cordura que aún estaba conservando, corrió veloz a destrozar a cada uno de esos inmundos monstruos.
Inmundos monstruos... ¿Él se estaba volviendo uno en ese momento? Lo sentía, sentía que perdía el control. Empezó a escupir espuma rosada. Ya no podía ni sostener sus dagas.
-Hazlo... Ya... Por favor no permitas... Que me vuelva como ellos. No p-permitas... Aghh! Que... Que te haga daño... ¡Hazlo-Ngh!- Dante le suplicaba que lo matasen.
Aunque no pudo ver el rostro de la persona allí presente, su pudo notar sus lágrimas, su desesperación y dolor. Como gritaba su nombre y maldecía.
Escuchó los gritos de sus compañeros de fondo mientras su mente se resquebrajaba, se fragmentaba eliminando cualquier rastro del hombre que fue. Ya no podía hablar, solo rugir como una bestia. Y sin embargo en cierto modo aún no se había perdido del todo, aún era consciente de lo que veía.
Un dolor agudo en el pecho. Le habían clavado su propia daga en el corazón. Unas manos temblorosas la sostenían mientras los sonidos se volvían ecos que desaparecían a lo lejos de un túnel.
[...]
Despertó de golpe, sobresaltado. La respiración acelerada y un terrible nudo en la garganta y el estómago.
¿Otra vez?
Sí, otra vez la maldita pesadilla sobre su muerte. Pero ahora... Pudo ver más. Sus compañeros guerreros estaban allí también, era una ardua batalla. Y... ¿Quién era esa persona? ¿Quién gritaba su nombre y lloraba con desesperación?
¿Podía ser?...
Estaba realmente cansado de esto. Ni siquiera sabía cuando iba a suceder.
Encendió un cigarrillo y se quedó mirando por la ventana pensativo, exhausto.
La incesante lucha estaba acabando con sus fuerzas. Heridas que no cesaban de sangrar, varios huesos rotos y los agónicos gemidos y rugidos de los sumidos en la lujuria de sangre, no terminaban nunca.
Una manada de estos logró llevarle hasta una vieja iglesia abandonada. Irónico, ¿verdad? Un lugar antaño santo, plagado por un nido de criaturas infectas y profanas.
La hediondez de aquella zona le le causaba nauseas e incluso mareos. ¿Cómo era posible? ¿De dónde habían salido tantos enloquecidos? Y lo más extraño... Todos y cada uno de ellos supuraban una singular espuma rosácea por la boca.
Siguió usando sus fieles dagas de titanio para rebanar a cada una de esas criaturas y sin embargo, estas no se desintegraban, no convulsionaban hasta morir. No tenía sentido, los sumidos en la lujuria de sangre reaccionaban al titanio como gremlins a la luz solar.
Dante se abría paso como podía hasta que quedó acorralado en el interior la vieja edificación, su espalda chocando con una gigantesca y polvorienta estatua de la virgen María que juraría estaba llorando.
-¡¿De dónde han salido todos estos mal nacidos?!- Escuchó la voz de Rio por allí.
-¡Dante! ¡Más te vale no dejarte acorralar, imbécil!- Nikolai también estaba allí.
-¡¿Y lo dice el que no puede salir de entre los contenedores de basura?! Agh! ¡Mierda!- Tegan se unió pero fue mordido fuertemente por uno de los enloquecidos.
-¡Dante! ¡Dante!- Esa voz... La había escuchado antes. ¿Dónde?
¿Por qué sentía que se le venía el mundo encima al escucharla?
-¡No entres ahí, es demasiado peligroso!- Lucan parecía intentar impedir que esa persona, desesperada, entrase en el edificio en el que Dante se encontraba atrapado por los engendros.
Sin embargo no consiguió sostener a dicha persona. Dante pudo sentir como se le encogía el pecho y se le aceleraban los latidos a un punto que resultaba imposible para él, biológicamente hablando.
Vio una figura en la puerta, una sombra, no sabía quien era.
-Aquí acaba el juego, guerrero...- Una voz femenina resonó con saña de entre las sombras y roció a Dante en un extraño polvo rojizo.
Sin querer lo inhaló. Eso era... ¿Carmesí?
Tosió varias veces mientras se le engarrotaban los músculos y la visión se volvía borrosa. Todo su cuerpo ardía y dolía horrores. La cabeza... Parecía que fuera a estallar de un momento a otro. Nauseas, mal estar y... Sed.
Las criaturas pasaron a centrar su atención el la figura en la puerta, iban a abalanzarse sobre dicha persona pero Dante, aprovechando la poca cordura que aún estaba conservando, corrió veloz a destrozar a cada uno de esos inmundos monstruos.
Inmundos monstruos... ¿Él se estaba volviendo uno en ese momento? Lo sentía, sentía que perdía el control. Empezó a escupir espuma rosada. Ya no podía ni sostener sus dagas.
-Hazlo... Ya... Por favor no permitas... Que me vuelva como ellos. No p-permitas... Aghh! Que... Que te haga daño... ¡Hazlo-Ngh!- Dante le suplicaba que lo matasen.
Aunque no pudo ver el rostro de la persona allí presente, su pudo notar sus lágrimas, su desesperación y dolor. Como gritaba su nombre y maldecía.
Escuchó los gritos de sus compañeros de fondo mientras su mente se resquebrajaba, se fragmentaba eliminando cualquier rastro del hombre que fue. Ya no podía hablar, solo rugir como una bestia. Y sin embargo en cierto modo aún no se había perdido del todo, aún era consciente de lo que veía.
Un dolor agudo en el pecho. Le habían clavado su propia daga en el corazón. Unas manos temblorosas la sostenían mientras los sonidos se volvían ecos que desaparecían a lo lejos de un túnel.
[...]
Despertó de golpe, sobresaltado. La respiración acelerada y un terrible nudo en la garganta y el estómago.
¿Otra vez?
Sí, otra vez la maldita pesadilla sobre su muerte. Pero ahora... Pudo ver más. Sus compañeros guerreros estaban allí también, era una ardua batalla. Y... ¿Quién era esa persona? ¿Quién gritaba su nombre y lloraba con desesperación?
¿Podía ser?...
Estaba realmente cansado de esto. Ni siquiera sabía cuando iba a suceder.
Encendió un cigarrillo y se quedó mirando por la ventana pensativo, exhausto.
//De nuevo, esto es larguito. Seguimos con el lore de la visión de Dante.
La incesante lucha estaba acabando con sus fuerzas. Heridas que no cesaban de sangrar, varios huesos rotos y los agónicos gemidos y rugidos de los sumidos en la lujuria de sangre, no terminaban nunca.
Una manada de estos logró llevarle hasta una vieja iglesia abandonada. Irónico, ¿verdad? Un lugar antaño santo, plagado por un nido de criaturas infectas y profanas.
La hediondez de aquella zona le le causaba nauseas e incluso mareos. ¿Cómo era posible? ¿De dónde habían salido tantos enloquecidos? Y lo más extraño... Todos y cada uno de ellos supuraban una singular espuma rosácea por la boca.
Siguió usando sus fieles dagas de titanio para rebanar a cada una de esas criaturas y sin embargo, estas no se desintegraban, no convulsionaban hasta morir. No tenía sentido, los sumidos en la lujuria de sangre reaccionaban al titanio como gremlins a la luz solar.
Dante se abría paso como podía hasta que quedó acorralado en el interior la vieja edificación, su espalda chocando con una gigantesca y polvorienta estatua de la virgen María que juraría estaba llorando.
-¡¿De dónde han salido todos estos mal nacidos?!- Escuchó la voz de Rio por allí.
-¡Dante! ¡Más te vale no dejarte acorralar, imbécil!- Nikolai también estaba allí.
-¡¿Y lo dice el que no puede salir de entre los contenedores de basura?! Agh! ¡Mierda!- Tegan se unió pero fue mordido fuertemente por uno de los enloquecidos.
-¡Dante! ¡Dante!- Esa voz... La había escuchado antes. ¿Dónde?
¿Por qué sentía que se le venía el mundo encima al escucharla?
-¡No entres ahí, es demasiado peligroso!- Lucan parecía intentar impedir que esa persona, desesperada, entrase en el edificio en el que Dante se encontraba atrapado por los engendros.
Sin embargo no consiguió sostener a dicha persona. Dante pudo sentir como se le encogía el pecho y se le aceleraban los latidos a un punto que resultaba imposible para él, biológicamente hablando.
Vio una figura en la puerta, una sombra, no sabía quien era.
-Aquí acaba el juego, guerrero...- Una voz femenina resonó con saña de entre las sombras y roció a Dante en un extraño polvo rojizo.
Sin querer lo inhaló. Eso era... ¿Carmesí?
Tosió varias veces mientras se le engarrotaban los músculos y la visión se volvía borrosa. Todo su cuerpo ardía y dolía horrores. La cabeza... Parecía que fuera a estallar de un momento a otro. Nauseas, mal estar y... Sed.
Las criaturas pasaron a centrar su atención el la figura en la puerta, iban a abalanzarse sobre dicha persona pero Dante, aprovechando la poca cordura que aún estaba conservando, corrió veloz a destrozar a cada uno de esos inmundos monstruos.
Inmundos monstruos... ¿Él se estaba volviendo uno en ese momento? Lo sentía, sentía que perdía el control. Empezó a escupir espuma rosada. Ya no podía ni sostener sus dagas.
-Hazlo... Ya... Por favor no permitas... Que me vuelva como ellos. No p-permitas... Aghh! Que... Que te haga daño... ¡Hazlo-Ngh!- Dante le suplicaba que lo matasen.
Aunque no pudo ver el rostro de la persona allí presente, su pudo notar sus lágrimas, su desesperación y dolor. Como gritaba su nombre y maldecía.
Escuchó los gritos de sus compañeros de fondo mientras su mente se resquebrajaba, se fragmentaba eliminando cualquier rastro del hombre que fue. Ya no podía hablar, solo rugir como una bestia. Y sin embargo en cierto modo aún no se había perdido del todo, aún era consciente de lo que veía.
Un dolor agudo en el pecho. Le habían clavado su propia daga en el corazón. Unas manos temblorosas la sostenían mientras los sonidos se volvían ecos que desaparecían a lo lejos de un túnel.
[...]
Despertó de golpe, sobresaltado. La respiración acelerada y un terrible nudo en la garganta y el estómago.
¿Otra vez?
Sí, otra vez la maldita pesadilla sobre su muerte. Pero ahora... Pudo ver más. Sus compañeros guerreros estaban allí también, era una ardua batalla. Y... ¿Quién era esa persona? ¿Quién gritaba su nombre y lloraba con desesperación?
¿Podía ser?...
Estaba realmente cansado de esto. Ni siquiera sabía cuando iba a suceder.
Encendió un cigarrillo y se quedó mirando por la ventana pensativo, exhausto.
