• Un étrange café.
    Fandom oc
    Categoría Otros
    ℂ𝐡𝐥𝐨𝑒 ⁖⁖

    Era de noche, la oscuridad era perfecta para que se cometieran los actos más atroces, para que los cazadores salieran por sus presas y para que estas se ocultaran.

    Algo así es lo que sucedía en este momento. El dragón había ido en caza de ciertas personas que cometieron un acto en contra de su cliente, uno cuya pena era la muerte.

    ¿Le importaba? No, sólo lo hacía por las joyas prometidas, unas que le habían gustado a Seryn su pequeña hermana, y sólo eso era necesario para que derramara sangre sin dudarlo.

    Se supone que sus objetivos eran los dueños de una cafetería en lo que sería su tierra natal, Francia. Así que decidió hacer una visita, claro, como cliente.

    Debía reconocer el terreno, ver cualquier posible salida de emergencia no contemplada, calcular la distancia de dicho sitio a cualquier punto donde pudieran usar vehículos y escaparse.

    Para eso servía esa noche, era de reconocimiento, y por ello es que decidió tomar asiento en una de las mesas que se encontraban fuera del sitio, como para poder hacer su análisis sin ser descubierto.

    Tampoco quería que su rostro fuese aprendido por dichos dueños, pues tenían fama de paranoicos por sus actos diarios, lo cual sería un problema para el futuro de la misión.

    Como cualquier cliente esperó a que se acercara un mozo para preguntar por su comanda, y entonces fue cuando pidió lo de siempre en esa clase de lugares.

    ── Un café negro, con doble carga y bien caliente. ──
    [Pandemonium.ft] Era de noche, la oscuridad era perfecta para que se cometieran los actos más atroces, para que los cazadores salieran por sus presas y para que estas se ocultaran. Algo así es lo que sucedía en este momento. El dragón había ido en caza de ciertas personas que cometieron un acto en contra de su cliente, uno cuya pena era la muerte. ¿Le importaba? No, sólo lo hacía por las joyas prometidas, unas que le habían gustado a Seryn su pequeña hermana, y sólo eso era necesario para que derramara sangre sin dudarlo. Se supone que sus objetivos eran los dueños de una cafetería en lo que sería su tierra natal, Francia. Así que decidió hacer una visita, claro, como cliente. Debía reconocer el terreno, ver cualquier posible salida de emergencia no contemplada, calcular la distancia de dicho sitio a cualquier punto donde pudieran usar vehículos y escaparse. Para eso servía esa noche, era de reconocimiento, y por ello es que decidió tomar asiento en una de las mesas que se encontraban fuera del sitio, como para poder hacer su análisis sin ser descubierto. Tampoco quería que su rostro fuese aprendido por dichos dueños, pues tenían fama de paranoicos por sus actos diarios, lo cual sería un problema para el futuro de la misión. Como cualquier cliente esperó a que se acercara un mozo para preguntar por su comanda, y entonces fue cuando pidió lo de siempre en esa clase de lugares. ── Un café negro, con doble carga y bien caliente. ──
    Tipo
    Individual
    Líneas
    4
    Estado
    Disponible
    0 turnos 0 maullidos
  • Chemins croisés.
    Fandom OC
    Categoría Acción
    Se trataba de una misión más, algo usual, ir y recuperar ciertas cosas que a su cliente le importaba.

    En esta ocasión, se trataba de piezas exóticas, obtenidos de seres como él, seres distintos a la raza humana.

    Si bien, hacía las cosas por dinero, en esta ocasión, lo hacía por gusto. Nada disfrutaba más que eliminar a cazadores de criaturas, pues eran sin duda de lo más desagradable para él, y le recordaban al incidente de sus padres.

    Sabía lo necesario, la ubicación del hangar donde planeaba transportar la "mercancía" a distintas partes del mundo, tenía que impedirlo, pues aquél magnate que contrató a la familia Feu, buscaba recuperar su preciada colección de criaturas marítimas.

    Había decidido volar para alcanzar las coordenadas más rápido, y solo estando a doscientos metros pudo vislumbrar aquél hangar entre el desierto.

    ── Allí vamos. ──

    Rath Bogard
    Se trataba de una misión más, algo usual, ir y recuperar ciertas cosas que a su cliente le importaba. En esta ocasión, se trataba de piezas exóticas, obtenidos de seres como él, seres distintos a la raza humana. Si bien, hacía las cosas por dinero, en esta ocasión, lo hacía por gusto. Nada disfrutaba más que eliminar a cazadores de criaturas, pues eran sin duda de lo más desagradable para él, y le recordaban al incidente de sus padres. Sabía lo necesario, la ubicación del hangar donde planeaba transportar la "mercancía" a distintas partes del mundo, tenía que impedirlo, pues aquél magnate que contrató a la familia Feu, buscaba recuperar su preciada colección de criaturas marítimas. Había decidido volar para alcanzar las coordenadas más rápido, y solo estando a doscientos metros pudo vislumbrar aquél hangar entre el desierto. ── Allí vamos. ── [rathbogard1]
    Tipo
    Individual
    Líneas
    4
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    —La Agencia de Seguridad Pública de Cazadores de Demonios no era ajena al desorden, pero había límites. La ausencia repentina e imprevista de Denji y Aki Hayakawa (ya sea por una misión de alto secreto, una baja médica, o cualquier excusa conveniente) había dejado a Power sin su cadena más inmediata de supervisión.
    La respuesta de la Cuarta División Experimental fue inmediata y unánime: Caos.
    La Blood Fiend en su libre albedrío era una fuerza incontrolable de mala higiene, evasión de tareas, gasto innecesario, y una flagrante falta de respeto por cualquier norma social o protocolo de seguridad. El escenario era inaceptable.
    Por ello, se había tomado una decisión, una orden que no admitía réplica ni debate:

    — "Cazador, hasta que Denji y Aki estén nuevamente disponibles, la responsabilidad de la Blood Fiend es tuya. Mantén la calma, la cordura... y, sobre todo, mantén a Power lejos de la oficina central."—

    ☆[La Recepción]☆

    El peso de esa nueva "carga" se hizo tangible en el umbral de tu puerta.
    Allí estaba Power, plantada con una pila de maletas desiguales que parecían contener más basura que ropa, y su querida gata Nyako (envuelta en una bufanda cuestionablemente limpia) encaramada a su hombro.
    A diferencia de su habitual insolencia, la situación la había forzado a una tensión incómoda. Sus ojos dorados te miraban con una mezcla de aburrimiento y resentimiento palpable, pero su postura era, para su disgusto, estrictamente respetuosa. Sabía que tú no eras Denji, y que la disciplina de la Agencia era una espada que podía caerle encima si se excedía.
    La pregunta para ti es:

    ¿Qué harías como el nuevo guardián forzoso de Power? ¿Cómo manejarías esta bomba de relojería que acaba de aterrizar en tu sala de estar?
    —La Agencia de Seguridad Pública de Cazadores de Demonios no era ajena al desorden, pero había límites. La ausencia repentina e imprevista de Denji y Aki Hayakawa (ya sea por una misión de alto secreto, una baja médica, o cualquier excusa conveniente) había dejado a Power sin su cadena más inmediata de supervisión. La respuesta de la Cuarta División Experimental fue inmediata y unánime: Caos. La Blood Fiend en su libre albedrío era una fuerza incontrolable de mala higiene, evasión de tareas, gasto innecesario, y una flagrante falta de respeto por cualquier norma social o protocolo de seguridad. El escenario era inaceptable. Por ello, se había tomado una decisión, una orden que no admitía réplica ni debate: — "Cazador, hasta que Denji y Aki estén nuevamente disponibles, la responsabilidad de la Blood Fiend es tuya. Mantén la calma, la cordura... y, sobre todo, mantén a Power lejos de la oficina central."— ☆[La Recepción]☆ El peso de esa nueva "carga" se hizo tangible en el umbral de tu puerta. Allí estaba Power, plantada con una pila de maletas desiguales que parecían contener más basura que ropa, y su querida gata Nyako (envuelta en una bufanda cuestionablemente limpia) encaramada a su hombro. A diferencia de su habitual insolencia, la situación la había forzado a una tensión incómoda. Sus ojos dorados te miraban con una mezcla de aburrimiento y resentimiento palpable, pero su postura era, para su disgusto, estrictamente respetuosa. Sabía que tú no eras Denji, y que la disciplina de la Agencia era una espada que podía caerle encima si se excedía. La pregunta para ti es: ¿Qué harías como el nuevo guardián forzoso de Power? ¿Cómo manejarías esta bomba de relojería que acaba de aterrizar en tu sala de estar?
    Me encocora
    1
    0 comentarios 0 compartidos
  • -La emisión nocturna resonó una vez más a través de todos los círculos infernales. Al compás de la música, elevé mi copa con estudiada coquetería y acaricié el micrófono con sensualidad. Justo antes de que empezara mi canto, mis sombras me vistieron con un traje atrevido, mientras otras asumían el papel de coristas. Hicimos vibrar todo el estudio con mi interpretación, que incluía la canción solicitada por una dama de cabellos de oro.-

    Espero que disfrutes esta actuación, querida dama.

    https://youtu.be/uPp9rkSvuDQ?si=C_63fiDgk4fim3Eh

    -La emisión nocturna resonó una vez más a través de todos los círculos infernales. Al compás de la música, elevé mi copa con estudiada coquetería y acaricié el micrófono con sensualidad. Justo antes de que empezara mi canto, mis sombras me vistieron con un traje atrevido, mientras otras asumían el papel de coristas. Hicimos vibrar todo el estudio con mi interpretación, que incluía la canción solicitada por una dama de cabellos de oro.- Espero que disfrutes esta actuación, querida dama. https://youtu.be/uPp9rkSvuDQ?si=C_63fiDgk4fim3Eh
    Me gusta
    Me encocora
    Me enjaja
    Me endiabla
    9
    4 turnos 0 maullidos
  • -Ya no me da tiempo ni de darme un baño tranquilo sin recibir avisos. Habrá que prepararse rápido.

    Siempre mantenía cerca el teléfono móvil, desechable, que usaba para que los gobernantes del que era su país natal le contactasen. Ello suponía que podían avisarle para una nueva misión en cualquier momento y si le decían que era de máxima urgencia, debía abandonar lo que estuviera haciendo y dar la mayor prioridad a su trabajo.

    Justo en ese momento le habían pillado en la habitación de hotel en la que se estaba hospedando, tomando un relajante baño. Le hubiera gustado seguir ahí más tiempo, pero el deber le llamaba y jamás se permitía hacer un trabajo mediocre.
    -Ya no me da tiempo ni de darme un baño tranquilo sin recibir avisos. Habrá que prepararse rápido. Siempre mantenía cerca el teléfono móvil, desechable, que usaba para que los gobernantes del que era su país natal le contactasen. Ello suponía que podían avisarle para una nueva misión en cualquier momento y si le decían que era de máxima urgencia, debía abandonar lo que estuviera haciendo y dar la mayor prioridad a su trabajo. Justo en ese momento le habían pillado en la habitación de hotel en la que se estaba hospedando, tomando un relajante baño. Le hubiera gustado seguir ahí más tiempo, pero el deber le llamaba y jamás se permitía hacer un trabajo mediocre.
    Me gusta
    Me encocora
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • «Escena cerrada»

    El juicio de los Dioses.

    Todo acto tiene una consecuencia, y Kazuo lo sabía muy bien. Por eso no le sorprendió ser convocado ante los dioses en el Reikai, el mundo de los espíritus, donde kamis y seres sobrenaturales vivían sin tener que esconderse del plano mortal.

    Kazuo había sido testigo de cómo la demonio Nekomata Reiko borraba las pruebas de su “delito”. Había matado a un humano, un infeliz que, a criterio del propio Kazuo, se lo merecía. La conocía desde semanas atrás, en circunstancias un tanto peculiares. Pero, de alguna forma, dos seres que por naturaleza debían repelerse conectaron de una manera difícil de explicar. Hubo comprensión en el dolor del otro, forjando un pacto silencioso en el que, incluso entre enemigos, existía un respeto mutuo.

    Pero eso, a ojos de los dioses, era intolerable. A su juicio, la Nekomata había matado por placer, segando una vida humana “indefensa”. Kazuo, como mensajero y ser bendecido por lo celestial, debería haber sido el verdugo de aquel ser corrupto. Sin embargo, buscó —quizá— una “excusa conveniente” para no cumplir con lo que debía ser su deber.

    El zorro tenía sus propias reglas, sus convicciones y su moral. A veces, aquellas ideas no encajaban con las estrictas normas del plano ancestral. Era un ser de más de mil doscientos años que había vivido brutalidades en las que ni su madre, Inari, pudo protegerlo siempre; un dios debe velar por un bien general, no puede estar observando eternamente a un único ser. Por ese libre albedrío Kazuo era conocido en aquel reino como el “Mensajero Problemático”, el hijo predilecto de Inari. Nadie entendía por qué los dioses eran tan permisivos con él, por qué su madre miraba hacia otro lado cuando actuaba por su cuenta. Era como si la diosa confiara ciegamente en su criterio, aunque este fuese en contra de los demás kamis.

    Kazuo era respetado en aquel reino por la mayoría de criaturas sobrenaturales; sin embargo, entre los seres de rango superior, era temido y respetado a partes iguales. Fue por esa “popularidad” que todos acudieron al llamado: al juicio en el que Kazuo sería sometido a sentencia.

    No ofreció resistencia, aun así fue apresado con cadenas doradas, unas de las que ningún ser celestial —ni siquiera los dioses— sería capaz de escapar. Se arrodilló con esa calma y templanza que tanto lo caracterizaban, la mirada fija en los dioses que lo habían convocado sin titubear, mostrando el orgullo inherente a él. Inari era la única en contra de aquel espectáculo; por su cercanía con el acusado no se le permitió participar en aquel teatro. Porque eso era: un teatro. No un juicio, sino un paripé para justificar el castigo.

    Una voz recitó en alto los cargos en su contra. Como kitsune del más alto rango, había hecho la “vista gorda” ante un crimen que debía haber sido ajusticiado con la muerte de la Nekomata. Le otorgaron el don de la palabra. Pensó en no decir nada, pero tras unos largos segundos decidió hablar.

    —No pediré perdón. Soy consciente de mis actos y, a mi juicio, el ojo por ojo fue justificación suficiente. No saldrá clemencia de mis labios, porque aunque aquí termine mi camino, lo haré en paz, siendo fiel a mis convicciones. Y si salgo de esta, estaré dispuesto a afrontar cuantos juicios vengan detrás de este, si creen que debo ser sometido a ellos —habló con esa seguridad tan propia de él.

    A pesar de estar de rodillas y encadenado como el perro en que querían convertirlo, su aura y convicción mantenían su dignidad intacta.

    Pero, pese a aquellas palabras, la sentencia fue firme: latigazos hasta que se arrepintiera. Kazuo no agachó la cabeza; mantuvo la mirada fija, y sus ojos color zafiro centellearon con ese orgullo inquebrantable. Un látigo dorado cayó con fuerza sobre su espalda en cada brazada. Aquel látigo estaba bendecido igual que las cadenas, lo que significaba que las heridas no podrían curarse con su poder de regeneración ni con ningún otro. Aquellas cicatrices tardarían meses en desaparecer, si es que sobrevivía al castigo.

    Inari sollozaba con cada golpe en la espalda de su amado hijo, y los sonidos de estremecimiento del público se mezclaban con el chasquido del látigo. Kazuo no gritó, no lloró, no suplicó. Se mantuvo entero, incluso cuando sus ropas se desgarraron tras cada impacto. La sangre brotaba, su piel lacerada hasta el músculo. Cada latigazo hacía tensar su cuerpo, apretando los dientes para que ni un solo gemido escapara de sus labios sellados. La sangre salió también de su boca: no solo su espalda estaba siendo castigada, sino también el interior de su cuerpo, sacudido con violencia.

    Aquello duró un día… dos… tres. El único momento de descanso era el cambio de verdugo, unos minutos para recobrar el aliento. Kazuo era obstinado: jamás cedería, aunque le costara la vida. En sus momentos de flaqueza solo podía pensar en una cosa: ¿qué estaría haciendo Melina? ¿Lo estaría esperando? Seguro estaba enfadada, creyendo que había escapado al bosque. Estaría preparando su discurso para darle un merecido sermón. No había tenido tiempo de avisarla, de decirle que esa noche no llegaría a casa… o que tal vez no lo haría nunca.

    Al tercer día, los ánimos de los espíritus del reino estaban caldeados. Ya no eran murmuros: eran gritos, reproches y súplicas de clemencia. La misma que Kazuo se negaba a pedir. La presión que los jueces recibían era asfixiante. A Inari no le quedaban lágrimas; pedía perdón en nombre de su hijo, rogando a los kamis mayores que pusieran fin a aquella barbarie. El castigo había sido ejemplar. Demasiado, quizá.

    Finalmente, tras tres días de sentencia implacable, los latigazos cesaron. Las cadenas se aflojaron y se deshicieron como arena dorada, llevadas por la primera brisa.

    Kazuo, aún de rodillas, se tambaleaba. Inari corrió por fin hacia él y se arrodilló a su lado. Él intentó enfocar su mirada y, solo cuando la reconoció, se dejó vencer por el cansancio y el dolor. Cayó como peso muerto sobre el regazo de su diosa.

    —Lo siento… Necesito ir… a casa —fue lo único que alcanzó a decir, con un hilo de voz tras tres días de tormento.

    A la única a quien Kazuo guardaba el máximo respeto era a su diosa; a aquella que lo había “bendecido” al nacer. Era instintivo, imposible de ignorar. Solo quería volver a casa, a su templo, junto a ella.
    «Escena cerrada» El juicio de los Dioses. Todo acto tiene una consecuencia, y Kazuo lo sabía muy bien. Por eso no le sorprendió ser convocado ante los dioses en el Reikai, el mundo de los espíritus, donde kamis y seres sobrenaturales vivían sin tener que esconderse del plano mortal. Kazuo había sido testigo de cómo la demonio Nekomata Reiko borraba las pruebas de su “delito”. Había matado a un humano, un infeliz que, a criterio del propio Kazuo, se lo merecía. La conocía desde semanas atrás, en circunstancias un tanto peculiares. Pero, de alguna forma, dos seres que por naturaleza debían repelerse conectaron de una manera difícil de explicar. Hubo comprensión en el dolor del otro, forjando un pacto silencioso en el que, incluso entre enemigos, existía un respeto mutuo. Pero eso, a ojos de los dioses, era intolerable. A su juicio, la Nekomata había matado por placer, segando una vida humana “indefensa”. Kazuo, como mensajero y ser bendecido por lo celestial, debería haber sido el verdugo de aquel ser corrupto. Sin embargo, buscó —quizá— una “excusa conveniente” para no cumplir con lo que debía ser su deber. El zorro tenía sus propias reglas, sus convicciones y su moral. A veces, aquellas ideas no encajaban con las estrictas normas del plano ancestral. Era un ser de más de mil doscientos años que había vivido brutalidades en las que ni su madre, Inari, pudo protegerlo siempre; un dios debe velar por un bien general, no puede estar observando eternamente a un único ser. Por ese libre albedrío Kazuo era conocido en aquel reino como el “Mensajero Problemático”, el hijo predilecto de Inari. Nadie entendía por qué los dioses eran tan permisivos con él, por qué su madre miraba hacia otro lado cuando actuaba por su cuenta. Era como si la diosa confiara ciegamente en su criterio, aunque este fuese en contra de los demás kamis. Kazuo era respetado en aquel reino por la mayoría de criaturas sobrenaturales; sin embargo, entre los seres de rango superior, era temido y respetado a partes iguales. Fue por esa “popularidad” que todos acudieron al llamado: al juicio en el que Kazuo sería sometido a sentencia. No ofreció resistencia, aun así fue apresado con cadenas doradas, unas de las que ningún ser celestial —ni siquiera los dioses— sería capaz de escapar. Se arrodilló con esa calma y templanza que tanto lo caracterizaban, la mirada fija en los dioses que lo habían convocado sin titubear, mostrando el orgullo inherente a él. Inari era la única en contra de aquel espectáculo; por su cercanía con el acusado no se le permitió participar en aquel teatro. Porque eso era: un teatro. No un juicio, sino un paripé para justificar el castigo. Una voz recitó en alto los cargos en su contra. Como kitsune del más alto rango, había hecho la “vista gorda” ante un crimen que debía haber sido ajusticiado con la muerte de la Nekomata. Le otorgaron el don de la palabra. Pensó en no decir nada, pero tras unos largos segundos decidió hablar. —No pediré perdón. Soy consciente de mis actos y, a mi juicio, el ojo por ojo fue justificación suficiente. No saldrá clemencia de mis labios, porque aunque aquí termine mi camino, lo haré en paz, siendo fiel a mis convicciones. Y si salgo de esta, estaré dispuesto a afrontar cuantos juicios vengan detrás de este, si creen que debo ser sometido a ellos —habló con esa seguridad tan propia de él. A pesar de estar de rodillas y encadenado como el perro en que querían convertirlo, su aura y convicción mantenían su dignidad intacta. Pero, pese a aquellas palabras, la sentencia fue firme: latigazos hasta que se arrepintiera. Kazuo no agachó la cabeza; mantuvo la mirada fija, y sus ojos color zafiro centellearon con ese orgullo inquebrantable. Un látigo dorado cayó con fuerza sobre su espalda en cada brazada. Aquel látigo estaba bendecido igual que las cadenas, lo que significaba que las heridas no podrían curarse con su poder de regeneración ni con ningún otro. Aquellas cicatrices tardarían meses en desaparecer, si es que sobrevivía al castigo. Inari sollozaba con cada golpe en la espalda de su amado hijo, y los sonidos de estremecimiento del público se mezclaban con el chasquido del látigo. Kazuo no gritó, no lloró, no suplicó. Se mantuvo entero, incluso cuando sus ropas se desgarraron tras cada impacto. La sangre brotaba, su piel lacerada hasta el músculo. Cada latigazo hacía tensar su cuerpo, apretando los dientes para que ni un solo gemido escapara de sus labios sellados. La sangre salió también de su boca: no solo su espalda estaba siendo castigada, sino también el interior de su cuerpo, sacudido con violencia. Aquello duró un día… dos… tres. El único momento de descanso era el cambio de verdugo, unos minutos para recobrar el aliento. Kazuo era obstinado: jamás cedería, aunque le costara la vida. En sus momentos de flaqueza solo podía pensar en una cosa: ¿qué estaría haciendo Melina? ¿Lo estaría esperando? Seguro estaba enfadada, creyendo que había escapado al bosque. Estaría preparando su discurso para darle un merecido sermón. No había tenido tiempo de avisarla, de decirle que esa noche no llegaría a casa… o que tal vez no lo haría nunca. Al tercer día, los ánimos de los espíritus del reino estaban caldeados. Ya no eran murmuros: eran gritos, reproches y súplicas de clemencia. La misma que Kazuo se negaba a pedir. La presión que los jueces recibían era asfixiante. A Inari no le quedaban lágrimas; pedía perdón en nombre de su hijo, rogando a los kamis mayores que pusieran fin a aquella barbarie. El castigo había sido ejemplar. Demasiado, quizá. Finalmente, tras tres días de sentencia implacable, los latigazos cesaron. Las cadenas se aflojaron y se deshicieron como arena dorada, llevadas por la primera brisa. Kazuo, aún de rodillas, se tambaleaba. Inari corrió por fin hacia él y se arrodilló a su lado. Él intentó enfocar su mirada y, solo cuando la reconoció, se dejó vencer por el cansancio y el dolor. Cayó como peso muerto sobre el regazo de su diosa. —Lo siento… Necesito ir… a casa —fue lo único que alcanzó a decir, con un hilo de voz tras tres días de tormento. A la única a quien Kazuo guardaba el máximo respeto era a su diosa; a aquella que lo había “bendecido” al nacer. Era instintivo, imposible de ignorar. Solo quería volver a casa, a su templo, junto a ella.
    Me gusta
    Me endiabla
    Me shockea
    Me emputece
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • Las aguas termales de la familia Feu tienen propiedades curativas, para alguien como Seph, quien siempre solía meterse en peleas, y que servía como el escudo y la espada de la familia, dichas aguas se habían convertido en su lugar favorito post misión.

    ── Le hace falta un poco más de calor a esto. ──
    Las aguas termales de la familia Feu tienen propiedades curativas, para alguien como Seph, quien siempre solía meterse en peleas, y que servía como el escudo y la espada de la familia, dichas aguas se habían convertido en su lugar favorito post misión. ── Le hace falta un poco más de calor a esto. ──
    Me gusta
    Me encocora
    4
    0 turnos 0 maullidos
  • *El hecho que tiene días no quiere decir que la dejen descansar, pues le surgió una petición a Belle de ir a encontrarse con un cliente que le pidió ayuda desde la red Proxy, el lugar era el muelle en un lugar apartado, debido a que Belle debe mantener su identidad como Featon junto a su hermano pues ambos eran el mismo ser que llevan en secreto.

    Aunque nunca han hecho algo que perjudique a otros, lo cierto es que siguen moviendose en las sombras y de forma "ilegal" pese que mas de una vez, han ayudado a los buenos a moverse entre las cavidades, atrapado a los malos o ayudado a salvar a víctimas qué quedaron atrapadas.

    En fin, Belle se tuvo que asear y buscar ropa para asi, una vez estar lists, avisa a su hermano, de ir a el lugar citado, para asi saber los detalles de esa misión y estar al momento trabajado en la misma *
    *El hecho que tiene días no quiere decir que la dejen descansar, pues le surgió una petición a Belle de ir a encontrarse con un cliente que le pidió ayuda desde la red Proxy, el lugar era el muelle en un lugar apartado, debido a que Belle debe mantener su identidad como Featon junto a su hermano pues ambos eran el mismo ser que llevan en secreto. Aunque nunca han hecho algo que perjudique a otros, lo cierto es que siguen moviendose en las sombras y de forma "ilegal" pese que mas de una vez, han ayudado a los buenos a moverse entre las cavidades, atrapado a los malos o ayudado a salvar a víctimas qué quedaron atrapadas. En fin, Belle se tuvo que asear y buscar ropa para asi, una vez estar lists, avisa a su hermano, de ir a el lugar citado, para asi saber los detalles de esa misión y estar al momento trabajado en la misma *
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos
  • ( Una disculpa por andar ausente cosas inevitables . )

    On :
    Hmph. Tuviste que apañártelas sin mí, ¿verdad? Bien. Espero que no haya habido problemas. Estaba... ocupado con las misiones fuera de la ciudad. Ya que estoy de vuelta, te lo compensaré por la cena.
    ( Una disculpa por andar ausente cosas inevitables . ) On : Hmph. Tuviste que apañártelas sin mí, ¿verdad? Bien. Espero que no haya habido problemas. Estaba... ocupado con las misiones fuera de la ciudad. Ya que estoy de vuelta, te lo compensaré por la cena.
    Me gusta
    5
    1 turno 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    ;; voy a agregar a Hotch con mi otro OC, permisito
    ;; voy a agregar a Hotch con mi otro OC, permisito
    Me enjaja
    2
    0 comentarios 0 compartidos
Ver más resultados
Patrocinados