• ≫ ──────── ≪•◦ ❈ ◦•≫──────── ≪

    La noche en el bosque había transcurrido entre bailes y Sake fermentado. Liz había podido conocer finalmente a Heinrich Rosenberg, el mejor amigo del zorro: Un vampiro delicado, cuya dulzura contrastaba con la pesada sombra de la conversación que pronto tendrían.

    En un rincón apartado, Heinrich le había revelado sus temores más profundos: la promesa que Kazuo había hecho días atrás, un pacto de amor que pesaba como una losa sobre sus corazones. "Si Elizabeth muere yo lo haré con ella"
    El dolor y miedo era compartido entre los pelirrojos, uno lo perdería para siempre y la otra sería la culpable de arrebatar a tan hermoso ser de este plano terrenal. Pero había una solución, Heinrich le ofrecía la opción de convertirla en vampiro una solución que la haría inmortal y, teóricamente, evitaría el sacrificio de Kazuo. Pero el costo era alto, un precio que se medía no solo en años de vida, sino en la esencia misma de lo que significaba ser humano. A Liz no le importaba; lo único que anhelaba era liberar a Kazuo de ese destino trágico que pendía sobre ellos.

    Kazuo al llegar escuchó la propuesta y se opuso rotundamente, desde ahí una conversación acalorada se fue tornando en discusión, en medio de eso estaba ella, una mortal entre dos seres que sabían lo que era tener el día de mañana asegurado.

    ¿Qué estaba haciendo ahí? ¿Y si no hubiera ido tras esas llamas zafiro? Quizás si no se hubieran conocido en ese árbol entonces Kazuo ahora no estaría sacrificando sus milenios ni sufriendo por la decisión de una simple humana, quizás Heinrich tendría a su amigo a su lado por siempre.

    El sufrimiento en su rostro era inconfundible; entre el alcohol y la confusión, la claridad había emergido. Elizabeth sabía que era el problema, le costaba respirar ante tal revelación, el peso de la culpa aprisionaba su pecho, veía como las palabras que ambos amigos se decían afectaban enormemente al otro .

    En un impulso aflojó su mano que sostenía la de Kazuo y empezó a correr tambaleándose entre la multitud, atravesando el bosque en una velocidad impresionante para todo el alcohol que tenía en la sangre. No quería escuchar más, no quería ser el motivo de la discusión

    Siguió y siguió y no se detuvo.El zorro gritaba a la distancia pero ella hizo caso omiso, hasta que la alcanzó y fue interceptada por sus brazos, en ese instante las lágrimas que había querido ocultar brotaron sin parar rodando por las mejillas de Elizabeth

    ── Necesito estar sola -decía con la voz entrecortada por el llanto, en un claro desconsuelo-

    {Toda la escena previa aquí https://ficrol.com/posts/203412 }
    ≫ ──────── ≪•◦ ❈ ◦•≫──────── ≪ La noche en el bosque había transcurrido entre bailes y Sake fermentado. Liz había podido conocer finalmente a [Heinz_Vamp], el mejor amigo del zorro: Un vampiro delicado, cuya dulzura contrastaba con la pesada sombra de la conversación que pronto tendrían. En un rincón apartado, Heinrich le había revelado sus temores más profundos: la promesa que Kazuo había hecho días atrás, un pacto de amor que pesaba como una losa sobre sus corazones. "Si Elizabeth muere yo lo haré con ella" El dolor y miedo era compartido entre los pelirrojos, uno lo perdería para siempre y la otra sería la culpable de arrebatar a tan hermoso ser de este plano terrenal. Pero había una solución, Heinrich le ofrecía la opción de convertirla en vampiro una solución que la haría inmortal y, teóricamente, evitaría el sacrificio de Kazuo. Pero el costo era alto, un precio que se medía no solo en años de vida, sino en la esencia misma de lo que significaba ser humano. A Liz no le importaba; lo único que anhelaba era liberar a Kazuo de ese destino trágico que pendía sobre ellos. [8KazuoAihara8] al llegar escuchó la propuesta y se opuso rotundamente, desde ahí una conversación acalorada se fue tornando en discusión, en medio de eso estaba ella, una mortal entre dos seres que sabían lo que era tener el día de mañana asegurado. ¿Qué estaba haciendo ahí? ¿Y si no hubiera ido tras esas llamas zafiro? Quizás si no se hubieran conocido en ese árbol entonces Kazuo ahora no estaría sacrificando sus milenios ni sufriendo por la decisión de una simple humana, quizás Heinrich tendría a su amigo a su lado por siempre. El sufrimiento en su rostro era inconfundible; entre el alcohol y la confusión, la claridad había emergido. Elizabeth sabía que era el problema, le costaba respirar ante tal revelación, el peso de la culpa aprisionaba su pecho, veía como las palabras que ambos amigos se decían afectaban enormemente al otro . En un impulso aflojó su mano que sostenía la de Kazuo y empezó a correr tambaleándose entre la multitud, atravesando el bosque en una velocidad impresionante para todo el alcohol que tenía en la sangre. No quería escuchar más, no quería ser el motivo de la discusión Siguió y siguió y no se detuvo.El zorro gritaba a la distancia pero ella hizo caso omiso, hasta que la alcanzó y fue interceptada por sus brazos, en ese instante las lágrimas que había querido ocultar brotaron sin parar rodando por las mejillas de Elizabeth 🌹── Necesito estar sola -decía con la voz entrecortada por el llanto, en un claro desconsuelo- {Toda la escena previa aquí https://ficrol.com/posts/203412 }
    Me entristece
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  • La reacción más genuina del rey al recibir la carta de Constantine:


    #nvsvsv
    /; Sigo sin superar ese meme JAJAJAJAJAsjs en serio, por eso y más, adoro a mi partner.
    La reacción más genuina del rey al recibir la carta de Constantine: #nvsvsv /🎡; Sigo sin superar ese meme JAJAJAJAJAsjs en serio, por eso y más, adoro a mi partner. 🥺
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  • //Llegó tarde pero #SeductiveSunday //

    𝕸𝖊𝖒𝖔𝖗𝖎𝖆𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔 - 𝐊𝐚𝐳𝐮𝐨

    Quería consumirla, poseerla y, al mismo
    tiempo, temía la intensidad con la que sentía todo aquello.

    Una vez... Tan solo tuve que percibir su aroma una sola vez para dejarme atrapar de una forma que, en ese momento, no sabría nombrar. Olía a tierra, pino, sol; una sinfonía de olores que se alojaban en la parte trasera de mi paladar, provocando que incluso pudiera saborearlo, una efervescencia que explotaba en mi boca como una gota de agua al caer sobre suelo firme. Olía a montaña, olía a mi hogar. ¿Pero qué era esto? No había explicación ni lógica. Su cercanía provocó en mi cuerpo una auténtica hecatombe, una reacción en cadena con un desenlace frustrante. No sería hasta dos años después de abstinencia cuando pudiera emborracharme de aquella esencia que tan hondo había calado en mí.

    Cuando ese mar carmesí que tenía como ojos me engulló, al mismo tiempo que ese aroma, algo en mí se rompió. Era como si, en ese mismo segundo, el aire hubiera abandonado mis pulmones, porque solo querían oxigenarse con el aire impregnado de aquel aroma adictivo. Mis pupilas se dilataban como dos cuencas negras, mi piel se erizaba, y mi pecho cabalgaba en una desenfrenada carrera, sin un fin concreto en aquel inmenso horizonte de mi mente. Por primera vez en siglos, no era capaz de controlar la vorágine de sensaciones que se agolpaban, una tras otra, aporreando mi cabeza en un intento desesperado de abrirse paso, de intentar buscar una explicación para aquella sensación tan abrumadora.

    Sus ojos, su pelo, su piel, sus labios, su voz... su olor. Todo me atraía como una polilla es atraída por la luz, de una forma ciega y resignada, pues el resplandor no me dejaba ver más allá de mis narices. No soy un hombre común; Soy un zorro, hijo de Inari e hijo del bosque. Mis sentidos van más allá de lo común; para mí, un aroma, un sabor, puede tener más significado que una historia contada con palabras. Aquel olor me evocaba deseo, anhelo, hambre, peligro... un peligro al que, contra todo pronóstico, hice caso omiso, porque necesitaba impregnarme de aquella esencia y no dejaría escapar la más mínima oportunidad.

    La fuerza empleada para no dejar que mis instintos más primitivos, más salvajes, más animales, se abalanzaran sobre aquella mujer era hercúlea. Una fuerza que iba en contra de todo lo que mi cuerpo pedía a gritos. Ella... La deseaba; joder, la acababa de conocer y todo mi ser la reclamaba de una forma tan voraz que ni siquiera me dejaba pensar con claridad. Era como encontrar algo que no sabías que habías perdido, y que de pronto te arrebatan para luego volver a desaparecer.

    Cuando, al día siguiente, solo percibí los matices residuales de su ausencia, sentí que algo de mí había sido arrancado. Dirigí mis pasos a la habitación donde había dormido aquella noche. El futón, perfectamente recogido, y el yukata que le había prestado, cuidadosamente doblado a su lado. Me adentré, e inmediatamente su aroma me abofeteó la cara como un oleaje salvaje que rompía contra un acantilado. Me arrodillé junto a las pertenencias prestadas y devueltas. Sin poder contenerme, tomé aquel yukata entre mis manos, llevando aquella fina seda a mi rostro. Entonces inhalé profundamente, hundiendo mi rostro entre las telas de la prenda que horas antes, Elizabeth se había puesto. Memoricé cada matiz que me recordaba a la montaña, esa mezcla de olores terrosos que me embriagaban y me hacían entrar en un estado febril. Mis puños se cerraban en aquella tela, apretándola con tanta fuerza que mis nudillos se ponían blancos del esfuerzo. Mi cuerpo languidecía hasta dejarse caer sobre el futón donde ella había dormido la noche anterior. Aún con el yukata en mis manos apretadas, me deslicé por las sábanas y la colcha de dicho futón. Olía a ella; toda su esencia estaba en aquellos simples objetos. Quería adherir aquel olor a mi piel, volverlo parte de la mía. Parecía un gato que se retuerce en una zona que desea marcar con su olor.

    Para cualquier persona normal, aquel acto podría catalogarse como propio de alguien pervertido, tóxico o incluso enfermizo. Pero para mí, un zorro, aquel olor me hacía entrar en colapso, en un frenesí incontrolable y en constante ebullición. No se le puede pedir a un felino que no reaccione a la nepeta, ni impedir que una mariposa se sienta atraída por las feromonas de una hermosa flor. Para mí, era exactamente lo mismo; aquel aroma provocaba una reacción química en todo mi cuerpo, llevándolo a una excitación acalorada, intensa e irrefrenable.

    Cada noche volvía a emborracharme de la fragancia que aquella mujer de cabellos de fuego había dejado de forma inocente. Me imaginaba estar con ella, enredados en aquellas sábanas, y no podía evitar sentir ese placer tan exquisito. Lo hice hasta que su olor se disipó con el paso del tiempo. Durante dos largos años, iba cada noche al mismo punto donde la conocí por primera vez, con la esperanza de volver a verla, de volver a olerla. En mi forma de gran zorro blanco, corría montaña arriba, intentando encontrar aquellos olores que tanto me recordaban aquellos parajes. Pero... no, nada era igual, nada era comparable a aquel olor que tanto anhelaba y que jamás se borraría de mi memoria. La espera había sido dolorosa. Una agonía que apenas podía soportar en aquellas noches de soledad, donde solo podía consolarme lastimosamente a mí mismo, imaginando cómo sería que mi boca recorriera cada parte de su cuerpo. Estaba enfermo, enfermo por no poder engullir la medicina que necesitaba para sanar. Y esa medicina era ella.

    Durante el tiempo que pasó sin su presencia, no era capaz de mantener otros encuentros íntimos con otros seres. Ni las mujeres ni los hombres con los que normalmente conseguía "satisfacer" mis deseos me provocaban la más mínima reacción de anhelo. No era difícil para mí obtener placer ajeno, de hecho, era realmente fácil. Mi presencia causaba esa necesidad primitiva de deseo cuando mis labios seducían con un suave ronroneo. Pero cuando todo iba a culminar, mi cuerpo rechazaba aquel contacto. Todo mi ser aborrecía en ese último momento aquello que no estaba relacionado con aquella esencia que se había alojado en mi mente. Por lo tanto, finalmente desistí de tener y buscar cualquier tipo de relación carnal. Prefería autocomplacerme pensando en cómo sabrían sus labios en mi boca, cómo se sentiría su piel bajo las yemas de mis dedos, cómo su olor inundaría mi olfato hasta entrar en mi lengua.

    Cuando al fin la tuve tan cerca nuevamente, sentí que su sola presencia desataba algo violento dentro de mí, un sofoco que emergía desde lo más profundo de mi ser y que solo sería aplacado con el consumo de aquella mujer. Mía... Deseaba hacerla mía de todas las formas posibles, que su aroma quedara impregnado en mi cuerpo y que el mío quedara impregnado en el suyo. Dejarme llevar por mi lado más salvaje y animal; dejar que mis colmillos ansiosos marcaran cada zona de su piel, reclamando lo que quería que fuera mío. En cada encuentro no podía hacer más que venerar aquel cuerpo; no podía dejar de arrodillarme ante ella. Lo que me hizo rendirme al completo fue saber más, conocer quién estaba debajo de todas esas sensaciones primitivas, hizo que me volviera siervo de lo que ella representaba. Y lo que representaba, era todo para mí, como si todo lo anterior a ella se quedara en la nada.

    Ahora que es mía y yo soy suyo, me doy cuenta de que jamás podría curarme de su adicción. Era mi opio, mi droga recurrente y de la que no deseaba desintoxicarme. De hecho, al contrario, quería intoxicarme por cada poro de mi piel. Fundirme a su cuerpo hasta que no se supiera dónde empezaba el mío y dónde terminaba el de ella.

    A veces considero que peco de soberbio y posesivo si el tema a discutir se trata de Elizabeth, faltando enormemente a lo que es mi ética como mensajero de Inari. Pero simplemente no puedo. Estoy tan enfermizamente enamorado, que no hay unas directrices que nos guían para manejar la situación que nos rodea a ambos. Tendremos que ser nosotros mismos quienes vayamos descubriendo a dónde nos lleva esta desenfrenada pasión.

    𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆
    //Llegó tarde pero #SeductiveSunday // 𝕸𝖊𝖒𝖔𝖗𝖎𝖆𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔 - 𝐊𝐚𝐳𝐮𝐨 Quería consumirla, poseerla y, al mismo tiempo, temía la intensidad con la que sentía todo aquello. Una vez... Tan solo tuve que percibir su aroma una sola vez para dejarme atrapar de una forma que, en ese momento, no sabría nombrar. Olía a tierra, pino, sol; una sinfonía de olores que se alojaban en la parte trasera de mi paladar, provocando que incluso pudiera saborearlo, una efervescencia que explotaba en mi boca como una gota de agua al caer sobre suelo firme. Olía a montaña, olía a mi hogar. ¿Pero qué era esto? No había explicación ni lógica. Su cercanía provocó en mi cuerpo una auténtica hecatombe, una reacción en cadena con un desenlace frustrante. No sería hasta dos años después de abstinencia cuando pudiera emborracharme de aquella esencia que tan hondo había calado en mí. Cuando ese mar carmesí que tenía como ojos me engulló, al mismo tiempo que ese aroma, algo en mí se rompió. Era como si, en ese mismo segundo, el aire hubiera abandonado mis pulmones, porque solo querían oxigenarse con el aire impregnado de aquel aroma adictivo. Mis pupilas se dilataban como dos cuencas negras, mi piel se erizaba, y mi pecho cabalgaba en una desenfrenada carrera, sin un fin concreto en aquel inmenso horizonte de mi mente. Por primera vez en siglos, no era capaz de controlar la vorágine de sensaciones que se agolpaban, una tras otra, aporreando mi cabeza en un intento desesperado de abrirse paso, de intentar buscar una explicación para aquella sensación tan abrumadora. Sus ojos, su pelo, su piel, sus labios, su voz... su olor. Todo me atraía como una polilla es atraída por la luz, de una forma ciega y resignada, pues el resplandor no me dejaba ver más allá de mis narices. No soy un hombre común; Soy un zorro, hijo de Inari e hijo del bosque. Mis sentidos van más allá de lo común; para mí, un aroma, un sabor, puede tener más significado que una historia contada con palabras. Aquel olor me evocaba deseo, anhelo, hambre, peligro... un peligro al que, contra todo pronóstico, hice caso omiso, porque necesitaba impregnarme de aquella esencia y no dejaría escapar la más mínima oportunidad. La fuerza empleada para no dejar que mis instintos más primitivos, más salvajes, más animales, se abalanzaran sobre aquella mujer era hercúlea. Una fuerza que iba en contra de todo lo que mi cuerpo pedía a gritos. Ella... La deseaba; joder, la acababa de conocer y todo mi ser la reclamaba de una forma tan voraz que ni siquiera me dejaba pensar con claridad. Era como encontrar algo que no sabías que habías perdido, y que de pronto te arrebatan para luego volver a desaparecer. Cuando, al día siguiente, solo percibí los matices residuales de su ausencia, sentí que algo de mí había sido arrancado. Dirigí mis pasos a la habitación donde había dormido aquella noche. El futón, perfectamente recogido, y el yukata que le había prestado, cuidadosamente doblado a su lado. Me adentré, e inmediatamente su aroma me abofeteó la cara como un oleaje salvaje que rompía contra un acantilado. Me arrodillé junto a las pertenencias prestadas y devueltas. Sin poder contenerme, tomé aquel yukata entre mis manos, llevando aquella fina seda a mi rostro. Entonces inhalé profundamente, hundiendo mi rostro entre las telas de la prenda que horas antes, Elizabeth se había puesto. Memoricé cada matiz que me recordaba a la montaña, esa mezcla de olores terrosos que me embriagaban y me hacían entrar en un estado febril. Mis puños se cerraban en aquella tela, apretándola con tanta fuerza que mis nudillos se ponían blancos del esfuerzo. Mi cuerpo languidecía hasta dejarse caer sobre el futón donde ella había dormido la noche anterior. Aún con el yukata en mis manos apretadas, me deslicé por las sábanas y la colcha de dicho futón. Olía a ella; toda su esencia estaba en aquellos simples objetos. Quería adherir aquel olor a mi piel, volverlo parte de la mía. Parecía un gato que se retuerce en una zona que desea marcar con su olor. Para cualquier persona normal, aquel acto podría catalogarse como propio de alguien pervertido, tóxico o incluso enfermizo. Pero para mí, un zorro, aquel olor me hacía entrar en colapso, en un frenesí incontrolable y en constante ebullición. No se le puede pedir a un felino que no reaccione a la nepeta, ni impedir que una mariposa se sienta atraída por las feromonas de una hermosa flor. Para mí, era exactamente lo mismo; aquel aroma provocaba una reacción química en todo mi cuerpo, llevándolo a una excitación acalorada, intensa e irrefrenable. Cada noche volvía a emborracharme de la fragancia que aquella mujer de cabellos de fuego había dejado de forma inocente. Me imaginaba estar con ella, enredados en aquellas sábanas, y no podía evitar sentir ese placer tan exquisito. Lo hice hasta que su olor se disipó con el paso del tiempo. Durante dos largos años, iba cada noche al mismo punto donde la conocí por primera vez, con la esperanza de volver a verla, de volver a olerla. En mi forma de gran zorro blanco, corría montaña arriba, intentando encontrar aquellos olores que tanto me recordaban aquellos parajes. Pero... no, nada era igual, nada era comparable a aquel olor que tanto anhelaba y que jamás se borraría de mi memoria. La espera había sido dolorosa. Una agonía que apenas podía soportar en aquellas noches de soledad, donde solo podía consolarme lastimosamente a mí mismo, imaginando cómo sería que mi boca recorriera cada parte de su cuerpo. Estaba enfermo, enfermo por no poder engullir la medicina que necesitaba para sanar. Y esa medicina era ella. Durante el tiempo que pasó sin su presencia, no era capaz de mantener otros encuentros íntimos con otros seres. Ni las mujeres ni los hombres con los que normalmente conseguía "satisfacer" mis deseos me provocaban la más mínima reacción de anhelo. No era difícil para mí obtener placer ajeno, de hecho, era realmente fácil. Mi presencia causaba esa necesidad primitiva de deseo cuando mis labios seducían con un suave ronroneo. Pero cuando todo iba a culminar, mi cuerpo rechazaba aquel contacto. Todo mi ser aborrecía en ese último momento aquello que no estaba relacionado con aquella esencia que se había alojado en mi mente. Por lo tanto, finalmente desistí de tener y buscar cualquier tipo de relación carnal. Prefería autocomplacerme pensando en cómo sabrían sus labios en mi boca, cómo se sentiría su piel bajo las yemas de mis dedos, cómo su olor inundaría mi olfato hasta entrar en mi lengua. Cuando al fin la tuve tan cerca nuevamente, sentí que su sola presencia desataba algo violento dentro de mí, un sofoco que emergía desde lo más profundo de mi ser y que solo sería aplacado con el consumo de aquella mujer. Mía... Deseaba hacerla mía de todas las formas posibles, que su aroma quedara impregnado en mi cuerpo y que el mío quedara impregnado en el suyo. Dejarme llevar por mi lado más salvaje y animal; dejar que mis colmillos ansiosos marcaran cada zona de su piel, reclamando lo que quería que fuera mío. En cada encuentro no podía hacer más que venerar aquel cuerpo; no podía dejar de arrodillarme ante ella. Lo que me hizo rendirme al completo fue saber más, conocer quién estaba debajo de todas esas sensaciones primitivas, hizo que me volviera siervo de lo que ella representaba. Y lo que representaba, era todo para mí, como si todo lo anterior a ella se quedara en la nada. Ahora que es mía y yo soy suyo, me doy cuenta de que jamás podría curarme de su adicción. Era mi opio, mi droga recurrente y de la que no deseaba desintoxicarme. De hecho, al contrario, quería intoxicarme por cada poro de mi piel. Fundirme a su cuerpo hasta que no se supiera dónde empezaba el mío y dónde terminaba el de ella. A veces considero que peco de soberbio y posesivo si el tema a discutir se trata de Elizabeth, faltando enormemente a lo que es mi ética como mensajero de Inari. Pero simplemente no puedo. Estoy tan enfermizamente enamorado, que no hay unas directrices que nos guían para manejar la situación que nos rodea a ambos. Tendremos que ser nosotros mismos quienes vayamos descubriendo a dónde nos lleva esta desenfrenada pasión. [Liz_bloodFlame]
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    — Si que si... ella puede... ( ͡° ͜ʖ ͡°)

    #Memelin
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  • Animes que se hacen memes en nuestra dimensión de un sólo golpe? OMSG, XD
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  • El día comenzó como cualquier otro para Jeff The Killer, con el mismo deseo insaciable de caos y destrucción. Caminaba por un lúgubre y distorsionado escenario donde las sombras parecían estar vivas. Mientras avanzaba, vio figuras familiares a lo lejos. Poco a poco, las reconoció. Eran todas sus víctimas, las personas que había asesinado, cada una con su característica sonrisa tallada, grotesca y sangrienta, imitando la suya.

    —Vaya, vaya —murmuró con una sonrisa torcida—. Mis pequeños souvenirs.

    La grotesca imagen de sus víctimas lo llenaba de una oscura satisfacción. Cada una de ellas estaba ahí, inmóvil, observándolo con ojos vacíos. Sus rostros deformados reflejaban la obra maestra que Jeff había creado en sus últimos momentos de vida. Caminó entre ellas, inspeccionándolas como si se tratara de trofeos. El frío aire de la pesadilla le rozaba la piel, pero Jeff estaba en su elemento. Para él, aquello no era más que un espectáculo personal.

    De repente, las risas en su cabeza comenzaron a desvanecerse, y un silencio incómodo se apoderó del lugar. Entre las víctimas, emergieron dos figuras que no esperaba ver. El aire se volvió helado, y por primera vez en mucho tiempo, el corazón de Jeff dio un vuelco.

    Eran sus padres.

    Allí estaban, de pie entre las almas de sus víctimas, con la misma sonrisa grotesca tallada en sus rostros. La sangre seca cubría sus mejillas, pero sus ojos eran diferentes. Aún mostraban el brillo de quien alguna vez fue humano, pero ahora llenos de una tristeza profunda. Esa tristeza que Jeff reconocía, y que lo golpeó como una cuchillada en el pecho.

    —Hijo mío... —la voz de su madre sonó débil, rota por el dolor, mientras su padre añadía con un eco fantasmal—. ¿Por qué lo hiciste?

    Las palabras, cargadas de un reproche silencioso, resonaron en su mente. Jeff, que siempre se había mostrado indiferente a todo, sintió cómo sus manos comenzaban a temblar. El cuchillo que sostenía firmemente ahora parecía pesado. La sangre en sus manos, antes un símbolo de su poder, ahora solo le recordaba lo que había hecho.

    —Nunca te perdonaremos... —susurraron sus padres al unísono, con voces rotas que se clavaban en su alma.

    Jeff retrocedió instintivamente, sus ojos fijos en esos dos rostros deformados, llenos de una ira tranquila, pero profunda. Apretó los dientes, intentando convencerse de que no era real. Pero en el fondo, sabía que esta pesadilla, esta visión de sus padres, era su mayor temor.

    —No... —murmuró, su voz apenas un susurro—. Esto no es real... ¡NO ES REAL!

    Pero sus padres continuaron avanzando hacia él, con los ojos llenos de dolor y condena. Jeff, por primera vez, sintió el verdadero terror. No el miedo a la muerte, ni a la violencia, sino algo mucho peor: la idea de que jamás sería perdonado por las personas que lo trajeron al mundo.

    —Nunca te perdonaremos, Jeff... —repitieron con voces heladas, mientras el asesino, ahora acorralado por sus propios demonios, sentía cómo su mundo se derrumbaba.

    #Inkfest DIA 19

    午前 Homicidal Liu 大きい ㊄
    El día comenzó como cualquier otro para Jeff The Killer, con el mismo deseo insaciable de caos y destrucción. Caminaba por un lúgubre y distorsionado escenario donde las sombras parecían estar vivas. Mientras avanzaba, vio figuras familiares a lo lejos. Poco a poco, las reconoció. Eran todas sus víctimas, las personas que había asesinado, cada una con su característica sonrisa tallada, grotesca y sangrienta, imitando la suya. —Vaya, vaya —murmuró con una sonrisa torcida—. Mis pequeños souvenirs. La grotesca imagen de sus víctimas lo llenaba de una oscura satisfacción. Cada una de ellas estaba ahí, inmóvil, observándolo con ojos vacíos. Sus rostros deformados reflejaban la obra maestra que Jeff había creado en sus últimos momentos de vida. Caminó entre ellas, inspeccionándolas como si se tratara de trofeos. El frío aire de la pesadilla le rozaba la piel, pero Jeff estaba en su elemento. Para él, aquello no era más que un espectáculo personal. De repente, las risas en su cabeza comenzaron a desvanecerse, y un silencio incómodo se apoderó del lugar. Entre las víctimas, emergieron dos figuras que no esperaba ver. El aire se volvió helado, y por primera vez en mucho tiempo, el corazón de Jeff dio un vuelco. Eran sus padres. Allí estaban, de pie entre las almas de sus víctimas, con la misma sonrisa grotesca tallada en sus rostros. La sangre seca cubría sus mejillas, pero sus ojos eran diferentes. Aún mostraban el brillo de quien alguna vez fue humano, pero ahora llenos de una tristeza profunda. Esa tristeza que Jeff reconocía, y que lo golpeó como una cuchillada en el pecho. —Hijo mío... —la voz de su madre sonó débil, rota por el dolor, mientras su padre añadía con un eco fantasmal—. ¿Por qué lo hiciste? Las palabras, cargadas de un reproche silencioso, resonaron en su mente. Jeff, que siempre se había mostrado indiferente a todo, sintió cómo sus manos comenzaban a temblar. El cuchillo que sostenía firmemente ahora parecía pesado. La sangre en sus manos, antes un símbolo de su poder, ahora solo le recordaba lo que había hecho. —Nunca te perdonaremos... —susurraron sus padres al unísono, con voces rotas que se clavaban en su alma. Jeff retrocedió instintivamente, sus ojos fijos en esos dos rostros deformados, llenos de una ira tranquila, pero profunda. Apretó los dientes, intentando convencerse de que no era real. Pero en el fondo, sabía que esta pesadilla, esta visión de sus padres, era su mayor temor. —No... —murmuró, su voz apenas un susurro—. Esto no es real... ¡NO ES REAL! Pero sus padres continuaron avanzando hacia él, con los ojos llenos de dolor y condena. Jeff, por primera vez, sintió el verdadero terror. No el miedo a la muerte, ni a la violencia, sino algo mucho peor: la idea de que jamás sería perdonado por las personas que lo trajeron al mundo. —Nunca te perdonaremos, Jeff... —repitieron con voces heladas, mientras el asesino, ahora acorralado por sus propios demonios, sentía cómo su mundo se derrumbaba. #Inkfest DIA 19 [Liu.Woods]
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    /; Literalmente llevo más de dos horas buscando la imagen del mugroso Manny Estrellado para hacer un meme y subirlo acá jajajajaja

    Y ya que lo tenía me acordé que no puedo subirlo Aún así se lo mandaré a mi partner como no jsjsj
    /🎡; Literalmente llevo más de dos horas buscando la imagen del mugroso Manny Estrellado para hacer un meme y subirlo acá jajajajaja Y ya que lo tenía me acordé que no puedo subirlo 😠😞😂😂 Aún así se lo mandaré a mi partner como no 😠jsjsj
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  • Gracias a que su amigo le ayudó a escapar, pues estuvo encerrado y secuestrado por su tío durante algunos días, y también a que le salvó la vida tras ser apuñalado por su familiar, las posteriores noches pudo descansar tranquilo. Por supuesto seguía enormemente preocupado por las posibles represalias que su tío podría tomar contra ellos, pero necesitaba centrarse en descansar y retomar fuerzas por el momento.
    Esa noche, después de dar un pequeño paseo y cenar algo ligero, se fue a dormir bastante relajado. Cerró sus ojos y....
    ¿Eh? ¿Dónde estaba?... ¿Un templo? No era el templo de su amigo, no reconocía donde estaba. El lugar era amplio, de aspecto delicado y hermoso, muy limpio y bien cuidado. Entonces se miró a si mismo, vestía unas ropas simples blancas que no había visto nunca.

    -Shinobu. ¿Shinobu? ¿Dónde estás?- Una voz masculina desconocida parecía estar llamándole.

    Casi como si no pudiera controlar su propio cuerpo, este avanzó por la estancia hasta abrir una puerta corredera. Una luz radiante le cegó por unos segundos y sintió una suave brisa acariciar sus cabellos, una brisa que llevaba consigo el aroma más delicado y agradable que jamás había sentido. Abrió los ojos poco a poco y, frente a él, una figura masculina que hizo acelerar su corazón. Un hombre alto, fuerte, de largos cabellos claros, casi tan claros como sus ojos. Piel delicada y pálida, vestido elegantemente. Estaba tumbado y sonrió ampliamente al ver entrar al joven lobo a la estancia, teniéndole la mano en señal de que se acercase a él.

    -Shinobu... ¿Dónde te habías metido? No desaparezcas de mi lado así, sabes que últimamente los cazadores se están volviendo un verdadero problema. ¿Qué pasaría si te hirieran o algo peor?

    -Disculpe, mi señor. Quería asegurarme de que todo estuviera limpio y ordenado.- ¿Por qué respondió eso? No tenía control de sus palabras ni sus actos, como si fuera un espectador dentro de su propio cuerpo.

    -¿Qué te dije sobre llamarme "mi señor"? Llámame por mi nombre, Shinobu... ¿Cuántas más noches debemos pasar juntos para que entiendas que no eres mi sirviente?- Replicó el hombre aún manteniendo su sonrisa y acariciando un mecho del oscuro y largo cabello del muchacho.

    Shinobu se ruborizó bastante pero no apartó la mirada de él, ese hombre resultaba hipnótico.

    -M-Mh... E-Está bien, *****.- ¿Qué? ¿Por qué no pudo escuchar eso? Estaba seguro de haber pronunciado el nombre de esa persona pero por alguna razón no podía oírlo.

    Y sin más, con un último vistazo a ese bello rostro masculino, despertó, abrió los ojos y miró a su alrededor. ¿Había sido solo un sueño? ¿Entonces por qué aún podía oler aquel cautivador aroma, por qué aún sentía el tacto de la mano ajena en su cabello?... ¿Por qué le dolía el pecho como si hubiera perdido lo más preciado en el mundo?
    Gracias a que su amigo le ayudó a escapar, pues estuvo encerrado y secuestrado por su tío durante algunos días, y también a que le salvó la vida tras ser apuñalado por su familiar, las posteriores noches pudo descansar tranquilo. Por supuesto seguía enormemente preocupado por las posibles represalias que su tío podría tomar contra ellos, pero necesitaba centrarse en descansar y retomar fuerzas por el momento. Esa noche, después de dar un pequeño paseo y cenar algo ligero, se fue a dormir bastante relajado. Cerró sus ojos y.... ¿Eh? ¿Dónde estaba?... ¿Un templo? No era el templo de su amigo, no reconocía donde estaba. El lugar era amplio, de aspecto delicado y hermoso, muy limpio y bien cuidado. Entonces se miró a si mismo, vestía unas ropas simples blancas que no había visto nunca. -Shinobu. ¿Shinobu? ¿Dónde estás?- Una voz masculina desconocida parecía estar llamándole. Casi como si no pudiera controlar su propio cuerpo, este avanzó por la estancia hasta abrir una puerta corredera. Una luz radiante le cegó por unos segundos y sintió una suave brisa acariciar sus cabellos, una brisa que llevaba consigo el aroma más delicado y agradable que jamás había sentido. Abrió los ojos poco a poco y, frente a él, una figura masculina que hizo acelerar su corazón. Un hombre alto, fuerte, de largos cabellos claros, casi tan claros como sus ojos. Piel delicada y pálida, vestido elegantemente. Estaba tumbado y sonrió ampliamente al ver entrar al joven lobo a la estancia, teniéndole la mano en señal de que se acercase a él. -Shinobu... ¿Dónde te habías metido? No desaparezcas de mi lado así, sabes que últimamente los cazadores se están volviendo un verdadero problema. ¿Qué pasaría si te hirieran o algo peor? -Disculpe, mi señor. Quería asegurarme de que todo estuviera limpio y ordenado.- ¿Por qué respondió eso? No tenía control de sus palabras ni sus actos, como si fuera un espectador dentro de su propio cuerpo. -¿Qué te dije sobre llamarme "mi señor"? Llámame por mi nombre, Shinobu... ¿Cuántas más noches debemos pasar juntos para que entiendas que no eres mi sirviente?- Replicó el hombre aún manteniendo su sonrisa y acariciando un mecho del oscuro y largo cabello del muchacho. Shinobu se ruborizó bastante pero no apartó la mirada de él, ese hombre resultaba hipnótico. -M-Mh... E-Está bien, *****.- ¿Qué? ¿Por qué no pudo escuchar eso? Estaba seguro de haber pronunciado el nombre de esa persona pero por alguna razón no podía oírlo. Y sin más, con un último vistazo a ese bello rostro masculino, despertó, abrió los ojos y miró a su alrededor. ¿Había sido solo un sueño? ¿Entonces por qué aún podía oler aquel cautivador aroma, por qué aún sentía el tacto de la mano ajena en su cabello?... ¿Por qué le dolía el pecho como si hubiera perdido lo más preciado en el mundo?
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  • 𝑨𝒍𝒗𝒊𝒔 𝑳𝒂𝒙𝒂𝒓𝒖𝒔 - Ficha de personaje.
    - 𝑶𝑪 / 𝑶𝒓𝒊𝒈𝒊𝒏𝒂𝒍 𝑪𝒉𝒂𝒓𝒂𝒄𝒕𝒆𝒓 -


    Raza: Semielfo de los vientos
    Edad: 21 años
    Ocupación: Caballero andante. ¿Mago?
    Alvis Laxarus es un joven “mago” y espadachín, nacido en la cuna de una familia de archimagos semielfos especializada en controlar los vientos y dominar las tormentas. No obstante, Alvis, era la oveja negra de su propio clan, siendo el único en toda su familia sin la capacidad nata de controlar el viento ni tener afinidad a la magia por naturaleza. Esto último provocó que durante su infancia fuera discriminado y visto como alguien ajeno a los Laxarus. El hecho de no poder controlar la magia elemental fue motivo de numerosas burlas y de la misma decepción de su familia quién incluso pensaba que se trataba de algún bastardo.

    Su Padre, Evan Laxarus condenó a su Madre de adulterio debido a que creía firmemente que aquel no podía ser su hijo, sino que era en realidad fruto de una infidelidad de su Esposa con un famoso caballero andante conocido como el “Sin Nombre”, que solía visitar su aldea constantemente. Si bien, jamás se vio tal muestra de infidelidad, la amistad que tenía con la Madre de Alvis era lo suficientemente sospechosa para que un hombre tan orgulloso con Evan lo viera como tal. Aun así, Alvis fue tratado como su hijo y jamás se dudó del parentesco, no obstante, es un secreto a voces que la desconfianza aumento a medida que pasaron los años y su habilidad con el viento era más que nula. Lo cual dañaba directamente su linaje ya que poseía los típicos ojos verde agua y cabellos verdeceos de su clan, pero sin sus capacidades mágicas. Si bien, fue entrenado en el arte del viento y su poder mágico, jamás había logrado conjurar siquiera una pequeña ráfaga de viento y en su lugar, fue entrenado con la espada por el mismismo caballero andante amigo de su Madre. No obstante, la fama del caballero era tal, que jamás pasó por el clan el negar el acceso al guerrero a la Ciudad de los Vientos aun así su Padre Evan se pronunció innumerables veces al respecto al exigir no darle alojamiento a un traidor como él.

    Por este motivo Alvis jamás tuvo una buena relación con su Padre, al contrario, si no fuera por su Madre ni siquiera tuviera un techo, pues Evan jamás lo reconoció como su hijo aun si su pueblo así lo hizo.

    Sin embargo, gracias al caballero sin nombre pudo lograr encontrar el cobijo que necesitaba de una figura paterna. Ya que al ver la injusticia con la que trataba Evan a su primogénito, el mismo decidió enseñarle las artes de la espada y convertirlo en un guerrero honorable y poderoso. Esto último le dio motivación al joven Alvis, que encontró en la espada una fiel aliada para defender a su pueblo aún siendo incapaz de usar magia, su destreza con el acero era indudable, y gracias a su estudio sobre la magia se había convertido en un combatiente especialmente efectivo contra magos, pues conocía de lejos todos sus trucos.

    Al cumplir los 21 años y como lo dicta la tradición de su pueblo, Alvis comenzó su primer viaje de descubrimiento, un trayecto donde por 4 años cada mago de viento debía de recorrer el mundo para seguir aprendiendo y utilizar todo lo practicado para ayudar a la naturaleza y a los necesitados. En el caso de Alvis, si bien, no podía usar magia, como espadachín se encargaría de cumplir su misión. Por lo que iniciaría su viaje a través de los continentes en busca de ampliar su conocimiento. Con suerte, este joven lleno de conocimiento mágico encontraría la forma de lograr la hazaña de por fin lograr efectuar su primer conjuro, de lo contrario al menos se llenaría de increíbles aventuras dignas de una leyenda.
    𝑨𝒍𝒗𝒊𝒔 𝑳𝒂𝒙𝒂𝒓𝒖𝒔 - Ficha de personaje. - 𝑶𝑪 / 𝑶𝒓𝒊𝒈𝒊𝒏𝒂𝒍 𝑪𝒉𝒂𝒓𝒂𝒄𝒕𝒆𝒓 - Raza: Semielfo de los vientos Edad: 21 años Ocupación: Caballero andante. ¿Mago? Alvis Laxarus es un joven “mago” y espadachín, nacido en la cuna de una familia de archimagos semielfos especializada en controlar los vientos y dominar las tormentas. No obstante, Alvis, era la oveja negra de su propio clan, siendo el único en toda su familia sin la capacidad nata de controlar el viento ni tener afinidad a la magia por naturaleza. Esto último provocó que durante su infancia fuera discriminado y visto como alguien ajeno a los Laxarus. El hecho de no poder controlar la magia elemental fue motivo de numerosas burlas y de la misma decepción de su familia quién incluso pensaba que se trataba de algún bastardo. Su Padre, Evan Laxarus condenó a su Madre de adulterio debido a que creía firmemente que aquel no podía ser su hijo, sino que era en realidad fruto de una infidelidad de su Esposa con un famoso caballero andante conocido como el “Sin Nombre”, que solía visitar su aldea constantemente. Si bien, jamás se vio tal muestra de infidelidad, la amistad que tenía con la Madre de Alvis era lo suficientemente sospechosa para que un hombre tan orgulloso con Evan lo viera como tal. Aun así, Alvis fue tratado como su hijo y jamás se dudó del parentesco, no obstante, es un secreto a voces que la desconfianza aumento a medida que pasaron los años y su habilidad con el viento era más que nula. Lo cual dañaba directamente su linaje ya que poseía los típicos ojos verde agua y cabellos verdeceos de su clan, pero sin sus capacidades mágicas. Si bien, fue entrenado en el arte del viento y su poder mágico, jamás había logrado conjurar siquiera una pequeña ráfaga de viento y en su lugar, fue entrenado con la espada por el mismismo caballero andante amigo de su Madre. No obstante, la fama del caballero era tal, que jamás pasó por el clan el negar el acceso al guerrero a la Ciudad de los Vientos aun así su Padre Evan se pronunció innumerables veces al respecto al exigir no darle alojamiento a un traidor como él. Por este motivo Alvis jamás tuvo una buena relación con su Padre, al contrario, si no fuera por su Madre ni siquiera tuviera un techo, pues Evan jamás lo reconoció como su hijo aun si su pueblo así lo hizo. Sin embargo, gracias al caballero sin nombre pudo lograr encontrar el cobijo que necesitaba de una figura paterna. Ya que al ver la injusticia con la que trataba Evan a su primogénito, el mismo decidió enseñarle las artes de la espada y convertirlo en un guerrero honorable y poderoso. Esto último le dio motivación al joven Alvis, que encontró en la espada una fiel aliada para defender a su pueblo aún siendo incapaz de usar magia, su destreza con el acero era indudable, y gracias a su estudio sobre la magia se había convertido en un combatiente especialmente efectivo contra magos, pues conocía de lejos todos sus trucos. Al cumplir los 21 años y como lo dicta la tradición de su pueblo, Alvis comenzó su primer viaje de descubrimiento, un trayecto donde por 4 años cada mago de viento debía de recorrer el mundo para seguir aprendiendo y utilizar todo lo practicado para ayudar a la naturaleza y a los necesitados. En el caso de Alvis, si bien, no podía usar magia, como espadachín se encargaría de cumplir su misión. Por lo que iniciaría su viaje a través de los continentes en busca de ampliar su conocimiento. Con suerte, este joven lleno de conocimiento mágico encontraría la forma de lograr la hazaña de por fin lograr efectuar su primer conjuro, de lo contrario al menos se llenaría de increíbles aventuras dignas de una leyenda.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Yo fantaseando con este hombre. (?)

    #meme
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    Me enjaja
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