• Por cierto Lute ¿Donde coño estás?Deberías estar preparándome unas putas costillas, joder. Además, te he traído flores y todo, se supone que a las tías os molan estás mariconadas ¿No? Pero no te emociones, perra. Es solo por qué me has estado soportando durante todo el tiempo que me he portado como un pelmazo.
    Por cierto [Lute1] ¿Donde coño estás?Deberías estar preparándome unas putas costillas, joder. Además, te he traído flores y todo, se supone que a las tías os molan estás mariconadas ¿No? Pero no te emociones, perra. Es solo por qué me has estado soportando durante todo el tiempo que me he portado como un pelmazo.
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  • El sol de la mañana se filtraba en delgados hilos de luz a través del espeso follaje, sembrando el bosque de destellos dorados. Bajo la sombra serena de un viejo roble, Lyssandra caminaba, su capa verde rozando las flores silvestres que tapizaban el suelo. Su cabello, suelto y brillante como la escarcha al amanecer, se movía con la brisa ligera.

    Se detuvo al percibir una presencia suave. Un pequeño cervatillo emergió entre los helechos, sus ojos grandes reflejaban la pureza del bosque mismo. Lyssandra sonrió, y, con la calma que solo los seres en sintonía con la naturaleza podían poseer, se agachó despacio, extendiendo sus manos vacías en señal de paz.

    El cervatillo se acercó con cautela primero, luego, confiado, presionó su hocico contra las palmas cálidas de Lyssandra. Ella acarició su cabeza con ternura, sintiendo el pulso vivo de la criatura bajo la yema de sus dedos.

    —¿Ves? No tienes nada que temer —murmuró en voz baja, como si cantara una canción que el bosque ya conocía.

    El cervatillo alzó su rostro hacia ella, como si entendiera cada palabra, y una voz leve, más un suspiro que un sonido, cruzó la distancia entre ellos.

    —El bosque habla de cambios —dijo el cervatillo, sus pensamientos flotando en la mente de Lyssandra como pétalos sobre el agua.

    Ella asintió, sin apartar la mirada serena del pequeño ser.

    —Que cambie —susurró—. Estaré aquí para guiarlo, como siempre.
    El sol de la mañana se filtraba en delgados hilos de luz a través del espeso follaje, sembrando el bosque de destellos dorados. Bajo la sombra serena de un viejo roble, Lyssandra caminaba, su capa verde rozando las flores silvestres que tapizaban el suelo. Su cabello, suelto y brillante como la escarcha al amanecer, se movía con la brisa ligera. Se detuvo al percibir una presencia suave. Un pequeño cervatillo emergió entre los helechos, sus ojos grandes reflejaban la pureza del bosque mismo. Lyssandra sonrió, y, con la calma que solo los seres en sintonía con la naturaleza podían poseer, se agachó despacio, extendiendo sus manos vacías en señal de paz. El cervatillo se acercó con cautela primero, luego, confiado, presionó su hocico contra las palmas cálidas de Lyssandra. Ella acarició su cabeza con ternura, sintiendo el pulso vivo de la criatura bajo la yema de sus dedos. —¿Ves? No tienes nada que temer —murmuró en voz baja, como si cantara una canción que el bosque ya conocía. El cervatillo alzó su rostro hacia ella, como si entendiera cada palabra, y una voz leve, más un suspiro que un sonido, cruzó la distancia entre ellos. —El bosque habla de cambios —dijo el cervatillo, sus pensamientos flotando en la mente de Lyssandra como pétalos sobre el agua. Ella asintió, sin apartar la mirada serena del pequeño ser. —Que cambie —susurró—. Estaré aquí para guiarlo, como siempre.
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  • Salud con el jugo de algas que sabe exactamente al Apple 'N Greens de Jamba Juice. Nunca habia probado algo tan maravillosamente mágico. Ahora ve luces y los colores tienen sabor ¿así es cómo se siente morir? Porque si es veneno síganme envenenando.
    Salud con el jugo de algas que sabe exactamente al Apple 'N Greens de Jamba Juice. Nunca habia probado algo tan maravillosamente mágico. Ahora ve luces y los colores tienen sabor ¿así es cómo se siente morir? Porque si es veneno síganme envenenando.
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  • Dejando eso de lado, tengo mucha inspiración y acabo de escribir una canción, la cantaré un poquito

    - Con tranquilidad empieza a cantar mientras miraba su instrumento, ya que a la letra la tenía en su cabeza

    Can I tell you about you
    There you are, seen from afar
    I just don't like watching

    Yeah, just tell me about you
    Yeah, just tell me about you
    Yeah, just tell me about you

    I see you walking far away
    Fearlessly approaching you, asking you
    In the quiet tunnel, you're a sports car

    The loud engine roars
    The wall that was painted black
    Is now colored by you, surprised by the first feeling

    Name, age, where do you live
    Name, age, where do you live
    Name, age, where do you live

    - Rie leve al terminar ya que se habia puesto algo nervioso

    No la dedico a nadie, solo comparto un poco de lo que hago
    Dejando eso de lado, tengo mucha inspiración y acabo de escribir una canción, la cantaré un poquito - Con tranquilidad empieza a cantar mientras miraba su instrumento, ya que a la letra la tenía en su cabeza Can I tell you about you There you are, seen from afar I just don't like watching Yeah, just tell me about you Yeah, just tell me about you Yeah, just tell me about you I see you walking far away Fearlessly approaching you, asking you In the quiet tunnel, you're a sports car The loud engine roars The wall that was painted black Is now colored by you, surprised by the first feeling Name, age, where do you live Name, age, where do you live Name, age, where do you live - Rie leve al terminar ya que se habia puesto algo nervioso No la dedico a nadie, solo comparto un poco de lo que hago
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  • L'autre côté de la médialle
    Categoría Slice of Life
    Apenas puse un pie en la entrada de la mansión sentí la tensión, mamá me había estado reventando el teléfono con llamadas y mensajes de que me apurara en llegar, siempre la misma rutina, me sentía harta de tantas reglas y restricciones.

    -Lía! - grito desde la sala una vez que me vió abrir la puerta- Se supone que salías hace una hora, se puede saber ¿¡Dónde rayos estabas!?- en su mirada se notaba el fastidio.

    -Solo fui a tomar un café con Helena, teníamos que coordinar un trabajo- suspire- no tenía mucha señal en el cafetería.

    Me miró directo a los ojos y camino a pasar lento pero peligroso hacia mí tomando del brazo- Que no se vuelva a repetir Lia- dijo para luego soltarme de golpe- Tú padre te está buscando, ve con él y explícale a ver si te cree- se dio media vuelta caminando hacia la sala de música, pero a medio camino se detuvo- Y más te vale que no intentes escabullirte o te irá peor- su voz tenía toques de amenaza y con eso último, siguió caminando hasta que desapareció de la sala de estar por completo.

    Sentía tanta impotencia que sin darme cuenta me había clavado las uñas en la mano dejando algunas marcas rojizas. Por lo que tuve que tomar un respiro antes de subir al despacho de mi "padre" si se podría llamar así. Subí a paso lento, no quería llegar a la puerta, pero tenía que, una vez frente a la gran oficina, alce mi mano para tocarla pero antes pudiera hacerlo escuche su voz.

    -Pasa de una vez- dijo autoritariamente, trague saliva y con cuidado abrí la puerta, camine hacia el interior dando pasos lentos y dejando entreabierta la entrada- Cierra la puerta Lía- me miró directo a los ojos, esa mirada sin ningún tipo de emociones, "No otra vez, por favor..." sabía lo que eso significaba a puertas cerradas tenía que mantenerse todo.

    -¿Dónde estabas?- pregunto con brusquedad mientras se servia algo de licor caro y me miraba de nuevo esperando una respuesta.

    -Estaba con Helena, fui a la cafetería con ella para coordinar un trabajo- dije segura- no tenia señal en el lugar.

    -¿Crees que soy estúpido? - pregunto tirando el vaso de licor al piso haciéndolo añicos, para luego acercarse a paso rápido hacia mí, cuando menos lo pensé me tiro una bofetada, sentí el ardor en mi mejilla, incluso mi rostro fue volteado a un costado por el impacto- ¡Te he dicho que no te juntes con Helena, son de diferentes estatus! -grito- ¡Por su culpa el hijo de los Croweld se ha quejado con sus padres diciendo que te juntas con puros pobres!- me agarro de los brazos y me agitó bruscamente- ¿¡Sabes la vergüenza que me hiciste pasar!? Imagino que no, porque nunca piensas, eres igual de estúpida que tu madre- me empujó contra el piso, mi mente estaba en colapso, las lágrimas caían por mis mejillas, no era la primera vez que me hacía aquello- Maldita sea, no llores- me reprocho, quería parar de hacerlo pero simplemente no podía- ¡Ya cállate!- alzó la mano para golpearme de nuevo, pero tocaron la puerta, se detuvo en seco y se alejo unos pasos para recomponerse.

    -¿Quién busca?- preguntó en un tono amable, incluso esos cambios me asustaban a mí- levántate- demando bruscamente, no lo dude 2 veces y así lo hice.

    -Señor Russell, han venido sus invitados, los socios de Hilua, lo están esperando en el jardín, ya les di unos aperitivos en lo que venia a buscarlo y se pueda preparar- aquella voz la reconocía, era de la Mirtha una de las encargadas de la cocina.

    -Esta bien, en unos minutos bajo- repuso mi padre mientras de dirigía a su escritorio por files.

    -Entendido señor- respondió Mirtha luego se escucharon sus pasos alejándose de la puerta perdiéndose en el pasillo.

    -Te salvaste por esta vez, vete a tu habitación y no salgas- dijo sin mirarme, no dije nada, simplemente me di media vuelta y salí de la oficina, a paso rápido entre a mi habitación, tras cerrarla me recosté sobre la puerta y comencé a llorar.

    "¿Qué había hecho para merecer esto?" A veces los golpes eran sin un motivo grave por así decirlo, eran como de esos días donde mi padre necesitaba desquitarse con quién hiciera lo mínimo, estaba cansada de todo eso, de la vida que llevaba.

    Llore un buen rato antes de meterme a la ducha y ponerme algo frío en la mejilla para evitar las marcas, una vez que sentí que era suficiente me puse una pomada para no "dejar rastro" o al menos que se vea lo mínimo posible.

    Estaba por irme a acostar en la cama cuando mi celular vibro, cuando me fije en la pantalla era un mensaje de Helena, dude mucho en contestar, una parte de mi se resistía pero la otra decía que no había nada de malo en lo que hacía, Helena sabía algunas cosas de mi vida más allá de lo que aparentaba, incluso ella me había dado aquella pomada, era mi única amiga de verdad, mientras me distraía con mis pensamientos el celular volvió a vibrar trayendome de vuelta al presente, al final decidí leer sus mensajes, era sobre ir a un pequeño club secreto, dude demasiado, le explique un poco de la situación obviando ciertas partes, me dijo muchas cosas que me hicieron cuestionar todo lo que estaba viviendo, de alguna forma dándome el valor que me estaba faltando. Incluso ayudándome a hacer un plan para poder escabullirme, necesitaba vivir, darme más razones por seguir adelante, hacerme mi propio camino.

    El tiempo paso rápido y el plan comenzó a ejecutarse tal como quedamos, tuve que incluir a mi nana de confianza Karla para que todo pudiera resultar.

    -Estas divina, casi no te reconí- Helena me miro con una sonrisa- Aunque llevas más maquillaje, ¿Es por aquello verdad?- mencionó mirándome con comprensión.

    -Si- susurre- Ya sabes como son las cosas para mí...pero no hablemos de eso- le sonreí, solo quería olvidar ese mal rato por al menos unas horas.

    -Tienes razón, shu shu esas malas vibras- hizo una ademán con sus manos en el aire como si estuviera espantando mosquitos, a lo que yo reí, Helena si que era bien ocurrente, sin más charla, nos subimos a su auto y condujo hasta el club, apenas doblaba la esquina y se estacionaba, se veía las luces, el bullicio y la música.

    -A conquistar el mundo!- Helena grito y algunas personas que pasaban nos miraron raro, por mi parte solo atiné a seguirla, con ella podía ser yo sin que me juzgen, era una verdadera amiga.

    - A por el mundo!- grite a la par y corrimos hacia la entrada el club.

    Justo sonaba una canción que nos encantaba a ambas nos miramos de inmediato con una sonrisa, era por esa canción que empezamos a hablar y así nos hicimos amigas.

    -Esa es!- dijimos al unisoro, comenzamos a corear la canción mientras bailábamos.

    https://youtu.be/cA9sEdPmUbQ?si=TNbOjhpgxxWfP8Ae
    Apenas puse un pie en la entrada de la mansión sentí la tensión, mamá me había estado reventando el teléfono con llamadas y mensajes de que me apurara en llegar, siempre la misma rutina, me sentía harta de tantas reglas y restricciones. -Lía! - grito desde la sala una vez que me vió abrir la puerta- Se supone que salías hace una hora, se puede saber ¿¡Dónde rayos estabas!?- en su mirada se notaba el fastidio. -Solo fui a tomar un café con Helena, teníamos que coordinar un trabajo- suspire- no tenía mucha señal en el cafetería. Me miró directo a los ojos y camino a pasar lento pero peligroso hacia mí tomando del brazo- Que no se vuelva a repetir Lia- dijo para luego soltarme de golpe- Tú padre te está buscando, ve con él y explícale a ver si te cree- se dio media vuelta caminando hacia la sala de música, pero a medio camino se detuvo- Y más te vale que no intentes escabullirte o te irá peor- su voz tenía toques de amenaza y con eso último, siguió caminando hasta que desapareció de la sala de estar por completo. Sentía tanta impotencia que sin darme cuenta me había clavado las uñas en la mano dejando algunas marcas rojizas. Por lo que tuve que tomar un respiro antes de subir al despacho de mi "padre" si se podría llamar así. Subí a paso lento, no quería llegar a la puerta, pero tenía que, una vez frente a la gran oficina, alce mi mano para tocarla pero antes pudiera hacerlo escuche su voz. -Pasa de una vez- dijo autoritariamente, trague saliva y con cuidado abrí la puerta, camine hacia el interior dando pasos lentos y dejando entreabierta la entrada- Cierra la puerta Lía- me miró directo a los ojos, esa mirada sin ningún tipo de emociones, "No otra vez, por favor..." sabía lo que eso significaba a puertas cerradas tenía que mantenerse todo. -¿Dónde estabas?- pregunto con brusquedad mientras se servia algo de licor caro y me miraba de nuevo esperando una respuesta. -Estaba con Helena, fui a la cafetería con ella para coordinar un trabajo- dije segura- no tenia señal en el lugar. -¿Crees que soy estúpido? - pregunto tirando el vaso de licor al piso haciéndolo añicos, para luego acercarse a paso rápido hacia mí, cuando menos lo pensé me tiro una bofetada, sentí el ardor en mi mejilla, incluso mi rostro fue volteado a un costado por el impacto- ¡Te he dicho que no te juntes con Helena, son de diferentes estatus! -grito- ¡Por su culpa el hijo de los Croweld se ha quejado con sus padres diciendo que te juntas con puros pobres!- me agarro de los brazos y me agitó bruscamente- ¿¡Sabes la vergüenza que me hiciste pasar!? Imagino que no, porque nunca piensas, eres igual de estúpida que tu madre- me empujó contra el piso, mi mente estaba en colapso, las lágrimas caían por mis mejillas, no era la primera vez que me hacía aquello- Maldita sea, no llores- me reprocho, quería parar de hacerlo pero simplemente no podía- ¡Ya cállate!- alzó la mano para golpearme de nuevo, pero tocaron la puerta, se detuvo en seco y se alejo unos pasos para recomponerse. -¿Quién busca?- preguntó en un tono amable, incluso esos cambios me asustaban a mí- levántate- demando bruscamente, no lo dude 2 veces y así lo hice. -Señor Russell, han venido sus invitados, los socios de Hilua, lo están esperando en el jardín, ya les di unos aperitivos en lo que venia a buscarlo y se pueda preparar- aquella voz la reconocía, era de la Mirtha una de las encargadas de la cocina. -Esta bien, en unos minutos bajo- repuso mi padre mientras de dirigía a su escritorio por files. -Entendido señor- respondió Mirtha luego se escucharon sus pasos alejándose de la puerta perdiéndose en el pasillo. -Te salvaste por esta vez, vete a tu habitación y no salgas- dijo sin mirarme, no dije nada, simplemente me di media vuelta y salí de la oficina, a paso rápido entre a mi habitación, tras cerrarla me recosté sobre la puerta y comencé a llorar. "¿Qué había hecho para merecer esto?" A veces los golpes eran sin un motivo grave por así decirlo, eran como de esos días donde mi padre necesitaba desquitarse con quién hiciera lo mínimo, estaba cansada de todo eso, de la vida que llevaba. Llore un buen rato antes de meterme a la ducha y ponerme algo frío en la mejilla para evitar las marcas, una vez que sentí que era suficiente me puse una pomada para no "dejar rastro" o al menos que se vea lo mínimo posible. Estaba por irme a acostar en la cama cuando mi celular vibro, cuando me fije en la pantalla era un mensaje de Helena, dude mucho en contestar, una parte de mi se resistía pero la otra decía que no había nada de malo en lo que hacía, Helena sabía algunas cosas de mi vida más allá de lo que aparentaba, incluso ella me había dado aquella pomada, era mi única amiga de verdad, mientras me distraía con mis pensamientos el celular volvió a vibrar trayendome de vuelta al presente, al final decidí leer sus mensajes, era sobre ir a un pequeño club secreto, dude demasiado, le explique un poco de la situación obviando ciertas partes, me dijo muchas cosas que me hicieron cuestionar todo lo que estaba viviendo, de alguna forma dándome el valor que me estaba faltando. Incluso ayudándome a hacer un plan para poder escabullirme, necesitaba vivir, darme más razones por seguir adelante, hacerme mi propio camino. El tiempo paso rápido y el plan comenzó a ejecutarse tal como quedamos, tuve que incluir a mi nana de confianza Karla para que todo pudiera resultar. -Estas divina, casi no te reconí- Helena me miro con una sonrisa- Aunque llevas más maquillaje, ¿Es por aquello verdad?- mencionó mirándome con comprensión. -Si- susurre- Ya sabes como son las cosas para mí...pero no hablemos de eso- le sonreí, solo quería olvidar ese mal rato por al menos unas horas. -Tienes razón, shu shu esas malas vibras- hizo una ademán con sus manos en el aire como si estuviera espantando mosquitos, a lo que yo reí, Helena si que era bien ocurrente, sin más charla, nos subimos a su auto y condujo hasta el club, apenas doblaba la esquina y se estacionaba, se veía las luces, el bullicio y la música. -A conquistar el mundo!- Helena grito y algunas personas que pasaban nos miraron raro, por mi parte solo atiné a seguirla, con ella podía ser yo sin que me juzgen, era una verdadera amiga. - A por el mundo!- grite a la par y corrimos hacia la entrada el club. Justo sonaba una canción que nos encantaba a ambas nos miramos de inmediato con una sonrisa, era por esa canción que empezamos a hablar y así nos hicimos amigas. -Esa es!- dijimos al unisoro, comenzamos a corear la canción mientras bailábamos. https://youtu.be/cA9sEdPmUbQ?si=TNbOjhpgxxWfP8Ae
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    !!Si le dan un Lee Know o un niño pasivo (Aunque si se aceptan activos y chicas pero será dificil jsjsjs) a Hanselito no me quejo ahre jajaja, tengo que desarrollar su historia pero también quiero que mi niño tenga conexiones ya que asi puede desarrollar su historia, es que me metería a las publicaciones pero el lore de los demás como que Hansel no está en sintonía, pasan que cosas
    !!Si le dan un Lee Know o un niño pasivo (Aunque si se aceptan activos y chicas pero será dificil jsjsjs) a Hanselito no me quejo ahre jajaja, tengo que desarrollar su historia pero también quiero que mi niño tenga conexiones ya que asi puede desarrollar su historia, es que me metería a las publicaciones pero el lore de los demás como que Hansel no está en sintonía, pasan que cosas
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  • 今日は笑ってもいい日だった。




    —La nieve caía en silencio, cubriendo la calle con un velo blanco, llevaba un vestido de mangas largas, sus hombros desnudos rozados por el frío. Cerró los ojos y sonrió con dulzura, una flor en su oreja desentonando con el invierno con un suave pensamiento en su mente mantenía su gran sonrisa.—


    “No sé si mañana volveré a sentir esto… pero hoy, al menos, lo dejé florecer.”

    今日は笑ってもいい日だった。 —La nieve caía en silencio, cubriendo la calle con un velo blanco, llevaba un vestido de mangas largas, sus hombros desnudos rozados por el frío. Cerró los ojos y sonrió con dulzura, una flor en su oreja desentonando con el invierno con un suave pensamiento en su mente mantenía su gran sonrisa.— “No sé si mañana volveré a sentir esto… pero hoy, al menos, lo dejé florecer.”
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  • Conviviendo entre mortales
    Fandom Mortal kombat
    Categoría Videojuegos
    Bajo el mismo cielo.
    Fangjiang — Earthrrealm.
    (Autoconclusivo)


    El alba se filtraba con timidez entre las ramas de los cerezos que bordeaban la aldea de Fang Jiang. El rocío colgaba de las hojas como diminutas joyas, y el murmullo del viento apenas osaba perturbar la quietud del amanecer. Desde su cabaña, a las afueras del pueblo, Mei abrió los ojos al canto lejano de un gallo y los pájaros. No era un sonido nuevo para ella, pero aún le resultaba extraño no despertar con los cánticos celestiales o las plegarias entonadas en el templo del cielo. En su lugar, ahora la recibía el aroma a madera, a tierra húmeda y a arroz cocido con lentitud.

    Sentada en el borde del futón, con los pies desnudos tocando el suelo frío, Mei respiró hondo. Había algo profundamente humano en esa incomodidad matinal, en ese cansancio leve que no provenía de la batalla, sino del trabajo cotidiano. Se cubrió con un kimono sencillo de lino, recogió su cabello en una trenza descuidada y abrió la puerta de su hogar.

    La luz dorada del sol acarició su rostro. Frente a ella, el jardín susurraba vida: flores silvestres, hierbas curativas y pequeños cultivos que habían brotado bajo su cuidado. A un lado, las gallinas correteaban impacientes, las ovejas daban los buenos días a su modo,  aún adormiladas y un par de patos chapoteaban en el estanque que ella lea habia construido cuidadosamente. No usó su poder para alimentarlos, ni para limpiar, ni siquiera para calentar el agua. Cada acto, por pequeño que fuera, lo hacía con sus propias manos, como había decidido desde el día que llegó.

    Ese era su voto: vivir como los mortales, sentir como ellos, errar como ellos.

    A media mañana, ya había hervido arroz, recogido huevos, lavado ropa y podado el borde del sendero que llevaba a su casa. Fue entonces cuando escuchó los pasos apresurados de una mujer. Alzó la mirada y vio a una madre con el rostro pálido, cargando a un niño que temblaba de fiebre. No hubo presentaciones. Solo necesidad.

    Mei no hizo preguntas. Llevó al pequeño a una de las esteras tejidas junto al hogar, preparó con precisión un cataplasma de raíz de jengibre, fenogreco y flores de caléndula. Mientras lo aplicaba, murmuraba palabras suaves en una lengua antigua, la lengua de la vida y la luz, que no eran conjuros, sino caricias para el alma. Mojó un paño en agua tibia con lavanda y lo colocó sobre la frente del niño, cuidando de no alterar el equilibrio de su energía.


    —Esta noche descansará mejor —susurró con una sonrisa apacible.


    No hubo destellos divinos. Ningún milagro evidente. Solo conocimiento, ternura… y tiempo.

    Su jardín, el rincón más sagrado de su hogar, era un mapa de su alma. Allí crecían desde la valeriana hasta la ambrosía, pasando por helechos que susurraban secretos traídos del cielo. En el centro, una piedra blanca tallada con el símbolo del  viento y la vida reposaba como un pequeño altar silencioso. Mei solía sentarse frente a ella al atardecer, los ojos cerrados, el corazón calmo. No oraba como en el templo. Solo escuchaba. El susurro de la tierra, el canto de las hojas… y, a veces, el recuerdo de su padre riendo entre las nubes.


    Un día, mientras recogía flores de loto en el borde del estanque, un anciano de la aldea se le acercó. Caminaba con lentitud, pero sus ojos conservaban la chispa de la sabiduría.


    —Usted no es de aquí, ¿no es asi jovencita? —dijo con voz ronca, pero firme—. Y, sin embargo, ha hecho más por esta tierra que muchos que han nacido en ella.


    Mei bajó la mirada, incómoda con el elogio.


    —No soy nada especial —respondió con humildad—. Solo… estoy aprendiendo.


    —Para nosotros, es un honor tenerla morando en nuestro pacífico pueblo, muchos dicen que es una especie de oráculo —dijo él, sin dudar—. No de esos que predicen tormentas, sino de los que enseñan a sembrar después de ellas.

    Se marchó dejándola en silencio, no sin antes dejarle como regalo una canasta llena de frutas y verduras cosechadas en Fangjiang, ella asintió con dulzura hacia el regalo que, indirectamente, se traduce como ofrenda, luego que el anciano se retiró del sitio, Mei observó sus manos —callosas, con tierra bajo las uñas— y sonrió. Tal vez, en ese mundo tan distante al suyo, por fin estaba encontrando un propósito que ni los dioses antiguos quisieron darle.


    Y así pasaban los días. Entre el canto de las aves, el tacto de la arcilla, los suspiros de niños sanados y los ocasos silenciosos. No necesitaba trono, ni corona, ni alabanza. Solo necesitaba sentirse viva… bajo el mismo cielo que cubría tanto a dioses como a mortales.
    Bajo el mismo cielo. Fangjiang — Earthrrealm. (Autoconclusivo) El alba se filtraba con timidez entre las ramas de los cerezos que bordeaban la aldea de Fang Jiang. El rocío colgaba de las hojas como diminutas joyas, y el murmullo del viento apenas osaba perturbar la quietud del amanecer. Desde su cabaña, a las afueras del pueblo, Mei abrió los ojos al canto lejano de un gallo y los pájaros. No era un sonido nuevo para ella, pero aún le resultaba extraño no despertar con los cánticos celestiales o las plegarias entonadas en el templo del cielo. En su lugar, ahora la recibía el aroma a madera, a tierra húmeda y a arroz cocido con lentitud. Sentada en el borde del futón, con los pies desnudos tocando el suelo frío, Mei respiró hondo. Había algo profundamente humano en esa incomodidad matinal, en ese cansancio leve que no provenía de la batalla, sino del trabajo cotidiano. Se cubrió con un kimono sencillo de lino, recogió su cabello en una trenza descuidada y abrió la puerta de su hogar. La luz dorada del sol acarició su rostro. Frente a ella, el jardín susurraba vida: flores silvestres, hierbas curativas y pequeños cultivos que habían brotado bajo su cuidado. A un lado, las gallinas correteaban impacientes, las ovejas daban los buenos días a su modo,  aún adormiladas y un par de patos chapoteaban en el estanque que ella lea habia construido cuidadosamente. No usó su poder para alimentarlos, ni para limpiar, ni siquiera para calentar el agua. Cada acto, por pequeño que fuera, lo hacía con sus propias manos, como había decidido desde el día que llegó. Ese era su voto: vivir como los mortales, sentir como ellos, errar como ellos. A media mañana, ya había hervido arroz, recogido huevos, lavado ropa y podado el borde del sendero que llevaba a su casa. Fue entonces cuando escuchó los pasos apresurados de una mujer. Alzó la mirada y vio a una madre con el rostro pálido, cargando a un niño que temblaba de fiebre. No hubo presentaciones. Solo necesidad. Mei no hizo preguntas. Llevó al pequeño a una de las esteras tejidas junto al hogar, preparó con precisión un cataplasma de raíz de jengibre, fenogreco y flores de caléndula. Mientras lo aplicaba, murmuraba palabras suaves en una lengua antigua, la lengua de la vida y la luz, que no eran conjuros, sino caricias para el alma. Mojó un paño en agua tibia con lavanda y lo colocó sobre la frente del niño, cuidando de no alterar el equilibrio de su energía. —Esta noche descansará mejor —susurró con una sonrisa apacible. No hubo destellos divinos. Ningún milagro evidente. Solo conocimiento, ternura… y tiempo. Su jardín, el rincón más sagrado de su hogar, era un mapa de su alma. Allí crecían desde la valeriana hasta la ambrosía, pasando por helechos que susurraban secretos traídos del cielo. En el centro, una piedra blanca tallada con el símbolo del  viento y la vida reposaba como un pequeño altar silencioso. Mei solía sentarse frente a ella al atardecer, los ojos cerrados, el corazón calmo. No oraba como en el templo. Solo escuchaba. El susurro de la tierra, el canto de las hojas… y, a veces, el recuerdo de su padre riendo entre las nubes. Un día, mientras recogía flores de loto en el borde del estanque, un anciano de la aldea se le acercó. Caminaba con lentitud, pero sus ojos conservaban la chispa de la sabiduría. —Usted no es de aquí, ¿no es asi jovencita? —dijo con voz ronca, pero firme—. Y, sin embargo, ha hecho más por esta tierra que muchos que han nacido en ella. Mei bajó la mirada, incómoda con el elogio. —No soy nada especial —respondió con humildad—. Solo… estoy aprendiendo. —Para nosotros, es un honor tenerla morando en nuestro pacífico pueblo, muchos dicen que es una especie de oráculo —dijo él, sin dudar—. No de esos que predicen tormentas, sino de los que enseñan a sembrar después de ellas. Se marchó dejándola en silencio, no sin antes dejarle como regalo una canasta llena de frutas y verduras cosechadas en Fangjiang, ella asintió con dulzura hacia el regalo que, indirectamente, se traduce como ofrenda, luego que el anciano se retiró del sitio, Mei observó sus manos —callosas, con tierra bajo las uñas— y sonrió. Tal vez, en ese mundo tan distante al suyo, por fin estaba encontrando un propósito que ni los dioses antiguos quisieron darle. Y así pasaban los días. Entre el canto de las aves, el tacto de la arcilla, los suspiros de niños sanados y los ocasos silenciosos. No necesitaba trono, ni corona, ni alabanza. Solo necesitaba sentirse viva… bajo el mismo cielo que cubría tanto a dioses como a mortales.
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  • Al final, decidió arrojarse al agua mas profunda cerca de la casa. Llevando consigo flores blancas, blancas como un obsequio del ayer. Consiguiendo que su ira se enfriara de golpe con el agua helada y natural, mirando el fondo del agua cristalina, siendo envuelta por el agua entre la existencia y el ruido ahogado del agua tapando sus oídos.

    Aislandola un momento de todos, cerró sus ojos, un momento, dejandose hundir hasta lo profundo del agua. El frío empezó a bajar su temperatura corporal, pero no la mataría, eso no podía matarla.

    Solo dejó que el agua llevara su molestia, y su cabeza no pensara en nada mas que su propio estado ausente.
    Al final, decidió arrojarse al agua mas profunda cerca de la casa. Llevando consigo flores blancas, blancas como un obsequio del ayer. Consiguiendo que su ira se enfriara de golpe con el agua helada y natural, mirando el fondo del agua cristalina, siendo envuelta por el agua entre la existencia y el ruido ahogado del agua tapando sus oídos. Aislandola un momento de todos, cerró sus ojos, un momento, dejandose hundir hasta lo profundo del agua. El frío empezó a bajar su temperatura corporal, pero no la mataría, eso no podía matarla. Solo dejó que el agua llevara su molestia, y su cabeza no pensara en nada mas que su propio estado ausente.
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  • Ella miró su dibujo lleno de circulos de colores y de este, con solo observar una duda brotó de lo profundo de su alma.

    —¿Si se le da algo físico, se resbala, no? ¿Entonces... Como puedo darle un regalo delicioso si no lo va a saborear? ¿O si puede? Pero... Si todo le es raro... mmmm.... —se agarra el cabello costernada y se levanta de su lugar de dibujo para ir hacia su amado tigrecito.

    Solita, con sus dudas se había agobiado. Era una duda que sólo Morfeo podia contestar, pero a la misma vez, crearle capaz una duda existencial a él si ni siquiera ella misma sabía si podía recibir algo.

    Lo de las manzanas y nectar, lo había hecho de manera inconsciente pero ahora le sobraba pie de manzana, y quería invitarle.
    Ella miró su dibujo lleno de circulos de colores y de este, con solo observar una duda brotó de lo profundo de su alma. —¿Si se le da algo físico, se resbala, no? ¿Entonces... Como puedo darle un regalo delicioso si no lo va a saborear? ¿O si puede? Pero... Si todo le es raro... mmmm.... —se agarra el cabello costernada y se levanta de su lugar de dibujo para ir hacia su amado tigrecito. Solita, con sus dudas se había agobiado. Era una duda que sólo Morfeo podia contestar, pero a la misma vez, crearle capaz una duda existencial a él si ni siquiera ella misma sabía si podía recibir algo. Lo de las manzanas y nectar, lo había hecho de manera inconsciente pero ahora le sobraba pie de manzana, y quería invitarle.
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