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Al caer la segunda noche, la vuelvo a ver...
Selin: Déjame que te cuente...
La Leyenda de Shobu y Xinia
Eclipses de amor y guerra
Antes de que el tiempo aprendiera a contarse,
cuando el cosmos aún era joven y silencioso,
existió un espíritu solar errante.
Shobu,
una chispa viva del Sol,
no era un habitante como los Phyros,
sino una de las entidades primordiales,
un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella.
Viajaba libre,
cruzando reinos de fuego, polvo y vacío,
curioso ante todo aquello que no ardía como él.
Un día, su luz chocó contra una esfera
que no quemaba…
sino que reflejaba.
Había encontrado la Luna.
La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa:
los Elunai, habitantes lunares,
y los misteriosos Espíritus de la Luna,
criaturas antiguas como la noche.
Y entre ellos,
Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento:
Xinia,
espíritu lunar joven,
una raposa de pelaje blanco y brillo azul,
nacida de la calma de la Luna
y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares.
Su luz no quemaba.
Su luz acariciaba.
Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado.
---
El primer lazo entre Sol y Luna
Xinia se acercó sin temor alguno:
ella no conocía el fuego,
solo la quietud luminosa.
Cuando tocaron sus energías —fuego y plata—
el cosmos registró un suceso inédito:
dos espíritus de orígenes contrarios
hicieron armonía.
Su unión fue inmediata,
natural,
destinada.
Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol.
Xinia aceptó, curiosa…
y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos.
---
La ira de Phyros y Elunai
Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol:
Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia:
¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol?
Lo consideraron un sacrilegio.
Los Espíritus del Sol vieron peligro:
“lo que es lunar no debe tocar lo solar”.
Mientras tanto,
Los Elunai (habitantes de la Luna)
se sintieron traicionados:
Shobu había arrebatado a su criatura más pura.
Y los Espíritus de la Luna,
orgullosos y fríos,
declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios.
Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares—
tejieron un destino cruel:
un sello eterno
que impedía que lo solar tocara lo lunar
y que lo lunar tocara lo solar.
Los mundos quedaron separados
por la fuerza del miedo.
Y Shobu y Xinia quedaron separados
por la fuerza del amor.
---
El Primer Eclipse
Pero el amor, cuando es verdadero,
rompe incluso las órdenes de los dioses.
La Luna pasó frente al Sol.
El Sol abrazó a la Luna por la espalda.
Y en esa alineación perfecta,
por primera vez en la historia del cielo,
nació un camino imposible:
un puente de fuego y plata,
creado no por magia solar ni lunar,
sino
por la súplica unida
de dos espíritus que se negaban a olvidarse.
Xinia cruzó.
Shobu cruzó.
Y se encontraron en medio del eclipse,
en un territorio que no era del Sol ni de la Luna,
sino del amor prohibido.
Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas.
Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos.
---
Los eclipses de amor y guerra
Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse
había roto sus prohibiciones,
nació la primera guerra entre sus pueblos.
No una guerra de ejércitos,
sino una guerra de pensamiento:
unos defendiendo la unión,
otros exigiendo separación eterna.
Desde entonces,
cada eclipse repite la historia:
cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes;
cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos.
Los eclipses son puentes.
Los eclipses son cicatrices.
Y en el corazón de cada uno
late todavía el juramento de Shobu y Xinia,
el primer amor entre fuego y plata.
Al caer la segunda noche, la vuelvo a ver...
Selin: Déjame que te cuente...
La Leyenda de Shobu y Xinia
Eclipses de amor y guerra
Antes de que el tiempo aprendiera a contarse,
cuando el cosmos aún era joven y silencioso,
existió un espíritu solar errante.
Shobu,
una chispa viva del Sol,
no era un habitante como los Phyros,
sino una de las entidades primordiales,
un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella.
Viajaba libre,
cruzando reinos de fuego, polvo y vacío,
curioso ante todo aquello que no ardía como él.
Un día, su luz chocó contra una esfera
que no quemaba…
sino que reflejaba.
Había encontrado la Luna.
La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa:
los Elunai, habitantes lunares,
y los misteriosos Espíritus de la Luna,
criaturas antiguas como la noche.
Y entre ellos,
Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento:
Xinia,
espíritu lunar joven,
una raposa de pelaje blanco y brillo azul,
nacida de la calma de la Luna
y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares.
Su luz no quemaba.
Su luz acariciaba.
Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado.
---
El primer lazo entre Sol y Luna
Xinia se acercó sin temor alguno:
ella no conocía el fuego,
solo la quietud luminosa.
Cuando tocaron sus energías —fuego y plata—
el cosmos registró un suceso inédito:
dos espíritus de orígenes contrarios
hicieron armonía.
Su unión fue inmediata,
natural,
destinada.
Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol.
Xinia aceptó, curiosa…
y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos.
---
La ira de Phyros y Elunai
Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol:
Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia:
¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol?
Lo consideraron un sacrilegio.
Los Espíritus del Sol vieron peligro:
“lo que es lunar no debe tocar lo solar”.
Mientras tanto,
Los Elunai (habitantes de la Luna)
se sintieron traicionados:
Shobu había arrebatado a su criatura más pura.
Y los Espíritus de la Luna,
orgullosos y fríos,
declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios.
Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares—
tejieron un destino cruel:
un sello eterno
que impedía que lo solar tocara lo lunar
y que lo lunar tocara lo solar.
Los mundos quedaron separados
por la fuerza del miedo.
Y Shobu y Xinia quedaron separados
por la fuerza del amor.
---
El Primer Eclipse
Pero el amor, cuando es verdadero,
rompe incluso las órdenes de los dioses.
La Luna pasó frente al Sol.
El Sol abrazó a la Luna por la espalda.
Y en esa alineación perfecta,
por primera vez en la historia del cielo,
nació un camino imposible:
un puente de fuego y plata,
creado no por magia solar ni lunar,
sino
por la súplica unida
de dos espíritus que se negaban a olvidarse.
Xinia cruzó.
Shobu cruzó.
Y se encontraron en medio del eclipse,
en un territorio que no era del Sol ni de la Luna,
sino del amor prohibido.
Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas.
Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos.
---
Los eclipses de amor y guerra
Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse
había roto sus prohibiciones,
nació la primera guerra entre sus pueblos.
No una guerra de ejércitos,
sino una guerra de pensamiento:
unos defendiendo la unión,
otros exigiendo separación eterna.
Desde entonces,
cada eclipse repite la historia:
cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes;
cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos.
Los eclipses son puentes.
Los eclipses son cicatrices.
Y en el corazón de cada uno
late todavía el juramento de Shobu y Xinia,
el primer amor entre fuego y plata.
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Al caer la segunda noche, la vuelvo a ver...
Selin: Déjame que te cuente...
La Leyenda de Shobu y Xinia
Eclipses de amor y guerra
Antes de que el tiempo aprendiera a contarse,
cuando el cosmos aún era joven y silencioso,
existió un espíritu solar errante.
Shobu,
una chispa viva del Sol,
no era un habitante como los Phyros,
sino una de las entidades primordiales,
un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella.
Viajaba libre,
cruzando reinos de fuego, polvo y vacío,
curioso ante todo aquello que no ardía como él.
Un día, su luz chocó contra una esfera
que no quemaba…
sino que reflejaba.
Había encontrado la Luna.
La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa:
los Elunai, habitantes lunares,
y los misteriosos Espíritus de la Luna,
criaturas antiguas como la noche.
Y entre ellos,
Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento:
Xinia,
espíritu lunar joven,
una raposa de pelaje blanco y brillo azul,
nacida de la calma de la Luna
y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares.
Su luz no quemaba.
Su luz acariciaba.
Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado.
---
El primer lazo entre Sol y Luna
Xinia se acercó sin temor alguno:
ella no conocía el fuego,
solo la quietud luminosa.
Cuando tocaron sus energías —fuego y plata—
el cosmos registró un suceso inédito:
dos espíritus de orígenes contrarios
hicieron armonía.
Su unión fue inmediata,
natural,
destinada.
Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol.
Xinia aceptó, curiosa…
y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos.
---
La ira de Phyros y Elunai
Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol:
Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia:
¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol?
Lo consideraron un sacrilegio.
Los Espíritus del Sol vieron peligro:
“lo que es lunar no debe tocar lo solar”.
Mientras tanto,
Los Elunai (habitantes de la Luna)
se sintieron traicionados:
Shobu había arrebatado a su criatura más pura.
Y los Espíritus de la Luna,
orgullosos y fríos,
declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios.
Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares—
tejieron un destino cruel:
un sello eterno
que impedía que lo solar tocara lo lunar
y que lo lunar tocara lo solar.
Los mundos quedaron separados
por la fuerza del miedo.
Y Shobu y Xinia quedaron separados
por la fuerza del amor.
---
El Primer Eclipse
Pero el amor, cuando es verdadero,
rompe incluso las órdenes de los dioses.
La Luna pasó frente al Sol.
El Sol abrazó a la Luna por la espalda.
Y en esa alineación perfecta,
por primera vez en la historia del cielo,
nació un camino imposible:
un puente de fuego y plata,
creado no por magia solar ni lunar,
sino
por la súplica unida
de dos espíritus que se negaban a olvidarse.
Xinia cruzó.
Shobu cruzó.
Y se encontraron en medio del eclipse,
en un territorio que no era del Sol ni de la Luna,
sino del amor prohibido.
Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas.
Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos.
---
Los eclipses de amor y guerra
Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse
había roto sus prohibiciones,
nació la primera guerra entre sus pueblos.
No una guerra de ejércitos,
sino una guerra de pensamiento:
unos defendiendo la unión,
otros exigiendo separación eterna.
Desde entonces,
cada eclipse repite la historia:
cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes;
cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos.
Los eclipses son puentes.
Los eclipses son cicatrices.
Y en el corazón de cada uno
late todavía el juramento de Shobu y Xinia,
el primer amor entre fuego y plata.
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
Al caer la segunda noche, la vuelvo a ver...
Selin: Déjame que te cuente...
La Leyenda de Shobu y Xinia
Eclipses de amor y guerra
Antes de que el tiempo aprendiera a contarse,
cuando el cosmos aún era joven y silencioso,
existió un espíritu solar errante.
Shobu,
una chispa viva del Sol,
no era un habitante como los Phyros,
sino una de las entidades primordiales,
un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella.
Viajaba libre,
cruzando reinos de fuego, polvo y vacío,
curioso ante todo aquello que no ardía como él.
Un día, su luz chocó contra una esfera
que no quemaba…
sino que reflejaba.
Había encontrado la Luna.
La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa:
los Elunai, habitantes lunares,
y los misteriosos Espíritus de la Luna,
criaturas antiguas como la noche.
Y entre ellos,
Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento:
Xinia,
espíritu lunar joven,
una raposa de pelaje blanco y brillo azul,
nacida de la calma de la Luna
y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares.
Su luz no quemaba.
Su luz acariciaba.
Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado.
---
El primer lazo entre Sol y Luna
Xinia se acercó sin temor alguno:
ella no conocía el fuego,
solo la quietud luminosa.
Cuando tocaron sus energías —fuego y plata—
el cosmos registró un suceso inédito:
dos espíritus de orígenes contrarios
hicieron armonía.
Su unión fue inmediata,
natural,
destinada.
Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol.
Xinia aceptó, curiosa…
y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos.
---
La ira de Phyros y Elunai
Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol:
Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia:
¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol?
Lo consideraron un sacrilegio.
Los Espíritus del Sol vieron peligro:
“lo que es lunar no debe tocar lo solar”.
Mientras tanto,
Los Elunai (habitantes de la Luna)
se sintieron traicionados:
Shobu había arrebatado a su criatura más pura.
Y los Espíritus de la Luna,
orgullosos y fríos,
declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios.
Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares—
tejieron un destino cruel:
un sello eterno
que impedía que lo solar tocara lo lunar
y que lo lunar tocara lo solar.
Los mundos quedaron separados
por la fuerza del miedo.
Y Shobu y Xinia quedaron separados
por la fuerza del amor.
---
El Primer Eclipse
Pero el amor, cuando es verdadero,
rompe incluso las órdenes de los dioses.
La Luna pasó frente al Sol.
El Sol abrazó a la Luna por la espalda.
Y en esa alineación perfecta,
por primera vez en la historia del cielo,
nació un camino imposible:
un puente de fuego y plata,
creado no por magia solar ni lunar,
sino
por la súplica unida
de dos espíritus que se negaban a olvidarse.
Xinia cruzó.
Shobu cruzó.
Y se encontraron en medio del eclipse,
en un territorio que no era del Sol ni de la Luna,
sino del amor prohibido.
Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas.
Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos.
---
Los eclipses de amor y guerra
Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse
había roto sus prohibiciones,
nació la primera guerra entre sus pueblos.
No una guerra de ejércitos,
sino una guerra de pensamiento:
unos defendiendo la unión,
otros exigiendo separación eterna.
Desde entonces,
cada eclipse repite la historia:
cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes;
cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos.
Los eclipses son puentes.
Los eclipses son cicatrices.
Y en el corazón de cada uno
late todavía el juramento de Shobu y Xinia,
el primer amor entre fuego y plata.
Al caer la segunda noche, la vuelvo a ver...
Selin: Déjame que te cuente...
La Leyenda de Shobu y Xinia
Eclipses de amor y guerra
Antes de que el tiempo aprendiera a contarse,
cuando el cosmos aún era joven y silencioso,
existió un espíritu solar errante.
Shobu,
una chispa viva del Sol,
no era un habitante como los Phyros,
sino una de las entidades primordiales,
un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella.
Viajaba libre,
cruzando reinos de fuego, polvo y vacío,
curioso ante todo aquello que no ardía como él.
Un día, su luz chocó contra una esfera
que no quemaba…
sino que reflejaba.
Había encontrado la Luna.
La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa:
los Elunai, habitantes lunares,
y los misteriosos Espíritus de la Luna,
criaturas antiguas como la noche.
Y entre ellos,
Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento:
Xinia,
espíritu lunar joven,
una raposa de pelaje blanco y brillo azul,
nacida de la calma de la Luna
y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares.
Su luz no quemaba.
Su luz acariciaba.
Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado.
---
El primer lazo entre Sol y Luna
Xinia se acercó sin temor alguno:
ella no conocía el fuego,
solo la quietud luminosa.
Cuando tocaron sus energías —fuego y plata—
el cosmos registró un suceso inédito:
dos espíritus de orígenes contrarios
hicieron armonía.
Su unión fue inmediata,
natural,
destinada.
Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol.
Xinia aceptó, curiosa…
y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos.
---
La ira de Phyros y Elunai
Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol:
Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia:
¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol?
Lo consideraron un sacrilegio.
Los Espíritus del Sol vieron peligro:
“lo que es lunar no debe tocar lo solar”.
Mientras tanto,
Los Elunai (habitantes de la Luna)
se sintieron traicionados:
Shobu había arrebatado a su criatura más pura.
Y los Espíritus de la Luna,
orgullosos y fríos,
declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios.
Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares—
tejieron un destino cruel:
un sello eterno
que impedía que lo solar tocara lo lunar
y que lo lunar tocara lo solar.
Los mundos quedaron separados
por la fuerza del miedo.
Y Shobu y Xinia quedaron separados
por la fuerza del amor.
---
El Primer Eclipse
Pero el amor, cuando es verdadero,
rompe incluso las órdenes de los dioses.
La Luna pasó frente al Sol.
El Sol abrazó a la Luna por la espalda.
Y en esa alineación perfecta,
por primera vez en la historia del cielo,
nació un camino imposible:
un puente de fuego y plata,
creado no por magia solar ni lunar,
sino
por la súplica unida
de dos espíritus que se negaban a olvidarse.
Xinia cruzó.
Shobu cruzó.
Y se encontraron en medio del eclipse,
en un territorio que no era del Sol ni de la Luna,
sino del amor prohibido.
Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas.
Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos.
---
Los eclipses de amor y guerra
Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse
había roto sus prohibiciones,
nació la primera guerra entre sus pueblos.
No una guerra de ejércitos,
sino una guerra de pensamiento:
unos defendiendo la unión,
otros exigiendo separación eterna.
Desde entonces,
cada eclipse repite la historia:
cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes;
cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos.
Los eclipses son puentes.
Los eclipses son cicatrices.
Y en el corazón de cada uno
late todavía el juramento de Shobu y Xinia,
el primer amor entre fuego y plata.