• //Como siempre digo; los ánimo a unirse al rol en cualquiera de mis publicaciones //

    El templo donde Kazuo vivía, en la medianía del monte Inari, era modesto. Estaba muy bien cuidado, a pesar de que se podía intuir que aquellas estructuras tenían siglos en las betas de su madera.

    En el centro, como si presidiera el lugar, un cerezo centenario acaparaba todo el protagonismo. Era robusto, pocos árboles de aquella clase lucían como aquel. Posiblemente aquel tamaño y magestuosida se debía a la magia que el mismo Kazuo rezumaba por cada poro de su piel. El obtenía poder de la misma tierra, pero a su vez este también se lo otorgaba, como si estos se retroalimentasen mutuamente.

    Kazuo se encontraba reposando en una de aquellas ramas, capaces de soportar su peso con facilidad. Leía relajadamente Manyōshū; una recopilación de poemas japoneses. Los culés trataban temas como el amor, la naturaleza o el paso del tiempo. El zorro, a lo largo de los siglos, se había enriquecido con la buena lectura, aprendido varios idiomas y ampliar sus conocimientos más allá de su propio mundo.

    De pronto un pequeño chasquido de ramas perturbó su lectura. Su oído era muy fino, por lo que pudo escuchar perfectamente como alguna ramita había cedido ante un peso ajeno. Este posó su libro sobre si mismo y giró su rostro en dirección donde había escuchado aquel sonido.

    Al principio no vió nada, tal vez solo se tratase de algún animal que pasaba por allí. Aún así, como zorro proyector de su territorio, se quedó mirando en aquella dirección por algunos largos segundos más.
    //Como siempre digo; los ánimo a unirse al rol en cualquiera de mis publicaciones 😁// El templo donde Kazuo vivía, en la medianía del monte Inari, era modesto. Estaba muy bien cuidado, a pesar de que se podía intuir que aquellas estructuras tenían siglos en las betas de su madera. En el centro, como si presidiera el lugar, un cerezo centenario acaparaba todo el protagonismo. Era robusto, pocos árboles de aquella clase lucían como aquel. Posiblemente aquel tamaño y magestuosida se debía a la magia que el mismo Kazuo rezumaba por cada poro de su piel. El obtenía poder de la misma tierra, pero a su vez este también se lo otorgaba, como si estos se retroalimentasen mutuamente. Kazuo se encontraba reposando en una de aquellas ramas, capaces de soportar su peso con facilidad. Leía relajadamente Manyōshū; una recopilación de poemas japoneses. Los culés trataban temas como el amor, la naturaleza o el paso del tiempo. El zorro, a lo largo de los siglos, se había enriquecido con la buena lectura, aprendido varios idiomas y ampliar sus conocimientos más allá de su propio mundo. De pronto un pequeño chasquido de ramas perturbó su lectura. Su oído era muy fino, por lo que pudo escuchar perfectamente como alguna ramita había cedido ante un peso ajeno. Este posó su libro sobre si mismo y giró su rostro en dirección donde había escuchado aquel sonido. Al principio no vió nada, tal vez solo se tratase de algún animal que pasaba por allí. Aún así, como zorro proyector de su territorio, se quedó mirando en aquella dirección por algunos largos segundos más.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Hay tanto tiempo sin subir nada por aqui, bueno dejemos unas fotitos de mi Malvyna japonesa
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  • —Que patetico,incluso en mi mundo los heroes me dieron mas pelea que estos perdedores con disfraz,hasta me hacen sentir lastima...Nah,no es cierto..

    —El viltrumita de amarillo siguio provocando destrozos y buscando pelea,tal cual le fue indicado,hasta ahora era el unico que estaba en Paises como Corea del sur y del Norte,China,Tailandia,Japon,Vietnam,Singapur,los demas se han centrado en Norteamarica y gran parte de Europa, mejor para el,no quiera verlos ni tener contacto con ellos,todos eran inferiores para el—
    —Que patetico,incluso en mi mundo los heroes me dieron mas pelea que estos perdedores con disfraz,hasta me hacen sentir lastima...Nah,no es cierto.. —El viltrumita de amarillo siguio provocando destrozos y buscando pelea,tal cual le fue indicado,hasta ahora era el unico que estaba en Paises como Corea del sur y del Norte,China,Tailandia,Japon,Vietnam,Singapur,los demas se han centrado en Norteamarica y gran parte de Europa, mejor para el,no quiera verlos ni tener contacto con ellos,todos eran inferiores para el—
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  • https://www.youtube.com/watch?v=8zp2fMmN730

    Difinitivamente stolas seria lolita si viniera de japon jaja ,adoro esta cantante
    https://www.youtube.com/watch?v=8zp2fMmN730 Difinitivamente stolas seria lolita si viniera de japon jaja ,adoro esta cantante
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  • Hola a todos!
    Mi nombre es Yukihiro Aoi.
    Soy Japonés y por eso primero decimos nuestro apellido.
    Pero por favor, no me llamen Yukihiro-san, me hacen sentir como mi papá.

    Por favor dígame Yuki-san.
    Espero llevarme muy bien con todos ustedes ♡
    Si necesitan un guia de turista en Japón, tambien puedo acompañarlos y si les interesa el diseño de moda o a aprender a patinar sobre hielo, están de suerte porque son mis dos profesiones!
    ꒰ঌ(˶ˆᗜˆ˵)໒꒱
    Hola a todos! Mi nombre es Yukihiro Aoi. Soy Japonés y por eso primero decimos nuestro apellido. Pero por favor, no me llamen Yukihiro-san, me hacen sentir como mi papá. Por favor dígame Yuki-san. Espero llevarme muy bien con todos ustedes ♡ Si necesitan un guia de turista en Japón, tambien puedo acompañarlos y si les interesa el diseño de moda o a aprender a patinar sobre hielo, están de suerte porque son mis dos profesiones! ꒰ঌ(˶ˆᗜˆ˵)໒꒱
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  • Un dia un extranjero llegó al bar, armado con su app de traducción y ganas de conocer a los locales.
    La chqrla se extendió, cuando solo estaba el extranjero y Okiko, él no pudo evitar preguntar con ayuda del traductor;

    **And what are you doing for yourself?

    When was the last time that Okiko bought an ice cream?

    When was the last time you saw something that you genuinely liked and purchased? **

    El traductor hizo lo suyo y le hizo saber aquello a la japonesa.
    Y en lugar de responder, Okiko simplemente bajó la cabeza, sabiendo que la respuesta a todas esas preguntas no era otra que... "nunca".

    **You really have a low self-esteem Okiko, I can't believe you've been living around 40 years trying to always blend and fit into a shut-down society. **

    De nuevo, Okiko solo esbozó una suave mueca de sonrisa, creando un silencio incómodo.

    No hubo más, el hombre de habla inglesa, dio las gracias y se retiró, dejando sola a Okiko, sentada en la parte detras de su restaurante, en silencio, sintiéndose rota, herida, porque sabía que era verdad.
    Todos los dias, su madre planchaba su cabello, desde la primaria hasta la preparatoria, todo para no destacar por si inusual cabello más ondulado.

    Cuando se descubrió que tenia talento y sazón para la cocina, cambió al club de arte y cuando ahi también descubrió cierto talento, se cambió al club de astronomía, donde definitivamente era un fracaso.

    Cuando su cuerpo empezó a desarrollarse, también comenzó a usar ropa mas holgada y vendaba su pecho para lucir lo más simple posible.
    Su madre una y otra vez le decía
    "Al clavo salido, siempre hay que martillarlo" y Okiko...creció tanto bajo esa imposición, que ahora le parecia extraño y grosero que tantas personas le pidieran salir de su escondite, cuando alguna persona la llamaba hermosa, Okiko creía que era por lástima o buscar una comisa gratis.
    Cuando adulan su comida, cree que lo hacen por compromiso y cuando le dan las gracias, cree de nuevo que es por culpa.

    Tal vez, algun dia ella aprenderá, que no esta bien guardar todo ese dolor. Tal vez, algun dia el vaso se desborde y sea demasiado tarde.
    Un dia un extranjero llegó al bar, armado con su app de traducción y ganas de conocer a los locales. La chqrla se extendió, cuando solo estaba el extranjero y Okiko, él no pudo evitar preguntar con ayuda del traductor; **And what are you doing for yourself? When was the last time that Okiko bought an ice cream? When was the last time you saw something that you genuinely liked and purchased? ** El traductor hizo lo suyo y le hizo saber aquello a la japonesa. Y en lugar de responder, Okiko simplemente bajó la cabeza, sabiendo que la respuesta a todas esas preguntas no era otra que... "nunca". **You really have a low self-esteem Okiko, I can't believe you've been living around 40 years trying to always blend and fit into a shut-down society. ** De nuevo, Okiko solo esbozó una suave mueca de sonrisa, creando un silencio incómodo. No hubo más, el hombre de habla inglesa, dio las gracias y se retiró, dejando sola a Okiko, sentada en la parte detras de su restaurante, en silencio, sintiéndose rota, herida, porque sabía que era verdad. Todos los dias, su madre planchaba su cabello, desde la primaria hasta la preparatoria, todo para no destacar por si inusual cabello más ondulado. Cuando se descubrió que tenia talento y sazón para la cocina, cambió al club de arte y cuando ahi también descubrió cierto talento, se cambió al club de astronomía, donde definitivamente era un fracaso. Cuando su cuerpo empezó a desarrollarse, también comenzó a usar ropa mas holgada y vendaba su pecho para lucir lo más simple posible. Su madre una y otra vez le decía "Al clavo salido, siempre hay que martillarlo" y Okiko...creció tanto bajo esa imposición, que ahora le parecia extraño y grosero que tantas personas le pidieran salir de su escondite, cuando alguna persona la llamaba hermosa, Okiko creía que era por lástima o buscar una comisa gratis. Cuando adulan su comida, cree que lo hacen por compromiso y cuando le dan las gracias, cree de nuevo que es por culpa. Tal vez, algun dia ella aprenderá, que no esta bien guardar todo ese dolor. Tal vez, algun dia el vaso se desborde y sea demasiado tarde.
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  • Matsunaga Okiko (松永 沖子)

    Edad: 42 años
    Estatura: 1.55 m
    Cabello: Negro azabache, ondulado, largo hasta la mitad de la espalda. Siempre recogido.
    Ojos: Negros como tinta, serenos y profundos. Su mirada evoca nostalgia por una época a la que se le tienr añoranza.
    Vestimenta: Tradicional, yukata, kimono o vestidos bastante conservadores.

    Apariencia y Estilo:
    Okiko viste con ropas tradicionales japonesas, generalmente kimonos de algodón en tonos suaves o apagados: añil, gris, verde musgo. Siempre impecable, pero sin adornos innecesarios. Su andar es silencioso, descalza en su restaurante, como si flotara entre las mesas. No lleva perfume, pero huele a arroz recién cocido, a miso y a flores de campo.


    Personalidad: Es una mujer de la era moderna con el alma de la era Edo.
    Es extremadamente callada, pero su silencio nunca incomoda… al contrario, da paz. Habla con gestos, con acciones pequeñas: una toalla húmeda y cálida para limpiar tus manos, una taza que aparece sin que la pidas, una manta cuando te ve temblar, una servilleta doblada con esmero al lado de tus lágrimas.

    Okiko es una figura maternal universal, aunque nunca haya tenido hijos propios. Cada cliente es su hijo adoptivo sin saberlo. Se nota en cómo los observa, cómo recuerda qué le duele a cada uno sin que se lo digan.

    No alza la voz. No sermonea. Pero su presencia impone una calma tan profunda que hasta el más ruidoso guarda silencio cuando ella entra.


    Historia personal:
    Nació en una pequeña aldea de montaña, donde la pérdida y la responsabilidad llegaron temprano. Su madre murió joven, y Okiko fue hermana, hija y madre para los demás. Nunca se casó. Nunca lo necesitó. Dicen que tuvo un gran amor, pero lo enterró en su corazón sin palabras.

    Se trasladó a Tokio en silencio y abrió un restaurante pequeño, de esos que solo se encuentran si los necesitas. Y si los necesitas, ella ya lo sabe.


    》Dueña del Restaurante
    "Yoru no Haha"
    (La Madre de la Noche):

    Solo abre de noche, entre la medianoche y cierra a las 6:45 a.m.
    El restaurante no tiene cartel. Las personas que entran son almas en búsqueda: de consuelo, de hogar, de alguien que no los juzgue.

    Sus recetas son humildes, casi siempre platos de la infancia japonesa: sopa de miso con arroz, nikujaga, tamagoyaki, pescado a la parrilla. Pero cada bocado es como una caricia al alma. No cocina para impresionar… cocina para sanar.

    A veces, simplemente un gesto leve… una taza empujada suavemente hacia ti, como diciendo “te entiendo, no hables aún.”
    Matsunaga Okiko (松永 沖子) Edad: 42 años Estatura: 1.55 m Cabello: Negro azabache, ondulado, largo hasta la mitad de la espalda. Siempre recogido. Ojos: Negros como tinta, serenos y profundos. Su mirada evoca nostalgia por una época a la que se le tienr añoranza. Vestimenta: Tradicional, yukata, kimono o vestidos bastante conservadores. Apariencia y Estilo: Okiko viste con ropas tradicionales japonesas, generalmente kimonos de algodón en tonos suaves o apagados: añil, gris, verde musgo. Siempre impecable, pero sin adornos innecesarios. Su andar es silencioso, descalza en su restaurante, como si flotara entre las mesas. No lleva perfume, pero huele a arroz recién cocido, a miso y a flores de campo. Personalidad: Es una mujer de la era moderna con el alma de la era Edo. Es extremadamente callada, pero su silencio nunca incomoda… al contrario, da paz. Habla con gestos, con acciones pequeñas: una toalla húmeda y cálida para limpiar tus manos, una taza que aparece sin que la pidas, una manta cuando te ve temblar, una servilleta doblada con esmero al lado de tus lágrimas. Okiko es una figura maternal universal, aunque nunca haya tenido hijos propios. Cada cliente es su hijo adoptivo sin saberlo. Se nota en cómo los observa, cómo recuerda qué le duele a cada uno sin que se lo digan. No alza la voz. No sermonea. Pero su presencia impone una calma tan profunda que hasta el más ruidoso guarda silencio cuando ella entra. Historia personal: Nació en una pequeña aldea de montaña, donde la pérdida y la responsabilidad llegaron temprano. Su madre murió joven, y Okiko fue hermana, hija y madre para los demás. Nunca se casó. Nunca lo necesitó. Dicen que tuvo un gran amor, pero lo enterró en su corazón sin palabras. Se trasladó a Tokio en silencio y abrió un restaurante pequeño, de esos que solo se encuentran si los necesitas. Y si los necesitas, ella ya lo sabe. 》Dueña del Restaurante "Yoru no Haha" (La Madre de la Noche): Solo abre de noche, entre la medianoche y cierra a las 6:45 a.m. El restaurante no tiene cartel. Las personas que entran son almas en búsqueda: de consuelo, de hogar, de alguien que no los juzgue. Sus recetas son humildes, casi siempre platos de la infancia japonesa: sopa de miso con arroz, nikujaga, tamagoyaki, pescado a la parrilla. Pero cada bocado es como una caricia al alma. No cocina para impresionar… cocina para sanar. A veces, simplemente un gesto leve… una taza empujada suavemente hacia ti, como diciendo “te entiendo, no hables aún.”
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    -va a salir con un bate a madrear todo whole cake -

    Pudding loca de mierda

    Nmmn qué tienen los japoneses contra los rubios? No es ni medio normal lo que está sufriendo Sanji
    -va a salir con un bate a madrear todo whole cake - Pudding loca de mierda :STK-18: Nmmn qué tienen los japoneses contra los rubios? No es ni medio normal lo que está sufriendo Sanji
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    ¿Qué tienen los japoneses contra los rubios? Siempre tienen las historias más heavys
    ¿Qué tienen los japoneses contra los rubios? Siempre tienen las historias más heavys :STK-31:
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  • El dojo principal estaba más ruidoso de lo normal. Sin la presencia de Takeru, sus ayudantes intentaban mantener el orden, guiando a los alumnos en sus entrenamientos, resolviendo dudas y asegurándose de que todo siguiera funcionando. Para algunos, era la primera vez que tenían que manejarlo sin la supervisión de su estricto pero confiable mentor.

    Mientras tanto, en una habitación apartada del dojo, Takeru dormía profundamente. Su cuerpo, agotado después de días de esfuerzo y de la brutal paliza que había recibido, simplemente había cedido al descanso. Ni el ruido del dojo ni el bullicio de la mañana lograban sacarlo de su sueño profundo.

    Junto a él, un pequeño gato descansaba, acurrucado contra su costado, su respiración acompasada con la de su dueño. La luz del mediodía entraba por la ventana, iluminando la habitación con un resplandor cálido.

    Entonces, con un susurro en japonés, Takeru comenzó a despertar.

    (十分な休息だ… 起きないと… クソッ…)

    Parpadeó lentamente, sintiendo el peso del cansancio aún en su cuerpo, pero su mente ya estaba clara. Sus músculos protestaban cuando intentó incorporarse, pero ignoró la sensación. Miró al gato, que lo observaba con desinterés antes de estirarse y volver a dormirse.

    Takeru soltó un resoplido y se pasó una mano por el rostro.

    —¿Hasta los gatos tienen más disciplina que yo ahora?

    Con un suspiro, se levantó. Era hora de volver al trabajo.
    El dojo principal estaba más ruidoso de lo normal. Sin la presencia de Takeru, sus ayudantes intentaban mantener el orden, guiando a los alumnos en sus entrenamientos, resolviendo dudas y asegurándose de que todo siguiera funcionando. Para algunos, era la primera vez que tenían que manejarlo sin la supervisión de su estricto pero confiable mentor. Mientras tanto, en una habitación apartada del dojo, Takeru dormía profundamente. Su cuerpo, agotado después de días de esfuerzo y de la brutal paliza que había recibido, simplemente había cedido al descanso. Ni el ruido del dojo ni el bullicio de la mañana lograban sacarlo de su sueño profundo. Junto a él, un pequeño gato descansaba, acurrucado contra su costado, su respiración acompasada con la de su dueño. La luz del mediodía entraba por la ventana, iluminando la habitación con un resplandor cálido. Entonces, con un susurro en japonés, Takeru comenzó a despertar. (十分な休息だ… 起きないと… クソッ…) Parpadeó lentamente, sintiendo el peso del cansancio aún en su cuerpo, pero su mente ya estaba clara. Sus músculos protestaban cuando intentó incorporarse, pero ignoró la sensación. Miró al gato, que lo observaba con desinterés antes de estirarse y volver a dormirse. Takeru soltó un resoplido y se pasó una mano por el rostro. —¿Hasta los gatos tienen más disciplina que yo ahora? Con un suspiro, se levantó. Era hora de volver al trabajo.
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