Takeru se apoyó en el marco de la ventana, observando la ciudad iluminada mientras giraba una taza de café en su mano. Era curioso cómo el tiempo cambiaba las cosas. Hace años, su cuerpo era una máquina de combate, afinado para soportar y devolver cada golpe sin dudar. Pero después de aquella última pelea… todo había cambiado.
Los médicos habían sido claros: "No puedes volver a pelear, ni ahora ni nunca." En aquel entonces, esas palabras le pesaron como una sentencia. Su cuerpo había quedado tan destrozado que incluso moverse con normalidad era una batalla diaria. Pero con el tiempo, con paciencia y terquedad, se recuperó. Ahora podía entrenar, podía hacer sparring con sus alumnos, incluso podía intercambiar golpes si la situación lo requería… pero jamás al nivel de los combates que solía tener.
Y lo aceptaba.
Dejó escapar una risa baja, tomando un sorbo de su café.
—Supongo que ya no tengo edad para esas locuras… —murmuró con una sonrisa, con ese tono despreocupado que usaba para evitar dramatismos.
Ya no era el mismo peleador de antes, pero tampoco lo necesitaba. Su dojo, sus alumnos, su nueva vida… todo eso tenía su propio valor. Claro, todavía le picaban las manos cuando veía un buen combate, pero en lugar de frustrarse, simplemente lo tomaba con humor.
Porque al final del día, seguía siendo Takeru Arakawa. Peleara o no, eso nunca iba a cambiar.
Takeru se apoyó en el marco de la ventana, observando la ciudad iluminada mientras giraba una taza de café en su mano. Era curioso cómo el tiempo cambiaba las cosas. Hace años, su cuerpo era una máquina de combate, afinado para soportar y devolver cada golpe sin dudar. Pero después de aquella última pelea… todo había cambiado.
Los médicos habían sido claros: "No puedes volver a pelear, ni ahora ni nunca." En aquel entonces, esas palabras le pesaron como una sentencia. Su cuerpo había quedado tan destrozado que incluso moverse con normalidad era una batalla diaria. Pero con el tiempo, con paciencia y terquedad, se recuperó. Ahora podía entrenar, podía hacer sparring con sus alumnos, incluso podía intercambiar golpes si la situación lo requería… pero jamás al nivel de los combates que solía tener.
Y lo aceptaba.
Dejó escapar una risa baja, tomando un sorbo de su café.
—Supongo que ya no tengo edad para esas locuras… —murmuró con una sonrisa, con ese tono despreocupado que usaba para evitar dramatismos.
Ya no era el mismo peleador de antes, pero tampoco lo necesitaba. Su dojo, sus alumnos, su nueva vida… todo eso tenía su propio valor. Claro, todavía le picaban las manos cuando veía un buen combate, pero en lugar de frustrarse, simplemente lo tomaba con humor.
Porque al final del día, seguía siendo Takeru Arakawa. Peleara o no, eso nunca iba a cambiar.