El serafín se despertó. Los rayos del sol se filtraban a través de la ventana, proyectando la sombra de unas plantas.
Parpadeó varias veces, enfocando su vista. La cabeza le daba vueltas, incluso tenía ganas de vomitar. Se incorporó despacio, rascándose la cabeza, sus cabellos rubios desordenados, algo impropio de él.
Este entró en pánico al mirar de un lado a otro. No reconocía el lugar. Todo estaba limpio, ordenado al milímetro. De pronto se fijó en la mesilla de noche. Ahí había un vaso de agua, con algo dulce y una naranja. Al lado, una nota.
Este tomó el papel y en ese momento se dio cuenta de que no llevaba puestos sus guantes. En ese momento comenzó a tener pequeños flashbacks sobre la noche anterior. Apenas imágenes sueltas. Se palpó el cuello, notando quemazón allí donde su cuerpo había sido profanado. Le dio asco, tanto que no pudo evitar que sus ojos se vieran inundados en lágrimas.
En tonces lo recordó...~ Eunwoo Kim ....~.
Se dispuso a leer la carta con una velocidad con la que desconocía que podía hacerlo. Dejó la carta a un lado y, aún con el cuerpo entumecido, salió de la cama. No conocía la casa, pero tenía que dar con él, saber que estaba bien, que no le hubiese robado ni un solo segundo de vida.
Elorien se sujetaba a cada marco de puerta, a cada pared a su alcance, para no caer al suelo. Se encontraba tan débil que sus piernas eran incapaces de sostener su peso al completo. Hasta que, al fin, localizó al joven Eunwoo.
Dormía en el sofá, con una serenidad imperturbable. Elorien se acercó, sin hacer ruido. Se sentó en el suelo junto al mueble donde el coreano dormía. Era tan hermoso... El ángel apoyó su cabeza sobre el sofá, quedando su rostro justo en frente del de Eunwoo. Se quedó ahí, mirándolo en silencio durante unos largos segundos, admirando una belleza que era casi irreal. Le gustaba su lunar, lo hacía aún más único, y ese pensamiento le hizo dibujar una tonta sonrisa.
Elorien elevó su mano, y con sumo cuidado, sin tocar lo más mínimo su piel, apartó algunos de sus cabellos de la frente del pelinegro. Eran suaves y olían igual de bien que el resto de él. Quizás verlo así, mientras dormía, tan vulnerable, parecía un acto que solo un acosador o psicópata haría. Pero le daba igual, quería que el tiempo se congelara en aquel instante, hacer lo efímero eterno.
Eunwoo lo había ido a buscar. A pesar de no conocerlo apenas, arriesgó su vida para rescatarlo. Tenía miedo de que despertara, de que le preguntara por qué aquel desgraciado había muerto de forma tan fulminante, y que al saber la verdad ya no quisiera que volviesen a verse nunca más.
Parpadeó varias veces, enfocando su vista. La cabeza le daba vueltas, incluso tenía ganas de vomitar. Se incorporó despacio, rascándose la cabeza, sus cabellos rubios desordenados, algo impropio de él.
Este entró en pánico al mirar de un lado a otro. No reconocía el lugar. Todo estaba limpio, ordenado al milímetro. De pronto se fijó en la mesilla de noche. Ahí había un vaso de agua, con algo dulce y una naranja. Al lado, una nota.
Este tomó el papel y en ese momento se dio cuenta de que no llevaba puestos sus guantes. En ese momento comenzó a tener pequeños flashbacks sobre la noche anterior. Apenas imágenes sueltas. Se palpó el cuello, notando quemazón allí donde su cuerpo había sido profanado. Le dio asco, tanto que no pudo evitar que sus ojos se vieran inundados en lágrimas.
En tonces lo recordó...~ Eunwoo Kim ....~.
Se dispuso a leer la carta con una velocidad con la que desconocía que podía hacerlo. Dejó la carta a un lado y, aún con el cuerpo entumecido, salió de la cama. No conocía la casa, pero tenía que dar con él, saber que estaba bien, que no le hubiese robado ni un solo segundo de vida.
Elorien se sujetaba a cada marco de puerta, a cada pared a su alcance, para no caer al suelo. Se encontraba tan débil que sus piernas eran incapaces de sostener su peso al completo. Hasta que, al fin, localizó al joven Eunwoo.
Dormía en el sofá, con una serenidad imperturbable. Elorien se acercó, sin hacer ruido. Se sentó en el suelo junto al mueble donde el coreano dormía. Era tan hermoso... El ángel apoyó su cabeza sobre el sofá, quedando su rostro justo en frente del de Eunwoo. Se quedó ahí, mirándolo en silencio durante unos largos segundos, admirando una belleza que era casi irreal. Le gustaba su lunar, lo hacía aún más único, y ese pensamiento le hizo dibujar una tonta sonrisa.
Elorien elevó su mano, y con sumo cuidado, sin tocar lo más mínimo su piel, apartó algunos de sus cabellos de la frente del pelinegro. Eran suaves y olían igual de bien que el resto de él. Quizás verlo así, mientras dormía, tan vulnerable, parecía un acto que solo un acosador o psicópata haría. Pero le daba igual, quería que el tiempo se congelara en aquel instante, hacer lo efímero eterno.
Eunwoo lo había ido a buscar. A pesar de no conocerlo apenas, arriesgó su vida para rescatarlo. Tenía miedo de que despertara, de que le preguntara por qué aquel desgraciado había muerto de forma tan fulminante, y que al saber la verdad ya no quisiera que volviesen a verse nunca más.
El serafín se despertó. Los rayos del sol se filtraban a través de la ventana, proyectando la sombra de unas plantas.
Parpadeó varias veces, enfocando su vista. La cabeza le daba vueltas, incluso tenía ganas de vomitar. Se incorporó despacio, rascándose la cabeza, sus cabellos rubios desordenados, algo impropio de él.
Este entró en pánico al mirar de un lado a otro. No reconocía el lugar. Todo estaba limpio, ordenado al milímetro. De pronto se fijó en la mesilla de noche. Ahí había un vaso de agua, con algo dulce y una naranja. Al lado, una nota.
Este tomó el papel y en ese momento se dio cuenta de que no llevaba puestos sus guantes. En ese momento comenzó a tener pequeños flashbacks sobre la noche anterior. Apenas imágenes sueltas. Se palpó el cuello, notando quemazón allí donde su cuerpo había sido profanado. Le dio asco, tanto que no pudo evitar que sus ojos se vieran inundados en lágrimas.
En tonces lo recordó...~ [whisper_scarlet_hawk_977] ....~.
Se dispuso a leer la carta con una velocidad con la que desconocía que podía hacerlo. Dejó la carta a un lado y, aún con el cuerpo entumecido, salió de la cama. No conocía la casa, pero tenía que dar con él, saber que estaba bien, que no le hubiese robado ni un solo segundo de vida.
Elorien se sujetaba a cada marco de puerta, a cada pared a su alcance, para no caer al suelo. Se encontraba tan débil que sus piernas eran incapaces de sostener su peso al completo. Hasta que, al fin, localizó al joven Eunwoo.
Dormía en el sofá, con una serenidad imperturbable. Elorien se acercó, sin hacer ruido. Se sentó en el suelo junto al mueble donde el coreano dormía. Era tan hermoso... El ángel apoyó su cabeza sobre el sofá, quedando su rostro justo en frente del de Eunwoo. Se quedó ahí, mirándolo en silencio durante unos largos segundos, admirando una belleza que era casi irreal. Le gustaba su lunar, lo hacía aún más único, y ese pensamiento le hizo dibujar una tonta sonrisa.
Elorien elevó su mano, y con sumo cuidado, sin tocar lo más mínimo su piel, apartó algunos de sus cabellos de la frente del pelinegro. Eran suaves y olían igual de bien que el resto de él. Quizás verlo así, mientras dormía, tan vulnerable, parecía un acto que solo un acosador o psicópata haría. Pero le daba igual, quería que el tiempo se congelara en aquel instante, hacer lo efímero eterno.
Eunwoo lo había ido a buscar. A pesar de no conocerlo apenas, arriesgó su vida para rescatarlo. Tenía miedo de que despertara, de que le preguntara por qué aquel desgraciado había muerto de forma tan fulminante, y que al saber la verdad ya no quisiera que volviesen a verse nunca más.