• No le dije nada.
    Ni una palabra, ni una señal, ni siquiera una mirada distinta. A él no se le anuncian las cosas. Se le hacen.

    Empecé tarde, cuando la casa ya estaba en silencio y el frío se sentía más honesto que durante el día. No necesitaba compañía. Esto no era para compartir, era para preparar. Para sostener algo que todavía no existe, pero que va a estar ahí cuando llegue el momento.
    El bowl quedó frente a mí, pesado, manchado de chocolate desde el primer movimiento. No seguí una receta exacta. Nunca lo hago. Hay cosas que se miden distinto. El chocolate tenía que ser oscuro, intenso, sin concesiones. Nada liviano, nada infantil. No es un cumpleaños cualquiera y él no es cualquier hombre. Mientras mezclaba, pensé en todo lo que no se celebra cuando se vive como él vive. En los años que no se cuentan. En el peso que se carga sin mostrar. En cómo la oscuridad puede ser hogar si uno aprende a habitarla en vez de huirle. Y en como por fin sentía a mi padre cerca, así que era un gesto aun mas mayor.

    No estaba cocinando por costumbre.
    Estaba construyendo algo.

    Cada vuelta del batidor era lenta, firme. No había apuro. Las velas proyectaban sombras irregulares sobre la mesa y, por un momento, la mezcla pareció respirar. Me gustó eso. Me recordó que las cosas bien hechas siempre tienen algo de vida propia.

    No pensé en el festejo. No pensé en los invitados. Pensé en él, en mi padre y como merece cada cosa en este mundo. En su silencio, en su presencia, en todo lo que sostiene incluso cuando nadie lo está mirando.

    Cuando terminé, dejé el batidor a un lado y observé el resultado sonreí estaba realmente quedando perfecto, digno de la celebración que se venia.

    No le dije nada. Ni una palabra, ni una señal, ni siquiera una mirada distinta. A él no se le anuncian las cosas. Se le hacen. Empecé tarde, cuando la casa ya estaba en silencio y el frío se sentía más honesto que durante el día. No necesitaba compañía. Esto no era para compartir, era para preparar. Para sostener algo que todavía no existe, pero que va a estar ahí cuando llegue el momento. El bowl quedó frente a mí, pesado, manchado de chocolate desde el primer movimiento. No seguí una receta exacta. Nunca lo hago. Hay cosas que se miden distinto. El chocolate tenía que ser oscuro, intenso, sin concesiones. Nada liviano, nada infantil. No es un cumpleaños cualquiera y él no es cualquier hombre. Mientras mezclaba, pensé en todo lo que no se celebra cuando se vive como él vive. En los años que no se cuentan. En el peso que se carga sin mostrar. En cómo la oscuridad puede ser hogar si uno aprende a habitarla en vez de huirle. Y en como por fin sentía a mi padre cerca, así que era un gesto aun mas mayor. No estaba cocinando por costumbre. Estaba construyendo algo. Cada vuelta del batidor era lenta, firme. No había apuro. Las velas proyectaban sombras irregulares sobre la mesa y, por un momento, la mezcla pareció respirar. Me gustó eso. Me recordó que las cosas bien hechas siempre tienen algo de vida propia. No pensé en el festejo. No pensé en los invitados. Pensé en él, en mi padre y como merece cada cosa en este mundo. En su silencio, en su presencia, en todo lo que sostiene incluso cuando nadie lo está mirando. Cuando terminé, dejé el batidor a un lado y observé el resultado sonreí estaba realmente quedando perfecto, digno de la celebración que se venia.
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  • — Estas fechas pueden ser muy lindas y llenas de alegría, pero también, para quienes están solos, algo melancólicas. Si te sientes triste, necesitas que alguien te escuche, y mi compañía te sirve al menos para arrancarte una pequeña sonrisa, estaría encantada de pasar un momento contigo. —
    — Estas fechas pueden ser muy lindas y llenas de alegría, pero también, para quienes están solos, algo melancólicas. Si te sientes triste, necesitas que alguien te escuche, y mi compañía te sirve al menos para arrancarte una pequeña sonrisa, estaría encantada de pasar un momento contigo. —
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  • Me gusta hacer galletas, mucha gente dicen que están quemadas pero que se ven bien, que recomiendan?
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  • This can be our secret… if you want.
    Fandom Game Of Thrones
    Categoría Romance
    STARTER PARA 𝚂𝙰𝙽𝙳𝙾𝚁 𝙲𝙻𝙴𝙶𝙰𝙽𝙴

    Aquella noche, tras temer durante horas soñar con el hombre que la mantenía en vilo, resultó soñar con el único que había conseguido calmarla. No solo a ella, sino a su dolor. Aquel que la había atormentado, que la había hecho sangrar en la bañera, que había conseguido que incluso él, el hombre más tosco de aquel lugar, arrugara el ceño.

    Aquella noche, Serenna soñó con Sandor.
    Pero no fue un sueño apacible, ni agradable. Fue uno de aquellos que te despiertan en mitad de la noche con la frente perlada.

    Las preocupaciones de la noche anterior la habían llevado hasta allí, hasta aquel recóndito lugar de su mente en el que se proyectaron sus miedos. Su temor a haber perdido el poco acercamiento que había tenido con su protector.

    El miedo de haberle asustado, de haberse sobrepasado, tal vez. El miedo a… perder lo único que le quedaba en aquel castillo y, probablemente, en aquel mundo.

    Lord Tywin Lannister parecía no sentir ni un mínimo resquicio de cariño, la mantenía aún en su encierro como un castigo que parecía eterno.

    Ella por supuesto, no sabía que Sandor le explicaba cada noche cómo había sido el día. Que el León sabía perfectamente cómo estaba, lo que hacía, y cómo seguía.

    Y tal vez por eso, su preocupación había pasado de estar en él a estar en Sandor Clegane: El Perro. Su guardián. Su sombra.

    ------------------------------------------------------

    Se había despertado aquella mañana, agitada, con el dolor aún retumbando en su vientre. No había olvidado la noche anterior, y la pesadilla hizo que fuese por ello imposible. Sandor todavía no estaba ahí, no había llegado aún. Pero sí las doncellas, quien la ayudaron a vestirse. La peinaron, la acicalaron y le colocaron el vestido.

    La puerta sonó, pero esta vez no fue Sandor quien aguardaba tras ella, sino Jaime Lannister.

    Vestido con su armadura dorada, aunque sin el casco, su cabello rubio caía desordenado sobre sus hombros.
    Jaime entró sin pedir permiso, mirando rápidamente a Serenna.

    —Parece que la princesa Velaryon —dijo, con su evidente tono irónico—, ha sobrevivido a otra luna. ¿Lista para un paseo matutino, mi lady? —Hizo un gesto exagerado con la mano, invitándola a seguirlo.

    Ella lo contempló ceñuda, sin esperarse encontrarle a él, menos aún, que le preguntara cómo estaba. O pareciera estar haciéndolo

    Las doncellas se apartaron rápidamente, inclinando la cabeza a modo de reverencia.

    —¿Paseo? —preguntó ella—. Ya bien sabéis ser Jaime, que no puedo salir de este lugar.

    Él se encogió de hombros.

    —No quiero estropearos la sorpresa. Digamos que es… un asunto familiar —Hizo una pausa, cruzando los brazos. Avanzó un paso más hacia ella, extendiendo la mano—. Después de vos… Mi Lady.

    “Un asunto familiar”. Aquello hizo que sus alarmas se dispararan.

    Serenna asomó la cabeza hacia la puerta, buscando la figura de Sandor.
    No tardó en ver parte de su armadura, aguardando fuera. Soltó despacio el aire y asintió. Las doncellas se apartaron, y Jaime la acompañó a la salida.

    Ahí estaba Sandor, de pie, sin siquiera mirarla.
    Ella esperó a que lo hiciera, pero parecía que la presencia de Jaime Lannister provocó que lo que la poca cercanía que hubo entre ellos dejara de existir.

    Jaime la tomó por el brazo y ella se negó a dejar de mirar a Sandor, como si esperara que él en cualquier momento fuese a devolverle la mirada. Un: ¿no venís conmigo? ¿Por qué no venís conmigo?...

    No fue sino hasta que ella por poco tropezó con sus propios pies que miró al frente y dejó de esperar, que Sandor la miró, y en sus labios se dibujó un gesto de hastío, incluso de asco.

    ¿Fue por ella? ¿Fue por Jaime?...

    La guio por los pasillos de la Fortaleza Roja.
    El camino los llevó a través de patios internos y escaleras empinadas, hasta llegar a la Torre de la Mano.
    La estructura irguiéndose imponente, casi como una forma de representar el poder que Tywin Lannister ejercía sobre el reino.

    Los guardias de capas carmesíes flanqueaban la entrada, apartándose sin articular palabra ante la llegada de Jaime.

    Serenna sintió cómo algo se agitaba en su interior. Después de todo aquel tiempo volvería a verle.
    Y lo cierto es que no estaba segura de… querer hacerlo.

    O eso pensó hasta que entró, y lo vio. En el centro, sentado tras el escritorio macizo.

    Al verlos entrar, levantó la vista con deliberada lentitud, como si su tiempo fuera un recurso precioso que no malgastaba en saludos innecesarios.

    —Padre —dijo Jaime, soltando el brazo de Serenna—. Os traigo a Lady Velaryon, como ordenasteis.

    Tywin hizo un gesto casi imperceptible con la mano, despidiendo a su hijo. Jaime arqueó una ceja, pero no protestó; sonrió amargamente antes de girarse y salir.

    Tywin ni siquiera la miró, continuó escribiendo en el pergamino hasta que creyó suficiente el hacerla temblar. Entonces, la observó durante un largo momento, evaluándola, sabiendo que aquello la estaba poniendo demasiado nerviosa. Podía verlo en su mirada, en sus ojos, en su cuerpo… Debilidad, flaqueza. Su labio se arqueó un instante.

    Suficiente para que ella lo viera, y su corazón se resquebrajara un instante.

    —Has languidecido lo suficiente en tu jaula. He decidido poner fin a tu aislamiento.

    Ella contuvo el aliento.

    —Te permitiré vagar por la Fortaleza Roja y sus jardines, siempre bajo vigilancia.
    Y ahora, lo soltó de golpe. “Bajo vigilancia” Aquello significaba que Él seguiría a su lado.
    El alivio inicial se entremezcló con la cautela; nada con Tywin Lannister era tan simple. Se inclinó ligeramente, manteniendo la compostura. O al menos, intentándolo.

    —My lord... os agradezco vuestra clemencia.

    Él asintió.

    —¿Significa eso que...?

    Entonces él la interrumpió, con un gesto seco, levantándose de su asiento. Caminó alrededor del escritorio, deteniéndose a unos pasos de ella, su estatura imponente y su mirada perforante, dispararon su pulso. Al parcer, nada había cambiado…

    —No lo confundas… Hay una condición… El mar te está vetado. No pisarás los muelles, no olerás la brisa salada.

    En cierto punto de la conversación, Serenna se despegó de la realidad, se marchó lejos, al pensamiento de Sandor, como si de algún modo, algo la estuviera obligando a volver ahí, al sueño.

    Entonces, la voz de Tywin la hizo volver en sí.

    —¿He sido lo suficientemente claro?

    Serenna sintió el nudo en la garganta. El mar lo era todo para ella, pero sabía que aquello era más de lo que podía pedir. Le había levantado el castigo y aquello ya era demasiado.
    Casi podía escuchar a Cersei quejarse, diciéndole que era una mala decisión, que debería ser tan duro como lo fue con ellos.

    Asintió lentamente, bajando la vista.

    —Sí, mi lord. Lo entiendo.

    Tywin regresó a su asiento, como si el asunto estuviera zanjado, pero su voz
    —Bien... El Perro seguirá siendo tu sombra, vigilando cada uno de tus pasos. No se lo pongas más difícil. Créeme… no quieres enfadarlo.

    Ella tragó saliva y asintió una vez más.
    Y es cierto que no supo cómo actuar. Se quedó paralizada, como si aquella situación fuese extraña, como si… fuese diferente a todas las demás.

    ¿De verdad a él le importaba tan poco como estaba demostrando?

    Aquello hizo que su ceño se frunciera, que su mirada descendiera al suelo y que deseara marcharse de allí cuanto antes. Así que, y sin su permiso, Serenna asintió a modo de despedida, hizo una reverencia y se dio la vuelta, dispuesta a marcharse.
    Pero entonces, su voz la detuvo.

    —No recuerdo haberte dicho que pudieras irte.

    Serenna se quedó inmóvil.

    Tywin se levantó despacio. Caminó hacia ella, deteniéndose lo suficientemente cerca para que el calor de su cuerpo la envolviera, para que su aliento rozara apenas su nuca, evidenciando así que estaba tras ella.

    Ésta se giró lentamente, enfrentándole. Tragó saliva, el pulso acelerándosele en el cuello visiblemente.

    —No... no era mi intención desafiaros, My Lord —susurró ella. Su cuerpo traicionándola al inclinarse apenas hacia atrás.

    Tywin no dijo nada, tan solo la miró, analizándola en silencio. Aquellos ojos azules, penetrantes, se aguzaban mientras la escudriñaban. Su ceño fruncido, su ceja arqueada. Y ahí estaba… aquella expresión tan suya… Esa que utilizaba cuando diseccionaba a las personas, cuando evaluaba cada detalle. Y oh… en ella pudo ver mucho… Demasiado.

    El temblor sutil en sus hombros, el modo en que su pecho subía y bajaba con la respiración entrecortada, el pulso visible en su cuello…

    Avanzó un paso más, y luego otro, acorralándola. Su altura imponente obligándola a retroceder instintivamente hasta que su espalda rozó la piedra fría.

    Serenna levantó la vista hacia él, sus labios entreabriéndose por un deseo incontrolable.

    Intentó mantener la compostura, apretando los muslos con disimulo, mordiéndose el interior de la mejilla para no dejar escapar un suspiro, pero el calor de su proximidad la traicionaba, haciendo que su cuerpo respondiera con un pulso insistente entre sus piernas, un anhelo que rogaba no ser visto.

    Tywin se detuvo entonces, tan cerca que podía sentir el calor de su aliento en su rostro, sus ojos clavados en los de ella, notando cada matiz: el rubor que subía a sus mejillas, el leve temblor de sus labios, el deseo que emanaba de ella.

    Su mandíbula se tensó fugazmente, un atisbo de aquella debilidad que solo ella provocaba en él, pero lo contuvo, como siempre.

    Casi como si solo hubiera querido comprobar eso: que ella aún lo deseaba, que su atracción por él no se había extinguido, que seguía siendo capaz de encender ese fuego en ella con solo su presencia.

    Satisfecho, o al menos, aparentándolo, dio un paso atrás, rompiendo la tensión, dejándola con las ganas.

    —Que no se vuelva a repetir —advirtió, volviendo a su escritorio, sentándose como si nada hubiera pasado.

    Serenna asintió, temblorosa, saliendo de la torre con el cuerpo aún latiendo por el encuentro, el deseo no saciado quemándole por dentro.

    Confundida, volvió a sus aposentos, aunque allí ya no tuviese que estar. No por obligación, al menos.

    Cuando llegó, Sandor la esperaba, de nuevo con la mirada al frente, sin mirarla. Ella, desilusionada y con el reciente encuentro de Tywin, decidió no continuar presionándole. No volvió a mirarle, no esperó respuesta, tan solo entró en la habitación, se encerró y se echó a llorar. La espalda contra la puerta, el cuerpo encogido, sus brazos rodeándose.

    Le deseaba, le quería. Aún a pesar de todo lo que le había hecho. Aún a pesar de que le hubiera prohibido aquello que más quería.
    El mar.

    ------------------------------------------------------


    Una semana más tarde, cuando todo pareció asentarse, Tywin anunció su marcha.
    Debía viajar unos días para unos asuntos importantes. Sandor, como ya había aclarado, se quedaría con Serenna, cuidando de ella, y protegiéndola. Como había sido hasta ahora.

    La relación del Perro y la “princesa” había sido diferente aquellos días. Ella parecía haber aceptado que no volvería a repetirse lo que había sucedido en su encierro. Él era su protector, y nada más.
    Y es que, la joven Velaryon no podía permitirse perderle.

    Aquel día Sandor la acompañaba en lo alto del castillo. El mar se extendía bajo ellos. El cabello de la joven se mecía suavemente. El perfume de su piel llegaba hasta él, inundándolo.

    Entonces, ella se giró, y buscó su mirada.

    —Ser Clegane…

    Insistió en llamarlo así. A veces, eso hacía que él reaccionara, que… pareciera humano, que… pareciera el mismo hombre de aquellos días.

    STARTER PARA [THEH0UND] Aquella noche, tras temer durante horas soñar con el hombre que la mantenía en vilo, resultó soñar con el único que había conseguido calmarla. No solo a ella, sino a su dolor. Aquel que la había atormentado, que la había hecho sangrar en la bañera, que había conseguido que incluso él, el hombre más tosco de aquel lugar, arrugara el ceño. Aquella noche, Serenna soñó con Sandor. Pero no fue un sueño apacible, ni agradable. Fue uno de aquellos que te despiertan en mitad de la noche con la frente perlada. Las preocupaciones de la noche anterior la habían llevado hasta allí, hasta aquel recóndito lugar de su mente en el que se proyectaron sus miedos. Su temor a haber perdido el poco acercamiento que había tenido con su protector. El miedo de haberle asustado, de haberse sobrepasado, tal vez. El miedo a… perder lo único que le quedaba en aquel castillo y, probablemente, en aquel mundo. Lord Tywin Lannister parecía no sentir ni un mínimo resquicio de cariño, la mantenía aún en su encierro como un castigo que parecía eterno. Ella por supuesto, no sabía que Sandor le explicaba cada noche cómo había sido el día. Que el León sabía perfectamente cómo estaba, lo que hacía, y cómo seguía. Y tal vez por eso, su preocupación había pasado de estar en él a estar en Sandor Clegane: El Perro. Su guardián. Su sombra. ------------------------------------------------------ Se había despertado aquella mañana, agitada, con el dolor aún retumbando en su vientre. No había olvidado la noche anterior, y la pesadilla hizo que fuese por ello imposible. Sandor todavía no estaba ahí, no había llegado aún. Pero sí las doncellas, quien la ayudaron a vestirse. La peinaron, la acicalaron y le colocaron el vestido. La puerta sonó, pero esta vez no fue Sandor quien aguardaba tras ella, sino Jaime Lannister. Vestido con su armadura dorada, aunque sin el casco, su cabello rubio caía desordenado sobre sus hombros. Jaime entró sin pedir permiso, mirando rápidamente a Serenna. —Parece que la princesa Velaryon —dijo, con su evidente tono irónico—, ha sobrevivido a otra luna. ¿Lista para un paseo matutino, mi lady? —Hizo un gesto exagerado con la mano, invitándola a seguirlo. Ella lo contempló ceñuda, sin esperarse encontrarle a él, menos aún, que le preguntara cómo estaba. O pareciera estar haciéndolo Las doncellas se apartaron rápidamente, inclinando la cabeza a modo de reverencia. —¿Paseo? —preguntó ella—. Ya bien sabéis ser Jaime, que no puedo salir de este lugar. Él se encogió de hombros. —No quiero estropearos la sorpresa. Digamos que es… un asunto familiar —Hizo una pausa, cruzando los brazos. Avanzó un paso más hacia ella, extendiendo la mano—. Después de vos… Mi Lady. “Un asunto familiar”. Aquello hizo que sus alarmas se dispararan. Serenna asomó la cabeza hacia la puerta, buscando la figura de Sandor. No tardó en ver parte de su armadura, aguardando fuera. Soltó despacio el aire y asintió. Las doncellas se apartaron, y Jaime la acompañó a la salida. Ahí estaba Sandor, de pie, sin siquiera mirarla. Ella esperó a que lo hiciera, pero parecía que la presencia de Jaime Lannister provocó que lo que la poca cercanía que hubo entre ellos dejara de existir. Jaime la tomó por el brazo y ella se negó a dejar de mirar a Sandor, como si esperara que él en cualquier momento fuese a devolverle la mirada. Un: ¿no venís conmigo? ¿Por qué no venís conmigo?... No fue sino hasta que ella por poco tropezó con sus propios pies que miró al frente y dejó de esperar, que Sandor la miró, y en sus labios se dibujó un gesto de hastío, incluso de asco. ¿Fue por ella? ¿Fue por Jaime?... La guio por los pasillos de la Fortaleza Roja. El camino los llevó a través de patios internos y escaleras empinadas, hasta llegar a la Torre de la Mano. La estructura irguiéndose imponente, casi como una forma de representar el poder que Tywin Lannister ejercía sobre el reino. Los guardias de capas carmesíes flanqueaban la entrada, apartándose sin articular palabra ante la llegada de Jaime. Serenna sintió cómo algo se agitaba en su interior. Después de todo aquel tiempo volvería a verle. Y lo cierto es que no estaba segura de… querer hacerlo. O eso pensó hasta que entró, y lo vio. En el centro, sentado tras el escritorio macizo. Al verlos entrar, levantó la vista con deliberada lentitud, como si su tiempo fuera un recurso precioso que no malgastaba en saludos innecesarios. —Padre —dijo Jaime, soltando el brazo de Serenna—. Os traigo a Lady Velaryon, como ordenasteis. Tywin hizo un gesto casi imperceptible con la mano, despidiendo a su hijo. Jaime arqueó una ceja, pero no protestó; sonrió amargamente antes de girarse y salir. Tywin ni siquiera la miró, continuó escribiendo en el pergamino hasta que creyó suficiente el hacerla temblar. Entonces, la observó durante un largo momento, evaluándola, sabiendo que aquello la estaba poniendo demasiado nerviosa. Podía verlo en su mirada, en sus ojos, en su cuerpo… Debilidad, flaqueza. Su labio se arqueó un instante. Suficiente para que ella lo viera, y su corazón se resquebrajara un instante. —Has languidecido lo suficiente en tu jaula. He decidido poner fin a tu aislamiento. Ella contuvo el aliento. —Te permitiré vagar por la Fortaleza Roja y sus jardines, siempre bajo vigilancia. Y ahora, lo soltó de golpe. “Bajo vigilancia” Aquello significaba que Él seguiría a su lado. El alivio inicial se entremezcló con la cautela; nada con Tywin Lannister era tan simple. Se inclinó ligeramente, manteniendo la compostura. O al menos, intentándolo. —My lord... os agradezco vuestra clemencia. Él asintió. —¿Significa eso que...? Entonces él la interrumpió, con un gesto seco, levantándose de su asiento. Caminó alrededor del escritorio, deteniéndose a unos pasos de ella, su estatura imponente y su mirada perforante, dispararon su pulso. Al parcer, nada había cambiado… —No lo confundas… Hay una condición… El mar te está vetado. No pisarás los muelles, no olerás la brisa salada. En cierto punto de la conversación, Serenna se despegó de la realidad, se marchó lejos, al pensamiento de Sandor, como si de algún modo, algo la estuviera obligando a volver ahí, al sueño. Entonces, la voz de Tywin la hizo volver en sí. —¿He sido lo suficientemente claro? Serenna sintió el nudo en la garganta. El mar lo era todo para ella, pero sabía que aquello era más de lo que podía pedir. Le había levantado el castigo y aquello ya era demasiado. Casi podía escuchar a Cersei quejarse, diciéndole que era una mala decisión, que debería ser tan duro como lo fue con ellos. Asintió lentamente, bajando la vista. —Sí, mi lord. Lo entiendo. Tywin regresó a su asiento, como si el asunto estuviera zanjado, pero su voz —Bien... El Perro seguirá siendo tu sombra, vigilando cada uno de tus pasos. No se lo pongas más difícil. Créeme… no quieres enfadarlo. Ella tragó saliva y asintió una vez más. Y es cierto que no supo cómo actuar. Se quedó paralizada, como si aquella situación fuese extraña, como si… fuese diferente a todas las demás. ¿De verdad a él le importaba tan poco como estaba demostrando? Aquello hizo que su ceño se frunciera, que su mirada descendiera al suelo y que deseara marcharse de allí cuanto antes. Así que, y sin su permiso, Serenna asintió a modo de despedida, hizo una reverencia y se dio la vuelta, dispuesta a marcharse. Pero entonces, su voz la detuvo. —No recuerdo haberte dicho que pudieras irte. Serenna se quedó inmóvil. Tywin se levantó despacio. Caminó hacia ella, deteniéndose lo suficientemente cerca para que el calor de su cuerpo la envolviera, para que su aliento rozara apenas su nuca, evidenciando así que estaba tras ella. Ésta se giró lentamente, enfrentándole. Tragó saliva, el pulso acelerándosele en el cuello visiblemente. —No... no era mi intención desafiaros, My Lord —susurró ella. Su cuerpo traicionándola al inclinarse apenas hacia atrás. Tywin no dijo nada, tan solo la miró, analizándola en silencio. Aquellos ojos azules, penetrantes, se aguzaban mientras la escudriñaban. Su ceño fruncido, su ceja arqueada. Y ahí estaba… aquella expresión tan suya… Esa que utilizaba cuando diseccionaba a las personas, cuando evaluaba cada detalle. Y oh… en ella pudo ver mucho… Demasiado. El temblor sutil en sus hombros, el modo en que su pecho subía y bajaba con la respiración entrecortada, el pulso visible en su cuello… Avanzó un paso más, y luego otro, acorralándola. Su altura imponente obligándola a retroceder instintivamente hasta que su espalda rozó la piedra fría. Serenna levantó la vista hacia él, sus labios entreabriéndose por un deseo incontrolable. Intentó mantener la compostura, apretando los muslos con disimulo, mordiéndose el interior de la mejilla para no dejar escapar un suspiro, pero el calor de su proximidad la traicionaba, haciendo que su cuerpo respondiera con un pulso insistente entre sus piernas, un anhelo que rogaba no ser visto. Tywin se detuvo entonces, tan cerca que podía sentir el calor de su aliento en su rostro, sus ojos clavados en los de ella, notando cada matiz: el rubor que subía a sus mejillas, el leve temblor de sus labios, el deseo que emanaba de ella. Su mandíbula se tensó fugazmente, un atisbo de aquella debilidad que solo ella provocaba en él, pero lo contuvo, como siempre. Casi como si solo hubiera querido comprobar eso: que ella aún lo deseaba, que su atracción por él no se había extinguido, que seguía siendo capaz de encender ese fuego en ella con solo su presencia. Satisfecho, o al menos, aparentándolo, dio un paso atrás, rompiendo la tensión, dejándola con las ganas. —Que no se vuelva a repetir —advirtió, volviendo a su escritorio, sentándose como si nada hubiera pasado. Serenna asintió, temblorosa, saliendo de la torre con el cuerpo aún latiendo por el encuentro, el deseo no saciado quemándole por dentro. Confundida, volvió a sus aposentos, aunque allí ya no tuviese que estar. No por obligación, al menos. Cuando llegó, Sandor la esperaba, de nuevo con la mirada al frente, sin mirarla. Ella, desilusionada y con el reciente encuentro de Tywin, decidió no continuar presionándole. No volvió a mirarle, no esperó respuesta, tan solo entró en la habitación, se encerró y se echó a llorar. La espalda contra la puerta, el cuerpo encogido, sus brazos rodeándose. Le deseaba, le quería. Aún a pesar de todo lo que le había hecho. Aún a pesar de que le hubiera prohibido aquello que más quería. El mar. ------------------------------------------------------ Una semana más tarde, cuando todo pareció asentarse, Tywin anunció su marcha. Debía viajar unos días para unos asuntos importantes. Sandor, como ya había aclarado, se quedaría con Serenna, cuidando de ella, y protegiéndola. Como había sido hasta ahora. La relación del Perro y la “princesa” había sido diferente aquellos días. Ella parecía haber aceptado que no volvería a repetirse lo que había sucedido en su encierro. Él era su protector, y nada más. Y es que, la joven Velaryon no podía permitirse perderle. Aquel día Sandor la acompañaba en lo alto del castillo. El mar se extendía bajo ellos. El cabello de la joven se mecía suavemente. El perfume de su piel llegaba hasta él, inundándolo. Entonces, ella se giró, y buscó su mirada. —Ser Clegane… Insistió en llamarlo así. A veces, eso hacía que él reaccionara, que… pareciera humano, que… pareciera el mismo hombre de aquellos días.
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    Grupal
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  • — ¿Ya compraron sus regalos para estás navidades? Les recuerdo que mi tienda de antigüedades tiene horario extendido estás fiestas. Algunos merecen más que un suéter feo... merecen una pieza de colección con una historia más interesante que las de tu tío borracho en Nochebuena. ¡Visitenme! Aceptamos efectivo, almas inquietas y secretos bien guardados, hehehe ~
    — ¿Ya compraron sus regalos para estás navidades? Les recuerdo que mi tienda de antigüedades tiene horario extendido estás fiestas. Algunos merecen más que un suéter feo... merecen una pieza de colección con una historia más interesante que las de tu tío borracho en Nochebuena. ¡Visitenme! Aceptamos efectivo, almas inquietas y secretos bien guardados, hehehe ~
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  • Lucien, un elfo guardián de la luz y Capitán de la guardia luminosa de Etheria. Se detuvo a observar la resplandeciente luz lunar que descendía del cielo nocturno para iluminar toda sombra a su paso, no siendo timida, pero sí atrevida. Iluminó su persona y su juventud eterna resaltó entre todas las plantas mágicas que resplandecían a su alrededor.

    — Es hermosa.

    Sus pies descalzos se mojaron al ser sumergidos en el agua cristalina, estaba fría, pero refrescante. Había llegado a ese lugar sin su escolta, ya que siempre lo cuidaban y seguían. Pero el bosque era tan tranquilo. Cerró sus ojos y se permitió relajar su guardia un segundo para disfrutar de la calidez del silencio y soledad.


    #elfo #libre
    Lucien, un elfo guardián de la luz y Capitán de la guardia luminosa de Etheria. Se detuvo a observar la resplandeciente luz lunar que descendía del cielo nocturno para iluminar toda sombra a su paso, no siendo timida, pero sí atrevida. Iluminó su persona y su juventud eterna resaltó entre todas las plantas mágicas que resplandecían a su alrededor. — Es hermosa. Sus pies descalzos se mojaron al ser sumergidos en el agua cristalina, estaba fría, pero refrescante. Había llegado a ese lugar sin su escolta, ya que siempre lo cuidaban y seguían. Pero el bosque era tan tranquilo. Cerró sus ojos y se permitió relajar su guardia un segundo para disfrutar de la calidez del silencio y soledad. #elfo #libre
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  • 𝓛a paloma llegó como siempre; estaba sellado con el emblema de la corte de alruna. Esta vez no querían información, era una citacion directa, buscaban explicaciones de su parte.

    𝓗abía atacado a uno de los suyos, al punto de dejarlo disecado por completo, inservible incluso para los rituales de la corte. La provocación no figuraba en la carta. Nunca figuraba.

    ⎯⎯⎯ 𝘚𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 𝘦𝘭 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘰 𝘵𝘦𝘢𝘵𝘳𝘰... 𝘜𝘯𝘰 𝘮𝘦𝘯𝘰𝘴 𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘤𝘦 𝘭𝘢 𝘥𝘪𝘧𝘦𝘳𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢.
    𝓛a paloma llegó como siempre; estaba sellado con el emblema de la corte de alruna. Esta vez no querían información, era una citacion directa, buscaban explicaciones de su parte. 𝓗abía atacado a uno de los suyos, al punto de dejarlo disecado por completo, inservible incluso para los rituales de la corte. La provocación no figuraba en la carta. Nunca figuraba. ⎯⎯⎯ 𝘚𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 𝘦𝘭 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘰 𝘵𝘦𝘢𝘵𝘳𝘰... 𝘜𝘯𝘰 𝘮𝘦𝘯𝘰𝘴 𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘤𝘦 𝘭𝘢 𝘥𝘪𝘧𝘦𝘳𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢.
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  • *Grabándose el anuncio desde mi despacho estando de pie apoyado en mi bastón teniendo a un hatbot pequeño a mi derecha mientras otro venía con una bandeja para servirme una copa*

    - ¡Bienvenidos horribles criaturas!

    *Puse el bastón para hacer caer al hatbot que traía la bandeja cayéndose al suelo pudiéndose ver bastante dolorido*

    ¿Están sus secuaces tan cansados que su torpeza natural se ha incrementado el doble? *levantando la cabeza del hatbot con el bastón desde la barbilla para luego soltarlo haciendo que caiga de nuevo* ¿acaso se atreven a pedirles vacaciones? *este casi levantado asintió rápidamente* ¡Pues… tienen suerte! Por primera vez en la historia pueden mandarlo… *Con un chasquido de dedos una trampilla se abrió para dejarlo caer y la cámara cambio viéndose a este con dos maletas en frente de un resort* ¡Al Black Hat Resort para secuaces inútiles! Nuestro personal altamente capacitado se encargará de todas sus necesidades.

    *Dos hatbots más grandes le llevaron las maletas no sin antes uno de ellos machacar al pequeño volviéndolo una maleta para transportarlo a su habitación*

    ¡Disfrutaran de la vista en nuestras lujosas habitaciones!

    *En la habitación se vería al hatbot encima de una cama doble junto con cuadros de mi alrededor donde los ojos se giraron para mirarle y acto seguido una trampilla en la cama se abrió dejándolo caer mandándolo por un “tobogán”*

    ¡Se divertirán en nuestras emocionantes atracciones!

    *El tobogán lo había mandado a una piscina contaminada por radiación donde una anguila eléctrica y un tiburón le atacaron*

    ¡O bailaran hasta morir gozando de la vida nocturna!

    *En otra escena donde estaba en una discoteca rayos laser le dispararon haciendo que se mueva bailando volviéndolo a lanzar por una trampilla*

    ¡Y se relajaran en nuestro Spa con un masaje gentil~!

    *En esta escena se vería al hatbot atado a una cama de masaje donde seria aplastado por una gran prensa hidráulica, al “despertar” se vería atado en otro lugar con muchos más secuaces y al Dr Flug revisándolos*

    ¡Disfrutaran junto con miles de otros invitados~!

    En Black Hat Resort les garantizamos… que nunca se querrán IR. *la trampilla que estaba abierta desde un inicio se vio a ese mismo hatbot intentando salir arañando el suelo hasta que lo empuje con la planta del pie para hacerlo volver*
    *Grabándose el anuncio desde mi despacho estando de pie apoyado en mi bastón teniendo a un hatbot pequeño a mi derecha mientras otro venía con una bandeja para servirme una copa* - ¡Bienvenidos horribles criaturas! *Puse el bastón para hacer caer al hatbot que traía la bandeja cayéndose al suelo pudiéndose ver bastante dolorido* ¿Están sus secuaces tan cansados que su torpeza natural se ha incrementado el doble? *levantando la cabeza del hatbot con el bastón desde la barbilla para luego soltarlo haciendo que caiga de nuevo* ¿acaso se atreven a pedirles vacaciones? *este casi levantado asintió rápidamente* ¡Pues… tienen suerte! Por primera vez en la historia pueden mandarlo… *Con un chasquido de dedos una trampilla se abrió para dejarlo caer y la cámara cambio viéndose a este con dos maletas en frente de un resort* ¡Al Black Hat Resort para secuaces inútiles! Nuestro personal altamente capacitado se encargará de todas sus necesidades. *Dos hatbots más grandes le llevaron las maletas no sin antes uno de ellos machacar al pequeño volviéndolo una maleta para transportarlo a su habitación* ¡Disfrutaran de la vista en nuestras lujosas habitaciones! *En la habitación se vería al hatbot encima de una cama doble junto con cuadros de mi alrededor donde los ojos se giraron para mirarle y acto seguido una trampilla en la cama se abrió dejándolo caer mandándolo por un “tobogán”* ¡Se divertirán en nuestras emocionantes atracciones! *El tobogán lo había mandado a una piscina contaminada por radiación donde una anguila eléctrica y un tiburón le atacaron* ¡O bailaran hasta morir gozando de la vida nocturna! *En otra escena donde estaba en una discoteca rayos laser le dispararon haciendo que se mueva bailando volviéndolo a lanzar por una trampilla* ¡Y se relajaran en nuestro Spa con un masaje gentil~! *En esta escena se vería al hatbot atado a una cama de masaje donde seria aplastado por una gran prensa hidráulica, al “despertar” se vería atado en otro lugar con muchos más secuaces y al Dr Flug revisándolos* ¡Disfrutaran junto con miles de otros invitados~! En Black Hat Resort les garantizamos… que nunca se querrán IR. *la trampilla que estaba abierta desde un inicio se vio a ese mismo hatbot intentando salir arañando el suelo hasta que lo empuje con la planta del pie para hacerlo volver*
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  • ♱‧ ⋅ ˚
    —He visto la forma en la que interactúas conmigo, me pregunto hasta dónde te gustaría llegar.

    Si tanto te atraigo, ¿por qué no terminas de acercarte? Yo no muerdo... tan duro.

    Ya yo hice lo que me correspondía.
    ♱‧🍒 ⋅ ˚ —He visto la forma en la que interactúas conmigo, me pregunto hasta dónde te gustaría llegar. Si tanto te atraigo, ¿por qué no terminas de acercarte? Yo no muerdo... tan duro. Ya yo hice lo que me correspondía.
    Me encocora
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  • Podía sentir como el frío mordía la punta de mi nariz mientras caminaba lentamente adentrandome entre las hileras de pinos con las manos hundidas en los bolsillos de mi abrigo.

    Suspiré dejando que el aroma verde y resinoso me llenara los pulmones, siempre había sentido algo reconfortante en este lugar: árboles reales, tierra húmeda, risas lejanas y el aroma del chocolate caliente invadiendo el aire como si me invitará secretamente a romper mis propias prohibiciones sobre el azúcar… Si, podía sentir una normalidad casi sagrada que hacía que mi corazón se llenará de calidez a pesar de que por fuera el frío estaba dejando rojas mis mejillas.

    Anoche, mientras la ciudad dormía, la nieve había aprovechado para jugar una travesura a aquellos que saldríamos al día siguiente. Silenciosa y generosa lo había cubierto todo y ahora el pasto era apenas un recuerdo bajo ese manto blanco que crujía suavemente bajo mis botas.

    Cada paso dejaba una huella que pronto desaparecería como si el lugar se resistiera a ser marcado y aún así aquí estaba yo, desafiando al viento helado con el cuerpo delgado envuelto en capas -y capas- de ropa como si eso pudiera protegerme de morir congelado. Negué con la cabeza sintiendo mi cabello despeinarse ligeramente y a pesar de todo me sentía extrañamente en paz.

    Había venido solo, decidido a cortar mi propio pino por primera vez, más por el ritual que por la tradición por qué si, los brujos también celebrabamos estás fechas. Un poco diferentes claro y con otros nombres pero el Solsticio de invierno -O Yule- no era una fiesta que pasara desapercibida para los de mi tipo.

    Fue entonces cuando lo sentí.
    Ese cosquilleo familiar en la nuca, leve pero inconfundible, como si algo hubiera despertado sin que yo lo llamara. Me detuve frente a un pino en particular, uno que parecía distinto sin una razón clara.
    Incliné la cabeza hacia atras observándolo en silencio, preguntándome si estaba a punto de elegir un árbol o si de alguna manera, había sido yo el elegido.

    Solo entonces pude notar lo alto que era. El pino se alzaba por encima de mí sin esfuerzo, sus ramas cubiertas de nieve parecían observarme con una paciencia burlona como si supiera que había ganado está batalla contra mi.

    Fruncí ligeramente el ceño, evaluándolo, y no pude evitar soltar una pequeña exhalación entre divertida y resignada. Vale, quizá había sido demasiado optimista viniendo solo.

    Saqué el teléfono del bolsillo, sopesándolo en la mano, mientras volvía a mirar el pino… ¿Llamar a alguien me hacía ver débil? Bueno ¿Que más da? De todos modos estaría poniéndome en vergüenza si intentaba cortar este pino y el maldito se me venía encima.

    Mi mirada volvió a dirigirse al teléfono entre mis manos preguntándome si ese era el momento de pedir ayuda...
    Sin pensarlo más y con un mohin en los labios escribí un rápido mensaje de auxilio con la dirección del lugar y esperé pacientemente frente al árbol.

    —Tu vendrás conmigo... —Sentencie con voz decidida al mismo tiempo que mis manos buscaban refugio en los bolsillos de mi abrigo.
    Thomas Dankworth
    Podía sentir como el frío mordía la punta de mi nariz mientras caminaba lentamente adentrandome entre las hileras de pinos con las manos hundidas en los bolsillos de mi abrigo. Suspiré dejando que el aroma verde y resinoso me llenara los pulmones, siempre había sentido algo reconfortante en este lugar: árboles reales, tierra húmeda, risas lejanas y el aroma del chocolate caliente invadiendo el aire como si me invitará secretamente a romper mis propias prohibiciones sobre el azúcar… Si, podía sentir una normalidad casi sagrada que hacía que mi corazón se llenará de calidez a pesar de que por fuera el frío estaba dejando rojas mis mejillas. Anoche, mientras la ciudad dormía, la nieve había aprovechado para jugar una travesura a aquellos que saldríamos al día siguiente. Silenciosa y generosa lo había cubierto todo y ahora el pasto era apenas un recuerdo bajo ese manto blanco que crujía suavemente bajo mis botas. Cada paso dejaba una huella que pronto desaparecería como si el lugar se resistiera a ser marcado y aún así aquí estaba yo, desafiando al viento helado con el cuerpo delgado envuelto en capas -y capas- de ropa como si eso pudiera protegerme de morir congelado. Negué con la cabeza sintiendo mi cabello despeinarse ligeramente y a pesar de todo me sentía extrañamente en paz. Había venido solo, decidido a cortar mi propio pino por primera vez, más por el ritual que por la tradición por qué si, los brujos también celebrabamos estás fechas. Un poco diferentes claro y con otros nombres pero el Solsticio de invierno -O Yule- no era una fiesta que pasara desapercibida para los de mi tipo. Fue entonces cuando lo sentí. Ese cosquilleo familiar en la nuca, leve pero inconfundible, como si algo hubiera despertado sin que yo lo llamara. Me detuve frente a un pino en particular, uno que parecía distinto sin una razón clara. Incliné la cabeza hacia atras observándolo en silencio, preguntándome si estaba a punto de elegir un árbol o si de alguna manera, había sido yo el elegido. Solo entonces pude notar lo alto que era. El pino se alzaba por encima de mí sin esfuerzo, sus ramas cubiertas de nieve parecían observarme con una paciencia burlona como si supiera que había ganado está batalla contra mi. Fruncí ligeramente el ceño, evaluándolo, y no pude evitar soltar una pequeña exhalación entre divertida y resignada. Vale, quizá había sido demasiado optimista viniendo solo. Saqué el teléfono del bolsillo, sopesándolo en la mano, mientras volvía a mirar el pino… ¿Llamar a alguien me hacía ver débil? Bueno ¿Que más da? De todos modos estaría poniéndome en vergüenza si intentaba cortar este pino y el maldito se me venía encima. Mi mirada volvió a dirigirse al teléfono entre mis manos preguntándome si ese era el momento de pedir ayuda... Sin pensarlo más y con un mohin en los labios escribí un rápido mensaje de auxilio con la dirección del lugar y esperé pacientemente frente al árbol. —Tu vendrás conmigo... —Sentencie con voz decidida al mismo tiempo que mis manos buscaban refugio en los bolsillos de mi abrigo. [zephyr_gray_magpie_670]
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