Había respondido una llamada aquella noche, lo sacaron prácticamente de las sábanas blancas de ese hotel en las afueras del Barrio Francés donde solía quedarse para no tener que hacerlo en la casa Du Lac, que no había pisado desde hace cien años. Con la pereza que lo caracterizaba, arrastró los pies hasta la recepción, como odiaba que no supieran manejar a una simple rata que no hacía más que generar problemas, pero como era la costumbre quien tenía que terminar el trabajo era él. Por lo menos no podía quejarse y ya lo tenían en una de las bodegas del Bayou pero tener que entrar a ese pantano después de lo que había pasado cien años atrás, bueno no era su lugar favorito tampoco. Se pasó la mano por las hebras azabaches de su cabello con fastidio y se subió al auto que esperaba para llevarlo hasta el lugar, genial se moría por encender un cigarrillo y aunque este inundara sus pulmones, al final no se convertía del todo en un vicio y tampoco lo mataría, por lo que una risa salió de sus labios, era divertido verse simple deseando algo que no podía ser. — Parfois, je déteste la façon dont je resseme à Louis.— Refunfuñó para sí mismo.
Cuando llegaron todo estaba listo, lo habían torturado y por supuesto que había dicho lo que necesitaban, pero dejarlo ir no era una opción, el olor de la sangre hizo que sus ojos se volvieran rojos, había “desayunado” muy bien, la sangre del barrio francés aún era de sus favoritas, pero ahí estaba parado frente a un tipo que pronto pasaría ser parte de las filas del infierno. Si describiera lo que vino después de que cerraran la puerta tras él, seguramente será más que infrahumano, al final ni los huesos quedaron; lo único que había de un vestigio de que hubo ahí algo más que el, era la sangre que manchaba el traje Hermès que portaba ese día, junto con la que escurría de la plancha metálica detrás de él, lo había disfrutado, por supuesto, a veces eso saciaba su necesidad de cazar y matar, aún cuando no bebió ni una gota más, el sonido de las súplicas, de los huesos rotos, todo lo demás le hacían recordar los viejos tiempos donde podía hacerse pasar por un infante. — Je dis qu'il n'y a rien de plus excitant que ça.— Al final tampoco era tan diferente de Lestat.
Había respondido una llamada aquella noche, lo sacaron prácticamente de las sábanas blancas de ese hotel en las afueras del Barrio Francés donde solía quedarse para no tener que hacerlo en la casa Du Lac, que no había pisado desde hace cien años. Con la pereza que lo caracterizaba, arrastró los pies hasta la recepción, como odiaba que no supieran manejar a una simple rata que no hacía más que generar problemas, pero como era la costumbre quien tenía que terminar el trabajo era él. Por lo menos no podía quejarse y ya lo tenían en una de las bodegas del Bayou pero tener que entrar a ese pantano después de lo que había pasado cien años atrás, bueno no era su lugar favorito tampoco. Se pasó la mano por las hebras azabaches de su cabello con fastidio y se subió al auto que esperaba para llevarlo hasta el lugar, genial se moría por encender un cigarrillo y aunque este inundara sus pulmones, al final no se convertía del todo en un vicio y tampoco lo mataría, por lo que una risa salió de sus labios, era divertido verse simple deseando algo que no podía ser. — Parfois, je déteste la façon dont je resseme à Louis.— Refunfuñó para sí mismo.
Cuando llegaron todo estaba listo, lo habían torturado y por supuesto que había dicho lo que necesitaban, pero dejarlo ir no era una opción, el olor de la sangre hizo que sus ojos se volvieran rojos, había “desayunado” muy bien, la sangre del barrio francés aún era de sus favoritas, pero ahí estaba parado frente a un tipo que pronto pasaría ser parte de las filas del infierno. Si describiera lo que vino después de que cerraran la puerta tras él, seguramente será más que infrahumano, al final ni los huesos quedaron; lo único que había de un vestigio de que hubo ahí algo más que el, era la sangre que manchaba el traje Hermès que portaba ese día, junto con la que escurría de la plancha metálica detrás de él, lo había disfrutado, por supuesto, a veces eso saciaba su necesidad de cazar y matar, aún cuando no bebió ni una gota más, el sonido de las súplicas, de los huesos rotos, todo lo demás le hacían recordar los viejos tiempos donde podía hacerse pasar por un infante. — Je dis qu'il n'y a rien de plus excitant que ça.— Al final tampoco era tan diferente de Lestat.