• -Puro te está dando una explicación de cómo funciona un Puro. Puro decidió llamar esta clase "Puro 101", por que vio un libro que decía "Biología 101" y pues Puro pensó que todas las clases se llaman así. Pero me estoy yendo por las ramas. Puro te explica como funciona un Puro-
    -Puro te está dando una explicación de cómo funciona un Puro. Puro decidió llamar esta clase "Puro 101", por que vio un libro que decía "Biología 101" y pues Puro pensó que todas las clases se llaman así. Pero me estoy yendo por las ramas. Puro te explica como funciona un Puro-
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  • — Debiste ver su rostro, Banwen. Estaba tan roja como una peonía en pleno florecer. Por un momento pensé que le explotaría la cara de ira. —Cada palabra era jocosa y demostraba que estaba conteniéndose las ganas de reír. Pero cada vez que parecía tener control, recordar el rostro de aquella mujer embravecida lo hacía atacarse nuevamente a carcajadas. Ming Wei, el gran príncipe heredero del clan Qiang, se estaba comportando como un idiota delante de aquella bestia.— La Reina Madre sí que sabe cómo superarse cada día. —Asintió lentamente, tras un largo suspiro que le permitió regular sus risas, y regresó su atención a la bestia que mordisqueaba el pincel de manera insistente. Ming Wei lo observó con curiosidad, aunque ya tenía unos cinco años con él, seguía comportándose como el cachorro consentido que llegara a palacio como obsequio por su nombramiento. Uno de los más desagradables para Qiang Meihua.— ¿Puedes creer que de nuevo está buscando una princesa para desposar? Ella no aprende ni escucha de razones. —Negó con lentitud, porque de nuevo se quería soltar a reír por culpa de ese ceño fruncido y esos insistentes golpes sobre la mesa de té. Casi la podía escuchar rabiar como si la tuviese en la habitación de al lado.— Pero quizá, por una vez, sea momento de escucharla y entrar en razón. ¿Tú qué opinas Banwen? ¿Debería hacerle caso a la abuela?

    Banwen era un león blanco que había llegado desde la región vecina, una de las muchas que servía fervientemente al clan desde el nombramiento del príncipe Huan Ye unos cientos de años atrás; un obsequio difícil de rechazar por su significado, sus buenos deseos y la estrecha relación que existía entre clanes. Un dolor de cabeza para la reina madre, para los sirvientes que estaban poco familiarizados con su presencia y, también, un recordatorio de preferencias para los demás príncipes: El único capaz de heredar el control, era aquel a quien respetaba. Al menos, lo respetaba a veces, porque Banwen terminó bostezando antes de estirar las patas hacia el frente y echar la cabeza al suelo sobre éstas, casi como si diera por terminada la conversación que en ese momento sostenían. Ming Wei le observó, al principio se sintió indignado por su comportamiento, mas terminó riéndose a carcajadas cuando lo relacionó a su propio carácter. Ya no sabía bien si él había adquirido rasgos de la bestia o la bestia de él, pero era divertido ver cómo se compenetraban tan bien.

    — Dichoso tú que no debes cumplir con la voluntad de esa mujer. —Le envidió, se puso de pie y se cruzó de brazos mientras que pasaba a su lado, casi frente a su cabeza, pero Banwen ni se inmutó por ello.— Siquiera cumples con la mía. Pero qué más da, si ella no decide lanzar su ficha al tablero tendré que hacerlo, es mejor que esperar a que los ministros decidan implorar por mi destitución. —El pesar se le notó en la voz y en el gesto de su rostro al fruncir el ceño. Luego vino el silencio mientras que pensaba en profunda reflexión. ¿Y si esa era justamente la jugada que su abuela quería hacer? Obligarlo a sentirse presionado para mover sus propias piezas en defensa mientras ella esperaba el momento para atacar.

    Se comenzó a reír, porque pensó que la vieja estaba siendo demasiado engreída, pero ella solía ser así: Actuar a las espaldas de los demás en el momento justo, mientras se hacía la mustia. De nuevo se rio, más alto esta vez y de una forma tan escandalosa que no solo despertó a Banwen, sino que también alertó a Zhao Yu, el eunuco que lideraba a sus sirvientes desde que era un chiquillo. El hombre entró casi corriendo en la habitación, reverenció a su señor y le observó con una mirada silenciosa que rogaba una explicación.

    — Zhao Yu, iremos a ver a la Reina Madre nuevamente. Ve y dile a sus damas que preparen el té que le obsequié esta mañana, también un tablero de Go, quiero disculparme con ella. Después de todo, no es tan tonta ni vieja como yo pensaba.
    — Debiste ver su rostro, Banwen. Estaba tan roja como una peonía en pleno florecer. Por un momento pensé que le explotaría la cara de ira. —Cada palabra era jocosa y demostraba que estaba conteniéndose las ganas de reír. Pero cada vez que parecía tener control, recordar el rostro de aquella mujer embravecida lo hacía atacarse nuevamente a carcajadas. Ming Wei, el gran príncipe heredero del clan Qiang, se estaba comportando como un idiota delante de aquella bestia.— La Reina Madre sí que sabe cómo superarse cada día. —Asintió lentamente, tras un largo suspiro que le permitió regular sus risas, y regresó su atención a la bestia que mordisqueaba el pincel de manera insistente. Ming Wei lo observó con curiosidad, aunque ya tenía unos cinco años con él, seguía comportándose como el cachorro consentido que llegara a palacio como obsequio por su nombramiento. Uno de los más desagradables para Qiang Meihua.— ¿Puedes creer que de nuevo está buscando una princesa para desposar? Ella no aprende ni escucha de razones. —Negó con lentitud, porque de nuevo se quería soltar a reír por culpa de ese ceño fruncido y esos insistentes golpes sobre la mesa de té. Casi la podía escuchar rabiar como si la tuviese en la habitación de al lado.— Pero quizá, por una vez, sea momento de escucharla y entrar en razón. ¿Tú qué opinas Banwen? ¿Debería hacerle caso a la abuela? Banwen era un león blanco que había llegado desde la región vecina, una de las muchas que servía fervientemente al clan desde el nombramiento del príncipe Huan Ye unos cientos de años atrás; un obsequio difícil de rechazar por su significado, sus buenos deseos y la estrecha relación que existía entre clanes. Un dolor de cabeza para la reina madre, para los sirvientes que estaban poco familiarizados con su presencia y, también, un recordatorio de preferencias para los demás príncipes: El único capaz de heredar el control, era aquel a quien respetaba. Al menos, lo respetaba a veces, porque Banwen terminó bostezando antes de estirar las patas hacia el frente y echar la cabeza al suelo sobre éstas, casi como si diera por terminada la conversación que en ese momento sostenían. Ming Wei le observó, al principio se sintió indignado por su comportamiento, mas terminó riéndose a carcajadas cuando lo relacionó a su propio carácter. Ya no sabía bien si él había adquirido rasgos de la bestia o la bestia de él, pero era divertido ver cómo se compenetraban tan bien. — Dichoso tú que no debes cumplir con la voluntad de esa mujer. —Le envidió, se puso de pie y se cruzó de brazos mientras que pasaba a su lado, casi frente a su cabeza, pero Banwen ni se inmutó por ello.— Siquiera cumples con la mía. Pero qué más da, si ella no decide lanzar su ficha al tablero tendré que hacerlo, es mejor que esperar a que los ministros decidan implorar por mi destitución. —El pesar se le notó en la voz y en el gesto de su rostro al fruncir el ceño. Luego vino el silencio mientras que pensaba en profunda reflexión. ¿Y si esa era justamente la jugada que su abuela quería hacer? Obligarlo a sentirse presionado para mover sus propias piezas en defensa mientras ella esperaba el momento para atacar. Se comenzó a reír, porque pensó que la vieja estaba siendo demasiado engreída, pero ella solía ser así: Actuar a las espaldas de los demás en el momento justo, mientras se hacía la mustia. De nuevo se rio, más alto esta vez y de una forma tan escandalosa que no solo despertó a Banwen, sino que también alertó a Zhao Yu, el eunuco que lideraba a sus sirvientes desde que era un chiquillo. El hombre entró casi corriendo en la habitación, reverenció a su señor y le observó con una mirada silenciosa que rogaba una explicación. — Zhao Yu, iremos a ver a la Reina Madre nuevamente. Ve y dile a sus damas que preparen el té que le obsequié esta mañana, también un tablero de Go, quiero disculparme con ella. Después de todo, no es tan tonta ni vieja como yo pensaba.
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  • //Llegó tarde pero #SeductiveSunday //

    𝕸𝖊𝖒𝖔𝖗𝖎𝖆𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔 - 𝐊𝐚𝐳𝐮𝐨

    Quería consumirla, poseerla y, al mismo
    tiempo, temía la intensidad con la que sentía todo aquello.

    Una vez... Tan solo tuve que percibir su aroma una sola vez para dejarme atrapar de una forma que, en ese momento, no sabría nombrar. Olía a tierra, pino, sol; una sinfonía de olores que se alojaban en la parte trasera de mi paladar, provocando que incluso pudiera saborearlo, una efervescencia que explotaba en mi boca como una gota de agua al caer sobre suelo firme. Olía a montaña, olía a mi hogar. ¿Pero qué era esto? No había explicación ni lógica. Su cercanía provocó en mi cuerpo una auténtica hecatombe, una reacción en cadena con un desenlace frustrante. No sería hasta dos años después de abstinencia cuando pudiera emborracharme de aquella esencia que tan hondo había calado en mí.

    Cuando ese mar carmesí que tenía como ojos me engulló, al mismo tiempo que ese aroma, algo en mí se rompió. Era como si, en ese mismo segundo, el aire hubiera abandonado mis pulmones, porque solo querían oxigenarse con el aire impregnado de aquel aroma adictivo. Mis pupilas se dilataban como dos cuencas negras, mi piel se erizaba, y mi pecho cabalgaba en una desenfrenada carrera, sin un fin concreto en aquel inmenso horizonte de mi mente. Por primera vez en siglos, no era capaz de controlar la vorágine de sensaciones que se agolpaban, una tras otra, aporreando mi cabeza en un intento desesperado de abrirse paso, de intentar buscar una explicación para aquella sensación tan abrumadora.

    Sus ojos, su pelo, su piel, sus labios, su voz... su olor. Todo me atraía como una polilla es atraída por la luz, de una forma ciega y resignada, pues el resplandor no me dejaba ver más allá de mis narices. No soy un hombre común; Soy un zorro, hijo de Inari e hijo del bosque. Mis sentidos van más allá de lo común; para mí, un aroma, un sabor, puede tener más significado que una historia contada con palabras. Aquel olor me evocaba deseo, anhelo, hambre, peligro... un peligro al que, contra todo pronóstico, hice caso omiso, porque necesitaba impregnarme de aquella esencia y no dejaría escapar la más mínima oportunidad.

    La fuerza empleada para no dejar que mis instintos más primitivos, más salvajes, más animales, se abalanzaran sobre aquella mujer era hercúlea. Una fuerza que iba en contra de todo lo que mi cuerpo pedía a gritos. Ella... La deseaba; joder, la acababa de conocer y todo mi ser la reclamaba de una forma tan voraz que ni siquiera me dejaba pensar con claridad. Era como encontrar algo que no sabías que habías perdido, y que de pronto te arrebatan para luego volver a desaparecer.

    Cuando, al día siguiente, solo percibí los matices residuales de su ausencia, sentí que algo de mí había sido arrancado. Dirigí mis pasos a la habitación donde había dormido aquella noche. El futón, perfectamente recogido, y el yukata que le había prestado, cuidadosamente doblado a su lado. Me adentré, e inmediatamente su aroma me abofeteó la cara como un oleaje salvaje que rompía contra un acantilado. Me arrodillé junto a las pertenencias prestadas y devueltas. Sin poder contenerme, tomé aquel yukata entre mis manos, llevando aquella fina seda a mi rostro. Entonces inhalé profundamente, hundiendo mi rostro entre las telas de la prenda que horas antes, Elizabeth se había puesto. Memoricé cada matiz que me recordaba a la montaña, esa mezcla de olores terrosos que me embriagaban y me hacían entrar en un estado febril. Mis puños se cerraban en aquella tela, apretándola con tanta fuerza que mis nudillos se ponían blancos del esfuerzo. Mi cuerpo languidecía hasta dejarse caer sobre el futón donde ella había dormido la noche anterior. Aún con el yukata en mis manos apretadas, me deslicé por las sábanas y la colcha de dicho futón. Olía a ella; toda su esencia estaba en aquellos simples objetos. Quería adherir aquel olor a mi piel, volverlo parte de la mía. Parecía un gato que se retuerce en una zona que desea marcar con su olor.

    Para cualquier persona normal, aquel acto podría catalogarse como propio de alguien pervertido, tóxico o incluso enfermizo. Pero para mí, un zorro, aquel olor me hacía entrar en colapso, en un frenesí incontrolable y en constante ebullición. No se le puede pedir a un felino que no reaccione a la nepeta, ni impedir que una mariposa se sienta atraída por las feromonas de una hermosa flor. Para mí, era exactamente lo mismo; aquel aroma provocaba una reacción química en todo mi cuerpo, llevándolo a una excitación acalorada, intensa e irrefrenable.

    Cada noche volvía a emborracharme de la fragancia que aquella mujer de cabellos de fuego había dejado de forma inocente. Me imaginaba estar con ella, enredados en aquellas sábanas, y no podía evitar sentir ese placer tan exquisito. Lo hice hasta que su olor se disipó con el paso del tiempo. Durante dos largos años, iba cada noche al mismo punto donde la conocí por primera vez, con la esperanza de volver a verla, de volver a olerla. En mi forma de gran zorro blanco, corría montaña arriba, intentando encontrar aquellos olores que tanto me recordaban aquellos parajes. Pero... no, nada era igual, nada era comparable a aquel olor que tanto anhelaba y que jamás se borraría de mi memoria. La espera había sido dolorosa. Una agonía que apenas podía soportar en aquellas noches de soledad, donde solo podía consolarme lastimosamente a mí mismo, imaginando cómo sería que mi boca recorriera cada parte de su cuerpo. Estaba enfermo, enfermo por no poder engullir la medicina que necesitaba para sanar. Y esa medicina era ella.

    Durante el tiempo que pasó sin su presencia, no era capaz de mantener otros encuentros íntimos con otros seres. Ni las mujeres ni los hombres con los que normalmente conseguía "satisfacer" mis deseos me provocaban la más mínima reacción de anhelo. No era difícil para mí obtener placer ajeno, de hecho, era realmente fácil. Mi presencia causaba esa necesidad primitiva de deseo cuando mis labios seducían con un suave ronroneo. Pero cuando todo iba a culminar, mi cuerpo rechazaba aquel contacto. Todo mi ser aborrecía en ese último momento aquello que no estaba relacionado con aquella esencia que se había alojado en mi mente. Por lo tanto, finalmente desistí de tener y buscar cualquier tipo de relación carnal. Prefería autocomplacerme pensando en cómo sabrían sus labios en mi boca, cómo se sentiría su piel bajo las yemas de mis dedos, cómo su olor inundaría mi olfato hasta entrar en mi lengua.

    Cuando al fin la tuve tan cerca nuevamente, sentí que su sola presencia desataba algo violento dentro de mí, un sofoco que emergía desde lo más profundo de mi ser y que solo sería aplacado con el consumo de aquella mujer. Mía... Deseaba hacerla mía de todas las formas posibles, que su aroma quedara impregnado en mi cuerpo y que el mío quedara impregnado en el suyo. Dejarme llevar por mi lado más salvaje y animal; dejar que mis colmillos ansiosos marcaran cada zona de su piel, reclamando lo que quería que fuera mío. En cada encuentro no podía hacer más que venerar aquel cuerpo; no podía dejar de arrodillarme ante ella. Lo que me hizo rendirme al completo fue saber más, conocer quién estaba debajo de todas esas sensaciones primitivas, hizo que me volviera siervo de lo que ella representaba. Y lo que representaba, era todo para mí, como si todo lo anterior a ella se quedara en la nada.

    Ahora que es mía y yo soy suyo, me doy cuenta de que jamás podría curarme de su adicción. Era mi opio, mi droga recurrente y de la que no deseaba desintoxicarme. De hecho, al contrario, quería intoxicarme por cada poro de mi piel. Fundirme a su cuerpo hasta que no se supiera dónde empezaba el mío y dónde terminaba el de ella.

    A veces considero que peco de soberbio y posesivo si el tema a discutir se trata de Elizabeth, faltando enormemente a lo que es mi ética como mensajero de Inari. Pero simplemente no puedo. Estoy tan enfermizamente enamorado, que no hay unas directrices que nos guían para manejar la situación que nos rodea a ambos. Tendremos que ser nosotros mismos quienes vayamos descubriendo a dónde nos lleva esta desenfrenada pasión.

    𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆
    //Llegó tarde pero #SeductiveSunday // 𝕸𝖊𝖒𝖔𝖗𝖎𝖆𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔 - 𝐊𝐚𝐳𝐮𝐨 Quería consumirla, poseerla y, al mismo tiempo, temía la intensidad con la que sentía todo aquello. Una vez... Tan solo tuve que percibir su aroma una sola vez para dejarme atrapar de una forma que, en ese momento, no sabría nombrar. Olía a tierra, pino, sol; una sinfonía de olores que se alojaban en la parte trasera de mi paladar, provocando que incluso pudiera saborearlo, una efervescencia que explotaba en mi boca como una gota de agua al caer sobre suelo firme. Olía a montaña, olía a mi hogar. ¿Pero qué era esto? No había explicación ni lógica. Su cercanía provocó en mi cuerpo una auténtica hecatombe, una reacción en cadena con un desenlace frustrante. No sería hasta dos años después de abstinencia cuando pudiera emborracharme de aquella esencia que tan hondo había calado en mí. Cuando ese mar carmesí que tenía como ojos me engulló, al mismo tiempo que ese aroma, algo en mí se rompió. Era como si, en ese mismo segundo, el aire hubiera abandonado mis pulmones, porque solo querían oxigenarse con el aire impregnado de aquel aroma adictivo. Mis pupilas se dilataban como dos cuencas negras, mi piel se erizaba, y mi pecho cabalgaba en una desenfrenada carrera, sin un fin concreto en aquel inmenso horizonte de mi mente. Por primera vez en siglos, no era capaz de controlar la vorágine de sensaciones que se agolpaban, una tras otra, aporreando mi cabeza en un intento desesperado de abrirse paso, de intentar buscar una explicación para aquella sensación tan abrumadora. Sus ojos, su pelo, su piel, sus labios, su voz... su olor. Todo me atraía como una polilla es atraída por la luz, de una forma ciega y resignada, pues el resplandor no me dejaba ver más allá de mis narices. No soy un hombre común; Soy un zorro, hijo de Inari e hijo del bosque. Mis sentidos van más allá de lo común; para mí, un aroma, un sabor, puede tener más significado que una historia contada con palabras. Aquel olor me evocaba deseo, anhelo, hambre, peligro... un peligro al que, contra todo pronóstico, hice caso omiso, porque necesitaba impregnarme de aquella esencia y no dejaría escapar la más mínima oportunidad. La fuerza empleada para no dejar que mis instintos más primitivos, más salvajes, más animales, se abalanzaran sobre aquella mujer era hercúlea. Una fuerza que iba en contra de todo lo que mi cuerpo pedía a gritos. Ella... La deseaba; joder, la acababa de conocer y todo mi ser la reclamaba de una forma tan voraz que ni siquiera me dejaba pensar con claridad. Era como encontrar algo que no sabías que habías perdido, y que de pronto te arrebatan para luego volver a desaparecer. Cuando, al día siguiente, solo percibí los matices residuales de su ausencia, sentí que algo de mí había sido arrancado. Dirigí mis pasos a la habitación donde había dormido aquella noche. El futón, perfectamente recogido, y el yukata que le había prestado, cuidadosamente doblado a su lado. Me adentré, e inmediatamente su aroma me abofeteó la cara como un oleaje salvaje que rompía contra un acantilado. Me arrodillé junto a las pertenencias prestadas y devueltas. Sin poder contenerme, tomé aquel yukata entre mis manos, llevando aquella fina seda a mi rostro. Entonces inhalé profundamente, hundiendo mi rostro entre las telas de la prenda que horas antes, Elizabeth se había puesto. Memoricé cada matiz que me recordaba a la montaña, esa mezcla de olores terrosos que me embriagaban y me hacían entrar en un estado febril. Mis puños se cerraban en aquella tela, apretándola con tanta fuerza que mis nudillos se ponían blancos del esfuerzo. Mi cuerpo languidecía hasta dejarse caer sobre el futón donde ella había dormido la noche anterior. Aún con el yukata en mis manos apretadas, me deslicé por las sábanas y la colcha de dicho futón. Olía a ella; toda su esencia estaba en aquellos simples objetos. Quería adherir aquel olor a mi piel, volverlo parte de la mía. Parecía un gato que se retuerce en una zona que desea marcar con su olor. Para cualquier persona normal, aquel acto podría catalogarse como propio de alguien pervertido, tóxico o incluso enfermizo. Pero para mí, un zorro, aquel olor me hacía entrar en colapso, en un frenesí incontrolable y en constante ebullición. No se le puede pedir a un felino que no reaccione a la nepeta, ni impedir que una mariposa se sienta atraída por las feromonas de una hermosa flor. Para mí, era exactamente lo mismo; aquel aroma provocaba una reacción química en todo mi cuerpo, llevándolo a una excitación acalorada, intensa e irrefrenable. Cada noche volvía a emborracharme de la fragancia que aquella mujer de cabellos de fuego había dejado de forma inocente. Me imaginaba estar con ella, enredados en aquellas sábanas, y no podía evitar sentir ese placer tan exquisito. Lo hice hasta que su olor se disipó con el paso del tiempo. Durante dos largos años, iba cada noche al mismo punto donde la conocí por primera vez, con la esperanza de volver a verla, de volver a olerla. En mi forma de gran zorro blanco, corría montaña arriba, intentando encontrar aquellos olores que tanto me recordaban aquellos parajes. Pero... no, nada era igual, nada era comparable a aquel olor que tanto anhelaba y que jamás se borraría de mi memoria. La espera había sido dolorosa. Una agonía que apenas podía soportar en aquellas noches de soledad, donde solo podía consolarme lastimosamente a mí mismo, imaginando cómo sería que mi boca recorriera cada parte de su cuerpo. Estaba enfermo, enfermo por no poder engullir la medicina que necesitaba para sanar. Y esa medicina era ella. Durante el tiempo que pasó sin su presencia, no era capaz de mantener otros encuentros íntimos con otros seres. Ni las mujeres ni los hombres con los que normalmente conseguía "satisfacer" mis deseos me provocaban la más mínima reacción de anhelo. No era difícil para mí obtener placer ajeno, de hecho, era realmente fácil. Mi presencia causaba esa necesidad primitiva de deseo cuando mis labios seducían con un suave ronroneo. Pero cuando todo iba a culminar, mi cuerpo rechazaba aquel contacto. Todo mi ser aborrecía en ese último momento aquello que no estaba relacionado con aquella esencia que se había alojado en mi mente. Por lo tanto, finalmente desistí de tener y buscar cualquier tipo de relación carnal. Prefería autocomplacerme pensando en cómo sabrían sus labios en mi boca, cómo se sentiría su piel bajo las yemas de mis dedos, cómo su olor inundaría mi olfato hasta entrar en mi lengua. Cuando al fin la tuve tan cerca nuevamente, sentí que su sola presencia desataba algo violento dentro de mí, un sofoco que emergía desde lo más profundo de mi ser y que solo sería aplacado con el consumo de aquella mujer. Mía... Deseaba hacerla mía de todas las formas posibles, que su aroma quedara impregnado en mi cuerpo y que el mío quedara impregnado en el suyo. Dejarme llevar por mi lado más salvaje y animal; dejar que mis colmillos ansiosos marcaran cada zona de su piel, reclamando lo que quería que fuera mío. En cada encuentro no podía hacer más que venerar aquel cuerpo; no podía dejar de arrodillarme ante ella. Lo que me hizo rendirme al completo fue saber más, conocer quién estaba debajo de todas esas sensaciones primitivas, hizo que me volviera siervo de lo que ella representaba. Y lo que representaba, era todo para mí, como si todo lo anterior a ella se quedara en la nada. Ahora que es mía y yo soy suyo, me doy cuenta de que jamás podría curarme de su adicción. Era mi opio, mi droga recurrente y de la que no deseaba desintoxicarme. De hecho, al contrario, quería intoxicarme por cada poro de mi piel. Fundirme a su cuerpo hasta que no se supiera dónde empezaba el mío y dónde terminaba el de ella. A veces considero que peco de soberbio y posesivo si el tema a discutir se trata de Elizabeth, faltando enormemente a lo que es mi ética como mensajero de Inari. Pero simplemente no puedo. Estoy tan enfermizamente enamorado, que no hay unas directrices que nos guían para manejar la situación que nos rodea a ambos. Tendremos que ser nosotros mismos quienes vayamos descubriendo a dónde nos lleva esta desenfrenada pasión. [Liz_bloodFlame]
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Tenlo en cuenta al responder.
    ||Explicación del último post, aunque procuré dejarlo todo muy claro.

    Tiempo atrás, Lucifer fue asesinado por Vox, destrozando su cuerpo en busca de venganza debido a una confusión y aprovechando su estado de debilidad por X o Y situaciones.
    El cuerpo de Lucifer nunca fue recuperado y él terminó "renaciendo" en uno falso hecho de barro, como Samael, su forma previa al destierro.

    Nunca se especificó que sucedió realmente con Lucifer, pues no se le devolvió a su cuerpo y todo el desarrollo que ha tenido, siempre fue desde ese renacer.

    También hago esto con el fin de explicar porque Lucifer parece tener limitaciones y no ser el Gran y poderoso rey que debería, a pesar de todo lo que es capaz.
    Esto, a su vez, explica el porque parece cansarse con facilidad tras gastar demasiada energía o el tener que concentrarla toda en curarse de ciertas heridas, cuando no debería ser algo de trabajo para un ser tan poderoso.

    Vaya, que lo tengo nerfeado y me hace sentido por esto.
    Al final es una trama que quedó en segundo plano, pero ahora con lo de tomar el lugar de Dios, lo veo relevante.||
    ||Explicación del último post, aunque procuré dejarlo todo muy claro. Tiempo atrás, Lucifer fue asesinado por Vox, destrozando su cuerpo en busca de venganza debido a una confusión y aprovechando su estado de debilidad por X o Y situaciones. El cuerpo de Lucifer nunca fue recuperado y él terminó "renaciendo" en uno falso hecho de barro, como Samael, su forma previa al destierro. Nunca se especificó que sucedió realmente con Lucifer, pues no se le devolvió a su cuerpo y todo el desarrollo que ha tenido, siempre fue desde ese renacer. También hago esto con el fin de explicar porque Lucifer parece tener limitaciones y no ser el Gran y poderoso rey que debería, a pesar de todo lo que es capaz. Esto, a su vez, explica el porque parece cansarse con facilidad tras gastar demasiada energía o el tener que concentrarla toda en curarse de ciertas heridas, cuando no debería ser algo de trabajo para un ser tan poderoso. Vaya, que lo tengo nerfeado y me hace sentido por esto. Al final es una trama que quedó en segundo plano, pero ahora con lo de tomar el lugar de Dios, lo veo relevante.||
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  • -Y pensar que los grandes misterios del mundo tienen su explicación... Sólo espero hayar una explicación a tanta maldad -
    -Y pensar que los grandes misterios del mundo tienen su explicación... Sólo espero hayar una explicación a tanta maldad -
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  • El día 13 del Inkfest, Jeff caminaba por las oscuras calles de Ficrol, todavía irritado por los eventos de los días anteriores. Mientras maldecía en voz baja su mala suerte, un misterioso gato negro apareció de la nada y se cruzó en su camino. El animal lo miró con sus ojos brillantes, desafiando al asesino a darle importancia.

    —¿En serio? —bufó Jeff, rodando los ojos—. Lo que me faltaba, un maldito gato negro. Seguro traes más mala suerte.

    Ignorando al felino, continuó su camino. Sin embargo, las cosas no tardaron en ponerse extrañas. Al llegar a casa, la puerta se atascó y, tras forcejear con ella, terminó cayendo al suelo, justo cuando una de sus preciadas cuchillas se le cayó del bolsillo y se rozó peligrosamente su pierna.

    —¡Qué demonios!? —murmuró, levantándose de un salto.

    Luego, el caos siguió: las luces parpadearon, los espejos se rompieron solos, y las decoraciones de Halloween comenzaron a caer sin explicación. Jeff, frustrado, recordó al gato.

    —No puede ser... ¿Ese maldito gato negro hizo esto? —se preguntó, mientras las sombras parecían acercarse más y más.

    El gato seguía rondando, observándolo desde la ventana con una mirada enigmática.

    #Inkfest DIA 13
    El día 13 del Inkfest, Jeff caminaba por las oscuras calles de Ficrol, todavía irritado por los eventos de los días anteriores. Mientras maldecía en voz baja su mala suerte, un misterioso gato negro apareció de la nada y se cruzó en su camino. El animal lo miró con sus ojos brillantes, desafiando al asesino a darle importancia. —¿En serio? —bufó Jeff, rodando los ojos—. Lo que me faltaba, un maldito gato negro. Seguro traes más mala suerte. Ignorando al felino, continuó su camino. Sin embargo, las cosas no tardaron en ponerse extrañas. Al llegar a casa, la puerta se atascó y, tras forcejear con ella, terminó cayendo al suelo, justo cuando una de sus preciadas cuchillas se le cayó del bolsillo y se rozó peligrosamente su pierna. —¡Qué demonios!? —murmuró, levantándose de un salto. Luego, el caos siguió: las luces parpadearon, los espejos se rompieron solos, y las decoraciones de Halloween comenzaron a caer sin explicación. Jeff, frustrado, recordó al gato. —No puede ser... ¿Ese maldito gato negro hizo esto? —se preguntó, mientras las sombras parecían acercarse más y más. El gato seguía rondando, observándolo desde la ventana con una mirada enigmática. #Inkfest DIA 13
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  • Lucia levantó la mirada del libro cuando escuchó la puerta de la tienda cerrarse. Era la hora de almorzar, pero algo en la manera en que Carmina entró le hizo sentir una preocupación silenciosa. Su nieta llevaba el cabello planchado, algo que solo hacía cuando estaba sumergida en pensamientos tristes.

    Dejó el libro a un lado, observándola en silencio mientras Carmina caminaba hacia la cocina, evitando el contacto visual. Lucia la conocía demasiado bien como para no darse cuenta de que algo la estaba consumiendo por dentro.

    —Carmina, ven, siéntate conmigo un momento —le pidió con voz suave, señalando el sofá.

    Carmina dudó por un instante, pero luego soltó un suspiro y se acercó al sofá, dejándose caer junto a su abuela. Durante unos segundos, solo miró sus manos, retorciendo un mechón de su cabello planchado.

    —¿Qué sucede, cariño? —le preguntó Lucia, sabiendo que su nieta necesitaba sacar lo que tenía dentro.

    Carmina jugueteó con su cabello, mirando hacia abajo. Cuando finalmente habló, su voz era baja y quebradiza.

    —No quiero parecerme a ella, abuela —susurró, y Lucia supo inmediatamente que hablaba de su madre.

    —Es como... —Carmina continuó, buscando las palabras—, a veces me miro en el espejo y veo algo que no quiero ver. Mi cabello... me recuerda a ella. No puedo evitarlo. Lo plancho porque así siento que lo estoy cambiando, pero ni así se siente bien. Me siento incómoda conmigo misma, como si no pudiera escapar de eso.

    Lucia escuchó con atención, apretando suavemente la mano de Carmina en señal de apoyo. Sabía que había mucho más detrás de esas palabras, y que su nieta necesitaba tiempo para decirlo todo.

    —Y... mis amigas del colegio… ya todas hicieron sus vidas. Apenas me hablan. Están estudiando, viajando, haciendo cosas... y yo estoy aquí, en la tienda, como si me hubiera quedado atrás. —Carmina apretó los labios, tratando de contener las lágrimas que ya estaban asomando—. Es como si todas me hubieran olvidado, como si no importara para nadie.

    Lucia sintió una punzada en el corazón. Sabía cuánto significaban esas amistades para Carmina, y verla tan aislada, tan sola, la llenaba de tristeza. Luego, una idea cruzó por su mente, una amiga de la que había escuchado hablar, pero no conocía mucho.

    —¿Y qué hay de Jade? —preguntó suavemente—. Sé que no la veo mucho por aquí, pero por lo que me has dicho, parece que es importante para ti. No sé mucho de ella, pero siempre hablas de lo que comparten. ¿No es ella parte de tu vida ahora?

    Carmina parpadeó, sorprendida por la mención de Jade. Bajó la mirada por un momento y suspiró.

    —Sí, Jade es... especial. Pero con ella tampoco puedo hablar de cómo me siento realmente. No sé por qué, abuela... simplemente siento que no puedo ser totalmente honesta. No quiero que piense que estoy rota o que algo está mal conmigo. Así que hablamos de cosas más superficiales, y aunque eso ayuda por un rato... no es lo que necesito.

    Lucia asintió, su expresión calmada mientras escuchaba a su nieta desahogarse.

    —Y lo peor es que no entiendo por qué todo me afecta tanto. Mi vida es buena, abuela. Tengo la tienda, te tengo a ti, tengo mi salud... pero aun así, todo se siente tan pesado. —Carmina comenzó a llorar otra vez, las lágrimas corriendo por sus mejillas mientras buscaba respuestas en la confusión que sentía—. No debería sentirme así, pero no puedo evitarlo. Me siento sola, como si todos se fueran, como si me quedara estancada mientras el resto sigue adelante.

    Lucia la observó con el corazón encogido. Sabía que los sentimientos de su nieta no siempre tenían una explicación simple o fácil, y que, a veces, la tristeza aparecía incluso en los momentos de mayor estabilidad.

    —Incluso el chico... —continuó Carmina, ahora con la voz más rota—. ¿Recuerdas al joven rubio del que te hablé? Él… me dijo algo muy raro. Dijo que me parecía a su mamá. Al principio no supe qué pensar, pero… de alguna manera, me dio ternura. Él hablaba de ella con tanto cariño, como si pensar en su madre le trajera paz. Y eso fue tan diferente a cómo me siento yo cuando pienso en la mía…

    Carmina se detuvo un momento, secándose las lágrimas con la manga de su blusa.

    —Pero hace mucho que no sé nada de él tampoco. Es como si, al igual que todos los demás, también se hubiera ido. —Al decirlo, su voz se quebró por completo, y Carmina se cubrió el rostro con las manos, soltando sollozos que llevaba demasiado tiempo conteniendo.

    Lucia, con ternura infinita, la atrajo hacia ella, abrazándola y acariciando su cabello con delicadeza. La sentía tan vulnerable, tan herida por todas esas pérdidas, tanto físicas como emocionales.

    —Es normal sentirte así, mi niña —murmuró Lucia con suavidad—. A veces las personas que amamos se alejan, y eso duele, pero no significa que lo que compartiste con ellos no sea valioso. Y aunque ahora te cueste verlo, eres mucho más que tus recuerdos o lo que otros te han dejado atrás.

    Carmina se hundió más en el abrazo, dejando que las palabras de su abuela la envolvieran. El dolor seguía ahí, como una sombra persistente, pero en ese momento, en los brazos de Lucia, encontró un poco de consuelo.
    Lucia levantó la mirada del libro cuando escuchó la puerta de la tienda cerrarse. Era la hora de almorzar, pero algo en la manera en que Carmina entró le hizo sentir una preocupación silenciosa. Su nieta llevaba el cabello planchado, algo que solo hacía cuando estaba sumergida en pensamientos tristes. Dejó el libro a un lado, observándola en silencio mientras Carmina caminaba hacia la cocina, evitando el contacto visual. Lucia la conocía demasiado bien como para no darse cuenta de que algo la estaba consumiendo por dentro. —Carmina, ven, siéntate conmigo un momento —le pidió con voz suave, señalando el sofá. Carmina dudó por un instante, pero luego soltó un suspiro y se acercó al sofá, dejándose caer junto a su abuela. Durante unos segundos, solo miró sus manos, retorciendo un mechón de su cabello planchado. —¿Qué sucede, cariño? —le preguntó Lucia, sabiendo que su nieta necesitaba sacar lo que tenía dentro. Carmina jugueteó con su cabello, mirando hacia abajo. Cuando finalmente habló, su voz era baja y quebradiza. —No quiero parecerme a ella, abuela —susurró, y Lucia supo inmediatamente que hablaba de su madre. —Es como... —Carmina continuó, buscando las palabras—, a veces me miro en el espejo y veo algo que no quiero ver. Mi cabello... me recuerda a ella. No puedo evitarlo. Lo plancho porque así siento que lo estoy cambiando, pero ni así se siente bien. Me siento incómoda conmigo misma, como si no pudiera escapar de eso. Lucia escuchó con atención, apretando suavemente la mano de Carmina en señal de apoyo. Sabía que había mucho más detrás de esas palabras, y que su nieta necesitaba tiempo para decirlo todo. —Y... mis amigas del colegio… ya todas hicieron sus vidas. Apenas me hablan. Están estudiando, viajando, haciendo cosas... y yo estoy aquí, en la tienda, como si me hubiera quedado atrás. —Carmina apretó los labios, tratando de contener las lágrimas que ya estaban asomando—. Es como si todas me hubieran olvidado, como si no importara para nadie. Lucia sintió una punzada en el corazón. Sabía cuánto significaban esas amistades para Carmina, y verla tan aislada, tan sola, la llenaba de tristeza. Luego, una idea cruzó por su mente, una amiga de la que había escuchado hablar, pero no conocía mucho. —¿Y qué hay de Jade? —preguntó suavemente—. Sé que no la veo mucho por aquí, pero por lo que me has dicho, parece que es importante para ti. No sé mucho de ella, pero siempre hablas de lo que comparten. ¿No es ella parte de tu vida ahora? Carmina parpadeó, sorprendida por la mención de Jade. Bajó la mirada por un momento y suspiró. —Sí, Jade es... especial. Pero con ella tampoco puedo hablar de cómo me siento realmente. No sé por qué, abuela... simplemente siento que no puedo ser totalmente honesta. No quiero que piense que estoy rota o que algo está mal conmigo. Así que hablamos de cosas más superficiales, y aunque eso ayuda por un rato... no es lo que necesito. Lucia asintió, su expresión calmada mientras escuchaba a su nieta desahogarse. —Y lo peor es que no entiendo por qué todo me afecta tanto. Mi vida es buena, abuela. Tengo la tienda, te tengo a ti, tengo mi salud... pero aun así, todo se siente tan pesado. —Carmina comenzó a llorar otra vez, las lágrimas corriendo por sus mejillas mientras buscaba respuestas en la confusión que sentía—. No debería sentirme así, pero no puedo evitarlo. Me siento sola, como si todos se fueran, como si me quedara estancada mientras el resto sigue adelante. Lucia la observó con el corazón encogido. Sabía que los sentimientos de su nieta no siempre tenían una explicación simple o fácil, y que, a veces, la tristeza aparecía incluso en los momentos de mayor estabilidad. —Incluso el chico... —continuó Carmina, ahora con la voz más rota—. ¿Recuerdas al joven rubio del que te hablé? Él… me dijo algo muy raro. Dijo que me parecía a su mamá. Al principio no supe qué pensar, pero… de alguna manera, me dio ternura. Él hablaba de ella con tanto cariño, como si pensar en su madre le trajera paz. Y eso fue tan diferente a cómo me siento yo cuando pienso en la mía… Carmina se detuvo un momento, secándose las lágrimas con la manga de su blusa. —Pero hace mucho que no sé nada de él tampoco. Es como si, al igual que todos los demás, también se hubiera ido. —Al decirlo, su voz se quebró por completo, y Carmina se cubrió el rostro con las manos, soltando sollozos que llevaba demasiado tiempo conteniendo. Lucia, con ternura infinita, la atrajo hacia ella, abrazándola y acariciando su cabello con delicadeza. La sentía tan vulnerable, tan herida por todas esas pérdidas, tanto físicas como emocionales. —Es normal sentirte así, mi niña —murmuró Lucia con suavidad—. A veces las personas que amamos se alejan, y eso duele, pero no significa que lo que compartiste con ellos no sea valioso. Y aunque ahora te cueste verlo, eres mucho más que tus recuerdos o lo que otros te han dejado atrás. Carmina se hundió más en el abrazo, dejando que las palabras de su abuela la envolvieran. El dolor seguía ahí, como una sombra persistente, pero en ese momento, en los brazos de Lucia, encontró un poco de consuelo.
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    ⠀⠀⠀⠀◌⠀⠀⠀⠀⠀ᛝ⠀⠀ ⠀⠀Welcome to my world, little bunny
    ૮ ྀི ◞ ◟ ა Read carefully !

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    ・゚→˚₊· Usser: Bunny
    ・゚→˚₊· Me reservo el derecho de admisión.
    ・゚→˚₊· Tipos de roles que manejo: slice of life, misterio/suspenso, fantasía. Y puede que "terror".
    ・゚→˚₊· Lemon: únicamente con trama
    ・゚→˚₊· Nada de meta-rol, (manipulación de personaje o información del mismo por conocimiento del user)
    ・゚→˚₊· No Over power
    ・゚→˚₊· Si me agregas tu inicia la interacción y viceversa.
    ・゚→˚₊· Me gusta rolear con gente madura y que respete que tengo una vida fuera del rol.
    ・゚→˚₊· El MD lo uso para planear tramas por lo tanto no te sorprenda si ignoro un rol de tu parte si lo envías allí sin previa advertencia o acuerdo.
    ・゚→˚₊· Me adapto a cualquier universo, siempre estoy abierta a explorar muchas opciones.
    ・゚→˚₊· No busco ships o partner's. Salvo que se den con rol e interacciones en un tiempo considerable.
    ・゚→˚₊· Bajo estos términos ni ofrezco ni doy exclusividad
    ・゚→˚₊· No doy información personal.
    ・゚→˚₊· El acoso/amenaza/hostilidad o cualquier otro tipo de acto similar amerita el bloqueo inmediato y sin explicación. Salvo que algo de esto ocurra en una trama de rol que haya aceptado.

    ¡Hana tiene un beso para ti ya que leíste hasta aquí! ♡⁠˖⁠꒰⁠ᵕ⁠༚⁠ᵕ⁠⑅⁠꒱


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  • Las bocinas en las paredes emiten un fuerte ruido, solo para tener una voz femenina hablando.

    ****
    Angel Experimental numero 42.
    "Elliot" ha concluido exitosamente todos sus experimentos.
    El sujeto no puede utilizarse para otros propósitos.
    Una petición se le va a cumplir.

    " Toma el tren, para ser alguien nuevo sin recuerdos. Una segunda oportunidad.
    O quédate de pie aqui, hasta el tren se valla, para seguir siendo el mismo. "
    ****

    Despues del mensaje, otro chirrido de la bocina, solo un silencio de sepulcro.

    — Asi que...por la puerta de atras, sin despedidas, sin una explicación... ¿asi es como acabo? —
    Preguntó a si mismo.
    Era hora de tomar una decisión.

    --####--
    Off Rol:
    Solo me queda decir que el rol es un pasatiempo sin paga, estar aqui o esperar que esten aqui 24/7 no es normal, no es sano.
    Estare en hiatus hasta que me sienta mejor. Adios.
    Las bocinas en las paredes emiten un fuerte ruido, solo para tener una voz femenina hablando. **** Angel Experimental numero 42. "Elliot" ha concluido exitosamente todos sus experimentos. El sujeto no puede utilizarse para otros propósitos. Una petición se le va a cumplir. " Toma el tren, para ser alguien nuevo sin recuerdos. Una segunda oportunidad. O quédate de pie aqui, hasta el tren se valla, para seguir siendo el mismo. " **** Despues del mensaje, otro chirrido de la bocina, solo un silencio de sepulcro. — Asi que...por la puerta de atras, sin despedidas, sin una explicación... ¿asi es como acabo? — Preguntó a si mismo. Era hora de tomar una decisión. --####-- Off Rol: Solo me queda decir que el rol es un pasatiempo sin paga, estar aqui o esperar que esten aqui 24/7 no es normal, no es sano. Estare en hiatus hasta que me sienta mejor. Adios.
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    // Algunos me preguntáis en que época está mi PJ. Os dejo aquí la explicación de como este personaje puede adaptarse a diferentes roles y lapsos de tiempo. Gracias por su atención .
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