• Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    A la mañana siguiente

    El olor a café me despierta antes que la luz. Abro los ojos y allí está Ryu, tranquila, apoyada en el marco de la puerta con una de esas medias sonrisas que solo enseña cuando baja la guardia. Me deja la taza en la mesita y, sin decir palabra, enciende la consola. Luego se sienta a mi lado y me extiende uno de los mandos, como si me invitara a entrar en su pequeño mundo sin pedir explicación alguna.

    El vapor del café acaricia mi cara mientras doy sorbos tímidos. Ella me observa de reojo, con una expresión divertida, arrugando la nariz cada vez que bebo.

    Lili:
    —¿Y dónde está tu café?

    Ryu, encogiéndose de hombros con esa calma salvaje tan suya:
    —Te lo has acabado…
    Gruñe suave, casi juguetona.
    Tendrás que ir a comprar si vas a quedarte aquí.

    Su forma torpe de invitarme a vivir con ella…
    tan brusca y tan dulce a la vez,
    me golpea directamente en el pecho.

    Me acerco, envolviéndola en un abrazo pequeño, casi tembloroso. Apoyo la frente en su clavícula y le doy un beso en los labios, suave, sincero, sin alcohol ni caos.

    Lili:
    —Quiero avanzar… de verdad que sí.
    Quiero…

    Las palabras salen sin que las piense, como si mi alma las dijera sola.
    Un deseo que me tiembla entre los dedos.
    Un futuro posible que nace en su pecho.

    Ryu no responde con palabras.
    Solo me estrecha contra ella, como si con ese gesto pudiera prometerme un hogar que no sabe construir, pero que intenta.

    Y por un instante
    respiro paz.

    Una calma tan frágil
    que parece hecha de cristal templado.


    ---

    // Epílogo — presagio

    Dicen que hay tardes en las que el viento no sopla:
    susurra.

    Que trae voces que no buscamos,
    nombres que creíamos dormidos,
    sombras que nunca aprendieron a irse del todo.

    Y aquella misma tarde,
    en algún punto entre el sonido del mando,
    la tibieza del café
    y la risa que aún me quedaba en la garganta…

    Algo cambió de dirección.

    Un hilo antiguo se tensó.
    Un destino volvió a reclamarme.
    Una presencia familiar cruzó un umbral que yo ya había dado por cerrado.

    Y aunque ese instante aún no pertenece a este relato,
    lo cierto es que —incluso ahora—
    el viento sigue repitiendo aquellas palabras que pronuncié sin saber lo que invocaban:

    “Quiero avanzar… Quiero.”

    Porque el caos
    siempre escucha.
    Y el amor, también.

    Lo que vino después…
    todavía está esperando ser contado.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 A la mañana siguiente El olor a café me despierta antes que la luz. Abro los ojos y allí está Ryu, tranquila, apoyada en el marco de la puerta con una de esas medias sonrisas que solo enseña cuando baja la guardia. Me deja la taza en la mesita y, sin decir palabra, enciende la consola. Luego se sienta a mi lado y me extiende uno de los mandos, como si me invitara a entrar en su pequeño mundo sin pedir explicación alguna. El vapor del café acaricia mi cara mientras doy sorbos tímidos. Ella me observa de reojo, con una expresión divertida, arrugando la nariz cada vez que bebo. Lili: —¿Y dónde está tu café? Ryu, encogiéndose de hombros con esa calma salvaje tan suya: —Te lo has acabado… Gruñe suave, casi juguetona. Tendrás que ir a comprar si vas a quedarte aquí. Su forma torpe de invitarme a vivir con ella… tan brusca y tan dulce a la vez, me golpea directamente en el pecho. Me acerco, envolviéndola en un abrazo pequeño, casi tembloroso. Apoyo la frente en su clavícula y le doy un beso en los labios, suave, sincero, sin alcohol ni caos. Lili: —Quiero avanzar… de verdad que sí. Quiero… Las palabras salen sin que las piense, como si mi alma las dijera sola. Un deseo que me tiembla entre los dedos. Un futuro posible que nace en su pecho. Ryu no responde con palabras. Solo me estrecha contra ella, como si con ese gesto pudiera prometerme un hogar que no sabe construir, pero que intenta. Y por un instante respiro paz. Una calma tan frágil que parece hecha de cristal templado. --- // Epílogo — presagio Dicen que hay tardes en las que el viento no sopla: susurra. Que trae voces que no buscamos, nombres que creíamos dormidos, sombras que nunca aprendieron a irse del todo. Y aquella misma tarde, en algún punto entre el sonido del mando, la tibieza del café y la risa que aún me quedaba en la garganta… Algo cambió de dirección. Un hilo antiguo se tensó. Un destino volvió a reclamarme. Una presencia familiar cruzó un umbral que yo ya había dado por cerrado. Y aunque ese instante aún no pertenece a este relato, lo cierto es que —incluso ahora— el viento sigue repitiendo aquellas palabras que pronuncié sin saber lo que invocaban: “Quiero avanzar… Quiero.” Porque el caos siempre escucha. Y el amor, también. Lo que vino después… todavía está esperando ser contado.
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    A la mañana siguiente

    El olor a café me despierta antes que la luz. Abro los ojos y allí está Ryu, tranquila, apoyada en el marco de la puerta con una de esas medias sonrisas que solo enseña cuando baja la guardia. Me deja la taza en la mesita y, sin decir palabra, enciende la consola. Luego se sienta a mi lado y me extiende uno de los mandos, como si me invitara a entrar en su pequeño mundo sin pedir explicación alguna.

    El vapor del café acaricia mi cara mientras doy sorbos tímidos. Ella me observa de reojo, con una expresión divertida, arrugando la nariz cada vez que bebo.

    Lili:
    —¿Y dónde está tu café?

    Ryu, encogiéndose de hombros con esa calma salvaje tan suya:
    —Te lo has acabado…
    Gruñe suave, casi juguetona.
    Tendrás que ir a comprar si vas a quedarte aquí.

    Su forma torpe de invitarme a vivir con ella…
    tan brusca y tan dulce a la vez,
    me golpea directamente en el pecho.

    Me acerco, envolviéndola en un abrazo pequeño, casi tembloroso. Apoyo la frente en su clavícula y le doy un beso en los labios, suave, sincero, sin alcohol ni caos.

    Lili:
    —Quiero avanzar… de verdad que sí.
    Quiero…

    Las palabras salen sin que las piense, como si mi alma las dijera sola.
    Un deseo que me tiembla entre los dedos.
    Un futuro posible que nace en su pecho.

    Ryu no responde con palabras.
    Solo me estrecha contra ella, como si con ese gesto pudiera prometerme un hogar que no sabe construir, pero que intenta.

    Y por un instante
    respiro paz.

    Una calma tan frágil
    que parece hecha de cristal templado.


    ---

    // Epílogo — presagio

    Dicen que hay tardes en las que el viento no sopla:
    susurra.

    Que trae voces que no buscamos,
    nombres que creíamos dormidos,
    sombras que nunca aprendieron a irse del todo.

    Y aquella misma tarde,
    en algún punto entre el sonido del mando,
    la tibieza del café
    y la risa que aún me quedaba en la garganta…

    Algo cambió de dirección.

    Un hilo antiguo se tensó.
    Un destino volvió a reclamarme.
    Una presencia familiar cruzó un umbral que yo ya había dado por cerrado.

    Y aunque ese instante aún no pertenece a este relato,
    lo cierto es que —incluso ahora—
    el viento sigue repitiendo aquellas palabras que pronuncié sin saber lo que invocaban:

    “Quiero avanzar… Quiero.”

    Porque el caos
    siempre escucha.
    Y el amor, también.

    Lo que vino después…
    todavía está esperando ser contado.
    Me enjaja
    Me entristece
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    El olor a café me despierta antes que la luz. Abro los ojos y allí está Ryu, tranquila, apoyada en el marco de la puerta con una de esas medias sonrisas que solo enseña cuando baja la guardia. Me deja la taza en la mesita y, sin decir palabra, enciende la consola. Luego se sienta a mi lado y me extiende uno de los mandos, como si me invitara a entrar en su pequeño mundo sin pedir explicación alguna.

    El vapor del café acaricia mi cara mientras doy sorbos tímidos. Ella me observa de reojo, con una expresión divertida, arrugando la nariz cada vez que bebo.

    Lili:
    —¿Y dónde está tu café?

    Ryu, encogiéndose de hombros con esa calma salvaje tan suya:
    —Te lo has acabado…
    Gruñe suave, casi juguetona.
    Tendrás que ir a comprar si vas a quedarte aquí.

    Su forma torpe de invitarme a vivir con ella…
    tan brusca y tan dulce a la vez,
    me golpea directamente en el pecho.

    Me acerco, envolviéndola en un abrazo pequeño, casi tembloroso. Apoyo la frente en su clavícula y le doy un beso en los labios, suave, sincero, sin alcohol ni caos.

    Lili:
    —Quiero avanzar… de verdad que sí.
    Quiero…

    Las palabras salen sin que las piense, como si mi alma las dijera sola.
    Un deseo que me tiembla entre los dedos.
    Un futuro posible que nace en su pecho.

    Ryu no responde con palabras.
    Solo me estrecha contra ella, como si con ese gesto pudiera prometerme un hogar que no sabe construir, pero que intenta.

    Y por un instante
    respiro paz.

    Una calma tan frágil
    que parece hecha de cristal templado.


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    // Epílogo — presagio

    Dicen que hay tardes en las que el viento no sopla:
    susurra.

    Que trae voces que no buscamos,
    nombres que creíamos dormidos,
    sombras que nunca aprendieron a irse del todo.

    Y aquella misma tarde,
    en algún punto entre el sonido del mando,
    la tibieza del café
    y la risa que aún me quedaba en la garganta…

    Algo cambió de dirección.

    Un hilo antiguo se tensó.
    Un destino volvió a reclamarme.
    Una presencia familiar cruzó un umbral que yo ya había dado por cerrado.

    Y aunque ese instante aún no pertenece a este relato,
    lo cierto es que —incluso ahora—
    el viento sigue repitiendo aquellas palabras que pronuncié sin saber lo que invocaban:

    “Quiero avanzar… Quiero.”

    Porque el caos
    siempre escucha.
    Y el amor, también.

    Lo que vino después…
    todavía está esperando ser contado.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 A la mañana siguiente El olor a café me despierta antes que la luz. Abro los ojos y allí está Ryu, tranquila, apoyada en el marco de la puerta con una de esas medias sonrisas que solo enseña cuando baja la guardia. Me deja la taza en la mesita y, sin decir palabra, enciende la consola. Luego se sienta a mi lado y me extiende uno de los mandos, como si me invitara a entrar en su pequeño mundo sin pedir explicación alguna. El vapor del café acaricia mi cara mientras doy sorbos tímidos. Ella me observa de reojo, con una expresión divertida, arrugando la nariz cada vez que bebo. Lili: —¿Y dónde está tu café? Ryu, encogiéndose de hombros con esa calma salvaje tan suya: —Te lo has acabado… Gruñe suave, casi juguetona. Tendrás que ir a comprar si vas a quedarte aquí. Su forma torpe de invitarme a vivir con ella… tan brusca y tan dulce a la vez, me golpea directamente en el pecho. Me acerco, envolviéndola en un abrazo pequeño, casi tembloroso. Apoyo la frente en su clavícula y le doy un beso en los labios, suave, sincero, sin alcohol ni caos. Lili: —Quiero avanzar… de verdad que sí. Quiero… Las palabras salen sin que las piense, como si mi alma las dijera sola. Un deseo que me tiembla entre los dedos. Un futuro posible que nace en su pecho. Ryu no responde con palabras. Solo me estrecha contra ella, como si con ese gesto pudiera prometerme un hogar que no sabe construir, pero que intenta. Y por un instante respiro paz. Una calma tan frágil que parece hecha de cristal templado. --- // Epílogo — presagio Dicen que hay tardes en las que el viento no sopla: susurra. Que trae voces que no buscamos, nombres que creíamos dormidos, sombras que nunca aprendieron a irse del todo. Y aquella misma tarde, en algún punto entre el sonido del mando, la tibieza del café y la risa que aún me quedaba en la garganta… Algo cambió de dirección. Un hilo antiguo se tensó. Un destino volvió a reclamarme. Una presencia familiar cruzó un umbral que yo ya había dado por cerrado. Y aunque ese instante aún no pertenece a este relato, lo cierto es que —incluso ahora— el viento sigue repitiendo aquellas palabras que pronuncié sin saber lo que invocaban: “Quiero avanzar… Quiero.” Porque el caos siempre escucha. Y el amor, también. Lo que vino después… todavía está esperando ser contado.
    Me entristece
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  • 𝔸𝕦𝕣𝕠𝕣𝕒 𝕃𝕏: 𝔸𝕝𝕘𝕠 𝕞𝕒𝕤 𝕢𝕦𝕖 𝕦𝕟𝕒 𝕤𝕚𝕞𝕡𝕝𝕖 𝕡𝕦𝕓𝕝𝕚𝕔𝕚𝕕𝕒𝕕.
    Fandom OC's
    Categoría Slice of Life
    : Lilian Carson
    :



    ━━━༻ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━

    La pantalla despierta con un parpadeo casi humano, como si inhalara antes de mostrar su primer destello. Un brillo rosado, líquido, acaricia el cristal continuo del dispositivo. Se desliza como una tinta viva, expandiéndose con una calma deliberada sobre el vidrio impecable que descansa en la superficie fría del mármol. El mármol tiene un veteado blanco-grisáceo que refleja el resplandor del dispositivo, haciéndolo parecer suspendido en un pequeño halo.

    No hay líneas. No hay marcos. La ilusión de un objeto sin principio ni final.

    El rosado respira.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (voz baja, elegante, con esa ironía sugerida que nunca termina de pronunciarse):
    Algunos teléfonos quieren llamar la atención.
    Este… Prefiere seducir.

    La cámara se desliza —casi flota— hacia el borde. El cuerpo metálico, rosa nacarado, parece tan delgado que invita a desconfiar de su solidez: es una lámina luminosa, un acorde suave entre metal y luz. Los reflejos del ambiente —la lámpara tenue, el ventanal con cielo nublado, una sombra que se mueve fuera de cuadro— bailan sobre el borde curvo. Por un instante, el móvil parece tomar vida, expandiendo y contrayendo ese brillo como si respirara.

    El reloj del fondo marca 4:00 PM exactas.
    En el silencio pulido del lugar, un icono surge. No vibra con estridencia, no interrumpe nada: apenas pulsa. Un destello se enciende en un extremo, viaja como un latido hasta el otro, desaparece, vuelve. Una llamada entrante hecha luz.

    Corte.

    Una mano entra en cuadro. No apresurada: segura, casi ceremoniosa.
    Los dedos se curvan; el dispositivo encaja tan bien que parece diseñado para ese preciso ángulo de agarre, para esa piel. La superficie se ilumina bajo el contacto, como si reconociera la presencia humana.

    Los íconos flotan apenas al desbloquearse. No aparecen: se despiertan.
    Se expanden, se encogen, se organizan según el movimiento imperceptible de la muñeca. Una interfaz maleable, casi viviente.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁:
    Presentamos el Aurora LX.
    El primer móvil que no solo sigue tus movimientos…
    Sino que los anticipa.

    En el aire, un simple gesto.
    La pantalla responde antes de ser tocada: una foto se abre con suavidad líquida. La cámara frontal —escondida bajo el cristal sin perforaciones, sin manchas, sin interrupciones— captura luz y la convierte en un color tan nítido que parece recién inventado. No hay marcas visibles. No hay tecnología evidente. Solo perfección invisible.

    Corte a un café minimalista.

    Líneas limpias, tonos neutros, la luz de la tarde entrando en diagonales suaves.
    Sobre la mesa de madera clara, el Aurora LX reposa, discreto. Una notificación aparece sin estallar: se proyecta con un resplandor cálido, un pastel suave que combina con su acabado rosado. Es un mensaje, pero parece más un susurro visual que un aviso.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (con una sonrisa que se escucha):
    En un mundo lleno de dispositivos ruidosos…
    Este eligió hablar en susurros.

    El teléfono gira sobre sí mismo en una toma lenta, envolvente. El rosa cambia: a blanco perla, vino, negro mate y azul marino.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁:
    Aurora LX.
    No es tecnología.
    Es suavidad en estado puro.

    ━━━༻ⒻⒾⓃ ⒹⒺⓁ ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━

    Ezra apagó la televisión con un solo toque, casi como si quisiera borrar de la existencia el último fotograma de aquella publicidad desastrosa. El silencio que quedó en la oficina fue denso, incómodo, casi acusador. Se levantó del sofá con la mandíbula tensa, como si cada músculo estuviera protestando por lo que acababa de presenciar.

    Pasó una mano por su frente, arrastrándola luego por toda la cara en un gesto lento, cansado, desesperado por encontrar lógica donde no la había.

    Cinco millones de dólares.
    Cinco.
    Millones.
    Enterrados en esa basura.

    Un suspiro escapó de él, frío y afilado. Si había algo que sabía con absoluta claridad era que tendría que hablar con Jackson. Y que alguien —alguien muy específico, o varios— iba a perder la cabeza por esto. En su empresa, el desperdicio de dinero no solo era inaceptable… era imperdonable.

    Dejó el control remoto sobre la mesa ratona con un “clic” suave, casi elegante, pero cargado de ira contenida. Ajustó el saco de su traje azul marino con movimientos precisos, automáticos, como si las prendas pudieran armarle una coraza para lo que vendría.

    Luego salió de la oficina.

    Sus pasos resonaron por el pasillo con una firmeza que no dejaba lugar a dudas. Su secretaria levantó la cabeza de inmediato, dispuesta a anunciarle algo, pero apenas vio su expresión —el ceño marcado, la mirada filosa, ese silencio que gritaba problemas— bajó la vista a toda velocidad, fingiendo buscar un papel entre la pila que ya tenía ordenada.

    Ezra no dijo una palabra.

    No hacía falta.

    Su andar era una sentencia de muerte para alguien, y todos lo sabían.

    Con el paso firme, decidido, casi militar, continuó avanzando por el corredor de mármol pulido.

    Iba directo al área de marketing. Y cada persona que lo veía acercarse se enderezaba, tragaba saliva o disimulaba el temblor en las manos.

    El huracán Hamilton estaba oficialmente en camino.

    El empresario tocó el botón del ascensor con un movimiento seco, casi impaciente, y se quedó allí, con las manos en los bolsillos del traje, mientras el panel luminoso marcaba el descenso hacia su piso. El reflejo de su propio rostro en las puertas metálicas mostraba una calma engañosa, apenas sostenida por una línea dura en su mandíbula.

    Cuando el ascensor llegó, las puertas se abrieron con un ding demasiado suave para su humor. Salió al pasillo y sus ojos se clavaron en los empleados del área: algunos apresuraban el paso, otros desviaban la mirada como si hubieran visto a un depredador entrar en la oficina. Parecían correr despavoridos, intentando desaparecer antes de quedar atrapados en la tormenta que anunciaba su andar.

    Pasó una mano por su cabello, acomodándolo hacia atrás, en un gesto más de contención que de estilo.

    Y sin dudarlo un instante, empujó la puerta de la sala de juntas del área de marketing.

    Entró sin anunciarse.

    La conversación que había dentro murió al instante.

    —¿Se puede saber en qué mierda gastaron mi dinero? —soltó, su voz retumbando con una frialdad que caló hasta los huesos. Caminó hacia la mesa con paso lento, controlado, peligroso—. Porque esa publicidad horrenda no pudo costar cinco millones…

    Su mirada se clavó en Jackson, sostenida, filosa.

    —Espero una explicación.

    Y, para rematar, dejó que una sonrisa cínica, cortante como un bisturí, se dibujara en su rostro.

    —Nosotros… Nosotros estábamos hablando justo de eso, mira… Ezra… La verdad… —balbuceó Jackson, hundiéndose en su propia incomodidad, como si deseara desaparecer bajo la mesa.

    Ezra ladeó la cabeza, apenas, con una expresión casi divertida.

    —No tienen explicación lógica, vaya… Qué problema —comentó con una calma venenosa, cruzándose de brazos.

    Luego chasqueó los dedos una sola vez.

    Un gesto perfecto, autoritario, que no dejaba margen para la duda.

    Jackson se sobresaltó, empalideció y se levantó del asiento al instante, moviéndose hacia un costado para cederle el lugar en la cabecera de la mesa, como si el aire mismo le hubiera dado la orden.

    Ezra Hamilton tomó asiento con tranquilidad, apoyando un codo en el brazo del sillón. Sus ojos recorrieron, uno por uno, a todos los presentes.

    —Sus sueldos se verán reducidos un veinte por ciento si el producto no funciona —dijo sin levantar la voz, como quien anuncia el clima—. O mejor aún… Podría despedirlos, pagarles la indemnización y contratar a otro equipo de marketing desde ya.

    Nadie respiró.

    Giró la silla hacia la ventana, como si el destino laboral de esas veinte personas fuera un mero ruido de fondo comparado con la vista majestuosa de Nueva York extendiéndose bajo él. Los rascacielos, las luces, el tráfico que desde arriba parecía un cuadro en movimiento.

    —Escúcheme, señor Hamilton —intervino alguien, con la voz temblorosa pero firme, como quien decide apostar su vida a una sola carta—. El dinero no fue destinado a esa campaña.

    Ezra alzó una sola ceja.

    Muy despacio.

    Y giró de nuevo la silla para verlos a todos.

    Esta vez, apoyó ambas manos sobre la mesa, entrelazando los dedos. Su expresión ya no era de ira, sino de una curiosidad peligrosa… La clase de curiosidad que podía salvarlos o destruirlos.

    —¿Qué dijiste?

    —El dinero no fue destinado a ese comercial —repitió el hombre, tragando saliva—. Fue un lanzamiento piloto. El comercial se comenzará a grabar en dos semanas.

    El silencio que siguió fue un abismo.
    👤: [1HAPPYLULU1] 💽: ━━━༻ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━ La pantalla despierta con un parpadeo casi humano, como si inhalara antes de mostrar su primer destello. Un brillo rosado, líquido, acaricia el cristal continuo del dispositivo. Se desliza como una tinta viva, expandiéndose con una calma deliberada sobre el vidrio impecable que descansa en la superficie fría del mármol. El mármol tiene un veteado blanco-grisáceo que refleja el resplandor del dispositivo, haciéndolo parecer suspendido en un pequeño halo. No hay líneas. No hay marcos. La ilusión de un objeto sin principio ni final. El rosado respira. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (voz baja, elegante, con esa ironía sugerida que nunca termina de pronunciarse): Algunos teléfonos quieren llamar la atención. Este… Prefiere seducir. La cámara se desliza —casi flota— hacia el borde. El cuerpo metálico, rosa nacarado, parece tan delgado que invita a desconfiar de su solidez: es una lámina luminosa, un acorde suave entre metal y luz. Los reflejos del ambiente —la lámpara tenue, el ventanal con cielo nublado, una sombra que se mueve fuera de cuadro— bailan sobre el borde curvo. Por un instante, el móvil parece tomar vida, expandiendo y contrayendo ese brillo como si respirara. El reloj del fondo marca 4:00 PM exactas. En el silencio pulido del lugar, un icono surge. No vibra con estridencia, no interrumpe nada: apenas pulsa. Un destello se enciende en un extremo, viaja como un latido hasta el otro, desaparece, vuelve. Una llamada entrante hecha luz. Corte. Una mano entra en cuadro. No apresurada: segura, casi ceremoniosa. Los dedos se curvan; el dispositivo encaja tan bien que parece diseñado para ese preciso ángulo de agarre, para esa piel. La superficie se ilumina bajo el contacto, como si reconociera la presencia humana. Los íconos flotan apenas al desbloquearse. No aparecen: se despiertan. Se expanden, se encogen, se organizan según el movimiento imperceptible de la muñeca. Una interfaz maleable, casi viviente. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁: Presentamos el Aurora LX. El primer móvil que no solo sigue tus movimientos… Sino que los anticipa. En el aire, un simple gesto. La pantalla responde antes de ser tocada: una foto se abre con suavidad líquida. La cámara frontal —escondida bajo el cristal sin perforaciones, sin manchas, sin interrupciones— captura luz y la convierte en un color tan nítido que parece recién inventado. No hay marcas visibles. No hay tecnología evidente. Solo perfección invisible. Corte a un café minimalista. Líneas limpias, tonos neutros, la luz de la tarde entrando en diagonales suaves. Sobre la mesa de madera clara, el Aurora LX reposa, discreto. Una notificación aparece sin estallar: se proyecta con un resplandor cálido, un pastel suave que combina con su acabado rosado. Es un mensaje, pero parece más un susurro visual que un aviso. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (con una sonrisa que se escucha): En un mundo lleno de dispositivos ruidosos… Este eligió hablar en susurros. El teléfono gira sobre sí mismo en una toma lenta, envolvente. El rosa cambia: a blanco perla, vino, negro mate y azul marino. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁: Aurora LX. No es tecnología. Es suavidad en estado puro. ━━━༻ⒻⒾⓃ ⒹⒺⓁ ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━ Ezra apagó la televisión con un solo toque, casi como si quisiera borrar de la existencia el último fotograma de aquella publicidad desastrosa. El silencio que quedó en la oficina fue denso, incómodo, casi acusador. Se levantó del sofá con la mandíbula tensa, como si cada músculo estuviera protestando por lo que acababa de presenciar. Pasó una mano por su frente, arrastrándola luego por toda la cara en un gesto lento, cansado, desesperado por encontrar lógica donde no la había. Cinco millones de dólares. Cinco. Millones. Enterrados en esa basura. Un suspiro escapó de él, frío y afilado. Si había algo que sabía con absoluta claridad era que tendría que hablar con Jackson. Y que alguien —alguien muy específico, o varios— iba a perder la cabeza por esto. En su empresa, el desperdicio de dinero no solo era inaceptable… era imperdonable. Dejó el control remoto sobre la mesa ratona con un “clic” suave, casi elegante, pero cargado de ira contenida. Ajustó el saco de su traje azul marino con movimientos precisos, automáticos, como si las prendas pudieran armarle una coraza para lo que vendría. Luego salió de la oficina. Sus pasos resonaron por el pasillo con una firmeza que no dejaba lugar a dudas. Su secretaria levantó la cabeza de inmediato, dispuesta a anunciarle algo, pero apenas vio su expresión —el ceño marcado, la mirada filosa, ese silencio que gritaba problemas— bajó la vista a toda velocidad, fingiendo buscar un papel entre la pila que ya tenía ordenada. Ezra no dijo una palabra. No hacía falta. Su andar era una sentencia de muerte para alguien, y todos lo sabían. Con el paso firme, decidido, casi militar, continuó avanzando por el corredor de mármol pulido. Iba directo al área de marketing. Y cada persona que lo veía acercarse se enderezaba, tragaba saliva o disimulaba el temblor en las manos. El huracán Hamilton estaba oficialmente en camino. El empresario tocó el botón del ascensor con un movimiento seco, casi impaciente, y se quedó allí, con las manos en los bolsillos del traje, mientras el panel luminoso marcaba el descenso hacia su piso. El reflejo de su propio rostro en las puertas metálicas mostraba una calma engañosa, apenas sostenida por una línea dura en su mandíbula. Cuando el ascensor llegó, las puertas se abrieron con un ding demasiado suave para su humor. Salió al pasillo y sus ojos se clavaron en los empleados del área: algunos apresuraban el paso, otros desviaban la mirada como si hubieran visto a un depredador entrar en la oficina. Parecían correr despavoridos, intentando desaparecer antes de quedar atrapados en la tormenta que anunciaba su andar. Pasó una mano por su cabello, acomodándolo hacia atrás, en un gesto más de contención que de estilo. Y sin dudarlo un instante, empujó la puerta de la sala de juntas del área de marketing. Entró sin anunciarse. La conversación que había dentro murió al instante. —¿Se puede saber en qué mierda gastaron mi dinero? —soltó, su voz retumbando con una frialdad que caló hasta los huesos. Caminó hacia la mesa con paso lento, controlado, peligroso—. Porque esa publicidad horrenda no pudo costar cinco millones… Su mirada se clavó en Jackson, sostenida, filosa. —Espero una explicación. Y, para rematar, dejó que una sonrisa cínica, cortante como un bisturí, se dibujara en su rostro. —Nosotros… Nosotros estábamos hablando justo de eso, mira… Ezra… La verdad… —balbuceó Jackson, hundiéndose en su propia incomodidad, como si deseara desaparecer bajo la mesa. Ezra ladeó la cabeza, apenas, con una expresión casi divertida. —No tienen explicación lógica, vaya… Qué problema —comentó con una calma venenosa, cruzándose de brazos. Luego chasqueó los dedos una sola vez. Un gesto perfecto, autoritario, que no dejaba margen para la duda. Jackson se sobresaltó, empalideció y se levantó del asiento al instante, moviéndose hacia un costado para cederle el lugar en la cabecera de la mesa, como si el aire mismo le hubiera dado la orden. Ezra Hamilton tomó asiento con tranquilidad, apoyando un codo en el brazo del sillón. Sus ojos recorrieron, uno por uno, a todos los presentes. —Sus sueldos se verán reducidos un veinte por ciento si el producto no funciona —dijo sin levantar la voz, como quien anuncia el clima—. O mejor aún… Podría despedirlos, pagarles la indemnización y contratar a otro equipo de marketing desde ya. Nadie respiró. Giró la silla hacia la ventana, como si el destino laboral de esas veinte personas fuera un mero ruido de fondo comparado con la vista majestuosa de Nueva York extendiéndose bajo él. Los rascacielos, las luces, el tráfico que desde arriba parecía un cuadro en movimiento. —Escúcheme, señor Hamilton —intervino alguien, con la voz temblorosa pero firme, como quien decide apostar su vida a una sola carta—. El dinero no fue destinado a esa campaña. Ezra alzó una sola ceja. Muy despacio. Y giró de nuevo la silla para verlos a todos. Esta vez, apoyó ambas manos sobre la mesa, entrelazando los dedos. Su expresión ya no era de ira, sino de una curiosidad peligrosa… La clase de curiosidad que podía salvarlos o destruirlos. —¿Qué dijiste? —El dinero no fue destinado a ese comercial —repitió el hombre, tragando saliva—. Fue un lanzamiento piloto. El comercial se comenzará a grabar en dos semanas. El silencio que siguió fue un abismo.
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  • 𝑵𝒐... 𝒏𝒐 𝒑𝒖𝒆𝒅𝒆𝒔 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒓 𝒗𝒊𝒗𝒐, 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒆𝒔𝒐 𝒅𝒆𝒃𝒆𝒓𝒊́𝒂𝒔 𝒔𝒆𝒓...
    Fandom Legacies
    Categoría Acción
    ... ¿𝑼𝒏 𝑫𝒊𝒐𝒔?


    𝑆𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑎 ⸱ㅤ𝘵ℎ𝘦𝑎


    Siempre había sido un tío normal. Promedio. Nunca el más listo, ni el más alto, para nada el más guapo, ni el más fuerte, no era el que más corría, ni el que tenía un talento para la música, no sabía bailar, cantar, o dibujar. Nunca había destacado en nada, quizás en tener una mala suerte más alta que el promedio de la población mundial, pero eso no era algo como para presumir.
    No, Poe Edward Miller no había destacado jamás en nada, ni si quiera había tenido una pequeña nota de página en el periódico escolar o el de la universidad, pero eso había cambiado hacia menos de 24 horas.

    >> Era un lunes como otro cualquiera, la parte buena de su trabajo era que tenía flexibilidad de horarios, no necesitaba llegar el primero a la obra, de algo tenía que servir ser el constructor el jefe de todos los demás obreros.
    Aquel día había llegado a las 10:00 de la mañana y a las 12:00 ya estaba a unos 80 metros del suelo, subido a una de las enormes grúas que cercaban la construcción.
    No tendría por qué estar allí, pero con la única de finalidad de poder observar todo en conjunto, había decido subir.

    Iba a ser algo rápido, o al menos esa era la idea que llevaba Poe en la mente, pero los minutos se habían convertido en horas, y lo cierto es que cuando la primera gota de agua mancha su cuaderno llevaba dos horas enteras allí arriba.
    Aquella primera gota le hizo mirar a un cercano cielo, el cual, sin darse cuenta, de un segundo para el siguiente se había encapotado convirtiendo el día en noche y descargando una tromba de agua instantánea en prácticamente toda la ciudad.

    La obra se desalojó realmente rápido, demasiado ya que al coger su walkie, nadie respondió al otro lado. — John colega bájame de aquí, esto empieza a dar un miedo de la ostia. — Como respuesta tan solo la estática. — ¿John? Joder macho no es momento de hacer bromas — Un rayo cayó justo al lado de la obra y después de este un trueno rasgó el cielo por completo acallando su voz e instalando el miedo en su estómago. <<

    Eso era lo último que recordaría. Después Poe despertó en el hospital rodeado de médicos que no eran capaces de dar una explicación a lo ocurrido. Había recibido el impacto de un rayo. No la grúa, no la estructura, si no él. El impacto le había mandado despedido fuera de la cesta, cayendo 80 metros al vacío, y con todo eso lo único que los médicos habían encontrado eran algunas contusiones que sanaban realmente rápido y una herida muy ligeramente chamuscada.
    Debería estar muerto, es lo que los médicos le habían dicho, lo que él ya sabía y al parecer lo que sus propios jefes esperaban, porque, con el alta en la mano, al día siguiente se había vuelto a presentar en la obra, o lo había intentado y es que Paul le había interceptado en su camino y le había pedido que le acompañara a la oficina.

    — ¿De verdad? ¿Me estáis echando? ¡CASI MUERO AHÍ ARRIBA PAUL!

    — Te entiendo de verdad, y nos alegramos mucho de que no lo hayas hecho…

    — Si ya claro, díselo a tu cara entonces.

    — A lo que voy, Poe, es a que esto ha costado miles de dólares a los inversores y quieren responsables.

    — ¿Responsables? ¡Llama a la chica del tiempo y que la despidan a ella!

    — Yo no puedo hacer nada, tengo las manos atadas…

    >> Había salido de aquella caseta de obra a la que llamaban oficina con el despido en una mano y el periódico bajo el brazo, porque por fin Poe Miller había destacado, era el hombre que había sobrevivido, y el periódico local le había dedicado media portada.
    Ahora era un misterio médico y un parado que caminaba por la calle sin rumbo fijo, esperando simplemente, volver a ser mediocre.
    ... ¿𝑼𝒏 𝑫𝒊𝒐𝒔? 𝑆𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑎 [N0TARTHEMISA] Siempre había sido un tío normal. Promedio. Nunca el más listo, ni el más alto, para nada el más guapo, ni el más fuerte, no era el que más corría, ni el que tenía un talento para la música, no sabía bailar, cantar, o dibujar. Nunca había destacado en nada, quizás en tener una mala suerte más alta que el promedio de la población mundial, pero eso no era algo como para presumir. No, Poe Edward Miller no había destacado jamás en nada, ni si quiera había tenido una pequeña nota de página en el periódico escolar o el de la universidad, pero eso había cambiado hacia menos de 24 horas. >> Era un lunes como otro cualquiera, la parte buena de su trabajo era que tenía flexibilidad de horarios, no necesitaba llegar el primero a la obra, de algo tenía que servir ser el constructor el jefe de todos los demás obreros. Aquel día había llegado a las 10:00 de la mañana y a las 12:00 ya estaba a unos 80 metros del suelo, subido a una de las enormes grúas que cercaban la construcción. No tendría por qué estar allí, pero con la única de finalidad de poder observar todo en conjunto, había decido subir. Iba a ser algo rápido, o al menos esa era la idea que llevaba Poe en la mente, pero los minutos se habían convertido en horas, y lo cierto es que cuando la primera gota de agua mancha su cuaderno llevaba dos horas enteras allí arriba. Aquella primera gota le hizo mirar a un cercano cielo, el cual, sin darse cuenta, de un segundo para el siguiente se había encapotado convirtiendo el día en noche y descargando una tromba de agua instantánea en prácticamente toda la ciudad. La obra se desalojó realmente rápido, demasiado ya que al coger su walkie, nadie respondió al otro lado. — John colega bájame de aquí, esto empieza a dar un miedo de la ostia. — Como respuesta tan solo la estática. — ¿John? Joder macho no es momento de hacer bromas — Un rayo cayó justo al lado de la obra y después de este un trueno rasgó el cielo por completo acallando su voz e instalando el miedo en su estómago. << Eso era lo último que recordaría. Después Poe despertó en el hospital rodeado de médicos que no eran capaces de dar una explicación a lo ocurrido. Había recibido el impacto de un rayo. No la grúa, no la estructura, si no él. El impacto le había mandado despedido fuera de la cesta, cayendo 80 metros al vacío, y con todo eso lo único que los médicos habían encontrado eran algunas contusiones que sanaban realmente rápido y una herida muy ligeramente chamuscada. Debería estar muerto, es lo que los médicos le habían dicho, lo que él ya sabía y al parecer lo que sus propios jefes esperaban, porque, con el alta en la mano, al día siguiente se había vuelto a presentar en la obra, o lo había intentado y es que Paul le había interceptado en su camino y le había pedido que le acompañara a la oficina. — ¿De verdad? ¿Me estáis echando? ¡CASI MUERO AHÍ ARRIBA PAUL! — Te entiendo de verdad, y nos alegramos mucho de que no lo hayas hecho… — Si ya claro, díselo a tu cara entonces. — A lo que voy, Poe, es a que esto ha costado miles de dólares a los inversores y quieren responsables. — ¿Responsables? ¡Llama a la chica del tiempo y que la despidan a ella! — Yo no puedo hacer nada, tengo las manos atadas… >> Había salido de aquella caseta de obra a la que llamaban oficina con el despido en una mano y el periódico bajo el brazo, porque por fin Poe Miller había destacado, era el hombre que había sobrevivido, y el periódico local le había dedicado media portada. Ahora era un misterio médico y un parado que caminaba por la calle sin rumbo fijo, esperando simplemente, volver a ser mediocre.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    //Por cierto, si. Que Eren pueda sentir lo que Lucifer necesita y a veces lo sienta como una necesidad tambien suya tiene una explicación que hablamos Lucifer y yo, cuando acordamos como fue creado Eren.
    //Por cierto, si. Que Eren pueda sentir lo que Lucifer necesita y a veces lo sienta como una necesidad tambien suya tiene una explicación que hablamos Lucifer y yo, cuando acordamos como fue creado Eren. :STK-6:
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  • Entonces, ¿quieres saber sobre los Magatama?

    Insectos. Se comen. Te dan poderes.

    Ah, esa es la versión corta, sí. Si le preguntas a la señorita con la bata de laboratorio, te va a decir que no son insectos. Tampoco se comen. Y mucho menos te dan poderes. Se va a poner histérica si sabe que te dije eso, así que shhhh.

    Pero, vamos. Te los metes por la boca, tienen como cien patas pequeñitas, y te hacen saltar edificios. ¿No es mejor mi explicación?

    En fin.

    ¿Este brazo? Sip. Magatama. ¿La razón por la que duermo un día a la semana? Magatama. ¿Cómo podemos limpiar ciudades enteras antes de que los civiles se den cuenta? Ahá. Ya estás entendiendo.

    ¿A qué saben? No sé, no se supone que los mastiques. Se te van directo al cerebro y luego... mierda, no sé. Hacen su magia dentro de tu cuerpo o algo. Como parásitos intestinales que te dan visión láser en lugar de diarrea... bueno, a veces te da diarrea con los Magatama, pero ya entendiste el punto.
    Entonces, ¿quieres saber sobre los Magatama? Insectos. Se comen. Te dan poderes. Ah, esa es la versión corta, sí. Si le preguntas a la señorita con la bata de laboratorio, te va a decir que no son insectos. Tampoco se comen. Y mucho menos te dan poderes. Se va a poner histérica si sabe que te dije eso, así que shhhh. Pero, vamos. Te los metes por la boca, tienen como cien patas pequeñitas, y te hacen saltar edificios. ¿No es mejor mi explicación? En fin. ¿Este brazo? Sip. Magatama. ¿La razón por la que duermo un día a la semana? Magatama. ¿Cómo podemos limpiar ciudades enteras antes de que los civiles se den cuenta? Ahá. Ya estás entendiendo. ¿A qué saben? No sé, no se supone que los mastiques. Se te van directo al cerebro y luego... mierda, no sé. Hacen su magia dentro de tu cuerpo o algo. Como parásitos intestinales que te dan visión láser en lugar de diarrea... bueno, a veces te da diarrea con los Magatama, pero ya entendiste el punto.
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  • Ven a mí, dulce amor
    Ayúdame a cambiar este destino
    Sálvame, por favor
    Que tengo el corazón partido en dos

    Dame más, quiero más
    De esa bendita forma en que me miras
    Solo tú, solo yo
    Caricias que me roben la razón

    Ámame, acércate y ámame
    Regálame, de a poco, tu calor
    Atrévete a mi amor
    No tengas miedo y solo ámame
    Ahora y siempre ámame
    El mundo se inventó para los dos
    No tiene, la pasión, explicación

    Junto a ti, seducción
    Enciendes uno a uno mis sentidos
    Quédate con mi amor

    Envuélveme en tus brazos sin temor
    Viviré siempre así
    Enamorado, digan lo que digan
    Y seré para ti

    Porque tú eres una en un millón
    Ámame, acércate y ámame
    Regálame, de a poco, tu calor
    Atrévete a mi amor

    No tengas miedo y solo ámame
    Ahora y siempre ámame
    El mundo se inventó para los dos
    No tiene, la pasión, explicación
    Ámame, acércate y ámame
    Regálame, de a poco, tu calor
    (Atrévete a mi amor, no tengas miedo
    Ámame)

    Ahora y siempre ámame
    (El mundo se inventó para los dos)
    No tiene, la pasión, explicación
    (Ámame, acércate y ámame
    Regálame, de a poco, tu calor
    Atrévete a mi amor
    No tengas miedo y solo
    ámame
    Ámame
    Ven a mí, dulce amor Ayúdame a cambiar este destino Sálvame, por favor Que tengo el corazón partido en dos Dame más, quiero más De esa bendita forma en que me miras Solo tú, solo yo Caricias que me roben la razón Ámame, acércate y ámame Regálame, de a poco, tu calor Atrévete a mi amor No tengas miedo y solo ámame Ahora y siempre ámame El mundo se inventó para los dos No tiene, la pasión, explicación Junto a ti, seducción Enciendes uno a uno mis sentidos Quédate con mi amor Envuélveme en tus brazos sin temor Viviré siempre así Enamorado, digan lo que digan Y seré para ti Porque tú eres una en un millón Ámame, acércate y ámame Regálame, de a poco, tu calor Atrévete a mi amor No tengas miedo y solo ámame Ahora y siempre ámame El mundo se inventó para los dos No tiene, la pasión, explicación Ámame, acércate y ámame Regálame, de a poco, tu calor (Atrévete a mi amor, no tengas miedo Ámame) Ahora y siempre ámame (El mundo se inventó para los dos) No tiene, la pasión, explicación (Ámame, acércate y ámame Regálame, de a poco, tu calor Atrévete a mi amor No tengas miedo y solo ámame Ámame
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  • —Hola cómo están está tarde les contaré la historia de Cinthia espero y disfruten del relato —

    hace cinco años, cuando tenía 20, vivía con mi madre, mis tías y mi abuela en una antigua casa de campo a las afueras del pueblo. Desde que tengo memoria, ellas se habían dedicado a la brujería, algo que, aunque no compartía, había aceptado como parte de mi vida. No obstante, esa noche en particular fue diferente, pues nunca antes había presenciado uno de sus rituales.

    Era una noche oscura y lúgubre, en la que apenas se distinguía la luz de la luna entre las nubes. Había un aire pesado y denso que me rodeaba, como si presintiera que algo extraño estaba a punto de suceder. Mi familia decidió realizar un ritual para alejar las malas vibras de nuestra casa, y aunque no era mi costumbre, decidí unirme a ellas.

    Nos dirigimos hacia una cueva ubicada cerca de nuestra casa, un lugar que siempre me había parecido tenebroso y del cual había evitado acercarme. Sin embargo, esta vez me encontraba caminando hacia allí, acompañada por el sonido de nuestras pisadas en la hojarasca y el murmullo de las ramas moviéndose por el viento.

    Al llegar a la entrada de la cueva, mis tías encendieron velas, mientras mi abuela sostenía en sus manos unos libros antiguos y polvorientos cuyo contenido desconocía. La luz de las velas proyectaba sombras fantasmagóricas en las paredes de la cueva, lo que acentuaba mi creciente sensación de inquietud.

    Mis tías comenzaron a preparar el ritual, disponiendo todo lo necesario en el suelo. Entre los elementos que utilizarían, había una botella con sangre de cabra y un mechón de cabello del cual no sabía su procedencia. La simple visión de esos objetos aumentaba mi temor, pero decidí mantener la compostura y seguir adelante.

    A medida que el ritual avanzaba, mis tías y mi abuela recitaban palabras en un idioma que no reconocía, y yo me mantenía en silencio, observando cada movimiento con cautela. No podía evitar sentir que algo no estaba bien, que aquel ritual tenía un propósito más oscuro del que me habían contado.

    No obstante, me encontraba allí, en medio de la oscuridad, junto a mi familia, sintiendo cómo una energía inquietante se apoderaba de la cueva. En mi mente, una mezcla de miedo y curiosidad me impulsaba a quedarme y descubrir qué sucedería a continuación, sin saber que aquella noche sería solo el comienzo de una serie de aterradores acontecimientos que cambiarían mi vida para siempre.

    En ese momento, casi al finalizar el ritual, mi abuela mencionó el nombre de mi novio, Jorge. Sentí cómo mi corazón se detenía por un instante y mi sangre se helaba en las venas. A pesar de mi miedo, la ira comenzó a apoderarse de mí. No podía creer que mi familia estuviera haciendo algo en contra de la persona a la que amaba.

    Enfurecida, me abalancé sobre el altar improvisado y arrojé al suelo las velas y la sangre que estaba en un florero. La oscuridad invadió la cueva mientras las llamas se apagaban, y el eco de mis acciones retumbaba en las paredes de piedra.

    Mis tías y mi abuela me miraron sorprendidas, mientras mi madre intentaba justificar sus acciones, diciéndome que Jorge no me convenía, que no tenía trabajo y era poco agraciado, y que yo merecía a alguien mejor. En ese momento, mi enojo alcanzó su punto máximo y, sin poder contenerme, les grité que no se metieran en mi vida.

    La cueva parecía vibrar con la intensidad de mis palabras, como si las propias paredes pudieran sentir mi ira y mi dolor. Mi madre y mis tías bajaron la mirada, mientras mi abuela me observaba con una expresión indescifrable en su rostro arrugado.

    La ira se disipó lentamente, dejando tras de sí un profundo sentimiento de tristeza y traición. Me di cuenta de que, en su afán por protegerme y guiarme, mi familia había cruzado un límite que no debieron traspasar. A pesar del amor que sentía por ellas, sabía que ya no podría confiar en ellas de la misma manera.

    En silencio, recogí las velas apagadas y salí de la cueva, dejando atrás a mi familia y el ritual inconcluso. La noche había recuperado su oscuridad y frío, pero mi corazón ardiendo de furia e indignación me mantenía caliente mientras me alejaba de aquel lugar.

    No sabía qué me depararía el futuro después de esa traición, pero estaba decidida a enfrentar cualquier desafío por mi cuenta, sin dejarme influenciar por las creencias y deseos de mi familia. Lo que no imaginaba era que aquella noche de traición y furia sería solo el inicio de una serie de eventos escalofriantes que pondrían a prueba mi valentía y cambiarían mi vida para siempre.

    Apenas llegué a casa, tomé una maleta y comencé a llenarla con mi ropa y pertenencias más importantes, decidida a irme a casa de Jorge, quien vivía a poca distancia. No quería pasar ni un segundo más en ese lugar donde mi familia había intentado manipular mi vida sin mí consentimiento.

    Estaba a punto de salir por la puerta cuando las brujas de mi familia aparecieron frente a mí. Una de mis tías me miró con seriedad y me dijo que entendía mi enojo, pero que lo que había hecho estaba muy mal. Me explicó que dejar un ritual inconcluso podría traer graves consecuencias, ya que estaba jugando con fuerzas que no debían ser tomadas a la ligera. Hizo alusión a que el diablo no toleraba ese tipo de juegos.

    A pesar de sus palabras, no podía dejar de sentir coraje hacia ellas. Les respondí con firmeza que no me importaban las consecuencias y que me iba de esa casa para que no me molestaran más. Les pedí que dejaran en paz a Jorge y que no intentaran interferir en nuestra relación de nuevo.

    Mis tías y mi madre parecieron sorprendidas por mi determinación, pero mi abuela me observó con una expresión preocupada en su rostro. A pesar de su reacción, me mantuve firme en mi decisión y salí de la casa, sintiendo un peso en mi pecho que me oprimía.

    Llegué a casa de Jorge y le conté lo sucedido, buscando consuelo y apoyo en él. Él me abrazó con fuerza, prometiéndome que estaríamos juntos y enfrentaríamos cualquier cosa que se nos presentara. Aunque sus palabras me reconfortaron, no pude evitar sentir un temor creciente en mi interior, como si el abismo de lo desconocido se abriera ante mí.

    La advertencia de mi tía sobre las consecuencias de dejar un ritual inconcluso retumbaba en mi mente, pero me negaba a darle importancia. No quería que el miedo gobernara mi vida y mis decisiones, pero lo que no sabía era que esa noche había desatado fuerzas oscuras que no tardarían en manifestarse.

    Las primeras semanas en casa de Jorge transcurrieron sin incidentes. Nos sentíamos felices y seguros juntos, y yo comenzaba a olvidar los eventos aterradores que habían llevado a mi huida de la casa de mi familia. Sin embargo, esa tranquilidad no duró mucho.

    Una noche, mientras estábamos acostados en la cama, comenzamos a escuchar un extraño sonido, como si algo estuviera arañando las paredes. Nos miramos con inquietud, pero no le dimos mayor importancia, atribuyéndolo a algún animal nocturno o al viento.

    Otra noche, Jorge metió la mano debajo de la cama para buscar algo que había dejado caer y sintió que algo lamió su mano. Retiró la mano rápidamente, describiendo una lengua fría, rasposa y asquerosa. Ambos nos quedamos estupefactos y asustados, pero no encontramos ninguna explicación lógica para lo sucedido.

    El miedo comenzó a apoderarse de nosotros cuando, en otra ocasión, mientras dormíamos, fuimos despertados por ruidos en la habitación. Al abrir los ojos, vimos algo que parecía sacado de nuestras peores pesadillas: dos de los peluches de Jorge parecían haber cobrado vida y se burlaban de nosotros, señalándonos y riéndose con malicia.

    El terror nos invadió por completo, y comenzamos a cuestionarnos si lo que estaba sucediendo tenía alguna conexión con el ritual inconcluso que había interrumpido semanas atrás. La advertencia de mi tía resonaba en mi mente, y no pude evitar sentir que, en mi desesperación por proteger a Jorge, había desatado fuerzas oscuras y peligrosas que ahora nos acechaban.

    Sabía que debía enfrentar el problema y buscar una solución antes de que las cosas empeoraran, pero no tenía idea de cómo hacerlo. Había dejado atrás a mi familia y sus conocimientos sobre brujería, y ahora me encontraba atrapada en una situación que amenazaba con destruir la vida que había construido junto a Jorge.

    Con cada nueva manifestación de esas fuerzas oscuras, la tensión y el miedo se apoderaban cada vez más de nuestras vidas. La incertidumbre y la angustia nos atormentaban día y noche, y sabíamos que debíamos encontrar una manera de detener ese tormento antes de que fuera demasiado tarde.

    La situación empeoró considerablemente. Un día, mientras Jorge se bañaba, escuché un grito desgarrador que provenía del baño. Corrí hacia allí y lo encontré temblando de miedo. Me contó que el agua de la ducha había salido hirviendo de repente, la luz del baño se había apagado y, además, había escuchado a alguien pronunciar su nombre en repetidas ocasiones.

    Al escuchar su relato, mi corazón latía a mil por hora y el miedo recorrió todo mi ser. Lo abracé con fuerza y le dije que todo estaría bien, pero en mi interior sabía que estaba equivocada. Aquella misma noche, uno de los peores presagios se manifestó: una de las cruces que Jorge tenía en su cuarto, ya que era católico, se cayó y se partió en pedazos sin razón aparente.

    Para colmo, Jorge comenzó a sentirse muy mal. Le dio fiebre, tos y su piel se tornó pálida. Su estado empeoró rápidamente e incluso empezó a vomitar cabellos, algo que me dejó horrorizada y sin saber qué hacer. No podía negar más la realidad: las fuerzas oscuras desatadas por el ritual inconcluso estaban afectando a Jorge, y era mi culpa.

    Desesperada y sintiendo que no tenía otra opción, decidí enfrentar mi miedo y regresar a la casa de mi familia para pedirles ayuda. A pesar de todo lo que había ocurrido, sabía que ellas eran las únicas que podrían enfrentar y detener las fuerzas que ahora amenazaban nuestras vidas.

    Con el corazón en un puño y la determinación de proteger a Jorge, me dispuse a enfrentar a mi familia y a las sombras del pasado que ahora se cernían sobre nosotros. No tenía idea de lo que encontraría al regresar a aquella casa ni de si podríamos detener el mal que nos acechaba, pero estaba dispuesta a hacer todo lo necesario para salvar a Jorge y recuperar nuestras vidas.

    Regresé a la casa de mi familia con el corazón lleno de temor y resentimiento. A pesar de que no quería estar allí, sabía que era la única opción que tenía para proteger a Jorge y poner fin a la pesadilla que estábamos viviendo.

    Mis tías, mi madre y mi abuela estaban felices de verme de vuelta, pero yo no podía olvidar lo que habían intentado hacerle a Jorge. Aun así, les conté todo lo que nos había sucedido en los últimos días, esperando que pudieran ayudarnos a detener las fuerzas oscuras que nos atormentaban.

    Para mi sorpresa, no parecieron sorprendidas por lo que les conté. Con seriedad, prometieron ayudarnos y aseguraron que todo mejoraría. Incluso afirmaron que dejarían de interferir en mi relación con Jorge, reconociendo que habían cruzado un límite que no debieron traspasar.

    A pesar de sus palabras, no podía evitar sentir cierta desconfianza. Sin embargo, sabía que no tenía otra opción que confiar en ellas y en su conocimiento sobre brujería para enfrentar las fuerzas malignas que habíamos desatado.

    Mis tías, mi madre y mi abuela comenzaron a preparar un ritual de purificación y protección, con el objetivo de limpiar nuestra energía y alejar las entidades oscuras que nos acechaban. Me pidieron que participara en el ritual y les confiara mis miedos y preocupaciones, algo que hice con cierta reticencia, pero también con la esperanza de que podría salvar a Jorge y a mí de la oscuridad que nos envolvía.

    Con temor y resignación, volví a la cueva en la que había interrumpido el ritual anterior. Mi madre me explicó que, para solucionar el problema que yo misma había creado, tendría que realizar un sacrificio de sangre. Me entregaron una gallina, que debía sacrificar para obtener un poco de su sangre y así completar el ritual.

    A pesar de sentirme horrorizada ante la idea, sabía que no tenía otra opción si quería salvar a Jorge y a mí de la oscuridad que nos acechaba. Con manos temblorosas, sacrifiqué a la gallina y recogí su sangre en un recipiente.

    Luego, mis tías, mi madre y mi abuela comenzaron a recitar palabras en un idioma que no entendía. Me pidieron que las repitiera, aunque no sabía qué significaban. Mientras lo hacía, mi abuela me limpiaba con hierbas y mis tías me escupían alcohol para purificar mi cuerpo y mi espíritu.

    El ritual se volvió cada vez más intenso, y las energías en la cueva parecían vibrar a nuestro alrededor. Podía sentir que algo estaba cambiando, aunque no sabía si era para bien o para mal. En mi corazón, solo deseaba que todo terminara y que Jorge y yo pudiéramos recuperar nuestras vidas.

    Cuando finalmente el ritual llegó a su fin, mis tías, mi madre y mi abuela parecían satisfechas y aliviadas. Me aseguraron que las fuerzas oscuras que habíamos desatado estarían ahora bajo control y que no tendríamos que preocuparnos más por ellas.

    Aunque quería creer en sus palabras, una parte de mí seguía temiendo que el mal que habíamos desencadenado fuera demasiado poderoso como para ser contenido. Sin embargo, por el bien de Jorge y el mío, decidí confiar en mi familia y esperar que, de alguna manera, las cosas volvieran a la normalidad.

    Al regresar a casa, comencé a sentir una paz que no había experimentado desde que iniciaron los horribles sucesos. Decidí perdonar a mi familia, quienes se mostraron muy felices y aseguraron que solo querían lo mejor para mí. Sin embargo, había un terrible secreto que ocultaban y que no descubriría hasta más tarde.

    Mi confianza en ellas comenzó a crecer, ya que los eventos sobrenaturales habían cesado y todo parecía haber vuelto a la normalidad. Cuando le pregunté a Jorge cómo se sentía, me dijo que se encontraba mucho mejor y que no había experimentado nada extraño en los últimos días. Ambos nos sentíamos aliviados y agradecidos por la aparente calma.

    Aproveché la oportunidad para disculparme con Jorge por todos los aterradores acontecimientos que había vivido a causa de mi culpa y la de mi familia. Para mi alivio, él lo entendió y me perdonó, demostrando una vez más el amor profundo que sentía por mí.

    Por un tiempo, parecía que todo iba bien y que las cosas estaban volviendo a la normalidad. Pero en el fondo, no podía quitarme la sensación de que algo no estaba del todo bien y que el mal que habíamos desencadenado seguía al acecho, esperando el momento adecuado para volver a manifestarse. A pesar de mi inquietud, traté de ignorar esos pensamientos y disfrutar de la paz y la tranquilidad que había en nuestra vida. Sin embargo, no pasaría mucho tiempo antes de que el terrible secreto de mi familia saliera a la luz y cambiara todo para siempre.

    Mi temor y desesperación crecieron a medida que la normalidad aparente comenzó a desmoronarse. Una madrugada, mientras dormía, escuché un golpe en mi ventana. Al principio, creí que se trataba de algo sobrenatural, pero luego escuché la voz de Jorge llamándome. Abrí la ventana y lo vi empapado en sudor, con el rostro pálido y llorando desconsoladamente. Lo hice entrar a escondidas en mi casa para que me explicara qué había sucedido.

    Una vez dentro, Jorge me contó que su abuelo había fallecido hacía apenas una hora. Habían escuchado un grito de terror, y cuando corrieron a verlo, ya no respondía. Sus palabras hicieron que mi corazón se llenara de angustia, no solo por el miedo a lo desconocido, sino también por la tristeza de perder a alguien que había sido muy amable conmigo durante el tiempo de mi relación con Jorge. Su abuelo siempre había mostrado afecto y comprensión hacia mí, y no pude evitar sentir un profundo pesar por su pérdida.

    Lo que dijo a continuación fue aún más aterrador. Al salir a pedir ayuda, había visto a una de mis tías espiándolo en plena oscuridad, vestida de negro.

    El pánico se apoderó de mí al comprender que, de alguna manera, mi familia todavía estaba involucrada en todo esto. A pesar de sus promesas de ayudarnos y de no interferir en nuestra relación, habían seguido manipulando nuestras vidas y causando sufrimiento.

    No sabía qué hacer ni en quién confiar. Mi mundo se había vuelto oscuro y aterrador, y sentía que estaba siendo arrastrada hacia un abismo del que no había escapatoria. Decidí que no podía seguir permitiendo que mi familia destruyera nuestras vidas y que debía enfrentarme a ellas y descubrir la verdad detrás de sus acciones y el oscuro secreto que ocultaban.

    En lugar de enfrentar a toda mi familia de una vez, decidí comenzar por hablar con mi tía en privado. Desperté a mi tía con cuidado para no hacer mucho ruido y le pedí que fuera a mi habitación para que me diera una explicación.

    Una vez en mi habitación, mi tía me reveló que el último ritual que habían realizado en realidad no había sido para protegerme a mí y a Jorge, sino para asegurarse de que yo estuviera bien, pero a costa del sufrimiento de mi novio. Ellas no querían que estuviéramos juntos y habían tomado medidas extremas para separarnos.

    Mi tía me confesó que entendía cómo me sentía, pero que no podía hacer nada al respecto. Me contó que, hace muchos años, mi abuela tampoco había permitido que ella estuviera con el amor de su vida. Mi tía se vio obligada a abandonar a su novio para evitar que mi abuela enterrara un muñeco vudú en el panteón, lo que habría resultado en la muerte de su amado. Prefería sacrificar su relación antes que poner en peligro la vida del hombre que amaba.

    La revelación de mi tía me dejó conmocionada y angustiada. No solo había descubierto que mi familia había estado manipulando nuestras vidas y causando sufrimiento a Jorge, sino que también aprendí que este tipo de intervenciones y sacrificios se habían repetido en el pasado. Me pregunté cuántas veces habían hecho esto antes y cuántas vidas habían sido afectadas por sus acciones.


    ||—En comentarios está la continuación disculpen las molestias —
    —Hola cómo están está tarde les contaré la historia de Cinthia espero y disfruten del relato — hace cinco años, cuando tenía 20, vivía con mi madre, mis tías y mi abuela en una antigua casa de campo a las afueras del pueblo. Desde que tengo memoria, ellas se habían dedicado a la brujería, algo que, aunque no compartía, había aceptado como parte de mi vida. No obstante, esa noche en particular fue diferente, pues nunca antes había presenciado uno de sus rituales. Era una noche oscura y lúgubre, en la que apenas se distinguía la luz de la luna entre las nubes. Había un aire pesado y denso que me rodeaba, como si presintiera que algo extraño estaba a punto de suceder. Mi familia decidió realizar un ritual para alejar las malas vibras de nuestra casa, y aunque no era mi costumbre, decidí unirme a ellas. Nos dirigimos hacia una cueva ubicada cerca de nuestra casa, un lugar que siempre me había parecido tenebroso y del cual había evitado acercarme. Sin embargo, esta vez me encontraba caminando hacia allí, acompañada por el sonido de nuestras pisadas en la hojarasca y el murmullo de las ramas moviéndose por el viento. Al llegar a la entrada de la cueva, mis tías encendieron velas, mientras mi abuela sostenía en sus manos unos libros antiguos y polvorientos cuyo contenido desconocía. La luz de las velas proyectaba sombras fantasmagóricas en las paredes de la cueva, lo que acentuaba mi creciente sensación de inquietud. Mis tías comenzaron a preparar el ritual, disponiendo todo lo necesario en el suelo. Entre los elementos que utilizarían, había una botella con sangre de cabra y un mechón de cabello del cual no sabía su procedencia. La simple visión de esos objetos aumentaba mi temor, pero decidí mantener la compostura y seguir adelante. A medida que el ritual avanzaba, mis tías y mi abuela recitaban palabras en un idioma que no reconocía, y yo me mantenía en silencio, observando cada movimiento con cautela. No podía evitar sentir que algo no estaba bien, que aquel ritual tenía un propósito más oscuro del que me habían contado. No obstante, me encontraba allí, en medio de la oscuridad, junto a mi familia, sintiendo cómo una energía inquietante se apoderaba de la cueva. En mi mente, una mezcla de miedo y curiosidad me impulsaba a quedarme y descubrir qué sucedería a continuación, sin saber que aquella noche sería solo el comienzo de una serie de aterradores acontecimientos que cambiarían mi vida para siempre. En ese momento, casi al finalizar el ritual, mi abuela mencionó el nombre de mi novio, Jorge. Sentí cómo mi corazón se detenía por un instante y mi sangre se helaba en las venas. A pesar de mi miedo, la ira comenzó a apoderarse de mí. No podía creer que mi familia estuviera haciendo algo en contra de la persona a la que amaba. Enfurecida, me abalancé sobre el altar improvisado y arrojé al suelo las velas y la sangre que estaba en un florero. La oscuridad invadió la cueva mientras las llamas se apagaban, y el eco de mis acciones retumbaba en las paredes de piedra. Mis tías y mi abuela me miraron sorprendidas, mientras mi madre intentaba justificar sus acciones, diciéndome que Jorge no me convenía, que no tenía trabajo y era poco agraciado, y que yo merecía a alguien mejor. En ese momento, mi enojo alcanzó su punto máximo y, sin poder contenerme, les grité que no se metieran en mi vida. La cueva parecía vibrar con la intensidad de mis palabras, como si las propias paredes pudieran sentir mi ira y mi dolor. Mi madre y mis tías bajaron la mirada, mientras mi abuela me observaba con una expresión indescifrable en su rostro arrugado. La ira se disipó lentamente, dejando tras de sí un profundo sentimiento de tristeza y traición. Me di cuenta de que, en su afán por protegerme y guiarme, mi familia había cruzado un límite que no debieron traspasar. A pesar del amor que sentía por ellas, sabía que ya no podría confiar en ellas de la misma manera. En silencio, recogí las velas apagadas y salí de la cueva, dejando atrás a mi familia y el ritual inconcluso. La noche había recuperado su oscuridad y frío, pero mi corazón ardiendo de furia e indignación me mantenía caliente mientras me alejaba de aquel lugar. No sabía qué me depararía el futuro después de esa traición, pero estaba decidida a enfrentar cualquier desafío por mi cuenta, sin dejarme influenciar por las creencias y deseos de mi familia. Lo que no imaginaba era que aquella noche de traición y furia sería solo el inicio de una serie de eventos escalofriantes que pondrían a prueba mi valentía y cambiarían mi vida para siempre. Apenas llegué a casa, tomé una maleta y comencé a llenarla con mi ropa y pertenencias más importantes, decidida a irme a casa de Jorge, quien vivía a poca distancia. No quería pasar ni un segundo más en ese lugar donde mi familia había intentado manipular mi vida sin mí consentimiento. Estaba a punto de salir por la puerta cuando las brujas de mi familia aparecieron frente a mí. Una de mis tías me miró con seriedad y me dijo que entendía mi enojo, pero que lo que había hecho estaba muy mal. Me explicó que dejar un ritual inconcluso podría traer graves consecuencias, ya que estaba jugando con fuerzas que no debían ser tomadas a la ligera. Hizo alusión a que el diablo no toleraba ese tipo de juegos. A pesar de sus palabras, no podía dejar de sentir coraje hacia ellas. Les respondí con firmeza que no me importaban las consecuencias y que me iba de esa casa para que no me molestaran más. Les pedí que dejaran en paz a Jorge y que no intentaran interferir en nuestra relación de nuevo. Mis tías y mi madre parecieron sorprendidas por mi determinación, pero mi abuela me observó con una expresión preocupada en su rostro. A pesar de su reacción, me mantuve firme en mi decisión y salí de la casa, sintiendo un peso en mi pecho que me oprimía. Llegué a casa de Jorge y le conté lo sucedido, buscando consuelo y apoyo en él. Él me abrazó con fuerza, prometiéndome que estaríamos juntos y enfrentaríamos cualquier cosa que se nos presentara. Aunque sus palabras me reconfortaron, no pude evitar sentir un temor creciente en mi interior, como si el abismo de lo desconocido se abriera ante mí. La advertencia de mi tía sobre las consecuencias de dejar un ritual inconcluso retumbaba en mi mente, pero me negaba a darle importancia. No quería que el miedo gobernara mi vida y mis decisiones, pero lo que no sabía era que esa noche había desatado fuerzas oscuras que no tardarían en manifestarse. Las primeras semanas en casa de Jorge transcurrieron sin incidentes. Nos sentíamos felices y seguros juntos, y yo comenzaba a olvidar los eventos aterradores que habían llevado a mi huida de la casa de mi familia. Sin embargo, esa tranquilidad no duró mucho. Una noche, mientras estábamos acostados en la cama, comenzamos a escuchar un extraño sonido, como si algo estuviera arañando las paredes. Nos miramos con inquietud, pero no le dimos mayor importancia, atribuyéndolo a algún animal nocturno o al viento. Otra noche, Jorge metió la mano debajo de la cama para buscar algo que había dejado caer y sintió que algo lamió su mano. Retiró la mano rápidamente, describiendo una lengua fría, rasposa y asquerosa. Ambos nos quedamos estupefactos y asustados, pero no encontramos ninguna explicación lógica para lo sucedido. El miedo comenzó a apoderarse de nosotros cuando, en otra ocasión, mientras dormíamos, fuimos despertados por ruidos en la habitación. Al abrir los ojos, vimos algo que parecía sacado de nuestras peores pesadillas: dos de los peluches de Jorge parecían haber cobrado vida y se burlaban de nosotros, señalándonos y riéndose con malicia. El terror nos invadió por completo, y comenzamos a cuestionarnos si lo que estaba sucediendo tenía alguna conexión con el ritual inconcluso que había interrumpido semanas atrás. La advertencia de mi tía resonaba en mi mente, y no pude evitar sentir que, en mi desesperación por proteger a Jorge, había desatado fuerzas oscuras y peligrosas que ahora nos acechaban. Sabía que debía enfrentar el problema y buscar una solución antes de que las cosas empeoraran, pero no tenía idea de cómo hacerlo. Había dejado atrás a mi familia y sus conocimientos sobre brujería, y ahora me encontraba atrapada en una situación que amenazaba con destruir la vida que había construido junto a Jorge. Con cada nueva manifestación de esas fuerzas oscuras, la tensión y el miedo se apoderaban cada vez más de nuestras vidas. La incertidumbre y la angustia nos atormentaban día y noche, y sabíamos que debíamos encontrar una manera de detener ese tormento antes de que fuera demasiado tarde. La situación empeoró considerablemente. Un día, mientras Jorge se bañaba, escuché un grito desgarrador que provenía del baño. Corrí hacia allí y lo encontré temblando de miedo. Me contó que el agua de la ducha había salido hirviendo de repente, la luz del baño se había apagado y, además, había escuchado a alguien pronunciar su nombre en repetidas ocasiones. Al escuchar su relato, mi corazón latía a mil por hora y el miedo recorrió todo mi ser. Lo abracé con fuerza y le dije que todo estaría bien, pero en mi interior sabía que estaba equivocada. Aquella misma noche, uno de los peores presagios se manifestó: una de las cruces que Jorge tenía en su cuarto, ya que era católico, se cayó y se partió en pedazos sin razón aparente. Para colmo, Jorge comenzó a sentirse muy mal. Le dio fiebre, tos y su piel se tornó pálida. Su estado empeoró rápidamente e incluso empezó a vomitar cabellos, algo que me dejó horrorizada y sin saber qué hacer. No podía negar más la realidad: las fuerzas oscuras desatadas por el ritual inconcluso estaban afectando a Jorge, y era mi culpa. Desesperada y sintiendo que no tenía otra opción, decidí enfrentar mi miedo y regresar a la casa de mi familia para pedirles ayuda. A pesar de todo lo que había ocurrido, sabía que ellas eran las únicas que podrían enfrentar y detener las fuerzas que ahora amenazaban nuestras vidas. Con el corazón en un puño y la determinación de proteger a Jorge, me dispuse a enfrentar a mi familia y a las sombras del pasado que ahora se cernían sobre nosotros. No tenía idea de lo que encontraría al regresar a aquella casa ni de si podríamos detener el mal que nos acechaba, pero estaba dispuesta a hacer todo lo necesario para salvar a Jorge y recuperar nuestras vidas. Regresé a la casa de mi familia con el corazón lleno de temor y resentimiento. A pesar de que no quería estar allí, sabía que era la única opción que tenía para proteger a Jorge y poner fin a la pesadilla que estábamos viviendo. Mis tías, mi madre y mi abuela estaban felices de verme de vuelta, pero yo no podía olvidar lo que habían intentado hacerle a Jorge. Aun así, les conté todo lo que nos había sucedido en los últimos días, esperando que pudieran ayudarnos a detener las fuerzas oscuras que nos atormentaban. Para mi sorpresa, no parecieron sorprendidas por lo que les conté. Con seriedad, prometieron ayudarnos y aseguraron que todo mejoraría. Incluso afirmaron que dejarían de interferir en mi relación con Jorge, reconociendo que habían cruzado un límite que no debieron traspasar. A pesar de sus palabras, no podía evitar sentir cierta desconfianza. Sin embargo, sabía que no tenía otra opción que confiar en ellas y en su conocimiento sobre brujería para enfrentar las fuerzas malignas que habíamos desatado. Mis tías, mi madre y mi abuela comenzaron a preparar un ritual de purificación y protección, con el objetivo de limpiar nuestra energía y alejar las entidades oscuras que nos acechaban. Me pidieron que participara en el ritual y les confiara mis miedos y preocupaciones, algo que hice con cierta reticencia, pero también con la esperanza de que podría salvar a Jorge y a mí de la oscuridad que nos envolvía. Con temor y resignación, volví a la cueva en la que había interrumpido el ritual anterior. Mi madre me explicó que, para solucionar el problema que yo misma había creado, tendría que realizar un sacrificio de sangre. Me entregaron una gallina, que debía sacrificar para obtener un poco de su sangre y así completar el ritual. A pesar de sentirme horrorizada ante la idea, sabía que no tenía otra opción si quería salvar a Jorge y a mí de la oscuridad que nos acechaba. Con manos temblorosas, sacrifiqué a la gallina y recogí su sangre en un recipiente. Luego, mis tías, mi madre y mi abuela comenzaron a recitar palabras en un idioma que no entendía. Me pidieron que las repitiera, aunque no sabía qué significaban. Mientras lo hacía, mi abuela me limpiaba con hierbas y mis tías me escupían alcohol para purificar mi cuerpo y mi espíritu. El ritual se volvió cada vez más intenso, y las energías en la cueva parecían vibrar a nuestro alrededor. Podía sentir que algo estaba cambiando, aunque no sabía si era para bien o para mal. En mi corazón, solo deseaba que todo terminara y que Jorge y yo pudiéramos recuperar nuestras vidas. Cuando finalmente el ritual llegó a su fin, mis tías, mi madre y mi abuela parecían satisfechas y aliviadas. Me aseguraron que las fuerzas oscuras que habíamos desatado estarían ahora bajo control y que no tendríamos que preocuparnos más por ellas. Aunque quería creer en sus palabras, una parte de mí seguía temiendo que el mal que habíamos desencadenado fuera demasiado poderoso como para ser contenido. Sin embargo, por el bien de Jorge y el mío, decidí confiar en mi familia y esperar que, de alguna manera, las cosas volvieran a la normalidad. Al regresar a casa, comencé a sentir una paz que no había experimentado desde que iniciaron los horribles sucesos. Decidí perdonar a mi familia, quienes se mostraron muy felices y aseguraron que solo querían lo mejor para mí. Sin embargo, había un terrible secreto que ocultaban y que no descubriría hasta más tarde. Mi confianza en ellas comenzó a crecer, ya que los eventos sobrenaturales habían cesado y todo parecía haber vuelto a la normalidad. Cuando le pregunté a Jorge cómo se sentía, me dijo que se encontraba mucho mejor y que no había experimentado nada extraño en los últimos días. Ambos nos sentíamos aliviados y agradecidos por la aparente calma. Aproveché la oportunidad para disculparme con Jorge por todos los aterradores acontecimientos que había vivido a causa de mi culpa y la de mi familia. Para mi alivio, él lo entendió y me perdonó, demostrando una vez más el amor profundo que sentía por mí. Por un tiempo, parecía que todo iba bien y que las cosas estaban volviendo a la normalidad. Pero en el fondo, no podía quitarme la sensación de que algo no estaba del todo bien y que el mal que habíamos desencadenado seguía al acecho, esperando el momento adecuado para volver a manifestarse. A pesar de mi inquietud, traté de ignorar esos pensamientos y disfrutar de la paz y la tranquilidad que había en nuestra vida. Sin embargo, no pasaría mucho tiempo antes de que el terrible secreto de mi familia saliera a la luz y cambiara todo para siempre. Mi temor y desesperación crecieron a medida que la normalidad aparente comenzó a desmoronarse. Una madrugada, mientras dormía, escuché un golpe en mi ventana. Al principio, creí que se trataba de algo sobrenatural, pero luego escuché la voz de Jorge llamándome. Abrí la ventana y lo vi empapado en sudor, con el rostro pálido y llorando desconsoladamente. Lo hice entrar a escondidas en mi casa para que me explicara qué había sucedido. Una vez dentro, Jorge me contó que su abuelo había fallecido hacía apenas una hora. Habían escuchado un grito de terror, y cuando corrieron a verlo, ya no respondía. Sus palabras hicieron que mi corazón se llenara de angustia, no solo por el miedo a lo desconocido, sino también por la tristeza de perder a alguien que había sido muy amable conmigo durante el tiempo de mi relación con Jorge. Su abuelo siempre había mostrado afecto y comprensión hacia mí, y no pude evitar sentir un profundo pesar por su pérdida. Lo que dijo a continuación fue aún más aterrador. Al salir a pedir ayuda, había visto a una de mis tías espiándolo en plena oscuridad, vestida de negro. El pánico se apoderó de mí al comprender que, de alguna manera, mi familia todavía estaba involucrada en todo esto. A pesar de sus promesas de ayudarnos y de no interferir en nuestra relación, habían seguido manipulando nuestras vidas y causando sufrimiento. No sabía qué hacer ni en quién confiar. Mi mundo se había vuelto oscuro y aterrador, y sentía que estaba siendo arrastrada hacia un abismo del que no había escapatoria. Decidí que no podía seguir permitiendo que mi familia destruyera nuestras vidas y que debía enfrentarme a ellas y descubrir la verdad detrás de sus acciones y el oscuro secreto que ocultaban. En lugar de enfrentar a toda mi familia de una vez, decidí comenzar por hablar con mi tía en privado. Desperté a mi tía con cuidado para no hacer mucho ruido y le pedí que fuera a mi habitación para que me diera una explicación. Una vez en mi habitación, mi tía me reveló que el último ritual que habían realizado en realidad no había sido para protegerme a mí y a Jorge, sino para asegurarse de que yo estuviera bien, pero a costa del sufrimiento de mi novio. Ellas no querían que estuviéramos juntos y habían tomado medidas extremas para separarnos. Mi tía me confesó que entendía cómo me sentía, pero que no podía hacer nada al respecto. Me contó que, hace muchos años, mi abuela tampoco había permitido que ella estuviera con el amor de su vida. Mi tía se vio obligada a abandonar a su novio para evitar que mi abuela enterrara un muñeco vudú en el panteón, lo que habría resultado en la muerte de su amado. Prefería sacrificar su relación antes que poner en peligro la vida del hombre que amaba. La revelación de mi tía me dejó conmocionada y angustiada. No solo había descubierto que mi familia había estado manipulando nuestras vidas y causando sufrimiento a Jorge, sino que también aprendí que este tipo de intervenciones y sacrificios se habían repetido en el pasado. Me pregunté cuántas veces habían hecho esto antes y cuántas vidas habían sido afectadas por sus acciones. ||—En comentarios está la continuación disculpen las molestias —
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  • --Llegó temprano a su oficina y se encontró con unas cámaras y un reportero, lo cual la mujer simplemente cerró la puerta de su oficina dejando al reportero en la habitación solo, se giro hacia los enfermos quien intentaron esconderse-

    ¿Alguien sabe por qué en mi oficina hay un desconocido?... Que hable ahora, o le daré solo 5 minutos de aire antes de que muera está noche.

    Director: yo autorice que te entrevistarán.

    ¿Con el permiso de quien, anciano?

    -La mujer sin miedo al director dió un paso al frente del director mirándolo desafiante, el hombre de edad avanzada mantenía su mirada a la mujer-

    Director: con el mío, soy dueño de este hospital y trabajas para mí Angie..

    Pero soy la accionista del 45% de las acciones..

    -El hombre cerró los ojos suspirando-

    Director: solo te preguntarán por ser la cirujana más joven del hospital y la más solicitada, además de como tienes conexión con otras empresas, nada personal.

    ¿Quieres que diga la verdad o quieres que mienta?

    -El director miró hacia los enfermeros y luego a la mujer-

    Director: Lo dejo a tu criterio Angie, si ves que algo no te guste estás en el derecho de no contestar

    -La mujer no dijo más dando la media vuelta y caminó a su oficina abriendo la puerta de par en par-

    Tu!.. solo una cámara las demás de van
    -Dijo la mujer apuntando al reportero quien estaba a punto de protestar pero por la actitud de la mujer hizo lo que pidió y dejó solo una cámara -

    Te daré condiciones.
    1.- No hablaré de mi pasado.
    2.- No hablaré nada personal.
    3.- Puedes preguntar lo que estimes conveniente relacionado al trabajo.
    4.- Si una pregunta no me gusta me retiro sin explicación.
    Do you understand?

    -El reportero asintió , había escuchado que la jefa de cirugía más solicitada tenía un carácter de temer pero no sabía que era tan asi-

    --Llegó temprano a su oficina y se encontró con unas cámaras y un reportero, lo cual la mujer simplemente cerró la puerta de su oficina dejando al reportero en la habitación solo, se giro hacia los enfermos quien intentaron esconderse- ¿Alguien sabe por qué en mi oficina hay un desconocido?... Que hable ahora, o le daré solo 5 minutos de aire antes de que muera está noche. Director: yo autorice que te entrevistarán. ¿Con el permiso de quien, anciano? -La mujer sin miedo al director dió un paso al frente del director mirándolo desafiante, el hombre de edad avanzada mantenía su mirada a la mujer- Director: con el mío, soy dueño de este hospital y trabajas para mí Angie.. Pero soy la accionista del 45% de las acciones.. -El hombre cerró los ojos suspirando- Director: solo te preguntarán por ser la cirujana más joven del hospital y la más solicitada, además de como tienes conexión con otras empresas, nada personal. ¿Quieres que diga la verdad o quieres que mienta? -El director miró hacia los enfermeros y luego a la mujer- Director: Lo dejo a tu criterio Angie, si ves que algo no te guste estás en el derecho de no contestar -La mujer no dijo más dando la media vuelta y caminó a su oficina abriendo la puerta de par en par- Tu!.. solo una cámara las demás de van -Dijo la mujer apuntando al reportero quien estaba a punto de protestar pero por la actitud de la mujer hizo lo que pidió y dejó solo una cámara - Te daré condiciones. 1.- No hablaré de mi pasado. 2.- No hablaré nada personal. 3.- Puedes preguntar lo que estimes conveniente relacionado al trabajo. 4.- Si una pregunta no me gusta me retiro sin explicación. Do you understand? -El reportero asintió , había escuchado que la jefa de cirugía más solicitada tenía un carácter de temer pero no sabía que era tan asi-
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  • Si es que todo el día haciendo ruido, y sin ninguna explicación por supuesto.
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