• El dolor de Lucifer

    Al caer vi mi hogar,
    mi cielo
    y mi alma rota;
    al caer
    vi mi vida desde otras alas.

    Mientras descendía:
    mi dolor,
    mi destino,
    mi propio exilio;
    la tierra
    otro refugio donde estar.

    (sólo el perdón me salva)

    El mayor de todos,
    fui cayendo,
    me llené de odio,
    de oscuridad y malicia.

    Soy la nueva estirpe:
    tu tentación
    más humana.
    Divinidad en el oro,
    sectario
    desde
    el edén hasta hoy.

    Mi sed de venganza:
    saciar
    vuestras almas de maldad
    y desobediencia.

    Soy el nuevo ídolo de barro.
    Corazón
    en tinieblas,
    tu creación más noble,
    a traición
    en el olvido.


    El dolor de Lucifer Al caer vi mi hogar, mi cielo y mi alma rota; al caer vi mi vida desde otras alas. Mientras descendía: mi dolor, mi destino, mi propio exilio; la tierra otro refugio donde estar. (sólo el perdón me salva) El mayor de todos, fui cayendo, me llené de odio, de oscuridad y malicia. Soy la nueva estirpe: tu tentación más humana. Divinidad en el oro, sectario desde el edén hasta hoy. Mi sed de venganza: saciar vuestras almas de maldad y desobediencia. Soy el nuevo ídolo de barro. Corazón en tinieblas, tu creación más noble, a traición en el olvido.
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  • La muerte de Asclepio, el hijo de Apolo, es una de las tragedias más desgarradoras que el dios del sol tuvo que enfrentar. Asclepio, nacido de la relación entre Apolo y la mortal Corónide, fue un ser extraordinario, dotado del don de curar enfermedades y devolver la vida a los muertos, un talento que Apolo mismo le inculcó. Sin embargo, su habilidad y ambición desafiaron las leyes naturales establecidas por los dioses, lo que atrajo la ira de Zeus.


    Cuando Zeus descubrió que Asclepio había resucitado a los muertos, temió que su poder alterara el equilibrio del mundo y desafiara la autoridad de los dioses sobre la vida y la muerte. Como castigo, Zeus lanzó un rayo fulminante que acabó con la vida de Asclepio.

    Cuando Apolo supo de la muerte de su hijo, su dolor fue inmenso, una tormenta que incluso su divinidad no pudo mitigar. El brillo del sol, normalmente cálido y vivificante, se tornó frío y distante, reflejando la furia contenida en su interior.

    Apolo (gritando al cielo):
    “¡Padre! ¿Cómo pudiste tomar a mi hijo, sangre de mi sangre? ¡Era un curador, no un destructor! Su don no era una amenaza, sino un regalo para la humanidad. ¡Tu injusticia no quedará impune!”

    La venganza.

    Cegado por la ira y el dolor, Apolo buscó venganza inmediata. No podía desafiar directamente a Zeus, su padre, pero desvió su furia hacia los ciclopes, los gigantes que habían forjado el rayo que mató a Asclepio. Apolo viajó al taller de los ciclopes, ubicado en el corazón del Monte Etna, donde el fuego eterno alimentaba sus forjas.

    Los ciclopes, criaturas de inmensa fuerza y habilidades, no se intimidaron ante la presencia del dios. Sin embargo, Apolo, impulsado por su dolor, brillaba con una intensidad cegadora, su arco y sus flechas como extensiones de su rabia.
    • Primera flecha: Atravesó el pecho de Brontes, el ciclón del trueno.
    • Segunda flecha: Alcanzó a Steropes, el maestro del rayo, dejándolo sin vida.
    • Tercera flecha: Hirió mortalmente a Arges, el ciclón del brillo, destruyendo la última chispa de resistencia de los forjadores.

    Los gritos de los ciclopes resonaron por todo el monte antes de que el fuego en sus forjas se extinguiera. Apolo no mostró misericordia, pues sentía que el dolor que le habían causado era mucho mayor que cualquier acto de venganza.


    Zeus, al enterarse de lo ocurrido, quedó profundamente enfurecido. Aunque Apolo era su hijo, no podía permitir que la muerte de los ciclopes, vitales para los dioses, quedara sin castigo. Como consecuencia, Zeus desterró a Apolo del Olimpo y lo condenó a servir como pastor al servicio del rey Admeto de Tesalia durante un año. Durante ese tiempo, Apolo aprendió la humildad y enfrentó el dolor como un mortal más.

    Sin embargo, incluso en el exilio, Apolo nunca olvidó a Asclepio. Utilizó su tiempo en la tierra para enseñar a los humanos sobre la medicina, perpetuando el legado de su hijo. Al final, su devoción logró que Asclepio fuera elevado al estatus de dios, encontrando un lugar en el Olimpo como el dios de la medicina.

    La historia de Apolo y la muerte de su hijo es un recordatorio de que incluso los dioses no están exentos del dolor, y que el amor de un padre puede desafiar incluso a las leyes divinas.
    La muerte de Asclepio, el hijo de Apolo, es una de las tragedias más desgarradoras que el dios del sol tuvo que enfrentar. Asclepio, nacido de la relación entre Apolo y la mortal Corónide, fue un ser extraordinario, dotado del don de curar enfermedades y devolver la vida a los muertos, un talento que Apolo mismo le inculcó. Sin embargo, su habilidad y ambición desafiaron las leyes naturales establecidas por los dioses, lo que atrajo la ira de Zeus. Cuando Zeus descubrió que Asclepio había resucitado a los muertos, temió que su poder alterara el equilibrio del mundo y desafiara la autoridad de los dioses sobre la vida y la muerte. Como castigo, Zeus lanzó un rayo fulminante que acabó con la vida de Asclepio. Cuando Apolo supo de la muerte de su hijo, su dolor fue inmenso, una tormenta que incluso su divinidad no pudo mitigar. El brillo del sol, normalmente cálido y vivificante, se tornó frío y distante, reflejando la furia contenida en su interior. Apolo (gritando al cielo): “¡Padre! ¿Cómo pudiste tomar a mi hijo, sangre de mi sangre? ¡Era un curador, no un destructor! Su don no era una amenaza, sino un regalo para la humanidad. ¡Tu injusticia no quedará impune!” La venganza. Cegado por la ira y el dolor, Apolo buscó venganza inmediata. No podía desafiar directamente a Zeus, su padre, pero desvió su furia hacia los ciclopes, los gigantes que habían forjado el rayo que mató a Asclepio. Apolo viajó al taller de los ciclopes, ubicado en el corazón del Monte Etna, donde el fuego eterno alimentaba sus forjas. Los ciclopes, criaturas de inmensa fuerza y habilidades, no se intimidaron ante la presencia del dios. Sin embargo, Apolo, impulsado por su dolor, brillaba con una intensidad cegadora, su arco y sus flechas como extensiones de su rabia. • Primera flecha: Atravesó el pecho de Brontes, el ciclón del trueno. • Segunda flecha: Alcanzó a Steropes, el maestro del rayo, dejándolo sin vida. • Tercera flecha: Hirió mortalmente a Arges, el ciclón del brillo, destruyendo la última chispa de resistencia de los forjadores. Los gritos de los ciclopes resonaron por todo el monte antes de que el fuego en sus forjas se extinguiera. Apolo no mostró misericordia, pues sentía que el dolor que le habían causado era mucho mayor que cualquier acto de venganza. Zeus, al enterarse de lo ocurrido, quedó profundamente enfurecido. Aunque Apolo era su hijo, no podía permitir que la muerte de los ciclopes, vitales para los dioses, quedara sin castigo. Como consecuencia, Zeus desterró a Apolo del Olimpo y lo condenó a servir como pastor al servicio del rey Admeto de Tesalia durante un año. Durante ese tiempo, Apolo aprendió la humildad y enfrentó el dolor como un mortal más. Sin embargo, incluso en el exilio, Apolo nunca olvidó a Asclepio. Utilizó su tiempo en la tierra para enseñar a los humanos sobre la medicina, perpetuando el legado de su hijo. Al final, su devoción logró que Asclepio fuera elevado al estatus de dios, encontrando un lugar en el Olimpo como el dios de la medicina. La historia de Apolo y la muerte de su hijo es un recordatorio de que incluso los dioses no están exentos del dolor, y que el amor de un padre puede desafiar incluso a las leyes divinas.
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  • El viento helado de las montañas de Sangravah, un rincón remoto del continente, cortaba la piel como cuchillas. Azriel apenas lo sentía. Había perdido la noción del tiempo desde que había dejado Velaris. No quería mirar atrás, no podía. La vergüenza y el peso de sus decisiones lo habían arrastrado a este lugar, lejos de todo y de todos.

    Había traicionado a su familia, a sus hermanos. Aquellos con los que no compartía sangre, pero si el alma. El lazo que lo unía a Nesta era una cadena invisible que le recordaba cada día lo que había hecho. El lazo había sellado algo más profundo, algo que él no había pedido pero tampoco pudo resistir. Sin embargo, eso había convertido su traición en algo irreparable. Cassian tenía el corazón destrozado, y por sus acciones este casi se quita la vida con "La que dice la verdad" en un enajenamiento. La última vez que vió su amada Daga está estaba en las manos de su Alto Lord, ni siquiera fue capaz de acercarse para recuperarla. Rhysand lo había mirado con una decepción tan profunda que Azriel sentía que el peso de ese juicio lo hundiría para siempre.

    Sangravah era el único lugar que le parecía lo suficientemente lejano como para evitar enfrentarse a la realidad, una realidad que lo estaba consumiendo dentro de su mundo de sombras. Este remoto santuario estaba tan aislado que ni siquiera el lazo con Nesta lograba alcanzarlo. Sentía el eco de su conexión a lo lejos, desdibujandose hasta que era casi imperceptible. Nadie sabía que estaba allí, y esperaba que así fuera durante mucho tiempo.

    Pero incluso en su exilio, los demonios internos lo perseguían. Las noches eran lo peor. No podía dejar de pensar en Elain. Su rostro, su voz, su dulzura... Todo aquello que él nunca había merecido y que ahora era incapaz de enfrentar. ¿Cómo podría mirarla, sabiendo lo que había hecho?. No sería capaz de observar la decepción o el asco viniendo de sus ojos, prefiriendo la muerte incluso.

    A veces, en la soledad, Azriel pensaba en volver. Pensaba en enfrentar las consecuencias de sus acciones, en buscar el perdón que no creía merecer. Pero cada vez que esa idea cruzaba por su mente, el miedo lo paralizaba. ¿Y si Cassian nunca lo perdonaba? ¿Y si Nesta lo odiaba por haberla dejado sola con ese lazo que los unía? ¿Y si Elain jamás volvía a mirarlo con esos ojos llenos de esperanza?.

    Le había prometido a Nesta que jamás la dejaría sola. La primera vez que intentó faltar a esa promesa, la reina muerte lo maldijo con crueldad merecida. ¿Y ahora?, ¿Que haría?. Lo único que sabía es que él jamás había encajado en todo aquello. De por sí, Azriel era un ser que jamás había logrado encajar del todo en ningún lado, su tortuoso pasado lo convertían en alguien roto, alguien que nunca podría encontrar un auténtico lugar.

    Quizás un día tendría la fuerza para regresar. Pero no hoy. Incluso faltaría al cumpleaños de Rhysand. Pero...¿Como iba a ser capaz de estar en una fiesta después de todo lo que había ocurrido?. Mientras tanto, el frío de Sangravah era el único que lo abrazaba, el único que podía soportar.
    El viento helado de las montañas de Sangravah, un rincón remoto del continente, cortaba la piel como cuchillas. Azriel apenas lo sentía. Había perdido la noción del tiempo desde que había dejado Velaris. No quería mirar atrás, no podía. La vergüenza y el peso de sus decisiones lo habían arrastrado a este lugar, lejos de todo y de todos. Había traicionado a su familia, a sus hermanos. Aquellos con los que no compartía sangre, pero si el alma. El lazo que lo unía a Nesta era una cadena invisible que le recordaba cada día lo que había hecho. El lazo había sellado algo más profundo, algo que él no había pedido pero tampoco pudo resistir. Sin embargo, eso había convertido su traición en algo irreparable. Cassian tenía el corazón destrozado, y por sus acciones este casi se quita la vida con "La que dice la verdad" en un enajenamiento. La última vez que vió su amada Daga está estaba en las manos de su Alto Lord, ni siquiera fue capaz de acercarse para recuperarla. Rhysand lo había mirado con una decepción tan profunda que Azriel sentía que el peso de ese juicio lo hundiría para siempre. Sangravah era el único lugar que le parecía lo suficientemente lejano como para evitar enfrentarse a la realidad, una realidad que lo estaba consumiendo dentro de su mundo de sombras. Este remoto santuario estaba tan aislado que ni siquiera el lazo con Nesta lograba alcanzarlo. Sentía el eco de su conexión a lo lejos, desdibujandose hasta que era casi imperceptible. Nadie sabía que estaba allí, y esperaba que así fuera durante mucho tiempo. Pero incluso en su exilio, los demonios internos lo perseguían. Las noches eran lo peor. No podía dejar de pensar en Elain. Su rostro, su voz, su dulzura... Todo aquello que él nunca había merecido y que ahora era incapaz de enfrentar. ¿Cómo podría mirarla, sabiendo lo que había hecho?. No sería capaz de observar la decepción o el asco viniendo de sus ojos, prefiriendo la muerte incluso. A veces, en la soledad, Azriel pensaba en volver. Pensaba en enfrentar las consecuencias de sus acciones, en buscar el perdón que no creía merecer. Pero cada vez que esa idea cruzaba por su mente, el miedo lo paralizaba. ¿Y si Cassian nunca lo perdonaba? ¿Y si Nesta lo odiaba por haberla dejado sola con ese lazo que los unía? ¿Y si Elain jamás volvía a mirarlo con esos ojos llenos de esperanza?. Le había prometido a Nesta que jamás la dejaría sola. La primera vez que intentó faltar a esa promesa, la reina muerte lo maldijo con crueldad merecida. ¿Y ahora?, ¿Que haría?. Lo único que sabía es que él jamás había encajado en todo aquello. De por sí, Azriel era un ser que jamás había logrado encajar del todo en ningún lado, su tortuoso pasado lo convertían en alguien roto, alguien que nunca podría encontrar un auténtico lugar. Quizás un día tendría la fuerza para regresar. Pero no hoy. Incluso faltaría al cumpleaños de Rhysand. Pero...¿Como iba a ser capaz de estar en una fiesta después de todo lo que había ocurrido?. Mientras tanto, el frío de Sangravah era el único que lo abrazaba, el único que podía soportar.
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  • Haber vivido en el auto exilio fue una decisión difícil de tomar, dejar a todos los amaba por el buen de estos.

    Sin embargo lo más difícil siempre fue pensar en aquel pequeño niño de ojos azules que había dejado sin siquiera poder despedirse.

    Porder volver a ver a su hermanito después de 12 años, era lo que la hacía feliz a pesar de todo.

    [nova_silver_fox_426]
    Haber vivido en el auto exilio fue una decisión difícil de tomar, dejar a todos los amaba por el buen de estos. Sin embargo lo más difícil siempre fue pensar en aquel pequeño niño de ojos azules que había dejado sin siquiera poder despedirse. Porder volver a ver a su hermanito después de 12 años, era lo que la hacía feliz a pesar de todo. [nova_silver_fox_426]
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  • -Hank estuvo trarando de safarse de su hermano pequeño,pero con sus nuevas habilidades de Fuerza sobre humana,manejo de grandes espadas encadenadas en el Limbo le era imposible ganar incluso si tenia un gran armamento,este lo llevo hasta 2BDammed en otro punto del mundo,este al salir del Limbo salio disparado contra una camilla,la cual fue atado con sogas gruesas para evitar que se mueva-


    "¿¡Porque tardaste tanto?!"


    -Pregunto el doctor realmente molesto-


    "¿¡Porque no vas tu y tratas de mantener a un Canibal de 90 kilos entretenido?!


    -Hank se retorcia en la cama buscando safarse y escapar de una buena vez,el doctor y Steven dejaron esa discusión para luego,seguido de eso Steven trato de contenerlo mientras el Doctor trataba de implatarme otro chip,no tomaria nada de tiempo y seria indoloro,Luego de tres horas de forsejeo finalmente todo cedio,la locura,la sangre,la rabia,todo se detuvo y finalmente regreso a ser quien fue alguna vez,este se quedo inmóvil mirando el techo,recordando cada atrocidad que hizo,cada persona que mato y comio,cada grito,cada sentimiento de esas veces,ya ni siquiera se reconocía,al ser liberado,este salio corriendo,corrio hasta que sus piernas no pudieran dar un paso mas,corrio hasta que sus pulmones exigieron oxigeno,necesitaba desaparecer.
    Desde ese momento,al menos para el,Habia fallecido definitivamente,un exilio inmediato era lo que se merecia,la muerte era demasiado piadoso para el,el estar vivo lo condenaba a ver los rostros de quienes fueron asesinados por sus manos cada dia de su vida hasta que muriese de una buena vez-











    ¿PORQUE NO HAS INTERVENIDO?
    PUDISTE HABER PARADO ESTO ANTES
    -Hank estuvo trarando de safarse de su hermano pequeño,pero con sus nuevas habilidades de Fuerza sobre humana,manejo de grandes espadas encadenadas en el Limbo le era imposible ganar incluso si tenia un gran armamento,este lo llevo hasta 2BDammed en otro punto del mundo,este al salir del Limbo salio disparado contra una camilla,la cual fue atado con sogas gruesas para evitar que se mueva- "¿¡Porque tardaste tanto?!" -Pregunto el doctor realmente molesto- "¿¡Porque no vas tu y tratas de mantener a un Canibal de 90 kilos entretenido?! -Hank se retorcia en la cama buscando safarse y escapar de una buena vez,el doctor y Steven dejaron esa discusión para luego,seguido de eso Steven trato de contenerlo mientras el Doctor trataba de implatarme otro chip,no tomaria nada de tiempo y seria indoloro,Luego de tres horas de forsejeo finalmente todo cedio,la locura,la sangre,la rabia,todo se detuvo y finalmente regreso a ser quien fue alguna vez,este se quedo inmóvil mirando el techo,recordando cada atrocidad que hizo,cada persona que mato y comio,cada grito,cada sentimiento de esas veces,ya ni siquiera se reconocía,al ser liberado,este salio corriendo,corrio hasta que sus piernas no pudieran dar un paso mas,corrio hasta que sus pulmones exigieron oxigeno,necesitaba desaparecer. Desde ese momento,al menos para el,Habia fallecido definitivamente,un exilio inmediato era lo que se merecia,la muerte era demasiado piadoso para el,el estar vivo lo condenaba a ver los rostros de quienes fueron asesinados por sus manos cada dia de su vida hasta que muriese de una buena vez- ¿PORQUE NO HAS INTERVENIDO? PUDISTE HABER PARADO ESTO ANTES
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    POSADA TIANTANG
    Antigua China, Dinastia Han: Un hermoso lugar escondido entre las montañas, cuya historia se remonta a los antiguos monjes que habitaban en exilio y recitaban rezos por la humanidad; una vez que el último monje se retiró dejó a su cargo al joven Xiao Xingchen para que pudiera usarlo a su antojo.
    Fue así que nació la posada Tiantang, pues su nombre significaba un lugar celestial, o un rinconcito de cielo al recordar su vida junto a su maestra en la montaña Celestial, y recordando cada detalle, quiso crear ese espacio para que las personas visitaran la posada y se sintieran cómodos, seguros y con paz interior.
    Contaba con delicadas habitaciones decoradas de diferentes colores y también aromas únicos que le ayudaban al joven ciego a orientarse mejor dentro de tal sitio.
    Rodeada de hermosos y especiales paisajes, tal posada brindaba siempre la tranquilidad, mientras recorrías cada uno de los lugares que hacían de Tiantang un mejor lugar para visitar.

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    POSADA TIANTANG Antigua China, Dinastia Han: Un hermoso lugar escondido entre las montañas, cuya historia se remonta a los antiguos monjes que habitaban en exilio y recitaban rezos por la humanidad; una vez que el último monje se retiró dejó a su cargo al joven Xiao Xingchen para que pudiera usarlo a su antojo. Fue así que nació la posada Tiantang, pues su nombre significaba un lugar celestial, o un rinconcito de cielo al recordar su vida junto a su maestra en la montaña Celestial, y recordando cada detalle, quiso crear ese espacio para que las personas visitaran la posada y se sintieran cómodos, seguros y con paz interior. Contaba con delicadas habitaciones decoradas de diferentes colores y también aromas únicos que le ayudaban al joven ciego a orientarse mejor dentro de tal sitio. Rodeada de hermosos y especiales paisajes, tal posada brindaba siempre la tranquilidad, mientras recorrías cada uno de los lugares que hacían de Tiantang un mejor lugar para visitar. https://ficrol.com/chat
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  • La fría impotencia el exilio del Plano Astral, el vació infinito sin tacto, sin gusto ni vida pero nunca en paz.
    La fría impotencia el exilio del Plano Astral, el vació infinito sin tacto, sin gusto ni vida pero nunca en paz.
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  • ** un Ángel Exiliado **

    Bajo este puente viejo y desolado, me encuentro yo, una hija del cielo, exiliada de mi hogar en las nubes.
    Mis alas, antes blancas como la nieve, ahora llevan el polvo del olvido,
    y mis ojos, que reflejaban la eternidad, se han oscurecido con el pesar.

    Aquí, en el silencio, escucho el eco de mis pensamientos,
    cada susurro del viento es un recuerdo de los días gloriosos,
    cuando volaba alto, cuando el amor y la gracia eran mi guía.
    Mi caída solo fue dada por curiosidad, por deseo, por amor, por rebeldía .... Cielo o infierno de todos modos jamás pertenecía a ninguno de esos mundos

    ¿Qué es el amor sino la más peligrosa de las tentaciones?
    Me atreví a amar más allá de lo divino, más allá de lo permitido.
    Y por eso me encuentro aquí, en el exilio, en la soledad, donde el río murmura canciones de consuelo que no puedo alcanzar.

    Aquí me quedaré, entre pilares de concreto y susurros de agua,
    aprendiendo de los humanos, enseñando a los perdidos,
    hasta que mi eternidad sea arrebatada en el sueño eterno o la avaricia humana me destroce primero el su dichosa base 51
    ** un Ángel Exiliado ** Bajo este puente viejo y desolado, me encuentro yo, una hija del cielo, exiliada de mi hogar en las nubes. Mis alas, antes blancas como la nieve, ahora llevan el polvo del olvido, y mis ojos, que reflejaban la eternidad, se han oscurecido con el pesar. Aquí, en el silencio, escucho el eco de mis pensamientos, cada susurro del viento es un recuerdo de los días gloriosos, cuando volaba alto, cuando el amor y la gracia eran mi guía. Mi caída solo fue dada por curiosidad, por deseo, por amor, por rebeldía .... Cielo o infierno de todos modos jamás pertenecía a ninguno de esos mundos ¿Qué es el amor sino la más peligrosa de las tentaciones? Me atreví a amar más allá de lo divino, más allá de lo permitido. Y por eso me encuentro aquí, en el exilio, en la soledad, donde el río murmura canciones de consuelo que no puedo alcanzar. Aquí me quedaré, entre pilares de concreto y susurros de agua, aprendiendo de los humanos, enseñando a los perdidos, hasta que mi eternidad sea arrebatada en el sueño eterno o la avaricia humana me destroce primero el su dichosa base 51
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  • Desde los albores de la creación, he sido la guardiana y protectora de la creación más perfecta de Dios. El único verdadero error de Dios fue haberme creado por mi Adán se corrompió, por mi perdio todos sus lujos y beneficios, por mi se volvió hombre. Fuimos el equilibrio entre el bien y el mal. Hombre y mujer, sol y luna, luz y oscuridad una balanza aunque no perfecta si equilibrada. Pero ahora, la balanza se ha inclinado, y la maldad ha manchado mi esencia pura. He presenciado guerras y destrucción, corazones corrompidos por la avaricia, y almas perdidas en el abismo del odio ¡todo en el mismo cielo! El cielo está corrupto jajaja JAJAJA el cielo, la tierra y el infierno están corruptos puff jajaja pero el cielo es peor .. mil veces pero

    -deslizo las manos sobre su cabello con tanta fuerza que se arrancó algunos mechones, su exilio del cielo habria sido menos tortuoso de no ser porque tocaron lo único por lo que valia la pena estar en el cielo. Sonrió observando su reflejo en el estanque viendo a una mujer despeinada, con ojos rojos de tanto llorar y la comisura de sus labios negros por el veneno que no ha dejado de brotar de su interior -

    He caminado entre vosotros, invisible, un susurro en el viento, una sombra en la penumbra. Mi espada, antes símbolo de justicia divina, ahora tiembla en mi mano, cuestionando su propósito. ¿Cómo puedo seguir siendo leal al cielo cuando me quitaron lo único por lo que valía la pena despertarse día tras día aunque fuera solo para verlo desde la distancia?jajajadhahajas

    La locura me acecha, sus garras se cierran sobre mi ser. ¿Es este el final de mi existencia? ¿O es el comienzo de una era donde incluso los ángeles caen presa de la desesperación? La humanidad, mi amada creación, No merecen seguir sufriendo el cielo no los merece, ustedes son mejores para esas cosas jajaja

    -camino al rededor de la fuente de agua jugando con la espada entre sus manos, la misma espada con la que había exterminado a cientos de demonios a órdenes de Adán.... Su Adán.... Su señor....
    Se quedó de pie observando el exterior del domo donde estaba encerrada su cabeza se inclino ampliando una sonrisa perdida en su rostro -

    La humanidad llora desde el primer hombre de la humanidad hasta el último en nacer, y con cada lágrima, siento cómo mi cordura se desvanece. Ya no soy la ángel exterminadora; soy un reflejo de vuestra propia locura. Y en este espejo roto, ya no busco la redención

    -extendio las alas volando a la cúpula del domo enterrando la espada sangrada en aquella estructura destruyéndola al dar el golpe en la zona más frágil del domo. Deslizó el filo de su espada en su rostro destrozando el bozal que cubría su boca cortándose descuidada mente la mejilla. Levanto la mirada con una sonrisa desquiciada, con cada segundo lejos de él su cordura se desvanece-

    Mataré a mis humanos, es hora de que mis bebés descansen y después de aniquilar a todas las almas humanas extinguire la vida de Adán. Seré lo último que vea, seremos lo último que veremos antes de caer muertos extinguiendo la última oportunidad de regresar a la humanidad a la vida
    Desde los albores de la creación, he sido la guardiana y protectora de la creación más perfecta de Dios. El único verdadero error de Dios fue haberme creado por mi Adán se corrompió, por mi perdio todos sus lujos y beneficios, por mi se volvió hombre. Fuimos el equilibrio entre el bien y el mal. Hombre y mujer, sol y luna, luz y oscuridad una balanza aunque no perfecta si equilibrada. Pero ahora, la balanza se ha inclinado, y la maldad ha manchado mi esencia pura. He presenciado guerras y destrucción, corazones corrompidos por la avaricia, y almas perdidas en el abismo del odio ¡todo en el mismo cielo! El cielo está corrupto jajaja JAJAJA el cielo, la tierra y el infierno están corruptos puff jajaja pero el cielo es peor .. mil veces pero -deslizo las manos sobre su cabello con tanta fuerza que se arrancó algunos mechones, su exilio del cielo habria sido menos tortuoso de no ser porque tocaron lo único por lo que valia la pena estar en el cielo. Sonrió observando su reflejo en el estanque viendo a una mujer despeinada, con ojos rojos de tanto llorar y la comisura de sus labios negros por el veneno que no ha dejado de brotar de su interior - He caminado entre vosotros, invisible, un susurro en el viento, una sombra en la penumbra. Mi espada, antes símbolo de justicia divina, ahora tiembla en mi mano, cuestionando su propósito. ¿Cómo puedo seguir siendo leal al cielo cuando me quitaron lo único por lo que valía la pena despertarse día tras día aunque fuera solo para verlo desde la distancia?jajajadhahajas La locura me acecha, sus garras se cierran sobre mi ser. ¿Es este el final de mi existencia? ¿O es el comienzo de una era donde incluso los ángeles caen presa de la desesperación? La humanidad, mi amada creación, No merecen seguir sufriendo el cielo no los merece, ustedes son mejores para esas cosas jajaja -camino al rededor de la fuente de agua jugando con la espada entre sus manos, la misma espada con la que había exterminado a cientos de demonios a órdenes de Adán.... Su Adán.... Su señor.... Se quedó de pie observando el exterior del domo donde estaba encerrada su cabeza se inclino ampliando una sonrisa perdida en su rostro - La humanidad llora desde el primer hombre de la humanidad hasta el último en nacer, y con cada lágrima, siento cómo mi cordura se desvanece. Ya no soy la ángel exterminadora; soy un reflejo de vuestra propia locura. Y en este espejo roto, ya no busco la redención -extendio las alas volando a la cúpula del domo enterrando la espada sangrada en aquella estructura destruyéndola al dar el golpe en la zona más frágil del domo. Deslizó el filo de su espada en su rostro destrozando el bozal que cubría su boca cortándose descuidada mente la mejilla. Levanto la mirada con una sonrisa desquiciada, con cada segundo lejos de él su cordura se desvanece- Mataré a mis humanos, es hora de que mis bebés descansen y después de aniquilar a todas las almas humanas extinguire la vida de Adán. Seré lo último que vea, seremos lo último que veremos antes de caer muertos extinguiendo la última oportunidad de regresar a la humanidad a la vida
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    [Lothlórien. Algún momento del año 1409 T.E. Semanas previas a la primera contienda en Angmar, habiendo finalizado el segundo asedio a la ciudad de Imladris-Rivendel]


    Sus orbes de jadeíta se perdían en la inmensidad de la noche. Recostada contra la jamba del arco que daba acceso al balcón el distribuidor, contemplaba el fulgor místico que emanaban las hojas áureas de los mellyrn mecidas por la misma brisa que acariciaba su rizada y castaña cabellera al tiempo que abrazaba su cuerpo envuelto en una túnica clara. De la nariz exhaló un pesado suspiro, cruzando los brazos con lentitud sobre los senos. Un centenar de preguntas se agolpaban en su mente turbada. Cuánto había cambiado todo en apenas trescientos años...

    Los hijos, que habían perdido el pilar que supone una madre; el esposo, que no recuperará el calor de su lecho. El hogar, que había silenciado su melodía. Un segundo suspiro que se escapaba por la nariz de aquella joven elfa mestiza, que quería ordenar sus pensamientos para poder dormir. Pensamientos que se vieron interrumpidos por una mano en su hombro y un perfume familiar.

    —Ada.[papá]— Lúthien dio un pequeño brinco de sorpresa, volviendo la cabeza con rapidez.—Me has asustado.

    Haldir, ataviado con una larga túnica oscura sin mangas, sonreía con tristeza.

    — Perdóname, iellig nín[hija mía].—repuso acariciando el hombro de su hija menor.—No lo pretendía.

    Lúthien sintió las mejillas calentarse de vergüenza. Haldir avanzó unos pasos hacia el exterior de aquel balcón abierto, recostando los codos sobre la baranda de madera argentada. Al igual que su hija, perdió su mirada de azul grisáceo sobre las hojas de los mellyrn. Ella, por su parte, se acercó hasta su padre e imitó su postura, rozando incluso codo con codo.

    —¿No puedes dormir, ada?— preguntó con voz suave, pese a que conocía lo evidente de aquella obvia pregunta.

    —Veo que tú tampoco.— Haldir giró la cabeza sin que la triste sonrisa ladeada desapareciera de su faz.

    Durante un breve instante, se hizo silencio. Un silencio que el propio Haldir decidió romper.

    —No estás lista.— concluyó con cansancio en la voz.—Aunque Amroth no quiera entenderlo.

    —No eres el único padre a cuyos hijos obligan a ir a la guerra, ada.—replicó la Avar, negando lentamente con la cabeza.

    —Ya he perdido a tu madre y estoy a punto de perder a Neithän, Lúthien.—el dolor en las palabras de Haldir era mucho más que evidente y, desde luego, más que reciente. El exilio de su primogénito le pesaba en el corazón tanto como la ausencia de su esposa.— No quiero correr el riesgo de perderte a ti también. No puedo...

    Lúthien pasó una mano por el hueco que había formado el brazo doblado de su padre, apoyando la cabeza en el hombro ajeno.

    —¿Y qué podemos hacer, eh? Ya has intentado que Amroth te escuche y no lo has conseguido. Tal vez no sea una experta en el combate como tú, pero has visto lo que soy capaz de hacer.

    —Esto no es una escaramuza para ahuyentar a los orcos de nuestras lindes, iellig nín.—replicó Haldir.—Es una guerra. Una guerra contra fuerzas que desconocemos o que no somos capaces de doblegar.

    —Y nos han metido juntos en ella, ada. Sólo nos queda combatir.

    Haldir agachó la cabeza, queriendo contener sus emociones. Inspiró profundamente por la nariz, reteniendo el aire en los pulmones. Bien era cierto que había intentado, por todos los medios, que Amroth no la enviase a la batalla, recurriendo incluso a suplicarle a Thranduil que acogiera a su hija; éste, por no enzarzarse en un conflicto contra el rey de Lórien, se negó. Como también se negó a la petición de Elrond.

    —Ojalá no tuviéramos que hacerlo.— repuso con la voz levemente quebrada.

    Por segunda vez, el silencio entre padre e hija cortaba tanto como una hoja noldorin. Tras unos segundos que se antojaron eternos, Haldir dejó caer un beso sobre la coronilla de su hija para, acto seguido, tomarla de la mano y guiarla hacia el puente enfrentado al balcón. Cualquiera podría jurar que parecía derrotado.

    —Ven conmigo.

    Lúthien siguió a su padre, sin comprender. Al otro lado de aquel balcón se extendía un puente cubierto por una bóveda de crucería y arquerías apuntadas a los lados que la sostenían, comunicando las gruesas ramas del árbol sobre la que el flet estaba construido y dividido en dos estructuras. La primera y más grande, era la vivienda propiamente dicha (que contaba con varias estancias -como dormitorios y una biblioteca-, cocina, baños privados y un espacio con hogar a modo de sala de estar), articulada en torno al tronco central del mallorn, repartiendo sus estancias entre las ramas de la copa, todo construido con la propia madera del árbol y vidrieras en los pasillos exteriores, con arcos apuntados levemente deformados y de planta circular. A ésta estructura se accedía desde una escalera que subía desde el suelo enroscándose alrededor del tronco del mallorn y concluía en la copa, en la parte más amplia, dando lugar a un primer pórtico de entrada. A través de un balcón -que normalmente se orientaba frente al espacio distribuidor de la vivienda- y un pasillo sin vidrieras, se accedía a una segunda edificación, más modesta pero también de planta circular, que las familias disponían según sus necesidades siendo, en este caso, aquel segundo edificio una armería.

    De la pared de aquel espacio intemporal, Haldir descolgó una lanza eithron de color escarlata, que le mostró a Lúthien sin atreverse a mirarla. Lúthien desviaba la mirada entre las diversas piezas de la estancia, hasta que ésta se detuvo sobre la factura de aquel arma.

    —Yo solía bromear con que tu madre podía ver el futuro.—repuso el elfo viudo cerrando los ojos.—Pues siempre decía que, un día, sólo el campo de batalla podría domar tu carácter. De modo que, su solución fue fundir la lanza con la que había combatido conmigo para forjar esto para ti.

    Haldir le tendió la lanza a su hija; Lúthien la tomó entre sus manos como si se tratase del más delicado cristal.

    —No espero que sepas manejarla.—cruzó los brazo sobre el pecho, permitiendo que Lúthien se recreara.

    Y la mestiza galadhrim fue lo que hizo. Sintió una extraña fuerza invadir sus brazos, una leve corriente eléctrica que recorría sus dedos y afianzaba el agarre sobre el asta de la lanza. De repente, se sentía capaz, como si todo el sufrimiento hubiese convergido en aquel instante, en aquel arma. Se tomó unos momentos para blandirla, apreciar su peso, su longitud, hacerse a ella, pues resultó ser íntegramente de una aleación de acero con mineral meteorítico rojo, con el asta recubierta por tiras de cuero del mismo color.

    —Su nombre es "Carnil".—dijo Haldir tras unos momentos de silencio.

    Lúthien se detuvo, mirando a su padre.

    —"Carnil".—repitió, admirando ahora la factura de su lanza, en la que se apreciaba la impronta de su madre en las filigranas de la moharra y el regatón, rosas y espinas en plata y carmesí. Posó el regatón en el suelo, miró a su padre.

    Haldir se adelantó unos pasos hasta acortar la distancia que lo separaba de su hija. Colocó su zurda sobre la diestra de Lúthien, que asía firmemente a su nueva herramienta, apretando la mano de su hija con suavidad. Fijó la vista en la mirada glauca de su retoño ya no tan infante.

    —Vedui na nin, Lúthien.[escúchame, Lúthien]. — la voz de Haldir, aunque suave, denotó cierta autoridad. —No te he entregado a Carnil sin razón ninguna. Has escogido un camino, un camino que durante mucho tiempo he deseado que abandones, ya que temo que te conduzca a la muerte.

    Lúthien guardó silencio, sin atreverse a replicar. Haldir retomó su discurso.

    —No sé si lo que suceda en Angmar te hará cambiar de opinión. —Haldir bajó un poco el tono, sin afanarse en ocultar su temor. — Lo que sí sé es que, de alguna manera, esta eithron[lanza ligera de gran hoja] te protegerá, pues en ella moran el espíritu y la voluntad de tu madre.

    Una vez más, silencio. El padre ahora besó muy dulcemente la frente de su hija, no como signo de bendición, sino como el más puro afecto que un progenitor puede profesar hacia la sangre de su sangre. La hija entendió que ahora tenía un nuevo compañero en aquel incierto y peligroso camino que había escogido motivada por el dolor y la ira.

    Un camino que no abandonaría. Una compañera inseparable que la distinguiría de los demás. Un destello escarlata, que segaría la Oscuridad que tanto aborrecía.

    ↦Más en https://theredroseoflorien.blogspot.com [Lothlórien. Algún momento del año 1409 T.E. Semanas previas a la primera contienda en Angmar, habiendo finalizado el segundo asedio a la ciudad de Imladris-Rivendel] Sus orbes de jadeíta se perdían en la inmensidad de la noche. Recostada contra la jamba del arco que daba acceso al balcón el distribuidor, contemplaba el fulgor místico que emanaban las hojas áureas de los mellyrn mecidas por la misma brisa que acariciaba su rizada y castaña cabellera al tiempo que abrazaba su cuerpo envuelto en una túnica clara. De la nariz exhaló un pesado suspiro, cruzando los brazos con lentitud sobre los senos. Un centenar de preguntas se agolpaban en su mente turbada. Cuánto había cambiado todo en apenas trescientos años... Los hijos, que habían perdido el pilar que supone una madre; el esposo, que no recuperará el calor de su lecho. El hogar, que había silenciado su melodía. Un segundo suspiro que se escapaba por la nariz de aquella joven elfa mestiza, que quería ordenar sus pensamientos para poder dormir. Pensamientos que se vieron interrumpidos por una mano en su hombro y un perfume familiar. —Ada.[papá]— Lúthien dio un pequeño brinco de sorpresa, volviendo la cabeza con rapidez.—Me has asustado. Haldir, ataviado con una larga túnica oscura sin mangas, sonreía con tristeza. — Perdóname, iellig nín[hija mía].—repuso acariciando el hombro de su hija menor.—No lo pretendía. Lúthien sintió las mejillas calentarse de vergüenza. Haldir avanzó unos pasos hacia el exterior de aquel balcón abierto, recostando los codos sobre la baranda de madera argentada. Al igual que su hija, perdió su mirada de azul grisáceo sobre las hojas de los mellyrn. Ella, por su parte, se acercó hasta su padre e imitó su postura, rozando incluso codo con codo. —¿No puedes dormir, ada?— preguntó con voz suave, pese a que conocía lo evidente de aquella obvia pregunta. —Veo que tú tampoco.— Haldir giró la cabeza sin que la triste sonrisa ladeada desapareciera de su faz. Durante un breve instante, se hizo silencio. Un silencio que el propio Haldir decidió romper. —No estás lista.— concluyó con cansancio en la voz.—Aunque Amroth no quiera entenderlo. —No eres el único padre a cuyos hijos obligan a ir a la guerra, ada.—replicó la Avar, negando lentamente con la cabeza. —Ya he perdido a tu madre y estoy a punto de perder a Neithän, Lúthien.—el dolor en las palabras de Haldir era mucho más que evidente y, desde luego, más que reciente. El exilio de su primogénito le pesaba en el corazón tanto como la ausencia de su esposa.— No quiero correr el riesgo de perderte a ti también. No puedo... Lúthien pasó una mano por el hueco que había formado el brazo doblado de su padre, apoyando la cabeza en el hombro ajeno. —¿Y qué podemos hacer, eh? Ya has intentado que Amroth te escuche y no lo has conseguido. Tal vez no sea una experta en el combate como tú, pero has visto lo que soy capaz de hacer. —Esto no es una escaramuza para ahuyentar a los orcos de nuestras lindes, iellig nín.—replicó Haldir.—Es una guerra. Una guerra contra fuerzas que desconocemos o que no somos capaces de doblegar. —Y nos han metido juntos en ella, ada. Sólo nos queda combatir. Haldir agachó la cabeza, queriendo contener sus emociones. Inspiró profundamente por la nariz, reteniendo el aire en los pulmones. Bien era cierto que había intentado, por todos los medios, que Amroth no la enviase a la batalla, recurriendo incluso a suplicarle a Thranduil que acogiera a su hija; éste, por no enzarzarse en un conflicto contra el rey de Lórien, se negó. Como también se negó a la petición de Elrond. —Ojalá no tuviéramos que hacerlo.— repuso con la voz levemente quebrada. Por segunda vez, el silencio entre padre e hija cortaba tanto como una hoja noldorin. Tras unos segundos que se antojaron eternos, Haldir dejó caer un beso sobre la coronilla de su hija para, acto seguido, tomarla de la mano y guiarla hacia el puente enfrentado al balcón. Cualquiera podría jurar que parecía derrotado. —Ven conmigo. Lúthien siguió a su padre, sin comprender. Al otro lado de aquel balcón se extendía un puente cubierto por una bóveda de crucería y arquerías apuntadas a los lados que la sostenían, comunicando las gruesas ramas del árbol sobre la que el flet estaba construido y dividido en dos estructuras. La primera y más grande, era la vivienda propiamente dicha (que contaba con varias estancias -como dormitorios y una biblioteca-, cocina, baños privados y un espacio con hogar a modo de sala de estar), articulada en torno al tronco central del mallorn, repartiendo sus estancias entre las ramas de la copa, todo construido con la propia madera del árbol y vidrieras en los pasillos exteriores, con arcos apuntados levemente deformados y de planta circular. A ésta estructura se accedía desde una escalera que subía desde el suelo enroscándose alrededor del tronco del mallorn y concluía en la copa, en la parte más amplia, dando lugar a un primer pórtico de entrada. A través de un balcón -que normalmente se orientaba frente al espacio distribuidor de la vivienda- y un pasillo sin vidrieras, se accedía a una segunda edificación, más modesta pero también de planta circular, que las familias disponían según sus necesidades siendo, en este caso, aquel segundo edificio una armería. De la pared de aquel espacio intemporal, Haldir descolgó una lanza eithron de color escarlata, que le mostró a Lúthien sin atreverse a mirarla. Lúthien desviaba la mirada entre las diversas piezas de la estancia, hasta que ésta se detuvo sobre la factura de aquel arma. —Yo solía bromear con que tu madre podía ver el futuro.—repuso el elfo viudo cerrando los ojos.—Pues siempre decía que, un día, sólo el campo de batalla podría domar tu carácter. De modo que, su solución fue fundir la lanza con la que había combatido conmigo para forjar esto para ti. Haldir le tendió la lanza a su hija; Lúthien la tomó entre sus manos como si se tratase del más delicado cristal. —No espero que sepas manejarla.—cruzó los brazo sobre el pecho, permitiendo que Lúthien se recreara. Y la mestiza galadhrim fue lo que hizo. Sintió una extraña fuerza invadir sus brazos, una leve corriente eléctrica que recorría sus dedos y afianzaba el agarre sobre el asta de la lanza. De repente, se sentía capaz, como si todo el sufrimiento hubiese convergido en aquel instante, en aquel arma. Se tomó unos momentos para blandirla, apreciar su peso, su longitud, hacerse a ella, pues resultó ser íntegramente de una aleación de acero con mineral meteorítico rojo, con el asta recubierta por tiras de cuero del mismo color. —Su nombre es "Carnil".—dijo Haldir tras unos momentos de silencio. Lúthien se detuvo, mirando a su padre. —"Carnil".—repitió, admirando ahora la factura de su lanza, en la que se apreciaba la impronta de su madre en las filigranas de la moharra y el regatón, rosas y espinas en plata y carmesí. Posó el regatón en el suelo, miró a su padre. Haldir se adelantó unos pasos hasta acortar la distancia que lo separaba de su hija. Colocó su zurda sobre la diestra de Lúthien, que asía firmemente a su nueva herramienta, apretando la mano de su hija con suavidad. Fijó la vista en la mirada glauca de su retoño ya no tan infante. —Vedui na nin, Lúthien.[escúchame, Lúthien]. — la voz de Haldir, aunque suave, denotó cierta autoridad. —No te he entregado a Carnil sin razón ninguna. Has escogido un camino, un camino que durante mucho tiempo he deseado que abandones, ya que temo que te conduzca a la muerte. Lúthien guardó silencio, sin atreverse a replicar. Haldir retomó su discurso. —No sé si lo que suceda en Angmar te hará cambiar de opinión. —Haldir bajó un poco el tono, sin afanarse en ocultar su temor. — Lo que sí sé es que, de alguna manera, esta eithron[lanza ligera de gran hoja] te protegerá, pues en ella moran el espíritu y la voluntad de tu madre. Una vez más, silencio. El padre ahora besó muy dulcemente la frente de su hija, no como signo de bendición, sino como el más puro afecto que un progenitor puede profesar hacia la sangre de su sangre. La hija entendió que ahora tenía un nuevo compañero en aquel incierto y peligroso camino que había escogido motivada por el dolor y la ira. Un camino que no abandonaría. Una compañera inseparable que la distinguiría de los demás. Un destello escarlata, que segaría la Oscuridad que tanto aborrecía.
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    La Rosa Roja de Lothlórien
    Fan fiction basado en el mundo de J.R.R.Tolkien y las trilogías de Peter Jackson.
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