• El reloj colgado sobre la caja registradora avanzaba con una lentitud exasperante. Las agujas parecían burlarse de Carmina mientras ella apoyaba los codos en el mostrador, jugando distraídamente con un mechón de su cabello pelirrojo. La tienda de conveniencia estaba tan vacía como siempre en días festivos, y el suave zumbido del refrigerador de bebidas era el único sonido que le hacía compañía.

    —¿Por qué tenía que aceptar cubrir el turno hoy...? —murmuró, echando un vistazo al teléfono en sus manos.

    Su abuela, Lucia, había salido temprano para aprovechar las ofertas de San Valentín, dejando a Carmina a cargo del negocio. Pero no había entrado un solo cliente en toda la tarde. Se suponía que las tiendas hacían su agosto vendiendo chocolates y flores en este día, ¿no? Claro, excepto la de su familia.

    Con un suspiro, desbloqueó el teléfono y abrió sus redes sociales. Lo primero que vio fue una foto de Bianca, su amiga de la secundaria, sonriendo junto a un enorme ramo de rosas rojas. “Para la mejor novia del mundo”, decía el pie de foto, seguido de un montón de emojis de corazón. Carmina frunció el ceño, deslizando hacia abajo.

    Otra foto, esta vez de Alessia y su novio cenando en un restaurante elegante. Luego, un video de Giovanna abriendo una caja con un oso de peluche tan grande que apenas cabía en el marco. Siguió deslizando, viendo más y más parejas sonrientes, besos robados, manos entrelazadas, regalos brillantes...

    Sintió una punzada en el pecho y dejó escapar un bufido frustrado.

    —¿Qué tienen ellas que yo no...? —soltó en voz alta, su voz rebotando en las paredes silenciosas de la tienda—. ¡Digo, no es como si fuera horrible! ¿Verdad?

    Giró el teléfono hacia la cámara frontal y se observó en la pantalla. Su melena roja caía en suaves ondas alrededor de su rostro, sus ojos verdes eran grandes y brillantes, y sus pecas le daban un toque juvenil. Frunció el ceño y ladeó la cabeza, tratando de ver lo que los demás veían.

    —No soy fea... entonces... ¿cuál es el problema?

    Cruzó los brazos, apoyándose contra el mostrador. Recordó las veces que había salido en citas, todas tan desastrosas que apenas podía contarlas sin que le diera vergüenza. El chico que se pasó toda la cena hablando de su ex. El que “olvidó” su billetera. El que simplemente nunca volvió a llamarla. Y, claro, aquel con quien realmente pensó que había una chispa... solo para descubrir que había vuelto con su novia de siempre.

    —¿Por qué siempre me toca lo peor del lote...? —gruñó, apretando los labios—. ¿Será que no soy lo suficientemente interesante? ¿O demasiado directa?

    Apoyó la frente en el mostrador, dejando escapar un suspiro que sonó más a un gemido. Se sintió tonta al recordar las pocas veces que, de verdad, había sentido algo genuino por alguien. Contadas ocasiones en las que su corazón latió más rápido, en las que pensó que tal vez, solo tal vez, las cosas funcionarían. Pero siempre terminaban de la misma manera: con la otra persona desapareciendo sin dejar rastro, como si ella fuera tan insignificante que ni siquiera merecía una despedida.

    —¿Es mucho pedir un poco de estabilidad...? —murmuró, pateando el mostrador con suavidad—. ¿Alguien que no salga corriendo a la primera de cambios? ¿O que no resulte ser un completo idiota?

    Levantó la vista hacia el reloj, que parecía haberse congelado en el tiempo. San Valentín era una estupidez.

    —¿Por qué tienen que restregármelo en la cara...? —farfulló, lanzando una mirada amarga al teléfono antes de apagar la pantalla y tirarlo sobre el mostrador.

    Se quedó en silencio, escuchando el zumbido del refrigerador y el eco de sus propios pensamientos. Se sentía pequeña, ridícula. Como si fuera la única en todo el mundo atrapada en una tienda vacía, sin chocolates, sin flores, y sin nadie que le dijera que era suficiente tal y como era.

    —A lo mejor... —su voz se suavizó, casi un susurro—. A lo mejor simplemente no estoy hecha para esto...

    Cerró los ojos, abrazándose a sí misma mientras el zumbido del refrigerador seguía llenando el vacío.
    El reloj colgado sobre la caja registradora avanzaba con una lentitud exasperante. Las agujas parecían burlarse de Carmina mientras ella apoyaba los codos en el mostrador, jugando distraídamente con un mechón de su cabello pelirrojo. La tienda de conveniencia estaba tan vacía como siempre en días festivos, y el suave zumbido del refrigerador de bebidas era el único sonido que le hacía compañía. —¿Por qué tenía que aceptar cubrir el turno hoy...? —murmuró, echando un vistazo al teléfono en sus manos. Su abuela, Lucia, había salido temprano para aprovechar las ofertas de San Valentín, dejando a Carmina a cargo del negocio. Pero no había entrado un solo cliente en toda la tarde. Se suponía que las tiendas hacían su agosto vendiendo chocolates y flores en este día, ¿no? Claro, excepto la de su familia. Con un suspiro, desbloqueó el teléfono y abrió sus redes sociales. Lo primero que vio fue una foto de Bianca, su amiga de la secundaria, sonriendo junto a un enorme ramo de rosas rojas. “Para la mejor novia del mundo”, decía el pie de foto, seguido de un montón de emojis de corazón. Carmina frunció el ceño, deslizando hacia abajo. Otra foto, esta vez de Alessia y su novio cenando en un restaurante elegante. Luego, un video de Giovanna abriendo una caja con un oso de peluche tan grande que apenas cabía en el marco. Siguió deslizando, viendo más y más parejas sonrientes, besos robados, manos entrelazadas, regalos brillantes... Sintió una punzada en el pecho y dejó escapar un bufido frustrado. —¿Qué tienen ellas que yo no...? —soltó en voz alta, su voz rebotando en las paredes silenciosas de la tienda—. ¡Digo, no es como si fuera horrible! ¿Verdad? Giró el teléfono hacia la cámara frontal y se observó en la pantalla. Su melena roja caía en suaves ondas alrededor de su rostro, sus ojos verdes eran grandes y brillantes, y sus pecas le daban un toque juvenil. Frunció el ceño y ladeó la cabeza, tratando de ver lo que los demás veían. —No soy fea... entonces... ¿cuál es el problema? Cruzó los brazos, apoyándose contra el mostrador. Recordó las veces que había salido en citas, todas tan desastrosas que apenas podía contarlas sin que le diera vergüenza. El chico que se pasó toda la cena hablando de su ex. El que “olvidó” su billetera. El que simplemente nunca volvió a llamarla. Y, claro, aquel con quien realmente pensó que había una chispa... solo para descubrir que había vuelto con su novia de siempre. —¿Por qué siempre me toca lo peor del lote...? —gruñó, apretando los labios—. ¿Será que no soy lo suficientemente interesante? ¿O demasiado directa? Apoyó la frente en el mostrador, dejando escapar un suspiro que sonó más a un gemido. Se sintió tonta al recordar las pocas veces que, de verdad, había sentido algo genuino por alguien. Contadas ocasiones en las que su corazón latió más rápido, en las que pensó que tal vez, solo tal vez, las cosas funcionarían. Pero siempre terminaban de la misma manera: con la otra persona desapareciendo sin dejar rastro, como si ella fuera tan insignificante que ni siquiera merecía una despedida. —¿Es mucho pedir un poco de estabilidad...? —murmuró, pateando el mostrador con suavidad—. ¿Alguien que no salga corriendo a la primera de cambios? ¿O que no resulte ser un completo idiota? Levantó la vista hacia el reloj, que parecía haberse congelado en el tiempo. San Valentín era una estupidez. —¿Por qué tienen que restregármelo en la cara...? —farfulló, lanzando una mirada amarga al teléfono antes de apagar la pantalla y tirarlo sobre el mostrador. Se quedó en silencio, escuchando el zumbido del refrigerador y el eco de sus propios pensamientos. Se sentía pequeña, ridícula. Como si fuera la única en todo el mundo atrapada en una tienda vacía, sin chocolates, sin flores, y sin nadie que le dijera que era suficiente tal y como era. —A lo mejor... —su voz se suavizó, casi un susurro—. A lo mejor simplemente no estoy hecha para esto... Cerró los ojos, abrazándose a sí misma mientras el zumbido del refrigerador seguía llenando el vacío.
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  • Ya tengo mi regalo de san Valentín, mi despedida de soltera y el amor de mi vida.
    Todo en uno, mi dulce prometido

    Abel Aγκάθι
    Ya tengo mi regalo de san Valentín, mi despedida de soltera y el amor de mi vida. Todo en uno, mi dulce prometido [Abel22] ♡
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  • Últimamente Nikolay se veía… Diferente. O al menos eso era lo que sus compañeros le señalaban en estas semanas. A veces parecía mirar un punto fijo en la nada mientras le contaban alguna historia o algún adelanto de su siguiente sesión de trabajo; en otras ocasiones simplemente se quedaba ensimismado entre sus propios pensamientos y, aunque poco usual, parecía desconectarse del mundo mientras una inmensa tristeza lo embargaba. Nunca había sido la clase de persona que conversara mucho sobre su vida, a menos que fuese algo relacionado a sus hermanas gemelas, pero tampoco era difícil verle el rostro en situaciones así. Nikolay estaba triste y claramente hacía su mayor esfuerzo por ocultarlo.

    “¿Es porque no te gustan los días fríos? ¿No te gusta estar tan ocupado? ¿Te preocupan los exámenes de las próximas semanas?” Las preguntas siempre eran las mismas, y la respuesta también: Una sutil sonrisa de medio labio y negar con la cabeza. Las preocupaciones en la cabeza de Nikolay, si se observaban con detenimiento, no eran un enigma sino un reflejo de sus verdaderas emociones: Extrañaba a Sasha. A pesar de los años, no lograba quitarse la imagen de su hermano muerto de la cabeza, la terapia no le había ayudado con los años, porque seguía aferrándose a cosas que debía soltar y que, aún, no se sentía listo para hacerlo. No le aterraba mirar a Sasha, tampoco le aterraba la sangre ni el supuesto trauma que su ausencia le dejara, pero sentía que él ya era una parte tan propia de su vida que el hecho de perderlo lo haría sentirse extraño.

     

    Otra vez lloverá. Pensó. Lo hizo mientras que echaba la cabeza hacia atrás para mirar el cielo. Las nubes oscuras comenzaban a cubrir lentamente la ciudad, las personas se apresuraban en regresar a casa con las primeras gotas de la llovizna. Pero Nikolay seguía inmóvil sobre la acera, con las manos en los bolsillos de su chaqueta, como si estuviera esperando una revelación o que la lluvia se extendiera pronto. Fuese cual fuese, no parecía importarle. Incluso no prestaba demasiada atención a los gritos de Thanya, su manager, esa mujer que le sacaba unos cuantos años y sabía lidiar con su carácter pesado, sin duda la compadecía por esforzarse cada día en lograr entender el idioma de las señas.

    “Niko. Niko te estoy hablando. ¿Está todo bien?” Preguntó. Lo hizo con calma después de acercarse a él para tocarle el hombro con la esperanza, de que ese tacto, le hiciera volver en sí por unos instantes. Cuando lo logró, Thanya le sonrió con emoción maternal. “Te vas a mojar, sube al auto, te llevaré a la agencia para que revisemos juntos el contrato.” A pesar de que los ojos de la mujer se notaba la emoción, en los de Nikolay se percibía el vacío, uno que parecía tragarse todo a su paso y hacía un contraste adorable con la sonrisa en su boca. Era fingida, pero, ¿qué clase de modelo sería si no lograba expresar cualquier emoción aun sin sentirla?  

    « Está bien.» Respondió Nikolay con sus manos, haciendo las señales correspondientes para tranquilizarla, incluso le hizo quitar la mano de su hombro y, sin mediar más palabra, le besó la mejilla derecha en señal de despedida. Era el gesto que habían logrado crear por la buena sinergia de los últimos dos años trabajando, luego de zanjar sus diferencias y acoplarse a sus personalidades de gato negro y golden retriever. Fue allí que, al alejarse, sacó su teléfono para escribir un mensaje que envió a su teléfono. Thanya lo sacó de inmediato y revisó: “Hay un lugar que me gustaría visitar antes. Puedes adelantarte, te veré allí en una o dos horas. Mañana es el aniversario de Sasha y no tendré tiempo de ir a verlo.”

    De nuevo, el corazón de Thanya se estrujó por la emoción, por el dolor y la melancolía que sintió. Para la mujer, fue imposible esconder su compasión por él y, sin pensárselo mucho, le entregó el paraguas retráctil que tenía guardado en su bolso. ¿Cómo iba a dejarlo que se mojara en la lluvia y se expusiera a un resfriado? Primero muerta. Entendía que, a veces, Lev necesitaba su espacio y persuadirlo solo haría que las tentaciones fuesen más fuertes para él así que, al final, no quedaba más que dejarlo ir.

    “Si necesitas algo llámame. Te estaré esperando”. Fue el último mensaje que se recibió en la conversación del móvil. Thanya se alejó, después de despedirse con un sutil movimiento de sus manos. Entonces, sin ánimos, Nikolay suspiró en el momento que abrió el paraguas para observar el curioso patrón con el nombre de la agencia bordado en el exterior, esa mujer era una adicta al trabajo que no perdía cualquier oportunidad de promocionarse.

    — ¿Sabes? En estos días cuando más te extraño, Sasha. ¿Por qué tenías que ser tú?
    Ese día, debí ser yo. —Murmuró, lo hizo con la esperanza, casi, de que sus lamentos se los llevara el viento. De que su propia voz no fuese olvidada y, tontamente, para quitarse un peso de encima.
    Últimamente Nikolay se veía… Diferente. O al menos eso era lo que sus compañeros le señalaban en estas semanas. A veces parecía mirar un punto fijo en la nada mientras le contaban alguna historia o algún adelanto de su siguiente sesión de trabajo; en otras ocasiones simplemente se quedaba ensimismado entre sus propios pensamientos y, aunque poco usual, parecía desconectarse del mundo mientras una inmensa tristeza lo embargaba. Nunca había sido la clase de persona que conversara mucho sobre su vida, a menos que fuese algo relacionado a sus hermanas gemelas, pero tampoco era difícil verle el rostro en situaciones así. Nikolay estaba triste y claramente hacía su mayor esfuerzo por ocultarlo. “¿Es porque no te gustan los días fríos? ¿No te gusta estar tan ocupado? ¿Te preocupan los exámenes de las próximas semanas?” Las preguntas siempre eran las mismas, y la respuesta también: Una sutil sonrisa de medio labio y negar con la cabeza. Las preocupaciones en la cabeza de Nikolay, si se observaban con detenimiento, no eran un enigma sino un reflejo de sus verdaderas emociones: Extrañaba a Sasha. A pesar de los años, no lograba quitarse la imagen de su hermano muerto de la cabeza, la terapia no le había ayudado con los años, porque seguía aferrándose a cosas que debía soltar y que, aún, no se sentía listo para hacerlo. No le aterraba mirar a Sasha, tampoco le aterraba la sangre ni el supuesto trauma que su ausencia le dejara, pero sentía que él ya era una parte tan propia de su vida que el hecho de perderlo lo haría sentirse extraño.   Otra vez lloverá. Pensó. Lo hizo mientras que echaba la cabeza hacia atrás para mirar el cielo. Las nubes oscuras comenzaban a cubrir lentamente la ciudad, las personas se apresuraban en regresar a casa con las primeras gotas de la llovizna. Pero Nikolay seguía inmóvil sobre la acera, con las manos en los bolsillos de su chaqueta, como si estuviera esperando una revelación o que la lluvia se extendiera pronto. Fuese cual fuese, no parecía importarle. Incluso no prestaba demasiada atención a los gritos de Thanya, su manager, esa mujer que le sacaba unos cuantos años y sabía lidiar con su carácter pesado, sin duda la compadecía por esforzarse cada día en lograr entender el idioma de las señas. “Niko. Niko te estoy hablando. ¿Está todo bien?” Preguntó. Lo hizo con calma después de acercarse a él para tocarle el hombro con la esperanza, de que ese tacto, le hiciera volver en sí por unos instantes. Cuando lo logró, Thanya le sonrió con emoción maternal. “Te vas a mojar, sube al auto, te llevaré a la agencia para que revisemos juntos el contrato.” A pesar de que los ojos de la mujer se notaba la emoción, en los de Nikolay se percibía el vacío, uno que parecía tragarse todo a su paso y hacía un contraste adorable con la sonrisa en su boca. Era fingida, pero, ¿qué clase de modelo sería si no lograba expresar cualquier emoción aun sin sentirla?   « Está bien.» Respondió Nikolay con sus manos, haciendo las señales correspondientes para tranquilizarla, incluso le hizo quitar la mano de su hombro y, sin mediar más palabra, le besó la mejilla derecha en señal de despedida. Era el gesto que habían logrado crear por la buena sinergia de los últimos dos años trabajando, luego de zanjar sus diferencias y acoplarse a sus personalidades de gato negro y golden retriever. Fue allí que, al alejarse, sacó su teléfono para escribir un mensaje que envió a su teléfono. Thanya lo sacó de inmediato y revisó: “Hay un lugar que me gustaría visitar antes. Puedes adelantarte, te veré allí en una o dos horas. Mañana es el aniversario de Sasha y no tendré tiempo de ir a verlo.” De nuevo, el corazón de Thanya se estrujó por la emoción, por el dolor y la melancolía que sintió. Para la mujer, fue imposible esconder su compasión por él y, sin pensárselo mucho, le entregó el paraguas retráctil que tenía guardado en su bolso. ¿Cómo iba a dejarlo que se mojara en la lluvia y se expusiera a un resfriado? Primero muerta. Entendía que, a veces, Lev necesitaba su espacio y persuadirlo solo haría que las tentaciones fuesen más fuertes para él así que, al final, no quedaba más que dejarlo ir. “Si necesitas algo llámame. Te estaré esperando”. Fue el último mensaje que se recibió en la conversación del móvil. Thanya se alejó, después de despedirse con un sutil movimiento de sus manos. Entonces, sin ánimos, Nikolay suspiró en el momento que abrió el paraguas para observar el curioso patrón con el nombre de la agencia bordado en el exterior, esa mujer era una adicta al trabajo que no perdía cualquier oportunidad de promocionarse. — ¿Sabes? En estos días cuando más te extraño, Sasha. ¿Por qué tenías que ser tú? Ese día, debí ser yo. —Murmuró, lo hizo con la esperanza, casi, de que sus lamentos se los llevara el viento. De que su propia voz no fuese olvidada y, tontamente, para quitarse un peso de encima.
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    Bien tranqui mi despedida de soltero XD


    https://vm.tiktok.com/ZMkV46heo/
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  • -Por favor ten cuidado amor mío...

    Dijo con los ojos ligeramente vidriosos, era la primera ves desde que se conocen que se separarían tantos días, el le había dicho que solo seria una semana a mas tardar, sin embargo su cuñada a escondidas le confeso que podrían ser incluso 12 o 16 días, acomodo en el brazo aquel brazalete que ella le había tejido con su propio cabello tras haberse vuelto novios, lo apretó bien y le añadió un pequeño dije de botella que su hermano le había ayudado a conseguir el cual relleno con diferente plantas esperando que el amuleto lo protegiera, además los demás elfos lo reconocerían como que el joven tenia una pareja.

    -Quiero que vuelvas en una pieza, tan cual donde esta todo, sin un rasguño... Entendido?


    ||Despedida antes del viaje con Alexa

    Daniel Selene
    -Por favor ten cuidado amor mío... Dijo con los ojos ligeramente vidriosos, era la primera ves desde que se conocen que se separarían tantos días, el le había dicho que solo seria una semana a mas tardar, sin embargo su cuñada a escondidas le confeso que podrían ser incluso 12 o 16 días, acomodo en el brazo aquel brazalete que ella le había tejido con su propio cabello tras haberse vuelto novios, lo apretó bien y le añadió un pequeño dije de botella que su hermano le había ayudado a conseguir el cual relleno con diferente plantas esperando que el amuleto lo protegiera, además los demás elfos lo reconocerían como que el joven tenia una pareja. -Quiero que vuelvas en una pieza, tan cual donde esta todo, sin un rasguño... Entendido? ||Despedida antes del viaje con Alexa [hijo_de_la_luna]
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  • Por muchos años lo oculte .. ya lo se raro es .En cada despedida te suelo extrañar , pero ahora estoy para ti !!!

    Lo siento , pero está en otro castillo y no piensa preocupar por ti . No nesecitas resolver el puzzle , está allá y yo aquí .

    Esta preocupada por su elegancia , ella prefiere un príncipe que a ti , esa princesa está en otro castillo y yo!!!! Aquí .

    Que canción más curiosa y pegajosa .
    Por muchos años lo oculte .. ya lo se raro es .En cada despedida te suelo extrañar , pero ahora estoy para ti !!! Lo siento , pero está en otro castillo y no piensa preocupar por ti . No nesecitas resolver el puzzle , está allá y yo aquí . Esta preocupada por su elegancia , ella prefiere un príncipe que a ti , esa princesa está en otro castillo y yo!!!! Aquí . Que canción más curiosa y pegajosa .
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  • A la entrada del poblado, la líder de la aldea aguardaría con el peso de la preocupación sobre sus hombros. Había enviado un mensaje cargado de urgencia a quien solo conocía por rumores: una viajera, una sombra errante que

    comprendía lo inexplicable.

    Desde el sendero cubierto de escarcha emergía la figura esperada. Una mujer de andar sereno, el cabello negro le caía sobre los hombros, ondeando suavemente con la brisa. Sus ojos recorrerían el entorno con una calma extraña.

    La anciana, en su sabiduría, se acercaría con cautela.
    —Gracias por venir —susurraría, temiendo romper el aire quieto—. No sabemos qué ocurre. La aldea ha sido devorada por el silencio. Adultos y niños ya no hablan, los animales y la montaña han enmudecido… No sabemos qué hacer.

    La forastera permanecería en silencio unos segundos, como si escuchara algo más allá de lo que los demás podían percibir. Asintió sin pronunciar palabra, y comenzaría a recorrer la aldea y a examinar a los afectados. De su caja de madera extrajo una especie de otoscopio tallado, y uno a uno revisó los oídos de los aldeanos. En cada uno de ellos hallaría la misma huella: una sustancia verde amarillenta, viscosa, que brillaba débilmente en la penumbra.

    Frunció el ceño.
    —Se trata de una criatura que se alimenta del... sonido.

    Sin perder tiempo, pidió agua tibia mientras ella sacaba unos triángulos de papel que envolvían un polvo blanco. Mezclaría ambos en una taza y lo vertería en el oído del hombre.

    Lentamente, como si una venda invisible se deshiciera, el opresivo silencio comenzaría a desvanecerse. Las personas afectadas y los familiares estaban sorprendidos.

    —Es sal... Estas criaturas no la soportan.

    Así fue como ordenó que los afectados mojaran sus oídos, y rociaran las casas para evitar futuras afecciones.

    Cuando la calma regresó de forma frágil, la anciana se acercaría a la recién llegada, con la mirada baja y la voz casi quebrada.
    —Gracias… pero hay algo más. No podía decirlo antes. Mi nieta… está enferma. La he mantenido oculta. Sus padres murieron… por lo mismo.

    La mujer de cabello negro la observaría con gravedad y asintió. La anciana la guiaría a una cabaña apartada, donde la niña, frágil y temblorosa, permanecía acurrucada en un rincón oscuro.
    La visitante se arrodillaría frente a ella, y vería sus cuernos pequeños, lo cual la llevaría a examinar más, sobre todo porque los oídos contenían la misma sustancia viscosa, resplandeciente y pegajosa.

    Suspiró muy lentamente. Sabía lo que aquello significaba. La nueva criatura se alimentaba del silencio absoluto que provocó la otra, y no había cura conocida, solo la muerte.

    La anciana habló. —Antes de que mi hija muriera, sus cuernos desaparecieron días antes de irse de este mundo.

    —Una grieta en lo inevitable. Las personas mueren al siguiente invierno tras empezar los síntomas. —Dijo pensativa.

    La mujer mayor se asustó, aún ya sabiéndolo. Pero rápidamente caería en la aceptación. La curandera, en cambio, tenía muchas dudas y pocas respuestas.

    Sin más demora, la errante pediría permiso y se internaría sola en el oscuro bosque. Caminó lejos de la aldea, hasta que el aire se volvió más liviano. Al alzar la mirada, los vio: diminutos destellos de luz adheridos en las copas de los árboles. Eran hermosos.

    La pelinegra se detuvo. Cerró los ojos y permitió que aquellos seres etéreos se deslizaran suavemente en sus oídos.

    Pero no estaba sola. La niña la había seguido a escondidas, arrastrada por la curiosidad y el miedo. Al percatarse, la mujer hablaría con voz serena.

    —Acércate. Tápame los oídos.

    La pequeña titubeó, pero obedeció. Cubriría sus oídos con manos temblorosas. Entonces, un sonido sordo retumbaría, y la sustancia viscosa fue expulsada violentamente de los oídos de la extranjera, como si algo hubiese sido arrancado.

    La mujer abrió los ojos, comprendiendo.

    Sin perder tiempo, regresaron a la aldea. Frente a la anciana, la forastera elevaría sus manos y las colocaría suavemente sobre los oídos de la niña. La reacción fue inmediata. La sustancia verde amarillenta salió despedida, deslizándose como un eco roto. Y los cuernos cayeron sobre los muslos de la infante.

    La líder del poblado observó, atónita. —¿Está… curada?
    La mujer asintió. —No soportan el ruido interior que provoca otra persona, solo el del huésped.

    La anciana abrazaría a su nieta. —¿Cómo puedo pagarte?
    La curandera señalaría los cuernos. —Únicamente esto.

    La niña, con iniciativa, se los entregaría personalmente agradecida, y la viajera los guardaría en una cajita de madera.

    Era un precio muy pequeño. Pero por primera vez en días, el aire vibraba débilmente con el sonido de un suspiro.
    A la entrada del poblado, la líder de la aldea aguardaría con el peso de la preocupación sobre sus hombros. Había enviado un mensaje cargado de urgencia a quien solo conocía por rumores: una viajera, una sombra errante que comprendía lo inexplicable. Desde el sendero cubierto de escarcha emergía la figura esperada. Una mujer de andar sereno, el cabello negro le caía sobre los hombros, ondeando suavemente con la brisa. Sus ojos recorrerían el entorno con una calma extraña. La anciana, en su sabiduría, se acercaría con cautela. —Gracias por venir —susurraría, temiendo romper el aire quieto—. No sabemos qué ocurre. La aldea ha sido devorada por el silencio. Adultos y niños ya no hablan, los animales y la montaña han enmudecido… No sabemos qué hacer. La forastera permanecería en silencio unos segundos, como si escuchara algo más allá de lo que los demás podían percibir. Asintió sin pronunciar palabra, y comenzaría a recorrer la aldea y a examinar a los afectados. De su caja de madera extrajo una especie de otoscopio tallado, y uno a uno revisó los oídos de los aldeanos. En cada uno de ellos hallaría la misma huella: una sustancia verde amarillenta, viscosa, que brillaba débilmente en la penumbra. Frunció el ceño. —Se trata de una criatura que se alimenta del... sonido. Sin perder tiempo, pidió agua tibia mientras ella sacaba unos triángulos de papel que envolvían un polvo blanco. Mezclaría ambos en una taza y lo vertería en el oído del hombre. Lentamente, como si una venda invisible se deshiciera, el opresivo silencio comenzaría a desvanecerse. Las personas afectadas y los familiares estaban sorprendidos. —Es sal... Estas criaturas no la soportan. Así fue como ordenó que los afectados mojaran sus oídos, y rociaran las casas para evitar futuras afecciones. Cuando la calma regresó de forma frágil, la anciana se acercaría a la recién llegada, con la mirada baja y la voz casi quebrada. —Gracias… pero hay algo más. No podía decirlo antes. Mi nieta… está enferma. La he mantenido oculta. Sus padres murieron… por lo mismo. La mujer de cabello negro la observaría con gravedad y asintió. La anciana la guiaría a una cabaña apartada, donde la niña, frágil y temblorosa, permanecía acurrucada en un rincón oscuro. La visitante se arrodillaría frente a ella, y vería sus cuernos pequeños, lo cual la llevaría a examinar más, sobre todo porque los oídos contenían la misma sustancia viscosa, resplandeciente y pegajosa. Suspiró muy lentamente. Sabía lo que aquello significaba. La nueva criatura se alimentaba del silencio absoluto que provocó la otra, y no había cura conocida, solo la muerte. La anciana habló. —Antes de que mi hija muriera, sus cuernos desaparecieron días antes de irse de este mundo. —Una grieta en lo inevitable. Las personas mueren al siguiente invierno tras empezar los síntomas. —Dijo pensativa. La mujer mayor se asustó, aún ya sabiéndolo. Pero rápidamente caería en la aceptación. La curandera, en cambio, tenía muchas dudas y pocas respuestas. Sin más demora, la errante pediría permiso y se internaría sola en el oscuro bosque. Caminó lejos de la aldea, hasta que el aire se volvió más liviano. Al alzar la mirada, los vio: diminutos destellos de luz adheridos en las copas de los árboles. Eran hermosos. La pelinegra se detuvo. Cerró los ojos y permitió que aquellos seres etéreos se deslizaran suavemente en sus oídos. Pero no estaba sola. La niña la había seguido a escondidas, arrastrada por la curiosidad y el miedo. Al percatarse, la mujer hablaría con voz serena. —Acércate. Tápame los oídos. La pequeña titubeó, pero obedeció. Cubriría sus oídos con manos temblorosas. Entonces, un sonido sordo retumbaría, y la sustancia viscosa fue expulsada violentamente de los oídos de la extranjera, como si algo hubiese sido arrancado. La mujer abrió los ojos, comprendiendo. Sin perder tiempo, regresaron a la aldea. Frente a la anciana, la forastera elevaría sus manos y las colocaría suavemente sobre los oídos de la niña. La reacción fue inmediata. La sustancia verde amarillenta salió despedida, deslizándose como un eco roto. Y los cuernos cayeron sobre los muslos de la infante. La líder del poblado observó, atónita. —¿Está… curada? La mujer asintió. —No soportan el ruido interior que provoca otra persona, solo el del huésped. La anciana abrazaría a su nieta. —¿Cómo puedo pagarte? La curandera señalaría los cuernos. —Únicamente esto. La niña, con iniciativa, se los entregaría personalmente agradecida, y la viajera los guardaría en una cajita de madera. Era un precio muy pequeño. Pero por primera vez en días, el aire vibraba débilmente con el sonido de un suspiro.
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    -Las despedidas llenas de lágrimas no van con nosotros, sería vergonzoso la próxima vez que nos veamos.
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  • ❝Que bella es la vida... Falta poco para el fin de año❞

    Expresó con una sonrisa de placer que iluminaba su rostro mientras levantaba una copa de un vino exquisito, un Grand Cru Classé de Burdeos. En una azotea de un apartamento, sentado y contemplando el vasto horizonte mientras el sol se sumergía en el crepúsculo del año, pintando el cielo con tonos de despedida, Él esperaba pacientemente la llegada del nuevo año, resuelto a deleitarse en la quietud de su propia compañía con esa joya vinícola, y dejar atrás el peso del pasado, abrazando el comienzo de una nueva historia.

    ---: Paranox, Aquí Valentina...

    Una voz en su auricular espía rompió el efímero placer que disfrutaba, siendo su deleite arruinado por la inesperada interrupción de Valentina.

    ❝......❞

    ---: Lamentó interrumpirte en este momento de fin de año pero... Tenemos un trabajo para ti.

    Con una mezcla de disgusto y fastidio, se llevó la mano a la cara y, ladeando la cabeza, expresó en voz baja.

    ❝¡¡No puedo disfrutar del fin de año como cualquier persona normal!!.... Aunque, si haber vamos... no soy normal ni soy cualquier persona❞

    Aunque disgustado, se levantó de la silla, dejando la copa aún llena en la mesilla, y se marchó para cumplir con su deber. Podría decirse que la copa de vino quedó allí, esperando pacientemente para brindar por el nuevo año.

    FELIZ AÑO NUEVO 2025
    ❝Que bella es la vida... Falta poco para el fin de año❞ Expresó con una sonrisa de placer que iluminaba su rostro mientras levantaba una copa de un vino exquisito, un Grand Cru Classé de Burdeos. En una azotea de un apartamento, sentado y contemplando el vasto horizonte mientras el sol se sumergía en el crepúsculo del año, pintando el cielo con tonos de despedida, Él esperaba pacientemente la llegada del nuevo año, resuelto a deleitarse en la quietud de su propia compañía con esa joya vinícola, y dejar atrás el peso del pasado, abrazando el comienzo de una nueva historia. ---: Paranox, Aquí Valentina... Una voz en su auricular espía rompió el efímero placer que disfrutaba, siendo su deleite arruinado por la inesperada interrupción de Valentina. ❝......❞ ---: Lamentó interrumpirte en este momento de fin de año pero... Tenemos un trabajo para ti. Con una mezcla de disgusto y fastidio, se llevó la mano a la cara y, ladeando la cabeza, expresó en voz baja. ❝¡¡No puedo disfrutar del fin de año como cualquier persona normal!!.... Aunque, si haber vamos... no soy normal ni soy cualquier persona❞ Aunque disgustado, se levantó de la silla, dejando la copa aún llena en la mesilla, y se marchó para cumplir con su deber. Podría decirse que la copa de vino quedó allí, esperando pacientemente para brindar por el nuevo año. FELIZ AÑO NUEVO 2025 🎆🎆🎆
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