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    No puedo escapar de esta adiccion
    es como si me llamara y me susurrara al oido
    me susurra y pide a gritos poner mis dedos sobre el teclado.
    Las sombras de mi ser me nublan el juicio y me traen aqui
    si,tal cual lo pensaron,mi cabeza y mi hambre de escribir
    me traen de vuelta aqui,como si me hubiera pegado
    como una mosca al azucar.
    Si,prometi irme y nunca mas volver al roleplay,puesto que ya tenia todo lo que queria,no hacia falta recurrir a la ficcion de nuevo,sin embargo,aqui estoy,arrastrandome de vuelta

    De haber sabido que haria esto,solo me hubiera tomado unas vacaciones,no haber jugado con ustedes,no me da la cara de la verguenza por haber hecho una despedida sin siquiera haberla confirmado por completo

    Marlboro Man ha muerto,yo fui quien le dio su final,pero a su vez quiero empezar de nuevo,una nueva identidad digital que florecera sobre las cenizas de lo que fui

    Desde hoy,me hare llamar Prometeo
    No puedo escapar de esta adiccion es como si me llamara y me susurrara al oido me susurra y pide a gritos poner mis dedos sobre el teclado. Las sombras de mi ser me nublan el juicio y me traen aqui si,tal cual lo pensaron,mi cabeza y mi hambre de escribir me traen de vuelta aqui,como si me hubiera pegado como una mosca al azucar. Si,prometi irme y nunca mas volver al roleplay,puesto que ya tenia todo lo que queria,no hacia falta recurrir a la ficcion de nuevo,sin embargo,aqui estoy,arrastrandome de vuelta De haber sabido que haria esto,solo me hubiera tomado unas vacaciones,no haber jugado con ustedes,no me da la cara de la verguenza por haber hecho una despedida sin siquiera haberla confirmado por completo Marlboro Man ha muerto,yo fui quien le dio su final,pero a su vez quiero empezar de nuevo,una nueva identidad digital que florecera sobre las cenizas de lo que fui Desde hoy,me hare llamar Prometeo
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    -Con la corona que detiene la vida puesta,
    la Muerte también se enamora de los ojos caídos.
    Camina a través del palacio de las despedidas,
    conectado con el mundo de los muertos.

    Entre las aguas heladas y los sonidos fúnebres,
    de día y noche,
    se inclina sobre esta tierra nevada
    y se convierte en la única canción de este lugar.

    Todos los suspiros brotan de sus dedos.
    Todas las palabras de consuelo son bloqueadas por sus manos.
    Todos los lamentos son tragados por sus palmas.

    Un poema titulado «Doncella Sagrada de Aidonia»
    🦋-Con la corona que detiene la vida puesta, la Muerte también se enamora de los ojos caídos. Camina a través del palacio de las despedidas, conectado con el mundo de los muertos. Entre las aguas heladas y los sonidos fúnebres, de día y noche, se inclina sobre esta tierra nevada y se convierte en la única canción de este lugar. Todos los suspiros brotan de sus dedos. Todas las palabras de consuelo son bloqueadas por sus manos. Todos los lamentos son tragados por sus palmas. Un poema titulado «Doncella Sagrada de Aidonia»
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  • Me visto de gala para despedirme de quien nunca volverá. Porque algunas despedidas no son para los muertos, sino para los vivos que siguen cargando con sombras.

    Algunos amores son como gatos negros, hermosos, pero temidos sin motivo. Quizás por eso los elijo, por eso los entiendo.
    Hay quienes se pierden en la luz.

    Yo, en cambio, me encontré en la oscuridad…
    Me visto de gala para despedirme de quien nunca volverá. Porque algunas despedidas no son para los muertos, sino para los vivos que siguen cargando con sombras. Algunos amores son como gatos negros, hermosos, pero temidos sin motivo. Quizás por eso los elijo, por eso los entiendo. Hay quienes se pierden en la luz. Yo, en cambio, me encontré en la oscuridad…
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    Dale un beso de despedida a tu día perfecto, porque el mundo esta en llamas.
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  • El samurái estaba sentado en la pradera, con su katana clavada en el suelo frente a él. Su armadura estaba desgastada, con señales de innumerables batallas. Su expresión era estoica, pero sus ojos reflejaban un cansancio que iba más allá del cuerpo. No había llegado aquí por accidente, había dejado de caminar en su mundo y, de algún modo, había terminado en este lugar.

    Ghost apareció a su lado sin hacer ruido, con las manos en los bolsillos y su típica sonrisa ladeada. Se sentó en la hierba, cruzando las piernas, observando al guerrero sin prisa.

    ~ Vaya, hace tiempo que no veía a un samurái por aquí. Tienes ese aire solemne, pero también una fatiga que casi pesa en el aire.

    El samurái no respondió de inmediato. Se quedó mirando la katana, sus dedos recorriendo el mango con la familiaridad de quien ha sostenido una espada durante toda su vida.

    — He luchado demasiado, por demasiado tiempo —murmuró al final—. Cada batalla tenía un propósito, cada duelo tenía un honor, pero al final… ¿qué queda? Mis camaradas están muertos, mi señor se ha ido, y la guerra nunca termina.

    Ghost suspiró, mirando el cielo.

    ~ La guerra es una criatura hambrienta, ¿eh? Devora todo lo que toca, incluso a los que la enfrentan. Pero dime, ¿alguna vez luchaste solo por luchar?

    El samurái frunció el ceño.

    — No. Siempre hubo una razón. Un juramento, una causa, una venganza…

    ~ Entonces, ¿por qué te detuviste?

    El guerrero guardó silencio. Tal vez esperaba que Ghost lo dejara en paz, pero el joven de cabello naranja seguía ahí, tranquilo, esperando su respuesta.

    — No queda nada por lo que pelear —susurró finalmente—. He perdido todo.

    Ghost apoyó los brazos detrás de su cabeza, recostándose sobre la hierba.

    ~ Pero sigues aquí. Sigues respirando. Quizá ya no haya guerra para ti, pero… ¿eso significa que no hay nada más?

    El samurái se quedó pensativo. Miró sus manos, rugosas y endurecidas por el combate. ¿Qué podía hacer un guerrero sin una guerra?

    Ghost se levantó, estirándose.

    ~ Si de verdad quieres quedarte aquí y desaparecer con el viento, no voy a detenerte. Pero si alguna vez sientes que tu espada puede sostener algo más que el peso de la guerra… tal vez aún puedas encontrar un nuevo propósito.

    El samurái lo miró con duda, pero en su corazón sintió que esas palabras plantaban una semilla. Ghost se giró, levantando una mano en despedida.

    (★また会おう、武士。風が道を示すだろう★) .

    Luego, con un paso ligero, desapareció entre la brisa, dejando al guerrero solo con sus pensamientos… y la posibilidad de un futuro.
    El samurái estaba sentado en la pradera, con su katana clavada en el suelo frente a él. Su armadura estaba desgastada, con señales de innumerables batallas. Su expresión era estoica, pero sus ojos reflejaban un cansancio que iba más allá del cuerpo. No había llegado aquí por accidente, había dejado de caminar en su mundo y, de algún modo, había terminado en este lugar. Ghost apareció a su lado sin hacer ruido, con las manos en los bolsillos y su típica sonrisa ladeada. Se sentó en la hierba, cruzando las piernas, observando al guerrero sin prisa. ~ Vaya, hace tiempo que no veía a un samurái por aquí. Tienes ese aire solemne, pero también una fatiga que casi pesa en el aire. El samurái no respondió de inmediato. Se quedó mirando la katana, sus dedos recorriendo el mango con la familiaridad de quien ha sostenido una espada durante toda su vida. — He luchado demasiado, por demasiado tiempo —murmuró al final—. Cada batalla tenía un propósito, cada duelo tenía un honor, pero al final… ¿qué queda? Mis camaradas están muertos, mi señor se ha ido, y la guerra nunca termina. Ghost suspiró, mirando el cielo. ~ La guerra es una criatura hambrienta, ¿eh? Devora todo lo que toca, incluso a los que la enfrentan. Pero dime, ¿alguna vez luchaste solo por luchar? El samurái frunció el ceño. — No. Siempre hubo una razón. Un juramento, una causa, una venganza… ~ Entonces, ¿por qué te detuviste? El guerrero guardó silencio. Tal vez esperaba que Ghost lo dejara en paz, pero el joven de cabello naranja seguía ahí, tranquilo, esperando su respuesta. — No queda nada por lo que pelear —susurró finalmente—. He perdido todo. Ghost apoyó los brazos detrás de su cabeza, recostándose sobre la hierba. ~ Pero sigues aquí. Sigues respirando. Quizá ya no haya guerra para ti, pero… ¿eso significa que no hay nada más? El samurái se quedó pensativo. Miró sus manos, rugosas y endurecidas por el combate. ¿Qué podía hacer un guerrero sin una guerra? Ghost se levantó, estirándose. ~ Si de verdad quieres quedarte aquí y desaparecer con el viento, no voy a detenerte. Pero si alguna vez sientes que tu espada puede sostener algo más que el peso de la guerra… tal vez aún puedas encontrar un nuevo propósito. El samurái lo miró con duda, pero en su corazón sintió que esas palabras plantaban una semilla. Ghost se giró, levantando una mano en despedida. (★また会おう、武士。風が道を示すだろう★) . Luego, con un paso ligero, desapareció entre la brisa, dejando al guerrero solo con sus pensamientos… y la posibilidad de un futuro.
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  • El serafín apareció sin previo aviso, como un sol que se encendía en mitad de la pradera. Sus múltiples alas de fuego apenas parecían moverse, y sus ojos sin pupilas observaban todo con una intensidad divina. Ghost, sentado en la hierba con las manos detrás de la cabeza, alzó una ceja y sonrió.

    ~ No todos los días un serafín decide visitarme. Dime, ¿qué trae a un mensajero celestial a esta pradera tan… mundana?

    El serafín inclinó la cabeza, su voz no salió de su boca —porque no tenía—, sino que resonó en el aire como un eco de muchas voces a la vez.

    — He venido porque esta pradera era un campo de batalla. Dioses, demonios y criaturas como tú disputaban su control. Y ahora solo estás tú.

    Ghost suspiró, cerrando los ojos un instante, dejando que la brisa le revolviera el cabello anaranjado.

    ~ Sí, fue un desastre. Poderosos, eternos, insaciables… querían este lugar para sus propios fines. Algunos buscaban un refugio, otros un trono. Yo solo quería que nadie más sufriera por sus ambiciones.

    — Y los echaste.

    ~ No fue tan simple, pero sí. No me querían aquí, pero tampoco me entendían. Me veían como una anomalía. Yo no luchaba por poder, no buscaba adoración. Solo ayudaba a los que caían aquí. Y eso… bueno, eso no les gustaba.

    El serafín dejó que el viento ondeara sus llamas, como si procesara la respuesta de Ghost.

    — Pero podrías haber reclamado este sitio como tuyo. Podrías haber impuesto tu propia ley. En cambio, sigues aquí, solo, ayudando a los perdidos. ¿Por qué?

    Ghost rió suavemente, como si la pregunta le hiciera gracia.

    ~ ¿Por qué preguntas lo obvio? Mira a tu alrededor. Esta pradera ya no es un campo de guerra. Es un lugar de descanso, de recuperación. ¿Qué clase de ser sería si tomara esto para mí, en lugar de compartirlo?

    El serafín guardó silencio por un largo rato. Sus alas parpadearon con un resplandor dorado.

    — Sigues siendo una anomalía.

    ~ ¿Y qué? Me gusta serlo.

    El ser celestial no replicó. Se quedó observando la pradera, sintiendo la paz que Ghost había construido con paciencia, con dolor y con esperanza. Cuando finalmente alzó el vuelo, sus últimas palabras fueron un murmullo en el viento.

    — No eres como los otros.

    Ghost solo sonrió, apoyando los brazos detrás de su cabeza y cerrando los ojos bajo el cielo eterno de su pradera.

    El serafín desplegó sus múltiples alas de fuego, elevándose lentamente en el aire. Su resplandor dorado iluminó la pradera una última vez antes de marcharse. Ghost, aún recostado sobre la hierba, levantó una mano en un gesto relajado de despedida y sonrió.

    ~ じゃあな、天使さん。風に乗って、迷わず行けよ。 (Jā na, tenshi-san. Kaze ni notte, mayowazu ike yo.)
    El serafín apareció sin previo aviso, como un sol que se encendía en mitad de la pradera. Sus múltiples alas de fuego apenas parecían moverse, y sus ojos sin pupilas observaban todo con una intensidad divina. Ghost, sentado en la hierba con las manos detrás de la cabeza, alzó una ceja y sonrió. ~ No todos los días un serafín decide visitarme. Dime, ¿qué trae a un mensajero celestial a esta pradera tan… mundana? El serafín inclinó la cabeza, su voz no salió de su boca —porque no tenía—, sino que resonó en el aire como un eco de muchas voces a la vez. — He venido porque esta pradera era un campo de batalla. Dioses, demonios y criaturas como tú disputaban su control. Y ahora solo estás tú. Ghost suspiró, cerrando los ojos un instante, dejando que la brisa le revolviera el cabello anaranjado. ~ Sí, fue un desastre. Poderosos, eternos, insaciables… querían este lugar para sus propios fines. Algunos buscaban un refugio, otros un trono. Yo solo quería que nadie más sufriera por sus ambiciones. — Y los echaste. ~ No fue tan simple, pero sí. No me querían aquí, pero tampoco me entendían. Me veían como una anomalía. Yo no luchaba por poder, no buscaba adoración. Solo ayudaba a los que caían aquí. Y eso… bueno, eso no les gustaba. El serafín dejó que el viento ondeara sus llamas, como si procesara la respuesta de Ghost. — Pero podrías haber reclamado este sitio como tuyo. Podrías haber impuesto tu propia ley. En cambio, sigues aquí, solo, ayudando a los perdidos. ¿Por qué? Ghost rió suavemente, como si la pregunta le hiciera gracia. ~ ¿Por qué preguntas lo obvio? Mira a tu alrededor. Esta pradera ya no es un campo de guerra. Es un lugar de descanso, de recuperación. ¿Qué clase de ser sería si tomara esto para mí, en lugar de compartirlo? El serafín guardó silencio por un largo rato. Sus alas parpadearon con un resplandor dorado. — Sigues siendo una anomalía. ~ ¿Y qué? Me gusta serlo. El ser celestial no replicó. Se quedó observando la pradera, sintiendo la paz que Ghost había construido con paciencia, con dolor y con esperanza. Cuando finalmente alzó el vuelo, sus últimas palabras fueron un murmullo en el viento. — No eres como los otros. Ghost solo sonrió, apoyando los brazos detrás de su cabeza y cerrando los ojos bajo el cielo eterno de su pradera. El serafín desplegó sus múltiples alas de fuego, elevándose lentamente en el aire. Su resplandor dorado iluminó la pradera una última vez antes de marcharse. Ghost, aún recostado sobre la hierba, levantó una mano en un gesto relajado de despedida y sonrió. ~ じゃあな、天使さん。風に乗って、迷わず行けよ。 (Jā na, tenshi-san. Kaze ni notte, mayowazu ike yo.)
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  • El anciano mago estaba sentado en una roca, con la mirada perdida en el suelo polvoriento de la pradera. Sus manos temblaban levemente mientras repasaba en su mente los fragmentos de un conjuro que, por alguna razón, ya no podía recordar. Su túnica, antaño majestuosa, estaba raída por los años y su sombrero ladeado le daba un aire de hombre perdido en su propio tiempo.

    Ghost apareció detrás de él, con las manos en los bolsillos y una media sonrisa en el rostro.

    —Vaya, vaya… parece que alguien ha olvidado las llaves de su casa.

    El mago levantó la vista con un sobresalto, entrecerrando los ojos para ver mejor a la figura de cabello naranja que le sonreía con aire despreocupado.

    —¿Quién eres tú? —preguntó con voz áspera.

    —Ghost. Un amigo de los que se pierden —respondió, sentándose a su lado—. Y tú, si no me equivoco, eres un hechicero que olvidó cómo abrir su propio portal.

    El anciano suspiró con frustración.

    —Es ridículo… He viajado por dimensiones enteras, lanzado hechizos que podrían hacer temblar montañas, pero este… este simple conjuro se me ha escapado. Como si mi mente se negara a recordarlo.

    Ghost apoyó un codo en su rodilla y se inclinó hacia él.

    —La memoria es caprichosa, especialmente cuando la mente se llena de dudas. Pero dime, ¿qué recuerdas del hechizo?

    El mago cerró los ojos, frunciendo el ceño.

    —Era… algo sobre llamas azules… y un círculo en espiral…

    Ghost chasqueó los dedos.

    —¡Ah! Un portal de llamas frías. Buen gusto. Pero dime, cuando lo aprendiste, ¿qué sentiste?

    El mago abrió los ojos, confundido.

    —¿Sentir? No sé… emoción, supongo. Era joven, impetuoso. Lo aprendí para poder escapar de un maestro que… bueno, que no quería que me fuera.

    Ghost se rió suavemente.

    —Ahí lo tienes. No es que lo hayas olvidado… es que ya no eres el mismo joven impetuoso de antes. Tu mente lo bloqueó porque ya no eres alguien que huye.

    El mago frunció el ceño y Ghost le dio un golpecito en la frente con el dedo índice.

    —Pero recuerda, la magia no es solo palabras y símbolos. Es emoción, es instinto. No pienses en el hechizo. Siente el momento en el que lo aprendiste.

    El anciano respiró hondo y cerró los ojos de nuevo. Sus dedos empezaron a moverse, dibujando en el aire un círculo que brillaba con un resplandor azul pálido. Ghost observó con una sonrisa cuando el aire frente a ellos comenzó a retorcerse y, de repente, un portal de llamas frías se abrió frente a ellos.

    El mago lo miró con asombro.

    —Lo recordé…

    Ghost se puso de pie y le tendió la mano.

    —No lo recordaste. Lo volviste a encontrar dentro de ti.

    El anciano tomó su mano y se levantó con dificultad. Miró el portal y luego a Ghost con gratitud.

    —Gracias.

    Ghost se encogió de hombros con una sonrisa juguetona.

    —Es mi especialidad. Ahora, antes de que se cierre… ¿o acaso quieres quedarte aquí a tomar el té conmigo?

    El mago rió y, con una última mirada de respeto, cruzó el portal. Cuando desapareció, Ghost suspiró y miró el cielo dorado de la pradera.

    —Uno más que encuentra su camino… Ahora, ¿quién sigue?

    Antes de que el portal se cerrara por completo, Ghost alzó una mano en despedida y, con una sonrisa ladeada, dijo en un tono relajado:

    —じゃあな、魔法使いさん。(Jā na, mahōtsukai-san.)

    El resplandor azul del portal parpadeó una última vez antes de desvanecerse en la nada.
    El anciano mago estaba sentado en una roca, con la mirada perdida en el suelo polvoriento de la pradera. Sus manos temblaban levemente mientras repasaba en su mente los fragmentos de un conjuro que, por alguna razón, ya no podía recordar. Su túnica, antaño majestuosa, estaba raída por los años y su sombrero ladeado le daba un aire de hombre perdido en su propio tiempo. Ghost apareció detrás de él, con las manos en los bolsillos y una media sonrisa en el rostro. —Vaya, vaya… parece que alguien ha olvidado las llaves de su casa. El mago levantó la vista con un sobresalto, entrecerrando los ojos para ver mejor a la figura de cabello naranja que le sonreía con aire despreocupado. —¿Quién eres tú? —preguntó con voz áspera. —Ghost. Un amigo de los que se pierden —respondió, sentándose a su lado—. Y tú, si no me equivoco, eres un hechicero que olvidó cómo abrir su propio portal. El anciano suspiró con frustración. —Es ridículo… He viajado por dimensiones enteras, lanzado hechizos que podrían hacer temblar montañas, pero este… este simple conjuro se me ha escapado. Como si mi mente se negara a recordarlo. Ghost apoyó un codo en su rodilla y se inclinó hacia él. —La memoria es caprichosa, especialmente cuando la mente se llena de dudas. Pero dime, ¿qué recuerdas del hechizo? El mago cerró los ojos, frunciendo el ceño. —Era… algo sobre llamas azules… y un círculo en espiral… Ghost chasqueó los dedos. —¡Ah! Un portal de llamas frías. Buen gusto. Pero dime, cuando lo aprendiste, ¿qué sentiste? El mago abrió los ojos, confundido. —¿Sentir? No sé… emoción, supongo. Era joven, impetuoso. Lo aprendí para poder escapar de un maestro que… bueno, que no quería que me fuera. Ghost se rió suavemente. —Ahí lo tienes. No es que lo hayas olvidado… es que ya no eres el mismo joven impetuoso de antes. Tu mente lo bloqueó porque ya no eres alguien que huye. El mago frunció el ceño y Ghost le dio un golpecito en la frente con el dedo índice. —Pero recuerda, la magia no es solo palabras y símbolos. Es emoción, es instinto. No pienses en el hechizo. Siente el momento en el que lo aprendiste. El anciano respiró hondo y cerró los ojos de nuevo. Sus dedos empezaron a moverse, dibujando en el aire un círculo que brillaba con un resplandor azul pálido. Ghost observó con una sonrisa cuando el aire frente a ellos comenzó a retorcerse y, de repente, un portal de llamas frías se abrió frente a ellos. El mago lo miró con asombro. —Lo recordé… Ghost se puso de pie y le tendió la mano. —No lo recordaste. Lo volviste a encontrar dentro de ti. El anciano tomó su mano y se levantó con dificultad. Miró el portal y luego a Ghost con gratitud. —Gracias. Ghost se encogió de hombros con una sonrisa juguetona. —Es mi especialidad. Ahora, antes de que se cierre… ¿o acaso quieres quedarte aquí a tomar el té conmigo? El mago rió y, con una última mirada de respeto, cruzó el portal. Cuando desapareció, Ghost suspiró y miró el cielo dorado de la pradera. —Uno más que encuentra su camino… Ahora, ¿quién sigue? Antes de que el portal se cerrara por completo, Ghost alzó una mano en despedida y, con una sonrisa ladeada, dijo en un tono relajado: —じゃあな、魔法使いさん。(Jā na, mahōtsukai-san.) El resplandor azul del portal parpadeó una última vez antes de desvanecerse en la nada.
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  • —Se encuentra escribiendo una dramática carta de despedida para sus amos, Lucifer 𝕾𝖆𝖒𝖆𝖊𝖑 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗 y Alastor Dëmøń por descuidarlo tanto. Ha sido paciente y comprensivo, pero siempre acaba llegando el momento en que una serpiente debe de abandonar su madriguera.

    Eso sí, antes de irse se comerá a Bambi por qué a él si lo han cuidado —
    —Se encuentra escribiendo una dramática carta de despedida para sus amos, [LuciHe11] y [Dem0n] por descuidarlo tanto. Ha sido paciente y comprensivo, pero siempre acaba llegando el momento en que una serpiente debe de abandonar su madriguera. Eso sí, antes de irse se comerá a Bambi por qué a él si lo han cuidado —
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    Profecía de Castorice

    Es mucho más que solo vida..La muerte llega de manera repentina y se graba profundamente...
    Al final del mar de flores, los espíritus de los vivos calentarán la punta de los dedos...Y. después de un abrazo, llegará la despedida eterna..
    🦋Profecía de Castorice🦋 Es mucho más que solo vida..La muerte llega de manera repentina y se graba profundamente... Al final del mar de flores, los espíritus de los vivos calentarán la punta de los dedos...Y. después de un abrazo, llegará la despedida eterna..
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