Promesa
-En aquel lugar de su palacio y reino de la lujuria, cuna de cuervos ya algunos extintos en el infierno, cielo y tierra, iluminado por candelabros de fuego azul y púrpura alumbrando Las paredes cubiertas de tapices que susurran un pasado desconocido para cualquier ser ajeno a los pecados. Sebastián, impecablemente vestido con su típico uniforme negro curiosamente similar a la de un mayordomo de alguna clase alta, se acerco al balcón donde su amado —a quien llama y reconoce como “pajarillo”— contempla la gema carmesí que cuelga sobre el castillo del pecado lujurioso (la gema no es algo al azar en aquel castillo, aquel objeto tiene más historia de lo que aparenta ser)-
Pajarillo …
¿Sabias?
-sujeto la cintura de su pareja rompiendo cualquier distancia que los pudiera separar, juntando sus cuerpos en uno solo-
Hay pecados que se deslizan como seda entre los dedos, pecados a los que debes de tener, quizas estás ante uno de los más aterradores aún así ... Este castillo, este templo de lujuria, no es sino un espejo de lo que arde en mi pecho desde que tus ojos se posaron en mí como la brisa sobre océano.
He servido a demonios, he pactado con almas rotas, he visto la eternidad desangrarse de mil formas… pero jamás, jamás había sentido que el tiempo se detuviera hasta que tú, con tu retrinar nocturno, me dijiste vendesiste al dedicar más que palabras de odio cuando me presenté a usurpar tu cuerpo y me diste la oportunidad de confiar ni destrozado corazón en la palma de tus manos.
Tú, que caminas entre sombras con la gracia de un pecado que no quiere ser perdonado. Tú, que me llamas por mi nombre como si lo hubieras inventado tú mismo. Tú, que me haces desear no la sangre… sino el calor de una caricia sin lujuria de por medio.
Pajarillo… ¿puedes oír cómo mi alma, si es que aún queda algo de ella, tiembla cuando estás cerca?
No soy humano, quizás ni siquiera este vivo y sin embargo, contigo me siento más vivo que cualquier ser en la tierra.
Este palacio, que ha sido testigo de mil pasiones condenadas, hoy será testigo de algo más puro que cualquier redención: mi rendición ante ti.
-libero su cuerpo para ponerse de rodillas bajando la cabeza llevándose una mano al pecho mostrando respeto como lo haría si estuviera "haciendo un pacto a cambio de una condenada alma a la que deberá llamar amo hasta que se la puerta comer"-
Así que escucha, y escucha bien, porque lo que voy a decir no lo repetiré ni ante el mismo Lucifer.....
-deslizo una mano por el bolsillo interno de su abrigo sacando una pequeña caja de madera negra cuyo interior contenía un antiguo "instrumento" familiar. Una gema sin color atada a un trozo de cuerda algo malgastado por los siglos-
Quiero que seas mío. No como un contrato, no como un amo, no como un juego.
Quiero que seas mío como el cielo pertenece a las estrellas, como la música pertenece al silencio.
Pajarillo…
¿Aceptarías este anillo, forjado al nacer de mi existencia?
¿Aceptarías mi mano, aunque esté manchada de siglos de servidumbre y lujuria?
¿Aceptarías mi eternidad, aunque esté envuelta en la promesa de que jamás te dejaré volar solo?
Sé que es cursi. Sé que suena como un poema escrito por un ángel enamorado de su ruina.
Pero si el amor no es cursi, entonces no es amor, solo contigo no deseo vivir en la lujuria sino del amor.
Así que dime, pajarillo mío…
¿Volarías conmigo, incluso si nuestras alas fueran hechas de deseo y condena?
¿Serías mi esposo, mi compañero, mi única razón para desafiar el infierno y burlarme del cielo?
Porque si tú dices que sí…
Entonces este palacio, este pecado, este demonio… todo será tuyo.
Y yo, Sebastián Michaelis, me arrodillaré ante ti no como sirviente… sino como amante eterno.
Pajarillo …
¿Sabias?
-sujeto la cintura de su pareja rompiendo cualquier distancia que los pudiera separar, juntando sus cuerpos en uno solo-
Hay pecados que se deslizan como seda entre los dedos, pecados a los que debes de tener, quizas estás ante uno de los más aterradores aún así ... Este castillo, este templo de lujuria, no es sino un espejo de lo que arde en mi pecho desde que tus ojos se posaron en mí como la brisa sobre océano.
He servido a demonios, he pactado con almas rotas, he visto la eternidad desangrarse de mil formas… pero jamás, jamás había sentido que el tiempo se detuviera hasta que tú, con tu retrinar nocturno, me dijiste vendesiste al dedicar más que palabras de odio cuando me presenté a usurpar tu cuerpo y me diste la oportunidad de confiar ni destrozado corazón en la palma de tus manos.
Tú, que caminas entre sombras con la gracia de un pecado que no quiere ser perdonado. Tú, que me llamas por mi nombre como si lo hubieras inventado tú mismo. Tú, que me haces desear no la sangre… sino el calor de una caricia sin lujuria de por medio.
Pajarillo… ¿puedes oír cómo mi alma, si es que aún queda algo de ella, tiembla cuando estás cerca?
No soy humano, quizás ni siquiera este vivo y sin embargo, contigo me siento más vivo que cualquier ser en la tierra.
Este palacio, que ha sido testigo de mil pasiones condenadas, hoy será testigo de algo más puro que cualquier redención: mi rendición ante ti.
-libero su cuerpo para ponerse de rodillas bajando la cabeza llevándose una mano al pecho mostrando respeto como lo haría si estuviera "haciendo un pacto a cambio de una condenada alma a la que deberá llamar amo hasta que se la puerta comer"-
Así que escucha, y escucha bien, porque lo que voy a decir no lo repetiré ni ante el mismo Lucifer.....
-deslizo una mano por el bolsillo interno de su abrigo sacando una pequeña caja de madera negra cuyo interior contenía un antiguo "instrumento" familiar. Una gema sin color atada a un trozo de cuerda algo malgastado por los siglos-
Quiero que seas mío. No como un contrato, no como un amo, no como un juego.
Quiero que seas mío como el cielo pertenece a las estrellas, como la música pertenece al silencio.
Pajarillo…
¿Aceptarías este anillo, forjado al nacer de mi existencia?
¿Aceptarías mi mano, aunque esté manchada de siglos de servidumbre y lujuria?
¿Aceptarías mi eternidad, aunque esté envuelta en la promesa de que jamás te dejaré volar solo?
Sé que es cursi. Sé que suena como un poema escrito por un ángel enamorado de su ruina.
Pero si el amor no es cursi, entonces no es amor, solo contigo no deseo vivir en la lujuria sino del amor.
Así que dime, pajarillo mío…
¿Volarías conmigo, incluso si nuestras alas fueran hechas de deseo y condena?
¿Serías mi esposo, mi compañero, mi única razón para desafiar el infierno y burlarme del cielo?
Porque si tú dices que sí…
Entonces este palacio, este pecado, este demonio… todo será tuyo.
Y yo, Sebastián Michaelis, me arrodillaré ante ti no como sirviente… sino como amante eterno.
-En aquel lugar de su palacio y reino de la lujuria, cuna de cuervos ya algunos extintos en el infierno, cielo y tierra, iluminado por candelabros de fuego azul y púrpura alumbrando Las paredes cubiertas de tapices que susurran un pasado desconocido para cualquier ser ajeno a los pecados. Sebastián, impecablemente vestido con su típico uniforme negro curiosamente similar a la de un mayordomo de alguna clase alta, se acerco al balcón donde su amado —a quien llama y reconoce como “pajarillo”— contempla la gema carmesí que cuelga sobre el castillo del pecado lujurioso (la gema no es algo al azar en aquel castillo, aquel objeto tiene más historia de lo que aparenta ser)-
Pajarillo …
¿Sabias?
-sujeto la cintura de su pareja rompiendo cualquier distancia que los pudiera separar, juntando sus cuerpos en uno solo-
Hay pecados que se deslizan como seda entre los dedos, pecados a los que debes de tener, quizas estás ante uno de los más aterradores aún así ... Este castillo, este templo de lujuria, no es sino un espejo de lo que arde en mi pecho desde que tus ojos se posaron en mí como la brisa sobre océano.
He servido a demonios, he pactado con almas rotas, he visto la eternidad desangrarse de mil formas… pero jamás, jamás había sentido que el tiempo se detuviera hasta que tú, con tu retrinar nocturno, me dijiste vendesiste al dedicar más que palabras de odio cuando me presenté a usurpar tu cuerpo y me diste la oportunidad de confiar ni destrozado corazón en la palma de tus manos.
Tú, que caminas entre sombras con la gracia de un pecado que no quiere ser perdonado. Tú, que me llamas por mi nombre como si lo hubieras inventado tú mismo. Tú, que me haces desear no la sangre… sino el calor de una caricia sin lujuria de por medio.
Pajarillo… ¿puedes oír cómo mi alma, si es que aún queda algo de ella, tiembla cuando estás cerca?
No soy humano, quizás ni siquiera este vivo y sin embargo, contigo me siento más vivo que cualquier ser en la tierra.
Este palacio, que ha sido testigo de mil pasiones condenadas, hoy será testigo de algo más puro que cualquier redención: mi rendición ante ti.
-libero su cuerpo para ponerse de rodillas bajando la cabeza llevándose una mano al pecho mostrando respeto como lo haría si estuviera "haciendo un pacto a cambio de una condenada alma a la que deberá llamar amo hasta que se la puerta comer"-
Así que escucha, y escucha bien, porque lo que voy a decir no lo repetiré ni ante el mismo Lucifer.....
-deslizo una mano por el bolsillo interno de su abrigo sacando una pequeña caja de madera negra cuyo interior contenía un antiguo "instrumento" familiar. Una gema sin color atada a un trozo de cuerda algo malgastado por los siglos-
Quiero que seas mío. No como un contrato, no como un amo, no como un juego.
Quiero que seas mío como el cielo pertenece a las estrellas, como la música pertenece al silencio.
Pajarillo…
¿Aceptarías este anillo, forjado al nacer de mi existencia?
¿Aceptarías mi mano, aunque esté manchada de siglos de servidumbre y lujuria?
¿Aceptarías mi eternidad, aunque esté envuelta en la promesa de que jamás te dejaré volar solo?
Sé que es cursi. Sé que suena como un poema escrito por un ángel enamorado de su ruina.
Pero si el amor no es cursi, entonces no es amor, solo contigo no deseo vivir en la lujuria sino del amor.
Así que dime, pajarillo mío…
¿Volarías conmigo, incluso si nuestras alas fueran hechas de deseo y condena?
¿Serías mi esposo, mi compañero, mi única razón para desafiar el infierno y burlarme del cielo?
Porque si tú dices que sí…
Entonces este palacio, este pecado, este demonio… todo será tuyo.
Y yo, Sebastián Michaelis, me arrodillaré ante ti no como sirviente… sino como amante eterno.
Tipo
Individual
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible

