• Ya tenía perdida, según él, la cuenta de las veces que había sido mordido sin una razón aparente por ella. Podia mirarla, tan inocente y tranquila, que realmente la creía incapaz de morder como una bestia salvaje pero, ¿cuándo sería el próximo momento en que actuaría? ¿Cuándo iba a hincarle los dientes otra vez por algo que hiciera, dijera o incluso pensara?

    Era una incertidumbre constante que ya no sabía de qué debía cuidarse más: Si de las maldiciones, las acciones infantiles de Satoru o de los dientes de Riko. Por ello, terminó redactando un anuncio en una hoja que pegó en uno de los múltiples tablones de anuncios.

    " Se regala compañera. Come mucho, se queja mucho y le gusta morder. Cuando no tiene hambre o no tiene vergüenza, es adorable. No le gusta compartir con otras compañeras. No hay reembolso. Único modelo. Talla adolescente. Entrego en punto medio. Para mayor información, contacte con Suguru Geto."

    [ Perdóname Riko Amanai , pero me obligaste a tomar medidas drásticas (?) ]
    Ya tenía perdida, según él, la cuenta de las veces que había sido mordido sin una razón aparente por ella. Podia mirarla, tan inocente y tranquila, que realmente la creía incapaz de morder como una bestia salvaje pero, ¿cuándo sería el próximo momento en que actuaría? ¿Cuándo iba a hincarle los dientes otra vez por algo que hiciera, dijera o incluso pensara? Era una incertidumbre constante que ya no sabía de qué debía cuidarse más: Si de las maldiciones, las acciones infantiles de Satoru o de los dientes de Riko. Por ello, terminó redactando un anuncio en una hoja que pegó en uno de los múltiples tablones de anuncios. " Se regala compañera. Come mucho, se queja mucho y le gusta morder. Cuando no tiene hambre o no tiene vergüenza, es adorable. No le gusta compartir con otras compañeras. No hay reembolso. Único modelo. Talla adolescente. Entrego en punto medio. Para mayor información, contacte con Suguru Geto." [ Perdóname [StarPlasma.0] , pero me obligaste a tomar medidas drásticas (?) ]
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  • Las sombras abrazaron su cuerpo como si fueran parte de ella. Se mantuvo encogida, su postura tan frágil como la piedra que la rodeaba. Pero no era frágil. No después de todo lo que había visto, de todo lo que había sido.

    Sus serpientes dormían en quietud, aunque de vez en cuando un par de ellas despertaban, moviéndose con lentitud, rozando su piel en un intento de consolarla. Ellas entendían lo que los hombres no podían: el peso del tiempo, del exilio, de la soledad. Eran su único refugio, sus únicas compañeras.

    —No pueden comprenderme. —Pensó, mientras la penumbra se volvía aún más densa a su alrededor.

    Inclinó su cabeza, escondiendo su rostro entre los brazos, y por un momento, permitió que el cansancio escapara a través de un suspiro apenas audible.

    —Las historias siempre tergiversan... —Murmuró para sí misma, sus labios rojos curvándose en una mueca irónica.— Solo ven el monstruo, nunca el alma...

    Las serpientes parecieron responder a sus pensamientos, siseando suavemente en el aire, como si quisieran recordar a su dueña que seguía viva. Que seguía ahí, incluso si el mundo prefería olvidar.
    Las sombras abrazaron su cuerpo como si fueran parte de ella. Se mantuvo encogida, su postura tan frágil como la piedra que la rodeaba. Pero no era frágil. No después de todo lo que había visto, de todo lo que había sido. Sus serpientes dormían en quietud, aunque de vez en cuando un par de ellas despertaban, moviéndose con lentitud, rozando su piel en un intento de consolarla. Ellas entendían lo que los hombres no podían: el peso del tiempo, del exilio, de la soledad. Eran su único refugio, sus únicas compañeras. —No pueden comprenderme. —Pensó, mientras la penumbra se volvía aún más densa a su alrededor. Inclinó su cabeza, escondiendo su rostro entre los brazos, y por un momento, permitió que el cansancio escapara a través de un suspiro apenas audible. —Las historias siempre tergiversan... —Murmuró para sí misma, sus labios rojos curvándose en una mueca irónica.— Solo ven el monstruo, nunca el alma... Las serpientes parecieron responder a sus pensamientos, siseando suavemente en el aire, como si quisieran recordar a su dueña que seguía viva. Que seguía ahí, incluso si el mundo prefería olvidar.
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  • El atardecer teñía de oro y escarlata la cubierta del Thousand Sunny. La tripulación de los Sombreros de Paja se encontraba dispersa, cada uno ocupado en sus propias tareas o distracciones. Nico Robin, sin embargo, había encontrado un rincón tranquilo en el jardín del barco, sentada bajo la sombra de un árbol frutal.

    Tenía un libro en las manos, pero no lo estaba leyendo. Sus ojos estaban fijos en el horizonte, y el murmullo de las olas contra el casco del barco era el único sonido que la acompañaba.

    "Niña demonio."
    El apodo cruzó su mente como una sombra pasajera, un eco de un tiempo lejano. Había aprendido a vivir con esas palabras, a llevarlas como una cicatriz que nunca desaparecía del todo. Era un título impuesto por un mundo que temía lo que no comprendía.

    De niña, ese apodo era un veneno que infectaba cada rincón de su vida. "Niña demonio" no era solo una etiqueta; era una condena. Los susurros de los aldeanos, el miedo en sus miradas, las piedras que lanzaban mientras huía... Todo eso había sido la banda sonora de su infancia. Por un tiempo, incluso ella llegó a creerlo.

    "Si soy el diablo que dicen, entonces no importa lo que haga", pensaba en sus años más oscuros. Fue un mecanismo de defensa, una forma de sobrevivir cuando el mundo entero estaba en su contra.

    Pero ahora, años después, mientras sentía la calidez del sol sobre su piel, Robin se preguntaba: ¿qué significaba realmente ese apodo?

    Había una verdad oculta en esas palabras. Si ser una "niña demonio" significaba querer descubrir la historia que el mundo trataba de enterrar, entonces aceptaba el título con orgullo. Si significaba ser una amenaza para un sistema corrupto, entonces lo llevaría como una medalla.

    Sin embargo, también sabía que no podía reducirse solo a ese apodo. No era solo la "Niña demonio." Era arqueóloga, amiga, compañera. Era alguien que reía con los chistes de Luffy, que encontraba belleza en las cosas más pequeñas, que protegía a su tripulación con la misma determinación con la que protegía sus sueños.

    Un suave golpe la sacó de sus pensamientos. Franky, con una sonrisa despreocupada, estaba junto a ella con una taza de té.
    —Pareces profunda en tus pensamientos, Robin. ¿Todo bien?

    Ella tomó la taza con un agradecimiento silencioso y esbozó una leve sonrisa.
    —Solo reflexionaba sobre cómo las palabras pueden definirnos... o cómo elegimos redefinirlas.

    Franky rió, sin comprender del todo, pero respetando su espacio.
    —Bueno, sea lo que sea, eres súper como eres. No necesitas cambiar nada.

    Robin asintió, permitiendo que la simplicidad de sus palabras calmara sus pensamientos. El viento sopló con suavidad, llevando consigo el eco de viejos apodos. Esta vez, no sonaban tan amenazantes, sino como fragmentos de una historia que ya no la encadenaban.

    "Soy Nico Robin," pensó con firmeza. "Y soy mucho más que un apodo."
    El atardecer teñía de oro y escarlata la cubierta del Thousand Sunny. La tripulación de los Sombreros de Paja se encontraba dispersa, cada uno ocupado en sus propias tareas o distracciones. Nico Robin, sin embargo, había encontrado un rincón tranquilo en el jardín del barco, sentada bajo la sombra de un árbol frutal. Tenía un libro en las manos, pero no lo estaba leyendo. Sus ojos estaban fijos en el horizonte, y el murmullo de las olas contra el casco del barco era el único sonido que la acompañaba. "Niña demonio." El apodo cruzó su mente como una sombra pasajera, un eco de un tiempo lejano. Había aprendido a vivir con esas palabras, a llevarlas como una cicatriz que nunca desaparecía del todo. Era un título impuesto por un mundo que temía lo que no comprendía. De niña, ese apodo era un veneno que infectaba cada rincón de su vida. "Niña demonio" no era solo una etiqueta; era una condena. Los susurros de los aldeanos, el miedo en sus miradas, las piedras que lanzaban mientras huía... Todo eso había sido la banda sonora de su infancia. Por un tiempo, incluso ella llegó a creerlo. "Si soy el diablo que dicen, entonces no importa lo que haga", pensaba en sus años más oscuros. Fue un mecanismo de defensa, una forma de sobrevivir cuando el mundo entero estaba en su contra. Pero ahora, años después, mientras sentía la calidez del sol sobre su piel, Robin se preguntaba: ¿qué significaba realmente ese apodo? Había una verdad oculta en esas palabras. Si ser una "niña demonio" significaba querer descubrir la historia que el mundo trataba de enterrar, entonces aceptaba el título con orgullo. Si significaba ser una amenaza para un sistema corrupto, entonces lo llevaría como una medalla. Sin embargo, también sabía que no podía reducirse solo a ese apodo. No era solo la "Niña demonio." Era arqueóloga, amiga, compañera. Era alguien que reía con los chistes de Luffy, que encontraba belleza en las cosas más pequeñas, que protegía a su tripulación con la misma determinación con la que protegía sus sueños. Un suave golpe la sacó de sus pensamientos. Franky, con una sonrisa despreocupada, estaba junto a ella con una taza de té. —Pareces profunda en tus pensamientos, Robin. ¿Todo bien? Ella tomó la taza con un agradecimiento silencioso y esbozó una leve sonrisa. —Solo reflexionaba sobre cómo las palabras pueden definirnos... o cómo elegimos redefinirlas. Franky rió, sin comprender del todo, pero respetando su espacio. —Bueno, sea lo que sea, eres súper como eres. No necesitas cambiar nada. Robin asintió, permitiendo que la simplicidad de sus palabras calmara sus pensamientos. El viento sopló con suavidad, llevando consigo el eco de viejos apodos. Esta vez, no sonaban tan amenazantes, sino como fragmentos de una historia que ya no la encadenaban. "Soy Nico Robin," pensó con firmeza. "Y soy mucho más que un apodo."
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  • —Su respuesta fue demasiado vaga y sin interés pues su compañera parecía estar apunto de tener una crisis, lo cual seria divertido de ver pero tampoco debía dejar ver que adoraba ver el mundo arder sin arder en el.—
    —Su respuesta fue demasiado vaga y sin interés pues su compañera parecía estar apunto de tener una crisis, lo cual seria divertido de ver pero tampoco debía dejar ver que adoraba ver el mundo arder sin arder en el.—
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  • Tarde de Mujeres
    Fandom Bridgerton
    Categoría Original
    Tres días atrás en la zona de servicio, la ama de llaves informó a mis compañeros y a mí, de la merienda organizada por nuestra señora.
    Las invitadas son la nueva vizcondesa y la señorita Penélope.

    Las cuáles siempre han sido generosas, educadas y amables, con el servicio.

    En cocinas trabajaron duro para que la comida y el té estuviera todo impoluto para esta misma tarde.
    Al igual que las otras doncellas, dos de mis compañeras están arreglando a las señoras.

    La señorita Penélope no tardará en hacer acto de presencia.

    Una compañera y yo, nos encargamos de atenderlas. La merienda será precedida en el segundo salón, usado exclusivamente por los miembros de la familia y a veces también por sus amigos más íntimos.

    Violet Bridgerton
    Kate Bridgerton
    Penélope Bridgerton
    Tres días atrás en la zona de servicio, la ama de llaves informó a mis compañeros y a mí, de la merienda organizada por nuestra señora. Las invitadas son la nueva vizcondesa y la señorita Penélope. Las cuáles siempre han sido generosas, educadas y amables, con el servicio. En cocinas trabajaron duro para que la comida y el té estuviera todo impoluto para esta misma tarde. Al igual que las otras doncellas, dos de mis compañeras están arreglando a las señoras. La señorita Penélope no tardará en hacer acto de presencia. Una compañera y yo, nos encargamos de atenderlas. La merienda será precedida en el segundo salón, usado exclusivamente por los miembros de la familia y a veces también por sus amigos más íntimos. [L_Bridgerton] [Katiekinw] [Pluma_CX]
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    Cualquier línea
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  • Perséfone mi fiel compañera de noches
    Perséfone mi fiel compañera de noches 🐾
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  • “ 𝐑𝐞𝐜𝐮𝐞𝐫𝐝𝐨 𝐡𝐚𝐛𝐞𝐫 𝐭𝐞𝐧𝐢𝐝𝐨 𝐮𝐧 𝐜𝐨𝐧𝐞𝐣𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐭𝐮 … ¿𝐃𝐞𝐛𝐞𝐫í𝐚 𝐞𝐬𝐜𝐨𝐧𝐝𝐞𝐫𝐭𝐞? ”







    Su primera mascota fue un conejo blanco. Para un niño de apenas ocho años, aquel animal era el regalo perfecto, el símbolo de una inocencia que aún no había aprendido a temer. Pero también sería la última.

    No entendía del todo a su madre; a menudo, sus ojos lo atravesaban con odio, desprecio y asco. Sin embargo, en la soledad de la noche, lejos de miradas ajenas, ella dejaba dulces y pequeños obsequios acompañados de notas cariñosas.

    En esas notas, le aseguraba que lo amaba, pero que su afecto debía mantenerse en secreto. Decía que era un "juego" y que, al final, habría una gran recompensa. El pequeño niño rubio se aferraba a esas palabras como un náufrago a una tabla, ignorando la confusión que su joven corazón albergaba. Porque, aunque lo emocionaban los gestos de su madre, le dolía la frialdad que mostraba ante los demás. Su padre tampoco era un refugio; lo obligaba a cumplir órdenes que él no entendía ni quería ejecutar.

    Ojalá hubiera sabido que, aquellas notas, nunca fueron escritas por su madre, sino, por su cuidadora Camile.

    Fue una tarde cuando su madre tomo el conejo, se lo arrebato de sus brazos. Antes de que pudiera reaccionar, vio cómo el animal era lanzado al patio, directo al territorio de los perros.

    Los gritos desesperados del niño llenaron el aire. Intentó correr tras Bianca, pero un tirón fuerte en su brazo lo detuvo. Sus pequeños ojos dorados miraron a su madre buscando alguna clase de explicación. Pero en cambio ella lo alzó como si fuera un muñeco de trapo y, sosteniéndolo con fuerza, lo obligó a mirar.

    —No apartes la vista — Las palabras de ella eran frías mientras lo forzaba a presenciar cómo los perros se abalanzaban sobre el pequeño cuerpo del conejo.

    El pequeño niño sollozaba, retorciéndose en un intento inútil por liberarse. Las lágrimas rodaban por su rostro mientras su voz se quebraba en súplicas. Pero su madre no cedió, sujetándolo con fuerza para que viera el cruel espectáculo hasta el final.

    Cuando los perros se dispersaron, lo dejaron acercarse. Con las manos temblorosas, recogió lo que quedaba de Bianca. Su pequeño cuerpo temblaba, incapaz de articular palabra. Solo el temblor de su labio inferior hablaba de su terror y de la angustia que lo ahogaba.

    Desde lejos, su padre observaba la escena con indiferencia, pero pronto una sonrisa apenas perceptible curvó sus labios.
    La familia Conti había construido su legado sobre la frialdad, sobre una indiferencia brutal hacia los lazos de sangre. En sus ojos, endurecer la mente de un niño no era cruel; era necesario. Y Alessandro, apenas consciente de lo que significaba llevar ese apellido, estaba a punto de descubrirlo.

    . . .

    El lugar era lúgubre, saturado por los gritos desesperados de personas y las órdenes ásperas de otros. Ryan fijó la vista en la pared de piedra caliza frente a él, manchada de sangre y salpicada de trozos de carne. Su espalda descansaba contra la superficie fría mientras tarareaba una canción, indiferente al caos que lo rodeaba. Su ropa estaba desgarrada y cubierta de suciedad; las heridas en sus piernas palpitaban y una quemadura fresca en su espalda le recordaba lo mal que había terminado el intento de escape.


    Lentamente, sus ojos ámbar se posaron en el cadáver de un hombre corpulento, tendido en un charco de sangre con la cabeza hecha pedazos. A su lado, un martillo, el arma usada para dejarlo sin vida. Una sonrisa torcida apareció en sus labios. Ese hombre no era otro que el primer ex-prometido de su compañera. Había tantos secretos que ella había ocultado, sorpresitas que terminó descubriendo.

    Killman había atacado sin previo aviso, rompiendo el tratado con su padre. Aunque fue su culpa, era su intención después de todo. Solo basto decirle que "Vanya es muy bonita, tanto que la hice mi novia" "Oye, ¿Te gustaria ser el padrino de bodas?" y ese bastardo perdio la cabeza por completo. Obviamente todo era mentira, ella no era nada mas que su amiga, pero sabia donde golpear para que un hombre perdiera la cabeza. Golpear su orgullo. "Ella si se quiere casar conmigo, al menos podremos tener hijos bonitos ¿No lo crees?"

    Volvio a reir al solo recordar aquello. Risa que no duro mucho.

    — Creo que ya vienen por nosotros —murmuró al escuchar pasos apresurados acercándose.

    Su tono tranquilo y sereno tenía algo profundamente inquietante.

    — Nos van a llevar a una de las propiedades de Fabrizio —añadió.

    Esperó, pero no obtuvo respuesta. Su mirada se desvió hacia su compañera, quien yacía inmóvil a su lado. Ryan tomó su mano, notándola helada, sin vida. Sin embargo, no parecía alarmado. Solo tenía que esperar unos minutos.

    — Será mejor que despiertes. Te cargaría, pero mi espalda aún duele. La quemadura sigue latiendo, y tengo suerte de que mis pulmones no hayan explotado.

    Hizo una pausa, sus labios curvándose en una sonrisa casi divertida, no pudo evitar reír un poco.

    — Tenemos que volver con los chicos. Kiev y Rubí estarán molestos si seguimos aquí. Vayamos con Fabrizio y, una vez recompuestos, busquemos cómo volver a huir.

    Le dio unas suaves palmaditas en la mejilla. En ese momento, la puerta metálica se abrió de golpe. La luz de las linternas lo obligó a cerrar los ojos un instante mientras se acostumbraba al resplandor. Unos hombres armados entraron, soltando suspiros de alivio al ver que el hijo de su jefe seguía con vida. Fue entonces cuando el cuerpo de su compañera comenzó a moverse.

    . . .

    La mansión de los Conti permanecía oculta tras un extenso bosque, con altos muros que separaban la naturaleza salvaje de la fría opulencia de la propiedad. Era un lugar diseñado tanto para proteger como para encerrar.

    Estaba en el jardín, bebiendo té mientras miraba las murallas. La pelinegra estaba en una de las habitaciones.

    — Esto me trae recuerdos... —murmuró con una sonrisa —. Cuando tenía doce años, mi madre me lanzó a los lobos para matarme. Mi padre lo sabía y decidió usarlo como una lección.

    Bebió un sorbo de té antes de añadir con tono casual.

    — Así que la usé de carnada y corrí de vuelta mientras ellos se la comían. Lindos recuerdos.

    Sonrió aunque no pudo evitar reír ante lo recordado, la servidumbre permanecía inmóvil, escuchando la retorcida historia. Ryan volteo a mirarlos unos segundos, antes de volver su mirada en su zapato, habia un conejito ahi. No dijo nada, pero si le parecio curioso. — ¿Bianca? — Sabia que no era ella, pero era tan idéntica, bueno, era un simple conejo blanco.

    “ 𝐑𝐞𝐜𝐮𝐞𝐫𝐝𝐨 𝐡𝐚𝐛𝐞𝐫 𝐭𝐞𝐧𝐢𝐝𝐨 𝐮𝐧 𝐜𝐨𝐧𝐞𝐣𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐭𝐮 … ¿𝐃𝐞𝐛𝐞𝐫í𝐚 𝐞𝐬𝐜𝐨𝐧𝐝𝐞𝐫𝐭𝐞? ” Su primera mascota fue un conejo blanco. Para un niño de apenas ocho años, aquel animal era el regalo perfecto, el símbolo de una inocencia que aún no había aprendido a temer. Pero también sería la última. No entendía del todo a su madre; a menudo, sus ojos lo atravesaban con odio, desprecio y asco. Sin embargo, en la soledad de la noche, lejos de miradas ajenas, ella dejaba dulces y pequeños obsequios acompañados de notas cariñosas. En esas notas, le aseguraba que lo amaba, pero que su afecto debía mantenerse en secreto. Decía que era un "juego" y que, al final, habría una gran recompensa. El pequeño niño rubio se aferraba a esas palabras como un náufrago a una tabla, ignorando la confusión que su joven corazón albergaba. Porque, aunque lo emocionaban los gestos de su madre, le dolía la frialdad que mostraba ante los demás. Su padre tampoco era un refugio; lo obligaba a cumplir órdenes que él no entendía ni quería ejecutar. Ojalá hubiera sabido que, aquellas notas, nunca fueron escritas por su madre, sino, por su cuidadora Camile. Fue una tarde cuando su madre tomo el conejo, se lo arrebato de sus brazos. Antes de que pudiera reaccionar, vio cómo el animal era lanzado al patio, directo al territorio de los perros. Los gritos desesperados del niño llenaron el aire. Intentó correr tras Bianca, pero un tirón fuerte en su brazo lo detuvo. Sus pequeños ojos dorados miraron a su madre buscando alguna clase de explicación. Pero en cambio ella lo alzó como si fuera un muñeco de trapo y, sosteniéndolo con fuerza, lo obligó a mirar. —No apartes la vista — Las palabras de ella eran frías mientras lo forzaba a presenciar cómo los perros se abalanzaban sobre el pequeño cuerpo del conejo. El pequeño niño sollozaba, retorciéndose en un intento inútil por liberarse. Las lágrimas rodaban por su rostro mientras su voz se quebraba en súplicas. Pero su madre no cedió, sujetándolo con fuerza para que viera el cruel espectáculo hasta el final. Cuando los perros se dispersaron, lo dejaron acercarse. Con las manos temblorosas, recogió lo que quedaba de Bianca. Su pequeño cuerpo temblaba, incapaz de articular palabra. Solo el temblor de su labio inferior hablaba de su terror y de la angustia que lo ahogaba. Desde lejos, su padre observaba la escena con indiferencia, pero pronto una sonrisa apenas perceptible curvó sus labios. La familia Conti había construido su legado sobre la frialdad, sobre una indiferencia brutal hacia los lazos de sangre. En sus ojos, endurecer la mente de un niño no era cruel; era necesario. Y Alessandro, apenas consciente de lo que significaba llevar ese apellido, estaba a punto de descubrirlo. . . . El lugar era lúgubre, saturado por los gritos desesperados de personas y las órdenes ásperas de otros. Ryan fijó la vista en la pared de piedra caliza frente a él, manchada de sangre y salpicada de trozos de carne. Su espalda descansaba contra la superficie fría mientras tarareaba una canción, indiferente al caos que lo rodeaba. Su ropa estaba desgarrada y cubierta de suciedad; las heridas en sus piernas palpitaban y una quemadura fresca en su espalda le recordaba lo mal que había terminado el intento de escape. Lentamente, sus ojos ámbar se posaron en el cadáver de un hombre corpulento, tendido en un charco de sangre con la cabeza hecha pedazos. A su lado, un martillo, el arma usada para dejarlo sin vida. Una sonrisa torcida apareció en sus labios. Ese hombre no era otro que el primer ex-prometido de su compañera. Había tantos secretos que ella había ocultado, sorpresitas que terminó descubriendo. Killman había atacado sin previo aviso, rompiendo el tratado con su padre. Aunque fue su culpa, era su intención después de todo. Solo basto decirle que "Vanya es muy bonita, tanto que la hice mi novia" "Oye, ¿Te gustaria ser el padrino de bodas?" y ese bastardo perdio la cabeza por completo. Obviamente todo era mentira, ella no era nada mas que su amiga, pero sabia donde golpear para que un hombre perdiera la cabeza. Golpear su orgullo. "Ella si se quiere casar conmigo, al menos podremos tener hijos bonitos ¿No lo crees?" Volvio a reir al solo recordar aquello. Risa que no duro mucho. — Creo que ya vienen por nosotros —murmuró al escuchar pasos apresurados acercándose. Su tono tranquilo y sereno tenía algo profundamente inquietante. — Nos van a llevar a una de las propiedades de Fabrizio —añadió. Esperó, pero no obtuvo respuesta. Su mirada se desvió hacia su compañera, quien yacía inmóvil a su lado. Ryan tomó su mano, notándola helada, sin vida. Sin embargo, no parecía alarmado. Solo tenía que esperar unos minutos. — Será mejor que despiertes. Te cargaría, pero mi espalda aún duele. La quemadura sigue latiendo, y tengo suerte de que mis pulmones no hayan explotado. Hizo una pausa, sus labios curvándose en una sonrisa casi divertida, no pudo evitar reír un poco. — Tenemos que volver con los chicos. Kiev y Rubí estarán molestos si seguimos aquí. Vayamos con Fabrizio y, una vez recompuestos, busquemos cómo volver a huir. Le dio unas suaves palmaditas en la mejilla. En ese momento, la puerta metálica se abrió de golpe. La luz de las linternas lo obligó a cerrar los ojos un instante mientras se acostumbraba al resplandor. Unos hombres armados entraron, soltando suspiros de alivio al ver que el hijo de su jefe seguía con vida. Fue entonces cuando el cuerpo de su compañera comenzó a moverse. . . . La mansión de los Conti permanecía oculta tras un extenso bosque, con altos muros que separaban la naturaleza salvaje de la fría opulencia de la propiedad. Era un lugar diseñado tanto para proteger como para encerrar. Estaba en el jardín, bebiendo té mientras miraba las murallas. La pelinegra estaba en una de las habitaciones. — Esto me trae recuerdos... —murmuró con una sonrisa —. Cuando tenía doce años, mi madre me lanzó a los lobos para matarme. Mi padre lo sabía y decidió usarlo como una lección. Bebió un sorbo de té antes de añadir con tono casual. — Así que la usé de carnada y corrí de vuelta mientras ellos se la comían. Lindos recuerdos. Sonrió aunque no pudo evitar reír ante lo recordado, la servidumbre permanecía inmóvil, escuchando la retorcida historia. Ryan volteo a mirarlos unos segundos, antes de volver su mirada en su zapato, habia un conejito ahi. No dijo nada, pero si le parecio curioso. — ¿Bianca? — Sabia que no era ella, pero era tan idéntica, bueno, era un simple conejo blanco.
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  • " 𝐑𝐞𝐚𝐥𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨 𝐥𝐚𝐬 𝐫𝐞𝐮𝐧𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐟𝐚𝐦𝐢𝐥𝐢𝐚𝐫𝐞𝐬 "





    En toda su vida, fue tachado de muchas cosas. Algunas realmente malas, otras neutrales o buenas. Y a él, le importaba realmente una mierda.

    Un mentiroso a toda palabra, con una personalidad atrayente para las personas. Un manipulador que disfruta de ver caer a las personas en su red de mentiras. Haciéndose pasar por alguien completamente inocente, hasta hacerlos perder la cabeza o ver cómo su propia arrogancia los hacía bajar la guardia.

    Podría jugar con los sentimientos y el cerebro, uno realmente no lo sabría, hacerlos creer lo inofensivo que es, encantador como dicen, incluso hasta a veces tonto. Ese era Ryan, el nombre del personaje que creo Alessandro.



    No fue cuidadoso y lo sabia, bajo realmente la guardia cuando no debía, eso lo molestaba mucho. No le gustaba los juegos a menos que fueran suyos. Y mucho menos cuando alguien o algo se metía con lo que creía valioso.

    Había tan pocas personas dentro de ese círculo, y realmente tendría que ser alguien que valga la pena para estar en su mente.


    — Alessandro Carlo Di Conti Carleone — Repitió. — Acuérdate bien quién soy. La próxima que quieran hablar con ella, será a través de mi. Y no vuelvan a mandar a uno de sus grandulones cuando hablo con mi padre.

    El rubio extendió una cabeza masculina hacia afuera de las celda, con una sonrisa típica de él. Detrás de él, el cuerpo de un tipo que chorreaba sangre del cuello roto, mal cortado, generando un lago rojo.

    Llevaban días "secuestrados" , encerrados en uno de esos calabozos que recordaba haber estado de niño cuando su padre lo entrenaba y le daba una de esas lecciones de "vida" sobre como y dónde cortar cuerpos. Al principio, fue todo confuso pero al escuchar el acento marcado de cada trabajador, supo que estaban en Italia, específicamente en el norte. Los días pasaban, su comida no era más que Pan, sopa y agua. Se encargo personalmente de que su compañera comiera adecuadamente antes de que él probará un bocado. Había una gran diferencia entre el trato que se les daba, trataron de lastimarla y el resultado resultaba mal para aquellos que se atrevían a tocarla.

    Todo el momento estaba muy alerta, los días eran monótonos, empezaba aburrirse hasta que solicitaron su presencia por órdenes de su progenitor. Le dió un cuchillo para que ella pudiera protegerse, aprovecho el tiempo para enseñarle en dónde debería de atacar en caso de ser necesario. La iba a mantener con vida, al menos hasta encontrar la forma en que Vanya pudiera escapar.

    30 minutos fue el tiempo en que se ausentó, y cuando volvió, un hombre enorme estaba sobre su amiga. Perdió los estribos. Perdió la noción del tiempo en que torturó al hombre hasta poder arrancarle la cabeza y dársela a los guardias con una sonrisa engreída.

    Y en un dos por tres, los cambiaron de celda por como quedo la anterior. Aunque tampoco es que planeaba quedarse ahí por mucho tiempo.

    — Malditas ratas... Bueno, espero que con eso piensen mejor cuando quieran meterse contigo ¿No lo crees? — Dijo en un tono burlón mientras miraba a su amiga. — Y ya que estamos aquí, me gustaría saber un poco más de ti, ๋ 𝚅𝚊𝚗𝚢𝚊 ๋ . ¿Hay algo que me estés ocultando? — Lo supo desde que llegó, había alguien detrás también de ella. El problema era que, ese tipo, parecía ser alguien quien realmente quería matarla. ¿Qué hizo esa niña para tener enemigos poderosos?

    Dejando de lado todo eso, debía comunicarse con su equipo, no solo se enteró de que iban detrás de ellos, sino que buscaban a Kiev también.

    Rubí, como extrañaba a esa mujer. Ella ya hubiera hecho un plan y probablemente lo hubiera regañado por ser tan descuidado. Si, ver su cara de molestia le ocacionaba gracia sin dudar.
    " 𝐑𝐞𝐚𝐥𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨 𝐥𝐚𝐬 𝐫𝐞𝐮𝐧𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐟𝐚𝐦𝐢𝐥𝐢𝐚𝐫𝐞𝐬 " En toda su vida, fue tachado de muchas cosas. Algunas realmente malas, otras neutrales o buenas. Y a él, le importaba realmente una mierda. Un mentiroso a toda palabra, con una personalidad atrayente para las personas. Un manipulador que disfruta de ver caer a las personas en su red de mentiras. Haciéndose pasar por alguien completamente inocente, hasta hacerlos perder la cabeza o ver cómo su propia arrogancia los hacía bajar la guardia. Podría jugar con los sentimientos y el cerebro, uno realmente no lo sabría, hacerlos creer lo inofensivo que es, encantador como dicen, incluso hasta a veces tonto. Ese era Ryan, el nombre del personaje que creo Alessandro. No fue cuidadoso y lo sabia, bajo realmente la guardia cuando no debía, eso lo molestaba mucho. No le gustaba los juegos a menos que fueran suyos. Y mucho menos cuando alguien o algo se metía con lo que creía valioso. Había tan pocas personas dentro de ese círculo, y realmente tendría que ser alguien que valga la pena para estar en su mente. — Alessandro Carlo Di Conti Carleone — Repitió. — Acuérdate bien quién soy. La próxima que quieran hablar con ella, será a través de mi. Y no vuelvan a mandar a uno de sus grandulones cuando hablo con mi padre. El rubio extendió una cabeza masculina hacia afuera de las celda, con una sonrisa típica de él. Detrás de él, el cuerpo de un tipo que chorreaba sangre del cuello roto, mal cortado, generando un lago rojo. Llevaban días "secuestrados" , encerrados en uno de esos calabozos que recordaba haber estado de niño cuando su padre lo entrenaba y le daba una de esas lecciones de "vida" sobre como y dónde cortar cuerpos. Al principio, fue todo confuso pero al escuchar el acento marcado de cada trabajador, supo que estaban en Italia, específicamente en el norte. Los días pasaban, su comida no era más que Pan, sopa y agua. Se encargo personalmente de que su compañera comiera adecuadamente antes de que él probará un bocado. Había una gran diferencia entre el trato que se les daba, trataron de lastimarla y el resultado resultaba mal para aquellos que se atrevían a tocarla. Todo el momento estaba muy alerta, los días eran monótonos, empezaba aburrirse hasta que solicitaron su presencia por órdenes de su progenitor. Le dió un cuchillo para que ella pudiera protegerse, aprovecho el tiempo para enseñarle en dónde debería de atacar en caso de ser necesario. La iba a mantener con vida, al menos hasta encontrar la forma en que Vanya pudiera escapar. 30 minutos fue el tiempo en que se ausentó, y cuando volvió, un hombre enorme estaba sobre su amiga. Perdió los estribos. Perdió la noción del tiempo en que torturó al hombre hasta poder arrancarle la cabeza y dársela a los guardias con una sonrisa engreída. Y en un dos por tres, los cambiaron de celda por como quedo la anterior. Aunque tampoco es que planeaba quedarse ahí por mucho tiempo. — Malditas ratas... Bueno, espero que con eso piensen mejor cuando quieran meterse contigo ¿No lo crees? — Dijo en un tono burlón mientras miraba a su amiga. — Y ya que estamos aquí, me gustaría saber un poco más de ti, [Auroraghoulette12] . ¿Hay algo que me estés ocultando? — Lo supo desde que llegó, había alguien detrás también de ella. El problema era que, ese tipo, parecía ser alguien quien realmente quería matarla. ¿Qué hizo esa niña para tener enemigos poderosos? Dejando de lado todo eso, debía comunicarse con su equipo, no solo se enteró de que iban detrás de ellos, sino que buscaban a Kiev también. Rubí, como extrañaba a esa mujer. Ella ya hubiera hecho un plan y probablemente lo hubiera regañado por ser tan descuidado. Si, ver su cara de molestia le ocacionaba gracia sin dudar.
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    SE BUSCA A ARYANNE KNIGHT

    REQUISITOS:

    1. Que le guste el rol (obviamente).
    2. Que le gusten las historias GL (GirlLove) o sea relaciones CHICAxCHICA.
    3. Que esté activa.

    Es para ser la compañera de EURYNOME MORNINGSTAR (la hermana de Lucifer).

    La imágen es de referencia de cómo nos gustaría que luciera la chica, sin embargo, si como usuari@ tienes una idea que nos pueda funcionar, está perfecto.

    ⚠️⚠️⚠️⚠️ SE BUSCA A ARYANNE KNIGHT⚠️⚠️⚠️⚠️ REQUISITOS: 1. Que le guste el rol (obviamente). 2. Que le gusten las historias GL (GirlLove) o sea relaciones CHICAxCHICA. 3. Que esté activa. Es para ser la compañera de EURYNOME MORNINGSTAR (la hermana de Lucifer). La imágen es de referencia de cómo nos gustaría que luciera la chica, sin embargo, si como usuari@ tienes una idea que nos pueda funcionar, está perfecto.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Tenlo en cuenta al responder.
    Wow que suerte la mía me salieron sirvientas , compañeras de trabajo , esposas y hasta hijas de la nada Omg ! Debo sentirme afortunado (?)
    Wow que suerte la mía 🤣 me salieron sirvientas , compañeras de trabajo , esposas y hasta hijas de la nada Omg ! Debo sentirme afortunado (?)
    Me enjaja
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