Kahili no era la más radiante ni su sonrisa era la más bonita. Era por eso que, con su usual ceño fruncido y seriedad, había ahuyentado a su cita el otro día.
"¿Compartimos un parfait?" dijo el femboy de linda sonrisa.
Como Kahili había dominado el juego de cucharas, al final el chico hubo comido solo un poco. Casi todo el helado había acabado dentro de la golfista.
Aún sudada, y decepcionada porque el chico no quisiese una segunda cita con ella, había vuelto al restaurante para tomarse uno ella sola. Venía de entrenar, arrastraba la pesada mochila llena de palos y necesitaba una ducha.
Pese a que parecía enfadada, en realidad estaba muy feliz. Se moría de ganas de probar por segunda vez un parfait, y esta vez sin tener que compartirlo. Aunque, bueno, que compartió el último era una generosa descripción de lo sucedido -y tomada muy a la ligera-.
"Uhm..."
Al llevarse la minúscula cuchara a la boca, sonrió. Era raro verla sonreír, salvo cuando estaba con alguien que le gustaba mucho. Un chico, una chica... Tenía recuerdos dulces, y a veces picantes, con personas de ambos géneros.
El restaurante, en la tercera planta de un centro comercial, estaba al lado de un cine. Su entrada daba a la ventana, y a través de ella vio a las parejas darse de la mano.
Pese a que el helado se había derretido y hecho uno con su saliva, Kahili dejó la cucharilla apoyada sobre la punta de su lengua y soltó un "Uhm".
Sus citas solían ser un desastre. La gente siempre la tomaba por una borde, pero es que su lado dulce y cariñoso no podía enseñarselo a cualquiera.
Abrió su teléfono, mirando si podía llamar a algún rollo de una noche para un par de besos y alguna caricia lasciva. Con desdén, apagó la pantalla y pensó que tal vez era mejor ir al cine y ver alguna peli para despejarse.
"Al menos tengo a mis diosas, Agrat y Naamah... Es muy divertido jugar con ellas. Además, seguro que me consideran su amiga y me quieren mucho"
Sonriendo con los ojos en forma de luna menguante, llamó a la camarera y pidió un batido y un gofre (ambos con una bola de helado, claro).
"Qué idea más estúpida tuvo el chico, compartir un parfait. Si hubiésemos comido uno cada uno, nos habríamos enrollado y habría dormido en mi casa... Aunque, creo que solo intentaba ser romántico. Uhm..."
Dejó la barbilla caer contra la mesa, sus brazos extendidos de manera perezosa. La vida, la vida... ¿Dónde estaba ese batido y gofre?
Kahili no era la más radiante ni su sonrisa era la más bonita. Era por eso que, con su usual ceño fruncido y seriedad, había ahuyentado a su cita el otro día.
"¿Compartimos un parfait?" dijo el femboy de linda sonrisa.
Como Kahili había dominado el juego de cucharas, al final el chico hubo comido solo un poco. Casi todo el helado había acabado dentro de la golfista.
Aún sudada, y decepcionada porque el chico no quisiese una segunda cita con ella, había vuelto al restaurante para tomarse uno ella sola. Venía de entrenar, arrastraba la pesada mochila llena de palos y necesitaba una ducha.
Pese a que parecía enfadada, en realidad estaba muy feliz. Se moría de ganas de probar por segunda vez un parfait, y esta vez sin tener que compartirlo. Aunque, bueno, que compartió el último era una generosa descripción de lo sucedido -y tomada muy a la ligera-.
"Uhm..."
Al llevarse la minúscula cuchara a la boca, sonrió. Era raro verla sonreír, salvo cuando estaba con alguien que le gustaba mucho. Un chico, una chica... Tenía recuerdos dulces, y a veces picantes, con personas de ambos géneros.
El restaurante, en la tercera planta de un centro comercial, estaba al lado de un cine. Su entrada daba a la ventana, y a través de ella vio a las parejas darse de la mano.
Pese a que el helado se había derretido y hecho uno con su saliva, Kahili dejó la cucharilla apoyada sobre la punta de su lengua y soltó un "Uhm".
Sus citas solían ser un desastre. La gente siempre la tomaba por una borde, pero es que su lado dulce y cariñoso no podía enseñarselo a cualquiera.
Abrió su teléfono, mirando si podía llamar a algún rollo de una noche para un par de besos y alguna caricia lasciva. Con desdén, apagó la pantalla y pensó que tal vez era mejor ir al cine y ver alguna peli para despejarse.
"Al menos tengo a mis diosas, Agrat y Naamah... Es muy divertido jugar con ellas. Además, seguro que me consideran su amiga y me quieren mucho"
Sonriendo con los ojos en forma de luna menguante, llamó a la camarera y pidió un batido y un gofre (ambos con una bola de helado, claro).
"Qué idea más estúpida tuvo el chico, compartir un parfait. Si hubiésemos comido uno cada uno, nos habríamos enrollado y habría dormido en mi casa... Aunque, creo que solo intentaba ser romántico. Uhm..."
Dejó la barbilla caer contra la mesa, sus brazos extendidos de manera perezosa. La vida, la vida... ¿Dónde estaba ese batido y gofre?