𓆩𓏏𓊹 𝘓𝘢 𝘊𝘳𝘰𝘯𝘪𝘤𝘢 𝘋𝘦 𝘓𝘢 𝘊𝘰𝘳𝘰𝘯𝘢 𝘘𝘶𝘦 𝘍𝘢𝘭𝘵𝘢 𓊹𓏏𓆪
Ubicación: Museo Egipcio del Cairo
Fecha del hallazgo: 21 de septiembre, justo al amanecer del equinoccio
Archivo clasificado: Nivel 9 – Autorización restringida
La corona de la Dama de la Serpiente fue robada.
O eso se creyó.
El equipo de restauración la había dejado en su vitrina reforzada, sellada, como toda reliquia sagrada. Dijeron que no había forma de que alguien pudiera entrar sin activar una alarma. Dijeron que había cámaras, sensores, protocolos. Dijeron que la historia estaba a salvo.
A la mañana siguiente, no quedaba nada en la vitrina salvo una sola pluma negra.
No había vidrios rotos. No había rastros. Solo silencio...
Y una pintura al fondo del ala egipcia, que no estaba allí la noche anterior.
La imagen era de una mujer.
Piel bronceada, ojos delineados como la media luna, labios serenos y sabios.
Una corona con una cobra dorada adornaba su frente, y los dioses se inclinaban ante ella.
Nadie había registrado esa pintura. Nadie la había restaurado.
Y sin embargo…
Estaba allí. Antigua. Imposible.
Con la inscripción:
"𝐸𝓁𝓁𝒶 𝒏𝑜 𝓇𝑒𝑔𝓇𝑒𝓈𝒶. 𝓈𝒾𝑒𝓂𝓅𝓇𝑒 𝒽𝒶 𝓈𝒾𝒹𝑜."
Esa misma noche, una mujer caminó por el desierto hacia el borde de Giza, justo donde las arenas tocan la eternidad.
Su silueta cortaba la luz de la luna.
Sus pasos no dejaban huella.
La corona reposaba sobre su cabeza como si nunca hubiese pertenecido a otro lugar.
Detrás de ella, una bandada de gatos la seguía.
Delante, el mundo parecía inclinarse.
Nefera había despertado.
No como una reliquia.
No como una sombra.
Sino como lo que siempre fue: la heredera viva del juicio lunar.
La Princesa Egipcia. La Jueza de lo No Olvidado.
Y aquellos que profanaron las tumbas, los que pensaron que el pasado era solo arena muerta…
...empezaron a soñar con ojos dorados que los observaban desde la oscuridad.
Khonshu no dijo nada.
Solo miró el cielo y murmuró con resignación:
—𝐿𝒶 𝒸𝑜𝓇𝑜𝓃𝒶 𝓃𝑜 𝓈𝑒 𝓇𝑜𝒷𝒶.
𝒮𝑒 𝓇𝑒𝒸𝑜𝓃𝑜𝒸𝑒.
Ubicación: Museo Egipcio del Cairo
Fecha del hallazgo: 21 de septiembre, justo al amanecer del equinoccio
Archivo clasificado: Nivel 9 – Autorización restringida
La corona de la Dama de la Serpiente fue robada.
O eso se creyó.
El equipo de restauración la había dejado en su vitrina reforzada, sellada, como toda reliquia sagrada. Dijeron que no había forma de que alguien pudiera entrar sin activar una alarma. Dijeron que había cámaras, sensores, protocolos. Dijeron que la historia estaba a salvo.
A la mañana siguiente, no quedaba nada en la vitrina salvo una sola pluma negra.
No había vidrios rotos. No había rastros. Solo silencio...
Y una pintura al fondo del ala egipcia, que no estaba allí la noche anterior.
La imagen era de una mujer.
Piel bronceada, ojos delineados como la media luna, labios serenos y sabios.
Una corona con una cobra dorada adornaba su frente, y los dioses se inclinaban ante ella.
Nadie había registrado esa pintura. Nadie la había restaurado.
Y sin embargo…
Estaba allí. Antigua. Imposible.
Con la inscripción:
"𝐸𝓁𝓁𝒶 𝒏𝑜 𝓇𝑒𝑔𝓇𝑒𝓈𝒶. 𝓈𝒾𝑒𝓂𝓅𝓇𝑒 𝒽𝒶 𝓈𝒾𝒹𝑜."
Esa misma noche, una mujer caminó por el desierto hacia el borde de Giza, justo donde las arenas tocan la eternidad.
Su silueta cortaba la luz de la luna.
Sus pasos no dejaban huella.
La corona reposaba sobre su cabeza como si nunca hubiese pertenecido a otro lugar.
Detrás de ella, una bandada de gatos la seguía.
Delante, el mundo parecía inclinarse.
Nefera había despertado.
No como una reliquia.
No como una sombra.
Sino como lo que siempre fue: la heredera viva del juicio lunar.
La Princesa Egipcia. La Jueza de lo No Olvidado.
Y aquellos que profanaron las tumbas, los que pensaron que el pasado era solo arena muerta…
...empezaron a soñar con ojos dorados que los observaban desde la oscuridad.
Khonshu no dijo nada.
Solo miró el cielo y murmuró con resignación:
—𝐿𝒶 𝒸𝑜𝓇𝑜𝓃𝒶 𝓃𝑜 𝓈𝑒 𝓇𝑜𝒷𝒶.
𝒮𝑒 𝓇𝑒𝒸𝑜𝓃𝑜𝒸𝑒.
𓆩𓏏𓊹 𝘓𝘢 𝘊𝘳𝘰𝘯𝘪𝘤𝘢 𝘋𝘦 𝘓𝘢 𝘊𝘰𝘳𝘰𝘯𝘢 𝘘𝘶𝘦 𝘍𝘢𝘭𝘵𝘢 𓊹𓏏𓆪
Ubicación: Museo Egipcio del Cairo
Fecha del hallazgo: 21 de septiembre, justo al amanecer del equinoccio
Archivo clasificado: Nivel 9 – Autorización restringida
La corona de la Dama de la Serpiente fue robada.
O eso se creyó.
El equipo de restauración la había dejado en su vitrina reforzada, sellada, como toda reliquia sagrada. Dijeron que no había forma de que alguien pudiera entrar sin activar una alarma. Dijeron que había cámaras, sensores, protocolos. Dijeron que la historia estaba a salvo.
A la mañana siguiente, no quedaba nada en la vitrina salvo una sola pluma negra.
No había vidrios rotos. No había rastros. Solo silencio...
Y una pintura al fondo del ala egipcia, que no estaba allí la noche anterior.
La imagen era de una mujer.
Piel bronceada, ojos delineados como la media luna, labios serenos y sabios.
Una corona con una cobra dorada adornaba su frente, y los dioses se inclinaban ante ella.
Nadie había registrado esa pintura. Nadie la había restaurado.
Y sin embargo…
Estaba allí. Antigua. Imposible.
Con la inscripción:
"𝐸𝓁𝓁𝒶 𝒏𝑜 𝓇𝑒𝑔𝓇𝑒𝓈𝒶. 𝓈𝒾𝑒𝓂𝓅𝓇𝑒 𝒽𝒶 𝓈𝒾𝒹𝑜."
Esa misma noche, una mujer caminó por el desierto hacia el borde de Giza, justo donde las arenas tocan la eternidad.
Su silueta cortaba la luz de la luna.
Sus pasos no dejaban huella.
La corona reposaba sobre su cabeza como si nunca hubiese pertenecido a otro lugar.
Detrás de ella, una bandada de gatos la seguía.
Delante, el mundo parecía inclinarse.
Nefera había despertado.
No como una reliquia.
No como una sombra.
Sino como lo que siempre fue: la heredera viva del juicio lunar.
La Princesa Egipcia. La Jueza de lo No Olvidado.
Y aquellos que profanaron las tumbas, los que pensaron que el pasado era solo arena muerta…
...empezaron a soñar con ojos dorados que los observaban desde la oscuridad.
Khonshu no dijo nada.
Solo miró el cielo y murmuró con resignación:
—𝐿𝒶 𝒸𝑜𝓇𝑜𝓃𝒶 𝓃𝑜 𝓈𝑒 𝓇𝑜𝒷𝒶.
𝒮𝑒 𝓇𝑒𝒸𝑜𝓃𝑜𝒸𝑒.
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