• el escenario esta vez habia sido especialmente ambientado en un bosque, la unica luz que iluminaba aquella noche era la del chandelure de summer creando sombras humanas usando a los arboles, cuando la musica empezo el pokemon empezo a moverse haciendo parecer como si las sombras dansaran, asi asomandose entre los arboles Sumemr empezo a cantar
    -You should've got a better bed
    Better for your head
    Better heads need shut eye
    You should've got a better bed
    Better for your head
    Better heads need shut eye
    You should've got out of the red
    In the red, you're better off dead
    Deader than the red dead sea
    Promise it to me
    Promise me the sea- bailaba entre los arboles hasta que uno lo atrapo revelando ser un trevenant que hizo de su compañero de baile para aquella prescentacion

    https://music.youtube.com/watch?v=fv63FW2ehAk&si=LV1m9tQTNdb9av2s
    el escenario esta vez habia sido especialmente ambientado en un bosque, la unica luz que iluminaba aquella noche era la del chandelure de summer creando sombras humanas usando a los arboles, cuando la musica empezo el pokemon empezo a moverse haciendo parecer como si las sombras dansaran, asi asomandose entre los arboles Sumemr empezo a cantar -You should've got a better bed Better for your head Better heads need shut eye You should've got a better bed Better for your head Better heads need shut eye You should've got out of the red In the red, you're better off dead Deader than the red dead sea Promise it to me Promise me the sea- bailaba entre los arboles hasta que uno lo atrapo revelando ser un trevenant que hizo de su compañero de baile para aquella prescentacion https://music.youtube.com/watch?v=fv63FW2ehAk&si=LV1m9tQTNdb9av2s
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  • «Escucha esos susurros en el bosque. Son los árboles, la brisa, el suelo respirando. Solo te está deseando buenas noches. ¡O tal vez fui yo!» ✿
    «Escucha esos susurros en el bosque. Son los árboles, la brisa, el suelo respirando. Solo te está deseando buenas noches. ¡O tal vez fui yo!» ✿
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  • Las vueltas que da la vida.
    Fandom Mahou Tsukai No Yome/OC
    Categoría Slice of Life
    Rol con: ƤɑʍҽƖɑ Ӈɑեzís
    Elías avanzó por el bosque con su paso lento y seguro, sus botas hundiéndose suavemente en la tierra húmeda. La luz filtrada entre los árboles se deslizaba por su figura alta y oscura, resaltando por momentos el brillo marfil de su cráneo óseo. No tenía prisa, el bosque del norte siempre había sido un lugar amable con él, silencioso y amplio, donde los sonidos de las hojas y el viento eran suficiente compañía.

    Llevaba una manta doblada bajo el brazo y una cesta sencilla en la mano, una imagen casi extraña para alguien de su apariencia, pero que él aceptaba con naturalidad. A medida que avanzaba, el ambiente se volvía más luminoso y sereno hasta que, finalmente, el sendero desembocó en un pequeño claro.

    Era un rincón cálido dentro del bosque, la hierba alta mecida por la brisa, un par de flores silvestres blancas destacando entre el verde, y el murmullo suave de un arroyo cercano que rompía el silencio de manera agradable. Un rayo de sol caía directo al centro del claro, como si el lugar hubiera sido preparado para él.

    Elías dejó la cesta con cuidado y extendió la manta sobre la hierba. Se sentó con la espalda recta, las manos apoyadas sobre las rodillas, su cabeza huesuda girando levemente hacia el sendero por el que debía llegar la otra persona.

    Esperaba sin inquietud, simplemente observando cómo el bosque respiraba a su alrededor. —Quizás llegué demasiado pronto... — murmuró, con esa voz profunda y calmada que parecía mezclarse con el propio viento.
    Rol con: [P4M3L4] Elías avanzó por el bosque con su paso lento y seguro, sus botas hundiéndose suavemente en la tierra húmeda. La luz filtrada entre los árboles se deslizaba por su figura alta y oscura, resaltando por momentos el brillo marfil de su cráneo óseo. No tenía prisa, el bosque del norte siempre había sido un lugar amable con él, silencioso y amplio, donde los sonidos de las hojas y el viento eran suficiente compañía. Llevaba una manta doblada bajo el brazo y una cesta sencilla en la mano, una imagen casi extraña para alguien de su apariencia, pero que él aceptaba con naturalidad. A medida que avanzaba, el ambiente se volvía más luminoso y sereno hasta que, finalmente, el sendero desembocó en un pequeño claro. Era un rincón cálido dentro del bosque, la hierba alta mecida por la brisa, un par de flores silvestres blancas destacando entre el verde, y el murmullo suave de un arroyo cercano que rompía el silencio de manera agradable. Un rayo de sol caía directo al centro del claro, como si el lugar hubiera sido preparado para él. Elías dejó la cesta con cuidado y extendió la manta sobre la hierba. Se sentó con la espalda recta, las manos apoyadas sobre las rodillas, su cabeza huesuda girando levemente hacia el sendero por el que debía llegar la otra persona. Esperaba sin inquietud, simplemente observando cómo el bosque respiraba a su alrededor. —Quizás llegué demasiado pronto... — murmuró, con esa voz profunda y calmada que parecía mezclarse con el propio viento.
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  • Busquemos un glorioso propósito
    Fandom Indefinido
    Categoría Fantasía
    (Individual o grupal)
    (Las líneas no son forzosas)
    La frescura de aquel paraje era disfrutable y perfecta para acampar ... Pero quién estuviera ahí, no estaba para darse un descanso, estaba ahí gracias a la guía de un animal, una criatura que cargaba consigo una nota, nota que solo los más aptos, llenos de curiosidad y de habilidad habrían obtenido, pero su contenido no parecía tan interesante, no a simple vista.

    "Aquel hechicero del que has oído hablar en rumores, bares y miles de bocas, está ahora buscando algo que le llene de jubilo, una misión, una idea, un objetivo, algo que le sorprenda y le de un propósito, ¿Crees ser capaz de impresionarlo? Búscalo en el bosque de hojas rojas y césped ardiente".

    Una nota simple, la solicitud del hechicero temido y admirado por partes iguales, solicitud que solo pocos habrían leído, y ahora tu, uno de los capaces, se encontraba en el paraje, aparentemente hogar del mencionado, pero algo no iba bien.
    Podías escuchar a lo lejos gritos, aullidos, cosas rompiéndose que no necesariamente serían ramas, sonidos fuertes, crudos y siniestros que te hacían preguntarte si aquello era una buena idea ...

    Pero tú estabas a salvo, porque el hechicero sabía quienes iban por conveniencia o motivos frívolos, los había estado observando desde que tomaron aquella nota del lomo de alguna criatura pequeña o grande, y sabía que tú, que seguías andando sin un riesgo aparente, tenías algo único en mente, un objetivo, una misión, algo que iba más allá de poder o riquezas frívolas, algo ... "Glorioso".

    Te encontrabas al pie de lo que parecía un pequeño poblado, solitario y sin un susurro que indicara presencias, más allá del sonido del pasto bajo tus pies y los ocasionales quejidos lejanos de aquellos pobres ilusos que habían tocado dicho bosque con absurdas intenciones. A las orillas del poblado había una cabaña algo más amplia que las otras, con la luz vibrante de unas velas visible desde sus ventanas: el hogar del hechicero que había traído tu atención, pero ¿Sería todo tan fácil como presentarte y comenzar una aventura? ¿Qué es lo que buscas? ¿Que es lo que esperas obtener? ...
    (Individual o grupal) (Las líneas no son forzosas) La frescura de aquel paraje era disfrutable y perfecta para acampar ... Pero quién estuviera ahí, no estaba para darse un descanso, estaba ahí gracias a la guía de un animal, una criatura que cargaba consigo una nota, nota que solo los más aptos, llenos de curiosidad y de habilidad habrían obtenido, pero su contenido no parecía tan interesante, no a simple vista. "Aquel hechicero del que has oído hablar en rumores, bares y miles de bocas, está ahora buscando algo que le llene de jubilo, una misión, una idea, un objetivo, algo que le sorprenda y le de un propósito, ¿Crees ser capaz de impresionarlo? Búscalo en el bosque de hojas rojas y césped ardiente". Una nota simple, la solicitud del hechicero temido y admirado por partes iguales, solicitud que solo pocos habrían leído, y ahora tu, uno de los capaces, se encontraba en el paraje, aparentemente hogar del mencionado, pero algo no iba bien. Podías escuchar a lo lejos gritos, aullidos, cosas rompiéndose que no necesariamente serían ramas, sonidos fuertes, crudos y siniestros que te hacían preguntarte si aquello era una buena idea ... Pero tú estabas a salvo, porque el hechicero sabía quienes iban por conveniencia o motivos frívolos, los había estado observando desde que tomaron aquella nota del lomo de alguna criatura pequeña o grande, y sabía que tú, que seguías andando sin un riesgo aparente, tenías algo único en mente, un objetivo, una misión, algo que iba más allá de poder o riquezas frívolas, algo ... "Glorioso". Te encontrabas al pie de lo que parecía un pequeño poblado, solitario y sin un susurro que indicara presencias, más allá del sonido del pasto bajo tus pies y los ocasionales quejidos lejanos de aquellos pobres ilusos que habían tocado dicho bosque con absurdas intenciones. A las orillas del poblado había una cabaña algo más amplia que las otras, con la luz vibrante de unas velas visible desde sus ventanas: el hogar del hechicero que había traído tu atención, pero ¿Sería todo tan fácil como presentarte y comenzar una aventura? ¿Qué es lo que buscas? ¿Que es lo que esperas obtener? ...
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  • Sonidos en el bosque
    Fandom Mahou Tsukai No Yome/OC
    Categoría Fantasía
    ROL ABIERTO A CUALQUIERA.

    En lo profundo del bosque, en una noche iluminada solo por el fulgor de la luna llena, el aire parecía retenido por los árboles. El dosel era tan espeso que dejaba pasar apenas un puñado de hilos plateados, y esos destellos, en lugar de aliviar la oscuridad, la hacían parecer más densa, más expectante.

    En un pequeño claro, se encontraba Elías. La luz lunar se reflejaba débilmente en la superficie lisa de su cráneo, dándole un brillo ominoso. A su alrededor, las zarzas serpenteaban despacio, como sombras palpando el suelo.

    La verdadera forma de Elías se manifestó al fin. Parecía una bestia surgida de una pesadilla mal recordada, un animal inclinado sobre lo que ya no era más que una masa informe de carne. Tiempo atrás, ese cuerpo había sido un hombre; ahora solo quedaba el recuerdo de su mala fortuna al cruzarse con un demonio hambriento.

    El pelaje de Elías, tan negro que parecía devorar la luz, ocultaba una figura delgada, casi cadavérica, que no hacía sino intensificar la impresión de que la oscuridad lo había moldeado a su antojo. Sus garras afiladas se hundían en la carne tibia, arrancando fragmentos que consumía con avidez. Era un hambre antigua, insondable, insaciable.

    Cuando la sangre empapó el suelo hasta formar un charco espeso, algo dentro de él despertó. La consciencia regresó como un suspiro helado.

    —Ah… ha vuelto a ocurrir —murmuró, su voz grave pero extrañamente calmada, tan fría como la noche que lo rodeaba.

    Llevaba un collar del que colgaban plumas negras unidas por una cadena que parecía hecha de hueso pulido. Sobre su espalda descansaba una capa corta, ennegrecida y desgarrada, como si hubiera sobrevivido a demasiadas noches como esta.

    Cualquiera que lo viera pensaría que había salido de un cuento mal contado o de una fábula retorcida que nunca debió relatarse. ¿Quizás una burla nacida de las emociones humanas? ¿O un recordatorio trágico de lo que alguna vez fue?

    Elías se tensó de pronto. Sintió una presencia, una interrupción en el murmullo del bosque. Giró lentamente la cabeza. Sus ojos rojos, iluminados con intensidad, se fijaron en la densidad de la oscuridad.

    Miró… y esperó.
    Esperó a que aquello que lo observaba hiciera el primer movimiento.
    ROL ABIERTO A CUALQUIERA. En lo profundo del bosque, en una noche iluminada solo por el fulgor de la luna llena, el aire parecía retenido por los árboles. El dosel era tan espeso que dejaba pasar apenas un puñado de hilos plateados, y esos destellos, en lugar de aliviar la oscuridad, la hacían parecer más densa, más expectante. En un pequeño claro, se encontraba Elías. La luz lunar se reflejaba débilmente en la superficie lisa de su cráneo, dándole un brillo ominoso. A su alrededor, las zarzas serpenteaban despacio, como sombras palpando el suelo. La verdadera forma de Elías se manifestó al fin. Parecía una bestia surgida de una pesadilla mal recordada, un animal inclinado sobre lo que ya no era más que una masa informe de carne. Tiempo atrás, ese cuerpo había sido un hombre; ahora solo quedaba el recuerdo de su mala fortuna al cruzarse con un demonio hambriento. El pelaje de Elías, tan negro que parecía devorar la luz, ocultaba una figura delgada, casi cadavérica, que no hacía sino intensificar la impresión de que la oscuridad lo había moldeado a su antojo. Sus garras afiladas se hundían en la carne tibia, arrancando fragmentos que consumía con avidez. Era un hambre antigua, insondable, insaciable. Cuando la sangre empapó el suelo hasta formar un charco espeso, algo dentro de él despertó. La consciencia regresó como un suspiro helado. —Ah… ha vuelto a ocurrir —murmuró, su voz grave pero extrañamente calmada, tan fría como la noche que lo rodeaba. Llevaba un collar del que colgaban plumas negras unidas por una cadena que parecía hecha de hueso pulido. Sobre su espalda descansaba una capa corta, ennegrecida y desgarrada, como si hubiera sobrevivido a demasiadas noches como esta. Cualquiera que lo viera pensaría que había salido de un cuento mal contado o de una fábula retorcida que nunca debió relatarse. ¿Quizás una burla nacida de las emociones humanas? ¿O un recordatorio trágico de lo que alguna vez fue? Elías se tensó de pronto. Sintió una presencia, una interrupción en el murmullo del bosque. Giró lentamente la cabeza. Sus ojos rojos, iluminados con intensidad, se fijaron en la densidad de la oscuridad. Miró… y esperó. Esperó a que aquello que lo observaba hiciera el primer movimiento.
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  • -creo que esta vez me sobrepase tratando de curar a los pokemon del bosque- Summer suspiro recostandose a la orilla del lago, su silueta tan blanca como la luna que lo iluminaba -creo que es un lindo lugar para descansar- se puso a jugar con el agua fria mientras tarareaba para dormir a los pokemon que aun no lograman visitar a crescelia en el pais de los sueños

    Musica: https://music.youtube.com/watch?v=uX-sA6CZDss&si=lVdOK3pyMPkm9zmB
    -creo que esta vez me sobrepase tratando de curar a los pokemon del bosque- Summer suspiro recostandose a la orilla del lago, su silueta tan blanca como la luna que lo iluminaba -creo que es un lindo lugar para descansar- se puso a jugar con el agua fria mientras tarareaba para dormir a los pokemon que aun no lograman visitar a crescelia en el pais de los sueños Musica: https://music.youtube.com/watch?v=uX-sA6CZDss&si=lVdOK3pyMPkm9zmB
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Una relajante caminata por el bosque y para la casa...
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  • A Dream... I remember my Dream...
    Fandom Stranger Things
    Categoría Romance
    STARTER PARA [eclipse_platinum_elephant_535]

    Hubiera jurado y proclamado a los cuatro vientos que ella, Allyson Johnson, jamás podría fijarse en un tipo como él.

    Tal vez, si hubiera podido anticiparse, si aquello no hubiera sucedido de la noche a la mañana, habría hecho algo para impedirlo. Porque sí, Ally era de esas personas convencidas de que los sentimientos sí podían controlarse. Más aún si eras plenamente consciente de los tuyos. Y ella lo era. O le gustaba creer que lo era.

    Ally había tenido que crecer demasiado pronto. Su cabeza corría siempre un par de pasos por delante del resto: pensaba demasiado, analizaba todo, le dedicaba tiempo a cada gesto, a cada palabra, a cada silencio incómodo. Necesitaba comprenderlo todo, tenerlo bajo control, ordenar el mundo en cajitas mentales donde nada se saliera del guion.

    Pero una cosa había aprendido con los años —a fuerza de golpes que aún le dolían en rincones de la memoria que prefería no mirar—: no se puede tener todo bajo control.

    Y, mucho menos, los sueños.

    ________________________________________

    Había visto a ese tío, Eddie Munson, subido sobre una mesa del comedor del instituto, desgañitándose delante de todo el mundo como si la cafetería fuera su maldito escenario privado. Recorría los tablones con las botas mientras gritaba algo sobre ovejas, ovejeros y Hellfire, ganándose miradas de asco, risas y un par de “otra vez el puto Munson” susurrados entre bandejas grasientas.

    Ally recordaba haber rodado los ojos, apoyando el codo en la mesa.

    "¿Qué demonios hace? Menudo ridículo."

    Su ceño se arrugó, el labio se le frunció con esa expresión suya de juicio silencioso. Todo en su cuerpo decía “qué vergüenza ajena”. Y sin embargo, no consiguió apartar la mirada. Se quedó mirándolo, atrapada en una mezcla rara de rechazo y fascinación, como cuando no puedes dejar de mirar un accidente aunque sepas que te va a impresionar.

    El resto del día transcurrió con normalidad. Quedó con Ashley Thompson, su mejor amiga, hablaron de tonterías y deberes, y luego se fue a casa a estudiar. O a intentarlo.
    Nada fuera de lo habitual.

    ¿Quién iba a decirle que esa misma noche soñaría con el tipo que había caminado sobre la mesa como si fuera suya?
    ¿Y que al despertar, algo en ella ya no estaría en el mismo sitio?

    ________________________________________

    Al principio no entendió qué pasaba.

    Lo supo de verdad al volver a verlo, a la mañana siguiente, en clase de ciencias.
    Él llegó tarde, cómo no: la puerta se abrió con un golpe seco, el profesor hizo ese suspiro de resignación de siempre, y el murmullo de la clase se cortó un segundo.

    Allí estaba otra vez. Chaqueta de cuero, parches, pelo rizado cayéndole por la cara, el walkman colgando, esa sonrisa que siempre parecía ir a decir algo que no tocaba. El maldito Eddie Munson.

    El corazón de Ally reaccionó antes que su cabeza. Un latido seco, distinto, como si hubiera un eco. Como si algo se hubiera movido dentro de ella la noche anterior y solo ahora se estuviera despertando. Hubo un momento en el que sintió que se le aflojaban los dedos del bolígrafo. Y entonces, como un flash, como una diapositiva, el sueño regresó de golpe.

    Eddie.

    El mismo Eddie que en la vida real era exactamente el tipo de tío que Ally decía detestar: ruidoso, caótico, sin filtro, con fama de rarito y de fracasado repetidor. Todo lo que ella había aprendido a evitar.

    ¿Entonces por qué se le calentaban las mejillas ahora, sentada en su pupitre, cuando él cruzó la clase con total descaro?

    ¿Por qué sus piernas, siempre cruzadas bajo la mesa, se descruzaron inquietas, los pies tamborileando contra el suelo?

    Se apartó el pelo de la oreja en un gesto automático y dejó caer la melena rubia hacia delante, ocultando parte de su rostro, en un intento desesperado por esconderse. Desde allí, donde él estaba, si se giraba, podría verla de perfil. Y ella no estaba preparada para sostenerle la mirada sabiendo lo que había soñado.

    ________________________________________

    Ally no era una chica cualquiera. Al menos no por dentro.

    A simple vista, en Hawkins, era una buena alumna, pocas palabras, mirada que lo observa todo. El tipo de chica a la que nadie se atrevería a llamar friki, pero que tampoco encajaba con las animadoras. Un punto medio.

    Lo que nadie allí sabía es que aquel no era el único lugar raro en el que ella había estado.

    Antes de Hawkins hubo otro sitio.

    Derry, Maine.

    Un nombre que a veces le venía a la cabeza como una mancha y del que enseguida se olvidaba, como cuando intentabas recordar una palabra en otro idioma y se escapaba justo en el último segundo. Sabía que había vivido allí. Sabía que algo importante había pasado. Pero cuanto más intentaba reconstruirlo, más se desdibujaban los recuerdos.

    Recordaba cosas sueltas, fragmentos, sensaciones que no encajaban con nada que pudiera llamar “normal”.

    Un payaso en un desagüe, la voz de alguien susurrándole que fuera a bailar, el olor a óxido y alcantarilla mezclado con algo dulzón y nauseabundo.

    Flashes: Un globo rojo flotando donde no debería, una escalera hacia un sótano…

    Y luego estaban ellos.

    Un grupo de chicos y una chica pelirroja.

    Bicicletas. Un pequeño claro en el bosque que olía a verano, a barro y a sangre seca. Una caseta improvisada bajo tierra, llena de cómics, revistas viejas y botellas de refresco vacías…

    “Beep beep, Richie.”

    Recordaba una voz concreta, aguda y rápida, disparando chistes. Unas gafas enormes. Una camiseta siempre arrugada.

    Pero nunca conseguía ver bien su cara. Cuando intentaba enfocarla, el recuerdo se difuminaba. Solo quedaba la sensación: aquel cosquilleo caliente en el estómago, la mezcla rara entre el miedo, el deseo y la seguridad.

    Pero Ally decidió que todo aquello solo fueron pesadillas de cría y una imaginación demasiado activa. Era más fácil así. Más cómodo.

    Todo eso… había quedado atrás…

    ________________________________________

    Ahora, sentada en aquel pupitre, podía escuchar cómo el profesor empezaba a escribir fórmulas en la pizarra, agradeciendo que nadie pudiera escuchar sus pensamientos.

    Se obligó a mirar al frente. A copiar el título en el cuaderno. A tomar apuntes como si todo fuera normal. Como si el corazón no le estuviera golpeando las costillas cada vez que él se movía, cada vez que sus botas chocaban contra la pata de su silla.

    Intentó convencerse:
    Es solo un chico. Un chico que no te gusta. Alguien que representa todo lo que no quieres en tu vida. Punto.

    Pero el sueño volvía. Cada noche. Cada día.

    ________________________________________

    Al día siguiente, ella volvía a estar sentada en aquel pupitre.

    El profesor llegó, dejó la carpeta sobre la mesa y saludó a los alumnos.

    —Muy bien, clase. Antes de empezar —anunció, ajustándose las gafas—, os recuerdo que hoy se publican las parejas para el trabajo trimestral. Como sabéis, es obligatorio, cuenta el treinta por ciento de la nota final y tendrá que entregarse en dos semanas.

    Quejas, risas… Todos sabían que aquel trabajo era un suplicio.

    Ally sintió un nudo en el estómago.

    No era buena trabajando con otros. Nunca lo había sido. Prefería controlar cada detalle, cada página, cada palabra. Y la idea de depender de alguien le incomodaba más que cualquier examen.

    El profesor empezó a leer la lista.

    Apellidos, nombres. Alumnos que chocaban las manos cuando les tocaban con sus amigos. Otros que resoplaban resignados…

    Y entonces, llegó el momento.

    —Munson, Edward.

    Ally no respiró.

    —Johnson, Allyson.

    Lo escuchó antes de procesarlo.

    Su primera reacción fue automática: apretar los muslos bajo la mesa, esconder la cara tras el pelo, bajar la vista a la madera gastada del pupitre.

    Pero el profesor continuó, sin detenerse. Sin darles opción a negarse.

    —Los trabajos deberán tener una parte teórica y otra práctica. Podéis elegir temática dentro del temario de este trimestre. No se permiten cambios de pareja. Y, por favor… evitad copiaros entre vosotros; lo sabré.

    Hubo risas por detrás. Alguno soltó un comentario que no alcanzó a escuchar.

    —Al igual que sabré si el trabajo sólo lo hace uno de vosotros. ¿Entendido?

    Ella seguía petrificada. No quería mirarlo, pero acabó haciéndolo, y se encontró que él… ya la estaba mirando.

    Ally tragó saliva.

    Toda la sangre derramándosele a los pies.

    El sueño volvió como un latigazo.

    La sensación de haber cruzado un límite que ni siquiera comprendía.

    El profesor siguió hablando, dando instrucciones, detallando fechas, insistiendo en la importancia del trabajo. Pero ella apenas oía nada.

    “Trabajo en pareja.”
    “Dos semanas.”
    “Munson y Johnson.”

    Cuando por fin llegó el momento, cuando los demás empezaron a moverse para buscar a sus compañeros, Ally permaneció quieta, como si el asiento la estuviera aprisionando.

    Supo que debía mirarlo, que tarde o temprano tendría que hacerlo, pero fue incapaz.

    Giró la cabeza apenas unos centímetros.
    Y lo encontró. Ahí.
    Codo apoyado en la mesa, cuerpo ladeado hacia ella, mirada paciente. Como si estuviera esperando que reaccionara.

    STARTER PARA [eclipse_platinum_elephant_535] Hubiera jurado y proclamado a los cuatro vientos que ella, Allyson Johnson, jamás podría fijarse en un tipo como él. Tal vez, si hubiera podido anticiparse, si aquello no hubiera sucedido de la noche a la mañana, habría hecho algo para impedirlo. Porque sí, Ally era de esas personas convencidas de que los sentimientos sí podían controlarse. Más aún si eras plenamente consciente de los tuyos. Y ella lo era. O le gustaba creer que lo era. Ally había tenido que crecer demasiado pronto. Su cabeza corría siempre un par de pasos por delante del resto: pensaba demasiado, analizaba todo, le dedicaba tiempo a cada gesto, a cada palabra, a cada silencio incómodo. Necesitaba comprenderlo todo, tenerlo bajo control, ordenar el mundo en cajitas mentales donde nada se saliera del guion. Pero una cosa había aprendido con los años —a fuerza de golpes que aún le dolían en rincones de la memoria que prefería no mirar—: no se puede tener todo bajo control. Y, mucho menos, los sueños. ________________________________________ Había visto a ese tío, Eddie Munson, subido sobre una mesa del comedor del instituto, desgañitándose delante de todo el mundo como si la cafetería fuera su maldito escenario privado. Recorría los tablones con las botas mientras gritaba algo sobre ovejas, ovejeros y Hellfire, ganándose miradas de asco, risas y un par de “otra vez el puto Munson” susurrados entre bandejas grasientas. Ally recordaba haber rodado los ojos, apoyando el codo en la mesa. "¿Qué demonios hace? Menudo ridículo." Su ceño se arrugó, el labio se le frunció con esa expresión suya de juicio silencioso. Todo en su cuerpo decía “qué vergüenza ajena”. Y sin embargo, no consiguió apartar la mirada. Se quedó mirándolo, atrapada en una mezcla rara de rechazo y fascinación, como cuando no puedes dejar de mirar un accidente aunque sepas que te va a impresionar. El resto del día transcurrió con normalidad. Quedó con Ashley Thompson, su mejor amiga, hablaron de tonterías y deberes, y luego se fue a casa a estudiar. O a intentarlo. Nada fuera de lo habitual. ¿Quién iba a decirle que esa misma noche soñaría con el tipo que había caminado sobre la mesa como si fuera suya? ¿Y que al despertar, algo en ella ya no estaría en el mismo sitio? ________________________________________ Al principio no entendió qué pasaba. Lo supo de verdad al volver a verlo, a la mañana siguiente, en clase de ciencias. Él llegó tarde, cómo no: la puerta se abrió con un golpe seco, el profesor hizo ese suspiro de resignación de siempre, y el murmullo de la clase se cortó un segundo. Allí estaba otra vez. Chaqueta de cuero, parches, pelo rizado cayéndole por la cara, el walkman colgando, esa sonrisa que siempre parecía ir a decir algo que no tocaba. El maldito Eddie Munson. El corazón de Ally reaccionó antes que su cabeza. Un latido seco, distinto, como si hubiera un eco. Como si algo se hubiera movido dentro de ella la noche anterior y solo ahora se estuviera despertando. Hubo un momento en el que sintió que se le aflojaban los dedos del bolígrafo. Y entonces, como un flash, como una diapositiva, el sueño regresó de golpe. Eddie. El mismo Eddie que en la vida real era exactamente el tipo de tío que Ally decía detestar: ruidoso, caótico, sin filtro, con fama de rarito y de fracasado repetidor. Todo lo que ella había aprendido a evitar. ¿Entonces por qué se le calentaban las mejillas ahora, sentada en su pupitre, cuando él cruzó la clase con total descaro? ¿Por qué sus piernas, siempre cruzadas bajo la mesa, se descruzaron inquietas, los pies tamborileando contra el suelo? Se apartó el pelo de la oreja en un gesto automático y dejó caer la melena rubia hacia delante, ocultando parte de su rostro, en un intento desesperado por esconderse. Desde allí, donde él estaba, si se giraba, podría verla de perfil. Y ella no estaba preparada para sostenerle la mirada sabiendo lo que había soñado. ________________________________________ Ally no era una chica cualquiera. Al menos no por dentro. A simple vista, en Hawkins, era una buena alumna, pocas palabras, mirada que lo observa todo. El tipo de chica a la que nadie se atrevería a llamar friki, pero que tampoco encajaba con las animadoras. Un punto medio. Lo que nadie allí sabía es que aquel no era el único lugar raro en el que ella había estado. Antes de Hawkins hubo otro sitio. Derry, Maine. Un nombre que a veces le venía a la cabeza como una mancha y del que enseguida se olvidaba, como cuando intentabas recordar una palabra en otro idioma y se escapaba justo en el último segundo. Sabía que había vivido allí. Sabía que algo importante había pasado. Pero cuanto más intentaba reconstruirlo, más se desdibujaban los recuerdos. Recordaba cosas sueltas, fragmentos, sensaciones que no encajaban con nada que pudiera llamar “normal”. Un payaso en un desagüe, la voz de alguien susurrándole que fuera a bailar, el olor a óxido y alcantarilla mezclado con algo dulzón y nauseabundo. Flashes: Un globo rojo flotando donde no debería, una escalera hacia un sótano… Y luego estaban ellos. Un grupo de chicos y una chica pelirroja. Bicicletas. Un pequeño claro en el bosque que olía a verano, a barro y a sangre seca. Una caseta improvisada bajo tierra, llena de cómics, revistas viejas y botellas de refresco vacías… “Beep beep, Richie.” Recordaba una voz concreta, aguda y rápida, disparando chistes. Unas gafas enormes. Una camiseta siempre arrugada. Pero nunca conseguía ver bien su cara. Cuando intentaba enfocarla, el recuerdo se difuminaba. Solo quedaba la sensación: aquel cosquilleo caliente en el estómago, la mezcla rara entre el miedo, el deseo y la seguridad. Pero Ally decidió que todo aquello solo fueron pesadillas de cría y una imaginación demasiado activa. Era más fácil así. Más cómodo. Todo eso… había quedado atrás… ________________________________________ Ahora, sentada en aquel pupitre, podía escuchar cómo el profesor empezaba a escribir fórmulas en la pizarra, agradeciendo que nadie pudiera escuchar sus pensamientos. Se obligó a mirar al frente. A copiar el título en el cuaderno. A tomar apuntes como si todo fuera normal. Como si el corazón no le estuviera golpeando las costillas cada vez que él se movía, cada vez que sus botas chocaban contra la pata de su silla. Intentó convencerse: Es solo un chico. Un chico que no te gusta. Alguien que representa todo lo que no quieres en tu vida. Punto. Pero el sueño volvía. Cada noche. Cada día. ________________________________________ Al día siguiente, ella volvía a estar sentada en aquel pupitre. El profesor llegó, dejó la carpeta sobre la mesa y saludó a los alumnos. —Muy bien, clase. Antes de empezar —anunció, ajustándose las gafas—, os recuerdo que hoy se publican las parejas para el trabajo trimestral. Como sabéis, es obligatorio, cuenta el treinta por ciento de la nota final y tendrá que entregarse en dos semanas. Quejas, risas… Todos sabían que aquel trabajo era un suplicio. Ally sintió un nudo en el estómago. No era buena trabajando con otros. Nunca lo había sido. Prefería controlar cada detalle, cada página, cada palabra. Y la idea de depender de alguien le incomodaba más que cualquier examen. El profesor empezó a leer la lista. Apellidos, nombres. Alumnos que chocaban las manos cuando les tocaban con sus amigos. Otros que resoplaban resignados… Y entonces, llegó el momento. —Munson, Edward. Ally no respiró. —Johnson, Allyson. Lo escuchó antes de procesarlo. Su primera reacción fue automática: apretar los muslos bajo la mesa, esconder la cara tras el pelo, bajar la vista a la madera gastada del pupitre. Pero el profesor continuó, sin detenerse. Sin darles opción a negarse. —Los trabajos deberán tener una parte teórica y otra práctica. Podéis elegir temática dentro del temario de este trimestre. No se permiten cambios de pareja. Y, por favor… evitad copiaros entre vosotros; lo sabré. Hubo risas por detrás. Alguno soltó un comentario que no alcanzó a escuchar. —Al igual que sabré si el trabajo sólo lo hace uno de vosotros. ¿Entendido? Ella seguía petrificada. No quería mirarlo, pero acabó haciéndolo, y se encontró que él… ya la estaba mirando. Ally tragó saliva. Toda la sangre derramándosele a los pies. El sueño volvió como un latigazo. La sensación de haber cruzado un límite que ni siquiera comprendía. El profesor siguió hablando, dando instrucciones, detallando fechas, insistiendo en la importancia del trabajo. Pero ella apenas oía nada. “Trabajo en pareja.” “Dos semanas.” “Munson y Johnson.” Cuando por fin llegó el momento, cuando los demás empezaron a moverse para buscar a sus compañeros, Ally permaneció quieta, como si el asiento la estuviera aprisionando. Supo que debía mirarlo, que tarde o temprano tendría que hacerlo, pero fue incapaz. Giró la cabeza apenas unos centímetros. Y lo encontró. Ahí. Codo apoyado en la mesa, cuerpo ladeado hacia ella, mirada paciente. Como si estuviera esperando que reaccionara.
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  • Cap: 00.

    Las paredes volvieron a temblar, igual que hace muchas veces, con la misma intensidad que hacía temblar el agua estancada en aquel cuarto que engendra penumbras más allá de la ausencia lumínica. Cuando los movimientos, aquellos que aquél ya los tomaba como un suceso inmutable de su rutina, el mundo, su pequeño páramo de sombras, murió, o más bien se transformó, bajo una presencia delgada, pero intensa para él; luz nocturna, cayendo como cascada por encima de su rojiza cabeza.

    Para esa luz no le fue suficiente con hostigar desde arriba sino que también lo hizo desde abajo, usando el agua como un trampolín para fragmentarse en mil rayos que rebotaron en mil direcciones distintas. No hubo centímetro de ladrillo negro que se salvará de la iluminación.

    Las manos, delgadas y pálidas, cubrieron los párpados en un intento por esconder sus adoloridos ojos. Un frote tras otro fue suficiente, así pudo volver a posar la mirada en lo que escondían las penumbras a las que llamaba compañía; una recamara fría, inundada de aguas turbias que le llegan hasta las rodillas, con cuatro paredes que se repiten en patrón y medidas.

    El niño de cabello rojo estaba absorto en el paisaje, pero un susurro distante le hizo mirar hacia arriba. El cielo miró al niño y este le devolvió la mirada. Esa noche, de manera abrupta, el resplandor del firmamento fue trastornado por la mera presencia de aquel que por primera vez pudo hacer uso de la palabra belleza.
    No pudo descifrar el susurro, así como tampoco logró cortar el contacto visual con las estrellas. Era perturbador para él, quien era totalmente ajeno al desprecio que recibía desde lo alto. Algo presionó el centro de su pecho, algo que pronto se extendería hasta su garganta y culminaría en sus temblorosos labios.

    Flexionó las piernas, acto que pronto provocaría un nuevo temblor entre los ladrillos y el agua de la recamara. Al entorno se le sumaron los anillos, esas piezas doradas con trazos y fragmentos de rocas rojas, pero con una intensidad mayor. Él era el origen, motivado por una necesidad que jamás había sentido; Saber el porque las estrellas le odiaban.

    El niño de cabello rojo fue el factor que rompería con la quietud de la noche, el desencadenante de un catastrófico efecto mariposa para el destino. Un estruendo recorrió los oscuros bosques, como el rugido de los truenos durante las tormentas, mientras que un borrón escarlata cortó la distancia entre la tierra y el firmamento con una velocidad vertiginosa.

    Sus delgados dedos fueron extendidos en dirección a la infinidad del glorioso cielo, y él los extendió sin importar que una delgada capa ardiente y blanca cubriera desde las puntas de sus uñas negras hasta la mitad de sus antebrazos.

    No alcanzó a las estrellas.
    La distancia entre la tierra y el cielo, entre él y las estrellas, fue retornando a su forma original.
    Con el alejamiento creciente, con cada metro que se alejaba, la presión en su pecho fue grabándose, como si quisiera quedarse allí para toda la eternidad.

    Por primera vez sintió emociones; tristeza, frustración e ira. Pero también sintió algo aún mayor: Esperanza. La esperanza de algún día poder cambiar las estrellas.
    Cap: 00. Las paredes volvieron a temblar, igual que hace muchas veces, con la misma intensidad que hacía temblar el agua estancada en aquel cuarto que engendra penumbras más allá de la ausencia lumínica. Cuando los movimientos, aquellos que aquél ya los tomaba como un suceso inmutable de su rutina, el mundo, su pequeño páramo de sombras, murió, o más bien se transformó, bajo una presencia delgada, pero intensa para él; luz nocturna, cayendo como cascada por encima de su rojiza cabeza. Para esa luz no le fue suficiente con hostigar desde arriba sino que también lo hizo desde abajo, usando el agua como un trampolín para fragmentarse en mil rayos que rebotaron en mil direcciones distintas. No hubo centímetro de ladrillo negro que se salvará de la iluminación. Las manos, delgadas y pálidas, cubrieron los párpados en un intento por esconder sus adoloridos ojos. Un frote tras otro fue suficiente, así pudo volver a posar la mirada en lo que escondían las penumbras a las que llamaba compañía; una recamara fría, inundada de aguas turbias que le llegan hasta las rodillas, con cuatro paredes que se repiten en patrón y medidas. El niño de cabello rojo estaba absorto en el paisaje, pero un susurro distante le hizo mirar hacia arriba. El cielo miró al niño y este le devolvió la mirada. Esa noche, de manera abrupta, el resplandor del firmamento fue trastornado por la mera presencia de aquel que por primera vez pudo hacer uso de la palabra belleza. No pudo descifrar el susurro, así como tampoco logró cortar el contacto visual con las estrellas. Era perturbador para él, quien era totalmente ajeno al desprecio que recibía desde lo alto. Algo presionó el centro de su pecho, algo que pronto se extendería hasta su garganta y culminaría en sus temblorosos labios. Flexionó las piernas, acto que pronto provocaría un nuevo temblor entre los ladrillos y el agua de la recamara. Al entorno se le sumaron los anillos, esas piezas doradas con trazos y fragmentos de rocas rojas, pero con una intensidad mayor. Él era el origen, motivado por una necesidad que jamás había sentido; Saber el porque las estrellas le odiaban. El niño de cabello rojo fue el factor que rompería con la quietud de la noche, el desencadenante de un catastrófico efecto mariposa para el destino. Un estruendo recorrió los oscuros bosques, como el rugido de los truenos durante las tormentas, mientras que un borrón escarlata cortó la distancia entre la tierra y el firmamento con una velocidad vertiginosa. Sus delgados dedos fueron extendidos en dirección a la infinidad del glorioso cielo, y él los extendió sin importar que una delgada capa ardiente y blanca cubriera desde las puntas de sus uñas negras hasta la mitad de sus antebrazos. No alcanzó a las estrellas. La distancia entre la tierra y el cielo, entre él y las estrellas, fue retornando a su forma original. Con el alejamiento creciente, con cada metro que se alejaba, la presión en su pecho fue grabándose, como si quisiera quedarse allí para toda la eternidad. Por primera vez sintió emociones; tristeza, frustración e ira. Pero también sintió algo aún mayor: Esperanza. La esperanza de algún día poder cambiar las estrellas.
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  • Rihanna Carther

    Durante la noche, Ekaterina sintió por medios de sus tentáculos, que había peligro cerca del lugar donde se estaba hospedando junto con su actual y única compañera Shiori Novella, esta vez el peligro es fuerte, que sentía una vibra parecida a la que sintió el día que los soldados soviéticos la sometieron al Gulag, sentía una energía entre magia y militar, inmediatamente Ekaterina salió por la ventana dando un súper salto, lo que sea que esté cerca, no quería que destroce la casa dónde su compañera Shiori se estaría ocultando, salto, aterrizó miró hacia atrás y vió a una mujer con pantalón militar, un rifle de asalto, y nada más, ya que fueron suficientes detalles para largarse de ahí inmediatamente, la mujer armada se dió cuenta y comenzó a dispararle a Ekaterina, pero Ekaterina con un gran súper salto logró escapar de ella, o al menos eso pensaba, dió varios súper saltos por varios edificios hasta llegar a un pequeño lago cerca de un bosque, ella pensaba que estaba a salvo, o al menos, por unos minutos.
    [storm_lavender_shark_168] Durante la noche, Ekaterina sintió por medios de sus tentáculos, que había peligro cerca del lugar donde se estaba hospedando junto con su actual y única compañera [specter_copper_horse_768], esta vez el peligro es fuerte, que sentía una vibra parecida a la que sintió el día que los soldados soviéticos la sometieron al Gulag, sentía una energía entre magia y militar, inmediatamente Ekaterina salió por la ventana dando un súper salto, lo que sea que esté cerca, no quería que destroce la casa dónde su compañera Shiori se estaría ocultando, salto, aterrizó miró hacia atrás y vió a una mujer con pantalón militar, un rifle de asalto, y nada más, ya que fueron suficientes detalles para largarse de ahí inmediatamente, la mujer armada se dió cuenta y comenzó a dispararle a Ekaterina, pero Ekaterina con un gran súper salto logró escapar de ella, o al menos eso pensaba, dió varios súper saltos por varios edificios hasta llegar a un pequeño lago cerca de un bosque, ella pensaba que estaba a salvo, o al menos, por unos minutos.
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