Ava Petrov
Ya había aprovechado bastante aquel lugarcito en el Starbucks y empezaba a darle pena la gente que aún buscaba mesa para pasar tiempo, la mayoría, con amigos o pareja. El ambiente era ameno pese a la cantidad de gente y sin embargo, el ruido en la mente de Hoshi se hacía más fuerte ahora que se percataba de cuánta gente acompañada había, como si eso, de repente allí en su sillita la aplastase volviéndola más chiquita de lo que realmente era. Sin más tomó su móvil, dejó propina ya habiendo pagado y con ese bolsito que tenía gastado de tanto llevar de un lado a otro, así se dispuso a salir para recorrer los interminables pasillos de aquel mall.
Repetidas veces su hermana le había aconsejado salir aunque fuese en calidad de solitaria, le aseguraba que eso le iba a hacer bien, que iba a desconectar pero era insostenible, a cada condenado paso que daba, esa mujer parecía aparecérsele para recordarle cuán diferente sería todo, desde ese paseo hasta su estancia en la Uni., si no la hubiese lastimado como lo había hecho. Una mezcla de enojo y tristeza se le enredó en la garganta, hasta que de pura suerte un local enorme y precioso de papelería apareció en su rango de visión para salvarle las papas.
Su corazoncito vibró de emoción y sin dudarlo, se arrojó a la aventura, a esa que era movida por el impulso de consumir indiscriminadamente aunque terminara con quinientas deudas por gastarse su pequeña mensualidad en plumones y marcadores de colores.
Había canastitas al entrar como para ir llenando con las compras que uno hacía y la de Hoshiko ya estaba quedando demasiado llena como para resistir algo más. Pero andando entre esos caminitos que formaban los estantes, entre los borradores con forma de animalitos y los post it pastel, ahí vio la última joya perdida en el fondo del mar: La biblia de los stickers; Un librote lleno de pegatinas del tipo que se le pudiese llegar a ocurrir a cualquier mortal, desde imágenes de botánica, hasta las banderas de todos los países, personajes de caricatura, imágenes para scrapbooking ¡era un sueño hecho realidad!
No dudó un segundo en agarrarlo para sí y abrazándolo contra su pecho como si de eso dependiese su vida, toda su faz se ilumino de felicidad con esa sonrisita que hacía ya mucho casi no sacaba a relucir. Inconscientemente empezó a canturrear de tan contenta que estaba, girando para ya ir a pagar pero delante, la decepción de una rubia la dejó a cuadritos. La miraba, y la miraba mucho como para ser casualidad – Emm… – Se detuvo con algo de incomodidad mirándola confundida - ¿Se te-.. Ofrece algo? –.
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Ya había aprovechado bastante aquel lugarcito en el Starbucks y empezaba a darle pena la gente que aún buscaba mesa para pasar tiempo, la mayoría, con amigos o pareja. El ambiente era ameno pese a la cantidad de gente y sin embargo, el ruido en la mente de Hoshi se hacía más fuerte ahora que se percataba de cuánta gente acompañada había, como si eso, de repente allí en su sillita la aplastase volviéndola más chiquita de lo que realmente era. Sin más tomó su móvil, dejó propina ya habiendo pagado y con ese bolsito que tenía gastado de tanto llevar de un lado a otro, así se dispuso a salir para recorrer los interminables pasillos de aquel mall.
Repetidas veces su hermana le había aconsejado salir aunque fuese en calidad de solitaria, le aseguraba que eso le iba a hacer bien, que iba a desconectar pero era insostenible, a cada condenado paso que daba, esa mujer parecía aparecérsele para recordarle cuán diferente sería todo, desde ese paseo hasta su estancia en la Uni., si no la hubiese lastimado como lo había hecho. Una mezcla de enojo y tristeza se le enredó en la garganta, hasta que de pura suerte un local enorme y precioso de papelería apareció en su rango de visión para salvarle las papas.
Su corazoncito vibró de emoción y sin dudarlo, se arrojó a la aventura, a esa que era movida por el impulso de consumir indiscriminadamente aunque terminara con quinientas deudas por gastarse su pequeña mensualidad en plumones y marcadores de colores.
Había canastitas al entrar como para ir llenando con las compras que uno hacía y la de Hoshiko ya estaba quedando demasiado llena como para resistir algo más. Pero andando entre esos caminitos que formaban los estantes, entre los borradores con forma de animalitos y los post it pastel, ahí vio la última joya perdida en el fondo del mar: La biblia de los stickers; Un librote lleno de pegatinas del tipo que se le pudiese llegar a ocurrir a cualquier mortal, desde imágenes de botánica, hasta las banderas de todos los países, personajes de caricatura, imágenes para scrapbooking ¡era un sueño hecho realidad!
No dudó un segundo en agarrarlo para sí y abrazándolo contra su pecho como si de eso dependiese su vida, toda su faz se ilumino de felicidad con esa sonrisita que hacía ya mucho casi no sacaba a relucir. Inconscientemente empezó a canturrear de tan contenta que estaba, girando para ya ir a pagar pero delante, la decepción de una rubia la dejó a cuadritos. La miraba, y la miraba mucho como para ser casualidad – Emm… – Se detuvo con algo de incomodidad mirándola confundida - ¿Se te-.. Ofrece algo? –.