• La tarde había resultado tranquila, extrañamente familiar. Jamás se imaginó, o al menos no desde los sucesos que pasó en vida, que iba a poder algún día tener una charla tan amena y sincera con Arackniss. Mucho menos que pasaría una especie de "tarde familiar" con él y los niños. Y sin embargo, había pasado.
    Ahora los menores volvían no sólo alegres, sino también agotados. De tanto haber corrido, jugado y hasta cantado, no podían sino volver con las baterías agotadas. Incluso había tenido que volver trayéndolos en brazos completamente dormidos.

    Al entrar al hotel fue directo hacia sus habitaciones. Tras todas las emociones, reencuentros y la vuelta de su alegre personalidad, supuso que ya era hora de intentar devolverios a sus habitaciones. Aunque tras recostar a cada uno en su cama y arroparios, sólo por si acaso, volvió a su propia habitación para buscar al cerdito. Sí. Ese puerco que tanto le huía a las travesuras infantiles pero que a veces también le tocaba el trabajo de niñera.

    — Ya sabes qué hacer — Fue todo lo que le dijo al animal tras dejarlo en la habitación de los infantes, cerrando la puerta después. Sólo entonces soltó un suspiro cansado y se estiró, incluso desplegando las alas junto con un bostezo.
    Había estado todo el día fuera por lo que decidió que era mejor quedarse en el bar lo que quedara de jornada y tal vez un poco más. No quería reproches ni jodidas de Alastor después. Sin embargo, al pasar por delante de la puerta de la habitación que compartía con Angel se detuvo. Una idea cruzando por su mente.

    Tal vez los menores ya estuvieran mejor, pero había alguien cuya atención no le había podido dedicar como le hubiera gustado. Entrando al cuarto, comenzó a rebuscar tranquilamente entre las cosas, sólo notando entonces la extraña nieve cayendo en el exterior. Eso le hizo alzar una ceja pero también le arrebató una sonrisa nostálgica, tomando un suéter también porque previó que podría comenzar a refrescar. Había oído hablar a la princesa sobre una celebración navideña, decorar el hotel Y sin duda estaba decorado, se había encargado de eso, pero a él le faltaba hacerlo aún en el bar. Por lo que no demoraría en ir hasta su lugar de trabajo, tras encontrar lo que buscaba, y decorario sutilmente antes de ocultarse tras la barra del bar donde Angel Dust no pudiera verie.

    Sabía que dejando todas las luces encendidas la araña podría llegar a buscarie y no sería hasta que se acercara para encontrarlo que él iría por detrás para sorprenderlo. Tocando de repente su cintura de forma juguetona para que se diera la vuelta y entonces él, repentinamente, abrazario por las piernas para alzarlo. Una pequeña risa escapando de entre sus labios acompañado por un suave ronroneo.
    No diría ni una sola palabra, tan solo levantando la vista un momento. Una sutil señal para que mirase para arriba y así encontrar, sobre sus cabezas, un pequeño racimo de muérdago.
    La tarde había resultado tranquila, extrañamente familiar. Jamás se imaginó, o al menos no desde los sucesos que pasó en vida, que iba a poder algún día tener una charla tan amena y sincera con Arackniss. Mucho menos que pasaría una especie de "tarde familiar" con él y los niños. Y sin embargo, había pasado. Ahora los menores volvían no sólo alegres, sino también agotados. De tanto haber corrido, jugado y hasta cantado, no podían sino volver con las baterías agotadas. Incluso había tenido que volver trayéndolos en brazos completamente dormidos. Al entrar al hotel fue directo hacia sus habitaciones. Tras todas las emociones, reencuentros y la vuelta de su alegre personalidad, supuso que ya era hora de intentar devolverios a sus habitaciones. Aunque tras recostar a cada uno en su cama y arroparios, sólo por si acaso, volvió a su propia habitación para buscar al cerdito. Sí. Ese puerco que tanto le huía a las travesuras infantiles pero que a veces también le tocaba el trabajo de niñera. — Ya sabes qué hacer — Fue todo lo que le dijo al animal tras dejarlo en la habitación de los infantes, cerrando la puerta después. Sólo entonces soltó un suspiro cansado y se estiró, incluso desplegando las alas junto con un bostezo. Había estado todo el día fuera por lo que decidió que era mejor quedarse en el bar lo que quedara de jornada y tal vez un poco más. No quería reproches ni jodidas de Alastor después. Sin embargo, al pasar por delante de la puerta de la habitación que compartía con Angel se detuvo. Una idea cruzando por su mente. Tal vez los menores ya estuvieran mejor, pero había alguien cuya atención no le había podido dedicar como le hubiera gustado. Entrando al cuarto, comenzó a rebuscar tranquilamente entre las cosas, sólo notando entonces la extraña nieve cayendo en el exterior. Eso le hizo alzar una ceja pero también le arrebató una sonrisa nostálgica, tomando un suéter también porque previó que podría comenzar a refrescar. Había oído hablar a la princesa sobre una celebración navideña, decorar el hotel Y sin duda estaba decorado, se había encargado de eso, pero a él le faltaba hacerlo aún en el bar. Por lo que no demoraría en ir hasta su lugar de trabajo, tras encontrar lo que buscaba, y decorario sutilmente antes de ocultarse tras la barra del bar donde [Ange1Dust] no pudiera verie. Sabía que dejando todas las luces encendidas la araña podría llegar a buscarie y no sería hasta que se acercara para encontrarlo que él iría por detrás para sorprenderlo. Tocando de repente su cintura de forma juguetona para que se diera la vuelta y entonces él, repentinamente, abrazario por las piernas para alzarlo. Una pequeña risa escapando de entre sus labios acompañado por un suave ronroneo. No diría ni una sola palabra, tan solo levantando la vista un momento. Una sutil señal para que mirase para arriba y así encontrar, sobre sus cabezas, un pequeño racimo de muérdago.
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  • Un ronroneo se le escapó de forma inevitable cuando sus pies se detuvieron delante del casino. Hacía tiempo no pasaba por allí, específicamente desde su última recaída, una que había sucedido hacía mucho tiempo incluso antes de que los niños nacieran. Mismos que ahora se encontraban a cada uno de sus lados.
    Como no podía ser de otra forma, ambos con ojos abiertos y brillantes, cargados de ilusión y entusiasmo al ver el colorido casino frente a ellos, lleno de luces y colores. ¿Cómo culparlos de creer que parecía mágico? Él se había encargado de eso.

    — No se alejen de mi, no se acerquen ni hablen con desconocidos y hagan todo lo que yo les diga —

    Pero tampoco era idiota. Aunque en el edificio no sucediesen cosas inapropiadas como en el trabajo de Angel, no dejaba de ser un establecimiento para adultos. Nada preparado para niños. Y él de buenas a primeras sabía cómo podía ser un jugador ebrio y perdedor de violento.
    Tan solo poner un pie dentro del lugar ya los recibieron ellas; Las Huskettes. Sus empleadas principales y sus acompañantes en sus tiempos como overlord que vestían con colores similares a los suyos mientras mantenían una temática de vestimenta mágica y felina.

    Una sonrisa le dedicó a una junto con un pequeño guiño mientras tomaba entre sus manos un vaso de licor. Aunque la idea beber hasta el hartazgo era tentadora, se mantenía firme en que no sucediera solo porque estaba con sus hijos.

    — Por aquí —

    Le dijo a los menores y es que otras de las Huskettes ya había preparado una mesa para él. Dejando que los niños se sentaran en los pequeños taburetes mientras la trabajadora los entretenía con juegos de cartas, por supuesto, nada difícil para dos pequeños y, con aún más obviedad, sin apuestas de por medio.
    Incluso algún pequeño truco de cartas al barajar les hizo para mantenerlos aún más entretenidos mientras él, bebiendo, aguardaba por la llegada de Arackniss
    Un ronroneo se le escapó de forma inevitable cuando sus pies se detuvieron delante del casino. Hacía tiempo no pasaba por allí, específicamente desde su última recaída, una que había sucedido hacía mucho tiempo incluso antes de que los niños nacieran. Mismos que ahora se encontraban a cada uno de sus lados. Como no podía ser de otra forma, ambos con ojos abiertos y brillantes, cargados de ilusión y entusiasmo al ver el colorido casino frente a ellos, lleno de luces y colores. ¿Cómo culparlos de creer que parecía mágico? Él se había encargado de eso. — No se alejen de mi, no se acerquen ni hablen con desconocidos y hagan todo lo que yo les diga — Pero tampoco era idiota. Aunque en el edificio no sucediesen cosas inapropiadas como en el trabajo de Angel, no dejaba de ser un establecimiento para adultos. Nada preparado para niños. Y él de buenas a primeras sabía cómo podía ser un jugador ebrio y perdedor de violento. Tan solo poner un pie dentro del lugar ya los recibieron ellas; Las Huskettes. Sus empleadas principales y sus acompañantes en sus tiempos como overlord que vestían con colores similares a los suyos mientras mantenían una temática de vestimenta mágica y felina. Una sonrisa le dedicó a una junto con un pequeño guiño mientras tomaba entre sus manos un vaso de licor. Aunque la idea beber hasta el hartazgo era tentadora, se mantenía firme en que no sucediera solo porque estaba con sus hijos. — Por aquí — Le dijo a los menores y es que otras de las Huskettes ya había preparado una mesa para él. Dejando que los niños se sentaran en los pequeños taburetes mientras la trabajadora los entretenía con juegos de cartas, por supuesto, nada difícil para dos pequeños y, con aún más obviedad, sin apuestas de por medio. Incluso algún pequeño truco de cartas al barajar les hizo para mantenerlos aún más entretenidos mientras él, bebiendo, aguardaba por la llegada de [Grumpyspid3r]
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    I am your ghost, a fallen angel
    You ripped out all my parts

    I hope you know we had everything
    When you broke me and left these pieces

    I want you to hurt like you hurt me today
    I want you to loose like I loose when I play

    https://open.spotify.com/track/5tmUbIzKkwS2ggcdu9sohl?si=d498bea7af914443
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  • Fue una noche larga. Demasiado. Pero ahora más que nunca le constaba que debía ser el pilar y el soporte, más no solo de Angel, sino también de sus hijos.
    Como no podía ser de otra forma, ambos se despertaron demasiadas ocasiones en la noche, asustados, miedosos, inseguros... No le extrañaba que aquella noche y las posteriores ambos tuvieran pesadillas. Había sido demasiado para dos niños tan pequeños... Pero también se sabía culpable de esos acontecimientos.

    Los amaba, demasiado, igual que Angel. Y, al igual que su prometido, había criado a esos dos pequeños en una esfera de cristal demasiado frágil para el infernal mundo en el que ahora vivían. Creer que podrían mantener aquella inocencia por mucho tiempo fue, no solo egoísta, sino estúpido.
    ¿Las consecuencias? Allí estaba. Dos niños cuya ilusión se había desmoronado y ahora, desamparados, deberían enfrentarse a la crueldad del infierno sin haber tenido las herramientas necesarias para hacerlo. Y, para empeorar aún más la situación, Angel no se había sentido precisamente bien.

    La falta de sueño le estaba pasando factura ahora, pero se negaba a rendirse ante el sueño. Tras revisar los vendajes que mantenían en su sitio las alas de su pequeña, se quedó recostado a su lado en la cama. Ambos pequeños volviendo a dormir y no los culpaba.
    Los observó con cansancio angustioso. Casi pensativo... Entonces extendió una mano, tomando su celular que rara vez usaba y ni hablar de tenerlo encima. También debió de ponerse sus lentes para poder ver apropiadamente una letra tan pequeña... ¿Quién demonios había inventado ese sistema de mierda? También se había tomado el atrevimiento de tomar el móvil de Angel, rebuscando entre sus contactos hasta que encontró a quien buscaba.
    Tomando una foto de los niños, descansando, procedió a enviar la foto a Arackniss con un único texto que acompañaba la imagen con un "Estarán bien". No era idiota, a pesar de su actuada diferencia el día anterior, se había dado cuenta del aprecio por sus hijos.
    Fue una noche larga. Demasiado. Pero ahora más que nunca le constaba que debía ser el pilar y el soporte, más no solo de Angel, sino también de sus hijos. Como no podía ser de otra forma, ambos se despertaron demasiadas ocasiones en la noche, asustados, miedosos, inseguros... No le extrañaba que aquella noche y las posteriores ambos tuvieran pesadillas. Había sido demasiado para dos niños tan pequeños... Pero también se sabía culpable de esos acontecimientos. Los amaba, demasiado, igual que Angel. Y, al igual que su prometido, había criado a esos dos pequeños en una esfera de cristal demasiado frágil para el infernal mundo en el que ahora vivían. Creer que podrían mantener aquella inocencia por mucho tiempo fue, no solo egoísta, sino estúpido. ¿Las consecuencias? Allí estaba. Dos niños cuya ilusión se había desmoronado y ahora, desamparados, deberían enfrentarse a la crueldad del infierno sin haber tenido las herramientas necesarias para hacerlo. Y, para empeorar aún más la situación, Angel no se había sentido precisamente bien. La falta de sueño le estaba pasando factura ahora, pero se negaba a rendirse ante el sueño. Tras revisar los vendajes que mantenían en su sitio las alas de su pequeña, se quedó recostado a su lado en la cama. Ambos pequeños volviendo a dormir y no los culpaba. Los observó con cansancio angustioso. Casi pensativo... Entonces extendió una mano, tomando su celular que rara vez usaba y ni hablar de tenerlo encima. También debió de ponerse sus lentes para poder ver apropiadamente una letra tan pequeña... ¿Quién demonios había inventado ese sistema de mierda? También se había tomado el atrevimiento de tomar el móvil de Angel, rebuscando entre sus contactos hasta que encontró a quien buscaba. Tomando una foto de los niños, descansando, procedió a enviar la foto a [Grumpyspid3r] con un único texto que acompañaba la imagen con un "Estarán bien". No era idiota, a pesar de su actuada diferencia el día anterior, se había dado cuenta del aprecio por sus hijos.
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  • El bar, al igual que el hall del hotel, quedaron en absoluto silencio tras la partida de Lucifer. Sólo el tintinear de los hielos contra el vidrio del vaso era audible cuando él jugaba con el mismo entre sus manos.
    Aún sentado en el taburete de aquel bar tan desolado como el hotel, había su brazo libre en la barra y recargado su rostro en su mano mientras, distraídamente, observaba el licor a medio beber en el vaso. El líquido ondeaba en círculos paralelos a los movimientos que él hacía con el recipiente en su mano. Suspiró sin darse cuenta. Su mente divagando más allá del presente. Hacia el pasado, pero no uno muy lejano. Tan solo hacía unos minutos atrás ¿Quién sabía si menos?
    Sin embargo, pronto su mente terminó recordando la melodía de un violín. El canto angelical que acompañaba una suave melodía tocada a dueto por dos armoniosos instrumentos. Un brillo dorado que había acabado por iluminar el ambiente incluso más que cualquier luz que pudo alguna vez haber visto.

    — Mmm mmm... — Pronto se encontró a sí mismo tarareando, aunque tal vez no fue del todo consciente que lo hacía. Su sombra bajo sus pies, escurriéndose en la pared a su lado, observándolo con expresión confundida y ladeando la cabeza. Intentando verle a los ojos pero él no parecía notario. Su mirada en el licor que todavía hacía girar en su vaso mientras observaba sin mirar. Su mente divagando más allá.
    La sombra insistió, pasando a estar frente a él, incluso una mano agitó en sus narices pero, otra vez él no lo notó. O tal vez sí esta segunda vez pero no le importó. Apoyó el vaso en la barra y, sin levantarse, le dio la espalda para apoyarse sutilmente en la misma. Su mirada ahora perdida en el piano y sus oídos parecieron reproducir la suave melodía. Por un momento incluso sus ojos lo engañaron con la ilusión de la magia sucedida alrededor del instrumento.

    Apoyando un brazo en la barra y recargando su rostro en el piano, volvió a pensar en silencio.
    Volvió a recordar y, poco después, dejó escapar una suave risa silenciosa.

    — My radiant beam in the night
    I don't need no light to see you
    Shine
    It's your golden hour (oh)
    You slow down tiilime
    In your golden hour (oh) —

    Comenzó a tararear en voz baja de forma distraída con suave sonrisa.
    El bar, al igual que el hall del hotel, quedaron en absoluto silencio tras la partida de Lucifer. Sólo el tintinear de los hielos contra el vidrio del vaso era audible cuando él jugaba con el mismo entre sus manos. Aún sentado en el taburete de aquel bar tan desolado como el hotel, había su brazo libre en la barra y recargado su rostro en su mano mientras, distraídamente, observaba el licor a medio beber en el vaso. El líquido ondeaba en círculos paralelos a los movimientos que él hacía con el recipiente en su mano. Suspiró sin darse cuenta. Su mente divagando más allá del presente. Hacia el pasado, pero no uno muy lejano. Tan solo hacía unos minutos atrás ¿Quién sabía si menos? Sin embargo, pronto su mente terminó recordando la melodía de un violín. El canto angelical que acompañaba una suave melodía tocada a dueto por dos armoniosos instrumentos. Un brillo dorado que había acabado por iluminar el ambiente incluso más que cualquier luz que pudo alguna vez haber visto. — Mmm mmm... — Pronto se encontró a sí mismo tarareando, aunque tal vez no fue del todo consciente que lo hacía. Su sombra bajo sus pies, escurriéndose en la pared a su lado, observándolo con expresión confundida y ladeando la cabeza. Intentando verle a los ojos pero él no parecía notario. Su mirada en el licor que todavía hacía girar en su vaso mientras observaba sin mirar. Su mente divagando más allá. La sombra insistió, pasando a estar frente a él, incluso una mano agitó en sus narices pero, otra vez él no lo notó. O tal vez sí esta segunda vez pero no le importó. Apoyó el vaso en la barra y, sin levantarse, le dio la espalda para apoyarse sutilmente en la misma. Su mirada ahora perdida en el piano y sus oídos parecieron reproducir la suave melodía. Por un momento incluso sus ojos lo engañaron con la ilusión de la magia sucedida alrededor del instrumento. Apoyando un brazo en la barra y recargando su rostro en el piano, volvió a pensar en silencio. Volvió a recordar y, poco después, dejó escapar una suave risa silenciosa. — My radiant beam in the night I don't need no light to see you Shine It's your golden hour (oh) You slow down tiilime In your golden hour (oh) — Comenzó a tararear en voz baja de forma distraída con suave sonrisa.
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    A partir de ahora Luna ya no será hija única, si no gemela de Angelina Granger debido a una discusión llevan tres meses sin verse y tampoco se hablan.
    Tampoco seguirá siendo una mujer lobo, igual que su gemela en secreto es una caza vampiros.
    Proviene de una familia que lleva muchos años dando caza y asesinando a vampiros.
    A partir de ahora Luna ya no será hija única, si no gemela de Angelina Granger debido a una discusión llevan tres meses sin verse y tampoco se hablan. Tampoco seguirá siendo una mujer lobo, igual que su gemela en secreto es una caza vampiros. Proviene de una familia que lleva muchos años dando caza y asesinando a vampiros.
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  • "The temptation fruit, the fallen angel, the king of hell...
    Many titles but only once to remember:

    Lucifer, the morning star."
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  • - Sean bienvenidos al hotel blah blah blah en donde yo un angel los ayudare de remi-blah blah blah... solo quiero mi sueldo, ok?
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  • No pasó una buena noche. En los años que pasó en el infierno posterior a su muerte (e incluso en vida los últimos años de vida gracias al alcohol), había logrado olvidar por completo los terrores que debió vivir en la segunda guerra mundial.
    Sin embargo, con la llegada de Alessio y la discusión con Angel, los recuerdos volvieron a su mente atormentandolo incluso dormido.

    Incluso esa mañana antes de despertar, aún consumido en las pesadillas, su cuerpo tembló y se contrajo.
    Su mente reproduciendole los recuerdos en los campos de concentración. Los maltratos, la extorsión, las torturas, el hambre, el sueño... El dolor.
    Su mente le producía con perfecta claridad y sumo de detalles todo lo que había tenido que sufrir aquellos años encerrado y aislado en aquel lugar. Cuántas veces consideró el suicidio como método de escape pero resignandose a soportar solo por la única persona que amaba.
    Aún siendo temprano en la mañana, cuando en sus recuerdos recordó demasiadas manos sobre él, se levantó de un sobresalto.

    Sentado en la cama, se encontró con el pelaje húmedo por la transpiración y las lágrimas que, sin percatarse, se habían escapado de sus ojos.
    Miró una de sus manos, manos demoníacas recordándole que estaba en el infierno, que temblaba de forma casi descontrolada como todo su cuerpo. Jadeaba, sintiendo la falta de aire en sus pulmones en lo que parecía un ataque de pánico.
    En un intento por calmarse, con sus orejas abajo, abrazó sus propias piernas cubriéndose con sus alas también. Incluso su propia cola se enrolló en sus pies
    No pasó una buena noche. En los años que pasó en el infierno posterior a su muerte (e incluso en vida los últimos años de vida gracias al alcohol), había logrado olvidar por completo los terrores que debió vivir en la segunda guerra mundial. Sin embargo, con la llegada de Alessio y la discusión con Angel, los recuerdos volvieron a su mente atormentandolo incluso dormido. Incluso esa mañana antes de despertar, aún consumido en las pesadillas, su cuerpo tembló y se contrajo. Su mente reproduciendole los recuerdos en los campos de concentración. Los maltratos, la extorsión, las torturas, el hambre, el sueño... El dolor. Su mente le producía con perfecta claridad y sumo de detalles todo lo que había tenido que sufrir aquellos años encerrado y aislado en aquel lugar. Cuántas veces consideró el suicidio como método de escape pero resignandose a soportar solo por la única persona que amaba. Aún siendo temprano en la mañana, cuando en sus recuerdos recordó demasiadas manos sobre él, se levantó de un sobresalto. Sentado en la cama, se encontró con el pelaje húmedo por la transpiración y las lágrimas que, sin percatarse, se habían escapado de sus ojos. Miró una de sus manos, manos demoníacas recordándole que estaba en el infierno, que temblaba de forma casi descontrolada como todo su cuerpo. Jadeaba, sintiendo la falta de aire en sus pulmones en lo que parecía un ataque de pánico. En un intento por calmarse, con sus orejas abajo, abrazó sus propias piernas cubriéndose con sus alas también. Incluso su propia cola se enrolló en sus pies
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  • Su padre, Norman Osborn.
    Fandom Spiderman
    Categoría Romance
    STARTER PARA Norman Osborn

    Parque Midtown. 16:41 h.

    El cielo tenía un color gris, casi violeta que anunciaba una tarde indecisa. El viento, moviendo las copas de los árboles.

    Angelique caminaba con las manos hundidas en los bolsillos de su sudadera, el cabello oscuro cayendo en mechones rebeldes que le rozaban las mejillas cada vez que inclinaba la cabeza.

    Harry caminaba a su lado, medio metro por detrás, como siempre. Él hablaba; ella escuchaba sin que lo pareciera.

    —…y entonces Peter me dice que no entiende cómo funciona el nuevo microprocesador del club, ¡cuando yo llevo semanas diciéndole que si no estudia los fundamentos no hay nada que hacer! —Harry rió, un poco demasiado fuerte para el silencio del parque—. En serio, a veces creo que le falta un algo.

    Angelique levantó apenas la mirada, observándolo desde un ángulo casi imperceptible.

    —¿Solo un algo? —respondió, seca, aunque sus labios se levantaron apenas, sonriendo.

    Harry pareció reconfortarse con aquello. Con ella siempre se conformaba con poco.

    Caminaron unos metros más. Había niños jugando en un columpio, ancianos, un perro que olfateaba desesperadamente un arbusto. Todo extremadamente normal. Demasiado normal para el nudo que empezaba a formarse en el estómago de Angelique.

    Harry se aclaró la garganta.
    Ese sonido, esa forma de tensarse, ella ya la conocía.

    —Oye, An…
    Silencio.
    Angelique siguió caminando, sin prisa, como si no le hubiera escuchado.

    —An —repitió él, más bajo.
    Ella giró ligeramente la cabeza.

    —¿Qué pasa?

    Harry metió las manos en los bolsillos, nervioso, pero también entusiasmado. Había algo de niño pequeño a punto de revelar un secreto que lleva guardado demasiado tiempo.

    —Mi padre quiere conocerte.

    Angelique se detuvo.

    Harry la adelantó un paso, sorprendido por su reacción, y luego retrocedió para colocarse frente a ella.

    —¿En serio? —preguntó ella con voz suave, casi confusa.

    —Sí. Le... le hablé de ti. Y ya que insististe pues... Bueno, le has llamado la atención al Sr. Trabajo. Así que... bueno... —Se frotó la nuca—. Sé que soy muy pesado hablándote de él y entiendo que quieras conocer al Mandamás. Así que, considérate una privilegiada.

    Angelique arqueó una ceja.

    —¿Privilegiada?

    —Ya sabes cómo es él —mintió Harry. Porque Angelique no sabía cómo era él, no realmente—. Le gusta saber quién forma parte de mi vida. Dice que rodearse de mentes brillantes es crucial para crecer.

    Angelique bajó la mirada. “Mentes brillantes.”
    Ella no se consideraba una.
    Pero Norman Osborn…

    —La semana que viene.

    —¿La semana que viene?

    —Vamos... ¡No me digas que ahora te echas para atrás!

    Ella no contestó. Caminaron unos pasos más hasta un banco vacío. Angelique se dejó caer en un extremo, cruzando una pierna sobre la otra, ajustándose la manga.

    Harry se sentó a su lado, inclinándose hacia adelante con los codos sobre las rodillas.

    —Puedes decir que no —murmuró.

    Angelique lo miró.

    —Voy a ir —dijo.

    —Vas a encantarle.

    Angelique apartó la mirada hacia el camino del parque.

    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻

    Residencia Osborn. 18:59 h.

    El vestíbulo era amplio, impecable, envuelto en el perfume tenue de madera tratada. Todo brillaba. Todo estaba ordenado.

    Angelique se quedó de pie, con la mochila colgando suavemente de un hombro, mientras Harry se alejaba escaleras arriba para avisar a su padre.

    Su reflejo apareció fugazmente en una superficie de mármol pulido: negra de pies a cabeza, una sombra entre los tonos beige y dorados del hogar Osborn. El vestido negro caía hasta cubrirle los muslos; sus piernas desnudas, los zapatos a conjunto.

    Y entonces lo oyó: pasos. Sus pasos.

    Angelique levantó lentamente la cabeza hacia el pasillo de la derecha. Y Norman Osborn apareció.

    Traje oscuro perfectamente ceñido, camisa impoluta, la mirada más penetrante que ella había visto en su vida.

    No era simplemente un hombre imponente. Era un hombre acostumbrado a que la gente dejara de hablar al verlo. Un depredador elegante. Una mente que medía antes de actuar.

    Sus ojos tardaron exactamente un segundo en posarse sobre ella.

    Se detuvo a unos pasos de distancia, examinándola sin disimularlo.

    STARTER PARA [GREEN_GOBLIN] Parque Midtown. 16:41 h. El cielo tenía un color gris, casi violeta que anunciaba una tarde indecisa. El viento, moviendo las copas de los árboles. Angelique caminaba con las manos hundidas en los bolsillos de su sudadera, el cabello oscuro cayendo en mechones rebeldes que le rozaban las mejillas cada vez que inclinaba la cabeza. Harry caminaba a su lado, medio metro por detrás, como siempre. Él hablaba; ella escuchaba sin que lo pareciera. —…y entonces Peter me dice que no entiende cómo funciona el nuevo microprocesador del club, ¡cuando yo llevo semanas diciéndole que si no estudia los fundamentos no hay nada que hacer! —Harry rió, un poco demasiado fuerte para el silencio del parque—. En serio, a veces creo que le falta un algo. Angelique levantó apenas la mirada, observándolo desde un ángulo casi imperceptible. —¿Solo un algo? —respondió, seca, aunque sus labios se levantaron apenas, sonriendo. Harry pareció reconfortarse con aquello. Con ella siempre se conformaba con poco. Caminaron unos metros más. Había niños jugando en un columpio, ancianos, un perro que olfateaba desesperadamente un arbusto. Todo extremadamente normal. Demasiado normal para el nudo que empezaba a formarse en el estómago de Angelique. Harry se aclaró la garganta. Ese sonido, esa forma de tensarse, ella ya la conocía. —Oye, An… Silencio. Angelique siguió caminando, sin prisa, como si no le hubiera escuchado. —An —repitió él, más bajo. Ella giró ligeramente la cabeza. —¿Qué pasa? Harry metió las manos en los bolsillos, nervioso, pero también entusiasmado. Había algo de niño pequeño a punto de revelar un secreto que lleva guardado demasiado tiempo. —Mi padre quiere conocerte. Angelique se detuvo. Harry la adelantó un paso, sorprendido por su reacción, y luego retrocedió para colocarse frente a ella. —¿En serio? —preguntó ella con voz suave, casi confusa. —Sí. Le... le hablé de ti. Y ya que insististe pues... Bueno, le has llamado la atención al Sr. Trabajo. Así que... bueno... —Se frotó la nuca—. Sé que soy muy pesado hablándote de él y entiendo que quieras conocer al Mandamás. Así que, considérate una privilegiada. Angelique arqueó una ceja. —¿Privilegiada? —Ya sabes cómo es él —mintió Harry. Porque Angelique no sabía cómo era él, no realmente—. Le gusta saber quién forma parte de mi vida. Dice que rodearse de mentes brillantes es crucial para crecer. Angelique bajó la mirada. “Mentes brillantes.” Ella no se consideraba una. Pero Norman Osborn… —La semana que viene. —¿La semana que viene? —Vamos... ¡No me digas que ahora te echas para atrás! Ella no contestó. Caminaron unos pasos más hasta un banco vacío. Angelique se dejó caer en un extremo, cruzando una pierna sobre la otra, ajustándose la manga. Harry se sentó a su lado, inclinándose hacia adelante con los codos sobre las rodillas. —Puedes decir que no —murmuró. Angelique lo miró. —Voy a ir —dijo. —Vas a encantarle. Angelique apartó la mirada hacia el camino del parque. ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻ Residencia Osborn. 18:59 h. El vestíbulo era amplio, impecable, envuelto en el perfume tenue de madera tratada. Todo brillaba. Todo estaba ordenado. Angelique se quedó de pie, con la mochila colgando suavemente de un hombro, mientras Harry se alejaba escaleras arriba para avisar a su padre. Su reflejo apareció fugazmente en una superficie de mármol pulido: negra de pies a cabeza, una sombra entre los tonos beige y dorados del hogar Osborn. El vestido negro caía hasta cubrirle los muslos; sus piernas desnudas, los zapatos a conjunto. Y entonces lo oyó: pasos. Sus pasos. Angelique levantó lentamente la cabeza hacia el pasillo de la derecha. Y Norman Osborn apareció. Traje oscuro perfectamente ceñido, camisa impoluta, la mirada más penetrante que ella había visto en su vida. No era simplemente un hombre imponente. Era un hombre acostumbrado a que la gente dejara de hablar al verlo. Un depredador elegante. Una mente que medía antes de actuar. Sus ojos tardaron exactamente un segundo en posarse sobre ella. Se detuvo a unos pasos de distancia, examinándola sin disimularlo.
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