• [22:48 h | Ostia – Zona industrial abandonada | Encargo simple]

    Salí de casa de Angela para hacer un encargo como de costumbre.
    Llevo botas negras, la Glock silenciada pegada al costado y un cuchillo en la bota derecha. A las 22:33 el primer hombre cae con un tiro limpio a la garganta. Al segundo lo dejo sin aire, golpe seco al esternón y rodillazo al cuello. Me limpio las manos en su camiseta.

    Miro el reloj. A las 22:41 ya estoy saliendo.

    Cruzo el pasillo entre cajas cuando noto algo raro. Levanto el arma y giro.

    Nada.

    Avanzo y luego se escucha un chasquido metálico.

    Y entonces algo me cubre la cara.

    Tela y gas. Reacción inmediata: aguanto el aire y doy un codazo. Siento un puñetazo seco en el estómago por lo que me doblo. Trato de girarme, pero me agarran fuerte. Escucho su voz justo antes de perder el equilibrio.

    —Ahora vas a saber lo que es no tener el control, bambina.

    Intento gritar pero no me sale. Todo se pone borroso y el corazón me late a cien. Escucho cajas caer, mis botas arrastrarse, la tela del pasamontañas. Luego nada.



    [??? | Lugar desconocido | Hora indeterminada]

    Me despierto con las muñecas atadas a una silla. Metal frío y sangre en el labio. Una herida en la ceja que me molesta.

    No hay ventanas.

    Solo él de pie y fumando.

    —¿Ves? Hasta tú te despistas.
    —No por mucho tiempo —le escupo.

    Se acerca y me da una bofetada fuerte. No me duele tanto como me enciende por dentro.

    —¿Sabes por qué lo hago así? Porque sé que no te da miedo morir.
    Pero sí te jode fallar y que te atrapen. Que alguien te vea débil.

    Le mantengo la mirada. Aunque se me cae un hilo de sangre por la comisura.

    —Tienes razón —digo despacio—.
    Pero más me va a joder cuando te mate.

    Se ríe y se gira. Apara el cigarro en el suelo y sale.

    Y yo me quedo allí. Calculando. Sintiendo cómo las marcas en las muñecas empiezan a abrirse.
    Y quizás con algo de miedo por primera vez por no tener a quien me salve.

    [22:48 h | Ostia – Zona industrial abandonada | Encargo simple] Salí de casa de Angela para hacer un encargo como de costumbre. Llevo botas negras, la Glock silenciada pegada al costado y un cuchillo en la bota derecha. A las 22:33 el primer hombre cae con un tiro limpio a la garganta. Al segundo lo dejo sin aire, golpe seco al esternón y rodillazo al cuello. Me limpio las manos en su camiseta. Miro el reloj. A las 22:41 ya estoy saliendo. Cruzo el pasillo entre cajas cuando noto algo raro. Levanto el arma y giro. Nada. Avanzo y luego se escucha un chasquido metálico. Y entonces algo me cubre la cara. Tela y gas. Reacción inmediata: aguanto el aire y doy un codazo. Siento un puñetazo seco en el estómago por lo que me doblo. Trato de girarme, pero me agarran fuerte. Escucho su voz justo antes de perder el equilibrio. —Ahora vas a saber lo que es no tener el control, bambina. Intento gritar pero no me sale. Todo se pone borroso y el corazón me late a cien. Escucho cajas caer, mis botas arrastrarse, la tela del pasamontañas. Luego nada. ⸻ [??? | Lugar desconocido | Hora indeterminada] Me despierto con las muñecas atadas a una silla. Metal frío y sangre en el labio. Una herida en la ceja que me molesta. No hay ventanas. Solo él de pie y fumando. —¿Ves? Hasta tú te despistas. —No por mucho tiempo —le escupo. Se acerca y me da una bofetada fuerte. No me duele tanto como me enciende por dentro. —¿Sabes por qué lo hago así? Porque sé que no te da miedo morir. Pero sí te jode fallar y que te atrapen. Que alguien te vea débil. Le mantengo la mirada. Aunque se me cae un hilo de sangre por la comisura. —Tienes razón —digo despacio—. Pero más me va a joder cuando te mate. Se ríe y se gira. Apara el cigarro en el suelo y sale. Y yo me quedo allí. Calculando. Sintiendo cómo las marcas en las muñecas empiezan a abrirse. Y quizás con algo de miedo por primera vez por no tener a quien me salve.
    0 turnos 0 maullidos
  • No sé qué sentir dios estoy llorando tendré a mi Evangelina o a mi Lysander
    No sé qué sentir dios estoy llorando tendré a mi Evangelina o a mi Lysander
    Me shockea
    1
    38 turnos 0 maullidos
  • ¡Hoy celebramos un cumpleaños en FicRol!
    Angela Di Trapani está de celebración, así que… ¡que lluevan las felicitaciones!

    Un año más de historias, tramas y momentazos por vivir.
    Si le conoces, pásate a dejarle unas palabras. Y si no, ¡quizá sea un buen momento para hacerlo!

    ¡Feliz vuelta al sol, Angela!

    🎉 ¡Hoy celebramos un cumpleaños en FicRol! 🎉 ✨ [haze_orange_shark_766] está de celebración, así que… ¡que lluevan las felicitaciones! 🎂 Un año más de historias, tramas y momentazos por vivir. 💬 Si le conoces, pásate a dejarle unas palabras. Y si no, ¡quizá sea un buen momento para hacerlo! ¡Feliz vuelta al sol, Angela! 🌟
    Me gusta
    Me encocora
    6
    3 turnos 0 maullidos
  • El cielo está cubierto. Roma huele a piedra mojada. En el interior de la pequeña tienda de mascotas, el gato gris duerme hecho una bola sobre una manta roja, ajeno a todo. No maúlla. No se asusta.

    El chico del local me mira raro cuando le digo que lo quiero sin pensarlo dos veces pero mete al gato en un transportín con cuidado. Me explica cosas que no escucho del todo. Solo asiento. Tengo la cabeza en otra parte.

    Cuando salgo, el animal me observa desde dentro con esos ojos redondos que parecen preguntar si esto va en serio. Le doy un pequeño golpecito con los nudillos al borde del transportín.

    —Tranquilo. Ella sabrá cuidarte mejor que nadie.

    Camino hasta el portal de Angela. Aún falta un poco para que sea oficialmente su cumpleaños, pero no voy a esperar. Las cosas importantes no siempre llegan a tiempo. A veces llegan un poco antes.

    Subo y toco el timbre esperando.

    Angela Di Trapani
    El cielo está cubierto. Roma huele a piedra mojada. En el interior de la pequeña tienda de mascotas, el gato gris duerme hecho una bola sobre una manta roja, ajeno a todo. No maúlla. No se asusta. El chico del local me mira raro cuando le digo que lo quiero sin pensarlo dos veces pero mete al gato en un transportín con cuidado. Me explica cosas que no escucho del todo. Solo asiento. Tengo la cabeza en otra parte. Cuando salgo, el animal me observa desde dentro con esos ojos redondos que parecen preguntar si esto va en serio. Le doy un pequeño golpecito con los nudillos al borde del transportín. —Tranquilo. Ella sabrá cuidarte mejor que nadie. Camino hasta el portal de Angela. Aún falta un poco para que sea oficialmente su cumpleaños, pero no voy a esperar. Las cosas importantes no siempre llegan a tiempo. A veces llegan un poco antes. Subo y toco el timbre esperando. [haze_orange_shark_766]
    20 turnos 0 maullidos
  • Amo demasiado lo cómodo que es cada cosa de la casa de Angela
    Amo demasiado lo cómodo que es cada cosa de la casa de Angela
    Me gusta
    Me encocora
    4
    2 turnos 0 maullidos
  • ¿Adivinen quién decidió hacer una semejante estupidez y lastimar a la persona más buena y pura del mundo, solo porque se le ocurrió que se había aburrido?

    Eres una persona horrible, esa cara de angelito que tienes no te hace justicia ¿Qué necesidad tenías? ¿Eh? Encima te das el lujito de ignorar y bloquear.
    Qué asco.

    ¿Quién quiere oir el chisme completo?
    ¿Adivinen quién decidió hacer una semejante estupidez y lastimar a la persona más buena y pura del mundo, solo porque se le ocurrió que se había aburrido? Eres una persona horrible, esa cara de angelito que tienes no te hace justicia ¿Qué necesidad tenías? ¿Eh? Encima te das el lujito de ignorar y bloquear. Qué asco. ¿Quién quiere oir el chisme completo?
    Me shockea
    1
    13 turnos 0 maullidos
  • Angela me dejó frente al portal hace media hora. Iba a tomar café con su amiga. Tiempo justo para que yo viniera a buscar unos papeles, ropa, la Glock con silenciador y poco más. También coger a Lunetta

    Entro como siempre, viendo todo en orden. Cierro la puerta, dejo el abrigo en el perchero, me recojo el pelo en una coleta rápida y voy directo al dormitorio. Saco la caja de munición de la estantería y la meto en la bolsa negra. Me agacho para buscar la pistola detrás del doble fondo de la cómoda.

    Y entonces escucho el sonido. Una respiración.

    Me congelo y me levanto despacio girándome. Lo veo.

    Está en el pasillo.
    Apoyado en la pared como si fuera su puta casa.

    Mi padre.

    Más delgado, con la barba sucia, los ojos más hundidos, pero igual.
    La misma mirada.

    —¿No vas a saludar, bambina?

    No digo nada ni me muevo. Él da un paso. Yo otro hacia atrás.

    —Te tomaste tu tiempo —escupo.
    —Tú también —dice él—. Doce años es mucho, ¿no crees?

    —Te lo merecías.

    Sonríe. Esa sonrisa ladeada que me dan ganas de borrarle de un puñetazo.

    —Me entregaste. A los doce. ¿Te acuerdas?
    —No me olvido de lo que hice bien.

    Él asiente despacio. Se saca un cuchillo pequeño del bolsillo del abrigo.

    —No vengo a matarte aún. Solo quería que supieras que estoy de vuelta.
    —Te metiste solo en ese agujero. Yo solo abrí la puerta.

    —Y ahora te la vengo a cerrar —dice.

    Se me lanza encima antes de que reaccione. Me cubro el costado pero el cuchillo me roza por debajo de la costilla izquierda. No es profundo, pero me quema al instante. Me echo hacia atrás, le doy una patada en la rodilla, lo desestabilizo, cojo la lámpara de la mesita y se la estampo en la cabeza. No lo dejo caer. Le clavo la rodilla en el pecho y él se ríe con la sangre en los labios.

    —Esto es solo el principio.

    Se levanta como puede. Cojea, pero sale por la ventana de la cocina. La dejó semiabierta, el muy desgraciado.

    Respiro agitada. Me miro la camiseta. Rota y manchada de rojo.
    La herida no es grave, pero sangra. Me limpio como puedo vendándome el torso y me pongo una camisa nueva encima. Todo limpio.

    Pienso en llamar a Angela. No sé si debería contárselo, así que espero a que acabe y me recoja. Ya decidiré si se lo digo o no.
    Angela me dejó frente al portal hace media hora. Iba a tomar café con su amiga. Tiempo justo para que yo viniera a buscar unos papeles, ropa, la Glock con silenciador y poco más. También coger a Lunetta Entro como siempre, viendo todo en orden. Cierro la puerta, dejo el abrigo en el perchero, me recojo el pelo en una coleta rápida y voy directo al dormitorio. Saco la caja de munición de la estantería y la meto en la bolsa negra. Me agacho para buscar la pistola detrás del doble fondo de la cómoda. Y entonces escucho el sonido. Una respiración. Me congelo y me levanto despacio girándome. Lo veo. Está en el pasillo. Apoyado en la pared como si fuera su puta casa. Mi padre. Más delgado, con la barba sucia, los ojos más hundidos, pero igual. La misma mirada. —¿No vas a saludar, bambina? No digo nada ni me muevo. Él da un paso. Yo otro hacia atrás. —Te tomaste tu tiempo —escupo. —Tú también —dice él—. Doce años es mucho, ¿no crees? —Te lo merecías. Sonríe. Esa sonrisa ladeada que me dan ganas de borrarle de un puñetazo. —Me entregaste. A los doce. ¿Te acuerdas? —No me olvido de lo que hice bien. Él asiente despacio. Se saca un cuchillo pequeño del bolsillo del abrigo. —No vengo a matarte aún. Solo quería que supieras que estoy de vuelta. —Te metiste solo en ese agujero. Yo solo abrí la puerta. —Y ahora te la vengo a cerrar —dice. Se me lanza encima antes de que reaccione. Me cubro el costado pero el cuchillo me roza por debajo de la costilla izquierda. No es profundo, pero me quema al instante. Me echo hacia atrás, le doy una patada en la rodilla, lo desestabilizo, cojo la lámpara de la mesita y se la estampo en la cabeza. No lo dejo caer. Le clavo la rodilla en el pecho y él se ríe con la sangre en los labios. —Esto es solo el principio. Se levanta como puede. Cojea, pero sale por la ventana de la cocina. La dejó semiabierta, el muy desgraciado. Respiro agitada. Me miro la camiseta. Rota y manchada de rojo. La herida no es grave, pero sangra. Me limpio como puedo vendándome el torso y me pongo una camisa nueva encima. Todo limpio. Pienso en llamar a Angela. No sé si debería contárselo, así que espero a que acabe y me recoja. Ya decidiré si se lo digo o no.
    40 turnos 0 maullidos
  • Estoy con su camisa puesta y sentada en la cama de su habitación mientras ella se ducha.

    Entonces me vibra el móvil con un número oculto.

    Frunzo el ceño. No contesto nunca llamadas privadas, pero algo raro me pica, así que acepto.

    —¿Sí?

    Silencio. Luego se escucha una respiración lenta que me pone tensa.

    —Ciao, bambina.

    El corazón se me congela al instante. Esa voz la reconozco. No puede ser.

    No dice su nombre, pero no hace falta. Me cuesta tragar y me quedo de pie sin darme cuenta. Me falta el aire, pero no lo muestro.

    —¿Quién eres?

    Ya lo sé. Lo sé desde que abrió la boca. Esa forma de arrastrar las palabras.

    Se ríe muy bajo.

    —Solo quería saber si sigues viva.

    Me quedo helada. No contesto y siento que me arde algo por dentro, en la base del pecho.

    Cuelgo.

    La pantalla queda negra y me quedo mirando el reflejo en ella. No me reconozco por un segundo.

    Justo en ese momento escucho como se abre la puerta del baño dejando ver a Angela. Por lo que finjo que nada ha pasado y simplemente sonrío al verla.
    Estoy con su camisa puesta y sentada en la cama de su habitación mientras ella se ducha. Entonces me vibra el móvil con un número oculto. Frunzo el ceño. No contesto nunca llamadas privadas, pero algo raro me pica, así que acepto. —¿Sí? Silencio. Luego se escucha una respiración lenta que me pone tensa. —Ciao, bambina. El corazón se me congela al instante. Esa voz la reconozco. No puede ser. No dice su nombre, pero no hace falta. Me cuesta tragar y me quedo de pie sin darme cuenta. Me falta el aire, pero no lo muestro. —¿Quién eres? Ya lo sé. Lo sé desde que abrió la boca. Esa forma de arrastrar las palabras. Se ríe muy bajo. —Solo quería saber si sigues viva. Me quedo helada. No contesto y siento que me arde algo por dentro, en la base del pecho. Cuelgo. La pantalla queda negra y me quedo mirando el reflejo en ella. No me reconozco por un segundo. Justo en ese momento escucho como se abre la puerta del baño dejando ver a Angela. Por lo que finjo que nada ha pasado y simplemente sonrío al verla.
    Me gusta
    2
    59 turnos 0 maullidos
  • Si el clima está nublado y hace frío automáticamente preparo chocolate caliente y envolverme en unas mantitas y ver mi pobre angelito como dicen el sábado perfecto
    Si el clima está nublado y hace frío automáticamente preparo chocolate caliente y envolverme en unas mantitas y ver mi pobre angelito como dicen el sábado perfecto
    Me gusta
    Me encocora
    4
    9 turnos 0 maullidos
  • 𝐄𝐏𝐇𝐑𝐀𝐈𝐌 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃𝐇𝐀𝐑𝐓 — Una extraña entidad aparece a veces entre sueños, se la reconoce por su túnica blanca, luminosa en la penumbra del mundo onírico, y por una máscara que cubre la mitad de su rostro, una máscara ciega, sin aberturas, como si mirar el mundo fuera innecesario para quien ya ha visto demasiado.
    Aquellos pocos que han tenido la fortuna —o la desgracia— de contemplarlo sin ella, hablan de un rostro juvenil, sereno, casi angelical, que contradice la vastedad incomprensible de su intelecto. Pero sus ojos… sus ojos no pertenecen a ese rostro. En ellos habita la locura, la devoción absoluta, la obsesión insondable.

    ¿Y qué hay que saber de él? No es más que una chispa de conciencia errante, una entidad menor en términos cósmicos, pero con siglos de obsesión acumulada. Viaja de sueño en sueño, cruzando la delgada membrana entre las mentes de los durmientes, como una brisa cargada de secretos. Encontrárselo no es imposible: tal vez lo encuentres en tus sueños como un personaje secundario. Ha vivido de esta manera por más de tres siglos, si es que puede llamarse vida.

    En su juventud, cuando aún conservaba un cuerpo físico, dedicó cada latido de su existencia a Ebrietas. La adoraba. Anhelaba la atención, su aprobación de su queria Grande. Quería volverse digno de Ella, quería convertirse en un ser tan divino como Los Grandes.
    Fue por eso que abandonó el mundo físico. ¿Qué valor tiene la carne, si es frágil? Comer, dormir, respirar… eran molestias triviales. Así, se dejó caer en un sueño profundo y sin fin, permitiendo que su cuerpo se pudriera con los años, olvidado en algún rincón de la realidad. Pero su mente siguió viva, atravesando los reinos oníricos. Allí, continúa buscando señales de Ebrietas, arrastrando consigo a aquellos que considera sus "hijos", sigue investigando. Porque aunque ha renunciado a lo humano, aún está lejos de su objetivo.
    𝐄𝐏𝐇𝐑𝐀𝐈𝐌 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃𝐇𝐀𝐑𝐓 — Una extraña entidad aparece a veces entre sueños, se la reconoce por su túnica blanca, luminosa en la penumbra del mundo onírico, y por una máscara que cubre la mitad de su rostro, una máscara ciega, sin aberturas, como si mirar el mundo fuera innecesario para quien ya ha visto demasiado. Aquellos pocos que han tenido la fortuna —o la desgracia— de contemplarlo sin ella, hablan de un rostro juvenil, sereno, casi angelical, que contradice la vastedad incomprensible de su intelecto. Pero sus ojos… sus ojos no pertenecen a ese rostro. En ellos habita la locura, la devoción absoluta, la obsesión insondable. ¿Y qué hay que saber de él? No es más que una chispa de conciencia errante, una entidad menor en términos cósmicos, pero con siglos de obsesión acumulada. Viaja de sueño en sueño, cruzando la delgada membrana entre las mentes de los durmientes, como una brisa cargada de secretos. Encontrárselo no es imposible: tal vez lo encuentres en tus sueños como un personaje secundario. Ha vivido de esta manera por más de tres siglos, si es que puede llamarse vida. En su juventud, cuando aún conservaba un cuerpo físico, dedicó cada latido de su existencia a Ebrietas. La adoraba. Anhelaba la atención, su aprobación de su queria Grande. Quería volverse digno de Ella, quería convertirse en un ser tan divino como Los Grandes. Fue por eso que abandonó el mundo físico. ¿Qué valor tiene la carne, si es frágil? Comer, dormir, respirar… eran molestias triviales. Así, se dejó caer en un sueño profundo y sin fin, permitiendo que su cuerpo se pudriera con los años, olvidado en algún rincón de la realidad. Pero su mente siguió viva, atravesando los reinos oníricos. Allí, continúa buscando señales de Ebrietas, arrastrando consigo a aquellos que considera sus "hijos", sigue investigando. Porque aunque ha renunciado a lo humano, aún está lejos de su objetivo.
    Me shockea
    Me gusta
    Me endiabla
    12
    1 turno 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados