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    Pʀɪᴍᴜs Mᴀʟᴇғɪᴄᴀʀɪᴜᴍ . ☨ ─────── 〘 C O M U N I Ó N 〙


    ──── En medio de la absoluta oscuridad, una perfecta línea recta de luz se formó sobre el suelo, proyectándose lentamente en un rectángulo junto con el lento avance de la Luna, derramando su platinar sobre la silueta de una mujer, misma que yacía de rodillas, sentada sobre sus talones, y con las palmas descansando sobre sus muslos, en la tradicional postura seiza que mantenía con entera calma y solemnidad.

    El aroma a copal dominaba el ambiente, cargado gentilmente por los haces de humo que se desprendían de los numerosos inciensos repartidos en cuencos ornamentales a ambos costados de la habitación, mismos que la circundaban y envolvían.

    Brillando en la penumbra, a momentos, los pequeños destellos de las brasas lucían como ojos que se centraban en ella y le observaban en todo momento, justo en medio del suelo de la habitación que yacía adornado por un grotesco círculo mágico; el carmín rojo y seco de los trazos delatando la naturaleza del material con el que había sido pintado.

    Sathôna alzó el rostro hacía el enorme ventanal que tenía al frente y por donde aquella cascada de luz de plata caía, con los ojos cerrados y en pleno trance, entreabriendo los labios para dejar escapar de su boca una humareda negra más pesada que el aire, misma que caía por las comisuras de sus labios y su mentón.

    Su figura se impregnaba de las estelas de aquella pesada y opresiva energía, que, para ella en su haber, se sentía ligera y le llenaba de un vigor que resultaba contradictoriamente lacerante; cada corte cicatrizado, cada magulladura aliviada y cada fractura enmendada volvían a derramar los vestigios del punzante calvario por el que el dolor la había hecho pasar.

    No había momento en el cual se sintiera más viva que cuando se sumergía en aquel baño de lamentación, de penosa meditación, al comulgar con Marchosias. Aquella noche, fue distinto. El sufrimiento era el alimento primordial de su alma, misma que lo alquimizaba en ira, de la más pura y tórrida que su corazón pudiese sostener.

    Pero esta vez, hubo algo más: Claridad. Una fresca, afilada y envolvente claridad.

    La bruja morena entreabrió los párpados, y a la par, sus labios se cerraron, no sin antes relamer los remanentes de aquella oscuridad que quedaban sobre los mismos. Pronto, su boca se curvó, y emergiendo del éxtasis, sonrió ante el altar que tenía al frente──una exquisita estatuilla de mediano tamaño tallada en mármol negro, representando a humanos, demonios y ángeles, todos encimados sobre los otros, desesperados, escalando por alcanzar el precioso reloj de arena blanca colocado al centro.

    —La mente y el tiempo tienen algo en común; ambos son excelentes sirvientes, pero pésimos gobernantes. —En reflexión, se estiró para tomar aquel reloj de arena y así girarlo sobre sí mismo, comenzando la cuenta atrás. ¿O sería hacía adelante? Pasado o futuro. ¿Qué más da?

    —Será porque ambos coinciden en un único punto de inflexión, tan crítico como sencillo; la perspectiva. El tiempo se diluye o se concentra, se comprime o se alarga, dependiendo del contexto y la subjetividad, dependiendo de la energía del observador. Y la mente es el prisma perfecto para purificar y concentrar la intención en la percepción, y así volverla luz, u oscuridad.

    Los largos dedos de Sathôna acariciaron la curvatura del anticuado reloj, a momentos tamborileando sobre el cristal, para provocar un tintineo cristalino y melódico con sus largas uñas, mientras observaba la arena fluir y caer. ¿O es que también a momentos parecía regresar a donde estaba?

    —Cada mente es un prisma, con sus propios relieves, y sus propias reglas. Su propio potencial. Y, aun así, nada ni nadie puede existir si no es observado en todo momento, si su existencia no es reconocida en el ahora de cada segundo, de cada minuto, de cada hora, por algo que no sea ellos mismos.

    Una mirada llena de añoranza brilló en los ojos de la mujer, que ahora descansaban su mirar sobre el astro plateado. Calma y resignación le llenaron el corazón, como quien asume que se encuentra en un lugar de donde no puede escapar, aún cuando conoce la salida.

    Súbitamente, aquella mano con la que acariciaba el ornamental reloj tomó el mismo de forma brusca y arrebatada para apretarlo entre sus dedos, reventando cristal y madera como si fuesen ramillas secas.

    Sangre negra emanó de sus heridas, mezclándose con la arena, profanándola, y cayendo sobre la estatuilla, quemando cuál ácido los rostros angustiados de ángeles, hombres y demonios por igual.

    — … Ahora lo único que queda, es detener el tiempo.


    Ambiance: https://youtu.be/ObgtjX98Lpw
    Pʀɪᴍᴜs Mᴀʟᴇғɪᴄᴀʀɪᴜᴍ . ☨ ─────── 〘 C O M U N I Ó N 〙 ──── En medio de la absoluta oscuridad, una perfecta línea recta de luz se formó sobre el suelo, proyectándose lentamente en un rectángulo junto con el lento avance de la Luna, derramando su platinar sobre la silueta de una mujer, misma que yacía de rodillas, sentada sobre sus talones, y con las palmas descansando sobre sus muslos, en la tradicional postura seiza que mantenía con entera calma y solemnidad. El aroma a copal dominaba el ambiente, cargado gentilmente por los haces de humo que se desprendían de los numerosos inciensos repartidos en cuencos ornamentales a ambos costados de la habitación, mismos que la circundaban y envolvían. Brillando en la penumbra, a momentos, los pequeños destellos de las brasas lucían como ojos que se centraban en ella y le observaban en todo momento, justo en medio del suelo de la habitación que yacía adornado por un grotesco círculo mágico; el carmín rojo y seco de los trazos delatando la naturaleza del material con el que había sido pintado. Sathôna alzó el rostro hacía el enorme ventanal que tenía al frente y por donde aquella cascada de luz de plata caía, con los ojos cerrados y en pleno trance, entreabriendo los labios para dejar escapar de su boca una humareda negra más pesada que el aire, misma que caía por las comisuras de sus labios y su mentón. Su figura se impregnaba de las estelas de aquella pesada y opresiva energía, que, para ella en su haber, se sentía ligera y le llenaba de un vigor que resultaba contradictoriamente lacerante; cada corte cicatrizado, cada magulladura aliviada y cada fractura enmendada volvían a derramar los vestigios del punzante calvario por el que el dolor la había hecho pasar. No había momento en el cual se sintiera más viva que cuando se sumergía en aquel baño de lamentación, de penosa meditación, al comulgar con Marchosias. Aquella noche, fue distinto. El sufrimiento era el alimento primordial de su alma, misma que lo alquimizaba en ira, de la más pura y tórrida que su corazón pudiese sostener. Pero esta vez, hubo algo más: Claridad. Una fresca, afilada y envolvente claridad. La bruja morena entreabrió los párpados, y a la par, sus labios se cerraron, no sin antes relamer los remanentes de aquella oscuridad que quedaban sobre los mismos. Pronto, su boca se curvó, y emergiendo del éxtasis, sonrió ante el altar que tenía al frente──una exquisita estatuilla de mediano tamaño tallada en mármol negro, representando a humanos, demonios y ángeles, todos encimados sobre los otros, desesperados, escalando por alcanzar el precioso reloj de arena blanca colocado al centro. —La mente y el tiempo tienen algo en común; ambos son excelentes sirvientes, pero pésimos gobernantes. —En reflexión, se estiró para tomar aquel reloj de arena y así girarlo sobre sí mismo, comenzando la cuenta atrás. ¿O sería hacía adelante? Pasado o futuro. ¿Qué más da? —Será porque ambos coinciden en un único punto de inflexión, tan crítico como sencillo; la perspectiva. El tiempo se diluye o se concentra, se comprime o se alarga, dependiendo del contexto y la subjetividad, dependiendo de la energía del observador. Y la mente es el prisma perfecto para purificar y concentrar la intención en la percepción, y así volverla luz, u oscuridad. Los largos dedos de Sathôna acariciaron la curvatura del anticuado reloj, a momentos tamborileando sobre el cristal, para provocar un tintineo cristalino y melódico con sus largas uñas, mientras observaba la arena fluir y caer. ¿O es que también a momentos parecía regresar a donde estaba? —Cada mente es un prisma, con sus propios relieves, y sus propias reglas. Su propio potencial. Y, aun así, nada ni nadie puede existir si no es observado en todo momento, si su existencia no es reconocida en el ahora de cada segundo, de cada minuto, de cada hora, por algo que no sea ellos mismos. Una mirada llena de añoranza brilló en los ojos de la mujer, que ahora descansaban su mirar sobre el astro plateado. Calma y resignación le llenaron el corazón, como quien asume que se encuentra en un lugar de donde no puede escapar, aún cuando conoce la salida. Súbitamente, aquella mano con la que acariciaba el ornamental reloj tomó el mismo de forma brusca y arrebatada para apretarlo entre sus dedos, reventando cristal y madera como si fuesen ramillas secas. Sangre negra emanó de sus heridas, mezclándose con la arena, profanándola, y cayendo sobre la estatuilla, quemando cuál ácido los rostros angustiados de ángeles, hombres y demonios por igual. — … Ahora lo único que queda, es detener el tiempo. Ambiance: https://youtu.be/ObgtjX98Lpw
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  • Después de sus exitosas ventas en el Bazar Kara Kara, Link se preparó para retomar su camino hacia la ciudad Gerudo antes de que la luz del sol desapareciera.

    Antes de partir, había hecho una parada en el spa para cambiarse, con el permiso de la Gerudo que atendía el establecimiento.

    Aunque ya no era estrictamente necesario vestirse así gracias al trato especial que recibía por haber ayudado previamente con Vah Naboris y por órdenes de Riju, al hylian no le resultaba cómodo aprovechar esos privilegios. Prefería respetar las costumbres de las mujeres que lo habían recibido con tanta amabilidad.

    Emergió minutos después con un traje de finas telas en blanco y verde agua, adornado con detalles dorados que brillaban suavemente bajo la luz del sol. Completando su conjunto, llevaba una tela blanca sobre la nariz que ayudaba a disimular sus facciones, evitando delatar que quien vestía esas prendas tan finas era un hombre.

    Por último, se dirigió a sus pertenencias en el bazar. Recogió un saco donde guardó alimentos y materiales, después preparó su escudo y su daga. Aunque los enemigos del día anterior ya no eran amenaza, la precaución nunca estaba de más, sobre todo cuando el atuendo que llevaba no estaba pensado para la batalla.
    Después de sus exitosas ventas en el Bazar Kara Kara, Link se preparó para retomar su camino hacia la ciudad Gerudo antes de que la luz del sol desapareciera. Antes de partir, había hecho una parada en el spa para cambiarse, con el permiso de la Gerudo que atendía el establecimiento. Aunque ya no era estrictamente necesario vestirse así gracias al trato especial que recibía por haber ayudado previamente con Vah Naboris y por órdenes de Riju, al hylian no le resultaba cómodo aprovechar esos privilegios. Prefería respetar las costumbres de las mujeres que lo habían recibido con tanta amabilidad. Emergió minutos después con un traje de finas telas en blanco y verde agua, adornado con detalles dorados que brillaban suavemente bajo la luz del sol. Completando su conjunto, llevaba una tela blanca sobre la nariz que ayudaba a disimular sus facciones, evitando delatar que quien vestía esas prendas tan finas era un hombre. Por último, se dirigió a sus pertenencias en el bazar. Recogió un saco donde guardó alimentos y materiales, después preparó su escudo y su daga. Aunque los enemigos del día anterior ya no eran amenaza, la precaución nunca estaba de más, sobre todo cuando el atuendo que llevaba no estaba pensado para la batalla.
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  • #Especialdíademuertos

    Se han preguntado el ¿Por qué mayormente desaparecen las personas en noche de brujas y el día de muertos? Bueno...yo tengo la respuesta, los causantes son aquellos que caminan entre nosostros , aquellos que aprovechan el portal de entre los vivos y los muertos para que ocupes su lugar.

    ¿Como lo se? Pues porque para mí mala suerte y gracias al idiota de mi antiguo ex marido tengo que honrarlo cada año o si no me llevará al más allá de la manera más cruel posible.

    Así que escuchen atentamente . Esta mierda no es un cuento de hadas. Es una put* maldición y si no prestan atención vayan despidiendose de el mundo de los vivos y si es lo que quieren no esperen a irse de una manera bonita.

    Se los digo yo, una vampira de siglos de edad y de la que pocas cosas se ha doblegado de terror y la estúpida noche de los muertos es una de ellas.
    Y aquí empieza la historia... A mí esposo, Alejandro. Lo maté. Fin de la historia, ¿no? Pues no. Sus familia, esos mexicanos brujos que tiene por familia, me jodieron con un conjuro. Cada puto noviembre, él regresa del Mictlán buscando mi alma y no para darme un abrazo precisamente, si no para hacerme pagar.

    La primera vez que regresó, casi me mata de verdad. La Muerte, esa vieja cabrona, me pegó donde más me dolía: mi inmortalidad.

    Mi cuerpo de años empezó a pudrirse, jamás lo olvidaré. Ver mis huesos bajo la piel, oler mi propia carne rancia... Dolores de cabeza que sentía que me reventaban el cráneo, y gritos de muertos desconocidos que gozaban viéndome vulnerable.

    Mi nana, esa vieja bruja sabia, menos mal me salvó a tiempo, si no, estaría vagando por ahí, una calavera putrefacta a lado y por toda la eternidad con el Idiota de Alejandro. Sin embargo no pude deshacerme completamente de el , mi nana en ese entonces me puso una condición: Honrar al cabrón por la eternidad, si lo que quería era liberarme de ese horrendo destino.

    Ahora bien, ¿Por qué la ofrenda y la mierda del maquillaje de esqueleto? Es simple, son reglas de supervivencia. No son para convivir, son para sobrevivir.

    La Ofrenda es un Cebo: El altar, las velas, el pan de muerto... es un cebo. Pongo toda su comida favorita ahí para que el muy imbécil se entretenga , se sienta mas 'humano' y no me busque a mí. Las flores solo lo guían a la mesa, a su portal, para que se largue cuando acabe la noche. Si fallo en la ofrenda, el vendrá por mi.

    El puto disfraz de Catrína es solo un camuflaje. La gente se pinta por costumbre, para horar a sus muertos, los idiotas no saben que eso les salva el pellejo.

    Los muertos no son tontos, ni compasivos, son vengativos. Y en esta noche, cuando los mundos se mezclan, si no te vistes de esqueleto, si no te pintas la cara, tu alma es su alimento, un faro para cualquier espíritu hambriento o sediento de venganza. Y si te ven como uno de los suyos correrás la suerte de que te dejan en paz.

    Así que, sí. Yo hago el fastidioso rito cada año para evitar que mi existencia se convierta en una agonía de putrefacción. Y tú, y todos estos idiotas que bailan aquí... están a un error de distancia de ser reclamados.

    Solo recuerda, si te olvidas de tus costumbres, si olvidas poner la ofrenda, si no te disfrazas, tu alma queda expuesta, y los muertos te arrancarán la vida y tu cordura para que ocupes el lugar de un espíritu que no quiere volver al Mictlán. No sin antes torturarte hasta que supliques la muerte auténtica.

    O por lo menos eso es...lo que la gente cuenta.
    #Especialdíademuertos Se han preguntado el ¿Por qué mayormente desaparecen las personas en noche de brujas y el día de muertos? Bueno...yo tengo la respuesta, los causantes son aquellos que caminan entre nosostros , aquellos que aprovechan el portal de entre los vivos y los muertos para que ocupes su lugar. ¿Como lo se? Pues porque para mí mala suerte y gracias al idiota de mi antiguo ex marido tengo que honrarlo cada año o si no me llevará al más allá de la manera más cruel posible. Así que escuchen atentamente . Esta mierda no es un cuento de hadas. Es una put* maldición y si no prestan atención vayan despidiendose de el mundo de los vivos y si es lo que quieren no esperen a irse de una manera bonita. Se los digo yo, una vampira de siglos de edad y de la que pocas cosas se ha doblegado de terror y la estúpida noche de los muertos es una de ellas. Y aquí empieza la historia... A mí esposo, Alejandro. Lo maté. Fin de la historia, ¿no? Pues no. Sus familia, esos mexicanos brujos que tiene por familia, me jodieron con un conjuro. Cada puto noviembre, él regresa del Mictlán buscando mi alma y no para darme un abrazo precisamente, si no para hacerme pagar. La primera vez que regresó, casi me mata de verdad. La Muerte, esa vieja cabrona, me pegó donde más me dolía: mi inmortalidad. Mi cuerpo de años empezó a pudrirse, jamás lo olvidaré. Ver mis huesos bajo la piel, oler mi propia carne rancia... Dolores de cabeza que sentía que me reventaban el cráneo, y gritos de muertos desconocidos que gozaban viéndome vulnerable. Mi nana, esa vieja bruja sabia, menos mal me salvó a tiempo, si no, estaría vagando por ahí, una calavera putrefacta a lado y por toda la eternidad con el Idiota de Alejandro. Sin embargo no pude deshacerme completamente de el , mi nana en ese entonces me puso una condición: Honrar al cabrón por la eternidad, si lo que quería era liberarme de ese horrendo destino. Ahora bien, ¿Por qué la ofrenda y la mierda del maquillaje de esqueleto? Es simple, son reglas de supervivencia. No son para convivir, son para sobrevivir. La Ofrenda es un Cebo: El altar, las velas, el pan de muerto... es un cebo. Pongo toda su comida favorita ahí para que el muy imbécil se entretenga , se sienta mas 'humano' y no me busque a mí. Las flores solo lo guían a la mesa, a su portal, para que se largue cuando acabe la noche. Si fallo en la ofrenda, el vendrá por mi. El puto disfraz de Catrína es solo un camuflaje. La gente se pinta por costumbre, para horar a sus muertos, los idiotas no saben que eso les salva el pellejo. Los muertos no son tontos, ni compasivos, son vengativos. Y en esta noche, cuando los mundos se mezclan, si no te vistes de esqueleto, si no te pintas la cara, tu alma es su alimento, un faro para cualquier espíritu hambriento o sediento de venganza. Y si te ven como uno de los suyos correrás la suerte de que te dejan en paz. Así que, sí. Yo hago el fastidioso rito cada año para evitar que mi existencia se convierta en una agonía de putrefacción. Y tú, y todos estos idiotas que bailan aquí... están a un error de distancia de ser reclamados. Solo recuerda, si te olvidas de tus costumbres, si olvidas poner la ofrenda, si no te disfrazas, tu alma queda expuesta, y los muertos te arrancarán la vida y tu cordura para que ocupes el lugar de un espíritu que no quiere volver al Mictlán. No sin antes torturarte hasta que supliques la muerte auténtica. O por lo menos eso es...lo que la gente cuenta.
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  • Si fuera una gatita todo sería más fácil, puro miau miau, dormir, recibir alimento y cariñitos, hacer lo que yo quiera y arañar. (?)
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  • ılılı 𝄪  ♫ ﹒ lı ◠◠  ♩  ◠◠ ıl ﹒ ♫  𝄪 ılılı


    Al finalizar una larga sesión de fotos para Bvlgari, Ji-Hyun, el resto de los modelos, maquillistas y fotógrafos se encontraban disfrutando del evento posterior para celebrar el cierre de tan arduo proyecto.

    Al coreano le hubiese gustado invitar a Ha-Rin a la fiesta si no estuviese fuera del radar ahora mismo, después de todo, la comida se veía deliciosa, podría asegurar que el joven talento la amaría. Había desde alimentos con apariencia lujosa, un área de ensaladas y mariscos y, la mejor sección de todas: unos postres franceses en forma de frutas que habían sido virales en TikTok.

    Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se percató que uno de sus compañeros estaba platicando con él quién sabe hace cuántos minutos.

    —Hyun, ¿me estás escuchando?— dijo Min-woo, inclinándose un poco hacia él.

    —¿Eh? Sí, claro.— Respondió el mayor, levantando la copa con agua antes de darle un sorbo disimulado.

    —¡Mientes fatal Hyun!— Rió el otro. —Te quedaste viendo los postres como si fueran lo más interesante del universo.—

    Ji-Hyun sonrió, dispuesto a replicar, pero justo entonces escuchó un murmullo más fuerte detrás de ellos. Varios miembros del staff se habían reunido cerca de la mesa de los mariscos, cubriéndose la boca con disimulo, mientras otros cuantos reían estruendosamente.

    —¿Pero qué pasa allá?—Preguntó, curioso, siendo ahora él quien se acercaba a Min-Woo.

    —Creo que el director del proyecto confundió los vasos...—susurró Min-Woo, intentando contener la risa.— Parece que su “agua mineral” no era precisamente agua.

    Ji-Hyun alzó una ceja y, en el mismo instante en que dio un sorbo a su copa, vio a nada más y nada menos que el director quién levantaba su vaso para brindar con una sonrisa tontísima, visiblemente sonrojado.

    Todo iba bien hasta que el coreano casi escupe el agua por lo que estaba viendo, el director que solía ser calmado y disciplinado luchaba con el personal en un intento de subirse a la mesa para continuar con el brindis.

    —Por favor dime que alguien grabó eso —murmuró entre risas, intentando no ahogarse nuevamente.

    —Ya lo subieron al grupo —respondió Min-Woo, enseñándole el teléfono con el video en cámara lenta.

    Ji-Hyun dejó la copa sobre la barra, todavía sonriendo.
    —Y luego me preguntan por qué no bebo en eventos… —Murmuró, mientras veía al director intentando subir a la mesa nuevamente.

    Entre risas y música, se permitió disfrutar el momento. Hacía tiempo que una noche no terminaba tan ligera; por un instante, hasta el sabor del agua le parecía dulce.



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    ılılı 𝄪  ♫ ﹒ lı ◠◠  ♩  ◠◠ ıl ﹒ ♫  𝄪 ılılı Al finalizar una larga sesión de fotos para Bvlgari, Ji-Hyun, el resto de los modelos, maquillistas y fotógrafos se encontraban disfrutando del evento posterior para celebrar el cierre de tan arduo proyecto. Al coreano le hubiese gustado invitar a Ha-Rin a la fiesta si no estuviese fuera del radar ahora mismo, después de todo, la comida se veía deliciosa, podría asegurar que el joven talento la amaría. Había desde alimentos con apariencia lujosa, un área de ensaladas y mariscos y, la mejor sección de todas: unos postres franceses en forma de frutas que habían sido virales en TikTok. Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se percató que uno de sus compañeros estaba platicando con él quién sabe hace cuántos minutos. —Hyun, ¿me estás escuchando?— dijo Min-woo, inclinándose un poco hacia él. —¿Eh? Sí, claro.— Respondió el mayor, levantando la copa con agua antes de darle un sorbo disimulado. —¡Mientes fatal Hyun!— Rió el otro. —Te quedaste viendo los postres como si fueran lo más interesante del universo.— Ji-Hyun sonrió, dispuesto a replicar, pero justo entonces escuchó un murmullo más fuerte detrás de ellos. Varios miembros del staff se habían reunido cerca de la mesa de los mariscos, cubriéndose la boca con disimulo, mientras otros cuantos reían estruendosamente. —¿Pero qué pasa allá?—Preguntó, curioso, siendo ahora él quien se acercaba a Min-Woo. —Creo que el director del proyecto confundió los vasos...—susurró Min-Woo, intentando contener la risa.— Parece que su “agua mineral” no era precisamente agua. Ji-Hyun alzó una ceja y, en el mismo instante en que dio un sorbo a su copa, vio a nada más y nada menos que el director quién levantaba su vaso para brindar con una sonrisa tontísima, visiblemente sonrojado. Todo iba bien hasta que el coreano casi escupe el agua por lo que estaba viendo, el director que solía ser calmado y disciplinado luchaba con el personal en un intento de subirse a la mesa para continuar con el brindis. —Por favor dime que alguien grabó eso —murmuró entre risas, intentando no ahogarse nuevamente. —Ya lo subieron al grupo —respondió Min-Woo, enseñándole el teléfono con el video en cámara lenta. Ji-Hyun dejó la copa sobre la barra, todavía sonriendo. —Y luego me preguntan por qué no bebo en eventos… —Murmuró, mientras veía al director intentando subir a la mesa nuevamente. Entre risas y música, se permitió disfrutar el momento. Hacía tiempo que una noche no terminaba tan ligera; por un instante, hasta el sabor del agua le parecía dulce. 0:00 ───|────── 0:00     ↻ ◁ II ▷ ↺
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    𝑻𝒉𝒆 𝑯𝒐𝒎𝒖𝒄𝒏𝒖𝒍𝒖𝒔 (𝟐)

    Desde que despertó en aquel viejo laboratorio, Connor no ha hecho más que sobrevivir. En apariencia es un investigador privado especializado en lo que nadie quiere tocar, sean desapariciones, redes de trata, o crímenes que ni la policía registra. Lo buscan porque no duda en pisar zonas grises y porque sus métodos (tan precisos como implacables) no dejan cabos sueltos. Para la mayoría es un profesional frío, para los más atentos es algo distinto: un animal que estudia a su presa mientras finge ayudar.

    Sus días transcurren entre oficinas clandestinas, depósitos húmedos, callejones con olor a óxido y sangre. Se mezcla con traficantes, víctimas y monstruos reales con la misma calma. Pero cada paso, cada interrogatorio, cada vistazo a una escena del crimen no es sólo trabajo. Es instinto, es alimento, es entrenamiento. Sus sentidos (imposibles de catalogar) registran cada tic nervioso, cada sombra, cada olor. Él mismo ignora por qué necesita hacerlo, su cuerpo lo exige, su mente obedece.

    Cuando por fin se queda solo, lejos de testigos, la máscara se afloja. Su cuerpo late distinto, la sangre se calienta, los pensamientos se llenan de imágenes. Hay palabras, apenas recuerdos, quizá órdenes. No sabe si son memorias o sueños, y es cuando entiende que esa doble vida no es teatro, es equilibrio precario entre lo que aparenta y lo que realmente es.
    𝑻𝒉𝒆 𝑯𝒐𝒎𝒖𝒄𝒏𝒖𝒍𝒖𝒔 (𝟐) Desde que despertó en aquel viejo laboratorio, Connor no ha hecho más que sobrevivir. En apariencia es un investigador privado especializado en lo que nadie quiere tocar, sean desapariciones, redes de trata, o crímenes que ni la policía registra. Lo buscan porque no duda en pisar zonas grises y porque sus métodos (tan precisos como implacables) no dejan cabos sueltos. Para la mayoría es un profesional frío, para los más atentos es algo distinto: un animal que estudia a su presa mientras finge ayudar. Sus días transcurren entre oficinas clandestinas, depósitos húmedos, callejones con olor a óxido y sangre. Se mezcla con traficantes, víctimas y monstruos reales con la misma calma. Pero cada paso, cada interrogatorio, cada vistazo a una escena del crimen no es sólo trabajo. Es instinto, es alimento, es entrenamiento. Sus sentidos (imposibles de catalogar) registran cada tic nervioso, cada sombra, cada olor. Él mismo ignora por qué necesita hacerlo, su cuerpo lo exige, su mente obedece. Cuando por fin se queda solo, lejos de testigos, la máscara se afloja. Su cuerpo late distinto, la sangre se calienta, los pensamientos se llenan de imágenes. Hay palabras, apenas recuerdos, quizá órdenes. No sabe si son memorias o sueños, y es cuando entiende que esa doble vida no es teatro, es equilibrio precario entre lo que aparenta y lo que realmente es.
    Me shockea
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  • Caída a la Tierra
    Fandom OC
    Categoría Original
    El cielo nocturno se extendía como un manto silencioso sobre el bosque, y entre las hojas húmedas y el aroma a tierra recién mojada y madera en descomposición, yacía un cuerpo que no pertenecía a ese mundo. Raphael Veyrith estaba inmóvil, su respiración apenas perceptible, mientras la bruma del amanecer empezaba a colarse entre los troncos retorcidos. Había caído hace días, quizás semanas; el tiempo carecía de sentido para él en aquel limbo de inconsciencia, donde la gravedad de la Tierra lo abrazaba con una crudeza desconocida. Sus heridas aún ardían, latigazos invisibles de los dioses recorriendo su piel, cada cicatriz un recordatorio punzante de su pasado, de su dolor y de la fragilidad de cualquier ser mortal frente a la divinidad.

    Durante esos primeros días, su cuerpo permaneció dormido, un descanso forzado por el impacto de la caída y el shock del cambio de plano. El aire estaba impregnado de la fragancia de la tierra, de la humedad de la vegetación y de algo más, un susurro de vida que él no podía comprender del todo. Su respiración era lenta, casi inexistente, y sus párpados permanecían cerrados mientras su mente flotaba entre fragmentos de luz celestial y sombras infernales, recordándole quién era y lo que había perdido. Cada instante de inconsciencia estaba poblado de murmullos antiguos, ecos del idioma de los dioses, un lenguaje que vibraba como cuerdas cósmicas: “Ælthar, Nivaur, Shyvalen…”, palabras que no tenían traducción humana, pero que llenaban su mente con significados de poder, dolor y supervivencia.

    Cuando finalmente sus sentidos comenzaron a reaccionar, no fue el sonido ni la luz lo que lo despertó: fue el hambre. Un hambre profundo, primigenio, que recorría sus entrañas y le recordaba que, aunque herido, su naturaleza no podía permanecer pasiva. Abrió los ojos lentamente, sus iris violeta y rojo reflejando el follaje entre las sombras, intentando comprender, aunque no pudiera traducir las señales humanas. Todo era extraño, desde la textura rugosa de las hojas hasta el aroma metálico de la sangre de la Tierra, y su mente, entrenada en la observación y el análisis de mundos imposibles, comenzó a descifrar patrones, movimientos y presencias.

    Su mirada se posó sobre un par de ardillas que correteaban entre las raíces y las ramas bajas. Sus pequeños cuerpos eran ágilmente humanos y animales a la vez, ignorantes de la amenaza que lo observaba desde la penumbra. Raphael inclinó la cabeza, probando mentalmente sonidos en el idioma de los dioses: “Kryv’hal, shalanth… carne, vida…”. Su instinto depredador rugió silencioso. Cada músculo de su cuerpo reaccionó; sus garras apenas perceptibles tensándose bajo la piel, su aliento saliendo en bocanadas controladas para no ahuyentar a la presa.

    Y entonces se movió. Con un silencio casi imposible para un ser de su tamaño y fuerza, se deslizó entre hojas y raíces, siguiendo el aroma y el movimiento. La ardilla, ajena a su destino, saltó entre las ramas, pero no hubo escape que Raphael no pudiera anticipar. Saltó con precisión sobrenatural, sus manos sujetando con fuerza, y su boca, antes acostumbrada a palabras divinas, ahora probaba la carne que tanto necesitaba. La sangre caliente recorrió sus labios y descendió por su barbilla mientras los órganos de la pequeña criatura cedían a su fuerza, y Raphael la devoró con un ritmo instintivo, salvaje, casi ceremonial. Cada mordisco era un recordatorio de su necesidad, de la dualidad entre la gracia angelical y la brutalidad demoníaca que corría por sus venas.

    Entre bocados y respiraciones profundas, murmuró en el idioma de los dioses, como si aquello pudiera explicar lo que hacía o recordarle su origen: “Shyvalen… fuerza… vida… krellthar…”. No había remordimiento, solo el reconocimiento de que para sobrevivir en este mundo debía adaptarse, aceptar su hambre y confiar en sus instintos. Su mirada recorría el bosque, cada sombra y cada árbol evaluado, analizado; los animales, las corrientes de aire, la humedad y el terreno, todo formaba parte de un mapa invisible que solo él podía descifrar.

    Cuando terminó, se recostó entre raíces y musgo, con la sangre aún manchando sus labios, y por primera vez percibió la magnitud del bosque, su aislamiento, y la realidad de estar extraño y solo en un mundo que no comprendía. No había palabras humanas, no había aldeanos, solo la respiración de la Tierra y el eco de los dioses en su mente. Y mientras el sol comenzaba a filtrarse entre las copas de los árboles, Raphael sintió que algo dentro de él comenzaba a despertar más allá del hambre: la conciencia de que su historia en esta tierra apenas empezaba, y que cada sombra, cada sonido, cada criatura que cruzara su camino podría ser tanto un enemigo como un alimento, o quizás un secreto que desvelaría su verdadero propósito.
    El cielo nocturno se extendía como un manto silencioso sobre el bosque, y entre las hojas húmedas y el aroma a tierra recién mojada y madera en descomposición, yacía un cuerpo que no pertenecía a ese mundo. Raphael Veyrith estaba inmóvil, su respiración apenas perceptible, mientras la bruma del amanecer empezaba a colarse entre los troncos retorcidos. Había caído hace días, quizás semanas; el tiempo carecía de sentido para él en aquel limbo de inconsciencia, donde la gravedad de la Tierra lo abrazaba con una crudeza desconocida. Sus heridas aún ardían, latigazos invisibles de los dioses recorriendo su piel, cada cicatriz un recordatorio punzante de su pasado, de su dolor y de la fragilidad de cualquier ser mortal frente a la divinidad. Durante esos primeros días, su cuerpo permaneció dormido, un descanso forzado por el impacto de la caída y el shock del cambio de plano. El aire estaba impregnado de la fragancia de la tierra, de la humedad de la vegetación y de algo más, un susurro de vida que él no podía comprender del todo. Su respiración era lenta, casi inexistente, y sus párpados permanecían cerrados mientras su mente flotaba entre fragmentos de luz celestial y sombras infernales, recordándole quién era y lo que había perdido. Cada instante de inconsciencia estaba poblado de murmullos antiguos, ecos del idioma de los dioses, un lenguaje que vibraba como cuerdas cósmicas: “Ælthar, Nivaur, Shyvalen…”, palabras que no tenían traducción humana, pero que llenaban su mente con significados de poder, dolor y supervivencia. Cuando finalmente sus sentidos comenzaron a reaccionar, no fue el sonido ni la luz lo que lo despertó: fue el hambre. Un hambre profundo, primigenio, que recorría sus entrañas y le recordaba que, aunque herido, su naturaleza no podía permanecer pasiva. Abrió los ojos lentamente, sus iris violeta y rojo reflejando el follaje entre las sombras, intentando comprender, aunque no pudiera traducir las señales humanas. Todo era extraño, desde la textura rugosa de las hojas hasta el aroma metálico de la sangre de la Tierra, y su mente, entrenada en la observación y el análisis de mundos imposibles, comenzó a descifrar patrones, movimientos y presencias. Su mirada se posó sobre un par de ardillas que correteaban entre las raíces y las ramas bajas. Sus pequeños cuerpos eran ágilmente humanos y animales a la vez, ignorantes de la amenaza que lo observaba desde la penumbra. Raphael inclinó la cabeza, probando mentalmente sonidos en el idioma de los dioses: “Kryv’hal, shalanth… carne, vida…”. Su instinto depredador rugió silencioso. Cada músculo de su cuerpo reaccionó; sus garras apenas perceptibles tensándose bajo la piel, su aliento saliendo en bocanadas controladas para no ahuyentar a la presa. Y entonces se movió. Con un silencio casi imposible para un ser de su tamaño y fuerza, se deslizó entre hojas y raíces, siguiendo el aroma y el movimiento. La ardilla, ajena a su destino, saltó entre las ramas, pero no hubo escape que Raphael no pudiera anticipar. Saltó con precisión sobrenatural, sus manos sujetando con fuerza, y su boca, antes acostumbrada a palabras divinas, ahora probaba la carne que tanto necesitaba. La sangre caliente recorrió sus labios y descendió por su barbilla mientras los órganos de la pequeña criatura cedían a su fuerza, y Raphael la devoró con un ritmo instintivo, salvaje, casi ceremonial. Cada mordisco era un recordatorio de su necesidad, de la dualidad entre la gracia angelical y la brutalidad demoníaca que corría por sus venas. Entre bocados y respiraciones profundas, murmuró en el idioma de los dioses, como si aquello pudiera explicar lo que hacía o recordarle su origen: “Shyvalen… fuerza… vida… krellthar…”. No había remordimiento, solo el reconocimiento de que para sobrevivir en este mundo debía adaptarse, aceptar su hambre y confiar en sus instintos. Su mirada recorría el bosque, cada sombra y cada árbol evaluado, analizado; los animales, las corrientes de aire, la humedad y el terreno, todo formaba parte de un mapa invisible que solo él podía descifrar. Cuando terminó, se recostó entre raíces y musgo, con la sangre aún manchando sus labios, y por primera vez percibió la magnitud del bosque, su aislamiento, y la realidad de estar extraño y solo en un mundo que no comprendía. No había palabras humanas, no había aldeanos, solo la respiración de la Tierra y el eco de los dioses en su mente. Y mientras el sol comenzaba a filtrarse entre las copas de los árboles, Raphael sintió que algo dentro de él comenzaba a despertar más allá del hambre: la conciencia de que su historia en esta tierra apenas empezaba, y que cada sombra, cada sonido, cada criatura que cruzara su camino podría ser tanto un enemigo como un alimento, o quizás un secreto que desvelaría su verdadero propósito.
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  • Ya que nadie me alimenta tuve que rebajarme a consumir los repulsivos alimentos humanos hasta conseguir un alma o....

    -mira a la familia aún no está seguro de que sea buena idea llevarlos a la oscura lujuria -
    Ya que nadie me alimenta tuve que rebajarme a consumir los repulsivos alimentos humanos hasta conseguir un alma o.... -mira a la familia aún no está seguro de que sea buena idea llevarlos a la oscura lujuria -
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  • Pero contigo no se puede nada ¿Porque me tienes tanto odio? Que culpa tengo yo en parecerme al inútil de tu hermano

    -a la fecha sigue sin entender porque se empeña en tratar de ser del agrado de ese demonio si nunca logra nada positivo. Suspiro enterrando recelosa mente los palillos en sus gusanos de harina -

    Además para que me quitas la comida si tú no comes alimentos humanos !!! Ve a robarle al dragón !!!
    Pero contigo no se puede nada ¿Porque me tienes tanto odio? Que culpa tengo yo en parecerme al inútil de tu hermano -a la fecha sigue sin entender porque se empeña en tratar de ser del agrado de ese demonio si nunca logra nada positivo. Suspiro enterrando recelosa mente los palillos en sus gusanos de harina - Además para que me quitas la comida si tú no comes alimentos humanos !!! Ve a robarle al dragón !!!
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  • Iré de compras al minimarket porque me faltan alimentos para la despensa.
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