• ılılı 𝄪  ♫ ﹒ lı ◠◠  ♩  ◠◠ ıl ﹒ ♫  𝄪 ılılı


    Al finalizar una larga sesión de fotos para Bvlgari, Ji-Hyun, el resto de los modelos, maquillistas y fotógrafos se encontraban disfrutando del evento posterior para celebrar el cierre de tan arduo proyecto.

    Al coreano le hubiese gustado invitar a Ha-Rin a la fiesta si no estuviese fuera del radar ahora mismo, después de todo, la comida se veía deliciosa, podría asegurar que el joven talento la amaría. Había desde alimentos con apariencia lujosa, un área de ensaladas y mariscos y, la mejor sección de todas: unos postres franceses en forma de frutas que habían sido virales en TikTok.

    Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se percató que uno de sus compañeros estaba platicando con él quién sabe hace cuántos minutos.

    —Hyun, ¿me estás escuchando?— dijo Min-woo, inclinándose un poco hacia él.

    —¿Eh? Sí, claro.— Respondió el mayor, levantando la copa con agua antes de darle un sorbo disimulado.

    —¡Mientes fatal Hyun!— Rió el otro. —Te quedaste viendo los postres como si fueran lo más interesante del universo.—

    Ji-Hyun sonrió, dispuesto a replicar, pero justo entonces escuchó un murmullo más fuerte detrás de ellos. Varios miembros del staff se habían reunido cerca de la mesa de los mariscos, cubriéndose la boca con disimulo, mientras otros cuantos reían estruendosamente.

    —¿Pero qué pasa allá?—Preguntó, curioso, siendo ahora él quien se acercaba a Min-Woo.

    —Creo que el director del proyecto confundió los vasos...—susurró Min-Woo, intentando contener la risa.— Parece que su “agua mineral” no era precisamente agua.

    Ji-Hyun alzó una ceja y, en el mismo instante en que dio un sorbo a su copa, vio a nada más y nada menos que el director quién levantaba su vaso para brindar con una sonrisa tontísima, visiblemente sonrojado.

    Todo iba bien hasta que el coreano casi escupe el agua por lo que estaba viendo, el director que solía ser calmado y disciplinado luchaba con el personal en un intento de subirse a la mesa para continuar con el brindis.

    —Por favor dime que alguien grabó eso —murmuró entre risas, intentando no ahogarse nuevamente.

    —Ya lo subieron al grupo —respondió Min-Woo, enseñándole el teléfono con el video en cámara lenta.

    Ji-Hyun dejó la copa sobre la barra, todavía sonriendo.
    —Y luego me preguntan por qué no bebo en eventos… —Murmuró, mientras veía al director intentando subir a la mesa nuevamente.

    Entre risas y música, se permitió disfrutar el momento. Hacía tiempo que una noche no terminaba tan ligera; por un instante, hasta el sabor del agua le parecía dulce.



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    𝑻𝒉𝒆 𝑯𝒐𝒎𝒖𝒄𝒏𝒖𝒍𝒖𝒔 (𝟐)

    Desde que despertó en aquel viejo laboratorio, Connor no ha hecho más que sobrevivir. En apariencia es un investigador privado especializado en lo que nadie quiere tocar, sean desapariciones, redes de trata, o crímenes que ni la policía registra. Lo buscan porque no duda en pisar zonas grises y porque sus métodos (tan precisos como implacables) no dejan cabos sueltos. Para la mayoría es un profesional frío, para los más atentos es algo distinto: un animal que estudia a su presa mientras finge ayudar.

    Sus días transcurren entre oficinas clandestinas, depósitos húmedos, callejones con olor a óxido y sangre. Se mezcla con traficantes, víctimas y monstruos reales con la misma calma. Pero cada paso, cada interrogatorio, cada vistazo a una escena del crimen no es sólo trabajo. Es instinto, es alimento, es entrenamiento. Sus sentidos (imposibles de catalogar) registran cada tic nervioso, cada sombra, cada olor. Él mismo ignora por qué necesita hacerlo, su cuerpo lo exige, su mente obedece.

    Cuando por fin se queda solo, lejos de testigos, la máscara se afloja. Su cuerpo late distinto, la sangre se calienta, los pensamientos se llenan de imágenes. Hay palabras, apenas recuerdos, quizá órdenes. No sabe si son memorias o sueños, y es cuando entiende que esa doble vida no es teatro, es equilibrio precario entre lo que aparenta y lo que realmente es.
    𝑻𝒉𝒆 𝑯𝒐𝒎𝒖𝒄𝒏𝒖𝒍𝒖𝒔 (𝟐) Desde que despertó en aquel viejo laboratorio, Connor no ha hecho más que sobrevivir. En apariencia es un investigador privado especializado en lo que nadie quiere tocar, sean desapariciones, redes de trata, o crímenes que ni la policía registra. Lo buscan porque no duda en pisar zonas grises y porque sus métodos (tan precisos como implacables) no dejan cabos sueltos. Para la mayoría es un profesional frío, para los más atentos es algo distinto: un animal que estudia a su presa mientras finge ayudar. Sus días transcurren entre oficinas clandestinas, depósitos húmedos, callejones con olor a óxido y sangre. Se mezcla con traficantes, víctimas y monstruos reales con la misma calma. Pero cada paso, cada interrogatorio, cada vistazo a una escena del crimen no es sólo trabajo. Es instinto, es alimento, es entrenamiento. Sus sentidos (imposibles de catalogar) registran cada tic nervioso, cada sombra, cada olor. Él mismo ignora por qué necesita hacerlo, su cuerpo lo exige, su mente obedece. Cuando por fin se queda solo, lejos de testigos, la máscara se afloja. Su cuerpo late distinto, la sangre se calienta, los pensamientos se llenan de imágenes. Hay palabras, apenas recuerdos, quizá órdenes. No sabe si son memorias o sueños, y es cuando entiende que esa doble vida no es teatro, es equilibrio precario entre lo que aparenta y lo que realmente es.
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  • Caída a la Tierra
    Fandom OC
    Categoría Original
    El cielo nocturno se extendía como un manto silencioso sobre el bosque, y entre las hojas húmedas y el aroma a tierra recién mojada y madera en descomposición, yacía un cuerpo que no pertenecía a ese mundo. Raphael Veyrith estaba inmóvil, su respiración apenas perceptible, mientras la bruma del amanecer empezaba a colarse entre los troncos retorcidos. Había caído hace días, quizás semanas; el tiempo carecía de sentido para él en aquel limbo de inconsciencia, donde la gravedad de la Tierra lo abrazaba con una crudeza desconocida. Sus heridas aún ardían, latigazos invisibles de los dioses recorriendo su piel, cada cicatriz un recordatorio punzante de su pasado, de su dolor y de la fragilidad de cualquier ser mortal frente a la divinidad.

    Durante esos primeros días, su cuerpo permaneció dormido, un descanso forzado por el impacto de la caída y el shock del cambio de plano. El aire estaba impregnado de la fragancia de la tierra, de la humedad de la vegetación y de algo más, un susurro de vida que él no podía comprender del todo. Su respiración era lenta, casi inexistente, y sus párpados permanecían cerrados mientras su mente flotaba entre fragmentos de luz celestial y sombras infernales, recordándole quién era y lo que había perdido. Cada instante de inconsciencia estaba poblado de murmullos antiguos, ecos del idioma de los dioses, un lenguaje que vibraba como cuerdas cósmicas: “Ælthar, Nivaur, Shyvalen…”, palabras que no tenían traducción humana, pero que llenaban su mente con significados de poder, dolor y supervivencia.

    Cuando finalmente sus sentidos comenzaron a reaccionar, no fue el sonido ni la luz lo que lo despertó: fue el hambre. Un hambre profundo, primigenio, que recorría sus entrañas y le recordaba que, aunque herido, su naturaleza no podía permanecer pasiva. Abrió los ojos lentamente, sus iris violeta y rojo reflejando el follaje entre las sombras, intentando comprender, aunque no pudiera traducir las señales humanas. Todo era extraño, desde la textura rugosa de las hojas hasta el aroma metálico de la sangre de la Tierra, y su mente, entrenada en la observación y el análisis de mundos imposibles, comenzó a descifrar patrones, movimientos y presencias.

    Su mirada se posó sobre un par de ardillas que correteaban entre las raíces y las ramas bajas. Sus pequeños cuerpos eran ágilmente humanos y animales a la vez, ignorantes de la amenaza que lo observaba desde la penumbra. Raphael inclinó la cabeza, probando mentalmente sonidos en el idioma de los dioses: “Kryv’hal, shalanth… carne, vida…”. Su instinto depredador rugió silencioso. Cada músculo de su cuerpo reaccionó; sus garras apenas perceptibles tensándose bajo la piel, su aliento saliendo en bocanadas controladas para no ahuyentar a la presa.

    Y entonces se movió. Con un silencio casi imposible para un ser de su tamaño y fuerza, se deslizó entre hojas y raíces, siguiendo el aroma y el movimiento. La ardilla, ajena a su destino, saltó entre las ramas, pero no hubo escape que Raphael no pudiera anticipar. Saltó con precisión sobrenatural, sus manos sujetando con fuerza, y su boca, antes acostumbrada a palabras divinas, ahora probaba la carne que tanto necesitaba. La sangre caliente recorrió sus labios y descendió por su barbilla mientras los órganos de la pequeña criatura cedían a su fuerza, y Raphael la devoró con un ritmo instintivo, salvaje, casi ceremonial. Cada mordisco era un recordatorio de su necesidad, de la dualidad entre la gracia angelical y la brutalidad demoníaca que corría por sus venas.

    Entre bocados y respiraciones profundas, murmuró en el idioma de los dioses, como si aquello pudiera explicar lo que hacía o recordarle su origen: “Shyvalen… fuerza… vida… krellthar…”. No había remordimiento, solo el reconocimiento de que para sobrevivir en este mundo debía adaptarse, aceptar su hambre y confiar en sus instintos. Su mirada recorría el bosque, cada sombra y cada árbol evaluado, analizado; los animales, las corrientes de aire, la humedad y el terreno, todo formaba parte de un mapa invisible que solo él podía descifrar.

    Cuando terminó, se recostó entre raíces y musgo, con la sangre aún manchando sus labios, y por primera vez percibió la magnitud del bosque, su aislamiento, y la realidad de estar extraño y solo en un mundo que no comprendía. No había palabras humanas, no había aldeanos, solo la respiración de la Tierra y el eco de los dioses en su mente. Y mientras el sol comenzaba a filtrarse entre las copas de los árboles, Raphael sintió que algo dentro de él comenzaba a despertar más allá del hambre: la conciencia de que su historia en esta tierra apenas empezaba, y que cada sombra, cada sonido, cada criatura que cruzara su camino podría ser tanto un enemigo como un alimento, o quizás un secreto que desvelaría su verdadero propósito.
    El cielo nocturno se extendía como un manto silencioso sobre el bosque, y entre las hojas húmedas y el aroma a tierra recién mojada y madera en descomposición, yacía un cuerpo que no pertenecía a ese mundo. Raphael Veyrith estaba inmóvil, su respiración apenas perceptible, mientras la bruma del amanecer empezaba a colarse entre los troncos retorcidos. Había caído hace días, quizás semanas; el tiempo carecía de sentido para él en aquel limbo de inconsciencia, donde la gravedad de la Tierra lo abrazaba con una crudeza desconocida. Sus heridas aún ardían, latigazos invisibles de los dioses recorriendo su piel, cada cicatriz un recordatorio punzante de su pasado, de su dolor y de la fragilidad de cualquier ser mortal frente a la divinidad. Durante esos primeros días, su cuerpo permaneció dormido, un descanso forzado por el impacto de la caída y el shock del cambio de plano. El aire estaba impregnado de la fragancia de la tierra, de la humedad de la vegetación y de algo más, un susurro de vida que él no podía comprender del todo. Su respiración era lenta, casi inexistente, y sus párpados permanecían cerrados mientras su mente flotaba entre fragmentos de luz celestial y sombras infernales, recordándole quién era y lo que había perdido. Cada instante de inconsciencia estaba poblado de murmullos antiguos, ecos del idioma de los dioses, un lenguaje que vibraba como cuerdas cósmicas: “Ælthar, Nivaur, Shyvalen…”, palabras que no tenían traducción humana, pero que llenaban su mente con significados de poder, dolor y supervivencia. Cuando finalmente sus sentidos comenzaron a reaccionar, no fue el sonido ni la luz lo que lo despertó: fue el hambre. Un hambre profundo, primigenio, que recorría sus entrañas y le recordaba que, aunque herido, su naturaleza no podía permanecer pasiva. Abrió los ojos lentamente, sus iris violeta y rojo reflejando el follaje entre las sombras, intentando comprender, aunque no pudiera traducir las señales humanas. Todo era extraño, desde la textura rugosa de las hojas hasta el aroma metálico de la sangre de la Tierra, y su mente, entrenada en la observación y el análisis de mundos imposibles, comenzó a descifrar patrones, movimientos y presencias. Su mirada se posó sobre un par de ardillas que correteaban entre las raíces y las ramas bajas. Sus pequeños cuerpos eran ágilmente humanos y animales a la vez, ignorantes de la amenaza que lo observaba desde la penumbra. Raphael inclinó la cabeza, probando mentalmente sonidos en el idioma de los dioses: “Kryv’hal, shalanth… carne, vida…”. Su instinto depredador rugió silencioso. Cada músculo de su cuerpo reaccionó; sus garras apenas perceptibles tensándose bajo la piel, su aliento saliendo en bocanadas controladas para no ahuyentar a la presa. Y entonces se movió. Con un silencio casi imposible para un ser de su tamaño y fuerza, se deslizó entre hojas y raíces, siguiendo el aroma y el movimiento. La ardilla, ajena a su destino, saltó entre las ramas, pero no hubo escape que Raphael no pudiera anticipar. Saltó con precisión sobrenatural, sus manos sujetando con fuerza, y su boca, antes acostumbrada a palabras divinas, ahora probaba la carne que tanto necesitaba. La sangre caliente recorrió sus labios y descendió por su barbilla mientras los órganos de la pequeña criatura cedían a su fuerza, y Raphael la devoró con un ritmo instintivo, salvaje, casi ceremonial. Cada mordisco era un recordatorio de su necesidad, de la dualidad entre la gracia angelical y la brutalidad demoníaca que corría por sus venas. Entre bocados y respiraciones profundas, murmuró en el idioma de los dioses, como si aquello pudiera explicar lo que hacía o recordarle su origen: “Shyvalen… fuerza… vida… krellthar…”. No había remordimiento, solo el reconocimiento de que para sobrevivir en este mundo debía adaptarse, aceptar su hambre y confiar en sus instintos. Su mirada recorría el bosque, cada sombra y cada árbol evaluado, analizado; los animales, las corrientes de aire, la humedad y el terreno, todo formaba parte de un mapa invisible que solo él podía descifrar. Cuando terminó, se recostó entre raíces y musgo, con la sangre aún manchando sus labios, y por primera vez percibió la magnitud del bosque, su aislamiento, y la realidad de estar extraño y solo en un mundo que no comprendía. No había palabras humanas, no había aldeanos, solo la respiración de la Tierra y el eco de los dioses en su mente. Y mientras el sol comenzaba a filtrarse entre las copas de los árboles, Raphael sintió que algo dentro de él comenzaba a despertar más allá del hambre: la conciencia de que su historia en esta tierra apenas empezaba, y que cada sombra, cada sonido, cada criatura que cruzara su camino podría ser tanto un enemigo como un alimento, o quizás un secreto que desvelaría su verdadero propósito.
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  • Ya que nadie me alimenta tuve que rebajarme a consumir los repulsivos alimentos humanos hasta conseguir un alma o....

    -mira a la familia aún no está seguro de que sea buena idea llevarlos a la oscura lujuria -
    Ya que nadie me alimenta tuve que rebajarme a consumir los repulsivos alimentos humanos hasta conseguir un alma o.... -mira a la familia aún no está seguro de que sea buena idea llevarlos a la oscura lujuria -
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  • Pero contigo no se puede nada ¿Porque me tienes tanto odio? Que culpa tengo yo en parecerme al inútil de tu hermano

    -a la fecha sigue sin entender porque se empeña en tratar de ser del agrado de ese demonio si nunca logra nada positivo. Suspiro enterrando recelosa mente los palillos en sus gusanos de harina -

    Además para que me quitas la comida si tú no comes alimentos humanos !!! Ve a robarle al dragón !!!
    Pero contigo no se puede nada ¿Porque me tienes tanto odio? Que culpa tengo yo en parecerme al inútil de tu hermano -a la fecha sigue sin entender porque se empeña en tratar de ser del agrado de ese demonio si nunca logra nada positivo. Suspiro enterrando recelosa mente los palillos en sus gusanos de harina - Además para que me quitas la comida si tú no comes alimentos humanos !!! Ve a robarle al dragón !!!
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  • Iré de compras al minimarket porque me faltan alimentos para la despensa.
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  • ★─────────
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    ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‹ 𝐏𝐄𝐓 - 𝐂𝐀𝐍𝐃𝐘 ›

    Se preguntaba porque su gata estaba molesta con él, desde que Alexander regresó de su viaje no ha estado tan cariñosa como de costumbre. Incluso la había dejado al cuidado de su niñera personal. Siempre le gruñía cada que intentaba darle un beso de cariño.

    — Candy, sólo conocí a algunas personas, ¿Te molesta el aroma desconocido?

    Le acarició la barriga suavemente, aunque ella aún seguía reacia, pero el que estuviera con él significaba que lo había extrañado, así como él a ella. Su sonrisa permaneció mientras estaba pensativo.‎ ‎ ‎

    —‎ Para que sepas que estoy feliz de verte, te daré atún como regalo.

    El atún le encantaba a su gata, pero el veterinario le había dicho que era mejor no darle mucho de eso. Cuando su gata escuchó esa palabra, se levantó con un gruñido y escapó de sus manos. Alexander de quedó atónito, por lo general ella siempre mejoraría su humor, pero ahora se había enojado más. Se levantó del suelo y fue a buscarla, tenía que darle alimento porque tampoco había querido comer nada.

    — Bien, bien, no me volveré a ir, pero no te pongas así. Candy... Candy, ¿Dónde estás?

    Parecía un loco rogando a su gata, pero realmente no sabía que le sucedía, incluso empezaba a considerar llevarla de nuevo al veterinario. Ese sería un día largo. ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎
    ★───────── ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ★─────────── ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‹ 𝐏𝐄𝐓 - 𝐂𝐀𝐍𝐃𝐘 › Se preguntaba porque su gata estaba molesta con él, desde que Alexander regresó de su viaje no ha estado tan cariñosa como de costumbre. Incluso la había dejado al cuidado de su niñera personal. Siempre le gruñía cada que intentaba darle un beso de cariño. — Candy, sólo conocí a algunas personas, ¿Te molesta el aroma desconocido? Le acarició la barriga suavemente, aunque ella aún seguía reacia, pero el que estuviera con él significaba que lo había extrañado, así como él a ella. Su sonrisa permaneció mientras estaba pensativo.‎ ‎ ‎ —‎ Para que sepas que estoy feliz de verte, te daré atún como regalo. El atún le encantaba a su gata, pero el veterinario le había dicho que era mejor no darle mucho de eso. Cuando su gata escuchó esa palabra, se levantó con un gruñido y escapó de sus manos. Alexander de quedó atónito, por lo general ella siempre mejoraría su humor, pero ahora se había enojado más. Se levantó del suelo y fue a buscarla, tenía que darle alimento porque tampoco había querido comer nada. — Bien, bien, no me volveré a ir, pero no te pongas así. Candy... Candy, ¿Dónde estás? Parecía un loco rogando a su gata, pero realmente no sabía que le sucedía, incluso empezaba a considerar llevarla de nuevo al veterinario. Ese sería un día largo. ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎
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  • No hay nada que no pueda lograr, si voluntad y empeño le pongo todo me lo puedo soñar. De los sueños dibujados me alimento el alma y con la fuerza de mi corazón, paso a paso, los vuelvo mi tan anhelada realidad.
    No hay nada que no pueda lograr, si voluntad y empeño le pongo todo me lo puedo soñar. De los sueños dibujados me alimento el alma y con la fuerza de mi corazón, paso a paso, los vuelvo mi tan anhelada realidad.
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  • *Algún millonario idiota en un planeta del sector 2089, en un sistema solar catalogado como "Paseo", había financiado un proyecto de ingeniería genética con restos fósiles hallados en dicho sistema. Pero la cosa salió mal, y pronto el planeta se vió infestado por esos mutantes, pretendidos dinosaurios.
    Estas criaturas pronto demostraron ser una amenaza para la colonia humana asentada en dicho planeta, y se respondió a las llamadas de auxilio desplegando pelotones de la Infantería Móvil, los cuales ayudarían a la evacuación de los sobrevivientes.
    Con todo, estas criaturas resultaron ser un problema mayor del esperado... Porque se multiplicaban demasiado rápido, además que parecían tener cierto raciocinio, por su forma de pelear y tender trampas...*

    -Esas cosas no son dinosaurios...

    *Tras una semana se enviaron refuerzos de la Infantería Móvil, para apoyar a lo que quedaba de las primeras brigadas. Shinn estaba al mando de un escuadrón, y aunque estaba comprometido con su deber como capitán le preocupaban sus amigos Cal y Elios, que habían sido llevados entre los primeros pelotones desplegados.
    Para fortuna de todos pudo encontrarlos, pero en un estado límite. Sobrevivían apenas, pero las provisiones de comida ya se habían terminado, y competían con estos mutantes de dinosaurio por cazar presas de la fauna local que servían como alimento.*

    -Esto está muy jodido. Esas cosas no parecen descansar, su instinto es demasiado atroz, ya que no atacan por supervivencia. Pareciera que tienen la intención de exterminarnos...
    *Algún millonario idiota en un planeta del sector 2089, en un sistema solar catalogado como "Paseo", había financiado un proyecto de ingeniería genética con restos fósiles hallados en dicho sistema. Pero la cosa salió mal, y pronto el planeta se vió infestado por esos mutantes, pretendidos dinosaurios. Estas criaturas pronto demostraron ser una amenaza para la colonia humana asentada en dicho planeta, y se respondió a las llamadas de auxilio desplegando pelotones de la Infantería Móvil, los cuales ayudarían a la evacuación de los sobrevivientes. Con todo, estas criaturas resultaron ser un problema mayor del esperado... Porque se multiplicaban demasiado rápido, además que parecían tener cierto raciocinio, por su forma de pelear y tender trampas...* -Esas cosas no son dinosaurios... *Tras una semana se enviaron refuerzos de la Infantería Móvil, para apoyar a lo que quedaba de las primeras brigadas. Shinn estaba al mando de un escuadrón, y aunque estaba comprometido con su deber como capitán le preocupaban sus amigos Cal y Elios, que habían sido llevados entre los primeros pelotones desplegados. Para fortuna de todos pudo encontrarlos, pero en un estado límite. Sobrevivían apenas, pero las provisiones de comida ya se habían terminado, y competían con estos mutantes de dinosaurio por cazar presas de la fauna local que servían como alimento.* -Esto está muy jodido. Esas cosas no parecen descansar, su instinto es demasiado atroz, ya que no atacan por supervivencia. Pareciera que tienen la intención de exterminarnos...
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  • —Tengo tanto qué hacer...

    La cocina de la mansión era un hervidero de actividad, literalmente; todos los fogones estaban encendidos, ocupados con grandes ollas cocinando diversidad de alimentos. Los hornos asaban alguna carne o tubérculo, otros horneaban el postre, y los bizcochos para armar el pastel de cumpleaños.
    Por otra parte, el mayordomo de la casa picaba verduras sin parar, colocándolas en un recipiente más grande que su cabeza sin interrumpir el proceso ni por la torpeza del trío de idiotas.

    — . . .

    Y aún faltaba más comida por preparar.

    No era para menos, sabiendo que tenían como invitado a una persona que comía lo equivalente a diez personas.

    —Tengo tanto qué hacer... La cocina de la mansión era un hervidero de actividad, literalmente; todos los fogones estaban encendidos, ocupados con grandes ollas cocinando diversidad de alimentos. Los hornos asaban alguna carne o tubérculo, otros horneaban el postre, y los bizcochos para armar el pastel de cumpleaños. Por otra parte, el mayordomo de la casa picaba verduras sin parar, colocándolas en un recipiente más grande que su cabeza sin interrumpir el proceso ni por la torpeza del trío de idiotas. — . . . Y aún faltaba más comida por preparar. No era para menos, sabiendo que tenían como invitado a una persona que comía lo equivalente a diez personas.
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