• La diosa del amor se encontraba en sus jardínes lo más hermosos del lugar, sin embargo había recibido una visita inesperada de alguien perteneciente al Inframundo y este mismo era el principe.... Zᴀɢʀᴇᴜs hijo de Hades lo cual era su sobrino lejano.

    —Así que veniste para un consejo ¿Eh?

    Dijo la mujer con una voz suave que estaba dispuesta a escuchar, mientras tanto sostenía al principe del Inframundo con ambas manos.

    Afrodita había cambiado su forma a una mas alta o gigante, entre tanto alrededor de ella crecía una niebla de color rosado que perfumaba el lugar a olor de rosas.

    #mitologia #hadesgame #rol
    La diosa del amor se encontraba en sus jardínes lo más hermosos del lugar, sin embargo había recibido una visita inesperada de alguien perteneciente al Inframundo y este mismo era el principe.... [InferZ96] hijo de Hades lo cual era su sobrino lejano. —Así que veniste para un consejo ¿Eh? Dijo la mujer con una voz suave que estaba dispuesta a escuchar, mientras tanto sostenía al principe del Inframundo con ambas manos. Afrodita había cambiado su forma a una mas alta o gigante, entre tanto alrededor de ella crecía una niebla de color rosado que perfumaba el lugar a olor de rosas. #mitologia #hadesgame #rol
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  • Miro lo que las palomas de afrodita había dejado en la entrada del inframundo, saco de aquella caja un oso gris adorable, definitivamente combinaría con su cuarto, continuo viendo el contenido de aquella caja para encontrar la cosa mas adorable y hermosa que alguien le había regalado. Una cabra de peluche que era idéntica a Albina su cabra mascota.

    No había conversado nunca con la diosa del amor, su tía vivía en el olimpo y ella no solía frecuentar aquellos lugares. Sin embargo de alguna manera se había enterado de su adoración por aquellos animales.

    -Gracias tía phrodi...

    Susurro para ella misma, con una sonrisa llevando consigo los regalos a su habitación, ahora debía encontrar la forma de devolver aquel dulce gesto.

    𝓐𝐩𝐡𝐫𝐨𝐝𝐢𝐭𝒆
    Miro lo que las palomas de afrodita había dejado en la entrada del inframundo, saco de aquella caja un oso gris adorable, definitivamente combinaría con su cuarto, continuo viendo el contenido de aquella caja para encontrar la cosa mas adorable y hermosa que alguien le había regalado. Una cabra de peluche que era idéntica a Albina su cabra mascota. No había conversado nunca con la diosa del amor, su tía vivía en el olimpo y ella no solía frecuentar aquellos lugares. Sin embargo de alguna manera se había enterado de su adoración por aquellos animales. -Gracias tía phrodi... Susurro para ella misma, con una sonrisa llevando consigo los regalos a su habitación, ahora debía encontrar la forma de devolver aquel dulce gesto. [blast_emerald_turtle_646]
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  • La diosa del amor se encontraba en sus bellos jardines lo más bellos del Olimpo, era una mañana tranquila en ese mismo lugar, Pero para ella no del todo. Ya que la mujer de bellos cabellos dorados que parecen ríos preciosos, estaba en un estado de desánimo, su pose decía mucho que hablar, tenía la cabeza cabizbaja y sus dedos tocaban aquella arpa que entonaba una melodía triste y lenta debido a los ánimos de la deidad.

    Estaba desanimada y triste por lo que sucedió con su amado hijo Eros el Dios del amor. Se había enterado este de los malos tratos que le a hecho Afrodita a la esposa de su hijo, Psique. Este le reclamo y le amenazó que si seguía tratando mal a su mujer, se alejaría de Afrodita, su madre, algo que quebró el corazón de la diosa. Nunca imagino que su amado hijo el quien crio y el quien más quiere de todos sus hijos le quiera dar la espalda.

    Esto causó en Afrodita un resentimiento más grande hacia Psique y un dolor que el amor no puede apagar, ya que el amor de madre hacia sus hijos es más fuerte que todo amor y más para la diosa.

    —Quizas Eros tenga razón... No me necesita... Ya es un hombre... O quizás ¿Tiene razón que Psique no se merece tales tratos?

    Aquellos sentimientos hacían que ella misma se contradiga a sus ideales, para ella considera que Psique merece ser castigada por dudar del amor que su hijo le siente y aparte ¿Cómo puede dudar después que Afrodita le permitió estar con el y después de todos aquellos retos que se le interponieron para llegar a eros?, por eso accedió a castigarla Pero su hijo está plenamente enamorado que no ve. Esa es la perspectiva de la Diosa Pero a la vez dentro de su ser trata de ver lo que su hijo ve. Pero es algo que le cuesta.

    Después la mujer de cabellos dorados soltó en llanto su dolor que no podía contener más. Dejo de tocar el arpa mientras de sus ojos caían lágrimas que manchaban las telas finas de sus prendas.

    —¿Que será la diosa del amor sin lo que más ama prefiere a una desconocida? ¿Vale la pena seguir aquí?

    Se preguntaba en su mente, estaba pensando en si irse del Olimpo y cumplir con lo que pidió Eros. Si el ya no prefiere a su madre y ahora más a su esposa... Era una decisión difícil para la diosa del amor ¿De que servía seguir aquí? Si su hijo lo que más ama le dió a atender de su posible abandono por el...

    Quizás irse del Olimpo sea una buena decisión para Afrodita para darse tiempo a reflexionar y entender a su hijo... Y descubrir que más puede hacer aparte de influir amor...

    "Aphrodite—Cap 1"

    #mitologiagriega #rol #español

    La diosa del amor se encontraba en sus bellos jardines lo más bellos del Olimpo, era una mañana tranquila en ese mismo lugar, Pero para ella no del todo. Ya que la mujer de bellos cabellos dorados que parecen ríos preciosos, estaba en un estado de desánimo, su pose decía mucho que hablar, tenía la cabeza cabizbaja y sus dedos tocaban aquella arpa que entonaba una melodía triste y lenta debido a los ánimos de la deidad. Estaba desanimada y triste por lo que sucedió con su amado hijo Eros el Dios del amor. Se había enterado este de los malos tratos que le a hecho Afrodita a la esposa de su hijo, Psique. Este le reclamo y le amenazó que si seguía tratando mal a su mujer, se alejaría de Afrodita, su madre, algo que quebró el corazón de la diosa. Nunca imagino que su amado hijo el quien crio y el quien más quiere de todos sus hijos le quiera dar la espalda. Esto causó en Afrodita un resentimiento más grande hacia Psique y un dolor que el amor no puede apagar, ya que el amor de madre hacia sus hijos es más fuerte que todo amor y más para la diosa. —Quizas Eros tenga razón... No me necesita... Ya es un hombre... O quizás ¿Tiene razón que Psique no se merece tales tratos? Aquellos sentimientos hacían que ella misma se contradiga a sus ideales, para ella considera que Psique merece ser castigada por dudar del amor que su hijo le siente y aparte ¿Cómo puede dudar después que Afrodita le permitió estar con el y después de todos aquellos retos que se le interponieron para llegar a eros?, por eso accedió a castigarla Pero su hijo está plenamente enamorado que no ve. Esa es la perspectiva de la Diosa Pero a la vez dentro de su ser trata de ver lo que su hijo ve. Pero es algo que le cuesta. Después la mujer de cabellos dorados soltó en llanto su dolor que no podía contener más. Dejo de tocar el arpa mientras de sus ojos caían lágrimas que manchaban las telas finas de sus prendas. —¿Que será la diosa del amor sin lo que más ama prefiere a una desconocida? ¿Vale la pena seguir aquí? Se preguntaba en su mente, estaba pensando en si irse del Olimpo y cumplir con lo que pidió Eros. Si el ya no prefiere a su madre y ahora más a su esposa... Era una decisión difícil para la diosa del amor ¿De que servía seguir aquí? Si su hijo lo que más ama le dió a atender de su posible abandono por el... Quizás irse del Olimpo sea una buena decisión para Afrodita para darse tiempo a reflexionar y entender a su hijo... Y descubrir que más puede hacer aparte de influir amor... "Aphrodite—Cap 1" #mitologiagriega #rol #español
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  • 𓆩ꨄ𓆪

    Hace ya mucho tiempo que no se manifiesta... mucho tiempo desde que no la percibo con claridad, o quizás... desde que yo he dejado de sentirla.

    Hoy observé a mi maestro —mi querido Morfeo— detenido ante el horizonte del sueño. Estaba callado, ausente, pensativo.
    Y sentí... algo que no sé si me pertenece: celos.

    No debería. No debería ser tan curiosa.
    Lo sé.
    Pero hay algo en esa sombra que lo envuelve... algo que me llama y me hiere.

    Ella —madre, esencia, raíz— se oculta de mí.
    Pero no de él.

    Y eso me estremece.

    Siento, como si esta vez, se dejara sanar por un sueño que no es blanco... ni puro.
    Un sueño mudo... cargado de cicatrices invisibles.
    ¿En qué piensa cuando se desvanece así?

    ¿Nadie la buscará? ¿Nadie, en forma, en cuerpo, en voz...?
    Yo misma dije que debíamos respetarla, y así lo hice.
    Pero ver a Morfeo perderse en ese mundo donde yo aún no puedo ir...
    Porque ella no me deja...

    Es una espina que ni la niebla puede disolver.

    ¿Por qué lo dejas a él alcanzarte, sostenerte...?
    ¿Y a mí me mantienes en la bruma?

    Madre... dondequiera que estés...

    Yo custodiaré tus memorias.
    Tus emociones duermen en mí como ecos dulces.
    Tu chispa me atraviesa.
    No permitas que el amor elija por ti un final.
    Recuerda tu divinidad. Aún dolida, aún herida... sigues siendo una diosa.

    Aunque quieras desaparecer, aunque creas que el mundo puede continuar sin ti...
    Las amistades verdaderas te siguen llamando.
    Las almas limpias aún te lloran en silencio.

    Y yo —yo, que soy solo bruma y consuelo—
    Espero que si regresas, las lenguas que te marchitaron, te dejen en paz.

    Quédate, madre...
    Por lo que aún te celebra.
    Por lo que aún suma a tu dicha.
    No por aquellos que restaron tu luz.

    Recuerda: los que te aman, ven tu alma.
    Y los que nunca te entendieron… nunca merecieron verte florecer.

    Tú, que eres la sangre de la juventud misma...
    El amor también puede doler con dulzura.
    Y aun si pactaste con Afrodita, lo sé:

    Puedes amar sin olvidar.
    Puedes adorar sin odiar.
    Y esa es tu mayor fuerza… y su mayor frustración.

    Ellos no tienen idea…
    De quién fuiste.
    De quién eres.
    Ni de quién serás… cuando despiertes.

    Y solo espero que al hacerlo...

    Recuerdes que aquí estoy.
    Tu hija.
    Esperándote.
    Llena de neblina e... indignación.

    ¿Por qué Morfeo es el favorito...?
    ¿Y yo, qué soy?

    Que me parta...

    Ah… claro.
    Nada puede partirme.
    Ni los rayos del abuelo Zeus.

    Pero tú, madre… tú sí puedes.
    Tú me partes con tu indiferencia.
    𓆩ꨄ𓆪 Hace ya mucho tiempo que no se manifiesta... mucho tiempo desde que no la percibo con claridad, o quizás... desde que yo he dejado de sentirla. Hoy observé a mi maestro —mi querido Morfeo— detenido ante el horizonte del sueño. Estaba callado, ausente, pensativo. Y sentí... algo que no sé si me pertenece: celos. No debería. No debería ser tan curiosa. Lo sé. Pero hay algo en esa sombra que lo envuelve... algo que me llama y me hiere. Ella —madre, esencia, raíz— se oculta de mí. Pero no de él. Y eso me estremece. Siento, como si esta vez, se dejara sanar por un sueño que no es blanco... ni puro. Un sueño mudo... cargado de cicatrices invisibles. ¿En qué piensa cuando se desvanece así? ¿Nadie la buscará? ¿Nadie, en forma, en cuerpo, en voz...? Yo misma dije que debíamos respetarla, y así lo hice. Pero ver a Morfeo perderse en ese mundo donde yo aún no puedo ir... Porque ella no me deja... Es una espina que ni la niebla puede disolver. ¿Por qué lo dejas a él alcanzarte, sostenerte...? ¿Y a mí me mantienes en la bruma? Madre... dondequiera que estés... Yo custodiaré tus memorias. Tus emociones duermen en mí como ecos dulces. Tu chispa me atraviesa. No permitas que el amor elija por ti un final. Recuerda tu divinidad. Aún dolida, aún herida... sigues siendo una diosa. Aunque quieras desaparecer, aunque creas que el mundo puede continuar sin ti... Las amistades verdaderas te siguen llamando. Las almas limpias aún te lloran en silencio. Y yo —yo, que soy solo bruma y consuelo— Espero que si regresas, las lenguas que te marchitaron, te dejen en paz. Quédate, madre... Por lo que aún te celebra. Por lo que aún suma a tu dicha. No por aquellos que restaron tu luz. Recuerda: los que te aman, ven tu alma. Y los que nunca te entendieron… nunca merecieron verte florecer. Tú, que eres la sangre de la juventud misma... El amor también puede doler con dulzura. Y aun si pactaste con Afrodita, lo sé: Puedes amar sin olvidar. Puedes adorar sin odiar. Y esa es tu mayor fuerza… y su mayor frustración. Ellos no tienen idea… De quién fuiste. De quién eres. Ni de quién serás… cuando despiertes. Y solo espero que al hacerlo... Recuerdes que aquí estoy. Tu hija. Esperándote. Llena de neblina e... indignación. ¿Por qué Morfeo es el favorito...? ¿Y yo, qué soy? Que me parta... Ah… claro. Nada puede partirme. Ni los rayos del abuelo Zeus. Pero tú, madre… tú sí puedes. Tú me partes con tu indiferencia.
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  • Esas ni Afrodita de piscis se las dejo caer XD

    https://vt.tiktok.com/ZShR6YQtX/
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  • El corazón más gélido y viril del mundo, aunque haya nacido bajo el trato del desprecio creciendo con un gran vacío que solo lo pudo llenar con odio, guerras y muerte, puede ser tocado por la belleza del amor un sentimiento contradictorio a lo que vive. Pero solo una pizca aunque sea emifera, quizás pueda acabar con la guerra a muerte dando a florecer la paz y el calor para un corazón roto.

    —Aphrodita

    #poesia #mitologiagriega #ares #afrodita.
    El corazón más gélido y viril del mundo, aunque haya nacido bajo el trato del desprecio creciendo con un gran vacío que solo lo pudo llenar con odio, guerras y muerte, puede ser tocado por la belleza del amor un sentimiento contradictorio a lo que vive. Pero solo una pizca aunque sea emifera, quizás pueda acabar con la guerra a muerte dando a florecer la paz y el calor para un corazón roto. —Aphrodita #poesia #mitologiagriega #ares #afrodita.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Espero algún momento hacer rol de romance con un Ares para mí Afrodita//

    #buscorol #rol #mitologiagriega
    Espero algún momento hacer rol de romance con un Ares para mí Afrodita// #buscorol #rol #mitologiagriega
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  • Mis jardines son los mas bellos del Olimpo sin duda. Pero como para que alguien que no voy a mencionar su nombre Pero es el estúpido hijo de Zeus, ensucie mis preciosos pastos.

    —Aphrodite

    #mitologiagriega #humor #afrodita #jardin
    Mis jardines son los mas bellos del Olimpo sin duda. Pero como para que alguien que no voy a mencionar su nombre Pero es el estúpido hijo de Zeus, ensucie mis preciosos pastos. —Aphrodite #mitologiagriega #humor #afrodita #jardin
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  • ⠀⠀Nadie lo vio llegar. Las masas no lo notaron, y el cetrino pálido de la piedra iluminado por la luna simplemente ignoró su sombra.

    ⠀⠀Pero cuando Cipriano cruzó la puerta del convento de San Giovanni, las piedras susurraron su nombre. No el que porta ahora —condenado y santo a la vez—, sino aquel que había sido tallado en los altares rotos de Pafos, consagrado en la espuma y el paganismo, bajo los ojos de una diosa icónica.

    ⠀⠀No había ídolos en el convento. Solo cruces, cilicios, vitrales con santos que lloraban. Pero como un aroma perdido entre incienso y el musgo viejo de las paredes. Los muros blancos de mármol, que deberían haberlo repelido, le ofrecieron abrigo. Porque ella —la que fue Afrodita— lo había amado antes de que el tiempo se enredara en dogmas nuevos.

    ⠀⠀Los pasos de Cipriano no sonaban, pero los ecos del pasado sí. Las novicias bajaron la mirada sin saber por qué. Los crucifijos temblaron en las paredes.

    ⠀⠀Pero no lo encontraron.

    ⠀⠀Cipriano ya había salido del lugar, una noche sin demonios que exorcizar, ni sueño que apaciguar.
    ⠀ ⠀⠀Nadie lo vio llegar. Las masas no lo notaron, y el cetrino pálido de la piedra iluminado por la luna simplemente ignoró su sombra. ⠀⠀Pero cuando Cipriano cruzó la puerta del convento de San Giovanni, las piedras susurraron su nombre. No el que porta ahora —condenado y santo a la vez—, sino aquel que había sido tallado en los altares rotos de Pafos, consagrado en la espuma y el paganismo, bajo los ojos de una diosa icónica. ⠀⠀No había ídolos en el convento. Solo cruces, cilicios, vitrales con santos que lloraban. Pero como un aroma perdido entre incienso y el musgo viejo de las paredes. Los muros blancos de mármol, que deberían haberlo repelido, le ofrecieron abrigo. Porque ella —la que fue Afrodita— lo había amado antes de que el tiempo se enredara en dogmas nuevos. ⠀⠀Los pasos de Cipriano no sonaban, pero los ecos del pasado sí. Las novicias bajaron la mirada sin saber por qué. Los crucifijos temblaron en las paredes. ⠀⠀Pero no lo encontraron. ⠀⠀Cipriano ya había salido del lugar, una noche sin demonios que exorcizar, ni sueño que apaciguar. ⠀
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  • El Olimpo se erguía como la cúspide del poder divino, un reino de esplendor inconmensurable donde el tiempo fluía distinto, como un río que nunca se detenía. Sus columnas doradas resplandecían con la luz eterna del cielo, y los caminos de mármol se extendían en un laberinto de belleza imposible, adornados con jardines colgantes donde crecían flores que nunca marchitaban. Allí, entre dioses y semidioses que vivían en un goce sin fin, Artemisa caminaba con paso firme, indiferente a la opulencia que la rodeaba.

    Para ella, el Olimpo no era un refugio ni un hogar; era solo el punto de partida antes de regresar a donde realmente pertenecía. Sus dominios no estaban entre los banquetes de néctar y ambrosía, ni en las asambleas de los dioses donde Zeus imponía su autoridad. Su reino era el viento que corría libre por los montes, el crujir de las hojas bajo las patas de los ciervos, el aullido lejano de los lobos en la espesura. Allí estaba su verdadera esencia, en la naturaleza indómita que regía con justicia, no con dominio.

    A su alrededor, el Olimpo vibraba con la actividad incansable de los dioses en sus respectivas ocupaciones. Atenea meditaba en lo alto de su templo, sus pensamientos forjando planes que decidirían el destino de reinos enteros. Afrodita reía entre sus doncellas, perfumada con el aroma de mil flores, mientras tejía con hilos invisibles el destino de los corazones mortales. Hermes se deslizaba como un rayo entre los pasillos, dejando tras de sí un eco de palabras ininteligibles. Incluso Ares, impetuoso y fiero, entrenaba en su colosal campo de batalla, golpeando contra el aire en una guerra eterna que nunca conocería fin.

    Pero Artemisa no se detenía a contemplar nada de eso. Su atención estaba en otra parte, en el mundo más allá de las nubes divinas. Su oído percibía lo que otros ignoraban: las súplicas que se alzaban desde la tierra, débiles como un murmullo, pero inconfundibles para ella. Un llamado se filtró a través del velo de los cielos, una voz trémula que pronunciaba su nombre en medio del bosque. Era un ruego de protección, un grito silencioso de auxilio que no necesitaba ser más fuerte para ser escuchado.

    El mármol del Olimpo resplandecía bajo la luz plateada de la luna, mientras una brisa fresca serpenteaba entre las columnas altísimas del palacio de los dioses. Artemisa caminaba con paso firme, la mirada afilada y los labios tensos. Su túnica corta, ceñida con un cinturón de plata, ondeaba con cada movimiento, y su carcaj lleno de flechas silbaba levemente con el roce del cuero.

    Las obligaciones nunca cesaban en el Olimpo. No importaba que estuviera en la morada de los dioses, su mente siempre estaba en el mundo mortal, en los bosques y montañas que protegía. Mientras los demás se regocijaban en banquetes y alabanzas, ella permanecía alerta. Sus dominios no eran los salones dorados ni los festines del Olimpo, sino los bosques sombríos y las montañas indómitas del mundo mortal.

    Los susurros de una súplica llegaron a sus oídos como el aullido de un lobo en la distancia. Una joven pedía protección, su voz trémula perdida en la vastedad del cosmos. Artemisa no dudó. Su existencia no era de descanso ni de indulgencia, sino de vigilancia y acción. Sin un instante de vacilación, se encaminó hacia la gran escalinata, su silueta perdiéndose entre la bruma dorada del Olimpo, lista para cumplir con su deber una vez más.

    Sus dedos se cerraron sobre su arco con naturalidad, como si la madera y la cuerda fueran una extensión de su propio ser. La cacería no era solo un acto de supervivencia, sino un equilibrio que debía preservarse. Y así como ella cazaba, también protegía. No permitiría que la injusticia corriera libre por la tierra como una bestia sin cadenas. No mientras ella existiera.

    Sin mirar atrás, comenzó su descenso. El Olimpo, con toda su gloria imperecedera, se desdibujó tras de ella, reemplazado por el resplandor frío de la luna que la acompañaba siempre. Su labor nunca cesaba, y jamás buscaría que lo hiciera. La noche era su aliada, y en su abrazo, cumplía su eterno deber.
    El Olimpo se erguía como la cúspide del poder divino, un reino de esplendor inconmensurable donde el tiempo fluía distinto, como un río que nunca se detenía. Sus columnas doradas resplandecían con la luz eterna del cielo, y los caminos de mármol se extendían en un laberinto de belleza imposible, adornados con jardines colgantes donde crecían flores que nunca marchitaban. Allí, entre dioses y semidioses que vivían en un goce sin fin, Artemisa caminaba con paso firme, indiferente a la opulencia que la rodeaba. Para ella, el Olimpo no era un refugio ni un hogar; era solo el punto de partida antes de regresar a donde realmente pertenecía. Sus dominios no estaban entre los banquetes de néctar y ambrosía, ni en las asambleas de los dioses donde Zeus imponía su autoridad. Su reino era el viento que corría libre por los montes, el crujir de las hojas bajo las patas de los ciervos, el aullido lejano de los lobos en la espesura. Allí estaba su verdadera esencia, en la naturaleza indómita que regía con justicia, no con dominio. A su alrededor, el Olimpo vibraba con la actividad incansable de los dioses en sus respectivas ocupaciones. Atenea meditaba en lo alto de su templo, sus pensamientos forjando planes que decidirían el destino de reinos enteros. Afrodita reía entre sus doncellas, perfumada con el aroma de mil flores, mientras tejía con hilos invisibles el destino de los corazones mortales. Hermes se deslizaba como un rayo entre los pasillos, dejando tras de sí un eco de palabras ininteligibles. Incluso Ares, impetuoso y fiero, entrenaba en su colosal campo de batalla, golpeando contra el aire en una guerra eterna que nunca conocería fin. Pero Artemisa no se detenía a contemplar nada de eso. Su atención estaba en otra parte, en el mundo más allá de las nubes divinas. Su oído percibía lo que otros ignoraban: las súplicas que se alzaban desde la tierra, débiles como un murmullo, pero inconfundibles para ella. Un llamado se filtró a través del velo de los cielos, una voz trémula que pronunciaba su nombre en medio del bosque. Era un ruego de protección, un grito silencioso de auxilio que no necesitaba ser más fuerte para ser escuchado. El mármol del Olimpo resplandecía bajo la luz plateada de la luna, mientras una brisa fresca serpenteaba entre las columnas altísimas del palacio de los dioses. Artemisa caminaba con paso firme, la mirada afilada y los labios tensos. Su túnica corta, ceñida con un cinturón de plata, ondeaba con cada movimiento, y su carcaj lleno de flechas silbaba levemente con el roce del cuero. Las obligaciones nunca cesaban en el Olimpo. No importaba que estuviera en la morada de los dioses, su mente siempre estaba en el mundo mortal, en los bosques y montañas que protegía. Mientras los demás se regocijaban en banquetes y alabanzas, ella permanecía alerta. Sus dominios no eran los salones dorados ni los festines del Olimpo, sino los bosques sombríos y las montañas indómitas del mundo mortal. Los susurros de una súplica llegaron a sus oídos como el aullido de un lobo en la distancia. Una joven pedía protección, su voz trémula perdida en la vastedad del cosmos. Artemisa no dudó. Su existencia no era de descanso ni de indulgencia, sino de vigilancia y acción. Sin un instante de vacilación, se encaminó hacia la gran escalinata, su silueta perdiéndose entre la bruma dorada del Olimpo, lista para cumplir con su deber una vez más. Sus dedos se cerraron sobre su arco con naturalidad, como si la madera y la cuerda fueran una extensión de su propio ser. La cacería no era solo un acto de supervivencia, sino un equilibrio que debía preservarse. Y así como ella cazaba, también protegía. No permitiría que la injusticia corriera libre por la tierra como una bestia sin cadenas. No mientras ella existiera. Sin mirar atrás, comenzó su descenso. El Olimpo, con toda su gloria imperecedera, se desdibujó tras de ella, reemplazado por el resplandor frío de la luna que la acompañaba siempre. Su labor nunca cesaba, y jamás buscaría que lo hiciera. La noche era su aliada, y en su abrazo, cumplía su eterno deber.
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