• Mis jardines son los mas bellos del Olimpo sin duda. Pero como para que alguien que no voy a mencionar su nombre Pero es el estúpido hijo de Zeus, ensucie mis preciosos pastos.

    —Aphrodite

    #mitologiagriega #humor #afrodita #jardin
    Mis jardines son los mas bellos del Olimpo sin duda. Pero como para que alguien que no voy a mencionar su nombre Pero es el estúpido hijo de Zeus, ensucie mis preciosos pastos. —Aphrodite #mitologiagriega #humor #afrodita #jardin
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  • ⠀⠀Nadie lo vio llegar. Las masas no lo notaron, y el cetrino pálido de la piedra iluminado por la luna simplemente ignoró su sombra.

    ⠀⠀Pero cuando Cipriano cruzó la puerta del convento de San Giovanni, las piedras susurraron su nombre. No el que porta ahora —condenado y santo a la vez—, sino aquel que había sido tallado en los altares rotos de Pafos, consagrado en la espuma y el paganismo, bajo los ojos de una diosa icónica.

    ⠀⠀No había ídolos en el convento. Solo cruces, cilicios, vitrales con santos que lloraban. Pero como un aroma perdido entre incienso y el musgo viejo de las paredes. Los muros blancos de mármol, que deberían haberlo repelido, le ofrecieron abrigo. Porque ella —la que fue Afrodita— lo había amado antes de que el tiempo se enredara en dogmas nuevos.

    ⠀⠀Los pasos de Cipriano no sonaban, pero los ecos del pasado sí. Las novicias bajaron la mirada sin saber por qué. Los crucifijos temblaron en las paredes.

    ⠀⠀Pero no lo encontraron.

    ⠀⠀Cipriano ya había salido del lugar, una noche sin demonios que exorcizar, ni sueño que apaciguar.
    ⠀ ⠀⠀Nadie lo vio llegar. Las masas no lo notaron, y el cetrino pálido de la piedra iluminado por la luna simplemente ignoró su sombra. ⠀⠀Pero cuando Cipriano cruzó la puerta del convento de San Giovanni, las piedras susurraron su nombre. No el que porta ahora —condenado y santo a la vez—, sino aquel que había sido tallado en los altares rotos de Pafos, consagrado en la espuma y el paganismo, bajo los ojos de una diosa icónica. ⠀⠀No había ídolos en el convento. Solo cruces, cilicios, vitrales con santos que lloraban. Pero como un aroma perdido entre incienso y el musgo viejo de las paredes. Los muros blancos de mármol, que deberían haberlo repelido, le ofrecieron abrigo. Porque ella —la que fue Afrodita— lo había amado antes de que el tiempo se enredara en dogmas nuevos. ⠀⠀Los pasos de Cipriano no sonaban, pero los ecos del pasado sí. Las novicias bajaron la mirada sin saber por qué. Los crucifijos temblaron en las paredes. ⠀⠀Pero no lo encontraron. ⠀⠀Cipriano ya había salido del lugar, una noche sin demonios que exorcizar, ni sueño que apaciguar. ⠀
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  • El Olimpo se erguía como la cúspide del poder divino, un reino de esplendor inconmensurable donde el tiempo fluía distinto, como un río que nunca se detenía. Sus columnas doradas resplandecían con la luz eterna del cielo, y los caminos de mármol se extendían en un laberinto de belleza imposible, adornados con jardines colgantes donde crecían flores que nunca marchitaban. Allí, entre dioses y semidioses que vivían en un goce sin fin, Artemisa caminaba con paso firme, indiferente a la opulencia que la rodeaba.

    Para ella, el Olimpo no era un refugio ni un hogar; era solo el punto de partida antes de regresar a donde realmente pertenecía. Sus dominios no estaban entre los banquetes de néctar y ambrosía, ni en las asambleas de los dioses donde Zeus imponía su autoridad. Su reino era el viento que corría libre por los montes, el crujir de las hojas bajo las patas de los ciervos, el aullido lejano de los lobos en la espesura. Allí estaba su verdadera esencia, en la naturaleza indómita que regía con justicia, no con dominio.

    A su alrededor, el Olimpo vibraba con la actividad incansable de los dioses en sus respectivas ocupaciones. Atenea meditaba en lo alto de su templo, sus pensamientos forjando planes que decidirían el destino de reinos enteros. Afrodita reía entre sus doncellas, perfumada con el aroma de mil flores, mientras tejía con hilos invisibles el destino de los corazones mortales. Hermes se deslizaba como un rayo entre los pasillos, dejando tras de sí un eco de palabras ininteligibles. Incluso Ares, impetuoso y fiero, entrenaba en su colosal campo de batalla, golpeando contra el aire en una guerra eterna que nunca conocería fin.

    Pero Artemisa no se detenía a contemplar nada de eso. Su atención estaba en otra parte, en el mundo más allá de las nubes divinas. Su oído percibía lo que otros ignoraban: las súplicas que se alzaban desde la tierra, débiles como un murmullo, pero inconfundibles para ella. Un llamado se filtró a través del velo de los cielos, una voz trémula que pronunciaba su nombre en medio del bosque. Era un ruego de protección, un grito silencioso de auxilio que no necesitaba ser más fuerte para ser escuchado.

    El mármol del Olimpo resplandecía bajo la luz plateada de la luna, mientras una brisa fresca serpenteaba entre las columnas altísimas del palacio de los dioses. Artemisa caminaba con paso firme, la mirada afilada y los labios tensos. Su túnica corta, ceñida con un cinturón de plata, ondeaba con cada movimiento, y su carcaj lleno de flechas silbaba levemente con el roce del cuero.

    Las obligaciones nunca cesaban en el Olimpo. No importaba que estuviera en la morada de los dioses, su mente siempre estaba en el mundo mortal, en los bosques y montañas que protegía. Mientras los demás se regocijaban en banquetes y alabanzas, ella permanecía alerta. Sus dominios no eran los salones dorados ni los festines del Olimpo, sino los bosques sombríos y las montañas indómitas del mundo mortal.

    Los susurros de una súplica llegaron a sus oídos como el aullido de un lobo en la distancia. Una joven pedía protección, su voz trémula perdida en la vastedad del cosmos. Artemisa no dudó. Su existencia no era de descanso ni de indulgencia, sino de vigilancia y acción. Sin un instante de vacilación, se encaminó hacia la gran escalinata, su silueta perdiéndose entre la bruma dorada del Olimpo, lista para cumplir con su deber una vez más.

    Sus dedos se cerraron sobre su arco con naturalidad, como si la madera y la cuerda fueran una extensión de su propio ser. La cacería no era solo un acto de supervivencia, sino un equilibrio que debía preservarse. Y así como ella cazaba, también protegía. No permitiría que la injusticia corriera libre por la tierra como una bestia sin cadenas. No mientras ella existiera.

    Sin mirar atrás, comenzó su descenso. El Olimpo, con toda su gloria imperecedera, se desdibujó tras de ella, reemplazado por el resplandor frío de la luna que la acompañaba siempre. Su labor nunca cesaba, y jamás buscaría que lo hiciera. La noche era su aliada, y en su abrazo, cumplía su eterno deber.
    El Olimpo se erguía como la cúspide del poder divino, un reino de esplendor inconmensurable donde el tiempo fluía distinto, como un río que nunca se detenía. Sus columnas doradas resplandecían con la luz eterna del cielo, y los caminos de mármol se extendían en un laberinto de belleza imposible, adornados con jardines colgantes donde crecían flores que nunca marchitaban. Allí, entre dioses y semidioses que vivían en un goce sin fin, Artemisa caminaba con paso firme, indiferente a la opulencia que la rodeaba. Para ella, el Olimpo no era un refugio ni un hogar; era solo el punto de partida antes de regresar a donde realmente pertenecía. Sus dominios no estaban entre los banquetes de néctar y ambrosía, ni en las asambleas de los dioses donde Zeus imponía su autoridad. Su reino era el viento que corría libre por los montes, el crujir de las hojas bajo las patas de los ciervos, el aullido lejano de los lobos en la espesura. Allí estaba su verdadera esencia, en la naturaleza indómita que regía con justicia, no con dominio. A su alrededor, el Olimpo vibraba con la actividad incansable de los dioses en sus respectivas ocupaciones. Atenea meditaba en lo alto de su templo, sus pensamientos forjando planes que decidirían el destino de reinos enteros. Afrodita reía entre sus doncellas, perfumada con el aroma de mil flores, mientras tejía con hilos invisibles el destino de los corazones mortales. Hermes se deslizaba como un rayo entre los pasillos, dejando tras de sí un eco de palabras ininteligibles. Incluso Ares, impetuoso y fiero, entrenaba en su colosal campo de batalla, golpeando contra el aire en una guerra eterna que nunca conocería fin. Pero Artemisa no se detenía a contemplar nada de eso. Su atención estaba en otra parte, en el mundo más allá de las nubes divinas. Su oído percibía lo que otros ignoraban: las súplicas que se alzaban desde la tierra, débiles como un murmullo, pero inconfundibles para ella. Un llamado se filtró a través del velo de los cielos, una voz trémula que pronunciaba su nombre en medio del bosque. Era un ruego de protección, un grito silencioso de auxilio que no necesitaba ser más fuerte para ser escuchado. El mármol del Olimpo resplandecía bajo la luz plateada de la luna, mientras una brisa fresca serpenteaba entre las columnas altísimas del palacio de los dioses. Artemisa caminaba con paso firme, la mirada afilada y los labios tensos. Su túnica corta, ceñida con un cinturón de plata, ondeaba con cada movimiento, y su carcaj lleno de flechas silbaba levemente con el roce del cuero. Las obligaciones nunca cesaban en el Olimpo. No importaba que estuviera en la morada de los dioses, su mente siempre estaba en el mundo mortal, en los bosques y montañas que protegía. Mientras los demás se regocijaban en banquetes y alabanzas, ella permanecía alerta. Sus dominios no eran los salones dorados ni los festines del Olimpo, sino los bosques sombríos y las montañas indómitas del mundo mortal. Los susurros de una súplica llegaron a sus oídos como el aullido de un lobo en la distancia. Una joven pedía protección, su voz trémula perdida en la vastedad del cosmos. Artemisa no dudó. Su existencia no era de descanso ni de indulgencia, sino de vigilancia y acción. Sin un instante de vacilación, se encaminó hacia la gran escalinata, su silueta perdiéndose entre la bruma dorada del Olimpo, lista para cumplir con su deber una vez más. Sus dedos se cerraron sobre su arco con naturalidad, como si la madera y la cuerda fueran una extensión de su propio ser. La cacería no era solo un acto de supervivencia, sino un equilibrio que debía preservarse. Y así como ella cazaba, también protegía. No permitiría que la injusticia corriera libre por la tierra como una bestia sin cadenas. No mientras ella existiera. Sin mirar atrás, comenzó su descenso. El Olimpo, con toda su gloria imperecedera, se desdibujó tras de ella, reemplazado por el resplandor frío de la luna que la acompañaba siempre. Su labor nunca cesaba, y jamás buscaría que lo hiciera. La noche era su aliada, y en su abrazo, cumplía su eterno deber.
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  • Oculta tras un denso arbusto de hojas esmeralda, Fauna observaba a la diosa ❛ 𝐀𝐩𝐡𝐫𝐨 ❜ con una mezcla de curiosidad y nerviosismo. Sus ojos dorados brillaban con una luz inquisitiva mientras estudiaba cada movimiento de la diosa.

    —¿Uuuuu? –murmuró para sí misma, con un gesto pensativo— Si la diosa Afrodita me creó... eso significa que... ¿es algo así como... mi madre? —Un leve sonrojo tiñó sus mejillas mientras consideraba la idea, su voz suave cargada de una mezcla de sorpresa y timidez.
    Oculta tras un denso arbusto de hojas esmeralda, Fauna observaba a la diosa [AfroTheSmilingOne] con una mezcla de curiosidad y nerviosismo. Sus ojos dorados brillaban con una luz inquisitiva mientras estudiaba cada movimiento de la diosa. —¿Uuuuu? –murmuró para sí misma, con un gesto pensativo— Si la diosa Afrodita me creó... eso significa que... ¿es algo así como... mi madre? —Un leve sonrojo tiñó sus mejillas mientras consideraba la idea, su voz suave cargada de una mezcla de sorpresa y timidez. :STK-3:
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  • Me doy por vencida esto en el amor , ni afrodita puede ser asi ..... conmigo , el unico hombre que amo y jamas sentira lo mismo .
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  • Si, a estas alturas ya conoces a Lane. Pero... ¿Alguna vez te preguntaste como sería su versión femenina?

    Un poco distinta...

    ''Sacerdotisa de Afrodita...
    Devenida en trabajadora sexual~
    Aunque lo promiscuo no la irrita...
    No le gusta que a lo que hace le llamen trabajar~''

    |•| Si no fuera por su lore trágico, efectivamente Lane sería el hombre sexo (?)
    Si, a estas alturas ya conoces a Lane. Pero... ¿Alguna vez te preguntaste como sería su versión femenina? Un poco distinta... ''Sacerdotisa de Afrodita... Devenida en trabajadora sexual~ Aunque lo promiscuo no la irrita... No le gusta que a lo que hace le llamen trabajar~'' |•| Si no fuera por su lore trágico, efectivamente Lane sería el hombre sexo (?)
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  • Ese dichoso día está acercándose.. Un día lleno de rosas, palomas y.. ¿Chocolate? En honor a Afrodita.
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  • No entiendo el vicio de los fans de llegar en algunos dibujos a ponerme sorpresa, no me gusta eso, soy físicamente en todos los sentidos mujer, no soy lo que se conoce como hermafrodita.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    articulo actualizado

    hecate añadida

    Quione
    Eris
    Eros
    Afrodita

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    si quieren unirse saben que solo deben consultar esta lista y si no esta esta libre

    lamentamos los que se fueron saben que si quieren rol con otro personaje es aceptado ya sea mitologico o no
    articulo actualizado hecate añadida Quione Eris Eros Afrodita Borradas si quieren unirse saben que solo deben consultar esta lista y si no esta esta libre lamentamos los que se fueron saben que si quieren rol con otro personaje es aceptado ya sea mitologico o no
    Lista de dioses Ocupados
    Hola! Muy buenos dias tardes o noches, dependiendo a que hora me leas!    Hago este articulo para ayudar a  identificar todos los que estamos aqui, sepas un poco sobre ellos y tengas acceso a todos los demas dioses   al mismo tiempo ayuda a cualquiera que quiera entrar y saber que dioses ya estan ocupados   Como dije pondre un poco de datos y sus padres y que es...
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  • //Cabe aclarar que este versión de Girlfriend es Hermafrodita y tiene gusto por las mujeres (de todo tipo,incluyendo chicos afeminados)
    //Cabe aclarar que este versión de Girlfriend es Hermafrodita y tiene gusto por las mujeres (de todo tipo,incluyendo chicos afeminados)
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