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    //Friendly reminder. Quién agrega primero amigos es quien busca interacción, así que ya sabéis por qué el día menos pensado me pongo a hacer limpieza y no os dejo a ni uno.
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  • 𝖀𝖓 𝖕𝖊𝖓𝖘𝖆𝖒𝖎𝖊𝖓𝖙𝖔

    "El amor de un mortal es sufrimiento para el inmortal que lo pierde en su final."

    Eso es lo que cualquiera le diría a un ser etéreo, como es mi caso. Pero yo no lo veo de esa forma. El inmortal vive con la certeza de la vida eterna, sabiendo que tiene el infinito por delante para sentir y experimentar cuanto desee, hasta saciar su hambre. ¿Y el mortal? Él se aferra a cada sentimiento, a cada experiencia con una pasión feroz, una pasión arrolladora que me hace sentir, nuevamente, que estoy vivo, que no soy un mero espectador en este vasto mundo y su transcurrir.

    Un mortal sabe que desde el instante en que nace, ya está muriendo, y lo demuestra viviendo con fuerza cada suspiro. Amo el amor de un mortal; amo la intensidad con la que arde en mi piel, amo con cada beso en mis labios, sintiéndose como el primero, amo cada efímero segundo que puedo compartir a su lado, impregnándome de esa ansia por la vida, por sentir, por querer. Amo la reacción en sus ojos al pronumciarle un "Te amo", como lo reciben haciéndote sentir un éxtasis genuino y sincero .

    La mortalidad es sufrimiento para quien ve partir a su ser amado, pero más me dolería no haber aprovechado cada bocanada de aire que la vida me concede para estar junto a él.
    𝖀𝖓 𝖕𝖊𝖓𝖘𝖆𝖒𝖎𝖊𝖓𝖙𝖔 "El amor de un mortal es sufrimiento para el inmortal que lo pierde en su final." Eso es lo que cualquiera le diría a un ser etéreo, como es mi caso. Pero yo no lo veo de esa forma. El inmortal vive con la certeza de la vida eterna, sabiendo que tiene el infinito por delante para sentir y experimentar cuanto desee, hasta saciar su hambre. ¿Y el mortal? Él se aferra a cada sentimiento, a cada experiencia con una pasión feroz, una pasión arrolladora que me hace sentir, nuevamente, que estoy vivo, que no soy un mero espectador en este vasto mundo y su transcurrir. Un mortal sabe que desde el instante en que nace, ya está muriendo, y lo demuestra viviendo con fuerza cada suspiro. Amo el amor de un mortal; amo la intensidad con la que arde en mi piel, amo con cada beso en mis labios, sintiéndose como el primero, amo cada efímero segundo que puedo compartir a su lado, impregnándome de esa ansia por la vida, por sentir, por querer. Amo la reacción en sus ojos al pronumciarle un "Te amo", como lo reciben haciéndote sentir un éxtasis genuino y sincero . La mortalidad es sufrimiento para quien ve partir a su ser amado, pero más me dolería no haber aprovechado cada bocanada de aire que la vida me concede para estar junto a él.
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  • Carmina estaba detrás del mostrador de su pequeña tienda de conveniencia, revisando las fechas de caducidad de los productos en los estantes. Era una mañana tranquila, y el suave zumbido de las luces fluorescentes llenaba el espacio con un ruido de fondo constante. La mayoría de los clientes aún no llegaban, lo que le daba tiempo para organizar y limpiar.

    Mientras acomodaba los frascos de café instantáneo, un recuerdo cálido se abrió paso en su mente. La cocina de su abuelo Pietro siempre olía a café recién molido. Incluso en esta época, cuando las máquinas de cápsulas y los baristas dominaban el panorama, él insistía en usar su viejo molinillo manual cada mañana. "El café sabe mejor cuando lo haces con tus propias manos," solía decirle, con una sonrisa llena de sabiduría. Carmina podía casi escuchar el sonido del molinillo y ver la expresión de concentración en su rostro mientras giraba la manivela con calma.

    Se dirigió al área de productos frescos, donde empezó a revisar la sección de frutas y verduras. Mientras elegía cuáles desechar, recordó cómo Pietro la llevaba al mercado los fines de semana. Siempre seleccionaba las hierbas y especias con cuidado, diciendo que cada ingrediente tenía una historia y un propósito. "Tienes que saber escuchar lo que la tierra te ofrece," le explicaba mientras le mostraba cómo diferenciar el romero fresco del que había perdido su fragancia. Aunque ahora Carmina no vendía hierbas en su tienda, esa lección se quedó con ella, enseñándole a valorar la calidad y la esencia de las cosas, incluso en un lugar tan moderno y ajetreado como su tienda.

    Pasó un paño por las superficies del mostrador, sus pensamientos aún sumidos en esos días. Aunque la tienda estaba lejos de la acogedora botica de su abuelo, donde las plantas secas colgaban del techo y el olor a hierbas impregnaba el aire, ella había intentado conservar algo de esa calidez. Pietro siempre decía que un negocio era más que una transacción; era un intercambio de energía y un lugar donde las personas se encontraban para conectar, aunque solo fuera por un breve momento.

    Carmina ajustó la pequeña planta de lavanda que tenía junto a la caja registradora, un guiño a los días pasados. Pietro solía tener plantas por toda la casa, cada una con un propósito. La lavanda, decía, era para la calma y el equilibrio. "Las personas están tan ocupadas hoy en día que a veces se olvidan de respirar," le había dicho una vez mientras arreglaba unas macetas en la ventana. "Pero un pequeño toque de naturaleza siempre puede ayudar."

    El sonido de la puerta automática interrumpió sus pensamientos cuando un cliente entró. Carmina saludó con una sonrisa y lo ayudó a encontrar lo que buscaba. Al finalizar la transacción, el cliente se marchó con un agradecimiento, y Carmina se quedó un momento mirando la puerta cerrarse. Quizás su tienda no tenía la magia antigua de la botica de Pietro, pero aún era un lugar donde podía poner en práctica lo que él le había enseñado: la importancia de los pequeños gestos y de hacer sentir a las personas bienvenidas.

    Terminó de acomodar la caja de barras energéticas en el estante y se permitió una pequeña sonrisa. Su abuelo le había dejado más que recuerdos; le había dejado un legado de conexión y cuidado, algo que intentaba honrar cada día, incluso en una simple tienda de conveniencia en plena ciudad.

    Carmina estaba detrás del mostrador de su pequeña tienda de conveniencia, revisando las fechas de caducidad de los productos en los estantes. Era una mañana tranquila, y el suave zumbido de las luces fluorescentes llenaba el espacio con un ruido de fondo constante. La mayoría de los clientes aún no llegaban, lo que le daba tiempo para organizar y limpiar. Mientras acomodaba los frascos de café instantáneo, un recuerdo cálido se abrió paso en su mente. La cocina de su abuelo Pietro siempre olía a café recién molido. Incluso en esta época, cuando las máquinas de cápsulas y los baristas dominaban el panorama, él insistía en usar su viejo molinillo manual cada mañana. "El café sabe mejor cuando lo haces con tus propias manos," solía decirle, con una sonrisa llena de sabiduría. Carmina podía casi escuchar el sonido del molinillo y ver la expresión de concentración en su rostro mientras giraba la manivela con calma. Se dirigió al área de productos frescos, donde empezó a revisar la sección de frutas y verduras. Mientras elegía cuáles desechar, recordó cómo Pietro la llevaba al mercado los fines de semana. Siempre seleccionaba las hierbas y especias con cuidado, diciendo que cada ingrediente tenía una historia y un propósito. "Tienes que saber escuchar lo que la tierra te ofrece," le explicaba mientras le mostraba cómo diferenciar el romero fresco del que había perdido su fragancia. Aunque ahora Carmina no vendía hierbas en su tienda, esa lección se quedó con ella, enseñándole a valorar la calidad y la esencia de las cosas, incluso en un lugar tan moderno y ajetreado como su tienda. Pasó un paño por las superficies del mostrador, sus pensamientos aún sumidos en esos días. Aunque la tienda estaba lejos de la acogedora botica de su abuelo, donde las plantas secas colgaban del techo y el olor a hierbas impregnaba el aire, ella había intentado conservar algo de esa calidez. Pietro siempre decía que un negocio era más que una transacción; era un intercambio de energía y un lugar donde las personas se encontraban para conectar, aunque solo fuera por un breve momento. Carmina ajustó la pequeña planta de lavanda que tenía junto a la caja registradora, un guiño a los días pasados. Pietro solía tener plantas por toda la casa, cada una con un propósito. La lavanda, decía, era para la calma y el equilibrio. "Las personas están tan ocupadas hoy en día que a veces se olvidan de respirar," le había dicho una vez mientras arreglaba unas macetas en la ventana. "Pero un pequeño toque de naturaleza siempre puede ayudar." El sonido de la puerta automática interrumpió sus pensamientos cuando un cliente entró. Carmina saludó con una sonrisa y lo ayudó a encontrar lo que buscaba. Al finalizar la transacción, el cliente se marchó con un agradecimiento, y Carmina se quedó un momento mirando la puerta cerrarse. Quizás su tienda no tenía la magia antigua de la botica de Pietro, pero aún era un lugar donde podía poner en práctica lo que él le había enseñado: la importancia de los pequeños gestos y de hacer sentir a las personas bienvenidas. Terminó de acomodar la caja de barras energéticas en el estante y se permitió una pequeña sonrisa. Su abuelo le había dejado más que recuerdos; le había dejado un legado de conexión y cuidado, algo que intentaba honrar cada día, incluso en una simple tienda de conveniencia en plena ciudad.
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  • 𓇬 𓂃 ⸰ 𓋼𓍊𓋼 ִֶָ 𓈒 Y-Yo... ¡Yo nunca vi esto! ¿por qué nadie me avisó? (? Voy a guardarlos para la noche, que es... cuando mi cerebro más piensa tonterías, así tapo lo amargo con algo dulce ¡Gracias 新井 直人 Naoto !

    ⸻⸻⸻
    ⋆˚࿔ #IC #Personajes3D #3D #PJ3D #Interacción 𝜗𝜚˚⋆
    𓇬 𓂃🪐 ⸰ 𓋼𓍊𓋼 ִֶָ 🧸 𓈒 Y-Yo... ¡Yo nunca vi esto!😣💗 ¿por qué nadie me avisó? (? Voy a guardarlos para la noche, que es... cuando mi cerebro más piensa tonterías, así tapo lo amargo con algo dulce 🥺¡Gracias [BlueM00n] ! ⸻⸻⸻ ⋆˚࿔ #IC #Personajes3D #3D #PJ3D #Interacción 𝜗𝜚˚⋆
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    || :: Sin falta, hoy estaré publicando la primer búsqueda/clasificado para Hoshiko. Necesito que mi hijita consiga algo de interacción FxF ♡( ◡‿◡ )
    ⸻⸻⸻
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    || 💫 :: Sin falta, hoy estaré publicando la primer búsqueda/clasificado para Hoshiko. Necesito que mi hijita consiga algo de interacción FxF ♡( ◡‿◡ ) ⸻⸻⸻ ⋆˚࿔ #Comunidad3D #OOC #Personajes3D #búsqueda #lgbtq 𝜗𝜚˚⋆
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    ||Si les debo alguna interacción prometo ponerme al corriente en esta y todas mis cuentas.
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  • El reloj en la pared del hospital avanzaba con lentitud, marcando el ritmo de una noche silenciosa. Shoko se encontraba sentada en su escritorio, rodeada de expedientes, jeringas y botellas de alcohol desinfectante. El resplandor frío de la lámpara le proyectaba sombras suaves en el rostro mientras llenaba su último reporte del día. Su bata de laboratorio estaba ligeramente arrugada, y su cabello recogido de manera descuidada apenas contenía los mechones sueltos que se rebelaban hacia los lados.

    Alzó la mirada por un momento y dejó el bolígrafo sobre el escritorio, suspirando profundamente. La tranquilidad del lugar hacía eco de una soledad que ya le era demasiado familiar. Había aceptado esa parte de su vida con una indiferencia estudiada, pero en noches como esa, donde el silencio era abrumador, no podía evitar reflexionar en cómo había llegado hasta allí.

    Nunca había querido realmente el papel de médica en el mundo del jujutsu, pero ahí estaba. Su vida se había transformado en una constante de sangre, maldiciones y decisiones que no podía cambiar. Se preguntaba si alguna vez había tenido una verdadera elección, o si siempre había estado destinada a seguir ese camino, manteniéndose al margen, curando las heridas de los demás mientras dejaba las propias sin atender.

    Pensó en Geto y Gojo. En la juventud que compartieron, esos días cuando las cosas parecían tan sencillas y llenas de promesas. Las risas, las bromas pesadas, la camaradería que alguna vez le hizo pensar que todo tendría un propósito mayor. Pero las cosas habían cambiado. Geto se había desviado hacia un camino oscuro, Gojo se había vuelto cada vez más distante, y ella... ella había quedado varada en un espacio intermedio.

    "No soy como ellos", murmuró para sí misma, su tono más resignado que triste. Shoko nunca había querido estar en el centro de la acción, ni ser la heroína de la historia. Su trabajo era sencillo: salvar a los que podía, enmendar lo que estaba roto, y seguir adelante. Pero no podía evitar preguntarse, a veces, si ese enfoque desapegado era una forma de protegerse. ¿Qué hubiera pasado si hubiera tomado decisiones diferentes? ¿Si hubiera sido más cercana, más abierta, más vulnerable?

    Las luces parpadeantes del quirófano al otro lado del pasillo rompieron su línea de pensamiento, recordándole que la noche aún no terminaba. Se levantó lentamente, estirándose mientras se dirigía a la máquina de café, sin mucha prisa. La soledad de la enfermería le daba espacio para pensar, para meditar en los fantasmas del pasado. Al menos, ahí, no tenía que fingir ser alguien que no era.

    Pero, aun así, mientras bebía el amargo café, un pensamiento fugaz cruzó su mente: ¿Cuánto más puedo seguir así?.
    El reloj en la pared del hospital avanzaba con lentitud, marcando el ritmo de una noche silenciosa. Shoko se encontraba sentada en su escritorio, rodeada de expedientes, jeringas y botellas de alcohol desinfectante. El resplandor frío de la lámpara le proyectaba sombras suaves en el rostro mientras llenaba su último reporte del día. Su bata de laboratorio estaba ligeramente arrugada, y su cabello recogido de manera descuidada apenas contenía los mechones sueltos que se rebelaban hacia los lados. Alzó la mirada por un momento y dejó el bolígrafo sobre el escritorio, suspirando profundamente. La tranquilidad del lugar hacía eco de una soledad que ya le era demasiado familiar. Había aceptado esa parte de su vida con una indiferencia estudiada, pero en noches como esa, donde el silencio era abrumador, no podía evitar reflexionar en cómo había llegado hasta allí. Nunca había querido realmente el papel de médica en el mundo del jujutsu, pero ahí estaba. Su vida se había transformado en una constante de sangre, maldiciones y decisiones que no podía cambiar. Se preguntaba si alguna vez había tenido una verdadera elección, o si siempre había estado destinada a seguir ese camino, manteniéndose al margen, curando las heridas de los demás mientras dejaba las propias sin atender. Pensó en Geto y Gojo. En la juventud que compartieron, esos días cuando las cosas parecían tan sencillas y llenas de promesas. Las risas, las bromas pesadas, la camaradería que alguna vez le hizo pensar que todo tendría un propósito mayor. Pero las cosas habían cambiado. Geto se había desviado hacia un camino oscuro, Gojo se había vuelto cada vez más distante, y ella... ella había quedado varada en un espacio intermedio. "No soy como ellos", murmuró para sí misma, su tono más resignado que triste. Shoko nunca había querido estar en el centro de la acción, ni ser la heroína de la historia. Su trabajo era sencillo: salvar a los que podía, enmendar lo que estaba roto, y seguir adelante. Pero no podía evitar preguntarse, a veces, si ese enfoque desapegado era una forma de protegerse. ¿Qué hubiera pasado si hubiera tomado decisiones diferentes? ¿Si hubiera sido más cercana, más abierta, más vulnerable? Las luces parpadeantes del quirófano al otro lado del pasillo rompieron su línea de pensamiento, recordándole que la noche aún no terminaba. Se levantó lentamente, estirándose mientras se dirigía a la máquina de café, sin mucha prisa. La soledad de la enfermería le daba espacio para pensar, para meditar en los fantasmas del pasado. Al menos, ahí, no tenía que fingir ser alguien que no era. Pero, aun así, mientras bebía el amargo café, un pensamiento fugaz cruzó su mente: ¿Cuánto más puedo seguir así?.
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  • Había tenido una conversación con su padre sobre las cosas importantes que se debían hacer en aquella casa, digamos que sus padres no eran precisamente exigentes ni estrictos, sin embargo si se tomaba muy enserio el sentido de responsabilidad que caía sobre su familia al ser una de las mas poderosas del reino Fae, sobre todo de la facción lunar.

    Muchos temas se tocaron, uno en particular le llamo la atención, su hermano de 19 años, aun no se especializaba en ningún tipo de combate o magia, si había entrenado y estudiado pero aun no era un "Erudito" en ningún arte.

    -Papá me dijo que aun no decides en que usaras tu magia...

    Dijo sonriéndole a su hermano, sabia perfectamente que esa era una decisión difícil y que tras todo lo que paso con ella, sus padres decidieron no inmiscuirse mucho en la decisión de su hermano.

    -Te gustaría que te ayude con eso?
    Había tenido una conversación con su padre sobre las cosas importantes que se debían hacer en aquella casa, digamos que sus padres no eran precisamente exigentes ni estrictos, sin embargo si se tomaba muy enserio el sentido de responsabilidad que caía sobre su familia al ser una de las mas poderosas del reino Fae, sobre todo de la facción lunar. Muchos temas se tocaron, uno en particular le llamo la atención, su hermano de 19 años, aun no se especializaba en ningún tipo de combate o magia, si había entrenado y estudiado pero aun no era un "Erudito" en ningún arte. -Papá me dijo que aun no decides en que usaras tu magia... Dijo sonriéndole a su hermano, sabia perfectamente que esa era una decisión difícil y que tras todo lo que paso con ella, sus padres decidieron no inmiscuirse mucho en la decisión de su hermano. -Te gustaría que te ayude con eso?
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  • Yuki despertó con el roce suave de la luz filtrándose a través de los cristales.

    Su cuerpo aún estaba inmerso en la tibieza de las sábanas cuando, al abrir los ojos, notó el peso de otra presencia a su lado.

    Giró la cabeza con una lentitud casi dolorosa, como si al evitar el momento pudiera negar lo que sabía que encontraría: Geto. Su cabello negro desparramado sobre la almohada, respirando profundamente, envuelto en una paz que contrastaba brutalmente con el torbellino que empezaba a formarse en su pecho.

    Un nudo se apretó en su garganta.

    Otra vez.

    Esta era la segunda vez que compartían la cama y, aunque había disfrutado cada instante de la noche anterior, un pensamiento se instalaba con firmeza: no debería haber pasado.

    Aún medio adormecida, su mente comenzó a recoger los retazos de lo sucedido. Risas que flotaban en el aire, el calor creciente entre ellos, las caricias que se volvieron urgentes, incontrolables. Había sido tan fácil dejarse llevar, como si algo inevitable los atrajera mutuamente.

    Pero esa atracción... Yuki lo sabía bien, no era amor. No era lo que ella quería de él. Su conexión con Geto era una chispa violenta, pura química, un deseo que encendía su piel, pero su corazón... su corazón no estaba involucrado... ¿o sí? No, no podía ser, no quería que así fuera.

    ¿Qué estoy haciendo? se preguntó mientras el eco de la noche reverberaba en su mente. Quería creer que no sentía nada por él más allá de lo físico, y eso lo hacía peor. Esto no era el comienzo de algo más profundo, ni la semilla de una relación. Era simplemente lo que era: un acto impulsivo, placentero, pero vacío de significado.

    Yuki exhaló suavemente, cuidando de no despertarlo. Sentía el peso del error hundiéndose en su pecho, pero también un anhelo sutil de escapar antes de que la realidad se volviera insoportable. Deslizó las sábanas con cuidado, permitiendo que el aire fresco de la mañana acariciara su piel desnuda.

    «𝐒𝐔𝐆𝐔𝐑𝐔 𝐆𝐄𝐓𝐎»
    Yuki despertó con el roce suave de la luz filtrándose a través de los cristales. Su cuerpo aún estaba inmerso en la tibieza de las sábanas cuando, al abrir los ojos, notó el peso de otra presencia a su lado. Giró la cabeza con una lentitud casi dolorosa, como si al evitar el momento pudiera negar lo que sabía que encontraría: Geto. Su cabello negro desparramado sobre la almohada, respirando profundamente, envuelto en una paz que contrastaba brutalmente con el torbellino que empezaba a formarse en su pecho. Un nudo se apretó en su garganta. Otra vez. Esta era la segunda vez que compartían la cama y, aunque había disfrutado cada instante de la noche anterior, un pensamiento se instalaba con firmeza: no debería haber pasado. Aún medio adormecida, su mente comenzó a recoger los retazos de lo sucedido. Risas que flotaban en el aire, el calor creciente entre ellos, las caricias que se volvieron urgentes, incontrolables. Había sido tan fácil dejarse llevar, como si algo inevitable los atrajera mutuamente. Pero esa atracción... Yuki lo sabía bien, no era amor. No era lo que ella quería de él. Su conexión con Geto era una chispa violenta, pura química, un deseo que encendía su piel, pero su corazón... su corazón no estaba involucrado... ¿o sí? No, no podía ser, no quería que así fuera. ¿Qué estoy haciendo? se preguntó mientras el eco de la noche reverberaba en su mente. Quería creer que no sentía nada por él más allá de lo físico, y eso lo hacía peor. Esto no era el comienzo de algo más profundo, ni la semilla de una relación. Era simplemente lo que era: un acto impulsivo, placentero, pero vacío de significado. Yuki exhaló suavemente, cuidando de no despertarlo. Sentía el peso del error hundiéndose en su pecho, pero también un anhelo sutil de escapar antes de que la realidad se volviera insoportable. Deslizó las sábanas con cuidado, permitiendo que el aire fresco de la mañana acariciara su piel desnuda. «[GetoSuguru]»
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    [ Oh, Radagon, fiel cazador de la Orden Dorada. Aún tienes que convertirte en mí. Aún tienes que convertirte en un dios. Que nos destruyan a ambos. ¡Mi otra mitad! ]

    No se sabía mucho sobre Radagon antes de que se uniera a las filas de los héroes durante las Guerras de Liurnia. Fue visto como un gran campeón con mechones pelirrojos, y dirigió una gran hueste dorada contra Liurnia, donde se enfrentó a Lady Rennala en la batalla.Aunque se libraron dos guerras entre los reinos de Leyndell y Liurnia, la Primera Guerra de Liurniay la Segunda, no hubo vencedor en ninguna de las dos. Radagon finalmente se arrepintió de sus agresiones territoriales purificándose con Lágrima lunar y juró su amor a Rennala.Se convirtió en esposo de la reina cariana, casándose con ella en la Iglesia de los Juramentos. Rennala le regaló una espada que era otorgada por las reinas carianas a sus cónyuges para honrar una longeva tradición.Después de contraer matrimonio con Rennala y unirse al linaje cariano,ordenó a los preceptores mágicos carianos que se pusieran máscaras de confianza, para dejar en claro que todos sus asuntos debían mantenerse en estricta privacidad.

    Radagon y Rennala tuvieron tres hijos: Radahn, Ranni y Rykard. Mientras era esposo de Rennala, Radagon estudió hechicería de piedras refulgentes en la Academia de Raya Lucaria.

    Después de que Godfrey, primer Señor del Círculo fue despojado de la Gracia y desterrado de las Tierras Intermedias, Radagon regresó a la capital donde se casó con la Reina Márika y se convirtió en su Rey Consorte y segundo Señor del Círculo. Antes de dejar a Rennala, Radagon le regaló una Gran Runa sellada dentro de un huevo ámbar. Su partida dejó desconsolada a Rennala y la llevó a ser depuesta por la Academia, siendo encarcelada finalmente en la Gran Biblioteca. Sus tres hijos del matrimonio anterior fueron elevados a la condición de semidioses como hijastros de la Reina Márika.
    Radagon y Márika tuvieron gemelos: Malenia y Miquella, sus hijos eran Empíreos, pero sufrieron dolencias de nacimiento: Malenia albergaba la putrefacción roja en su interior y Miquella fue maldecido con la infancia eterna.

    Mientras estaba casado con Márika, Radagon estudió encantamientos. Él y el conocimiento que obtuvo estudiando tanto la hechicería como los encantamientos probablemente influyeron en la formación del fundamentalismo de la Orden Dorada, ya que combinaba inteligencia y fe, y se decía que era erudición en todo menos en el nombre.Su hijo Miquella siguió sus pasos fundamentalistas y creó varios encantamientos como regalos para su padre. Radagon devolvió el favor con un regalo de gratitud al joven Miquella.
    [ Oh, Radagon, fiel cazador de la Orden Dorada. Aún tienes que convertirte en mí. Aún tienes que convertirte en un dios. Que nos destruyan a ambos. ¡Mi otra mitad! ] No se sabía mucho sobre Radagon antes de que se uniera a las filas de los héroes durante las Guerras de Liurnia. Fue visto como un gran campeón con mechones pelirrojos, y dirigió una gran hueste dorada contra Liurnia, donde se enfrentó a Lady Rennala en la batalla.Aunque se libraron dos guerras entre los reinos de Leyndell y Liurnia, la Primera Guerra de Liurniay la Segunda, no hubo vencedor en ninguna de las dos. Radagon finalmente se arrepintió de sus agresiones territoriales purificándose con Lágrima lunar y juró su amor a Rennala.Se convirtió en esposo de la reina cariana, casándose con ella en la Iglesia de los Juramentos. Rennala le regaló una espada que era otorgada por las reinas carianas a sus cónyuges para honrar una longeva tradición.Después de contraer matrimonio con Rennala y unirse al linaje cariano,ordenó a los preceptores mágicos carianos que se pusieran máscaras de confianza, para dejar en claro que todos sus asuntos debían mantenerse en estricta privacidad. Radagon y Rennala tuvieron tres hijos: Radahn, Ranni y Rykard. Mientras era esposo de Rennala, Radagon estudió hechicería de piedras refulgentes en la Academia de Raya Lucaria. Después de que Godfrey, primer Señor del Círculo fue despojado de la Gracia y desterrado de las Tierras Intermedias, Radagon regresó a la capital donde se casó con la Reina Márika y se convirtió en su Rey Consorte y segundo Señor del Círculo. Antes de dejar a Rennala, Radagon le regaló una Gran Runa sellada dentro de un huevo ámbar. Su partida dejó desconsolada a Rennala y la llevó a ser depuesta por la Academia, siendo encarcelada finalmente en la Gran Biblioteca. Sus tres hijos del matrimonio anterior fueron elevados a la condición de semidioses como hijastros de la Reina Márika. Radagon y Márika tuvieron gemelos: Malenia y Miquella, sus hijos eran Empíreos, pero sufrieron dolencias de nacimiento: Malenia albergaba la putrefacción roja en su interior y Miquella fue maldecido con la infancia eterna. Mientras estaba casado con Márika, Radagon estudió encantamientos. Él y el conocimiento que obtuvo estudiando tanto la hechicería como los encantamientos probablemente influyeron en la formación del fundamentalismo de la Orden Dorada, ya que combinaba inteligencia y fe, y se decía que era erudición en todo menos en el nombre.Su hijo Miquella siguió sus pasos fundamentalistas y creó varios encantamientos como regalos para su padre. Radagon devolvió el favor con un regalo de gratitud al joven Miquella.
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