Doloroso recuerdo.
Cada noche se había vuelto un tormento. Cada mañana igual.
Las tardes se sentían solitarias, aunque en ocasiones así había sido, no había sentido el peso del silencio y la falta de compañía sino hasta ahora.
Runaan a veces debía irse de Silvergrove por alguna misión y había tardado semanas, sino incluso más de un mes, en regresar. Pero eso jamás le había pesado.
Jamás había llorado por un lugar vacío a su lado en la cama o lo fría que se sentía en las noches sin una compañía a su lado. Jamás había sentido abrumador el silencioso ruido de su taller solo acompañado por el sonido chispeante las llamas o del metal al chocar.
Tampoco le había parecido solitario el comer un desayuno, un almuerzo o una cena en soledad. Ir al mercado. Pasear ... Todo se sentía distinto ahora.
Su corazón siempre partía con cada salida de Runaan, pero siempre lo había acompañado la certeza de que siempre le sería devuelto.
Sin embargo, esta vez, no sucedió. Días. Semanas. Meses. Finalmente se cumplió un nuevo aniversario. ¿2? ¿Tal vez 3 años? Prefería no llevar la cuenta y, honestamente, también prefería no recordar. Aún así, al mirarse en el reflejo del pequeño estanque donde su flor se hundió aquella vez, pudo ver el reflejo de los accesorios en sus cuernos. Aunque no eran simples accesorios y él lo sabía.
Un objeto. Una promesa. Una especie de anillo que juraba amor eterno. Unos pendientes que adornaban la base de sus cuernos que jamás había podido quitarse.
La promesa de un matrimonio cumplido que se había jurado lealtad incluso después de la muerte.
Y allí estaba él. Solo. Su otra mitad ya perdida habiéndose llevado su corazón.
Era en momentos como ese donde se decía ya no tenía lágrimas qué derramar. Sin embargo, se sorprendía cuando sentía la humedad correr por sus mejillas ante esos recuerdos.
— Historia... viventem... —
Murmuró con voz temblorosa, quebrada, mientras su mano trazaba una runa en el aire tras haber roto una piedra lunar. La runa brilló antes de desaparecer y finalmente todo se tornó en oscuridad.
Luces y formas se formaron de la magia. Una escena. Un momento. Dos elfos. Y él observaba aquella interacción como un espectro lejano.
En silencio. En soledad. Con su taller tan a oscuras y en silencio como parecía estarlo desde que perdió su mitad.
En su mente, como una voz casi inaudible, le deseó a su leal amado un feliz aniversario cuando el recuerdo se desvaneció terminado, mientras, una lágrima, bajó por una de sus mejillas.
Doloroso recuerdo.
Cada noche se había vuelto un tormento. Cada mañana igual.
Las tardes se sentían solitarias, aunque en ocasiones así había sido, no había sentido el peso del silencio y la falta de compañía sino hasta ahora.
Runaan a veces debía irse de Silvergrove por alguna misión y había tardado semanas, sino incluso más de un mes, en regresar. Pero eso jamás le había pesado.
Jamás había llorado por un lugar vacío a su lado en la cama o lo fría que se sentía en las noches sin una compañía a su lado. Jamás había sentido abrumador el silencioso ruido de su taller solo acompañado por el sonido chispeante las llamas o del metal al chocar.
Tampoco le había parecido solitario el comer un desayuno, un almuerzo o una cena en soledad. Ir al mercado. Pasear ... Todo se sentía distinto ahora.
Su corazón siempre partía con cada salida de Runaan, pero siempre lo había acompañado la certeza de que siempre le sería devuelto.
Sin embargo, esta vez, no sucedió. Días. Semanas. Meses. Finalmente se cumplió un nuevo aniversario. ¿2? ¿Tal vez 3 años? Prefería no llevar la cuenta y, honestamente, también prefería no recordar. Aún así, al mirarse en el reflejo del pequeño estanque donde su flor se hundió aquella vez, pudo ver el reflejo de los accesorios en sus cuernos. Aunque no eran simples accesorios y él lo sabía.
Un objeto. Una promesa. Una especie de anillo que juraba amor eterno. Unos pendientes que adornaban la base de sus cuernos que jamás había podido quitarse.
La promesa de un matrimonio cumplido que se había jurado lealtad incluso después de la muerte.
Y allí estaba él. Solo. Su otra mitad ya perdida habiéndose llevado su corazón.
Era en momentos como ese donde se decía ya no tenía lágrimas qué derramar. Sin embargo, se sorprendía cuando sentía la humedad correr por sus mejillas ante esos recuerdos.
— Historia... viventem... —
Murmuró con voz temblorosa, quebrada, mientras su mano trazaba una runa en el aire tras haber roto una piedra lunar. La runa brilló antes de desaparecer y finalmente todo se tornó en oscuridad.
Luces y formas se formaron de la magia. Una escena. Un momento. Dos elfos. Y él observaba aquella interacción como un espectro lejano.
En silencio. En soledad. Con su taller tan a oscuras y en silencio como parecía estarlo desde que perdió su mitad.
En su mente, como una voz casi inaudible, le deseó a su leal amado un feliz aniversario cuando el recuerdo se desvaneció terminado, mientras, una lágrima, bajó por una de sus mejillas.