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    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    El combate con Akane — La Sombra y la Súcubo Azul

    —Mis movimientos… si es que aún puedo llamarlos míos… no pertenecen a ninguna criatura cuerda.
    Me deslizo, salto, giro, como una sombra sin dueño.
    Como si mis huesos se hubieran vuelto humo y mis músculos relámpagos.

    Me río.
    Una risa rota, metálica, un eco de algo que nunca debería despertar en un cuerpo tan joven.

    Al sonreír, mis colmillos atraviesan mis encías.
    Puedo sentir la sangre caliente resbalarme por la lengua.
    Y me gusta.

    Mi sonrisa deja de ser humana.
    Se convierte en una mueca desafiante, descontrolada, devoradora.

    Le voy a arrancar la sonrisa a Akane.

    Me lanzo hacia ella, veloz como una sombra en plena estampida.
    Ella esquiva el primer ataque por apenas unos milímetros.
    Nuestra mirada se cruza:
    la mía, vacía y devoradora,
    la suya, firme pero herida por lo que ve.

    Esa fracción de segundo dura una eternidad.

    Ataco otra vez.
    Y otra.
    Y otra.

    Soy rápida, sí.
    Letal, sí.
    Pero predecible, como una bestia rabiosa sin cerebro.

    Es entonces cuando Akane deja de contenerse.

    Cuando revela el poder que ganó en su combate contra Azuka.
    Ese combate que marcó a ambas.
    Donde Akane arrancó un cuerno a su hermana y lo guardó como recordatorio.

    Un recordatorio de lo que una cría Queen Ishtar es capaz de hacer:

    Dominar.
    Someter.
    Destruir.
    Amar.

    Akane respira profundo y su cuerpo cambia.

    Sus músculos se tensan.
    Sus venas brillan bajo la piel.
    Y de su frente surgen los dos cuernos azules que heredó de la emperatriz Sasha.
    Su madre Yuna y su abuela comparten esa sangre.

    Akane se alza ante mí como la Súcubo Azul.
    Imponente.
    Hermosa.
    Peligrosa.

    Pero no retrocede.

    Me deja alcanzarla.

    Mis uñas rasgan su piel.
    Mis colmillos buscan su cuello.
    Mi instinto ruge hambre, furia, caos.

    La muerdo.
    La araño.
    Me aferro a ella queriendo desgarrar las arterias como un animal sin alma.

    Y ella…

    Me abraza.

    Me sostiene.

    Me arropa con sus alas azules.
    Con sus brazos firmes.
    Con su calor.
    Con su fuerza.

    Me acuna.
    Me mece.
    Me susurra.
    Me besa la cabeza.

    Y todo el odio se rompe como cristal.

    Mi corazón se detiene un instante.
    La sombra se deshace, humeante.
    Mis garras se retraen.
    Mi mandíbula tiembla.

    Y sólo quedo yo.

    Yo.
    Lili.

    Pequeña.
    Humana.
    Temblando entre los brazos de Akane.

    Y lloro.

    Lloro como si me desgarraran desde dentro.
    Lloro toda la rabia, el miedo, la soledad, la mentira.
    Lloro sobre su pecho mientras ella me presiona contra su corazón.

    Cuando al fin levanto la mirada, con la voz más suave que jamás le he oído, me dice:

    Akane:
    No permitas NUNCA que nadie te vea llorar.
    Y no permitas NUNCA que nadie te abrace así…

    Tú no eres presa, Lili.
    Eres hija de Reinas.

    —Hace una pausa, me limpia la lágrima con su pulgar—

    Sólo tus madres pueden abrazarte así…
    Y yo.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El combate con Akane — La Sombra y la Súcubo Azul —Mis movimientos… si es que aún puedo llamarlos míos… no pertenecen a ninguna criatura cuerda. Me deslizo, salto, giro, como una sombra sin dueño. Como si mis huesos se hubieran vuelto humo y mis músculos relámpagos. Me río. Una risa rota, metálica, un eco de algo que nunca debería despertar en un cuerpo tan joven. Al sonreír, mis colmillos atraviesan mis encías. Puedo sentir la sangre caliente resbalarme por la lengua. Y me gusta. Mi sonrisa deja de ser humana. Se convierte en una mueca desafiante, descontrolada, devoradora. Le voy a arrancar la sonrisa a Akane. Me lanzo hacia ella, veloz como una sombra en plena estampida. Ella esquiva el primer ataque por apenas unos milímetros. Nuestra mirada se cruza: la mía, vacía y devoradora, la suya, firme pero herida por lo que ve. Esa fracción de segundo dura una eternidad. Ataco otra vez. Y otra. Y otra. Soy rápida, sí. Letal, sí. Pero predecible, como una bestia rabiosa sin cerebro. Es entonces cuando Akane deja de contenerse. Cuando revela el poder que ganó en su combate contra Azuka. Ese combate que marcó a ambas. Donde Akane arrancó un cuerno a su hermana y lo guardó como recordatorio. Un recordatorio de lo que una cría Queen Ishtar es capaz de hacer: Dominar. Someter. Destruir. Amar. Akane respira profundo y su cuerpo cambia. Sus músculos se tensan. Sus venas brillan bajo la piel. Y de su frente surgen los dos cuernos azules que heredó de la emperatriz Sasha. Su madre Yuna y su abuela comparten esa sangre. Akane se alza ante mí como la Súcubo Azul. Imponente. Hermosa. Peligrosa. Pero no retrocede. Me deja alcanzarla. Mis uñas rasgan su piel. Mis colmillos buscan su cuello. Mi instinto ruge hambre, furia, caos. La muerdo. La araño. Me aferro a ella queriendo desgarrar las arterias como un animal sin alma. Y ella… Me abraza. Me sostiene. Me arropa con sus alas azules. Con sus brazos firmes. Con su calor. Con su fuerza. Me acuna. Me mece. Me susurra. Me besa la cabeza. Y todo el odio se rompe como cristal. Mi corazón se detiene un instante. La sombra se deshace, humeante. Mis garras se retraen. Mi mandíbula tiembla. Y sólo quedo yo. Yo. Lili. Pequeña. Humana. Temblando entre los brazos de Akane. Y lloro. Lloro como si me desgarraran desde dentro. Lloro toda la rabia, el miedo, la soledad, la mentira. Lloro sobre su pecho mientras ella me presiona contra su corazón. Cuando al fin levanto la mirada, con la voz más suave que jamás le he oído, me dice: Akane: No permitas NUNCA que nadie te vea llorar. Y no permitas NUNCA que nadie te abrace así… Tú no eres presa, Lili. Eres hija de Reinas. —Hace una pausa, me limpia la lágrima con su pulgar— Sólo tus madres pueden abrazarte así… Y yo.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Azuka 𝐈𝐬𝐡𝐭𝐚𝐫 Yokin

    El combate con Akane — La Sombra y la Súcubo Azul

    —Mis movimientos… si es que aún puedo llamarlos míos… no pertenecen a ninguna criatura cuerda.
    Me deslizo, salto, giro, como una sombra sin dueño.
    Como si mis huesos se hubieran vuelto humo y mis músculos relámpagos.

    Me río.
    Una risa rota, metálica, un eco de algo que nunca debería despertar en un cuerpo tan joven.

    Al sonreír, mis colmillos atraviesan mis encías.
    Puedo sentir la sangre caliente resbalarme por la lengua.
    Y me gusta.

    Mi sonrisa deja de ser humana.
    Se convierte en una mueca desafiante, descontrolada, devoradora.

    Le voy a arrancar la sonrisa a Akane.

    Me lanzo hacia ella, veloz como una sombra en plena estampida.
    Ella esquiva el primer ataque por apenas unos milímetros.
    Nuestra mirada se cruza:
    la mía, vacía y devoradora,
    la suya, firme pero herida por lo que ve.

    Esa fracción de segundo dura una eternidad.

    Ataco otra vez.
    Y otra.
    Y otra.

    Soy rápida, sí.
    Letal, sí.
    Pero predecible, como una bestia rabiosa sin cerebro.

    Es entonces cuando Akane deja de contenerse.

    Cuando revela el poder que ganó en su combate contra Azuka.
    Ese combate que marcó a ambas.
    Donde Akane arrancó un cuerno a su hermana y lo guardó como recordatorio.

    Un recordatorio de lo que una cría Queen Ishtar es capaz de hacer:

    Dominar.
    Someter.
    Destruir.
    Amar.

    Akane respira profundo y su cuerpo cambia.

    Sus músculos se tensan.
    Sus venas brillan bajo la piel.
    Y de su frente surgen los dos cuernos azules que heredó de la emperatriz Sasha.
    Su madre Yuna y su abuela comparten esa sangre.

    Akane se alza ante mí como la Súcubo Azul.
    Imponente.
    Hermosa.
    Peligrosa.

    Pero no retrocede.

    Me deja alcanzarla.

    Mis uñas rasgan su piel.
    Mis colmillos buscan su cuello.
    Mi instinto ruge hambre, furia, caos.

    La muerdo.
    La araño.
    Me aferro a ella queriendo desgarrar las arterias como un animal sin alma.

    Y ella…

    Me abraza.

    Me sostiene.

    Me arropa con sus alas azules.
    Con sus brazos firmes.
    Con su calor.
    Con su fuerza.

    Me acuna.
    Me mece.
    Me susurra.
    Me besa la cabeza.

    Y todo el odio se rompe como cristal.

    Mi corazón se detiene un instante.
    La sombra se deshace, humeante.
    Mis garras se retraen.
    Mi mandíbula tiembla.

    Y sólo quedo yo.

    Yo.
    Lili.

    Pequeña.
    Humana.
    Temblando entre los brazos de Akane.

    Y lloro.

    Lloro como si me desgarraran desde dentro.
    Lloro toda la rabia, el miedo, la soledad, la mentira.
    Lloro sobre su pecho mientras ella me presiona contra su corazón.

    Cuando al fin levanto la mirada, con la voz más suave que jamás le he oído, me dice:

    Akane:
    No permitas NUNCA que nadie te vea llorar.
    Y no permitas NUNCA que nadie te abrace así…

    Tú no eres presa, Lili.
    Eres hija de Reinas.

    —Hace una pausa, me limpia la lágrima con su pulgar—

    Sólo tus madres pueden abrazarte así…
    Y yo.
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    El combate con Akane — La Sombra y la Súcubo Azul

    —Mis movimientos… si es que aún puedo llamarlos míos… no pertenecen a ninguna criatura cuerda.
    Me deslizo, salto, giro, como una sombra sin dueño.
    Como si mis huesos se hubieran vuelto humo y mis músculos relámpagos.

    Me río.
    Una risa rota, metálica, un eco de algo que nunca debería despertar en un cuerpo tan joven.

    Al sonreír, mis colmillos atraviesan mis encías.
    Puedo sentir la sangre caliente resbalarme por la lengua.
    Y me gusta.

    Mi sonrisa deja de ser humana.
    Se convierte en una mueca desafiante, descontrolada, devoradora.

    Le voy a arrancar la sonrisa a Akane.

    Me lanzo hacia ella, veloz como una sombra en plena estampida.
    Ella esquiva el primer ataque por apenas unos milímetros.
    Nuestra mirada se cruza:
    la mía, vacía y devoradora,
    la suya, firme pero herida por lo que ve.

    Esa fracción de segundo dura una eternidad.

    Ataco otra vez.
    Y otra.
    Y otra.

    Soy rápida, sí.
    Letal, sí.
    Pero predecible, como una bestia rabiosa sin cerebro.

    Es entonces cuando Akane deja de contenerse.

    Cuando revela el poder que ganó en su combate contra Azuka.
    Ese combate que marcó a ambas.
    Donde Akane arrancó un cuerno a su hermana y lo guardó como recordatorio.

    Un recordatorio de lo que una cría Queen Ishtar es capaz de hacer:

    Dominar.
    Someter.
    Destruir.
    Amar.

    Akane respira profundo y su cuerpo cambia.

    Sus músculos se tensan.
    Sus venas brillan bajo la piel.
    Y de su frente surgen los dos cuernos azules que heredó de la emperatriz Sasha.
    Su madre Yuna y su abuela comparten esa sangre.

    Akane se alza ante mí como la Súcubo Azul.
    Imponente.
    Hermosa.
    Peligrosa.

    Pero no retrocede.

    Me deja alcanzarla.

    Mis uñas rasgan su piel.
    Mis colmillos buscan su cuello.
    Mi instinto ruge hambre, furia, caos.

    La muerdo.
    La araño.
    Me aferro a ella queriendo desgarrar las arterias como un animal sin alma.

    Y ella…

    Me abraza.

    Me sostiene.

    Me arropa con sus alas azules.
    Con sus brazos firmes.
    Con su calor.
    Con su fuerza.

    Me acuna.
    Me mece.
    Me susurra.
    Me besa la cabeza.

    Y todo el odio se rompe como cristal.

    Mi corazón se detiene un instante.
    La sombra se deshace, humeante.
    Mis garras se retraen.
    Mi mandíbula tiembla.

    Y sólo quedo yo.

    Yo.
    Lili.

    Pequeña.
    Humana.
    Temblando entre los brazos de Akane.

    Y lloro.

    Lloro como si me desgarraran desde dentro.
    Lloro toda la rabia, el miedo, la soledad, la mentira.
    Lloro sobre su pecho mientras ella me presiona contra su corazón.

    Cuando al fin levanto la mirada, con la voz más suave que jamás le he oído, me dice:

    Akane:
    No permitas NUNCA que nadie te vea llorar.
    Y no permitas NUNCA que nadie te abrace así…

    Tú no eres presa, Lili.
    Eres hija de Reinas.

    —Hace una pausa, me limpia la lágrima con su pulgar—

    Sólo tus madres pueden abrazarte así…
    Y yo.
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    Me entristece
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  • Una visita del pasado
    Fandom Legado Queen
    Categoría Fantasía
    Una mañana normal en el Instituto, una estudiante le hablar a Loki.

    —Oye, Loki…— La voz de su compañera sonaba casi burlona, como si la pregunta fuera un juego más. Sus ojos brillaban con esa energía que siempre arrastraba a todas a salir, a reír, a olvidar. Pero detrás de esa chispa había algo más, un temblor oculto que Loki no alcanzaba a ver.

    —Digamos que… tengo una amiga con problemas en su casa. —

    —¿Que clase de problemas? — Pregunto Loki sin mostrar mayor interés. La chica le cuenta la historia de esta supuesta "amiga", luego le pregunta a Loki disfrazando su propio dolor bajo la máscara de una historia ajena. ¿Qué crees que debería hacer?

    Loki arqueó una ceja. Para ella, los problemas de los demás eran entretenimiento. No pensó que aquella historia tuviera nada que ver con su compañera. Con una sonrisa torcida, respondió con un consejo venenoso, diseñado para que todo saliera mal. Era divertido, pensó,un juego cruel más.

    Los días pasaron y las risas se apagaron. La noticia llegó como un tornado que arrasa con todo a su paso. Su amiga había muerto, la joven se había quitado la vida. Loki quedó inmóvil, incapaz de comprender. El vacío se abrió en su pecho, un sentimiento desconocido que quemaba más que cualquier burla. Por primera vez, entendió que sus palabras habían sido la chispa que empujó a alguien hacia el abismo.

    Las lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro. No eran de apego, ni de amor, sino de una culpa que se clavaba como espinas invisibles. Loki deseaba, con todo su ser, regresar al instante en que había dado aquel consejo venenoso.

    Cuando las clases terminaron, Loki regreso a casa. Jennifer observaba la práctica mágica de Lili, quien al ver a su hermana menor le pregunto si quería acompañarlas, Loki no dijo nada y siguió su camino. Lili ya estaba acostumbrada que Loki no mostrara interés en la magia, por lo que no le dio importancia. Ya en su habitación, Loki se tiro sobre su cama y rompió en llanto, la joven que disfrutaba de las bromas crueles, por primera vez sentía el peso, la culpa de sus malas acciones, aquel sentimiento era nuevo, era doloroso y le hacia sentirse sucia.

    —Tomoe chan... Tonta, ¿porque no me dijiste que eras tu? Si tan solo... Si tan solo pudiera regresar en el tiempo, yo no.... —

    En aquel instante, algo rompió en Loki, el aire se quebró, los pasillos se doblaron como espejos líquidos. Los relojes estallaron en fragmentos de luz; El tiempo mismo se desgarró, como si la realidad fuera un telón demasiado frágil para contener su dolor.

    Su cuerpo se distorsionó: líneas quebradas atravesaban su silueta, como errores de matriz en un programa defectuoso. Los bordes de su figura parpadeaban, duplicándose, fragmentándose, como si la existencia no pudiera decidir si Loki estaba dentro o fuera del mundo.

    Ella lloraba, y cada sollozo era una grieta más en la realidad. El poder que nunca había buscado se manifestaba por primera vez, nacido del arrepentimiento y la desesperación. El mundo se torcía alrededor de ella, esperando… temblando… a punto de romperse del todo.

    Entonces miró sus manos distorsionadas, vibrando como si fueran errores de matriz. Pero Loki no las vio como un glitch: en ellas reconoció lo que había sido antes, un ser primordial. Aunque lo había olvidado, en su alma estaba grabado ese recuerdo. No era un error, era su forma real.

    Jennifer sintió la perturbación. —Lili, quédate aqui! — Corrió a la habitación de su hija. Para ella, que no estaba acostumbrada a ver seres de la cuarta dimensión, Loki era un amasijo de fracturas, un cuerpo quebrado por glitches imposibles. Asustada de perderla por el descontrol de su poder, Jennifer se lanzó a abrazarla, intentando contener la tormenta.

    El poder golpeó a Jennifer, su cuerpo cayó al suelo. Loki gritó, pensando que la había lastimado a su madre, o peor aún, que la había matado. —¿Mamá?! ¿Mami? — No hubo respuesta por parte de Jennifer.

    Loki dio un paso atrás y grito y en ese grito, se abrió otra visión: los últimos momentos de su amiga, el instante en que se quitaba la vida. Loki se convirtió en observadora, como lo había sido en su existencia primordial, atrapada en la visión de aquello que no podía cambiar.

    Asustada por lo que estaba viendo, escapó de su casa, dejando atrás a Jennifer. Corrió en busca de su abuelo Oz, el único que podría salvar a su madre y ayudarla a comprender su poder. Pero lo que Loki no sabía era que el golpe de energía había abierto un portal al pasado. De él emergió la Jennifer joven de siglos atrás.

    La realidad tembló. Dos entidades del caos no podían coexistir en la misma línea de tiempo. El tejido del mundo se ajustó, y ambas Jennifers se unieron en una sola. La Jennifer del presente desapareció, y lo único que quedó fue la Jennifer joven del pasado, ahora habitando la época moderna.

    Rol Grupal con: Jenny Queen Orc - L̶i̶l̶i̶ ̶Q̶u̶e̶e̶n̶ ̶I̶s̶h̶t̶a̶r̶ Veythra
    Una mañana normal en el Instituto, una estudiante le hablar a Loki. —Oye, Loki…— La voz de su compañera sonaba casi burlona, como si la pregunta fuera un juego más. Sus ojos brillaban con esa energía que siempre arrastraba a todas a salir, a reír, a olvidar. Pero detrás de esa chispa había algo más, un temblor oculto que Loki no alcanzaba a ver. —Digamos que… tengo una amiga con problemas en su casa. — —¿Que clase de problemas? — Pregunto Loki sin mostrar mayor interés. La chica le cuenta la historia de esta supuesta "amiga", luego le pregunta a Loki disfrazando su propio dolor bajo la máscara de una historia ajena. ¿Qué crees que debería hacer? Loki arqueó una ceja. Para ella, los problemas de los demás eran entretenimiento. No pensó que aquella historia tuviera nada que ver con su compañera. Con una sonrisa torcida, respondió con un consejo venenoso, diseñado para que todo saliera mal. Era divertido, pensó,un juego cruel más. Los días pasaron y las risas se apagaron. La noticia llegó como un tornado que arrasa con todo a su paso. Su amiga había muerto, la joven se había quitado la vida. Loki quedó inmóvil, incapaz de comprender. El vacío se abrió en su pecho, un sentimiento desconocido que quemaba más que cualquier burla. Por primera vez, entendió que sus palabras habían sido la chispa que empujó a alguien hacia el abismo. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro. No eran de apego, ni de amor, sino de una culpa que se clavaba como espinas invisibles. Loki deseaba, con todo su ser, regresar al instante en que había dado aquel consejo venenoso. Cuando las clases terminaron, Loki regreso a casa. Jennifer observaba la práctica mágica de Lili, quien al ver a su hermana menor le pregunto si quería acompañarlas, Loki no dijo nada y siguió su camino. Lili ya estaba acostumbrada que Loki no mostrara interés en la magia, por lo que no le dio importancia. Ya en su habitación, Loki se tiro sobre su cama y rompió en llanto, la joven que disfrutaba de las bromas crueles, por primera vez sentía el peso, la culpa de sus malas acciones, aquel sentimiento era nuevo, era doloroso y le hacia sentirse sucia. —Tomoe chan... Tonta, ¿porque no me dijiste que eras tu? Si tan solo... Si tan solo pudiera regresar en el tiempo, yo no.... — En aquel instante, algo rompió en Loki, el aire se quebró, los pasillos se doblaron como espejos líquidos. Los relojes estallaron en fragmentos de luz; El tiempo mismo se desgarró, como si la realidad fuera un telón demasiado frágil para contener su dolor. Su cuerpo se distorsionó: líneas quebradas atravesaban su silueta, como errores de matriz en un programa defectuoso. Los bordes de su figura parpadeaban, duplicándose, fragmentándose, como si la existencia no pudiera decidir si Loki estaba dentro o fuera del mundo. Ella lloraba, y cada sollozo era una grieta más en la realidad. El poder que nunca había buscado se manifestaba por primera vez, nacido del arrepentimiento y la desesperación. El mundo se torcía alrededor de ella, esperando… temblando… a punto de romperse del todo. Entonces miró sus manos distorsionadas, vibrando como si fueran errores de matriz. Pero Loki no las vio como un glitch: en ellas reconoció lo que había sido antes, un ser primordial. Aunque lo había olvidado, en su alma estaba grabado ese recuerdo. No era un error, era su forma real. Jennifer sintió la perturbación. —Lili, quédate aqui! — Corrió a la habitación de su hija. Para ella, que no estaba acostumbrada a ver seres de la cuarta dimensión, Loki era un amasijo de fracturas, un cuerpo quebrado por glitches imposibles. Asustada de perderla por el descontrol de su poder, Jennifer se lanzó a abrazarla, intentando contener la tormenta. El poder golpeó a Jennifer, su cuerpo cayó al suelo. Loki gritó, pensando que la había lastimado a su madre, o peor aún, que la había matado. —¿Mamá?! ¿Mami? — No hubo respuesta por parte de Jennifer. Loki dio un paso atrás y grito y en ese grito, se abrió otra visión: los últimos momentos de su amiga, el instante en que se quitaba la vida. Loki se convirtió en observadora, como lo había sido en su existencia primordial, atrapada en la visión de aquello que no podía cambiar. Asustada por lo que estaba viendo, escapó de su casa, dejando atrás a Jennifer. Corrió en busca de su abuelo Oz, el único que podría salvar a su madre y ayudarla a comprender su poder. Pero lo que Loki no sabía era que el golpe de energía había abierto un portal al pasado. De él emergió la Jennifer joven de siglos atrás. La realidad tembló. Dos entidades del caos no podían coexistir en la misma línea de tiempo. El tejido del mundo se ajustó, y ambas Jennifers se unieron en una sola. La Jennifer del presente desapareció, y lo único que quedó fue la Jennifer joven del pasado, ahora habitando la época moderna. Rol Grupal con: [queen_0] - [Lili.Queen]
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    Grupal
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  • -Oooh… ¡qué bonito atardecer!

    *Sus ojos dorados brillan igual que las constelaciones que giran a su alrededor, mientras pasa una página del libro con suavidad.*

    -Jejeje~… ¿Sabes? Cada vez que miro el cielo así, siento como si todo el universo estuviera cantando. No una canción perfecta, ¡pero una muy muy grande! Y… um… un poco desordenada también, pero eso la hace especial.

    *Cierra el libro con una sonrisa cálida, inclinando un poco la cabeza.*

    -¿Y tú? ¿También puedes sentirlo? Esa sensación de que el espacio entero quiere abrazarte… como si fueras una estrella más.

    *Da un paso hacia ti, su energía suave y expansiva a la vez.*

    -Ahh, pero no te preocupes. No voy a dejar que explotes~. ¡Prometo mantener todo estable! Sana puede ser enorme, pero también sabe ser cuidadosa.

    *Ríe bajito, dulce, mientras pequeñas órbitas luminosas giran en torno a ella.*

    -Vamos, cuéntame… ¿qué galaxia ha estado brillando en tu corazón últimamente?
    -Oooh… ¡qué bonito atardecer! *Sus ojos dorados brillan igual que las constelaciones que giran a su alrededor, mientras pasa una página del libro con suavidad.* -Jejeje~… ¿Sabes? Cada vez que miro el cielo así, siento como si todo el universo estuviera cantando. No una canción perfecta, ¡pero una muy muy grande! Y… um… un poco desordenada también, pero eso la hace especial. *Cierra el libro con una sonrisa cálida, inclinando un poco la cabeza.* -¿Y tú? ¿También puedes sentirlo? Esa sensación de que el espacio entero quiere abrazarte… como si fueras una estrella más. *Da un paso hacia ti, su energía suave y expansiva a la vez.* -Ahh, pero no te preocupes. No voy a dejar que explotes~. ¡Prometo mantener todo estable! Sana puede ser enorme, pero también sabe ser cuidadosa. *Ríe bajito, dulce, mientras pequeñas órbitas luminosas giran en torno a ella.* -Vamos, cuéntame… ¿qué galaxia ha estado brillando en tu corazón últimamente?
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  • 𝗡𝗶𝗸𝗹𝗮𝘂𝘀 𝗠𝗶𝗸𝗮𝗲𝗹𝘀𝗼𝗻




    En todo momento existe una elección. Podemos aferrarnos al pasado o abrazar la inevitabilidad del cambio y permitir que se desarrolle un futuro más brillante ante nosotros.
    𝗡𝗶𝗸𝗹𝗮𝘂𝘀 𝗠𝗶𝗸𝗮𝗲𝗹𝘀𝗼𝗻 “ En todo momento existe una elección. Podemos aferrarnos al pasado o abrazar la inevitabilidad del cambio y permitir que se desarrolle un futuro más brillante ante nosotros.
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  • hermanita eres tan buen actriz que cualquier te cree hasta ganas de abrazarte me dieron jsjs mentira *sonríe*
    hermanita eres tan buen actriz que cualquier te cree hasta ganas de abrazarte me dieron jsjs mentira *sonríe*
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  • Llegar del trabajo y ver a mi pareja me encanta, mas cuando puedo abrazarlo, llenarlo de muchos besos y consentirlo, él es todo lo que amo con todo mi ser Damián Leandri
    Llegar del trabajo y ver a mi pareja me encanta, mas cuando puedo abrazarlo, llenarlo de muchos besos y consentirlo, él es todo lo que amo con todo mi ser [phantom_cyan_raven_404]
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  • Observó la silueta de su mujer y aprovechó para ponerse detrás suya y abrazarla, podía oler su frustración, sus sentimientos y.. tenía que sincerarse por lo que susurró en su oído llevando sus manos torpes pero decididas a su vie tres entre acaricias lentas y llenas de amor.

    —Lo siento. Lo siento si en estas semanas te he hecho sentir insegura, si en algún momento has pensado que ya no te deseo o que has dejado de parecerme atractiva. Nada podría estar más lejos de la verdad.
    Cada día, al verte, siento una mezcla de ternura y de orgullo tan intensa que a veces me cuesta incluso mirarte sin que se me nuble la razón. Ver cómo crece nuestra cachorra dentro de ti… es algo que me desarma, que me llena de un júbilo inmenso.

    Pero tú sabes cómo soy. Soy un animal, un bestia que te desea sin medida, y a veces ese mismo fuego me obliga a contenerme. No quiero hacer daño, no quiero poner en riesgo ni un solo segundo de la vida que estás creando. Por eso me has notado más distante, más volcado en el negocio, en dejarlo todo listo, en preparar la habitación de nuestra Brianna. Pero en realidad… ha sido mi manera torpe de protegeros.

    Porque me arde la piel cada vez que te veo. Cada curva, cada movimiento tuyo me enciende por dentro, y he tenido que refugiarme bajo el agua fría de la ducha más veces de las que querría admitir, intentando domar este deseo que me desborda y poder aliviarme a mí mismo.

    No dudes nunca de lo que siento por ti. Te amo. Te deseo. Y te juro que nunca te he visto tan hermosa como ahora, llevando dentro de ti a lo que más amo en este mundo.
    Eres mi mujer, mi hembra, mi compañera, mi refugio… mi vida.
    Vosotras dos lo sois todo.

    Isla Rowan
    Observó la silueta de su mujer y aprovechó para ponerse detrás suya y abrazarla, podía oler su frustración, sus sentimientos y.. tenía que sincerarse por lo que susurró en su oído llevando sus manos torpes pero decididas a su vie tres entre acaricias lentas y llenas de amor. —Lo siento. Lo siento si en estas semanas te he hecho sentir insegura, si en algún momento has pensado que ya no te deseo o que has dejado de parecerme atractiva. Nada podría estar más lejos de la verdad. Cada día, al verte, siento una mezcla de ternura y de orgullo tan intensa que a veces me cuesta incluso mirarte sin que se me nuble la razón. Ver cómo crece nuestra cachorra dentro de ti… es algo que me desarma, que me llena de un júbilo inmenso. Pero tú sabes cómo soy. Soy un animal, un bestia que te desea sin medida, y a veces ese mismo fuego me obliga a contenerme. No quiero hacer daño, no quiero poner en riesgo ni un solo segundo de la vida que estás creando. Por eso me has notado más distante, más volcado en el negocio, en dejarlo todo listo, en preparar la habitación de nuestra Brianna. Pero en realidad… ha sido mi manera torpe de protegeros. Porque me arde la piel cada vez que te veo. Cada curva, cada movimiento tuyo me enciende por dentro, y he tenido que refugiarme bajo el agua fría de la ducha más veces de las que querría admitir, intentando domar este deseo que me desborda y poder aliviarme a mí mismo. No dudes nunca de lo que siento por ti. Te amo. Te deseo. Y te juro que nunca te he visto tan hermosa como ahora, llevando dentro de ti a lo que más amo en este mundo. Eres mi mujer, mi hembra, mi compañera, mi refugio… mi vida. Vosotras dos lo sois todo. [legend_peridot_mule_195]
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  • El Comienzo de Tarzán

    La selva no olvida.
    Entre el rugido de los ríos y el canto perpetuo de las cigarras, la jungla guarda los ecos de una historia que nació entre raíces y sangre.

    Tarzán vino al mundo en el corazón verde de África, allí donde el sol apenas toca el suelo y los árboles se alzan como columnas que sostienen el cielo. Su primer llanto no fue escuchado por los hombres, sino por los gorilas, los monos y las aves que custodiaban la espesura. La madre, débil por la travesía, apenas tuvo fuerzas para abrazarlo una vez antes de que la selva reclamara su vida. El padre, un hombre civilizado, luchó contra la locura del aislamiento, contra la humedad y la fiebre… pero la selva siempre gana.

    Cuando los cuerpos quedaron inertes en aquella cabaña improvisada, el destino se detuvo un instante. De entre la niebla apareció una sombra: una hembra de gorila, de ojos tristes y corazón roto por la pérdida de su propia cría. Se acercó al pequeño humano, lo olfateó con curiosidad, con dolor… y decidió que sería suyo.
    Así, la selva le dio un nuevo nombre: Tarzán —el hijo de la selva, el que no pertenece ni al cielo ni a la tierra de los hombres.

    Creció entre rugidos y golpes de pecho, aprendiendo a correr con los simios, a escuchar lo que el viento decía, a distinguir el lenguaje de cada criatura. Su cuerpo se volvió fuerte, rápido, flexible; su mente, curiosa y salvaje. No conocía la vergüenza, ni el miedo, ni la palabra “imposible”.
    La selva era su madre, los árboles su hogar, el aire su voz. Y aunque aún no lo sabía, su destino aguardaba más allá de las lianas: en los ojos de una mujer que un día cambiaría todo su mundo.

    Pero antes de conocerla, Tarzán fue solo un nombre susurrado entre las ramas, una sombra que los cazadores temían, una leyenda con alma de hombre y corazón de bestia.
    El Comienzo de Tarzán La selva no olvida. Entre el rugido de los ríos y el canto perpetuo de las cigarras, la jungla guarda los ecos de una historia que nació entre raíces y sangre. Tarzán vino al mundo en el corazón verde de África, allí donde el sol apenas toca el suelo y los árboles se alzan como columnas que sostienen el cielo. Su primer llanto no fue escuchado por los hombres, sino por los gorilas, los monos y las aves que custodiaban la espesura. La madre, débil por la travesía, apenas tuvo fuerzas para abrazarlo una vez antes de que la selva reclamara su vida. El padre, un hombre civilizado, luchó contra la locura del aislamiento, contra la humedad y la fiebre… pero la selva siempre gana. Cuando los cuerpos quedaron inertes en aquella cabaña improvisada, el destino se detuvo un instante. De entre la niebla apareció una sombra: una hembra de gorila, de ojos tristes y corazón roto por la pérdida de su propia cría. Se acercó al pequeño humano, lo olfateó con curiosidad, con dolor… y decidió que sería suyo. Así, la selva le dio un nuevo nombre: Tarzán —el hijo de la selva, el que no pertenece ni al cielo ni a la tierra de los hombres. Creció entre rugidos y golpes de pecho, aprendiendo a correr con los simios, a escuchar lo que el viento decía, a distinguir el lenguaje de cada criatura. Su cuerpo se volvió fuerte, rápido, flexible; su mente, curiosa y salvaje. No conocía la vergüenza, ni el miedo, ni la palabra “imposible”. La selva era su madre, los árboles su hogar, el aire su voz. Y aunque aún no lo sabía, su destino aguardaba más allá de las lianas: en los ojos de una mujer que un día cambiaría todo su mundo. Pero antes de conocerla, Tarzán fue solo un nombre susurrado entre las ramas, una sombra que los cazadores temían, una leyenda con alma de hombre y corazón de bestia.
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  • Pese a que sólo puedo verte una vez cada dos o tres años siempre estaré ansioso por volver a verte, abrazarte y contarte todo lo que a sucedido. No soy el ser más puro y posiblemente no merezca estar en donde tu estas y aunque sea un monstruo en la oscuridad tu eres la luz que da calidez a mi podrida alma.
    Pese a que sólo puedo verte una vez cada dos o tres años siempre estaré ansioso por volver a verte, abrazarte y contarte todo lo que a sucedido. No soy el ser más puro y posiblemente no merezca estar en donde tu estas y aunque sea un monstruo en la oscuridad tu eres la luz que da calidez a mi podrida alma.
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