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    Tengo que reconocer que lo que más me gusta de esta red social es el botón de abrazar. Puede que porque user sea un ñoño (?) Pero me encanta.
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  • Ven a mis brazos y te abrazaré, no tengas miedo que conmigo no te quemarás.
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  • ¡Shoko! ....... ¡Shoko!

    - va corriendo alegremente a abrazarla ignorando a Gojo -
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  • —Te rogué irnos, escapar de la muerte. "Solo un cargamento más", dijiste, y yo como tonto enamorado acepté. Con la fé ciega en ti y con las manos atadas a tu corazón no pude huir. Me destrozaste, verte en ese camastro, inmóvil, frío, tan frio que el hielo se veía caliente al lado tuyo. Toqué tu mejilla, la acaricié, rogándote, entre llantos y lloriqueos caprichosos que no te fueras, que te quedaras conmigo.
    Pero no hiciste caso, y tu alma lentamente escapó por tu boca, y tú, volaste para nunca más regresar. El dolor de tu pérdida me persigue desde aquella fría mañana. Al despertar, esa sensación de extrañeza me ataca. "¿Dónde estoy?", me pregunto entre confusión, tristeza y dolor. ¿Cuánto más tardaré en darme cuenta que te has ido, amor mío? ¿Cuánto tardaré en aceptar que, aunque sigas aquí conmigo tú no estás? ¿Cuántas veces tendré que llorar frente a tu tumba, apuntar un arma hacia mí, cortar mis muñecas, morir lentamente aunque parezca que no puedo hacerlo? Tal vez y sea hasta envejecer, donde por fin, mi alma con la tuya de abrazarán, para lograr lo que nosotros no pudimos; amarnos.
    —Te rogué irnos, escapar de la muerte. "Solo un cargamento más", dijiste, y yo como tonto enamorado acepté. Con la fé ciega en ti y con las manos atadas a tu corazón no pude huir. Me destrozaste, verte en ese camastro, inmóvil, frío, tan frio que el hielo se veía caliente al lado tuyo. Toqué tu mejilla, la acaricié, rogándote, entre llantos y lloriqueos caprichosos que no te fueras, que te quedaras conmigo. Pero no hiciste caso, y tu alma lentamente escapó por tu boca, y tú, volaste para nunca más regresar. El dolor de tu pérdida me persigue desde aquella fría mañana. Al despertar, esa sensación de extrañeza me ataca. "¿Dónde estoy?", me pregunto entre confusión, tristeza y dolor. ¿Cuánto más tardaré en darme cuenta que te has ido, amor mío? ¿Cuánto tardaré en aceptar que, aunque sigas aquí conmigo tú no estás? ¿Cuántas veces tendré que llorar frente a tu tumba, apuntar un arma hacia mí, cortar mis muñecas, morir lentamente aunque parezca que no puedo hacerlo? Tal vez y sea hasta envejecer, donde por fin, mi alma con la tuya de abrazarán, para lograr lo que nosotros no pudimos; amarnos.
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    ° ¿Sus motivos para abrazarme son?
    ° ¿Sus motivos para abrazarme son? :STK-67:
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  • -Podemos abrazarnos y quedarnos así hasta funcionarnos amor mío?

    Era claro que amba con pureza y devoción a su pequeño "conejo" como le decía a modo de broma local entre ellos dos


    Daniel Selene
    -Podemos abrazarnos y quedarnos así hasta funcionarnos amor mío? Era claro que amba con pureza y devoción a su pequeño "conejo" como le decía a modo de broma local entre ellos dos [Hijo_de_la_luna]
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  • El mundo blanco, ese que se extendía infinitamente ante mis ojos, fue arrasado por un viento cruel, tan salvaje e indómito que no entendía razones para no arrastrar los kilómetros de la tierra blanca y llevársela como a cenizas tibias. Observé impotente, sin poder hacer algo en contra de la voluntad de su fuerza que incluso amenazó con arrastrarme a mí.

    No quedó nada. El mundo blanco terminó desvanecido. En su lugar quedó el vacío, años luz de absoluta nada.

    ...

    La sabana que yacía sobre Kafka, tan quieta que solo hacía movimientos cuando él respiraba, terminó desfigurada ante su repentino despertar, tirada en el mojado suelo. El muchacho, agitado, miró alarmado a su al rededor, encontrando un nuevo terreno que era muy diferente a su habitación; Paredes de madera, viejas y mohosas, suelo húmedo, con algunos charcos de barro, y temperatura lo suficientemente baja como para obligarlo a abrazarse a si mismo.

    Kafka abandona lentamente la cama, con movimientos cuidadosos y delicados. La planta de su pie toca el húmedo suelo, dónde el barro se apegó a su piel blanquecina, hasta que pudo ponerse de pie.

    "Primero un murmullo, luego un sueño, y ahora una pocilga. Esto parece una novela muy mal escrita...". En sus adentros Kafka trata de entender, pero no encontraba las respuestas que buscaba. Ante su aturdida mirada yace una puerta, tan maltratada como las paredes que lo rodean.

    "Seguro que ni voy a tocar el picaporte y algo malo pasará". Con pasos inseguros cruzó la habitación, ensuciando sus pies con cada tenso tramo que cortaba. Extendió esos delgados dedos de porcelana, esos que culminan en uñas negras, para envolver el oxidado picaporte, mismo que parecía desmoronarse ante el contacto con la joven mano.
    El chirrido de las bisagras viejas invadió sus oidos, con un sonido tan molesto que hasta su densa cabellera quería erizarse. Kafka apretó los dientes, siendo incapaz de poder olvidar lo desagradable de ese sonido.

    Poco a poco la puerta reveló lo que había del otro lado; Un pasillo, o un túnel si es que quieres ser más exacto. El muchacho de los ojos verdes abrió la puerta, solo para encontrar un extenso túnel repleto de musgo fluorescente y pequeñas flores de tonos azules.
    El mundo blanco, ese que se extendía infinitamente ante mis ojos, fue arrasado por un viento cruel, tan salvaje e indómito que no entendía razones para no arrastrar los kilómetros de la tierra blanca y llevársela como a cenizas tibias. Observé impotente, sin poder hacer algo en contra de la voluntad de su fuerza que incluso amenazó con arrastrarme a mí. No quedó nada. El mundo blanco terminó desvanecido. En su lugar quedó el vacío, años luz de absoluta nada. ... La sabana que yacía sobre Kafka, tan quieta que solo hacía movimientos cuando él respiraba, terminó desfigurada ante su repentino despertar, tirada en el mojado suelo. El muchacho, agitado, miró alarmado a su al rededor, encontrando un nuevo terreno que era muy diferente a su habitación; Paredes de madera, viejas y mohosas, suelo húmedo, con algunos charcos de barro, y temperatura lo suficientemente baja como para obligarlo a abrazarse a si mismo. Kafka abandona lentamente la cama, con movimientos cuidadosos y delicados. La planta de su pie toca el húmedo suelo, dónde el barro se apegó a su piel blanquecina, hasta que pudo ponerse de pie. "Primero un murmullo, luego un sueño, y ahora una pocilga. Esto parece una novela muy mal escrita...". En sus adentros Kafka trata de entender, pero no encontraba las respuestas que buscaba. Ante su aturdida mirada yace una puerta, tan maltratada como las paredes que lo rodean. "Seguro que ni voy a tocar el picaporte y algo malo pasará". Con pasos inseguros cruzó la habitación, ensuciando sus pies con cada tenso tramo que cortaba. Extendió esos delgados dedos de porcelana, esos que culminan en uñas negras, para envolver el oxidado picaporte, mismo que parecía desmoronarse ante el contacto con la joven mano. El chirrido de las bisagras viejas invadió sus oidos, con un sonido tan molesto que hasta su densa cabellera quería erizarse. Kafka apretó los dientes, siendo incapaz de poder olvidar lo desagradable de ese sonido. Poco a poco la puerta reveló lo que había del otro lado; Un pasillo, o un túnel si es que quieres ser más exacto. El muchacho de los ojos verdes abrió la puerta, solo para encontrar un extenso túnel repleto de musgo fluorescente y pequeñas flores de tonos azules.
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  • -Me parece demasiado adorable la forma en que te aferras a mi mientras dormimos amor mío...

    Sonrió feliz al ver a su amado abrazarla al amanecer juntos

    [nova_silver_fox_426]


    #SeductiveSunday ⁠♡ ────⁠
    -Me parece demasiado adorable la forma en que te aferras a mi mientras dormimos amor mío... Sonrió feliz al ver a su amado abrazarla al amanecer juntos [nova_silver_fox_426] #SeductiveSunday ⁠♡ ────⁠
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  • Una brisa fresca entraba por las ventanas de la casa de Lucia, la abuela de Carmina, mientras ambas disfrutaban una tarde tranquila. Carmina estaba sentada en el sofá, hojeando un álbum de fotos antiguo, donde las imágenes parecían contar historias de otro tiempo. Sonrió al ver una foto en blanco y negro de sus abuelos bailando en la plaza del pueblo, con la juventud y la alegría brillando en sus rostros.

    Lucia, notando la expresión nostálgica de su nieta, se sentó junto a ella, sus ojos reflejando el mismo brillo del recuerdo. Con voz suave, comentó: “Pietro y yo siempre bailábamos, ¿te acuerdas? Incluso cuando ya te habíamos enseñado a ti a bailar, él insistía en darme vueltas como si fuera una muchacha”.

    Carmina soltó una risa ligera, recordando esos días. “Claro que me acuerdo, abuela. Cuando era pequeña, él me levantaba y me hacía girar como si flotara en el aire”.

    Sin decir nada más, Lucia se levantó y extendió una mano hacia su nieta. “¿Por qué no bailamos ahora, como entonces? Pietro no está, pero nosotras aún podemos recordar cómo hacerlo”.

    Sorprendida y emocionada, Carmina tomó la mano de su abuela, sintiendo el calor de esos dedos que habían sostenido la suya tantas veces. Lucia caminó hasta un pequeño reproductor y puso una canción antigua, una melodía que resonaba con los ecos de las décadas y que de inmediato les trajo a ambas la imagen de su abuelo girando en círculos con ellas.

    Entonces, entre risas y torpes pasos, Carmina y Lucia comenzaron a bailar, moviéndose al ritmo de la música. Los pies de Lucia se deslizaron con una gracia inesperada para su edad, y Carmina se dejó llevar, recordando la calidez de aquellas tardes en que su abuelo la hacía girar y reír hasta que dolía el estómago. Lucia hizo lo mismo, tarareando suavemente la canción y girando a su nieta como si el tiempo no hubiera pasado.

    Por un instante, ambas se sintieron transportadas a esos días, cuando Pietro les enseñaba a girar juntas y les decía que un buen baile no se mide por los pasos, sino por las sonrisas compartidas. Al terminar la canción, Carmina se detuvo y miró a su abuela, que le devolvía la sonrisa con los ojos brillantes.

    Sin decir nada más, se abrazaron, y en el silencio, las palabras parecieron innecesarias. Estaban seguras de que Pietro, de algún modo, también había estado allí con ellas, acompañándolas una vez más en un baile eterno.
    Una brisa fresca entraba por las ventanas de la casa de Lucia, la abuela de Carmina, mientras ambas disfrutaban una tarde tranquila. Carmina estaba sentada en el sofá, hojeando un álbum de fotos antiguo, donde las imágenes parecían contar historias de otro tiempo. Sonrió al ver una foto en blanco y negro de sus abuelos bailando en la plaza del pueblo, con la juventud y la alegría brillando en sus rostros. Lucia, notando la expresión nostálgica de su nieta, se sentó junto a ella, sus ojos reflejando el mismo brillo del recuerdo. Con voz suave, comentó: “Pietro y yo siempre bailábamos, ¿te acuerdas? Incluso cuando ya te habíamos enseñado a ti a bailar, él insistía en darme vueltas como si fuera una muchacha”. Carmina soltó una risa ligera, recordando esos días. “Claro que me acuerdo, abuela. Cuando era pequeña, él me levantaba y me hacía girar como si flotara en el aire”. Sin decir nada más, Lucia se levantó y extendió una mano hacia su nieta. “¿Por qué no bailamos ahora, como entonces? Pietro no está, pero nosotras aún podemos recordar cómo hacerlo”. Sorprendida y emocionada, Carmina tomó la mano de su abuela, sintiendo el calor de esos dedos que habían sostenido la suya tantas veces. Lucia caminó hasta un pequeño reproductor y puso una canción antigua, una melodía que resonaba con los ecos de las décadas y que de inmediato les trajo a ambas la imagen de su abuelo girando en círculos con ellas. Entonces, entre risas y torpes pasos, Carmina y Lucia comenzaron a bailar, moviéndose al ritmo de la música. Los pies de Lucia se deslizaron con una gracia inesperada para su edad, y Carmina se dejó llevar, recordando la calidez de aquellas tardes en que su abuelo la hacía girar y reír hasta que dolía el estómago. Lucia hizo lo mismo, tarareando suavemente la canción y girando a su nieta como si el tiempo no hubiera pasado. Por un instante, ambas se sintieron transportadas a esos días, cuando Pietro les enseñaba a girar juntas y les decía que un buen baile no se mide por los pasos, sino por las sonrisas compartidas. Al terminar la canción, Carmina se detuvo y miró a su abuela, que le devolvía la sonrisa con los ojos brillantes. Sin decir nada más, se abrazaron, y en el silencio, las palabras parecieron innecesarias. Estaban seguras de que Pietro, de algún modo, también había estado allí con ellas, acompañándolas una vez más en un baile eterno.
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  • Cariño
    Categoría Romance
    *Jörmungandr se recupera de sus heridas tras la pelea con Dark. Ate, junto con sus hijos, le cuidan con mucho cariño y amor. Los niños estan muy orgullosos de su padre. Ate atiende a su esposo, pero él dice que ya se encuentra bien*

    Aún así, debo cuidarte, mi amor.

    Como quieras, cariño, me dejaré mimar por ti y por los niños.

    *Jormun sonrie feliz al oír a su esposa. Se siente muy afortunado de tenerla a su lado. La abraza, dándole un beso en la frente*

    Te amo mucho, Ate.

    *Ella se deja abrazar*

    Yo también te amo, Jörmungandr.
    *Jörmungandr se recupera de sus heridas tras la pelea con Dark. Ate, junto con sus hijos, le cuidan con mucho cariño y amor. Los niños estan muy orgullosos de su padre. Ate atiende a su esposo, pero él dice que ya se encuentra bien* Aún así, debo cuidarte, mi amor. Como quieras, cariño, me dejaré mimar por ti y por los niños. *Jormun sonrie feliz al oír a su esposa. Se siente muy afortunado de tenerla a su lado. La abraza, dándole un beso en la frente* Te amo mucho, Ate. *Ella se deja abrazar* Yo también te amo, Jörmungandr.
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