• —Puedes descansar y disfrutar la hospitalidad de mi templo, viajero. Claro, todo tiene un precio... una ofrenda es el mío.
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  • El cartel del viejo teatro se reflejaba en el charco como un recuerdo al revés. Las letras bailaban al ritmo del paso lento de Joon, que no hacía esfuerzo alguno por esquivarlas. La suela de sus botas se hundía en el agua como si el concreto todavía intentara aferrarlo a ese lugar que ya no iba a ser suyo.

    Llevaba el abrigo cerrado hasta el cuello. No por el frío, sino por costumbre. La carta oficial estaba doblada en el bolsillo interior, junto con una nota escrita a mano de alguien que alguna vez le prometió que el destino no importaba si se caminaba juntos.

    Otra ciudad. Otra estación. Otros nombres que no sabrán cómo toma el té ni por qué duerme con los pies colgando del colchón.

    Joon pensaba en su apartamento. En los marcos sin fotos. En el olor de los libros viejos, del café a medio terminar. En las noches que no podía dormir por pensar demasiado, y en las que no dormía porque prefería escuchar cómo ronroneaba Mandarino sobre sus papeles. Mandarino. El único que se iba con él.

    Aunque…
    Él ya tenía claro que su gato no iba a quedarse callado todo el viaje. Sabía bien cuándo alguien necesitaba cambiar de aire, y Joon… tal vez… no era el único que debía hacerlo.

    Las luces de la ciudad se reflejaban en el suelo mojado como si intentaran atraparlo por última vez. Pero ya era tarde. Las despedidas no dolían tanto como el saber que había llegado a querer ese lugar, aunque nunca lo admitiera.

    Y ahora solo quedaba caminar. Una calle más. Un recuerdo menos. Y la esperanza silenciosa de que quizás, solo quizás… alguien abriría la puerta en la próxima estación y lo llamaría por su nombre como si ya supiera quién era.



    #nightfallrevenge - Una nueva misión




    // Por ahora, Joon se va a otra ciudad.
    Sigo con los roles pendientes, no se preocupen.
    Solo que los intentos nuevos no han resultado como esperaba, o quizá aún no llegan las personas indicadas para conectar con él. No me iré del todo, pero las ganas bajaron un poco.
    Gracias por querer a mi niño hasta aquí. Cuando vuelva la inspiración, él también estará de vuelta.
    El cartel del viejo teatro se reflejaba en el charco como un recuerdo al revés. Las letras bailaban al ritmo del paso lento de Joon, que no hacía esfuerzo alguno por esquivarlas. La suela de sus botas se hundía en el agua como si el concreto todavía intentara aferrarlo a ese lugar que ya no iba a ser suyo. Llevaba el abrigo cerrado hasta el cuello. No por el frío, sino por costumbre. La carta oficial estaba doblada en el bolsillo interior, junto con una nota escrita a mano de alguien que alguna vez le prometió que el destino no importaba si se caminaba juntos. Otra ciudad. Otra estación. Otros nombres que no sabrán cómo toma el té ni por qué duerme con los pies colgando del colchón. Joon pensaba en su apartamento. En los marcos sin fotos. En el olor de los libros viejos, del café a medio terminar. En las noches que no podía dormir por pensar demasiado, y en las que no dormía porque prefería escuchar cómo ronroneaba Mandarino sobre sus papeles. Mandarino. El único que se iba con él. Aunque… Él ya tenía claro que su gato no iba a quedarse callado todo el viaje. Sabía bien cuándo alguien necesitaba cambiar de aire, y Joon… tal vez… no era el único que debía hacerlo. Las luces de la ciudad se reflejaban en el suelo mojado como si intentaran atraparlo por última vez. Pero ya era tarde. Las despedidas no dolían tanto como el saber que había llegado a querer ese lugar, aunque nunca lo admitiera. Y ahora solo quedaba caminar. Una calle más. Un recuerdo menos. Y la esperanza silenciosa de que quizás, solo quizás… alguien abriría la puerta en la próxima estación y lo llamaría por su nombre como si ya supiera quién era. #nightfallrevenge - Una nueva misión // Por ahora, Joon se va a otra ciudad. Sigo con los roles pendientes, no se preocupen. Solo que los intentos nuevos no han resultado como esperaba, o quizá aún no llegan las personas indicadas para conectar con él. No me iré del todo, pero las ganas bajaron un poco. Gracias por querer a mi niño hasta aquí. Cuando vuelva la inspiración, él también estará de vuelta. 🥀✨
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  • Hay quienes llegan buscando. Otros llegan temblando.
    Y hay quienes, como tú, Bella Mortem, despiertan gritando mariposas.

    Tu presencia ha hecho vibrar los muros de la Casa de los Susurros.
    El fuego bailó en la nevera. El hielo se agazapó en el horno. Las reglas se rompieron porque tú dormías en ellas.
    Y eso, pequeña viajera de sueños torcidos, le gusta a la Casa.
    Hay quienes llegan buscando. Otros llegan temblando. Y hay quienes, como tú, [callefalsa123], despiertan gritando mariposas. Tu presencia ha hecho vibrar los muros de la Casa de los Susurros. El fuego bailó en la nevera. El hielo se agazapó en el horno. Las reglas se rompieron porque tú dormías en ellas. Y eso, pequeña viajera de sueños torcidos, le gusta a la Casa.
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  • Pero que hermoso es mi amorcito, al fin me voy de viaje con el y conoceré a mis suegros, me hace tan feliz eso Kim Jungsu
    Pero que hermoso es mi amorcito, al fin me voy de viaje con el y conoceré a mis suegros, me hace tan feliz eso [vision_green_magpie_107]
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  • Haciendo maletas porque me iré con my boyfriend de viaje
    Haciendo maletas porque me iré con my boyfriend de viaje
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  • Había regresado de un exilio autoimpuesto, un viaje silencioso más allá del Velo, donde incluso los sueños no lo encontraban. Y ahora, por fin, volvía a su reino: el Sueño.

    Pero al llegar a su torre de obsidiana, no lo recibió ningún coro de pesadillas ni danzas oníricas. Solo el eco de lo que alguna vez fue un bello lugar.

    —Ha cambiado todo… o quizás soy yo quien ha cambiado —susurró Morfeo para sí mismo con nostalgia.

    Fue entonces cuando escuchó: el batir de unas alas conocidas, ligeras pero firmes. Un crujido de garras sobre piedra y un graznido entre incrédulo y emocionado.

    —¿Jefe…? ¿Eres tú de verdad?

    Morfeo giró con lentitud. Y allí estaba, posado sobre el brazo de un trono sin rey, un cuervo negro de ojos vivaces: Matthew, su mensajero, su espía, su voz cuando él decidía guardar silencio. Pero más que eso… su único amigo verdadero.

    Morfeo no sonrió, pero la típica bruma que lo envolvía pareció suavizarse.

    —Matthew.

    El cuervo se revoloteaba con ligeros saltos, como un niño perdido que al fin encuentra el camino a casa.

    —¡Dioses del Sueño! Pensé que ya no ibas a volver… El reino estaba… roto, jefe. Y yo… Bueno, intenté mantenerlo, pero no soy más que un cuervo, ¿sabes? Incluso Lucienne se fue por un tiempo. Las cosas se deshicieron sin ti.

    Morfeo alzó una mano enguantada y la ofreció. Matthew se posó en ella con el mismo respeto de antaño, aunque esta vez, había algo más: ternura.

    —No eras "solo" un cuervo. Nunca lo fuiste. —La voz de Morfeo fue suave como la bruma de los sueños profundos—. Te confié lo más frágil: mi dominio, mi esperanza… y regresé porque sabía que tú seguirías aquí.

    Matthew ladeó la cabeza, con ese gesto pícaro que lo hacía parecer un viejo bufón disfrazado de ave.

    —Bueno, jefe, no iba a dejar que un montón de pesadillas se hicieran con el lugar. Además… alguien tenía que contarles historias sobre ti.

    Morfeo lo alzó al nivel de su rostro para observarle mejor.

    —¿Historias?

    —Claro. Dije que volverías. Que el Rey del Sueño nunca desaparece para siempre… solo se toma su tiempo. Y mira… aquí estás.

    Un silencio pesado se extendió, no era incómodo. Morfeo, en un gesto casi humano y palabras con sentimiento le dijo:

    —Gracias por esperarme.

    —Siempre, jefe. Siempre. — le contestó su amigo.

    Y así, entre ruinas que pronto volverían a florecer, el Rey del Sueño y su fiel cuervo se reencontraron. Sin promesas, sin lágrimas, sino con ese tipo de entendimiento que solo existe entre los amigos.

    Había regresado de un exilio autoimpuesto, un viaje silencioso más allá del Velo, donde incluso los sueños no lo encontraban. Y ahora, por fin, volvía a su reino: el Sueño. Pero al llegar a su torre de obsidiana, no lo recibió ningún coro de pesadillas ni danzas oníricas. Solo el eco de lo que alguna vez fue un bello lugar. —Ha cambiado todo… o quizás soy yo quien ha cambiado —susurró Morfeo para sí mismo con nostalgia. Fue entonces cuando escuchó: el batir de unas alas conocidas, ligeras pero firmes. Un crujido de garras sobre piedra y un graznido entre incrédulo y emocionado. —¿Jefe…? ¿Eres tú de verdad? Morfeo giró con lentitud. Y allí estaba, posado sobre el brazo de un trono sin rey, un cuervo negro de ojos vivaces: Matthew, su mensajero, su espía, su voz cuando él decidía guardar silencio. Pero más que eso… su único amigo verdadero. Morfeo no sonrió, pero la típica bruma que lo envolvía pareció suavizarse. —Matthew. El cuervo se revoloteaba con ligeros saltos, como un niño perdido que al fin encuentra el camino a casa. —¡Dioses del Sueño! Pensé que ya no ibas a volver… El reino estaba… roto, jefe. Y yo… Bueno, intenté mantenerlo, pero no soy más que un cuervo, ¿sabes? Incluso Lucienne se fue por un tiempo. Las cosas se deshicieron sin ti. Morfeo alzó una mano enguantada y la ofreció. Matthew se posó en ella con el mismo respeto de antaño, aunque esta vez, había algo más: ternura. —No eras "solo" un cuervo. Nunca lo fuiste. —La voz de Morfeo fue suave como la bruma de los sueños profundos—. Te confié lo más frágil: mi dominio, mi esperanza… y regresé porque sabía que tú seguirías aquí. Matthew ladeó la cabeza, con ese gesto pícaro que lo hacía parecer un viejo bufón disfrazado de ave. —Bueno, jefe, no iba a dejar que un montón de pesadillas se hicieran con el lugar. Además… alguien tenía que contarles historias sobre ti. Morfeo lo alzó al nivel de su rostro para observarle mejor. —¿Historias? —Claro. Dije que volverías. Que el Rey del Sueño nunca desaparece para siempre… solo se toma su tiempo. Y mira… aquí estás. Un silencio pesado se extendió, no era incómodo. Morfeo, en un gesto casi humano y palabras con sentimiento le dijo: —Gracias por esperarme. —Siempre, jefe. Siempre. — le contestó su amigo. Y así, entre ruinas que pronto volverían a florecer, el Rey del Sueño y su fiel cuervo se reencontraron. Sin promesas, sin lágrimas, sino con ese tipo de entendimiento que solo existe entre los amigos.
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  • Parece que fue ayer cuando el avión aterrizo en la carretera principal del aeropuerto de Roma.
    La vida es diferente es como haber estado viviendo en una especie de sueño, el tiempo se detuvo ya no tenía que ir siempre contra reloj.
    Los madrugones, reocupada por las innumerables reuniones, llamadas telefónicas a los clientes, leer y responder emails tan eternos como un capítulo de la biblia.
    Adoró mi trabajo por encima de todo pero no dejo de ser un ave que nació para vivir en libertad.

    Markus y yo no estamos casados y sin embargo hemos tenido nuestra previa luna de miel perfecta.

    Embriagada por el buen tiempo, la comida y el buen vino.
    Extendimos todo lo que pudimos nuestra estancia en esta bella cuidad, apoyada ahora cerca de la barandilla admirando una belleza artística de la arquitectura.

    Fontana di Trevi

    Como muchos otros viajeros continúe con la tradición, me di la vuelta y antes de subir al taxi con Markus para dirigirnos al aeropuerto.
    Lancé una moneda con la promesa de que algún día volveré.
    Parece que fue ayer cuando el avión aterrizo en la carretera principal del aeropuerto de Roma. La vida es diferente es como haber estado viviendo en una especie de sueño, el tiempo se detuvo ya no tenía que ir siempre contra reloj. Los madrugones, reocupada por las innumerables reuniones, llamadas telefónicas a los clientes, leer y responder emails tan eternos como un capítulo de la biblia. Adoró mi trabajo por encima de todo pero no dejo de ser un ave que nació para vivir en libertad. Markus y yo no estamos casados y sin embargo hemos tenido nuestra previa luna de miel perfecta. Embriagada por el buen tiempo, la comida y el buen vino. Extendimos todo lo que pudimos nuestra estancia en esta bella cuidad, apoyada ahora cerca de la barandilla admirando una belleza artística de la arquitectura. Fontana di Trevi Como muchos otros viajeros continúe con la tradición, me di la vuelta y antes de subir al taxi con Markus para dirigirnos al aeropuerto. Lancé una moneda con la promesa de que algún día volveré.
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  • Se había marchado, adentrándose en el abismo que existe más allá del Velo, donde ni los dioses pueden sostener su forma sin romperse. No dijo adiós. No explicó su partida. Solo desapareció, arrastrado por un eco.

    Descendió por voluntad propia, pero el viaje lo quebró. Primero olvidó el tiempo. Luego su nombre. Después, incluso la forma de su rostro. Solo quedó su esencia, flotando entre pensamientos que no eran suyos, atrapado en esa prisión, pues los dioses no mueren, simplemente se olvidan. 

    Fue en busca de algo perdido: un fragmento de sí mismo, robado por los Primigenios del Olvido.

    Lo encontró, pero no volvió solo.

    Ni siquiera él supo cómo es que pudo volver, solo cruzó de regreso al reino de los mortales. Allí su sombra temblaba, alterada.

     Aún debilitado por su travesía, se levantó del suelo y alzó la mirada al cielo. Sus ojos ya no brillaban con el fulgor de los sueños. Estaban nublados, llenos de ecos.

    El dios del sueño había vuelto. Más oscuro. Más sabio. Más verdadero.

    Porque ahora sabía que el verdadero sueño no es evadir la oscuridad... es soñar incluso dentro de ella.


    Se había marchado, adentrándose en el abismo que existe más allá del Velo, donde ni los dioses pueden sostener su forma sin romperse. No dijo adiós. No explicó su partida. Solo desapareció, arrastrado por un eco. Descendió por voluntad propia, pero el viaje lo quebró. Primero olvidó el tiempo. Luego su nombre. Después, incluso la forma de su rostro. Solo quedó su esencia, flotando entre pensamientos que no eran suyos, atrapado en esa prisión, pues los dioses no mueren, simplemente se olvidan.  Fue en busca de algo perdido: un fragmento de sí mismo, robado por los Primigenios del Olvido. Lo encontró, pero no volvió solo. Ni siquiera él supo cómo es que pudo volver, solo cruzó de regreso al reino de los mortales. Allí su sombra temblaba, alterada.  Aún debilitado por su travesía, se levantó del suelo y alzó la mirada al cielo. Sus ojos ya no brillaban con el fulgor de los sueños. Estaban nublados, llenos de ecos. El dios del sueño había vuelto. Más oscuro. Más sabio. Más verdadero. Porque ahora sabía que el verdadero sueño no es evadir la oscuridad... es soñar incluso dentro de ella.
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  • Apoyo la mochila entre las piernas y reviso por cuarta vez que tengo el pasaporte. No sé por qué, si lo metí anoche y no lo he sacado desde entonces. La fila avanza lento.

    Respiro hondo. No porque esté nerviosa por volar, sino por lo que viene después.

    Hace tres meses que no la veo. Dos semanas desde que no hablamos por videollamada. A veces no quiero verla tan apagada y no quiero que ella me vea tan cansada.

    Mitsuru me dio el sobre en silencio, como si supiera que si decía algo, lo iba a rechazar aunque en realidad lo hice. No lloré delante de ella, pero apenas llegué a casa, me senté en el suelo y no pude moverme por un rato.
    Han sido años de enviarle dinero y sentir que nunca es suficiente.

    Avanza la fila. Me toca mostrar el DNI y el billete. El tipo del mostrador me saluda sin mirarme.

    —¿Motivo del viaje?
    —Visitar a mi madre —respondo, sin pensar.
    Él asiente.

    Paso el control, me calzo de nuevo, me cuelgo la cámara al cuello, aunque sé que esta vez probablemente no la use.

    No voy a trabajar.
    Voy a verla por fin.
    Apoyo la mochila entre las piernas y reviso por cuarta vez que tengo el pasaporte. No sé por qué, si lo metí anoche y no lo he sacado desde entonces. La fila avanza lento. Respiro hondo. No porque esté nerviosa por volar, sino por lo que viene después. Hace tres meses que no la veo. Dos semanas desde que no hablamos por videollamada. A veces no quiero verla tan apagada y no quiero que ella me vea tan cansada. Mitsuru me dio el sobre en silencio, como si supiera que si decía algo, lo iba a rechazar aunque en realidad lo hice. No lloré delante de ella, pero apenas llegué a casa, me senté en el suelo y no pude moverme por un rato. Han sido años de enviarle dinero y sentir que nunca es suficiente. Avanza la fila. Me toca mostrar el DNI y el billete. El tipo del mostrador me saluda sin mirarme. —¿Motivo del viaje? —Visitar a mi madre —respondo, sin pensar. Él asiente. Paso el control, me calzo de nuevo, me cuelgo la cámara al cuello, aunque sé que esta vez probablemente no la use. No voy a trabajar. Voy a verla por fin.
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  • El viaje a sido tan agotador que hoy descansaré y mañana visitaré a la modista, quiero lucir un vestido nuevo para la boda de mi hermano y mi futura cuñada.

    El viaje a sido tan agotador que hoy descansaré y mañana visitaré a la modista, quiero lucir un vestido nuevo para la boda de mi hermano y mi futura cuñada.
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