• —Los humanos jamás cambiarán su naturaleza destructiva; es de público conocimiento que destruyen todo lo que tocan, todo lo que rozan —dijo con voz ronca mientras elevaba la botella.

    —Y henos aquí, dispuestos a sacrificar todo con tal de salvar su evolución, de velar por su seguridad y de dejarnos matar por aquellos que nos desprecian —concluyó luego de verter el contenido en la taza.

    El alquimista Alex se encontraba muy lejos de sus aposentos, en la lejana tierra oriental del este, en un pequeño y estrecho lugar apartado de las miradas curiosas que algunos aventureros conocían; era el lugar perfecto para meditar y para encontrar la introspección profunda que el maestro de las artes arcanas tanto estaba necesitando. Su viaje había sido un sinfín de peligros y distracciones, deteniéndose para ayudar a viajeros y mercaderes, luchar contra ominosas criaturas y asesinos de las colinas, incluso algún que otro sicario contratado para eliminarlo; la mayoría de todas ellas siendo solucionadas con acero y sangre de por medio.

    Estaba agotado; su viaje había durado mucho más de lo que se propuso en primer lugar. Aun siendo un mutante ascendido y de poseer una resistencia superior al común denominador de criaturas y seres mágicos, el susodicho aun necesitaba descansar después de intensas jornadas sin dormir o comer…

    Se dijo a sí mismo que no debía pensar en nada ni nadie; debía mantener sus sentidos centrados y agudizados para sus próximas misiones, pero un pequeño viaje al "Templo de los arroyos", el lugar en el cual ahora se encontraba reponiendo energías y descansando su alma, nunca le venía mal.
    —Los humanos jamás cambiarán su naturaleza destructiva; es de público conocimiento que destruyen todo lo que tocan, todo lo que rozan —dijo con voz ronca mientras elevaba la botella. —Y henos aquí, dispuestos a sacrificar todo con tal de salvar su evolución, de velar por su seguridad y de dejarnos matar por aquellos que nos desprecian —concluyó luego de verter el contenido en la taza. El alquimista Alex se encontraba muy lejos de sus aposentos, en la lejana tierra oriental del este, en un pequeño y estrecho lugar apartado de las miradas curiosas que algunos aventureros conocían; era el lugar perfecto para meditar y para encontrar la introspección profunda que el maestro de las artes arcanas tanto estaba necesitando. Su viaje había sido un sinfín de peligros y distracciones, deteniéndose para ayudar a viajeros y mercaderes, luchar contra ominosas criaturas y asesinos de las colinas, incluso algún que otro sicario contratado para eliminarlo; la mayoría de todas ellas siendo solucionadas con acero y sangre de por medio. Estaba agotado; su viaje había durado mucho más de lo que se propuso en primer lugar. Aun siendo un mutante ascendido y de poseer una resistencia superior al común denominador de criaturas y seres mágicos, el susodicho aun necesitaba descansar después de intensas jornadas sin dormir o comer… Se dijo a sí mismo que no debía pensar en nada ni nadie; debía mantener sus sentidos centrados y agudizados para sus próximas misiones, pero un pequeño viaje al "Templo de los arroyos", el lugar en el cual ahora se encontraba reponiendo energías y descansando su alma, nunca le venía mal.
    Me gusta
    Me encocora
    Me shockea
    3
    3 turnos 0 maullidos 314 vistas
  • Recibió la amonestación, uno de sus mejores amigos se casaría, no le costó creer, siempre fue el más centrado de los tres,

    — Qué mal hermano, la libertad es lo mejor que hay.- Musitó al leer la invitación; el tren en el que se transportaba había tardado en salir, las estaciones pasaban, una tras otra, el conductor del mismo avisaba cada cierto tiempo el nombre de la estación, volviendo el viaje tedioso.

    — ¿A dónde te viniste a vivir?, la chica debe de ser bastante especial para que renunciaras a la ciudad. "B", supongo que en ese pueblo habrá con quien pasar el rato en mi estancia.

    De nuevo llevó la invitación al bolsillo, "B" era de la vieja escuela, tanto como él, por eso la misma razón las invitaciones fueron físicas, no como ahora que la mayoría las mandan en forma digital.

    La señorita que ofrecía los bocadillos pasaría a su lugar, y como era de costumbre, cualquiera que tuviera buenos melones y excelentes posaderas, trataría de seducirla, tenía una faceta y un don para que todas cayeran en sus redes, simple... les decía lo que deseaban escuchar, la mujer no fue la excepción, labios pintados en el rostro de Damián, el encuentro casual de él y la trabajadora fue impecable, la sonrisa y el acomodarse la ropa interior bajo la falda lo decía todo, al seguir por el pasillo llevando el carrito y ofreciendo a los demás pasajeros.

    — Gracias, preciosa, fue un placer degustar la... cena. (?)

    Por su lado, se cerró el zíper, volcando la mirada por la ventana, aún faltaban estaciones para llegar a su destino.



    Recibió la amonestación, uno de sus mejores amigos se casaría, no le costó creer, siempre fue el más centrado de los tres, — Qué mal hermano, la libertad es lo mejor que hay.- Musitó al leer la invitación; el tren en el que se transportaba había tardado en salir, las estaciones pasaban, una tras otra, el conductor del mismo avisaba cada cierto tiempo el nombre de la estación, volviendo el viaje tedioso. — ¿A dónde te viniste a vivir?, la chica debe de ser bastante especial para que renunciaras a la ciudad. "B", supongo que en ese pueblo habrá con quien pasar el rato en mi estancia. De nuevo llevó la invitación al bolsillo, "B" era de la vieja escuela, tanto como él, por eso la misma razón las invitaciones fueron físicas, no como ahora que la mayoría las mandan en forma digital. La señorita que ofrecía los bocadillos pasaría a su lugar, y como era de costumbre, cualquiera que tuviera buenos melones y excelentes posaderas, trataría de seducirla, tenía una faceta y un don para que todas cayeran en sus redes, simple... les decía lo que deseaban escuchar, la mujer no fue la excepción, labios pintados en el rostro de Damián, el encuentro casual de él y la trabajadora fue impecable, la sonrisa y el acomodarse la ropa interior bajo la falda lo decía todo, al seguir por el pasillo llevando el carrito y ofreciendo a los demás pasajeros. — Gracias, preciosa, fue un placer degustar la... cena. (?) Por su lado, se cerró el zíper, volcando la mirada por la ventana, aún faltaban estaciones para llegar a su destino.
    Me gusta
    4
    3 turnos 0 maullidos 266 vistas
  • Sendero de calma
    Fandom Oc
    Categoría Aventura
    El viento silbaba suavemente mientras Jimoto descendía desde el cielo, su chaqueta ondeando con la corriente. Había viajado largas distancias, impulsado por su determinación de encontrar las siete esferas, y ahora su intuición lo guiaba hasta un bosque majestuoso que se extendía bajo él como un manto esmeralda.

    Al aterrizar entre la hierba alta y húmeda, se encontró rodeado de árboles colosales cuyos troncos estaban cubiertos de musgo y cuyas copas se entrelazaban, dejando filtrar rayos de sol dorado que iluminaban el suelo con patrones danzantes. A lo lejos, un río de aguas cristalinas serpenteaba a través del valle, reflejando el cielo con una pureza inigualable. El sonido del agua corriendo era una melodía serena, acompañada por el canto de aves ocultas entre las hojas.

    Sin embargo, más allá de la belleza del lugar, Jimoto sintió algo más. Una presencia. No era algo opresivo ni asfixiante, sino todo lo contrario: era antigua, vasta, como si la misma tierra estuviera observándolo con curiosidad. No sintió miedo.
    Avanzó con cautela, sus botas apenas dejando huella en el suelo blando. Se inclinó junto al río y sumergió sus manos en el agua fresca, dejándola correr entre sus dedos. Respiró hondo. Algo en este sitio le relajaba.

    Con el mapa desplegado en su mano, estudió las marcas que había recopilado en su viaje. Según los antiguos relatos, una de las esferas debía encontrarse en un lugar oculto dentro de este mismo. Aunque Jimoto no estaba seguro de si este era el lugar, pero su instinto le decía que debía seguir adelante.

    Se adentró entre los árboles, atento a cada detalle. Sin apartar la vista de su objetivo, continuó su exploración. Sabía que estaba cerca.
    El viento silbaba suavemente mientras Jimoto descendía desde el cielo, su chaqueta ondeando con la corriente. Había viajado largas distancias, impulsado por su determinación de encontrar las siete esferas, y ahora su intuición lo guiaba hasta un bosque majestuoso que se extendía bajo él como un manto esmeralda. Al aterrizar entre la hierba alta y húmeda, se encontró rodeado de árboles colosales cuyos troncos estaban cubiertos de musgo y cuyas copas se entrelazaban, dejando filtrar rayos de sol dorado que iluminaban el suelo con patrones danzantes. A lo lejos, un río de aguas cristalinas serpenteaba a través del valle, reflejando el cielo con una pureza inigualable. El sonido del agua corriendo era una melodía serena, acompañada por el canto de aves ocultas entre las hojas. Sin embargo, más allá de la belleza del lugar, Jimoto sintió algo más. Una presencia. No era algo opresivo ni asfixiante, sino todo lo contrario: era antigua, vasta, como si la misma tierra estuviera observándolo con curiosidad. No sintió miedo. Avanzó con cautela, sus botas apenas dejando huella en el suelo blando. Se inclinó junto al río y sumergió sus manos en el agua fresca, dejándola correr entre sus dedos. Respiró hondo. Algo en este sitio le relajaba. Con el mapa desplegado en su mano, estudió las marcas que había recopilado en su viaje. Según los antiguos relatos, una de las esferas debía encontrarse en un lugar oculto dentro de este mismo. Aunque Jimoto no estaba seguro de si este era el lugar, pero su instinto le decía que debía seguir adelante. Se adentró entre los árboles, atento a cada detalle. Sin apartar la vista de su objetivo, continuó su exploración. Sabía que estaba cerca.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    30
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos 193 vistas
  • Jimoto llevaba años recorriendo el mundo, documentando sus viajes, conociendo nuevas culturas y enfrentando desafíos que pusieran a prueba su espíritu aventurero. Sin embargo, en su interior, siempre había sentido que algo le faltaba, una pieza perdida en el rompecabezas de su existencia.

    Desde pequeño, recordaba haber visto una fotografía en la habitación de su madre adoptiva, Mikasa. En la imagen, ella aparecía junto a un grupo de personas que Jimoto no reconocía, todos sonriendo mientras sostenían siete esferas brillantes de color ámbar, cada una decorada con pequeñas estrellas. Cuando era niño, había preguntado por aquella foto, pero Mikasa solo sonreía con nostalgia y le decía que era un recuerdo de otro tiempo.

    Años después, mientras exploraba una biblioteca antigua en un pueblo remoto, Jimoto encontró un manuscrito que hablaba de aquellas misteriosas esferas. Según el relato, quien reuniera las siete recibiría la oportunidad de ver cumplido un único deseo, sin importar cuán imposible pareciera.

    La revelación lo dejó inquieto. ¿Por qué Mikasa tenía una foto con esas esferas? ¿Quiénes eran las personas que la acompañaban? Y lo más importante, ¿qué había ocurrido con ellas y con las esferas después de que la foto fuera tomada?

    Sin recuerdos de su infancia más temprana, Jimoto siempre había sentido que su pasado estaba lleno de sombras. Había fragmentos de memorias que no lograba conectar, preguntas que nadie podía responder. Ahora, tenía un objetivo claro: encontrar las siete esferas y pedir como deseo la recuperación de sus memorias perdidas.

    Su travesía lo llevaría a cruzarse con aliados y enemigos, desde mercenarios que también codiciaban su poder hasta sabios que custodiaban antiguos secretos. Entre ellos, Shunrei, el dragón azul con el que había forjado una inquebrantable amistad, sería su mayor apoyo, ayudándolo a descifrar los enigmas ocultos y protegiéndolo en los momentos más críticos.

    Pero conforme Jimoto se acercaba más a la verdad, no podía evitar preguntarse: si recuperaba sus memorias… ¿estaría preparado para enfrentarlas?
    Jimoto llevaba años recorriendo el mundo, documentando sus viajes, conociendo nuevas culturas y enfrentando desafíos que pusieran a prueba su espíritu aventurero. Sin embargo, en su interior, siempre había sentido que algo le faltaba, una pieza perdida en el rompecabezas de su existencia. Desde pequeño, recordaba haber visto una fotografía en la habitación de su madre adoptiva, Mikasa. En la imagen, ella aparecía junto a un grupo de personas que Jimoto no reconocía, todos sonriendo mientras sostenían siete esferas brillantes de color ámbar, cada una decorada con pequeñas estrellas. Cuando era niño, había preguntado por aquella foto, pero Mikasa solo sonreía con nostalgia y le decía que era un recuerdo de otro tiempo. Años después, mientras exploraba una biblioteca antigua en un pueblo remoto, Jimoto encontró un manuscrito que hablaba de aquellas misteriosas esferas. Según el relato, quien reuniera las siete recibiría la oportunidad de ver cumplido un único deseo, sin importar cuán imposible pareciera. La revelación lo dejó inquieto. ¿Por qué Mikasa tenía una foto con esas esferas? ¿Quiénes eran las personas que la acompañaban? Y lo más importante, ¿qué había ocurrido con ellas y con las esferas después de que la foto fuera tomada? Sin recuerdos de su infancia más temprana, Jimoto siempre había sentido que su pasado estaba lleno de sombras. Había fragmentos de memorias que no lograba conectar, preguntas que nadie podía responder. Ahora, tenía un objetivo claro: encontrar las siete esferas y pedir como deseo la recuperación de sus memorias perdidas. Su travesía lo llevaría a cruzarse con aliados y enemigos, desde mercenarios que también codiciaban su poder hasta sabios que custodiaban antiguos secretos. Entre ellos, Shunrei, el dragón azul con el que había forjado una inquebrantable amistad, sería su mayor apoyo, ayudándolo a descifrar los enigmas ocultos y protegiéndolo en los momentos más críticos. Pero conforme Jimoto se acercaba más a la verdad, no podía evitar preguntarse: si recuperaba sus memorias… ¿estaría preparado para enfrentarlas?
    Me gusta
    2
    0 turnos 0 maullidos 177 vistas
  • **El Errante y el Dragón Azul**

    El mundo se abría ante Jimoto como un lienzo infinito, cada viaje una pincelada de experiencias, cada encuentro una historia por contar. Había recorrido valles dorados donde el trigo bailaba con el viento, selvas densas donde la vida vibraba en cada sombra, y desiertos tan vastos que las estrellas parecían más cercanas. Pero fue en las Montañas Esmeralda donde su destino se entrelazó con el de una criatura legendaria.

    El día en que conoció a Shunrei, el Dragón Azul, la neblina cubría los riscos como un manto. Jimoto había oído rumores sobre un ser majestuoso que protegía esas tierras, pero lo que encontró fue una batalla injusta.

    Un grupo de cazadores y taladores clandestinos había invadido el bosque sagrado de la montaña, armados con armas y sierras, listos para acabar con todo lo que se interpusiera en su camino. En el centro del conflicto, Shunrei rugía con furia, su enorme cuerpo de escamas azul celeste reflejando la luz entre los árboles. Su aliento crepitaba con energía, pero algo no estaba bien: sus alas estaban heridas, y aunque peleaba con fiereza, los cazadores lo superaban en número.

    Jimoto no lo pensó dos veces. Se lanzó entre los atacantes con la destreza que había perfeccionado en sus viajes. Con movimientos rápidos, derribó a los taladores más cercanos, arrebatándoles sus herramientas. Usó su velocidad y fuerza para confundir a los cazadores, derribando sin causar mayor daño pues solo quería auyentarles, cuando el líder de los invasores intentó atacar con una daga envenenada, Jimoto la interceptó con su propia mano, partiéndola en dos con un solo movimiento.

    El bosque quedó en silencio. Los cazadores, atónitos, entendieron que no podrían ganar. Uno a uno, huyeron dejando atrás su equipo y su orgullo.

    Shunrei, aún receloso, lo observó con ojos de un azul profundo. Jimoto sintió algo extraño en su mente, como un murmullo antiguo, un lenguaje que no debería entender… pero lo hizo.

    —*Tú… ¿puedes oírme?* —la voz de Shunrei resonó en su mente, profunda y sabia.

    Jimoto parpadeó, sorprendido.

    —Sí… ¿cómo es posible?

    Shunrei inclinó su gran cabeza, inspeccionándolo con curiosidad.

    —*Durante siglos, los humanos han intentado hablarme, pero nunca han comprendido mis palabras. Eres el primero… el único.*

    Desde ese día, Jimoto y Shunrei forjaron una amistad única. El dragón, antiguo guardián de las montañas, compartía con él los secretos de la naturaleza y la historia de los tiempos olvidados. Jimoto, a su vez, le contaba sobre el mundo de los humanos, sobre los lugares que había visto y las maravillas que aún deseaba conocer.

    Juntos, viajaron más allá de las montañas, explorando lo desconocido. Donde Jimoto encontraba peligro, Shunrei lo protegía. Donde el dragón hallaba desesperanza en la humanidad, Jimoto le mostraba la bondad que aún existía.

    Eran diferentes en todo sentido, pero en su soledad compartida encontraron un lazo irrompible. Un viajero de las estrellas y un guardián ancestral, unidos por un destino que aún estaba por escribirse.
    **El Errante y el Dragón Azul** El mundo se abría ante Jimoto como un lienzo infinito, cada viaje una pincelada de experiencias, cada encuentro una historia por contar. Había recorrido valles dorados donde el trigo bailaba con el viento, selvas densas donde la vida vibraba en cada sombra, y desiertos tan vastos que las estrellas parecían más cercanas. Pero fue en las Montañas Esmeralda donde su destino se entrelazó con el de una criatura legendaria. El día en que conoció a Shunrei, el Dragón Azul, la neblina cubría los riscos como un manto. Jimoto había oído rumores sobre un ser majestuoso que protegía esas tierras, pero lo que encontró fue una batalla injusta. Un grupo de cazadores y taladores clandestinos había invadido el bosque sagrado de la montaña, armados con armas y sierras, listos para acabar con todo lo que se interpusiera en su camino. En el centro del conflicto, Shunrei rugía con furia, su enorme cuerpo de escamas azul celeste reflejando la luz entre los árboles. Su aliento crepitaba con energía, pero algo no estaba bien: sus alas estaban heridas, y aunque peleaba con fiereza, los cazadores lo superaban en número. Jimoto no lo pensó dos veces. Se lanzó entre los atacantes con la destreza que había perfeccionado en sus viajes. Con movimientos rápidos, derribó a los taladores más cercanos, arrebatándoles sus herramientas. Usó su velocidad y fuerza para confundir a los cazadores, derribando sin causar mayor daño pues solo quería auyentarles, cuando el líder de los invasores intentó atacar con una daga envenenada, Jimoto la interceptó con su propia mano, partiéndola en dos con un solo movimiento. El bosque quedó en silencio. Los cazadores, atónitos, entendieron que no podrían ganar. Uno a uno, huyeron dejando atrás su equipo y su orgullo. Shunrei, aún receloso, lo observó con ojos de un azul profundo. Jimoto sintió algo extraño en su mente, como un murmullo antiguo, un lenguaje que no debería entender… pero lo hizo. —*Tú… ¿puedes oírme?* —la voz de Shunrei resonó en su mente, profunda y sabia. Jimoto parpadeó, sorprendido. —Sí… ¿cómo es posible? Shunrei inclinó su gran cabeza, inspeccionándolo con curiosidad. —*Durante siglos, los humanos han intentado hablarme, pero nunca han comprendido mis palabras. Eres el primero… el único.* Desde ese día, Jimoto y Shunrei forjaron una amistad única. El dragón, antiguo guardián de las montañas, compartía con él los secretos de la naturaleza y la historia de los tiempos olvidados. Jimoto, a su vez, le contaba sobre el mundo de los humanos, sobre los lugares que había visto y las maravillas que aún deseaba conocer. Juntos, viajaron más allá de las montañas, explorando lo desconocido. Donde Jimoto encontraba peligro, Shunrei lo protegía. Donde el dragón hallaba desesperanza en la humanidad, Jimoto le mostraba la bondad que aún existía. Eran diferentes en todo sentido, pero en su soledad compartida encontraron un lazo irrompible. Un viajero de las estrellas y un guardián ancestral, unidos por un destino que aún estaba por escribirse.
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos 228 vistas
  • 🅑🅛🅘🅝🅓🅔🅓 🅑🅨 🅣🅗🅔 🅛🅘🅖🅗🅣🅢

    Estuvo a punto de resignarse y caminar hasta la ciudad o la gasolinera más cercana, parecía que el "autostop" ya no era tan popular.
    Justo cuando dio los primeros pasos el sonido de una bocina llamó su atención, era una chica en su pequeño automóvil... ¿rosado?
    No era nadie para juzgar.
    Se detuvo justo a su lado y bajó la ventanilla.

    —¡Hola! ¿Necesitas ayuda? Vi que estabas levantando el pulgar y no podía dejarte así, menos en esta zona. ¿Vas a la ciudad?
    —Eh... si, ahí me dirijo—. Quiso ser más amable pero o ella era muy arisca a causa del encierro o la chica muy entusiasta. Haría un esfuerzo.
    —Estoy en un pequeño viaje de... hiatus. Me aventuré a salir... sólo así, mi maleta y unos cigarrillos—. Le sonrió. La joven devolvió el gesto y con más confianza le dio la bienvenida a su auto.

    45 minutos después llenos de música y conversaciones por fin estaban en la ciudad.
    Mucho había cambiado pero no perdía del todo su encanto.
    No tenía mucho efectivo para remunerar ni la mitad del viaje, se lo hizo saber y ella lo condonó con una sonrisa.
    —Ha sido un favor y los favores no se cobran. Cuídate mucho eh... ¿Cómo dijiste que era tu nombre? Sin... Sin...
    —Sinéad—. Respondió. —Soy Sinéad y... he vuelto a casa...
    🅑🅛🅘🅝🅓🅔🅓 🅑🅨 🅣🅗🅔 🅛🅘🅖🅗🅣🅢 Estuvo a punto de resignarse y caminar hasta la ciudad o la gasolinera más cercana, parecía que el "autostop" ya no era tan popular. Justo cuando dio los primeros pasos el sonido de una bocina llamó su atención, era una chica en su pequeño automóvil... ¿rosado? No era nadie para juzgar. Se detuvo justo a su lado y bajó la ventanilla. —¡Hola! ¿Necesitas ayuda? Vi que estabas levantando el pulgar y no podía dejarte así, menos en esta zona. ¿Vas a la ciudad? —Eh... si, ahí me dirijo—. Quiso ser más amable pero o ella era muy arisca a causa del encierro o la chica muy entusiasta. Haría un esfuerzo. —Estoy en un pequeño viaje de... hiatus. Me aventuré a salir... sólo así, mi maleta y unos cigarrillos—. Le sonrió. La joven devolvió el gesto y con más confianza le dio la bienvenida a su auto. 45 minutos después llenos de música y conversaciones por fin estaban en la ciudad. Mucho había cambiado pero no perdía del todo su encanto. No tenía mucho efectivo para remunerar ni la mitad del viaje, se lo hizo saber y ella lo condonó con una sonrisa. —Ha sido un favor y los favores no se cobran. Cuídate mucho eh... ¿Cómo dijiste que era tu nombre? Sin... Sin... —Sinéad—. Respondió. —Soy Sinéad y... he vuelto a casa...
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos 370 vistas
  • actualizacion de estado.. en un viaje de locos buscando a una chica loba secuestrada por un tipo sombra al lado de un rey demonio que me odia, ojala sea una partida de DnD... la historia de mi vida
    actualizacion de estado.. en un viaje de locos buscando a una chica loba secuestrada por un tipo sombra al lado de un rey demonio que me odia, ojala sea una partida de DnD... la historia de mi vida :STK-25:
    Me enjaja
    1
    1 turno 0 maullidos 237 vistas
  • *Ese día finalmente comenzó a hacer calor, por lo que Taoqi aprovechado que esta sola, sin ningún compromiso, sale a un viaje a la playa, con intención de distraer su mente, pues últimamente había estado muy inquieta. *

    Creo que este es un lugar maravilloso.

    *Se dijo la chica con una sonrisa mientras estaba frente a la playa con un traje de baño, disfrutado que estaba atardeciendo y del lo fresco que se sentía esa brisa marina. *
    *Ese día finalmente comenzó a hacer calor, por lo que Taoqi aprovechado que esta sola, sin ningún compromiso, sale a un viaje a la playa, con intención de distraer su mente, pues últimamente había estado muy inquieta. * Creo que este es un lugar maravilloso. *Se dijo la chica con una sonrisa mientras estaba frente a la playa con un traje de baño, disfrutado que estaba atardeciendo y del lo fresco que se sentía esa brisa marina. *
    Me gusta
    Me encocora
    7
    0 turnos 0 maullidos 352 vistas
  • Saludos de bienvenida se escuchaban desde la entrada de Mondstadt, algunos de los caballeros por segundos pensaron que era alguien nuevo pues de lejos no conocían al chico lobo con aquellos extravagantes atuendos. De momento se sentía raro para él pero también parecía gustarle aquella ropa. Había ido de viaje a Liyue a comer la comida de allá y la gente lo había consentido y hasta mimarlo, le regalaron telas con las cuales costuraron su atuendo.

    -Buenos....días... -atinaba a decir a algunos de los caballeros, a Gloria, y a Sara-

    El joven fue hasta la sede de los caballeros para darle a Klee el peluche que llevaba en manos, un peluche de lo que parecía ser un dragón. Le gustaba el detalle, pero no podía tenerlo así que le parecía buena idea obsequiarlo a la Chica Explosiva. Después de dejar el peluche miró hacia la puerta de la biblioteca.
    Saludos de bienvenida se escuchaban desde la entrada de Mondstadt, algunos de los caballeros por segundos pensaron que era alguien nuevo pues de lejos no conocían al chico lobo con aquellos extravagantes atuendos. De momento se sentía raro para él pero también parecía gustarle aquella ropa. Había ido de viaje a Liyue a comer la comida de allá y la gente lo había consentido y hasta mimarlo, le regalaron telas con las cuales costuraron su atuendo. -Buenos....días... -atinaba a decir a algunos de los caballeros, a Gloria, y a Sara- El joven fue hasta la sede de los caballeros para darle a Klee el peluche que llevaba en manos, un peluche de lo que parecía ser un dragón. Le gustaba el detalle, pero no podía tenerlo así que le parecía buena idea obsequiarlo a la Chica Explosiva. Después de dejar el peluche miró hacia la puerta de la biblioteca.
    Me encocora
    1
    0 turnos 0 maullidos 295 vistas
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    SLAYERS LEGACY – EL COMIENZO DE UNA NUEVA ERA

    Después de incontables batallas contra los Mazoku y la invocación del poder del Lord of Nightmares, Lina Inverse y Gourry Gabriev continúan su viaje sin rumbo fijo. Sin embargo, la paz nunca es eterna…

    Un antiguo poder, anterior incluso a la Guerra del Caos, comienza a despertar en las sombras. Fragmentos de una magia olvidada resurgen, y un nuevo enemigo se alza: Eldritch, el Heraldo del Olvido, quien considera a Lina una aberración que nunca debió existir.

    Cuando Xellos aparece sin órdenes directas y con más preguntas que respuestas, queda claro que esta vez la amenaza no solo supera a los Mazoku y los dragones, sino que desafía la misma esencia de la magia.

    El destino del mundo vuelve a pender de un hilo, y Lina deberá enfrentar un misterio que podría cambiarlo todo. ¿Cuál es el verdadero significado del poder dorado que invocó en el pasado? ¿Hasta dónde puede llegar antes de perderse en el caos?
    SLAYERS LEGACY – EL COMIENZO DE UNA NUEVA ERA Después de incontables batallas contra los Mazoku y la invocación del poder del Lord of Nightmares, Lina Inverse y Gourry Gabriev continúan su viaje sin rumbo fijo. Sin embargo, la paz nunca es eterna… Un antiguo poder, anterior incluso a la Guerra del Caos, comienza a despertar en las sombras. Fragmentos de una magia olvidada resurgen, y un nuevo enemigo se alza: Eldritch, el Heraldo del Olvido, quien considera a Lina una aberración que nunca debió existir. Cuando Xellos aparece sin órdenes directas y con más preguntas que respuestas, queda claro que esta vez la amenaza no solo supera a los Mazoku y los dragones, sino que desafía la misma esencia de la magia. El destino del mundo vuelve a pender de un hilo, y Lina deberá enfrentar un misterio que podría cambiarlo todo. ¿Cuál es el verdadero significado del poder dorado que invocó en el pasado? ¿Hasta dónde puede llegar antes de perderse en el caos?
    0 comentarios 2 compartidos 584 vistas
Ver más resultados
Patrocinados