• *El Hazbin Hotel estaba tranquilo por la noche sin muchos huéspedes yendo de aquí para allá, aprovechando ese momento para hacer una de mis apariciones extravagantes delante de la barra del bar donde estaría Husk trabajando, una baraja de cartas del tamaño humano apareció junto con dos guantes gigantes comenzaron a barajar rápidamente haciendo algún que otro juego de manos mostrando alguna que otra carta como si hicieran un truco de magia, hasta que finalmente “repartieron” una carta en concreto clavándose en una de sus esquinas de la carta en el suelo mostrando que era la carta del Joker, segundos después comenzó a moverse para salir de la carta y colocarme bien el cuello de la chaqueta junto con el sombrero de copa, esbozando una amplia sonrisa como de costumbre me acerque a la barra escuchándose los golpecitos de mi bastón mientras caminaba, una vez frente a la barra apoye mi brazo en horizontal dejando la mano colgando en el borde y mirando a Husk*

    - Hola hola mi gatito favorito~, tengo una propuesta para ti que sé que no podrás rechazar… *desaparecí del sitio para aparecer a su lado rodeando mi brazo por su cuello y le di un toquecito en la nariz* Vengo a ofrecerte una oportunidad de librarte de esas cadenas que te atan durante *sacando mi reloj de bolsillo mirando el tiempo y guardándolo de nuevo* unas horas o minutos, depende de si la diosa fortuna esta de tu parte~.

    *Me separe de él para dar un leve brinco en la barra y pasar al otro lado estando de espaldas, apuntando con mi bastón en vertical hacia arriba y haciendo aparecer una ilusión donde se veía un casino*

    - ¿Qué me dices campeón? ¿Quieres volverte el Rey… o mejor aún el Dios de la Fortuna en el mejor casino de todos llamado Bellagio o prefieres seguir amargándote detrás de esta barra haciéndole caso a un cervatillo?

    *Dándome de nuevo la vuelta apoyando ambas manos en el basto inclinándome hacia adelante para apoyar mi barbilla sobre mis manos mirándole*

    - ¿Cuál es tu respuesta~? Y no te preocupes por los detalles de “Soy un pecador, no puedo salir del infierno”, si he podido hacer que un pecador saliese del círculo del orgullo… ¿Quién dice que no puedo sacar a uno del infierno? Ah y obviamente te hare un cambio de imagen, a no ser que quieras ir tal cual y decir que estas haciendo un cosplay de furro~.

    *Riendo a carcajadas poniéndome recto dándole vueltas al bastón para volverlo a colocar en el suelo*

    - Sera nuestro pequeño secretito, salimos de este antro para pasarlo bien juntos, tú te desahogas un rato y estrechamos lazos~.
    *El Hazbin Hotel estaba tranquilo por la noche sin muchos huéspedes yendo de aquí para allá, aprovechando ese momento para hacer una de mis apariciones extravagantes delante de la barra del bar donde estaría [barcat75] trabajando, una baraja de cartas del tamaño humano apareció junto con dos guantes gigantes comenzaron a barajar rápidamente haciendo algún que otro juego de manos mostrando alguna que otra carta como si hicieran un truco de magia, hasta que finalmente “repartieron” una carta en concreto clavándose en una de sus esquinas de la carta en el suelo mostrando que era la carta del Joker, segundos después comenzó a moverse para salir de la carta y colocarme bien el cuello de la chaqueta junto con el sombrero de copa, esbozando una amplia sonrisa como de costumbre me acerque a la barra escuchándose los golpecitos de mi bastón mientras caminaba, una vez frente a la barra apoye mi brazo en horizontal dejando la mano colgando en el borde y mirando a Husk* - Hola hola mi gatito favorito~, tengo una propuesta para ti que sé que no podrás rechazar… *desaparecí del sitio para aparecer a su lado rodeando mi brazo por su cuello y le di un toquecito en la nariz* Vengo a ofrecerte una oportunidad de librarte de esas cadenas que te atan durante *sacando mi reloj de bolsillo mirando el tiempo y guardándolo de nuevo* unas horas o minutos, depende de si la diosa fortuna esta de tu parte~. *Me separe de él para dar un leve brinco en la barra y pasar al otro lado estando de espaldas, apuntando con mi bastón en vertical hacia arriba y haciendo aparecer una ilusión donde se veía un casino* - ¿Qué me dices campeón? ¿Quieres volverte el Rey… o mejor aún el Dios de la Fortuna en el mejor casino de todos llamado Bellagio o prefieres seguir amargándote detrás de esta barra haciéndole caso a un cervatillo? *Dándome de nuevo la vuelta apoyando ambas manos en el basto inclinándome hacia adelante para apoyar mi barbilla sobre mis manos mirándole* - ¿Cuál es tu respuesta~? Y no te preocupes por los detalles de “Soy un pecador, no puedo salir del infierno”, si he podido hacer que un pecador saliese del círculo del orgullo… ¿Quién dice que no puedo sacar a uno del infierno? Ah y obviamente te hare un cambio de imagen, a no ser que quieras ir tal cual y decir que estas haciendo un cosplay de furro~. *Riendo a carcajadas poniéndome recto dándole vueltas al bastón para volverlo a colocar en el suelo* - Sera nuestro pequeño secretito, salimos de este antro para pasarlo bien juntos, tú te desahogas un rato y estrechamos lazos~.
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  • Y bueno, llevaba tiempo sin encontrar algo interesante; ahora que volvió de su siesta de días, espera poder socializar con personas no molestas.
    Y bueno, llevaba tiempo sin encontrar algo interesante; ahora que volvió de su siesta de días, espera poder socializar con personas no molestas.
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  • Tres meses contigo, James y todavía me sigues viendo como si fuera algún milagro que te cayó del cielo.

    Eve apoyó la frente contra su pecho, sonriendo con esa mezcla de burla cariñosa y ternura que solo él conocía.

    No sé cómo lo hiciste, pero te convertiste en mi lugar seguro, mi ruido favorito y mi caos preferido… todo al mismo tiempo.

    Alzó la mirada, agarrándole de la camisa como siempre hacía cuando quería besarlo o pelearle por algo.

    Gracias por aguantarme, por cuidarme, por hacerme reír y por amarme como lo haces… tan fuerte, tan suave, tan tú.

    Se inclinó y le dio un beso lento, de esos que prometen futuro.

    Feliz tres meses, mi amor.
    Y prepárate… porque no pienso soltarte nunca. Te amo.

    𝙅𝘼𝘔𝘌𝙎 𝘽𝘼𝙍𝙉𝙀𝘚
    Tres meses contigo, James y todavía me sigues viendo como si fuera algún milagro que te cayó del cielo. Eve apoyó la frente contra su pecho, sonriendo con esa mezcla de burla cariñosa y ternura que solo él conocía. No sé cómo lo hiciste, pero te convertiste en mi lugar seguro, mi ruido favorito y mi caos preferido… todo al mismo tiempo. Alzó la mirada, agarrándole de la camisa como siempre hacía cuando quería besarlo o pelearle por algo. Gracias por aguantarme, por cuidarme, por hacerme reír y por amarme como lo haces… tan fuerte, tan suave, tan tú. Se inclinó y le dio un beso lento, de esos que prometen futuro. Feliz tres meses, mi amor. Y prepárate… porque no pienso soltarte nunca. Te amo. [JamesBarnes]
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  • Sonidos en el bosque
    Fandom Mahou Tsukai No Yome/OC
    Categoría Fantasía
    ROL ABIERTO A CUALQUIERA.

    En lo profundo del bosque, en una noche iluminada solo por el fulgor de la luna llena, el aire parecía retenido por los árboles. El dosel era tan espeso que dejaba pasar apenas un puñado de hilos plateados, y esos destellos, en lugar de aliviar la oscuridad, la hacían parecer más densa, más expectante.

    En un pequeño claro, se encontraba Elías. La luz lunar se reflejaba débilmente en la superficie lisa de su cráneo, dándole un brillo ominoso. A su alrededor, las zarzas serpenteaban despacio, como sombras palpando el suelo.

    La verdadera forma de Elías se manifestó al fin. Parecía una bestia surgida de una pesadilla mal recordada, un animal inclinado sobre lo que ya no era más que una masa informe de carne. Tiempo atrás, ese cuerpo había sido un hombre; ahora solo quedaba el recuerdo de su mala fortuna al cruzarse con un demonio hambriento.

    El pelaje de Elías, tan negro que parecía devorar la luz, ocultaba una figura delgada, casi cadavérica, que no hacía sino intensificar la impresión de que la oscuridad lo había moldeado a su antojo. Sus garras afiladas se hundían en la carne tibia, arrancando fragmentos que consumía con avidez. Era un hambre antigua, insondable, insaciable.

    Cuando la sangre empapó el suelo hasta formar un charco espeso, algo dentro de él despertó. La consciencia regresó como un suspiro helado.

    —Ah… ha vuelto a ocurrir —murmuró, su voz grave pero extrañamente calmada, tan fría como la noche que lo rodeaba.

    Llevaba un collar del que colgaban plumas negras unidas por una cadena que parecía hecha de hueso pulido. Sobre su espalda descansaba una capa corta, ennegrecida y desgarrada, como si hubiera sobrevivido a demasiadas noches como esta.

    Cualquiera que lo viera pensaría que había salido de un cuento mal contado o de una fábula retorcida que nunca debió relatarse. ¿Quizás una burla nacida de las emociones humanas? ¿O un recordatorio trágico de lo que alguna vez fue?

    Elías se tensó de pronto. Sintió una presencia, una interrupción en el murmullo del bosque. Giró lentamente la cabeza. Sus ojos rojos, iluminados con intensidad, se fijaron en la densidad de la oscuridad.

    Miró… y esperó.
    Esperó a que aquello que lo observaba hiciera el primer movimiento.
    ROL ABIERTO A CUALQUIERA. En lo profundo del bosque, en una noche iluminada solo por el fulgor de la luna llena, el aire parecía retenido por los árboles. El dosel era tan espeso que dejaba pasar apenas un puñado de hilos plateados, y esos destellos, en lugar de aliviar la oscuridad, la hacían parecer más densa, más expectante. En un pequeño claro, se encontraba Elías. La luz lunar se reflejaba débilmente en la superficie lisa de su cráneo, dándole un brillo ominoso. A su alrededor, las zarzas serpenteaban despacio, como sombras palpando el suelo. La verdadera forma de Elías se manifestó al fin. Parecía una bestia surgida de una pesadilla mal recordada, un animal inclinado sobre lo que ya no era más que una masa informe de carne. Tiempo atrás, ese cuerpo había sido un hombre; ahora solo quedaba el recuerdo de su mala fortuna al cruzarse con un demonio hambriento. El pelaje de Elías, tan negro que parecía devorar la luz, ocultaba una figura delgada, casi cadavérica, que no hacía sino intensificar la impresión de que la oscuridad lo había moldeado a su antojo. Sus garras afiladas se hundían en la carne tibia, arrancando fragmentos que consumía con avidez. Era un hambre antigua, insondable, insaciable. Cuando la sangre empapó el suelo hasta formar un charco espeso, algo dentro de él despertó. La consciencia regresó como un suspiro helado. —Ah… ha vuelto a ocurrir —murmuró, su voz grave pero extrañamente calmada, tan fría como la noche que lo rodeaba. Llevaba un collar del que colgaban plumas negras unidas por una cadena que parecía hecha de hueso pulido. Sobre su espalda descansaba una capa corta, ennegrecida y desgarrada, como si hubiera sobrevivido a demasiadas noches como esta. Cualquiera que lo viera pensaría que había salido de un cuento mal contado o de una fábula retorcida que nunca debió relatarse. ¿Quizás una burla nacida de las emociones humanas? ¿O un recordatorio trágico de lo que alguna vez fue? Elías se tensó de pronto. Sintió una presencia, una interrupción en el murmullo del bosque. Giró lentamente la cabeza. Sus ojos rojos, iluminados con intensidad, se fijaron en la densidad de la oscuridad. Miró… y esperó. Esperó a que aquello que lo observaba hiciera el primer movimiento.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
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  • La luz cálida del local se reflejaba en la copa de vino que reposaba frente a ella. Sentada con una calma felina, la dueña del club observaba a quien acababa de entrar, como si ya supiera de antemano que esa noche no sería una noche cualquiera. Su mirada oscura tenía la habilidad de detener el tiempo, o de acelerarlo peligrosamente.

    Con un gesto lento, se apartó un mechón de cabello y sonrió, una sonrisa sutil, capaz de hacer olvidar cualquier duda.

    -¿Vienes solo? - Dijo ella, acariciando el borde de la copa con la yema del dedo. - Siéntate conmigo. Prometo que el vino sabe mejor cuando se comparte, y yo también. -
    La luz cálida del local se reflejaba en la copa de vino que reposaba frente a ella. Sentada con una calma felina, la dueña del club observaba a quien acababa de entrar, como si ya supiera de antemano que esa noche no sería una noche cualquiera. Su mirada oscura tenía la habilidad de detener el tiempo, o de acelerarlo peligrosamente. Con un gesto lento, se apartó un mechón de cabello y sonrió, una sonrisa sutil, capaz de hacer olvidar cualquier duda. -¿Vienes solo? - Dijo ella, acariciando el borde de la copa con la yema del dedo. - Siéntate conmigo. Prometo que el vino sabe mejor cuando se comparte, y yo también. -
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  • *Caminando por un escenario vacío al aire libre, pasando mis dedos por uno de los platillos de una batería que había fijándome que también había una guitarra, un bajo y un micrófono, pensativo se me ocurrió una idea, tomando la guitarra colocándome frente al micrófono y comencé a tocar alguna que otra nota para ver si estaba afinada escuchándose por los gran altavoces, al tocar todas las notas de una haciendo un estruendo sonreí ampliamente ahora estando en cada los otros instrumentos clones míos, mirándoles estando todos preparados el batería nos dio el ritmo para comenzar a tocar, siendo yo y el clon que tocaba el bajo los que cantábamos.

    La canción/concierto comenzó a retransmitirse por el mundo y también por cielo/infierno, ¿Por qué? Porque me apetecía, captando la atención de muchas personas comenzando siendo por curiosidad, pero al poco tiempo disfrutaron de la canción, la zona del escenario comenzó a llenarse de gente atraídos por el concierto así que mientras tocaba y cantaba se me ocurrían otras canciones que cantar.*

    https://www.youtube.com/watch?v=rCq85KKE7BU
    *Caminando por un escenario vacío al aire libre, pasando mis dedos por uno de los platillos de una batería que había fijándome que también había una guitarra, un bajo y un micrófono, pensativo se me ocurrió una idea, tomando la guitarra colocándome frente al micrófono y comencé a tocar alguna que otra nota para ver si estaba afinada escuchándose por los gran altavoces, al tocar todas las notas de una haciendo un estruendo sonreí ampliamente ahora estando en cada los otros instrumentos clones míos, mirándoles estando todos preparados el batería nos dio el ritmo para comenzar a tocar, siendo yo y el clon que tocaba el bajo los que cantábamos. La canción/concierto comenzó a retransmitirse por el mundo y también por cielo/infierno, ¿Por qué? Porque me apetecía, captando la atención de muchas personas comenzando siendo por curiosidad, pero al poco tiempo disfrutaron de la canción, la zona del escenario comenzó a llenarse de gente atraídos por el concierto así que mientras tocaba y cantaba se me ocurrían otras canciones que cantar.* https://www.youtube.com/watch?v=rCq85KKE7BU
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  • El silencio se hacía cada día más presente en su mente.
    Como quien se va apagando poco a poco.
    Pero hoy... Su mente se inundó de pensamientos, quizás dándose cuenta de lo retorcido que puede ser el paso del tiempo.

    Es cruel... O al menos, debería serlo.
    No lo sabía, no lo entendía, pero algo en él sabía que era injusto.

    ¿Cuándo empezó a olvidar? Ni siquiera se dio cuenta hasta el momento en que trató de recordarla...

    Esa sonrisa que lo alimentaba a diario.
    Los orbes esmeralda en los que se reflejaba todas las mañanas.
    La suave voz que llamaba su nombre... La única voz...

    Es cruel... ¿Por qué no podía recordarla con claridad?
    ¿Por qué esa sonrisa parecía torcida cuando trataba de verla?
    ¿Por qué recordaba esos ojos tan... Vacíos?
    ¿Por qué el silencio se había adueñado de su voz?
    Pero lo más doloroso era...

    ¿En qué momento dejó de importarle...?

    Es cruel.
    Una experiencia tan especial, tan única, reemplazada por la monotonía de la rutina que siempre había tenido.
    Como quien se cambia de ropa de un día para otro...

    Claro que es cruel, pero el paso del tiempo siempre lo fue... ¿No...?
    El silencio se hacía cada día más presente en su mente. Como quien se va apagando poco a poco. Pero hoy... Su mente se inundó de pensamientos, quizás dándose cuenta de lo retorcido que puede ser el paso del tiempo. Es cruel... O al menos, debería serlo. No lo sabía, no lo entendía, pero algo en él sabía que era injusto. ¿Cuándo empezó a olvidar? Ni siquiera se dio cuenta hasta el momento en que trató de recordarla... Esa sonrisa que lo alimentaba a diario. Los orbes esmeralda en los que se reflejaba todas las mañanas. La suave voz que llamaba su nombre... La única voz... Es cruel... ¿Por qué no podía recordarla con claridad? ¿Por qué esa sonrisa parecía torcida cuando trataba de verla? ¿Por qué recordaba esos ojos tan... Vacíos? ¿Por qué el silencio se había adueñado de su voz? Pero lo más doloroso era... ¿En qué momento dejó de importarle...? Es cruel. Una experiencia tan especial, tan única, reemplazada por la monotonía de la rutina que siempre había tenido. Como quien se cambia de ropa de un día para otro... Claro que es cruel, pero el paso del tiempo siempre lo fue... ¿No...?
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    //La que estamos liando Husk y yo en el rol del pasado humano de Angel y Husk no tiene nombre, hace tiempo que no me reía tanto (ni trasnochaba) por un rol
    //La que estamos liando [barcat75] y yo en el rol del pasado humano de Angel y Husk no tiene nombre, hace tiempo que no me reía tanto (ni trasnochaba) por un rol :STK-9:
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  • ¡O-Ouch! Me quedé dormida durante todo este tiempo bajo el sol. . ¡Me siento como un pescado asado! Ush. .
    ¡O-Ouch! Me quedé dormida durante todo este tiempo bajo el sol. . ¡Me siento como un pescado asado! Ush. .
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  • 𝙀𝙡 𝙢𝙪𝙘𝙝𝙖𝙘𝙝𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙤𝙨 𝙤𝙟𝙤𝙨 𝙩𝙧𝙞𝙨𝙩𝙚𝙨
    Fandom OC
    Categoría Drama
    R./W 𝐂𝐇𝐔𝐂𝐊 𝐒𝐇𝐔𝐑𝐋𝐄𝐘
    "¿𝙋𝙤𝙧 𝙦𝙪é 𝙨𝙚 𝙛𝙪𝙚 𝙮 𝙥𝙤𝙧 𝙦𝙪é 𝙢𝙪𝙧𝙞ó.
    ¿𝙋𝙤𝙧 𝙦𝙪é 𝙚𝙡 𝙎𝙚ñ𝙤𝙧 𝙢𝙚 𝙡𝙤 𝙦𝙪𝙞𝙩ó?
    𝙎𝙚 𝙝𝙖 𝙞𝙙𝙤 𝙖𝙡 𝙘𝙞𝙚𝙡𝙤 𝙮 𝙥𝙖𝙧𝙖 𝙥𝙤𝙙𝙚𝙧 𝙞𝙧 𝙮𝙤
    𝘿𝙚𝙗𝙤 𝙩𝙖𝙢𝙗𝙞é𝙣 𝙨𝙚𝙧 𝙗𝙪𝙚𝙣𝙤."
    — 𝙇𝙤𝙨 𝘼𝙥𝙨𝙤𝙣 (1964)

    —Trece vueltas de marea habían pasado desde que los medios neoyorkinos anunciaron la muerte de Joseph Conor Reagan, el honorable policía, hijo del comisionado en turno.

    Ese suceso fue devastador para la familia. Todos lo adoraban, era el tipo de persona modelo, un hombre que buscaba siempre hacer el bien sin mirar a quien; razón por la cual los Reagan no comprendían el porque había muerto. Trataron de hacerlo, refugiándose en su fe católica inculcada desde la infancia, con frases paliativas como: "Era su momento." o "Dios lo necesitaba en su reino." Esa última era la que más ponía a pensar a Jamie, en especial ahora que era consciente de la divinidad de Chuck.

    Para la familia Jamie era quien había llevado mejor el duelo (aparentemente). No obstante, aunque por fuera parecía el mismo joven afable y sonriente, por dentro traía consigo mismo una lucha interna, misma que estaba centrada en un duelo que no hallaba la manera de superar, que lo carcomía, igual que las termitas a la madera. La herida estaba ahí, abierta como el primer día y no era para menos.

    Habían sido cuatro hermanos. Danny era muy apegado a Erin, después de todo eran los mayores. Por otro lado, Joe tenía un vínculo único con Jamie, uno que solo la muerte logró romper. Cuando él partió Jamie no solo había perdido un hermano, también se había ido un amigo, un confidente, una persona que lo comprendía como nadie, que lo apoyaba, que estaba siempre para él, justo como un buen hermano mayor lo haría. Con eso en cuenta "¿Cómo es que Dios pudo llevárselo? ¿Acaso no sabía el dolor que eso me iba a causar? ¿Cuál es su plan en todo esto?" Por suerte para él, por primera vez en años, conocía a quien de manera directa le podía dar las respuestas.

    De tal modo que, después de pasar a dejar unas flores al panteón donde reposaban los restos de Joe, se fue directo a un bar que solía ser catalogado como "De policías" más que nada por la afluencia de estas personas en el recinto. Mientras caminaba se hacía a la idea respecto a que tan bueno era tratar el asunto con Chuck, no quería molestarlo pero llevaba tanto tiempo ansiando una respuesta que la posibilidad de esto desvío toda duda naciente.

    Al adentrarse al local saludó con cortesía al cantinero. El hombre ya de por sí lo ubicaba por ser otro de los hijos del comisionado, razón por la cual siempre le reservaba su mesa favorita en la parte trasera del establecimiento. "Hey ¿Qué hay de nuevo, Jamie? ¿Lo mismo de siempre?" Le preguntó en lo que secaba la barra con el trapo gris que traía colgado al hombro. El oficial al escucharlo le sonrió con una notoria sutileza a la par que asentía.—

    Sí, por favor, pero esta vez ponme una copa extra ¿Va? Espero compañía esta noche. —No dio más explicación sobre quién llegaría, en especial porque sabía que, tanto a Chuck, como a él, les gustaba la privacidad y porque al ser hijo de una figura pública de alto rango la gente sería capaz de vender "chisme caliente" con tal de obtener algún dinero.

    Tras dejar la indicación dada se fue a su mesa en el rincón y tomó asiento. Mientras esperaba, sacó del bolsillo de su chamarra negra una pequeña caja que contenía piezas de dominó. Aquel particular juego de mesa era el favorito de Joe y también de Jamie ya que, después de las largas horas patrullando, ambos se ponían al corriente de su día y de sus vidas, entre risas y el "click clak" que generaban las fichas al moverlas.

    Después de su muerte, el hermano menor no dejó de jugar, aunque ahora lo hacía solo. Muchos le dijeron que eso era imposible en una partida de dominó, más él lo volvió posible, a su manera, pero lo logró. Su método era sencillo pero efectivo: luego de revolver las fichas, separaba las suyas y las que serían de su hermano, posteriormente, tiraba una y luego él mismo podía mover al azar alguna otra pero ahora del montón que le habían tocado simbólicamente a Joe. Le resultaba entretenido, era su medio de canalizar el dolor; habia ocasiones en que incluso el mayor le ganaba sin estar presente, cosa que hacía reír a Jamie momentos antes de quebrarse en un llanto que agradecía solo viera el cantinero.

    Por eso elegía la mesa del rincón, no quería compasión, no quería que nadie le viera llorar, lo único que deseaba con toda su alma era poder volver a ver a su hermano, poder abrazarlo y decirle todo lo que había pasado desde que se fue del plano terrenal.

    Y aunque si bien lo volvía a ver en sueños, no era lo mismo, él lo sabía, más que nada porque eran eso, sueños, algo pasajero que terminaba una vez que el reloj empezaba a sonar, una vez que abría los ojos y los volvía a cerrar, pero ahora llenos de lágrimas, rabia y frustración junto con el deseo de poder volver a ese sueño. Más ahora, con Chuck, creía tener un rayo de esperanza en hacer que ese momento de reencuentro se sintiera real y eterno.

    Pasó un par de horas bebiendo y jugando antes de tomar valor suficiente para lanzar la suplica por línea directa al mismo Dios. Muchos lo buscaban en el silencio, en la oración, en las paredes de un templo sacro, pero Jamie lo tenía al alcance de una llamada telefónica. Sabía que en realidad eso era una mera formalidad, con solo cerrar los ojos e invocarlo él sabría que lo estaba buscando; sin embargo, temiendo que lo juzgaran por hablar solo, sacó su teléfono y marcó el número que Chuck le proporcionó.

    Esperó los tres tonos correspondientes y justo cuando oyó que descolgaban la bocina habló. —
    Hola... ¿Chuck? Soy... Soy Reagan, sí, Jamie yo... Tú, bueno, no es relevante... ¡No, en realidad sí lo es! —Traía ya varias copas encima, se notaba, tanto en la incoherencia como en el aliento a alcohol que era capaz de atravesar el otro lado de la línea.— Bueno, olvida eso, olvida todo... Solo quería... Quería verlo, verte a ti ¿Tienes tiempo de venir un momento conmigo? Te diría donde estoy pero tú lo sabes todo... Dios te bendiga, o bueno, te autobendigas, aún no entiendo bien eso.

    —En cuanto terminó la llamada colgó el teléfono. Se quedó contemplando las fichas sobre la mesa, meditando en sus palabras, en lo que había dicho, en si era el momento, en si era lo correcto, más como dice la sagrada escritura: "Lo hecho, hecho está."

    Se frotó una mano por el rostro antes de alzar la mano para llamar al cantinero. A sabiendas de que Chuck llegaría en cualquier momento, pidió un café que le ayudara a regular su estado así como un flan pues su hermana le decía que el dulce era también buena opción en esos casos. Así, al tener lo solicitado solo le quedó esperar, tal vez esa noche sería la primera, en muchas, que podría volver a tener a alguien con quien jugar.—
    R./W [G.0.D] "¿𝙋𝙤𝙧 𝙦𝙪é 𝙨𝙚 𝙛𝙪𝙚 𝙮 𝙥𝙤𝙧 𝙦𝙪é 𝙢𝙪𝙧𝙞ó. ¿𝙋𝙤𝙧 𝙦𝙪é 𝙚𝙡 𝙎𝙚ñ𝙤𝙧 𝙢𝙚 𝙡𝙤 𝙦𝙪𝙞𝙩ó? 𝙎𝙚 𝙝𝙖 𝙞𝙙𝙤 𝙖𝙡 𝙘𝙞𝙚𝙡𝙤 𝙮 𝙥𝙖𝙧𝙖 𝙥𝙤𝙙𝙚𝙧 𝙞𝙧 𝙮𝙤 𝘿𝙚𝙗𝙤 𝙩𝙖𝙢𝙗𝙞é𝙣 𝙨𝙚𝙧 𝙗𝙪𝙚𝙣𝙤." — 𝙇𝙤𝙨 𝘼𝙥𝙨𝙤𝙣 (1964) —Trece vueltas de marea habían pasado desde que los medios neoyorkinos anunciaron la muerte de Joseph Conor Reagan, el honorable policía, hijo del comisionado en turno. Ese suceso fue devastador para la familia. Todos lo adoraban, era el tipo de persona modelo, un hombre que buscaba siempre hacer el bien sin mirar a quien; razón por la cual los Reagan no comprendían el porque había muerto. Trataron de hacerlo, refugiándose en su fe católica inculcada desde la infancia, con frases paliativas como: "Era su momento." o "Dios lo necesitaba en su reino." Esa última era la que más ponía a pensar a Jamie, en especial ahora que era consciente de la divinidad de Chuck. Para la familia Jamie era quien había llevado mejor el duelo (aparentemente). No obstante, aunque por fuera parecía el mismo joven afable y sonriente, por dentro traía consigo mismo una lucha interna, misma que estaba centrada en un duelo que no hallaba la manera de superar, que lo carcomía, igual que las termitas a la madera. La herida estaba ahí, abierta como el primer día y no era para menos. Habían sido cuatro hermanos. Danny era muy apegado a Erin, después de todo eran los mayores. Por otro lado, Joe tenía un vínculo único con Jamie, uno que solo la muerte logró romper. Cuando él partió Jamie no solo había perdido un hermano, también se había ido un amigo, un confidente, una persona que lo comprendía como nadie, que lo apoyaba, que estaba siempre para él, justo como un buen hermano mayor lo haría. Con eso en cuenta "¿Cómo es que Dios pudo llevárselo? ¿Acaso no sabía el dolor que eso me iba a causar? ¿Cuál es su plan en todo esto?" Por suerte para él, por primera vez en años, conocía a quien de manera directa le podía dar las respuestas. De tal modo que, después de pasar a dejar unas flores al panteón donde reposaban los restos de Joe, se fue directo a un bar que solía ser catalogado como "De policías" más que nada por la afluencia de estas personas en el recinto. Mientras caminaba se hacía a la idea respecto a que tan bueno era tratar el asunto con Chuck, no quería molestarlo pero llevaba tanto tiempo ansiando una respuesta que la posibilidad de esto desvío toda duda naciente. Al adentrarse al local saludó con cortesía al cantinero. El hombre ya de por sí lo ubicaba por ser otro de los hijos del comisionado, razón por la cual siempre le reservaba su mesa favorita en la parte trasera del establecimiento. "Hey ¿Qué hay de nuevo, Jamie? ¿Lo mismo de siempre?" Le preguntó en lo que secaba la barra con el trapo gris que traía colgado al hombro. El oficial al escucharlo le sonrió con una notoria sutileza a la par que asentía.— Sí, por favor, pero esta vez ponme una copa extra ¿Va? Espero compañía esta noche. —No dio más explicación sobre quién llegaría, en especial porque sabía que, tanto a Chuck, como a él, les gustaba la privacidad y porque al ser hijo de una figura pública de alto rango la gente sería capaz de vender "chisme caliente" con tal de obtener algún dinero. Tras dejar la indicación dada se fue a su mesa en el rincón y tomó asiento. Mientras esperaba, sacó del bolsillo de su chamarra negra una pequeña caja que contenía piezas de dominó. Aquel particular juego de mesa era el favorito de Joe y también de Jamie ya que, después de las largas horas patrullando, ambos se ponían al corriente de su día y de sus vidas, entre risas y el "click clak" que generaban las fichas al moverlas. Después de su muerte, el hermano menor no dejó de jugar, aunque ahora lo hacía solo. Muchos le dijeron que eso era imposible en una partida de dominó, más él lo volvió posible, a su manera, pero lo logró. Su método era sencillo pero efectivo: luego de revolver las fichas, separaba las suyas y las que serían de su hermano, posteriormente, tiraba una y luego él mismo podía mover al azar alguna otra pero ahora del montón que le habían tocado simbólicamente a Joe. Le resultaba entretenido, era su medio de canalizar el dolor; habia ocasiones en que incluso el mayor le ganaba sin estar presente, cosa que hacía reír a Jamie momentos antes de quebrarse en un llanto que agradecía solo viera el cantinero. Por eso elegía la mesa del rincón, no quería compasión, no quería que nadie le viera llorar, lo único que deseaba con toda su alma era poder volver a ver a su hermano, poder abrazarlo y decirle todo lo que había pasado desde que se fue del plano terrenal. Y aunque si bien lo volvía a ver en sueños, no era lo mismo, él lo sabía, más que nada porque eran eso, sueños, algo pasajero que terminaba una vez que el reloj empezaba a sonar, una vez que abría los ojos y los volvía a cerrar, pero ahora llenos de lágrimas, rabia y frustración junto con el deseo de poder volver a ese sueño. Más ahora, con Chuck, creía tener un rayo de esperanza en hacer que ese momento de reencuentro se sintiera real y eterno. Pasó un par de horas bebiendo y jugando antes de tomar valor suficiente para lanzar la suplica por línea directa al mismo Dios. Muchos lo buscaban en el silencio, en la oración, en las paredes de un templo sacro, pero Jamie lo tenía al alcance de una llamada telefónica. Sabía que en realidad eso era una mera formalidad, con solo cerrar los ojos e invocarlo él sabría que lo estaba buscando; sin embargo, temiendo que lo juzgaran por hablar solo, sacó su teléfono y marcó el número que Chuck le proporcionó. Esperó los tres tonos correspondientes y justo cuando oyó que descolgaban la bocina habló. — Hola... ¿Chuck? Soy... Soy Reagan, sí, Jamie yo... Tú, bueno, no es relevante... ¡No, en realidad sí lo es! —Traía ya varias copas encima, se notaba, tanto en la incoherencia como en el aliento a alcohol que era capaz de atravesar el otro lado de la línea.— Bueno, olvida eso, olvida todo... Solo quería... Quería verlo, verte a ti ¿Tienes tiempo de venir un momento conmigo? Te diría donde estoy pero tú lo sabes todo... Dios te bendiga, o bueno, te autobendigas, aún no entiendo bien eso. —En cuanto terminó la llamada colgó el teléfono. Se quedó contemplando las fichas sobre la mesa, meditando en sus palabras, en lo que había dicho, en si era el momento, en si era lo correcto, más como dice la sagrada escritura: "Lo hecho, hecho está." Se frotó una mano por el rostro antes de alzar la mano para llamar al cantinero. A sabiendas de que Chuck llegaría en cualquier momento, pidió un café que le ayudara a regular su estado así como un flan pues su hermana le decía que el dulce era también buena opción en esos casos. Así, al tener lo solicitado solo le quedó esperar, tal vez esa noche sería la primera, en muchas, que podría volver a tener a alguien con quien jugar.—
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    Grupal
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    80
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