• Llega el momento del parto.

    Las contracciones me atraviesan como cuchillas antiguas. No es solo dolor: es una guerra interna. Siento cómo mis propios órganos parecen desplazarse, desgarrarse, pelear entre sí, como si el cuerpo tuviera que decidir quién vive y quién muere para que algo nuevo pueda nacer. Cada espasmo es una sentencia. Cada grito, un desgarro del mundo.

    Cuando llegamos al hospital, el dolor ya no es humano. Es tan agudo, tan absoluto, que los médicos se miran con terror. Hablan deprisa. Temen por mi vida. Deciden abrir, cortar antes de que mi cuerpo colapse del todo.

    Preparan el instrumental.

    Pero entonces…
    antes de que el bisturí toque mi piel, algo sale de mí.

    No carne.
    No sangre.

    Un espíritu de parto natural emerge entre mis piernas como una llamarada pálida, antigua, imposible. No llora. No respira. Simplemente es. La habitación se llena de un frío sobrenatural, y los humanos retroceden. Gritan. Algunos rezan. Otros huyen sin mirar atrás.

    Salen corriendo.

    El segundo nace inmediatamente después.
    El tercero lo sigue, arrastrado por la misma fuerza invisible.
    Tres presencias se manifiestan, idénticas entre sí y a mí, vibrando con una energía que no pertenece a este plano.

    Pero entonces… el tiempo se rompe.

    Los demás tardan.

    Mi cuerpo vuelve a reclamarme con violencia. El dolor regresa multiplicado, brutal. Ya no hay manos que ayuden, ni voces que guíen. Solo yo, el suelo frío, y aquello que aún se resiste a salir.

    Aprieto los dientes.
    Aferro el mundo con las uñas.
    Empujo con todo lo que me queda.

    Una vez.
    Otra.
    Otra más.

    Con un esfuerzo que me arranca el alma, consigo sacar cinco más.

    Caen pesados. Silenciosos.

    No se mueven.

    Una lágrima cae por mi mejilla.

    —Lo siento mi ama Naamah sólo he podido engendrar a tres...

    Los otros tres salen disparados por la ventana rompiéndola y desapareciendo. Listos para causar estragos... mientras el viento que entra por la ventana ondula mi cabello y seca mi lágrima.
    Llega el momento del parto. Las contracciones me atraviesan como cuchillas antiguas. No es solo dolor: es una guerra interna. Siento cómo mis propios órganos parecen desplazarse, desgarrarse, pelear entre sí, como si el cuerpo tuviera que decidir quién vive y quién muere para que algo nuevo pueda nacer. Cada espasmo es una sentencia. Cada grito, un desgarro del mundo. Cuando llegamos al hospital, el dolor ya no es humano. Es tan agudo, tan absoluto, que los médicos se miran con terror. Hablan deprisa. Temen por mi vida. Deciden abrir, cortar antes de que mi cuerpo colapse del todo. Preparan el instrumental. Pero entonces… antes de que el bisturí toque mi piel, algo sale de mí. No carne. No sangre. Un espíritu de parto natural emerge entre mis piernas como una llamarada pálida, antigua, imposible. No llora. No respira. Simplemente es. La habitación se llena de un frío sobrenatural, y los humanos retroceden. Gritan. Algunos rezan. Otros huyen sin mirar atrás. Salen corriendo. El segundo nace inmediatamente después. El tercero lo sigue, arrastrado por la misma fuerza invisible. Tres presencias se manifiestan, idénticas entre sí y a mí, vibrando con una energía que no pertenece a este plano. Pero entonces… el tiempo se rompe. Los demás tardan. Mi cuerpo vuelve a reclamarme con violencia. El dolor regresa multiplicado, brutal. Ya no hay manos que ayuden, ni voces que guíen. Solo yo, el suelo frío, y aquello que aún se resiste a salir. Aprieto los dientes. Aferro el mundo con las uñas. Empujo con todo lo que me queda. Una vez. Otra. Otra más. Con un esfuerzo que me arranca el alma, consigo sacar cinco más. Caen pesados. Silenciosos. No se mueven. Una lágrima cae por mi mejilla. —Lo siento mi ama [n.a.a.m.a.h] sólo he podido engendrar a tres... Los otros tres salen disparados por la ventana rompiéndola y desapareciendo. Listos para causar estragos... mientras el viento que entra por la ventana ondula mi cabello y seca mi lágrima.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    ¡Escuchen, mortales! ¿Cómo osa este mísero mundo privar a la grandiosa Power de la cena digna de una demonio de su estatus, como es la majestuosa hamburguesa? ¡Es una ofensa cósmica! ¡La sangre y el terror son preferibles a esta injuria gastronómica! ¡Dame mi hamburguesa o serás castigado por el mismísimo Infierno!
    ¡Escuchen, mortales! ¿Cómo osa este mísero mundo privar a la grandiosa Power de la cena digna de una demonio de su estatus, como es la majestuosa hamburguesa? ¡Es una ofensa cósmica! ¡La sangre y el terror son preferibles a esta injuria gastronómica! ¡Dame mi hamburguesa o serás castigado por el mismísimo Infierno!
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  • No pasó una buena noche. En los años que pasó en el infierno posterior a su muerte (e incluso en vida los últimos años de vida gracias al alcohol), había logrado olvidar por completo los terrores que debió vivir en la segunda guerra mundial.
    Sin embargo, con la llegada de Alessio y la discusión con Angel, los recuerdos volvieron a su mente atormentandolo incluso dormido.

    Incluso esa mañana antes de despertar, aún consumido en las pesadillas, su cuerpo tembló y se contrajo.
    Su mente reproduciendole los recuerdos en los campos de concentración. Los maltratos, la extorsión, las torturas, el hambre, el sueño... El dolor.
    Su mente le producía con perfecta claridad y sumo de detalles todo lo que había tenido que sufrir aquellos años encerrado y aislado en aquel lugar. Cuántas veces consideró el suicidio como método de escape pero resignandose a soportar solo por la única persona que amaba.
    Aún siendo temprano en la mañana, cuando en sus recuerdos recordó demasiadas manos sobre él, se levantó de un sobresalto.

    Sentado en la cama, se encontró con el pelaje húmedo por la transpiración y las lágrimas que, sin percatarse, se habían escapado de sus ojos.
    Miró una de sus manos, manos demoníacas recordándole que estaba en el infierno, que temblaba de forma casi descontrolada como todo su cuerpo. Jadeaba, sintiendo la falta de aire en sus pulmones en lo que parecía un ataque de pánico.
    En un intento por calmarse, con sus orejas abajo, abrazó sus propias piernas cubriéndose con sus alas también. Incluso su propia cola se enrolló en sus pies
    No pasó una buena noche. En los años que pasó en el infierno posterior a su muerte (e incluso en vida los últimos años de vida gracias al alcohol), había logrado olvidar por completo los terrores que debió vivir en la segunda guerra mundial. Sin embargo, con la llegada de Alessio y la discusión con Angel, los recuerdos volvieron a su mente atormentandolo incluso dormido. Incluso esa mañana antes de despertar, aún consumido en las pesadillas, su cuerpo tembló y se contrajo. Su mente reproduciendole los recuerdos en los campos de concentración. Los maltratos, la extorsión, las torturas, el hambre, el sueño... El dolor. Su mente le producía con perfecta claridad y sumo de detalles todo lo que había tenido que sufrir aquellos años encerrado y aislado en aquel lugar. Cuántas veces consideró el suicidio como método de escape pero resignandose a soportar solo por la única persona que amaba. Aún siendo temprano en la mañana, cuando en sus recuerdos recordó demasiadas manos sobre él, se levantó de un sobresalto. Sentado en la cama, se encontró con el pelaje húmedo por la transpiración y las lágrimas que, sin percatarse, se habían escapado de sus ojos. Miró una de sus manos, manos demoníacas recordándole que estaba en el infierno, que temblaba de forma casi descontrolada como todo su cuerpo. Jadeaba, sintiendo la falta de aire en sus pulmones en lo que parecía un ataque de pánico. En un intento por calmarse, con sus orejas abajo, abrazó sus propias piernas cubriéndose con sus alas también. Incluso su propia cola se enrolló en sus pies
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    Contemplad mis cuernos: son la corona de la perfección, forjada en la sombra donde la gracia se vuelve terror.
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  • ึดึถึธ. ..๐“‚ƒ เฃช ึดึถึธ๐Ÿชฝเผ‹เผ˜เฟ ¿Quien está listo para una pijamada?, después de todo es una gran noche, y hace algo de frío, así que está noche será una pijamada y noche de películas de terror, ¡yo haré las palomitas!

    — Dijo emocionada por la pijamada mientras observaba con atención con su pijama y un abrigo pues le hacía frío.
    ึดึถึธ. ..๐“‚ƒ เฃช ึดึถึธ๐Ÿชฝเผ‹เผ˜เฟ ¿Quien está listo para una pijamada?, después de todo es una gran noche, y hace algo de frío, así que está noche será una pijamada y noche de películas de terror, ¡yo haré las palomitas! — Dijo emocionada por la pijamada mientras observaba con atención con su pijama y un abrigo pues le hacía frío.
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  • Con su nuevo cuerpo, tan pequeño que cabe en la palma de una mano y una terrible forma draconiana de 30 centímetros, contempla su otro cuerpo.

    – Unidad 44, usando una simulación de comportamiento animal, si luzco terrorífico.
    Con su nuevo cuerpo, tan pequeño que cabe en la palma de una mano y una terrible forma draconiana de 30 centímetros, contempla su otro cuerpo. – Unidad 44, usando una simulación de comportamiento animal, si luzco terrorífico.
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  • *Ni su hermano y tampoco su novio, Hugo, estaba presente, por lo que no tuvo mas remedio que ver una película de terror ella sola.

    La casa estaba vacía, solo estaba su bangbu por ahí pero no junto a ella, así que tomó una manta y se cubrió mirando la pantalla, mientras la película de terror seguía. *

    No.. No vayas ahí.

    *Dijo Belle temblando como una gelatina*
    *Ni su hermano y tampoco su novio, Hugo, estaba presente, por lo que no tuvo mas remedio que ver una película de terror ella sola. La casa estaba vacía, solo estaba su bangbu por ahí pero no junto a ella, así que tomó una manta y se cubrió mirando la pantalla, mientras la película de terror seguía. * No.. No vayas ahí. *Dijo Belle temblando como una gelatina*
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  • Bueno ya desperté debo el inventario del mi tienda de videos, debo poner hoy géneros de terror, novelas, y documentales.
    Bueno ya desperté debo el inventario del mi tienda de videos, debo poner hoy géneros de terror, novelas, y documentales.
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  • Venga ya estoy lista para pasar la noche. *Dice animada sentada frente a la chimenea* Espero que no cuentes historias de terror, que entonces no voy a querer dormir.
    Venga ya estoy lista para pasar la noche. *Dice animada sentada frente a la chimenea* Espero que no cuentes historias de terror, que entonces no voy a querer dormir.
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  • โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐‘‡๐‘ข ๐‘ฃ๐‘–๐‘‘๐‘Ž ๐‘š๐‘’ ๐‘๐‘’๐‘Ÿ๐‘ก๐‘’๐‘›๐‘’๐‘๐‘’. โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐‘ƒ๐‘Ÿ๐‘’๐‘ ๐‘’๐‘›๐‘ก ๐ท๐‘Ž๐‘ฆ | ๐•ฎ๐–๐–†๐–•๐–™๐–Š๐–— [๐Ÿ๐Ÿ’]

    [] ๐‘…๐‘œ๐‘š๐‘Ž, ๐ผ๐‘ก๐‘Ž๐‘™๐‘–๐‘Ž — ๐Ÿถ๐Ÿน:๐Ÿท๐Ÿฝ ๐ด.๐‘€

    El aire húmedo del Tíber subía por las callejuelas empedradas del Trastevere y se colaba entre los postigos rotos de un taller abandonado de restauración de muebles antiguos.

    Santiago estaba sentado en una silla de madera carcomida, con las piernas cruzadas y un cigarrillo encendido colgando de los labios. El humo se mezclaba con el olor a barniz viejo y sangre fresca.

    A sus pies, el sicario que hacía apenas diez minutos había intentado clavarle un estilete envenenado en la nuca yacía boca abajo, muñecas y tobillos atados con alambre de espino. Un golpe seco en la sien lo había dejado inconsciente, pero no por mucho tiempo.

    El demonio se agachó con calma felina, apagó la colilla contra la suela de su zapato y agarró al hombre por el cabello, levantándole la cabeza hasta que los ojos del sicario, ahora abiertos y llenos de terror, se encontraron con los suyos: dos brasas rojas que brillaban en la penumbra.

    Santiago sonrió, una sonrisa lenta y casi tierna, y deslizó el dorso de sus dedos por la mejilla magullada del joven, dejando un rastro de sangre tibia.

    โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜š๐˜ฉ๐˜ฉ๐˜ฉ… ๐˜ต๐˜ณ๐˜ข๐˜ฏ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ช๐˜ญ๐˜ฐ, ๐˜ฏ๐˜ชñ๐˜ฐ ๐˜ฃ๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ช๐˜ต๐˜ฐ. โ”€โ”€โ”€โ”€

    Susurró con ese acento tan característico que parecía arrastrar siglos de noches sin luna.

    โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜›ú ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ณí๐˜ข๐˜ด ๐˜ฎ๐˜ช ๐˜ค๐˜ข๐˜ฃ๐˜ฆ๐˜ป๐˜ข ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฃ๐˜ณ๐˜ข๐˜ณ ๐˜ญ๐˜ข ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฎ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ด๐˜ข, ¿๐˜ท๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ฅ? ๐˜“á๐˜ด๐˜ต๐˜ช๐˜ฎ๐˜ข, ๐˜ฑ๐˜ฐ๐˜ณ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ข๐˜ฉ๐˜ฐ๐˜ณ๐˜ข ๐˜ท๐˜ข๐˜ด ๐˜ข ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ณ๐˜ฎ๐˜ฆ ๐˜ข ๐˜ฎí ๐˜ต๐˜ถ ๐˜ท๐˜ช๐˜ฅ๐˜ข ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ข. โ”€โ”€โ”€โ”€

    Sus uñas, negras y afiladas, rozaron apenas la piel del cuello del hombre, abriendo finas líneas rojas que brotaron como lágrimas carmesíes.

    Apretó un poco más, lo justo para que el sicario soltara un gemido ahogado.

    โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜‹๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฑ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ค๐˜ช๐˜ด๐˜ฐ ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ด๐˜ต๐˜ข๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ต๐˜ณ๐˜ข๐˜ฃ๐˜ข๐˜ซ๐˜ข๐˜ด ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฎí. ๐˜๐˜ข๐˜ณá๐˜ด ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜บ๐˜ฐ ๐˜ฅ๐˜ช๐˜จ๐˜ข, ๐˜ฎ๐˜ข๐˜ต๐˜ข๐˜ณá๐˜ด ๐˜ข ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜บ๐˜ฐ ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฐ๐˜ณ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ฆ, ๐˜บ ๐˜ด๐˜ช ๐˜ข๐˜ญ๐˜จ๐˜ถ๐˜ฏ๐˜ข ๐˜ท๐˜ฆ๐˜ป ๐˜ด๐˜ฆ ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฐ๐˜ค๐˜ถ๐˜ณ๐˜ณ๐˜ฆ ๐˜ท๐˜ฐ๐˜ญ๐˜ท๐˜ฆ๐˜ณ ๐˜ข ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ท๐˜ข๐˜ฏ๐˜ต๐˜ข๐˜ณ ๐˜ถ๐˜ฏ ๐˜ข๐˜ณ๐˜ฎ๐˜ข ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฎí. โ”€โ”€โ”€โ”€

    Santiago inclinó la cabeza, acercando sus labios al oído del hombre, su voz bajando hasta convertirse en un ronroneo infernal.

    โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜›๐˜ฆ ๐˜ข๐˜ณ๐˜ณ๐˜ข๐˜ฏ๐˜ค๐˜ข๐˜ณé ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜ข๐˜ญ๐˜ฎ๐˜ข ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ป๐˜ฐ ๐˜ข ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ป๐˜ฐ ๐˜บ ๐˜ญ๐˜ข ๐˜ถ๐˜ด๐˜ข๐˜ณé ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฑ๐˜ถ๐˜ญ๐˜ช๐˜ณ ๐˜ฎ๐˜ช๐˜ด ๐˜ฃ๐˜ฐ๐˜ต๐˜ข๐˜ด. โ”€โ”€โ”€โ”€

    Se incorporó, soltando el cabello. El cuerpo del sicario cayó de nuevo al suelo con un golpe sordo. Santiago se limpió los dedos en la solapa de su abrigo negro, sin dejar de mirarlo con esa sonrisa que prometía infiernos nuevos cada día.

    โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜“๐˜ฆ๐˜ทá๐˜ฏ๐˜ต๐˜ข๐˜ต๐˜ฆ. ๐˜›๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฎ๐˜ถ๐˜ค๐˜ฉ๐˜ฐ ๐˜ต๐˜ณ๐˜ข๐˜ฃ๐˜ข๐˜ซ๐˜ฐ ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ข ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ค๐˜ฉ๐˜ฆ ๐˜บ ๐˜ตú ๐˜ท๐˜ข๐˜ด ๐˜ข ๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ป๐˜ข๐˜ณ ๐˜ฑ๐˜ข๐˜จ๐˜ข๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ต๐˜ถ ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ถ๐˜ฅ๐˜ข ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ ๐˜ด๐˜ข๐˜ฏ๐˜จ๐˜ณ๐˜ฆ. โ”€โ”€โ”€โ”€
    โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐‘‡๐‘ข ๐‘ฃ๐‘–๐‘‘๐‘Ž ๐‘š๐‘’ ๐‘๐‘’๐‘Ÿ๐‘ก๐‘’๐‘›๐‘’๐‘๐‘’. โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐‘ƒ๐‘Ÿ๐‘’๐‘ ๐‘’๐‘›๐‘ก ๐ท๐‘Ž๐‘ฆ | ๐•ฎ๐–๐–†๐–•๐–™๐–Š๐–— [๐Ÿ๐Ÿ’] [๐Ÿ‡ฎ๐Ÿ‡น] ๐‘…๐‘œ๐‘š๐‘Ž, ๐ผ๐‘ก๐‘Ž๐‘™๐‘–๐‘Ž — ๐Ÿถ๐Ÿน:๐Ÿท๐Ÿฝ ๐ด.๐‘€ El aire húmedo del Tíber subía por las callejuelas empedradas del Trastevere y se colaba entre los postigos rotos de un taller abandonado de restauración de muebles antiguos. Santiago estaba sentado en una silla de madera carcomida, con las piernas cruzadas y un cigarrillo encendido colgando de los labios. El humo se mezclaba con el olor a barniz viejo y sangre fresca. A sus pies, el sicario que hacía apenas diez minutos había intentado clavarle un estilete envenenado en la nuca yacía boca abajo, muñecas y tobillos atados con alambre de espino. Un golpe seco en la sien lo había dejado inconsciente, pero no por mucho tiempo. El demonio se agachó con calma felina, apagó la colilla contra la suela de su zapato y agarró al hombre por el cabello, levantándole la cabeza hasta que los ojos del sicario, ahora abiertos y llenos de terror, se encontraron con los suyos: dos brasas rojas que brillaban en la penumbra. Santiago sonrió, una sonrisa lenta y casi tierna, y deslizó el dorso de sus dedos por la mejilla magullada del joven, dejando un rastro de sangre tibia. โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜š๐˜ฉ๐˜ฉ๐˜ฉ… ๐˜ต๐˜ณ๐˜ข๐˜ฏ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ช๐˜ญ๐˜ฐ, ๐˜ฏ๐˜ชñ๐˜ฐ ๐˜ฃ๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ช๐˜ต๐˜ฐ. โ”€โ”€โ”€โ”€ Susurró con ese acento tan característico que parecía arrastrar siglos de noches sin luna. โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜›ú ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ณí๐˜ข๐˜ด ๐˜ฎ๐˜ช ๐˜ค๐˜ข๐˜ฃ๐˜ฆ๐˜ป๐˜ข ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฃ๐˜ณ๐˜ข๐˜ณ ๐˜ญ๐˜ข ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฎ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ด๐˜ข, ¿๐˜ท๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ฅ? ๐˜“á๐˜ด๐˜ต๐˜ช๐˜ฎ๐˜ข, ๐˜ฑ๐˜ฐ๐˜ณ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ข๐˜ฉ๐˜ฐ๐˜ณ๐˜ข ๐˜ท๐˜ข๐˜ด ๐˜ข ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ณ๐˜ฎ๐˜ฆ ๐˜ข ๐˜ฎí ๐˜ต๐˜ถ ๐˜ท๐˜ช๐˜ฅ๐˜ข ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ข. โ”€โ”€โ”€โ”€ Sus uñas, negras y afiladas, rozaron apenas la piel del cuello del hombre, abriendo finas líneas rojas que brotaron como lágrimas carmesíes. Apretó un poco más, lo justo para que el sicario soltara un gemido ahogado. โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜‹๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฑ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ค๐˜ช๐˜ด๐˜ฐ ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ด๐˜ต๐˜ข๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ต๐˜ณ๐˜ข๐˜ฃ๐˜ข๐˜ซ๐˜ข๐˜ด ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฎí. ๐˜๐˜ข๐˜ณá๐˜ด ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜บ๐˜ฐ ๐˜ฅ๐˜ช๐˜จ๐˜ข, ๐˜ฎ๐˜ข๐˜ต๐˜ข๐˜ณá๐˜ด ๐˜ข ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜บ๐˜ฐ ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฐ๐˜ณ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ฆ, ๐˜บ ๐˜ด๐˜ช ๐˜ข๐˜ญ๐˜จ๐˜ถ๐˜ฏ๐˜ข ๐˜ท๐˜ฆ๐˜ป ๐˜ด๐˜ฆ ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฐ๐˜ค๐˜ถ๐˜ณ๐˜ณ๐˜ฆ ๐˜ท๐˜ฐ๐˜ญ๐˜ท๐˜ฆ๐˜ณ ๐˜ข ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ท๐˜ข๐˜ฏ๐˜ต๐˜ข๐˜ณ ๐˜ถ๐˜ฏ ๐˜ข๐˜ณ๐˜ฎ๐˜ข ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฎí. โ”€โ”€โ”€โ”€ Santiago inclinó la cabeza, acercando sus labios al oído del hombre, su voz bajando hasta convertirse en un ronroneo infernal. โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜›๐˜ฆ ๐˜ข๐˜ณ๐˜ณ๐˜ข๐˜ฏ๐˜ค๐˜ข๐˜ณé ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜ข๐˜ญ๐˜ฎ๐˜ข ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ป๐˜ฐ ๐˜ข ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ป๐˜ฐ ๐˜บ ๐˜ญ๐˜ข ๐˜ถ๐˜ด๐˜ข๐˜ณé ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฑ๐˜ถ๐˜ญ๐˜ช๐˜ณ ๐˜ฎ๐˜ช๐˜ด ๐˜ฃ๐˜ฐ๐˜ต๐˜ข๐˜ด. โ”€โ”€โ”€โ”€ Se incorporó, soltando el cabello. El cuerpo del sicario cayó de nuevo al suelo con un golpe sordo. Santiago se limpió los dedos en la solapa de su abrigo negro, sin dejar de mirarlo con esa sonrisa que prometía infiernos nuevos cada día. โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜“๐˜ฆ๐˜ทá๐˜ฏ๐˜ต๐˜ข๐˜ต๐˜ฆ. ๐˜›๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฎ๐˜ถ๐˜ค๐˜ฉ๐˜ฐ ๐˜ต๐˜ณ๐˜ข๐˜ฃ๐˜ข๐˜ซ๐˜ฐ ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ข ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ค๐˜ฉ๐˜ฆ ๐˜บ ๐˜ตú ๐˜ท๐˜ข๐˜ด ๐˜ข ๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ป๐˜ข๐˜ณ ๐˜ฑ๐˜ข๐˜จ๐˜ข๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ต๐˜ถ ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ถ๐˜ฅ๐˜ข ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ ๐˜ด๐˜ข๐˜ฏ๐˜จ๐˜ณ๐˜ฆ. โ”€โ”€โ”€โ”€
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