Dahlia
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⠀⠀El aire de la ciudad olía a lluvia vieja y a café frío. Las baldosas mojadas devolvían un reflejo tembloroso del cielo encapotado, como si el mundo dudara de su forma. Cipriano caminaba sin rumbo, con el paso arrastrado del que no huye ni busca, pero igual se mueve. Observaba a las personas como si fueran símbolos: un niño llorando era una metáfora; una pareja discutiendo, una teoría sin resolver.
⠀⠀Las ideas se le cruzaban como pájaros nerviosos, algunas se posaban, otras se perdían entre las ramas enmarañadas de su pensamiento. Pero aun entre tanto pensar, su ímpetu y espíritu se mantenían intactos, con pecho alto, el reflejo de Lorenzo se cruzaba con la mirada amarga del brujo, a través de ese rostro joven, que miraba con ojos de desprecio y anhelo tanto a sí mismo como a su actualidad.
⠀⠀Y justo en ese momento, la vio: una florería pequeña, casi oculta entre un local de fotocopias y una tienda de objetos inútiles. No había cartel, solo el cristal empañado y el aroma, inexplicable, que lo detuvo en seco. No era el olor de flores cualquiera; era algo más antiguo, más denso, como el recuerdo de un bosque soñado o el eco de un rito olvidado.
⠀⠀Giró ligeramente la cabeza, las personas ignoraban el sitio. Las flores, parecían estar en su más bella etapa, el aroma de las mismas se filtraba por su nariz, guiándolo unos pasos adelante, pero no sin antes contemplar a las que yacían en las calles, las macetas contenían a sus contrapartes más demacradas, claramente algo sucedía, algo irradiaba el lugar con un aura sobrenatural abismal.
⠀⠀El alma del brujo en el pecho del muchacho palpitaba con fuerza, casi como una intuición de lo desconocido.
⠀⠀Entró. No porque quisiera flores, sino porque algo en su cabeza —no por la curiosidad, no por el ansia de compra— lo empujó. Se notaría que, al entrar, el local se llenaría de un poderoso aura producto de su santidad y maestría arcana, focalizando a la aparentemente única empleada sobre el mostrador, qué extrañeza sentía con este lugar, era inaudito.
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[Lepus_Constellation]
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⠀⠀El aire de la ciudad olía a lluvia vieja y a café frío. Las baldosas mojadas devolvían un reflejo tembloroso del cielo encapotado, como si el mundo dudara de su forma. Cipriano caminaba sin rumbo, con el paso arrastrado del que no huye ni busca, pero igual se mueve. Observaba a las personas como si fueran símbolos: un niño llorando era una metáfora; una pareja discutiendo, una teoría sin resolver.
⠀⠀Las ideas se le cruzaban como pájaros nerviosos, algunas se posaban, otras se perdían entre las ramas enmarañadas de su pensamiento. Pero aun entre tanto pensar, su ímpetu y espíritu se mantenían intactos, con pecho alto, el reflejo de Lorenzo se cruzaba con la mirada amarga del brujo, a través de ese rostro joven, que miraba con ojos de desprecio y anhelo tanto a sí mismo como a su actualidad.
⠀⠀Y justo en ese momento, la vio: una florería pequeña, casi oculta entre un local de fotocopias y una tienda de objetos inútiles. No había cartel, solo el cristal empañado y el aroma, inexplicable, que lo detuvo en seco. No era el olor de flores cualquiera; era algo más antiguo, más denso, como el recuerdo de un bosque soñado o el eco de un rito olvidado.
⠀⠀Giró ligeramente la cabeza, las personas ignoraban el sitio. Las flores, parecían estar en su más bella etapa, el aroma de las mismas se filtraba por su nariz, guiándolo unos pasos adelante, pero no sin antes contemplar a las que yacían en las calles, las macetas contenían a sus contrapartes más demacradas, claramente algo sucedía, algo irradiaba el lugar con un aura sobrenatural abismal.
⠀⠀El alma del brujo en el pecho del muchacho palpitaba con fuerza, casi como una intuición de lo desconocido.
⠀⠀Entró. No porque quisiera flores, sino porque algo en su cabeza —no por la curiosidad, no por el ansia de compra— lo empujó. Se notaría que, al entrar, el local se llenaría de un poderoso aura producto de su santidad y maestría arcana, focalizando a la aparentemente única empleada sobre el mostrador, qué extrañeza sentía con este lugar, era inaudito.
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