• L'autre côté de la médialle
    Categoría Slice of Life
    Apenas puse un pie en la entrada de la mansión sentí la tensión, mamá me había estado reventando el teléfono con llamadas y mensajes de que me apurara en llegar, siempre la misma rutina, me sentía harta de tantas reglas y restricciones.

    -Lía! - grito desde la sala una vez que me vió abrir la puerta- Se supone que salías hace una hora, se puede saber ¿¡Dónde rayos estabas!?- en su mirada se notaba el fastidio.

    -Solo fui a tomar un café con Helena, teníamos que coordinar un trabajo- suspire- no tenía mucha señal en el cafetería.

    Me miró directo a los ojos y camino a pasar lento pero peligroso hacia mí tomando del brazo- Que no se vuelva a repetir Lia- dijo para luego soltarme de golpe- Tú padre te está buscando, ve con él y explícale a ver si te cree- se dio media vuelta caminando hacia la sala de música, pero a medio camino se detuvo- Y más te vale que no intentes escabullirte o te irá peor- su voz tenía toques de amenaza y con eso último, siguió caminando hasta que desapareció de la sala de estar por completo.

    Sentía tanta impotencia que sin darme cuenta me había clavado las uñas en la mano dejando algunas marcas rojizas. Por lo que tuve que tomar un respiro antes de subir al despacho de mi "padre" si se podría llamar así. Subí a paso lento, no quería llegar a la puerta, pero tenía que, una vez frente a la gran oficina, alce mi mano para tocarla pero antes pudiera hacerlo escuche su voz.

    -Pasa de una vez- dijo autoritariamente, trague saliva y con cuidado abrí la puerta, camine hacia el interior dando pasos lentos y dejando entreabierta la entrada- Cierra la puerta Lía- me miró directo a los ojos, esa mirada sin ningún tipo de emociones, "No otra vez, por favor..." sabía lo que eso significaba a puertas cerradas tenía que mantenerse todo.

    -¿Dónde estabas?- pregunto con brusquedad mientras se servia algo de licor caro y me miraba de nuevo esperando una respuesta.

    -Estaba con Helena, fui a la cafetería con ella para coordinar un trabajo- dije segura- no tenia señal en el lugar.

    -¿Crees que soy estúpido? - pregunto tirando el vaso de licor al piso haciéndolo añicos, para luego acercarse a paso rápido hacia mí, cuando menos lo pensé me tiro una bofetada, sentí el ardor en mi mejilla, incluso mi rostro fue volteado a un costado por el impacto- ¡Te he dicho que no te juntes con Helena, son de diferentes estatus! -grito- ¡Por su culpa el hijo de los Croweld se ha quejado con sus padres diciendo que te juntas con puros pobres!- me agarro de los brazos y me agitó bruscamente- ¿¡Sabes la vergüenza que me hiciste pasar!? Imagino que no, porque nunca piensas, eres igual de estúpida que tu madre- me empujó contra el piso, mi mente estaba en colapso, las lágrimas caían por mis mejillas, no era la primera vez que me hacía aquello- Maldita sea, no llores- me reprocho, quería parar de hacerlo pero simplemente no podía- ¡Ya cállate!- alzó la mano para golpearme de nuevo, pero tocaron la puerta, se detuvo en seco y se alejo unos pasos para recomponerse.

    -¿Quién busca?- preguntó en un tono amable, incluso esos cambios me asustaban a mí- levántate- demando bruscamente, no lo dude 2 veces y así lo hice.

    -Señor Russell, han venido sus invitados, los socios de Hilua, lo están esperando en el jardín, ya les di unos aperitivos en lo que venia a buscarlo y se pueda preparar- aquella voz la reconocía, era de la Mirtha una de las encargadas de la cocina.

    -Esta bien, en unos minutos bajo- repuso mi padre mientras de dirigía a su escritorio por files.

    -Entendido señor- respondió Mirtha luego se escucharon sus pasos alejándose de la puerta perdiéndose en el pasillo.

    -Te salvaste por esta vez, vete a tu habitación y no salgas- dijo sin mirarme, no dije nada, simplemente me di media vuelta y salí de la oficina, a paso rápido entre a mi habitación, tras cerrarla me recosté sobre la puerta y comencé a llorar.

    "¿Qué había hecho para merecer esto?" A veces los golpes eran sin un motivo grave por así decirlo, eran como de esos días donde mi padre necesitaba desquitarse con quién hiciera lo mínimo, estaba cansada de todo eso, de la vida que llevaba.

    Llore un buen rato antes de meterme a la ducha y ponerme algo frío en la mejilla para evitar las marcas, una vez que sentí que era suficiente me puse una pomada para no "dejar rastro" o al menos que se vea lo mínimo posible.

    Estaba por irme a acostar en la cama cuando mi celular vibro, cuando me fije en la pantalla era un mensaje de Helena, dude mucho en contestar, una parte de mi se resistía pero la otra decía que no había nada de malo en lo que hacía, Helena sabía algunas cosas de mi vida más allá de lo que aparentaba, incluso ella me había dado aquella pomada, era mi única amiga de verdad, mientras me distraía con mis pensamientos el celular volvió a vibrar trayendome de vuelta al presente, al final decidí leer sus mensajes, era sobre ir a un pequeño club secreto, dude demasiado, le explique un poco de la situación obviando ciertas partes, me dijo muchas cosas que me hicieron cuestionar todo lo que estaba viviendo, de alguna forma dándome el valor que me estaba faltando. Incluso ayudándome a hacer un plan para poder escabullirme, necesitaba vivir, darme más razones por seguir adelante, hacerme mi propio camino.

    El tiempo paso rápido y el plan comenzó a ejecutarse tal como quedamos, tuve que incluir a mi nana de confianza Karla para que todo pudiera resultar.

    -Estas divina, casi no te reconí- Helena me miro con una sonrisa- Aunque llevas más maquillaje, ¿Es por aquello verdad?- mencionó mirándome con comprensión.

    -Si- susurre- Ya sabes como son las cosas para mí...pero no hablemos de eso- le sonreí, solo quería olvidar ese mal rato por al menos unas horas.

    -Tienes razón, shu shu esas malas vibras- hizo una ademán con sus manos en el aire como si estuviera espantando mosquitos, a lo que yo reí, Helena si que era bien ocurrente, sin más charla, nos subimos a su auto y condujo hasta el club, apenas doblaba la esquina y se estacionaba, se veía las luces, el bullicio y la música.

    -A conquistar el mundo!- Helena grito y algunas personas que pasaban nos miraron raro, por mi parte solo atiné a seguirla, con ella podía ser yo sin que me juzgen, era una verdadera amiga.

    - A por el mundo!- grite a la par y corrimos hacia la entrada el club.

    Justo sonaba una canción que nos encantaba a ambas nos miramos de inmediato con una sonrisa, era por esa canción que empezamos a hablar y así nos hicimos amigas.

    -Esa es!- dijimos al unisoro, comenzamos a corear la canción mientras bailábamos.

    https://youtu.be/cA9sEdPmUbQ?si=TNbOjhpgxxWfP8Ae
    Apenas puse un pie en la entrada de la mansión sentí la tensión, mamá me había estado reventando el teléfono con llamadas y mensajes de que me apurara en llegar, siempre la misma rutina, me sentía harta de tantas reglas y restricciones. -Lía! - grito desde la sala una vez que me vió abrir la puerta- Se supone que salías hace una hora, se puede saber ¿¡Dónde rayos estabas!?- en su mirada se notaba el fastidio. -Solo fui a tomar un café con Helena, teníamos que coordinar un trabajo- suspire- no tenía mucha señal en el cafetería. Me miró directo a los ojos y camino a pasar lento pero peligroso hacia mí tomando del brazo- Que no se vuelva a repetir Lia- dijo para luego soltarme de golpe- Tú padre te está buscando, ve con él y explícale a ver si te cree- se dio media vuelta caminando hacia la sala de música, pero a medio camino se detuvo- Y más te vale que no intentes escabullirte o te irá peor- su voz tenía toques de amenaza y con eso último, siguió caminando hasta que desapareció de la sala de estar por completo. Sentía tanta impotencia que sin darme cuenta me había clavado las uñas en la mano dejando algunas marcas rojizas. Por lo que tuve que tomar un respiro antes de subir al despacho de mi "padre" si se podría llamar así. Subí a paso lento, no quería llegar a la puerta, pero tenía que, una vez frente a la gran oficina, alce mi mano para tocarla pero antes pudiera hacerlo escuche su voz. -Pasa de una vez- dijo autoritariamente, trague saliva y con cuidado abrí la puerta, camine hacia el interior dando pasos lentos y dejando entreabierta la entrada- Cierra la puerta Lía- me miró directo a los ojos, esa mirada sin ningún tipo de emociones, "No otra vez, por favor..." sabía lo que eso significaba a puertas cerradas tenía que mantenerse todo. -¿Dónde estabas?- pregunto con brusquedad mientras se servia algo de licor caro y me miraba de nuevo esperando una respuesta. -Estaba con Helena, fui a la cafetería con ella para coordinar un trabajo- dije segura- no tenia señal en el lugar. -¿Crees que soy estúpido? - pregunto tirando el vaso de licor al piso haciéndolo añicos, para luego acercarse a paso rápido hacia mí, cuando menos lo pensé me tiro una bofetada, sentí el ardor en mi mejilla, incluso mi rostro fue volteado a un costado por el impacto- ¡Te he dicho que no te juntes con Helena, son de diferentes estatus! -grito- ¡Por su culpa el hijo de los Croweld se ha quejado con sus padres diciendo que te juntas con puros pobres!- me agarro de los brazos y me agitó bruscamente- ¿¡Sabes la vergüenza que me hiciste pasar!? Imagino que no, porque nunca piensas, eres igual de estúpida que tu madre- me empujó contra el piso, mi mente estaba en colapso, las lágrimas caían por mis mejillas, no era la primera vez que me hacía aquello- Maldita sea, no llores- me reprocho, quería parar de hacerlo pero simplemente no podía- ¡Ya cállate!- alzó la mano para golpearme de nuevo, pero tocaron la puerta, se detuvo en seco y se alejo unos pasos para recomponerse. -¿Quién busca?- preguntó en un tono amable, incluso esos cambios me asustaban a mí- levántate- demando bruscamente, no lo dude 2 veces y así lo hice. -Señor Russell, han venido sus invitados, los socios de Hilua, lo están esperando en el jardín, ya les di unos aperitivos en lo que venia a buscarlo y se pueda preparar- aquella voz la reconocía, era de la Mirtha una de las encargadas de la cocina. -Esta bien, en unos minutos bajo- repuso mi padre mientras de dirigía a su escritorio por files. -Entendido señor- respondió Mirtha luego se escucharon sus pasos alejándose de la puerta perdiéndose en el pasillo. -Te salvaste por esta vez, vete a tu habitación y no salgas- dijo sin mirarme, no dije nada, simplemente me di media vuelta y salí de la oficina, a paso rápido entre a mi habitación, tras cerrarla me recosté sobre la puerta y comencé a llorar. "¿Qué había hecho para merecer esto?" A veces los golpes eran sin un motivo grave por así decirlo, eran como de esos días donde mi padre necesitaba desquitarse con quién hiciera lo mínimo, estaba cansada de todo eso, de la vida que llevaba. Llore un buen rato antes de meterme a la ducha y ponerme algo frío en la mejilla para evitar las marcas, una vez que sentí que era suficiente me puse una pomada para no "dejar rastro" o al menos que se vea lo mínimo posible. Estaba por irme a acostar en la cama cuando mi celular vibro, cuando me fije en la pantalla era un mensaje de Helena, dude mucho en contestar, una parte de mi se resistía pero la otra decía que no había nada de malo en lo que hacía, Helena sabía algunas cosas de mi vida más allá de lo que aparentaba, incluso ella me había dado aquella pomada, era mi única amiga de verdad, mientras me distraía con mis pensamientos el celular volvió a vibrar trayendome de vuelta al presente, al final decidí leer sus mensajes, era sobre ir a un pequeño club secreto, dude demasiado, le explique un poco de la situación obviando ciertas partes, me dijo muchas cosas que me hicieron cuestionar todo lo que estaba viviendo, de alguna forma dándome el valor que me estaba faltando. Incluso ayudándome a hacer un plan para poder escabullirme, necesitaba vivir, darme más razones por seguir adelante, hacerme mi propio camino. El tiempo paso rápido y el plan comenzó a ejecutarse tal como quedamos, tuve que incluir a mi nana de confianza Karla para que todo pudiera resultar. -Estas divina, casi no te reconí- Helena me miro con una sonrisa- Aunque llevas más maquillaje, ¿Es por aquello verdad?- mencionó mirándome con comprensión. -Si- susurre- Ya sabes como son las cosas para mí...pero no hablemos de eso- le sonreí, solo quería olvidar ese mal rato por al menos unas horas. -Tienes razón, shu shu esas malas vibras- hizo una ademán con sus manos en el aire como si estuviera espantando mosquitos, a lo que yo reí, Helena si que era bien ocurrente, sin más charla, nos subimos a su auto y condujo hasta el club, apenas doblaba la esquina y se estacionaba, se veía las luces, el bullicio y la música. -A conquistar el mundo!- Helena grito y algunas personas que pasaban nos miraron raro, por mi parte solo atiné a seguirla, con ella podía ser yo sin que me juzgen, era una verdadera amiga. - A por el mundo!- grite a la par y corrimos hacia la entrada el club. Justo sonaba una canción que nos encantaba a ambas nos miramos de inmediato con una sonrisa, era por esa canción que empezamos a hablar y así nos hicimos amigas. -Esa es!- dijimos al unisoro, comenzamos a corear la canción mientras bailábamos. https://youtu.be/cA9sEdPmUbQ?si=TNbOjhpgxxWfP8Ae
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  • Después de un día colmado de pequeños placeres —tan sencillos como respirar sin preocupaciones o reírse al ver la forma absurda en que caen los pétalos del almendro—, la diosa se recostó al fin en el mundo que más le pertenecía: los sueños. No los de los mortales, no los impuestos por los dioses... sino aquellos que brotaban de su corazón eterno, que brillaban con el mismo color dorado del néctar que solía servir en los banquetes del Olimpo.

    Sus pies apenas rozaban la nada. Una nube dorada le sirvió de trono, mullida y tibia, mientras los dados de Hermes danzaban a su alrededor como luciérnagas juguetonas, lanzando destellos de buena suerte, de infancia, de travesura divina.

    Con una sonrisa suave, casi traviesa, invocó a su compañera más leal: la pequeña lira, que apareció entre sus manos como si hubiera estado esperándola. Sus dedos tocaron las cuerdas con ternura, y el sonido que brotó no fue nota ni palabra. Fue una brisa de luz rozando campanillas de cristal en descenso, un saludo cálido desde el alma misma del amanecer.

    Inspiró hondo, y el tamborileo de su corazón marcó el compás como golpecitos en la superficie de un estanque dormido.

    «Dices que nadie te sueña~ Dices que nadie te adora~ mmm~ Entonces me pregunto: ¿Qué soy yo entonces?»

    Su voz no era de este mundo. Tenía la textura del azúcar derretida bajo el sol, la resonancia de un recuerdo que siempre hace sonreír.

    Las cuerdas respondieron a su canto con un juego encantado: sonaron como el tintinear de cucharas de plata chocando suavemente en una cocina celestial, curiosas, como niños que observan al dios solitario desde la distancia.

    «Dices que no puedes soñar~ entonces te invito hoy, a soñar conmigo, querido Morfeo~»

    Aquel nombre fue pronunciado como si fuera un regalo envuelto en cintas de luz. Y la lira se volvió puro murmullo: el suspiro de una estrella cayendo al mar, una brizna de viento que pasa entre cortinas de lino en una siesta de verano. Los sonidos se enroscaban como humo dorado, ascendiendo y envolviendo el firmamento con una dulzura tan pura que rompía.

    «Gracias por tanto, yo~ quisiera darte mil oportunidades de soñar, soña-ar ar~»

    Sus dedos no tocaban cuerdas: acariciaban cuencos de cristal flotando sobre agua tibia, cada vibración una ofrenda de esperanza, cada acorde un pétalo lanzado al altar invisible de un dios olvidado.

    Pensó en él: en su sombra distante, en su andar sereno, en ese peso de eternidad que a veces ella podía ver en sus ojos —cuando nadie lo notaba—. Y al recordar su infancia, cuando Morfeo era un dios lejano y silencioso, las notas se volvieron más íntimas: como el crujido de una caja de música olvidada, como la risa que no se escucha pero se intuye en el eco de un sueño.

    «Ahora ya no soy tan pequeña, y creo que entiendo que la eternidad que padeces no es tan divertida como la mía...»

    Las cuerdas respondieron como cintas de seda que se desenrollan en el aire, girando suaves sobre columnas de luz.

    «…así que~ te propongo disfrutar de mi lugar para intentar ir un poco en contra de las reglas, sé rebelde, sé libre y disfruta de mi luz...»

    El ritmo cambió, y por un instante, fue el galopar lento de un unicornio sobre campos de algodón, tan suave como la risa de un ser amado al volver del olvido.

    El manto de Morfeo que la había cubierto todo su sueño diurno y actual, aunque ausente aun sin el presente, se sentía cerca. Como si su presencia se moldeara entre cada acorde, cada respiro, cada palabra.

    «Disfruta la canción, mi lira y la sensación, que hoy te toca soñar despierto a ti, protector de ensueño~»

    Y al final, su voz se volvió plegaria:
    una gota de miel cayendo sobre la herida más escondida,
    un beso sin labios,
    una estrella que no muere,
    una caricia que no pide nada.

    «Tal vez no sea un sueño físico... Tal vez~ no es lo que pensabas...
    Pero... aunque sea déjame soñar contigo, y soñar que te dejas querer un poquito más~»

    La última nota no se oyó. SE SINTIÓ.
    Como si el universo contuviera el aliento por un instante.
    Esperaba que pudiera siquiera conseguir ser un dios dormido, y que aunque, le hubiese causado motivos para sonreír, en un tiempo ya finalizando el día cotidiano.
    Después de un día colmado de pequeños placeres —tan sencillos como respirar sin preocupaciones o reírse al ver la forma absurda en que caen los pétalos del almendro—, la diosa se recostó al fin en el mundo que más le pertenecía: los sueños. No los de los mortales, no los impuestos por los dioses... sino aquellos que brotaban de su corazón eterno, que brillaban con el mismo color dorado del néctar que solía servir en los banquetes del Olimpo. Sus pies apenas rozaban la nada. Una nube dorada le sirvió de trono, mullida y tibia, mientras los dados de Hermes danzaban a su alrededor como luciérnagas juguetonas, lanzando destellos de buena suerte, de infancia, de travesura divina. Con una sonrisa suave, casi traviesa, invocó a su compañera más leal: la pequeña lira, que apareció entre sus manos como si hubiera estado esperándola. Sus dedos tocaron las cuerdas con ternura, y el sonido que brotó no fue nota ni palabra. Fue una brisa de luz rozando campanillas de cristal en descenso, un saludo cálido desde el alma misma del amanecer. Inspiró hondo, y el tamborileo de su corazón marcó el compás como golpecitos en la superficie de un estanque dormido. «Dices que nadie te sueña~ Dices que nadie te adora~ mmm~ Entonces me pregunto: ¿Qué soy yo entonces?» Su voz no era de este mundo. Tenía la textura del azúcar derretida bajo el sol, la resonancia de un recuerdo que siempre hace sonreír. Las cuerdas respondieron a su canto con un juego encantado: sonaron como el tintinear de cucharas de plata chocando suavemente en una cocina celestial, curiosas, como niños que observan al dios solitario desde la distancia. «Dices que no puedes soñar~ entonces te invito hoy, a soñar conmigo, querido Morfeo~» Aquel nombre fue pronunciado como si fuera un regalo envuelto en cintas de luz. Y la lira se volvió puro murmullo: el suspiro de una estrella cayendo al mar, una brizna de viento que pasa entre cortinas de lino en una siesta de verano. Los sonidos se enroscaban como humo dorado, ascendiendo y envolviendo el firmamento con una dulzura tan pura que rompía. «Gracias por tanto, yo~ quisiera darte mil oportunidades de soñar, soña-ar ar~» Sus dedos no tocaban cuerdas: acariciaban cuencos de cristal flotando sobre agua tibia, cada vibración una ofrenda de esperanza, cada acorde un pétalo lanzado al altar invisible de un dios olvidado. Pensó en él: en su sombra distante, en su andar sereno, en ese peso de eternidad que a veces ella podía ver en sus ojos —cuando nadie lo notaba—. Y al recordar su infancia, cuando Morfeo era un dios lejano y silencioso, las notas se volvieron más íntimas: como el crujido de una caja de música olvidada, como la risa que no se escucha pero se intuye en el eco de un sueño. «Ahora ya no soy tan pequeña, y creo que entiendo que la eternidad que padeces no es tan divertida como la mía...» Las cuerdas respondieron como cintas de seda que se desenrollan en el aire, girando suaves sobre columnas de luz. «…así que~ te propongo disfrutar de mi lugar para intentar ir un poco en contra de las reglas, sé rebelde, sé libre y disfruta de mi luz...» El ritmo cambió, y por un instante, fue el galopar lento de un unicornio sobre campos de algodón, tan suave como la risa de un ser amado al volver del olvido. El manto de Morfeo que la había cubierto todo su sueño diurno y actual, aunque ausente aun sin el presente, se sentía cerca. Como si su presencia se moldeara entre cada acorde, cada respiro, cada palabra. «Disfruta la canción, mi lira y la sensación, que hoy te toca soñar despierto a ti, protector de ensueño~» Y al final, su voz se volvió plegaria: una gota de miel cayendo sobre la herida más escondida, un beso sin labios, una estrella que no muere, una caricia que no pide nada. «Tal vez no sea un sueño físico... Tal vez~ no es lo que pensabas... Pero... aunque sea déjame soñar contigo, y soñar que te dejas querer un poquito más~» La última nota no se oyó. SE SINTIÓ. Como si el universo contuviera el aliento por un instante. Esperaba que pudiera siquiera conseguir ser un dios dormido, y que aunque, le hubiese causado motivos para sonreír, en un tiempo ya finalizando el día cotidiano.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    • Reglas •

    • Antes de iniciar con el rol, hazme saber con que personaje(s) deseas rolear.
    • No dramas.
    • Nos reservamos el derecho de aceptar o no aceptar tu solicitud.
    • Si mandas solicitud, por favor manda el inicio del rol, o en su defecto algún mensaje para acordar alguna trama, si yo mando la solicitud yo lo haré.
    • Coherencia en el rol y buena ortografía.
    • Respondo a mi tiempo, no te pongas intenso pidiendo una respuesta, por que solo provocaras un bloqueo.
    • Todo rol lemon será por mensaje privado.
    • No pedir datos del usuario.
    • Cuenta exclusiva para slice of life, romance y lemon.

    • Iré agregando mas reglas a futuro si es necesario, favor de leerlas antes de mandar mensaje. ♡ •
    • Reglas • • Antes de iniciar con el rol, hazme saber con que personaje(s) deseas rolear. • No dramas. • Nos reservamos el derecho de aceptar o no aceptar tu solicitud. • Si mandas solicitud, por favor manda el inicio del rol, o en su defecto algún mensaje para acordar alguna trama, si yo mando la solicitud yo lo haré. • Coherencia en el rol y buena ortografía. • Respondo a mi tiempo, no te pongas intenso pidiendo una respuesta, por que solo provocaras un bloqueo. • Todo rol lemon será por mensaje privado. • No pedir datos del usuario. • Cuenta exclusiva para slice of life, romance y lemon. • Iré agregando mas reglas a futuro si es necesario, favor de leerlas antes de mandar mensaje. ♡ •
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  • Hosanna in Excelsis
    Fandom OC/Honkai Star Rail (AU)/Hololive
    Categoría Acción
    The Dreamscape. El Paisaje de los Sueños. Lo que comenzó como un lugar vacío ahora era como un lienzo en blanco, listo para el Arquitecto y que este pudiese plasmar el diseño perfecto para la creación que había planificado. Un pentagrama infinito, listo para el Compositor y que este pudiese escribir no con palabras, pero con notas, la sinfonía de la Harmonía y el Orden con la cual liberaría a la humanidad entera. La melodía del Sueño Eterno.

    Sunday era su nombre. El último Halovian, el último Ángel. Herético y delirante en la grandeza de su propia ilusión. Nacido para seguir al Eón (dios) de la Harmonía (Xipe), vuelto fanático del muerto Eón (dios) del Orden (Ena).

    Herético y delirante en la grandeza de su propia ilusión. Con un gran complejo de Mesías se veía a sí mismo como la única estrella con la necesidad de brillar. La única estrella que habría de guiar a la creación a su salvación aún en contra de su voluntad. Ególatra como ninguno, él era la Luz.

    Siete días habían pasado desde el primer sueño. Siete días habían pasado desde el momento en que el primer alma que en su psicótica "misericordia" fue sumergida en el sueño de su vida ideal. Ina’nis Ninomae, una pobre chica víctima de la maldad de la humanidad. Objeto de sacrificios, objeto de hechicería. Objeto de la crueldad del hombre, vuelta una con lo que nunca debió ser visto, vuelta una con lo que sólo podía llamársele El Abismo.

    Niña, pobre niña. Robada de sus sueños, llevada a tocar más de un universo. Pobre niña, robada de sus genuinos anhelos, llevada a robar y alimentarse de almas a lo largo del tiempo y del espacio en más de una realidad. Niña, pobre niña, robada de su corazón para alimentar el hambre insaciable de aquella oscuridad de lo profundo.

    Pero ya no era más el caso. Pues sumergida en el sueño, su alma viviendo lo que siempre deseó, dejando en el olvido lo que alguna vez en carne vivió, los papeles se habían invertido. El sueño era realidad, y lo que alguna vez fue real para ella nada más que el distante eco de un mal sueño, algo que jamás sucedio.

    Chica, lamentable chica, pero jamás lo sabrá, Chica, lamentable chica, pero jamás vivirá. Chica, lamentable chica, pero jamás verá ese mal sueño, esa pesadilla, esa cruel realidad. Su alma descansaba, pero su cuerpo victimizado. Su alma descanaba, pero la energía de su ser se desvanecía. Había sido usada por Sunday en más de una manera, donde la primordial fue el abuso de sus trágicos poderes. La utilizó para abrir un puente directo a todas las realidades posibles. A cada variante del mundo existente. Presentes, pasadas, por existir. Su Sinfonía abarcaría el principio y el final de la creación hasta siempre.

    Las almas que había devorado, ahora liberadas por el Halovian. Cientos, miles de voces a lo largo de diferentes mundos y dimensiones ahora eran como estrellas que adornaban el firmamento de aquel espacio separado de todo lo demás, como una dimensión de bolsillo. 107,336 eran en número, tantas como las estrellas del cielo nocturno, representaba una nota en la gran Sinfonía del Director.

    —"El día de su redención ha llegado... Pues hoy es el día en el que les concedo la vida.

    Porque juro por la Verdad.
    Porque juro por El Calendario.
    Porque juro por los Valores.
    Porque juro por las Reglas.
    Porque juro por el Significado y Propósito.
    Porque juro por la Dignidad Humana...

    Que todo esto les daré. Porque lo que fue ya no lo es más, y lo que siempre han deseado es lo que será.

    Porque todo lo que les espera no es más que la Gracia. Mi nombre es Sunday, y mi Gracia será con todos ustedes"—.

    Sin ser visto, una voz llena de melancolía, de determinación. Una voz llena de compasión, llena de amor. Una voz llena de anhelo, hizo eco a lo largo y ancho del universo. De los universos. Hizo eco a lo largo de la historia, a lo largo del tiempo. Hizo eco a lo largo del espacio, eternamente en expansión. Hizo eco en el alma de la humanidad, destinada a la muerte. Hizo eco en el pensamiento del hombre, interrumpiéndole. Era la voz de Sunday, la voz de la Estrella Singular.

    Era la apertura del Director. La apertura del Arquitecto de Sueños. Era el anuncio del principio del fin. El anuncio del principio de una nueva vida. Era el anuncio del sueño por venir. Dioses. La Humanidad. El Abismo. La creación. Todos estaban por conocer el eterno descanso... La eterna paz. La Harmonía. El Orden. La melodía de sus vidas, dirigida por él.
    The Dreamscape. El Paisaje de los Sueños. Lo que comenzó como un lugar vacío ahora era como un lienzo en blanco, listo para el Arquitecto y que este pudiese plasmar el diseño perfecto para la creación que había planificado. Un pentagrama infinito, listo para el Compositor y que este pudiese escribir no con palabras, pero con notas, la sinfonía de la Harmonía y el Orden con la cual liberaría a la humanidad entera. La melodía del Sueño Eterno. Sunday era su nombre. El último Halovian, el último Ángel. Herético y delirante en la grandeza de su propia ilusión. Nacido para seguir al Eón (dios) de la Harmonía (Xipe), vuelto fanático del muerto Eón (dios) del Orden (Ena). Herético y delirante en la grandeza de su propia ilusión. Con un gran complejo de Mesías se veía a sí mismo como la única estrella con la necesidad de brillar. La única estrella que habría de guiar a la creación a su salvación aún en contra de su voluntad. Ególatra como ninguno, él era la Luz. Siete días habían pasado desde el primer sueño. Siete días habían pasado desde el momento en que el primer alma que en su psicótica "misericordia" fue sumergida en el sueño de su vida ideal. [HugsFromTheVo1d], una pobre chica víctima de la maldad de la humanidad. Objeto de sacrificios, objeto de hechicería. Objeto de la crueldad del hombre, vuelta una con lo que nunca debió ser visto, vuelta una con lo que sólo podía llamársele El Abismo. Niña, pobre niña. Robada de sus sueños, llevada a tocar más de un universo. Pobre niña, robada de sus genuinos anhelos, llevada a robar y alimentarse de almas a lo largo del tiempo y del espacio en más de una realidad. Niña, pobre niña, robada de su corazón para alimentar el hambre insaciable de aquella oscuridad de lo profundo. Pero ya no era más el caso. Pues sumergida en el sueño, su alma viviendo lo que siempre deseó, dejando en el olvido lo que alguna vez en carne vivió, los papeles se habían invertido. El sueño era realidad, y lo que alguna vez fue real para ella nada más que el distante eco de un mal sueño, algo que jamás sucedio. Chica, lamentable chica, pero jamás lo sabrá, Chica, lamentable chica, pero jamás vivirá. Chica, lamentable chica, pero jamás verá ese mal sueño, esa pesadilla, esa cruel realidad. Su alma descansaba, pero su cuerpo victimizado. Su alma descanaba, pero la energía de su ser se desvanecía. Había sido usada por Sunday en más de una manera, donde la primordial fue el abuso de sus trágicos poderes. La utilizó para abrir un puente directo a todas las realidades posibles. A cada variante del mundo existente. Presentes, pasadas, por existir. Su Sinfonía abarcaría el principio y el final de la creación hasta siempre. Las almas que había devorado, ahora liberadas por el Halovian. Cientos, miles de voces a lo largo de diferentes mundos y dimensiones ahora eran como estrellas que adornaban el firmamento de aquel espacio separado de todo lo demás, como una dimensión de bolsillo. 107,336 eran en número, tantas como las estrellas del cielo nocturno, representaba una nota en la gran Sinfonía del Director. —"El día de su redención ha llegado... Pues hoy es el día en el que les concedo la vida. Porque juro por la Verdad. Porque juro por El Calendario. Porque juro por los Valores. Porque juro por las Reglas. Porque juro por el Significado y Propósito. Porque juro por la Dignidad Humana... Que todo esto les daré. Porque lo que fue ya no lo es más, y lo que siempre han deseado es lo que será. Porque todo lo que les espera no es más que la Gracia. Mi nombre es Sunday, y mi Gracia será con todos ustedes"—. Sin ser visto, una voz llena de melancolía, de determinación. Una voz llena de compasión, llena de amor. Una voz llena de anhelo, hizo eco a lo largo y ancho del universo. De los universos. Hizo eco a lo largo de la historia, a lo largo del tiempo. Hizo eco a lo largo del espacio, eternamente en expansión. Hizo eco en el alma de la humanidad, destinada a la muerte. Hizo eco en el pensamiento del hombre, interrumpiéndole. Era la voz de Sunday, la voz de la Estrella Singular. Era la apertura del Director. La apertura del Arquitecto de Sueños. Era el anuncio del principio del fin. El anuncio del principio de una nueva vida. Era el anuncio del sueño por venir. Dioses. La Humanidad. El Abismo. La creación. Todos estaban por conocer el eterno descanso... La eterna paz. La Harmonía. El Orden. La melodía de sus vidas, dirigida por él.
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  • Los humanos son criaturas rotas con máscaras bien puestas. Se creen libres, pero viven encadenados al miedo, al qué dirán, a esa puta necesidad de validación constante. Se mienten todos los días y lo llaman “vida normal”.

    Los observo y, a veces, me entretienen. Son predecibles… fáciles de tentar. Les das un lugar sin reglas y se quitan la careta en segundos. Ahí es donde empieza la verdad.

    Por eso creé Eclipse.
    Un multiverso sin consecuencias.
    Sin límites.
    Sin moral.

    Aquí no existen las reglas. Ni Dios, ni el karma, ni tus arrepentimientos baratos. Solo instinto. Solo deseo. Y si ardes, que sea con estilo.

    No vine a salvar a nadie.
    Vine a ver quién carajo se atreve a arder.
    Los humanos son criaturas rotas con máscaras bien puestas. Se creen libres, pero viven encadenados al miedo, al qué dirán, a esa puta necesidad de validación constante. Se mienten todos los días y lo llaman “vida normal”. Los observo y, a veces, me entretienen. Son predecibles… fáciles de tentar. Les das un lugar sin reglas y se quitan la careta en segundos. Ahí es donde empieza la verdad. Por eso creé Eclipse. Un multiverso sin consecuencias. Sin límites. Sin moral. Aquí no existen las reglas. Ni Dios, ni el karma, ni tus arrepentimientos baratos. Solo instinto. Solo deseo. Y si ardes, que sea con estilo. No vine a salvar a nadie. Vine a ver quién carajo se atreve a arder.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    || Hola a todos, quiero comunicar que a partir de hoy se establecerán nuevas reglas en este perfl:

    Ꜥ꧖ Rol romántico y lemon deberán acordarse si o sí previamente vía mensaje privado y con una trama obligatoria.

    Ꜥ꧖ Si nuestros personajes van a establecer una relación sentimental, sea la que sea, deberá hablarse/negociarse primero en off antes de que esta se desarrolle en rol

    Ꜥ꧖ No busco ships o partner's. Salvo que se den con el rol e interacciones habiendo pasando un tiempo considerable.

    Ꜥ꧖ No doy ni ofrezco exclusividad.

    Ꜥ꧖ No se responderá rol de una sola línea en los mensajes privados. Si se desea una interacción más trivial, para eso están las publicaciones.

    Ꜥ꧖ De no respetarse estos lineamientos, daré el rol por terminado.

    Estás reglas se aplicarán a todos, sin excepción alguna. Muchas gracias por su atención <3
    || Hola a todos, quiero comunicar que a partir de hoy se establecerán nuevas reglas en este perfl: Ꜥ꧖ Rol romántico y lemon deberán acordarse si o sí previamente vía mensaje privado y con una trama obligatoria. Ꜥ꧖ Si nuestros personajes van a establecer una relación sentimental, sea la que sea, deberá hablarse/negociarse primero en off antes de que esta se desarrolle en rol Ꜥ꧖ No busco ships o partner's. Salvo que se den con el rol e interacciones habiendo pasando un tiempo considerable. Ꜥ꧖ No doy ni ofrezco exclusividad. Ꜥ꧖ No se responderá rol de una sola línea en los mensajes privados. Si se desea una interacción más trivial, para eso están las publicaciones. Ꜥ꧖ De no respetarse estos lineamientos, daré el rol por terminado. Estás reglas se aplicarán a todos, sin excepción alguna. Muchas gracias por su atención <3
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  • La logia de magos, fue una "escuela" o quizas alguna clase de culto secreto que preparaba a aquellos con talentos en la magia y los mandaban a diversos mundos a seguir un sólo camino.

    Ya en ese lapso dependía de aquellos magos si seguían el camino correcto o se dejaban influenciar por las artes oscuras.

    Una de las reglas importantes era que siempre un mago debe seguir un camino solo: nunca pueden estar dos magos juntos , es por esa razón que mis hermanos y yo seguimos diferentes caminos como misiones en solitario.
    La logia de magos, fue una "escuela" o quizas alguna clase de culto secreto que preparaba a aquellos con talentos en la magia y los mandaban a diversos mundos a seguir un sólo camino. Ya en ese lapso dependía de aquellos magos si seguían el camino correcto o se dejaban influenciar por las artes oscuras. Una de las reglas importantes era que siempre un mago debe seguir un camino solo: nunca pueden estar dos magos juntos , es por esa razón que mis hermanos y yo seguimos diferentes caminos como misiones en solitario.
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  • Hebe corría de un lado a otro, su túnica ondeando como una nube blanca mientras sus pies apenas tocaban el suelo. Hoy era un dia importante en el Olimpo: se harían ofrendas a los Dioses y todo debía estar perfecto; aunque debía terminar cada guía sencilla para los nuevos en el Olimpo. Con una sonrisa radiante, revisó cada rincón del palacio celestial, asegurándose de que los dormitorios estuvieran ordenados, que los pasillos relucieran y que las fuentes manaran néctar fresco para los visitantes. Era un trabajo que adoraba, porque nada la hacía más feliz que ver a los demás disfrutar del Olimpo en todo su esplendor.

    —¡Ah! Casi olvido dejar indicaciones en el Salón de "Banquete Divino"… ¡Algunos ni saben cómo sostener una copa correctamente! —murmuró con un pequeño puchero, mientras escribía unas notas llenas de dibujos y colores, para que hasta el más distraído entendiera las reglas.

    Pero por mucho que Hebe amara su labor, últimamente le estaba costando dormir. Se acostaba, cerraba los ojos, y su mente seguía corriendo como un riachuelo desbocado. ¿Y si mañana hacía una ceremonia de bienvenida más divertida? ¿Y si ponía guías doradas en el suelo para evitar que los recién llegados se perdieran? ¿Y si alguien se sentía solo y necesitaba compañía?

    —¡Graaah! —se revolvió entre las sábanas con frustración, hasta que un ronroneo pesado la distrajo.

    Su tigre amigo, Hikaru, enorme y majestuoso, descansaba a su lado, estirando sus patas con pereza y con una mirada profunda pareció decirle su preocupación sincera. Hebe sonrió con ternura, abrazando su suave pelaje.

    —Esa mirada, uff, tienes razón, sí que pienso demasiado —susurró, cerrando los ojos con una sonrisa traviesa—. Pero solo un ratito más… ¡Y luego dormiré, lo prometo!

    El tigre bufó, como si no le creyera, y Hebe soltó una risa juguetona. Tal vez mañana organizaría un juego para animar a los nuevos. O una pequeña competencia de danzas divinas. O… Bueno, ya lo pensaría mejor al despertar. Le dolía la cabeza, tenía hambre y su cuerpo gritaba querer dormir, Esta vez, dejaría que la brisa de la tierra la arrullara, y estar a lado de Hikaru fuera motivo de ordenarse a si misma para descansar, al menos hasta la próxima gran idea.
    Hebe corría de un lado a otro, su túnica ondeando como una nube blanca mientras sus pies apenas tocaban el suelo. Hoy era un dia importante en el Olimpo: se harían ofrendas a los Dioses y todo debía estar perfecto; aunque debía terminar cada guía sencilla para los nuevos en el Olimpo. Con una sonrisa radiante, revisó cada rincón del palacio celestial, asegurándose de que los dormitorios estuvieran ordenados, que los pasillos relucieran y que las fuentes manaran néctar fresco para los visitantes. Era un trabajo que adoraba, porque nada la hacía más feliz que ver a los demás disfrutar del Olimpo en todo su esplendor. —¡Ah! Casi olvido dejar indicaciones en el Salón de "Banquete Divino"… ¡Algunos ni saben cómo sostener una copa correctamente! —murmuró con un pequeño puchero, mientras escribía unas notas llenas de dibujos y colores, para que hasta el más distraído entendiera las reglas. Pero por mucho que Hebe amara su labor, últimamente le estaba costando dormir. Se acostaba, cerraba los ojos, y su mente seguía corriendo como un riachuelo desbocado. ¿Y si mañana hacía una ceremonia de bienvenida más divertida? ¿Y si ponía guías doradas en el suelo para evitar que los recién llegados se perdieran? ¿Y si alguien se sentía solo y necesitaba compañía? —¡Graaah! —se revolvió entre las sábanas con frustración, hasta que un ronroneo pesado la distrajo. Su tigre amigo, Hikaru, enorme y majestuoso, descansaba a su lado, estirando sus patas con pereza y con una mirada profunda pareció decirle su preocupación sincera. Hebe sonrió con ternura, abrazando su suave pelaje. —Esa mirada, uff, tienes razón, sí que pienso demasiado —susurró, cerrando los ojos con una sonrisa traviesa—. Pero solo un ratito más… ¡Y luego dormiré, lo prometo! El tigre bufó, como si no le creyera, y Hebe soltó una risa juguetona. Tal vez mañana organizaría un juego para animar a los nuevos. O una pequeña competencia de danzas divinas. O… Bueno, ya lo pensaría mejor al despertar. Le dolía la cabeza, tenía hambre y su cuerpo gritaba querer dormir, Esta vez, dejaría que la brisa de la tierra la arrullara, y estar a lado de Hikaru fuera motivo de ordenarse a si misma para descansar, al menos hasta la próxima gran idea.
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  • El chico lobo se encontraba jugando con uno de los perros de Mondstadt, aquella ciudadela libre a la que visitaba muy seguido para ser instruido por Lisa, su maestra y para comer aquella famosa carne a la miel.

    Un niño llorando dejó un cartel de Se busca en el tablón de recompensas y, Razor, sintiendo curiosidad por aquel llanto se acercó al infante, miró al cartel y al niño un par de veces hasta que cruzó palabra con él, claro, su gato se había perdido huyendo asustado por uno de los perros de la ciudad. Tenía que ir a la biblioteca con Lisa para su clase del día, sin embargo optó por presentarse tarde y disculparse después. Preguntó al niño por una pertenencia del felino y le fue entregado un cascabel, lo usó para captar su aroma y ponerse a buscar.

    Su olfato lo llevó hasta uno de los techos de las casas donde efectivamente se encontraba el felino, Razor se acercó con cuidado a una distancia prudente para no asustarlo, se sentó en cuclillas y dejó el tiempo pasar, lo suficiente para que el felino se acostumbrase a él, hasta que, el mismo gato se acercó a él sintiendo curiosidad y comenzó a olerlo tal vez reconocía el olor de su cascabel, maulló y, fue la señal para Razor y tomar al gato en brazos. Razor saltó de techo en techo hasta las casas de un solo piso, las más cercanas al suelo y de ahí saltó a suelo firme. Regresó con el niño y le entregó a su gato, este feliz entregó la recompensa, dos paletas de caramelo. Como el guerrero que es aceptó la recompensa manteniendo el "honor" del pequeño pues ¿Qué más podría ofrecerle un infante?.

    Las horas ya había pasado, sin duda iba tarde a su clase con Lisa ¿Se enojaría con él? ¿Le pospondría la clase para el siguiente día? Si bien el chico vivía fuera de la ciudad y fuera de sus reglas era un hecho que respetaba a Lisa, no era una escuela con un horario al cual ir, pero si tenía ciertos días de tutela.
    El chico lobo se encontraba jugando con uno de los perros de Mondstadt, aquella ciudadela libre a la que visitaba muy seguido para ser instruido por Lisa, su maestra y para comer aquella famosa carne a la miel. Un niño llorando dejó un cartel de Se busca en el tablón de recompensas y, Razor, sintiendo curiosidad por aquel llanto se acercó al infante, miró al cartel y al niño un par de veces hasta que cruzó palabra con él, claro, su gato se había perdido huyendo asustado por uno de los perros de la ciudad. Tenía que ir a la biblioteca con Lisa para su clase del día, sin embargo optó por presentarse tarde y disculparse después. Preguntó al niño por una pertenencia del felino y le fue entregado un cascabel, lo usó para captar su aroma y ponerse a buscar. Su olfato lo llevó hasta uno de los techos de las casas donde efectivamente se encontraba el felino, Razor se acercó con cuidado a una distancia prudente para no asustarlo, se sentó en cuclillas y dejó el tiempo pasar, lo suficiente para que el felino se acostumbrase a él, hasta que, el mismo gato se acercó a él sintiendo curiosidad y comenzó a olerlo tal vez reconocía el olor de su cascabel, maulló y, fue la señal para Razor y tomar al gato en brazos. Razor saltó de techo en techo hasta las casas de un solo piso, las más cercanas al suelo y de ahí saltó a suelo firme. Regresó con el niño y le entregó a su gato, este feliz entregó la recompensa, dos paletas de caramelo. Como el guerrero que es aceptó la recompensa manteniendo el "honor" del pequeño pues ¿Qué más podría ofrecerle un infante?. Las horas ya había pasado, sin duda iba tarde a su clase con Lisa ¿Se enojaría con él? ¿Le pospondría la clase para el siguiente día? Si bien el chico vivía fuera de la ciudad y fuera de sus reglas era un hecho que respetaba a Lisa, no era una escuela con un horario al cual ir, pero si tenía ciertos días de tutela.
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  • Shoko nunca había sido de muchas palabras, pero eso no significaba que no pensara demasiado en las cosas. O en las personas. Especialmente en los chicos con los que pasaba la mayor parte de sus días.

    Nanami, Haibara, Gojo y Geto. Todos tan distintos y, sin embargo, ahí estaban, compartiendo misiones, almuerzos y, en ocasiones, cigarrillos a escondidas (bueno, eso último solo con Geto).

    Nanami era… correcto. Esa era la mejor palabra para describirlo. Se tomaba todo demasiado en serio, incluso cuando no era necesario. Le gustaban las reglas, la estructura, el orden, cosas que en su mundo rara vez existían. A veces era agotador verlo tan rígido, pero Shoko sabía que en el fondo, esa seriedad era su forma de lidiar con la realidad. O más bien, de aferrarse a algo cuando todo a su alrededor era un caos. Y, en cierta forma, lo admiraba por ello.

    Haibara era el contrario absoluto. Era de los pocos que aún conservaba algo parecido a una inocencia genuina. Siempre con una sonrisa, con una actitud optimista que rozaba la necedad. En otra vida, en otro contexto, Haibara podría haber sido simplemente un chico común, ajeno a maldiciones y a muertes prematuras. Y aunque a veces le daban ganas de decirle que fuera un poco más realista, nunca lo hizo. Porque parte de ella quería creer que alguien como él podía existir en ese mundo sin que la tragedia lo tocara. (Pero sabía que no era así.)

    Gojo era… bueno, Gojo. Un torbellino de ego y talento. Demasiado fuerte para su propio bien, demasiado molesto para el de los demás. A veces se preguntaba si en su cabeza había siquiera un momento de silencio. Pero Shoko también sabía que, bajo toda esa confianza desbordante, había algo más. Algo que ni siquiera él entendía del todo. Por eso se hacía el payaso, por eso hablaba más de la cuenta, por eso nunca se detenía. Porque si lo hacía, tendría que pensar en lo que realmente significaba ser "el más fuerte". Y, por muy inmaduro que fuera, Shoko no le deseaba ese tipo de soledad a nadie.

    Y luego estaba Geto.

    Si Gojo era un torbellino, Geto era la calma antes de la tormenta. Inteligente, carismático, con una voz serena que hacía que todo pareciera menos terrible de lo que realmente era. Había algo en él que hacía fácil confiar, fácil escuchar. Fácil… querer. Era su compañero de cigarrillos, el que entendía que a veces no era necesario hablar para compartir un momento. Pero también era el que miraba demasiado. El que pensaba demasiado. El que se hacía preguntas que nadie más quería hacerse.

    Shoko había aprendido a no apegarse demasiado a las cosas. Pero a veces se preguntaba si, en algún rincón de su mente, había creído que siempre estarían juntos. Que, por más que el mundo los golpeara, ellos seguirían encontrando la forma de reírse de todo.

    (Qué ingenua.)

    Tiempo después, cuando las cosas cambiaron—cuando Geto cambió—, Shoko recordaría esas tardes en la azotea, esos silencios compartidos, esos cigarrillos encendidos que se consumían entre ellos.

    Y pensaría que tal vez, en algún momento, había querido a todos ellos más de lo que se permitió admitir.
    Shoko nunca había sido de muchas palabras, pero eso no significaba que no pensara demasiado en las cosas. O en las personas. Especialmente en los chicos con los que pasaba la mayor parte de sus días. Nanami, Haibara, Gojo y Geto. Todos tan distintos y, sin embargo, ahí estaban, compartiendo misiones, almuerzos y, en ocasiones, cigarrillos a escondidas (bueno, eso último solo con Geto). Nanami era… correcto. Esa era la mejor palabra para describirlo. Se tomaba todo demasiado en serio, incluso cuando no era necesario. Le gustaban las reglas, la estructura, el orden, cosas que en su mundo rara vez existían. A veces era agotador verlo tan rígido, pero Shoko sabía que en el fondo, esa seriedad era su forma de lidiar con la realidad. O más bien, de aferrarse a algo cuando todo a su alrededor era un caos. Y, en cierta forma, lo admiraba por ello. Haibara era el contrario absoluto. Era de los pocos que aún conservaba algo parecido a una inocencia genuina. Siempre con una sonrisa, con una actitud optimista que rozaba la necedad. En otra vida, en otro contexto, Haibara podría haber sido simplemente un chico común, ajeno a maldiciones y a muertes prematuras. Y aunque a veces le daban ganas de decirle que fuera un poco más realista, nunca lo hizo. Porque parte de ella quería creer que alguien como él podía existir en ese mundo sin que la tragedia lo tocara. (Pero sabía que no era así.) Gojo era… bueno, Gojo. Un torbellino de ego y talento. Demasiado fuerte para su propio bien, demasiado molesto para el de los demás. A veces se preguntaba si en su cabeza había siquiera un momento de silencio. Pero Shoko también sabía que, bajo toda esa confianza desbordante, había algo más. Algo que ni siquiera él entendía del todo. Por eso se hacía el payaso, por eso hablaba más de la cuenta, por eso nunca se detenía. Porque si lo hacía, tendría que pensar en lo que realmente significaba ser "el más fuerte". Y, por muy inmaduro que fuera, Shoko no le deseaba ese tipo de soledad a nadie. Y luego estaba Geto. Si Gojo era un torbellino, Geto era la calma antes de la tormenta. Inteligente, carismático, con una voz serena que hacía que todo pareciera menos terrible de lo que realmente era. Había algo en él que hacía fácil confiar, fácil escuchar. Fácil… querer. Era su compañero de cigarrillos, el que entendía que a veces no era necesario hablar para compartir un momento. Pero también era el que miraba demasiado. El que pensaba demasiado. El que se hacía preguntas que nadie más quería hacerse. Shoko había aprendido a no apegarse demasiado a las cosas. Pero a veces se preguntaba si, en algún rincón de su mente, había creído que siempre estarían juntos. Que, por más que el mundo los golpeara, ellos seguirían encontrando la forma de reírse de todo. (Qué ingenua.) Tiempo después, cuando las cosas cambiaron—cuando Geto cambió—, Shoko recordaría esas tardes en la azotea, esos silencios compartidos, esos cigarrillos encendidos que se consumían entre ellos. Y pensaría que tal vez, en algún momento, había querido a todos ellos más de lo que se permitió admitir.
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