La Cámara del Primer Guardián: Terra, la Manipuladora de la Forma
La puerta se cerró tras ellos con un estruendo sordo. La cámara era inmensa, con techos tan altos que se perdían en la penumbra. El aire olía a humedad, musgo y piedra antigua. El suelo vibraba con una energía latente, como si algo debajo estuviera vivo.
En el centro, Terra se alzaba como una estatua animada, fusionada con la tierra misma. Su cuerpo era una amalgama de roca, raíces y minerales, y su voz resonaba como un terremoto:
—“La tierra no solo sostiene… también aplasta. ¿Están listos para ser moldeados por ella?”
Terra alzó sus brazos, y el campo de batalla cambió. El suelo se volvió viscoso, como barro endurecido, y la gravedad aumentó abruptamente. Yukine cayó de rodillas, jadeando. Lidica intentó moverse, pero cada paso era como arrastrar una tonelada.
—“¡Nos está manipulando físicamente! ¡La densidad de nuestros cuerpos está cambiando!” —gritó Yukine.
Yukine intentó lanzar un hechizo de reducción de masa, pero la magia se dispersaba como si la tierra la absorbiera. Terra se reía, provocando temblores con cada carcajada.
Lidica, con los músculos tensos, usó su fuerza interna para canalizar su agilidad. Saltó hacia una columna, pero esta se transformó en una raíz que la atrapó por el tobillo. Con esfuerzo, cortó la raíz con una daga, pero cayó pesadamente al suelo.
—“¡No podemos confiar en el terreno! ¡Todo está vivo aquí!” —exclamó.
Terra golpeó el suelo con sus puños, y ondas de energía se propagaron. El entorno comenzó a cambiar: las paredes se movían, el techo descendía, y el suelo se elevaba en secciones aleatorias. Era como estar dentro de un cubo de Rubik en movimiento.
Yukine cerró los ojos, tratando de concentrarse. Pero la magia de Terra comenzaba a afectar su mente. Sentía que sus pensamientos se volvían lentos, como si estuviera atrapado en lodo mental.
—“Está manipulando nuestra percepción… no solo el cuerpo, también la mente.” —susurró.
Lidica comenzó a ver duplicados de Terra, moviéndose en direcciones opuestas. Cada uno parecía real. Atacó a uno, pero su daga atravesó solo aire. El verdadero Terra apareció detrás, lanzando una ola de raíces que la empujó contra la pared.
Yukine, con esfuerzo, invocó un hechizo de claridad mental, una técnica que rara vez usaba por su alto costo energético. Su frente sangraba por el esfuerzo, pero logró estabilizar su percepción.
—“Lidica, sincroniza conmigo. No confíes en tus ojos, confía en mi señal mágica.”
Yukine lanzó pulsos de energía que marcaban el verdadero Terra con una tenue luz azul. Lidica, guiada por esos pulsos, comenzó a atacar con precisión quirúrgica.
Terra, herida, se fusionó con el suelo. Todo comenzó a temblar. Golems surgieron de las paredes, cada uno con fragmentos del núcleo de Terra. Para vencerla, debían destruir todos los fragmentos simultáneamente.
—“¡Si no lo hacemos al mismo tiempo, se regenerará!” —advirtió Yukine.
Ambos se dividieron. Yukine voló con levitación, lanzando hechizos de compresión sobre los golems. Cada hechizo drenaba su energía vital. Su piel comenzaba a agrietarse por el esfuerzo mágico.
Lidica, con dagas encantadas, se movía como un rayo entre los golems, esquivando golpes que podrían partirla en dos. Su respiración era entrecortada, sus brazos temblaban, pero no se detenía.
—“¡Ahora!” —gritó Yukine.
Ambos atacaron los núcleos al mismo tiempo. Una explosión de luz verde llenó la cámara. Terra gritó, y su cuerpo se desmoronó en polvo y raíces.
Yukine cayó al suelo, exhausto, con la magia casi agotada. Lidica se arrodilló a su lado, con cortes en los brazos y piernas. Ambos estaban al límite.
—“No fue solo fuerza… fue voluntad.” —dijo Yukine, con voz débil.
—“Y confianza.” —respondió Lidica, tomando su mano.
La puerta al siguiente desafío se abrió lentamente, iluminada por runas de fuego.
—“El próximo guardián… será aún más despiadado.” —murmuró Yukine.
La puerta se cerró tras ellos con un estruendo sordo. La cámara era inmensa, con techos tan altos que se perdían en la penumbra. El aire olía a humedad, musgo y piedra antigua. El suelo vibraba con una energía latente, como si algo debajo estuviera vivo.
En el centro, Terra se alzaba como una estatua animada, fusionada con la tierra misma. Su cuerpo era una amalgama de roca, raíces y minerales, y su voz resonaba como un terremoto:
—“La tierra no solo sostiene… también aplasta. ¿Están listos para ser moldeados por ella?”
Terra alzó sus brazos, y el campo de batalla cambió. El suelo se volvió viscoso, como barro endurecido, y la gravedad aumentó abruptamente. Yukine cayó de rodillas, jadeando. Lidica intentó moverse, pero cada paso era como arrastrar una tonelada.
—“¡Nos está manipulando físicamente! ¡La densidad de nuestros cuerpos está cambiando!” —gritó Yukine.
Yukine intentó lanzar un hechizo de reducción de masa, pero la magia se dispersaba como si la tierra la absorbiera. Terra se reía, provocando temblores con cada carcajada.
Lidica, con los músculos tensos, usó su fuerza interna para canalizar su agilidad. Saltó hacia una columna, pero esta se transformó en una raíz que la atrapó por el tobillo. Con esfuerzo, cortó la raíz con una daga, pero cayó pesadamente al suelo.
—“¡No podemos confiar en el terreno! ¡Todo está vivo aquí!” —exclamó.
Terra golpeó el suelo con sus puños, y ondas de energía se propagaron. El entorno comenzó a cambiar: las paredes se movían, el techo descendía, y el suelo se elevaba en secciones aleatorias. Era como estar dentro de un cubo de Rubik en movimiento.
Yukine cerró los ojos, tratando de concentrarse. Pero la magia de Terra comenzaba a afectar su mente. Sentía que sus pensamientos se volvían lentos, como si estuviera atrapado en lodo mental.
—“Está manipulando nuestra percepción… no solo el cuerpo, también la mente.” —susurró.
Lidica comenzó a ver duplicados de Terra, moviéndose en direcciones opuestas. Cada uno parecía real. Atacó a uno, pero su daga atravesó solo aire. El verdadero Terra apareció detrás, lanzando una ola de raíces que la empujó contra la pared.
Yukine, con esfuerzo, invocó un hechizo de claridad mental, una técnica que rara vez usaba por su alto costo energético. Su frente sangraba por el esfuerzo, pero logró estabilizar su percepción.
—“Lidica, sincroniza conmigo. No confíes en tus ojos, confía en mi señal mágica.”
Yukine lanzó pulsos de energía que marcaban el verdadero Terra con una tenue luz azul. Lidica, guiada por esos pulsos, comenzó a atacar con precisión quirúrgica.
Terra, herida, se fusionó con el suelo. Todo comenzó a temblar. Golems surgieron de las paredes, cada uno con fragmentos del núcleo de Terra. Para vencerla, debían destruir todos los fragmentos simultáneamente.
—“¡Si no lo hacemos al mismo tiempo, se regenerará!” —advirtió Yukine.
Ambos se dividieron. Yukine voló con levitación, lanzando hechizos de compresión sobre los golems. Cada hechizo drenaba su energía vital. Su piel comenzaba a agrietarse por el esfuerzo mágico.
Lidica, con dagas encantadas, se movía como un rayo entre los golems, esquivando golpes que podrían partirla en dos. Su respiración era entrecortada, sus brazos temblaban, pero no se detenía.
—“¡Ahora!” —gritó Yukine.
Ambos atacaron los núcleos al mismo tiempo. Una explosión de luz verde llenó la cámara. Terra gritó, y su cuerpo se desmoronó en polvo y raíces.
Yukine cayó al suelo, exhausto, con la magia casi agotada. Lidica se arrodilló a su lado, con cortes en los brazos y piernas. Ambos estaban al límite.
—“No fue solo fuerza… fue voluntad.” —dijo Yukine, con voz débil.
—“Y confianza.” —respondió Lidica, tomando su mano.
La puerta al siguiente desafío se abrió lentamente, iluminada por runas de fuego.
—“El próximo guardián… será aún más despiadado.” —murmuró Yukine.
La Cámara del Primer Guardián: Terra, la Manipuladora de la Forma
La puerta se cerró tras ellos con un estruendo sordo. La cámara era inmensa, con techos tan altos que se perdían en la penumbra. El aire olía a humedad, musgo y piedra antigua. El suelo vibraba con una energía latente, como si algo debajo estuviera vivo.
En el centro, Terra se alzaba como una estatua animada, fusionada con la tierra misma. Su cuerpo era una amalgama de roca, raíces y minerales, y su voz resonaba como un terremoto:
—“La tierra no solo sostiene… también aplasta. ¿Están listos para ser moldeados por ella?”
Terra alzó sus brazos, y el campo de batalla cambió. El suelo se volvió viscoso, como barro endurecido, y la gravedad aumentó abruptamente. Yukine cayó de rodillas, jadeando. Lidica intentó moverse, pero cada paso era como arrastrar una tonelada.
—“¡Nos está manipulando físicamente! ¡La densidad de nuestros cuerpos está cambiando!” —gritó Yukine.
Yukine intentó lanzar un hechizo de reducción de masa, pero la magia se dispersaba como si la tierra la absorbiera. Terra se reía, provocando temblores con cada carcajada.
Lidica, con los músculos tensos, usó su fuerza interna para canalizar su agilidad. Saltó hacia una columna, pero esta se transformó en una raíz que la atrapó por el tobillo. Con esfuerzo, cortó la raíz con una daga, pero cayó pesadamente al suelo.
—“¡No podemos confiar en el terreno! ¡Todo está vivo aquí!” —exclamó.
Terra golpeó el suelo con sus puños, y ondas de energía se propagaron. El entorno comenzó a cambiar: las paredes se movían, el techo descendía, y el suelo se elevaba en secciones aleatorias. Era como estar dentro de un cubo de Rubik en movimiento.
Yukine cerró los ojos, tratando de concentrarse. Pero la magia de Terra comenzaba a afectar su mente. Sentía que sus pensamientos se volvían lentos, como si estuviera atrapado en lodo mental.
—“Está manipulando nuestra percepción… no solo el cuerpo, también la mente.” —susurró.
Lidica comenzó a ver duplicados de Terra, moviéndose en direcciones opuestas. Cada uno parecía real. Atacó a uno, pero su daga atravesó solo aire. El verdadero Terra apareció detrás, lanzando una ola de raíces que la empujó contra la pared.
Yukine, con esfuerzo, invocó un hechizo de claridad mental, una técnica que rara vez usaba por su alto costo energético. Su frente sangraba por el esfuerzo, pero logró estabilizar su percepción.
—“Lidica, sincroniza conmigo. No confíes en tus ojos, confía en mi señal mágica.”
Yukine lanzó pulsos de energía que marcaban el verdadero Terra con una tenue luz azul. Lidica, guiada por esos pulsos, comenzó a atacar con precisión quirúrgica.
Terra, herida, se fusionó con el suelo. Todo comenzó a temblar. Golems surgieron de las paredes, cada uno con fragmentos del núcleo de Terra. Para vencerla, debían destruir todos los fragmentos simultáneamente.
—“¡Si no lo hacemos al mismo tiempo, se regenerará!” —advirtió Yukine.
Ambos se dividieron. Yukine voló con levitación, lanzando hechizos de compresión sobre los golems. Cada hechizo drenaba su energía vital. Su piel comenzaba a agrietarse por el esfuerzo mágico.
Lidica, con dagas encantadas, se movía como un rayo entre los golems, esquivando golpes que podrían partirla en dos. Su respiración era entrecortada, sus brazos temblaban, pero no se detenía.
—“¡Ahora!” —gritó Yukine.
Ambos atacaron los núcleos al mismo tiempo. Una explosión de luz verde llenó la cámara. Terra gritó, y su cuerpo se desmoronó en polvo y raíces.
Yukine cayó al suelo, exhausto, con la magia casi agotada. Lidica se arrodilló a su lado, con cortes en los brazos y piernas. Ambos estaban al límite.
—“No fue solo fuerza… fue voluntad.” —dijo Yukine, con voz débil.
—“Y confianza.” —respondió Lidica, tomando su mano.
La puerta al siguiente desafío se abrió lentamente, iluminada por runas de fuego.
—“El próximo guardián… será aún más despiadado.” —murmuró Yukine.
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