• Cansancio y temor, los ruidos fuertes lo atormentan pero finge fortaleza donde solo hay cicatrices.

    𑁋 Lárgate de mi vista.
    Sentenció.

    Torciendo la boca, frunciendo el ceño, Luka se mostraba apático. Pero aquellos bullies amaban torturar a los recién llegados y si era un refugiado, premio doble.

    Con acero oxidado en una mano, el neandertal 3 grados mayor que él golpeó el barrote contra una reja.

    𑁋 Paganos por pasar por nuestro lado.
    Mencionó con el iris desorbitado. ¿Abuso de sustancias lícitas?.

    Pero él se negó. Abrió los brazos.

    𑁋 Golpeame si quieres, mono. Eso jamás hará que te crezca la diminuta hombría de tus pantalones.
    Agredió.

    Y él se enfado. Rabiando y echando espuma por la boca como los perros rabiosos. La campana sonó y un profesor llamo su atención.

    𑁋 Joven Matsuda y compañía, a la dirección.
    Maldiciendo la buena suerte del recién llegado, Luka levantó la mirada... ¿Por qué no simplemente lo dejaron?. ¿Quién le había advertido a un profesor en una zona tan apartada?. Suspiro, golpeó una piedra fantasma del suelo y volvió a clases.
    Cansancio y temor, los ruidos fuertes lo atormentan pero finge fortaleza donde solo hay cicatrices. 𑁋 Lárgate de mi vista. Sentenció. Torciendo la boca, frunciendo el ceño, Luka se mostraba apático. Pero aquellos bullies amaban torturar a los recién llegados y si era un refugiado, premio doble. Con acero oxidado en una mano, el neandertal 3 grados mayor que él golpeó el barrote contra una reja. 𑁋 Paganos por pasar por nuestro lado. Mencionó con el iris desorbitado. ¿Abuso de sustancias lícitas?. Pero él se negó. Abrió los brazos. 𑁋 Golpeame si quieres, mono. Eso jamás hará que te crezca la diminuta hombría de tus pantalones. Agredió. Y él se enfado. Rabiando y echando espuma por la boca como los perros rabiosos. La campana sonó y un profesor llamo su atención. 𑁋 Joven Matsuda y compañía, a la dirección. Maldiciendo la buena suerte del recién llegado, Luka levantó la mirada... ¿Por qué no simplemente lo dejaron?. ¿Quién le había advertido a un profesor en una zona tan apartada?. Suspiro, golpeó una piedra fantasma del suelo y volvió a clases.
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    Fandom
    Los Increíbles
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    Disponible
    ¡Buenos días, tardes o noches!

    Ya que empezó a revivir todo esto y hay mucha gente hablando sobre Los Increíbles, aprovecho la ocasión para que se sumen personajes si les interesa.

    La idea en sí es poder realizar aquello que en la primer película no se exploró por completo. Aquello que terminó tomando un giro más oscuro de lo que uno creería. Todo con el fin de crear AUs de lo que pudo ser.

    Sería muy divertido que aparezcan los demás personajes. Bueno, incluso aunque el título dice Supers, pueden ser otros que no tengan poderes también, lo que sea para poder expandir el Fandom y enriquecerlo tanto como sea posible. También de la segunda película, por supuesto.

    No hay muchas exigencias al respecto, con que se mantengan con actividad (tampoco responder cada minuto, con una vez al día está bien) y que no desaparezcan a la semana será suficiente.
    Podrá construirse lento, pero de mi parte prometo dar rolcito divertido (o dramático, como prefieran).

    ¡Si se unen, Gamma Jack les va a dar una foto autografiada de él y un corazoncito radioactivo!(?)

    Los TKM por leer.
    ¡Buenos días, tardes o noches! Ya que empezó a revivir todo esto y hay mucha gente hablando sobre Los Increíbles, aprovecho la ocasión para que se sumen personajes si les interesa. La idea en sí es poder realizar aquello que en la primer película no se exploró por completo. Aquello que terminó tomando un giro más oscuro de lo que uno creería. Todo con el fin de crear AUs de lo que pudo ser. Sería muy divertido que aparezcan los demás personajes. Bueno, incluso aunque el título dice Supers, pueden ser otros que no tengan poderes también, lo que sea para poder expandir el Fandom y enriquecerlo tanto como sea posible. También de la segunda película, por supuesto. No hay muchas exigencias al respecto, con que se mantengan con actividad (tampoco responder cada minuto, con una vez al día está bien) y que no desaparezcan a la semana será suficiente. Podrá construirse lento, pero de mi parte prometo dar rolcito divertido (o dramático, como prefieran). ¡Si se unen, Gamma Jack les va a dar una foto autografiada de él y un corazoncito radioactivo!(?) Los TKM por leer.
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  • Tokio lo recibía con un torbellino de luces y murmullos. Una ciudad que nunca dormía, que lo devoraba todo, pero que al mismo tiempo le ofrecía un silencio extraño en los rincones donde nadie miraba. Viktor había aprendido a leer esos silencios, y era precisamente en ellos donde ahora estaba construyendo lo suyo: un restaurante que no era simplemente un negocio, sino una declaración personal.

    El edificio era discreto, una fachada tradicional que podía pasar desapercibida entre cientos de locales, pero por dentro se estaba transformando. Tablas de madera pulida, paredes reforzadas y un salón que empezaba a tomar forma. Mientras caminaba entre andamios y polvo de cemento, Viktor se detuvo en el centro, observando el espacio vacío como si ya pudiera verlo terminado. Lo imaginaba lleno de luz cálida, aromas intensos y voces mezcladas en un murmullo sofisticado. Pero sobre todo, lo imaginaba como suyo.

    Ayudar a Noah siempre había sido parte de su vida; lo hacía con convicción, aunque eso significara poner sus propios planes en pausa. Pero esta vez era diferente. Esta vez, Viktor necesitaba algo que no estuviera ligado al peso de los Veyrith, algo que no fuera sombra de nadie. Este restaurante era su forma de dejar una huella, de demostrarse —quizá más a sí mismo que a los demás— que podía levantar algo con sus propias manos.

    Apoyó una mano en la madera áspera de una de las columnas, cerrando los ojos unos segundos. Recordó los años en los que había sido solo un jugador más en el tablero de otros, cumpliendo órdenes, cargando con expectativas que nunca había pedido. Ese eco aún lo seguía, pero aquí… aquí había una oportunidad distinta. El restaurante no sería solo una pantalla para sus negocios; sería un refugio, un lugar que hablaría de él sin necesidad de palabras.

    En el despacho improvisado del segundo piso, desplegó los planos sobre la mesa. Con un cigarro encendido en los labios, trazaba con el dedo las líneas de los pasillos, de las habitaciones privadas, de la cocina que quería perfecta hasta en el último detalle. Había elegido chefs que no solo fueran talentosos, sino que transmitieran en cada plato una identidad. No buscaba simpleza; buscaba arte, precisión y alma.

    Sabía que pronto volvería a sumergirse en los asuntos de Noah, y no dudaba en hacerlo. Pero mientras tanto, cada decisión que tomaba sobre ese restaurante lo acercaba más a algo que sentía suyo. Por primera vez en mucho tiempo, se permitía imaginar un futuro donde no solo sobrevivía a base de cálculos y estrategias, sino donde podía sentarse en ese mismo salón, copa en mano, y sentirse dueño de su propio destino.

    La conclusión le resultaba tan inevitable como inquietante: en una ciudad que tragaba imperios y olvidaba nombres, Viktor estaba decidido a dejar el suyo grabado. Y lo haría no con gritos, sino con un lugar donde cada persona que cruzara la puerta sentiría que estaba entrando en su mundo.
    Tokio lo recibía con un torbellino de luces y murmullos. Una ciudad que nunca dormía, que lo devoraba todo, pero que al mismo tiempo le ofrecía un silencio extraño en los rincones donde nadie miraba. Viktor había aprendido a leer esos silencios, y era precisamente en ellos donde ahora estaba construyendo lo suyo: un restaurante que no era simplemente un negocio, sino una declaración personal. El edificio era discreto, una fachada tradicional que podía pasar desapercibida entre cientos de locales, pero por dentro se estaba transformando. Tablas de madera pulida, paredes reforzadas y un salón que empezaba a tomar forma. Mientras caminaba entre andamios y polvo de cemento, Viktor se detuvo en el centro, observando el espacio vacío como si ya pudiera verlo terminado. Lo imaginaba lleno de luz cálida, aromas intensos y voces mezcladas en un murmullo sofisticado. Pero sobre todo, lo imaginaba como suyo. Ayudar a Noah siempre había sido parte de su vida; lo hacía con convicción, aunque eso significara poner sus propios planes en pausa. Pero esta vez era diferente. Esta vez, Viktor necesitaba algo que no estuviera ligado al peso de los Veyrith, algo que no fuera sombra de nadie. Este restaurante era su forma de dejar una huella, de demostrarse —quizá más a sí mismo que a los demás— que podía levantar algo con sus propias manos. Apoyó una mano en la madera áspera de una de las columnas, cerrando los ojos unos segundos. Recordó los años en los que había sido solo un jugador más en el tablero de otros, cumpliendo órdenes, cargando con expectativas que nunca había pedido. Ese eco aún lo seguía, pero aquí… aquí había una oportunidad distinta. El restaurante no sería solo una pantalla para sus negocios; sería un refugio, un lugar que hablaría de él sin necesidad de palabras. En el despacho improvisado del segundo piso, desplegó los planos sobre la mesa. Con un cigarro encendido en los labios, trazaba con el dedo las líneas de los pasillos, de las habitaciones privadas, de la cocina que quería perfecta hasta en el último detalle. Había elegido chefs que no solo fueran talentosos, sino que transmitieran en cada plato una identidad. No buscaba simpleza; buscaba arte, precisión y alma. Sabía que pronto volvería a sumergirse en los asuntos de Noah, y no dudaba en hacerlo. Pero mientras tanto, cada decisión que tomaba sobre ese restaurante lo acercaba más a algo que sentía suyo. Por primera vez en mucho tiempo, se permitía imaginar un futuro donde no solo sobrevivía a base de cálculos y estrategias, sino donde podía sentarse en ese mismo salón, copa en mano, y sentirse dueño de su propio destino. La conclusión le resultaba tan inevitable como inquietante: en una ciudad que tragaba imperios y olvidaba nombres, Viktor estaba decidido a dejar el suyo grabado. Y lo haría no con gritos, sino con un lugar donde cada persona que cruzara la puerta sentiría que estaba entrando en su mundo.
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  • Está de un pésimo humor. Más que pésimo. Su estudio es una montaña de bolas de papel que ella misma a arrancado de sus cuaderno de diseños y tirado por ahí.
    Ni hablar de las prendas rasgadas y tiradas por el suelo al encontrarse insatisfecha con sus propios diseños. Necesitaba desquitarse y urgente. ¿Cómo lograrlo? Eso era fácil.

    Agarró al asistente de Vox junto a su agenda del día y lo lanzó a su propio estanque de tiburones.
    También ha ido a desenchufarle cada pantalla de su oficina... Y tapado algunas cámaras adrede. ¿Para qué todo eso? Sencillo. Verle rabiar a Vox y grabarlo para deleitarse y reírse con sus rabietas
    Está de un pésimo humor. Más que pésimo. Su estudio es una montaña de bolas de papel que ella misma a arrancado de sus cuaderno de diseños y tirado por ahí. Ni hablar de las prendas rasgadas y tiradas por el suelo al encontrarse insatisfecha con sus propios diseños. Necesitaba desquitarse y urgente. ¿Cómo lograrlo? Eso era fácil. Agarró al asistente de [myth_turquoise_shark_797] junto a su agenda del día y lo lanzó a su propio estanque de tiburones. También ha ido a desenchufarle cada pantalla de su oficina... Y tapado algunas cámaras adrede. ¿Para qué todo eso? Sencillo. Verle rabiar a Vox y grabarlo para deleitarse y reírse con sus rabietas
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  • — Recuerda lo importante Kyo.

    • Trabajar duro para el play 5
    • No caer en la cárcel (opcional)
    • Cuidar que Seiji no se coma tus dulces
    • Acompañar a Anju a quien sabe dónde
    • Alimentar a los kasimeritos
    • Decirle a Kenzō de los disfraces de Pokémon para Halloween
    • Verificar que sacaste la basura (mugre y gente)
    • Comprar pan (obligatorio)
    • No dejar que mamá cargue pesado (haz que lo haga alguien más)
    — Recuerda lo importante Kyo. • Trabajar duro para el play 5 • No caer en la cárcel (opcional) • Cuidar que Seiji no se coma tus dulces • Acompañar a Anju a quien sabe dónde • Alimentar a los kasimeritos • Decirle a Kenzō de los disfraces de Pokémon para Halloween • Verificar que sacaste la basura (mugre y gente) • Comprar pan (obligatorio) • No dejar que mamá cargue pesado (haz que lo haga alguien más)
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  • - Vamos... por Mobius, tengo fe en que llegara alguien de la pandilla... Amy, Tails, ¿Knuckles?... ¿¡Alguien!?
    - Vamos... por Mobius, tengo fe en que llegara alguien de la pandilla... Amy, Tails, ¿Knuckles?... ¿¡Alguien!?
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  • El turno nocturno había comenzado hacía poco más de una hora. En ese momento la tienda permanecía vacía, quizás porque afuera lloviznaba. La precipitación, aunque leve, era algo que resultaba agradable para Alaska la mayoría del tiempo, porque provocaba que el flujo de clientes en la tienda se reduciera casi a cero. No había nadie. Solo el reflejo de su propia figura, pálida y delgada, moviéndose como un fantasma entre los pasillos.

    Caminó hacia el mostrador y se detuvo justo detrás. Tomó su libreta, vieja y gastada, y deslizó sus dedos por las hojas llenas de anotaciones angulosas y esquemáticas. Su mirada se posó sobre la lista que había dejado recientemente en la esquina de una página:

    ⠀• Reestablecer orden en estante de snacks ✓
    ⠀• Revisar fecha de caducidad de los sandwiches refrigerados ✓
    ⠀• Limpiar mecanismos de tarjetas

    Con una concentración casi absoluta, comenzó a desmontar meticulosamente la máquina registradora. Extrajo cada tornillo y cada pieza con precisión, limpiando cada componente con un paño de microfibra. Un destornillador, una pinza y un frasquito de alcohol estaban perfectamente alineados a su derecha junto a su cuaderno de notas. No era su trabajo, pero el polvo acumulado entre las teclas alteraba la fluidez con la que se presionaban las mismas, y el ruido que hacía el rodillo de papel de las facturas estaba unos 0.3 decibelios más alto de lo normal. Eran pequeñaa imperfecciones, pequeños defectos casi imperceptibles para la mayoría. Pero a ella le causaban ruido, así que sentía la necesidad de corregirlos.

    La pantalla de la caja marcaba la hora en rojo: 21:28. El silencio era profundo, así que podía oir el leve zumbido constante que hacían los tubos de luz fluorescente. Nada parecía fuera de lugar. Todo permanecía en aparente orden por el momento.

    Ethan Brown
    El turno nocturno había comenzado hacía poco más de una hora. En ese momento la tienda permanecía vacía, quizás porque afuera lloviznaba. La precipitación, aunque leve, era algo que resultaba agradable para Alaska la mayoría del tiempo, porque provocaba que el flujo de clientes en la tienda se reduciera casi a cero. No había nadie. Solo el reflejo de su propia figura, pálida y delgada, moviéndose como un fantasma entre los pasillos. Caminó hacia el mostrador y se detuvo justo detrás. Tomó su libreta, vieja y gastada, y deslizó sus dedos por las hojas llenas de anotaciones angulosas y esquemáticas. Su mirada se posó sobre la lista que había dejado recientemente en la esquina de una página: ⠀• Reestablecer orden en estante de snacks ✓ ⠀• Revisar fecha de caducidad de los sandwiches refrigerados ✓ ⠀• Limpiar mecanismos de tarjetas Con una concentración casi absoluta, comenzó a desmontar meticulosamente la máquina registradora. Extrajo cada tornillo y cada pieza con precisión, limpiando cada componente con un paño de microfibra. Un destornillador, una pinza y un frasquito de alcohol estaban perfectamente alineados a su derecha junto a su cuaderno de notas. No era su trabajo, pero el polvo acumulado entre las teclas alteraba la fluidez con la que se presionaban las mismas, y el ruido que hacía el rodillo de papel de las facturas estaba unos 0.3 decibelios más alto de lo normal. Eran pequeñaa imperfecciones, pequeños defectos casi imperceptibles para la mayoría. Pero a ella le causaban ruido, así que sentía la necesidad de corregirlos. La pantalla de la caja marcaba la hora en rojo: 21:28. El silencio era profundo, así que podía oir el leve zumbido constante que hacían los tubos de luz fluorescente. Nada parecía fuera de lugar. Todo permanecía en aparente orden por el momento. [blaze_beryl_fox_406]
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  • ༒𝐋𝐄𝐓 𝐌𝐄 𝐂𝐀𝐓𝐂𝐇 𝐘𝐎𝐔༒



    ── 𝐓ú 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐬𝐞 𝐞𝐬𝐭á 𝐚𝐜𝐚𝐛𝐚𝐧𝐝𝐨, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐨.


    Las puertas del bar se abrieron con violencia y la nieve irrumpió como un látigo gélido que apagó la música de golpe. El murmullo alegre se quebró en un silencio abrupto cuando cuatro hombres entraron. Altos, cubiertos por largos abrigos negros, botas que retumbaban sobre la madera vieja. No hacía falta que pronunciaran palabra: la multitud comprendió de inmediato a qué clase de depredadores estaba mirando.

    "Hay un bastardo que me debe algo."

    Los clientes se replegaron hacia las paredes, intentando desaparecer bajo la penumbra. El humo de los cigarrillos quedó suspendido en el aire, detenido como si el tiempo mismo se hubiera congelado. Solo una figura permaneció imperturbable, sentado con esa arrogancia propia de quienes creen que jamás podrán ser tocados.

    El Ministro de Defensa de Rusia.

    Canoso, con traje impecable y un vaso de vodka aún húmedo en la mano, alzó la mirada hacia los intrusos. No había miedo en sus ojos, sino fastidio, como si la escena fuera una ofensa menor a su autoridad.

    — Ministro. Vendrá con nosotros — anunció uno de los hombres, su voz grave, un eco oscuro que llenó la sala con un peso insoportable.

    "Se encuentra en San Petersburgo. Localícenlo y tráiganmelo aquí."

    Los guardaespaldas del político apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Una mano buscó la chaqueta, pero el disparo llegó antes. Un estampido seco. Después otro, y otro. El aire se llenó de pólvora y sangre. Los cuerpos se desplomaron sin remedio, muñecos rotos que ya no respondían a nadie.

    El Ministro golpeó la mesa con furia, su voz retumbó entre las paredes cargadas de humo:

    — ¿Quién diablos son ustedes? ¿¡Saben quién soy?!

    Un puñetazo brutal lo arrancó de su asiento. Cayó al suelo como cualquier hombre, los brazos torcidos y sujetos por una fuerza que lo reducía a prisionero. La indignación lo ahogaba, pero sus palabras se perdían en gruñidos confusos, apenas reconocibles como ruso entre los golpes y el miedo.

    "Dejen limpio el lugar. Ningún cabo suelto. San Petersburgo no es un sitio que deba ser provocado… no todavía."

    La sentencia cayó como un cuchillo. Nadie dentro del bar tuvo oportunidad de escapar. Dos de los hombres bloquearon la salida, fríos y calculadores, mientras los otros arrojaban botellas incendiarias contra las vigas y cortinas. El fuego se expandió como una bestia hambrienta, devorando madera, vidrio y carne por igual. Los gritos se alzaron, desesperados, mientras las ventanas comenzaban a ennegrecerse.

    Arrastrado hacia la calle, el Ministro alcanzó a girar la cabeza. Sus ojos vidriosos reflejaron las siluetas atrapadas detrás de los cristales, los cuerpos forcejeando inútilmente contra un destino sellado. La nieve seguía cayendo con suavidad, indiferente al infierno que ardía a sus pies.

    . . .

    En Moscú, Kiev observaba un reloj antiguo en la palma de su mano. El metal ennegrecido llevaba la marca del tiempo, un recuerdo de su padre que cuando joven le parecía un tesoro inalcanzable. Ahora, sin embargo, lo contemplaba con frialdad, como si cada tic tac fuera simplemente un recordatorio de que el pasado no tiene valor en el presente.

    Lo dejó sobre el escritorio. Frente a él, los papeles estaban desplegados como piezas de ajedrez: informes, fotografías, nombres. Uno brillaba más que el resto: Ayla Klein.

    Su mirada recorrió con calma cada hoja, hasta que un detalle detuvo el movimiento de sus ojos. En una foto, un cruce de miradas. No era nada para la mayoría, pero para él era suficiente: Ryan. Esa cercanía con la alemana no era un accidente. Lo había encontrado, el error, la grieta. El talón de Aquiles.

    Una sonrisa lenta torció sus labios, apenas un gesto que nunca llegaba a suavizar su expresión. Isha había hecho bien su trabajo, aunque debía vigilarla para que no dejara más cenizas tras de sí.

    Al lado de esa carpeta, otra. El árbol completo de los Di Vincenzo: territorios, hermanos, aliados, hasta empleados insignificantes. El primer nombre resaltaba inevitable: Elisabetta. Curioso, irónico quizá, que dos mujeres tan distintas compartieran un destino tan contradictorio.

    ¿De qué le servían esas piezas? Mucho. No como aliadas, sino como puntos débiles. Todo dependía de cómo se moviera la partida, de qué tan cerca estuviera su hermano de convertirse en una molestia. Las mafias solo conocían un lenguaje: el interés propio. Y si alguien se interponía en el suyo, el problema sería inevitable.

    Un ruido lo sacó de su concentración. El cachorro mordía su pata, jugando como si el mundo no fuera más que un terreno blando para hincar los dientes. Kiev lo observó un instante.

    — Sigues siendo tan pequeño… — murmuró, ¿Cuántas veces había pisado su diminuta cola y recibido, a cambio, mordidas furiosas en el pantalón antes de que el animal huyera llorando? La cuenta lo había perdido, por eso mismo tuvo que colocarle ese "cosa" para cubrirla hasta buscar algo más viable.

    El reloj volvió a marcar el segundo, tic, tac. Fue cuando se dio cuenta que debía moverse. Se levantó, tomó la camisa que descansaba sobre la silla. Había asuntos que atender, y pronto, el hombre que le debía algo estaría frente a él.
    ༒𝐋𝐄𝐓 𝐌𝐄 𝐂𝐀𝐓𝐂𝐇 𝐘𝐎𝐔༒ ── 𝐓ú 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐬𝐞 𝐞𝐬𝐭á 𝐚𝐜𝐚𝐛𝐚𝐧𝐝𝐨, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐨. Las puertas del bar se abrieron con violencia y la nieve irrumpió como un látigo gélido que apagó la música de golpe. El murmullo alegre se quebró en un silencio abrupto cuando cuatro hombres entraron. Altos, cubiertos por largos abrigos negros, botas que retumbaban sobre la madera vieja. No hacía falta que pronunciaran palabra: la multitud comprendió de inmediato a qué clase de depredadores estaba mirando. "Hay un bastardo que me debe algo." Los clientes se replegaron hacia las paredes, intentando desaparecer bajo la penumbra. El humo de los cigarrillos quedó suspendido en el aire, detenido como si el tiempo mismo se hubiera congelado. Solo una figura permaneció imperturbable, sentado con esa arrogancia propia de quienes creen que jamás podrán ser tocados. El Ministro de Defensa de Rusia. Canoso, con traje impecable y un vaso de vodka aún húmedo en la mano, alzó la mirada hacia los intrusos. No había miedo en sus ojos, sino fastidio, como si la escena fuera una ofensa menor a su autoridad. — Ministro. Vendrá con nosotros — anunció uno de los hombres, su voz grave, un eco oscuro que llenó la sala con un peso insoportable. "Se encuentra en San Petersburgo. Localícenlo y tráiganmelo aquí." Los guardaespaldas del político apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Una mano buscó la chaqueta, pero el disparo llegó antes. Un estampido seco. Después otro, y otro. El aire se llenó de pólvora y sangre. Los cuerpos se desplomaron sin remedio, muñecos rotos que ya no respondían a nadie. El Ministro golpeó la mesa con furia, su voz retumbó entre las paredes cargadas de humo: — ¿Quién diablos son ustedes? ¿¡Saben quién soy?! Un puñetazo brutal lo arrancó de su asiento. Cayó al suelo como cualquier hombre, los brazos torcidos y sujetos por una fuerza que lo reducía a prisionero. La indignación lo ahogaba, pero sus palabras se perdían en gruñidos confusos, apenas reconocibles como ruso entre los golpes y el miedo. "Dejen limpio el lugar. Ningún cabo suelto. San Petersburgo no es un sitio que deba ser provocado… no todavía." La sentencia cayó como un cuchillo. Nadie dentro del bar tuvo oportunidad de escapar. Dos de los hombres bloquearon la salida, fríos y calculadores, mientras los otros arrojaban botellas incendiarias contra las vigas y cortinas. El fuego se expandió como una bestia hambrienta, devorando madera, vidrio y carne por igual. Los gritos se alzaron, desesperados, mientras las ventanas comenzaban a ennegrecerse. Arrastrado hacia la calle, el Ministro alcanzó a girar la cabeza. Sus ojos vidriosos reflejaron las siluetas atrapadas detrás de los cristales, los cuerpos forcejeando inútilmente contra un destino sellado. La nieve seguía cayendo con suavidad, indiferente al infierno que ardía a sus pies. . . . En Moscú, Kiev observaba un reloj antiguo en la palma de su mano. El metal ennegrecido llevaba la marca del tiempo, un recuerdo de su padre que cuando joven le parecía un tesoro inalcanzable. Ahora, sin embargo, lo contemplaba con frialdad, como si cada tic tac fuera simplemente un recordatorio de que el pasado no tiene valor en el presente. Lo dejó sobre el escritorio. Frente a él, los papeles estaban desplegados como piezas de ajedrez: informes, fotografías, nombres. Uno brillaba más que el resto: Ayla Klein. Su mirada recorrió con calma cada hoja, hasta que un detalle detuvo el movimiento de sus ojos. En una foto, un cruce de miradas. No era nada para la mayoría, pero para él era suficiente: Ryan. Esa cercanía con la alemana no era un accidente. Lo había encontrado, el error, la grieta. El talón de Aquiles. Una sonrisa lenta torció sus labios, apenas un gesto que nunca llegaba a suavizar su expresión. Isha había hecho bien su trabajo, aunque debía vigilarla para que no dejara más cenizas tras de sí. Al lado de esa carpeta, otra. El árbol completo de los Di Vincenzo: territorios, hermanos, aliados, hasta empleados insignificantes. El primer nombre resaltaba inevitable: Elisabetta. Curioso, irónico quizá, que dos mujeres tan distintas compartieran un destino tan contradictorio. ¿De qué le servían esas piezas? Mucho. No como aliadas, sino como puntos débiles. Todo dependía de cómo se moviera la partida, de qué tan cerca estuviera su hermano de convertirse en una molestia. Las mafias solo conocían un lenguaje: el interés propio. Y si alguien se interponía en el suyo, el problema sería inevitable. Un ruido lo sacó de su concentración. El cachorro mordía su pata, jugando como si el mundo no fuera más que un terreno blando para hincar los dientes. Kiev lo observó un instante. — Sigues siendo tan pequeño… — murmuró, ¿Cuántas veces había pisado su diminuta cola y recibido, a cambio, mordidas furiosas en el pantalón antes de que el animal huyera llorando? La cuenta lo había perdido, por eso mismo tuvo que colocarle ese "cosa" para cubrirla hasta buscar algo más viable. El reloj volvió a marcar el segundo, tic, tac. Fue cuando se dio cuenta que debía moverse. Se levantó, tomó la camisa que descansaba sobre la silla. Había asuntos que atender, y pronto, el hombre que le debía algo estaría frente a él.
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  • ⠀⠀⠀⠀10:00p.m., el aire en la ciudad era frío. Su segundo día en la ciudad y su primera noche en la mansión habían pasado en un silencio demasiado familiar. Pero ella no había vuelto para encerrarse en los recuerdos. Había vuelto para trabajar. Caminó con pasos lentos por la acera, cruzó al llegar a una librería que siempre permanencia cerrada, y atravesó el callejón trasero que daba hacia un bar subterráneo. Bajó las escaleras estrechas y empinadas. Era el tipo de lugar donde la luz era tenue para ocultar manchas y sueños rotos. El lugar perfecto para sus negocios.

    ⠀⠀⠀⠀Así funcionaba. El boca a boca era rápido. Rumores susurrados en bares como este, en foros oscuros de internet, entre aquellos que habían tocado fondo y no tenían a dónde más acudir. Algunos creían que era un mito, una leyenda urbana: "la mujer que concede deseos a cambio de lo que más duele". Otros, que era una estafadora inteligente. Pero los más desesperados... esos eran sus clientes. Los que estaban dispuestos a creer en la mujer de las mariposas rojas y sus tratos que parecían diabólicos.

    ⠀⠀⠀⠀Se sentó en un rincón apartado. Dejó caer su teléfono sobre la mesa. La pantalla mostraba la conversación que había tenido con su cliente, el último mensaje que ella había dejado "𝘠𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳. 𝟣𝟢𝘱.𝘮. 𝘕𝘰 𝘮𝘦 𝘩𝘢𝘨𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘳".

    ⠀⠀⠀⠀El tiempo pasó. El hielo en su vaso se derritió. El asiento frente al suyo permaneció vacío. Su sonrisa relajada se tensó hasta convertirse en una linea delgada.

    —Que decepcionante —susurró para sí.

    ⠀⠀⠀⠀Sacó su teléfono. Marcó el número. Sonó una, dos, tres veces... hasta que una voz mecánica de contestadora: "𝘌𝘭 𝘯𝘶𝘮𝘦𝘳𝘰 𝘢𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘴𝘵𝘦𝘥 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘥𝘪𝘴𝘱𝘰𝘯𝘪𝘣𝘭𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰. 𝘗𝘰𝘳 𝘧𝘢𝘷𝘰𝘳, 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘮𝘢𝘴 𝘵𝘢𝘳𝘥𝘦."

    —¿Es el primer trato en mi segunda noche de regreso... y me plantan? Tsk, que maleducado...

    ⠀⠀⠀⠀El cliente podía haberse echado para atrás, pero ella ya estaba aquí. ¿Por qué desperdiciar tal oportunidad? Apoyó la barbilla en su mano y dejo que su mirada recorriera el lugar. Después de todo, la desesperación era un perfume que ella podía oler a kilómetros.

    —Tocará conseguir otro voluntario —exhaló con fingido cansancio— afortunadamente el mundo está lleno de almas perdidas

    ⠀⠀⠀⠀Alzó su mano con la palma hacia arriba. El aire frente a sus dedos se distorsionó, y de esa pequeña ruptura en la realidad surgió una mariposa roja. Se posó sobre la yema de su dedo índice, y Kazuha acercó su mano a su rostro, observando a la criatura de energía pura.

    —Vamos, preciosa —murmuró— ve y tráeme a alguien... interesante ~

    ⠀⠀⠀⠀Sopló suavemente sobre la mariposa. La criatura se dewprendió de su dedo y luego se lanzó hacia la penumbra del bar, volando en una trayectoria serpenteante, como si pudiera oler las emociones humanas. Se deslizó entre las mesas, y se perdió en la oscuridad de un pasillo lateral, dejando una estela de energía caótica que Kazuha podría sentir y seguir fácilmente. Ahora, solo debía esperar y descubrir quien sería el afortunado...
    ⠀⠀⠀⠀10:00p.m., el aire en la ciudad era frío. Su segundo día en la ciudad y su primera noche en la mansión habían pasado en un silencio demasiado familiar. Pero ella no había vuelto para encerrarse en los recuerdos. Había vuelto para trabajar. Caminó con pasos lentos por la acera, cruzó al llegar a una librería que siempre permanencia cerrada, y atravesó el callejón trasero que daba hacia un bar subterráneo. Bajó las escaleras estrechas y empinadas. Era el tipo de lugar donde la luz era tenue para ocultar manchas y sueños rotos. El lugar perfecto para sus negocios. ⠀⠀⠀⠀Así funcionaba. El boca a boca era rápido. Rumores susurrados en bares como este, en foros oscuros de internet, entre aquellos que habían tocado fondo y no tenían a dónde más acudir. Algunos creían que era un mito, una leyenda urbana: "la mujer que concede deseos a cambio de lo que más duele". Otros, que era una estafadora inteligente. Pero los más desesperados... esos eran sus clientes. Los que estaban dispuestos a creer en la mujer de las mariposas rojas y sus tratos que parecían diabólicos. ⠀⠀⠀⠀Se sentó en un rincón apartado. Dejó caer su teléfono sobre la mesa. La pantalla mostraba la conversación que había tenido con su cliente, el último mensaje que ella había dejado "𝘠𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳. 𝟣𝟢𝘱.𝘮. 𝘕𝘰 𝘮𝘦 𝘩𝘢𝘨𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘳". ⠀⠀⠀⠀El tiempo pasó. El hielo en su vaso se derritió. El asiento frente al suyo permaneció vacío. Su sonrisa relajada se tensó hasta convertirse en una linea delgada. —Que decepcionante —susurró para sí. ⠀⠀⠀⠀Sacó su teléfono. Marcó el número. Sonó una, dos, tres veces... hasta que una voz mecánica de contestadora: "𝘌𝘭 𝘯𝘶𝘮𝘦𝘳𝘰 𝘢𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘴𝘵𝘦𝘥 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘥𝘪𝘴𝘱𝘰𝘯𝘪𝘣𝘭𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰. 𝘗𝘰𝘳 𝘧𝘢𝘷𝘰𝘳, 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘮𝘢𝘴 𝘵𝘢𝘳𝘥𝘦." —¿Es el primer trato en mi segunda noche de regreso... y me plantan? Tsk, que maleducado... ⠀⠀⠀⠀El cliente podía haberse echado para atrás, pero ella ya estaba aquí. ¿Por qué desperdiciar tal oportunidad? Apoyó la barbilla en su mano y dejo que su mirada recorriera el lugar. Después de todo, la desesperación era un perfume que ella podía oler a kilómetros. —Tocará conseguir otro voluntario —exhaló con fingido cansancio— afortunadamente el mundo está lleno de almas perdidas ⠀⠀⠀⠀Alzó su mano con la palma hacia arriba. El aire frente a sus dedos se distorsionó, y de esa pequeña ruptura en la realidad surgió una mariposa roja. Se posó sobre la yema de su dedo índice, y Kazuha acercó su mano a su rostro, observando a la criatura de energía pura. —Vamos, preciosa —murmuró— ve y tráeme a alguien... interesante ~ ⠀⠀⠀⠀Sopló suavemente sobre la mariposa. La criatura se dewprendió de su dedo y luego se lanzó hacia la penumbra del bar, volando en una trayectoria serpenteante, como si pudiera oler las emociones humanas. Se deslizó entre las mesas, y se perdió en la oscuridad de un pasillo lateral, dejando una estela de energía caótica que Kazuha podría sentir y seguir fácilmente. Ahora, solo debía esperar y descubrir quien sería el afortunado...
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  • "¡Wow, wow, wow! Este mundo humano es como un parque de diversiones escondido… ¡hay tantos sonidos! El motor de los autos suena como rugidos de dragones mecánicos, los pasos de la gente son como tambores chiquitos, ¡y hasta el viento trae olor a pan recién hecho! Jejeje, ¡es increíbleee!
    "¡Ñam! ¿Cómo los humanos inventaron algo tan mágico? Esto sabe como morder una estrella pero sin que te queme.
    "¡Wow, wow, wow! 🌟 Este mundo humano es como un parque de diversiones escondido… ¡hay tantos sonidos! El motor de los autos suena como rugidos de dragones mecánicos, los pasos de la gente son como tambores chiquitos, ¡y hasta el viento trae olor a pan recién hecho! Jejeje, ¡es increíbleee! "¡Ñam! 🍦 ¿Cómo los humanos inventaron algo tan mágico? Esto sabe como morder una estrella pero sin que te queme.
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