• la pista flotante serpenteaba entre praderas doradas y lagos cristalinos como si fuera una cinta de naranja chispeante sobre un campo de sueños.

    Jett venía cantando a todo pulmón dentro del nuevo y mejorado Deora-2 de color púrpura, golpeando el volante al ritmo de su música y con una botella de refresco de sabor dudoso entre las piernas.

    —¡Y en la curvaaa… giro como el vientooo…!

    Entonces lo vio.
    Un cervatillo.

    No uno común: este tenía astas cubiertas de cintas y campanitas, ojos que parecían conocer los secretos del universo… y estaba justo en medio de la pista.

    —¡¿QUÉ—?!

    Jett giró el volante con fuerza. El Deora-2 chilló, rozó el borde de la pista flotante y, como si fuera parte de un número de circo, salió volando con una vuelta elegante… directa al lago bajo la pista.

    **¡CHOF!**

    Burbujas. Silencio.
    Y luego, un portazo bajo el agua.

    Jett emergió nadando hasta la orilla, escupiendo agua. Su yukata goteaba, las zapatillas hacían “squish” al caminar, y su sombrilla flotaba cerca, girando con dignidad.

    Se sentó en la hierba, empapado, y miró hacia abajo. El Deora-2 reposaba en el fondo del lago, reflejando el cielo como si no hubiera pasado nada.

    —Bueno… —dijo, rascándose la cabeza— al menos no lo rayé.

    Suspiró.

    —Ahora… ¿cómo saco al Deora de ahí?

    Se quedó un rato en silencio, chasqueando la lengua.

    Lo pensó… y sonrió.

    —Ya se me ocurrirá algo.
    la pista flotante serpenteaba entre praderas doradas y lagos cristalinos como si fuera una cinta de naranja chispeante sobre un campo de sueños. Jett venía cantando a todo pulmón dentro del nuevo y mejorado Deora-2 de color púrpura, golpeando el volante al ritmo de su música y con una botella de refresco de sabor dudoso entre las piernas. —¡Y en la curvaaa… giro como el vientooo…! Entonces lo vio. Un cervatillo. No uno común: este tenía astas cubiertas de cintas y campanitas, ojos que parecían conocer los secretos del universo… y estaba justo en medio de la pista. —¡¿QUÉ—?! Jett giró el volante con fuerza. El Deora-2 chilló, rozó el borde de la pista flotante y, como si fuera parte de un número de circo, salió volando con una vuelta elegante… directa al lago bajo la pista. **¡CHOF!** Burbujas. Silencio. Y luego, un portazo bajo el agua. Jett emergió nadando hasta la orilla, escupiendo agua. Su yukata goteaba, las zapatillas hacían “squish” al caminar, y su sombrilla flotaba cerca, girando con dignidad. Se sentó en la hierba, empapado, y miró hacia abajo. El Deora-2 reposaba en el fondo del lago, reflejando el cielo como si no hubiera pasado nada. —Bueno… —dijo, rascándose la cabeza— al menos no lo rayé. Suspiró. —Ahora… ¿cómo saco al Deora de ahí? Se quedó un rato en silencio, chasqueando la lengua. Lo pensó… y sonrió. —Ya se me ocurrirá algo.
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  • Mira Salem , te voy a mostrar un secreto..

    - saca una foto antigua que tenía escondida entre su cuaderno de notas, de un hombre rubio con rasgos ingleses vistiendo uniforme militar. El gato miro la foto y luego a la mujer-

    Si , es Jack en sus años mozos, cuando era integrante de la KGB, nadie hasta la actualidad sabe cómo un inglés termino participando en el comité de seguridad.

    - el gato le maulla y luego coloca la pata en la fotografía -

    No de hecho no hay fotografía registradas está la salve antes de que volviera de misión.

    Jack: ahora se dónde está esa bendita foto..

    - entre el gato y la mujer se erizaron al escuchar la voz de Jack se presentó en la habitación sin emitir ni un ruido. Escondiendo la fotografía en el bolsillo , el hombre de cincuenta y algo alzó una ceja seriamente -

    Jack: hablé con el cónsul de Ucrania, y con el presidente de Rusia. Según lo que me solicitaste

    - la joven sonrió oscureciendo su mirada-

    Perfecto , que comience los juegos..
    Mira Salem , te voy a mostrar un secreto.. - saca una foto antigua que tenía escondida entre su cuaderno de notas, de un hombre rubio con rasgos ingleses vistiendo uniforme militar. El gato miro la foto y luego a la mujer- Si , es Jack en sus años mozos, cuando era integrante de la KGB, nadie hasta la actualidad sabe cómo un inglés termino participando en el comité de seguridad. - el gato le maulla y luego coloca la pata en la fotografía - No de hecho no hay fotografía registradas está la salve antes de que volviera de misión. Jack: ahora se dónde está esa bendita foto.. - entre el gato y la mujer se erizaron al escuchar la voz de Jack se presentó en la habitación sin emitir ni un ruido. Escondiendo la fotografía en el bolsillo , el hombre de cincuenta y algo alzó una ceja seriamente - Jack: hablé con el cónsul de Ucrania, y con el presidente de Rusia. Según lo que me solicitaste - la joven sonrió oscureciendo su mirada- Perfecto , que comience los juegos..
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  • - Vanitas estaba en la campana en lo alto , entre sus pensamientos había muchas cosas aún cosas que nadie que lo conocía bien , viendo la vistas cuidad y el sol estaba saliendo .-

    "Vaya, creo que así jamás saldré de problemas .... Que más da, es mi deber después de todo no?"
    - Vanitas estaba en la campana en lo alto , entre sus pensamientos había muchas cosas aún cosas que nadie que lo conocía bien , viendo la vistas cuidad y el sol estaba saliendo .- "Vaya, creo que así jamás saldré de problemas .... Que más da, es mi deber después de todo no?"
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  • En lo Profundo
    Fandom The Fucking Rangers
    Categoría Drama
    con Nairis de Tzelmúr

    Damian Rivas. Periodista independiente. 27 años. Solía cubrir casos de desapariciones y fenómenos paranormales. Seguido por nichos ocultistas. Un hombre solitario, algo paranoico. Curioso. Demasiado curioso y entrometido. Brillante, hasta que conoció a la persona equivocada. O lo que creyó que era una persona.

    Monster adoptó su rostro. Su voz. Su rutina. Ya se cumplen 17 días desde que mató a Damian, pulcro y preciso, asegurándose de no dejar nada más que el recuerdo difuso de alguien que “trabaja mucho” y “se aleja de todos”.

    - o - o -

    Una vez Nairis accede a acompañarle, el monstruo paga la cuenta sin hacer alarde. Lo hace con un gesto distraído, como si el dinero fuese un concepto sin importancia para él.

    La puerta de la cafetería se cierra tras ellos con un chirrido y el aire de la calle les recibe con ese sabor ácido de ciudad. Recorren unas pocas calles, sin prisa.

    — No es lejos de aquí, serán diez minutos andando.

    Un par de calles después, el paisaje cambia. Las luces se vuelven más débiles, las calles más sucias, el bullicio desaparece para dejar paso a murmullos y sirenas lejanas, puertas cerradas y barrotes en las ventas.

    La zona pobre de la ciudad.
    El corazón olvidado de la urbe.

    — Siempre me ha gustado esta parte de la ciudad. No por bonita, claro… Aquí la vida es honesta, cruda. Nadie se molesta en fingir.

    Mantiene la conversación ligera. Habla de trivialidades tanto como escucha cualquier retribución de su acompañante.

    — ¿Te molesta la decadencia? Hay gente que no soporta la fealdad cuando la perfección sabe a plástico. No me lo explico.

    Aquí las viviendas se amontonan unas sobre otras cual cuerpos sin sepultura. Edificios grises, viejos, cuya pintura se descascara como la piel de un leproso. No hay árboles. No hay flores. Solo concreto vandalizado y abandono.

    — La gente pinta cosas para sentirse inmortal —con un gesto, señala los gaffitis en la fachada del edificio— Y luego otros las borran para sentirse poderosos.

    Monster no pierde la amabilidad en su voz mientras se detiene frente a uno de esos edificios desgastados. Abre una reja oxidada y le guía por una escalera estrecha, húmeda, mal iluminada, apenas estable. Bajando un piso por debajo del nivel de la calle, llegan a una puerta metálica, marcada con el número 3B.

    — No es el sitio más bonito, lo sé —dice con una sonrisa torcida—, pero me permite estar cerca de la acción. No necesito más.

    Habla como si el entorno no importara más que un cuadro en la pared, como si tuviera sentido estar ahí.

    El departamento de Damian, ahora el del monstruo, es un monoambiente pequeño. Al entrar, lo primero que llega es el olor: una mezcla de humedad, tinta de impresora y ropa sin lavar. Desordenado pero funcional.

    Una mesa con papeles amontonados entre los que se cuentan cartas y facturas vencidas, un ordenador, varias pantallas, tazas sin lavar en el fregadero.

    Hay una cama sin hacer, un perchero con dos chaquetas, una estantería vencida repleta de libros sobre conspiraciones, teorías arcanas, tratados antiguos y una Biblia Negra.

    Ninguna ventana.
    Ni un rastro de sangre.
    Nada lujoso.
    Todo auténtico.

    Monster cierra la puerta tras Nairis y, por primera vez desde que la conoció, guarda silencio. Porque ahora está dentro. Y puede observar más de cerca.
    con [Nairis_La_Cartografa] Damian Rivas. Periodista independiente. 27 años. Solía cubrir casos de desapariciones y fenómenos paranormales. Seguido por nichos ocultistas. Un hombre solitario, algo paranoico. Curioso. Demasiado curioso y entrometido. Brillante, hasta que conoció a la persona equivocada. O lo que creyó que era una persona. Monster adoptó su rostro. Su voz. Su rutina. Ya se cumplen 17 días desde que mató a Damian, pulcro y preciso, asegurándose de no dejar nada más que el recuerdo difuso de alguien que “trabaja mucho” y “se aleja de todos”. - o - o - Una vez Nairis accede a acompañarle, el monstruo paga la cuenta sin hacer alarde. Lo hace con un gesto distraído, como si el dinero fuese un concepto sin importancia para él. La puerta de la cafetería se cierra tras ellos con un chirrido y el aire de la calle les recibe con ese sabor ácido de ciudad. Recorren unas pocas calles, sin prisa. — No es lejos de aquí, serán diez minutos andando. Un par de calles después, el paisaje cambia. Las luces se vuelven más débiles, las calles más sucias, el bullicio desaparece para dejar paso a murmullos y sirenas lejanas, puertas cerradas y barrotes en las ventas. La zona pobre de la ciudad. El corazón olvidado de la urbe. — Siempre me ha gustado esta parte de la ciudad. No por bonita, claro… Aquí la vida es honesta, cruda. Nadie se molesta en fingir. Mantiene la conversación ligera. Habla de trivialidades tanto como escucha cualquier retribución de su acompañante. — ¿Te molesta la decadencia? Hay gente que no soporta la fealdad cuando la perfección sabe a plástico. No me lo explico. Aquí las viviendas se amontonan unas sobre otras cual cuerpos sin sepultura. Edificios grises, viejos, cuya pintura se descascara como la piel de un leproso. No hay árboles. No hay flores. Solo concreto vandalizado y abandono. — La gente pinta cosas para sentirse inmortal —con un gesto, señala los gaffitis en la fachada del edificio— Y luego otros las borran para sentirse poderosos. Monster no pierde la amabilidad en su voz mientras se detiene frente a uno de esos edificios desgastados. Abre una reja oxidada y le guía por una escalera estrecha, húmeda, mal iluminada, apenas estable. Bajando un piso por debajo del nivel de la calle, llegan a una puerta metálica, marcada con el número 3B. — No es el sitio más bonito, lo sé —dice con una sonrisa torcida—, pero me permite estar cerca de la acción. No necesito más. Habla como si el entorno no importara más que un cuadro en la pared, como si tuviera sentido estar ahí. El departamento de Damian, ahora el del monstruo, es un monoambiente pequeño. Al entrar, lo primero que llega es el olor: una mezcla de humedad, tinta de impresora y ropa sin lavar. Desordenado pero funcional. Una mesa con papeles amontonados entre los que se cuentan cartas y facturas vencidas, un ordenador, varias pantallas, tazas sin lavar en el fregadero. Hay una cama sin hacer, un perchero con dos chaquetas, una estantería vencida repleta de libros sobre conspiraciones, teorías arcanas, tratados antiguos y una Biblia Negra. Ninguna ventana. Ni un rastro de sangre. Nada lujoso. Todo auténtico. Monster cierra la puerta tras Nairis y, por primera vez desde que la conoció, guarda silencio. Porque ahora está dentro. Y puede observar más de cerca.
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  • Era la cuarta noche sin ver el cielo. El bosque de Las Sombras, así lo llaman los ancianos y no sin razón. Las ramas se retuercen como dedos artríticos tapando la mayor parte del cielo. Esa noche, me asignaron la guardia del segundo turno, siempre el segundo, cuando la medianoche ya se ha asentado en los huesos y la fatiga pesa más que la armadura.

    Caminaba en círculos alrededor del campamento, con la linterna colgando de mi guantelete, su luz temblando contra los árboles parecia que dudara de sí misma y casi se apagaba. Podía oír la respiración de mis compañeros dormidos y algo más, algo que no pertenecía a nuestro mundo. Un crujido, una rama quebrándose.. no por el viento, lo sabía.

    Instintivamente, posé la mano sobre el pomo de mi espada, y me detuve. No dije nada. Solo apagué la linterna y esperé. En completa oscuridad, todo se siente más real.

    Entonces lo vi, o al menos, lo intuí. Dos ojos, como carbones ardientes, parpadeando a unos pasos de mí. La criatura no respiraba, solo me observaba supongo que esperaba que titubeara y que diera un paso atrás.

    Pero no lo hice. Encendí la linterna de golpe, y en su destello dorado, la figura se desvaneció como niebla bajo el sol. No dejó huellas ni hizo algún sonido, solo el aroma a tierra húmeda y un leve susurro, como si dijera mi nombre.

    Volví al fuego con mis manos temblando, pero no desperté a nadie. ¿Qué les diría? Que el bosque me miró y que por esta vez, apartó la vista.

    A veces me pregunto qué habría pasado si yo hubiera sido el que desviaba los ojos primero.
    Era la cuarta noche sin ver el cielo. El bosque de Las Sombras, así lo llaman los ancianos y no sin razón. Las ramas se retuercen como dedos artríticos tapando la mayor parte del cielo. Esa noche, me asignaron la guardia del segundo turno, siempre el segundo, cuando la medianoche ya se ha asentado en los huesos y la fatiga pesa más que la armadura. Caminaba en círculos alrededor del campamento, con la linterna colgando de mi guantelete, su luz temblando contra los árboles parecia que dudara de sí misma y casi se apagaba. Podía oír la respiración de mis compañeros dormidos y algo más, algo que no pertenecía a nuestro mundo. Un crujido, una rama quebrándose.. no por el viento, lo sabía. Instintivamente, posé la mano sobre el pomo de mi espada, y me detuve. No dije nada. Solo apagué la linterna y esperé. En completa oscuridad, todo se siente más real. Entonces lo vi, o al menos, lo intuí. Dos ojos, como carbones ardientes, parpadeando a unos pasos de mí. La criatura no respiraba, solo me observaba supongo que esperaba que titubeara y que diera un paso atrás. Pero no lo hice. Encendí la linterna de golpe, y en su destello dorado, la figura se desvaneció como niebla bajo el sol. No dejó huellas ni hizo algún sonido, solo el aroma a tierra húmeda y un leve susurro, como si dijera mi nombre. Volví al fuego con mis manos temblando, pero no desperté a nadie. ¿Qué les diría? Que el bosque me miró y que por esta vez, apartó la vista. A veces me pregunto qué habría pasado si yo hubiera sido el que desviaba los ojos primero.
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  • [ 𝑴𝒂𝒍𝒅𝒊𝒕𝒐 𝒊𝒏𝒇𝒆𝒍𝒊𝒛. ── 𝐇𝐢𝐣𝐨 𝐝𝐞 . . . ¡𝐌𝐈𝐄𝐑𝐃𝐀! ]





    El estruendo fue brutal. El golpe sobre el escritorio retumbó por toda la oficina, desparramando papeles como si el aire mismo hubiese estallado. En una esquina, los restos de un vaso roto brillaban bajo la luz tenue, fragmentos de vidrio que parecían ecos del caos. El italiano respiraba con dificultad, como si el simple acto de contenerse fuera una carga demasiado pesada.

    Había perdido el control. Por completo.

    La sangre aún manchaba su camisa. Un rastro imborrable de la reunión que había tenido con el ruso.

    Una reunión que, evidentemente, no había terminado bien.

    El rubio permanecía de pie. Inmóvil. Pero sus nudillos, endurecidos por la tensión, hablaban por él. Sus hombros rígidos, el semblante encendido por una ira contenida que no era habitual en él.

    Su habitual aire despreocupado, parecía lejano, diluido en la atmósfera viciada de la oficina. Se pasó una mano por el cabello, un gesto breve, cargado de frustración. Pero no era la escena, ni siquiera el recuerdo de la sangre, lo que lo carcomía por dentro.

    Era Marcos.

    Detrás de él, cabizbajo, en silencio.

    —¿Tú lo sabías? —preguntó sin girarse del todo, apenas ladeando el rostro. Su voz era baja, afilada. La mirada dorada lo alcanzó con una frialdad.

    No hubo respuesta. Solo el silencio cobarde de una cabeza que se hundía aún más.

    Ryan no lo toleró.

    Se giró de golpe y lo tomó por la camisa.

    —Responde —espetó, la voz tensa, quebrada por la furia.

    —Señor Ryan… él tiene que irse. Es… por su bien.

    Ryan soltó una carcajada breve, amarga, sin humor.

    —¿Por su bien? —repitió, casi con desprecio—. Va a desatar una puta guerra si se cruza con el hermano de Elisabetta. Ese imbécil está completamente fuera de sí… ¿y me dices que lo hace por su bien? Una cosa es ir a Rusia para reclamar la herencia de su padre. Otra muy distinta… es expandirse sin control.


    Solo hubo silencio por parte del pelinegro.

    Ryan no pudo soportar verlo más.

    Lo soltó de golpe, como si su sola cercanía lo asqueara, y se dio la vuelta. Caminó hacia su escritorio y se dejó caer en la silla con un suspiro denso, frustrado. Uno que no solo cargaba ira, sino hartazgo.

    No era solo su familia.
    Ni los rostros conocidos que ahora se desdibujaban entre traiciones. Ni siquiera los que buscaban su cabeza desde las sombras, uno por uno, como perros hambrientos.

    Era todo.

    Los amigos que preguntaban por Kiev.
    Las llamadas, los mensajes.
    “¿Se puede hablar con él?”
    “¿Cómo está?”
    “¿Volverá pronto?”

    ¿Y qué debía responder?

    ¿Que Kiev los había borrado a todos sin mirar atrás?
    ¿Que no quería lazos? ¿Que ni siquiera fingía interés por conservar lo que alguna vez fue parte de su mundo?
    ¿Que a él, a Ryan, lo había dejado de lado como si fuera uno más entre sus trabajadores y lo engaño de esa manera?

    Su mirada cayó sobre Marcos, aún ahí. Dudoso. Indeciso.
    Ese gesto solo aumentó la rabia que le carcomía por dentro.

    —Lárgate. No quiero volver a verte por aquí —espetó con voz seca. Tomó una botella de whisky, se sirvió lentamente en un vaso. Iba a beber, pero se detuvo al verlo todavía allí.
    —Dije que te largues.

    Pero el pelinegro, en lugar de retroceder, avanzó. Sacó una carta del bolsillo interior del saco y la dejó sobre el escritorio, en silencio.

    —¿Qué es esto? —preguntó Ryan, sin tocarla aún. Su tono ya no era airado, sino frío. Dejó el vaso sobre el escritorio.

    —La razón, señor. El señor Kiev nunca la vio. Intercepté la carta antes de que llegara a sus manos… y la escondí. No tiene remitente.

    El italiano frunció el ceño, miró la carta con desconfianza. Luego la tomó con cautela, como si ya sospechara que lo que iba a leer no le gustaría. La abrió. Sacó el contenido.

    Y entonces su mano tembló.

    Las palabras escritas lo helaron. Sintió cómo el aire se volvía más denso, cómo el peso del pasado caía sobre él de golpe.

    —¿Es de esa mujer? —preguntó sin mirar a Marcos.

    —No lo sé. Creí que era una mentira más… pero luego recordé ciertas cosas, de antes del secuestro de mi señor.
    Parece que… ella volvió.

    Esto lo molesto aún más. ¿Qué quería?

    El contenido de la carta era evidentemente falso. O al menos eso quiso creer. Kiev simplemente no podría ...

    Era absurdo. Imposible.
    Pero las palabras resonaban.
    Le recordaban una conversación lejana, olvidada casi a propósito. Una noche en la que Rubí lo había rescatado de los Di Conti.

    Y entonces, lo entendió.

    —Maldita sea… —murmuró, casi para sí.

    Ryan sostuvo la mirada de Marcos unos segundos más. Fría. Inquebrantable.

    —Vete —dijo finalmente, sin levantar la voz.

    El pelinegro abrió la boca, como si aún quisiera explicar algo, pero la expresión de Ryan fue suficiente. No había espacio para disculpas. Ni para excusas.

    Lo observó marcharse.
    El sonido de la puerta al cerrarse fue como un disparo seco en el silencio de la oficina.

    Entonces Ryan se dejó caer hacia adelante, apoyando los codos sobre el escritorio. Se cubrió la cabeza con ambas manos.

    Y por un momento… solo respiró.

    Temblaba. Esto lo estaba matando.

    La carta seguía sobre la mesa, no lo volvió a mirar. Simplemente la arrugó y lo tiró a la basura.

    Llamo a uno de sus hombres y dió una orden.

    Nadie debía acercarse.
    No quería ver a ninguno de sus hombres.
    A ninguno de sus amigos.
    Ni siquiera una sombra.
    Nada.

    Mucho menos nada de ruido.

    Quería estar solo.

    Porque si alguien entraba... Iba a descargar su ira sobre el.
    [ 𝑴𝒂𝒍𝒅𝒊𝒕𝒐 𝒊𝒏𝒇𝒆𝒍𝒊𝒛. ── 𝐇𝐢𝐣𝐨 𝐝𝐞 . . . ¡𝐌𝐈𝐄𝐑𝐃𝐀! ] El estruendo fue brutal. El golpe sobre el escritorio retumbó por toda la oficina, desparramando papeles como si el aire mismo hubiese estallado. En una esquina, los restos de un vaso roto brillaban bajo la luz tenue, fragmentos de vidrio que parecían ecos del caos. El italiano respiraba con dificultad, como si el simple acto de contenerse fuera una carga demasiado pesada. Había perdido el control. Por completo. La sangre aún manchaba su camisa. Un rastro imborrable de la reunión que había tenido con el ruso. Una reunión que, evidentemente, no había terminado bien. El rubio permanecía de pie. Inmóvil. Pero sus nudillos, endurecidos por la tensión, hablaban por él. Sus hombros rígidos, el semblante encendido por una ira contenida que no era habitual en él. Su habitual aire despreocupado, parecía lejano, diluido en la atmósfera viciada de la oficina. Se pasó una mano por el cabello, un gesto breve, cargado de frustración. Pero no era la escena, ni siquiera el recuerdo de la sangre, lo que lo carcomía por dentro. Era Marcos. Detrás de él, cabizbajo, en silencio. —¿Tú lo sabías? —preguntó sin girarse del todo, apenas ladeando el rostro. Su voz era baja, afilada. La mirada dorada lo alcanzó con una frialdad. No hubo respuesta. Solo el silencio cobarde de una cabeza que se hundía aún más. Ryan no lo toleró. Se giró de golpe y lo tomó por la camisa. —Responde —espetó, la voz tensa, quebrada por la furia. —Señor Ryan… él tiene que irse. Es… por su bien. Ryan soltó una carcajada breve, amarga, sin humor. —¿Por su bien? —repitió, casi con desprecio—. Va a desatar una puta guerra si se cruza con el hermano de Elisabetta. Ese imbécil está completamente fuera de sí… ¿y me dices que lo hace por su bien? Una cosa es ir a Rusia para reclamar la herencia de su padre. Otra muy distinta… es expandirse sin control. Solo hubo silencio por parte del pelinegro. Ryan no pudo soportar verlo más. Lo soltó de golpe, como si su sola cercanía lo asqueara, y se dio la vuelta. Caminó hacia su escritorio y se dejó caer en la silla con un suspiro denso, frustrado. Uno que no solo cargaba ira, sino hartazgo. No era solo su familia. Ni los rostros conocidos que ahora se desdibujaban entre traiciones. Ni siquiera los que buscaban su cabeza desde las sombras, uno por uno, como perros hambrientos. Era todo. Los amigos que preguntaban por Kiev. Las llamadas, los mensajes. “¿Se puede hablar con él?” “¿Cómo está?” “¿Volverá pronto?” ¿Y qué debía responder? ¿Que Kiev los había borrado a todos sin mirar atrás? ¿Que no quería lazos? ¿Que ni siquiera fingía interés por conservar lo que alguna vez fue parte de su mundo? ¿Que a él, a Ryan, lo había dejado de lado como si fuera uno más entre sus trabajadores y lo engaño de esa manera? Su mirada cayó sobre Marcos, aún ahí. Dudoso. Indeciso. Ese gesto solo aumentó la rabia que le carcomía por dentro. —Lárgate. No quiero volver a verte por aquí —espetó con voz seca. Tomó una botella de whisky, se sirvió lentamente en un vaso. Iba a beber, pero se detuvo al verlo todavía allí. —Dije que te largues. Pero el pelinegro, en lugar de retroceder, avanzó. Sacó una carta del bolsillo interior del saco y la dejó sobre el escritorio, en silencio. —¿Qué es esto? —preguntó Ryan, sin tocarla aún. Su tono ya no era airado, sino frío. Dejó el vaso sobre el escritorio. —La razón, señor. El señor Kiev nunca la vio. Intercepté la carta antes de que llegara a sus manos… y la escondí. No tiene remitente. El italiano frunció el ceño, miró la carta con desconfianza. Luego la tomó con cautela, como si ya sospechara que lo que iba a leer no le gustaría. La abrió. Sacó el contenido. Y entonces su mano tembló. Las palabras escritas lo helaron. Sintió cómo el aire se volvía más denso, cómo el peso del pasado caía sobre él de golpe. —¿Es de esa mujer? —preguntó sin mirar a Marcos. —No lo sé. Creí que era una mentira más… pero luego recordé ciertas cosas, de antes del secuestro de mi señor. Parece que… ella volvió. Esto lo molesto aún más. ¿Qué quería? El contenido de la carta era evidentemente falso. O al menos eso quiso creer. Kiev simplemente no podría ... Era absurdo. Imposible. Pero las palabras resonaban. Le recordaban una conversación lejana, olvidada casi a propósito. Una noche en la que Rubí lo había rescatado de los Di Conti. Y entonces, lo entendió. —Maldita sea… —murmuró, casi para sí. Ryan sostuvo la mirada de Marcos unos segundos más. Fría. Inquebrantable. —Vete —dijo finalmente, sin levantar la voz. El pelinegro abrió la boca, como si aún quisiera explicar algo, pero la expresión de Ryan fue suficiente. No había espacio para disculpas. Ni para excusas. Lo observó marcharse. El sonido de la puerta al cerrarse fue como un disparo seco en el silencio de la oficina. Entonces Ryan se dejó caer hacia adelante, apoyando los codos sobre el escritorio. Se cubrió la cabeza con ambas manos. Y por un momento… solo respiró. Temblaba. Esto lo estaba matando. La carta seguía sobre la mesa, no lo volvió a mirar. Simplemente la arrugó y lo tiró a la basura. Llamo a uno de sus hombres y dió una orden. Nadie debía acercarse. No quería ver a ninguno de sus hombres. A ninguno de sus amigos. Ni siquiera una sombra. Nada. Mucho menos nada de ruido. Quería estar solo. Porque si alguien entraba... Iba a descargar su ira sobre el.
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  • —Ahora que tendré un bebé, he pensado que, además de mis emporios: Lulu's World, Pan-cakes del rey, Hellish fashion e Infernal technology (porque obviamente es un magnate con varios negocios diferentes), también empezaré con diseño de mochilas y accesorios infantiles~

    Nunca había prestado demasiada atención a la infancia del infierno a decir verdad pero, con su embarazo, estaba más que motivado.
    —Ahora que tendré un bebé, he pensado que, además de mis emporios: Lulu's World, Pan-cakes del rey, Hellish fashion e Infernal technology (porque obviamente es un magnate con varios negocios diferentes), también empezaré con diseño de mochilas y accesorios infantiles~ Nunca había prestado demasiada atención a la infancia del infierno a decir verdad pero, con su embarazo, estaba más que motivado.
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  • °La habitación estaba apenas iluminada por una tenue luz morada que colgaba sobre el espejo de cuerpo completo. El marco del espejo estaba adornado con flores pequeñas y cadenas oxidadas, reflejando a la perfección la complicada estética de mi ser.

    Vestía completamente de negro, con una blusa que dejaba ver los tatuajes que trepaban por mi cuello , abdomen , cadera y brazos como hiedra oscura. Llevaba pantalones de vinilo ceñidos y botas con plataformas altas que hacían temblar el suelo con cada paso. ( Los cuales me ayudan a verme más alta)

    Con gesto concentrado, me acomodaba mi cabello azabache, enredando entre los mechones algunas hebillas plateadas con forma de cruces, lunas y cuchillas. Luego, ajusté cada uno de mis múltiples piercings: la ceja, la nariz, el labio, las orejas—cada uno cuidadosamente elegido para encajar con su estilo letal y elegante.°

    –" Eso es"

    Al final, me puse mi último anillo—uno con un lindo unicornio, Pero luego me arrepentí y cambie a uno de calavera —y di una vuelta sobre mi misma frente al espejo.

    Me incliné ligeramente hacia mi reflejo, alzó una ceja y murmuró con una sonrisa burlona:°

    —"Perfecta… o al menos lo suficientemente intimidante como para que nadie note que el amor me está atrapando del cuello"
    °La habitación estaba apenas iluminada por una tenue luz morada que colgaba sobre el espejo de cuerpo completo. El marco del espejo estaba adornado con flores pequeñas y cadenas oxidadas, reflejando a la perfección la complicada estética de mi ser. Vestía completamente de negro, con una blusa que dejaba ver los tatuajes que trepaban por mi cuello , abdomen , cadera y brazos como hiedra oscura. Llevaba pantalones de vinilo ceñidos y botas con plataformas altas que hacían temblar el suelo con cada paso. ( Los cuales me ayudan a verme más alta) Con gesto concentrado, me acomodaba mi cabello azabache, enredando entre los mechones algunas hebillas plateadas con forma de cruces, lunas y cuchillas. Luego, ajusté cada uno de mis múltiples piercings: la ceja, la nariz, el labio, las orejas—cada uno cuidadosamente elegido para encajar con su estilo letal y elegante.° –" Eso es" Al final, me puse mi último anillo—uno con un lindo unicornio, Pero luego me arrepentí y cambie a uno de calavera —y di una vuelta sobre mi misma frente al espejo. Me incliné ligeramente hacia mi reflejo, alzó una ceja y murmuró con una sonrisa burlona:° —"Perfecta… o al menos lo suficientemente intimidante como para que nadie note que el amor me está atrapando del cuello"
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    FICHA
    Nombre: Akane Queen Ishtar
    Raza: Híbrida entre súcubo y ogresa
    Altura: 1.52 m (en humana y goblina) - 1.80 m (en ogresa demonio)
    Ocupación: Estudiante de primer año de secundaria

    Descripción Física
    Forma humana: Cabello largo, lacio, azul con reflejos púrpura. Piel pálida, ojos verdes.

    Transformación ogresa-demonio: Aumenta de tamaño y masa muscular, piel azulada, ojos rojos, cabello largo y blanco. Cuernos con manchas negras en la frente como un Oni. Usa una alabarda extremadamente pesada que solo ella puede levantar con una mano.

    Transformación goblina: Piel azulada con un tono púrpura, cabello blanco, ojos marrones (cambian a rojos cuando se pone seria), orejas grandes. Especialista en armas de fuego y trampas.

    Familia
    Madre: Yuna Queen – Ogresa, muy cariñosa con Akane, la consiente mucho. Heredó el carácter de su madre, Ayane.

    Madre: Sasha Ishtar – Sucubu, la consiente, pero también es más estricta.

    Abuela materna: Jennifer Queen – Reina ogresa, entrenó a Akane con métodos extremadamente duros. Entrenó también a sus hijas Yuna y Albedo con rigurosidad, lo que hizo que Akane le tuviera miedo al principio.

    Abuela materna (esposa de Jennifer): Ayane Ishtar Queen – Madre de Yuna, más comprensiva y cariñosa. Al igual que Yuna, consiente mucho a Akane.

    Tía: Albedo Queen Ishtar – Hermana de Yuna. Akane al ver los entrenamientos de Jennifer con Albedo, comenzó a creer en las historias sobre el infierno que su madre vivió al entrenar con ella.

    Personalidad
    Akane comenzó siendo una niña inocente y traviesa, siempre buscando aventuras desde una edad temprana. Su amor por los animales es profundo y ha mantenido este cariño hasta la actualidad.

    Tiene una debilidad por los postres y es una glotona por naturaleza. A menudo es molestada con la idea de que podría engordar, pero ella sabe que eso no sucederá, ya que su metabolismo cambia radicalmente cuando usa sus transformaciones. Gasta una gran cantidad de energía y calorías, por lo que necesita comer mucho para reponerse. Sin embargo, si no come lo suficiente, se debilita más rápido al transformarse.

    Su apetito es enorme y se enfurece cuando la molestan con su comida, especialmente si le roban la fresa de su pastel, lo que le provoca rabietas como una niña pequeña.

    Es coqueta y algo presumida con su aspecto, pero su forma de vestir varía según sus transformaciones:

    Forma humana: Viste con un vestido negro largo con encajes estilo lolita gótica, resaltando su elegancia y gusto por la moda refinada.

    Forma ogresa-demonio: Su estilo cambia completamente, adoptando un aire rebelde y agresivo. Usa una mini falda que expone más sus piernas, junto con una blusa blanca de botones que mete en su falda, pero que a veces ata para exponer su estómago, dándole un aire de delincuente juvenil. Aunque todavia le gustan las cosas lindas, en esta forma se avergüenza fácilmente cuando su lado sensible queda expuesto.

    Forma goblina: Aquí adopta un look más funcional y práctico, reflejando su amor por la mecánica. Usa pantalón y camiseta verde, guantes de trabajo y lentes para soldar, dándole la apariencia de una típica mecánica friki. En esta forma, su naturaleza traviesa aflora aún más, se emociona por todo, aunque lucha por parecer madura, lo que le resulta difícil debido a su innata curiosidad.

    A pesar de su apariencia refinada en su forma humana, Akane carga con el trauma de los entrenamientos infernales de su abuela Jennifer. Ha sobrevivido días enteros corriendo sin comida y esquivado hachas gigantes que solo eran el calentamiento. Cuando alguien le sugiere "alcanzar su máximo potencial", su expresión se vuelve vacía, y su respuesta suele ser un seco "Tch Tch." seguido de una mirada que deja claro que nadie más la hará pasar por otro infierno de entrenamiento.

    Aunque es fuerte y temeraria, sigue siendo la misma chica traviesa y apasionada de siempre, con un amor feroz por los pequeños placeres de la vida, especialmente la comida.

    Trasfondo
    Desde su nacimiento, Akane destacó por ser diferente. Como híbrida entre súcubo y ogresa, su crecimiento acelerado le permitió desarrollar una madurez temprana, pero sin perder su innata curiosidad y espíritu travieso. Desde pequeña, adoraba explorar su entorno, escapando de casa para embarcarse en pequeñas aventuras. Su amor por los animales fue algo que nunca cambió, viéndolos como compañeros de viaje en su aprendizaje del mundo.

    A medida que crecía, su herencia híbrida se manifestó en formas inesperadas. A los 8 años, desbloqueó su primera transformación: su forma de ogresa-demonio, la cual le otorgaba un poder descomunal, aumentando su tamaño y fuerza a niveles sobrehumanos. Sin embargo, esta transformación también aceleraba su envejecimiento aparente, haciéndola lucir como una joven de 15 años cuando en realidad seguía siendo una niña. Su abuela, Jennifer Queen, al ver su potencial, decidió entrenarla bajo métodos extremos, los mismos que había impuesto sobre su propia hija, Yuna.

    Aunque Akane tenía miedo de los métodos de entrenamiento infernales de Jennifer, aceptó someterse a ellos, creyendo que era el camino para hacerse más fuerte. Sin embargo, su entusiasmo la llevó a sobreentrenarse en secreto, lo que provocó que su cuerpo sufriera una involución drástica. Sin previo aviso, perdió el acceso a su forma de ogresa-demonio y quedó atrapada en una forma infantil de goblina, reducida a tan solo 80 cm de altura. Desesperada por recuperar su fuerza, Akane pasó por un periodo de frustración y autoevaluación. Fue en este tiempo que descubrió que, aunque había perdido su físico imponente, su inteligencia y capacidad analítica habían aumentado considerablemente.

    En su forma goblina, Akane se convirtió en una prodigio de la ingeniería de armas, desarrollando dispositivos avanzados y estrategias especializadas en trampas y armamento de fuego. Su abuela Jennifer, intrigada por este cambio, le propuso un desafío: si lograba golpearla en combate con una de sus armas, le enseñaría a recuperar sus transformaciones anteriores. Akane aceptó la apuesta y, en un momento crítico durante la batalla, logró evolucionar su forma goblina, aumentando su velocidad y precisión. En un acto de desesperación, canalizó energía en un arma dañada y provocó una explosión que impactó a Jennifer, cumpliendo con el reto.

    Como recompensa, Akane recuperó su forma humana, pero con un desarrollo físico más avanzado y una nueva perspectiva de sí misma. Ahora, con total control sobre sus transformaciones, aprendió a adaptar su estilo de combate a cada una de sus formas:

    En su forma ogresa-demonio, es un torbellino de fuerza bruta, resistiendo golpes que serían mortales para otros y usando una alabarda gigantesca con facilidad.

    En su forma goblina, es una estratega veloz y astuta, especializada en armas de fuego y trampas mecánicas.

    En su forma humana, es ágil y refinada, dominando el arte de la katana con precisión letal.

    A pesar de todos los cambios, Akane sigue siendo la misma chica traviesa y curiosa de antes, aunque ahora con una perspectiva más madura sobre la vida y el combate. Su amor por la comida y los postres es insaciable, y no soporta que alguien le robe la fresa de su pastel. Su actitud varía con cada transformación, pero en su esencia, sigue siendo una soñadora con un deseo insaciable de crecer y mejorar.
    FICHA Nombre: Akane Queen Ishtar Raza: Híbrida entre súcubo y ogresa Altura: 1.52 m (en humana y goblina) - 1.80 m (en ogresa demonio) Ocupación: Estudiante de primer año de secundaria Descripción Física Forma humana: Cabello largo, lacio, azul con reflejos púrpura. Piel pálida, ojos verdes. Transformación ogresa-demonio: Aumenta de tamaño y masa muscular, piel azulada, ojos rojos, cabello largo y blanco. Cuernos con manchas negras en la frente como un Oni. Usa una alabarda extremadamente pesada que solo ella puede levantar con una mano. Transformación goblina: Piel azulada con un tono púrpura, cabello blanco, ojos marrones (cambian a rojos cuando se pone seria), orejas grandes. Especialista en armas de fuego y trampas. Familia Madre: Yuna Queen – Ogresa, muy cariñosa con Akane, la consiente mucho. Heredó el carácter de su madre, Ayane. Madre: Sasha Ishtar – Sucubu, la consiente, pero también es más estricta. Abuela materna: Jennifer Queen – Reina ogresa, entrenó a Akane con métodos extremadamente duros. Entrenó también a sus hijas Yuna y Albedo con rigurosidad, lo que hizo que Akane le tuviera miedo al principio. Abuela materna (esposa de Jennifer): Ayane Ishtar Queen – Madre de Yuna, más comprensiva y cariñosa. Al igual que Yuna, consiente mucho a Akane. Tía: Albedo Queen Ishtar – Hermana de Yuna. Akane al ver los entrenamientos de Jennifer con Albedo, comenzó a creer en las historias sobre el infierno que su madre vivió al entrenar con ella. Personalidad Akane comenzó siendo una niña inocente y traviesa, siempre buscando aventuras desde una edad temprana. Su amor por los animales es profundo y ha mantenido este cariño hasta la actualidad. Tiene una debilidad por los postres y es una glotona por naturaleza. A menudo es molestada con la idea de que podría engordar, pero ella sabe que eso no sucederá, ya que su metabolismo cambia radicalmente cuando usa sus transformaciones. Gasta una gran cantidad de energía y calorías, por lo que necesita comer mucho para reponerse. Sin embargo, si no come lo suficiente, se debilita más rápido al transformarse. Su apetito es enorme y se enfurece cuando la molestan con su comida, especialmente si le roban la fresa de su pastel, lo que le provoca rabietas como una niña pequeña. Es coqueta y algo presumida con su aspecto, pero su forma de vestir varía según sus transformaciones: Forma humana: Viste con un vestido negro largo con encajes estilo lolita gótica, resaltando su elegancia y gusto por la moda refinada. Forma ogresa-demonio: Su estilo cambia completamente, adoptando un aire rebelde y agresivo. Usa una mini falda que expone más sus piernas, junto con una blusa blanca de botones que mete en su falda, pero que a veces ata para exponer su estómago, dándole un aire de delincuente juvenil. Aunque todavia le gustan las cosas lindas, en esta forma se avergüenza fácilmente cuando su lado sensible queda expuesto. Forma goblina: Aquí adopta un look más funcional y práctico, reflejando su amor por la mecánica. Usa pantalón y camiseta verde, guantes de trabajo y lentes para soldar, dándole la apariencia de una típica mecánica friki. En esta forma, su naturaleza traviesa aflora aún más, se emociona por todo, aunque lucha por parecer madura, lo que le resulta difícil debido a su innata curiosidad. A pesar de su apariencia refinada en su forma humana, Akane carga con el trauma de los entrenamientos infernales de su abuela Jennifer. Ha sobrevivido días enteros corriendo sin comida y esquivado hachas gigantes que solo eran el calentamiento. Cuando alguien le sugiere "alcanzar su máximo potencial", su expresión se vuelve vacía, y su respuesta suele ser un seco "Tch Tch." seguido de una mirada que deja claro que nadie más la hará pasar por otro infierno de entrenamiento. Aunque es fuerte y temeraria, sigue siendo la misma chica traviesa y apasionada de siempre, con un amor feroz por los pequeños placeres de la vida, especialmente la comida. Trasfondo Desde su nacimiento, Akane destacó por ser diferente. Como híbrida entre súcubo y ogresa, su crecimiento acelerado le permitió desarrollar una madurez temprana, pero sin perder su innata curiosidad y espíritu travieso. Desde pequeña, adoraba explorar su entorno, escapando de casa para embarcarse en pequeñas aventuras. Su amor por los animales fue algo que nunca cambió, viéndolos como compañeros de viaje en su aprendizaje del mundo. A medida que crecía, su herencia híbrida se manifestó en formas inesperadas. A los 8 años, desbloqueó su primera transformación: su forma de ogresa-demonio, la cual le otorgaba un poder descomunal, aumentando su tamaño y fuerza a niveles sobrehumanos. Sin embargo, esta transformación también aceleraba su envejecimiento aparente, haciéndola lucir como una joven de 15 años cuando en realidad seguía siendo una niña. Su abuela, Jennifer Queen, al ver su potencial, decidió entrenarla bajo métodos extremos, los mismos que había impuesto sobre su propia hija, Yuna. Aunque Akane tenía miedo de los métodos de entrenamiento infernales de Jennifer, aceptó someterse a ellos, creyendo que era el camino para hacerse más fuerte. Sin embargo, su entusiasmo la llevó a sobreentrenarse en secreto, lo que provocó que su cuerpo sufriera una involución drástica. Sin previo aviso, perdió el acceso a su forma de ogresa-demonio y quedó atrapada en una forma infantil de goblina, reducida a tan solo 80 cm de altura. Desesperada por recuperar su fuerza, Akane pasó por un periodo de frustración y autoevaluación. Fue en este tiempo que descubrió que, aunque había perdido su físico imponente, su inteligencia y capacidad analítica habían aumentado considerablemente. En su forma goblina, Akane se convirtió en una prodigio de la ingeniería de armas, desarrollando dispositivos avanzados y estrategias especializadas en trampas y armamento de fuego. Su abuela Jennifer, intrigada por este cambio, le propuso un desafío: si lograba golpearla en combate con una de sus armas, le enseñaría a recuperar sus transformaciones anteriores. Akane aceptó la apuesta y, en un momento crítico durante la batalla, logró evolucionar su forma goblina, aumentando su velocidad y precisión. En un acto de desesperación, canalizó energía en un arma dañada y provocó una explosión que impactó a Jennifer, cumpliendo con el reto. Como recompensa, Akane recuperó su forma humana, pero con un desarrollo físico más avanzado y una nueva perspectiva de sí misma. Ahora, con total control sobre sus transformaciones, aprendió a adaptar su estilo de combate a cada una de sus formas: En su forma ogresa-demonio, es un torbellino de fuerza bruta, resistiendo golpes que serían mortales para otros y usando una alabarda gigantesca con facilidad. En su forma goblina, es una estratega veloz y astuta, especializada en armas de fuego y trampas mecánicas. En su forma humana, es ágil y refinada, dominando el arte de la katana con precisión letal. A pesar de todos los cambios, Akane sigue siendo la misma chica traviesa y curiosa de antes, aunque ahora con una perspectiva más madura sobre la vida y el combate. Su amor por la comida y los postres es insaciable, y no soporta que alguien le robe la fresa de su pastel. Su actitud varía con cada transformación, pero en su esencia, sigue siendo una soñadora con un deseo insaciable de crecer y mejorar.
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  • A veces para poder llevar el pan a la mesa... Tiene que hacer algunas cosas humillantes.

    — Saca la maldita foto o quemo ahora mismo este estúpido disfraz.

    #SeductiveSunday
    A veces para poder llevar el pan a la mesa... Tiene que hacer algunas cosas humillantes. — Saca la maldita foto o quemo ahora mismo este estúpido disfraz. 💢 — #SeductiveSunday
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