• 🎃 ᴀᴍᴏɴɢ ꜱʜᴀᴅᴏᴡꜱ: ʟᴀ ɴᴏᴄʜᴇ ᴅᴇʟ ᴊᴜᴇɢᴏ ꜱɪʟᴇɴᴄɪᴏꜱᴏ
    Fandom Scream x Original
    Categoría Suspenso
    Reglas simples: Nadie revela su identidad, todos usan máscara, y solo uno sabrá la verdad.

    La noche de Halloween cayó con un aire distinto, casi eléctrico. En el antiguo edificio del campus, los estudiantes se reunían bajo un mismo pretexto: Una fiesta exclusiva, un “juego” inventado por la fraternidad más excéntrica del lugar.
    Luces anaranjadas, humo artificial, y un cartel en la entrada que decía en letras rojas:
    “Among Shadows — Solo los valientes entran.”

    A medianoche, la voz del anfitrión resonó en los altavoces:

    “Entre nosotros se esconde alguien. Encuéntrenlo… antes de que él los encuentre a ustedes.”

    Las luces titilaron. Un grito se ahogó entre risas nerviosas.
    Cuando la música volvió, una máscara yacía en el suelo, rota. Nadie supo si era parte del juego o el inicio de algo más real.

    Entre los asistentes, una figura pelirroja observaba desde el fondo.
    Su disfraz: elegante, oscuro, y coronado con una máscara blanca decorada con cristales carmesí.
    Sadie Macher no participaba para ganar. Observaba, medía, analizaba. El miedo era su tablero, y todos los demás, simples piezas.

    —This will be fun, murmuró con una sonrisa apenas visible.

    Reglas del rol:
    — Cualquier personaje puede unirse.
    — Todos deben llevar disfraz.
    — Nadie conoce las identidades reales.
    — Se fomenta el suspenso, la manipulación social y la tensión psicológica.
    — El miedo, la sospecha y el juego mental son el eje principal.

    Bienvenido al juego. No confíes en nadie.
    Reglas simples: Nadie revela su identidad, todos usan máscara, y solo uno sabrá la verdad. La noche de Halloween cayó con un aire distinto, casi eléctrico. En el antiguo edificio del campus, los estudiantes se reunían bajo un mismo pretexto: Una fiesta exclusiva, un “juego” inventado por la fraternidad más excéntrica del lugar. Luces anaranjadas, humo artificial, y un cartel en la entrada que decía en letras rojas: “Among Shadows — Solo los valientes entran.” A medianoche, la voz del anfitrión resonó en los altavoces: “Entre nosotros se esconde alguien. Encuéntrenlo… antes de que él los encuentre a ustedes.” Las luces titilaron. Un grito se ahogó entre risas nerviosas. Cuando la música volvió, una máscara yacía en el suelo, rota. Nadie supo si era parte del juego o el inicio de algo más real. Entre los asistentes, una figura pelirroja observaba desde el fondo. Su disfraz: elegante, oscuro, y coronado con una máscara blanca decorada con cristales carmesí. Sadie Macher no participaba para ganar. Observaba, medía, analizaba. El miedo era su tablero, y todos los demás, simples piezas. —This will be fun, murmuró con una sonrisa apenas visible. 🔪 Reglas del rol: — Cualquier personaje puede unirse. — Todos deben llevar disfraz. — Nadie conoce las identidades reales. — Se fomenta el suspenso, la manipulación social y la tensión psicológica. — El miedo, la sospecha y el juego mental son el eje principal. 🎭 Bienvenido al juego. No confíes en nadie.
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    Estado
    Disponible
    Hermano gemelo de Yunseok Wang ( avatar: Jackson Wang)
    https://youtu.be/Rhy7_Y15FrI?si=BQ5NOa7GHJfiUO9g

    Estado: Desaparecido desde el nacimiento
    Edad: 30 años
    Nacionalidad: Coreano–china
    Lugar de nacimiento: Hong Kong
    Naturaleza actual: Desconocida (posible híbrido)


    Datos confirmados

    Nació el 16 de Octubre de 1995 junto a Yunseok.
    Fue declarado muerto minutos después del parto,
    pero su cuerpo jamás apareció.
    Zhao Feng Wang, su padre mafioso, lo sustrajo de la clínica
    tras descubrir que el niño portaba el Gen Wang Δ — una mutación que amplificaba la mente…y corrompía el alma.

    Creció en la sombra, lejos del hogar.
    Su paradero es incierto.

    Sus ojos son idénticos a los de Yunseok,
    pero más oscuros.
    Su presencia deja una sensación de frío,
    como si la luz evitara tocarlo.ㅤ

    Perfil psicológico

    Brillante, silencioso, impredecible.
    No conoce el amor, solo la estrategia.
    Su mente razona con precisión mortal,
    mientras el gen malvado distorsiona su humanidad.

    Algunos lo describen como un líder,
    otros, como un eco de Zhao Feng Wang.

    Yunseok lo busca no por justicia, sino por amor.

    "Si el fuego corrompió su sangre,
    seré yo quien lo apague con mis manos.”

    — Yunseok Wang

    Situación actual

    Identidad: No registrada

    Apariencia: Idéntica a Yunseok (cabello oscuro, ojos negros, cicatriz en la sien izquierda)

    Peligrosidad: Alta / emocionalmente inestable

    Hombre (30 años)
    Naturaleza ambigua — humano o híbrido.
    Personalidad oscura, estratégica, emocionalmente fracturada.
    Capaz de amar y odiar con la misma intensidad.
    El vínculo con Yunseok es inevitable.

    #WangLineage #TwinDarkness #YunseokWang #FamilyLore #TheLostTwin #GenDelta #Classified
    Hermano gemelo de Yunseok Wang ( avatar: Jackson Wang) https://youtu.be/Rhy7_Y15FrI?si=BQ5NOa7GHJfiUO9g ㅤ Estado: Desaparecido desde el nacimiento Edad: 30 años Nacionalidad: Coreano–china Lugar de nacimiento: Hong Kong Naturaleza actual: Desconocida (posible híbrido) ㅤ ⚜️ Datos confirmados Nació el 16 de Octubre de 1995 junto a Yunseok. Fue declarado muerto minutos después del parto, pero su cuerpo jamás apareció. Zhao Feng Wang, su padre mafioso, lo sustrajo de la clínica tras descubrir que el niño portaba el Gen Wang Δ — una mutación que amplificaba la mente…y corrompía el alma. Creció en la sombra, lejos del hogar. Su paradero es incierto. Sus ojos son idénticos a los de Yunseok, pero más oscuros. Su presencia deja una sensación de frío, como si la luz evitara tocarlo.ㅤ ⚫ Perfil psicológico Brillante, silencioso, impredecible. No conoce el amor, solo la estrategia. Su mente razona con precisión mortal, mientras el gen malvado distorsiona su humanidad. Algunos lo describen como un líder, otros, como un eco de Zhao Feng Wang. Yunseok lo busca no por justicia, sino por amor. "Si el fuego corrompió su sangre, seré yo quien lo apague con mis manos.” — Yunseok Wang 🕵️‍♂️ Situación actual Identidad: No registrada Apariencia: Idéntica a Yunseok (cabello oscuro, ojos negros, cicatriz en la sien izquierda) Peligrosidad: Alta / emocionalmente inestable 🩸 Hombre (30 años) Naturaleza ambigua — humano o híbrido. Personalidad oscura, estratégica, emocionalmente fracturada. Capaz de amar y odiar con la misma intensidad. El vínculo con Yunseok es inevitable. ㅤ #WangLineage #TwinDarkness #YunseokWang #FamilyLore #TheLostTwin #GenDelta #Classified
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  • 𝐂𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄𝐉𝐎 - 𝐕𝐈
    𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐡é𝐫𝐨𝐞𝐬 𝐲 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨𝐬

    ────Yo, Anquises, hijo de Capis, descendiente Dárdano, presento ahora a mi hijo Eneas ante los dioses para pedir su protección y sus bendiciones.

    Al tercer día, como dictaban las costumbres de los troyanos, Anquises había alzado a su hijo frente al fuego del hogar, en una pequeña ceremonia a la que asistieron algunas de las familias nobles de las ciudades aliadas de Dardania. Luego, se volvió hacia el sacerdote, quién posó su mano sobre la cabeza de su hijo para bendecirlo.

    El sacerdote comenzó a recitar plegarias sagradas para el Portador de Tormentas, pero su voz, vieja y astillada como la corteza de un viejo roble, flotó a un lugar lejano para Afro. Ocupaba su sitio junto al resto de los sirvientes congregados en el patio del palacio, entre las sombras que retrocedían ante el fuego de las antorchas dispuestas a su alrededor. Se refugio bajo el largo velo que caía detrás de su espalda. Aunque era una noche de verano, el aire cargado del dulce aroma del incienso y jazmín estaba bastante fresco.

    ────¡Zeus Cronión! Portador del rayo, centelleante, tonante, fulminante; escúchanos ahora…

    Afro apretó las manos frente a su estómago y observó con cierto anhelo a los nobles aglomerados en el interior. No iba a negarlo: le habría encantado tener un sitio delante de todo ese gran gentío, a un lado de la reina Temiste, presenciando la ceremonia como lo que realmente era: la madre de Eneas. No obstante, estar hasta atrás también tenía sus ventajas; y es que mientras la ceremonia transcurría, Afro había tenido la ocasión de examinar con ojo curioso a los invitados.

    Observó sus ropajes, la calidad de las telas que eran superiores a lo que ella llevaba puesto, los colores, los bordados tan finos hechos con hilos de oro. Un hermoso collar de cuentas de ámbar rodeaba el cuello de una noble, resaltando el color de sus ojos felinos. «Ah, esta sabe perfectamente lo que lleva sobre las clavículas. Es su mejor arma, es obvio que acaparará todas las miradas. Y ya veo algunos cuellos curiosos erguidos en su dirección». Pensó Afro, apenas disimulando una sonrisa.

    En el otro extremo del salón, un hombre de túnica azul oscuro estaba parado a un costado de una columna, Afro arqueó una ceja. No parecía haber recibido la invitación con mucha antelación; había sido uno de los últimos invitados en atravesar las puertas y su sonrisa, aunque amable y cortes, supo ocultar el color en sus mejillas. ¿Habría corrido a toda prisa para llegar hasta el palacio? Una pulsera de diminutas conchas rodeaba su muñeca. Eso le hizo sospechar que quizás el hombre venía de las costas de Licia.

    Pero de todos los invitados, un grupo en particular llamó su atención. Nunca había visto a ninguno, a pesar de que había escuchado sus nombres; hacían compañía a la reina Temiste. La cercanía en su trato, la naturalidad con la que hablaban, tan amena y cercana, le indicó que ya existía confianza entre ellos desde hace un tiempo. Más tarde, Anquises se encargaría de contarle que se trataba de la casa real de Ilión (Troya). El rey Príamo con su corona de lapislázuli que resaltaba sobre la cascada de cabellos negros, llevaba del brazo a la reina Hécuba de mirada vivas y gentil. Y a su lado, se encontraban sus hijos, sosteniendo ramas de olivo y laurel entre sus manitas. Por la forma en que sus dedos jugueteaban con los tallos frescos, era evidente el gran esfuerzo que estaban poniendo en no pelear, ni bostezar.

    Que buenos estaban siendo esos niños, había pensado para sus adentros. Si ella tuviera ese nivel de paciencia, probablemente habría hecho grandes proezas hace mucho. Era un logro que debía reconocerse.

    Y casi como si le hubiera leído las palabras en la mente, la hija pequeña de Príamo giró la cabeza, en su dirección.

    Afro contuvo la respiración cuando esos ojos de obsidiana cruzaron con los suyos. ¿Por qué… esa niña la miraba así? Era la expresión de alguien que había encontrado un cabello en su comida y empieza, meticulosamente, a hacer una lista mental de posibles cabezas sospechosas a quién podría pertenecer esa hebra. Era la primera vez que un niño mortal la observaba de esa manera, con tanta suspicacia, y eso, para su propia sorpresa, le provocó un ligero nerviosismo.

    Forzó una sonrisa, la más amable que sus labios consiguieron esbozar y discretamente levantó la mano para saludarla. Pero su gesto se derritió al instante, como la nieve bajo el sol de primavera. La niña no solo no le devolvió el saludo, sino que su expresión ceñuda se tornó aún más analítica. Tragó saliva, aunque incomoda, Afro no se achicó, ni rompió el contacto visual. Dejó que la niña hiciera su análisis sobre ella, convirtiéndose en el objetivo de contemplación de su estudio. Creyó que la descomponía pieza por pieza, hasta entender cada función, o al menos, eso intentaba ¿Podía culparla? En su edad más temprana, motivada por la curiosidad inocente, Afro habría hecho lo mismo con una ostra y un cangrejo que encontró en las orillas de la playa de Chipre, la primera vez que pisó tierra firme después de su nacimiento en el seno de las profundidades del mar. Los dioses crecían a una velocidad alarmante, así que cuando el oleaje terminó de dar forma a la carne y la sangre celestial de su padre que habían sido arrojados al mar, las olas expulsaron a la superficie a una niña que, aunque frágil, tenía la fuerza suficiente en las extremidades para nadar hasta la costa.

    Su conocimiento sobre el mundo era limitado y sin nadie quién la supervisara, se dedicó a caminar por la playa desierta. La playa de arenas blancas era enorme, los árboles frondosos que se alzaban a la distancia no le inspiraron el menor deseo de adentrarse en su espesura. Vagó sin rumbo hasta que algo capturó su atención: una ostra. Era liviana entre sus manos y al no oír sonido alguno al sacudirla junto a su oído, la abrió con ayuda de una piedra de punta afilada. Dentro encontró un par de perlas que después convertiría en los pendientes que ahora llevaba puestos.

    Más adelante halló un cangrejo caminando detrás de una roca enorme. Se acuclilló para observarlo, fascinada por esa forma tan peculiar de moverse de lado. Cada vez que intentaba llegar al mar, ella le cortaba el paso con la mano. El pequeño insistía, avanzando primero hacia un lado y luego hacia el otro, y ella, divertida, volvía a interponerse. Un duelo de paciencia que él perdió primero. Entre risas, cuando volvió a bloquearle el camino, el cangrejo esa vez cerró sus pinzas con firmeza alrededor de su dedo.

    Aún recordaba el dolor que aquello le causó, tan vivido y punzante que podría jurar que, después de años, el cangrejo seguía aferrado a su dedo solo para darle una lección de límites. Y vaya que lo consiguió; aquella punzada fantasma bastó para devolverla, de golpe, a la realidad.

    «Está bien. Ganaste esta ronda, amigo crustáceo».

    Hizo una leve mueca, el recuerdo tardío de esas pinzas que, al parecer, aún tenían algo que reclamarle, antes de que el murmullo de la ceremonia la alcanzara en los oídos.

    Moiras santas. Eso... eso dolió bastante...

    Gracias a los dioses, el sacerdote terminó su labor, poniendo fin al análisis de aquella niña troyana. La reina Hécuba tomó de la mano a la niña para conducirla junto a sus hermanos al frente, y fue entonces que Afro descubrió el nombre de aquella chiquilla.

    ────Ven, Cassandra ─le dijo su madre─. Vamos a llevarle nuestros regalos al príncipe.

    Dedicándole una última mirada que prometía continuar con el estudio de su persona más tarde y sin hacer más, obediente, Cassandra dio media vuelta y se perdió entre la multitud de nobles que se amontonaba junto a sus hijos para presentar sus regalos a Eneas. Su familia se situó en el lugar de preeminencia que les correspondía, siendo ellos los primeros en entregar sus obsequios. Solo los hijos mayores de Príamo pasaron al frente para ofrecer las ramitas de olivo y laurel al pequeño príncipe. Claro, Eneas los observaba confundido con sus grandes ojitos. No comprendía lo que estaba ocurriendo. Pero su hijo ya desde bebé era valiente, ninguna sombra de duda o temor cubrió su rostro ante ninguno de esos extraños que se acercaron a darle la bienvenida al mundo.

    El banquete dio inicio y el palacio se llenó de música, cantos y risas. Las antorchas danzaban en los muros y las voces se mezclaron con el sonido de las copas. En lo que restó de la noche, Afro no volvió a saber nada de Cassandra ni de sus analíticos ojos de obsidiana. Por un momento, Afro se sintió como aquel cangrejo en la playa, solo que, a diferencia de él, ella ahora no tenía pinzas con que defenderse.

    Y no las necesitaba.
    𝐂𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄𝐉𝐎 - 𝐕𝐈 🦀 𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐡é𝐫𝐨𝐞𝐬 𝐲 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨𝐬 ────Yo, Anquises, hijo de Capis, descendiente Dárdano, presento ahora a mi hijo Eneas ante los dioses para pedir su protección y sus bendiciones. Al tercer día, como dictaban las costumbres de los troyanos, Anquises había alzado a su hijo frente al fuego del hogar, en una pequeña ceremonia a la que asistieron algunas de las familias nobles de las ciudades aliadas de Dardania. Luego, se volvió hacia el sacerdote, quién posó su mano sobre la cabeza de su hijo para bendecirlo. El sacerdote comenzó a recitar plegarias sagradas para el Portador de Tormentas, pero su voz, vieja y astillada como la corteza de un viejo roble, flotó a un lugar lejano para Afro. Ocupaba su sitio junto al resto de los sirvientes congregados en el patio del palacio, entre las sombras que retrocedían ante el fuego de las antorchas dispuestas a su alrededor. Se refugio bajo el largo velo que caía detrás de su espalda. Aunque era una noche de verano, el aire cargado del dulce aroma del incienso y jazmín estaba bastante fresco. ────¡Zeus Cronión! Portador del rayo, centelleante, tonante, fulminante; escúchanos ahora… Afro apretó las manos frente a su estómago y observó con cierto anhelo a los nobles aglomerados en el interior. No iba a negarlo: le habría encantado tener un sitio delante de todo ese gran gentío, a un lado de la reina Temiste, presenciando la ceremonia como lo que realmente era: la madre de Eneas. No obstante, estar hasta atrás también tenía sus ventajas; y es que mientras la ceremonia transcurría, Afro había tenido la ocasión de examinar con ojo curioso a los invitados. Observó sus ropajes, la calidad de las telas que eran superiores a lo que ella llevaba puesto, los colores, los bordados tan finos hechos con hilos de oro. Un hermoso collar de cuentas de ámbar rodeaba el cuello de una noble, resaltando el color de sus ojos felinos. «Ah, esta sabe perfectamente lo que lleva sobre las clavículas. Es su mejor arma, es obvio que acaparará todas las miradas. Y ya veo algunos cuellos curiosos erguidos en su dirección». Pensó Afro, apenas disimulando una sonrisa. En el otro extremo del salón, un hombre de túnica azul oscuro estaba parado a un costado de una columna, Afro arqueó una ceja. No parecía haber recibido la invitación con mucha antelación; había sido uno de los últimos invitados en atravesar las puertas y su sonrisa, aunque amable y cortes, supo ocultar el color en sus mejillas. ¿Habría corrido a toda prisa para llegar hasta el palacio? Una pulsera de diminutas conchas rodeaba su muñeca. Eso le hizo sospechar que quizás el hombre venía de las costas de Licia. Pero de todos los invitados, un grupo en particular llamó su atención. Nunca había visto a ninguno, a pesar de que había escuchado sus nombres; hacían compañía a la reina Temiste. La cercanía en su trato, la naturalidad con la que hablaban, tan amena y cercana, le indicó que ya existía confianza entre ellos desde hace un tiempo. Más tarde, Anquises se encargaría de contarle que se trataba de la casa real de Ilión (Troya). El rey Príamo con su corona de lapislázuli que resaltaba sobre la cascada de cabellos negros, llevaba del brazo a la reina Hécuba de mirada vivas y gentil. Y a su lado, se encontraban sus hijos, sosteniendo ramas de olivo y laurel entre sus manitas. Por la forma en que sus dedos jugueteaban con los tallos frescos, era evidente el gran esfuerzo que estaban poniendo en no pelear, ni bostezar. Que buenos estaban siendo esos niños, había pensado para sus adentros. Si ella tuviera ese nivel de paciencia, probablemente habría hecho grandes proezas hace mucho. Era un logro que debía reconocerse. Y casi como si le hubiera leído las palabras en la mente, la hija pequeña de Príamo giró la cabeza, en su dirección. Afro contuvo la respiración cuando esos ojos de obsidiana cruzaron con los suyos. ¿Por qué… esa niña la miraba así? Era la expresión de alguien que había encontrado un cabello en su comida y empieza, meticulosamente, a hacer una lista mental de posibles cabezas sospechosas a quién podría pertenecer esa hebra. Era la primera vez que un niño mortal la observaba de esa manera, con tanta suspicacia, y eso, para su propia sorpresa, le provocó un ligero nerviosismo. Forzó una sonrisa, la más amable que sus labios consiguieron esbozar y discretamente levantó la mano para saludarla. Pero su gesto se derritió al instante, como la nieve bajo el sol de primavera. La niña no solo no le devolvió el saludo, sino que su expresión ceñuda se tornó aún más analítica. Tragó saliva, aunque incomoda, Afro no se achicó, ni rompió el contacto visual. Dejó que la niña hiciera su análisis sobre ella, convirtiéndose en el objetivo de contemplación de su estudio. Creyó que la descomponía pieza por pieza, hasta entender cada función, o al menos, eso intentaba ¿Podía culparla? En su edad más temprana, motivada por la curiosidad inocente, Afro habría hecho lo mismo con una ostra y un cangrejo que encontró en las orillas de la playa de Chipre, la primera vez que pisó tierra firme después de su nacimiento en el seno de las profundidades del mar. Los dioses crecían a una velocidad alarmante, así que cuando el oleaje terminó de dar forma a la carne y la sangre celestial de su padre que habían sido arrojados al mar, las olas expulsaron a la superficie a una niña que, aunque frágil, tenía la fuerza suficiente en las extremidades para nadar hasta la costa. Su conocimiento sobre el mundo era limitado y sin nadie quién la supervisara, se dedicó a caminar por la playa desierta. La playa de arenas blancas era enorme, los árboles frondosos que se alzaban a la distancia no le inspiraron el menor deseo de adentrarse en su espesura. Vagó sin rumbo hasta que algo capturó su atención: una ostra. Era liviana entre sus manos y al no oír sonido alguno al sacudirla junto a su oído, la abrió con ayuda de una piedra de punta afilada. Dentro encontró un par de perlas que después convertiría en los pendientes que ahora llevaba puestos. Más adelante halló un cangrejo caminando detrás de una roca enorme. Se acuclilló para observarlo, fascinada por esa forma tan peculiar de moverse de lado. Cada vez que intentaba llegar al mar, ella le cortaba el paso con la mano. El pequeño insistía, avanzando primero hacia un lado y luego hacia el otro, y ella, divertida, volvía a interponerse. Un duelo de paciencia que él perdió primero. Entre risas, cuando volvió a bloquearle el camino, el cangrejo esa vez cerró sus pinzas con firmeza alrededor de su dedo. Aún recordaba el dolor que aquello le causó, tan vivido y punzante que podría jurar que, después de años, el cangrejo seguía aferrado a su dedo solo para darle una lección de límites. Y vaya que lo consiguió; aquella punzada fantasma bastó para devolverla, de golpe, a la realidad. «Está bien. Ganaste esta ronda, amigo crustáceo». Hizo una leve mueca, el recuerdo tardío de esas pinzas que, al parecer, aún tenían algo que reclamarle, antes de que el murmullo de la ceremonia la alcanzara en los oídos. Moiras santas. Eso... eso dolió bastante... Gracias a los dioses, el sacerdote terminó su labor, poniendo fin al análisis de aquella niña troyana. La reina Hécuba tomó de la mano a la niña para conducirla junto a sus hermanos al frente, y fue entonces que Afro descubrió el nombre de aquella chiquilla. ────Ven, Cassandra ─le dijo su madre─. Vamos a llevarle nuestros regalos al príncipe. Dedicándole una última mirada que prometía continuar con el estudio de su persona más tarde y sin hacer más, obediente, Cassandra dio media vuelta y se perdió entre la multitud de nobles que se amontonaba junto a sus hijos para presentar sus regalos a Eneas. Su familia se situó en el lugar de preeminencia que les correspondía, siendo ellos los primeros en entregar sus obsequios. Solo los hijos mayores de Príamo pasaron al frente para ofrecer las ramitas de olivo y laurel al pequeño príncipe. Claro, Eneas los observaba confundido con sus grandes ojitos. No comprendía lo que estaba ocurriendo. Pero su hijo ya desde bebé era valiente, ninguna sombra de duda o temor cubrió su rostro ante ninguno de esos extraños que se acercaron a darle la bienvenida al mundo. El banquete dio inicio y el palacio se llenó de música, cantos y risas. Las antorchas danzaban en los muros y las voces se mezclaron con el sonido de las copas. En lo que restó de la noche, Afro no volvió a saber nada de Cassandra ni de sus analíticos ojos de obsidiana. Por un momento, Afro se sintió como aquel cangrejo en la playa, solo que, a diferencia de él, ella ahora no tenía pinzas con que defenderse. Y no las necesitaba.
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  • El pasado de Loki ~

    El pasado de loki , el dios del engaño y travesuras ~

    En los inicio de valhallan loki era conosido como el dios mas peligroso por su rumores de ser, un dios con un corazon oscuro era cruel por su sangre y poder .
    Solia ser evitado por todo el pantion tanto asi , siempre estaba solitario solo sin nadie mas ,lo demas dioses lo evitaban por ser el y tampoco le dirijian la palabras ya que era por ser temido aun asi parecia que seria siempre siendo evitado por dioses y gigantes por aquellos que lentenia miedo.
    Pero un dia todo cambio para aquel dios , aquel dios nortico llamado loki ......
    Cuando pasaba por alli vio a las valkyrias que estaban tanquilas entre ella , bromiamdo cuando una de ella la mayor de aquellas valkyrias , lanzo una una sandia justo donde esta el , loki la habia atrapado con su boca y la atrapo alli cuando algo inesperado paso ..... algo que no puedo entender a verla con aquella sonrisa frente a el , aquel sentimiento que loki jamas habia sentido.
    El pasado de Loki ~ El pasado de loki , el dios del engaño y travesuras ~ En los inicio de valhallan loki era conosido como el dios mas peligroso por su rumores de ser, un dios con un corazon oscuro era cruel por su sangre y poder . Solia ser evitado por todo el pantion tanto asi , siempre estaba solitario solo sin nadie mas ,lo demas dioses lo evitaban por ser el y tampoco le dirijian la palabras ya que era por ser temido aun asi parecia que seria siempre siendo evitado por dioses y gigantes por aquellos que lentenia miedo. Pero un dia todo cambio para aquel dios , aquel dios nortico llamado loki ...... Cuando pasaba por alli vio a las valkyrias que estaban tanquilas entre ella , bromiamdo cuando una de ella la mayor de aquellas valkyrias , lanzo una una sandia justo donde esta el , loki la habia atrapado con su boca y la atrapo alli cuando algo inesperado paso ..... algo que no puedo entender a verla con aquella sonrisa frente a el , aquel sentimiento que loki jamas habia sentido.
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  • No me quieres... Solo es así;
    Y no me victimizo ante ello.
    Solo es la verdad.

    En una lucha interna, con mi mente y corazón.
    Te deseo, te venero y te anhelo.
    Quiero hacerte saber mis oscuros deseos, tomarte, comerte, domarte...
    Pero también te rechazó, te niego, y me invento para no tenerte en medio de mi pecho.
    Me aparto, me callo, me alejo.

    Maldito deseo, bendito amor.
    Malditas ganas de lamer todo tu ser y morder tus labios.
    Bendito sea el sentir y querer tenerte dentro de mi.

    Maldito rechazo... Bendita verdad.
    Porque por algo tu lejos estás.
    Bendita tortura... Bendito dolor, porque humana sigo siendo yo.

    -
    No me quieres... Solo es así; Y no me victimizo ante ello. Solo es la verdad. En una lucha interna, con mi mente y corazón. Te deseo, te venero y te anhelo. Quiero hacerte saber mis oscuros deseos, tomarte, comerte, domarte... Pero también te rechazó, te niego, y me invento para no tenerte en medio de mi pecho. Me aparto, me callo, me alejo. Maldito deseo, bendito amor. Malditas ganas de lamer todo tu ser y morder tus labios. Bendito sea el sentir y querer tenerte dentro de mi. Maldito rechazo... Bendita verdad. Porque por algo tu lejos estás. Bendita tortura... Bendito dolor, porque humana sigo siendo yo. -
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  • — El tintinear de la campanilla sobre la puerta rompió la quietud del local como un suspiro de viento entre hojas dormidas. Zareth Aurelion cruzó el umbral con paso lento, casi ceremonioso, envuelto en su abrigo oscuro que parecía absorber la luz cálida del lugar. El contraste entre su presencia y el entorno era palpable: él, hijo de extremos celestiales e infernales, caminaba entre estanterías repletas de vida delicada, de colores suaves y aromas dulces. El aire estaba impregnado de lavanda, tierra húmeda y un leve rastro de incienso de sándalo, como si el tiempo allí se midiera en fragancias. Sus ojos dorados recorrieron el espacio con calma, deteniéndose en cada rincón como si leyera una historia oculta entre los pétalos. Se acercó a una mesa de madera donde descansaban orquídeas negras, sus dedos rozando apenas los bordes de una flor que parecía latir con luz propia, como si reconociera algo en él que no podía nombrar —

    Buenos días… Qué ramo tan peculiar el que lo acompaña. ¿Puedo ayudarlo en algo

    — La voz provenía de una mujer detrás del mostrador, de rostro sereno y manos manchadas de polen. Su mirada no era temerosa, pero sí cautelosa, como quien reconoce que algo extraordinario acaba de entrar. Zareth no respondió de inmediato. Su silencio era denso, como si las palabras tuvieran que abrirse paso entre siglos de pensamientos. Finalmente, su voz emergió, grave y pausada, como un eco que no pertenece del todo al presente —

    Busco una flor que no exista. Una que no haya sido nombrada aún

    — La florista ladeó la cabeza, sin apartar la mirada. No parecía burlarse, ni desconcertada. Solo curiosa. Caminó con calma hacia una estantería alta, donde descansaban macetas de cerámica pintadas a mano. Tomó una pequeña, de color azul profundo, y la colocó sobre el mostrador. En su interior, una flor de pétalos traslúcidos brillaba con una luz suave, casi respirando. Zareth se acercó, sin tocarla, solo observándola como si en ese instante el tiempo se hubiera detenido. Afuera, la ciudad seguía su curso, pero dentro de la floristería, el mundo parecía haberse detenido a escuchar —

    Aquí tenemos muchas que la gente olvida nombrar. Algunas florecen solo una vez al año. Otras… solo si alguien las recuerda

    — Zareth inclinó la cabeza, sus ojos fijos en la flor. No dijo nada más. Pero algo en su expresión cambió, como si una puerta invisible se hubiera abierto. Su voz volvió a surgir, más baja, más íntima —

    No busco flores para regalar. Solo… para recordar

    — La florista se acercó con la maceta entre las manos, ofreciéndosela sin palabras. La flor parecía temblar levemente, como si reconociera al visitante. Él no la tomó. Solo la contempló, y en ese silencio compartido, algo antiguo pareció despertar entre los tallos y las raíces. Una memoria sin nombre. Un vínculo sin tiempo —

    Entonces tal vez esta sea la que busca. No tiene nombre. Nadie ha querido ponerle uno. Dicen que quien lo haga… la perderá
    — El tintinear de la campanilla sobre la puerta rompió la quietud del local como un suspiro de viento entre hojas dormidas. Zareth Aurelion cruzó el umbral con paso lento, casi ceremonioso, envuelto en su abrigo oscuro que parecía absorber la luz cálida del lugar. El contraste entre su presencia y el entorno era palpable: él, hijo de extremos celestiales e infernales, caminaba entre estanterías repletas de vida delicada, de colores suaves y aromas dulces. El aire estaba impregnado de lavanda, tierra húmeda y un leve rastro de incienso de sándalo, como si el tiempo allí se midiera en fragancias. Sus ojos dorados recorrieron el espacio con calma, deteniéndose en cada rincón como si leyera una historia oculta entre los pétalos. Se acercó a una mesa de madera donde descansaban orquídeas negras, sus dedos rozando apenas los bordes de una flor que parecía latir con luz propia, como si reconociera algo en él que no podía nombrar — Buenos días… Qué ramo tan peculiar el que lo acompaña. ¿Puedo ayudarlo en algo — La voz provenía de una mujer detrás del mostrador, de rostro sereno y manos manchadas de polen. Su mirada no era temerosa, pero sí cautelosa, como quien reconoce que algo extraordinario acaba de entrar. Zareth no respondió de inmediato. Su silencio era denso, como si las palabras tuvieran que abrirse paso entre siglos de pensamientos. Finalmente, su voz emergió, grave y pausada, como un eco que no pertenece del todo al presente — Busco una flor que no exista. Una que no haya sido nombrada aún — La florista ladeó la cabeza, sin apartar la mirada. No parecía burlarse, ni desconcertada. Solo curiosa. Caminó con calma hacia una estantería alta, donde descansaban macetas de cerámica pintadas a mano. Tomó una pequeña, de color azul profundo, y la colocó sobre el mostrador. En su interior, una flor de pétalos traslúcidos brillaba con una luz suave, casi respirando. Zareth se acercó, sin tocarla, solo observándola como si en ese instante el tiempo se hubiera detenido. Afuera, la ciudad seguía su curso, pero dentro de la floristería, el mundo parecía haberse detenido a escuchar — Aquí tenemos muchas que la gente olvida nombrar. Algunas florecen solo una vez al año. Otras… solo si alguien las recuerda — Zareth inclinó la cabeza, sus ojos fijos en la flor. No dijo nada más. Pero algo en su expresión cambió, como si una puerta invisible se hubiera abierto. Su voz volvió a surgir, más baja, más íntima — No busco flores para regalar. Solo… para recordar — La florista se acercó con la maceta entre las manos, ofreciéndosela sin palabras. La flor parecía temblar levemente, como si reconociera al visitante. Él no la tomó. Solo la contempló, y en ese silencio compartido, algo antiguo pareció despertar entre los tallos y las raíces. Una memoria sin nombre. Un vínculo sin tiempo — Entonces tal vez esta sea la que busca. No tiene nombre. Nadie ha querido ponerle uno. Dicen que quien lo haga… la perderá
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  • Elegidas para vigilar y guiar el proyecto Gestal.. Un evento trágico descandeno el suceso que llevo al fracaso, ese acción las marcó para siempre, desde ese entonces, ambas hermanas, llevan el peso de ese pecado, de ser odias y despreciadas por otros androides, pero aun se tenían la una a otra para apoyarse, hasta el los momentos mas oscuros.
    Elegidas para vigilar y guiar el proyecto Gestal.. Un evento trágico descandeno el suceso que llevo al fracaso, ese acción las marcó para siempre, desde ese entonces, ambas hermanas, llevan el peso de ese pecado, de ser odias y despreciadas por otros androides, pero aun se tenían la una a otra para apoyarse, hasta el los momentos mas oscuros.
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  • 𝑳𝒂𝒔𝒕 𝑺𝒕𝒐𝒑 𝑻𝒐 𝑵𝒐𝒘𝒉𝒆𝒓𝒆
    Fandom Original
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    ㅤㅤ 𝑺𝑻𝑨𝑹𝑻𝑬𝑹
    ㅤㅤㅤ➤ Lyra Dorne

    ㅤㅤㅤㅤEl anuncio de la última llegada resonó, en un sonido hueco, por los túneles. Los últimos pasos apresurados se desvanecieron escalera arriba, hacia la superficie. Las luces fluorescentes, en un ahorro de energía post-turno, se apagaron en varias secciones de la estación, durmiendo los andenes laterales en una penumbra que solo era interrumpida por los letreros iluminados en rojo con la palabra "EXIT".

    Fue en uno de esos andenes, el más alejado de las escaleras mecánicas, dónde la quietud parecía más profunda. El escenario resultaba ser siempre el mismo, independientemente de la localización: oscuridad, soledad y las consecuencias de una batalla perdida contra uno mismo.

    Allí, yacía semiinconsciente, apoyado contra una pared fría. Su respiración era un ruido áspero e irregular. No eran solo las heridas físicas, aquel profundo corte en el costado que manchaba su camisa de un rojo oscuro, lo que lo tenía al borde del abismo.

    𝘌𝘳𝘢 𝘭𝘢 𝘨𝘳𝘪𝘦𝘵𝘢 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘰𝘭.

    Porque dentro de él, La Entidad se revolvía, eufórica, celebrando su momentánea libertad. La sombra que debería estar quieta a sus pies se retorcía de forma autónoma, alargándose y contrayéndose como un animal recién liberado.

    No había sido solo una pelea cualquiera. Había sido una contención en los túneles de servicio, contra algo que se alimentaba del miedo. Lo había sellado, pero el contraataque le había costado caro, demasiado caro, dejando abierta una brecha en sus defensas.

    Un susurro áspero, un eco de una voz que no era la suya, salía de entre sus labios, súperponiéndose a su propia voz.

    «... 𝘈𝘭 𝘧𝘪𝘯...»
    ───... 𝘼𝙡 𝙛𝙞𝙣...

    «... 𝘛𝘢𝘯 𝘥𝘶𝘭𝘤𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘭𝘪𝘣𝘦𝘳𝘵𝘢𝘥...»
    ───... 𝙏𝙖𝙣 𝙙𝙪𝙡𝙘𝙚 𝙚𝙨𝙩𝙖 𝙡𝙞𝙗𝙚𝙧𝙩𝙖𝙙... cállate.

    Con un último esfuerzo, Salvatore entreabrió los ojos. El color café de su mirada estaba velado por un fulgor plateado, el gris de un cielo tormentoso. ¿Era dolor lo que sentía? No. No sentía dolor. Era mucho peor que eso. Era la sensación de que cada latido en su pecho, era una explosión de agonia, un recordatorio de que él parasito que llevaba dentro estaba a un suspiro de tomar el control total.

    «... 𝘛𝘢𝘯 𝘥𝘦𝘣𝘪𝘭 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘤𝘶𝘦𝘳𝘱𝘰...»
    ───... 𝙏𝙖𝙣 𝙙𝙚𝙗𝙞𝙡 𝙚𝙨𝙩𝙚 𝙘𝙪𝙚𝙧𝙥𝙤 … que te calles.

    ¿Estaba susurrando en su mente, como habitualmente lo hacía? No, está vez no era ese el caso. La voz de La Entidad ya no estaba hablando solo en su mente; estaba hablando a través de él. Ambas voces, distorsionadas, superponiéndose por momentos una sobre la otra.

    «... 𝘋𝘦𝘫𝘢𝘮𝘦... 𝘠𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘰... 𝘴𝘢𝘯𝘢𝘳 𝘦𝘴𝘵𝘰...»
    ───... 𝘿𝙚𝙟𝙖𝙢𝙚... 𝙔𝙤 𝙥𝙪𝙚𝙙... ¡BASTA!...

    Su mano, temblorosa, se aferró a la pared en búsqueda de un ancla a una realidad que se le escapaba entre los dedos. Estaba solo, en un espacio público a merced de la cosa que llevaba dentro, y del primer transeúnte desprevenido que se aventurara en la penumbra de aquel andén.
    ㅤㅤ 𝑺𝑻𝑨𝑹𝑻𝑬𝑹 ㅤㅤㅤ➤ [THE.LIGHTWITCH] ㅤㅤㅤㅤEl anuncio de la última llegada resonó, en un sonido hueco, por los túneles. Los últimos pasos apresurados se desvanecieron escalera arriba, hacia la superficie. Las luces fluorescentes, en un ahorro de energía post-turno, se apagaron en varias secciones de la estación, durmiendo los andenes laterales en una penumbra que solo era interrumpida por los letreros iluminados en rojo con la palabra "EXIT". Fue en uno de esos andenes, el más alejado de las escaleras mecánicas, dónde la quietud parecía más profunda. El escenario resultaba ser siempre el mismo, independientemente de la localización: oscuridad, soledad y las consecuencias de una batalla perdida contra uno mismo. Allí, yacía semiinconsciente, apoyado contra una pared fría. Su respiración era un ruido áspero e irregular. No eran solo las heridas físicas, aquel profundo corte en el costado que manchaba su camisa de un rojo oscuro, lo que lo tenía al borde del abismo. 𝘌𝘳𝘢 𝘭𝘢 𝘨𝘳𝘪𝘦𝘵𝘢 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘰𝘭. Porque dentro de él, La Entidad se revolvía, eufórica, celebrando su momentánea libertad. La sombra que debería estar quieta a sus pies se retorcía de forma autónoma, alargándose y contrayéndose como un animal recién liberado. No había sido solo una pelea cualquiera. Había sido una contención en los túneles de servicio, contra algo que se alimentaba del miedo. Lo había sellado, pero el contraataque le había costado caro, demasiado caro, dejando abierta una brecha en sus defensas. Un susurro áspero, un eco de una voz que no era la suya, salía de entre sus labios, súperponiéndose a su propia voz. «... 𝘈𝘭 𝘧𝘪𝘯...» ───... 𝘼𝙡 𝙛𝙞𝙣... «... 𝘛𝘢𝘯 𝘥𝘶𝘭𝘤𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘭𝘪𝘣𝘦𝘳𝘵𝘢𝘥...» ───... 𝙏𝙖𝙣 𝙙𝙪𝙡𝙘𝙚 𝙚𝙨𝙩𝙖 𝙡𝙞𝙗𝙚𝙧𝙩𝙖𝙙... cállate. Con un último esfuerzo, Salvatore entreabrió los ojos. El color café de su mirada estaba velado por un fulgor plateado, el gris de un cielo tormentoso. ¿Era dolor lo que sentía? No. No sentía dolor. Era mucho peor que eso. Era la sensación de que cada latido en su pecho, era una explosión de agonia, un recordatorio de que él parasito que llevaba dentro estaba a un suspiro de tomar el control total. «... 𝘛𝘢𝘯 𝘥𝘦𝘣𝘪𝘭 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘤𝘶𝘦𝘳𝘱𝘰...» ───... 𝙏𝙖𝙣 𝙙𝙚𝙗𝙞𝙡 𝙚𝙨𝙩𝙚 𝙘𝙪𝙚𝙧𝙥𝙤 … que te calles. ¿Estaba susurrando en su mente, como habitualmente lo hacía? No, está vez no era ese el caso. La voz de La Entidad ya no estaba hablando solo en su mente; estaba hablando a través de él. Ambas voces, distorsionadas, superponiéndose por momentos una sobre la otra. «... 𝘋𝘦𝘫𝘢𝘮𝘦... 𝘠𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘰... 𝘴𝘢𝘯𝘢𝘳 𝘦𝘴𝘵𝘰...» ───... 𝘿𝙚𝙟𝙖𝙢𝙚... 𝙔𝙤 𝙥𝙪𝙚𝙙... ¡BASTA!... Su mano, temblorosa, se aferró a la pared en búsqueda de un ancla a una realidad que se le escapaba entre los dedos. Estaba solo, en un espacio público a merced de la cosa que llevaba dentro, y del primer transeúnte desprevenido que se aventurara en la penumbra de aquel andén.
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  • Nacemos, crecemos y vivimos en la creencia de que la magia blanca es todo castidad, pureza y docilidad. Pero ser de luz no significa ser inocente; algunas sabemos cómo quemar sin necesidad de usar fuego oscuro.
    Nacemos, crecemos y vivimos en la creencia de que la magia blanca es todo castidad, pureza y docilidad. Pero ser de luz no significa ser inocente; algunas sabemos cómo quemar sin necesidad de usar fuego oscuro.
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  • - Si quieres sentir el amor real, ven al lado oscuro, aquí te damos porque te queremos dar y no por necesidad .

    Frases que Darth Vader nunca dijo .
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