• —Ángela apretó el teléfono con fuerza, la pantalla iluminando su rostro en la penumbra mientras dejaba escapar un suspiro ahogado. Había intentado llamar a Alessia Leone varias veces, pero cada llamada terminaba en silencio, sin respuesta. Un nudo de ansiedad comenzó a anudarse en su pecho, un presentimiento oscuro que la hizo temblar. El eco del silencio pesaba más que cualquier palabra, y la inquietud crecía con cada minuto que pasaba sin noticias.—

    —Con movimientos decididos, Ángela se levantó del sofá, sus ojos recorriendo la habitación con urgencia. Sabía que no podía quedarse allí esperando, su corazón le gritaba que algo andaba mal. Se dirigió al armario, buscando con manos rápidas entre la ropa hasta elegir un conjunto práctico pero que le permitiera moverse con rapidez.—

    —Mientras se arreglaba, sus pensamientos giraban sin cesar: ¿Dónde estaría Alessia? ¿Le habría pasado algo? La necesidad de encontrarla crecía, y la determinación en su mirada era clara: no descansaría hasta asegurarse de que ella estuviera bien.—
    —Ángela apretó el teléfono con fuerza, la pantalla iluminando su rostro en la penumbra mientras dejaba escapar un suspiro ahogado. Había intentado llamar a [eclipse_silver_bat_642] varias veces, pero cada llamada terminaba en silencio, sin respuesta. Un nudo de ansiedad comenzó a anudarse en su pecho, un presentimiento oscuro que la hizo temblar. El eco del silencio pesaba más que cualquier palabra, y la inquietud crecía con cada minuto que pasaba sin noticias.— —Con movimientos decididos, Ángela se levantó del sofá, sus ojos recorriendo la habitación con urgencia. Sabía que no podía quedarse allí esperando, su corazón le gritaba que algo andaba mal. Se dirigió al armario, buscando con manos rápidas entre la ropa hasta elegir un conjunto práctico pero que le permitiera moverse con rapidez.— —Mientras se arreglaba, sus pensamientos giraban sin cesar: ¿Dónde estaría Alessia? ¿Le habría pasado algo? La necesidad de encontrarla crecía, y la determinación en su mirada era clara: no descansaría hasta asegurarse de que ella estuviera bien.—
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  • Las campanas suenan tres veces. El aire cambia en la Casa. Los pasillos se iluminan con faroles que desprenden una cálida luz y un apetecible aroma a tostado. Una puerta se abre en el ala este, revelando un comedor amplio y majestuoso, cubierto de polvo fino que no alcanza a opacar su esplendor.

    Candelabros de plata y velas altas que alumbran más de lo natural lanzan sombras largas por los muros decorados con tapices extraños, pinturas antiguas y pequeñas estatuillas que parecen cambiar de expresión si se las mira fijo.

    En el centro, una mesa exquisitamente servida espera.

    Hay tantos cubiertos como habitantes en la Casa.

    Todo está dispuesto. Cada silla lleva un nombre tallado en un cartoncito desgastado.

    Frente a cada plato, una copa de vino oscuro como tinta. Un aroma embriagador emana de ella: dulce, especiado, con una nota lejana de algo extrañamente familiar.

    Hay algo en el vino que invita a hablar, pero no permite mentir. Quien beba, hablará. Tal vez solo un detalle, tal vez toda una vida.

    Instrucciones:

    ¡Nuestro primer rol grupal! Las respuestas se darán en esta misma publicación, respetando el orden de llegada.

    Describe cómo llega tu personaje a la cena. ¿Va con desconfianza? ¿Bien vestido? ¿Qué siente? ¿Qué piensa?

    ¿Bebe del vino? Si lo hace, revela un dato personal, una emoción o recuerdo que el vino le obliga a confesar.

    Puedes comenzar con un monólogo, interactuar con otros personajes o simplemente observar.

    Participantes:

    El Murmullo
    Isidro Rubio Villa de Montemar
    Bella Mortem
    Kalhi NigDurgae
    Ashes
    Las campanas suenan tres veces. El aire cambia en la Casa. Los pasillos se iluminan con faroles que desprenden una cálida luz y un apetecible aroma a tostado. Una puerta se abre en el ala este, revelando un comedor amplio y majestuoso, cubierto de polvo fino que no alcanza a opacar su esplendor. Candelabros de plata y velas altas que alumbran más de lo natural lanzan sombras largas por los muros decorados con tapices extraños, pinturas antiguas y pequeñas estatuillas que parecen cambiar de expresión si se las mira fijo. En el centro, una mesa exquisitamente servida espera. Hay tantos cubiertos como habitantes en la Casa. Todo está dispuesto. Cada silla lleva un nombre tallado en un cartoncito desgastado. Frente a cada plato, una copa de vino oscuro como tinta. Un aroma embriagador emana de ella: dulce, especiado, con una nota lejana de algo extrañamente familiar. Hay algo en el vino que invita a hablar, pero no permite mentir. Quien beba, hablará. Tal vez solo un detalle, tal vez toda una vida. 🔮 Instrucciones: ¡Nuestro primer rol grupal! Las respuestas se darán en esta misma publicación, respetando el orden de llegada. Describe cómo llega tu personaje a la cena. ¿Va con desconfianza? ¿Bien vestido? ¿Qué siente? ¿Qué piensa? ¿Bebe del vino? Si lo hace, revela un dato personal, una emoción o recuerdo que el vino le obliga a confesar. Puedes comenzar con un monólogo, interactuar con otros personajes o simplemente observar. 🎭 Participantes: [spark_orange_mouse_555] [isimont12] [callefalsa123] [kalh1] [Ashes_Corben]
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  • Syvis, la antigua líder del gremio, mi maestra, aquella que me arropó desde la infancia y se encargó de hacer que aprendiera todo lo que ella sabía y guiarme a saber aquello que ella no.

    Muchos la conocían como "La Ajedrecista" porque consideraban que era una mujer carente de emociones que usaba a todas las personas y bandos para su beneficio, pero aquello no fue cierto. Syvis siempre fue una mujer cálida, dañada por el mundo que la rodeaba, por ello tenía que proyectar aquella frialdad, para que las personas no se aprovecharan de ella y su amor por el mundo.

    Su muerte fue la cosa más dolorosa que pude experimentar, fue como si me arrancarán una parte de mi mismo, como si me arrebatarán de mi madre biológica. Tuve que continuar, tomar su lugar y tratar de ser una pizca de lo que ella fue en el Gremio de Magos.

    Alais llegó hace unos años y los Oráculos dijeron que ella era la reencarnación de Syvis, pero no puedo verlo, hay algo oscuro en Alais, oculto en su sonrisa, en la bondad que muestra día a día. Me niego a aceptar que Syvis revivió en ella, porque no puedo verla, pero estoy forzado por mi deber para entrenarla, para darle lo que yo recibí, aunque esto me lleve a la locura y a perder a lo que más amo en la vida.
    Syvis, la antigua líder del gremio, mi maestra, aquella que me arropó desde la infancia y se encargó de hacer que aprendiera todo lo que ella sabía y guiarme a saber aquello que ella no. Muchos la conocían como "La Ajedrecista" porque consideraban que era una mujer carente de emociones que usaba a todas las personas y bandos para su beneficio, pero aquello no fue cierto. Syvis siempre fue una mujer cálida, dañada por el mundo que la rodeaba, por ello tenía que proyectar aquella frialdad, para que las personas no se aprovecharan de ella y su amor por el mundo. Su muerte fue la cosa más dolorosa que pude experimentar, fue como si me arrancarán una parte de mi mismo, como si me arrebatarán de mi madre biológica. Tuve que continuar, tomar su lugar y tratar de ser una pizca de lo que ella fue en el Gremio de Magos. Alais llegó hace unos años y los Oráculos dijeron que ella era la reencarnación de Syvis, pero no puedo verlo, hay algo oscuro en Alais, oculto en su sonrisa, en la bondad que muestra día a día. Me niego a aceptar que Syvis revivió en ella, porque no puedo verla, pero estoy forzado por mi deber para entrenarla, para darle lo que yo recibí, aunque esto me lleve a la locura y a perder a lo que más amo en la vida.
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  • #DespertarEnLaCasa

    No recordaba haber llegado ahí.

    Isidro se incorporó con lentitud, como si temiera que entre las sombras del cuarto pudiera ocultarse la Parca misma. Eso era habitual en él, sentir miedo de que su vida acabara nada más comenzara el día. Pero al ver que no se movía ni una rata por los suelos, pudo abandonar la cama vieja y con olor a sangre en la que había dormido. Comprobó entonces, al caminar un poco por el cuarto, que no eran solamente las sábanas las que tenían ese tufo; era toda la habitación. Aquello era un miasma que la invadía, y que no provenía de un foco que no fuera la totalidad del espacio.

    Su miedo inicial pasó pronto, reemplazado por curiosidad. El olor a sangre era muy acogedor, al fin y al cabo, y le llevaba a querer investigar. Terminó por acercarse al escritorio, dispuesto a sentarse para escribir algo en su cuaderno, pero vio entonces una nota, y la leyó. En realidad necesitó alumbrarse con una vela y cerillas, que no tardó en encontrar dentro de un cajón del escritorio. Eso le permitió ver (o más bien ignorar, pues se centraba solamente en el papel) que las paredes del cuarto estaban cubiertas de tajos y magulladuras, como si se hubiera desatado una auténtica batalla, y no faltaban tampoco unas manchas que habían pasado ya de carmín puro a marrón oscuro. Por el suelo estaban tirados su capa, sombrero, espada y revolver. Pero nada de eso le importaba tanto ahora. “Estás a salvo aquí.”

    —¿Qué fantochada es esta? —murmuró. Entonces vio el bulto de sus cosas tiradas por el suelo, y decidió que era momento de salir a ver dónde estaba. Se envolvió en la capa oscura, se ciñó el sombrero, y enfundó el revolver y la espada en su cinturón. Entonces abrió la puerta con cuidado, y salió. De no ser por la vela que aún llevaba en la mano, hubiera sido fácil pasarlo desapercibido por la oscuridad.
    #DespertarEnLaCasa No recordaba haber llegado ahí. Isidro se incorporó con lentitud, como si temiera que entre las sombras del cuarto pudiera ocultarse la Parca misma. Eso era habitual en él, sentir miedo de que su vida acabara nada más comenzara el día. Pero al ver que no se movía ni una rata por los suelos, pudo abandonar la cama vieja y con olor a sangre en la que había dormido. Comprobó entonces, al caminar un poco por el cuarto, que no eran solamente las sábanas las que tenían ese tufo; era toda la habitación. Aquello era un miasma que la invadía, y que no provenía de un foco que no fuera la totalidad del espacio. Su miedo inicial pasó pronto, reemplazado por curiosidad. El olor a sangre era muy acogedor, al fin y al cabo, y le llevaba a querer investigar. Terminó por acercarse al escritorio, dispuesto a sentarse para escribir algo en su cuaderno, pero vio entonces una nota, y la leyó. En realidad necesitó alumbrarse con una vela y cerillas, que no tardó en encontrar dentro de un cajón del escritorio. Eso le permitió ver (o más bien ignorar, pues se centraba solamente en el papel) que las paredes del cuarto estaban cubiertas de tajos y magulladuras, como si se hubiera desatado una auténtica batalla, y no faltaban tampoco unas manchas que habían pasado ya de carmín puro a marrón oscuro. Por el suelo estaban tirados su capa, sombrero, espada y revolver. Pero nada de eso le importaba tanto ahora. “Estás a salvo aquí.” —¿Qué fantochada es esta? —murmuró. Entonces vio el bulto de sus cosas tiradas por el suelo, y decidió que era momento de salir a ver dónde estaba. Se envolvió en la capa oscura, se ciñó el sombrero, y enfundó el revolver y la espada en su cinturón. Entonces abrió la puerta con cuidado, y salió. De no ser por la vela que aún llevaba en la mano, hubiera sido fácil pasarlo desapercibido por la oscuridad.
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  • Conoce tu nuevo hogar:

    La Casa de los Susurros no figura en ningún mapa. No tiene dirección postal, ni código, ni nombre registrado. Aparece solo ante quienes la necesitan, cuando la oscuridad interna es más densa que la del mundo exterior.

    Desde fuera, se alza como una mansión antigua, gótica, de piedra ennegrecida y ventanales oscuros. El jardín está cubierto por una maleza ordenada, como si la misma naturaleza supiera respetar el diseño de los parques y jardines que la rodean.

    El interior es amplio, anticuado pero cuidado, la memoria de lo que alguna vez fue la mantiene viva. Alfombras rojas gastadas recorren los pasillos, las escaleras crujen bajo el peso de recuerdos, y los candelabros emiten una luz cálida, espesa, que proyecta sombras suaves pero persistentes.

    Las habitaciones parecen despertar al tacto del huésped. Cada una es distinta, personalizada como si la Casa leyera las necesidades quienes entran. Cada habitación es distinta. Algunas recuerdan a salones de épocas pasadas, otras son más íntimas, cubiertas de espejos viejos, fotografías sin fecha o relojes detenidos. Los pasillos parecen cambiar de forma según quién los recorra. Hay lugares donde uno jura haber estado antes... aunque no sepa cuándo.

    La Casa de los Susurros te observa. Te escucha.
    Y, si te permite entrar, es porque algo en ti está a punto de revelarse.
    Conoce tu nuevo hogar: La Casa de los Susurros no figura en ningún mapa. No tiene dirección postal, ni código, ni nombre registrado. Aparece solo ante quienes la necesitan, cuando la oscuridad interna es más densa que la del mundo exterior. Desde fuera, se alza como una mansión antigua, gótica, de piedra ennegrecida y ventanales oscuros. El jardín está cubierto por una maleza ordenada, como si la misma naturaleza supiera respetar el diseño de los parques y jardines que la rodean. El interior es amplio, anticuado pero cuidado, la memoria de lo que alguna vez fue la mantiene viva. Alfombras rojas gastadas recorren los pasillos, las escaleras crujen bajo el peso de recuerdos, y los candelabros emiten una luz cálida, espesa, que proyecta sombras suaves pero persistentes. Las habitaciones parecen despertar al tacto del huésped. Cada una es distinta, personalizada como si la Casa leyera las necesidades quienes entran. Cada habitación es distinta. Algunas recuerdan a salones de épocas pasadas, otras son más íntimas, cubiertas de espejos viejos, fotografías sin fecha o relojes detenidos. Los pasillos parecen cambiar de forma según quién los recorra. Hay lugares donde uno jura haber estado antes... aunque no sepa cuándo. La Casa de los Susurros te observa. Te escucha. Y, si te permite entrar, es porque algo en ti está a punto de revelarse.
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  • ⊹ ❛ ᴛʜᴇ ᴍʏᴏsᴏᴛɪs ғʟᴏᴡᴇʀ as 𝓯orget me not , and Lucy Gray as the singing 𝑚𝑜𝑐𝑘𝑖𝑛𝑔𝑗𝑎𝑦. Is the show really over?
    ⤷ ⋆ Penned by Jackie ! [ #writting #canon ]

    Para Lucy Gray, correr no era una experiencia nueva, escapar era una extraña norma que de un momento a otro tomó fuerza, escapar de los peacekeepers… salirse con la suya. Algunos corrían porque querían gobernar el mundo que esperaba a ser conquistado, e inevitablemente veía eso en Coriolanus Snow, su mentor, y a la vez, un guerrero, alguien que podía levantar un pueblo desde el polvo.

    Para peor, o para mejor.

    Y esa misma esperanza, cambiante como el océano, la hizo detenerse en sus pasos, incluso con la fuerza del humo que parece quitarle el humo de los pulmones para salir de su boca después de haberle arrebatado las cuerdas vocales. El Capitolio, esperando quitarle todo, no podía quitarle también a su mentos.

    “¡Por favor!”

    ¿Sería un pecado decir que en aquella voz rota logró reflejarse por primera vez? Ya no eran palabras estiradas, o una voz llena de autoritarismo propio del Capitolio, no, era simplemente un humano, tan roto cómo ella, como aquellos de los distritos.

    Porque su corazón se estrujó, y antes de darse cuenta, ya estaba volviendo en sus pasos, con más esfuerzo del que se necesitaba, no solo por la explosión, sino también por el hambre, y por las cadenas que querían retrasarla.

    Tose, tose, buscando alivianar el ardor en su torso que quema desde dentro, la mezcla del humo con el polvo quiere derrumbarla. Sus ojos oscuros buscan con la mirada a Coriolanus, quien se aferra con fuerza a su vestido achicharrado, o bueno, lo que queda del vestido que alguna vez fue de su madre.

    Porque el rostro de su madre es borroso, se ha perdido entre tantas nuevas memorias, porque Lucy se había prometido recordar algo más importante que el rostro, había dejado morir ese capitulo de su vida antes de que transformara todo lo demás a fuego y cenizas. Mira a Coriolanus, y entonces, las fuerzas parecen renovadas, cómo si repentinamente todos los pecados hubiesen sido perdonados, y ahora tuviera una fuerza para luchar.

    Si no murió antes, quizá moriría ahora, pero la adrenalina, las cenizas, el humo, los cadáveres, la hacían no detenerse a pesar del flaqueo: cómo un fénix recién nacido, Lucy Gray se preguntaba: “¿Qué harás ahora? ¿Cuánto estás dispuesta a perder?”

    Cómo un fénix, tenía el deber de alzarse, no por ella, sino por aquel chico que la había hecho sentir escuchada, vista. No era jugar dios, sino más bien, no olvidar aquella humanidad que las aves parecían recoger de las sobras humanas, encontradas en el aterrizaje después de un largo vuelo.

    --¡Coriolanus!—Lucy le grita, entre el propio pitido de sus oídos, entre la neblina que amenaza consumir todo, el mismo lugar donde la muerte se está escondiendo, llevándose la cuota que Lucy Gray conoce tan bien, tan de cerca, pero hay seguridad en sus pasos, entonces, el canto para evitar que Coriolanus sucumba al sueño eterno, comienza, una voz rasposa y gastada, pero con un esfuerzo sincero:

    ...Porque el ave en algún momento de la muerte se enamoró, siempre quería su compañía, pero las manos huesudas siempre le huían, el ave siempre le decía:
    “Querida mía, tu mano he de tomar, juntos eternamente vamos a cantar.”
    La guadaña siempre se reía, y entre risas le respondía.
    “¡Ni lo pienses, ave querida! Tienes amor aquí en la vida, que te cura las heridas, quizá en la lapida desvanecida volveremos a encontrarnos. Hasta entonces, camina precavida.”

    Lucy Gray observa al chico reírse con esfuerzo, siendo que está más cerca de la inconsciencia que otra cosa, como si quisiese darse por vencido, pero a pesar de todo, estuviese luchando por no caer.

    “Querida mía, tu melodía en vez de lastimar, me causa añoranza y felicidad. Entre el vuelo, estaré esperando el estrello, que, en tus manos, estoy segura que será lleno de bondad.”

    Los paramédicos entran con rapidez hacia el gran estadio, ella sabe lo que se aproxima. Sin embargo, al darle la ultima mirada a su mentor, no se arrepiente de la decisión tomada. A pesar de todo, sigue siendo humana, incluso si eso la hizo quedar tumbada en el suelo con el cuerpo lastimado, y un cañón frío en el cuello.

    Incluso si significó terminar aprisionada otra vez, como un ave sin alas, mientras la nieve seguía cayendo en la cima, en una postura excelente.

    ⊹ ❛ ᴛʜᴇ ᴍʏᴏsᴏᴛɪs ғʟᴏᴡᴇʀ as 𝓯orget me not , and Lucy Gray as the singing 𝑚𝑜𝑐𝑘𝑖𝑛𝑔𝑗𝑎𝑦. Is the show really over? ⤷ ⋆ Penned by Jackie ! [ #writting #canon ] Para Lucy Gray, correr no era una experiencia nueva, escapar era una extraña norma que de un momento a otro tomó fuerza, escapar de los peacekeepers… salirse con la suya. Algunos corrían porque querían gobernar el mundo que esperaba a ser conquistado, e inevitablemente veía eso en Coriolanus Snow, su mentor, y a la vez, un guerrero, alguien que podía levantar un pueblo desde el polvo. Para peor, o para mejor. Y esa misma esperanza, cambiante como el océano, la hizo detenerse en sus pasos, incluso con la fuerza del humo que parece quitarle el humo de los pulmones para salir de su boca después de haberle arrebatado las cuerdas vocales. El Capitolio, esperando quitarle todo, no podía quitarle también a su mentos. “¡Por favor!” ¿Sería un pecado decir que en aquella voz rota logró reflejarse por primera vez? Ya no eran palabras estiradas, o una voz llena de autoritarismo propio del Capitolio, no, era simplemente un humano, tan roto cómo ella, como aquellos de los distritos. Porque su corazón se estrujó, y antes de darse cuenta, ya estaba volviendo en sus pasos, con más esfuerzo del que se necesitaba, no solo por la explosión, sino también por el hambre, y por las cadenas que querían retrasarla. Tose, tose, buscando alivianar el ardor en su torso que quema desde dentro, la mezcla del humo con el polvo quiere derrumbarla. Sus ojos oscuros buscan con la mirada a Coriolanus, quien se aferra con fuerza a su vestido achicharrado, o bueno, lo que queda del vestido que alguna vez fue de su madre. Porque el rostro de su madre es borroso, se ha perdido entre tantas nuevas memorias, porque Lucy se había prometido recordar algo más importante que el rostro, había dejado morir ese capitulo de su vida antes de que transformara todo lo demás a fuego y cenizas. Mira a Coriolanus, y entonces, las fuerzas parecen renovadas, cómo si repentinamente todos los pecados hubiesen sido perdonados, y ahora tuviera una fuerza para luchar. Si no murió antes, quizá moriría ahora, pero la adrenalina, las cenizas, el humo, los cadáveres, la hacían no detenerse a pesar del flaqueo: cómo un fénix recién nacido, Lucy Gray se preguntaba: “¿Qué harás ahora? ¿Cuánto estás dispuesta a perder?” Cómo un fénix, tenía el deber de alzarse, no por ella, sino por aquel chico que la había hecho sentir escuchada, vista. No era jugar dios, sino más bien, no olvidar aquella humanidad que las aves parecían recoger de las sobras humanas, encontradas en el aterrizaje después de un largo vuelo. --¡Coriolanus!—Lucy le grita, entre el propio pitido de sus oídos, entre la neblina que amenaza consumir todo, el mismo lugar donde la muerte se está escondiendo, llevándose la cuota que Lucy Gray conoce tan bien, tan de cerca, pero hay seguridad en sus pasos, entonces, el canto para evitar que Coriolanus sucumba al sueño eterno, comienza, una voz rasposa y gastada, pero con un esfuerzo sincero: ...Porque el ave en algún momento de la muerte se enamoró, siempre quería su compañía, pero las manos huesudas siempre le huían, el ave siempre le decía: “Querida mía, tu mano he de tomar, juntos eternamente vamos a cantar.” La guadaña siempre se reía, y entre risas le respondía. “¡Ni lo pienses, ave querida! Tienes amor aquí en la vida, que te cura las heridas, quizá en la lapida desvanecida volveremos a encontrarnos. Hasta entonces, camina precavida.” Lucy Gray observa al chico reírse con esfuerzo, siendo que está más cerca de la inconsciencia que otra cosa, como si quisiese darse por vencido, pero a pesar de todo, estuviese luchando por no caer. “Querida mía, tu melodía en vez de lastimar, me causa añoranza y felicidad. Entre el vuelo, estaré esperando el estrello, que, en tus manos, estoy segura que será lleno de bondad.” Los paramédicos entran con rapidez hacia el gran estadio, ella sabe lo que se aproxima. Sin embargo, al darle la ultima mirada a su mentor, no se arrepiente de la decisión tomada. A pesar de todo, sigue siendo humana, incluso si eso la hizo quedar tumbada en el suelo con el cuerpo lastimado, y un cañón frío en el cuello. Incluso si significó terminar aprisionada otra vez, como un ave sin alas, mientras la nieve seguía cayendo en la cima, en una postura excelente.
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  • Capítulo II — La Furia Silenciosa de la Adolescente Maldita

    A los dieciséis años, Luna no era una adolescente común. Mientras otras chicas aprendían a maquillarse o soñaban con amores de verano, ella ya había fundado una empresa internacional:
    NoxTech International, una firma de inteligencia artificial, vigilancia, armamento tecnológico y comercio internacional.

    Su abuelo la ayudó a abrir las puertas, pero fue su mente —afilada como un cristal roto— la que selló contratos, aplastó competencia y estableció alianzas con gobiernos sin rostro.
    A ojos del mundo, era una prodigio callada, excéntrica, con una mirada que nadie podía sostener por mucho tiempo. Su empresa se convirtió en su escudo, pero también en su arma.

    Sin embargo, conforme crecía su imperio… crecía ella.

    La maldición de las Tres Caras ya no se ocultaba fácilmente.

    Fase Humana (La Más Frágil)
    Durante el día, Luna usaba su “máscara humana”:
    Cabello blanco como el invierno, ojos marrones que reflejaban demasiado, y una piel cubierta de tatuajes que se movían lentamente, como serpientes dormidas bajo su piel.
    Era en esta fase donde sentía hambre, cansancio, e incluso algo parecido a soledad. En la humanidad estaba su herencia más débil, pero también la más dolorosa.

    Era en esta forma donde soñaba con su madre, con su risa, con sus manos cubriéndola del frío. Donde aún recordaba el olor de la leña y el canto de las aves en las montañas.

    Pero en cada despertar… volvía la ira.

    Fase Celestial (La Memoria del Padre)
    Durante la noche, bajo la luz de la luna llena o cuando tocaba la electricidad con las manos, su cuerpo cambiaba. Su piel brillaba en tonos dorados y azulados, sus ojos se volvían plateados, y una voz surgía de su garganta que no parecía humana: la voz del dios olvidado.

    En esta fase, Luna tenía visiones. Veía los pasillos del Reino Celestial, las traiciones, los banquetes manchados de sangre, y el momento exacto en que los dioses decretaron la desaparición de su padre.

    La fase celestial le daba conocimiento, clarividencia, control sobre la energía y el metal.
    Pero le arrebataba su cuerpo durante horas. A veces despertaba en ciudades que no conocía, hablando lenguas muertas.

    Fase Demoníaca (El Legado de la Maldición)
    La peor parte. La cara que no controlaba.

    Aparecía cuando sentía miedo extremo, ira profunda o culpa. Su cuerpo se retorcía, sus huesos se alargaban, su rostro se dividía en fisuras, y dos cuernos oscuros emergían.
    Su voz se transformaba en un eco rasgado. Sus ojos se teñían de rojo con una pupila vertical, y su sombra se alargaba como si estuviera viva.

    En esa fase, Luna no pensaba… sobrevivía.

    En más de una ocasión, sus enemigos desaparecieron sin dejar rastro. Rumores en la red oscura hablaban de una "dama blanca" que aparecía cuando te atrevías a tocar lo prohibido.
    A veces, ella misma se encontraba con sangre en las manos, sin recordar cómo llegó ahí.

    La Adolescente que Nadie Puede Amar
    Mientras su nombre se volvía leyenda en el mundo corporativo, Luna no podía tener amigos, ni amantes, ni aliados verdaderos.
    Cada intento de acercarse a alguien terminaba en una tragedia: pesadillas, fiebre, locura… o muerte.

    Los dioses habían sido crueles.
    No le bastaba con que nadie la adorara.
    También la habían condenado a destruir todo lo que tocara.

    Por eso, cuando Luna cumplió 18 años, tomó una decisión que selló su destino:

    “Si no puedo ser amada… seré temida.
    Si mi nombre no puede ser una plegaria… que sea una maldición.”

    Desde entonces, Luna ha trabajado desde las sombras, construyendo su red global de influencia, infiltrando templos antiguos, destruyendo cultos secretos, y descubriendo los nombres verdaderos de los dioses que la maldijeron.

    Porque la hija del dios olvidado no ha olvidado nada.
    Y sabe que, algún día, las tres caras de su maldición…
    se convertirán en armas.
    Capítulo II — La Furia Silenciosa de la Adolescente Maldita A los dieciséis años, Luna no era una adolescente común. Mientras otras chicas aprendían a maquillarse o soñaban con amores de verano, ella ya había fundado una empresa internacional: NoxTech International, una firma de inteligencia artificial, vigilancia, armamento tecnológico y comercio internacional. Su abuelo la ayudó a abrir las puertas, pero fue su mente —afilada como un cristal roto— la que selló contratos, aplastó competencia y estableció alianzas con gobiernos sin rostro. A ojos del mundo, era una prodigio callada, excéntrica, con una mirada que nadie podía sostener por mucho tiempo. Su empresa se convirtió en su escudo, pero también en su arma. Sin embargo, conforme crecía su imperio… crecía ella. La maldición de las Tres Caras ya no se ocultaba fácilmente. 🔹 Fase Humana (La Más Frágil) Durante el día, Luna usaba su “máscara humana”: Cabello blanco como el invierno, ojos marrones que reflejaban demasiado, y una piel cubierta de tatuajes que se movían lentamente, como serpientes dormidas bajo su piel. Era en esta fase donde sentía hambre, cansancio, e incluso algo parecido a soledad. En la humanidad estaba su herencia más débil, pero también la más dolorosa. Era en esta forma donde soñaba con su madre, con su risa, con sus manos cubriéndola del frío. Donde aún recordaba el olor de la leña y el canto de las aves en las montañas. Pero en cada despertar… volvía la ira. 🔸 Fase Celestial (La Memoria del Padre) Durante la noche, bajo la luz de la luna llena o cuando tocaba la electricidad con las manos, su cuerpo cambiaba. Su piel brillaba en tonos dorados y azulados, sus ojos se volvían plateados, y una voz surgía de su garganta que no parecía humana: la voz del dios olvidado. En esta fase, Luna tenía visiones. Veía los pasillos del Reino Celestial, las traiciones, los banquetes manchados de sangre, y el momento exacto en que los dioses decretaron la desaparición de su padre. La fase celestial le daba conocimiento, clarividencia, control sobre la energía y el metal. Pero le arrebataba su cuerpo durante horas. A veces despertaba en ciudades que no conocía, hablando lenguas muertas. 🔥 Fase Demoníaca (El Legado de la Maldición) La peor parte. La cara que no controlaba. Aparecía cuando sentía miedo extremo, ira profunda o culpa. Su cuerpo se retorcía, sus huesos se alargaban, su rostro se dividía en fisuras, y dos cuernos oscuros emergían. Su voz se transformaba en un eco rasgado. Sus ojos se teñían de rojo con una pupila vertical, y su sombra se alargaba como si estuviera viva. En esa fase, Luna no pensaba… sobrevivía. En más de una ocasión, sus enemigos desaparecieron sin dejar rastro. Rumores en la red oscura hablaban de una "dama blanca" que aparecía cuando te atrevías a tocar lo prohibido. A veces, ella misma se encontraba con sangre en las manos, sin recordar cómo llegó ahí. 🌒 La Adolescente que Nadie Puede Amar Mientras su nombre se volvía leyenda en el mundo corporativo, Luna no podía tener amigos, ni amantes, ni aliados verdaderos. Cada intento de acercarse a alguien terminaba en una tragedia: pesadillas, fiebre, locura… o muerte. Los dioses habían sido crueles. No le bastaba con que nadie la adorara. También la habían condenado a destruir todo lo que tocara. Por eso, cuando Luna cumplió 18 años, tomó una decisión que selló su destino: “Si no puedo ser amada… seré temida. Si mi nombre no puede ser una plegaria… que sea una maldición.” Desde entonces, Luna ha trabajado desde las sombras, construyendo su red global de influencia, infiltrando templos antiguos, destruyendo cultos secretos, y descubriendo los nombres verdaderos de los dioses que la maldijeron. Porque la hija del dios olvidado no ha olvidado nada. Y sabe que, algún día, las tres caras de su maldición… se convertirán en armas.
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  • La Niñez Maldita de Luna

    Luna nació bajo el amparo de la luna llena, en lo profundo de un bosque donde el silencio era tan espeso como la niebla. Su madre, Elira, una humana con un corazón tan puro como el agua de manantial, se enamoró de un ser que no debía existir: Kaelthar, un dios olvidado por el tiempo, exiliado del panteón celestial por oponerse a la crueldad de sus iguales.

    Kaelthar amaba a Elira con una devoción que desafiaba la eternidad. Cuando Luna nació, el cielo tembló. Era una criatura imposible: hija de lo mortal y lo divino, portadora de un poder ancestral que podía desatar el fin o el renacer de los dioses antiguos. Por eso, al primer aliento de Luna, su existencia fue considerada una abominación.

    Sus padres huyeron. Se ocultaron en cuevas selladas por runas, en ciudades fantasmas y bajo el mar. Pero los dioses siempre encuentran lo que quieren destruir.

    Cuando Luna cumplió cinco años, los encontraron. El castigo fue cruel, inhumano:

    Elira fue devorada viva por una tribu de caníbales bendecidos por los dioses, obligando a Luna a oír sus gritos.

    Kaelthar fue reducido a polvo, su alma disuelta en el viento frente a los ojos de su hija.

    Luna fue atada a una roca, obligada a ver todo, sin poder cerrar los ojos por obra de una maldición.

    Los dioses no la mataron. La maldecían por existir. Le impusieron un castigo peor que la muerte:

    “Nunca serás adorada como tu padre. Tu nombre será sinónimo de temor. Llevarás tres caras, tres verdades:
    Una humana, para ser rechazada por los hombres.
    Una celestial, para recordar lo que jamás tendrás.
    Una demoníaca, para que hasta los monstruos huyan de ti.”

    Después de aquello, la dejaron sola. Fue su abuelo materno, un hombre duro como la piedra, el que la rescató. No sabía amar, pero sí enseñar. La entrenó en idiomas, tecnología, combate y negocios. Le enseñó a sobrevivir. Le enseñó que el mundo no es un lugar para los buenos, sino para los decididos.

    A los 16 años, Luna fundó su primera empresa: "NoxTech International", una corporación de tecnología y comercio global. En pocos años, superó fronteras y gobiernos. A sus espaldas, nadie sabía que las sombras la seguían.

    Aunque parecía humana, a veces su rostro cambiaba sin aviso:

    En la noche, su rostro celestial brillaba, con ojos plateados como estrellas, atrayendo sueños y visiones.

    En la furia o en el miedo, su rostro demoníaco emergía, con cuernos oscuros, piel de obsidiana y voz de ecos rotos.

    Solo en la rutina, entre computadoras y contratos, su rostro humano le permitía pasar desapercibida.

    Luna no tenía aliados, solo empleados, enemigos y secretos. Era rica, poderosa y hermosa, pero no podía tocar a nadie sin que su piel ardiera o sus ojos revelaran la verdad.

    Los dioses la miraban desde sus tronos con desprecio. Pero también con miedo. Porque sabían que la hija del dios olvidado… nunca olvidó lo que le hicieron.

    Y en su silencio, Luna prepara su venganza. No por adoración, ni por amor.
    Sino por justicia.

    La Niñez Maldita de Luna Luna nació bajo el amparo de la luna llena, en lo profundo de un bosque donde el silencio era tan espeso como la niebla. Su madre, Elira, una humana con un corazón tan puro como el agua de manantial, se enamoró de un ser que no debía existir: Kaelthar, un dios olvidado por el tiempo, exiliado del panteón celestial por oponerse a la crueldad de sus iguales. Kaelthar amaba a Elira con una devoción que desafiaba la eternidad. Cuando Luna nació, el cielo tembló. Era una criatura imposible: hija de lo mortal y lo divino, portadora de un poder ancestral que podía desatar el fin o el renacer de los dioses antiguos. Por eso, al primer aliento de Luna, su existencia fue considerada una abominación. Sus padres huyeron. Se ocultaron en cuevas selladas por runas, en ciudades fantasmas y bajo el mar. Pero los dioses siempre encuentran lo que quieren destruir. Cuando Luna cumplió cinco años, los encontraron. El castigo fue cruel, inhumano: Elira fue devorada viva por una tribu de caníbales bendecidos por los dioses, obligando a Luna a oír sus gritos. Kaelthar fue reducido a polvo, su alma disuelta en el viento frente a los ojos de su hija. Luna fue atada a una roca, obligada a ver todo, sin poder cerrar los ojos por obra de una maldición. Los dioses no la mataron. La maldecían por existir. Le impusieron un castigo peor que la muerte: “Nunca serás adorada como tu padre. Tu nombre será sinónimo de temor. Llevarás tres caras, tres verdades: Una humana, para ser rechazada por los hombres. Una celestial, para recordar lo que jamás tendrás. Una demoníaca, para que hasta los monstruos huyan de ti.” Después de aquello, la dejaron sola. Fue su abuelo materno, un hombre duro como la piedra, el que la rescató. No sabía amar, pero sí enseñar. La entrenó en idiomas, tecnología, combate y negocios. Le enseñó a sobrevivir. Le enseñó que el mundo no es un lugar para los buenos, sino para los decididos. A los 16 años, Luna fundó su primera empresa: "NoxTech International", una corporación de tecnología y comercio global. En pocos años, superó fronteras y gobiernos. A sus espaldas, nadie sabía que las sombras la seguían. Aunque parecía humana, a veces su rostro cambiaba sin aviso: En la noche, su rostro celestial brillaba, con ojos plateados como estrellas, atrayendo sueños y visiones. En la furia o en el miedo, su rostro demoníaco emergía, con cuernos oscuros, piel de obsidiana y voz de ecos rotos. Solo en la rutina, entre computadoras y contratos, su rostro humano le permitía pasar desapercibida. Luna no tenía aliados, solo empleados, enemigos y secretos. Era rica, poderosa y hermosa, pero no podía tocar a nadie sin que su piel ardiera o sus ojos revelaran la verdad. Los dioses la miraban desde sus tronos con desprecio. Pero también con miedo. Porque sabían que la hija del dios olvidado… nunca olvidó lo que le hicieron. Y en su silencio, Luna prepara su venganza. No por adoración, ni por amor. Sino por justicia.
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    Agencia de Modelaje: Ishtar’s Demonic Déesse Infernal Glamour
    Modelo destacada: Minami Momokashi
    “La Déesse du Péché”


    Minami Momokashi, joya infernal de la agencia, encarna la dualidad que define a Demonic Déesse:
    ✦ Belleza carmesí bañada en sombras.
    ✦ Seducción de un demonio que camina entre luces divinas.
    ✦ Dominancia estética con un toque letal de dulzura.

    ❥ Modelo: Minami Momokashi
    ❥ Nombre de pasarela: Déesse du Péché
    ❥ Estilo visual: Lencería infernal de corte imperial; materiales oscuros con gemas mágicas incrustadas; detalles góticos-lujosos.
    ❥ Aura mística: Su presencia evoca corazones que arden, ojos que no parpadean, y silencio total en la habitación.
    ❥ Marca personal: Rosa prohibido — simbolismo del deseo eterno.
    ❥ Técnica de modelaje: Control total del entorno visual; manipulación emocional a través de la mirada; dominio de pose infernal y lenguaje corporal místico.

    Lema personal:
    "Que ardan tus deseos... que mi reflejo sea lo último que olvides antes de pecar."

    Minami Momokashi no desfila... domina.
    No posa... hipnotiza.
    Y bajo el estandarte de Ishtar’s Demonic Déesse Infernal Glamour, es la reina del pecado hecho belleza.
    📜 Agencia de Modelaje: Ishtar’s Demonic Déesse Infernal Glamour Modelo destacada: Minami Momokashi “La Déesse du Péché” Minami Momokashi, joya infernal de la agencia, encarna la dualidad que define a Demonic Déesse: ✦ Belleza carmesí bañada en sombras. ✦ Seducción de un demonio que camina entre luces divinas. ✦ Dominancia estética con un toque letal de dulzura. ❥ Modelo: Minami Momokashi ❥ Nombre de pasarela: Déesse du Péché ❥ Estilo visual: Lencería infernal de corte imperial; materiales oscuros con gemas mágicas incrustadas; detalles góticos-lujosos. ❥ Aura mística: Su presencia evoca corazones que arden, ojos que no parpadean, y silencio total en la habitación. ❥ Marca personal: Rosa prohibido — simbolismo del deseo eterno. ❥ Técnica de modelaje: Control total del entorno visual; manipulación emocional a través de la mirada; dominio de pose infernal y lenguaje corporal místico. Lema personal: "Que ardan tus deseos... que mi reflejo sea lo último que olvides antes de pecar." Minami Momokashi no desfila... domina. No posa... hipnotiza. Y bajo el estandarte de Ishtar’s Demonic Déesse Infernal Glamour, es la reina del pecado hecho belleza.
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  • 𝐕𝐈𝐄𝐍𝐀
    Fandom Original
    Categoría Acción
    INT. CONTINENTAL DE VIENA – NOCHE

    El mármol del vestíbulo refleja los candelabros dorados como si ocultara el cielo mismo.
    En un rincón, suena música de cuerda en vivo.
    Las conversaciones son susurros.
    Las miradas, medidores de peligro.

    La puerta giratoria gira una vez más.

    Radmila Koshkina entra.
    Andar lento.
    Firme.
    Tranquilo.

    Su abrigo oscuro, pesado y elegante, cae como una sombra viva.
    El borde deja ver apenas el tatuaje que carga en la espalda.
    En su oreja izquierda, tres piercings dorados en forma de gotas tintinean suavemente al compás de sus pasos.

    Nadie se gira.
    Pero todos la perciben.

    Llega al mostrador.
    El encargado del Continental ya la esperaba.

    —“Señorita Koshkina.
    Bienvenida de nuevo.”



    Ella saca una moneda de oro de su abrigo.
    Antigua. Usada. Valiosa.

    La deja sobre el mármol sin una sola palabra más.

    —“Suite Embajador”, dice el encargado.
    —“No ha sido ocupada desde hace meses.
    Vista al río. Aislamiento total.”



    Ella asiente con un leve movimiento de cabeza.

    El conserje, un hombre de rostro cansado y voz de terciopelo, le entrega la llave.
    Cuando su mano roza la de ella, murmura en voz baja:

    —“Zvonilka…”


    Radmila no responde.
    Tampoco sonríe.
    Solo guarda la llave, da media vuelta y se aleja con ese andar de sombra segura.

    El tintineo se pierde en el ascensor.
    Nadie se atreve a moverse hasta que la puerta se cierra.
    INT. CONTINENTAL DE VIENA – NOCHE El mármol del vestíbulo refleja los candelabros dorados como si ocultara el cielo mismo. En un rincón, suena música de cuerda en vivo. Las conversaciones son susurros. Las miradas, medidores de peligro. La puerta giratoria gira una vez más. Radmila Koshkina entra. Andar lento. Firme. Tranquilo. Su abrigo oscuro, pesado y elegante, cae como una sombra viva. El borde deja ver apenas el tatuaje que carga en la espalda. En su oreja izquierda, tres piercings dorados en forma de gotas tintinean suavemente al compás de sus pasos. Nadie se gira. Pero todos la perciben. Llega al mostrador. El encargado del Continental ya la esperaba. —“Señorita Koshkina. Bienvenida de nuevo.” Ella saca una moneda de oro de su abrigo. Antigua. Usada. Valiosa. La deja sobre el mármol sin una sola palabra más. —“Suite Embajador”, dice el encargado. —“No ha sido ocupada desde hace meses. Vista al río. Aislamiento total.” Ella asiente con un leve movimiento de cabeza. El conserje, un hombre de rostro cansado y voz de terciopelo, le entrega la llave. Cuando su mano roza la de ella, murmura en voz baja: —“Zvonilka…” Radmila no responde. Tampoco sonríe. Solo guarda la llave, da media vuelta y se aleja con ese andar de sombra segura. El tintineo se pierde en el ascensor. Nadie se atreve a moverse hasta que la puerta se cierra.
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