• Retorno
    Fandom Crossover
    Categoría Otros
    —Voló, voló muy lejos. Esta vez no a una cueva cercana o al hogar que compartió una vez con Adán y Lute. Alduin sabía cuando alejarse pese a ser un inepto en cuanto a relaciones se refería.

    Y se alejó. Vaya si lo hizo.

    — Wundun lein hofkiin (viajar mundo hogar)— fue el thu’um con el que Alduin abrió un portal a su dimensión, apareciendo en el cielo de Nirn, tan alto que parecía que el dragón estaba justo entre Masser y Secunda, las lunas que rodeaban su mundo, acompañado por las mismas, mientras los ocho planetas, uno por Aedra lo juzgaban por su traición. Miró a la tierra baldía y ahora muerta a sus pies. Ninguno de sus continentes y océanos, se salvó de su hambre cuando decidió romper sus cadenas, y volverse contra su creador. Cuando decidió ser libre.

    Sintió un nudo en el estómago frente a aquel vacío por primera vez, siendo consciente de toda la destrucción y muerte de la que fue portador, esta vez únicamente por complacencia propia, por satisfacer su rabia. Pues podría haber huido sin más en lugar de dejar aquel mundo sin un debido reinicio. Ahora no reconocía aquellas tierras. Y allí permaneció inerte en el aire, pensando en muchas cosas pero sobretodo en Adán en la noche en que le mostró su reino, y donde lo único que el primer hombre pudo ver fueron tierra, nieve, nada de vegetación, aguas putrefactas y los cascarones vacíos de toda la humanidad moviéndose sin alma, cayéndose en pedazos en forma de atormentados draugr.

    Apretó la mandíbula y apartó la mirada, deseando que el aire gélido de Skyrim se llevase su tristeza, esperando a la par una respuesta para saber que hacer. Por más que una parte de su nombre, de su ser fuer sabiduría, lo cierto es que el primer dragón nunca imaginó que llegaría un momento en el que no sabría que hacer. Finalmente un rugido de rabia que resonó como un trueno recorrió el territorio, justo en el momento en que a sus espaldas, el sol comenzó a salir en el horizonte. Alduin se volteó, mirando fijamente a Magnus, el sol. El reflejo de Akatosh, su creador el cual a su vez se reflejó como en un espejo en sus ojos rojos como la sangre. Y arrepentido por tanta destrucción y devastado por la profunda tristeza que sentía, supo lo que tenía que hacer. Otro portal se abrió esta vez hacia Aeterio. El mundo donde residía toda la magia, hogar de los Dioses de Nirn, llamados Aedra o los nueve divinos. Donde el más poderoso de todos ellos, Akatosh le creó. Sobrevoló cada uno de los territorios de aquel lugar donde los Aedra residían y donde las almas de las diferentes criaturas se dividían hacia su lugar de descanso dependiendo de su raza. En todos ellos, recordó el temor que su sombra inspiraba a las almas, pues estas era. Su alimento y ahora… De nuevo se encontró la paz y la frialdad de la nada. Terminó aterrizando en Sovengarde, el lugar en el que acababan los nórdicos que morían con valor y también la zona en la que, efectivamente fue creado. Pues de tener nacionalidad, Alduin sería de Skyrim. El lugar donde vivían los favoritos de Akatosh.

    Por mera costumbre, tomó la forma de angel y caminó en plena soledad llegando al gran palacio, donde las almas de los muertos daban grandes banquetes junto a los grandes héroes a través de los tiempos, recordando cómo Tiberio Séptim y su padre si es que así podía llamarlo, en ocasiones también acudían. Miró una a una las cristaleras que de forma colorida representaban puntos concretos de la historia y en muchos, podía verse a sí mismo.

    Empezando por su propio “nacimiento” y su reinado sobre otros dragones, recordando con orgullo lo amado que fue entonces y como solía pensar en esos tiempo que, no había en Nirn un ser más querido y poderoso que él. Continuó avanzando por los pasillos viéndose envuelto en grandes acontecimientos históricos en los que, el dragón negro era presente, a veces siendo venerado por humanos y dragones, otras como una entidad terrible a la que el dovahkiin debía derrotar. Recordó sus días de grandeza y cuanto odiaba dejarse ganar en un intento de que, la humanidad comprendiera que, solo el valor y la unión entre ellos podrían evitar la caída del mundo entero. Escena que se repetía en muchas ocasiones e incluso en las representaciones de vidrio se podía ver como Alduin iba paulatinamente amargándose, dejándose tragar por la sombra de tener que ser siempre la bestia y el deseo de, pese a ser consciente de la importancia de su trabajo, volver a ser admirado y respetado. Ya que los ventanales no solo reflejaban su infelicidad, si no como incluso sus propios compañeros le daban la espalda, dejando de verlo como a un ejemplo, un maestro, un líder. Para verlo solo como su rey. Una figura de autoridad a la que obedecer o morir, ya no había admiración, solo temor.

    —Til los ni Dovah ahst fin lein ravel elm ahrk ten zu’u— se lamentó al ver como se repetía una y otra vez, hasta el último ventanal donde se veía la última escena.

    El asesinato de los nueve divinos y cómo absorbió sus almas. Y no se reconoció. Si, era el portador de la destrucción, pero también de la creación, de un nuevo inicio. Y esta vez no llegó sin él, el mundo sencillamente acabó destruido. Golpeó aquel cristal con el puño y finalmente entró en una última sala, en la que quedaban los restos de todos. Absolutamente todos los nueve divinos. Los Aedra, donde orgulloso había probado que la muerte llegaba a todos, incluso a los dioses. Para luego, devorar sus almas y con esto su poder. Cerró los ojos y mientras los rayos de sol se filtraban por los ventanales evocando una gran cantidad de colores en la sala, sintió por última vez la calidez del poder de Akatosh y frente a los restos sin vida de aquellas deidades, Alduin pronunció el conjuro de resurrección. Abrazándose a sí mismo al notar aquella gran cantidad de poder abandonar su ser dolorosamente, quemándole las entrañas y las venas, saliendo por cada uno de los poros de su piel como si de agujas cuyo tamaño era infinito se clavasen, como su propia alma se hacía pedazos a separara aquella gran parte para devolverla a su origen. Agonizó hasta que la corriente de energía finalmente terminó de abandonarlo, haciendo que acabase cayendo de rodillas en el suelo. Sintiéndose tan débil que ni si quiera era capaz de sostener su propio peso. Respiró con dificultad, sintiendo que se se ahogaba, hasta que unos pasos comenzaron a acercarse a ėl. Lentamente alzó la mirada y se encontró con la severa de su creador, quien decepcionado y furioso, cuyas primeras palabras fueron el nombre de quien alguna vez fue su creación mas amada.

    —¿Que has hecho?—fue lo que sentenció Akatosh. Por supuesto que con solo mirarle la deidad del tiempo, pudo ver perfectamente todo lo que pasó desde su asesinato hasta llegar a ese momento, aún si todo sucedió en otro mundo. El falso angel no dijo nada, tan solo apartó la mirada con arrepentimiento, estaba dispuesto a aceptar su castigo. En realidad, no había nada que perder.

    El Dios del tiempo, tan solo hizo un gesto con la mano, y Alduin fue apresado y encerrado mientras los nueve divinos decidían que hacer con él. —
    —Voló, voló muy lejos. Esta vez no a una cueva cercana o al hogar que compartió una vez con Adán y Lute. Alduin sabía cuando alejarse pese a ser un inepto en cuanto a relaciones se refería. Y se alejó. Vaya si lo hizo. — Wundun lein hofkiin (viajar mundo hogar)— fue el thu’um con el que Alduin abrió un portal a su dimensión, apareciendo en el cielo de Nirn, tan alto que parecía que el dragón estaba justo entre Masser y Secunda, las lunas que rodeaban su mundo, acompañado por las mismas, mientras los ocho planetas, uno por Aedra lo juzgaban por su traición. Miró a la tierra baldía y ahora muerta a sus pies. Ninguno de sus continentes y océanos, se salvó de su hambre cuando decidió romper sus cadenas, y volverse contra su creador. Cuando decidió ser libre. Sintió un nudo en el estómago frente a aquel vacío por primera vez, siendo consciente de toda la destrucción y muerte de la que fue portador, esta vez únicamente por complacencia propia, por satisfacer su rabia. Pues podría haber huido sin más en lugar de dejar aquel mundo sin un debido reinicio. Ahora no reconocía aquellas tierras. Y allí permaneció inerte en el aire, pensando en muchas cosas pero sobretodo en Adán en la noche en que le mostró su reino, y donde lo único que el primer hombre pudo ver fueron tierra, nieve, nada de vegetación, aguas putrefactas y los cascarones vacíos de toda la humanidad moviéndose sin alma, cayéndose en pedazos en forma de atormentados draugr. Apretó la mandíbula y apartó la mirada, deseando que el aire gélido de Skyrim se llevase su tristeza, esperando a la par una respuesta para saber que hacer. Por más que una parte de su nombre, de su ser fuer sabiduría, lo cierto es que el primer dragón nunca imaginó que llegaría un momento en el que no sabría que hacer. Finalmente un rugido de rabia que resonó como un trueno recorrió el territorio, justo en el momento en que a sus espaldas, el sol comenzó a salir en el horizonte. Alduin se volteó, mirando fijamente a Magnus, el sol. El reflejo de Akatosh, su creador el cual a su vez se reflejó como en un espejo en sus ojos rojos como la sangre. Y arrepentido por tanta destrucción y devastado por la profunda tristeza que sentía, supo lo que tenía que hacer. Otro portal se abrió esta vez hacia Aeterio. El mundo donde residía toda la magia, hogar de los Dioses de Nirn, llamados Aedra o los nueve divinos. Donde el más poderoso de todos ellos, Akatosh le creó. Sobrevoló cada uno de los territorios de aquel lugar donde los Aedra residían y donde las almas de las diferentes criaturas se dividían hacia su lugar de descanso dependiendo de su raza. En todos ellos, recordó el temor que su sombra inspiraba a las almas, pues estas era. Su alimento y ahora… De nuevo se encontró la paz y la frialdad de la nada. Terminó aterrizando en Sovengarde, el lugar en el que acababan los nórdicos que morían con valor y también la zona en la que, efectivamente fue creado. Pues de tener nacionalidad, Alduin sería de Skyrim. El lugar donde vivían los favoritos de Akatosh. Por mera costumbre, tomó la forma de angel y caminó en plena soledad llegando al gran palacio, donde las almas de los muertos daban grandes banquetes junto a los grandes héroes a través de los tiempos, recordando cómo Tiberio Séptim y su padre si es que así podía llamarlo, en ocasiones también acudían. Miró una a una las cristaleras que de forma colorida representaban puntos concretos de la historia y en muchos, podía verse a sí mismo. Empezando por su propio “nacimiento” y su reinado sobre otros dragones, recordando con orgullo lo amado que fue entonces y como solía pensar en esos tiempo que, no había en Nirn un ser más querido y poderoso que él. Continuó avanzando por los pasillos viéndose envuelto en grandes acontecimientos históricos en los que, el dragón negro era presente, a veces siendo venerado por humanos y dragones, otras como una entidad terrible a la que el dovahkiin debía derrotar. Recordó sus días de grandeza y cuanto odiaba dejarse ganar en un intento de que, la humanidad comprendiera que, solo el valor y la unión entre ellos podrían evitar la caída del mundo entero. Escena que se repetía en muchas ocasiones e incluso en las representaciones de vidrio se podía ver como Alduin iba paulatinamente amargándose, dejándose tragar por la sombra de tener que ser siempre la bestia y el deseo de, pese a ser consciente de la importancia de su trabajo, volver a ser admirado y respetado. Ya que los ventanales no solo reflejaban su infelicidad, si no como incluso sus propios compañeros le daban la espalda, dejando de verlo como a un ejemplo, un maestro, un líder. Para verlo solo como su rey. Una figura de autoridad a la que obedecer o morir, ya no había admiración, solo temor. —Til los ni Dovah ahst fin lein ravel elm ahrk ten zu’u— se lamentó al ver como se repetía una y otra vez, hasta el último ventanal donde se veía la última escena. El asesinato de los nueve divinos y cómo absorbió sus almas. Y no se reconoció. Si, era el portador de la destrucción, pero también de la creación, de un nuevo inicio. Y esta vez no llegó sin él, el mundo sencillamente acabó destruido. Golpeó aquel cristal con el puño y finalmente entró en una última sala, en la que quedaban los restos de todos. Absolutamente todos los nueve divinos. Los Aedra, donde orgulloso había probado que la muerte llegaba a todos, incluso a los dioses. Para luego, devorar sus almas y con esto su poder. Cerró los ojos y mientras los rayos de sol se filtraban por los ventanales evocando una gran cantidad de colores en la sala, sintió por última vez la calidez del poder de Akatosh y frente a los restos sin vida de aquellas deidades, Alduin pronunció el conjuro de resurrección. Abrazándose a sí mismo al notar aquella gran cantidad de poder abandonar su ser dolorosamente, quemándole las entrañas y las venas, saliendo por cada uno de los poros de su piel como si de agujas cuyo tamaño era infinito se clavasen, como su propia alma se hacía pedazos a separara aquella gran parte para devolverla a su origen. Agonizó hasta que la corriente de energía finalmente terminó de abandonarlo, haciendo que acabase cayendo de rodillas en el suelo. Sintiéndose tan débil que ni si quiera era capaz de sostener su propio peso. Respiró con dificultad, sintiendo que se se ahogaba, hasta que unos pasos comenzaron a acercarse a ėl. Lentamente alzó la mirada y se encontró con la severa de su creador, quien decepcionado y furioso, cuyas primeras palabras fueron el nombre de quien alguna vez fue su creación mas amada. —¿Que has hecho?—fue lo que sentenció Akatosh. Por supuesto que con solo mirarle la deidad del tiempo, pudo ver perfectamente todo lo que pasó desde su asesinato hasta llegar a ese momento, aún si todo sucedió en otro mundo. El falso angel no dijo nada, tan solo apartó la mirada con arrepentimiento, estaba dispuesto a aceptar su castigo. En realidad, no había nada que perder. El Dios del tiempo, tan solo hizo un gesto con la mano, y Alduin fue apresado y encerrado mientras los nueve divinos decidían que hacer con él. —
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  • Disfrutando en una relajante Playa...
    Fandom Tomb Raider/Crossover
    Categoría Videojuegos
    Las olas se mecen suavemente, agitando el gran velo de agua azulina bajo el cielo que resplandece ante los fuertes rayos solares que hacen que aquel lugar sea de ensueño en aquellas tierras japonesas que son testigos de una gran cultura milenaria cómo fascinantes ante los ojos del mundo, conocido cómo la nación del sol naciente. En medio de aquellas aguas yace un yate pequeño que está anclado cerca de un puente que unido a la playa que por una extraña razón está casi vacía muy pocas personas alrededor, contadas se podría decir. Pero una de ellas es la más llamativa de todas.

    Su silueta tiene firmes curvas redondeadas, vestida con un traje de neopreno de color negro y zanjas amarillas con cremallera con escote en forma v, de mangas largas y sin perneras que pareciera una especie de bañador, estando con sus pies separados y plantados firmemente ante ella. Su largo cabello castaño está atado en una coleta alta. Una mochila sumergible se alojan en la parte alta de su espalda. Sus ojos brillantes son pozos color miel. Cada una de las dos pistolas descansan en una cada una de sus piernas que son sujetadas con correas que va entre su cintura y entre sus piernas.
    Pero lo más llamativo que porta un cinturón y un par de guantes cómo si fuesen hechos de pura energía de un fuerte e intenso azul eléctrico pero lo más impresionante es el martillo que guerra cuya mango es corto y tiene runas talladas demostrando que es el mismísimo Mjolnir, que junto con los demás artilugios pertenecieron a Thor, el dios nórdico del Trueno.

    Lady Lara Croft es la Condesa de Abbington, una famosa arqueóloga que ha viajado por todo el mundo en búsqueda de artilugios ocultos dentro de los vestigios de grandes civilizaciones del pasado. Lara consiguió ser la portadora del legendario Mjolnir, el martillo de Thor tras búsqueda a su madre a la perdió en un accidente aéreo que ambas sufrieron en Nepal. Lara pensó que su madre estaba en Avalón pero la realidad era que se volvió una esclava en Heimhein, el reino nórdicos de los Muertos y sin más remedio, Lara tuvo que "matarla" para liberar su cuerpo. Algo que aún le pesa a la portadora de Mjolnir.
    Las olas se mecen suavemente, agitando el gran velo de agua azulina bajo el cielo que resplandece ante los fuertes rayos solares que hacen que aquel lugar sea de ensueño en aquellas tierras japonesas que son testigos de una gran cultura milenaria cómo fascinantes ante los ojos del mundo, conocido cómo la nación del sol naciente. En medio de aquellas aguas yace un yate pequeño que está anclado cerca de un puente que unido a la playa que por una extraña razón está casi vacía muy pocas personas alrededor, contadas se podría decir. Pero una de ellas es la más llamativa de todas. Su silueta tiene firmes curvas redondeadas, vestida con un traje de neopreno de color negro y zanjas amarillas con cremallera con escote en forma v, de mangas largas y sin perneras que pareciera una especie de bañador, estando con sus pies separados y plantados firmemente ante ella. Su largo cabello castaño está atado en una coleta alta. Una mochila sumergible se alojan en la parte alta de su espalda. Sus ojos brillantes son pozos color miel. Cada una de las dos pistolas descansan en una cada una de sus piernas que son sujetadas con correas que va entre su cintura y entre sus piernas. Pero lo más llamativo que porta un cinturón y un par de guantes cómo si fuesen hechos de pura energía de un fuerte e intenso azul eléctrico pero lo más impresionante es el martillo que guerra cuya mango es corto y tiene runas talladas demostrando que es el mismísimo Mjolnir, que junto con los demás artilugios pertenecieron a Thor, el dios nórdico del Trueno. Lady Lara Croft es la Condesa de Abbington, una famosa arqueóloga que ha viajado por todo el mundo en búsqueda de artilugios ocultos dentro de los vestigios de grandes civilizaciones del pasado. Lara consiguió ser la portadora del legendario Mjolnir, el martillo de Thor tras búsqueda a su madre a la perdió en un accidente aéreo que ambas sufrieron en Nepal. Lara pensó que su madre estaba en Avalón pero la realidad era que se volvió una esclava en Heimhein, el reino nórdicos de los Muertos y sin más remedio, Lara tuvo que "matarla" para liberar su cuerpo. Algo que aún le pesa a la portadora de Mjolnir.
    Tipo
    Grupal
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    Cualquier línea
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    Me encocora
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  • En Tierras Tibetanas...
    Fandom Tomb Raider/Crossover
    Categoría Videojuegos
    Una extensa arena pareciera arder bajo los fuertes rayos solares de aquel lugar hostil y arido en tierras tibetanas, aquel lugar tan reconocido y atrayente por ser tan espiritual, efecto para realizar retiros espirituales donde algunos personas renuncian a su condición actual para dedicar en cuerpo y alma en búsqueda de la iluminación, la liberación de el ciclo continuo de reencarnaciones. Aunque una persona en particular ansia espiritualizarse más pero descubriendo a medida que conoce el territorio que los vestigios del pasado están la clase para encontrar sorpresas que están ocultas a los ojos del común de la humanidad.

    Su silueta tiene firmes curvas redondeadas, vestida con un top de color marrón verdoso con tirantes con el escote en v que muestra su estómago, debajo lleva unos shorts cortos del mismo color. Botas negras debajo de la rodilla con calcetines blancos debajo, estando con sus pies separados y plantados firmemente ante ella. Su largo cabello castaño está atado en una coleta alta. Sus manos están cubiertos con guantes de cuero negros sin dedos. Una mochila de cuero negro con correas de seguridad por encima del pecho. Sus ojos brillantes son pozos color miel. Cada una de las dos pistolas descansan en una cada una de sus piernas que son sujetadas con correas que va entre su cintura y entre sus piernas.
    Pero lo más llamativo que porta un cinturón y un par de guantes cómo si fuesen hechos de pura energía de un fuerte e intenso azul eléctrico pero lo más impresionante es el martillo que guerra cuya mango es corto y tiene runas talladas demostrando que es el mismísimo Mjönir, que junto con los demás artilugios pertenecieron a Thor, el dios nórdico del Trueno.

    Lady Lara Croft es la Condesa de Abbington, una famosa arqueóloga que ha viajado por todo el mundo en búsqueda de artilugios ocultos dentro de los vestigios de grandes civilizaciones del pasado. Lara consiguió ser la portadora del legendario Mjolnir, el martillo de Thor tras búsqueda a su madre a la perdió en un accidente aéreo que ambas sufrieron en Nepal. Lara pensó que su madre estaba en Avalón pero la realidad era que se volvió una esclava en Heimhein, el reino nórdicos de los Muertos y sin más remedio, Lara tuvo que "matarla" para liberar su cuerpo. Algo que aún le pesa a la portadora de Mjölnir.
    Una extensa arena pareciera arder bajo los fuertes rayos solares de aquel lugar hostil y arido en tierras tibetanas, aquel lugar tan reconocido y atrayente por ser tan espiritual, efecto para realizar retiros espirituales donde algunos personas renuncian a su condición actual para dedicar en cuerpo y alma en búsqueda de la iluminación, la liberación de el ciclo continuo de reencarnaciones. Aunque una persona en particular ansia espiritualizarse más pero descubriendo a medida que conoce el territorio que los vestigios del pasado están la clase para encontrar sorpresas que están ocultas a los ojos del común de la humanidad. Su silueta tiene firmes curvas redondeadas, vestida con un top de color marrón verdoso con tirantes con el escote en v que muestra su estómago, debajo lleva unos shorts cortos del mismo color. Botas negras debajo de la rodilla con calcetines blancos debajo, estando con sus pies separados y plantados firmemente ante ella. Su largo cabello castaño está atado en una coleta alta. Sus manos están cubiertos con guantes de cuero negros sin dedos. Una mochila de cuero negro con correas de seguridad por encima del pecho. Sus ojos brillantes son pozos color miel. Cada una de las dos pistolas descansan en una cada una de sus piernas que son sujetadas con correas que va entre su cintura y entre sus piernas. Pero lo más llamativo que porta un cinturón y un par de guantes cómo si fuesen hechos de pura energía de un fuerte e intenso azul eléctrico pero lo más impresionante es el martillo que guerra cuya mango es corto y tiene runas talladas demostrando que es el mismísimo Mjönir, que junto con los demás artilugios pertenecieron a Thor, el dios nórdico del Trueno. Lady Lara Croft es la Condesa de Abbington, una famosa arqueóloga que ha viajado por todo el mundo en búsqueda de artilugios ocultos dentro de los vestigios de grandes civilizaciones del pasado. Lara consiguió ser la portadora del legendario Mjolnir, el martillo de Thor tras búsqueda a su madre a la perdió en un accidente aéreo que ambas sufrieron en Nepal. Lara pensó que su madre estaba en Avalón pero la realidad era que se volvió una esclava en Heimhein, el reino nórdicos de los Muertos y sin más remedio, Lara tuvo que "matarla" para liberar su cuerpo. Algo que aún le pesa a la portadora de Mjölnir.
    Tipo
    Grupal
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