• Esta version de Blancanieves ¿que os parece?
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  • No todo va a ser terror *Se sonroja al verse vestida de blancanieves*
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  • -Para poder apreciar la belleza de los copos de nieve, es necesario estar en medio del frío...
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  • -Coke permanecía arrodillado en la tierra árida, con la espada clavada en la tierra detrás de él como un recordatorio constante de lo que había dejado atrás. El peso de su armadura se sentía más pesado que nunca, como si cada pedazo de acero estuviera diseñado para contener las emociones que trataba de sofocar. El frío envolvía su cuerpo, aferrándose a él como una sombra inquebrantable. Sabía que esa frialdad no venía del aire, sino de algo mucho más profundo, un vacío que habitaba en su interior y que crecía con cada respiración.-

    ¿Sabes cuál es la peor debilidad del ser humano? —se dijo a sí mismo, en un murmullo apenas audible— Es el amor...

    -Recordar esas palabras le dejaba un sabor amargo en la boca. El amor no era un faro que lo guiara, sino una carga que arrastraba consigo a cada paso, una herida abierta que nunca dejaba de sangrar. No importaba cuánto intentara ignorarlo; siempre volvía. El amor era una trampa: te hacía vulnerable, te arrancaba las defensas y luego te dejaba solo, con el alma expuesta a la tormenta.-

    -Se inclinó hacia adelante, apoyando una mano enguantada en el suelo helado. La nieve se acumulaba lentamente sobre su capa, formando un manto blanco que se derretía al contacto con su cuerpo, solo para volverse a congelar al instante. Había algo cruel en esa sensación: un ciclo interminable de esperanza y desilusión. Eso era el amor, una batalla constante entre lo que pudo ser y lo que jamás sería.-

    -Su mirada, oculta bajo el yelmo, se posó en la nada frente a él. No quedaba nadie. Las voces que antes lo acompañaban, las promesas de compañía y las risas compartidas, todo se había desvanecido como humo en el viento. Y sin embargo, el peso de esos recuerdos seguía allí, apretándole el pecho como una armadura que nunca podría quitarse.-

    No importa... —susurró, dejando que el viento helado se llevara sus palabras—

    -Estaba solo. Y quizás siempre lo había estado. Pero había algo en esa soledad que lo mantenía de pie. Tal vez era la última chispa de orgullo, o quizás el simple hecho de que rendirse no era una opción. Se levantó lentamente, con la espada a su espalda temblando bajo el peso de su decisión. Cada movimiento dolía, pero el dolor era lo único que le recordaba que aún existía.-

    -El mundo a su alrededor era una extensión de su propio vacío: árboles sin hojas, suelo seco y quebradizo, y un cielo gris que parecía eterno. Pero, ¿qué importaba? No había nadie para compartir esa vista, nadie que lo detuviera o lo alentara. Era libre en su tristeza, un caballero perdido en un campo sin batallas.-

    -Caminó sin rumbo fijo, sintiendo el eco de sus pasos resonar en la nada, como si el mismo suelo lo reconociera pero no se atreviera a detenerlo. Las sombras se alargaban a su alrededor, intentando susurrarle secretos que ya no quería escuchar. El amor, esa debilidad maldita, había dejado su marca. Pero en esa marca también había fuerza. Una vez que lo pierdes todo, ya no hay nada más que temer.-

    -La espada descansaba tranquila a su espalda, como un juramento no pronunciado, esperando el momento en que tendría que ser levantada nuevamente. Porque incluso en la más profunda soledad, incluso cuando todo parecía perdido, Coke sabía una cosa: mientras pudiera seguir adelante, había un camino. Por oscuro que fuera, por vacío que pareciera, ese camino era suyo. Y con cada paso que daba, el amor que una vez lo rompió también lo empujaba a seguir caminando, un recordatorio silencioso de que aún estaba aquí, aunque nadie más lo estuviera.-

    ════════════════════════════════════════

    https://youtu.be/M3cUCNCJSbM?si=en3K2_VKqA8Gcbdp

    si yo lo estoy ustedes igual lo estaran alv, bye.//
    -Coke permanecía arrodillado en la tierra árida, con la espada clavada en la tierra detrás de él como un recordatorio constante de lo que había dejado atrás. El peso de su armadura se sentía más pesado que nunca, como si cada pedazo de acero estuviera diseñado para contener las emociones que trataba de sofocar. El frío envolvía su cuerpo, aferrándose a él como una sombra inquebrantable. Sabía que esa frialdad no venía del aire, sino de algo mucho más profundo, un vacío que habitaba en su interior y que crecía con cada respiración.- ¿Sabes cuál es la peor debilidad del ser humano? —se dijo a sí mismo, en un murmullo apenas audible— Es el amor... -Recordar esas palabras le dejaba un sabor amargo en la boca. El amor no era un faro que lo guiara, sino una carga que arrastraba consigo a cada paso, una herida abierta que nunca dejaba de sangrar. No importaba cuánto intentara ignorarlo; siempre volvía. El amor era una trampa: te hacía vulnerable, te arrancaba las defensas y luego te dejaba solo, con el alma expuesta a la tormenta.- -Se inclinó hacia adelante, apoyando una mano enguantada en el suelo helado. La nieve se acumulaba lentamente sobre su capa, formando un manto blanco que se derretía al contacto con su cuerpo, solo para volverse a congelar al instante. Había algo cruel en esa sensación: un ciclo interminable de esperanza y desilusión. Eso era el amor, una batalla constante entre lo que pudo ser y lo que jamás sería.- -Su mirada, oculta bajo el yelmo, se posó en la nada frente a él. No quedaba nadie. Las voces que antes lo acompañaban, las promesas de compañía y las risas compartidas, todo se había desvanecido como humo en el viento. Y sin embargo, el peso de esos recuerdos seguía allí, apretándole el pecho como una armadura que nunca podría quitarse.- No importa... —susurró, dejando que el viento helado se llevara sus palabras— -Estaba solo. Y quizás siempre lo había estado. Pero había algo en esa soledad que lo mantenía de pie. Tal vez era la última chispa de orgullo, o quizás el simple hecho de que rendirse no era una opción. Se levantó lentamente, con la espada a su espalda temblando bajo el peso de su decisión. Cada movimiento dolía, pero el dolor era lo único que le recordaba que aún existía.- -El mundo a su alrededor era una extensión de su propio vacío: árboles sin hojas, suelo seco y quebradizo, y un cielo gris que parecía eterno. Pero, ¿qué importaba? No había nadie para compartir esa vista, nadie que lo detuviera o lo alentara. Era libre en su tristeza, un caballero perdido en un campo sin batallas.- -Caminó sin rumbo fijo, sintiendo el eco de sus pasos resonar en la nada, como si el mismo suelo lo reconociera pero no se atreviera a detenerlo. Las sombras se alargaban a su alrededor, intentando susurrarle secretos que ya no quería escuchar. El amor, esa debilidad maldita, había dejado su marca. Pero en esa marca también había fuerza. Una vez que lo pierdes todo, ya no hay nada más que temer.- -La espada descansaba tranquila a su espalda, como un juramento no pronunciado, esperando el momento en que tendría que ser levantada nuevamente. Porque incluso en la más profunda soledad, incluso cuando todo parecía perdido, Coke sabía una cosa: mientras pudiera seguir adelante, había un camino. Por oscuro que fuera, por vacío que pareciera, ese camino era suyo. Y con cada paso que daba, el amor que una vez lo rompió también lo empujaba a seguir caminando, un recordatorio silencioso de que aún estaba aquí, aunque nadie más lo estuviera.- ════════════════════════════════════════ https://youtu.be/M3cUCNCJSbM?si=en3K2_VKqA8Gcbdp si yo lo estoy ustedes igual lo estaran alv, bye.//
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  • ꧁•⊹٭Village AU٭⊹•꧂


    ˚    .



    •    . ° ·

    -Era una ventosa y fría tarde de invierno, el sol a penas visible entre las nubes se acercaba al Horizonte sobre la colina un tanto apartada del pueblo más cercano; en ella una cabaña de aspecto austero resaltaba entre la capa de nieve que caía sobre la ladera. De la estructura una fina columna de humo emergía de la chimenea en el centro de su techo-

    —...

    -La joven no esperaba visitas, por lo que se encontraba comoda vistiendo una bata de baño en armonia con su cabello negro recogido en un nudo tras su cabeza,, disfrutando de la intimidad de su hogar mienttas estaba comcentrafa en algun trabajo de costura , de rodillas frente a una fogata interior que alimentaba la chimenea. Sus dedos se deslizaban con soltura por la tela en conjunto con el hilo mientras tarareaba alguna melodia..., la. casa crujía ocasionalmente debido a la tormenta, Pero esto parecía no molestarle en lo más mínimo-
    ꧁•⊹٭Village AU٭⊹•꧂ ˚    . •    . ° · -Era una ventosa y fría tarde de invierno, el sol a penas visible entre las nubes se acercaba al Horizonte sobre la colina un tanto apartada del pueblo más cercano; en ella una cabaña de aspecto austero resaltaba entre la capa de nieve que caía sobre la ladera. De la estructura una fina columna de humo emergía de la chimenea en el centro de su techo- —... -La joven no esperaba visitas, por lo que se encontraba comoda vistiendo una bata de baño en armonia con su cabello negro recogido en un nudo tras su cabeza,, disfrutando de la intimidad de su hogar mienttas estaba comcentrafa en algun trabajo de costura , de rodillas frente a una fogata interior que alimentaba la chimenea. Sus dedos se deslizaban con soltura por la tela en conjunto con el hilo mientras tarareaba alguna melodia..., la. casa crujía ocasionalmente debido a la tormenta, Pero esto parecía no molestarle en lo más mínimo-
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  • — maldita nieve...sera mas dificil encontrar al SCP ahora—
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  • Me encantaría ver las flores
    Cubierta de una nieve blanca y maravillosa e hermosas que son .
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  • Retorno
    Fandom Crossover
    Categoría Otros
    —Voló, voló muy lejos. Esta vez no a una cueva cercana o al hogar que compartió una vez con Adán y Lute. Alduin sabía cuando alejarse pese a ser un inepto en cuanto a relaciones se refería.

    Y se alejó. Vaya si lo hizo.

    — Wundun lein hofkiin (viajar mundo hogar)— fue el thu’um con el que Alduin abrió un portal a su dimensión, apareciendo en el cielo de Nirn, tan alto que parecía que el dragón estaba justo entre Masser y Secunda, las lunas que rodeaban su mundo, acompañado por las mismas, mientras los ocho planetas, uno por Aedra lo juzgaban por su traición. Miró a la tierra baldía y ahora muerta a sus pies. Ninguno de sus continentes y océanos, se salvó de su hambre cuando decidió romper sus cadenas, y volverse contra su creador. Cuando decidió ser libre.

    Sintió un nudo en el estómago frente a aquel vacío por primera vez, siendo consciente de toda la destrucción y muerte de la que fue portador, esta vez únicamente por complacencia propia, por satisfacer su rabia. Pues podría haber huido sin más en lugar de dejar aquel mundo sin un debido reinicio. Ahora no reconocía aquellas tierras. Y allí permaneció inerte en el aire, pensando en muchas cosas pero sobretodo en Adán en la noche en que le mostró su reino, y donde lo único que el primer hombre pudo ver fueron tierra, nieve, nada de vegetación, aguas putrefactas y los cascarones vacíos de toda la humanidad moviéndose sin alma, cayéndose en pedazos en forma de atormentados draugr.

    Apretó la mandíbula y apartó la mirada, deseando que el aire gélido de Skyrim se llevase su tristeza, esperando a la par una respuesta para saber que hacer. Por más que una parte de su nombre, de su ser fuer sabiduría, lo cierto es que el primer dragón nunca imaginó que llegaría un momento en el que no sabría que hacer. Finalmente un rugido de rabia que resonó como un trueno recorrió el territorio, justo en el momento en que a sus espaldas, el sol comenzó a salir en el horizonte. Alduin se volteó, mirando fijamente a Magnus, el sol. El reflejo de Akatosh, su creador el cual a su vez se reflejó como en un espejo en sus ojos rojos como la sangre. Y arrepentido por tanta destrucción y devastado por la profunda tristeza que sentía, supo lo que tenía que hacer. Otro portal se abrió esta vez hacia Aeterio. El mundo donde residía toda la magia, hogar de los Dioses de Nirn, llamados Aedra o los nueve divinos. Donde el más poderoso de todos ellos, Akatosh le creó. Sobrevoló cada uno de los territorios de aquel lugar donde los Aedra residían y donde las almas de las diferentes criaturas se dividían hacia su lugar de descanso dependiendo de su raza. En todos ellos, recordó el temor que su sombra inspiraba a las almas, pues estas era. Su alimento y ahora… De nuevo se encontró la paz y la frialdad de la nada. Terminó aterrizando en Sovengarde, el lugar en el que acababan los nórdicos que morían con valor y también la zona en la que, efectivamente fue creado. Pues de tener nacionalidad, Alduin sería de Skyrim. El lugar donde vivían los favoritos de Akatosh.

    Por mera costumbre, tomó la forma de angel y caminó en plena soledad llegando al gran palacio, donde las almas de los muertos daban grandes banquetes junto a los grandes héroes a través de los tiempos, recordando cómo Tiberio Séptim y su padre si es que así podía llamarlo, en ocasiones también acudían. Miró una a una las cristaleras que de forma colorida representaban puntos concretos de la historia y en muchos, podía verse a sí mismo.

    Empezando por su propio “nacimiento” y su reinado sobre otros dragones, recordando con orgullo lo amado que fue entonces y como solía pensar en esos tiempo que, no había en Nirn un ser más querido y poderoso que él. Continuó avanzando por los pasillos viéndose envuelto en grandes acontecimientos históricos en los que, el dragón negro era presente, a veces siendo venerado por humanos y dragones, otras como una entidad terrible a la que el dovahkiin debía derrotar. Recordó sus días de grandeza y cuanto odiaba dejarse ganar en un intento de que, la humanidad comprendiera que, solo el valor y la unión entre ellos podrían evitar la caída del mundo entero. Escena que se repetía en muchas ocasiones e incluso en las representaciones de vidrio se podía ver como Alduin iba paulatinamente amargándose, dejándose tragar por la sombra de tener que ser siempre la bestia y el deseo de, pese a ser consciente de la importancia de su trabajo, volver a ser admirado y respetado. Ya que los ventanales no solo reflejaban su infelicidad, si no como incluso sus propios compañeros le daban la espalda, dejando de verlo como a un ejemplo, un maestro, un líder. Para verlo solo como su rey. Una figura de autoridad a la que obedecer o morir, ya no había admiración, solo temor.

    —Til los ni Dovah ahst fin lein ravel elm ahrk ten zu’u— se lamentó al ver como se repetía una y otra vez, hasta el último ventanal donde se veía la última escena.

    El asesinato de los nueve divinos y cómo absorbió sus almas. Y no se reconoció. Si, era el portador de la destrucción, pero también de la creación, de un nuevo inicio. Y esta vez no llegó sin él, el mundo sencillamente acabó destruido. Golpeó aquel cristal con el puño y finalmente entró en una última sala, en la que quedaban los restos de todos. Absolutamente todos los nueve divinos. Los Aedra, donde orgulloso había probado que la muerte llegaba a todos, incluso a los dioses. Para luego, devorar sus almas y con esto su poder. Cerró los ojos y mientras los rayos de sol se filtraban por los ventanales evocando una gran cantidad de colores en la sala, sintió por última vez la calidez del poder de Akatosh y frente a los restos sin vida de aquellas deidades, Alduin pronunció el conjuro de resurrección. Abrazándose a sí mismo al notar aquella gran cantidad de poder abandonar su ser dolorosamente, quemándole las entrañas y las venas, saliendo por cada uno de los poros de su piel como si de agujas cuyo tamaño era infinito se clavasen, como su propia alma se hacía pedazos a separara aquella gran parte para devolverla a su origen. Agonizó hasta que la corriente de energía finalmente terminó de abandonarlo, haciendo que acabase cayendo de rodillas en el suelo. Sintiéndose tan débil que ni si quiera era capaz de sostener su propio peso. Respiró con dificultad, sintiendo que se se ahogaba, hasta que unos pasos comenzaron a acercarse a ėl. Lentamente alzó la mirada y se encontró con la severa de su creador, quien decepcionado y furioso, cuyas primeras palabras fueron el nombre de quien alguna vez fue su creación mas amada.

    —¿Que has hecho?—fue lo que sentenció Akatosh. Por supuesto que con solo mirarle la deidad del tiempo, pudo ver perfectamente todo lo que pasó desde su asesinato hasta llegar a ese momento, aún si todo sucedió en otro mundo. El falso angel no dijo nada, tan solo apartó la mirada con arrepentimiento, estaba dispuesto a aceptar su castigo. En realidad, no había nada que perder.

    El Dios del tiempo, tan solo hizo un gesto con la mano, y Alduin fue apresado y encerrado mientras los nueve divinos decidían que hacer con él. —
    —Voló, voló muy lejos. Esta vez no a una cueva cercana o al hogar que compartió una vez con Adán y Lute. Alduin sabía cuando alejarse pese a ser un inepto en cuanto a relaciones se refería. Y se alejó. Vaya si lo hizo. — Wundun lein hofkiin (viajar mundo hogar)— fue el thu’um con el que Alduin abrió un portal a su dimensión, apareciendo en el cielo de Nirn, tan alto que parecía que el dragón estaba justo entre Masser y Secunda, las lunas que rodeaban su mundo, acompañado por las mismas, mientras los ocho planetas, uno por Aedra lo juzgaban por su traición. Miró a la tierra baldía y ahora muerta a sus pies. Ninguno de sus continentes y océanos, se salvó de su hambre cuando decidió romper sus cadenas, y volverse contra su creador. Cuando decidió ser libre. Sintió un nudo en el estómago frente a aquel vacío por primera vez, siendo consciente de toda la destrucción y muerte de la que fue portador, esta vez únicamente por complacencia propia, por satisfacer su rabia. Pues podría haber huido sin más en lugar de dejar aquel mundo sin un debido reinicio. Ahora no reconocía aquellas tierras. Y allí permaneció inerte en el aire, pensando en muchas cosas pero sobretodo en Adán en la noche en que le mostró su reino, y donde lo único que el primer hombre pudo ver fueron tierra, nieve, nada de vegetación, aguas putrefactas y los cascarones vacíos de toda la humanidad moviéndose sin alma, cayéndose en pedazos en forma de atormentados draugr. Apretó la mandíbula y apartó la mirada, deseando que el aire gélido de Skyrim se llevase su tristeza, esperando a la par una respuesta para saber que hacer. Por más que una parte de su nombre, de su ser fuer sabiduría, lo cierto es que el primer dragón nunca imaginó que llegaría un momento en el que no sabría que hacer. Finalmente un rugido de rabia que resonó como un trueno recorrió el territorio, justo en el momento en que a sus espaldas, el sol comenzó a salir en el horizonte. Alduin se volteó, mirando fijamente a Magnus, el sol. El reflejo de Akatosh, su creador el cual a su vez se reflejó como en un espejo en sus ojos rojos como la sangre. Y arrepentido por tanta destrucción y devastado por la profunda tristeza que sentía, supo lo que tenía que hacer. Otro portal se abrió esta vez hacia Aeterio. El mundo donde residía toda la magia, hogar de los Dioses de Nirn, llamados Aedra o los nueve divinos. Donde el más poderoso de todos ellos, Akatosh le creó. Sobrevoló cada uno de los territorios de aquel lugar donde los Aedra residían y donde las almas de las diferentes criaturas se dividían hacia su lugar de descanso dependiendo de su raza. En todos ellos, recordó el temor que su sombra inspiraba a las almas, pues estas era. Su alimento y ahora… De nuevo se encontró la paz y la frialdad de la nada. Terminó aterrizando en Sovengarde, el lugar en el que acababan los nórdicos que morían con valor y también la zona en la que, efectivamente fue creado. Pues de tener nacionalidad, Alduin sería de Skyrim. El lugar donde vivían los favoritos de Akatosh. Por mera costumbre, tomó la forma de angel y caminó en plena soledad llegando al gran palacio, donde las almas de los muertos daban grandes banquetes junto a los grandes héroes a través de los tiempos, recordando cómo Tiberio Séptim y su padre si es que así podía llamarlo, en ocasiones también acudían. Miró una a una las cristaleras que de forma colorida representaban puntos concretos de la historia y en muchos, podía verse a sí mismo. Empezando por su propio “nacimiento” y su reinado sobre otros dragones, recordando con orgullo lo amado que fue entonces y como solía pensar en esos tiempo que, no había en Nirn un ser más querido y poderoso que él. Continuó avanzando por los pasillos viéndose envuelto en grandes acontecimientos históricos en los que, el dragón negro era presente, a veces siendo venerado por humanos y dragones, otras como una entidad terrible a la que el dovahkiin debía derrotar. Recordó sus días de grandeza y cuanto odiaba dejarse ganar en un intento de que, la humanidad comprendiera que, solo el valor y la unión entre ellos podrían evitar la caída del mundo entero. Escena que se repetía en muchas ocasiones e incluso en las representaciones de vidrio se podía ver como Alduin iba paulatinamente amargándose, dejándose tragar por la sombra de tener que ser siempre la bestia y el deseo de, pese a ser consciente de la importancia de su trabajo, volver a ser admirado y respetado. Ya que los ventanales no solo reflejaban su infelicidad, si no como incluso sus propios compañeros le daban la espalda, dejando de verlo como a un ejemplo, un maestro, un líder. Para verlo solo como su rey. Una figura de autoridad a la que obedecer o morir, ya no había admiración, solo temor. —Til los ni Dovah ahst fin lein ravel elm ahrk ten zu’u— se lamentó al ver como se repetía una y otra vez, hasta el último ventanal donde se veía la última escena. El asesinato de los nueve divinos y cómo absorbió sus almas. Y no se reconoció. Si, era el portador de la destrucción, pero también de la creación, de un nuevo inicio. Y esta vez no llegó sin él, el mundo sencillamente acabó destruido. Golpeó aquel cristal con el puño y finalmente entró en una última sala, en la que quedaban los restos de todos. Absolutamente todos los nueve divinos. Los Aedra, donde orgulloso había probado que la muerte llegaba a todos, incluso a los dioses. Para luego, devorar sus almas y con esto su poder. Cerró los ojos y mientras los rayos de sol se filtraban por los ventanales evocando una gran cantidad de colores en la sala, sintió por última vez la calidez del poder de Akatosh y frente a los restos sin vida de aquellas deidades, Alduin pronunció el conjuro de resurrección. Abrazándose a sí mismo al notar aquella gran cantidad de poder abandonar su ser dolorosamente, quemándole las entrañas y las venas, saliendo por cada uno de los poros de su piel como si de agujas cuyo tamaño era infinito se clavasen, como su propia alma se hacía pedazos a separara aquella gran parte para devolverla a su origen. Agonizó hasta que la corriente de energía finalmente terminó de abandonarlo, haciendo que acabase cayendo de rodillas en el suelo. Sintiéndose tan débil que ni si quiera era capaz de sostener su propio peso. Respiró con dificultad, sintiendo que se se ahogaba, hasta que unos pasos comenzaron a acercarse a ėl. Lentamente alzó la mirada y se encontró con la severa de su creador, quien decepcionado y furioso, cuyas primeras palabras fueron el nombre de quien alguna vez fue su creación mas amada. —¿Que has hecho?—fue lo que sentenció Akatosh. Por supuesto que con solo mirarle la deidad del tiempo, pudo ver perfectamente todo lo que pasó desde su asesinato hasta llegar a ese momento, aún si todo sucedió en otro mundo. El falso angel no dijo nada, tan solo apartó la mirada con arrepentimiento, estaba dispuesto a aceptar su castigo. En realidad, no había nada que perder. El Dios del tiempo, tan solo hizo un gesto con la mano, y Alduin fue apresado y encerrado mientras los nueve divinos decidían que hacer con él. —
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  • Las caminatas sobre la nieve eran una de las pocas formas en las que podia descansar y estar tranquilo, no esperaba que hubiera mucha gente que le hablara, solo sentia el calor que producia su mismo cuerpo sobre el frio clima
    Las caminatas sobre la nieve eran una de las pocas formas en las que podia descansar y estar tranquilo, no esperaba que hubiera mucha gente que le hablara, solo sentia el calor que producia su mismo cuerpo sobre el frio clima
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  • Siempre eres tan impulsiva a la hora de algo... por dios ahora dame ese cuchillo y dejame resolverlo, te dije que esta mision era para mi, metete a la cabaña, ahorita yo me deshago del cuerpo y entro contigo, ¿si?

    Todo estara bien pequeña, te amo

    -la tomo de su mano armada para quitarle el cuchillo y tomandola de las mejillas le planto un calido beso tratando de calmarla y dandole su abrigo quedando sin camisa bajo la nieve asi dirigiendola a la cabaña a que se calentara-

    Prometo no tardar
    Siempre eres tan impulsiva a la hora de algo... por dios ahora dame ese cuchillo y dejame resolverlo, te dije que esta mision era para mi, metete a la cabaña, ahorita yo me deshago del cuerpo y entro contigo, ¿si? Todo estara bien pequeña, te amo -la tomo de su mano armada para quitarle el cuchillo y tomandola de las mejillas le planto un calido beso tratando de calmarla y dandole su abrigo quedando sin camisa bajo la nieve asi dirigiendola a la cabaña a que se calentara- Prometo no tardar
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