• ⸻ No me van esas mierdas ⸻guarda las manos en los bolsillos, negándose a tomar el arma. El gánster que se la ofreció, le apunta con ella.

    ⸻ No estamos jugando, imbécil. ¿Qué harás si la pasma te alcanza?

    ⸻ Lo mismo que haré si jalas del gatillo.

    El matón echa un ojo tras de si con gesto interrogante, mira donde el líder de la banda que responde con un casual encogimiento de hombros.

    ⸻ No nos sirven las gallinas ⸻y jala el gatillo.

    El plomo atraviesa la chaqueta, la camisa, e impacta contra la piel de Niklas; se abolla y fractura, cae al suelo sin atravesarle, sin quitarle siquiera una gota de sangre.

    ⸻ Auch ⸻y Niklas ladea la sonrisa, alardeando seguridad.

    ⸻ Mierda...

    #AlternativeJob #MafiaUniverse
    ⸻ No me van esas mierdas ⸻guarda las manos en los bolsillos, negándose a tomar el arma. El gánster que se la ofreció, le apunta con ella. ⸻ No estamos jugando, imbécil. ¿Qué harás si la pasma te alcanza? ⸻ Lo mismo que haré si jalas del gatillo. El matón echa un ojo tras de si con gesto interrogante, mira donde el líder de la banda que responde con un casual encogimiento de hombros. ⸻ No nos sirven las gallinas ⸻y jala el gatillo. El plomo atraviesa la chaqueta, la camisa, e impacta contra la piel de Niklas; se abolla y fractura, cae al suelo sin atravesarle, sin quitarle siquiera una gota de sangre. ⸻ Auch ⸻y Niklas ladea la sonrisa, alardeando seguridad. ⸻ Mierda... #AlternativeJob #MafiaUniverse
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  • Hoy es un buen dia para dar una caminata al bosque

    -miraba el paisaje, suspirando levemente estando frustrada, decidi despejarme ya que por el momento la mafia, estaba escondida ya que los policias estaban al acedio-

    Ahhhh

    -respire profundamente, para despues exhalar sintie do el aire relajante de los arboles empezando a caminar, subiendo las montañas y tomando agua de algunos nacimientos de rios-
    Hoy es un buen dia para dar una caminata al bosque -miraba el paisaje, suspirando levemente estando frustrada, decidi despejarme ya que por el momento la mafia, estaba escondida ya que los policias estaban al acedio- Ahhhh -respire profundamente, para despues exhalar sintie do el aire relajante de los arboles empezando a caminar, subiendo las montañas y tomando agua de algunos nacimientos de rios-
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    ¡HEY, FICROLERS 3D!
    ¡Un nuevo personaje 3D viene pisando fuerte!

    Hoy damos la bienvenida a...

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ¡Noah Taylor!
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ Raza: Asesino
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ Fandom: Mafia
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ El perfecto asesino

    ¡Bienvenid@ a FicRol! Nos alegra tenerte entre nosotros y esperamos que disfrutes mucho explorando historias, creando conexiones y dando vida a tu personaje en este rincón tan creativo.

    Yo soy Caroline, tu RolSage, algo así como tu guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada!

    Antes de lanzarte de lleno, te dejo algunos recursos que te pueden venir de maravilla para empezar con buen pie:

    Normas básicas del de la plataforma:
    https://ficrol.com/static/guidelines

    Guías detalladas sobre cómo funciona todo por aquí:
    https://ficrol.com/blogs/147711/ÍNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS

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    https://ficrol.com/groups/Personajes3D

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    ¿Quieres mejorar tu escritura o narración?
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    ¡Recuerda que puedes escribirme si necesitas cualquier cosita! ¡Nos vemos en el rol!

    #RolSage3D #Personajes3D #Bienvenida3D #Comunidad3D
    ✨ ¡HEY, FICROLERS 3D! ✨ ¡Un nuevo personaje 3D viene pisando fuerte! 🎉 Hoy damos la bienvenida a... ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ¡[shimmer_black_sheep_945]! ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ🧬 Raza: Asesino ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ👾 Fandom: Mafia ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ💼 El perfecto asesino 👋 ¡Bienvenid@ a FicRol! Nos alegra tenerte entre nosotros y esperamos que disfrutes mucho explorando historias, creando conexiones y dando vida a tu personaje en este rincón tan creativo. 🧙‍♀️ Yo soy Caroline, tu RolSage, algo así como tu guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada! 🧭 Antes de lanzarte de lleno, te dejo algunos recursos que te pueden venir de maravilla para empezar con buen pie: 📌 Normas básicas del de la plataforma: 🔗 https://ficrol.com/static/guidelines 👩‍🏫 Guías detalladas sobre cómo funciona todo por aquí: 🔗 https://ficrol.com/blogs/147711/ÍNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS 👥 Grupo exclusivo para Personajes 3D: 🔗 https://ficrol.com/groups/Personajes3D 📚 Directorios para encontrar personajes y fandoms afines 🔗 Directorio de Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS 🔗 Fandoms disponibles en FicRol: https://ficrol.com/blogs/151304/FANDOMS-PERSONAJES-3D-EN-FICROL 📝 ¿Quieres mejorar tu escritura o narración? 🔗 https://ficrol.com/pages/RinconEscritor ¡Recuerda que puedes escribirme si necesitas cualquier cosita! ¡Nos vemos en el rol! 🚀🔥 #RolSage3D #Personajes3D #Bienvenida3D #Comunidad3D
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  • -estaba en la cocina preparándo la cena, despues de unas horas, lleve la gran tabla de madera a la mesa, con un gran filete de res a termino medio, con papas fritas y salsa picante de cebolla, tomate y limon-

    Taraaa~

    -puede, que sea un poco temerosa y penosa pero era muy buena en la cocina, incluso mucho mejor que en la mafia, mirando al hombre expectante-

    Y que te parece?

    Darküs Volkøv
    -estaba en la cocina preparándo la cena, despues de unas horas, lleve la gran tabla de madera a la mesa, con un gran filete de res a termino medio, con papas fritas y salsa picante de cebolla, tomate y limon- Taraaa~ -puede, que sea un poco temerosa y penosa pero era muy buena en la cocina, incluso mucho mejor que en la mafia, mirando al hombre expectante- Y que te parece? [Darkus]
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  • Nunca imaginé que algo así pudiera volver a pasarme. Había pasado meses manejando situaciones peligrosas, lidiando con problemas de la mafia, con rivales, con enemigos que creía resueltos. Pensé que estaba a salvo, que la sombra de la violencia había quedado atrás, que mis días de caos y miedo habían terminado… hasta que ellos me encontraron.

    Salí de viaje unos días antes para organizar cosas de la boda, revisando contratos, cerrando detalles con proveedores. Confié en que este viaje sería solo eso: trabajo, rutina, preparación.

    Pero no fue así.

    Me arrancaron del coche antes de que pudiera reaccionar. Una mano fuerte cubrió mi boca, otra me empujó hacia un vehículo que olía a gasolina y a metal frío. Mis gritos se ahogaron en la noche, y mientras la lluvia golpeaba mi cara, entendí que no había escapatoria. No esta vez.

    Me llevaron a un almacén apartado, un lugar que olía a humedad, a polvo, a algo metálico y podrido. La puerta se cerró detrás de mí con un golpe seco que resonó en mis oídos. Me empujaron a una silla y me ataron las muñecas con cuerda áspera que dejó marcas que arderían días después. La luz era escasa, apenas suficiente para ver las siluetas de ellos, los hombres que habían sido amigos de mi padre y ahora buscaban venganza. Sus miradas eran cuchillos, y yo me sentí desnuda ante ellas, no en ropa, sino en vulnerabilidad y miedo.

    Las palizas empezaron casi de inmediato. Cada golpe me recordaba que mi pasado había vuelto a alcanzarme, que ninguna habilidad, ninguna preparación, ninguna certeza sobre el control que pensaba tener podía salvarme de esto. Me empujaban, me lanzaban al suelo, me hacían sentir que mi cuerpo no me pertenecía, abusando de mi cada día, cuando ellos querían. Cada contusión, cada moretón, era un recordatorio de que estaba completamente a merced de su ira.

    No hablaban mucho. No hacía falta. Cada palabra que soltaban estaba cargada de amenaza y resentimiento, cada gesto decía que la venganza de ellos debía cumplirse a toda costa. Intenté mantener la calma, respirar, recordar que soy Alessia, que he sobrevivido a cosas que harían temblar a cualquiera. Pero cada noche, en la soledad de esa habitación oscura, me sentía más pequeña, más frágil, más atrapada que nunca.

    No puedo contar con exactitud cuántos días pasaron así. Las horas se mezclaban con el dolor, con el miedo, con la humillación. A veces me golpeaban, otras me empujaban, otras me hacían sentir que cada parte de mí estaba bajo su dominio, tocándome… y haciendo cosas mucho peores. Me hicieron comprender que no hay fuerza suficiente para enfrentar la ira de quienes buscan venganza… y que a veces, aunque seas sicaria, aunque hayas manejado la muerte y la traición, el mundo puede voltearse en tu contra y dejarte indefensa.

    Lo peor no era el dolor físico, aunque era constante y brutal. Lo peor era sentir que el control que creía tener se desmoronaba. Durante meses pensé que todo estaba bajo control, que podía manejar cualquier situación que surgiera, que Angela y yo éramos invencibles. Y ahora… ahora me encontraba rota, temblando en una silla, y comprendí que nada de eso importaba aquí. Que el mundo podía arrancarte todo en un instante, sin aviso, sin compasión.

    Me aferré a mis recuerdos, a la idea de Angela Di Trapani , a la boda, a todo lo que había prometido y construido. Pero esa esperanza pequeña, como una llama que se niega a apagarse, no resistió lo suficiente. No sabía cómo saldría de allí, y en ese punto, no sabía si queria sobrevivir. Me sentía sucia, rota. ¿Cómo se supone que mi prometida me verá ahora? ¿Le daré asco? ¿Lástima, quizás?

    No lo sé, lo único que sé con certeza es que cada día que pasa me rompen más, y yo solo quiero que esto acabe de una vez.
    Nunca imaginé que algo así pudiera volver a pasarme. Había pasado meses manejando situaciones peligrosas, lidiando con problemas de la mafia, con rivales, con enemigos que creía resueltos. Pensé que estaba a salvo, que la sombra de la violencia había quedado atrás, que mis días de caos y miedo habían terminado… hasta que ellos me encontraron. Salí de viaje unos días antes para organizar cosas de la boda, revisando contratos, cerrando detalles con proveedores. Confié en que este viaje sería solo eso: trabajo, rutina, preparación. Pero no fue así. Me arrancaron del coche antes de que pudiera reaccionar. Una mano fuerte cubrió mi boca, otra me empujó hacia un vehículo que olía a gasolina y a metal frío. Mis gritos se ahogaron en la noche, y mientras la lluvia golpeaba mi cara, entendí que no había escapatoria. No esta vez. Me llevaron a un almacén apartado, un lugar que olía a humedad, a polvo, a algo metálico y podrido. La puerta se cerró detrás de mí con un golpe seco que resonó en mis oídos. Me empujaron a una silla y me ataron las muñecas con cuerda áspera que dejó marcas que arderían días después. La luz era escasa, apenas suficiente para ver las siluetas de ellos, los hombres que habían sido amigos de mi padre y ahora buscaban venganza. Sus miradas eran cuchillos, y yo me sentí desnuda ante ellas, no en ropa, sino en vulnerabilidad y miedo. Las palizas empezaron casi de inmediato. Cada golpe me recordaba que mi pasado había vuelto a alcanzarme, que ninguna habilidad, ninguna preparación, ninguna certeza sobre el control que pensaba tener podía salvarme de esto. Me empujaban, me lanzaban al suelo, me hacían sentir que mi cuerpo no me pertenecía, abusando de mi cada día, cuando ellos querían. Cada contusión, cada moretón, era un recordatorio de que estaba completamente a merced de su ira. No hablaban mucho. No hacía falta. Cada palabra que soltaban estaba cargada de amenaza y resentimiento, cada gesto decía que la venganza de ellos debía cumplirse a toda costa. Intenté mantener la calma, respirar, recordar que soy Alessia, que he sobrevivido a cosas que harían temblar a cualquiera. Pero cada noche, en la soledad de esa habitación oscura, me sentía más pequeña, más frágil, más atrapada que nunca. No puedo contar con exactitud cuántos días pasaron así. Las horas se mezclaban con el dolor, con el miedo, con la humillación. A veces me golpeaban, otras me empujaban, otras me hacían sentir que cada parte de mí estaba bajo su dominio, tocándome… y haciendo cosas mucho peores. Me hicieron comprender que no hay fuerza suficiente para enfrentar la ira de quienes buscan venganza… y que a veces, aunque seas sicaria, aunque hayas manejado la muerte y la traición, el mundo puede voltearse en tu contra y dejarte indefensa. Lo peor no era el dolor físico, aunque era constante y brutal. Lo peor era sentir que el control que creía tener se desmoronaba. Durante meses pensé que todo estaba bajo control, que podía manejar cualquier situación que surgiera, que Angela y yo éramos invencibles. Y ahora… ahora me encontraba rota, temblando en una silla, y comprendí que nada de eso importaba aquí. Que el mundo podía arrancarte todo en un instante, sin aviso, sin compasión. Me aferré a mis recuerdos, a la idea de [haze_orange_shark_766] , a la boda, a todo lo que había prometido y construido. Pero esa esperanza pequeña, como una llama que se niega a apagarse, no resistió lo suficiente. No sabía cómo saldría de allí, y en ese punto, no sabía si queria sobrevivir. Me sentía sucia, rota. ¿Cómo se supone que mi prometida me verá ahora? ¿Le daré asco? ¿Lástima, quizás? No lo sé, lo único que sé con certeza es que cada día que pasa me rompen más, y yo solo quiero que esto acabe de una vez.
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  • El Eco del Frío Acero
    Fandom OC
    Categoría Original
    La oficina de Alaric Sterling era un santuario de mármol y acero pulido, un reflejo gélido de la determinación de su dueño. Los rascacielos de Seúl se extendían ante él, un lienzo de luces que no lograban calentar la frialdad que se había instalado en su pecho. Hacía unas semanas que él se había ido. Ni una nota, ni una llamada, solo el silencio ensordecedor que había dejado un vacío punzante. El CEO, el líder de la mafia, el Alfa Puro que lo tenía todo, se encontró de rodillas ante la huida de una sola persona.

    Pero Alaric Sterling no se permitía la debilidad. El dolor no era un lujo. Era un catalizador.

    Desde entonces, el trabajo se había convertido en su única amante, su única venganza. Cada negociación era más brutal, cada acuerdo más deshonesto. Su traje de tres piezas, impecable y caro, era una armadura. Su mirada, antes capaz de derretir el hielo, ahora era de acero forjado. Su aroma a sándalo y whisky se había vuelto más denso, más opresivo, anunciando su autoridad y su ira contenida.

    La voz de su asistente, una Beta eficiente y temerosa, lo sacó de sus pensamientos. "Señor Sterling, los hombres de los Kang están aquí. La reunión de las nueve."

    Alaric giró su silla de cuero negro, revelando una expresión que helaría la sangre de cualquiera. "Que pasen."

    No eran negociaciones, eran ejecuciones.

    Dos figuras entraron, hombres duros con rostros curtidos por años de servicio a los Kang, una familia rival que había osado cuestionar su autoridad en el puerto de Busan. Los Kang habían intentado desviar un envío, un cargamento de algo más que simple mercancía. Era un insulto.

    "Señor Sterling," dijo el primero, un Alfa corpulento con cicatrices, su voz forzadamente respetuosa. "Hemos venido a negociar el retraso del último cargamento."

    Alaric se puso de pie, su altura imponente empequeñeciendo a ambos. La oscuridad que lo había habitado desde el abandono se derramó en la habitación, un aura palpable de amenaza. No había necesidad de gritar. Su presencia lo decía todo.

    "¿Negociar?" La palabra salió de sus labios con la frialdad de una navaja. "Los Kang sabían las reglas. Un cargamento retrasado es un cargamento robado. Un robo es una afrenta."

    El segundo hombre, más joven y nervioso, intentó intervenir. "Hubo un malentendido, señor. Podríamos compensarle, doble, incluso el triple..."

    Alaric dio un paso al frente. Sus ojos, oscuros como el abismo, se fijaron en el Alfa corpulento. La mano de Alaric se levantó, no para golpear, sino para señalar la ventana que mostraba la ciudad.

    "¿Ven esas luces?" Su voz era un susurro mortal. "Cada una representa un dólar que he invertido, una vida que he arruinado, un obstáculo que he destruido para llegar a donde estoy."

    De repente, el Alfa corpulento cayó de rodillas, sin aliento, su rostro pálido. La presión invisible que Alaric ejercía era tan poderosa que el aire se volvió un muro. No era un ataque físico, era la manifestación pura de su dominio Alpha, intensificado por su ira.

    "Me deben. Y no me pagarán con dinero." Alaric miró al segundo hombre, que ahora temblaba incontrolablemente. "El mensaje es simple: la lealtad se paga con lealtad. La traición, con sangre."

    Los guardias de Alaric, figuras silenciosas y letales, entraron en la habitación. No hubo forcejeos, solo el sonido apagado de dos cuerpos siendo arrastrados fuera de la vista. La oficina quedó en silencio, con el aire aún cargado del aroma a miedo y la implacable presencia de Alaric.

    Volvió a su silla, el rostro inexpresivo. La ventana de su oficina reflejaba su soledad, la fría determinación de un hombre que había perdido la única calidez en su vida y ahora solo abrazaba el poder y la venganza. El eco del acero, el de las cadenas invisibles que ataban a sus enemigos, era el único sonido que podía calmar su corazón herido.
    La oficina de Alaric Sterling era un santuario de mármol y acero pulido, un reflejo gélido de la determinación de su dueño. Los rascacielos de Seúl se extendían ante él, un lienzo de luces que no lograban calentar la frialdad que se había instalado en su pecho. Hacía unas semanas que él se había ido. Ni una nota, ni una llamada, solo el silencio ensordecedor que había dejado un vacío punzante. El CEO, el líder de la mafia, el Alfa Puro que lo tenía todo, se encontró de rodillas ante la huida de una sola persona. Pero Alaric Sterling no se permitía la debilidad. El dolor no era un lujo. Era un catalizador. Desde entonces, el trabajo se había convertido en su única amante, su única venganza. Cada negociación era más brutal, cada acuerdo más deshonesto. Su traje de tres piezas, impecable y caro, era una armadura. Su mirada, antes capaz de derretir el hielo, ahora era de acero forjado. Su aroma a sándalo y whisky se había vuelto más denso, más opresivo, anunciando su autoridad y su ira contenida. La voz de su asistente, una Beta eficiente y temerosa, lo sacó de sus pensamientos. "Señor Sterling, los hombres de los Kang están aquí. La reunión de las nueve." Alaric giró su silla de cuero negro, revelando una expresión que helaría la sangre de cualquiera. "Que pasen." No eran negociaciones, eran ejecuciones. Dos figuras entraron, hombres duros con rostros curtidos por años de servicio a los Kang, una familia rival que había osado cuestionar su autoridad en el puerto de Busan. Los Kang habían intentado desviar un envío, un cargamento de algo más que simple mercancía. Era un insulto. "Señor Sterling," dijo el primero, un Alfa corpulento con cicatrices, su voz forzadamente respetuosa. "Hemos venido a negociar el retraso del último cargamento." Alaric se puso de pie, su altura imponente empequeñeciendo a ambos. La oscuridad que lo había habitado desde el abandono se derramó en la habitación, un aura palpable de amenaza. No había necesidad de gritar. Su presencia lo decía todo. "¿Negociar?" La palabra salió de sus labios con la frialdad de una navaja. "Los Kang sabían las reglas. Un cargamento retrasado es un cargamento robado. Un robo es una afrenta." El segundo hombre, más joven y nervioso, intentó intervenir. "Hubo un malentendido, señor. Podríamos compensarle, doble, incluso el triple..." Alaric dio un paso al frente. Sus ojos, oscuros como el abismo, se fijaron en el Alfa corpulento. La mano de Alaric se levantó, no para golpear, sino para señalar la ventana que mostraba la ciudad. "¿Ven esas luces?" Su voz era un susurro mortal. "Cada una representa un dólar que he invertido, una vida que he arruinado, un obstáculo que he destruido para llegar a donde estoy." De repente, el Alfa corpulento cayó de rodillas, sin aliento, su rostro pálido. La presión invisible que Alaric ejercía era tan poderosa que el aire se volvió un muro. No era un ataque físico, era la manifestación pura de su dominio Alpha, intensificado por su ira. "Me deben. Y no me pagarán con dinero." Alaric miró al segundo hombre, que ahora temblaba incontrolablemente. "El mensaje es simple: la lealtad se paga con lealtad. La traición, con sangre." Los guardias de Alaric, figuras silenciosas y letales, entraron en la habitación. No hubo forcejeos, solo el sonido apagado de dos cuerpos siendo arrastrados fuera de la vista. La oficina quedó en silencio, con el aire aún cargado del aroma a miedo y la implacable presencia de Alaric. Volvió a su silla, el rostro inexpresivo. La ventana de su oficina reflejaba su soledad, la fría determinación de un hombre que había perdido la única calidez en su vida y ahora solo abrazaba el poder y la venganza. El eco del acero, el de las cadenas invisibles que ataban a sus enemigos, era el único sonido que podía calmar su corazón herido.
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  • Había terminado con la mayoría de mis jornadas tanto en la mafia como en mis otras empresas y aproveché de pasar buscando todos mis encargos para mis personas cercanas.

    El primero: era unas rosas eternas destinadas a Olivia Romero mi mejor amiga y una de mis damas de honor

    El segundo: era para mí socio Constantin Aurelian Reis y son unas flores azules con un girasol en medio


    El tercero: es un ramo con girasoles y chocolates para mi pequeña Thalya Valcourt porque sabía que estaba pasando por un mal momento y el chocolate lo soluciona todo


    Y el cuarto: es un ramo de 5 girasoles eternos con dinero y otras cosas escondidos en el ramo para mi prometida y amor de mi vida Alessia Leone

    Todo esto se los entregué buscando de que se sintieran queridos y especiales.
    Había terminado con la mayoría de mis jornadas tanto en la mafia como en mis otras empresas y aproveché de pasar buscando todos mis encargos para mis personas cercanas. El primero: era unas rosas eternas destinadas a [flash_brass_tiger_817] mi mejor amiga y una de mis damas de honor El segundo: era para mí socio [cosmic_garnet_rhino_424] y son unas flores azules con un girasol en medio El tercero: es un ramo con girasoles y chocolates para mi pequeña [quasar_aqua_scorpion_350] porque sabía que estaba pasando por un mal momento y el chocolate lo soluciona todo Y el cuarto: es un ramo de 5 girasoles eternos con dinero y otras cosas escondidos en el ramo para mi prometida y amor de mi vida [eclipse_silver_bat_642] Todo esto se los entregué buscando de que se sintieran queridos y especiales.
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  • ༒𝐋𝐄𝐓 𝐌𝐄 𝐂𝐀𝐓𝐂𝐇 𝐘𝐎𝐔༒



    ── 𝐓ú 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐬𝐞 𝐞𝐬𝐭á 𝐚𝐜𝐚𝐛𝐚𝐧𝐝𝐨, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐨.


    Las puertas del bar se abrieron con violencia y la nieve irrumpió como un látigo gélido que apagó la música de golpe. El murmullo alegre se quebró en un silencio abrupto cuando cuatro hombres entraron. Altos, cubiertos por largos abrigos negros, botas que retumbaban sobre la madera vieja. No hacía falta que pronunciaran palabra: la multitud comprendió de inmediato a qué clase de depredadores estaba mirando.

    "Hay un bastardo que me debe algo."

    Los clientes se replegaron hacia las paredes, intentando desaparecer bajo la penumbra. El humo de los cigarrillos quedó suspendido en el aire, detenido como si el tiempo mismo se hubiera congelado. Solo una figura permaneció imperturbable, sentado con esa arrogancia propia de quienes creen que jamás podrán ser tocados.

    El Ministro de Defensa de Rusia.

    Canoso, con traje impecable y un vaso de vodka aún húmedo en la mano, alzó la mirada hacia los intrusos. No había miedo en sus ojos, sino fastidio, como si la escena fuera una ofensa menor a su autoridad.

    — Ministro. Vendrá con nosotros — anunció uno de los hombres, su voz grave, un eco oscuro que llenó la sala con un peso insoportable.

    "Se encuentra en San Petersburgo. Localícenlo y tráiganmelo aquí."

    Los guardaespaldas del político apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Una mano buscó la chaqueta, pero el disparo llegó antes. Un estampido seco. Después otro, y otro. El aire se llenó de pólvora y sangre. Los cuerpos se desplomaron sin remedio, muñecos rotos que ya no respondían a nadie.

    El Ministro golpeó la mesa con furia, su voz retumbó entre las paredes cargadas de humo:

    — ¿Quién diablos son ustedes? ¿¡Saben quién soy?!

    Un puñetazo brutal lo arrancó de su asiento. Cayó al suelo como cualquier hombre, los brazos torcidos y sujetos por una fuerza que lo reducía a prisionero. La indignación lo ahogaba, pero sus palabras se perdían en gruñidos confusos, apenas reconocibles como ruso entre los golpes y el miedo.

    "Dejen limpio el lugar. Ningún cabo suelto. San Petersburgo no es un sitio que deba ser provocado… no todavía."

    La sentencia cayó como un cuchillo. Nadie dentro del bar tuvo oportunidad de escapar. Dos de los hombres bloquearon la salida, fríos y calculadores, mientras los otros arrojaban botellas incendiarias contra las vigas y cortinas. El fuego se expandió como una bestia hambrienta, devorando madera, vidrio y carne por igual. Los gritos se alzaron, desesperados, mientras las ventanas comenzaban a ennegrecerse.

    Arrastrado hacia la calle, el Ministro alcanzó a girar la cabeza. Sus ojos vidriosos reflejaron las siluetas atrapadas detrás de los cristales, los cuerpos forcejeando inútilmente contra un destino sellado. La nieve seguía cayendo con suavidad, indiferente al infierno que ardía a sus pies.

    . . .

    En Moscú, Kiev observaba un reloj antiguo en la palma de su mano. El metal ennegrecido llevaba la marca del tiempo, un recuerdo de su padre que cuando joven le parecía un tesoro inalcanzable. Ahora, sin embargo, lo contemplaba con frialdad, como si cada tic tac fuera simplemente un recordatorio de que el pasado no tiene valor en el presente.

    Lo dejó sobre el escritorio. Frente a él, los papeles estaban desplegados como piezas de ajedrez: informes, fotografías, nombres. Uno brillaba más que el resto: Ayla Klein.

    Su mirada recorrió con calma cada hoja, hasta que un detalle detuvo el movimiento de sus ojos. En una foto, un cruce de miradas. No era nada para la mayoría, pero para él era suficiente: Ryan. Esa cercanía con la alemana no era un accidente. Lo había encontrado, el error, la grieta. El talón de Aquiles.

    Una sonrisa lenta torció sus labios, apenas un gesto que nunca llegaba a suavizar su expresión. Isha había hecho bien su trabajo, aunque debía vigilarla para que no dejara más cenizas tras de sí.

    Al lado de esa carpeta, otra. El árbol completo de los Di Vincenzo: territorios, hermanos, aliados, hasta empleados insignificantes. El primer nombre resaltaba inevitable: Elisabetta. Curioso, irónico quizá, que dos mujeres tan distintas compartieran un destino tan contradictorio.

    ¿De qué le servían esas piezas? Mucho. No como aliadas, sino como puntos débiles. Todo dependía de cómo se moviera la partida, de qué tan cerca estuviera su hermano de convertirse en una molestia. Las mafias solo conocían un lenguaje: el interés propio. Y si alguien se interponía en el suyo, el problema sería inevitable.

    Un ruido lo sacó de su concentración. El cachorro mordía su pata, jugando como si el mundo no fuera más que un terreno blando para hincar los dientes. Kiev lo observó un instante.

    — Sigues siendo tan pequeño… — murmuró, ¿Cuántas veces había pisado su diminuta cola y recibido, a cambio, mordidas furiosas en el pantalón antes de que el animal huyera llorando? La cuenta lo había perdido, por eso mismo tuvo que colocarle ese "cosa" para cubrirla hasta buscar algo más viable.

    El reloj volvió a marcar el segundo, tic, tac. Fue cuando se dio cuenta que debía moverse. Se levantó, tomó la camisa que descansaba sobre la silla. Había asuntos que atender, y pronto, el hombre que le debía algo estaría frente a él.
    ༒𝐋𝐄𝐓 𝐌𝐄 𝐂𝐀𝐓𝐂𝐇 𝐘𝐎𝐔༒ ── 𝐓ú 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐬𝐞 𝐞𝐬𝐭á 𝐚𝐜𝐚𝐛𝐚𝐧𝐝𝐨, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐨. Las puertas del bar se abrieron con violencia y la nieve irrumpió como un látigo gélido que apagó la música de golpe. El murmullo alegre se quebró en un silencio abrupto cuando cuatro hombres entraron. Altos, cubiertos por largos abrigos negros, botas que retumbaban sobre la madera vieja. No hacía falta que pronunciaran palabra: la multitud comprendió de inmediato a qué clase de depredadores estaba mirando. "Hay un bastardo que me debe algo." Los clientes se replegaron hacia las paredes, intentando desaparecer bajo la penumbra. El humo de los cigarrillos quedó suspendido en el aire, detenido como si el tiempo mismo se hubiera congelado. Solo una figura permaneció imperturbable, sentado con esa arrogancia propia de quienes creen que jamás podrán ser tocados. El Ministro de Defensa de Rusia. Canoso, con traje impecable y un vaso de vodka aún húmedo en la mano, alzó la mirada hacia los intrusos. No había miedo en sus ojos, sino fastidio, como si la escena fuera una ofensa menor a su autoridad. — Ministro. Vendrá con nosotros — anunció uno de los hombres, su voz grave, un eco oscuro que llenó la sala con un peso insoportable. "Se encuentra en San Petersburgo. Localícenlo y tráiganmelo aquí." Los guardaespaldas del político apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Una mano buscó la chaqueta, pero el disparo llegó antes. Un estampido seco. Después otro, y otro. El aire se llenó de pólvora y sangre. Los cuerpos se desplomaron sin remedio, muñecos rotos que ya no respondían a nadie. El Ministro golpeó la mesa con furia, su voz retumbó entre las paredes cargadas de humo: — ¿Quién diablos son ustedes? ¿¡Saben quién soy?! Un puñetazo brutal lo arrancó de su asiento. Cayó al suelo como cualquier hombre, los brazos torcidos y sujetos por una fuerza que lo reducía a prisionero. La indignación lo ahogaba, pero sus palabras se perdían en gruñidos confusos, apenas reconocibles como ruso entre los golpes y el miedo. "Dejen limpio el lugar. Ningún cabo suelto. San Petersburgo no es un sitio que deba ser provocado… no todavía." La sentencia cayó como un cuchillo. Nadie dentro del bar tuvo oportunidad de escapar. Dos de los hombres bloquearon la salida, fríos y calculadores, mientras los otros arrojaban botellas incendiarias contra las vigas y cortinas. El fuego se expandió como una bestia hambrienta, devorando madera, vidrio y carne por igual. Los gritos se alzaron, desesperados, mientras las ventanas comenzaban a ennegrecerse. Arrastrado hacia la calle, el Ministro alcanzó a girar la cabeza. Sus ojos vidriosos reflejaron las siluetas atrapadas detrás de los cristales, los cuerpos forcejeando inútilmente contra un destino sellado. La nieve seguía cayendo con suavidad, indiferente al infierno que ardía a sus pies. . . . En Moscú, Kiev observaba un reloj antiguo en la palma de su mano. El metal ennegrecido llevaba la marca del tiempo, un recuerdo de su padre que cuando joven le parecía un tesoro inalcanzable. Ahora, sin embargo, lo contemplaba con frialdad, como si cada tic tac fuera simplemente un recordatorio de que el pasado no tiene valor en el presente. Lo dejó sobre el escritorio. Frente a él, los papeles estaban desplegados como piezas de ajedrez: informes, fotografías, nombres. Uno brillaba más que el resto: Ayla Klein. Su mirada recorrió con calma cada hoja, hasta que un detalle detuvo el movimiento de sus ojos. En una foto, un cruce de miradas. No era nada para la mayoría, pero para él era suficiente: Ryan. Esa cercanía con la alemana no era un accidente. Lo había encontrado, el error, la grieta. El talón de Aquiles. Una sonrisa lenta torció sus labios, apenas un gesto que nunca llegaba a suavizar su expresión. Isha había hecho bien su trabajo, aunque debía vigilarla para que no dejara más cenizas tras de sí. Al lado de esa carpeta, otra. El árbol completo de los Di Vincenzo: territorios, hermanos, aliados, hasta empleados insignificantes. El primer nombre resaltaba inevitable: Elisabetta. Curioso, irónico quizá, que dos mujeres tan distintas compartieran un destino tan contradictorio. ¿De qué le servían esas piezas? Mucho. No como aliadas, sino como puntos débiles. Todo dependía de cómo se moviera la partida, de qué tan cerca estuviera su hermano de convertirse en una molestia. Las mafias solo conocían un lenguaje: el interés propio. Y si alguien se interponía en el suyo, el problema sería inevitable. Un ruido lo sacó de su concentración. El cachorro mordía su pata, jugando como si el mundo no fuera más que un terreno blando para hincar los dientes. Kiev lo observó un instante. — Sigues siendo tan pequeño… — murmuró, ¿Cuántas veces había pisado su diminuta cola y recibido, a cambio, mordidas furiosas en el pantalón antes de que el animal huyera llorando? La cuenta lo había perdido, por eso mismo tuvo que colocarle ese "cosa" para cubrirla hasta buscar algo más viable. El reloj volvió a marcar el segundo, tic, tac. Fue cuando se dio cuenta que debía moverse. Se levantó, tomó la camisa que descansaba sobre la silla. Había asuntos que atender, y pronto, el hombre que le debía algo estaría frente a él.
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  • 𝐀𝐠𝐫𝐞𝐞𝐦𝐞𝐧𝐭𝐬 & 𝐓𝐞𝐫𝐦𝐬 𝐨𝐟 𝐂𝐨𝐧𝐝𝐢𝐭𝐢𝐨𝐧𝐬 | 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖚𝖊 — 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟒]

    Era horas decisivas, el poder ya había tomado la decisión de proceder con el argentino que ya se encontraba en deplorables condiciones de por sí. Ya no había nada, ni sueños que cumplir, ni una felicidad por lograr. Solo era sufrimiento y ahora : Un acuerdo de por medio.

    Yacía desmayado debido a los golpes, atado a una silla y de su cabeza aún dejando un gran rastro de su líquido vital. Varios hombres con armamento calibre pesado rodeaban lo que quedaba de él.

    𝘏𝟣 : ❝ 𝘔𝘪𝘳𝘢 𝘯𝘢𝘥𝘢 𝘮á𝘴 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢. 𝘋𝘦𝘣𝘦𝘳í𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘳𝘭𝘰, 𝘯𝘰 𝘯𝘰𝘴 𝘴𝘦𝘳𝘷𝘪𝘳á 𝘥𝘦 𝘯𝘢𝘥𝘢. ❞

    Esas palabras alcanzaban a oírse por parte de los hombres que apunto con su rifle a la cabeza de Santiago, pero, fue detenido por su compañero.

    𝘏𝟤 : ❝ 𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘮𝘪 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘵𝘰, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 𝘥𝘪𝘤𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘧𝘪𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘭𝘦𝘯𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘰. 𝘚𝘪 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘶𝘱𝘪𝘥𝘦𝘻, 𝘯𝘰𝘴 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘳á. ❞

    Sergei era el jefe de esa mafia y organización criminal. Quería unir al joven Santiago teniendo en cuenta su condición y estancia. Se rumoreaba plenamente sobre el ángel caído pero no se tenía registro de ello.

    Sergei entró en escena. Un hombre alto, ruso y con un puesto como diputado en el gobierno mediante a la corrupción, tráfico de drogas y personas. Al hacer acto de presencia solo hubo un silencio prematuro en la sala donde sacó una Desert Eagle bañada en oro de su guantera y le disparo a Santiago ahora en el hombro.

    El impacto y el sonido hicieron que este mismo recobrará la conciencia abriendo sus ojos plenamente y dejando escapar un quejido por lo bajo y las gotas de sangre cayendo de la zona afectada.

    𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ 𝘈𝘭 𝘧𝘪𝘯 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘴𝘵𝘦, 𝘴𝘶𝘱𝘶𝘦𝘴𝘵𝘰 á𝘯𝘨𝘦𝘭 𝘤𝘢í𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘢𝘭𝘢 𝘦𝘥𝘶𝘤𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘥𝘦 𝘮𝘪 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘦𝘭 𝘯𝘰 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘷𝘦í𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘣𝘢𝘴. ❞

    Se acercó unos pasos más y tomó del cuello al argentino apretando con fuerza en esa zona y obstruyendole el oxígeno.

    𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ 𝘔𝘪 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘦𝘴 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 𝘐𝘷𝘢𝘯𝘰𝘷. 𝘚𝘰𝘺 𝘦𝘭 𝘭í𝘥𝘦𝘳 𝘥𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘰𝘳𝘨𝘢𝘯𝘪𝘻𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘺 𝘶𝘯 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘪𝘱𝘶𝘵𝘢𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘯𝘵𝘰 𝘴𝘦𝘳á 𝘴𝘦𝘯𝘢𝘥𝘰𝘳. . . 𝘚é 𝘲𝘶𝘪é𝘯 𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘢𝘨𝘰. 𝘛𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘳á𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í 𝘴𝘪 𝘯𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘱𝘦𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘧𝘪𝘦𝘳𝘯𝘰 𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘦 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳é 𝘥𝘦 𝘵𝘶 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥𝘦𝘳𝘢 𝘯𝘢𝘵𝘶𝘳𝘢𝘭𝘦𝘻𝘢. ❞

    La vista del joven se nublaba, no tenía otra opción en ese entonces más que solo asentir con la cabeza con la poca energía que le quedaba ante la propuesta. Será otro estilo de vida, pero a que costo.

    𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ ¡𝘔𝘶𝘺 𝘣𝘪𝘦𝘯! 𝘝𝘦𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰𝘴 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘯𝘥𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘦𝘳𝘧𝘦𝘤𝘵𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘈𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘦𝘴 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘢𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘰. 𝘌𝘯 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴, 𝘧𝘪𝘳𝘮𝘢𝘳á𝘴 𝘢𝘭𝘨𝘰 𝘺 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘶 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘢 𝘴𝘢𝘯𝘨𝘳𝘦. 𝘝𝘢𝘴 𝘢 𝘢𝘤𝘦𝘱𝘵𝘢𝘳 𝘮𝘪𝘴 𝘵é𝘳𝘮𝘪𝘯𝘰𝘴 𝘺 𝘤𝘰𝘯𝘥𝘪𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘴𝘪 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘪𝘳 𝘤𝘰𝘯 𝘷𝘪𝘥𝘢. . . 𝘠 𝘷𝘦𝘳 𝘵𝘢𝘮𝘣𝘪é𝘯 𝘴𝘪 𝘮𝘦 𝘴𝘦𝘳á𝘴 𝘥𝘦 𝘶𝘵𝘪𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥. ❞

    Sergei lo suelta en ese entonces y ordena a los hombres a desatarlo, colocarle ropa decente y llevarlo a su despacho finalizando todo. Proceden a esto mismo quitándole la ropa desgastada y vestirlo comenzando con unos zapatos, pantalones y una camisa.

    Lo ayudaron a ponerse de pie, pero, la sangre no paraba de caer y apenas podía mantenerse con equilibrio. Otra sentencia más para su patética vida.
    𝐀𝐠𝐫𝐞𝐞𝐦𝐞𝐧𝐭𝐬 & 𝐓𝐞𝐫𝐦𝐬 𝐨𝐟 𝐂𝐨𝐧𝐝𝐢𝐭𝐢𝐨𝐧𝐬 | 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖚𝖊 — 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟒] Era horas decisivas, el poder ya había tomado la decisión de proceder con el argentino que ya se encontraba en deplorables condiciones de por sí. Ya no había nada, ni sueños que cumplir, ni una felicidad por lograr. Solo era sufrimiento y ahora : Un acuerdo de por medio. Yacía desmayado debido a los golpes, atado a una silla y de su cabeza aún dejando un gran rastro de su líquido vital. Varios hombres con armamento calibre pesado rodeaban lo que quedaba de él. 𝘏𝟣 : ❝ 𝘔𝘪𝘳𝘢 𝘯𝘢𝘥𝘢 𝘮á𝘴 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢. 𝘋𝘦𝘣𝘦𝘳í𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘳𝘭𝘰, 𝘯𝘰 𝘯𝘰𝘴 𝘴𝘦𝘳𝘷𝘪𝘳á 𝘥𝘦 𝘯𝘢𝘥𝘢. ❞ Esas palabras alcanzaban a oírse por parte de los hombres que apunto con su rifle a la cabeza de Santiago, pero, fue detenido por su compañero. 𝘏𝟤 : ❝ 𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘮𝘪 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘵𝘰, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 𝘥𝘪𝘤𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘧𝘪𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘭𝘦𝘯𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘰. 𝘚𝘪 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘶𝘱𝘪𝘥𝘦𝘻, 𝘯𝘰𝘴 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘳á. ❞ Sergei era el jefe de esa mafia y organización criminal. Quería unir al joven Santiago teniendo en cuenta su condición y estancia. Se rumoreaba plenamente sobre el ángel caído pero no se tenía registro de ello. Sergei entró en escena. Un hombre alto, ruso y con un puesto como diputado en el gobierno mediante a la corrupción, tráfico de drogas y personas. Al hacer acto de presencia solo hubo un silencio prematuro en la sala donde sacó una Desert Eagle bañada en oro de su guantera y le disparo a Santiago ahora en el hombro. El impacto y el sonido hicieron que este mismo recobrará la conciencia abriendo sus ojos plenamente y dejando escapar un quejido por lo bajo y las gotas de sangre cayendo de la zona afectada. 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ 𝘈𝘭 𝘧𝘪𝘯 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘴𝘵𝘦, 𝘴𝘶𝘱𝘶𝘦𝘴𝘵𝘰 á𝘯𝘨𝘦𝘭 𝘤𝘢í𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘢𝘭𝘢 𝘦𝘥𝘶𝘤𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘥𝘦 𝘮𝘪 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘦𝘭 𝘯𝘰 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘷𝘦í𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘣𝘢𝘴. ❞ Se acercó unos pasos más y tomó del cuello al argentino apretando con fuerza en esa zona y obstruyendole el oxígeno. 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ 𝘔𝘪 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘦𝘴 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 𝘐𝘷𝘢𝘯𝘰𝘷. 𝘚𝘰𝘺 𝘦𝘭 𝘭í𝘥𝘦𝘳 𝘥𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘰𝘳𝘨𝘢𝘯𝘪𝘻𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘺 𝘶𝘯 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘪𝘱𝘶𝘵𝘢𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘯𝘵𝘰 𝘴𝘦𝘳á 𝘴𝘦𝘯𝘢𝘥𝘰𝘳. . . 𝘚é 𝘲𝘶𝘪é𝘯 𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘢𝘨𝘰. 𝘛𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘳á𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í 𝘴𝘪 𝘯𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘱𝘦𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘧𝘪𝘦𝘳𝘯𝘰 𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘦 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳é 𝘥𝘦 𝘵𝘶 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥𝘦𝘳𝘢 𝘯𝘢𝘵𝘶𝘳𝘢𝘭𝘦𝘻𝘢. ❞ La vista del joven se nublaba, no tenía otra opción en ese entonces más que solo asentir con la cabeza con la poca energía que le quedaba ante la propuesta. Será otro estilo de vida, pero a que costo. 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ ¡𝘔𝘶𝘺 𝘣𝘪𝘦𝘯! 𝘝𝘦𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰𝘴 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘯𝘥𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘦𝘳𝘧𝘦𝘤𝘵𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘈𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘦𝘴 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘢𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘰. 𝘌𝘯 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴, 𝘧𝘪𝘳𝘮𝘢𝘳á𝘴 𝘢𝘭𝘨𝘰 𝘺 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘶 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘢 𝘴𝘢𝘯𝘨𝘳𝘦. 𝘝𝘢𝘴 𝘢 𝘢𝘤𝘦𝘱𝘵𝘢𝘳 𝘮𝘪𝘴 𝘵é𝘳𝘮𝘪𝘯𝘰𝘴 𝘺 𝘤𝘰𝘯𝘥𝘪𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘴𝘪 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘪𝘳 𝘤𝘰𝘯 𝘷𝘪𝘥𝘢. . . 𝘠 𝘷𝘦𝘳 𝘵𝘢𝘮𝘣𝘪é𝘯 𝘴𝘪 𝘮𝘦 𝘴𝘦𝘳á𝘴 𝘥𝘦 𝘶𝘵𝘪𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥. ❞ Sergei lo suelta en ese entonces y ordena a los hombres a desatarlo, colocarle ropa decente y llevarlo a su despacho finalizando todo. Proceden a esto mismo quitándole la ropa desgastada y vestirlo comenzando con unos zapatos, pantalones y una camisa. Lo ayudaron a ponerse de pie, pero, la sangre no paraba de caer y apenas podía mantenerse con equilibrio. Otra sentencia más para su patética vida.
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