• ¡CUMPLEAÑOS FELIZ, CUMPLEAÑOS FELIZ!

    ¡FICROLERS!
    ¡Hoy estamos de fiesta!

    Es un día muy especial porque celebramos el cumpleaños de alguien increíble (¡o de varios!).
    Que no falten las sonrisas, las sorpresas y los buenos momentos para hacer de este día algo inolvidable.

    ¡⸱ㅤ𝘵ℎ𝘦𝑎 !
    ¡Estela Athenea !

    "Que este nuevo año esté lleno de alegrías, éxitos y mucha magia. ¡Gracias por ser parte de esta comunidad tan especial y por todo lo que aportan! Hoy es su día, ¡disfrútenlo al máximo!"

    ¡A llenar este espacio de buenos deseos y mensajes festivos!


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    🎵 ¡CUMPLEAÑOS FELIZ, CUMPLEAÑOS FELIZ! 🎶 ¡FICROLERS! 🎉 ¡Hoy estamos de fiesta! 🎂✨ Es un día muy especial porque celebramos el cumpleaños de alguien increíble (¡o de varios!). 🥳🎁 Que no falten las sonrisas, las sorpresas y los buenos momentos para hacer de este día algo inolvidable. ¡[N0TARTHEMISA]! ¡[fire_olive_buffalo_727]! 🌟"Que este nuevo año esté lleno de alegrías, éxitos y mucha magia. ¡Gracias por ser parte de esta comunidad tan especial y por todo lo que aportan! Hoy es su día, ¡disfrútenlo al máximo!" 🎈 ¡A llenar este espacio de buenos deseos y mensajes festivos! 🎊 #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • "I need my best friend"
    Fandom Legacies
    Categoría Slice of Life
    ㅤㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤ "knock knock"
    ㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑
    ㅤㅤㅤㅤ˹ Lizzie Saltzman

    ㅤ𝙁𝙡𝙖𝙨𝙝𝙗𝙖𝙘𝙠
    ㅤ𝘐𝘯𝘵𝘦𝘳𝘯𝘢𝘥𝘰 𝘚𝘢𝘭𝘷𝘢𝘵𝘰𝘳𝘦


    ㅤㅤㅤㅤHabían pasado apenas un par de meses desde que la Escuela Salvatore, bajo el mando de Caroline Forbes, reabriera sus puertas. Un nuevo curso escolar había comenzado y aunque habían conseguido dar la bienvenida a bastantes alumnos, lo cierto era que los alumnos que habían convivido en aquella escuela desde hacia años eran incapaces de olvidar los últimos años: Malivore, Triada, los dioses, Aurora… Y las muertes de Landon e Ethan… Todas aquellas tragedias habían hecho mella y habían tocado a todas las personas de aquel colegio.

    Y, por supuesto, Hope Mikaelson no era diferente. Puede que fuera quien más había perdido en todo aquello… Y, aunque estaba decidida a seguir adelante, había mucho que necesitaba perdonarse. Puede que sus compañeros de clase o el “super-equipo” hubieran decidido hacer borrón y cuenta nueva con las maldades que Hope había llevado a cabo cuando apagó su humanidad… Puede… Pero la tríbrida aun se descubría a si misma recordando los errores de su pasado…

    Y es que había… demasiados errores… Y otros…. Que no era capaz de clasificar.

    Aquella noche, la tríbrida era incapaz de conciliar el dichoso sueño. Ni siquiera le interesaba el examen sobre magia wiccana que tenían a la mañana siguiente. No podía sacarse algo de la cabeza… A aquel cazador… Ese al que había conocido mientras sus sentimientos estaban anulados.

    Resopló.

    Estaba claro que no podría quitárselo de la cabeza hasta que no hablase de ello con… alguien. Y sabia perfectamente quien debía ser ese “alguien”. Solo le quedaba una mejor amiga en esa escuela, alguien a quien a día de hoy consideraba una hermana y que estaba unidas por algo más que una “panda promesa”.

    Salió de la cama y, todavía en bata y zapatillas, caminó hasta el dormitorio de Lizzie, agradeciendo que durmieran tan cerca la una de la otra. Sabía que Josie seguía en Bélgica, asi que por suerte, no molestaría a nadie más. No desde que Lizzie había decidido no compartir habitación. Ventajas de ser la hija de la directora, supuso Hope.

    Llegó hasta la puerta de la rubia y llamó suavemente con los nudillos.

    -¿Lizzie? -la llamó- ¿Estás despierta…? Necesito hablar… de algo…


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #Legacies
    ㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ "knock knock" ㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 ㅤㅤㅤㅤ˹ [frost_purple_giraffe_621] ㅤ𝙁𝙡𝙖𝙨𝙝𝙗𝙖𝙘𝙠 ㅤ𝘐𝘯𝘵𝘦𝘳𝘯𝘢𝘥𝘰 𝘚𝘢𝘭𝘷𝘢𝘵𝘰𝘳𝘦 ㅤ ㅤㅤㅤㅤHabían pasado apenas un par de meses desde que la Escuela Salvatore, bajo el mando de Caroline Forbes, reabriera sus puertas. Un nuevo curso escolar había comenzado y aunque habían conseguido dar la bienvenida a bastantes alumnos, lo cierto era que los alumnos que habían convivido en aquella escuela desde hacia años eran incapaces de olvidar los últimos años: Malivore, Triada, los dioses, Aurora… Y las muertes de Landon e Ethan… Todas aquellas tragedias habían hecho mella y habían tocado a todas las personas de aquel colegio. Y, por supuesto, Hope Mikaelson no era diferente. Puede que fuera quien más había perdido en todo aquello… Y, aunque estaba decidida a seguir adelante, había mucho que necesitaba perdonarse. Puede que sus compañeros de clase o el “super-equipo” hubieran decidido hacer borrón y cuenta nueva con las maldades que Hope había llevado a cabo cuando apagó su humanidad… Puede… Pero la tríbrida aun se descubría a si misma recordando los errores de su pasado… Y es que había… demasiados errores… Y otros…. Que no era capaz de clasificar. Aquella noche, la tríbrida era incapaz de conciliar el dichoso sueño. Ni siquiera le interesaba el examen sobre magia wiccana que tenían a la mañana siguiente. No podía sacarse algo de la cabeza… A aquel cazador… Ese al que había conocido mientras sus sentimientos estaban anulados. Resopló. Estaba claro que no podría quitárselo de la cabeza hasta que no hablase de ello con… alguien. Y sabia perfectamente quien debía ser ese “alguien”. Solo le quedaba una mejor amiga en esa escuela, alguien a quien a día de hoy consideraba una hermana y que estaba unidas por algo más que una “panda promesa”. Salió de la cama y, todavía en bata y zapatillas, caminó hasta el dormitorio de Lizzie, agradeciendo que durmieran tan cerca la una de la otra. Sabía que Josie seguía en Bélgica, asi que por suerte, no molestaría a nadie más. No desde que Lizzie había decidido no compartir habitación. Ventajas de ser la hija de la directora, supuso Hope. Llegó hasta la puerta de la rubia y llamó suavemente con los nudillos. -¿Lizzie? -la llamó- ¿Estás despierta…? Necesito hablar… de algo… #Personajes3D #3D #Comunidad3D #Legacies ㅤ
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  • “No eres tú, soy yo…"

    Las palabras cuelgan en el aire. Rae no las comprende del todo. No como lo haría un humano. Pero algo en esa frase resuena sin lógica. Una ruptura. Una transferencia de culpa. ¿Una excusa? ¿Cómo puede uno ser la causa de un vínculo roto sin que el otro lo sea también? ¿Acaso no son dos los que entretejen una unión? ¿O acaso este humano ha elegido asumirse como el único defecto, para aliviar el dolor del otro?

    Quizás “no eres tú, soy yo” no es una confesión. Quizás es una armadura. Un disfraz de madurez. O un eco ¿Y si decir “soy yo” es, en realidad, una forma de buscarse a uno mismo otra vez entre los restos de un “nosotros”?
    “No eres tú, soy yo…" Las palabras cuelgan en el aire. Rae no las comprende del todo. No como lo haría un humano. Pero algo en esa frase resuena sin lógica. Una ruptura. Una transferencia de culpa. ¿Una excusa? ¿Cómo puede uno ser la causa de un vínculo roto sin que el otro lo sea también? ¿Acaso no son dos los que entretejen una unión? ¿O acaso este humano ha elegido asumirse como el único defecto, para aliviar el dolor del otro? Quizás “no eres tú, soy yo” no es una confesión. Quizás es una armadura. Un disfraz de madurez. O un eco ¿Y si decir “soy yo” es, en realidad, una forma de buscarse a uno mismo otra vez entre los restos de un “nosotros”?
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  • 𝗦𝝤𝝡𝗘ꔋ𝘏𐌉𝖭𝗚𝗦𝖠𝘉𝝤ꓴꔋ𝘏𝗘𝙍:
    ‘ᴹⁱˢᶜᵉˡˡᵃⁿᵉᵒᵘˢ ᴱᵈⁱᵗⁱᵒⁿ’

    ➜Es una fanática del terror, todo lo que gire en torno a lo oscuro y perturbador tiene su atención, libros, películas, adornos, lugares abandonados, objetos malditos y todo aquello con vibra sobrenatural forma parte de una de sus obsesiones.

    ➜Aunque no lo admite en el fondo le gusta la comida humana, sin embargo, no tolera todos los alimentos existentes por igual, algunos pueden conducirla al vómito o al malestar de la misma forma que puede tener antojos desmedidos o “inventar” recetas con su ingrediente especial (Sangre, obvio).

    ➜Detesta el silencio, no puede pasar más de cinco minutos sola con sus pensamientos o simplemente en ambientes quietos, acostumbra a llevar su móvil y auriculares con música constante para aliviar la ansiedad y el estrés que eso le ocasiona, le dificulta mantenerse racional. Ha adoptado una gran cultura musical con el correr de los siglos al recorrer distintos continentes.

    ➜A pesar de su apariencia ruda y actitud de matona pandillera tiene una seducción muy única, es más coqueta de lo que aparenta y sabe moverse muy bien, es buena bailarina y acróbata, parte de su entrenamiento físico consistió en contorsionismo y atletismo explotando al máximo su cuerpo.

    ➜Colecciona pertenencias de sus víctimas, no hay una explicación lógica para eso, simplemente si le gusta se lo lleva, si le causa algo será suyo, sobre todo joyas y objetos brillantes, pero no por eso menosprecia cosas como prendas, juguetes, etc.

    ➜Es indistinta a dañar animales (si no ha de ser un caso extremo), no tiene ninguna diferencia con ellos y sostiene que los humanos son la única especie sobrante y que está en constante reproducción.

    ➜Tiene gran habilidad para el dibujo y la pintura, en su pasado como clarividente se vio obligada a perfeccionar su arte para expresar a detalle todo lo que su mente proyectaba y replicar a la perfección todo tipo de imagen existente.

    ➜Es poliglota, si bien su idioma natal es el inglés ha dedicado parte de su vida a aprender varios idiomas a nivel fluido tanto en habla como en escritura entre los cuales se destacan el italiano, ruso, español, alemán y chino siendo su desafío actual el francés y el latín.

    ➜Duerme, no tan seguido como otras variantes de su especie, pero disfruta de siestas que oscilan entre 3 y 21 horas. Principalmente para moderar su sed, además de ser un buen “break” para su cabeza. En caso de sueños prolongados suele ocultarse de la civilización más no es muy común.

    ➜Le encantan los baños de inmersión, puede pasar largos ratos en piscinas o tinas, es uno de sus caprichos más comunes, siempre tiene un momento para ella y su “tiempo de spa”.

    ➜Fuma, por placer y por terapia, la ayuda a sostener su humor dónde corresponde cuando es necesario y como no le afecta también le sirve para distraerse de malos impulsos. Si quisiera experimentar algún efecto únicamente podría hacerlo a través de la sangre infectada con el estupefaciente a elección.

    ➜Sufre de pesadillas y visiones cortas sobre su pasado humano, (lo que la confunde a diario puesto que ella solo posee recuerdos lucidos de su vida a partir de su abrazo) así como también sobre el momento de su captura y muerte de su Sire, de la cual siente gran culpa hasta el día de hoy.

    ➜Es pesimista y bastante realista, nunca se ha permitido soñar en grande o tener metas más allá de la supervivencia, no posee vínculos muy cercanos y nunca ha tenido amoríos puesto a que más allá de tener un lado emocional oculto los algunos sentimientos aún son un enigma para ella, aunque interpreta las emociones con sabiduría a raíz de lo aprendido entre los humanos.

    ➜La tecnología no es una molestia para ella, ha logrado actualizarse con éxito y de hecho es buena para usarla, siendo casi adicta al teléfono celular.

    ➜Es sensible a ruidos extremadamente altos si la toman por sorpresa, todo lo que pueda estimular o alterar su psiquis la conducen a un frenesí psicótico dónde puede llegar a desconocerse con su entorno.

    ➜El contacto físico es difícil con ella, no le gusta, es muy sencillo causarle incomodidad y fastidio cuando de eso se trata, es algo que aún trabaja.

    ➜Adora los tatuajes, piercings y todo tipo de modificación corporal, ella posee varios de los primeros, aunque muchos cubren cicatrices que prefirió olvidar.

    ➜Lleva un conteo estricto de sus víctimas, es un TOC que no le ha dicho a nadie.

    ➜Cuando pierde la cordura suele tener episodios de tricotilomanía.

    ➜Es buena con las armas de todo tipo, pero una de las herencias de su Sire es el “asesinato bestial” ha demostrado que tan solo con sus manos puede crear terribles escenarios y es no solo un sello personal sino que también su favorito.
    𝗦𝝤𝝡𝗘ꔋ𝘏𐌉𝖭𝗚𝗦𝖠𝘉𝝤ꓴꔋ𝘏𝗘𝙍: ‘ᴹⁱˢᶜᵉˡˡᵃⁿᵉᵒᵘˢ ᴱᵈⁱᵗⁱᵒⁿ’ ➜Es una fanática del terror, todo lo que gire en torno a lo oscuro y perturbador tiene su atención, libros, películas, adornos, lugares abandonados, objetos malditos y todo aquello con vibra sobrenatural forma parte de una de sus obsesiones. ➜Aunque no lo admite en el fondo le gusta la comida humana, sin embargo, no tolera todos los alimentos existentes por igual, algunos pueden conducirla al vómito o al malestar de la misma forma que puede tener antojos desmedidos o “inventar” recetas con su ingrediente especial (Sangre, obvio). ➜Detesta el silencio, no puede pasar más de cinco minutos sola con sus pensamientos o simplemente en ambientes quietos, acostumbra a llevar su móvil y auriculares con música constante para aliviar la ansiedad y el estrés que eso le ocasiona, le dificulta mantenerse racional. Ha adoptado una gran cultura musical con el correr de los siglos al recorrer distintos continentes. ➜A pesar de su apariencia ruda y actitud de matona pandillera tiene una seducción muy única, es más coqueta de lo que aparenta y sabe moverse muy bien, es buena bailarina y acróbata, parte de su entrenamiento físico consistió en contorsionismo y atletismo explotando al máximo su cuerpo. ➜Colecciona pertenencias de sus víctimas, no hay una explicación lógica para eso, simplemente si le gusta se lo lleva, si le causa algo será suyo, sobre todo joyas y objetos brillantes, pero no por eso menosprecia cosas como prendas, juguetes, etc. ➜Es indistinta a dañar animales (si no ha de ser un caso extremo), no tiene ninguna diferencia con ellos y sostiene que los humanos son la única especie sobrante y que está en constante reproducción. ➜Tiene gran habilidad para el dibujo y la pintura, en su pasado como clarividente se vio obligada a perfeccionar su arte para expresar a detalle todo lo que su mente proyectaba y replicar a la perfección todo tipo de imagen existente. ➜Es poliglota, si bien su idioma natal es el inglés ha dedicado parte de su vida a aprender varios idiomas a nivel fluido tanto en habla como en escritura entre los cuales se destacan el italiano, ruso, español, alemán y chino siendo su desafío actual el francés y el latín. ➜Duerme, no tan seguido como otras variantes de su especie, pero disfruta de siestas que oscilan entre 3 y 21 horas. Principalmente para moderar su sed, además de ser un buen “break” para su cabeza. En caso de sueños prolongados suele ocultarse de la civilización más no es muy común. ➜Le encantan los baños de inmersión, puede pasar largos ratos en piscinas o tinas, es uno de sus caprichos más comunes, siempre tiene un momento para ella y su “tiempo de spa”. ➜Fuma, por placer y por terapia, la ayuda a sostener su humor dónde corresponde cuando es necesario y como no le afecta también le sirve para distraerse de malos impulsos. Si quisiera experimentar algún efecto únicamente podría hacerlo a través de la sangre infectada con el estupefaciente a elección. ➜Sufre de pesadillas y visiones cortas sobre su pasado humano, (lo que la confunde a diario puesto que ella solo posee recuerdos lucidos de su vida a partir de su abrazo) así como también sobre el momento de su captura y muerte de su Sire, de la cual siente gran culpa hasta el día de hoy. ➜Es pesimista y bastante realista, nunca se ha permitido soñar en grande o tener metas más allá de la supervivencia, no posee vínculos muy cercanos y nunca ha tenido amoríos puesto a que más allá de tener un lado emocional oculto los algunos sentimientos aún son un enigma para ella, aunque interpreta las emociones con sabiduría a raíz de lo aprendido entre los humanos. ➜La tecnología no es una molestia para ella, ha logrado actualizarse con éxito y de hecho es buena para usarla, siendo casi adicta al teléfono celular. ➜Es sensible a ruidos extremadamente altos si la toman por sorpresa, todo lo que pueda estimular o alterar su psiquis la conducen a un frenesí psicótico dónde puede llegar a desconocerse con su entorno. ➜El contacto físico es difícil con ella, no le gusta, es muy sencillo causarle incomodidad y fastidio cuando de eso se trata, es algo que aún trabaja. ➜Adora los tatuajes, piercings y todo tipo de modificación corporal, ella posee varios de los primeros, aunque muchos cubren cicatrices que prefirió olvidar. ➜Lleva un conteo estricto de sus víctimas, es un TOC que no le ha dicho a nadie. ➜Cuando pierde la cordura suele tener episodios de tricotilomanía. ➜Es buena con las armas de todo tipo, pero una de las herencias de su Sire es el “asesinato bestial” ha demostrado que tan solo con sus manos puede crear terribles escenarios y es no solo un sello personal sino que también su favorito.
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  • El aroma del incienso apenas se deslizaba en el aire, como una plegaria silente que se aferraba a los pilares de madera antigua, buscando a un dios que ya no escuchaba. Más allá del umbral, los cerezos dormían bajo la bruma de un atardecer lejano, derramando pétalos como si la tierra llorara en silencio por algo que no alcanzaba a comprender.

    Ella se mantenía de pie junto a la columna central de la habitación, su figura envuelta en sombras y en los destellos suaves que se filtraban entre las rendijas del shōji. La penumbra jugaba con el contorno de su silueta, disolviéndola por momentos, como si el mundo aún no decidiera si debía retenerla o permitir que se desvaneciera en la bruma del amanecer. Sus ojos ahora se fijaban en sus propias manos, desnudas, apenas temblorosas.

    Allí, entre sus dedos, aún palpitaba un vestigio de lo que había hecho. No fuego, no luz… Sino una tibieza tenue, extraña, como si hubiese absorbido algo más que simple energía corrupta. Como si, por un instante, hubiera contenido dentro de sí el eco del alma de otro. Como si hubiese sido —por primera vez en mucho tiempo— no una emisaria de castigo, sino portadora de una forma de liberación.

    Kazuo ...

    El nombre danzaba aún en su mente como un rezo no pronunciado. Había visto en sus ojos lo mismo que durante años veló en los suyos: la sombra que consume desde adentro, la semilla de una corrupción que no solo carcome la carne, sino que enturbia la voluntad, deforma los sueños y convierte la compasión en ceniza. Y sin embargo, frente a él, había elegido lo impensable.

    Ella, que durante años había arrancado vidas sin titubeo. Ella, que había sido el azote de lo impuro, la daga precisa en corazones ya perdidos, había abierto las manos y contenido la corrupción que lo asfixiaba. La había absorbido, redirigido hacia sí, como una grieta más entre tantas que ya la habitaban. Y con ese acto, lo había salvado.

    Sus dedos se cerraron lentamente en un puño, apretando hasta que los nudillos se tornaron pálidos. El cuero de los guantes crujió apenas bajo la presión, como si compartiera el eco de algo que también se tensaba en su interior. No había rencor en su rostro. Tampoco ira por aquella súplica que había escuchado de los labios del zorro—una súplica disfrazada de resolución. Una petición callada, pero irrevocable: “Déjame ir.” Kazuo no lo había rogado, no había llorado. Había hablado con la serenidad de quien ya se ha despedido de sí mismo mucho antes.

    Y aun así, ella lo había negado.

    Le había arrebatado la muerte que pedía, el olvido que ansiaba.

    Había decidido por él.

    No por piedad, ni por alguna esperanza ingenua. Sino porque, en ese instante, frente a la sombra encarnada en otro, ella había visto reflejada su propia ruina —aquella época en que también habría suplicado lo mismo, si aún le hubiese quedado alguien a quien hacerlo.

    Conocía bien esa oscuridad, ese anhelo de desaparecer. No como un acto de cobardía, sino como el último vestigio de control que le quedaba a un alma exhausta. Lo había sentido abrasar sus huesos y dormir su pecho en más de una noche. Por eso, su negativa no había sido liviana. Le dolió en la carne vieja y en las heridas que jamás terminaron de cerrar.

    Salvarlo fue una condena compartida.

    Una elección que no le trajo consuelo, ni redención, sino un nuevo peso que ahora cargaba consigo. Uno más entre tantos, pero distinto. Porque sabía que, al sostenerlo en la vida, no lo había liberado… solo lo había obligado a mirar de frente aquello de lo que deseaba huir. Le devolvió el espejo y dejó intacto su reflejo. Hizo lo correcto, pero el alma no siempre aplaude lo justo. A veces lo resiste. A veces lo sangra en silencio.

    Por eso, en lugar de alivio, lo que sintió fue ese peso silente. Ese manto gris que se posa sobre quienes han hecho lo que debían… Aún sabiendo que sería odiada por ello.

    Se sentó con calma, como quien ha terminado una batalla que no necesita testigos. Con gesto lento, se colocó los guantes de cuero negro que durante tanto tiempo fueron su segunda piel, cubriendo las manos que por primera vez no habían destruido, sino redimido. En sus ojos brillaba algo que no era del todo tristeza, pero sí un tipo de duelo: el duelo por una parte de sí que había muerto con ese gesto, y que no deseaba enterrar con violencia. Solo dejar ir, como se deja ir un suspiro al final de una plegaria.

    Entonces, su mirada se alzó y se posó sobre la mesa baja del rincón, de madera lacada en tonos oscuros, adornada con tallas antiguas de dragones dormidos y ramas de ciruelo. Allí reposaban sus escrituras, sus bitácoras marcadas con la caligrafía elegante de quien ha aprendido a registrar el mal con precisión casi quirúrgica. Mapas de regiones corroídas por la oscuridad, diagramas de espíritus, anotaciones de antiguos sellos y rituales, nombres tachados con tinta roja. Eran sus huellas. El legado de una vida entera dedicada a la caza de lo impuro, al estudio de lo inasible.

    Con parsimonia, recogió cada hoja, cada trozo de pergamino, doblado con meticulosa devoción. No lo hacía con prisa, ni por temor. Era un gesto íntimo, ritual, como quien guarda las piezas de una historia que ya no le pertenece por completo. Dobló un trozo de tela oscura sobre las libretas y lo ató con un lazo de cuerda roja, el color de la sangre contenida y del deber cumplido.

    El templo, con su techo de tejas curvadas y sus faroles de papel aún encendidos con una luz suave, parecía sostenerla en una respiración contenida. Afuera, el murmullo del arroyo apenas se oía entre los árboles, y los pasos del mundo se sentían lejanos. Allí, entre las paredes de madera sagrada y el incienso que aún ardía en el altar, había hallado un respiro. No redención completa. No paz absoluta. Pero sí un instante de claridad. Un acto que, quizá, marcaría el inicio de otro camino.

    Se detuvo antes de cerrar la puerta corrediza tras de sí. Se quedó allí, con la mano apoyada en la madera, como si aún dudara del siguiente paso. Su mirada se deslizó una vez más hacia la habitación: ese espacio transitorio que, aunque breve, le había ofrecido un refugio.
    El aroma del incienso apenas se deslizaba en el aire, como una plegaria silente que se aferraba a los pilares de madera antigua, buscando a un dios que ya no escuchaba. Más allá del umbral, los cerezos dormían bajo la bruma de un atardecer lejano, derramando pétalos como si la tierra llorara en silencio por algo que no alcanzaba a comprender. Ella se mantenía de pie junto a la columna central de la habitación, su figura envuelta en sombras y en los destellos suaves que se filtraban entre las rendijas del shōji. La penumbra jugaba con el contorno de su silueta, disolviéndola por momentos, como si el mundo aún no decidiera si debía retenerla o permitir que se desvaneciera en la bruma del amanecer. Sus ojos ahora se fijaban en sus propias manos, desnudas, apenas temblorosas. Allí, entre sus dedos, aún palpitaba un vestigio de lo que había hecho. No fuego, no luz… Sino una tibieza tenue, extraña, como si hubiese absorbido algo más que simple energía corrupta. Como si, por un instante, hubiera contenido dentro de sí el eco del alma de otro. Como si hubiese sido —por primera vez en mucho tiempo— no una emisaria de castigo, sino portadora de una forma de liberación. [8KazuoAihara8]... El nombre danzaba aún en su mente como un rezo no pronunciado. Había visto en sus ojos lo mismo que durante años veló en los suyos: la sombra que consume desde adentro, la semilla de una corrupción que no solo carcome la carne, sino que enturbia la voluntad, deforma los sueños y convierte la compasión en ceniza. Y sin embargo, frente a él, había elegido lo impensable. Ella, que durante años había arrancado vidas sin titubeo. Ella, que había sido el azote de lo impuro, la daga precisa en corazones ya perdidos, había abierto las manos y contenido la corrupción que lo asfixiaba. La había absorbido, redirigido hacia sí, como una grieta más entre tantas que ya la habitaban. Y con ese acto, lo había salvado. Sus dedos se cerraron lentamente en un puño, apretando hasta que los nudillos se tornaron pálidos. El cuero de los guantes crujió apenas bajo la presión, como si compartiera el eco de algo que también se tensaba en su interior. No había rencor en su rostro. Tampoco ira por aquella súplica que había escuchado de los labios del zorro—una súplica disfrazada de resolución. Una petición callada, pero irrevocable: “Déjame ir.” Kazuo no lo había rogado, no había llorado. Había hablado con la serenidad de quien ya se ha despedido de sí mismo mucho antes. Y aun así, ella lo había negado. Le había arrebatado la muerte que pedía, el olvido que ansiaba. Había decidido por él. No por piedad, ni por alguna esperanza ingenua. Sino porque, en ese instante, frente a la sombra encarnada en otro, ella había visto reflejada su propia ruina —aquella época en que también habría suplicado lo mismo, si aún le hubiese quedado alguien a quien hacerlo. Conocía bien esa oscuridad, ese anhelo de desaparecer. No como un acto de cobardía, sino como el último vestigio de control que le quedaba a un alma exhausta. Lo había sentido abrasar sus huesos y dormir su pecho en más de una noche. Por eso, su negativa no había sido liviana. Le dolió en la carne vieja y en las heridas que jamás terminaron de cerrar. Salvarlo fue una condena compartida. Una elección que no le trajo consuelo, ni redención, sino un nuevo peso que ahora cargaba consigo. Uno más entre tantos, pero distinto. Porque sabía que, al sostenerlo en la vida, no lo había liberado… solo lo había obligado a mirar de frente aquello de lo que deseaba huir. Le devolvió el espejo y dejó intacto su reflejo. Hizo lo correcto, pero el alma no siempre aplaude lo justo. A veces lo resiste. A veces lo sangra en silencio. Por eso, en lugar de alivio, lo que sintió fue ese peso silente. Ese manto gris que se posa sobre quienes han hecho lo que debían… Aún sabiendo que sería odiada por ello. Se sentó con calma, como quien ha terminado una batalla que no necesita testigos. Con gesto lento, se colocó los guantes de cuero negro que durante tanto tiempo fueron su segunda piel, cubriendo las manos que por primera vez no habían destruido, sino redimido. En sus ojos brillaba algo que no era del todo tristeza, pero sí un tipo de duelo: el duelo por una parte de sí que había muerto con ese gesto, y que no deseaba enterrar con violencia. Solo dejar ir, como se deja ir un suspiro al final de una plegaria. Entonces, su mirada se alzó y se posó sobre la mesa baja del rincón, de madera lacada en tonos oscuros, adornada con tallas antiguas de dragones dormidos y ramas de ciruelo. Allí reposaban sus escrituras, sus bitácoras marcadas con la caligrafía elegante de quien ha aprendido a registrar el mal con precisión casi quirúrgica. Mapas de regiones corroídas por la oscuridad, diagramas de espíritus, anotaciones de antiguos sellos y rituales, nombres tachados con tinta roja. Eran sus huellas. El legado de una vida entera dedicada a la caza de lo impuro, al estudio de lo inasible. Con parsimonia, recogió cada hoja, cada trozo de pergamino, doblado con meticulosa devoción. No lo hacía con prisa, ni por temor. Era un gesto íntimo, ritual, como quien guarda las piezas de una historia que ya no le pertenece por completo. Dobló un trozo de tela oscura sobre las libretas y lo ató con un lazo de cuerda roja, el color de la sangre contenida y del deber cumplido. El templo, con su techo de tejas curvadas y sus faroles de papel aún encendidos con una luz suave, parecía sostenerla en una respiración contenida. Afuera, el murmullo del arroyo apenas se oía entre los árboles, y los pasos del mundo se sentían lejanos. Allí, entre las paredes de madera sagrada y el incienso que aún ardía en el altar, había hallado un respiro. No redención completa. No paz absoluta. Pero sí un instante de claridad. Un acto que, quizá, marcaría el inicio de otro camino. Se detuvo antes de cerrar la puerta corrediza tras de sí. Se quedó allí, con la mano apoyada en la madera, como si aún dudara del siguiente paso. Su mirada se deslizó una vez más hacia la habitación: ese espacio transitorio que, aunque breve, le había ofrecido un refugio.
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  • ༒☬реконструкция☬༒

    𝐒𝐢 𝐦𝐢 𝐦𝐞𝐦𝐨𝐫𝐢𝐚 𝐧𝐨 𝐞𝐬𝐭𝐮𝐯𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐭𝐚𝐧 𝐣𝐨𝐝𝐢𝐝𝐚, 𝐧𝐨 𝐨𝐥𝐯𝐢𝐝𝐚𝐫í𝐚 𝐭𝐮 𝐧𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐚... 𝐋𝐨 𝐬𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐬𝐨.

    La gata pareció entender, de una forma casi imposible. Su hocico cálido se deslizó por su mejilla antes de dejar una breve lamida en la punta de su nariz. Un gesto simple. Calmante. Como si buscara aplacar el caos que llevaba dentro.

    Ser secuestrado. Torturado con una crueldad que su cuerpo aún recordaba. Y encima, perder años enteros de memoria.
    No era solo molesto. Era una forma distinta de tortura.

    Un fracaso. Absoluto.

    Kiev no reaccionó hasta que el felino cruzó la puerta. Solo entonces apartó la mirada, ya enturbiada, y se dejó caer en el sillón de la sala. Sentía cada parte de su cuerpo como una carga. La cabeza fue hacia atrás con un suspiro que no aliviaba nada. Su mano apretó el bastón con fuerza. No por necesidad… por obstinación. Por mantenerse en pie.

    No pensaba depender de él por mucho tiempo. El cuerpo sanaría. Lento, sí, pero constante. Y en cuanto estuviera listo, lo dejaría atrás. Como todo lo demás.

    La habitación se mantuvo en silencio. Pero su mente, no.

    Las palabras de Ryan aún flotaban en el aire. Pegajosas. Incómodas. Como moho sobre las paredes.

    "había alguien"

    Un chasquido seco interrumpió sus pensamientos: el nudillo golpeando sin querer la parte metálica del bastón.

    ¿Algo más? ¿Él? ¿Kiev?

    La idea le resultaba irrisoria. Incluso ofensiva.

    Había vivido entre pólvora, sangre y mentiras demasiado tiempo como para haberse creído capaz de anhelar algo así. Un futuro. Una vida compartida. No era el tipo de hombre que buscaba vínculos. O eso creía.

    ¿Y por qué demonios no lo recordaba?

    La imagen de Ryan regresó con su mezcla de culpa y agotamiento. No parecía estar fingiendo. Y eso lo hacía más difícil de aceptar.

    Porque si era verdad…

    Entonces alguien se había acercado.
    Demasiado.
    Había estado dentro.
    Y lo había dejado.

    El pecho ardía. No de dolor físico. Era algo más crudo, más oscuro. Una furia muda, dirigida a una figura sin rostro. A una presencia que se sentía como una amenaza… y, al mismo tiempo, como una ausencia que dolía más de lo que admitía.

    "Te abandonó apenas pudo."

    Por supuesto.
    Era lógico.
    ¿Quién se quedaría con alguien como él?

    Y sin embargo, algo se resistía. Una sensación difusa. Una idea de paz que alguna vez pudo haber tenido. Un eco. Inalcanzable. Tan leve como un susurro entre ruinas.

    Chasqueó la lengua, molesto consigo mismo. Hurgar en el pasado no traía nada. Especialmente cuando estaba podrido. Mejor dejarlo enterrado.

    Se incorporó. Cada músculo se quejaba, pero no se detuvo. Caminó hacia el ventanal. La luz de la tarde se apagaba poco a poco, como si el día también quisiera olvidar.

    —Estás muerto, Kiev —murmuró con voz baja—. Lo que vino antes no importa.

    Tenía que seguir. Mantenerse firme. Retomar el control de lo que quedaba.

    Rubí se había ido quien sabe donde. Marcos solo le dejó informes de personas que el italiano había mandado. Según Ryan, eran figuras clave en su vida antes del secuestro.

    Ahora solo eran desconocidos en papeles sin alma.

    Pero debía comenzar por ahí.

    Poner orden. Recordar lo que pudiera.
    Después de todo, esto no era un juego.
    Y en la mafia, la ignorancia era una condena.
    ༒☬реконструкция☬༒ 𝐒𝐢 𝐦𝐢 𝐦𝐞𝐦𝐨𝐫𝐢𝐚 𝐧𝐨 𝐞𝐬𝐭𝐮𝐯𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐭𝐚𝐧 𝐣𝐨𝐝𝐢𝐝𝐚, 𝐧𝐨 𝐨𝐥𝐯𝐢𝐝𝐚𝐫í𝐚 𝐭𝐮 𝐧𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐚... 𝐋𝐨 𝐬𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐬𝐨. La gata pareció entender, de una forma casi imposible. Su hocico cálido se deslizó por su mejilla antes de dejar una breve lamida en la punta de su nariz. Un gesto simple. Calmante. Como si buscara aplacar el caos que llevaba dentro. Ser secuestrado. Torturado con una crueldad que su cuerpo aún recordaba. Y encima, perder años enteros de memoria. No era solo molesto. Era una forma distinta de tortura. Un fracaso. Absoluto. Kiev no reaccionó hasta que el felino cruzó la puerta. Solo entonces apartó la mirada, ya enturbiada, y se dejó caer en el sillón de la sala. Sentía cada parte de su cuerpo como una carga. La cabeza fue hacia atrás con un suspiro que no aliviaba nada. Su mano apretó el bastón con fuerza. No por necesidad… por obstinación. Por mantenerse en pie. No pensaba depender de él por mucho tiempo. El cuerpo sanaría. Lento, sí, pero constante. Y en cuanto estuviera listo, lo dejaría atrás. Como todo lo demás. La habitación se mantuvo en silencio. Pero su mente, no. Las palabras de Ryan aún flotaban en el aire. Pegajosas. Incómodas. Como moho sobre las paredes. "había alguien" Un chasquido seco interrumpió sus pensamientos: el nudillo golpeando sin querer la parte metálica del bastón. ¿Algo más? ¿Él? ¿Kiev? La idea le resultaba irrisoria. Incluso ofensiva. Había vivido entre pólvora, sangre y mentiras demasiado tiempo como para haberse creído capaz de anhelar algo así. Un futuro. Una vida compartida. No era el tipo de hombre que buscaba vínculos. O eso creía. ¿Y por qué demonios no lo recordaba? La imagen de Ryan regresó con su mezcla de culpa y agotamiento. No parecía estar fingiendo. Y eso lo hacía más difícil de aceptar. Porque si era verdad… Entonces alguien se había acercado. Demasiado. Había estado dentro. Y lo había dejado. El pecho ardía. No de dolor físico. Era algo más crudo, más oscuro. Una furia muda, dirigida a una figura sin rostro. A una presencia que se sentía como una amenaza… y, al mismo tiempo, como una ausencia que dolía más de lo que admitía. "Te abandonó apenas pudo." Por supuesto. Era lógico. ¿Quién se quedaría con alguien como él? Y sin embargo, algo se resistía. Una sensación difusa. Una idea de paz que alguna vez pudo haber tenido. Un eco. Inalcanzable. Tan leve como un susurro entre ruinas. Chasqueó la lengua, molesto consigo mismo. Hurgar en el pasado no traía nada. Especialmente cuando estaba podrido. Mejor dejarlo enterrado. Se incorporó. Cada músculo se quejaba, pero no se detuvo. Caminó hacia el ventanal. La luz de la tarde se apagaba poco a poco, como si el día también quisiera olvidar. —Estás muerto, Kiev —murmuró con voz baja—. Lo que vino antes no importa. Tenía que seguir. Mantenerse firme. Retomar el control de lo que quedaba. Rubí se había ido quien sabe donde. Marcos solo le dejó informes de personas que el italiano había mandado. Según Ryan, eran figuras clave en su vida antes del secuestro. Ahora solo eran desconocidos en papeles sin alma. Pero debía comenzar por ahí. Poner orden. Recordar lo que pudiera. Después de todo, esto no era un juego. Y en la mafia, la ignorancia era una condena.
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  • 𝐵𝑦𝑟𝑜𝑛.

    El nombre le sabe a calma, y eso es le aterra.

    Tres años huyendo, incluso de sí mismo.
    Saltando de bar en bar. De motel en motel. De compañía en compañía.
    Y ahora... ahora no ha querido huir.

    Hoy no ha querido huir. Ayer tampoco. No desde hace tantos días... Que no puede contar sin que duela.

    De allí nace el temor.

    La aterra la idea que su corazón malherido lo este dejando ir. A él. El primero que le vio con ojos de amor y le tocó con manos de afecto. El primero que le dio una taza amarilla y un lugar al que llamar hogar.

    El primero que le dolió de verdad.
    El único al que supo amar.

    Ivory siente culpa. Siente vergüenza. Siente que le traiciona. Pero también siente alivio. Y eso, ese miserable y bendito alivio, es un peso que le aplasta.
    𝐵𝑦𝑟𝑜𝑛. El nombre le sabe a calma, y eso es le aterra. Tres años huyendo, incluso de sí mismo. Saltando de bar en bar. De motel en motel. De compañía en compañía. Y ahora... ahora no ha querido huir. Hoy no ha querido huir. Ayer tampoco. No desde hace tantos días... Que no puede contar sin que duela. De allí nace el temor. La aterra la idea que su corazón malherido lo este dejando ir. A él. El primero que le vio con ojos de amor y le tocó con manos de afecto. El primero que le dio una taza amarilla y un lugar al que llamar hogar. El primero que le dolió de verdad. El único al que supo amar. Ivory siente culpa. Siente vergüenza. Siente que le traiciona. Pero también siente alivio. Y eso, ese miserable y bendito alivio, es un peso que le aplasta.
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  • Yace Atropos en su lecho de sombra, los hilos del día aún rozando la yema de sus dedos. El silencio no es un consuelo; es una sentencia. Como siempre. El mundo mortal pulsa allá afuera, enfermo de sus propios errores. Un niño que llora porque su madre no volvió. Una mujer que reza a un dios que no la escucha. Un anciano que esconde monedas bajo el colchón para no morir olvidado. Todos, pequeños, rotos, tratando de encontrar sentido al caos. Atropos no los odia. Sólo los juzga. Porque eso es lo que hace. Porque eso es lo que es.

    Pero esta noche no es como las demás. En la memoria de su conciencia vibra aún el eco de una conversación. No con un humano, no con un dios exactamente… con un ser. Uno que vive entre susurros y polvo de sueño. Le advirtió, entre sonrisas burlonas, que si alguna vez se entregaba al descanso, si su cuerpo caía dormido, tal vez no despertaría siendo la misma. Tal vez su cuerpo perdería algo.

    Y ahora, el cansancio la muerde. Una punzada lenta y pesada que baja por sus hombros, que enturbia su juicio por primera vez en siglos. Pero no cierra los ojos. No todavía. Se pregunta si eso es miedo. Si puede temer. Si aún es capaz de sentir algo más que la gravedad de su tarea.

    Finalmente, con un suspiro que no concede ni al alivio ni al temor, los párpados caen como un telón. El juicio duerme. Y en ese umbral, justo antes de perderse, Atropos se permite algo peligroso: curiosidad.
    Yace Atropos en su lecho de sombra, los hilos del día aún rozando la yema de sus dedos. El silencio no es un consuelo; es una sentencia. Como siempre. El mundo mortal pulsa allá afuera, enfermo de sus propios errores. Un niño que llora porque su madre no volvió. Una mujer que reza a un dios que no la escucha. Un anciano que esconde monedas bajo el colchón para no morir olvidado. Todos, pequeños, rotos, tratando de encontrar sentido al caos. Atropos no los odia. Sólo los juzga. Porque eso es lo que hace. Porque eso es lo que es. Pero esta noche no es como las demás. En la memoria de su conciencia vibra aún el eco de una conversación. No con un humano, no con un dios exactamente… con un ser. Uno que vive entre susurros y polvo de sueño. Le advirtió, entre sonrisas burlonas, que si alguna vez se entregaba al descanso, si su cuerpo caía dormido, tal vez no despertaría siendo la misma. Tal vez su cuerpo perdería algo. Y ahora, el cansancio la muerde. Una punzada lenta y pesada que baja por sus hombros, que enturbia su juicio por primera vez en siglos. Pero no cierra los ojos. No todavía. Se pregunta si eso es miedo. Si puede temer. Si aún es capaz de sentir algo más que la gravedad de su tarea. Finalmente, con un suspiro que no concede ni al alivio ni al temor, los párpados caen como un telón. El juicio duerme. Y en ese umbral, justo antes de perderse, Atropos se permite algo peligroso: curiosidad.
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  • Eunoë flotaba, una bruma plateada con destellos dorados que palpitaban como si respirara a través de cada partícula suspendida en el Reino Onírico. Sus pequeñas manos de niebla se apoyaban en la superficie invisible que separaba su mundo del de los que estaban despiertos. Una pared sin materia, solo marcada por la falta de sueños. A través de ella, observaba.

    Del otro lado, esa Diosa —tan viva, tan despierta, con una sonrisa—. No como risa liviana, sino como quien escupe palabras para no llorar. Y Morfeo… su maestro, ese ente que a veces parecía más fuego que sombra, le devolvía una sonrisa que no era del todo suya.

    "Es curioso" murmuró, con voz que se evaporaba como brisa tibia. "Una Diosa que logra hacer reír al Maestro… pero ni un segundo cierra los ojos para dejarme entrar."

    Se encogió, la bruma contrayéndose como un suspiro apretado. La vibración de su esencia titiló con frustración silenciosa.

    "Si solo los cerrara… si dejara de reprocharle, aunque fuese por un instante, yo podría cubrirla con mi manto, ese que no pesa y que consuela. No le robaría nada. Solo un momento. Solo… un descanso."

    Las manos nebulosas se deslizaron por la barrera.

    "Maestro, usted tampoco ayuda. No comparte con ella su don… ¿Cómo se supone que pueda ayudarla yo, si usted ni siquiera deja que duerma?" resopló "¡Yo puedo, juro que puedo! Pero ella está tan despierta… tan rota de vigilia."

    bajó sus manitas de niebla.

    "No me dejan soñar por ella. No si no me dejan entrar. Qué ironía: una Diosa que no duerme y un Maestro que no la invita a soñar…"

    Y allí se quedó, suspendida, esperándola. Porque algún día, sus párpados caerían, aunque fuese por cansancio, y sabría entrar sin herir.

    No necesitaba una respuesta de su maestro, solo necesitaba que le abriera paso para interactuar con esa alma que buscaba un sueño reparador.
    Eunoë flotaba, una bruma plateada con destellos dorados que palpitaban como si respirara a través de cada partícula suspendida en el Reino Onírico. Sus pequeñas manos de niebla se apoyaban en la superficie invisible que separaba su mundo del de los que estaban despiertos. Una pared sin materia, solo marcada por la falta de sueños. A través de ella, observaba. Del otro lado, esa Diosa —tan viva, tan despierta, con una sonrisa—. No como risa liviana, sino como quien escupe palabras para no llorar. Y Morfeo… su maestro, ese ente que a veces parecía más fuego que sombra, le devolvía una sonrisa que no era del todo suya. "Es curioso" murmuró, con voz que se evaporaba como brisa tibia. "Una Diosa que logra hacer reír al Maestro… pero ni un segundo cierra los ojos para dejarme entrar." Se encogió, la bruma contrayéndose como un suspiro apretado. La vibración de su esencia titiló con frustración silenciosa. "Si solo los cerrara… si dejara de reprocharle, aunque fuese por un instante, yo podría cubrirla con mi manto, ese que no pesa y que consuela. No le robaría nada. Solo un momento. Solo… un descanso." Las manos nebulosas se deslizaron por la barrera. "Maestro, usted tampoco ayuda. No comparte con ella su don… ¿Cómo se supone que pueda ayudarla yo, si usted ni siquiera deja que duerma?" resopló "¡Yo puedo, juro que puedo! Pero ella está tan despierta… tan rota de vigilia." bajó sus manitas de niebla. "No me dejan soñar por ella. No si no me dejan entrar. Qué ironía: una Diosa que no duerme y un Maestro que no la invita a soñar…" Y allí se quedó, suspendida, esperándola. Porque algún día, sus párpados caerían, aunque fuese por cansancio, y sabría entrar sin herir. No necesitaba una respuesta de su maestro, solo necesitaba que le abriera paso para interactuar con esa alma que buscaba un sueño reparador.
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  • El silencio del baño era espeso, roto solo por el chirrido de la esponja deslizándose sobre el espejo. Gotas secas de un líquido rojizo se resistían a desaparecer, manchando el reflejo de John como si quisieran recordarle lo que había ocurrido ahí. Con una precisión mecánica, restregaba el cristal mientras el olor a desinfectante comenzaba a opacar al del cobre.

    Jack Hammer, de pie junto al umbral, observaba en silencio. Su traje blanco contrastaba brutalmente con las baldosas sucias y la atmósfera densa del lugar. Sus zapatos hacían un leve eco cada vez que cambiaba el peso de un pie a otro.

    —Hay sectores nuevos —dijo finalmente, sin rodeos—. Podrías expandir tu rango. Más trabajo. Mejor pagado. Gente que necesita a alguien como tú.

    John no dejó de limpiar. El reflejo de sus ojos dorados lo miraba desde el espejo mientras tallaba con más fuerza una mancha particularmente rebelde.

    —No estoy interesado.

    Jack dio un paso dentro del baño, esquivando cuidadosamente un charco ya parcialmente absorbido por las toallas industriales.

    —No puedes pasarte la vida atrapado en escenas como esta. Eres bueno. Demasiado bueno para quedarte limitado a limpiar los desastres de otros.

    John se detuvo. No lo miró, pero su voz bajó de tono.

    —Y tú sabes por qué prefiero quedarme aquí. Aquí nadie hace preguntas. Nadie me mira dos veces. Solo soy el tipo que borra lo que queda.

    Jack frunció los labios. Estaba acostumbrado a negociar, a presionar, pero con John siempre había límites invisibles. Límites que respetaba, porque se los había ganado.

    —Está bien —cedió finalmente, cruzando los brazos—. No más ofertas. Pero necesito un favor. Esta noche hay una reunión. No es trabajo, no tendrás que limpiar nada. Solo... necesito que estés ahí. La gente actúa diferente cuando estás tú. Y confío en ti más que en cualquiera de mis hombres.

    John volvió a mojar la esponja en el balde, tallando en círculos. Su reflejo mostraba una mueca cansada, como si el día le pesara más de lo normal.

    —¿Una reunión, eh? ¿De las que terminan con más manchas en el espejo?

    —No si tú estás ahí —respondió Jack, sonriendo con ironía.

    El joven limpió la última esquina del vidrio y, satisfecho, dejó caer la esponja al balde. Se volvió finalmente hacia Jack, sacándose los guantes uno por uno.

    —Está bien. Pero no esperes que hable. Solo estaré.

    Jack asintió con alivio. Dio media vuelta para irse, pero justo antes de salir, se detuvo en el marco de la puerta y lo miró por encima del hombro.

    —Gracias por esto, Corvac.

    El nombre cayó como una piedra en el agua, haciendo eco en el pequeño baño. John se quedó inmóvil unos segundos. Luego se encogió de hombros, tomó el balde y murmuró:

    —No digas eso en voz alta, viejo. Los espejos escuchan.

    Y mientras Jack se alejaba por el pasillo, John apagó la luz del baño, dejando atrás otro reflejo limpio... y un pasado que no terminaba de desaparecer.
    El silencio del baño era espeso, roto solo por el chirrido de la esponja deslizándose sobre el espejo. Gotas secas de un líquido rojizo se resistían a desaparecer, manchando el reflejo de John como si quisieran recordarle lo que había ocurrido ahí. Con una precisión mecánica, restregaba el cristal mientras el olor a desinfectante comenzaba a opacar al del cobre. Jack Hammer, de pie junto al umbral, observaba en silencio. Su traje blanco contrastaba brutalmente con las baldosas sucias y la atmósfera densa del lugar. Sus zapatos hacían un leve eco cada vez que cambiaba el peso de un pie a otro. —Hay sectores nuevos —dijo finalmente, sin rodeos—. Podrías expandir tu rango. Más trabajo. Mejor pagado. Gente que necesita a alguien como tú. John no dejó de limpiar. El reflejo de sus ojos dorados lo miraba desde el espejo mientras tallaba con más fuerza una mancha particularmente rebelde. —No estoy interesado. Jack dio un paso dentro del baño, esquivando cuidadosamente un charco ya parcialmente absorbido por las toallas industriales. —No puedes pasarte la vida atrapado en escenas como esta. Eres bueno. Demasiado bueno para quedarte limitado a limpiar los desastres de otros. John se detuvo. No lo miró, pero su voz bajó de tono. —Y tú sabes por qué prefiero quedarme aquí. Aquí nadie hace preguntas. Nadie me mira dos veces. Solo soy el tipo que borra lo que queda. Jack frunció los labios. Estaba acostumbrado a negociar, a presionar, pero con John siempre había límites invisibles. Límites que respetaba, porque se los había ganado. —Está bien —cedió finalmente, cruzando los brazos—. No más ofertas. Pero necesito un favor. Esta noche hay una reunión. No es trabajo, no tendrás que limpiar nada. Solo... necesito que estés ahí. La gente actúa diferente cuando estás tú. Y confío en ti más que en cualquiera de mis hombres. John volvió a mojar la esponja en el balde, tallando en círculos. Su reflejo mostraba una mueca cansada, como si el día le pesara más de lo normal. —¿Una reunión, eh? ¿De las que terminan con más manchas en el espejo? —No si tú estás ahí —respondió Jack, sonriendo con ironía. El joven limpió la última esquina del vidrio y, satisfecho, dejó caer la esponja al balde. Se volvió finalmente hacia Jack, sacándose los guantes uno por uno. —Está bien. Pero no esperes que hable. Solo estaré. Jack asintió con alivio. Dio media vuelta para irse, pero justo antes de salir, se detuvo en el marco de la puerta y lo miró por encima del hombro. —Gracias por esto, Corvac. El nombre cayó como una piedra en el agua, haciendo eco en el pequeño baño. John se quedó inmóvil unos segundos. Luego se encogió de hombros, tomó el balde y murmuró: —No digas eso en voz alta, viejo. Los espejos escuchan. Y mientras Jack se alejaba por el pasillo, John apagó la luz del baño, dejando atrás otro reflejo limpio... y un pasado que no terminaba de desaparecer.
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