• Daemyra era una mujer que gozaba de los lujos. Incluso desde pequeña, ella se vestía con las mejores telas, los mejores zapatos y las joyas con las piedras más preciosas.

    Sin embargo, cuando Daemon mandó a asesinar a su pequeño sobrino, Jaehaerys, ella dejó de cuidarse.
    Sus ropas comenzaron a ser básicas, arruinadas, e incluso podrían considerarse de "mente enferma", ya que era ella quien se decidía por romperlas.

    Ella estaba enloqueciendo.

    Fue Alicent, su madre, quien la había hecho entrar en razón. Ella no debía mostrar debilidad ante nadie, ella no debía verse rota. En esos tiempos, más que nunca, Daemyra debía verse firme, como una amenaza.

    Pero también le aclaró, que no había amenaza más peligrosa que una mujer en duelo.
    Daemyra era una mujer que gozaba de los lujos. Incluso desde pequeña, ella se vestía con las mejores telas, los mejores zapatos y las joyas con las piedras más preciosas. Sin embargo, cuando Daemon mandó a asesinar a su pequeño sobrino, Jaehaerys, ella dejó de cuidarse. Sus ropas comenzaron a ser básicas, arruinadas, e incluso podrían considerarse de "mente enferma", ya que era ella quien se decidía por romperlas. Ella estaba enloqueciendo. Fue Alicent, su madre, quien la había hecho entrar en razón. Ella no debía mostrar debilidad ante nadie, ella no debía verse rota. En esos tiempos, más que nunca, Daemyra debía verse firme, como una amenaza. Pero también le aclaró, que no había amenaza más peligrosa que una mujer en duelo.
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  • — Alguien dígale a Joyce que despeje mi agenda que no puedo ni tomar un baño.—
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Morfeo vagó por las calles de una ciudad gris, confundido y silencioso, como un extranjero en su propia creación. La gente pasaba sin mirarlo, hasta que una niña de unos... >>no importa los años<<, de cabello desordenado y ojos grandes y vivos, se detuvo frente a él.

    —¿Estás bien? —preguntó ella.

    Morfeo la miró, sorprendido por la calidez de su voz. Nadie le había hablado sin miedo, siendo humano. 

    —No lo sé — Morfeo respondió, sinceramente.

    —Te pareces a alguien que se acaba de despertar de un sueño muy raro. Me llamo... (No recuerda su nombre)

    Morfeo inclinó la cabeza. Aprendió su nombre como si fuera una joya.

    —Yo… soy Morfeo.

    Ella se rió.

    —¡Como el de los sueños! Qué nombre más genial.

    A partir de ese día,  >ella< lo llevó consigo. Le enseñó a cruzar calles, a comer helado, a leer cómics y reírse de tonterías. Morfeo, que había creado sueños de galaxias enteras, descubría ahora la maravilla de escuchar una canción en un parque, de ver caer las hojas, de abrazar sin razón.

    Pero cada noche, Morfeo no podía dormir. Como humano, ansiaba su primer sueño real. >Ella<, al enterarse, decidió ayudarlo.

    —Si tú hacías sueños para otros, quizás necesitas que alguien te haga uno a ti.

    Esa noche, >Ella< tomó su cuaderno de dibujos y empezó a contarle una historia. Era sencilla: hablaba de un chico de ojos profundos que vivía solo en un lugar oscuro, hasta que una estrella bajaba a hacerle compañía. Le recordó a alguien o algo.

    Morfeo cerró los ojos y por primera vez, siendo humano, soñó. Soñó sin alterarlo.

    Soñó con la voz de.... >Ella< contándole historias, con el sabor de helado de fresa, con el color de los árboles en otoño, con la risa compartida.

    Y entendió.

    Soñar, como humano, no era crear mundos perfectos. Era compartir lo imperfecto, lo efímero. Era sentir...



    Morfeo vagó por las calles de una ciudad gris, confundido y silencioso, como un extranjero en su propia creación. La gente pasaba sin mirarlo, hasta que una niña de unos... >>no importa los años<<, de cabello desordenado y ojos grandes y vivos, se detuvo frente a él. —¿Estás bien? —preguntó ella. Morfeo la miró, sorprendido por la calidez de su voz. Nadie le había hablado sin miedo, siendo humano.  —No lo sé — Morfeo respondió, sinceramente. —Te pareces a alguien que se acaba de despertar de un sueño muy raro. Me llamo... (No recuerda su nombre) Morfeo inclinó la cabeza. Aprendió su nombre como si fuera una joya. —Yo… soy Morfeo. Ella se rió. —¡Como el de los sueños! Qué nombre más genial. A partir de ese día,  >ella< lo llevó consigo. Le enseñó a cruzar calles, a comer helado, a leer cómics y reírse de tonterías. Morfeo, que había creado sueños de galaxias enteras, descubría ahora la maravilla de escuchar una canción en un parque, de ver caer las hojas, de abrazar sin razón. Pero cada noche, Morfeo no podía dormir. Como humano, ansiaba su primer sueño real. >Ella<, al enterarse, decidió ayudarlo. —Si tú hacías sueños para otros, quizás necesitas que alguien te haga uno a ti. Esa noche, >Ella< tomó su cuaderno de dibujos y empezó a contarle una historia. Era sencilla: hablaba de un chico de ojos profundos que vivía solo en un lugar oscuro, hasta que una estrella bajaba a hacerle compañía. Le recordó a alguien o algo. Morfeo cerró los ojos y por primera vez, siendo humano, soñó. Soñó sin alterarlo. Soñó con la voz de.... >Ella< contándole historias, con el sabor de helado de fresa, con el color de los árboles en otoño, con la risa compartida. Y entendió. Soñar, como humano, no era crear mundos perfectos. Era compartir lo imperfecto, lo efímero. Era sentir...
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  • Hen lentor se perzys, ēdruta se vestri
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    Categoría Otros
    𓆩⟡𓆪 𝐓𝐇𝐄 𝐃𝐀𝐔𝐆𝐇𝐓𝐄𝐑 𝐎𝐅 𝐅𝐈𝐑𝐄 𝐇𝐀𝐒 𝐂𝐎𝐌𝐄 𓆩⟡𓆪

    Fortaleza Roja. Atardecer. Las sombras de dragón se arrastran sobre las piedras calientes de Desembarco del Rey.

    Primero fue el rugido.
    Luego, la sombra.
    Y por último, el silencio absoluto, como si los dioses mismos contuvieran el aliento.

    Desde las nubes descendió la criatura: un monstruo de alas extendidas, escamas como obsidiana líquida y ojos dorados, ardientes como el sol al morir. Era Maegaryon, el último susurro vivo de Valyria, comparable en tamaño al mismísimo Balerion el Terror Negro.
    Y sobre su lomo, firme, erguida como si cabalgara el mismísimo destino, venía ella.

    Seirys Ahai.
    La hija olvidada. La sangre bastarda que el fuego no quiso consumir.
    El secreto que camina con corona de humo y perfume de ceniza.

    Las calles quedaron vacías. Los comerciantes bajaron sus toldos. Las madres apretaron a sus hijos contra sus pechos. Y desde las altas torres, los ojos curiosos se asomaban, queriendo saber si era una reina o una maldición lo que caía del cielo.

    Vestía telas negras de Lys, ligeras y fluidas, dejando al descubierto vientre, brazos y piernas, como si la guerra misma hubiese decidido vestirse de mujer. Joyas rojas y doradas relucían en su piel pálida. Su cabello, blanco como la sal del Mar Angosto, caía hasta la cintura.
    Sonreía. Pero no era una sonrisa dulce. Era una línea irónica, casi cruel, como si supiera algo que el resto aún no había aprendido…
    …Pero pronto lo harían.

    Sobre su espalda, desde la nuca hasta media columna, un tatuaje escrito en alto valyrio resplandecía débilmente a la luz del atardecer:

    > “Hen lentor se perzys. Dāria se nykēla.”
    (Entre el fuego y el miedo. Reina sin corona).



    Maegaryon aterrizó en los jardines interiores del Torreón de Maegor, quebrando algunas columnas viejas y haciendo volar las hojas secas.
    Y entonces, todo se detuvo.

    El sonido. El aire. La respiración del mundo.

    Las puertas se abrieron lentamente. El sol, sangrando en el horizonte, bañaba a Seirys con un resplandor rojizo, como si el cielo también quisiera inclinarse ante ella.

    Ella descendió del dragón con calma. No había prisa en sus pasos, solo intención.
    A su alrededor, los soldados tragaban saliva. Algunos bajaban la mirada. Otros la seguían con ojos grandes, preguntándose si estaban viendo un presagio o una aparición.

    La música comenzó a sonar en alguna parte, un ritmo lejano de cuerdas orientales, de tambores antiguos… una versión oscura, solemne, de una marcha triunfal.
    No decía su nombre, pero todos sabían.
    Todos sentían.

    > Ella no vino a pedir un lugar. Vino a reclamarlo.



    Caminó entre los corredores del Torreón, los pliegues de su ropa silbando contra la piedra. Su presencia era una respuesta a preguntas que aún no se habían formulado.
    Una promesa. Una amenaza.
    Y también, una historia por escribirse.

    Seirys no buscaba presentaciones. Quien tuviese ojos, la reconocería.
    Quien tuviese miedo, la respetaría.
    Y quien tuviese el valor de acercarse, quizá... viviría para contar su versión.




    ¿La vera primero el único ojo violeta de Aemond? ¿El gesto inquisidor de Alicent? ¿La risa de Daemon desde un balcón? ¿O la sonrisa irónica de Rhaenyra desde su trono de sombras?

    El juego de tronos tiene una nueva pieza.
    Y su fuego no es un susurro.
    Es rugido.

    𓆩⟡𓆪 𝐓𝐇𝐄 𝐃𝐀𝐔𝐆𝐇𝐓𝐄𝐑 𝐎𝐅 𝐅𝐈𝐑𝐄 𝐇𝐀𝐒 𝐂𝐎𝐌𝐄 𓆩⟡𓆪 Fortaleza Roja. Atardecer. Las sombras de dragón se arrastran sobre las piedras calientes de Desembarco del Rey. Primero fue el rugido. Luego, la sombra. Y por último, el silencio absoluto, como si los dioses mismos contuvieran el aliento. Desde las nubes descendió la criatura: un monstruo de alas extendidas, escamas como obsidiana líquida y ojos dorados, ardientes como el sol al morir. Era Maegaryon, el último susurro vivo de Valyria, comparable en tamaño al mismísimo Balerion el Terror Negro. Y sobre su lomo, firme, erguida como si cabalgara el mismísimo destino, venía ella. Seirys Ahai. La hija olvidada. La sangre bastarda que el fuego no quiso consumir. El secreto que camina con corona de humo y perfume de ceniza. Las calles quedaron vacías. Los comerciantes bajaron sus toldos. Las madres apretaron a sus hijos contra sus pechos. Y desde las altas torres, los ojos curiosos se asomaban, queriendo saber si era una reina o una maldición lo que caía del cielo. Vestía telas negras de Lys, ligeras y fluidas, dejando al descubierto vientre, brazos y piernas, como si la guerra misma hubiese decidido vestirse de mujer. Joyas rojas y doradas relucían en su piel pálida. Su cabello, blanco como la sal del Mar Angosto, caía hasta la cintura. Sonreía. Pero no era una sonrisa dulce. Era una línea irónica, casi cruel, como si supiera algo que el resto aún no había aprendido… …Pero pronto lo harían. Sobre su espalda, desde la nuca hasta media columna, un tatuaje escrito en alto valyrio resplandecía débilmente a la luz del atardecer: > “Hen lentor se perzys. Dāria se nykēla.” (Entre el fuego y el miedo. Reina sin corona). Maegaryon aterrizó en los jardines interiores del Torreón de Maegor, quebrando algunas columnas viejas y haciendo volar las hojas secas. Y entonces, todo se detuvo. El sonido. El aire. La respiración del mundo. Las puertas se abrieron lentamente. El sol, sangrando en el horizonte, bañaba a Seirys con un resplandor rojizo, como si el cielo también quisiera inclinarse ante ella. Ella descendió del dragón con calma. No había prisa en sus pasos, solo intención. A su alrededor, los soldados tragaban saliva. Algunos bajaban la mirada. Otros la seguían con ojos grandes, preguntándose si estaban viendo un presagio o una aparición. La música comenzó a sonar en alguna parte, un ritmo lejano de cuerdas orientales, de tambores antiguos… una versión oscura, solemne, de una marcha triunfal. No decía su nombre, pero todos sabían. Todos sentían. > Ella no vino a pedir un lugar. Vino a reclamarlo. Caminó entre los corredores del Torreón, los pliegues de su ropa silbando contra la piedra. Su presencia era una respuesta a preguntas que aún no se habían formulado. Una promesa. Una amenaza. Y también, una historia por escribirse. Seirys no buscaba presentaciones. Quien tuviese ojos, la reconocería. Quien tuviese miedo, la respetaría. Y quien tuviese el valor de acercarse, quizá... viviría para contar su versión. ¿La vera primero el único ojo violeta de Aemond? ¿El gesto inquisidor de Alicent? ¿La risa de Daemon desde un balcón? ¿O la sonrisa irónica de Rhaenyra desde su trono de sombras? El juego de tronos tiene una nueva pieza. Y su fuego no es un susurro. Es rugido.
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  • feliz tarde mis corazones de pollo me encuentro en roma haciendo una promo y sección de fotos para una marca de joyas conocida en la ciudad, pero el atuendo que escogieron para las fotos creo que resalta mas mi figura que las joyas que viene a modelar en fin aqui les dejo como siempre mis corazones de pollo los amoooo
    feliz tarde mis corazones de pollo me encuentro en roma haciendo una promo y sección de fotos para una marca de joyas conocida en la ciudad, pero el atuendo que escogieron para las fotos creo que resalta mas mi figura que las joyas que viene a modelar :STK-7: en fin aqui les dejo como siempre mis corazones de pollo los amoooo :STK-13:
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  • Sigo sin comprender muy bien el simbolismo pero aunque no sea mucho de joyería me gusta como se ven una vez puestos.. creo que lo utilizaré a diario, aunque definitivamente me lo tendré que quitar cuando trabaje con el horno- en especial con este “verano” disfrazado de primavera.
    Sigo sin comprender muy bien el simbolismo pero aunque no sea mucho de joyería me gusta como se ven una vez puestos.. creo que lo utilizaré a diario, aunque definitivamente me lo tendré que quitar cuando trabaje con el horno- en especial con este “verano” disfrazado de primavera.
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  • Estás joyas están listas para pasarlo muy bien en la boda
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  • ㅤ☆ ㅤ#DiezCosasSobre 𝘮𝘰𝘪, Eve Sheffield-Fine.

    ☆ Usa el guardarropa heredado de su madre, Fran Fine. Eso incluye minifaldas de leopardo, blazers Dior, escotes que alteran religiones, y tacones que hacen temblar al patriarcado.

    ☆ Cree en el poder de la belleza con contexto: todo lo que viste tiene historia, desde joyas judías familiares hasta abrigos comprados en París durante una ruptura amorosa.

    ☆ Tiene un diario de nombres donde anota gente que la ha decepcionado... y otro donde escribe nombres de futuros perros.

    ☆ No cocina casi nunca, pero guarda las recetas de su abuela judía como si fueran textos sagrados.

    ☆ Habla inglés, hebreo y sarcasmo fluido.

    ☆ Le gusta el cine francés, el buen whisky y las novelas de mujeres locamente brillantes.

    ☆ Cree firmemente en las señales del universo, pero le grita si tardan en llegar.

    ☆ Su lugar feliz es un sillón de terciopelo, con un libro de Sylvia Plath y una copa de vino caro.

    ☆ Tiene una playlist llamada “Para llorar como actriz de los 50” y otra que se llama “Empowered little cunt”.


    ☆ Cree que el legado se construye con amor, furia y estilo. El sarcasmo es gratis, pero necesario.
    ㅤ☆ ㅤ#DiezCosasSobre 𝘮𝘰𝘪, Eve Sheffield-Fine. ☆ Usa el guardarropa heredado de su madre, Fran Fine. Eso incluye minifaldas de leopardo, blazers Dior, escotes que alteran religiones, y tacones que hacen temblar al patriarcado. ☆ Cree en el poder de la belleza con contexto: todo lo que viste tiene historia, desde joyas judías familiares hasta abrigos comprados en París durante una ruptura amorosa. ☆ Tiene un diario de nombres donde anota gente que la ha decepcionado... y otro donde escribe nombres de futuros perros. ☆ No cocina casi nunca, pero guarda las recetas de su abuela judía como si fueran textos sagrados. ☆ Habla inglés, hebreo y sarcasmo fluido. ☆ Le gusta el cine francés, el buen whisky y las novelas de mujeres locamente brillantes. ☆ Cree firmemente en las señales del universo, pero le grita si tardan en llegar. ☆ Su lugar feliz es un sillón de terciopelo, con un libro de Sylvia Plath y una copa de vino caro. ☆ Tiene una playlist llamada “Para llorar como actriz de los 50” y otra que se llama “Empowered little cunt”. ☆ Cree que el legado se construye con amor, furia y estilo. El sarcasmo es gratis, pero necesario.
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  • Frente a ti hay un claro vivo.
    Ardillas rojas husmean entre hojas otoñales, cautelosas. El aire huele a tierra húmeda y sidra caliente.

    Desde el camino, más adelante, escuchas una voz cantando con ritmo constante, como una canción de trabajo.

    Al acercarte, ves un grifo albino descansando a la sombra. Abre un ojo brillante, gélido, y te sigue con la mirada, hay cosas esparcidas alrededor, una taza, un petate, una fogata apagada y unas hojas con dibujos. Más allá, sentada en un suelo despejado frente a una piedra cortada, hay una mujer de cabello blanco, piel azul y ojos afilados, dos blancos cuernos adornados con joyas nacen de su cabeza, y lleva puesta una brillante chaqueta roja. mas abajo, un gato blanco y amarillo duerme plácidamente sobre su regazo, mientras ella talla lo que parece ser una caja de madera y canta.

    El viento se arremolina a su alrededor. Ella alza la vista, te observa con una suave sonrisa, levanta una mano de saludo… y vuelve a su trabajo.
    Frente a ti hay un claro vivo. Ardillas rojas husmean entre hojas otoñales, cautelosas. El aire huele a tierra húmeda y sidra caliente. Desde el camino, más adelante, escuchas una voz cantando con ritmo constante, como una canción de trabajo. Al acercarte, ves un grifo albino descansando a la sombra. Abre un ojo brillante, gélido, y te sigue con la mirada, hay cosas esparcidas alrededor, una taza, un petate, una fogata apagada y unas hojas con dibujos. Más allá, sentada en un suelo despejado frente a una piedra cortada, hay una mujer de cabello blanco, piel azul y ojos afilados, dos blancos cuernos adornados con joyas nacen de su cabeza, y lleva puesta una brillante chaqueta roja. mas abajo, un gato blanco y amarillo duerme plácidamente sobre su regazo, mientras ella talla lo que parece ser una caja de madera y canta. El viento se arremolina a su alrededor. Ella alza la vista, te observa con una suave sonrisa, levanta una mano de saludo… y vuelve a su trabajo.
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  • Joder taconazos, joyas, vestido, tarta... Este año si me portado muy bien y eso que siento que no merezco tantas cosas.
    Joder taconazos, joyas, vestido, tarta... Este año si me portado muy bien y eso que siento que no merezco tantas cosas.
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