• ¿Cómo es que había acabado en una situación como ésta?...

    Su cola se movía de un lado a otro de forma rígida, evidenciando su estrés mientras aquella pregunta se repetía una y otra vez en su cabeza.

    Lo último que recordaba era que, tras una ardua búsqueda de las lágrimas con la intención de recobrar sus recuerdos, había llegado agotado a su casa en la aldea Arkadia. Se sentía adolorido, fatigado y hambriento, así que preparó algo simple para cenar y después irse a dormir… Luego de eso, no tenía memoria de ningún otro suceso.

    Frunció el ceño en un intento de concentrarse, y aquellas peludas orejas rubias se movieron hacia los sonidos que lo rodeaban. No había sido víctima de ningún ataque extraño y tampoco había comido nada fuera de lo habitual.

    Aun así, el hylian se acercó al fogón de la cocina para asegurarse de que realmente no hubiese nada fuera de lugar. Después de todo, estaba tan cansado la noche anterior que ni siquiera confiaba en su propio juicio al momento de elegir los ingredientes para la cena.

    Y ahí estaba: una botella morada de sustancia misteriosa adquirida con Kilton. En su agotamiento, la había confundido con una salsa casera que había comprado en Hateno…

    El pelaje de su cola se erizó, reflejando su evidente mal humor. No era precisamente la hora para salir a buscar a Kilton y exigirle información sobre cuánto duraría el efecto de aquel líquido sospechoso que ingirió. Aun así, no se sentía mal… más allá del pequeño detalle de compartir ahora ciertas características felinas.

    Además… había otro problema. Su agudo olfato había captado el delicioso aroma a salmón proveniente de alguna casa en el corazón de la aldea Arkadia. Quizá, con el estómago lleno, pensaría con mayor claridad sobre cómo revertir su predicamento.

    Justo cuando intentó ordenar sus pensamientos, su estómago rugió con tal intensidad que hasta sus orejas se inclinaron hacia atrás, como si también se avergonzaran por él. Su cola se erizó un instante, para luego dar un par de latigazos irritados.

    El olor a salmón volvió a invadirlo, delicioso y traicionero. Link parpadeó lentamente, un gesto que mezclaba resignación y súplica muda al destino, antes de llevarse una mano al rostro. La exhalación pesada que soltó decía claramente lo que no podía expresar con palabras.

    A pesar de sus esfuerzos, sus pasos empezaron a avanzar por sí solos. Primero uno… luego otro… y otro más, como si sus pies y su recién adquirido instinto felino hubieran formado una alianza rebelde. Su cola, por supuesto, se movía con un entusiasmo que él no compartía en lo absoluto.

    Un último suspiro escapó de sus labios mientras su expresión adoptaba esa mezcla entre frustración y aceptación absoluta del desastre.

    Antes de poder resolver su problema… tendría que lidiar con su nuevo y escandalosamente persistente apetito felino.
    ¿Cómo es que había acabado en una situación como ésta?... Su cola se movía de un lado a otro de forma rígida, evidenciando su estrés mientras aquella pregunta se repetía una y otra vez en su cabeza. Lo último que recordaba era que, tras una ardua búsqueda de las lágrimas con la intención de recobrar sus recuerdos, había llegado agotado a su casa en la aldea Arkadia. Se sentía adolorido, fatigado y hambriento, así que preparó algo simple para cenar y después irse a dormir… Luego de eso, no tenía memoria de ningún otro suceso. Frunció el ceño en un intento de concentrarse, y aquellas peludas orejas rubias se movieron hacia los sonidos que lo rodeaban. No había sido víctima de ningún ataque extraño y tampoco había comido nada fuera de lo habitual. Aun así, el hylian se acercó al fogón de la cocina para asegurarse de que realmente no hubiese nada fuera de lugar. Después de todo, estaba tan cansado la noche anterior que ni siquiera confiaba en su propio juicio al momento de elegir los ingredientes para la cena. Y ahí estaba: una botella morada de sustancia misteriosa adquirida con Kilton. En su agotamiento, la había confundido con una salsa casera que había comprado en Hateno… El pelaje de su cola se erizó, reflejando su evidente mal humor. No era precisamente la hora para salir a buscar a Kilton y exigirle información sobre cuánto duraría el efecto de aquel líquido sospechoso que ingirió. Aun así, no se sentía mal… más allá del pequeño detalle de compartir ahora ciertas características felinas. Además… había otro problema. Su agudo olfato había captado el delicioso aroma a salmón proveniente de alguna casa en el corazón de la aldea Arkadia. Quizá, con el estómago lleno, pensaría con mayor claridad sobre cómo revertir su predicamento. Justo cuando intentó ordenar sus pensamientos, su estómago rugió con tal intensidad que hasta sus orejas se inclinaron hacia atrás, como si también se avergonzaran por él. Su cola se erizó un instante, para luego dar un par de latigazos irritados. El olor a salmón volvió a invadirlo, delicioso y traicionero. Link parpadeó lentamente, un gesto que mezclaba resignación y súplica muda al destino, antes de llevarse una mano al rostro. La exhalación pesada que soltó decía claramente lo que no podía expresar con palabras. A pesar de sus esfuerzos, sus pasos empezaron a avanzar por sí solos. Primero uno… luego otro… y otro más, como si sus pies y su recién adquirido instinto felino hubieran formado una alianza rebelde. Su cola, por supuesto, se movía con un entusiasmo que él no compartía en lo absoluto. Un último suspiro escapó de sus labios mientras su expresión adoptaba esa mezcla entre frustración y aceptación absoluta del desastre. Antes de poder resolver su problema… tendría que lidiar con su nuevo y escandalosamente persistente apetito felino.
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  • 【El joven había ido a la librería ya que debía buscar algunos libros que le faltaban para sus trabajos tomo algunos sobre animales marinos, historia y otros que él quería leer se tomó su tiempo revisando que si fueran todos lo que necesitaba entonces los fue a pagar en cuanto los pago salió de ahí muy emocionado le apasionaba lo que aprendía aunque a veces su mente divagaba en su familia sobre todo en su padre le dolía que no lo apoyara en su sueño, pero ya había decidido que no seguiría los deseos de su familia y seria feliz haciendo lo que más ama mientras caminaba tenia los audífonos puestos escuchando música mientras leía uno de los libros sobre los animales marinos estaba tranquilo era de los pocos momentos en donde tenía paz libero un poco de su aroma flores blancas y brisa marina de forma inconsciente ya que estaba muy concentrado y feliz leyendo】
    【El joven había ido a la librería ya que debía buscar algunos libros que le faltaban para sus trabajos tomo algunos sobre animales marinos, historia y otros que él quería leer se tomó su tiempo revisando que si fueran todos lo que necesitaba entonces los fue a pagar en cuanto los pago salió de ahí muy emocionado le apasionaba lo que aprendía aunque a veces su mente divagaba en su familia sobre todo en su padre le dolía que no lo apoyara en su sueño, pero ya había decidido que no seguiría los deseos de su familia y seria feliz haciendo lo que más ama mientras caminaba tenia los audífonos puestos escuchando música mientras leía uno de los libros sobre los animales marinos estaba tranquilo era de los pocos momentos en donde tenía paz libero un poco de su aroma flores blancas y brisa marina de forma inconsciente ya que estaba muy concentrado y feliz leyendo】
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  • Al amanecer, la pequeña campana sobre la puerta de la Bottega Valenti tintinea débilmente con la primera corriente fría del día. Carmina ya está despierta desde mucho antes: abre las persianas metálicas mientras el aire otoñal le eriza la piel, ese tipo de frío que no duele, pero sí avisa que el verano ya es un recuerdo.

    La calle huele a leña húmeda, a pan recién horneado en la panadería de la esquina y a hojas secas que el viento arrastra sin prisa. Carmina se frota las manos para calentárselas y entra a la tienda, donde el silencio es tan acogedor como una cobija vieja. Enciende las luces cálidas, que contra las sombras parecen pequeñas fogatas repartidas entre los estantes.

    Lo primero es preparar el café. La máquina antigua resopla con su gruñido familiar, y el aroma empieza a llenar la tienda. Carmina siempre guarda la primera taza para su abuela, quien baja las escaleras unos minutos después, envuelta en un suéter grueso de color mostaza.

    —Fa freddo oggi… —murmura Lucia, frotándose los brazos.
    Carmina sonríe.
    —Te lo dije, nonna, ya viene el invierno escondido entre las hojas.

    Mientras la abuela se sienta detrás del mostrador, Carmina revisa los productos recién llegados: mermeladas caseras, galletas de avellana, jabones artesanales que la gente empieza a comprar porque “huelen a hogar”. Organiza las manzanas rojas en una pequeña cesta de madera; algunas aún conservan esa frescura crujiente típica de octubre.

    A media mañana, los clientes habituales empiezan a entrar, sacudiéndose hojas del cabello, comentando el clima, pidiendo un café caliente para el camino. La campana de la puerta no deja de sonar. Carmina reconoce cada voz, cada paso.

    —¿Ya pusiste las decoraciones de otoño? —pregunta la señora Fiorini.
    Carmina señala el ventanal: unas guirnaldas de hojas secas y pequeñas calabazas pintadas a mano.
    —Las hice anoche —responde.
    —Se siente más acogedor aquí que en mi propia casa —ríe la señora.

    Por la tarde, el cielo se vuelve gris, y el viento trae el olor a lluvia. Carmina sale un momento a sujetar el cartel de ofertas para que no se lo lleve el aire. El clima cambia rápido: el viento helado le enrojece las mejillas y hace que su bufanda se infle como un pequeño paracaídas. Sin embargo, ella disfruta de esa sensación: el otoño siempre la ha hecho sentir acompañada, como si el mundo se encogiera un poco hacia adentro, volviéndose más íntimo.

    De vuelta en la tienda, ve a su abuela adormecida en la silla, las manos tibias alrededor de una taza de té ya frío. Carmina se acerca, le coloca suavemente una bufanda sobre los hombros y baja las luces, dejando solo las necesarias para que el lugar permanezca cálido y vivo.

    La tarde se disuelve despacio, y la Bottega Valenti respira con ella: crujidos de madera, olor a café, susurro de hojas al chocar contra la puerta. Carmina cierra los ojos un segundo, escuchando.
    Otoño siempre les sienta bien.
    Al amanecer, la pequeña campana sobre la puerta de la Bottega Valenti tintinea débilmente con la primera corriente fría del día. Carmina ya está despierta desde mucho antes: abre las persianas metálicas mientras el aire otoñal le eriza la piel, ese tipo de frío que no duele, pero sí avisa que el verano ya es un recuerdo. La calle huele a leña húmeda, a pan recién horneado en la panadería de la esquina y a hojas secas que el viento arrastra sin prisa. Carmina se frota las manos para calentárselas y entra a la tienda, donde el silencio es tan acogedor como una cobija vieja. Enciende las luces cálidas, que contra las sombras parecen pequeñas fogatas repartidas entre los estantes. Lo primero es preparar el café. La máquina antigua resopla con su gruñido familiar, y el aroma empieza a llenar la tienda. Carmina siempre guarda la primera taza para su abuela, quien baja las escaleras unos minutos después, envuelta en un suéter grueso de color mostaza. —Fa freddo oggi… —murmura Lucia, frotándose los brazos. Carmina sonríe. —Te lo dije, nonna, ya viene el invierno escondido entre las hojas. Mientras la abuela se sienta detrás del mostrador, Carmina revisa los productos recién llegados: mermeladas caseras, galletas de avellana, jabones artesanales que la gente empieza a comprar porque “huelen a hogar”. Organiza las manzanas rojas en una pequeña cesta de madera; algunas aún conservan esa frescura crujiente típica de octubre. A media mañana, los clientes habituales empiezan a entrar, sacudiéndose hojas del cabello, comentando el clima, pidiendo un café caliente para el camino. La campana de la puerta no deja de sonar. Carmina reconoce cada voz, cada paso. —¿Ya pusiste las decoraciones de otoño? —pregunta la señora Fiorini. Carmina señala el ventanal: unas guirnaldas de hojas secas y pequeñas calabazas pintadas a mano. —Las hice anoche —responde. —Se siente más acogedor aquí que en mi propia casa —ríe la señora. Por la tarde, el cielo se vuelve gris, y el viento trae el olor a lluvia. Carmina sale un momento a sujetar el cartel de ofertas para que no se lo lleve el aire. El clima cambia rápido: el viento helado le enrojece las mejillas y hace que su bufanda se infle como un pequeño paracaídas. Sin embargo, ella disfruta de esa sensación: el otoño siempre la ha hecho sentir acompañada, como si el mundo se encogiera un poco hacia adentro, volviéndose más íntimo. De vuelta en la tienda, ve a su abuela adormecida en la silla, las manos tibias alrededor de una taza de té ya frío. Carmina se acerca, le coloca suavemente una bufanda sobre los hombros y baja las luces, dejando solo las necesarias para que el lugar permanezca cálido y vivo. La tarde se disuelve despacio, y la Bottega Valenti respira con ella: crujidos de madera, olor a café, susurro de hojas al chocar contra la puerta. Carmina cierra los ojos un segundo, escuchando. Otoño siempre les sienta bien.
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  • No te preocupes mientras seas sumuso tienes oportunidad~
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    — Pon un guardaespaldas en tu vida y despreocúpate de los problemas.

    #SeductiveSunday
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    //Quiero hacerme la comida, pero mi gato lleva como un cuarto de hora encima mío. Ya no puedo moverme.
    //Quiero hacerme la comida, pero mi gato lleva como un cuarto de hora encima mío. Ya no puedo moverme. :STK-12:
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  • ¿Donde se ha metido Lilia? Es el único que saber hacer las cosas bien eñ este desdichado lugar.
    ¿Donde se ha metido Lilia? Es el único que saber hacer las cosas bien eñ este desdichado lugar.
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  • ¿hmmm? ¿ya es de día? Si solo han sido dos o tres partidas… ñññggg… no creo que pase nada si falto a una o dos clases, dormir es importante.
    ¿hmmm? ¿ya es de día? Si solo han sido dos o tres partidas… ñññggg… no creo que pase nada si falto a una o dos clases, dormir es importante.
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  • Todavía no me hago a la idea de que Ivanna 𝑺𝒑𝒆𝒍𝒍𝒎𝒂𝒏 Fifi au, se vuelva a Londres la próxima semana.
    Todavía no me hago a la idea de que [ThxGreen] Fifi au, se vuelva a Londres la próxima semana.
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  • Hola a tod@s!! Hoy me ha invitado a tomar helado por primera vez Daniel Bianchi!♥️ Estoy muy agradecido de que me cuide tanto es tan amable y atento... ^////^ Muuuu!!

    P.D: Como me queda el modelito de fuera de turno laboral? Os gusta?
    Hola a tod@s!! Hoy me ha invitado a tomar helado por primera vez [ripple_opal_snake_477]!♥️ Estoy muy agradecido de que me cuide tanto es tan amable y atento... ^////^ Muuuu!! 🐄💫 P.D: Como me queda el modelito de fuera de turno laboral? Os gusta? 🥰
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