• Tuve la oportunidad de verla a ella, una vez, pintada sobre mi ser.
    No vivo esta vida para ella, pero cuando observo esta apariencia en el espejo, me resulta imposible no recordarla.
    A ella, a quien concibieron con una espada en las manos, un arma filosa que me regaló y jamás aprendí a manejar. Preferí usar su sangre y para pintar un horizonte diferente para mí misma.
    Tuve la oportunidad de verla a ella, una vez, pintada sobre mi ser. No vivo esta vida para ella, pero cuando observo esta apariencia en el espejo, me resulta imposible no recordarla. A ella, a quien concibieron con una espada en las manos, un arma filosa que me regaló y jamás aprendí a manejar. Preferí usar su sangre y para pintar un horizonte diferente para mí misma.
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  • El sol caía bajo, reflejando su luz dorada sobre la línea del horizonte, cuando Natasha Romanoff, la reconocida Viuda Negra, salió del helicóptero de transporte y pisó el terreno desconocido. Con el aire de un soldado experimentado, sus botas golpearon el suelo con la misma precisión que sus pensamientos. No era la primera vez que se encontraba en un lugar como ese, pero había algo diferente en la atmósfera. La sensación de estar lejos de su elemento habitual, en un campo de entrenamiento más grande y abierto que el habitual laberinto de oficinas y misiones secretas que conocía tan bien, le resultaba incómoda.

    Se detuvo un momento, observando el vasto campo de entrenamiento. Había camiones blindados estacionados a un lado, grupos de soldados que practicaban maniobras, y edificios industriales, algunos de ellos claramente destinados para entrenamientos avanzados. —Y dentro del aula que esperaba a sus instructores, los ojos de los inexperto alumnos brillaban de anticipación, sus posturas tensas, aprovechando la falta de presencia de sus docentes para intercambiar preguntas o tal. Todos sabían que sus nuevos instructores eran dos de los más experimentados soldados—.

    Natasha no sentía nervios, pero sí una cierta incomodidad, una incomodidad que no lograba disipar. Se pasó una mano por el cabello rojo, recogido en una coleta, y ajustó el chaleco táctico mientras avanzaba hacia el edificio principal. En sus pensamientos, había una serie de preguntas que se repetían, pero no había tiempo para reflexionar en ese momento. Lo único que necesitaba era concentrarse. Solo que hoy, se dio cuenta, no estaría sola. 𝗠𝗶𝗰𝗮𝗵 𝗥𝗮𝘃𝗲𝗻𝘀𝗰𝗿𝗼𝗳𝘁.

    El nombre había sido lo único que le habían dado. Un soldado experimentado con años de servicio, el que se encargaría de todo lo relacionado con la medicina de combate. Su mirada era la misma de siempre, calculadora, distante, pero esta vez, la sensación de estar acompañada la desconcertaba. No se le había informado mucho sobre él. Nada sobre su personalidad, su forma de enseñar, ni siquiera qué tan eficiente era en su especialidad. Solo sabía que era parte de este programa, y que compartiría la responsabilidad de enseñar a los nuevos reclutas con él.

    Caminaba hacia el edificio, distante a las miradas ajenas. La puerta de entrada se abrió automáticamente, y al instante, el ambiente cambió. Ya no estaba al aire libre. Ahora, estaba dentro de un espacio cerrado, de paredes grises y frías, lleno de largas pasarelas y pasillos desordenados.

    Al final de uno de esos pasillos, se encontraba él.

    El soldado estaba allí, de pie, en una esquina apartada del pasillo, en su uniforme de combate, ajustado a la perfección, no había nada que delatara su presencia más que su altura y su postura: erguida, seria, inquebrantable.

    Los pocos detalles que Natasha pudo captar desde su llegada fueron los suficientes para percatarse de que Micah no era un hombre de palabras. De hecho, no parecía tener ninguna intención de romper el silencio que parecía envolverlo.

    La mujer, aunque acostumbrada a trabajar con personas tan complejas como él, no pudo evitar sentir una punzada de curiosidad. Pero no era una curiosidad complaciente; era más bien una necesidad de entender cómo, en este nuevo terreno, iba a encajar. ¿Cómo iba a trabajar con alguien que parecía tan… distante?

    Se acercó con paso firme, pero sin la urgencia que suele tener en las misiones. Un leve resoplido escapó de sus labios mientras recorría el pasillo. De reojo, observó los muros que les rodeaban.

    Finalmente, se acercó un poco más a él, hasta quedar a unos pasos de distancia. Se permitió un momento para evaluarlo con una mirada rápida y precisa, sus ojos se movieron con rapidez por su rostro, intentando descifrar cualquier cosa que pudiera indicarle algo sobre el hombre que tendría como compañero de instrucción.

    ──¿Micah Ravenscroft?

    Preguntó con un tono neutral, pero con una chispa de impaciencia que no pudo evitar esconder. El silencio de él le resultaba desconcertante. Estaba acostumbrada a la gente que no le temía a las palabras. ¿Por qué este hombre no respondía?

    Los ojos verde oliva y fríos del hombre, se encontraron con los de ella por un instante. Ella percibió o pensó que en el contrario no había miedo ni duda. Solo estaba… observando.

    "Supongo que tendré que trabajar con este silencio", pensó Natasha, sintiendo un leve tirón de frustración en su pecho. Pero rápidamente lo apartó de su mente. No tenía tiempo para juzgar, solo para actuar.
    ㅤㅤ
    [ Micah Ravenscroft ]
    El sol caía bajo, reflejando su luz dorada sobre la línea del horizonte, cuando Natasha Romanoff, la reconocida Viuda Negra, salió del helicóptero de transporte y pisó el terreno desconocido. Con el aire de un soldado experimentado, sus botas golpearon el suelo con la misma precisión que sus pensamientos. No era la primera vez que se encontraba en un lugar como ese, pero había algo diferente en la atmósfera. La sensación de estar lejos de su elemento habitual, en un campo de entrenamiento más grande y abierto que el habitual laberinto de oficinas y misiones secretas que conocía tan bien, le resultaba incómoda. Se detuvo un momento, observando el vasto campo de entrenamiento. Había camiones blindados estacionados a un lado, grupos de soldados que practicaban maniobras, y edificios industriales, algunos de ellos claramente destinados para entrenamientos avanzados. —Y dentro del aula que esperaba a sus instructores, los ojos de los inexperto alumnos brillaban de anticipación, sus posturas tensas, aprovechando la falta de presencia de sus docentes para intercambiar preguntas o tal. Todos sabían que sus nuevos instructores eran dos de los más experimentados soldados—. Natasha no sentía nervios, pero sí una cierta incomodidad, una incomodidad que no lograba disipar. Se pasó una mano por el cabello rojo, recogido en una coleta, y ajustó el chaleco táctico mientras avanzaba hacia el edificio principal. En sus pensamientos, había una serie de preguntas que se repetían, pero no había tiempo para reflexionar en ese momento. Lo único que necesitaba era concentrarse. Solo que hoy, se dio cuenta, no estaría sola. 𝗠𝗶𝗰𝗮𝗵 𝗥𝗮𝘃𝗲𝗻𝘀𝗰𝗿𝗼𝗳𝘁. El nombre había sido lo único que le habían dado. Un soldado experimentado con años de servicio, el que se encargaría de todo lo relacionado con la medicina de combate. Su mirada era la misma de siempre, calculadora, distante, pero esta vez, la sensación de estar acompañada la desconcertaba. No se le había informado mucho sobre él. Nada sobre su personalidad, su forma de enseñar, ni siquiera qué tan eficiente era en su especialidad. Solo sabía que era parte de este programa, y que compartiría la responsabilidad de enseñar a los nuevos reclutas con él. Caminaba hacia el edificio, distante a las miradas ajenas. La puerta de entrada se abrió automáticamente, y al instante, el ambiente cambió. Ya no estaba al aire libre. Ahora, estaba dentro de un espacio cerrado, de paredes grises y frías, lleno de largas pasarelas y pasillos desordenados. Al final de uno de esos pasillos, se encontraba él. El soldado estaba allí, de pie, en una esquina apartada del pasillo, en su uniforme de combate, ajustado a la perfección, no había nada que delatara su presencia más que su altura y su postura: erguida, seria, inquebrantable. Los pocos detalles que Natasha pudo captar desde su llegada fueron los suficientes para percatarse de que Micah no era un hombre de palabras. De hecho, no parecía tener ninguna intención de romper el silencio que parecía envolverlo. La mujer, aunque acostumbrada a trabajar con personas tan complejas como él, no pudo evitar sentir una punzada de curiosidad. Pero no era una curiosidad complaciente; era más bien una necesidad de entender cómo, en este nuevo terreno, iba a encajar. ¿Cómo iba a trabajar con alguien que parecía tan… distante? Se acercó con paso firme, pero sin la urgencia que suele tener en las misiones. Un leve resoplido escapó de sus labios mientras recorría el pasillo. De reojo, observó los muros que les rodeaban. Finalmente, se acercó un poco más a él, hasta quedar a unos pasos de distancia. Se permitió un momento para evaluarlo con una mirada rápida y precisa, sus ojos se movieron con rapidez por su rostro, intentando descifrar cualquier cosa que pudiera indicarle algo sobre el hombre que tendría como compañero de instrucción. ──¿Micah Ravenscroft? Preguntó con un tono neutral, pero con una chispa de impaciencia que no pudo evitar esconder. El silencio de él le resultaba desconcertante. Estaba acostumbrada a la gente que no le temía a las palabras. ¿Por qué este hombre no respondía? Los ojos verde oliva y fríos del hombre, se encontraron con los de ella por un instante. Ella percibió o pensó que en el contrario no había miedo ni duda. Solo estaba… observando. "Supongo que tendré que trabajar con este silencio", pensó Natasha, sintiendo un leve tirón de frustración en su pecho. Pero rápidamente lo apartó de su mente. No tenía tiempo para juzgar, solo para actuar. ㅤㅤ [ [M.C09] ]
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  • *Navegando iba Ace, alejándose de la tormenta que se acercaba en el horizonte.*

    -Estos festejos de la libertad son muy laboriosos... Apenas si hay suficiente tiempo. Pero ¡VIVA LA LIBERTAD!
    *Navegando iba Ace, alejándose de la tormenta que se acercaba en el horizonte.* -Estos festejos de la libertad son muy laboriosos... Apenas si hay suficiente tiempo. Pero ¡VIVA LA LIBERTAD!
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  • "Melinoë está muy emocionada a qué llegue pronto octubre-noviembre(halloween), mientras que yo... Aún sigo sin decidirme, como estallar con la emoción del mes de septiembre (Mes de la Juventud)." *Observa con la mirada perdida al horizonte, pero murmura divertida negando un poco con la cabeza*..."Menos nervios... Ya luego se verá si todo sale bien, ¡Estoy emocionada por empezar con la maratón de energía y lluvia de súper juegos!"
    "Melinoë está muy emocionada a qué llegue pronto octubre-noviembre(halloween), mientras que yo... Aún sigo sin decidirme, como estallar con la emoción del mes de septiembre (Mes de la Juventud)." *Observa con la mirada perdida al horizonte, pero murmura divertida negando un poco con la cabeza*..."Menos nervios... Ya luego se verá si todo sale bien, ¡Estoy emocionada por empezar con la maratón de energía y lluvia de súper juegos!"
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  • -Finalmente después de un largo viaje en el expreso Astral, llegaron a Jairo VI, la vista de Belolog es hermosa, desde la crisis de Estelaron (el cáncer de los mundos), se quedo observando lo hermoso que se miraba.

    El sol salía al horizonte, el frío había comenzado a menguar, aun el mundo estaba cubierto de nieve pero pronto comenzaría a llenarse de vida, mostró una nostalgica sonrisa, mientras esperaba la llegada de los demás trazacaminos, pues había sido invitados a un evento especial por lo que el expreso Astral, opto por pasar un momento en el lugar. -

    Con esto puedo estar distraída.

    -Comentó mientras lleva su mano a su pecho, aveces dolía otras no tanto, es algo que ya debía esta familiarzada, aun así por sus amigos, trato de estar mejor para no aguarles la fiesta. -
    -Finalmente después de un largo viaje en el expreso Astral, llegaron a Jairo VI, la vista de Belolog es hermosa, desde la crisis de Estelaron (el cáncer de los mundos), se quedo observando lo hermoso que se miraba. El sol salía al horizonte, el frío había comenzado a menguar, aun el mundo estaba cubierto de nieve pero pronto comenzaría a llenarse de vida, mostró una nostalgica sonrisa, mientras esperaba la llegada de los demás trazacaminos, pues había sido invitados a un evento especial por lo que el expreso Astral, opto por pasar un momento en el lugar. - Con esto puedo estar distraída. -Comentó mientras lleva su mano a su pecho, aveces dolía otras no tanto, es algo que ya debía esta familiarzada, aun así por sus amigos, trato de estar mejor para no aguarles la fiesta. -
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    - Vienen Tres

    Vienen tres, con pasos de misterio,
    bajo el velo de la noche estrellada,
    traen consigo un canto etéreo,
    la esencia del destino en su mirada.

    Por tres se te abrirá el camino,
    un sendero de sombras y de luz,
    fortaleza en sus manos, un destino,
    tejen el hilo, del cual serás tú.

    Por la sangre de los que quieren,
    las hermanas, las Moiras en danza,
    tejiendo un futuro donde los sueños,
    se entrelazan con esencia y esperanza.

    En su abrazo, la vida y la muerte,
    con hilos de oro y de dolor,
    tejen el tiempo, la fortuna y suerte,
    en su mirada, el eterno clamor.

    Vienen tres, guardianas del destino,
    con su aliento, despiertan el eco,
    del amor que se siente tan divino,
    de historias que del alma son reflejo.

    No temas al camino que asomas,
    pues en sus manos hallarás la paz,
    las Moiras guían, sus luces se asoman,
    en el laberinto, ellas serán tu faz.

    Así, viven y danzan los tres,
    en el horizonte, donde todo empieza,
    las hermanas que unen el ayer,
    con el hilo sagrado de la fortaleza.

    -Las Moiras.~
    - Vienen Tres Vienen tres, con pasos de misterio, bajo el velo de la noche estrellada, traen consigo un canto etéreo, la esencia del destino en su mirada. Por tres se te abrirá el camino, un sendero de sombras y de luz, fortaleza en sus manos, un destino, tejen el hilo, del cual serás tú. Por la sangre de los que quieren, las hermanas, las Moiras en danza, tejiendo un futuro donde los sueños, se entrelazan con esencia y esperanza. En su abrazo, la vida y la muerte, con hilos de oro y de dolor, tejen el tiempo, la fortuna y suerte, en su mirada, el eterno clamor. Vienen tres, guardianas del destino, con su aliento, despiertan el eco, del amor que se siente tan divino, de historias que del alma son reflejo. No temas al camino que asomas, pues en sus manos hallarás la paz, las Moiras guían, sus luces se asoman, en el laberinto, ellas serán tu faz. Así, viven y danzan los tres, en el horizonte, donde todo empieza, las hermanas que unen el ayer, con el hilo sagrado de la fortaleza. -Las Moiras.~
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  • ❝ Towers watching the horizon
    Sweaty sheets
    A dream of broken teeth
    Embraced by a night so cold
    Time to rise
    And brush off all your lies. ❞
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  • •Z̷a̷r̷e̷k̷•𖧨༒



    {El sol se alzaba sobre el horizonte, tiñendo la vasta extensión del desierto con un resplandor dorado, como si cada grano de arena fuera oro líquido bajo su luz. A lo lejos, el palacio emergía imponente, inmenso poder en medio de la nada. En sus pasillos y patios, los guerreros entrenaban con disciplina, otros bebían vino luego de las jornadas de guardia, algunos negociaban con mercaderes que ofrecían especias y telas, mientras las voces resonaba entre las columnas.}

    {En alguna parte del palacio, rodeado de riquezas, de estatuas dedicadas a Anubis y de altares cubiertos con velas encendidas, sahumerios, frutas y vino, se encontraba el príncipe Zarek, ahora proclamado rey. Desde una de las altas ventanas, abiertas al aire del desierto, sin vidrios ni persianas, observaba su ejército. y su reino construido en medio del vacío, sostenido únicamente por la voluntad de su ejército y por la suya.}

    {Allí, en el único asentamiento que quedaba de los nekomatas, la vida era dura. Durante el día, la arena quemaba la piel y durante la noche, el frío calaba hasta los huesos. El agua era escasa, la comida difícil de conseguir y la tierra nunca generosa. Sin embargo, habían aprendido a resistir.}

    {Zarek era el pilar de esa resistencia. Bajo su mando, las expediciones de caza rara vez regresaban con las manos vacías, y las cosechas, aunque humildes, bastaban para mantener al pueblo con vida. Nadie cuestionaba su liderazgo, aunque la mayoría lo temía tanto como lo respetaba. Frío, autoritario, distante, ya no era visto solo como un príncipe convertido en rey, sino como la encarnación misma de un dios. Jamás había mostrado afecto, ni siquiera hacia sus propios padres. Para muchos, en él no existía un corazón capaz de sentir.}

    {Esa madrugada, sus hombres volvieron tras un extenso viaje. Habían cumplido con la misión de espiar a posibles enemigos y traer información. Lo que comunicaron solo confirmaba que la antigua profecía estaba por cumplirse. La próxima luna llena sería el inicio del posible fin de los nekomatas.}

    {Zarek no dudó. Sabía lo que debía hacer. Había llegado la hora de buscar a su prometida, la mujer destinada a convertirse en reina y traer la salvación. Ella habitaba en el mundo de los humanos, ignorante del peso que cargaba sobre sus hombros ahora mismo. Para ella, él era un desconocido. Pero Zarek la sentía. Podía percibirla en el aire, como un instinto que lo guiaba sin error. Un fuerte instinto.}

    —Pronto estarás en casa, sucia sangre mestiza. Tu destino ya está escrito.

    {Zarek estaba decidido. Encontraría a la mujer que le había sido prometida, aunque tuviera que desafiar a los dioses mismos o entregar sus siete vidas en el intento.}

    •Z̷a̷r̷e̷k̷•𖧨༒ {El sol se alzaba sobre el horizonte, tiñendo la vasta extensión del desierto con un resplandor dorado, como si cada grano de arena fuera oro líquido bajo su luz. A lo lejos, el palacio emergía imponente, inmenso poder en medio de la nada. En sus pasillos y patios, los guerreros entrenaban con disciplina, otros bebían vino luego de las jornadas de guardia, algunos negociaban con mercaderes que ofrecían especias y telas, mientras las voces resonaba entre las columnas.} {En alguna parte del palacio, rodeado de riquezas, de estatuas dedicadas a Anubis y de altares cubiertos con velas encendidas, sahumerios, frutas y vino, se encontraba el príncipe Zarek, ahora proclamado rey. Desde una de las altas ventanas, abiertas al aire del desierto, sin vidrios ni persianas, observaba su ejército. y su reino construido en medio del vacío, sostenido únicamente por la voluntad de su ejército y por la suya.} {Allí, en el único asentamiento que quedaba de los nekomatas, la vida era dura. Durante el día, la arena quemaba la piel y durante la noche, el frío calaba hasta los huesos. El agua era escasa, la comida difícil de conseguir y la tierra nunca generosa. Sin embargo, habían aprendido a resistir.} {Zarek era el pilar de esa resistencia. Bajo su mando, las expediciones de caza rara vez regresaban con las manos vacías, y las cosechas, aunque humildes, bastaban para mantener al pueblo con vida. Nadie cuestionaba su liderazgo, aunque la mayoría lo temía tanto como lo respetaba. Frío, autoritario, distante, ya no era visto solo como un príncipe convertido en rey, sino como la encarnación misma de un dios. Jamás había mostrado afecto, ni siquiera hacia sus propios padres. Para muchos, en él no existía un corazón capaz de sentir.} {Esa madrugada, sus hombres volvieron tras un extenso viaje. Habían cumplido con la misión de espiar a posibles enemigos y traer información. Lo que comunicaron solo confirmaba que la antigua profecía estaba por cumplirse. La próxima luna llena sería el inicio del posible fin de los nekomatas.} {Zarek no dudó. Sabía lo que debía hacer. Había llegado la hora de buscar a su prometida, la mujer destinada a convertirse en reina y traer la salvación. Ella habitaba en el mundo de los humanos, ignorante del peso que cargaba sobre sus hombros ahora mismo. Para ella, él era un desconocido. Pero Zarek la sentía. Podía percibirla en el aire, como un instinto que lo guiaba sin error. Un fuerte instinto.} —Pronto estarás en casa, sucia sangre mestiza. Tu destino ya está escrito. {Zarek estaba decidido. Encontraría a la mujer que le había sido prometida, aunque tuviera que desafiar a los dioses mismos o entregar sus siete vidas en el intento.}
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  • -En la torre mas alta de castillo de la armonía, mientras el viento juega con su cabello, tenía su mirada dirigida al horizonte, cerro los ojos mientras un suave suspiro escapa de sus labios.

    Se quedó un rato más en silencio, optan por separa sus labios, dejando que una canción escapara, la cual se dejo escuchar por todo el lugar, el viento se llevo la dulce melodia qué la joven cantaba. -

    https://youtu.be/L4Zn_UnY14c?si=10zqZCCkdep5O-RX
    -En la torre mas alta de castillo de la armonía, mientras el viento juega con su cabello, tenía su mirada dirigida al horizonte, cerro los ojos mientras un suave suspiro escapa de sus labios. Se quedó un rato más en silencio, optan por separa sus labios, dejando que una canción escapara, la cual se dejo escuchar por todo el lugar, el viento se llevo la dulce melodia qué la joven cantaba. - https://youtu.be/L4Zn_UnY14c?si=10zqZCCkdep5O-RX
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  • Como siempre todo sigue girando alrededor, pero su mirada solo se fija en el horizonte, donde las luces de la ciudad brillan como estrellas lejanas. Y el frío de la lluvia se mezcla con la calidez de los recuerdos perdidos, y por un breve instante, es ahí cuando se pregunta si alguna vez podrá escapar de su condena.
    Como siempre todo sigue girando alrededor, pero su mirada solo se fija en el horizonte, donde las luces de la ciudad brillan como estrellas lejanas. Y el frío de la lluvia se mezcla con la calidez de los recuerdos perdidos, y por un breve instante, es ahí cuando se pregunta si alguna vez podrá escapar de su condena.
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