El rugido suave del avión privado ya estaba encendido cuando Venus subió los últimos escalones de la escalerilla, sus tacones resonando con determinación vacilante. Llevaba gafas oscuras aunque el sol apenas rozaba el horizonte, y una bufanda de seda le cubría el cuello como si pudiera protegerla de los recuerdos que intentaba dejar atrás.
Una vez dentro, dejó caer su bolso de mano en el asiento de al lado y se hundió en el sillón acolchonado con un suspiro largo. El asistente de vuelo intentó hablarle, pero ella solo negó con la cabeza.
Sacó su celular y, durante unos segundos, dudó. Había decenas de mensajes sin leer, notificaciones de llamadas perdidas, nombres que pesaban como piedras. Finalmente, deslizó el dedo hacia abajo y activó el modo avión. El silencio fue inmediato, liberador.
Antes de despegar, sacó un papel doblado del bolsillo de su abrigo y una pluma estilográfica. Su letra era delicada, pero decidida:
“Sunshine,
Necesito respirar. Esto me está consumiendo y no quiero arrastrarte conmigo. No te estoy abandonando, solo necesito encontrarme.
Volveré… cuando pueda mirar hacia atrás sin quebrarme.
Cuida de todo por mí.
V.”
Con un poco de magia la nota se consumió, llegaría a las manos de Sunshine donde quiera que ella estuviera. Quizas no eran las formas de hacerlo, pero era lo máximo que podía hacer.
Por primera vez en semanas, no tenía que responder a nadie. Ni siquiera a sí misma.
Una vez dentro, dejó caer su bolso de mano en el asiento de al lado y se hundió en el sillón acolchonado con un suspiro largo. El asistente de vuelo intentó hablarle, pero ella solo negó con la cabeza.
Sacó su celular y, durante unos segundos, dudó. Había decenas de mensajes sin leer, notificaciones de llamadas perdidas, nombres que pesaban como piedras. Finalmente, deslizó el dedo hacia abajo y activó el modo avión. El silencio fue inmediato, liberador.
Antes de despegar, sacó un papel doblado del bolsillo de su abrigo y una pluma estilográfica. Su letra era delicada, pero decidida:
“Sunshine,
Necesito respirar. Esto me está consumiendo y no quiero arrastrarte conmigo. No te estoy abandonando, solo necesito encontrarme.
Volveré… cuando pueda mirar hacia atrás sin quebrarme.
Cuida de todo por mí.
V.”
Con un poco de magia la nota se consumió, llegaría a las manos de Sunshine donde quiera que ella estuviera. Quizas no eran las formas de hacerlo, pero era lo máximo que podía hacer.
Por primera vez en semanas, no tenía que responder a nadie. Ni siquiera a sí misma.
El rugido suave del avión privado ya estaba encendido cuando Venus subió los últimos escalones de la escalerilla, sus tacones resonando con determinación vacilante. Llevaba gafas oscuras aunque el sol apenas rozaba el horizonte, y una bufanda de seda le cubría el cuello como si pudiera protegerla de los recuerdos que intentaba dejar atrás.
Una vez dentro, dejó caer su bolso de mano en el asiento de al lado y se hundió en el sillón acolchonado con un suspiro largo. El asistente de vuelo intentó hablarle, pero ella solo negó con la cabeza.
Sacó su celular y, durante unos segundos, dudó. Había decenas de mensajes sin leer, notificaciones de llamadas perdidas, nombres que pesaban como piedras. Finalmente, deslizó el dedo hacia abajo y activó el modo avión. El silencio fue inmediato, liberador.
Antes de despegar, sacó un papel doblado del bolsillo de su abrigo y una pluma estilográfica. Su letra era delicada, pero decidida:
“Sunshine,
Necesito respirar. Esto me está consumiendo y no quiero arrastrarte conmigo. No te estoy abandonando, solo necesito encontrarme.
Volveré… cuando pueda mirar hacia atrás sin quebrarme.
Cuida de todo por mí.
V.”
Con un poco de magia la nota se consumió, llegaría a las manos de Sunshine donde quiera que ella estuviera. Quizas no eran las formas de hacerlo, pero era lo máximo que podía hacer.
Por primera vez en semanas, no tenía que responder a nadie. Ni siquiera a sí misma.
